La maldición del faraón

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LA MALDICIÓN DEL FARAÓN

Dirección editorial: Ana Laura Delgado

Cuidado de la edición y diseño editorial: Raquel Sánchez

Corrección y revisión del texto: Elena Borrás

© 2023. Begoña Flores Bejarano, por el texto © 2023. Marisol Rivera, por las ilustraciones

Primera edición, febrero de 2023

D. R. © 2023. Ediciones El Naranjo, S. A. de C. V. Avenida México 570, Col. San Jerónimo Aculco, C. P. 10400, Ciudad de México. Tel. +52 (55) 5652 1974 elnaranjo@edicioneselnaranjo.com.mx www.edicioneselnaranjo.com.mx

ISBN: 978-607-8807-35-2

Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los editores, en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor, y en su caso de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes.

Impreso en México / Printed in Mexico

LA MALDICIÓN DEL FARAÓN

BEGOÑA FLORES BEJARANO

MARISOL RIVERA, ILUSTRACIÓN

Pesadilla en el museo

Nadie podía imaginar que el día en que fuimos al Museo Arqueológico terminaría convirtiéndose en una auténtica pesadilla. Y el que menos, nuestro profe de Historia, el Caterchef, que llevaba más de un mes repitiéndonos en todas las clases lo afortunados que íbamos a ser con aquella visita.

—Van a tener una oportunidad única, muchachos. ¡Poder ver a la mismísima momia del faraón Tutankamón, y sin salir de la ciudad! ¡Qué lujo! Cuando yo estudiaba, me hubiera gustado tener tanta suerte.

Mientras tanto, se limpiaba los lentes con toda la parafernalia a la que nos tenía acostumbrados: ponía los labios como una de esas actrices que posan en los estrenos de cine, escupía un poco de saliva en el trapito, frotaba los cristales con él y, a continuación, les sacaba brillo con el suéter de lana gris que usaba siempre sin importar el clima.

—Entiendo que estén tan ilusionados… —pronunciaba ilusionados con cierta sorna y tonito burlón—. ¿Verdad, Martín, que te mueres de ganas de conocer a Tutankamón?

Después de un silencio incómodo, no me quedaba más remedio que asentir con la cabeza. Todos sabíamos que, en realidad, al que más ilusión le hacía ir al museo era al profe. Es más,

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al Caterchef era casi al único al que le ilusionaba. Me retracto, quito el casi. Era al único al que le hacía ilusión visitar el museo.

Yo solo pensaba en que era una oportunidad más para estar al lado de Valentina. Estaba seguro de que ella no me vería al subir al autobús ni en todo el trayecto, ni tan siquiera en el museo, pero podría pasearme a su lado a mis anchas y aspirar un poco de su perfume. Quién sabe, a lo mejor se asustaba con la momia y caía en mis brazos desmayada. Ese sería un buen plan: aliarme con alguien para asustarla. Pero si se lo cuento a Ricardo para que sea mi cómplice, ya estoy imaginando lo que va a decir: “Pero, amigo, ¿no te das cuenta de que Valentina ya suspira por alguien que no está momificado? Tiene nombre y se sienta delante de ti: FERNANDO, nunca te das cuenta de nada”.

Ricardo era un poco bobo, pero un tipo muy legal. Siempre decía lo que pensaba. La cuestión era que lo hacía con todo el mundo, y eso le costaba alguno que otro problemilla en el colegio.

—Ricardo —le dijo un día Consuelo, la profe de Español—, háblanos del mito de Narciso.

Ricardo, ni tardo ni perezoso, contestó:

—Narciso… Ah, sí, Narciso. Ese tipo que, de tanto mirarse en el agua para verse reflejado, se dio un trancazo.

Sobra decir que le cayó una falta leve que, junto con otras que tenía acumuladas, le costó tres días de expulsión del colegio. Allí no se andaban con tonterías…

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Al final, siempre salía a relucir: Fernando el galán, Fernando el fortachón. Y, encima, ¡Fernando el estudioso! Este cuate era una Wikipedia andante. Yo creo que, por las noches, en vez de jugar a los videojuegos, leer manga o chatear, se pasaba las horas leyendo tomos de la enciclopedia.

Por fin llegó el día tan esperado… pero por el profe de Historia: la visita al museo. El autobús estaba estacionado en la puerta del colegio y el conductor se esmeraba en limpiar el parabrisas. Dudo que la mismísima urna donde estaba la tumba del faraón reluciera tanto como los cristales del autobús escolar. Entramos a clase, dejamos nuestras mochilas y pasaron lista.

—Así me gusta; no faltó nadie —dijo el Caterchef con satisfacción mientras cerraba su compu—. Pues, ¡a conocer a Tutankamón! Espero que hayan repasado bien sus apuntes para sacarle todo el jugo a la visita.

