El perfume de la faraona

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Kyra Galván

Viaja desde la Francia contemporánea hasta el Antiguo Egipto, en la época gobernada por la faraona Hatshepsut, en compañía de Françoise, hija de Paul Montpellier, uno de los más prestigiados perfumistas al que llaman “la mejor nariz de París” por su destreza para detectar los componentes de cualquier fragancia. Ellos dos y su familia se ven involucrados en una aventura de intriga y acción, en la búsqueda de los ingredientes para recrear el perfume de la faraona al que se le atribuyen cualidades portentosas. Descubre qué secretos esconde el misterioso bálsamo.

Tania Recio v ilustración

Para niños lectores

El perfume de la faraona

www.edicioneselnaranjo.com.mx

ISBN 978-607-7661-67-2

9 786077 661672

El perfume de la faraona Kyra Galván Tania Recio v ilustración





El perfume de la faraona


A mis hijos: Ámbar, Sara y Arturo David, y a mi hermana Zita, con el abrazo de la aventura por vivir.

Dirección editorial Ana Laura Delgado Cuidado de la edición Angélica Antonio Revisión del texto Carlos Cuendía Sonia Zenteno Diseño Ana Laura Delgado Javier Morales Soto © 2013. Kyra Galván, por el texto © 2013. Tania Recio, por las ilustraciones Primera edición, octubre de 2013 D.R. © 2013. Ediciones El Naranjo, S. A. de C. V. Cerrada Nicolás Bravo núm. 21-1, Col. San Jerónimo Lídice, 10200, México, D. F. Tel/fax: + 52 (55) 56 52 1974 elnaranjo@edicioneselnaranjo.com.mx www.edicioneselnaranjo.com.mx ISBN 978-607-7661-67-2 Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, sin el permiso por escrito de los titulares de los derechos. Impreso en México • Printed in Mexico


El perfume de la faraona Kyra Galv谩n Tania Recio v ilustraci贸n



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a

Desde la ventana de su departamento, en un tercer piso, Françoise miraba pasar a la gente que se dirigía apresurada a sus labores cotidianas. A todos los veía como si fueran hormigas bulliciosas que iban y venían en diversas direcciones, solo que en lugar de hojas y ramas cargaban libros y portafolios. El movimiento incesante y desordenado de aquellas hormiguitas sumió a Françoise en un estado de ensoñación. De hecho, era muy sencillo para ella entrar a un mundo regido por su imaginación, que siempre compartía con Marie Duval, su amiga y fiel compañera de aventuras. En esta ocasión, se encontraban en China, escalando unas escarpadas montañas a la orilla de un gran río. Iban en busca de una antigua vasija de jade que contenía unos importantes manuscritos. De pronto, un ruido fuerte y raro interrumpió bruscamente el ensueño. El ruido provenía de la garganta de su padre, que desayunaba en la mesa de la cocina. Françoise se preocupó un poco porque no sabía si su papá se estaba ahogando con un pedazo de fresa, o si simplemente trataba de llamar su atención. Paul Montpellier —el padre de Françoise—, después de toser un poco, colocó sobre la mesa el ejemplar de Le Monde que había estado leyendo, de tal manera que su hija pudiera leerlo también, y volvió a concentrarse en los panqueques cubiertos 7


de fresas que ambos habían preparado. Mientras comía, le indicó a su hija con el dedo índice una nota del diario, resaltada en un recuadro:

B

erlín (Agencia noticiosa EFE). Un grupo de científicos de la Universidad de Bonn pretende recrear el perfume de la faraona Hatshepsut, 3500 años después de la muerte de esta, según informó un portavoz del centro académico. “El frasco, con filigranas y una inscripción con el nombre de la faraona, contiene restos desecados de un fluido, y será analizado con rayos X”, dijo el señor Michael Höveler-Müller, comisario del Museo Egipcio de dicha Universidad. “Suponemos que la fragancia está compuesta en parte por incienso”, explicó Höveler-Muller. “Nuestra investigación —añadió— no solo tratará de analizar dichos restos, sino que, en la medida de nuestras posibilidades, intentará recrearlo”.

—Mira, Françoise —comentó el señor Montpellier—, es posible que me llamen para que los ayude con este trabajo. Y, en ese caso, tendría que irme a Alemania por algún tiempo, probablemente algunas semanas, o quizá meses. Es importante aclarar que el papá de Françoise no era un soberbio incurable que pensara que sus servicios serían requeridos cada vez que se tratara de un perfume; pero lo cierto es que él era el más famoso perfumero de París, o “la mejor nariz”, como se les llama a estos profesionales en el medio de la elaboración de fragancias. Françoise, su única hija, compartía con su padre el mismo don o la misma maldición (como quisiera verse). Tenía un 8


