En el sur

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Dirección editorial: Ana Laura Delgado Cuidado de la edición: Graciela S. Silva Diseño y formación: Raquel Sánchez © 2016. Christel Guczka, por el texto © 2016. Octavio Cruz, por las ilustraciones Primera edición, octubre de 2016 D. R. © 2016. Ediciones El Naranjo, S. A. de C. V. Avenida México 570, Col. San Jerónimo Aculco, C. P. 10400, Ciudad de México. Tel. +52 (55) 5652 1974 elnaranjo@edicioneselnaranjo.com.mx www.edicioneselnaranjo.com.mx ISBN: 978-607-8442-25-6 Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los editores, en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor, y en su caso de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes. Impreso en México / Printed in Mexico


Christel Guczka Octavio Cruz

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“Nos mudamos a la ciudad”, son las palabras de mamá mientras recoge los platos del desayuno. Ella siempre espera el momento preciso para lanzar las malas noticias, como esta. Primero te hace plática sobre cosas banales, logra sacarte una que otra sonrisa con algún chiste o situación simpática y, de pronto, ¡zas!, quedas helada ante la fatal noticia. —Pero… ¿cómo? —son mis primeros balbuceos. Por suerte ya no tengo ningún bocado porque, seguro, se me habría atorado en la garganta. —Anda, ve a lavarte los dientes para que llegues a tiempo a la escuela —me dice, mientras enjuaga los trastes—. Lo platicamos en la tarde. “Lo platicamos en la tarde”, “luego lo vemos” o “te veo después” son sus formas de dar por terminada una conversación. Sé que de nada sirve insistir con ella sobre un tema cuando ha pronunciado alguna de esas frases, porque lo que vendrá después será una mirada

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penetrante acompañada de un regaño. Así que tomo mi mochila y, sin lavarme los dientes, salgo de casa dando un portazo. ¿Cómo se supone que debo reaccionar ante una decisión así? Apenas voy a la mitad del sexto grado y me tocó con la maestra más buena onda de la escuela. Además, ¡mis amigos! Si me voy tan lejos nos dejaremos de ver para siempre y se olvidarán de mí. Lo mínimo que esperaba de mamá es que me tomara en cuenta o, al menos, que me preguntara si me gustaba la idea. Pero no, una vez más yo debo adaptarme a sus planes de adulta. ¡Cómo desearía estar en secundaria para hacer lo que yo quisiera!

En este momento solo tengo ganas de echarme a correr para contarle la noticia al abuelo, pero a esta hora debe estar ocupado. Cuando murió la abuela, a pesar de que mamá le insistió para que viviera con nosotras, él decidió quedarse en su casa, al lado de un asilo donde viven abuelos solitarios. El hogar para ancianos es un lugar muy bonito con grandes jardines. Cada inquilino tiene su propia habitación y hay áreas comunes en donde todos realizan diferentes actividades como leer, ver televisión y

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películas, participar en juegos de mesa, ejercitarse, hacer manualidades e incluso salir a pasear en grupo. El abuelo siempre ha sido muy activo, le encanta tener amigos y compartir sus anécdotas de cuando era investigador privado y de todos los viajes al extranjero que hizo con la abuela. Además, como es un excelente dibujante asiste diariamente a la residencia de ancianos a impartir talleres a sus vecinos y, al mismo tiempo, pasar un rato agradable con ellos. Aunque nunca me lo ha dicho, yo sé que le gusta una de las señoras que vive ahí. Se llama Berenice y, cada vez que lo acompaño a ese sitio, veo que la trata con especial amabilidad mientras ella se sonroja emocionada. Es raro, y reconozco que no me gusta pensar en mi abuelo con otra mujer que no sea la abuela pues, a pesar de que ella murió hace muchos años, guardo imágenes de su vida juntos. Eso sin tomar en cuenta que su casa está llena de fotos donde aparecen muy felices. En cambio mamá siempre parece tener una tristeza escondida en la mirada, quizá porque extraña a papá. Yo solo tengo contacto con él por las cartas y postales que me manda desde cada país que visita. Mamá me ha dicho que por eso no vive con nosotras, porque es un hombre muy ocupado y con un trabajo ultrasecreto en el gobierno que le impide venir a visitarnos. Por eso me siento tan orgullosa de él aunque no lo recuerde.

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En sus cartas, él me ha dicho que nos volveremos a ver, pero, ¿y si tenía pensado venir y se encuentra con la sorpresa de que ya no estamos? Este es un motivo más para convencer a mamá de que no nos mudemos.