¿Jugo? ¿Qué jugo podía sacársele a una momia? Definitivamente, el profe desvariaba.

Fui de los primeros en subirme en el camión y me senté en la primera fila. Así podía ver a Valentina mientras subía y luego voltearme para seguir mirándola hasta que encontrara lugar.

Llegamos al museo cuando todavía no estaba abierto al público y ya había una cola que ni en los estrenos de Harry Potter.

—Pues sí que tiene pegue el tal Tutankamón —me dijo Ricardo muerto de risa.

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Menos mal que nosotros, como éramos un grupo escolar, entrábamos por otra puerta, sin hacer cola.

—Es la puerta vip —dijo Fernando—. Quiere decir: very important people —lo pronunció como si fuese el mismo Shakespeare.

Yo lo único que veía era una puerta chafa; la parte trasera del museo por donde entran los que descargan las piezas de las exhibiciones y demás. La puerta destinada a rebaños de estudiantes borregos como nosotros.

Lo que yo decía: las luces ni siquiera estaban encendidas, las iba prendiendo un celador a nuestro paso. Por fin vimos el cartel de “Sala de exposiciones temporales”. Cuando entramos pudimos ver de frente la urna situada en medio de la sala. La estaban abriendo para la visita tan solo unos minutos, porque tenía que estar a temperatura y humedad adecuadas, nos explicó el profe. Lo que no esperábamos era que destaparan también el sarcófago y pudiéramos ver a la momia tumbada dentro. Impactaba un poco… Tenía la nariz chata y unos dientes descomunales que le sobresalían. ¡Hoy en día no se habría librado de unos brákets! Nos fuimos colocando alrededor y el profe enfrente. Se disponía a contarnos por enésima vez la historia de su descubrimiento (bla, bla, bla) cuando, de repente, ocurrió algo que nos dejó paralizados. El Caterchef, que estaba acatarrado un día sí y otro también, estornudó tan fuerte que no le dio tiempo de taparse bien la boca y un poco de saliva salió disparada, a modo de perdigonazo, y cayó justo en

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la mejilla de Tutankamón. En aquel momento se apagaron las luces y oímos un golpe seco. Cuando se prendieron de nuevo, el profe estaba fulminado en el suelo.

Hubo unos instantes de gran confusión. Las chicas empezaron a gritar, Fernando y otros compañeros se agacharon para tratar de reanimar al profe, y el celador, que guiaba a un grupo de turistas japoneses, fue corriendo hacia nosotros. Todo lo que ocurrió después fue surreal. El profe, en el suelo, no sabíamos si muerto o vivo; las chicas, llorando y abrazadas las unas a las otras; el celador, llamando a gritos a los de seguridad, los japoneses tomando fotos… Le eché un vistazo rápido a la momia, porque me parecía que allí había gato encerrado, y ¡ni rastro del salivazo del profe! Era todo muy extraño… Anoté en mi libreta: “Momia, sarcófago, escupitajo, muerte…”.

Los dos guardias de seguridad nos preguntaron sobre lo ocurrido. Después, uno se quedó con el profe mientras llegaba la ambulancia. El celador sacó a los japoneses de la sala, y el otro guardia nos llevó hasta el autobús. El conductor, que se estaba echando una siestita, no entendía nada. ¡Si no habían pasado ni veinte minutos desde que llegamos!

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Begoña Flores Bejarano

Escritora

De pequeña leía a escondidas por las noches, pero no fue hasta mucho tiempo después cuando tuve una señal: encontré un contenedor lleno de libros viejos y rellené con ellos los altillos que quedaban en mi pequeño apartamento de una calle madrileña. Un sonoro estruendo me despertó a mitad de la noche… todas las estanterías se habían descolgado dejando el salón cubierto de libros. Ahora vivo cautivada por la vida y la palabra, entre la realidad y la fantasía, sin saber muchas veces por cuál de las dos transito. Por eso escribo libros... y paso mucho tiempo en la montaña, para que el silencio me susurre historias y los sonidos de la naturaleza me acompañen. De niña, en las tardes calurosas de verano, mi hermano y yo nos convertíamos en detectives e inventábamos historias llenas de aventuras que teníamos que resolver. Tiempo después, intrigada por los acontecimientos extraños que se sucedieron a raíz del descubrimiento de la tumba del faraón egipcio Tutankamón, decidí escribir este libro que sujetas entre tus manos; espero que me ayudes a resolver el misterio y vivamos juntos esta aventura.

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MARISOL RIVERA

ILUSTRADORA

Cuando era niña, una de las formas que mi mamá tenía para entretenerme era llevarme a los museos. ¡Quién diría que esos días marcarían mi vida de una forma tan significativa!

