Querido pájaro

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La escritora agradece el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte

Querido pájaro Primera edición, octubre de 2016 D. R. © María Baranda, por el texto D. R. © Elizabeth Builes, por las ilustraciones Coedición: Ediciones El Naranjo S.A de C.V. / Secretaría de Cultura D. R. © 2016, Ediciones El Naranjo, S.A. de C.V. Avenida México 570, Col. San Jerónimo Aculco C.P. 10400, Ciudad de México. Tel. +52 (55) 5652 1974 elnaranjo@edicioneselnaranjo.com.mx www.edicioneselnaranjo.com.mx D. R. © 2016, Secretaría de Cultura Dirección General de Publicaciones Avenida Paseo de la Reforma 175 Col. Cuauhtémoc, C.P. 06500 Ciudad de México. www.cultura.gob.mx Dirección editorial: Ana Laura Delgado Asistencia editorial: Graciela S. Silva Formación: Raquel Sánchez ISBN: 978-607-8442-23-2, Ediciones El Naranjo ISBN: 978-607-7454-23-6, Secretaría de Cultura Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores.

Impreso en México / Printed in Mexico

se imprimió en el mes de octubre de 2016, en los talleres de Pandora Impresores, Av. Caña 3657, Col. La Nogalera, Guadalajara, Jalisco. www.pandoraimpresores.com En su composición tipográfica se utilizó la familia Avenir. Se imprimieron 4 000 ejemplares en papel opalina de 130 gramos, con encuadernación en cartoné.




Para Sofía y Jimena María Baranda

Para mi papá Elizabeth Builes



El día que mi abuelo perdió su pluma de avestruz, anunció que se iba a cambiar de nombre y yo encontré un montón de polvo de polilla debajo de la mesa del comedor. —¡Santas luces! —dijo mi abuelo mirando por debajo del mantel. —¡Que nadie se mueva! —di la orden a todos al tiempo que me arrastraba por el suelo.


—Oro molido —comentó el abuelo. Se rascó la barba, se arrastró también por el piso y chasqueó la lengua, como dijo que se hacía para buscar su pluma de avestruz. —¡Papá! —gritó su hija, o sea, mi mamá—: Te comportas como un niño. —¡Por toda la suerte de Plutón! Imagínate tener un viejo en casa, qué aburrido sería. —Mi abuelo puso cara de investigador—: Hay que guardar todo este tesoro —me dijo en voz baja.

E inmediatamente sacó su pañuelo y entonces depositamos, con mucho cuidado, el polvo de polilla que habíamos encontrado. —Lo guardaré junto a lo demás —comenté emocionado. Lo demás era todo lo que había decidido coleccionar desde que me convertí en un encuentra-tesoros. —Sip —respondió el abuelo— siempre es mejor guardar que tirar. Y ahora tenemos que ejercitar nuestras lenguas con unos dulces.



A mí me pareció genial lo de los dulces. Después le pregunté al abuelo qué era eso de cambiarse de nombre. Él me contó que siempre había tenido unas ganas enormes de tener un nombre más justo. —¿Qué es eso? —quise saber— ¿los nombres tienen que ver con la justicia, abuelo? —Absolutamente —respondió él mientras daba unos pasos muy largos, como si quisiera medir el pasillo de la casa. Yo estaba muy divertido viendo cómo se movía. —Pasos de gigante, de gigante de traje blanco con medallas de oro y plata que brillan como las luces en las montañas. Y allá, mira, Mateo, mis caballos tan hermosos me están esperando. Confieso que volteé a donde el abuelo señalaba que había un campo muy verde con tres caballos alazanes, pero no me interesaba ver nada: no podía creer que ahí, a la mitad del pasillo de la casa, mi abuelo ¡quisiera cambiarse el nombre!



María Baranda

Escritora

Nací en la Ciudad de México cuando no había tantos coches y los niños podíamos salir a jugar a la calle. Mis hermanos y yo corríamos junto al tren que pasaba por la casa. Ellos se subían ágiles y veloces para mostrar su valentía. Yo nunca lo hice. Los esperaba de pie, junto a la vía, segura de que alguna vez podría hacerlo. Apretaba los ojos, hasta sentir que me iba, alas al aire, y que podía volar. Por eso escribo. Porque cierro los ojos y todo se pone blanco y azul y yo me voy hasta lo alto del cielo. Hace poco, en la calle, escuché un silbido extraño. Era como si el aire llorara. De pronto vi volar en picada a un pájaro negro. Cayó delante mío. Mi sorpresa fue grande. Me pregunté de dónde había venido, qué nubes y montañas había visitado. Lo imaginé feliz con su familia y amigos. Sé que cayó junto a mí para que yo contara una historia. Su última. Regresé a mi casa con dos palabras: Querido pájaro.


Elizabeth Builes

Ilustradora

Nací en el valle obtuso de Medellín, Colombia, donde tiempo después, un primo diez años menor que yo me enseñó a andar en bicicleta, en una sin frenos. Bajábamos a gran velocidad, impulsados por la loma en la cual vivía. Siempre curiosa de cuanto bicho y planta se encontrara cerca, tuve como juguete un microscopio que nunca aprendí a usar. Me imaginaba como una mujer de ciencia. Más tarde se me partió el corazón cuando entendí que probablemente nunca viajaría al espacio exterior. Mientras todo esto sucedía, dibujaba, y seguí dibujando hasta ahora, para contar historias de bichos, plantas, e inventar lo que pasa cuando miro al cielo o cuando abro los ojos bajo el agua, también para narrar mis historias y las de otros, las de muchos; porque además de mirar por lentes de distintos aumentos me gusta escuchar conversaciones ajenas.




colección mar de cuentos

Para niños lectores

Mateo busca tesoros con su abuelo: ramas de árboles, tapas de botellas y hasta piedras de formas distintas. Una tarde sucede algo que ninguno de los dos espera, pero que el abuelo describe como extraordinario. A partir de ese acontecimiento, ambos reflexionan sobre los cambios de la vida, y así Mateo decide renunciar a sus tesoros para que acompañen a un hermoso pájaro negro en su viaje. www.edicioneselnaranjo.com.mx

ISBN: 978-607-745-423-6

9 786077 454236


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