170 años caminando juntos

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VALORES NECESARIOS

IGNACIO YBARRA 4

PERIODISMO INDEPENDIENTE EN TRES SIGLOS IÑAKI ARECHABALETA 4

EL FUTURO ES NUESTRO

GOYO EZAMA MEABE 5

CÓMO SITUARSE A LA DEBIDA DISTANCIA ÁNGEL ORTIZ 5

TESTIGO, VOZ Y PROTAGONISTA DE CASTILLA Y LEÓN

ALFONSO FERNÁNDEZ MAÑUECO 6

CON LA AUTORIDAD DE LA QUE ESTOY INVESTIDO... CARLOS POLLÁN FERNÁNDEZ 8

EL NORTE DE CASTILLA... ¿SOCIEDAD ANÓNIMA?

JESÚS JULIO CARNERO 10

170 AÑOS SIN PERDER EL NORTE ENRIQUE CABERO MORÁN 12

CELEBRANDO LOS 170 AÑOS DE EXISTENCIA DE EL NORTE DE CASTILLA

TOMÁS QUINTANA LÓPEZ 14

CRÓNICA BLASONADA DEL MEJOR PERIODISMO EN CASTILLA Y LEÓN MARIO AMILIVIA G. 14

170 AÑOS AL SERVICIO DE LA SOCIEDAD AGUSTÍN DE VEGA 16

AQUÍ ESTÁ TODO CONRADO ÍSCAR 18

A LA VANGUARDIA DE LA INFORMACIÓN Y EL PERIODISMO

ÁNGELES ARMISÉN 18

170 AÑOS DE HISTORIA Y COMPROMISO CON LA VERDAD JOSÉ MAZARÍAS 22

UNA PRUEBA DE ÉXITO DE RESILIENCIA Y DE RESISTENCIA

CIRSTINA AYALA 22

UNA COMUNIDAD FALLIDA JOSÉ ANTONIO DIEZ 24

UN PERIÓDICO PEGADO A LA TIERRA CARLOS GARCÍA CARBAYO 24

SANSÓN 26

El avance de Valladolid, contado por El Norte de Castilla 45 reportajes recorren los hitos históricos más relevantes y menos conocidos

ENRIQUE BERZAL 29

Con Castilla y con la libertad Los editoriales más destacados de El Norte de Castilla

ENRIQUE BERZAL 158

170 años en 70 portadas SELECCIONADAS POR EL GRUPO DE INVESTIGACIÓN HISTORIA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN (HISMEDIA) Y CARLOS AGANZO 161

Las nuevas preguntas del periodismo

JUAN ANTONIO PARDAL 176

La madurez de los nativos digitales JUAN ANTONIO PARDAL 180

Jóvenes que encarnan el futuro de Castilla y León LAURA NEGRO, SAMUEL REGUEIRA, LUIS JAVIER GONZÁLEZ, RUBÉN FARIÑAS, AYTHAMI PÉREZ Y ESTHER BENGOECHEA 183

Luis Pérez, el pintor que reta a la fotografía JESÚS BOMBÍN 208

Una mañana de diario en un paisaje emblemático de Valladolid Luis Pérez comenta el proceso creativo del lienzo pintado para la portada de este especial

JESÚS BOMBÍN Y PEDRO RESINA 210

LA BUENA LETRA

CARLOS AGANZO 212

DEL COCHE DE LÍNEA AL TELÉFONO MÓVIL

J. I. FOCES 213

MI ESCUELA DE PERIODISMO

ANTONIO SAN JOSÉ 214

LA CONTINUIDAD DEL MUNDO

EDUARDO MOGA 216

DE UN TIEMPO A OTRO

JESÚS QUIJANO 218

DE PAN Y FRED BASSET ALFONSO NIÑO 220

¿PERIOSIMO TERMINAL? EDUARDO ROLDÁN 222

170 MOCEDADES JESÚS NIETO 224

SAGA FAMILIAR FERNANDO COLINA 226

CAMINANDO SIN HESIODO

TOMÁS VAL 228

EL LIBERALISMO ESPAÑOL, ASIGNATURA PENDIENTE REYES MATE 230

TRAS LOS PASOS DE GEACHE

SUSANA AHIJADO 232

Secciones

170 AÑOS NO ES NADA

VICENTE ÁLVAREZ 234

MEDIO SIGLO CAMINANDO JUNTOS

LUIS DÍAZ VIANA 236

DOS SIGLOS DE HUMANIDAD ESCRITA

JUAN VILLACORTA 238

EL VALOR DE UNA HEMEROTECA

CENTENARIA

AGUSTÍN REMESAL 240

EL LINOTIPISTA QUE ANIDA EN MÍ ROBERTO CARBAJAL 242

EL ESPÍRITU DE UN PERIÓDICO CENTENARIO

DAVID FELIPE ARRANZ 244

FARO Y GUÍA DEL PERIODISMO

RICARDO RIVERO 246

ESTRENAR CADA DÍA

TERESA SANZ 248

LOS FUTUROS QUE VENDRÁN

CUEVAS

RETOS HISTÓRICOS

EL NORTE DE CASTILLA

CARASA

UN OPORTUNO PRIVILEGIO, GRACIAS JOAQUÍN

DIARIO INDEPENDIENTE FUNDADO EN 1854

Nacido como El Norte de Castilla en 1856 de la unión de El Correo de Castilla y El Avisador

Áreas

Continuidad y Cierre: Ana Nuin

Desarrollo Digital: Liliana Martínez

Información: Lorena Sancho

Subdirección de Proyectos Editoriales: José Ignacio Foces Director General Goyo Ezama Meabe Director Ángel Ortiz

NORTE Y LERA, PLEONASMO EN EL RUEDO CÉSAR MATA

José María Cillero (Edición), L. M. de Pablos (Deportes), Pedro Resina (Diseño), Juan Antonio Pardal (Desarrollo Digital), José Luis Carrera (Webmaster), Josune Olano (Palencia), Enrique Yuste (Segovia), Gloria Díez (Burgos)

VALORES NECESARIOS

DESDE el momento en el que se incorporó a Vocento, en 1992, El Norte de Castilla se convirtió en el decano de los diarios regionales del grupo. De hecho, El Norte es —con todo derecho, orgullo y distinción— el decano de todos los diarios españoles. Ésta es una empresa y una cabecera periodística que ha marcado el norte de millones y millones de lectores desde su creación, primero como ‘El Avisador’, en 1854, y dos años más tarde como El Norte de Castilla. Una historia que ahora celebramos.

Como decano entre los decanos, El Norte, que nació con esa vocación de marcar no un norte geográfico, sino más bien un camino periodístico, intelectual, social y cultural, sigue definiendo el camino de la mejor prensa española, y representando los mejores valores en los que creemos en el grupo Vocento: independencia, liderazgo frente a la sociedad local, defensa del humanismo y, muy especialmente, apuesta por el periodismo libre, riguroso y de calidad.

A lo largo de sus 170 años de existencia, el trabajo de los redactores de El Norte, junto a sus firmas colaboradoras y, en su caso, de manera muy especial sus directores, aporta a la historia del periodismo español un valor sencillamente incalculable. Miguel Delibes, uno de estos directores emblemáticos de El Norte, seguramente el más significativo de todos, fue reconocido en el año 2006 con el Premio a los Valores Humanos de Vocento, un galardón que le fue entregado en su casa por los Reyes de España ante la imposibilidad de que el vete-

rano escritor y periodista pudiera ya desplazarse para recibirlo. En aquel acto, no solo se reconoció la figura inmensa de Delibes, sino también la capacidad de su periódico, El Norte de Castilla, de mantener sin descanso una tradición periodística que ha funcionado con el mismo vigor en el siglo XIX, en el XX y en el XXI, a pesar de las extraordinarias transformaciones que ha vivido la prensa en este tiempo; más galopantes aún en estos últimos años.

El Norte de Castilla sigue, siempre mirando hacia adelante y sin perder un solo momento de vista las esencias del periodismo, en el más digno sentido del término. 170 años después de la gestación de su empresa, El Norte de Castilla es una cabecera imprescindible en el mapa de los medios de comunicación y un ejemplo de profesionalidad y de buenas prácticas. Todos y cada uno de estos años han sido importantes en la trayectoria del decano de la prensa diaria española, pero estremece pensar hoy en aquel 1854 fundacional y en el modo ininterrumpido en el que se ha mantenido la misión del periódico. Es una emoción particular, un ejemplo y un estímulo para quienes creemos que, en el buen periodismo, en los que hoy ya están escribiendo las páginas de mañana, van a estar las respuestas a todas esas preguntas que nos hacemos sobre nuestra sociedad y sobre nosotros mismos en un futuro inmediato cada vez más vertiginoso; cada vez más necesitado de información veraz y de calidad, como la que El Norte ofrece a sus lectores desde hace 170 años.

PERIODISMO INDEPENDIENTE EN TRES SIGLOS

IÑAKI ARECHABALETA

Presidente del Consejo de Administración de El Norte de Castilla

LA historia de El Norte de Castilla es un ejemplo en las hemerotecas no solo de pervivencia y capacidad de adaptación al hilo de la historia, sino también de vanguardia, de inteligencia para contar lo que ha ocurrido y, al mismo tiempo, anticipar lo que va a ocurrir. De marcar el norte de la sociedad a la que ha informado y para la que ha trabajado a lo largo del tiempo. Con ese objetivo surgió la empresa en 1854, y así continúa 170 años después.

La historia de El Norte es también un ejemplo, para todos aquellos que creemos en una prensa independiente, desde las raíces de la provincia o de la región, pero con las puertas abiertas al mundo. Ese periodismo regional que Miguel Delibes, el más señalado de los directores de este periódico, ha representado quizás mejor que ningún otro. Periodismo de base, pero también de altos vuelos. Lo que Delibes llamaba «decir mucho en poco espacio y con las palabras justas».

Las palabras justas en su rigor periodístico, pero también en su compromiso y su sentido ético de búsqueda de la verdad y de defensa de los derechos de la ciudadanía. Eso es lo que ha caracterizado al Norte desde el principio de su andadura. En el siglo XIX con los pioneros de ‘El Avisador’, el farmacéutico Mariano Pérez Mínguez y el médico Pascual Pastor, quienes fundaron aquel periódico, que dos años después adoptaría su cabecera definitiva, aprovechando el gran impulso a la libertad de expresión que llegó con la Revolución de 1854. Centenares de periódicos surgieron entonces al abrigo de aquella superación de la censura, pero de entre todos ellos únicamente El Norte ha llegado hasta nuestros días.

En el siglo XX, las mismas palabras justas con las figuras de César Silió o, sobre todo de Santiago Alba, cuando el concepto de la prensa nacional era todavía una quimera, y las

grandes cabeceras regionales marcaban, cada una desde su entorno informativo, el norte de una sociedad compleja de norte a sur y de este a oeste de España. Tiempos muy difíciles, de censuras y persecuciones, especialmente durante la dictadura de Primo de Rivera y en los primeros años de la posguerra, tras la guerra civil, en los que el Consejo de Administración de El Norte se puso a prueba una y otra vez para defender al periódico, a los periodistas y al periodismo frente a las arbitrariedades del poder. Un proceso inacabable, que continuó durante la segunda mitad del siglo, primero con Delibes y después con la pretransición democrática. Algo que sabía muy bien quien me antecedió en la presidencia de este Consejo, nada menos que durante 52 años, don Alejandro Royo-Villanova, historia viva de El Norte de Castilla y del periodismo español, quién fue firme abanderado de los valores éticos, cívicos y sobre todo, periodísticos, que hoy en día nos siguen caracterizando. Valores periodísticos que se sustentan sobre una irrenunciable independencia y defensa de la libertad como pilares fundamentales. Adaptarse a los cambios e incluso adelantarse a ellos. Luchar con uñas y dientes por un periodismo independiente al servicio de los ciudadanos. Mantener la innovación y la calidad por encima de todas las circunstancias. Ese mismo espíritu secular de El Norte de Castilla que ha servido para que el periódico, en el siglo XXI, se siga manteniendo en la vanguardia del periodismo en Valladolid, en Castilla y León y en España, lo que quiere decir también en Europa y en el mundo. La mejor versión de la empresa y del ejercicio del periodismo atravesando tres siglos, con todas sus vicisitudes, pero siempre con un mismo espíritu y un mismo norte: servir y representar a la sociedad en la que el periódico está incardinado. La mejor expresión de su pasado. Y la mayor garantía de su futuro.

EL FUTURO ES NUESTRO

Director General de El Norte de Castilla

ALLÍ dónde hay una empresa de éxito alguien tomó alguna vez una decisión valiente». La frase es de Peter Drucker, considerado el padre del management moderno. Y si El Norte de Castilla cumple 170 años es porque su historia está plagada de personas que tomaron decisiones valientes. Valientes fueron sus fundadores, que ya en 1854 sentaron las sencillas tablas de la ley, hoy más vigentes que nunca, de nuestro diario. Ofrecer a los lectores una información veraz, útil y de calidad. Valientes fueron también sus sucesivos editores, manteniendo con firmeza frente a cualquier presión externa y como máxima irrenunciable, el respeto a la libertad de expresión, opinión e información de sus periodistas. Y no es exagerado calificar como un acto de valentía el que han venido realizando cada día ellos, todos sus periodistas, recorriendo Castilla y León para garantizar la veracidad de las noticias y escribiendo cada página con independencia y rigor, conservando, en definitiva, inalterable el viejo espíritu fundacional. Ha sido un largo recorrido en el que también ha sido necesario tomar riesgos. No conozco ninguna compañía que haya prosperado sin arriesgar. Eso sí, con sentido y con la visión de futuro necesaria para dar los pasos en la dirección correcta, trazando una estrategia duradera capaz de concretar y construir nuevas oportunidades. Tomando las decisiones adecuadas en el momento oportuno.

Tampoco sé de ninguna compañía que no haya pasado por momentos difíciles. «La vida no es justa. Acostúmbrate». Esta frase de Bill Gates es una de mis muletas favoritas cuando vienen mal dadas. Y El Norte de Castilla es un buen ejemplo de resiliencia y de soste-

nibilidad. Aspirar a ser los mejores, tener la perseverancia y la motivación de progresar cada día es el único camino que seguimos para alcanzar el éxito. Pero este largo viaje no hubiera sido posible transitarlo en solitario, sin la compañía de todos los castellanos y leoneses que dedican una parte de su valioso tiempo a seguir nuestras informaciones, ni sin los madrugones de los vendedores de prensa, ni tampoco sin la confianza de todos los anunciantes que apuestan por nosotros como el soporte idóneo para promocionar sus productos y servicios. Este aniversario supone una ocasión única para expresar nuestro más sincero agradecimiento a quienes han hecho posible esta andadura y reafirmar nuestro compromiso con Castilla y León.

Todo lo conseguido en estos 170 años nos hace mirar el futuro con ambición. Remedando a un famoso cineasta neoyorquino, ahora en horas bajas, nos interesa el futuro porque es el lugar en el que vamos a pasar el resto de nuestras vidas. Partimos de la mejor posición para afrontarlo, cimentados en nuestra tradición, impulsados por los éxitos alcanzados, empujados por el esfuerzo y el talento de más de un centenar de profesionales cualificados, preparados para los cambiantes requerimientos tecnológicos y respaldados por las mayores audiencias de nuestra historia. En Castilla y León, nuestro diario es ejemplo de vertebración. De proximidad al ciudadano. De pluralidad y de integración. De independencia y credibilidad. De solvencia y confianza. De calidad y prestigio. De profesionalidad y vocación de servicio. Por esto cumplimos 170 años y por esto no veo este día como una meta, sino como un nuevo punto de partida. El futuro es nuestro.

CÓMO SITUARSE A LA DEBIDA DISTANCIA

ÁNGEL ORTIZ

Director de El Norte de Castilla

LA publicación que tiene en sus manos, con la que celebramos nuestro 170 aniversario, es única por muchas razones. Contiene jugosos reportajes sobre la historia de El Norte de Castilla, sobre cómo sus páginas reflejaron a lo largo de los años el desarrollo de Valladolid y su provincia. También aborda nuestra realidad presente desde el punto de vista de los lectores, de aquellos ciudadanos que, en Castilla y León, deciden quedarse en esta comunidad, apostar por alguna de sus provincias, aunque no sea la propia, y avanzar en sus vidas desarrollando proyectos profesionales y personales. Todo lo que hacemos en El Norte de Castilla lo hacemos por ellos, nuestra audiencia fiel.

Explicamos qué es hoy en día El Norte de Castilla en su faceta más innovadora, la digital, que se activa en Valladolid, Palencia y Segovia con la cabecera web de toda la vida, pero que adopta otras marcas más vinculadas a la sensibilidad de cada territorio en León (con Leonoticias y Elbierzonoticias), en Burgos (con Burgosconecta), y en Salamanca (con Salamancahoy).

La propuesta editorial de este suplemento especial culmina con las colaboraciones de referentes institucionales, de nuestros columnistas habituales, con un resumen de 70 primeras páginas históricas, relacionadas con otros tantos hitos acaecidos desde 1854, y con un reportaje que explica el proceso de creación de la portada de la publicación, un cuadro del artista vallisoletano Luis Pérez pintado especialmente con motivo de esta efeméride.

En ese lienzo me quiero detener. Se

titula ‘Plaza de Zorrilla’ y representa, de un modo excepcional, con una técnica escrupulosa y exhaustiva, una escena cotidiana e insólitamente bella del paseo del Príncipe de Campo Grande y su horizonte hacia la estatua del poeta y la calle Santiago. Al fondo, el edificio de La Unión y el Fénix. Está obtenida desde la altura a la que habitualmente lleva una persona su ejemplar plegado de El Norte. Precisamente, como la mujer que se descubre justo sobre el titular, caminando con un periódico abierto. Es equilibrada en colores, tonalidades, luces y sombras, como tratamos de serlo nosotros en nuestro trabajo diario. Y académica en aspectos estéticos como las simetrías y los contrapesos de texturas y protagonistas.