Desde entonces quedaba asombrada no solo por lo increíble de las obras, sino por el hecho de pensar que alguien había sido capaz de crear algo así, tan bello e íntimo.

Con el transcurso del tiempo, las pinturas me hipnotizaban, me hablaban de épocas distantes, de personajes que se volvieron inmortales por sus grandes hazañas y dejaban en mí una curiosidad por investigar el resto de la historia de la que me habían dejado echar solo un vistazo.

Un día, sin pensarlo demasiado, como si estuviera destinado, tomé lápiz y papel y comencé a dibujar, era momento de unirme a ese club de personas que decidieron compartir lo que hay en su interior y dejar un registro de su paso por el mundo. Así fue como desde tierras lejanas, recibí el llamado, era mi turno de contar los misteriosos sucesos detrás de la leyenda del faraón Tutankamón, quizá después de leer esta historia, cosas inexplicables comiencen a pasarte a ti.

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Para niños lectores colección ecos de tinta

Las Cavernarias y el templo escondido Moisés Sheinberg

Bastian Bom y el cocodrilo blanco Mónica Rodríguez

Copo de Algodón

María García Esperón

Mil soles lejanos

Antonio Ramos Revillas

La

maldición del faraón

se imprimió en el mes de febrero de 2023, en los talleres de Litográfica Ingramex, S. A. de C. V., Centeno 162-1, Col. Granjas Esmeralda, C. P. 09810, Ciudad de México. En su composición tipográfica se utilizaron las familias Calder y ITC Leawood. Se imprimieron 3 000 ejemplares en papel bond ahuesado de 90 gramos, con encuadernación rústica. El cuidado de la impresión estuvo a cargo de Ediciones El Naranjo.

colección ecos de tinta

Para niños lectores

Es indudable: la maldición se ha desatado y caerá en todos aquellos que interrumpan el descanso del faraón. Martín convencerá a sus amigos de que lo ayuden a impedir una tragedia mayor. ¿A dónde los llevará esta aventura?

Es indudable: la maldición se ha desatado y caerá en todos aquellos que interrumpan el descanso del faraón. Martín convencerá a sus amigos de que lo ayuden a impedir una tragedia mayor. ¿A dónde los llevará esta aventura?

Una novela llena de misterio y mucho humor que gira en torno al fascinante descubrimiento de la tumba de Tutankamón y los enigmas detrás del gobernante egipcio más famoso de la historia.

Una novela llena de misterio y mucho humor que gira en torno al fascinante descubrimiento de la tumba de Tutankamón y los enigmas detrás del gobernante egipcio más famoso de la historia.

Begoña Flores Bejarano nació en Madrid, España, en 1969. Es publicista de profesión y tiene un máster en Comunicación. Compagina su labor literaria con una consultora, que ha fundado, dedicada a la comunicación artística y la gestión cultural. Ha publicado dos libros de literatura infantil y ha participado con sus cuentos en varias antologías, también imparte talleres de escritura creativa para niños y jóvenes. Vive entre la ciudad y la montaña, también escribe poesía y le apasionan el arte y la creación.

Begoña Flores Bejarano nació en Madrid, España, en 1969. Es publicista de profesión y tiene un máster en Comunicación. Su labor literaria la compagina con una consultora que fundó y que está dedicada a la comunicación artística y la gestión cultural. Tiene publicados dos libros de literatura infantil y cuentos en varias antologías; además, imparte talleres de escritura creativa para niños y jóvenes. Le gusta escribir poesía y le apasionan el arte y la creación. Vive entre la ciudad y la montaña. La maldición del faraón es el primer libro que publica en México.

Marisol Rivera nació en el Estado de México, México, en 1987. Estudió Diseño Publicitario en el Centro Universitario de la Comunicación. A partir de 2018 ha desarrollado proyectos de manera independiente. Disfruta trabajar en ilustración, branding, diseño editorial, pintura mural, entre otros. Ha colaborado con marcas como Nike, Prada, Jo Malone, Nickelodeon, Rappi, Le Pain Quotidien y Bonafont. La maldición del faraón es el primer libro que ilustra en El Naranjo.

Marisol Rivera nació en el Estado de México, México, en 1987. Estudió Diseño Publicitario en el Centro Universitario de la Comunicación. A partir de 2018 ha desarrollado proyectos de manera independiente. Disfruta trabajar haciendo ilustración, branding, diseño editorial y pintura mural. Ha colaborado con marcas como Nike, Prada, Jo Malone, Nickelodeon, Rappi, Le Pain Quotidien y Bonafont. La maldición del faraón es el primer libro que ilustra en El Naranjo.

www.edicioneselnaranjo.com.mx

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