A DI Ó S A LO S CU E N TO S D E H A D A S
Elizabeth Cruz Madrid • Estelí Meza ilustración
A DI Ó S A LO S CU E N TO S D E H A D A S
Dirección editorial: Ana Laura Delgado Cuidado de la edición: Graciela S. Silva Diseño y formación: Raquel Sánchez © 2016. Elizabeth Cruz Madrid, por el texto © 2016. Estelí Meza, por las ilustraciones Primera edición, octubre de 2016 D. R. © 2016. Ediciones El Naranjo, S. A. de C. V. Avenida México 570, Col. San Jerónimo Aculco, C. P. 10400, Ciudad de México. Tel. +52 (55) 5652 1974 elnaranjo@edicioneselnaranjo.com.mx www.edicioneselnaranjo.com.mx ISBN: 978-607-8442-31-7 Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los editores, en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor, y en su caso de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes. Impreso en México / Printed in Mexico
A DI Ó S A LO S CU E N TO S D E H A D A S
Elizabeth Cruz Madrid
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Estelí Meza ilustración
La luna brilla en mi cuerpo, pero mis ojos no pueden verla. La luna está dentro de mí, y también el sol. El tambor de la eternidad, el tambor no tocado, resuena dentro de mí, pero mis oídos no pueden escucharlo. La flor se abre y da paso al fruto: cuando este llega, la flor se marchita. La esencia del almizcle está en el ciervo, pero él lo busca afuera. Kabir
PA RT E 1 OASIS
LA I N T R U S A Todo estaría mejor si ella nunca hubiera llegado a nuestras vidas. Oasis debería estar aquí, en su lugar. Mamá tendría que ser quien me despertara cada mañana y a quien yo viera llegar del trabajo. En cambio, ella es la que llega todos los días y abre la puerta de mi casa como si fuera la dueña. Desde el momento en el que la veo se termina mi felicidad y recuerdo que papá y yo no estamos solos. Lástima que Oasis sea un espejismo. La imagino muchas veces, pero desaparece con los sentones de realidad que me doy seguido. Llamo a mi mamá Oasis, porque yo soy un desierto. Estoy seca y con mucha sed. La extraño. Mis amigos piensan que soy una dramática, que no debería tomarme tan a pecho que mi papá se haya casado con ella, con la otra. Algunos hasta se sorprenden de lo guapa que es. Yo creo que mi mamá era más bonita. Solo basta mirar sus fotos. Realmente era muy linda, tenía una belleza natural, no como la de ella. Lástima que eso no le haya servido para estar sana y verme crecer. Fue horrible tener que preguntarle a la otra si ese primer flujo rosado que descubrí en mi calzón era la regla. Recuerdo que me vio como si yo fuera una cochina. A regañadientes me
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acompañó a la farmacia a comprar unas toallas sanitarias. Me explicó cómo ponérmelas, pero muy rápido, y me quedaron dudas. No me atreví a preguntar. Ella siempre habla conmigo como si tuviera mucha prisa de irse a otro lado. Por fortuna tengo a mi amiga Pati, que tiene la regla desde los nueve años. Ella me explicó paso a paso cómo ponerme la toalla, cuántas veces me debía cambiar y el cuidado que hay que tener por las noches. Me pone muy nerviosa mancharme y que todos los chicos se rían de mí, pero fuera de eso estoy contenta de menstruar. Para mí eso significa que estoy más cerca de ser grande. Aunque ella, la mujer de papá, haya dicho que reglar a los once es muy pronto. Todo le molesta. Imagino que cuando termine de crecer me podré ir de inmediato de la casa. No me extrañará papá, que solo tiene ojos para ella. Y yo me libraré de la mirada de serpiente de esa invasora. El día que ella supo que había reglado por primera vez, le dijo a papá que “me estaba desarrollando muy rápido”. Su tono era raro, como si se tratara de algo malo. Ella siempre ve cosas malas en mí, como si fuera mi culpa lo que mi cuerpo decide. Estoy segura de que Oasis habría estado muy contenta con este suceso, con mi cambio y hasta nos habríamos ido a tomar un helado. Eso imagino, aunque en realidad no lo sé. No puedo saber cómo sería mi mamá, porque murió. A menudo me quejo de la esposa de papá y de mi vida. Por eso mis compañeros dicen que soy una dramática, otros
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piensan que soy una poeta. Es muy probable que sea las dos cosas, ya que no podría ser poeta sin sentir intensamente lo que pasa. ¿O no? La verdad es que las palabras más tristes son las que suenan mejor. Eso pensé cuando me dejaron escribir por primera vez un poema: recordé los que había leído y me di cuenta de que se trataba de ponerse serios y decir cosas profundas. Como la tristeza es lo mío, gané un concurso de la escuela con un poema que decía así: En mi desierto tú no estás. La promesa de tu agua brilla con el sol. Me acerco, trato de tomarte entre mis manos, pero cuando se hacen un cántaro, desapareces. Eras un brillo más. Una falsa ilusión. Un brillo en mi desierto que no deja de ser desierto. Y sigo seca, con sed. Cuando lo leí en la clase, muchas niñas dijeron que era muy bonito y hasta lloraron, aunque pensaban que era sobre un muchacho que me gustaba y en el recreo me preguntaron su nombre. Los niños se rieron de mí y se pusieron a declamar en tono burlón mis versos. Me enojé con ellos. Aunque también con las niñas tontas que no entendieron mi poema: yo no hablaba de ningún muchacho, sino de mi Oasis. Me hace tanta falta, pero nadie entiende eso.