Estoy de vuelta en casa, después de un pésimo día en la escuela. Estaba tan distraída, dándole vueltas a la noticia que me dio mamá esta mañana, que no atiné a responder correctamente las preguntas que me hizo la maestra. Durante el recreo, veía a mis amigos correr por el jardín y no pude evitar unas lágrimas. Me parece increíble que, por un capricho, deba despedirme de ellos y de todos los años que pasé en esta escuela. Si bien es cierto que no todas las actividades fueron divertidas, me gusta ir al colegio y aprender cosas nuevas. Sobre todo lo que tiene que ver con Historia y Geografía. Me encanta ir a casa del abuelo a revisar los mapas que guarda en su estudio y que me cuente relatos de personajes que vivieron ahí hace tantos años. Sin embargo, hoy ni siquiera eso me llama la atención. Siento que todo lo que veo no volveré a mirarlo jamás, que cada paso que doy es una despedida, como

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si poco a poco me fuera desapareciendo del mundo que conozco para ir a un lugar frío, lleno de gente desconocida. Así es como veo a las ciudades en la televisión y las revistas: calles grises de cemento con edificios altos que no te dejan mirar el cielo. Nada de animales trepando por los árboles o el sonido de las aves por las mañanas. Solo ruido y peligros desde que abres los ojos hasta que los cierras. Hemos pasado en este pueblo toda mi vida, conocemos a los habitantes del lugar y ellos nos conocen. Puedo ir caminando, de ida y vuelta, a mi escuela; jugar con mis amigos y con mi pata Queta en el riachuelo cercano, y hacer expediciones a las cuevas del Cuitzico sin la necesidad de que esté un adulto presente. Y no es que nuestros padres no nos cuiden, es solo que saben que estamos seguros porque todos nos cuidamos entre sí. ¿Podré hacer eso en la ciudad? Tengo tantas preguntas en mi cabeza, tantas inquietudes, tantos miedos. Es la primera vez que me siento así. Mientras abrazo a Queta, que ya está encima de mi cama, intento imaginar qué consejo me daría papá en este momento. Debo apresurarme a escribirle una carta para contarle acerca de la decisión de mamá, no me gustaría que ninguna de sus cartas se pierda cuando ya no estemos aquí.

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14 de enero Papá: Te escribo esta carta urgente porque mamá decidió que nos mudáramos a la ciudad, pero yo no quiero. Es momento de que cumplas tu promesa de venir al pueblo para convencerla de que nos quedemos aquí los tres, como la familia que siempre he deseado que seamos, junto con el abuelo y Queta. Me asusta pensar que iré olvidando el rostro de mis amigos con el tiempo y la distancia, tal como me ha pasado contigo (aunque te sigo queriendo muchísimo), no te enojaste porque te digo esto ¿verdad? Lo único bueno sería que, al fin, sabría lo que sientes cada vez que viajas: cuando haces la maleta y subes a un barco o a un avión (no sé qué conviene de aquí a la ciudad) que te lleve a otro lugar a vivir nuevas aventuras. De todas las postales que me has enviado sobre las distintas ciudades que conoces, nunca me has contado sobre la ciudad de Coralino, que es adonde iremos. ¿También ahí cae nieve como en Copenhague? ¿Los niños son amigables como en Río de Janeiro? ¿Tienen chocolates tan ricos como en Bruselas? Espero que esta carta te llegue pronto. Trataré de hacer tiempo para que me contestes o llegues.

Montse



Mamá llega de su trabajo un poco más tarde de lo normal. Y, lejos de regañarme por lo de mi berrinche de la mañana, me mira con una sonrisa dulce cuando se da cuenta de que estoy ensalivando un sobre para enviárselo a papá. El abuelo es quien se encarga de llevar mis cartas al correo. —¿Ya comiste? —me pregunta curiosa. —Solo una manzana. No tengo mucha hambre —respondo seria para que note mi malestar. —¿Qué te parece si vamos a tu restaurante favorito y platicamos? Recuerda que tenemos una conversación pendiente. Tarda más en proponerlo que yo en estar lista. La idea de una pizza con mucho salami y salchichas siempre me abre el apetito. Toma su bolsa y salimos rumbo al centro del pueblo. Ella trabaja en la clínica de la comunidad. Es pediatra, lo cual me ha traído beneficios al tener a la experta de enfermedades en casa. Cuando me siento mal de la panza o la vez que me abrí la rodilla por andar trepando en los juegos mecánicos, ella me curó y me cuidó. Solo trabaja medio tiempo para estar conmigo por las tardes y ayudarme en la tarea aunque, alguna que otra vez, sale a atender a algún enfermo grave.

