Domingo Cultural 20151213

Page 1

13 de diciembre de 2015

Cultural

LO SABEN

TODO SOBRE USTED Incontables cámaras de vigilancia escrutan sus movimientos. PÁGInaS 10 a 13

®


2

Domingo \ el mañana \ 13 de diciembre de 2015

PsicologÍa

El ‘síndrome de

perder el tren’

Por Helena Vidal-Folch El PaÍs El otoño, aunque ya estemos atisbando su final, es sinónimo para muchos de tedio y rutina. Un tiempo de intimidad y silencio, de menos diversión. Sin embargo, para otros representa también una época estimulante, el pistoletazo de salida de una nueva temporada, de nuevos retos y ambiciones. Existen además otros otoños que nada tienen que ver con el calendario. Esa intensa y frustrante sensa-

ción de que ya es demasiado tarde para llevar a cabo algo que ansiamos, tarde para otras ilusiones. Sencillamente porque notamos que se secan las hojas de nuestro árbol y solo tenemos por delante un frío invierno. Sentimos que hemos perdido el tren,

“Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio”. LEoNArDo DA ViNci

y nos pasa tanto en relación con un propósito profesional como con uno personal. Le ocurre a ese abogado de 35 años que considera que ya es tarde para apearse de una desilusionante carrera y renuncia a una empresa con la que sueña. Y también le sucede a una persona mayor que desiste de luchar por una relación sentimental, “porque a mi edad no toca”. ¿Pero qué nos lleva a sentir que hemos perdido el tren, que es demasiado tarde, y nos frena a la hora de apostar por algo? Nuestras acciones y deci-

Creer que una situación crítica es irreversible es un error. En cualquier momento podemos tomar los mandos de nuestro presente para moldear un futuro mejor siones están condicionadas por nuestras creencias o modelos mentales. Y todos tenemos un buen repertorio de ellas. Algunas nos impulsan; otras nos limitan. Pero muchas son inconscientes y todas son activas, porque moldean nuestros actos. Son juicios, opiniones muy arraigadas que se forman en el pasado, viven en el presente y condicionan nuestro futuro. “Valgo lo mismo para un barrido que para un fregado” es una idea de acción permanente que nos proporciona un

DIRECTOR GENERAL

oRLAnDo TomÁS DEÁnDAR mARTÍnEZ odeandar45@hotmail.com COORDINADOR Adrián Altamirano Jaime adrian.altamirano@elmanana.com

DISEÑO Mariela Olvera

Cultural

®

Domingo es un magazine semanal. Impreso en los talleres de Editora DEMAR, S.A. de C.V., ubicados en la calle Matías Canales No. 504, Código Postal No. 88620, Col. Ribereña, Apartado Postal No. 14, Cd. Reynosa, Tam. domingocultural@elmanana.com


psicología impulso positivo ante cualquier cambio. Al contrario, pensamientos como “hay que seguir la tradición familiar de ser abogado para estar bien considerado” o “hay que sufrir para tener éxito” nos dificultarán la deseada metamorfosis profesional. ¿Cuánto le costará a alguien que piensa que vale para todo llevar a cabo una reorientación profesional? ¿Cuánto le costará a alguien que piensa que para estar bien considerado ha de seguir la tradición familiar? ¿Lo ven? Hasta aquí, creencias individuales. Pero más allá están las creencias colectivas. Muchos de nuestros pensamientos personales son a su vez compartidos por una familia, una comunidad, grupo social o cultura determinada. Las creencias colectivas nos refuerzan o nos limitan aún más. ¿Cuánto nos costará apostar por algo nuevo si, además de nosotros mismos, nuestro entorno nos repite que más vale pájaro en mano que ciento volando? Muchas veces viajar o salir de esos círculos más próximos nos ayuda a ver nuestra casa desde otra ventana, y a cuestionar aquellas creencias colectivas limitadoras de las que no éramos conscientes. Así, si pensamos que se nos ha pasado el tren, “porque a mi edad no es correcto volverse a casar o porque a los treinta y tantos he de estar ya bien situado”, será probablemente más difícil para nosotros alcanzar ese objetivo que deseamos. ¿Fin de la historia? No. Nuestras creencias tiñen nuestra percepción de las cosas, sí. Pero no con tinta permanente. Así pues, con un gran trabajo de introspección podemos revisar ese juicio que nos está impidiendo atrevernos a alcanzar nuestro objetivo. ¿Qué hay que hacer? Busquemos qué creencia nuestra está en juego, hagámosla consciente, revisemos su validez y después decidamos si queremos continuar con ella a cuestas o la sustituimos por otra. Nada fácil. Pero no es tinta indeleble. Este primer obs­ táculo ¡se salva! Una clienta en el ecuador de sus 40 me decía hace un par de años: “Me siento mayor, muy mayor. De repente, en dos años, me veo como una señora, me miro al espejo y es duro aceptar que todo caiga. Siento que envejezco. Plantearme un cambio laboral y pensar que he perdido el tren me hunde”.

“Quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser también enemigo de las mías”. Jorge Luis Borges En una línea del tiempo, existe el pasado, el presente y el futuro. Lo que no es presente o futuro pertenece al pasado. Y es que, citando a Peter Senge, solemos pensar en líneas rectas a pesar de que el mundo tenga estructuras circulares. Piensen en cómo ha sido su vida, ¿cómo la dibujarían? ¿Sería una línea cronológica tal y como aprendimos historia en el colegio? ¿Qué ocurriría si la visualizaran en círculos, en etapas? Como si fueran eslabones que se engarzan. Veríamos nítidamente qué engranaje les une, cuántos aros hay, qué distingue un aro del otro. Y en la perspectiva global observaríamos el collar de nuestra vida. El pensamiento lineal al que estamos acostumbrados nos resta capacidad para reparar en los procesos y nos inclina a detenernos en los hechos concretos. Es muy ilustrativa la metáfora de la rana hervida. Si metemos una rana en una olla con agua a temperatura ambiente, se sentirá probablemente en su salsa. Si hacemos el experimento de calentar el agua de la olla a fuego muy lento, la rana no se dará cuenta del cambio progresivo de temperatura. Morirá hervida sin percatarse. Así de importante es la visión del proceso. Cuando se tiene el síndrome de perder el tren, un cambio de enfoque puede ser providencial. Pensar en un proceso compuesto por ciclos y no en líneas rectas del nacimiento a la muerte puede llevarnos a ver y vivir nuestra situación de manera distinta. El Hudson Institute de Santa Bárbara propone analizar todo cambio a través de un diagrama circular estructurado en cuatro fases, parecido a la transformación de una oruga en crisálida y que muchos coaches conocemos bien. La primera etapa del cambio en el ciclo de la mariposa es la del huevo. En esta fase uno se siente desmotivado, cabizbajo, atrapado en una melancolía que no le permite pensar, reír. Un tiempo que preside la lentitud, la

13 de diciembre de 2015 / el mañana / Domingo

pesadez, la falta de alternativas, la procrastinación (esa tendencia de dejar las cosas para más tarde). Una suerte de otoño interminable según nuestro ejemplo anterior. Pero sin que usted lo advierta está ocurriendo algo necesario en todo proceso de cambio. Es la parte positiva. Estamos en el inicio de una gestación. Lo duro es que la decisión de abandonar esta etapa no suele ser racional. Llegará a la raíz de nuestro propio trabajo interior o en un momento en que nosotros o alguien nos abra una puerta que de repente nos haga ver una dirección, un sentido claro. Este es el vestíbulo de un segundo periodo conocido como la fase de la larva, en la que algo nuevo se empieza a probar, pensar y forjar lenta e íntimamente. Tras haber empezado a tejer, protegidos por nuestro capullo, llega la fase de la crisálida, en la que la curiosidad y una energía renovada nos ayudarán a construir nuevas redes, a explorar otros horizontes y a concretar las ideas. Finalmente, alcanzaremos la última etapa, la de la mariposa. Aquí, por fin, la emoción, la adrenalina, el positivismo y el compromiso con unos objetivos –ahora sí– bien trazados marcarán un claro despegue de nuestro nuevo proyecto. ¿Se anima a cambiar de perspectiva?

