Anhelo de alas rojas

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Sandra De la Torre Guarderas

Isidro R. Esquivel, ilustración

Anhelo de alas rojas

Anhelo de alas rojas

Dirección editorial: Ana Laura Delgado Cuidado de la edición y diseño: Raquel Sánchez Revisión del texto: Elena Borrás

© 2022. Sandra De la Torre Guarderas, por el texto © 2022. Isidro R. Esquivel, por las ilustraciones

Primera edición, noviembre de 2022 D. R. © 2022. Ediciones El Naranjo, S. A. de C. V. Avenida México 570, Col. San Jerónimo Aculco, C. P. 10400, Ciudad de México. Tel. +52 (55) 5652 1974 elnaranjo@edicioneselnaranjo.com.mx www.edicioneselnaranjo.com.mx

ISBN: 978-607-8807-34-5

Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los editores, en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor, y en su caso de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes.

Impreso en México / Printed in Mexico

Anhelo de alas rojas se imprimió en el mes de noviembre de 2022, en los talleres de Offset Rebosán, S. A. de C. V., Acueducto 115, Col. Huipulco, Tlalpan, C. P. 14370, Ciudad de México. En su composición tipográfica se utilizaron las familias AIProsperaII y Go tham. Se imprimieron 2 000 ejemplares en papel bond de 120 gramos, con encuader nación en tapa dura. El cuidado de la impresión estuvo a cargo de Ediciones El Naranjo.

Anhelo de alas rojas

Sandra De la Torre Guarderas Isidro R. Esquivel, ilustración

A los durmientes de Suecia

1998 – 2020

¿Qué traes ahí?, me preguntaron. Les dije: ¿no saben que los niños guardamos en la mochila anhelos de alas rojas? Vine a Suecia para pedir algo que llaman refugio. No es una cosa que le den a todos. Si te llega una carta con un NO, podrías quedarte dormido y no despertar en años. Dijo el médico que esa enfermedad sucede cuando en la mochila no queda ni un solo pájaro.

Natalija

Soy Natalija de Ciudadguerra, busco un espacio en el mundo, un cajón de la rayuela para saltar en un pie o tres cajones —no es mucho— para dormir soñando.

Soy Natalija de Ciudadguerra.

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No sueño desde la noche de fuego, de buitres ¿buitres de fuego? estruendos y garras, sirenas sin labios, cielo en jirones, luna de espanto.

No sueño desde la bruma que arde en los ojos y rompe los vidrios del futuro. Busco un espacio en el mundo.

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Dormía con mi oso Pétar IV, nariz con nariz, abrazados.

Y, fuego con fuego, abrasados despertamos al horror hambriento que se tragó su nariz en vez de la mía, que se tragó mi casa.

Mi casa no es mía, mía es la espuma.

No sueño desde la bruma.

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Sandra De la Torre Guarderas

No te diré que escribo porque eso ya lo sabes. Más bien, te con taré, que me gusta bailar como si tuviera pies en puntas, y preparar dulce de mora con canela y pimienta de olor. Nací en un hogar con un papá poeta. Viví en una biblioteca de tres pisos o, quizás, era una casa. Siempre hice las cosas a mi manera: integré el coro de la escuela, el club de danza, el taller de poetas, resolví problemas de física. Quería tra bajar en la NASA, pero dejé las estrellas por la ficción. Viajé, jugué con las luces en el set, escribí guiones, dirigí actores, compuse escenas, hice pistas sonoras, di clases… Luego, me casé con mi cantante favorito y di a luz dos cajas de música. Entonces, la poesía empezó a fluir de mí como si quisiera amamantar al mundo. Enterneci da de versos, recogí de la calle un perro desportillado y bueno, que me abrigaba los pies y me enseñó a contar cuentos… Uno de ellos, el más caprichoso, ¡se convertirá en película!

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Isidro R. Esquivel

A los ocho años aprendí que puede llover fuego sobre ciudades enteras, y que los niños de ocho años que viven en esos lugares son obligados a ver y a sentir aquel horror. Me asustaba que el fuego que les robaba el sueño a esos niños, llegara arrastrándose hasta mi puerta para reclamar un espacio en casa. En la escuela nos explicaron que no debíamos tener miedo, pues aquel país que ardía quedaba muy lejos, en algún lugar de Asia. De cierta forma, me con vencieron de dejar pasar aquellos horrores. Ahora pienso que nos enseñan a ignorar y a perder la memoria, tal vez porque creen que es más fácil vivir así. Por fortuna, exis ten personas que no aprendieron a olvidar, por fortuna, hay quienes nombran a niñas y niños de ocho, diez, ca torce años y que les dan una voz. Hay quien no olvida que sus ciudades y esperanzas fueron arrasadas por el indigno vuelo nocturno del buitre. Por fortuna, hay quien escribe suave y digna poesía, hay quien compone canciones rui dosas, hay quien pinta grafitis y hay quien protesta en las calles. Todos ellos, nos llaman a recordar a las Natalijas y a los Pavlushas de las incontables Ciudadesguerra y a que nos opongamos al olvido y al dolor.

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colección luciérnagas Para niños lectores edicioneselnaranjo.com.mx

ISBN: 978-607-8807-34-5

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