Diario de un desenterrador de dinosaurios

Page 1

DIARIO de un

DESENTERRADOR de

DINOSAURIOS


Para Pe

Dirección editorial

Ana Laura Delgado Cuidado de la edición

Sonia Zenteno Diseño

Ana Laura Delgado Elba Yadira Loyola © 2007. Juan Carlos Quezadas, por el texto © 2007. Gabriela Podestá, por las ilustraciones Primera edición, mayo de 2007 Segunda edición, noviembre de 2011 D.R. © 2007. Ediciones El Naranjo, S. A. de C. V. Cerrada Nicolás Bravo núm. 21-1, Col. San Jerónimo Lídice, 10200, México, D. F. Tel./fax (55) 5652 1974 elnaranjo@edicioneselnaranjo.com.mx www.edicioneselnaranjo.com.mx ISBN: 978-607-7661-31-3 Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, sin el permiso por escrito de los titulares de los derechos. Impreso en México • Printed in Mexico


DIARIO de un

DESENTERRADOR

de

DINOSAURIOS Juan Carlos Que zadas Gabriela Podestรก

โ ข Ilustraciรณn



I. PRIMER CAPÍTULO DEL DIARIO MENTAL DE UN DESENTERRADOR DE DINOSAURIOS Pensado el miércoles 1o. de agosto, unos segundos antes de una merienda que nunca llegó

Me llamo Javier, tengo casi once años (falta un mes para mi cumple que es el once de septiembre), me gustan los juegos de computadora, las palomitas con salsa y esta misma tarde acabo de descubrir los restos de un tiranosaurio. Yo nunca había visto un dinosaurio en vivo, pero desde el primer momento supe que aquel hueso amarillento era el inconfundible colmillo del rey de la prehistoria. Eso estaba clarísimo. Fue un golpe de suerte; y eso que al principio la tarde pintaba muy mal: Daniel se había quedado en su casa viendo el fut, Gaby tenía su clase de karate, y además el cielo estaba negro, negro. De esas veces en que el olor de la tarde nos avisa que la lluvia no tardará en caer. Yo no sé por qué las vacaciones de la escuela tienen que ser precisamente en los meses que más llueve: terminas de comer, sales a la calle a encontrarte con los amigos y ¡zas!, ya se escucha el primer trueno y sabes que es cuestión de minutos para que empiecen a caer unas terribles gototas que provocarán la primera de las maldiciones de las tardes lluviosas, que no es otra que la sinfonía de gritos desesperados del coro de todas las mamás de la cuadra: “¡Mijito, ya métete que te vas a enfermar!”

5


Si tienes suerte todos se juntarán en casa de alguien a jugar o a ver televisión, pero cuando estén más entretenidos, surgirá la segunda maldición, la peor de todas: se irá la luz y entonces sí la cosa ya se amoló. Pero hoy todo estuvo a mi favor, y a pesar de la amenaza que las nubes negras me lanzaron desde el cielo, no llovió, por lo tanto, mi mamá no me gritó para que me metiera y pude encontrar al tiranosaurio. Les cuento: estaba en el parquecito de la esquina de mi casa aventando piedras pequeñas contra una piedra más grande, tan, pero tan aburrido, que hasta me hubiera puesto a resolver quebrados o a buscar el objeto directo de varios enunciados, cuando me acordé de que el próximo sábado íbamos a tener nuestra tradicional carrera de cochecitos y pensé que sería muy bueno fabricar de una vez la pista. Así que, lleno de orgullo por mi gran idea, me fui a trabajar a la parte trasera del jardín, que es mi parte favorita, porque hay una explanada de tierra que cuando llueve se llena de lodo (única gracia de la tonta lluvia), y entonces sientes como si estuvieras en un pantano. En algunas tardes se ve tan misteriosa que piensas que un cocodrilo puede surgir en cualquier momento. Y allí estaba, haciendo un paso subterráneo para los cochecitos, cuando me topé con algo muy duro que no dejaba meter la vara que estaba utilizando como herramienta. Pensé que se trataba de una piedra o una raíz y metí la mano para desenterrarla, pero era inútil: aquel obstáculo estaba como incrustado al centro de la Tierra.