Para saber más Libros

w La quinta disciplina. Peter Senge w El hombre en busca de sentido. Viktor Frankl Películas

w Up. (2009) w American Beauty. (1999)

“Lo que inquieta al hombre no son las cosas, sino las opiniones sobre ellas”. Epicteto

3

A aquel que piense que ha perdido el tren, que ya es tarde, y a quien esté inmerso en una suerte de melancolía vital con ganas de algo más, quizá le reconforte saber que no está solo. Cuando estemos en ese momento, en una fase claramente apática, probablemente sea enriquecedor recordar la vida como un proceso y no como una mera línea. Que permanezcamos más o menos tiempo en estos otros otoños dependerá de lo profunda y radical que sea la transición que queramos hacer. Y de lo profunda y radical que sea nuestra creencia de que llegamos tarde. Pero no olvide que si toma conciencia de que ya está en un nuevo capítulo, probablemente las siguientes fases lleguen con mayor rapidez. Dése la oportunidad de sacar todo el jugo a cada etapa. Siga dibujando círculos. Dijo Viktor Frankl: “Muchos de los prisioneros del campo de concentración creyeron que la oportunidad de vivir ya se les había pasado y, sin embargo, la realidad es que representó una oportunidad y un desafío: que o bien se puede convertir la experiencia en una victoria, la vida en un triunfo interno, o bien se puede ignorar el desafío y limitarse a vegetar como hicieron la mayoría de los prisioneros”.


4

Domingo \ el mañana \ 13 de diciembre de 2015

arte

La revancha de los muralistas mexicanos La muestra de Orozco, Rivera y Siqueiros que no llegó a inaugurarse por el golpe de Estado de 1973 en Chile regresa al Museo de Bellas Artes de Santiago 42 años después Por Rocío Montes EL PAÍS En el Museo Nacional de Bellas Artes chileno, un imponente edificio neoclásico del centro de Santiago, estaba todo preparado: el 13 de septiembre de 1973 se inauguraría la exposición Orozco, Rivera y Siqueiros. Pintura mexicana, que presentaba una colección de 164 obras de los muralistas. La historia y la tragedia, sin embargo, frustraron la apertura de la muestra.

Apenas 48 horas antes, el martes 11 de septiembre, los militares chilenos atacaron el Palacio de La Moneda y, con la muerte del Presidente Salvador Allende, dieron inicio a 17 años de dictadura. Los cuadros estaban montados en las paredes del museo, que también fue atacado por los golpistas. La misión diplomática mexicana, encabezada por el embajador Gonzalo Martínez Corbalá, logró rescatarlos en un operativo de alto riesgo y repatriar las obras. “La ruta

a México es: Antofagasta, Lima, Panamá, México y escala técnica en esos lugares. Comuníquenlo al canciller Rabasa y díganle que cruce los dedos”, escribió Martínez en un telegrama que dibuja la tensión que se vivía. Tras 42 años, tras varios intentos frustrados, la muestra ha regresado a Santiago de Chile: el pasado jueves, el Museo Nacional de Bellas Artes inauguró La exposición pendiente 1973-2015. Orozco, Rivera y Siqueiros. Con 76 obras, la aper-

tura se ha celebrado no solo por su importancia artística, sino también histórica y política. El curador Carlos Palacios, del Museo de Arte Carrillo Gil de México, propietario de la colección, explica que “la exposición tiene dos niveles: la reconstrucción de la muestra nunca inaugurada en 1973 y la versión que contextualiza el momento de esa exposición”. Junto a las obras de Orozco, Rivera y Siqueiros, dispuestas en salas distintas, se


arte encuentran islas documentales que hacen comprender a los visitantes las circunstancias de la exposición fallida de 1973. Entre el material se puede observar la prensa de la época: “Peligra en Chile la colección de arte Dr. Alvar Carrillo Gil”, titulaba el 12 de septiembre de 1973 el periódico mexicano Excélsior. El ejercicio arqueológico fue posible gracias a la exhaustiva documentación de que dejó el museógrafo mexicano Fernando Gamboa, a cargo de la exposición en 1973. Proveniente de Rusia, había llegado a Santiago de Chile el 7 de septiembre de 1973 con las 27 cajas que contenían las obras de los muralistas. Junto al entonces director del Museo de Bellas Artes chileno, el pintor Nemesio Antúnez, trabajaron a contrarreloj para instalar las pinturas que se exhibirían en el marco de las jornadas de intercambio cultural entre Chile y México. El Golpe de Estado le sorprendió en el Hotel Carrera, a pocos metros de La Moneda. Desde ese lugar, el curador no sólo presenció el horror del ataque al Palacio de Gobierno, sino que escribió y grabó en casetes el horror de lo que estaba viviendo. “Si le matan, Allende será un héroe y mártir de la democracia”, anotaba Gamboa entre el sonido de los bombardeos y el humo de La Moneda incendiada. Las pilas de la grabadora se le agotaban y él, entonces, tomaba el lápiz. Como comisario había vivido situaciones límite: en 1948, había rescatado más de 40 óleos y 90 piezas de obra gráfica en medio de un incendio del llamado Bogotazo, el estallido del movimiento armado en Colombia. Veinticinco años después, ese 11 de septiembre de 1973, sintió el mismo miedo: “Súbitamente recordé Bogotá y tomé mi abrigo y sombrero con la idea de lanzarme a la puerta antes de que fuera demasiado tarde. Para mí lo importante era la colección”. Gamboa llegó hasta el Museo Nacional de Bellas Artes y logró desmontar las obras y guardarlas. Pero no consiguió sacarlas del edificio, que pocas horas después fue bombardeado. Una vecina de derechas había denunciado que revolu-

cionarios de izquierda se escondían en sus salas y los militares, sin saber que solo había un guardia, dispararon contra sus murallas y parte de sus obras de arte. El fotógrafo Sergio Berthoud llegó hasta el museo junto a Antúnez, el director, y en ocho imágenes inmortalizó el daño patrimonial: “Vimos los muros perforados por

Las obras deberían haber vuelto a México en el avión en el que iban la viuda de Allende y parte de la familia del presidente

13 de diciembre de 2015 / el mañana / Domingo

las balas, que habían alcanzado dos cuadros. Sentí una inmensa rabia”. Las 164 pinturas de Orozco, Rivera y Siqueiros estaban embaladas y no fueron dañadas. El embajador Martínez Corbalá realizó una intensa labor para trasladar a México a cientos de chilenos en riesgo y llevó a cabo delicadas gestiones para rescatar las obras. Según detalla Bruno Salas, director del documental La colección en peligro, en fase de producción, las 164 pinturas llegaron hasta el aeropuerto para embarcar en el primer avión a México, el 15 de septiembre de 1973. En ese vuelo iba la viuda de Allende, Hortensia

Un tiro en una de las ventanas del museo tras el golpe de Estado.

5

Bussi, y parte de la familia del presidente muerto. Las obras no embarcaron debido a su peso y dimensión. Después de regresar al museo pudieron ser repatriadas el día 25. “Cristalizar finalmente este proyecto es un signo de madurez histórica”, comenta el exembajador de México en Chile, Otto Granados, que durante su gestión se embarcó en llevar adelante esta exposición pendiente. * La exposición pendiente 19732015. Orozco, Rivera y Siqueiros. Museo Nacional de Bellas Artes. Santiago de Chile. Hasta el 21 de febrero de 2016.


6

Domingo \ el mañana \ 13 de diciembre de 2015

arte

Ingres de todos los tiempos Una retrospectiva del pintor francés llega por primera vez al Museo del Prado. Sus obras perviven en artistas como Michael Jackson, Picasso, Man Ray, Cindy Sherman o Godard Por Rut de las Heras Bretín EL PAÍS Muchos transeúntes tendrán la seguridad de haber visto ese rostro antes, aunque desconozcan el nombre de su autor. Las creaciones de Ingres forman parte del imaginario colectivo. La cabeza girada de La gran Odalisca, buscando la mirada de quien la observa, será uno de los reclamos publicitarios de la retrospectiva que realiza el Museo del Prado sobre Jean-Auguste-Dominique Ingres (Montauban, 1780-París, 1867), que acaba de abrir al público. Ya lo dice Florence Viguier-Dutheil, directora del Museo Ingres de Montauban: “Ingres es inactual”. Gracias a esa atemporalidad, a mimetizarse y camuflarse en cada época, el pintor ha viajado del siglo XIX al XXI dejando su impronta en distintas obras y autores. La gran Odalisca ­—como señalan las Guerrilla Girls— entró desnuda al Prado, no podía ser de otra manera. Esta, una de las obras más reconocibles y versionadas del pintor francés, espera desde el 11 de noviembre colgada de una de las paredes grises de las salas de exposiciones temporales. Es una de las contadísimas ocasiones en las que ha salido del Museo del Louvre y la primera que viene a España. Tristes días para que una parisiense de pro no esté acompañando a sus vecinos. Es una imagen emblemática, no solo de su autor, también de toda la historia de la pintura. Ingres representa su ideal de mujer desnuda, sin argumentos mitológicos o literarios que lo justifiquen, por placer, sin orden en los elementos que lo conforman y con una dimensión erótica remarcada por la sinuosidad de la curva de su larguísima espalda. Las acusaciones de falta de precisión

A la izquierda, ‘Madame Moitessier’ de Jean-Auguste-Dominique Ingres. La alta sociedad parisiense quería ser retratada por el pintor. A la derecha, la fotógrafa estadounidense Cindy Sherman se retrata a la manera ingresca en 1989. anatómica fueron tales que se llegó a decir que tenía tres vértebras de más. Este óleo ha dado mucho juego a lo largo de su historia, desde una caricatura que realizó su coetáneo Delacroix a la imagen del grupo de artistas feministas Guerrilla Girls. Organización, nacida en la década de los ochenta, que denuncia la escasísima representación de creadoras en los museos y el gran agravio que hay si se compara con el de mujeres representadas. ¿Sería Picasso quien es sin beber de la fuente de Ingres? El malagueño toma el desorden de sus desnudos como uno de los elementos con los que conforma el cubismo. La generación siguiente a la del neoclásico francés no se entiende sin su presencia. Es difícil imaginar las escenas de toilette de Degas sin los harenes de Ingres.

