D e ViDa y v u e l at
Para todas las personas que, como Alba, se abren paso en mundos preconcebidos, porque sus logros ponen el camino más fácil a los demás.
Felicidades, Alba, por cada peldaño que subes, y no solo en el pódium.
Dirección editorial: Ana Laura Delgado
Cuidado de la edición y diseño: Raquel Sánchez
Asistencia editorial: Elena Borrás
Corrección de estilo: Sonia Zenteno y Elena Borrás
© 2023. Beatriz Berrocal, por el texto © 2023. Fernanda Castro, por las ilustraciones
Primera edición, marzo de 2023
D. R. © 2023. Ediciones El Naranjo, S. A. de C. V. Avenida México 570, Col. San Jerónimo Aculco, C. P. 10400, Ciudad de México.
Tel. +52 (55) 5652 1974
elnaranjo@edicioneselnaranjo.com.mx
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ISBN: 978-607-8807-41-3
Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los editores, en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor, y en su caso de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes.
Impreso en México / Printed in Mexico
De ViDa y vuelTa
Beatriz
raQUE, la FEMINiSTa a
unque ir a Chipre podía parecer una locura, para nosotros era parte de la aventura que queríamos vivir aquel verano y puedo asegurar que la emoción de planear y preparar el viaje, e imaginarnos todo lo que podíamos disfrutar después del curso, era casi más importante que el viaje en sí mismo.
¿Por qué Chipre? Porque mi prima Alba iba a correr un rally allí, y ese fue el pretexto para que nuestros padres financiasen un viaje que de otro modo no podríamos costearnos ni en sueños.
—Me parece bien que vayáis a verla cuando corre en España… pero en Chipre… No sé qué se os ha perdido en ese país.
Mi madre tenía su parte de razón, no se nos había perdido nada en “ese país”, ni en ese ni en ningún otro, solo necesitábamos una disculpa para justificar nuestras ganas de viajar, como si volando fuera de nuestro entorno habitual se alejasen todos los problemas que creíamos tener.
—¿Qué problemas, hija, qué problemas? Pero si vivís de maravilla, por favor… Vamos a ver, Raquel, ¿a qué le llamas tú problemas?
Yo le llamaba problemas a que había terminado con tres materias suspendidas en el primer curso de una carrera que
empecé con un montón de ilusión y de la que solo me quedaba desencanto, porque la universidad no era lo que me esperaba y no me veía allí estudiando tantos años por delante.
También le llamaba problemas a lo que le ocurría a mi prima Diana, que hizo el examen de ingreso para la universidad y no le alcanzaba el promedio para entrar a Medicina, como ella quería.
¿Más problemas? Pues sí, a ver si no eran problemas lo de Sergio y Yul. Llevaban un año juntos, tanteando a los padres, dejándose caer uno en casa del otro, hablando todo el día Sergio de Yul y Yul de Sergio, y cuando creían que había llegado el momento de hablar abiertamente, confiados en que ellos lo iban a aceptar bien, resultó que en casa de Yul ya lo tenían asumido, así que no fue sorpresa, porque yo creo que la suya es de las familias en las que lo han sabido siempre aunque prefieren no hablar las cosas con la esperanza de que así no se conviertan en verdad; pero en casa de Sergio fue una tragedia: se enteraron de golpe de que su hijo era gay y de que, encima, tenía un novio negro. ¡Puff!
La única que estaba bien era Moni, ella es así, tranquila, como si nada le importase, aunque todo le importe, puede derrumbarse el mundo a su alrededor que no pierde la compostura. Había terminado el primer curso del módulo de Rayos X, pero tampoco es que se la viese emocionada, podría haber estudiado Física Cuántica o Fontanería le daba igual todo porque lo que más satisfacciones le producía en la vida era su Instagram. No es que yo no participase, también se me iba la
olla a veces con las redes, lo sé, pero Moni me estresaba porque no había nada que no compartiese con sus seguidores y eso cansa cuando no se limita a difundir únicamente su vida, sino que también afecta a los demás.
Pero para mi madre, eso no eran problemas.