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PE LO LA R GO Claro que nadie entiende que extrañe a mamá, si se lo dijera a alguna de las niñas de mi grupo me verían con cara de bicho raro y dirían: “¿Quién extraña a una mamá que te está diciendo todo el tiempo qué hacer?”. Claro, ellas dicen eso porque no les hace falta su mamá y hasta se pelean con ella a diario. Si yo tuviera a mi Oasis, igual estaría más preocupada en hacer poemas de amor para chavos. “Quiere a su mamá. Es una tonta. Es una ñoña. Es una poetonta”. Dicen eso de mí, pero es porque no entienden nada. Por eso me gusta pasar tiempo sola, mirar el techo y pensar, solo pensar. Cantar canciones. Imaginar que viajo por el mundo y que Zayn Malik de One Direction me confiesa su amor. Me lo imagino diciéndome que no le importa que no sea famosa, que me vio en la calle de camino a su concierto en México y no pudo dejarme pasar. Que valgo más que cualquier artista de Hollywood. Entonces me lleva con él y participo en todos sus conciertos. Con Zayn soy muy feliz. No como con papá, a quien no le importo. Si todo fuera como en mi imaginación… Para los demás la vida es más fácil. No vieron a su mamá sufrir un dolor tan grande que la hacía olvidarse de todo, incluso
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de mí. No la vieron morir de cáncer. Sé que mi Oasis se esforzaba en estar conmigo, pero cuando regresaba de las quimioterapias solo quería acostarse y no saber nada más. Desde antes de morir dejó de ser la mamá que conocía. Ya no tenía ganas de nada. Papá contrató a una señora para que la atendiera y la ayudara. Desde entonces supe lo que era tener una intrusa en casa. Esa señora no siempre me permitía estar cerca de Oasis. A veces no hacía falta que me lo impidiera, yo misma no me atrevía a pasar al cuarto cuando pensaba que debía dejar tranquila a mamá o por no querer ver a esa señora con cara de perro bulldog frente a su puerta, tejiendo e ignorándome. Al final, mi mamá murió. En sus últimos días volvió a hablar conmigo y me rogó que fuera buena con papá. Incluso me entregó una carta. También me pidió que no me cortara el cabello. Decía que lo tenía muy bonito y le hacía mucha ilusión que lo conservara largo. Yo he querido cumplir el deseo de mamá, lo malo es que ella, la esposa de papá, ha conspirado para que me lo corte. Uno de sus ataques fue cuando me contagié de piojos. Le dijo a papá que ella no me iba a estar espulgando. Papá armó un escándalo en la escuela porque según él paga mucho de colegiatura y se supone que a esa escuela no va gente “piojosa”. Mi maestro le dijo que entre los niños es muy fácil contagiarse, pero que daría un aviso para reforzar las medidas de higiene. La consecuencia fue que todos se enteraron y me trataron como apestada.
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Ella, como prometió, no se encargó de quitármelos. Me llevó a la estética para que me raparan, pero yo hice tal drama que el estilista se compadeció de mí. Además, él dijo que tenía el cabello muy largo y muy bonito como para raparme. Su solución fue quemarme los piojos con una máquina alaciadora. Ella me llevó varias veces, hasta que estuvieron seguros de que no me quedaba ni un bicho en la cabeza. Yo me sentía tan lacia como mi cabello y me habría caído muy bien derretirme, irme por una coladera y llegar a otra parte del mundo donde nadie hubiera sabido lo que me había pasado. Esa vez salvé mi cabello. Ella, la esposa de mi padre, ha buscado muchas maneras de atormentarme, pero lo bueno es que no siempre se sale con la suya. Lo malo es que cuando no logra fastidiarme, molesta a papá diciendo que yo soy de lo peor. Esa temporada se la pasó quejándose con él del gasto que representaba ir a diario a la estética y pagar por una tarea tan sucia, para la cual, además, debía dejar una buena propina. También se lamentaba de perder todos los días su tiempo llevándome. Ella, como papá, es abogada, y parece que el tiempo es esencial para su trabajo.