La fotografía de Man Ray, ‘El violín de Ingres’ (1924), a la izquierda, no puede ser más clara la alusión al pintor neoclásico, haciendo referencia, además, a la faceta de violinista de Ingres. A la derecha, una obra de 1945 del Dalí, que tuvo en el montabanés a una de sus fuentes de inspiración.


arte Según Andrew Carrington Shelton, autor de numerosa bibliografía sobre Ingres y profesor de Historia del Arte de la Universidad de Ohio, el pintor neoclásico “resultó ser una mina para las travesuras pictóricas de los surrealistas y dadaístas”. Así, una de las reinterpretaciones con más trascendencia es la fotografía de Man Ray, El violín de Ingres, tomando como modelo La bañista de Valpinçon y uniéndola a la faceta musical del pintor. Era violinista, su violín se conserva en el museo de Montauban. En 1990, otro fotógrafo norteamericano, Joël Peter Witkin, volvió a esta bañista. Al contrario que la imagen de Man Ray, esta es cruel ya que las eses del instrumento son dos heridas de las alas y la libertad arrancadas de la Mujer que fue pájaro. La fotografía fue la primera de las nuevas artes que tuvo en cuenta la figura de Ingres ­­­—el montabanés también a ella, en su archivo conserva centenares— pero no la única. Algunos de los maestros del cine y la música del siglo pasado no pueden construir imágenes sin hacerle homenajes. Así, Jean-Luc Godard no solo hace correr a los protagonistas de Banda aparte (1964) por el Louvre, escena que homenajeará Bernardo Bertolucci en Soñadores (2003), sino que las bañistas vuelven a ser imagen recurrente, esta vez como cartel de su película Pasión (1982). La música tampoco le ha dejado escapar. Michael Jackson utiliza en la carátula de su álbum Dangerous (1991) otra de las imágenes que encumbró al pintor francés, el retrato de Napoleón I en su trono imperial. Del Rey del pop a una de las reinas de los escenarios del siglo XXI, Lady Gaga, que en 2013 entró en el Museo del Louvre de la mano del polifacético artista Robert Wilson que creó un vídeo en el que ella estaba representada como si de Mademoiselle Rivière se tratara, imagen harto repetida desde 1806, cuando Ingres retrató a Caroline Rivière. Ese vestido de corte imperio, la estola de piel y los guantes marrones han sido también usados en obras de Marcel Broodthaers y

13 de diciembre de 2015 / el mañana / Domingo

7

La obra de Ingres ha cruzado fronteras y siglos. Un claro ejemplo es el retrato de ‘mademoiselle’ Rivière, una dama representada a la moda de la época, con el exquisito cuidado que ponía el pintor en la pintura de los tejidos y de los complementos.

En esta imagen se pueden observar dos obras del último cuarto del Siglo XX en las que Ingres está presente. A la izquierda, ‘Dama sentada’ (1974), de Antonio Saura y a la derecha, ‘Mujer que fue pájaro’, fotografía del estadounidense Joël-Peter Witkin de 1990.


8

Domingo \ el mañana \ 13 de diciembre de 2015

arte

del artista colombiano Fernando Botero, entre otros muchos. El retrato es otro de los géneros en los que destacó Ingres. El pintor no solo fomenta la entrada de mujeres desnudas en los museos. El cuidado y el detalle con el que representa los tejidos, las texturas, los detalles de los adornos, es también marca de la casa. La mujer bella de esta época es la que tiene la voluntad de serlo, la que se arregla conscientemente para lograrlo. Con esta idea trabaja Cindy Sherman cuando se inmortaliza a la manera ingresca en 1989. La lista de artistas que se han visto influidos o que han homenajeado al pintor montabanés es innumerable: Saura, Bacon, Hockney, siempre Picasso, que repite durante toda su carrera sus motivos. Ingres ha traído a las artes de este siglo su pintura del siglo XIX y no solo dentro de los museos el artista urbano Space Invader reprodujo La fuente en la calle del pueblo natal del pintor donde se encuentra su museo. * Ingres. Museo del Prado. Madrid. Del 24 de noviembre al 27 de marzo de 2016.

Arriba, ‘La gran Odalisca’, uno de los desnudos más conocidos y que más obras ha inspirado de la historia de la pintura. Abajo, Guerrilla Girls, que se preguntan si es necesario que las mujeres entren desnudas a los museos en alusión a la poca representación de mujeres autoras en estas instituciones.

La influencia de Ingres en Picasso es incuestionable, los ejemplos son multitud. En la imagen dos hitos de la historia del arte: a la izquierda, ‘El baño turco’ de Ingres; a la derecha, ‘Las señoritas de Avignon’, pintadas cuarenta años después, en 1907, por Picasso.


cultura

13 de diciembre de 2015 / el mañana / Domingo

9

Expertos atribuyen a El Bosco la versión de ‘El juicio final’ de Brujas Los responsables del Proyecto de investigación sobre el maestro holandés dicen que la obra, expuesta en el Museo Groeninge, la pintó directamente él, y no sus alumnos Por Isabel Ferrer EL PAÍS El tríptico titulado El juicio final, también llamado El juicio de Brujas (15051515), que llevaba un siglo atribuido al entorno de El Bosco, acaba de recuperar la autoría del maestro. Según un grupo internacional de expertos fue él, y no sus alumnos, quien plasmó con su característico detallismo el infierno en la tierra provocado por la estupidez humana. Así lo afirman los responsables del Proyecto internacional de investigación que analiza el conjunto de su obra -sin firma ni fecha en la mayoría de los casos- para elaborar un catálogo definitivo. Expuesta en el Museo Groeninge, de la ciudad belga de Brujas (de ahí su doble título), la tabla acaba de ser restaurada y se suma a otras nueve piezas analizadas por los investigadores con motivo del 500 aniversario de la muerte del vecino más ilustre la ciudad holandesa de Den Bosch. A principios de noviembre, el mismo equipo señaló que la tabla Mesa de los pecados capitales, colgada en El Prado, “no se podía adjudicar al artista”. La pinacoteca rechaza esta teoría y presentará los resultados de sus propios análisis el próximo mayo. “Sabíamos que la tabla tenía el equilibrio necesario entre dibujo inicial y pintura y ahora lo hemos comprobado. La ejecución es rápida, pero perfecta, con pinceladas frescas unas sobre otras. Propio de un maestro”, ha dicho Matthijs Ilsink, coordinador del Proyecto de Investigación y Conservación de El Bosco. “Era un hombre siempre en busca de la composición adecuada del cuadro, pero no tenía dudas, y aquí sólo hubo una

El tríptico de El Bosco, ‘El Juicio Final de Brujas’. mano: la suya”, ha declarado al rotativo De Volkskrant. El panel es menos conocido que otros del mismo título y presenta, a la izquierda, el Paraíso terrenal casi a vista de pájaro. A la derecha, aparecen los condenados sometidos a diversos tormentos por culpa de sus faltas. En el centro, presidido todo por Cristo rodeado por un coro de ángeles, se exponen los pecados capitales y los castigos que conlleva su comisión. Hay otras obras con título y tema similar, como el Tríptico del juicio de Viena, guardado en la Academia de Bellas Artes de la capital austriaca, o el Tríptico del juicio final, de la Alte Pinakothek, de Múnich. La de Brujas es la única de su clase analizada de momento, y la nueva atribución será muy beneficiosa para el Museo Groeninge. Hasta ahora, la presentaba en su catálogo solo como “ejecutada con la participación del taller”.