Bueno, vale, pues no pretendería que nosotros nos preocupásemos por el Ibex 35 ¿no? A los dieciocho años —bueno, yo ya había cumplido los diecinueve— nos preocupaba divertirnos, pasarlo bien, salir de fiesta y estudiar, sí, también estudiar, pero poco más, porque nuestras necesidades básicas estaban cubiertas por ellos, yo creo que es lo normal ¿no?
—Yo quiero ir al norte, a la playa esa en la que desovan las tortugas, a ver si tenemos suerte y las vemos poniendo allí sus huevitos. ¿Os imagináis?
—Eso incendiaría las redes ¿eh, Moni? —le dijo Diana—. Ya te ves inmortalizándote a lado de las tortugas, invadiendo su intimidad mientras lanzas besos a tus seguidores.
Nos reímos los cinco, pero todos sabíamos que era verdad, que donde ponía el ojo ponía el móvil, cayese quien cayese.
—Pero nosotros queremos ir a la playa de Afrodita, que por lo menos está al sur y no tenemos que pasar a la zona turca.
Mientras lo decía, Yul tomaba la mano de Sergio y a mí me daba una punzadita de envidia sana.
¿Existe la envidia sana?
No sé, desde que no tenía pareja estaba sensible al amor de los demás, me enternecía ver a otros queriéndose, por eso digo que era una envidia sana, porque me quedaba mirándolos con
la boca abierta pensando que a mí también me gustaría sentir algo así, es como: “yo también quiero de eso”, nada más, sin malos rollos.
—Pero es que si no vamos a la zona turca —dijo Sergio—, no vemos las ruinas de Salamina, y es una pena, aparte de que yo también quiero visitar esa playa, claro: Petra Tou Romiou. Suena bien ¿no? Hacer uno de esos corazones con piedras en la arena, o dar tres vueltas a la roca de la que nació Afrodita para que el amor dure toda la vida.
Un montón de risas y exclamaciones de “¡oh!” salieron de nosotras mientras los mirábamos con el corazón ablandado.
Estaban muy enamorados, de verdad; Sergio y Yul eran capaces de romper todas las intolerancias del mundo porque destilaban amor del bueno, ellos eran o deberían haber sido capaces de derribar las murallas de incomprensión con las que les habían rodeado, y, sin embargo, seguían encontrando obstáculos en su camino, incluso de gente que presumía de moderna, de vanguardista, de cool, cuando para entenderlos no hace falta ser nada de eso.
—Pero si el rally de Alba es en el sur, podríamos quedarnos unos días por allí en las playas, hay algunas que tienen buena pinta, y dejamos de complicarnos la vida pasando al lado turco que tiene tan mal rollo que te mueres.
Los padres de Diana son mis tíos —obvio, si somos primas— y como los conozco bien, sabía que le habían lavado el cerebro para que nos quedásemos quietecitos y no nos metiésemos en líos. Mi tía es un cielo, pero si por ella fuera, Diana
seguiría todavía en sus brazos paseando por las calles sin separarse de su lado, y me molesta que sea así porque le corta las alas, le resta dinamismo y la convierte en una sombra de lo que podría ser.
—Si vamos, vamos por todo —dijo Moni—, no se va a Chipre todos los días, igual no volvemos en la vida. Yo voto por ir con Alba, estar con ella durante el rally y después, quedarnos en el sur un par de días y luego otros dos o tres en el norte. Ya está, tampoco Chipre es Rusia, vamos, que no deja de ser una isla por mucho que sea de las más grandes del Mediterráneo y todo eso. Playita, buen rollo y para casa. ¿Quién se apunta?
Nos apuntamos los cinco, solo buscábamos eso, lo que había dicho Moni: unos días de relax, la magia del viaje, ir a un sitio desconocido sin la familia, salir de fiesta a diferentes lugares, conocer gente… y poner un poco de aventura al verano, que tampoco estaba mal.
Íbamos a Chipre no a Corea del Norte, íbamos a divertirnos, a olvidar un poco las cosas que nos pasaban y que nos parecían superimportantes.
No se trataba de cambiar nuestra mente, de modificar nuestras vidas, de convertirnos en otras personas, y sin embargo… eso fue lo que ocurrió.