Además de por otros atributos, esta mirada de Pérez a la ciudad y sus calles es idónea para protagonizar la portada de este suplemento, distribuido gracias a cuantos anunciantes e instituciones se han implicado en él. Es idónea porque sugiere una atinada metáfora de nuestro oficio y nuestra misión intelectual, ética y social. Primero de todo, constituye un regalo para la vista. Es una obra de arte que arropa un trabajo coral, sustantivo, volcado en ustedes, que nos leen y nos conocen, que nos preguntan, que nos observan. Y más allá de ello, establece una prueba, el ejemplo perfecto de cómo, a la distancia debida, a pie de calle, en las horas de la mañana, caminando y con solo mirar con ojos curiosos, la vida puede ser no solo serena, reluciente y fresca, sino objetiva y abarcable. Una celebración diaria, en definitiva: la de encontrarnos en el camino.

EL Norte de Castilla, el diario decano de Castilla y León, y también de toda España, celebra su 170º aniversario. Quiero, por tanto, que mis primeras palabras sean para transmitir mi más cordial felicitación a la empresa editora, el Grupo Vocento, presidido por Ignacio Ybarra Aznar, y muy especialmente a la redacción, dirigida por Ángel Ortiz.

Tan extraordinaria longevidad convierte a El Norte en un caso verdaderamente excepcional, lo que le otorga, como mencionaba anteriormente, la primogenitura de la prensa diaria española. Los en torno a 62.000 números conservados en vuestra hemeroteca certifican que El Norte de Castilla es testigo objetivo y fiel de todos los hechos relevantes, ya sean de ámbito local, provincial o autonómico, que tienen lugar en nuestra Comunidad. Esto, sin renunciar a cubrir con rigor los principales acontecimientos nacionales e internacionales. En no pocas ocasiones vuestro periódico también se convierte, gracias tanto a sus incisivas informaciones como a su capacidad para vertebrar el debate público, en uno de los

TESTIGO, VOZ Y PROTAGONISTA DE CASTILLA Y LEÓN

ALFONSO FERNÁNDEZ MAÑUECO

Presidente de la Junta de Castilla y León

protagonistas insustituibles de la vida de Castilla y León. Resulta abrumadora la cantidad de hechos y opiniones que, desde 1854 hasta la actualidad, registra la hemeroteca de vuestro periódico. Los cambios sociales y económicos han sido de tal magnitud que poco queda de aquella Castilla y León de mediados del siglo XIX. Sin embargo, más allá de los acontecimientos, es posible detectar ciertas constantes históricas que, a mi juicio, en el caso

de la gente de Castilla y León podrían resumirse en dos. La primera es una decidida voluntad colectiva de inspiración reformista y dinamizadora, que permea todos los aspectos de nuestra vida en común. Esta voluntad reformista, a su vez, está asentada sobre una segunda constante histórica: el amor de los castellanos y leoneses hacia nuestras tradiciones. Nuestra forma de convivir, no por sus peculiaridades o arcaísmos, sino por su espíritu generoso,

abierto, racional y de constatado alcance universal, constituye la mejor guía para avanzar con firmeza y éxito hacia el futuro. La conjunción de energía reformista guiada por nuestro estilo de vida constituye los sólidos raíles sobre los que avanza Castilla y León. Podría aportar infinidad de casos que corroboran esta afirmación; me limitaré a tres ejemplos recientes, todos ellos recogidos en las páginas de El Norte. El primero es la calidad y ex-

tensión de nuestros servicios públicos, como la educación, situada por la OCDE entre los diez mejores sistemas educativos a nivel mundial. El segundo son nuestras políticas de apoyo y protección activa a las familias. Y el tercer ejemplo es el crecimiento económico de la Comunidad, que, en creación de empleo, producción industrial y generación de oportunidades, ya coloca hoy a Castilla y León a la vanguardia de España.

Con todo, estoy convencido de que las mejores páginas de nuestra historia están por escribirse; y lo creo porque las oportunidades se multiplican a medida que se utilizan. Los ciudadanos de Castilla y León, acompañados e impulsados por el Gobierno autonómico, sin duda las están aprovechando. Así, tengo la certeza de que vuestro periódico, desde el rigor y la independencia que siempre le caracterizan, seguirá informando sobre esta multiplicación de oportunidades que creará el futuro mejor que desean todas las personas de nuestra Comunidad.

Por todo ello, reitero mi felicitación a la empresa editora, así como a los periodistas, la plantilla y los lectores de El Norte de Castilla. A todos, ¡enhorabuena!

IMAGINO que trabajar en El Norte de Castilla debe de ser un inmenso honor para cualquier periodista. No solo un honor. También una responsabilidad. Y por idéntico motivo. O sea, saberse observado por algunas de las mejores firmas del periodismo –¡y la literatura!– a lo largo de 170 años.

Dejando a un lado el honor y la responsabilidad, sentar plaza de redactor en El Norte de Castilla, como en cualquier otra cabecera, entraña enormes desafíos, que es una manera muy edulcorada de referirse a las dificultades. Asistimos –periodistas y consumidores de información– a un tiempo viejo que se resiste a morir y a otro nuevo que no termina de nacer. El tránsito del papel a lo digital no parece resolver eso que se ha dado en llamar «la crisis del periodismo»; crisis cuya solución es tarea principal de los periodistas, guste o no. Para ello, sería saludable que,

CON LA AUTORIDAD DE LA QUE ESTOY INVESTIDO…

POLLÁN FERNÁNDEZ

las Cortes de Castilla y León

«Sentar plaza de redactor en El Norte de Castilla entraña enormes desafíos»

en un ejercicio de autocrítica, la profesión se hiciera en voz alta algunas preguntas.

¿Puede hablarse de prensa libre e independiente cuando un porcentaje elevadísimo de los ingresos publicitarios proceden del poder público?

¿La línea editorial de un medio legitima la funesta manía del titular predeterminado, ese que

«Les deseo muchos años más de papel crujiente y dedos perdidos de tinta»

antepone los prejuicios a la realidad? ¿Tienen algo que aprender de los nuevos creadores de contenidos los periodistas con más trienios en su haber?...

Son solo algunas preguntas. No quisiera extenderme. No sea que alguien vea en mi propuesta de autocrítica una crítica en sí. Si así fuera, vaya en mi descargo que mi crítica no es corrosiva. Es constructiva. Me avala la autoridad de la que estoy investido. ¿La del cargo público? No. Otra de la que gozo con carácter vitalicio: la de lector compulsivo de periódicos.

Periódicos entre los que se cuenta, por supuestísimo, El Norte de Castilla. A sus editores, a su director, a sus periodistas, a todos los que lo forman, principalmente suscriptores y lectores, les deseo muchos años más –170, por ejemplo– de papel crujiente para el desayuno y dedos perdidos de tinta.

DICEN las crónicas posrománticas más legendarias que cuando el siglo XX apenas despuntaba, don César Silió y don Santiago Alba se jugaron a cara o cruz el margen de capital que convertiría a uno de los dos en accionista mayoritario de El Norte de Castilla, recién convertido en sociedad anónima. ¡¿Anónima?! ¿Sociedad ‘anónima’ El Norte de Castilla, más allá de una mera categorización técnica?

Con 170 años de trayectoria en su haber, si algo «no» es El Norte de Castilla es precisamente eso, anónimo. Muy al contrario, El Norte de Castilla es, en esencia, una de las realidades vallisoletanas más nominales y sustantivas. Uno de los ingredientes más indiscutidos, notorios y reconocibles de cuantos participan la identidad vallisoletana. Su historia es la historia de Valladolid y tras ella se esconden cientos de miles de nombres, rostros, vidas, firmas y protagonistas de historias que entretejen nuestra propia historia. Su memoria es la memoria de Valladolid, uno de los territorios intangibles que más y mejor sustenta y da visibilidad y trascendencia a lo que Valladolid y los vallisoletanos somos.

En uno de sus editoriales más enjundiosos y recordados, engendrado en la noche del 31 de diciembre de 1911, cuando El Norte estrenaba su primera rotativa, el periódico declaraba que «No puede ser la prensa un medio, sino un fin; no puede ser el periodismo arma política ni hoja sectaria. Más amplios horizontes debe tener la prensa, cuando aspira a que todos la lean y a que todos encuentren en ella el eco de sus aspiraciones y no el rígido dogmatizador político que quiere imponerle su criterio». Profundísimas han sido las transformaciones experimentadas por los medios de comunicación desde entonces, máxime en estas primeras décadas del siglo XXI, pero la decanatura que El Norte de Castilla ostenta por derecho propio en este ámbito le obliga a mantenerse fiel a aquellos principios, que son los que la memoria colectiva vallisoletana y, por extensión, castellanoleonesa concibe como inherentes a su cabecera.

Ya en su momento, en aquellos años de mediados del siglo XIX –no será este alcalde quien se postule a favor de una u otra fecha concreta…–, el nacimiento de El Norte removió a propios y extraños y caló hondo incluso en los mentideros de corte más satírico. Ahí queda la co-

EL NORTE DE CASTILLA… ¿SOCIEDAD ANÓNIMA?

JESÚS JULIO CARNERO

Alcalde de Valladolid

plilla del gran maestro de periodistas José Estrañi, que saludaba la iniciativa de esta guisa: «Por haber fundado El Norte, // que es un pecado mortal, // le echó Dios la penitencia // de llamarse Perillán».

Era evidente que había nacido algo grande, algo llamado a ser una constante en el futuro

«El Norte de Castilla es, en esencia, una de las realidades vallisoletanas más nominales y sustantivas»

ra como Avisador y puntual registrador del acontecer de nuestra tierra, el Consejo de Ministros, presidido por el duque de la Victoria, concedía a Valladolid el título de heroica y el tratamiento de excelencia. Era alcalde de los vallisoletanos el mismísimo padre del poeta Leopoldo Cano. El Teatro Calderón levantaba el telón por vez primera y el Banco de Valladolid abría sus puertas. Los balbuceos de El Norte se hicieron oír en un Valladolid que, como nunca en su historia, tenía fe en su futuro y conciencia de su potencial grandeza.

Durante casi dos siglos, Valladolid y El Norte se han soportado, se han necesitado, se han impulsado mutuamente, se han reconvenido, han limado asperezas y han reconocido, mutuamente, su peso específico, su singularidad, su unicidad. Y tras 170 años de historia común han llegado a 2024 en un mismo barco y remando en una misma dirección, dominando los vientos de un presente fabuloso y sorprendente que pone a prueba, día a día, su resiliencia y su capacidad de adaptación a las necesidades y expectativas de la sociedad y el mundo globales.

inmediato de la ciudad burguesa que se abría paso en la España del momento, a la cabeza de la Vieja Castilla; un auténtico e irremplazable Testigo de la historia, que tanto nos arrebata, que tanto nos duele y tanto nos esperanza.

En los días en que El Norte de Castilla iniciaba su andadu-

El Norte –toda su familia lo sabe– no puede eludir la gran responsabilidad que el tiempo y la historia le atribuyen. El Norte y nuestra tierra comparten un mismo sistema circulatorio y la sangre que por él circula, en un sistema perfecto y sincrónico, crea entre ambas realidades un vínculo tan inexplicable como indisoluble. Tanto es así esto que digo que son incontables los episodios que han dado muestra de esta mágica conexión entre El Norte y Valladolid. Aunque yo me quedo con aquel que cuenta la historia de un respetable e ilustre vallisoletano que una tarde envió nota a la Redacción informando de que acababan de administrarle el Santo Viático en un «acto solemnísimo, una hermosa manifestación de simpatía. Le agradeceré lo diga en el periódico». En palabras del redactor que cubrió la noticia: «Al día siguiente nos trajeron la esquela de defunción. No recuerdo bien si estaba escrita de su puño y letra». El reto es que esta historia común no retroceda ni un ápice. Y que Valladolid y El Norte de Castilla continúen por la senda de la complicidad, en el convencimiento de que el sentido y la razón de ser de cada uno de ellos está estrechamente unido a la del otro. Binomio perfecto. Equilibrio perfecto. Feliz aniversario y ¡larga vida a El Norte de Castilla!

Sede histórica de El Norte de Castilla en Duque de la Victoria.

EN la Isla de León, el 24 de septiembre de 1810, se celebró la sesión inaugural de las Cortes que iban a aprobar en 1812, en el Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz, la primera Constitución Española. Presentó el programa ideológico el caputbovense Diego Muñoz Torrero, diputado liberal por Extremadura y otrora rector de la Universidad de Salamanca, vilmente asesinado por los absolutistas en 1829. Por su discurso clarividente fue elegido presidente de la comisión redactora.

Con el apoyo del jurista asturiano Agustín de Argüelles y de otros diputados, logró que las Cortes, en principio reacias, aprobaran el Real Decreto de 10 de noviembre de 1810, por el que se reconoce la «libertad de escribir, imprimir y publicar las ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna».

Afirma la exposición de motivos que «la facultad individual de los ciudadanos de publicar sus pensamientos e ideas políti-

170 AÑOS SIN PERDER EL NORTE

ENRIQUE CABERO MORÁN

Presidente del Consejo Económico y Social de Castilla y León

cas es no solo un freno de la arbitrariedad de los que gobiernan, sino también un medio de ilustrar a la nación en general, y el único camino para llevar al conocimiento de la verdadera opinión pública». Los «libelos infamatorios» (los actuales bulos o fake news), «los escritos calumniosos, los subversivos de las leyes fundamentales de la monarquía, los licenciosos y contrarios a la decencia pública y buenas costumbres serán castigados con la pena de la ley, y las que aquí se señalarán»,

siempre mediante resolución de los tribunales.

La Constitución de 1812 establece entre las facultades de las Cortes la de «Proteger la liber-

«El

buen periodismo es uno de los instrumentos democráticos esenciales»

tad política de la imprenta». Esta previsión quedó sin efecto tras el golpe de Estado absolutista de Fernando VII. Con la Constitución de 1837, que recuperó los valores doceañistas durante la minoría de edad de Isabel II, se proclama que «Todos los españoles pueden imprimir y publicar libremente sus ideas sin previa censura, con sujeción a las leyes». A pesar del revisionismo que inspira la Constitución de 1845, se mantuvo la libertad de prensa.

En aquel contexto histórico,

precisamente en el año de la revolución que dio origen al Bienio Progresista (1854-1856), inició el proceso fundacional de El Norte de Castilla. La sociedad española se hallaba en un período de cambios profundos. La industrialización era ya una realidad, unida a grandes inversiones ferroviarias (el 20 de febrero de 1856 se confirmó que el tren hacia el norte pasaría por Valladolid) y a la aparición del movimiento obrero, y se impulsaba una nueva reforma agraria con la Ley Madoz de 1855. El Norte de Castilla ha acompañado durante 170 años a generaciones de castellanos y leoneses que soñaban con alcanzar un sistema constitucional, económico y social como el vigente. Estoy seguro de que lo continuará haciendo en la consecución de los retos contemporáneos. El buen periodismo es uno de los instrumentos democráticos esenciales, pues contribuye a facilitar la expresión libre de ideas y opiniones, así como a la recepción de información veraz. ¡Feliz aniversario!

Viernes

CELEBRANDO LOS 170 AÑOS DE

EXISTENCIA DE EL NORTE DE CASTILLA

TOMÁS QUINTANA LÓPEZ

Procurador del Común de Castilla y León

UNA mirada retrospectiva que ponga el objetivo en el año 1854 necesariamente se topa con el levantamiento que protagonizó el General O’Donnell en Vicálvaro, la vicalvarada, como jocosamente se conoce en la historia lo que fue el acontecimiento que abrió el camino al bienio liberal una vez que, después de más de una semana de insurrección popular, entrara en Madrid el 27 de julio de ese año el General Espartero, llamado por la Reina Isabel II para formar gobierno, lo que supuso el final a la denominada década moderada. Si he recordado estos hechos en esta breve colaboración conmemorativa del ciento setenta aniversario de la creación de El Norte de Castilla es porque con total seguridad los periódicos editados en aquellos días recogerían en sus portadas los acontecimientos vividos por la España convulsa de aquellos años, incapaz de transitar en ese periodo de nuestra historia por una senda guiada por las leyes y el entendimiento. En ese tiempo seguramente también El Norte de Castilla reflejó en sus páginas la visita del General Espartero a Valladolid, ya como Presidente del Consejo de Ministros, con motivo del inicio de las obras de construcción del ferrocarril.

«El Norte es, sobre todo, una fuente fiable de información y de ideas para la reflexión para quienes residimos en Castilla y León»

tilla y nuestra tierra son muchas, como corresponde a un periódico cuya presencia en ella se va acercando a los doscientos años, por lo que vaya por ello mi felicitación, junto al sincero deseo de que cumpla ese casi doble centenario y muchos años más. Pero con referencia a las conexiones a que me refería, de entre ellas yo destacaría su estrecha relación con el medio rural o, mejor, por decirlo, con la expresión afortunadamente todavía viva entre nosotros, con los pueblos de Castilla y León, incluso con los más pequeños, que encuentran en sus páginas hueco para albergar noticias sobre determinados acontecimientos o ciertas tradiciones periódicamente revividas, noticias que a todos nos hacen sentir que los pueblos siguen existiendo, que en ellos viven personas y que a ellos también vuelven periódicamente desde sus lugares de residencia, con la rigor que impone el almanaque, como prueba irrefutable de que las personas afortunadamente nos mantenemos unidas a nuestras raíces de por vida.

CRÓNICA BLASONADA DEL MEJOR PERIODISMO EN CASTILLA Y LEÓN

MARIO AMILIVIA G.

Presidente del Consejo de Cuentas de Castilla y León

EDesde entonces, El Norte de Castilla ha sido y estoy seguro de que lo seguirá siendo en el futuro, uno de los periódicos regionales de referencia en España, pero sobre todo una fuente fiable de información y de ideas para la reflexión para quienes residimos en la Comunidad de Castilla y León, como corresponde a la herencia forjada durante ciento setenta años por reconocidos profesionales del periodismo y por la contribución de grandes plumas de las letras en castellano, de los que, por razones de espacio, solo citaré, por todos, a Francisco Umbral y a Miguel Delibes, que también fue su director.