Fotografía infrarroja Dados los millones involucrados y los vaivenes del mercado del arte, quitar o bien devolver la firma de un creador famoso es una empresa que no siempre convence a los propietarios. Los responsables del Proyecto dedicado a El Bosco lo saben, y su esfuerzo científico se apoya, entre otras herramientas, en la fotografía infrarroja, datación de las obras a partir de la edad de la tabla, reflectografía infrarroja, Rayos X y microscopio. Y, desde luego, en la observación directa. Al final, y con las dos grandes exposiciones en preparación, los expertos intentarán trazar una guía a través del particular paisaje del pintor. Un escenario poblado por innumerables figuras, tan cercanas como enigmáticas, a veces excelsas y otras cómicas, en pugna

constante entre el bien y el mal. Entre los demás títulos restaurados figuran San Jerónimo (Museo de Bellas Artes, Gante); San Cristobal (Museo Boymans van Beuningen, Róterdam); La nave de los locos (Louvre, París); La crucifixión ( Museo de Historia del Arte, Viena); La adoración de los Magos (Museo de Arte, Filadelfia); la parte posterior de la tabla Visiones del más allá, la Tabla de la mártir crucificada, y el Tríptico de los ermitaños (todos en Galería de la Academia, Venecia). Hay otra Adoración de los Magos, de El Prado, que solo se verá en la antológica dedicada a El Bosco en mayo de 2016. Antes, el 13 de febrero, Holanda abrirá su propio homenaje en el Museo Noordbrabants, en Den Bosch. La familia procedía de la ciudad alemana de Aquisgrán, pero él nació en la villa holandesa, de la que tomó su nombre artístico.


10

Domingo \ el mañana \ 13 de diciembre de 2015

reportaje

Lo saben todo sobre usted Incontables cámaras de vigilancia escrutan sus movimientos. Ordenadores de capacidades descomunales rastrean sus huellas en la Red Entramos en un universo controlado por ‘hackers’, gobiernos, empresas y traficantes de datos. Un paso más hacia el cumplimiento de la profecía orwelliana Por Luis Miguel Ariza EL PAÍS Se levanta a las siete de la mañana. Activa su teléfono móvil para comprobar el correo electrónico. Las luces de un servidor parpadean a kilómetros de su casa. Mientras lee las noticias en su tableta, navega por Internet y apura su taza de café, otro disco duro registra cada clic en sus tripas informáticas. Los algoritmos de Google –cuyo navegador es el más usado en el mundo– registran cada migaja de información en sus máquinas: qué páginas ha visto o leído y a qué hora exacta, qué videos ha visto, dónde se encuentra la usuaria. Nuestra protagonista tiene una presentación en la oficina y repasa el último borrador en su flamante iPhone. Una copia se almacena automáticamente en la nube. La nube no es algo etéreo: miles y miles de servidores se apilan en armarios descomunales. Discos duros refrigerados dibujan pasillos larguísimos en funcionamiento ininterrumpido dentro de búnkeres a prueba de terremotos y envueltos en un monocorde ruido que rompe el silencio. Más rutina diaria. Subir una foto en Facebook. Responder a un tuit. Ir en el coche al trabajo. Cerrar una reserva en el restaurante mediante una aplicación y enviar un mensaje para cuadrar la cita con otros comensales. El GPS del móvil rastrea la localización cada segundo. Otra aplicación hace

que un servidor conozca los teléfonos móviles de todos sus contactos de chat. El móvil escupe sugerencias sobre otras personas a las que conocer. Un poco de deporte antes de ir al trabajo permitirá que la cinta wifi atada a la muñeca transmita al móvil el número de pasos, pulsaciones, el ritmo cardiaco y la temperatura de su piel, memorizados en otra máquina. Su teléfono sabe dónde está con un margen de error de menos de un metro. Lo mismo ocurre con los comensales del almuerzo. El mundo totalitario de Winston Smith, protagonista de 1984, se caracterizaba por una lucha por proteger la privacidad. Las violaciones personales eran constantes. La telepantalla vigilaba sus movimientos durante las 24 horas. Uno no estaba seguro de si lo escuchaban y debía actuar como si lo hicieran. Cualquiera podría ser el observador que lo llevara a la cárcel, al dolor o a la muerte en nombre del partido. No bastaba con fingir. Había que actuar de manera convincente para impedir que los ojos te descubrieran, reaccionar como los demás. La vigilancia era tan intensa que los padres temían que sus hijos les delatasen. Cualquier desviación de la rutina, como llegar al trabajo con los dedos un poco manchados de tinta, despertaba suspicacias acerca de si ese fulano estaba escribiendo, qué hacía y por qué. El salto hasta 2015 desde la distopía de la sociedad de 1984, de George

Orwell, repleta de recursos increíbles para la vigilancia, nos zambulle en un mundo extraño y contradictorio. Los flujos de información van y vienen, invisibles por el aire, y quedan almacenados en cascadas de servidores. “Hablan sobre los lugares que visitas, con quién te ves con más frecuencia y durante cuánto tiempo, tus gustos, hasta con quién duermes”, asegura Bruce Schneier, jefe de tecnología de la compañía Resilient Systems, en su libro Data Goliath: The Hidden Battles to Collect your Data and Control your World (Norton, 2015). Los smartphones actuales no funcionan a menos que la compañía sepa dónde se encuentra el usuario. Y los sistemas operativos de los ordenadores se parecen cada vez más al de los móviles. En realidad, ya son lo mismo. En los mejores tiempos de la República Democrática Alemana, la Stasi contaba con 102.000 agentes que espiaban a una población de 17 millones, lo que significaba un espía por cada 166 ciudadanos –la cifra se reducía hasta 66 si se contaban los colaboradores–. Los teléfonos y las grabaciones eran indispensables para los chivatazos. Ahora el teléfono ha muerto. En su lugar llevamos una máquina que nos rastrea y que lo sabe casi todo sobre nosotros. En 2016 se calcula que más de dos mil millones de personas usarán estas minicomputadoras. Aún las llamamos teléfonos, pero nunca, nunca descansan. Extraen información y la envían fuera de nuestro alcance. ¿Es exagerado equipararlas a las telepantallas de la distopía orwelliana? Ricard Martínez, presidente de la Asociación Profesional de Privacidad, no lo duda. “La monitorización hoy día es incluso mayor que como la describió Orwell”. Vivimos en la edad de oro de la vigilancia. La compañía británica Cobham comercializa un sistema que envía una señal ciega e indetectable a un teléfono, la cual no le hace sonar y permite la localización de su dueño a menos de un metro; Defentek, con base en Panamá, asegura que posee un software con capacidad para detectar cualquier teléfono móvil en el mundo sin que el operador ni su dueño se enteren, y la Agencia de la Seguridad Nacional de Estados Unidos sostiene


reportaje que es capaz de rastrear móviles incluso cuando están apagados. ¿Dónde ha quedado la privacidad? Los gigantes que hoy dominan el mundo, Facebook, Apple, Twitter y Google, facturan miles de millones de dólares cada año y responden con páginas y páginas de confusas explicaciones en letra pequeña escritas en lenguaje de leguleyo. Insisten en afirmar que sus compañías no venden a terceras partes la información personal del usuario, pero eso no es exactamente así. Disponen de esa información porque se la hemos dado gustosamente. Y a ciegas. En todas se especifica el consentimiento del usuario para compartirla con terceras empresas. “Proporcionamos a los anunciantes información sobre el rendimiento de sus anuncios, pero lo hacemos sin ofrecer ningún dato que te identifique personalmente”, aclara por correo electrónico Anaïs Pérez Figueras, directora de comunicación de Google España y Portugal. “Podemos indicar a un anunciante cuántos usuarios han visto sus anuncios o han instalado una aplicación después de ver un anuncio concreto. También podemos ofrecerles información demográfica general, como, por ejemplo, hombres de entre 25 y 34 años que viajan”. En la era digital, insiste Figueras, “no estamos perdiendo la privacidad”. En realidad, la hemos regalado a cambio de servicios que se presentan como gratuitos, pero que no lo son. “Uno de los grandes problemas de la privacidad es el usuario, que no la valora”, recuerda Martínez, refiriéndose al fracaso cuando WhatsApp intentó cobrar un dólar al año a los usuarios. Escuchar la palabra “gratis” es irresistible. Estos gigantes de la Red se han convertido en los embajadores de la gratuidad. Pero nuestros datos personales significan dinero. Eli Pariser, activista de Internet, autor del superventas literario The Filter Bubble (Viking) y anterior presidente del grupo Move On, ­calcula en 500 dólares lo que cada usuario regala a Google cada año. Lo afirma en el documental Terms and Condition May Apply, del director Cullen Hoback. “Google, Facebook o ­Twitter no comercian con datos personales”, explica ­Schneier por correo electrónico. “Cobran a otros por usar

los datos, pero no los venden a otras compañías. Pero no estoy seguro de si esta diferencia es la que marca la diferencia”. Los consumidores ordinarios hemos dejado de ser clientes para convertirnos en productos por la información que generamos. Cuanto más sepan de nosotros, más jugosos serán los beneficios en el mercado digital. ¿Quiénes se benefician y qué datos manejan exactamente? En 2014, la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (CFC) publicó un informe revelador sobre esta industria multimillonaria. Estudió nueve compañías: Acxiom, CoreLogic, Datalogix, eBureau, ID Analytics, Intelius, PeekYou, R ­ apLeaf yR ­ ecorded Future. Su negocio consiste en a­ nalizarlo todo: transacciones bancarias y compras, campañas de marketing, detección de fraudes, verificación de identidades digitales, publicidad en hogares, obtención de perfiles de los usuarios; nombre, edad, sexo, estado civil de los dueños de correos electrónicos e incluso historiales para predecir qué compraremos en el futuro basándose en hábitos pasados. Los servidores de Acxiom contienen información sobre 700 millones de consumidores en todo el mundo. Cada cliente estadounidense está asociado a 3.000 fragmentos de información. ID Analytics cubre 1.400 millones de transacciones comerciales. Y Recorded Future exprime la información de los usuarios al tener acceso a más de 502.591 páginas web. Estas compañías –Data Brokers, en