olfato fino y privilegiado, y su padre quería entrenarla en el oficio para que, dentro de algunos años, ella pudiera ocupar su puesto y convertirse en “la mejor nariz de París” y, si era posible, del mundo entero. —Ay, papi, te voy a extrañar —suspiró la niña, como si la posibilidad de que su padre viajara fuera un hecho consumado; pero, al mismo tiempo, picada por la curiosidad, añadió—: Quisiera poder acompañarte. Debe de ser toda una aventura poder “oler” un perfume tan antiguo. —Sí, pequeña, tú sí me entiendes. Será todo un suceso, pero dudo que te acepten en el equipo. Toda esa gente es muy seria, querida. Demasiado seria para mi gusto —y Paul se rio, haciéndole un guiño a Françoise. —¿Insinúas, papito, que yo no soy seria? —preguntó a su vez la niña, fingiendo un tono formal. —No, no, no, nada de eso, señorita Montpellier. Es solo que no tiene usted la estatura necesaria… ¿Sabe? —exclamó, parodiando a los burócratas de todo el mundo que ven conspiraciones en la falta de un sello deslavado—. Para ser una investigadora seria, necesita usted, al menos, medir un metro con sesenta y cuatro centímetros. —¡Uy, qué lástima! —continuó Françoise con la broma—. Y yo solo mido un metro con cincuenta y seis, aunque solamente tengo trece años. Quizá llegue a ser gente seria cuando tenga catorce. Por lo pronto, aprovecharé que todavía no soy una persona seria. 9


—Es posible —contestó Paul, firmemente—, aunque todo dependerá de que pases del uno con sesenta y cuatro. Así que, por lo pronto, sí, aprovecha tu condición de gente menuda. —Bueno, ya en serio, papá —siguió la pequeña en su tono habitual—. Quiero que me escribas muchas cartas describiéndome con detalle la aventura. No me la perdería por nada del mundo. Pero quiero cartas con estampillas, matasellos y todo, no correos electrónicos. De otra forma cómo podría comprobarle a mis amigos que de verdad he recibido correspondencia de otro país. —Muy bien jovencita, pero usted tendrá que prometerme que se va a portar muy bien, estudiará mucho y seguirá asistiendo cada semana a sus clases de ballet. Por cierto, comprenderá que su mamá va a ser ahora la única que la lleve. —¿Y qué otra cosa puedo hacer? —respondió ella, resignada—. Aquí entre nos, te diré que no es tan malo vivir un tiempo en casa de mamá, porque también me gusta estar en las afueras de París y gozo mucho del jardín, ir con ella de compras al mercado y a los grandes almacenes. Aunque cuando empieza a platicarme sobre las obras de teatro que está practicando y sobre sus audiciones fallidas, y sobre sus amigas del gimnasio, y sobre sus reuniones de beneficencia, la verdad me aburro mucho. ¡Imagínate a mamá: por las mañanas, recitando una obra de Molière frente al espejo del baño, y por las tardes, probándose los maquillajes para sus personajes! —Ni me lo digas, lo recuerdo bien. Y cuando se ponía sus mascarillas color verde limón… —agregó Paul con desencanto. 10


—¿Sabes, papá? Creo que la diversión favorita de mamá es verse en el espejo —la imitó Françoise con ademán de estirar el cuello y ver de reojo su propio perfil. —Bueno, tienes que aceptar que es una mujer muy bella, sobre todo cuando no se pone sus mascarillas de sabores… Y esta es la razón, querida princesita, de que también usted sea tan bonita —rieron los dos. —Pero ahora es tiempo de ir a la escuela. Mientras tanto, cuando estés aburrida, podrías ir a la biblioteca que está cerca de casa de mamá e investigar sobre la faraona Hatshepsut. ¿Harías eso por mí y me lo contarías en tus cartas? Así tendríamos muchas cosas en común para escribirnos mientras estoy por allá, tú sabes, con los investigadores desabridos. —Cuenta con ello, papá, sería fabuloso —aceptó Françoise, entusiasmada. —Bien, y ahora límpiate la boca con la servilleta que la tienes manchada de fresa. Y a cargar la mochila.

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Otros títulos de la colección: Para niños lectores

Para jóvenes lectores

Cirkótico y el enigma de la hechicera

El anillo de César

Nerea Liebre

María García Esperón

La colina de los muertos

La guarida de las lechuzas

Ricardo Chávez Castañeda

Antonio Ramos

Copo de Algodón

La locura de Macario

María García Esperón

Marisela Aguilar

Diario de un desenterrador de dinosaurios

Los mil años de Pepe Corcueña

Juan Carlos Quezadas

Estrellas de vainilla Moisés Sheinberg

Lotería de piratas

Toño Malpica

Para Nina Javier Malpica

Valeria en el espejo Antonio Granados

Vivian Mansour

La risa de los cocodrilos María Baranda

El perfume de la faraona se imprimió en el mes de octubre de 2013, en los talleres de Litográfica Ingramex, S.A. de C.V., Centeno núm. 162, Col. Granjas Esmeralda, C. P. 09810, México, D.F.• Se utilizaron las familias Alegraya, SF Burlington Script y Lizzard.• Se imprimieron 2 000 ejemplares en papel bond de 90 gramos, con encuadernación rústica.



Kyra Galván

Viaja desde la Francia contemporánea hasta el Antiguo Egipto, en la época gobernada por la faraona Hatshepsut, en compañía de Françoise, hija de Paul Montpellier, uno de los más prestigiados perfumistas al que llaman “la mejor nariz de París” por su destreza para detectar los componentes de cualquier fragancia. Ellos dos y su familia se ven involucrados en una aventura de intriga y acción, en la búsqueda de los ingredientes para recrear el perfume de la faraona al que se le atribuyen cualidades portentosas. Descubre qué secretos esconde el misterioso bálsamo.

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El perfume de la faraona

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