Las conexiones de El Norte de Cas-

En mi caso, además, es de justicia agradecer a El Norte de Castilla y, en general, a todos los medios de comunicación, su contribución al mejor desarrollo de la función de tutela de los derechos de las personas que realiza la Institución del Procurador del Común de Castilla y León, y ello desde una doble perspectiva, pues más allá de las quejas que nos presentan los ciudadanos, los medios de comunicación nos ayudan a conocer la realidad, lo que en muchas ocasiones constituye el impulso que nos lleva a intervenir en el ejercicio de nuestras funciones; pero además, la labor informativa que realizan los medios de comunicación también contribuye a difundir el resultado de nuestro trabajo, lo que, en la práctica, estamos seguros de que redunda positivamente en que las personas puedan ejercer sus derechos de forma real y efectiva.

N primer lugar, quiero agradecer a El Norte de Castilla la oportunidad de glosar un aniversario muy especial como es la celebración de los 170 años del que es el periódico decano de la prensa española. Aquel periódico «del campo y del medio rural» nacido en 1854, en la etapa del Bienio Progresista del reinado de Isabel II, cuando Valladolid apenas tenía 40.000 almas, en los años del telégrafo y del primer ferrocarril, es hoy un referente intelectual y cultural para buena parte de la sociedad castellano y leonesa. De ello dan fe sus datos de audiencias. El rotativo ha sido testigo y pregonero de los profundos cambios registrados a todos los niveles: nacimiento de nuevas naciones, desaparición de fronteras, conflagraciones mundiales, guerras civiles, llegada de la democracia, construcción de la Unión Europea…También ha sabido ser eco e intérprete de la enorme transformación de la sociedad, con la consolidación de las clases media y trabajadora en la evolución de nuestro país. Nacido con una marcada vocación localista, más tarde castellanista, resultado de la fusión de El Correo de Castilla y El Avisador, la trayectoria del periódico no ha sido ajena a la construcción de la Comunidad de Castilla y León y de sus instituciones en los últimos 41 años.

tonomía, con más de 300 informes aprobados y en elaboración, y camino ya de las 3.000 recomendaciones dirigidas a la mejora de la gestión de las administraciones que integran los sectores autonómico y local –casi 5.000 entes–, el Consejo de Cuentas es una institución útil y eficaz en el cumplimiento de sus competencias. Ejerciendo un control que permite la garantía plena de derechos.

«El periódico es expresión, como decía García Márquez, de que el Periodismo puede seguir siendo ‘el mejor oficio del mundo’»

Y es a través de los medios de comunicación escritos, El Norte de Castilla entre ellos, como nuestro trabajo puede llegar a ser conocido por muchas más personas. Especialmente en un territorio tan extenso y con muchas zonas de población dispersa, que también son señas de identidad de Castilla y León. No puedo menos que poner de manifiesto en estas líneas que se trata de una cantera de excelentes profesionales como el inolvidable Delibes. Con el paso de los años, la cabecera del Grupo Vocento sigue caracterizándose por elaborar periodismo de calidad, afrontando desafíos como la edición digital y, además, desde donde dicen, se destila el mejor castellano. El periódico es, por ello, expresión, como decía Gabriel García Márquez, de que el Periodismo puede seguir siendo «el mejor oficio del mundo» y de que «la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor».

En mi condición de presidente de una de estas, como es el Consejo de Cuentas, quiero destacar el trabajo desarrollado por la Redacción y su esfuerzo en la divulgación de nuestros informes de fiscalización porque, con ello, contribuimos a la transparencia, a la mejor gestión de los recursos públicos mediante un control transparente del gasto y, en definitiva, a unas administraciones más eficaces, beneficiando así al conjunto de la sociedad castellano y leonesa.

Amparado por el Estatuto de Au-

Creo oportuno subrayar finalmente que, en unos momentos en los que los algoritmos marcan el pálpito oscuro de la inteligencia artificial, cuando internet y los motores de búsqueda se convierten en herramientas de posverdad y desinformación, siempre habrá un destacado lugar para el buen periodismo. Para que, como decía Larra, el Periodismo continúe defendiendo la verdad y el raciocinio.

Feliz 170 aniversario, que se dice pronto.

EL Norte de Castilla celebra un cumpleaños muy especial, el 170 aniversario de su fundación. A lo largo de estos años, el diario ha sido testigo de los avatares de esta Comunidad, como igualmente de los acontecimientos nacionales e internacionales más relevantes. Su testimonio ha ilustrado con información veraz las vidas de varias generaciones, al que ha acompañado la profesionalidad, el rigor informativo y la crítica afinada. Tales características han identificado a una redacción por la que han pasado un buen número de plumas destacadas, entre las que sobresale la de D. Miguel Delibes. Las trayectorias de El Norte de Castilla y de la función consultiva que hoy representa el Consejo Consultivo de Castilla y León, se han cruzado en distintos momentos de la vida del periódico. El Norte ha sido testigo de la modernización del país, que se inició a mediados del XIX. Reflejo de ello es la segregación de la función consultiva y la jurisdiccional, para integrarse esta en el Tribunal Supremo, de la que dejó constan-

170 AÑOS AL SERVICIO DE LA SOCIEDAD

AGUSTÍN S. DE VEGA

cia en sus páginas a principios del siglo XX. Y ha sido cronista de lo acontecido en ese tiempo y del proceso de descentralización política fruto de la Constitución de 1978, que dará lugar más tarde a la autonomía de la Comunidad de Castilla y León. Expresión de tal autogobierno, es la creación del Consejo Consultivo en 2002. Desde entonces, El Norte ha venido haciéndose eco de las noticias sobre esta ‘institución propia’ de Castilla y León, a la que se adscribió en 2011 el Tribunal Administrativo de Recursos Contractuales. Sinceramente, agradecemos su interés por la labor

del Consejo, porque ello ha contribuido a su consolidación e impulso.

La seriedad, la independencia y el servicio público son valores que definen nuestra mu-

«Agradecemos a El Norte de Castilla que con su información ayude a dar a conocer la tarea que hacemos»

tua actuación, y que explican la confianza que los ciudadanos depositan tanto en el diario decano de la prensa española como en los dictámenes y resoluciones del propio Consejo. Esa confianza se expresa en la información veraz y en la opinión fundada de El Norte de Castilla. Y en el caso del Consejo Consultivo de Castilla y León, se manifiesta en el altísimo grado de seguimiento que sus decisiones tienen entre las administraciones, consecuencia de la rapidez con la que decide, de la preparación del personal que lo integra y de la relevante función que se le atribuye: ve-

lar por la observancia de la Constitución, del Estatuto de Autonomía y del resto del ordenamiento jurídico.

En realidad, los castellanos y leoneses han sido los responsables reales del avance de nuestra tierra, del que somos también partícipes las instituciones y los medios de comunicación, cada cual en su ámbito. Todos hemos puesto nuestro granito de arena para hacer de Castilla y León hoy una Comunidad más fuerte y respetada, con entidad e identidad crecientes en el panorama nacional.

En fin, no creemos que la actividad del Consejo deba ser noticia diaria, pero sí agradecemos a El Norte de Castilla que con su información ayude a dar a conocer la tarea que hacemos y su repercusión positiva en la defensa de los derechos e intereses legítimos de los castellanos y leoneses. Estamos al servicio de ellos y de las administraciones que les representan. Compromiso común y coincidente con El Norte de Castilla, del que nos sentimos muy orgullosos como ciudadanos. Larga vida a este diario.

AQUÍ ESTÁ TODO

CONRADO ÍSCAR ORDÓÑEZ

Presidente de la Diputación de Valladolid

EL decano cumple 170 años… ¡Ahí es nada! Más de siglo y medio en el que hemos vivido casi de todo. Solo hay que recordar que arrancó su andadura durante el reinado de Isabel II, con la Revolución de 1854 y el Bienio Progresista. En aquel momento, el tráfico de harinas, con el recién terminado Canal de Castilla como uno de sus principales ejes, hacía de Valladolid la capital del auge harinero. Ello generó importantes beneficios y, por ejemplo, la aparición de bancos de emisión y cajas de ahorro en varias ciudades, también Valladolid.

No hace falta recordar que es en ese contexto, con el objetivo de defender los intereses de la burguesía harinera de la época y del liberalismo, cuando nace el periódico que, año a año, número a número, se ha convertido en el gran referente de la prensa vallisoletana.

Ello ha sido posible porque El Norte de Castilla ha sabido estar siempre cerca de lo que interesa a los vecinos de Castilla y León. Esa ha sido su gran virtud. El compromiso con la verdad. Algo aparentemente fácil y que se basa en cinco criterios aparentemente muy simples: ir, ver, preguntar, entender y contar. Tan sencillo de decir como, a veces, tan complicado de poder hacer.

No hay más que recordar que en estos 170 años hemos pasado por momentos históricos que, solo en nuestro país, incluyen la revolución de 1868, el reinado de Amadeo de Saboya, la Restauración borbónica, dos repúblicas, episodios como las guerras carlistas, las de Cuba y Marruecos, la guerra civil, o las dictaduras de Primo de Rivera y Franco, sin olvidar la transición, la recuperación del régimen democrático y la nueva Constitución de 1978 que incluye el desarrollo de la España de las Autonomías.

como la llegada de la IA, y a toda una revolución social que es la llegada de las redes sociales. Como decía al principio, ¡ahí es nada!

«El Norte de Castilla ha sabido estar siempre cerca de lo que interesa a los vecinos de Castilla y León»

A ello únanle que, vaivenes históricos aparte, en este tiempo nos hemos tenido que adaptar a la revolución industrial, a las diferentes crisis económicas y, en los últimos años, a una revolución tecnológica que sigue en plena evolución y que abre nuevas incertidumbres con elementos

La provincia de Valladolid no ha sido ajena a todos esos cambios… y no, no voy a hacer un repaso de qué repercusión ha tenido cada uno de ellos en nuestra provincia ni de cómo ha afectado a nuestras vidas. Si alguien está interesado en saberlo, no tiene más que acercarse a la fantástica hemeroteca del periódico y repasar sus páginas. Y es que durante estos 170 años los periodistas de El Norte de Castilla han sabido, en todo momento y pese a las complicaciones, acercarnos a esa realidad diaria, aparentemente efímera, que supone la historia real de nuestra sociedad.

Y así va a seguir siendo muchos años más. Porque El Norte va a seguir narrando la historia cotidiana, renovada y ampliada día a día. Porque aquí, en estas páginas llenas de historia y de futuro, que nadie lo dude, aquí está todo.

A LA VANGUARDIA DE LA INFORMACIÓN Y EL PERIODISMO

ÁNGELES ARMISÉN

Presidenta de la Diputación de Palencia

EN este año tan significativo me llena de orgullo rendir homenaje a este emblemático diario, la cabecera de prensa diaria más antigua de España que ha sido testigo y protagonista de la historia de Castilla y León. Con gran entusiasmo celebro el 170 aniversario de El Norte de Castilla, un medio que ha estado a la vanguardia de la información y el periodismo en nuestra comunidad durante más de un siglo y medio.

Gracias a su compromiso con la verdad y la objetividad, El Norte de Castilla ha contribuido a forjar una ciudadanía informada y crítica, esencial para el funcionamiento de una democracia saludable.

Desde su fundación en el año 1854, este diario ha estado al servicio de la información, la verdad y el compromiso social. A través de sus páginas, hemos sido testigos de momentos cruciales de nuestra historia: huelgas, manifestaciones, sucesos, revoluciones, cambios políticos y sociales, así como de la vida cotidiana de nuestra gente, de nuestros pueblos y de una comunidad entera. Más de un siglo y medio adaptándose a los tiempos, innovando y evolucionando con las nuevas tecnologías y los cambios en la forma de comunicar. Desde los primeros tipos de imprenta hasta la era digital. Quiero destacar también la labor de todos los profesionales que han

formado parte de esta gran familia periodística. Cada periodista, editor, fotógrafo y trabajador ha contribuido a la creación de un legado invaluable. Su dedicación y pasión han permitido que este diario se mantenga como una voz crítica, fundamental para el fortalecimiento de nuestra democracia.

Desde la Diputación de Palencia, reafirmamos nuestro apoyo a la labor que desempeña el diario El Norte de Castilla agradeciendo su compromiso y su contribución al desarrollo de Castilla y León, y de nuestra provincia, con Pe de Palencia.

«Gracias a su compromiso con la verdad, El Norte ha contribuido a forjar una ciudadanía informada y crítica»

Celebremos juntos este 170 aniversario con la alegría de saber que El Norte de Castilla sigue siendo un faro de información y con el deseo de que los próximos años estén llenos de nuevos logros, historias que contar y, sobre todo, un compromiso renovado con la verdad y la calidad informativa.

El periodista palentino Mariano del Mazo y figura destacada del periodismo cultural, destacaba la importancia de conectar con la audiencia a través de historias cercanas: «El periodismo tiene que ver con contar la vida desde dentro, con abrir una puerta a lo que sucede en la gente común», una frase como ven que pone en valor la relevancia del trabajo de la prensa en las comunidades locales.

¡Feliz 170 aniversario!

Sede de la Diputación de Palencia. A. QUINTERO
Palacio de Pimentel.

HACER HISTORIA DÍA A DÍA

MIRIAM ANDRÉS

Alcaldesa de Palencia

EN estos tiempos que nos ha tocado vivir, en los que la inmediatez convierte casi todo en efímero, cumplir 170 años de historia se antoja una misión altamente complicada. Pero El Norte de Castilla alcanza ahora ese aniversario conmemorando aquella primera tirada de El Avisador, germen del periódico que dos años más tarde daría lugar a la cabecera del decano de la prensa española.

Vayan mis primeras palabras para felicitar a todos los profesionales que desde aquel ya remoto año han posibilitado que día a día se haya plasmado en negro sobre blanco los más importantes acontecimientos vividos, principalmente, en Castilla y León. De forma especial quiero destacar la labor del equipo que compone la edición palentina de este rotativo, que desde 1988 se asoma diariamente al acontecer de nuestra capital y provincia.

Se me viene a la cabeza en este momento la portada del 18 de junio de 2023 cuando se anunciaba «Miriam Andrés, primera alcaldesa de Palencia». Desde entonces, y en alguna ocasión anterior, han sido diversas las portadas que he tenido el orgullo de ocupar, pero la de esa jornada, sin duda, permanecerá grabada en mi mente y también en mi corazón. La noticia dejó de serlo al día siguiente, pero curiosamente pasó a pertenecer a la historia el hecho de que una mujer ocupara por vez primera el sillón que preside el pleno de la corporación capitalina. Resulta paradójico que lo que el paso del tiempo, por muy breve que

sea, acabe relegando al olvido, el transcurso de los años lo convierta en historia. Si hojeamos un periódico de hace una semana nos parecerá tan trasnochado que apenas captará nuestra atención. Sin embargo, ese mismo periódico dentro de cien años quedará convertido en historia y podría ser motivo de una concienzuda lectura repleta de curiosidades y, sin duda, motivo de estudio.

El Norte de Castilla nos ha permitido precisamente hacer historia día a día. Todo aquello que reflejaron sus páginas en estos 170 años se fue labrando día a día con el mero, y no es poco, propósito de informar. Pero día a día, semana a semana, mes a mes y año a año, desde el fin de la Guerra Civil o el atropello a un niño por parte de un ciclista, las noticias ofrecidas a diario han quedado con el paso del tiempo convertidas en historia.

Incluso ese periódico que acaba al día siguiente en la papelera –en el mejor de los casos en el contenedor de papel para que pueda volver a tener una nueva vida– también se ha convertido ya en historia. Una historia muy viva a través del papel, de la edición digital o de las redes sociales. Una historia que El Norte de Castilla ha venido contando día a día y que al llegar esta importante efeméride lo eleva a la categoría de auténtico protagonista. Estoy convencida de que el farmacéutico, Mariano Pérez, y el médico, Pascual Pastor –fundadores de El Avisador–, jamás soñaron con que aquella gaceta acabaría siendo y haciendo historia día a día.

¡Feliz Aniversario! y ¡Larga vida a El Norte de Castilla!

PERIODISMO EN ESTADO PURO

MIGUEL ÁNGEL DE VICENTE MARTÍN

Presidente de la Diputación de Segovia

CELEBRAR el aniversario de un medio de comunicación es celebrar la libertad, es celebrar la máxima expresión de la democracia en forma de altavoz y es, sobre todo, celebrar la suerte que tenemos como sociedad de poder ser informados sin sesgos, ni presiones, ni condicionamiento alguno. El Norte de Castilla es uno de esos medios de comunicación que ha sabido adaptarse a los tiempos sin renunciar a su esencia porque no se me ocurre otra manera de poder cumplir 170 años en la difícil tarea de contar lo que ocurre y de opinar sobre lo que pasa, siendo la cabecera diaria más antigua de España. No en vano, en todo este tiempo, sus páginas han sido testigo de excepción de todos los avatares que ha vivido nuestro país conociendo el reinado de seis monarcas y una regente, las consecuencias de una revolución, el gobierno de dos repúblicas, las fisuras de una guerra civil y la parálisis de una dictadura, antes de asentarse en una democracia que, sin duda, es el mejor escenario posible para desplegar todas las bondades que conlleva la profesión periodística. Seguramente, en este tiempo, no hayan sido pocas las dificultades por las que haya pasado la cabecera, pero el talento de los profesionales que han dejado su impronta en cada noticia, en cada columna, en cada artículo, en cada editorial y, por supuesto, en cada fotografía; ha hecho sobreponerse al periódico de cada resbalón, impidiendo la caída. Con algunos errores, probablemente, que no han restado brillantez a los acier-

tos, esos que han dado consistencia a un proyecto que se ha ido asentando dentro de la Comunidad Autónoma y, por supuesto, en la provincia desde que naciera su edición segoviana el 20 de diciembre de 1992. Un año este de esplendor para España con la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla, un buen año para nacer prestos y dispuestos a contar miles de noticias que han cambiado el día de a día de nuestra provincia, coincidiendo además con un hecho que dio la vuelta al mundo: el corte del tráfico bajo los arcos del Acueducto. Podríamos repasar muchas de las portadas que ha dado este diario desde que fue fundado en 1854, podríamos criticar titulares, cuestionar opiniones o incluso ‘censurar’ alguna fotografía; pero lo que es indudable es que esa línea de reivindicar la profesión en su estado más puro, desde el periodismo más literario que siguiera su más célebre director, Miguel Delibes, ha llegado hasta hoy, recorriendo la senda que él marcó al asegurar que «el periodismo es un borrador de la literatura, y la literatura es el periodismo sin el apremio del cierre».