13 de diciembre de 2015 / el mañana / Domingo

inglés, o agentes de datos– obtienen la información a partir de muchas fuentes: otras empresas, el gobierno, incluyendo datos sobre quiebras bancarias, registros de garantías... pero no directamente de los propios consumidores, los cuales, en su inmensa mayoría “desconocen que están extrayendo y usando esa información”, reza el estudio de la CFC. La combinación de esta increíble cantidad de datos genera clasificaciones como “propietario de un perro”, “entusiasta de actividades de invierno”, si se es negro o latino con bajos ingresos, si se tiene más de 66 años, si se atesora poca educación o posesiones poco valiosas, si se vive más en el campo entre los treinta y cuarenta años con ingresos por debajo de la media, si estamos ante un “matrimonio sofisticado”, si se va a ser padre por primera vez, si alguien es diabético o tiene problemas con el colesterol... Algunas de estas compañías ofrecen a otras empresas un sistema de pago de búsqueda de personas basado precisamente en los metadatos. A partir de una dirección, teléfono, correo electrónico o un simple nombre de usuario, las compañías permiten a sus clientes utilizar estos sistemas de búsqueda para averiguar los alias, edad y fecha de nacimiento, nombre, géne-

“Un DNI digital para registrarse en redes sociales evitaría muchos delitos entre menores”.

Empleados de la corporación Symantec analizan datos para la protección de clientes ante ataques de piratas informáticos.

11

ro, números de teléfono, educación, defunciones, información sobre sus familiares, historial de empleo, número de matrimonios y divorcios, juicios, bancarrotas y acreedores, propiedades e historial de préstamos, información sobre redes sociales y nombres de usuarios, y vecinos (incluyendo si alguno se ha involucrado en casos de abuso sexual). En el programa de televisión 60 minutos, de la cadena CBS, la comisionada federal de comercio Julie Brill afirmó que estas compañías elaboran “expedientes sobre personas sin que la mayoría de los investigados lo supieran. El estudio de la CFC no oculta los beneficios que los consumidores pueden disfrutar por la actividad de estas entidades: una oferta competitiva de productos más adaptados a sus gustos, o minimizar los riesgos de las compañías financieras para prevenir fraudes a la hora de otorgar créditos. Pero hay contradicciones: alguien calificado como un entusiasta de la bicicleta podría beneficiarse de cupones de descuento de un vendedor de motocicletas, pero ser interpretado como un cliente de riesgo para la compañía de seguros y sufrir discriminación por ello. Bajo el título de “Interés por ser diabético”, puede conseguir ventajas en la oferta de alimentos sin azúcar y al mismo tiempo ser clasificado como una persona de alto riesgo para el seguro médico. ¿Qué son exactamente los metadatos? Si usted llama a un amigo o chatea con él, los metadatos hablan de la frecuencia con la que lo hace con esa persona, el tiempo empleado, la hora del día o el número de palabras, pero no su contenido. Los metadatos indican qué restaurantes frecuenta, lo que uno compra, las páginas web que visita, el número de correos electrónicos, la localización, los centros o tiendas a los que llamamos… Y pueden ser muy reveladores. Un estudio de investigadores de la Universidad de Stanford recogió todos los metadatos producidos por los smartphones de más de quinientos voluntarios durante varios meses. Los científicos habían diseñado una aplicación que se instalaba en sus teléfonos y que enviaba el flujo de información. Se quedaron estupefactos por lo que pudieron averiguar.


12

Domingo \ el mañana \ 13 de diciembre de 2015

Uno de los participantes se comunicaba con grupos de personas que sufrían lesiones neurológicas y con un número de teléfono de un laboratorio farmacéutico especializado en medicamentos para la esclerosis múltiple; otro realizaba frecuentes llamadas a un vendedor de armas semiautomáticas, y los metadatos de otro usuario descubrieron que telefoneaba y recibía llamadas de una farmacia, un laboratorio y una línea de un centro especializado en tratar arritmias cardiacas. En otro caso se supo que una persona cultivaba mariguana en su casa a raíz de las llamadas que hacía a un distribuidor de sistemas de cultivo hidropónico, a un cerrajero y a una tienda que dispensaba semillas de esa planta y vaporizadores. Una mujer mantuvo una larga conversación con su hermana y a los dos días realizó una serie de llamadas a un centro de planificación familiar; dos semanas después hizo otras llamadas más breves, y un mes más tarde telefoneó al mismo centro, lo que sugería que la mujer había tenido un aborto. Jonathan Mayer, uno de los autores del estudio, explicó que, por respeto a la intimidad, se confirmaron en persona solo los casos del poseedor de armas automáticas y el de quien había realizado las consultas sobre arritmias. “Fuimos capaces de identificar un número de patrones que eran muy indicativos de actividades o rasgos sensibles”, comentó Mayer a Stanford Daily. El diario The New York Times publicó al respecto una historia singular. Un padre acudió a las oficinas de Target, un centro comercial que vende prácticamente de todo, desde DVD y alimentación hasta artículos de limpieza. El hombre se quejaba de que la compañía estaba enviando a su hija, que aún estudiaba en la escuela secundaria, publicidad y cupones descuentos para futuras madres. El padre no sabía que su hija estaba embarazada. El matemático Andrew Pole, contratado por la empresa, había establecido un programa por el que la compra de 25 clases de productos asignaba a las mujeres una probabilidad muy alta de embarazo. Los estudios sugerían que ellas cambian rápidamente sus hábitos de compra durante el primer

reportaje

“Las grandes corporaciones toman decisiones por nosotros sin contar con nosotros”. trimestre, al adquirir productos como vitaminas y suplementos alimenticios, jabones y lociones no perfumadas o grandes bolsas de bolas de algodón. Se trata de un filón de ventas para una compañía que pueda identificarla de antemano. El departamento de marketing se puso en contacto con Pole para saber si podría escribir un programa que descubriera a una mujer embarazada por el cambio de sus hábitos de compra. Para Ricard Martínez, “las grandes corporaciones empresariales no usan los datos en sentido negativo como los Estados. Pero toman decisiones sobre nosotros sin contar con nosotros”. Sugiere la visión optimista de un futuro en diez años: todo estará conectado a Internet, desde el coche hasta el horno… Se pagará todo con el móvil, que te dirá qué restaurante te va a gustar más sin importar en qué ciudad estés. “¿Qué te parecería pagar el seguro solo de las horas que conduces, que te guíen a una plaza de aparcamiento libre, o te adviertan de tu nivel de glucosa en sangre en tiempo real antes de un problema diabético? ¿Y pedirle a tu robot que te caliente la cena cuando estés a 10 minutos de casa? Todo ese universo necesita datos, perfiles, preferencias, patrones de conducta”. Al mismo tiempo, recalca, es necesario defender la privacidad y encontrar un espacio de equilibrio. “Lo que está en juego es la libertad”. Todo queda grabado en la redes sociales. Cualquier cosa que hagamos llegar al ciberespacio permanecerá ahí para siempre. Los adolescentes que han nacido en la era digital están esculpiendo tuit a tuit una identidad imposible de borrar que les perseguirá toda la vida. Su pasado quedará expurgado de secretos y disponible para la visión del público. ¿Por qué? Las compañías ofrecen la posibilidad de borrar los perfiles y las fotos –hay ciertas dudas técnicas sobre si es posible borrar todo el material repicado en servidores–, pero la huella digital perdura. Los compartidos de Twitter o los me gusta de Facebook se multiplicarán en