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PARTE 1: Oasis 11 La intrusa 14 Pelo largo 17 Espejismos 29 Cenicienta 38 Gretel, solo Gretel 40 Un amigo 50 Un príncipe 53 Invisible
ÍN DICE
PARTE 2: Las nuevas enseñanzas 67 El bosque 72 Un castillo escondido 85 Cuentos de hadas 103 Empiezan las clases 120 Aquí estoy 129 Rapunzel 132 En la red 135 Barba Azul 139 Caras vemos 141 La invitación 145 Hada madrina 162 Se hace calabaza 171 La bruja 183 Desperté 187 Sed 189 El Sapo
Elizabeth Cruz Madrid
Escritora
Me dedico a hacer lo que me gusta: comer chocolate, acariciar a mi gata, beber café y hacer libros. Me encanta viajar y, si es en avión, me emociono desde el momento del despegue porque es el principio de la aventura. Algo parecido a abrir las páginas de un libro nuevo. Me gusta mucho conocer y aprender. Soy una curiosa, y más cuando descubro cosas bellas, por eso me asomo tanto a los libros. Se puede decir que soy una expedicionaria. Sin embargo, lo que me hace más feliz es tratar de compartir con los niños lo que aprendo, ya sea a través de historias o de ejercicios en libros de texto que escribo o edito. Estudié periodismo en la unam porque me gustaba mucho descubrir historias. Nací en 1981 en la Ciudad de México; lo cual fue una suerte, ya que creo que el mejor desayuno posible son unos chilaquiles.
Estelí Meza Ilustradora Me llamo Estelí y soy ilustradora. Mi nombre es el de una ciudad de Nicaragua y significa “río de obsidiana”. Nací un jueves de 1980 en la Ciudad de México. Desde muy pequeña me gusta dibujar, me encanta ilustrar animales y plantas. Siempre han estado cerca de mí los libros, pues mi padre era un gran lector y recuerdo que en mi casa había muchos libros. Mis preferidos son los ilustrados, puedo estar horas viendo las imágenes, los colores y las formas. ¡Es increíble lo que te puede inspirar una ilustración! Me gusta leer, viajar, observar y después dibujar. Por eso en mi bolsa cargo con un cuaderno pequeño, donde boceto lo que me interesa. Desde hace varios años ilustro libros y revistas. Algunas veces trabajo con pinceles, papeles, tintas, y otras veces, en la computadora. Pero siempre comienzo con un dibujo a lápiz en mi cuaderno de bocetos.
colección ecos de tinta
Para jóvenes lectores
Dido para Eneas María García Esperón
Supergigante Ana Pessoa
Para Nina. Un diario sobre la identidad sexual Javier Malpica
Un hada en el umbral de la Tierra Daína Chaviano
A DI Ó S A LO S CU E N TO S D E H A D A S se imprimió en el mes de octubre de 2016, en los talleres de Impresos Vacha, S. A. de C. V., Juan Hernández y Dávalos 47, Col. Algarín, C. P. 06880, Ciudad de México. En su composición tipográfica se utilizaron las familias ITC Leawood y Always Together. Se imprimieron 3 000 ejemplares en papel bond ahuesado de 90 gramos, con encuadernación rústica. El cuidado de la impresión estuvo a cargo de Ediciones El Naranjo.
colección ecos de tinta
Para jóvenes lectores
Si mamá siguiera conmigo todo sería distinto; a veces imagino qué pasaría si pudiera volver a abrazarla. Por eso le hago cartas diciéndole que me hace falta, le escribo todo lo que pasa en mi escuela y que en casa mi madrastra es como una bruja conmigo, aunque sea buena con papá. También le cuento del chico que conocí por internet, él es el único que me entiende. En ocasiones me pregunto si los cuentos de hadas pueden hacerse realidad y si él podrá venir a rescatarme un día. Elizabeth Cruz Madrid estudió Periodismo. Comenzó a escribir literatura infantil y juvenil en 2008, desde entonces ha sigo galardonada con diversos reconocimientos por sus relatos. En 2013 recibió una mención honorífica en el Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado por el gobierno del Estado de México. En El Naranjo también ha publicado Kitsu y el baku. Estelí Meza estudió Diseño y Comunicación Visual en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la unam, donde también realizó una maestría. Su trabajo ha sido seleccionado en numerosos catálogos de ilustradores nacionales e internacionales. Con El Naranjo también ha ilustrado Cuentos de cabeza y Las Cavernarias y el templo escondido.
ISBN 978-607-8442-31-7
www.edicioneselnaranjo.com.mx
9 786078 442317