Termino felicitando a quienes forman parte de esta aventura y, espero, con total sinceridad, que la actividad frenética de este periódico a la hora del cierre en todas sus delegaciones acompañe el día a día de nuestro territorio durante muchísimos años más, en los que sigamos celebrando aniversarios redondos y leyendo grandes noticias para nuestro futuro como sociedad.

170 AÑOS DE HISTORIA Y COMPROMISO CON LA VERDAD

JOSÉ MAZARÍAS

Alcalde de Segovia

CELEBRAMOS con orgullo y gratitud el 170 aniversario de El Norte de Castilla, un periódico que ha sido declarante de la historia de Castilla y León y de España. Un testigo que ha hecho mucho más que observar. Ha narrado, informado, analizado y acompañado a generaciones de ciudadanos, contribuyendo decisivamente a la construcción de una sociedad más democrática y consciente. Como alcalde de Segovia, es para mí un honor sumarme a este homenaje y destacar la relación que ha mantenido nuestro municipio con este medio de comunicación de referencia, más intensa aún si cabe para los segovianos desde la implantación de su edición local, en 1992.

Este homenaje no es solo una celebración de un pasado largo y también complicado en ocasiones, en tiempos en los que el mantenimiento de su presencia diaria en los quioscos demuestra que la enésima ‘crisis’ de la prensa escrita puede capearse cuando las cosas se hacen desde la gestión eficaz, el respeto a los lectores, el rigor y manteniendo los valores y la esencia de la prensa escrita, esa que seguimos buscando cada día en sus páginas. Es también un recordatorio del valor del periodismo de calidad en nuestros días. Desde Segovia, mantenemos la confianza en El Norte de Castilla, que sigue siendo una brújula para todos aquellos que buscan entender mejor el mundo que les rodea.

«El Norte sigue siendo una brújula para todos aquellos que buscan entender mejor el mundo que les rodea»

La vinculación de Segovia con este medio es un ejemplo más de cómo una ciudad con un patrimonio monumental tan emblemático se inserta en la modernidad. El Acueducto, testimonio de la ingeniería romana y símbolo de nuestra ciudad, sigue siendo un puente entre el pasado y el presente, de la misma manera

que El Norte de Castilla ha sabido serlo entre el periodismo tradicional y el de la era digital. En este sentido, el papel de los periodistas no solo es informar, sino también interpretar, contextualizar y, sobre todo, hacer preguntas. En una democracia sana, la prensa es un pilar fundamental que ayuda a los ciudadanos a tomar decisiones informadas. Los lectores de El Norte de Castilla reclaman siempre la vocación de servicio público, la búsqueda incansable de la verdad que permite construir una comunidad más fuerte, más justa y más unida. Segovia se enfrenta hoy a nuevos desafíos, desde la conservación de su patrimonio hasta la implementación de nuevas tecnologías que mejoren la vida de sus habitantes. En este proceso, contar con apoyos cómplices como una prensa veraz e imparcial es un elemento clave para garantizar una ciudadanía informada y consciente de las decisiones que afectan su futuro. Hoy, más que nunca, necesitamos medios que contribuyan a la construcción de una sociedad mejor, que den voz a los ciudadanos y que, a través del análisis crítico y la información rigurosa, nos ayuden a comprender los retos del presente y las oportunidades del futuro. El Norte de Castilla ha cumplido con ello durante 170 años, y estoy seguro de que continuará haciéndolo en las próximas décadas, siempre al servicio de Castilla y León y, por supuesto, de Segovia. Como alcalde de Segovia, quiero agradecer a El Norte de Castilla su dedicación y su compromiso. En este aniversario, celebremos su legado y miremos hacia adelante con la confianza de saber que, con medios de comunicación veraces y comprometidos respaldados por la solidez empresarial, podemos construir un futuro mejor para todos. Felices 170 años.

UNA PRUEBA DE ÉXITO, DE RESILIENCIA

Y DE RESISTENCIA

CRISTINA AYALA

Alcaldesa de Burgos

QUE El Norte de Castilla celebre su 170 aniversario es mucho más que una efeméride digna de destacar. Y de celebrar junto a la gran familia del diario decano de la prensa regional y nacional. Es una prueba de éxito, de resiliencia y de resistencia en el complejo mundo de los medios de comunicación. Todos sabemos que la prensa se enfrenta desde hace décadas a un constante proceso de renovación en el que se cuestionan no sólo su forma de acercarse y contar la realidad, sino el papel de las audiencias, la cercanía y compromiso con la compleja sociedad a la que debe dar servicio o los formatos para hacer atractivos y cercanos sus contenidos.

La renovación constante ha dejado de ser coyuntural y el cambio constante se ha convertido en estructural. Y más tras la revolución digital. En definitiva, el éxito de un medio de comunicación con afán de perdurar y seguir siendo útil e influyente se basa en acompasar su ritmo y ‘respirar’ las mismas inquietudes, afanes y éxitos de la sociedad a la que representa. Y El Norte de Castilla es un buen ejemplo de todo ello. Lejos quedan sus orígenes a mediados del siglo XIX, centrados en la defensa de la Castilla rural y cerealera. El periódico supo atar su supervivencia a lo que reclamaban los tiempos que iban llegando. Así, encaró sus 150 años de vida en los años 90 del siglo pasado, en tiempos en que los retos económicos, comerciales y periodísticos demandaban salir del cinturón de confort de las fronteras locales y regionales. Su incorporación a Vocento, principal grupo de prensa regional español, le dio a El Norte el soporte que necesitaba para subir un peldaño más en su asentamiento como referencia. El glorioso pasado como escuela de periodismo, en cuyas páginas publicaron algunas de las principales firmas (de Miguel Delibes, a Francisco Umbral o Manuel Leguineche, pasando por José Jiménez Lozano...), demandaba una apuesta de futuro que el impacto posterior del periodismo digital ha demostrado acertada.

Desde su profundo compromiso con la ciudad que lo vio nacer y a la que sigue sirviendo, Valladolid, El Norte de Castilla no ha dejado nunca de atender y ampliar su vocación castellana y leonesa, y sigue siendo una referencia y consulta obligada para entender los retos, desafíos, logros, pero también los déficits de nuestra comunidad autónoma.

Por eso, desde un Ayuntamiento como el de Burgos, encontramos algunos paralelismos con la vida y la evolución de un diario como El Norte. Nosotros también hemos asumido que hay que apostar por

una renovación constante de nuestra forma de trabajar y nuestros objetivos como gestores públicos. Al igual que un diario, un Consistorio sólo puede ser útil y alcanzar logros si es capaz de dar respuesta a las inquietudes y necesidades de sus vecinos. Si un diario debe poner los ojos y los oídos al ras de las calles para escuchar su respiración, un Ayuntamiento también debe intentar ofrecer su mejor ‘portada’ cada mañana para que nuestros habitantes nos sientan como parte de ellos. Dentro de las muchas iniciativas con las que en Burgos intentamos también subirnos al futuro, me gustaría destacar dos. Llevamos bastantes años oyendo y debatiendo sobre un cambio estructural en las formas de consumo y producción energética, como una respuesta ineludible y con plazos cada vez más cortos frente a los retos del cambio climático. Desde el Ayuntamiento de Burgos y en esta legislatura hemos convertido el impulso del hidrógeno como una de nuestras señas de identidad. La aplicación práctica de esta cultura ya es visible en nuestro entramado ciudadano y empresarial con varios ejemplos: apostamos porque la futura Red de Transporte de Hidrógeno pase por Burgos; estamos promoviendo el desarrollo de una incubadora de empresas en hidrógeno y energías verdes. Además, la industria burgalesa es copartícipe y viene impulsando desde hace años el uso del hidrógeno verde como una oportunidad para el desarrollo. Un ejemplo de esto es el proyecto de la empresa Sener en el polígono de Villalonquéjar, que supondrá un antes y un después para la industria burgalesa.

Además, creemos que nuestra ciudad es una inmensa fábrica de talento. Estamos orgullosos de ser el escenario de un gran dinamismo económico y empresarial. Y, para consolidar y empujar aún más esta pujanza industrial y cultural, hemos lanzado un Plan de Talento como instrumento clave para la planificación del futuro de la ciudad a medio plazo. Bajo cinco ejes (formación, empleo, ocio, vivienda asequible para nuestros jóvenes y calidad de vida), la Estrategia General Burgos 2024-2035 pretende ser el armazón para planificar el Burgos que queremos para 2035. La estrategia a medio plazo de la ciudad se basa en los dos elementos que nos identifican: la industria y la cultura y el patrimonio, ejes que son la piedra de toque del Burgos moderno, rompedor, pujante y de vanguardia en el que estamos trabajando. En ese camino, esperamos hacer un recorrido paralelo con El Norte de Castilla y, con su complicidad, llegar a esta fecha compartiendo éxitos.

UNA COMUNIDAD FALLIDA

JOSÉ ANTONIO DIEZ

Alcalde de León

HE de confesar que, como a miles de leoneses, me dolió y decepcionó la primera vez que oí al presidente de la Junta señalar que Castilla y León es una comunidad de éxito. Últimamente lo reitera –cada vez con más deleite y altavoz–y me lleva a pensar que bien estamos ante un mantra que él se dice a sí mismo para convencerse o bien lo cree. Espero que estemos ante la primera opción porque no le tengo por una persona fantasiosa y, sinceramente, en León no vemos ningún argumento que nos convenza de su adagio.

Los medios manejan datos que echan por tierra la máxima del presidente y que, en el cumplimiento de su correcta tarea periodística, deberían revelar como respuesta cada vez que el presidente hace alarde de su nunca bien comprendida imaginación. Mal entendida en León, entiéndanme.

Apoyamos los leoneses el argumento contrario al presidente quizá porque tenemos la mala costumbre de mirar más en las estadísticas que en las palabras salidas de la imaginación del presidente.

Desde la creación –contra toda lógica histórica, económica y social–de esta, para mí y miles de leoneses, comunidad fallida, León ha perdido un 15% de su población en un contexto de crecimiento nacional del 26%. La autonomía «de éxito» ha caído demográficamente un 8,12%, con el segundo peor dato nacional (tras Asturias) en un contexto de crecimiento poblacional, revela el informe del Observatorio Económico elaborado por Proyecto León. Resultados similares se obtienen al comparar los datos de la EPA que son, verdaderamente, demoledores. La población ocupada ha crecido un 95,19% en nuestro país desde 1982, un 41% en la comunidad autónoma (la mitad) y un 17% en la región leonesa. Sin entrar a detallar los datos provinciales la comparativa siempre sale negativa para nuestro territorio. Datos de despoblación, cierre de servicios, listas de espera presentan, igualmente, diferencias territoriales que muestran que no ha habido ninguna vertebración y que una región está ya a años luz de otra. Ya saben de qué les hablo: de mi tierra y de la

de aquellos que mantenemos que una comunidad uniprovincial – cuya posibilidad está reconocida en la Constitución– sería positiva, buena para la tierra heredera de la Cuna del Parlamentarismo y del Reino cristiano medieval más extenso en territorio y duración. Sí, una tierra con sus peculiaridades históricas, geográficas e identitarias que ni la potente maquinaria de la Junta ha podido opacar.

Sí. Sobre estas raíces se cimenta ese autogobierno que pretendemos muchos, cada vez más leoneses, en una propuesta transversal que alcanza a todas las ideologías y que se extiende alimentada por argumentos. Y por política, sí. Esa política que ha creado una comunidad a dos velocidades, que no ha sabido resolver ninguno de los retos de vertebración, desarrollo e identidad que se plantearon cuando se creó contra natura. Y contra el deseo de los leoneses. Una corriente que propone capacidad en la toma de decisiones y que no atenta contra nada ni contra nadie, pero que es la única clave para el futuro de los leoneses.

Gracias a El Norte de Castilla por entender y dar voz a esta otra tierra que nada, aún, contracorriente.

UN PERIÓDICO PEGADO A LA TIERRA

CARLOS GARCÍA CARBAYO

Alcalde de Salamanca

CUMPLIR 170 años de vida sabiéndose adaptar a los cambios sociales, políticos y tecnológicos y defendiendo al propio tiempo la identidad y los intereses de su región, es una tarea digna de encomio. Por eso quiero felicitar a todo el equipo humano de El Norte de Castilla. Por haber llegado hasta aquí y continuar siendo un referente de la información en nuestra comunidad autónoma. La prensa juega un papel más fundamental que nunca en un momento en el que recibimos información de canales muy diversos y de procedencias muy variadas. Los medios serios y rigurosos sois un aval de confianza y también de fiscalización de las administraciones públicas. Pero en el caso de El Norte de Castilla también sois un garante de los intereses de una región de gentes luchadoras, trabajadoras y emprendedoras y donde siempre se ha demostrado una absoluta lealtad a las instituciones del Estado. Por eso es de agradecer que se le dé voz a este compromiso que tiene Castilla y León con el progreso de España, pero también a las reivindicaciones

justas y necesarias que emanan de sus ciudadanos.

«El Norte de Castilla siempre ha sido sensible a la realidad de Salamanca y nos acompaña en esa andadura»

La actualidad de Salamanca siempre ha tenido un reflejo en las páginas de El Norte de Castilla, especialmente durante el periodo en el que contó con una edición en esta provincia. La transformación que ha vivido la ciudad en los últimos años ha sido notable. Se ha hecho una decidida apuesta por la infraestructura verde, la modernización de los barrios, el incremento de su atractivo turístico, la ampliación de las políticas sociales… además de propiciar un clima de pactos y trabajo en equipo con el resto de las instituciones. Pero uno de los cambios más profundos ha sido la creación y consolidación de un modelo complementario al exitoso de turismo y servicios que, bajo la denominación ‘Salamanca Tech’, ha generado un polo tecnológico de referencia en el suroeste de Europa. Una nueva realidad a la que El Norte de Castilla siempre ha sido sensible y de la que se ha hecho eco con generosidad. Gracias por acompañarnos en esta andadura y enhorabuena por este aniversario.

El avance de Valladolid, contado por El Norte de Castilla

EL Norte de Castilla ofrece a los lectores un recorrido por la historia menos conocida de la ciudad y la provincia con motivo de su 170 aniversario. Son 45 reportajes que recogen el avance de Valladolid desde múltiples perspectivas, abordadas, ade-

más, a través de circunstancias y personajes singulares. Centrados en gran medida en el siglo XIX y primeros años del XX, los reportajes reflejan la modernización económica de la ciudad a través de hitos como el ferrocarril, los mercados de hierro, los tranvías, el alcantarillado y la luz eléctrica,

José María Lacort, los jesuitas y los Hermanos de La Salle, y vicisitudes políticas como los motines del pan, con su curioso estallido tras la disputa con una panadera en la Plaza Mayor, el sueño de un cantón castellano en 1873 o la primera víctima del bando ‘nacional’ en toda España. 45 reportajes recorren los hitos históricos más relevantes y menos conocidos

contemplados a través de personajes como los hermanos Perèire, los ingenieros Grasset y Uhagón o la impronta de Santiago Alba y Basilio Paraíso. No faltan personajes enorme poder económico, como Antonio Ortiz Vega y su caída en desgracia, o José León y Saturnino Guerra, impulsores del

Teatro ‘Lope de Vega’, políticos de la talla de Miguel Íscar o benefactores como Marcos de la Fuente, que invirtió buena parte de su dinero en traer la estatua de Colón. Hay avances médicos como los que le costaron la vida a Nicanor Remolar, hitos en la enseñanza protagonizados por

Cultura, tradición, familia, saber hacer, respeto por el medio ambiente y por quienes lo habitan, es lo que se encontrará el visitante que desee descubrir el pasado y presente de una bodega emblemática de Valladolid: Dehesa de los Canónigos. Una finca histórica en el corazón de la Milla de Oro de la Denominación de Origen

Ribera del Duero cuya historia se remonta a la mitad del siglo XIX. Una casa con bodega, donde su particular arquitectura, junto al centenario pinar abrazado por el río Duero, sus hermosos jardines y el viñedo que se extiende en la propiedad, forman un paraje inspirador para disfrutar de sus vinos de exquisita calidad. Recorrer esta bodega, inspira, te hace respirar historia, arte, cultura, ecología y solidaridad.