otros perfiles de usuarios. En sentido orwelliano, ya no es necesario vigilar a los adolescentes con una telepantalla. Una vez que entran en la tela de araña cibernética, quedan atrapados. Ellos mismos hacen el trabajo. El primer error que cometen es mentir sobre la edad cuando se inscriben en Facebook, Twitter o Tuenti. “Muchos jóvenes no tienen conciencia de que lo que ponen en las redes va a marcar su huella digital y su identidad online”, advierte Esther Arén Vidal, inspectora jefa y delegada provincial de participación ciudadana del Cuerpo Nacional de Policía. “Queda ahí para toda la vida. Si supieran las consecuencias de lo que cuelgan o publican, la mitad de las cosas ni las harían”.
Antaño, si uno tomaba fotografías, guardaba los negativos y las copias. Si se compartían con amigos, la confianza de que no serían usadas algún día de forma comprometedora dependía de unas pocas relaciones. Pero en esta era digital en la que la mayoría de los adultos nos hemos convertido en inmigrantes digitales, las nuevas generaciones utilizan las redes sociales sin haber recibido la formación necesaria ni las normas de uso. “Es como montarse en un coche y acelerar sin que nadie te explique el funcionamiento de los controles”, explica Arén. Una de las primeras consecuencias de ese desconocimiento es la pérdida inmediata de la privacidad. Esta responsable policial imparte charlas en los colegios para paliar el desinterés de las compañías de las redes sociales en explicar los peligros a los menores. Y narra situaciones antes inimaginables. Padres cuyos hijos recibían quimioterapia que contaban en sus mensajes de WhatsApp el nivel de los fármacos y la evolución de la enfermedad, y niños que al leerlos “pensaban que se iban a morir”. Los mismos padres que informan en sus blogs sobre la enfermedad de sus hijos, violando la ley de protección de datos y comprometiendo la vida futura del menor al alcanzar la mayoría de edad. En otros casos, progenitores poco discretos que involucran a sus hijos mientras chatean en las redes sociales, contando chismes sobre ellos, engordando la identidad digital que les perseguirá toda su vida cuando alcancen la mayoría de edad.

Casos de hijos que denuncian a sus padres por indiscretos. En una clase de niños y niñas de 10 años, algunos levantan la mano cuando se les pregunta si tienen Facebook o Twitter. “Con 14 tienen todos, y admiten que mintieron sobre su edad para entrar en Facebook”. Lo admiten ante un agente uniformado. Los patrones de los delitos, algunos de los cuales están explicados en el libro Internet negro (Temas de Hoy), de los policías Pere Cervantes y Oliver Tauste, se repiten. Una niña de 12 años empieza a sufrir acoso por mensajes de los grupos de Whats­App; no aguanta más y se quita del grupo, pero sus compañeras se ocupan de que le lleguen los improperios. Alguien insulta. Hay una víctima y otros que consienten. “Se acostumbran a vivir con el delito y miran hacia otro lado”, dice Arén, que prologó el libro de sus compañeros. Una menor se enamora y un chico le pide fotografías, imágenes en las que se desnuda o se masturba. Cuando ella quiere dejarlo, el niño difunde el vídeo a toda la clase. “Llevo dos años y medio viendo el mismo caso con distinto nombre y en distinto colegio”, prosigue Esther Arén. “La mayoría de los delitos los cometen menores de entre 10 y 14 años, que no pueden ser imputados. La mayoría no lo denuncia y los padres no tienen conocimiento, y en el colegio suelen decir que son cosas de niños y no intentan conseguir pruebas. Es como una bomba de relojería. No se ha detectado el problema hasta que se producen intentos de suicidio por parte de los niños”. Se trata de un cepo del que es muy difícil soltarse. Si alguien decide suplantar una identidad digital, el afectado tiene que rellenar el cuestionario de la compañía de la red social, que no siempre es accesible ni fácil, llevarlo a una comisaría, denunciar la suplantación y esperar a que un juez ordene a la compañía borrar la identidad falsa. “Estamos muy poco protegidos frente a estas empresas, que muchas veces solo miran el negocio en vez de cuidar del menor y de su privacidad”, asegura esta inspectora jefa de la policía. Ella admite que no existe aún un hábito de colaboración por parte de estos gigantes informáticos, cuyos directivos no


rEPortajE se preocupan de saber lo que hacen los investigadores sobre el terreno. O de acercarse a un colegio para conocer los casos de abuso. Una manera de evitar que los menores de 14 años utilicen las redes sería la exigencia por parte de estos gigantes informáticos de un DNI digital para poder registrarse, lo que “evitaría muchísimos delitos entre menores”, concluye Arén. Pero no hay interés en ello. Con el panóptico, una estructura ideada por el británico Jeremy Bentham, explicado en su obra a finales del Siglo XVIII, comenzó la vigilancia clásica. Se trataba de una torre situada en el centro de un edificio circular con amplias ventanas hacia el círculo interior. El edificio externo estaba dividido a su vez en celdas con ventanas tanto al exterior como al interior. Desde la torre, una persona podía vigilar a cualquiera que estuviera encerrado en ellas, sea un preso, un enfermo mental o un estudiante. Al entrar la luz del exterior, las figuras resultantes del contraluz facilitaban esa vigilancia, que no tenía necesariamente que resultar opresora. El vigilante cuidaba así de los habitantes del edificio, de los pacientes de un hospital o presos. Si caminamos por algunas calles céntricas en cualquier ciudad importante de cualquier país, observaremos los tentáculos del panóptico actual, las cámaras blancas: algunas en forma de campana o tubo, suspendidas de un saliente atornillado a las paredes en las esquinas. La Policía Municipal gestiona 219 cámaras que enfocan las calles desde el Centro Integrado de Señales de Vídeo (CISEVI). El panóptico digital del Siglo XXI es una sala repleta de pantallas encendidas las 24 horas. En Reino Unido, de acuerdo con la Asociación Británica Industrial para la Seguridad, podrían operar un total de 5,9 millones de cámaras públicas y privadas. El número exacto se desconoce. Eso significaría una cámara por cada 11 británicos. Londres es la ciudad más vigilada de Occidente. La consultora global IHS estima que en el mundo hay unas 245 millones de cámaras de vigilancia. Asia contabiliza el 65% de las instaladas que funcionan actualmente. Pero en este mundo dominado por el panóptico digital nos hemos convertido también

en los que vigilan, en los observadores, señala Jorge Lozano, semiólogo y catedrático de Teoría de la Información de la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense y autor del libro El discurso histórico (Sequitur, 2015). Habla de “prosumidor”, una mezcla entre consumidor y productor, aludiendo a Marshall McLuhan. El Gran Hermano de Orwell al que tenían acceso unos pocos para observar a muchos se ha democratizado. “Ahora es el nombre de un programa en el que todos, una audiencia de millones de telespectadores, observan a cuatro personas debajo de un edredón”. Nos vigilan, pero también vigilamos. En tiempos en los que los políticos blanden la transparencia como remedio a todos los males. Y como consecuencia de ese anhelo de transparencia, sentimos asfixia ante la invasión de nuestra privacidad. ¿Se ha destruido sin remedio? Para Bruce Schneier, “la gente no lo cree así. De lo contrario, dejarían de blindar su desnudez”. El Centro Pew de Investigación elaboró recientemente un informe y consultó a decenas de expertos. Surgieron dos grupos de opinión, los pesimistas y los medianamente optimistas. Entre los primeros, la sensación es que las montañas de metadatos cibernéticos han sepultado nuestra privacidad. “El Gobierno y la industria se han aliado para eliminar casi en su totalidad la privacidad de los consumidores y los ciudadanos”, comentó Clifford Lynch, presidente de la Coalición Networked Information y profesor adjunto de la Escuela de Información de la Universidad de California en Berkeley. En el otro lado está Jim Hendler, uno de los arquitectos de Internet y profesor de Ciencias de la Computación del Instituto Politécnico Rensselaer, en Nueva York. “Habrá un progreso significativo en este área y muchos asuntos concernientes a lo privado que van a evolucionar. La gente será cada vez más consciente de cómo se va a usar su información, a quién se le permite recolectarla y qué derechos podrán ejercer en el caso de que se produzcan violaciones; sin embargo, y dada la cantidad de información personal que estará disponible, también crecerá el potencial para cometer abusos”. Kate Crawford, investigadora del Centro

13 de diciembre de 2015 / el mañana / Domingo

Microsoft de Nueva York, manifestó que “en los próximos 10 años se desarrollarán más tecnologías de la encriptación y servicios de boutique para aquellos que estén dispuestos a pagar para un mejor control de sus datos”. Habrá una privacidad para ricos y otra para pobres. La privacidad se convertirá en un artículo de lujo. Jorge Lozano, semiólogo, argumenta que la frontera entre lo público y lo privado ya empezó a difuminarse con la aparición de los medios de comunicación. “Nos queda nuestra esfera íntima”. Y señala la obsesión actual por la cantidad de datos y metadatos. Ahora es posible grabarlo todo. Un exabyte equivale a 500.000 millones de páginas de texto. Toda la información que circula en Internet en este 2015 podría ser de unos 76 exabytes. “Google dispone de servidores suficientes para almacenar 15 exabytes en todo el mundo”, según Schneier. Pero ¿qué se debe conservar? ¿Todo? ¿Y qué se debe descubrir o revelar? Lozano cita el caso de Wikileaks y los 250.000 documentos hechos públicos por las filtraciones de Julian Assange. “Se dijo en su momento que eran un paraíso para el historiador. Pero esto es falso. Ningún historiador trabaja con tanta cantidad de datos. Esos documentos privadísimos escondi-

