El Motero Ed. 009

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De película por Hiroshi Naganuma

En ‘Cerdos Salvajes’, un grupo de amigos deciden realizar un atrevido viaje a través del país en motocicleta, con la esperanza de recuperar la ilusión en sus rutinarias y acomodadas vidas. El viaje sin compromisos ni ataduras se complicará peligrosamente cuando se encuentren con una pandilla de moteros con ganas de bronca. Decía un amigo que los actores de esta comedia se lo habían pasado muy bien rodándola y esto es algo que puede deducirse del buen ambiente que transmite el film. No me costó mucho imaginarme en la piel de uno de estos moteros de ciudad, deseosos de recuperar el tiempo perdido, pero a la vez preocupados por su comodidad o por cómo se lo tomarán en casa (la parienta, claro). El espectador siente que estos “Wild Hogs” quieren volver a sentir la fresca brisa de la libertad, la salvaje crudeza de la carretera y la indomable llamada a la marcha 58

que todo hombre siente cuando está con su grupo de amigos. ¿Quién no se pone en el lugar de estos? Sí, están viejos, son aburridos, son torpes, etc, etc, pero se han puesto las pilas y quieren vivir una última aventura. Hay que darle la enhorabuena a Walt Becker, seguro que no esperaba el éxito del film, pero sí supo cómo tratar a los cuatro protagonistas y cómo llevar a buen puerto una historia que podía haberse desmontado en pedazos a costa de una acumulación de chistes sin sentido. Como decía, el grupo protagonista derrocha simpatía en todo momento. Se los ve muy cómodos y metidos en sus personajes y esto se nota. Lo realmente sorprendente es que la unión de gente como Tim Allen, Martin Lawrence o John Travolta haya dado una mezcla satisfactoria. A ver, son los cómicos que ya

conocemos y esto es una comedia sin pretensiones, destinada al gran público en general, ¿qué se les puede pedir? Allen y Lawrence no resultan tan cargantes como de costumbre y se permiten el lujo de auto parodiarse en más de una ocasión; Travolta, que ya parecía de nuevo hundido, recupera la sonrisa, los pasos de baile (literalmente) y, como los otros, se lo pasa genial con un personaje que necesita recuperar la ilusión. De todas formas, aunque defiendo a los anteriores, no es de extrañar que el mejor de la función sea William H. Macy, uno de esos secundarios que vemos en tantos títulos y siempre cumplen a la perfección con su labor, un actor (el único de los mencionados hasta el momento que puede considerarse completamente como tal) al que no veía en este proyecto y que, sorprendentemente, se mete en el bolsillo al espectador desde el principio, resultando


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