6


Yo sabía que tenía dos opciones: podía intentar una nueva ruta para mi carreterita, o podía suspender la obra para ponerme a excavar justamente encima del misterioso estorbo. Como ya lo saben escogí la posibilidad número dos, aunque debo confesar que una de las razones por las que ganó esta opción fue porque por un momento pensé que aquello tan duro podía ser el cofre de un tesoro. Así que me agaché sobre el misterioso enterramiento y me puse a escarbar utilizando una piedra que parecía la punta de una lanza. Estaba tan emocionado que, en una de ésas, mi rodilla se atoró con un alambre, y ¡zas!, ¡que se me rompe el pantalón! Pero la verdad no me importó mucho que digamos porque mi piedra ya estaba chocando con la superficie del supuesto cofre y pronto tendría varios millones con los cuales mandar a zurcir el agujerote de mi rodilla. ¡Toc, toc, toc!, se escuchaba, pero yo no sabía si era el ruido de la piedra al golpear el tesoro, o mi corazón que de la sorpresa parecía quererse salir de mi pecho. ¡Toc, toc, toc!, y de pronto apareció mi dinosaurio… bueno, más bien dicho el amarillento colmillo de mi dinosaurio: una pieza triangular de unos treinta centímetros de largo que con mucho trabajo logré sacar a la superficie.

7


Al principio me decepcioné un poco porque, como no encontré un tesoro, ya no tendría dinero para mandar a arreglar mi pantalón; pero luego me puse a pensar que, gracias a mi descubrimiento, obtendría fama internacional, y en una de ésas algún sastre, con la intención de quedar bien conmigo, se ofrecería a arreglar el desperfecto. Aunque todo eso, la popularidad y el zurcido invisible, tendrán que esperar un poco, ya que según mis cálculos el esqueletote no está enterrado, digamos como un Drácula (recostado y con las manos en el pecho), sino de manera vertical, hagan de cuenta que estuviera parado, con la trompa hacia arriba y las fauces abiertas. Así que sacarlo va a ser un gran problema. Seguro que necesitaré grúas y excavadoras y hasta varias cuadrillas de desenterradores profesionales; pero eso será dentro de un tiempo, ya que por ahora pienso mantener esta historia en total secreto. Es más, una vez que tuve el colmillo entre mis manos, lo volví a colocar en el agujero, porque he leído que en este tipo de descubrimientos es necesario dejar el lugar tal y como se encontró. Así que volví a rellenar el hoyo y para no olvidar el sitio de mi hallazgo, coloqué disimuladamente una piedra sobre el lugar. Cuando llegué a la casa le dije orgulloso a mi mamá: “No estoy autorizado para decir más, pero hoy hice un gran descubrimiento científico.”

8


II. AVENTUREROS REGAÑADOS Y PALABRAS DE CRISTAL Reflexión nocturna del miércoles 1o. de agosto con hambre, con preocupación

La vida es muy injusta. Esta misma tarde yo había encontrado los restos de un Tiranosaurio rex y, sin embargo, mamá me castigaba dejándome sin cenar por haberle hecho un hoyo a mi pantalón nuevo. —¿A poco crees que la mamá de Cristóbal Colón regañó a su hijo porque se perdió varios meses en alta mar? —pregunté tratando de hacerle comprender a mi mamá lo autoritario de su acción. —¡Huy, le puso una sanjuaniza de aquéllas! —me contestó sin dar el menor signo de remordimiento de conciencia. —Cómo crees —dije sin querer darle importancia al tono de su respuesta, pero muriéndome de ganas de saber todos los detalles del regaño que se llevó don Cristóbal. —Sí, de verdad. Todo está contado en Reprimendas y castigos que se han llevado aventureros famosos. —Ese libro no existe —reclamé con firmeza, pero mamá contestó aún más firme: —Claro que sí. —Claro que no. —Claro que sí. —Claro que no. Y habríamos seguido durante varias horas en ese ping-pong de síes y noes, pero en ese momento llegó Juan Pablo, mi hermano, y

9


Para niños lectores

Javier va a cumplir once años, pero está de vacaciones y la fecha se acerca muy lentamente… Entretanto, para matar el tiempo, sale a la calle a jugar con sus amigos, navega en Internet y observa la lluvia desde su ventana. Un buen día encuentra el esqueleto de un Tiranosaurio rex y el valor de la amistad, la solidaridad y la tolerancia. En Diario de un desenterrador de dinosaurios encontrarás muchos de tus sentimientos e ideas, porque en este diario alguien como tú ha intentado aclarar sus fantasías y sus sueños. Eso, como dice Javier, es “como querer explicar el sabor del helado de limón, descifrar un idioma inexistente, revelar lo que siento cuando me acuerdo de los ojos de Gaby”.

www.edicioneselnaranjo.com.mx

ISBN 978-607-7661-31-3

9 786077 661313


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.