13

dos en las embajadas, los mismos documentos que Hillary Clinton hizo que considerara a Assange como un terrorista, no han descubierto ningún secreto. Decían lo que ya se sabía, como lo ha demostrado Umberto Eco”. Este semiólogo ncabeza un grupo de investigación cuya conclusión sorprende: a más transparencia, más opacidad. “Estamos exagerando el valor de la transparencia como si fuera un valor utópico”. Por ello defiende el valor de la pertinencia, lo que debe descubrirse. Y no duda en afirmar, en estos tiempos en los que se clama por más transparencia, que “el secreto es la mayor conquista de la humanidad”, citando al filósofo Georg Simmel. La privacidad nunca volverá. Si hoy día proclamamos que somos partidarios del secreto, quizá se nos tilde de políticamente incorrectos. Lo cierto es que todas las sociedades han abrazado al secreto para funcionar. Lozano nos recuerda finalmente lo que ya dijo Agustín de Hipona, el gran pensador del cristianismo y uno de los padres de la Iglesia, en su obra sobre la mentira De Mendacio. “Está prohibido mentir porque es un pecado contra Dios, pero no está dicho que estemos obligados a decir la verdad. De ahí la importancia del secreto”.

cÁMaras controladas por la policía en Alemania.


14

Domingo \ el mañana \ 13 de diciembre de 2015

libros

Querido Pedro: llega ‘Cien años de soledad’ El poeta y ensayista Pedro Lastra guardó correspondencia de autores latinoamericanos como García Márquez, Sábato, Cortázar o Fuente Por Manuel Vilas EL PAÍS Tal vez el nombre del poeta y ensayista chileno Pedro Lastra no pertenezca a esa categoría de famosos mediáticos de las letras latinoamericanas del Siglo XX. Sin embargo, Lastra fue un impulsor apasionado y generoso de la literatura que hacían sus compatriotas y un gran conversador epistolar, como así lo demuestran las más de 900 cartas que donó a la Universidad de Iowa, y que cubren un espacio temporal que va de 1954 a 2002. En la sección de Special Collections de la citada universidad, se custodia este silencioso legado. Abro la carpeta Gabriel García Márquez y en una carta mecanografiada leo: “Cien años de soledad sale a la calle el 6 de junio. La inminente aparición de la novela me está perforando la úlcera”. Y es una confesión hecha el 30 de mayo de 1967, es decir, a seis días de la salida de la novela que se convertiría en el buque insignia del renacimiento de la literatura latinoamericana. Unos meses más tarde, el 26 de diciembre de 1967, García Márquez le escribe a Lastra lo siguiente: “Cien años de soledad ha sido la salvación: gracias a sus ventas espectaculares, tengo por delante unos años de paz doméstica que pienso dedicar minuto tras minuto a escribir. Ahora estoy metido en un cuento que puede ser muy largo y muy divertido, y que llevará el pretencioso título de La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Es, más que nada, un recurso para calentar motores antes de zambullirme, quién sabe durante cuánto tiempo, en El otoño del patriarca. Después no sé qué haré”. Produce una inevitable melancolía consultar estas cartas a Pedro Lastra. Los ritmos de la vida que laten

El escritor Gabriel García Márquez, durante una entrevista en 1990. bajo esta correspondencia eran otros. La gente vivía de otra forma. Calculo el tiempo que llevaría escribir cartas como estas. Una hora como mínimo. Y había que tener un sobre y poner un sello y buscar un buzón de correos. Muchas están mecanografiadas, y ocupan dos cuartillas. Curiosamente, algunas cartas están escritas con tinta roja de máquina. Son folios amarillentos, hojas de formatos desaparecidos. Enseguida uno percibe que este poeta y ensayista chileno, nacido en Quillota en 1932, tenía claro qué cartas había que conservar, aunque fuesen de circunstancias, y en su caso las derivadas de su cargo de asesor literario de la chilena Editorial Universitaria, cargo que ejerció entre 1966 y 1973, y que le llevó a tener relaciones editoriales con los grandes escritores latinoamericanos del momento y también a padecer algún enfado, como el que manifiestan las cartas de Ernesto Sábato, quien se queja de erratas sin corregir en un artículo sobre Robbe Grillet y de desatención editorial: “Debo sí quejarme de verdad por la falta de delicadeza que ha significado el silencio total ante cartas mías, algunas de las cuales eran ya la expresión de mi fastidio por lo que consideraba carencia de simple cortesía”. Curiosamente, Matilde Sábato, esposa de Sábato, escribirá sin conocimiento de su marido proponiendo al amigo Pedro la edición de un libro monográfico dedicado a la obra del autor de El túnel. Y en una carta de

las Navidades de 1969 dice: “Pienso que podría constituir un éxito editorial, pues por la correspondencia veo cuánta gente de todas partes del ámbito castellano se interesa por analizar la obra de Ernesto”. Detrás del asunto, está el hecho de que Lastra ya había editado un monográfico dedicado a Gabriel García Márquez.

Las cartas de Sábato suelen merodear la arrogancia. Su esposa escribía a Lastra a escondidas del escritor Matilde explica a Lastra que le escribe sin que su marido lo sepa, pero yo creo que no sería así del todo. Imagino a Sábato susurrándole a su mujer palabras parecidas a “propónselo tú, y dile que yo no sé nada”. Las cartas de Sábato suelen merodear la arrogancia. En una le dice a Lastra que si hubiera editado el ensayo Tres aproximaciones a la literatura de nuestro tiempo en Argentina en vez de en Chile, en la editorial que dirigía Lastra, ya habría vendido más de 50.000 ejemplares. Ignoro si en la Argentina de finales de los años sesenta un sesudo ensayo literario podía vender tal número de ejemplares. De ser así, confieso que el dato no sé si responde a un alto sentido de la cultura o a un subdesarrollo en las posibilidades de ocio. Lastra guardó con mimo su tesoro epistolar, y el curioso que merodee

los salones de Special Collections se encontrará con cuatro cajas llenas de cartas del ya citado García Márquez, pero también de Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Gonzalo Rojas, Augusto Roa Bastos, Julio Ramón Ribeyro, Julio Cortázar, Lezama Lima, Mario Vargas Llosa, Álvaro Mutis, Mario Benedetti, Octavio Paz, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Juan Gelman, Oscar Hahn, etc, etc. Me quedo mirando especialmente la abundantísima correspondencia con Gonzalo Rojas: viajes, libros, universidades americanas y familia, esos son los temas. De estas cartas enseguida se puede desprender alguna consideración que atañe a los géneros literarios: los poetas latinoamericanos tenían que buscar el amparo de la docencia en universidades anglosajonas para sobrevivir, los narradores no. En seis meses de 1967 García Márquez solucionó su mundo laboral. Toda una vida le costará a Gonzalo Rojas. Lastra editó dos epistolarios: las cartas de José María Arguedas y las del poeta Enrique Lihn. Las de Enrique Lihn se editaron con el título de Querido Pedro: Cartas de Enrique Lihn a Pedro Lastra (1967-1988), y las de Arguedas con el más sencillo Cartas de José María Arguedas a Pedro Lastra, en 2012 y 1997 respectivamente. Lastra fue muy amigo de los dos. Arguedas es hoy un escritor olvidado. Iba a escribir que injustamente olvidado, pero el tópico cansa. Si uno se aventura por la vida de Arguedas y por las cartas que le escribió a Lastra puede que encuentre más de un motivo para sentirse deprimido. Tal vez la literatura latinoamericana sea un viaje de la depresión de un Arguedas al entusiasmo de un García Márquez. Y tanto Arguedas como García Márquez recalaron en el indigenismo. Arguedas lo hizo de forma rigurosa, y García Márquez desde la imaginación y el exotismo. La vida de Arguedas da para un buen libro de no-ficción. Su macabro suicidio, por ejemplo, es pura literatura: un hombre que se dispara un tiro en un sanitario de la Universidad Agraria La Molina, en la ciudad de Lima, y agoniza durante cinco días hasta que muere.