ENRIQUE BERZAL
Tranvía eléctrico a principios del siglo XX en la Avenida de Alfonso XIII, hoy Acera de Recoletos. ARCHIVO MUNICIPAL

Los motines del pan de junio de 1856, motivados por el hambre, arrasaron fábricas y domicilios particulares y fueron duramente reprimidos

Ramona Maeso encendió la chispa de la revuelta

AQUELLO parecía una mera disputa entre mujeres. Era el 22 de junio de 1856. Con la Plaza Mayor abarrotada, la panadera Ramona Maeso Sardón y una clienta apodada ‘La Madrileña’ discutían con acaloramiento. Hasta que la segunda dio la voz de alarma: Ramona quería subirle un cuarto el precio del pan y eso no se podía tolerar. De manera sorprendente, fueron llegando más y más mujeres hasta sumar 200 personas, enfurecidas, frente al Ayuntamiento. Todas apoyaban a ‘La Madrileña’ contra los abusos de panaderos y fabricantes de harinas. El motín era una realidad y sus consecuencias serían impensables no solo para los regidores, sino también para el gobierno progresista liderado por Espartero. Ya lo dirá, meses después, el promotor fiscal:

«El alfa y omega de los sucesos de que se trata, son la quimera particular que se trabó en la procesada llamada ‘La Madrileña’, y la panadera Ramona Maeso Sardón, y las ejecuciones sangrientas que hasta ahora se han realizado, y de las que se tendrán que realizar. Las expresadas dos mujeres disputan, riñen, se pegan, porque la panadera pretende vender el pan a mayor precio que aquel a que lo había vendido en aquella mañana misma, aprovechándose de la escasez. Lo que era cuestión de dos personas se hace cuestión de muchas, y todas se ponen de parte de la compradora la Madrileña (…) y cuando la Autoridad local se presenta, se las tiene que haber con gentes que ya tumultuariamente le piden pan,

preocupadas y alarmadas con la idea de que, o por carestía o por escasez, no van a tenerlo aquel día que comer; y aquí principia a desbordarse el torrente de los sucesos». Aunque el epicentro de la revuelta se situó en los días 22 y 23 de junio de 1856, los orígenes eran remotos. Así lo ha demostrado en varios artículos Javier Moreno Lázaro. Factores como la demanda de trigo español en mercados extranjeros a causa de la Guerra de Crimea (18541856), las malas cosechas y la consiguiente subida del precio del pan, artículo de primerísima necesidad, el incremento del paro entre las clases populares y la subida de impuestos a mediados de aquel año fueron una mezcla explosiva. Hambrientos y sin trabajo, abocados muchos a la mendicidad, cientos de vallisoletanos se lanzaron contra quienes consideraban los principales culpables de su miseria: pana-

deros, fabricantes de harinas –a los que acusaban de especular y de provocar, por tanto, el encarecimiento del pan– y autoridades locales. Por eso lo primero que hicieron fue saquear el edificio consistorial, presidido entonces por Dionisio Nieto, destrozar cuanto pudieron y apoderarse de la campana del reloj «para tocarla a somatén». Luego fueron a por el gobernador, Domingo Saavedra, que intentó huir y refugiarse en las inmediatas dependencias militares de San Benito. La escena era impactante: en su fuga, Saavedra perdió el som-

No hubo piedad con los apresados: 21 hombres fueron fusilados y tres mujeres ajusticiadas a garrote vil

brero, recibió un duro golpe en la cabeza y hasta un navajazo en el muslo. A punto estuvieron los amotinados de tirarle al foso del Alcázar. Luego arremetieron contra fábricas harineras situadas en el entorno del Canal de Castilla, llegando a incendiar tres de ellas, destrozaron almacenes, causaron graves daños en empresas, arremetieron contra el fielato del Puente Mayor y saquearon domicilios de harineros poderosos, cuyos apellidos aún resuenan en el imaginario colectivo: Semprún, Suárez Centí, Aldea, Iztueta, Lecanda, Fernández Vítores, Viuda de Alegre, etc. Alcalde y gobernador estaban desbordados. Aunque el primero había forzado una leve bajada del precio del pan, la demanda sobrepasaba las existencias de trigo y los panaderos no lo cumplieron. La represión fue durísima. Joaquín Armero y Peñaranda, capitán general de Castilla la Vieja, presionó al go-

bernador y consiguió que se proclamase el Estado de Guerra. Dividió la ciudad en cuatro sectores, movilizó a la población y al Ejército, efectuó numerosas detenciones y en pocas horas, concretamente a las dos de la tarde del 23 de junio, logró que la tranquilidad volviera a las calles. No así en Palencia, Medina de Rioseco y otros pueblos de la provincia vallisoletana como Mojados, Cabezón y Arroyo de la Encomienda, donde los disturbios fueron sonados. Podría decirse que hasta el 29 de junio no se restauró completamente el orden. «Solo en la fábrica de Semprún ardieron 17.000 arrobas de harina, 4.000 fanegas de trigo y 7.000 de salvado. Los daños materiales ascendieron a 3 millones 160 mil reales», señalará posteriormente el fiscal, Buenaventura Alvarado.

El informe del gobierno, encargado al ministro Patricio de la Escosura, despejaba toda intencionalidad política a pesar de que desde la prensa afín a Espartero se hablaba de conspiraciones anarquistas y socialistas. No había duda alguna sobre la causa profunda de las algaradas: todo se debía, básicamente, al hambre que atenazaba a los menesterosos, Pese a ello, no hubo piedad con los apresados y juzgados. 21 hombres fueron fusilados, muchos de ellos junto a las mismas fábricas incendiadas, y 3 mujeres fueron ajusticiadas a garrote vil. Pero los motines del pan de Valladolid y Palencia tuvieron consecuencias políticas de envergadura: el Ayuntamiento vallisoletano dimitió en bloque pocos días después, y también provocaron la caída del gobierno progresista de Espartero.

En los puestos de mercado de la Plaza Mayor, como el de la imagen, se enfrentaron Ramona Maeso y ‘La Madrileña’. ARCHIVO MUNICIPAL
ENRIQUE BERZAL
Las fábricas situadas en el Canal de Castilla fueron las más castigadas. AMVA

Aunque gaditano de nacimiento, José María Lacort ocupa un lugar privilegiado en la historia de la ciudad por su contribución a renovar la enseñanza

36 años formando a los futuros maestros de Valladolid

SU nombre figura en la nómina de maestros que contribuyeron a renovar la enseñanza en España, pero también entre quienes impulsaron la modernidad en las aulas vallisoletanas mejorando la formación de los futuros profesores. No por casualidad, el 30 de enero de 1902 el Ayuntamiento de Valladolid decidió cambiar el nombre de la ‘calle de los Mostenses’ por el de José María Lacort y Lozano, un gaditano nacido el 6 de abril de 1815 que dirigió la Escuela Normal de Maestros de nuestra ciudad durante 36 años. Lacort era un personaje peculiar. Su vocación primigenia pasaba por la carrera naval, pero, como ha escrito Isidoro González Gallego, ciertos problemas de salud le hicieron desistir de sus intenciones. Así que se inclinó por los estudios de Farmacia y, una vez finalizados, obtuvo una beca de la Diputación Provincial para ingresar en la Escuela Normal Central y formarse como maestro. Allí recibió la tutela y las enseñanzas de figuras tan importantes en la formación de maestros como Pablo Montesino, Joaquín Avendaño, Mariano Cardedera y Laureano Figuerola. Su currículo final fue brillante, pues lo adornaron las máximas calificaciones posibles. Eran tiempos en los que se estaba forjando el diseño moderno de la formación de maestros, aspecto en el que Lacort tendría mucho que decir. Su buen desempeño en los estudios explica que en 1841 fuera nombrado inspector provincial de Escuelas de la provincia de Cádiz, cargo que ejerció hasta 1843, cuando obtuvo su primer trabajo en una escuela pública. Comenzó pronto a preparar oposiciones para ingresar en la Escuela Normal de Maestros de Valladolid, pero primero ejerció como segundo maestro en la de Sevilla, donde ingresó en 1849. Su ansiado destino lo obtuvo en octubre de 1855, cuando llegó a la ciudad

El convento de los Mostenses, luego Escuela Normal, dirigida por Lacort entre 1855 y 1891.

del Pisuerga para sustituir a Simón Anacleto Aranda, primer director de la Escuela Normal vallisoletana. Durante los más de 35 años de dirección «salieron de sus manos centenares de maestros bien instruidos en las diversas disciplinas académicas; a todos ellos siempre les animaba para que trabajasen sin descanso en sus escuelas por el bien de la humanidad y por la regeneración intelectual

De ideario liberalconservador, Lacort abanderaba ideales regeneracionistas en materia de enseñanza

del país», señalan Rufino Cano y R. Clara Saavedra. De ideario liberal-conservador, Lacort abanderaba ideales regeneracionistas en materia de enseñanza, pues como tal ha sido calificado su famoso ‘Informe sobre algunos puntos de la Primera Enseñanza’ presentado al rector de la Universidad Literaria de Valladolid en 1866. Analizado por Cano y Saavedra en dos modélicos estudios sobre el pensamiento pedagógico del personaje, en este documento Lacort propugnaba medidas novedosas en su momento como, por ejemplo, el establecimiento de cuatro grados para los estudios de los futuros maestros, desde dos cursos académicos hasta cinco. El objetivo de esta medida era igualar el nivel de estudios de Magisterio con el de las Facultades

universitarias. Lacort era tolerante y sabio, paternal y cariñoso, pues sostenía que el maestro debía ser como el segundo padre de los alumnos. Amigos y adversarios elogiaron en todo momento su amplia cultura, su gracejo andaluz y su manera de comportarse.

Durante su larga etapa como director de la Escuela Normal vallisoletana, solo interrumpida por los sucesos revoluciona-

Era tolerante y sabio, paternal y cariñoso, pues sostenía que el maestro debía ser como el segundo padre de los alumnos

rios de 1868, que le obligaron a dar clase en el Instituto Provincial como profesor de Pedagogía, José María Lacort dio a la imprenta relevantes textos de uso escolar, como ‘Colección de fábulas para uso de los niños’ (1859) y ‘Cuadros y ejercicios de análisis gramatical y lógico’ (1869). Además, su obra de teatro infantil titulada ‘El Teatro de los Niños: colección de juguetes dramáticos en verso’, de 1869, fue seleccionada en 1864 por el Consejo del Reino como libro de lectura para todas las escuelas. También escribió, ese mismo año de 1869, ‘Los pretendientes de Concha: sainete’. Lacort colaboró con la prensa más afín a su ideario, en especial con ‘La Crónica Mercantil’, si bien se prodigó más en revistas de su especialidad, como no podía ser de otra forma. Dirigió ‘El Correo del Magisterio’ entre 1859 y 1867 y 1873-1878, ‘El Sistema’ entre 1869 y 1873, y ‘La Opinión’ en 1878. Hombre de salud delicada, falleció en Valladolid el 10 de octubre de 1891, a los 76 años. El funeral fue todo un acontecimiento en la ciudad. El 30 de enero de 1902, a propuesta de los concejales Mariano Fernández Cubas y Rafael Ortiz Gutiérrez, el Ayuntamiento aprobó por unanimidad dedicarle una calle próxima a la Escuela Normal y a su domicilio particular. La proposición no tiene desperdicio: «Para enaltecer la memoria de aquellos que trabajaron por fomentar la enseñanza proponen al Excelentísimo Ayuntamiento acuerde dar el nombre de José María Lacort a la calle de Los Mostenses, notable fabulista, correctísimo escritor, de culto ingenio, de ameno trato, de inagotable bondad, que durante cerca de 50 años (sic) ha estado regentando la Escuela Normal, dejando en la historia del magisterio luminosísima estela, y s iéndole por tanto deudor nuestro progreso intelectual y moral de profunda gratitud y de inmenso reconocimiento».

ARCHIVO MUNICIPAL
Portada de una de las obras de Lacort. UNIVERSIDAD DE VALLADOLID
E. B.

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Levantado en 1858, el Arco de Ladrillo ha sido motivo de diversas teorías sobre su origen, que en realidad obedece a la llegada del ferrocarril

Un arco monumental y enigmático

CUANDO llegó la reina Isabel II a la ciudad, en julio de 1858, para darse un auténtico baño de masas, el arco aún no estaba finalizado pero la prensa destacó su hermosura y su finalidad, que no sería otra que servir de entrada al anhelado ferrocarril del norte. Han pasado más de 166 años y todavía la leyenda envuelve al famoso Arco de Ladrillo, todo un símbolo de la pujanza industrial y constructiva del Valladolid del siglo XIX. El mismo Juan Agapito y Revilla, en su famoso libro dedicado a las calles de esta ciudad, se preguntaba sobre el verdadero origen de esta emblemática obra, para cuyo emplazamiento no encontraba suficiente justificación: «He procurado investigar la razón de levantar tal arco en punto y sitio tan curioso y sin justificación de ningún género, preguntando a funcionarios del ferrocarril, que no resolvieron en concreto mi curiosidad, pues mientras unos me decían que era una especie de arco triunfal para la inauguración del ferrocarril, con efímera vida, pero que como resultó fuerte y bien construido lo dejaron luego como permanente; otros me contaron ciertas disputas entre los ingenieros franceses de cuya porfía salió el arco; y algunos, los más razonables, me dijeron que se hizo tal arco para probar la resistencia de una cimbra hecha para

construir una obra de fábrica, un puente. Lo más probable sería esto último». No estuvo atinado, sin embargo, el gran arquitecto vallisoletano en su aseveración, a tenor de las indagaciones más recientes sobre el origen del Arco de Ladrillo. Ciertamente, durante la estancia de Isabel II en la ciudad cumplió funciones alejadas de su cometido inicial, pues sirvió para instalar las carpas en las que se agasajaron a los numerosos invitados, y sostener las banderas de España y Francia. Esto último está íntimamente ligado a la llegada del ferrocarril a la ciudad, toda vez que la empresa encargada no era otra que la francesa Credit Mobilier, y no es inverosí-

mil imaginar a numerosos ingenieros franceses participando en los agasajos a la reina en la ciudad. De hecho, la primera vez que el arco aparece nombrado en El Norte de Castilla es, precisamente, el 25 de julio de 1858, con motivo de aquel acontecimiento: «A las seis y media de la tarde del día 23 llegaron SS. MM. y AA. a la elegante tienda de campaña que la sociedad de crédito moviliario (sic) español, concesionaria constructora y del ferrocarril del Norte había levantado fuera de las puertas del príncipe D. Alfonso, frente al soberbio y atrevido arco de la estación». Entre las elucubraciones sobre el origen de nuestro arco, cuya construcción se fecha en-

tre 1856 y 1858, figura también la de Ortega y Rubio, quien asevera que fue construido por el empresario Joaquín Fernández Gamboa para demostrar la robustez del ladrillo que producía su fábrica. De forma semi elíptica, construido todo en ladrillo y forrado de mortero, su verdadera razón de ser la explicó el profesor Nicolás García Tapia en su discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, leído en el año 2000. «Existe la evidencia de que el arco estaba ligado a las instalaciones de la antigua estación de ferrocarril», afirma el profesor, que ha consultado diversos documentos de la época y en casi todos aparece denominado como

«Arco de la Estación». La noticia de la concesión a Valladolid de la línea de ferrocarril Madrid-Burgos, conocida en 1856, explicaría el proceso de construcción del arco, el cual, al tener que esperar hasta finales de 1859 para ver llegar a Valladolid el primer tren, sirvió para otros menesteres. Así, con motivo de la Primera Exposición Agrícola e Industrial de la ciudad, celebrada en septiembre de 1859, volvió a ser un referente especial. Fue poco después, concretamente en octubre de ese mismo año, cuando llegaba a Valladolid la primera locomotora procedente de Burgos, acontecimiento que nuevamente congregó a toda la ciudad. «La línea ferroviaria llegaba justo hasta el Arco de la Estación, convertido nuevamente en monumento de referencia de tan extraordinario acontecimiento», señala García Tapia.

Símbolo de modernidad

El Arco de Ladrillo se erigió entonces en puerta de entrada del ferrocarril en Valladolid, pues por debajo de él comenzaron a pasar las locomotoras cuando se construyeron las primeras instalaciones y la vía llegaba hasta Madrid. El Arco de Ladrillo es, pues, símbolo de la modernidad y de la pujanza industrial de la ciudad del Pisuerga en la segunda mitad del siglo XIX, ya que, como recuerda García Tapia, ninguna otra estación de España conserva un arco monumental erigido para la entrada de los trenes: «Posiblemente su origen esté en la tradición de señalar la entrada de los caminos a la ciudad por medio de puertas monumentales. En la nueva era industrial, el camino era de hierro y el Arco de la Estación fue la puerta monumental de entrada de las nuevas diligencias de caballos de vapor, es decir, la arquitectura bajo la que iban a pasar las máquinas de la Revolución Industrial».

El Arco de Ladrillo, con obreros ferroviarios, a principios del siglo XX. ARCHIVO MUNICIPAL
El Arco de Ladrillo, durante la visita de la reina Isabel II a Valladolid, en junio de 1858. EL NORTE
E. B.

Isaac y Émile Péreire, creadores de la sociedad Crédit Mobilier, consiguieron en 1856 la concesión de la línea de Madrid-Irún que pasaba por Valladolid

Los hermanos franceses que propiciaron el ferrocarril

AQUEL deseo se había convertido en una pujante realidad. El símbolo del progreso, el artífice de la gran revolución de las comunicaciones llegaba a Valladolid de manos francesas. El Norte de Castilla lo celebró con fervor el 23 de agosto de 1856. Aseguraba que la Sociedad ‘El Crédito Mobiliario’, de origen y capital francés, al ofrecer «todo su apoyo al Gobierno de su Majestad», daría gran impulso a todas las obras ferroviarias contratadas, con lo que «muy pronto debe verificarse la subasta para la sección del Ferrocarril desde Madrid a Valladolid».

En aquellos momentos, una vez malogrado el proyecto ferroviario Alar-Santander, todos los ojos estaban puestos en la línea Madrid-Irún, que implicaba directamente a Valladolid. Gracias a ella, la ciudad del Pisuerga se erigiría en el centro neurálgico de los negocios, paso obligado de mercancías y centro redistribuidor de las mismas. Y es que la línea Madrid-Irún se proyectó como el tronco del que partirían los diversos ramales llamados a drenar el tráfico comercial del oeste, noroeste y de la región cantábrica. La concesión relativa al paso por Valladolid se hizo pública en 1852. Tres años después, a instancias de la Ley General de Ferrocarriles del 3 de junio, ya se contemplaba la sección segunda (Valladolid-Burgos) de la línea Madrid-Irún y su subasta. Ésta tuvo lugar al año siguiente, el 20 de febrero de 1856, recayendo la concesión en la Sociedad de origen francés Crédit Mobilier. Creada por los hermanos franceses Isaac (1806-1880) y Émile (1800-1875) Péreire, Crédit Mobilier había revolu-

cionado las finanzas francesas a partir de 1852 con una suerte de capitalismo popular capaz de reunir tanto los grandes capitales como los más pequeños para destinarlos a las más diversas inversiones: ferrocarriles, compañías de seguros, líneas trasatlánticas, infraestructuras urbanas e incluso planes de remodelación urbanística de la capital francesa, auspiciados por el prefecto de París, el Barón Haussmann. Los hermanos Péreire continuaron su política de inversiones en España mediante una filial de su empresa parisina. En un primer momento se centraron en la explotación del ferrocarril, pero no tardarían en diversificar sus negocios impulsando, entre otros, todo lo relacionado con la acometida del gas en Madrid y la potente compañía de seguros La Unión y El Fénix. Valladolid entró de lleno en sus planes tras la concesión relativa al paso de la línea ferroviaria Madrid-Irún, sobre todo porque nuestra ciudad reunía las condiciones más ventajosas para ser el centro neurálgico de la misma: una excelente localización geográfica, fluidas relaciones comerciales con los puertos de Galicia, Asturias, Santander y Bilbao, y su configuración como centro redistribuidor del carbón procedente de Barruelo.