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Christel Guczka Autora Nací en Canadá, un país al norte lleno de árboles, tótems, leyendas y nieve. En mis primeros años descubrí que los sueños tienen alas de gaviota y que la fantasía navega en una balsa mecida por el mar. Por ese mismo mar navegué, años más tarde, hacia el sur: México. Desde entonces, ha sido uno de los viajes más extraordinarios de mi vida; cada imagen comenzó a meterse por mis ojos para transformarse en historias y convertirme en tejedora de palabras. Al lado de un ventanal y un té blanco sobre mi escritorio, me siento a construir los personajes de cada nuevo libro: abuelos que les guste andar en bicicleta o quizá una pata llamada Queta… Pero, ante todo, me gustan los tesoros; por eso tengo un gran baúl en donde guardo los más valiosos: cartas y postales que me llegan desde lugares lejanos, que me cuentan aventuras y siempre guardan un corazón. Luego de que leas este libro, me encantaría recibir una tuya. Seguro tienes muchas anécdotas que compartirme. Comenzamos con una, luego con otra y, con suerte, seremos amigos.


Octavio Cruz Ilustrador Nací en la Ciudad de México, crecí con una fuerte influencia de los videojuegos, los cómics y la ficción en general. Me asombraba la posibilidad de imaginar ser alguien más y la idea de poder crear algo de la nada solamente con unos trazos, así desarrollé el gusto por el dibujo. Colecciono cómics, pósters, revistas, novelas gráficas, calcomanías o cualquier otro objeto que tenga algún dibujo o ilustración que me llame la atención. Me gusta la combinación de la ilustración con el diseño, ya sea una obra arquitectónica, audiovisual, un objeto, una obra narrativa o lo que se pueda complementar o amalgamar con la ilustración. Pienso dedicar toda mi vida al dibujo, la ilustración, la animación y lo relacionado con las artes visuales, aunque también me atrae la idea de estudiar Gastronomía. Si por azares del destino no cumplo mis sueños tengo bajo la manga un plan B, tomar una brújula y convertirme en un vagabundo-trotamundos.


colección ecos de tinta

Para niños lectores

La colina de los muertos y otras historias que tiemblan de miedo Ricardo Chávez Castañeda

Diario de un desenterrador de dinosaurios Juan Carlos Quezadas

Estrellas de vainilla Moisés Sheinberg

El ajedrez de Natsuki Kyra Galván


colección ecos de tinta

Para jóvenes lectores

Ella trae la lluvia Martha Riva Palacio Obón

Adiós a los cuentos de hadas Elizabeth Cruz Madrid

La guarida de las Lechuzas Antonio Ramos Revillas

Los mil años de Pepe Corcueña Toño Malpica



se imprimió en el mes de octubre de 2016, en los talleres de Impresos Vacha, S. A. de C. V., Juan Hernández y Dávalos 47, Col. Algarín, C. P. 06880, Ciudad de México. En su composición tipográfica se utilizaron las familias ITC Leawood y Trade Gothic. Se imprimieron 3 000 ejemplares en papel bond ahuesado de 90 gramos, con encuadernación rústica. El cuidado de la impresión estuvo a cargo de Ediciones El Naranjo.




colección ecos de tinta

Para niños lectores

Cuando Montserrat se ve forzada a mudarse a la ciudad su vida da un vuelco. Al principio se pregunta si su papá seguirá enviándole cartas a su nuevo hogar y cómo vivirá sin su abuelo cerca de ella. Poco a poco los días toman una dirección diferente al lado de su amiga Yolo. La ciudad las obligará a mantenerse alerta frente a sus peligros. También descubrirán que, a donde quiera que vayan, la brújula de sus sentimientos orientará sus destinos. Christel Guczka nació en Canadá. Estudió una licenciatura en Ciencias Humanas, después una maestría y un doctorado en Apreciación y Creación Literaria. Ha incursionado en diversos géneros literarios y ha recibido varios reconocimientos por sus libros. También trabaja como articulista, colabora con distintos medios de México y del extranjero. En El Naranjo también ha publicado Los muertos andan en bici. Octavio Cruz estudió Diseño de la Comunicación Gráfica en la uam Azcapotzalco. Profesionalmente se ha dedicado a realizar producción gráfica para diversos proyectos publicitarios y en otras áreas. Tiene interés por el diseño editorial; le apasiona la ilustración porque le brinda la oportunidad de crear personajes y consolidar un estilo propio. En el sur es el primer libro que ilustra.

ISBN 978-607-8442-25-6

www.edicioneselnaranjo.com.mx

9 786078 442256


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