libros ¿Cómo sería un sanitario universitario de 1969 en Lima? El 5 de abril de 1970 y desde Lisboa Mario Vargas Llosa escribe a Lastra a propósito de Arguedas: “Todavía me cuesta trabajo congeniar la timidez y la modestia de José María con esa muerte espectacular que eligió”. Es una observación muy precisa. Arguedas era modesto, se nota en su epistolario, pero su muerte fue la destrucción encarnizada de esa modestia. La respuesta a la miseria intelectual, moral y laboral de Latinoamérica siempre tuvo un nombre y ese es Estados Unidos. Las universidades americanas redimieron y redimen a los escritores latinos. Muchas de las cartas que recibe Pedro Lastra abundan en el asunto de la colocación como profesores de intelectuales latinoamericanos. Lastra fue profesor de literatura hispanoamericana en la universidad de Nueva York, en Stony Brook. Leo una carta carnavalesca, festiva y floreada del 5 de abril de 1970 de Nicanor Parra, donde le pide favores para colocar en alguna universidad estadounidense al joven profesor Juan Gabriel Araya. Y acto seguido el antipoeta escribe: “No me siento autorizado para hablarte de mí mismo por cuanto prácticamente no existo; me toco para convencerme de que sí, me pellizco y no siento nada”. La letra de Parra es como su poesía: una comedia inesperada. Las cartas de Parra son las que más me gustan, son humildes y locas. Tal vez las que menos me gustan son las de Sábato, tan rígidas. Las caligrafías son importantes. La letra de Gonzalo Rojas es bonita. La letra de Julio Cortázar parece desvanecida o triste o inerte, claro que en la carta que tengo delante el autor de Rayuela habla a Lastra de la enfermedad de su mujer. La letra de Álvaro Mutis es gigantesca. La de Vargas es coqueta y levemente alargada. Las letras cambian con los años. Aparece en las cartas el delicado tema del dinero. Lastra le pide un texto a Carlos Fuentes, y éste se lo da siempre y cuando se cumpla la “solemne obligación contractual con mi agente española, Carmen Balcells”, dice en una carta del 5 de abril de 1980. Y Vargas Llosa el 4 de noviembre de 1969 escribe: “Todavía no ha llegado el contrato ni el giro del anticipo”. Y el 21 de noviembre del mismo año:

“Querido Pedro, gracias por el cheque que acabo de recibir. No ha llegado aún el giro del Banco Central de Chile”. Por su parte, Ribeyro le pide a Lastra los 250 dólares por la publicación en la chilena Editorial Universitaria de su novela Crónica de San Gabriel. Las de Ribeyro son cartas adustas o amargas, cartas de un hombre cansado de estar continuamente al borde de ser un escritor invisible. En una de sus cartas Ribeyro le dice a Lastra que en cuanto a sus datos biográficos basta con este: “Nací en Lima el 31 de agosto de 1929”. Casi rompo el silencio conventual de los salones de Special Collections con una carcajada muy sonora cuando Augusto Roa Bastos, a propósito de los derechos de su libro de cuentos Madera quemada, y en una carta de 1985, le dice a su querido Pedro: “Me sería muy oportuno recibir la liquidación”. El dinero necesita de benignas acuñaciones eufemísticas. También la amistad los necesita. El dinero siempre es oportuno, pero solo a un escritor se le ocurriría semejante rodeo. Los escritores, entonces y ahora, siempre piden lo que es suyo con un ruego infantil. Me detengo leyendo las despedidas. Por ejemplo Roa Bastos se despide así de Lastra “un gran abrazo de tu invariable amigo”. O Carlos Germán Belli de esta otra, “en espera de tus importantes noticias”, en una carta de 1969 en donde “las importantes noticias” aluden a que el poeta peruano quiere saber cómo va la edición de su libro. Carpentier se despide protocolariamente: “con mis cordiales y agradecidos saludos”. En otra carta de Roa Bastos se lee: “Recibe el fraternal abrazo de tu

Textos manuscritos de Vargas Llosa.

13 de diciembre de 2015 / el mañana / Domingo

siempre amigo”. O Ribeyro: “reciba usted un cordial apretón de manos”. Veo incluso despedidas con errata de máquina de escribir incluida, como la de Gabriel García Márquez: “Un anorme abrazo”. Y una barroca de Carlos Fuentes: “Te agradezco que hayas pensado en mí y te devuelvo tus cordiales saludos con mi amistad y admiración constantes”. Y Vargas Llosa siempre incluye un “muchos recuerdos de Patricia para todos ustedes”. Las despedidas suelen invocar esposas e hijos. Muchos son los que mandan abrazos a Juanita, esposa de Lastra. Y a la vez las esposas de los escritores mandan recuerdos a la familia Lastra. Me viene al pensamiento que quizá no se haya enfatizado lo suficiente la importancia de la familia en la literatura del boom. Los abrazos con que se dicen adiós los escritores suelen ser fuertes o grandes, por lo menos en este 2015. Pero Álvaro Mutis se despide en una carta de 1984 con “un ancho abrazo de tu amigo”. El puesto de asesor literario de Editorial Universitaria de Lastra llevaba aparejado un buen número de abrazos. La emocionalidad de los escritores, comparada con cualquier otro gremio, es excesiva e histriónica. Lo ha sido siempre, y de ello se deduce que el escritor está obligado, en sus relaciones sociales, a resultar una persona cálida, entrañable, muy amistosa. Y que eso cuenta a la hora de la configuración de su persona pública. Y me quedo mirando los remites. Casi siempre son cartas enviadas por avión, pero los remites son cambiantes. Todos los escritores viajan mucho. Algunas cartas llevan el remite de la agencia

15

Carmen Balcells. García Márquez escribe desde la calle República Argentina, número 168, de Barcelona. Y hace este comentario “Barcelona es una ciudad abúlica y tranquila, en la cual estoy disfrutando del viejo placer del anonimato, que tan necesario me resulta para escribir”. Vargas Llosa lo hace desde el número 7 de la londinense Philbeach Gardens. Y escribe a Lastra en 1969: “No tengo nada que contarte de Londres todavía, salvo que la bruma inglesa nos resfrió a los cuatro apenas bajamos del avión”. Y es cierto que los remites de estas cartas muestran esa errancia interminable que parodiaría Roberto Bolaño en Los detectives salvajes. Ya Gabriel García Márquez le dijo en el 67 a Lastra: “El año pasado perseguí a Vargas Llosa durante seis meses por todo el mundo, y al fin lo capturé en Londres. ¿A qué diablos se debe esta condición errante de los novelistas latinoamericanos?”. Lastra también se escribió con algunos profesores españoles. Mencionaré dos cartas. Una es de Ricardo Gullón, de 1983, en la que el ensayista español caracteriza al entonces joven narrador José María Guelbenzu como “persona fina y buen catador de prosas críticas”. La otra es de José María Castellet, fechada en octubre de 1973, llena de temor y angustia por el golpe de estado de Pinochet. Sin embargo, no hay cartas ni de poetas ni de escritores españoles, salvo algunas de circunstancias de José Luis Cano y Guillermo Carnero, lo que evidencia una falta de comunicación entre la literatura española y la latinoamericana más que notable. En Special Collections no te dejan llevar boli, temen un ataque de locura de algún investigador que le lleve a emborronar las cartas con tinta indeleble. Te proporcionan un afilado lápiz para que tomes las notas que precises. Me marcho pensando en la soledad de los poetas. Porque Pedro Lastra a veces mandaba también sus libros de poesía a sus colegas narradores. Roa Bastos le dice a Lastra que los suyos son “poemas destilados a su última esencia”. Y me viene a la cabeza que Nicanor Parra no se despedía con abrazos. Se despedía así: “hasta la próxima de cambio”.


16

Domingo \ el mañana \ 13 de diciembre de 2015

cultura

“Desde el otro lado de las sombras”

Betsabeé Romero da a conocer su obra en Museo de Arte Contemporáneo de Tamaulipas H. Matamoros, Tam. Con el objetivo de impulsar y dar a conocer el arte y la cultura, el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, a través del Museo de Arte Contemporáneo de Tamaulipas, llevó a cabo una conferencia de prensa en la cual la artista Betsabeé Romero dio a conocer su exposición titulada “Desde el otro lado de las sombras”. Con un mensaje de bienvenida dirigido por Ada Lozano González, directora del MACT, dio inicio la rueda de prensa, para posteriormente escuchar en viva voz de la maestra Betsabeé Romero el tema central de la exposición: la migración. “La cultura y el arte son la única vía por la cual se puede retejer la colectividad, la comunidad y reconstruir el ánimo y el tejido social en todo el mundo”,

dijo Betsabeé Romero, quien apuesta a este camino. El nombre de la exposición “Desde el otro lado de las sombras”, parte de algo tan frágil como el papel picado, abordando varios temas, como lo es el tema de la migración y el reciclaje. Betsabeé Romero a través del papel picado muestra que hasta en lo más simple podemos encontrar un misterio. Explicándonos que la tarea del artista es tener la capacidad de hacer visible lo que ya no percibimos y que no le damos importancia, generando que los espectadores reflexionen en temas importantes. La exposición fue inaugurada el pasado jueves 10 de diciembre, y permanecerá en exhibición hasta el 13 de marzo del 2016. La entrada es abierta a todo el público y será completamente gratuita.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.