El anuncio de la llegada del ferrocarril a Valladolid fue motivo de festejo y afirmación patriótica

Para una más eficaz gestión y explotación de sus intereses ferroviarios, Crédit Mobilier puso en marcha la principal de sus inversiones en nuestro país: la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, familiarmente conocida como Norte, creada en 1858 para construir la línea ferroviaria que uniría Madrid con Valladolid, Burgos y Francia a través de Miranda de Ebro. En Valladolid centralizó todos los servicios de la red, los Almacenes Generales y los Talleres Centrales de Reparación de Material rodante, erigidos en 1861 y convertidos en pieza clave tanto para la Compañía como para la fisonomía social y urbanística de la ciudad. El anuncio de la llegada del ferrocarril a Valladolid fue mo-

tivo de festejo y afirmación patriótica. Las celebraciones partieron de la iniciativa edilicia y comenzaron nada más tener noticia, en febrero de 1856, de la adjudicación de la línea Madrid-Irún a la Sociedad francesa: el día 24 se corrieron tres novillos embolados y enmaromados, se dispararon cohetes,

El mismo Espartero se encargó de remover las primeras tierras para la construcción de la vía

se iluminó la ciudad a las ocho de la noche, la Banda Nacional de Infantería tocó unas piezas de música y a los Comisionados se les ofreció una serenata a su regreso de Madrid. El 14 de marzo, la Corporación acordaba dar el nombre de ‘calle de 20 de Febrero a la vía que, formada por los terrenos cedidos gratuitamente por José León y Compañía, se extendía «por Oriente a la de Doña María de Molina y por Occidente a la Ronda de San Lorenzo». Mayor impacto tuvo el acto solemne de inauguración de las obras, verificado el 26 de abril en el lugar denominado ‘Puente encarnado’, con la asistencia del mismo Espartero, presidente del Gobierno. En el acto, el duque de la Victoria removió las primeras tierras para llevar a cabo la construcción de la ‘Alcantarilla, número primero, del trazado de la vía’ y, a decir de las actas del Ayuntamiento y del testimonio de los contemporáneos, todo se hizo «en medio de las demostraciones más extraordinarias de público contento y entusiasmo en que rebosaba la inmensa concurrencia que llenaba el espacio», entregándose la población «a verdaderos trasportes (sic) de alegría».

Los hermanos Péreire. EL NORTE
El tren a punto de pasar por debajo del Arco de Ladrillo.
E. B.
Primera Página de 1858. EL NORTE

El emblemático edificio del siglo XVI, que daba a la calle Miguel Íscar y fue inmortalizado por Miguel de Cervantes, fue derribado en 1890

El Hospital del ‘Coloquio de los Perros’

SALÍA del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid, fuera de la Puerta del Campo, un soldado que, por servirle su espada de báculo y por la flaqueza de sus piernas y marillez de su rostro, mostraba bien claro que, aunque no era el tiempo muy caluroso, debía de haber sudado en veinte días todo el humor que quizá granjeó en una hora». Así fue como el histórico edificio de Valladolid, situado al comienzo de la Acera de Recoletos, entró en tromba en la historia: con esta cita de Cervantes en ‘El casamiento engañoso’, dentro de sus ‘Novelas ejemplares’. El escritor volvería a este lugar en la ‘Novela y coloquio que pasó entre Cipión y Berganza, perros del Hospital de la Resurrección, que está en la ciudad de Valladolid, fuera de la puerta del Campo, a quienes comúnmente llaman los perros de Mahudes’. El origen de este emblemático edificio hay que buscarlo en 1552, momento en el que la mancebía gestionada por la Cofradía de Nuestra Señora de la Consolación abandona su sede de la Acera de Recoletos, a la altura de la actual Casa de Mantilla, para instalar, al año siguiente, un nuevo hospital cuya iglesia daba a la calle de Miguel Íscar. Una fundación que no puede entenderse sin el esfuerzo del clérigo Alonso de Portillo, empeñado en sacar, con apoyo del concejo, a todos los enfermos contagiosos del recinto de la cerca urbana. Gestionado primero por la Cofradía de la Resurrección y posteriormente, antes de acabar el siglo, por la Orden de San Juan de Dios, era el más importante después del hospital de Santa María de Esgueva y se centraba en atender a enfermos de sífilis

y sarna. El edificio comenzaba en la Acera de Recoletos y se extendía por la calle del Rastro (hoy de Miguel Íscar) hasta la esquina de la entonces llamada calle del Candil (hoy Marina de Escobar), por donde alcanzaba la calle del Perú y salía de nuevo a Recoletos.

A principios del siglo XVII, el Hospital de la Resurrección centralizó otros establecimientos similares existentes en la ciudad, y quedó bajo el patronazgo del obispo, con lo que se convirtió en un hospital general dedicado a atender a todo tipo de enfermos, sin distinción de dolencias. Pero es que este hospital tenía otra singularidad, como ha escrito Anastasio Rojo Vega: estaba «integrado en una red singular de control de la prostitución que no tuvo igual en el resto de España», pues las prostitutas que enfermaban eran atendidas gracias a una renta que legó García de Sagredo.

Conocemos datos exactos de su situación en el siglo XVIII, aportados por Elena Maza: además de contar con ingresos anuales en metálico de 36.000 reales más 64 fanegas de trigo y 30 de cebada, sus gastos fijos eran de 25.000 reales y disponía de medio centenar de camas, otras 24 en la sala de cura de unciones y 6 más para transeúntes y peregrinos. El edificio sufrió las embestidas de principios del siglo XIX, en especial la invasión de los ejércitos franceses de Napoleón, que robaron muebles y desalojaron a los enfermos para ingresar a sus soldados. Una vez expulsados los invasores, el hospital fue cambiando de naturaleza. Acogió enseñanzas prácticas del Colegio de Cirugía y en 1836, en plena revolución liberal, pasó a ser competencia de la Junta Municipal de Beneficencia. Las sucesivas construcciones y amplia-

en 1890.

ciones de las dependencias hospitalarias hicieron que, en 1864, González Moral calificara al Hospital de la Resurrección, en el ‘Indicador de Valladolid’ de dicho año, como muy a propósito para su dedicación, amplio y desahogado, y muy bien ventilado por su situación. Declarado Hospital Provincial en 1866, su reglamento de 1883 limitaba ya el ingreso de los pobres enfermos a los pueblos de la provincia de Valladolid. Ya entonces, el estado del

edificio era bastante deplorable. «La Comisión provincial se ocupa actualmente en estudiar los medios da enajenar pronto el edificio que ocupa el Hospital de la Resurrección. Los señores diputados obrarían con acierto adoptando un acuerdo favorable en ese sentido, porque el estado ruinoso del edificio constituye un inminente peligro e importa hacerle desaparecer», señalaba El Norte de Castilla en febrero de 1889. Tan es así, que ese mismo año, la

Diputación Provincial, encargada de la gestión del Hospital, inauguró una nueva sede en el Prado de la Magdalena, siguiendo planos de Teodosio Torres. El derribo, planteado en 1883 y acometido en octubre de 1890, salvó la parte de arriba de la portada, incluida la escultura del Cristo Resucitado, que hoy puede contemplarse en los jardines delanteros de la Casa de Cervantes. En su solar se levantaría posteriormente el edificio de la Casa de Mantilla.

Fachada del Hospital General de la Resurrección, derribado
ARCHIVO MUNICIPAL
Remate escultórico de la fachada del Hospital General de la Resurrección en los jardines de la Casa de Cervantes. ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.

Valladolid acogió con fervor la visita, el 23 de julio de 1858, de Isabel II y demás miembros de la familia real, cuya estancia se prolongó hasta el día 26

Baño de masas para Isabel II

LA ciudad se encontraba en estado de decadencia y atraso y amenazada –como todas las demás poblaciones de España– de las consecuencias de ese marasmo que las consume, cuando la nueva forma de gobierno representativo y el advenimiento de Isabel II al trono de las Españas vinieron como dos astros a alumbrar y a dar vida y calor al yerto cadáver de la patria. Desde entonces cambió por completo la forma de su existencia. De aquella fecha data su transformación».

El párrafo anterior, escrito por Blas López Morales en El Norte de Castilla, venía a expresar el henchido orgullo monárquico no ya del rotativo vallisoletano, sino también de la mayoría de vallisoletanos que aquel 23 de julio de 1858 vieron llegar a la reina Isabel II a la ciudad. Una visita que simbolizaba diversas circunstancias: en primer lugar, el deseo de la Corona de lanzarse a un baño de multitudes que legitimara popularmente su existencia y función, pero también la afirmación de Valladolid como centro neurálgico de Castilla, emporio industrial y comercial por antonomasia.

Llegaba la reina a una ciudad cuyo desarrollo económico inundaba de optimismo la atmósfera ciudadana: la pujanza del comercio harinero a través del Canal de Castilla se reforzaba con la llegada del ferrocarril, para alegría de instituciones financieras e industriales capitaneadas por la Sociedad de Crédito Mobiliario, encargada de explotar el negocio ferroviario. Una vez recibida en Olmedo, el 23 de julio de 1858, por el gobernador Clemente de Linares, la comitiva real se detuvo a descansar en la casa de campo de Mariano Lino Reinoso, uno de los hombres de negocios más influyentes del momento. Ya en la Estación del Norte, los reyes, la infanta Isabel y el Príncipe de Asturias fueron agasajados por la Sociedad de

Isabel II; debajo, primera página de El Norte de Castilla del 25 de julio de 1858, dedicada a la visita de la reina a Valladolid. EL NORTE

Crédito Mobiliario, que había levantado una tienda decorada a modo de bienvenida. «Un numeroso gentío esperaba en aquel sitio a la Regia comitiva para saludarla y vitorearla», señalaba El Norte de Castilla. Entre los asistentes sobresalían el alcalde de Valladolid, Antonio Florencio de Vildósola, y un representante de la Sociedad de Crédito Mobiliario, Ignacio Olea. Esta misma sociedad se había encargado de promover el imponente Arco de Triunfo levantado por el cuerpo de Ingenieros frente a la Academia de Caballería; lo atravesaron hasta llegar a la calle de Santiago y desembocar, previo paso por otro arco, erigido esta vez por ebanistas y carpinteros, en la Plaza Mayor. Tras continuar

en honor a Isabel

por algunas calles céntricas (Fuente Dorada, Orates, León de la Catedral, etc.) llegaron a la Santa Iglesia Metropolitana, donde el arzobispo y el cabildo les agradecieron la visita con un Te Deum. Las aclamaciones acompañaron a los reyes a su paso por las calles del Ochavo, Platerías, Cantarranas y Angustias, hasta llegar al Palacio Real: «El pueblo de Castilla, pues no puede decirse sólo el de Valladolid, continuó y siguió toda la carrera prorrumpiendo en aclamaciones y vitoreando a sus Reyes y Excelsa familia, y agolpándose en todos los puntos a saludarles con toda la nobleza de alma que distingue a este país».

En el Palacio les esperaban las autoridades municipales, que con una cena cerraron el primer día de la visita regia. En la calle, entretanto, no cesaba la fiesta: colgaduras en balcones y ventanas, iluminación de edificios y pasacalles de dulzainas y tamboriles animaban el evento. «Toda la ciudad estuvo ya en aquella noche con colgaduras en sus balcones y ventanas, e iluminado por todos puntos, distinguiéndose especialmente en la iluminación la fachada de la Casa Consistorial, la de la Iglesia de la Cruz, la del edificio que ocupa la Dirección del Canal, la de las Oficinas del Gobierno de Provincia, la de la entrada del antiguo vivero de Capuchinos, la del Banco, la de la Catedral, Universidad, la del

Isabel II destinó cuantiosas sumas a los menesterosos, con lo que agrandaba su ya consolidada imagen de reina benefactora

Cuartel de San Benito, y otras que por todos puntos se veían con el mejor gusto, aunque en menor escala. En las horas de iluminación, cuatro parejas de dulzainas, que durante el día recorrieron los barrios, se situaron en la Plaza Mayor, donde el pueblo concurrió a parodiar sus danzas agrestes». Al día siguiente, tras la pertinente recepción a figuras notables de la ciudad, los reyes entonaron la Salve en el Santuario de la Patrona, la Virgen de San Lorenzo, y acudieron a la plaza de toros para recibir la ovación de 8.000 vallisoletanos reunidos para la ocasión, «en especial cuando S.M. la Reina, tomando en sus brazos al tierno Príncipe de Asturias, le presentó al pueblo». Asistieron a una impactante demostración gimnástica en el coso y luego, desde el balcón del Ayuntamiento, a un no menos fastuoso juego de fuegos artificiales. Este día y el siguiente se lidiaron novillos en la Plaza Mayor, para regocijo de los aficionados.

La simbiosis entre los poderes civil y eclesiástico se repitió el día 25, con recibimiento de representantes municipales y concurrida misa en la catedral. La nota destacada la puso la Sociedad de Crédito Mobiliario mediante la colocación de la última piedra «que había de cerrar uno de los nueve arcos del centro del grandioso Puente construido sobre el Pisuerga, en la proximidad del pueblo de Cabezón».

No podía faltar el apunte caritativo: el día 26, la reina, acompañada de las principales autoridades, visitó algunos de los centros de beneficencia más importantes y se acercó a instituciones religiosas dedicadas a tal menester; ella misma destinó cuantiosas sumas a los menesterosos, con lo que agrandaba su ya consolidada imagen de reina benefactora, madre de los pobres y protectora de los desvalidos. La euforia monárquica duró hasta las siete de la tarde, hora de partida de la comitiva real.

E. B.
Arco
II levantado por la Sociedad de Crédito Mobiliario. M. DE CULTURA

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José León y Saturnino Guerra, conocidos empresarios de la ciudad, construyeron el Lope de Vega por iniciativa particular

Los salvadores del teatro en Valladolid

LO anunció con regocijo El Norte de Castilla el mismo día de su estreno, el 6 de diciembre de 1861: «la función inaugural del Teatro de Lope es digna del alto objeto a que se destina». El Lope de Vega, uno de los tres teatros más antiguos y emblemáticos de la ciudad, no pudo ser posible sin el concurso de dos avispados industriales y propietarios de la ciudad: José León y Saturnino Guerra.

Hoy puede sonar extraño, pero en aquellos momentos el teatro era decisivo para ocupar el tiempo de ocio de la burguesía y constituía un instrumento de primer orden para difundir la cultura. Además de zarzuelas, en los teatros se representaban comedias y dramas, pero también ópera. Y Valladolid sufría un déficit sangrante en ese sentido, toda vez que el Teatro de la Comedia, propiedad del Ayuntamiento desde finales del siglo XVIII, tuvo que ser clausurado por su pésimo estado de conservación.

Para paliar en lo posible esta grave carencia, José León y Saturnino Guerra, a través de la sociedad ‘José León y Compañía’, tomaron la iniciativa de construir un nuevo coliseo. La historia ha sido injusta con ambos emprendedores, pues apenas se tiene constancia de su trayectoria y de sus diversas iniciativas empresariales, más allá de la loable decisión de erigir el teatro Lope de Vega. Las pocas noticias existentes demuestran, sin embargo, la pujante trayectoria de la sociedad constructora.

Se sabe, por ejemplo, que algunos de los terrenos que ocupaba la manzana correspondiente a la calle María de Molina, ronda de Doctrinos, carretera del Espolón y la calle Veinte

de Febrero eran de su propiedad, y que José León era una figura importante de la industria textil vallisoletana. En efecto, a mediados del siglo XIX, la sociedad ‘José León y Compañía’ era propietaria de una potente fábrica de tejidos de lino ubicada en el ex convento de la Trinidad Calzada, en la actual calle de María de Molina. Contaba con 150 obreros y tenía instalados 100 telares. Para agrandar su negocio, se asoció con Hilario González, otro potente empresario textil que hacia 1852 había adquirido ‘Solá y Coll’, una empresa que se dedicaba a la comercialización de tejidos de algodón en Castilla. González logró que León orientase su producción hacia el algodón. La potente sociedad ‘José León y Compañía’, que diversificó su negocio hasta el extremo de adquirir la fábrica de tabaco ‘La Hija del Toro’, en Buenos Aires, contaba como segundo socio principal con el industrial y comerciante Saturnino Guerra Canillas, natural de Villarramiel de Campos, que en la década de los 60 había contribuido a crear la sociedad Crédito Castellano y el Banco de Valladolid, y que también participaría en pingües negocios vinculados a la construcción del tejido ferroviario. De ideario progresista, Guerra participó incluso en la Junta revolucionaria local de 1868. Ambos tomaron la iniciativa de construir el nuevo teatro, confiando las obras al arquitecto Jerónimo de la Gándara, que era de su máxima confianza. Estas comenzaron en abril de 1861 y El Norte de Castilla no pudo por menos que elogiar una iniciativa que, a su juicio, remediaba una carencia preocupante: «Privado Valladolid hace algún tiempo de los espectáculos teatrales y sin espe-

Primera página del 6 de diciembre de 1861. EL NORTE

ranzas, al menos por el pronto de ver reedificar el antiguo teatro declarado ruinoso, ninguna duda queda de la importancia que tiene este día para la historia local, cuando puede contar con un nuevo edificio, que aparte de su belleza artística, reúne el tan loable objeto a que está destinado».

Las primeras descripciones del edificio aparecidas en la prensa hacían hincapié en el buen acabado y la belleza del futuro coliseo: «La sala, decorada con blanco y oro y cubiertas las paredes de papel carmesí, ofrece un aspecto tan sencillo como elegante. La

planta baja, además de las butacas y doce palcos de platea, tiene seis filas de gradería; veinte y tres palcos el piso principal; doce el segundo, y en el centro cinco filas de asientos numerados; en el tercero cuatro palcos laterales y el resto de gradería componen las localidades, pudiendo contener según nuestros cálculos de 1.700 a 18.00 personas bien acomodadas», aseguraba El Norte en su edición del 6 de diciembre de 1861, el mismo día de su inauguración.