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Chipre está dividida en dos desde que en 1974 Turquía invadió la zona norte llamándola República Turca del Norte de Chipre,
Beatriz Berrocal Creo que nací escritora y que lo que he hecho el resto de mi vida ha sido ir aprendiendo para hacerlo cada día un poco mejor. Veo historias en todos los sitios: en las noticias, en mi trabajo como enfermera, en las cosas que me cuentan mis hijos… veo historias hasta en los silencios, lo que pasa es que estos se las callan para que nadie las sepa, pero si se buscan con ganas, aparecen y son hermosas.
La escritura es un viaje que va desde antes de empezar a teclear en el ordenador hasta que el libro llega a manos de los lectores y lectoras a los que está destinado. Y, como en todo viaje, hay que prepararlo muy bien porque, a veces, incluso nos permite estar en sitios en los que nunca hemos estado o que ni siquiera existen.
Sí, hay que tener una locura maravillosa para escribir. En otras ocasiones basta con mirar alrededor y hacerse preguntas. ¿Qué haríamos ahora sin redes sociales? ¿Qué pasaría si no tuviésemos acceso a la Red? ¿Sabemos de verdad cómo nos comportaríamos en situaciones complicadas? Lo maravilloso es que hay tantas respuestas como lectores y lectoras.
Fernanda Castro Desde pequeña, dibujar siempre fue mi actividad favorita, los Reyes Magos me traían más materiales de arte que juguetes. ¿Pueden creer que, en algún momento, casi sucede una tragedia en la estuve a punto de cambiar de camino para convertirme en abogada? Por suerte, recapacité y seguí el llamado de la ilustración. No puedo imaginar mi vida sin tomar un lápiz entre mis manos y dibujar.
En mis ratos libres disfruto mirar tanto películas románticas como de terror. Cuando entro a una librería lo primero que hago es caminar hacia el pasillo de los libros infantiles y novelas gráficas. Vivo en compañía de mis gatos Bene y Nino, quienes me acompañan en la jornada diaria cubriéndome de pelitos.
Para jóvenes lectores colección ecos de tinta
Mary Jo
Ana Pessoa
Tengo 14 años y no es una buena noticia
Jo Witek
Para Nina. Un diario sobre la identidad sexual
Javier Malpica
Los mil años de Pepe Corcueña
Toño Malpica
De viDa y vuelt
se imprimió en el mes de marzo de 2023, en los talleres de Litográfica Ingramex, S. A. de C. V., Centeno 162-1, col. Granjas Esmeralda, C. P. 09810, Ciudad de México. En su composición tipográfica se utilizaron las familias ITC Leawood y Bakso Sapi. Se imprimieron 2 000 ejemplares en papel bond ahuesado de 90 gramos, con encuadernación rústica. El cuidado de la impresión estuvo a cargo de Ediciones El Naranjo.
colección ecos de tinta Para jóvenes lectores
Sólo necesitábamos una excusa para justificar nuestras ganas de viajar, queríamos alejarnos de todos los problemas que creíamos tener. ¡Los cinco volaríamos rumbo a Chipre! Teníamos todo pla neado para pasar unas vacaciones en la playa. Podríamos haber ido tranquilamente sin saber de la existencia de la Línea Verde. Po dríamos no haber cruzado esa línea imaginaria que divide al país. No sabíamos que nuestro regreso tomaría más de lo programado. Nuestro destino era hacer ese viaje «de vida y vuelta».
Beatriz Berrocal nació en Zamora, España. Es enfermera de pro fesión y escritora por vocación. Su obra para adultos ha sido galar donada con diversos premios. También ha publicado varios títulos para el público infantil y juvenil con el que se siente muy cómoda escribiendo, como: Difer-entes, Tengo un dragón en la tripa, El refugio de los versos, La culpa, In crescendo, Muna, Marioneta y Cosa mía, entre otros. En 2022 recibió el Premio Ala Delta de literatura infan til. De vida y vuelta es su primer libro en El Naranjo.
Fernanda Castro nació en la Ciudad de México en 1991. Estudió Diseño Gráfico en la fes Acatlán de la unam. Desde entonces se ha desempeñado como diseñadora e ilustradora. Su trabajo ha apare cido en diversos medios digitales e impresos como el diario El País Ha ilustrado varios libros infantiles y juveniles en diferentes edito riales. De vida y vuelta es el primer libro que ilustra en El Naranjo.