Esta resultó fastuosa: «El salón resplandeciente de luz y de oro abrigaba en su seno lo más notable de la población y las celebridades literarias expresamente llegadas de la Corte para solemnizar el acto con su presencia». Una vez descorrido el telón y tras la marcha real, interpretada por la banda militar del regimiento de Almansa, se descubrió el retrato de la reina Isabel II. Antes de dar comienzo la comedia ‘El premio del bien hablar’, de Lope de Vega, Ventura de la Vega recitó una composición en honor al ‘Fénix de los ingenios’. Una vez terminada la representación, «los señores Hartzembusch, Rossell, Núñez de Arce, Palacio, Correa, Mobellan, Losada, Santos, Tournelle, Campuzano y Alba» dedicaron poemas a Lope. Además, el arquitecto Jerónimo de la Gándara recibió el cumplido homenaje mediante una sonada ovación y una corona de recuerdo, lo mismo que los impulsores del coliseo, José León y Saturnino Guerra. El baile ‘Los ventorrillos de la puerta de tierra de Cádiz’ puso fin a la función inaugural. Hasta 1864, año en que comenzó a funcionar el Teatro Calderón, el Lope de Vega disfrutó del monopolio de la representación teatral en la ciudad.

Teatro Lope de Vega. ARCHIVO MUNICIPAL
Calle María de Molina y Teatro Lope de Vega. ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.

ACABABA de inaugurarse el Lope de Vega y ya numeroso público demandaba otro teatro para Valladolid. Y es que, además de considerarlo demasiado frío por estar ubicado en un margen del Pisuerga, a las clases burguesas les incomodaba el hecho de que estuviese alejado del centro de la ciudad. Incluso se quejaban de lo insuficiente de su cabida y demandaban del Ayuntamiento la construcción de un local más digno.

En la mente de los regidores planeaba una posibilidad, apuntada ya en 1856: el derribo del Palacio del Almirante, ubicado en la Plazuela Vieja, de grandes dimensiones y en estado ruinoso. Se trataba de un caserón de enormes dimensiones, de dos plantas, balcones, una portada lateral con un amplio y llamativo arco de entrada y dos torres en forma de martillo que flanqueaban su fachada. En el Palacio, que posiblemente se levantó en el siglo XV y fue ampliamente reformado en el XVII, nació el único hijo que tuvo Fernando el Católico con su segunda esposa, Germana de Foix, llamado Juan, que murió a los pocos meses. También fue el lugar de nacimiento del poeta y dramaturgo Leopoldo Cano.

A la altura de mediados del siglo XIX, el palacio había dejado de ser propiedad del conde de Benavente. Su nuevo propietario, el duque de Osuna, Pedro Téllez Girón, no solo lo dejó caer en el abandono, sino que, «removido por consideraciones particulares», se opuso a que el Ayuntamiento lo adquiriese para levantar en su lugar un teatro nuevo. De ahí que los regidores barajasen otras opciones, como, por ejemplo, los terrenos del antiguo matadero, descartados finalmente en febrero de 1861.

Su último propietario, Diego de Morales, accedió a venderlo en 1863 para construir, un año después, el Teatro Calderón

El ansiado final del Palacio del Almirante

La situación comenzó a cambiar cuando Mariano Téllez-Girón, sucesor de Pedro en el ducado de Osuna, transigió y decidió vender el edificio a Diego Morales «por 41.000 duros». Este se mostró favorable a los planes edilicios, lo que facilitó la creación de una Sociedad Anónima, Pérez Calderón y Compañía, encargada de la construcción del coliseo una vez adquirido el edificio por 55.000 duros. El proyecto se encargó a Jerónimo de la Gándara, catedrático de la Escuela Superior de Arquitectura y artífice también del Lope de Vega, y la ejecución corrió a cargo de Jerónimo Ortiz de Urbina, catedrático de la enseñanza de aparejadores y maestros de obras de la Academia de Valladolid. Pero antes fue preciso sortear la oposición del arzobispo, molesto por la cercanía del teatro res-

pecto de la iglesia de las Angustias y del Rosarillo, y porque la parte accesoria se encontraba frente al Palacio Arzobispal, lo que, a su entender, podría ser motivo de molestias y algarabías.

Lo más escogido de la ciudad El Ayuntamiento hizo caso omiso de tales objeciones, puesto que el teatro respetaría la separación exigida entre los templos y los edificios y, como bien señalaban los capitulares, era inconcebible aventurar desórdenes «en una reunión compuesta de lo más escogido de la población y presidida por una autoridad que puede disponer de la fuerza pública». La sesión edilicia del 15 de junio de 1863, cuando ya llevaban catorce días las obras de derribo del palacio, informó favorablemente del pro-

yecto al Gobierno central. Las razones esgrimidas eran que la sociedad formada contaba ya con más de 80 vecinos, por lo que existía un importante respaldo económico, y que el Lope de Vega, por sí solo y habida cuenta de las inconveniencias que presentaba, no cubría las necesidades de la población en este terreno. «En 24 de junio de 1863 se presentó el presupuesto, que, sin decorado interior ni exterior, ascendía a la cantidad de 1.564.788,42 reales. Entre hacer la fachada del edificio de ladrillo o de piedra, existía una diferencia en el coste de cuatro a doce mil duros. En su vista se acordó construir la fachada de ladrillo», informaba este periódico. La Real Orden de aprobación está fechada el 7 de julio de ese mismo año. La construcción se llevó a cabo con ra-

pidez, pues el 27 de septiembre de 1864 se verificó la inauguración oficial. Esta consistió en la representación de ‘El alcalde de Zalamea’, «un bailable por todo el cuerpo coreográfico y el proverbio ‘Huyendo del perejil’».

Según el decano de la prensa, «el aspecto que presentaba la sala del teatro era verdaderamente fascinador; al rico adorno de todas las localidades, se unía el encanto de nuestras lindísimas paisanas que lucían elegantes y costosos trajes y caprichosos prendidos. (…) A donde quiera que se dirigía la vista había algo que admirar, del edificio, o de la concurrencia, que era extraordinaria, ocupando no solo todas las localidades, sino las puertas, pasillos y cuantos sitios permitían ver algo de lo que sucedía en la escena».

Instantánea del Teatro Calderón, obra de J. Laurent.
E. B.

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La sublevación madrileña del Cuartel de San Gil, en junio de 1866, destinada a derrocar a la reina, apenas duró 24 horas en Valladolid

Abortada la rebelión militar contra Isabel II

CIENTOS de vallisoletanos aguardaban pacientes en el Campo Grande. Era 22 de junio de 1866, por la noche, y estaba previsto que la banda del regimiento de África interpretase ‘Méndez Núñez o el Bombardeo del Callao’. De pronto, sin mediar razón de ningún tipo, las autoridades anunciaron su cancelación. En su lugar, el gobernador civil, Manuel Somoza, repartió un ‘Boletín Extraordinario’ cuyo contenido no tardaría en generar alarma entre buena parte del vecindario. Eran las once de la noche. El boletín alertaba a la población sobre la intentona revolucionaria ocurrida durante la tarde en Madrid, una conspiración orquestada por progresistas y demócratas no ya para cambiar el signo del gobierno, como solía ser habitual en la España decimonónica, sino para desalojar a Isabel II del trono de España. Esa era la gran novedad y, desde luego, la principal alarma. Somoza hacía un llamamiento a los vallisoletanos para que contribuyesen a frenar a los sediciosos y secundasen al Gobierno de la Unión Nacional: «Me es muy conocida vuestra proverbial sensatez, y cuento con vuestro apoyo para sostener el orden, la libertad y vuestros intereses. Cuento además con la fuerza pública necesaria para destruir a cuantos revoltosos se presenten, y con una fuerza de voluntad que no sabe ceder ante ninguna exigencia y que espero no me abandone hasta no dejar muy alto el principio de autoridad, por más doloroso que me sea la lucha con que se provoca a vuestro Gobernador».

El episodio en cuestión, ocurrido el 22 de junio de 1866, ocupa un lugar destacado en la historia de España. El madrileño cuartel de San Gil albergaba un regimiento cuyos sargentos se hallaban irritados por no poder ascender a oficiales. Aprovechando tal malestar, conspiradores demócratas y progresistas, liderados por el capitán Baltasar Hidalgo de la Quintana, manipularon intensamente a parte de la tropa para que secundase el pronunciamiento

El Norte de Castilla, 24 de junio de 1866.

planeado por el general Juan Prim para el día 26. El objetivo no era otro que derrocar al Gobierno de la Unión Nacional, liderado por O’Donnell, y, de paso, expulsar a la reina. Isabel II estaba en sus horas bajas, despreciada por la oposición progresista por supeditarse a los conservadores. Pero los planes de Prim se desbarataron el día 22, cuando los sargentos de San Gil se amotinaron por su cuenta y asesinaron a doce jefes y oficiales. Aunque se levantaron barricadas en su apoyo, ningún regimiento secundó la revuelta. El general Francisco Serrano, uno de los que había contribui-

La rebelión estaba programada en Valladolid para el día 21, pero una serie de torpezas la abortaron

do a crear la Unión Nacional, se encargó de recorrer los cuarteles para evitar que apoyaran la sublevación, y él mismo se puso al frente de las tropas gubernamentales. Los soldados arremetieron contra las barricadas, sortearon el intenso tiroteo desde las ventanas, cercaron y atacaron el cuartel de San Gil y sofocaron la revuelta. El resultado no pudo ser más trágico: numerosos muertos y heridos y cientos de prisioneros. Los sesenta y seis cabos y sargentos de San Gil fueron fusilados el día 25. Leopoldo O’Donnell, líder de la Unión Nacional, perdió la confianza de la reina y fue obligado a dimitir. En Valladolid apenas hubo movimientos sospechosos, a pesar de que los conspiradores habían pensado en convertir la ciudad en el epicentro del levantamiento en Castilla la Vieja. Progresistas y demócratas habían planificado la rebelión vallisoletana para el día 21, acaudillada por tres líderes de renombre: el brigadier Martín

Rosales, el coronel Amable Escalante y el vallisoletano Lagunero. Sin embargo, una serie de torpezas terminaron por dar al traste con la conspiración. A lo más que se llegó fue a una intentona promovida por Escalante y Lagunero el día 22, secundada por paisanos, y fácilmente abortada.

Gobernador y capitán general se apresuraron a publicar un bando en el que el primero resignaba sus funciones a la máxima autoridad militar para mejor preservar el orden social; en dicho bando, el capitán José Orozco declaraba el estado de sitio advirtiendo de que «serán juzgados por el Consejo de Gue-

El Norte alabó la ejemplaridad de los vallisoletanos, siempre dispuestos a preservar la lealtad al Gobierno

rra ordinario, con arreglo a la ley de 17 de abril de 1821 los reos de los delitos de rebelión y sedición y los demás comprendidos en la misma».

Ese mismo día, 22 de junio de 1866, el Ayuntamiento publicó una alocución que animaba a los ciudadanos a «contribuir poderosamente al mantenimiento del orden, haciendo que, con un prudente desprecio de los agitadores, las turbas incendiarias dispuestas a explicar sus sangrientas iras, como acostumbran, queden sumidas en el silencio por el justo temor de las leyes».

24 horas más tarde, El Norte de Castilla se hacía eco del fin de la sublevación y alababa la ejemplaridad de los vallisoletanos, siempre dispuestos a preservar la tranquilidad y la lealtad al Gobierno de la Unión Nacional. Lo consideraba un ejemplo del «carácter hidalgo de Castilla» y aseguraba que la provincia vallisoletana «no espera por las revoluciones armadas el logro de la libertad».

Sitio del Cuartel de San Gil el 22 de junio de 1866.
E. B.

La inquina popular hacia Isabel II facilitó el triunfo de la Gloriosa Revolución en Valladolid, el 30 de septiembre de 1868, que aprobó medidas anticlericales

Los recuerdos revolucionarios del farmacéutico Bellogín

EL miércoles 30 de septiembre y los restantes de aquella semana, fueron en nuestra ciudad días de jubilosa animación». Ángel Bellogín Aguasal, testigo de excepción de la Gloriosa Revolución de 1868, que destronó a los Borbones y trajo la primera democracia a España, regaló a los lectores de El Norte de Castilla 27 capítulos con sus recuerdos de aquel acontecimiento. Se publicaron entre el 3 de enero y el 28 de agosto de 1912 y llevaban por título ‘La Gloriosa en Valladolid’.

Bellogín, farmacéutico de profesión e hijo de un progresista célebre en cuya botica se celebraban tertulias de claro signo político, desvelaba las conspiraciones previas al triunfo de la batalla de Alcolea y desgranaba el día a día de la revolución septembrina en la ciudad del Pisuerga. Y es que el entusiasmo popular fue tan desbordante, que hasta la «gente menuda» canturreaba «con infantiles voces esta coplilla barata, no exenta de sentido moral: El 30 de septiembre/ se supo la maldad/ ¡Abajo los Borbones!/ ¡Viva la libertad!».

La grave crisis financiera, la inclemente sequía, el encarecimiento de las subsistencias y los estragos de la fiebre tifoidea pusieron su granito de arena a los planes de los conspiradores progresistas y demócratas, que ya en 1866, desde Miranda de Ebro, establecieron relaciones con el Comité Revolucionario de Bruselas, presidido por Prim. En Valladolid se reunían de tapadillo en las sombrererías de Buxó y Hernández, en la guantera de Callejas y en la botica de Bellogín, padre de Ángel, animados por las palabras de Atanasio Pérez Cantalapiedra, Eugenio Díez Pedro, José María Cano, José Treviño, Eustoquio Gante, el citado Alau, José María Álvarez Taladriz y Sabino Herrero Olea.

La otra rama antiborbónica, menos numerosa pero más radical, la formaban los líderes del Partido Demócrata, los Lucas Guerra, Alejandro Rueda, Ramón Liberto, Gregorio Escolar, Pepe Soler, Manuel Ganzo, Pedro Solas y Mariano Santervás, entre otros. Con órdenes de Prim llegaron a Valladolid, trece días antes de los sucesos de Alcolea, dos emisarios para sublevar a la tro-

pa, y a ello salió decidido, el 15 de septiembre de 1868, Ceferino Romón en dirección al cuartel de San Benito. Pero no solo su esfuerzo fue en vano, sino que a punto estuvo de ser sorprendido y arrestado. De modo que la Gloriosa llegó a esta ciudad sin más estruendo que el temor provocado por la victoria de Serrano en la batalla de Alcolea. Sabedoras de que nada podían hacer contra aquellos vientos de revolución, las autoridades dinásticas renunciaron a toda defensa y pactaron la capitulación.

La proclamación de la Gloriosa se verificó a primeras horas de la mañana del 30 de septiembre de 1868, miércoles para más señas, momento en que se constituyó la Junta Revolucionaria provisional. Presidida por Genaro Santander, le acompañaban Eugenio Alau (vicepresidente) y los vocales José María Cano, Saturnino Guerra, Liborio Guzmán, Manuel Gutiérrez Barquín, Lucas Guerra, Remigio Callejas, Eusebio Lafuente y Eulogio Eraso, con Laureano Álvarez como secretario. El general Orozco, al mando de la situación, se apresuró a recordar en un bando

Bellogín Aguasal, a la izquierda, con su descendiente Mario Martín Bellogín.

que reprimiría «con mano fuerte toda clase de excesos». Ante una multitud exultante, congregada en la Plaza Mayor, Alau leyó una proclama que afirmaba «no más Borbones, no más tiranía, no más escándalo» y decretaba llegada la hora de que España entrara «en el concierto de las naciones progresistas y ordenadas»: «El mismo día que empieza la vida de la libertad, empieza para los buenos ciudadanos una serie de deberes, sin cuyo cumplimiento, no puede haber orden, ni justicia, ni progreso», recordó, mientras agradecía la labor del Ejército y la Marina, «que nos

han redimido de la tiranía». Antes de que la banda amenizase el bullicio popular con el Himno de Riego, Alau descolgó el retrato de la reina, lo rompió en pedazos y lo lanzó a la muchedumbre, que recorrió las calles dando vivas a la soberanía nacional y mueras a los Borbones. La Junta revolucionaria definitiva, votada por sufragio universal el 1 de octubre, tomó posesión 48 horas después. Además de restablecer el orden y el servicio de la Guardia Civil, de destituir a los miembros de la Diputación, reorganizar las Juntas Provinciales de Sanidad y Beneficencia y decretar el desestanco de la sal y el tabaco y la abolición de la contribución de consumos, las autoridades junteras emprendieron medidas de corte anticlerical como la extinción de la Compañía de Jesús, la supresión del Seminario para sustituirlo por una Facultad de Teología, la orden expresa de retirar todas las campanas de los templos y emplear su metal para acuñar moneda, y la supresión de edificios tan emblemáticos como el Convento del Corpus Christi, obligado a cerrar sus puertas.

E. B.
Ángel
Caricatura publicada en el periódico satírico Gil Blas referente a la Gloriosa.

El 21 de abril de 1869 falleció Matías Sangrador, autor de una Historia de la ciudad considerada como la más completa durante mucho tiempo

Adiós al gran cronista de Valladolid

ANTES de anoche falleció en esta capital el Dr. D. Matías Sangrador y Vítores, hijo de esta ciudad y uno de los que más la han ilustrado con su ciencia. De profundo talento y vasta erudición, el Sr. Sangrador ideó y llevó a término la publicación de la historia de su pueblo central para cuyo trabajo hubo de emplear mucho tiempo, consiguiendo al fin su deseo, en una notable obra que mereció la aceptación general y el apoyo del Excmo. Ayuntamiento, a quién está dedicada». Así daba El Norte de Castilla, el 23 de abril de 1869, la triste noticia de la muerte de Matías Sangrador, autor de un libro que en su momento fue todo un acontecimiento: la famosa ‘Historia de la muy noble y leal ciudad de Valladolid, desde su más remota antigüedad hasta la muerte de Fernando VII’, publicado en dos volúmenes entre 1851 y 1854, y reeditado en 1979 por el Grupo Pinciano, con prólogo de Celso Almuiña. Aun sin menoscabo del afán investigador de Sangrador, lo cierto es que la ‘Historia de Valladolid’ fue fruto del encargo que le hizo Pascual Madoz de redactar la voz «Valladolid» para su famoso ‘Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España’ (1845-1850). La de Sangrador fue una obra pionera, repleta de datos y con un tratamiento singular de los mismos, pues indagó en fuentes primarias desconocidas entonces e introdujo con profusión aspectos demográficos y estadísticos que hasta ese momento no eran muy empleados por los cronistas locales. La buena acogida de la ‘Historia de Valladolid’ le procuró el nombramiento de cronista de la ciudad en julio de 1862, y le animó a proyectar

un tercer volumen que, sin embargo, la muerte le impidió culminar. Durante mucho tiempo, como escribió Juan Agapito y Revilla, la obra de Sangrador fue considerada «la mejor historia de la ciudad», pues, a decir de Emilio Salcedo, «la Historia de Sangrador representa un claro esfuerzo científico. Ha acudido a las fuentes, cita documentos, alude incluso con insistencia a testimonios de estudios aún no publicados pero que ha consultado, como es el caso de los manuscritos de Floranes. Datos, interpretaciones, pueden ser discutidos hoy con nuevos métodos de trabajo, pero no se le puede negar que concibió con claridad su obra».

Nacido en la capital del Pisuerga en 1819, Matías Sangrador estudió la carrera de Derecho en Valladolid, donde en 1838 obtuvo el título de bachiller en Leyes. Se licenció en Madrid en 1841 y en 1843 obtuvo el grado de doctor. Aunque inclinado en un primer momento hacia la docencia (nada más terminar la carrera fue nombrado sustituto en la Cátedra de elementos de Historia y de Derecho Civil y Mercantil de España que regentaba en la Universidad de Valladolid el doctor

Anselmo Merino), combinó sus indagaciones históricas con una amplia trayectoria en la judicatura. En efecto, fue promotor fiscal en Grandas de Salime (Asturias) en 1846, en Santo

Domingo de la Calzada (La Rioja) en 1849, en Tudela de Navarra en 1850 y en Toledo en 1852. De filiación política progresista, mientras ejercía en este último destino se desempeñó también como asesor del Gobierno militar de Espartero al final del bienio progresista, en 1856. Luego, como teniente fiscal, fue destinado a la Audiencia Territorial de Oviedo, y concluyó su carrera como magistrado en la Audiencia Territorial de Burgos en 1867. Fue entonces cuando, como recordaba El Norte de Castilla, Sangrador «regresó a los patrios lares donde le ha sorpren-

Indagó en fuentes primarias desconocidas e introdujo aspectos demográficos y estadísticos poco usados

dido la muerte después de una corta enfermedad, privando a su familia del más cariñoso de los padres y a su pueblo natal de uno de sus más preciados hijos. El Eterno le habrá concedido el descanso de los justos y así se lo rogamos desde lo intenso de nuestro corazón». En efecto, Matías Sangrador falleció en Valladolid el 21 de abril de 1869, a los 50 años, cuando se disponía a retomar plenamente su dedicación a la investigación histórica local. Galardonado con distinciones como la de Caballero de la Orden de Carlos III y de la Orden Americana de Isabel la Católica, en 1849 fue nombrado Secretario Honorario de Su Majestad, perteneció a la Academia de Historia y dio a la imprenta otras obras como ‘Causa formada en 1526 a Don Antonio de Acuña, obispo de Zamora por la muerte que dio a Mendo Noguerol, alcalde de la fortaleza de Simancas’ (1849); ‘Memoria histórica sobre la expulsión

de los moriscos en España en el reinado de Felipe III’ (1858); ‘Vida de San Pedro Regalado, Patrono de la Muy N.M.L. y H. Ciudad de Valladolid’ (1859); ‘Gran biblioteca histórica-asturiana’ (1864-1866); ‘Historia de la administración de justicia y del antiguo gobierno del Principado de Asturias y colección de sus fueros, cartas pueblas y antiguas ordenanzas’ (1866); y ‘Biografía del R.P. Antonio de Escobar y Mendoza’ (sin fecha). En su honor, en enero de 1921 el Ayuntamiento de Valladolid decidió poner su nombre a la calle que hasta entonces se denominaba ‘del Jabón’. Mucho antes, en 1883, acordó conceder gratuitamente a sus hijos, Mariano y Eugenio Sangrador, una sepultura de primera clase en el cementerio para que fuesen trasladados a ella los restos de su padre, «cumpliendo con ello la corporación municipal el deber que tiene todo pueblo de honrar la memoria de sus preclaros hijos».

La calle Matías Sangrador en los años 70 del siglo XX. Arriba, portada del primer tomo de su ‘Historia de Valladolid’. ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.

SU creación era de vital importancia para el tejido social de Valladolid. La Sociedad Filantrópica Artística, creada en 1864, debe enmarcarse en un amplio y benemérito esfuerzo de socialización y educación de las clases populares, que recorrió toda España en la segunda mitad del siglo XIX. El Norte de Castilla fue testigo privilegiado de aquel esfuerzo cultural en toda su amplia acepción, pues en sus páginas se publicaron, por ejemplo, las primeras reuniones oficiales de la junta directiva, celebradas en abril de 1864 en un local de la calle de Ruiz Hernández. La presidía Pedro Solas y su secretario era Saturnino Sandoval. Entre sus fundadores figuran otras personalidades muy relevantes en su momento, como Ricardo Janke, propietario de una academia de música bastante prestigiosa. La inauguración oficial, verificada en octubre en su primera sede de la calle de San Ignacio, contó con el discurso de Lucas Guerra. Cuatro años después, coincidiendo con la Gloriosa Revolución de 1868, su sede se trasladó al número 1 de la calle Duque de Lerma. La Filantrópica promovió un amplio programa de tipo cultural y pedagógico que incluía enseñanzas básicas para las clases populares, pero también artísticas, musicales, profesionales y todo aquello que redundara en beneficio de la sociedad vallisoletana. Incluso se propu-

Creada en 1864 para promover la formación cultural y favorecer el avance de la ciudad, siete años después organizó una exitosa Exposición Internacional en la Acera de Recoletos

La Sociedad Filantrópica pone a Valladolid en el mapa

so impulsar iniciativas que contribuyeran a potenciar el progreso económico de la ciudad y elevar su presencia a nivel internacional. Así se explica organización, en septiembre-octubre de 1871, de la Exposición mercantil, industrial, agrícola y científica celebrada en la Acera de Recoletos, saludada con fervor por este periódico el 17 de septiembre: «Las Exposiciones atraen así, magnéticamente, a la industria, las ciencias, las ar-

tes, agricultura y comercio y cuanto tiene conexión con la marcha progresiva de nuestros modernos adelantos. Sirven de estímulo a todos y de justo premio a la asiduidad y al mérito». La Sociedad Filantrópica fue capaz de concitar apoyos de todo tipo, incluida una fructífera suscripción popular. Acto seguido se nombró una Junta directiva de la Exposición presidida por Pascual Pastor, con Calixto Pascual y Francisco Cabeza de

Vaca como vicepresidentes, Juan Callejo como contador, Domingo Respaldiza en la tesorería, Pedro Illera Mate como secretario y Marcial de la Cámara y Manuel Ceinos como vicesecretarios. Junto al pabellón principal se acomodó un salón de pinturas y piano en la nave de un antiguo convento de la Acera de Recoletos. La entrada se decoró con un arco en el que figuraban emblemas y nombres de personajes célebres. El horario del certamen era de ocho de la mañana a seis de la tarde, y la entrada costaba un real de lunes a miércoles y dos los restantes días de la semana; los jueves por la tarde, sin embargo, el precio ascendía a cuatro reales. La Exposición coincidió con las fiestas de la ciudad, que se celebraron entre el 20 y el 29 de septiembre. Aunque modesta en comparación con otras del entorno español y europeo, la muestra tuvo un resultado nada despreciable, pues a Valladolid asistieron 653 expositores procedentes de otras provincias, pero también de Francia, Bélgica e Inglaterra. Destacaron, por ejemplo, los más de mil objetos presentados por el farmacéutico Pérez Mínguez, sedas, jabones, licores, rubia, cerveza, productos resinosos, naipes (de Fournier, por supuesto), fotografías, lienzos, hilados, tejidos, estameñas, algodones, paños, sombreros… Tampoco faltaron fabricantes de harinas, incluidos los señores Miranda y Alonso de Prado, de León; vinos de Rueda, Alcañiz,

Así dibujó la revista ‘La Ilustración Española e Hispanoamericana’ la Exposición vallisoletana de 1871.

Labastida, Aguilar, Alcobendas y Valladolid; chocolates como los de Ortiz (Palencia), Villán (Astorga), Prado (León), Gil (Valladolid) y López (Málaga), así como numerosa y variada maquinaria industrial.

Para facilitar la asistencia, Ferrocarriles del Norte, Noroeste y de Alar-Santander, junto con otras empresas del país, ofrecieron, entre el 14 de septiembre y el 15 de octubre, trenes especiales con importantes rebajas en el precio de los billetes. La Exposición Internacional estuvo amenizada por certámenes agrícolas, literarios y musicales. Los premios se publicaron en las páginas de El Norte de Castilla entre el 17 y el 23 de octubre. En total se repartieron 122 medallas, 300 diplomas, más de 200 menciones honoríficas, 8 regalos particulares y 4.000 reales en lotes de 320 a 160, con otras cantidades conmutables por diplomas.

Por su contribución a la buena marcha del certamen, Manuel Ruiz Zorrilla, ex presidente del Consejo de Ministros, fue premiado con la «medalla de oro no adjudicada», el ex ministro de Fomento Santiago Diego Madrazo fue reconocido «por haber rubricado dos subvenciones», y también recibieron premios el destacado industrial y político Sabino Herrero Olea, los directores de Instrucción Pública, Estadística, Agricultura, Industria y Comercio, y el director del Arma de Caballería «por las propuestas e influencia ejercida para consignar estas cantidades».

Sommos aqqueello e en lo que creeemmos. Crreeemmos que teneemmos un commproommisso con la a socieddad de la a q que f forrmmammos paar te Creeemmos e en n dejaar un m mundo o mejor que el l que e recibbimos Creeemmos q quue no o hay progresso en solittarrio, sinno en n soliddaario. Y q que poddemmos coontribuir a impulsar la prosspeeridaadd, el biiennestar r y la iguallddad en nuees tro enntoorrnoo. Hoy y y mañaana

LA noticia salió publicada a mediados de junio de 1873: los diputados de las once provincias que entonces se consideraban castellano-viejas (las nueve actuales más Logroño y Santander) se reunirían para formar el Cantón de Castilla la Vieja, soberano e independiente, pero dentro de una España federal. Era una de las notas características de la primera experiencia republicana en España, iniciada en febrero de 1873 después de que Amadeo I de Saboya se viera obligado a abdicar debido al fraccionamiento de la coalición gubernamental entre seguidores de Sagasta y partidarios de Ruiz Zorrilla.

Amadeo salió de España al día siguiente de proclamarse, por 258 votos contra 32, la I República española (11 de febrero de 1873), cuyo primer presidente sería el republicano federal Estanislao Figueras. Nacía el nuevo régimen político asediado por problemas internos y externos. La crisis económica mundial se sumaba, en efecto, a las divisiones internas entre federalistas de Pi i Margall, radicales y unitarios de Salmerón y republicanos conservadores liderados por Castelar, pero también a la inquina de monárquicos, conspiraciones cantonalistas y algaradas carlistas.

Fueron once meses convulsos en la ciudad, que incluso registró sucesos trágicos. Las máximas autoridades locales fueron el liberal Mariano Barrasa Díez, alcalde desde el 15 de febrero de

Planeado por los republicanos federales en junio de 1873, englobaría a las nueve provincias que hoy forman Castilla y León más Logroño y Santander

El sueño de un cantón castellano independiente

1872 hasta el 24 de agosto de 1873, y Manuel Pérez-Terán, conocido por su radicalismo y su fe republicana-federal, que se mantuvo en la alcaldía hasta el 4 de enero de 1874. A Barrasa le tocó lidiar con un suceso violento: dos personajes bien conocidos en la ciudad, José Zabalbeitia y José González, apodado ‘el Trapero’, intentaron asaltar el Ayuntamiento porque lo consideraban demasiado apegado aún a las tendencias monárquicas. Aunque fueron rápidamente detenidos, poco después salieron en libertad y se supo que andaban recorriendo diversas ciudades de España para recabar apoyos a los movimientos cantonalistas.

Ya entonces se habían publicado más llamamientos a favor del cantón castellano. El más relevante, sin duda, fue el Manifiesto lanzado el 17 de julio por la Junta local federal, presidida

por Manuel Pérez-Terán, en el que se reiteraban los esfuerzos por conseguir la formación de un cantón castellano con autonomía e independencia propias, aunque, eso sí, dentro de la República Federal española. Curiosamente, tres días después, Zabalbeitia y González eran sorprendidos por Voluntarios de la Libertad en compañía del capitán que mandaba la Artillería en la ciudad, Antolín Sánchez. Con la excusa de viajar a Madrid, planeaban bajarse a los pocos

A la vez se estaba preparando el cantón federal de Ávila y Salamanca y Béjar se declararon cantones independientes

Enfrentamientos en Valladolid entre tropas gubernamentales y voluntarios de la libertad en enero de 1874. EL NORTE

minutos en una zona cercana a la antigua prisión, prender fuego a las tierras colindantes, alertar con ello a las fuerzas de orden público y tener las manos libres para acometer la insurrección en Valladolid.

Conducidos a través del Campo Grande hacia dependencias policiales, protagonizaron un forcejeo y Sánchez intentó salir huyendo. Fue el primer abatido por los disparos de los voluntarios. Pocos minutos después corrió la misma suerte Zabalbeitia, que había intentado arrebatar el revólver al comandante del primer Batallón de Voluntarios. «Semejante acontecimiento, a la vez que servirá de severa lección a los que mal aconsejados conspiran sin descanso para introducir la perturbación y la anarquía, demostrará a la Nación que en la capital de la Vieja Castilla, tierra clásica de la honradez y la hidalguía, jamás ten-

drán cabida los que con la tea del incendiario y el puñal del asesino traten de poner en práctica tan desalmados planes que tratan de destruir la sociedad y sembrar el luto y la desolación en el seno de las familias». Era la advertencia del alcalde. Aun así, los republicanos federales seguían trabajando para crear un «cantón castellano» formado por representantes de once provincias: las actuales de Castilla y León más Logroño y Santander. Una empresa harto complicada, si tenemos en cuenta, por ejemplo, que ese mismo mes de julio se estaba preparando el «cantón federal de Ávila» y que el 22 se hizo público que Salamanca y Béjar se habían declarado en cantones independientes. Además, desde León ya se anunciaba que no formarían parte del mismo, pues su propuesta era que se reconociera el viejo reino leonés, formado por León, Zamora y Salamanca. Todo esfuerzo, sin embargo, fue en vano. El último llamamiento para crear el cantón castellano aparece fechado a principios de agosto. Se habló incluso de una reunión de representantes de las 11 provincias para el día 5, pero no hay constancia de que llegara a buen puerto. El Diario de Sesiones de las Cortes tampoco es prolijo en este sentido. Tan solo recoge que el 18 de agosto de 1873, el diputado José María Orense desvelaba la idea de un representante burgalés de crear un cantón de Castilla la Vieja con capital rotatoria entre Valladolid y Burgos.

E. B.

Banderas y flores en los balcones, repique de campanas, fuegos artificiales y campañas de caridad amenizaron la visita de Alfonso XII en febrero de 1875

Casas engalanadas para recibir al joven Borbón

CUANDO a finales de diciembre de 1874 el general Arsenio Martínez Campos se levantó en Sagunto contra el gobierno del general Francisco Serrano, la primera experiencia republicana llevaba mucho tiempo herida de muerte. La profunda crisis económica, la guerra carlista, los levantamientos cantonalistas, las divisiones internas y el mismo viraje conservador impuesto por la fuerza de las armas, liderado por el general Serrano, habían terminado por agotarla.

Pero faltaba la puntilla: y esta se la dio el pronunciamiento alfonsino de finales de 1874. La restauración de la monarquía de los Borbones, en enero de 1875, fue saludada con entusiasmo por El Norte de Castilla: «¡Vallisoletanos! Vuestro Ayuntamiento, creyendo interpretar los sentimientos que os animan, se ha adherido a un movimiento que puede llamarse nacional –porque la Nación le ha acogido con entusiasmo–, se ha apresurado a reconocer como su legítimo rey a D. Alfonso XII, y ha ofrecido a su Gobierno su leal y decidido apoyo».

La figura de Alfonso XII se asimilaba a dos valores que, según las autoridades del momento, eran complementarios: libertad y orden. En Valladolid, la primera gran manifestación ciudadana de entusiasmo monárquico se produjo el 11 de febrero de ese mismo año, a cuenta de la estancia en nuestra ciudad del joven monarca, que aún no había cumplido los 18 años. La crónica publicada destila fervor monárquico por todos los costados. La llegada del rey fue anunciada con un repique de campanas y salvas de ordenanza. Alfonso XII fue recibido en la Estación por una nutrida representación del Ayuntamiento y de la Diputación Provincial, precedida de maceros, comisiones del cabildo y párrocos. Nada más bajar del tren, el alcalde le dio la bienvenida destacando «el amor y el respeto que les ofrece la lealtad castellana» a todos los miembros de la familia real. El trayecto del coche real

desde la Estación de ferrocarril hasta la Catedral, donde se celebró un Te Deum en su honor, estuvo plagado de vallisoletanos dando vivas al Rey. Pasaron por el Campo Grande, calle de Santiago, Plaza de la Constitución, Lencería, Ochavo, Fuente Dorada y Orates antes de entrar en la seo. Las casas, engalanadas para la ocasión, atrajeron la atención de la familia real mientras se desplazaba hasta el Palacio Real, donde residió aquel día. Desde los balcones se arrojaban flores y palomas, y la Plaza Mayor lucía llamativos adornos, incluidos dos arcos «en la entrada y salidas principales», esto es, en las calles de Santiago y Lencería. El arco árabe de la calle de Santiago fue costeado por la Diputación Provincial, que también decoró su sede –el Palacio de Pimentel–, recordando que en ella había nacido Felipe II, así como el Hospital Provincial y el Manicomio. El Ayuntamiento, por su parte, dispuso la salida de gi-

gantones «vestidos con propiedad y lujo, y las dulzainas con otras músicas y diversiones de cucañas y otras fiestas». Hubo fuegos artificiales contratados a una empresa pirotécnica de Palencia, y «la iglesia de Santa Cruz se ha iluminado con vasos de color», informaba la prensa. Como solía ser habitual en este tipo de eventos, se repartieron miles de raciones de comida –3.000 en total durante tres días– a los pobres de la ciudad en el Hospital de Santa María de Esgueva, la Diputación costeó una comida especial a todos los acogidos en sus establecimientos de beneficencia, dio un socorro a las esposas de quienes estaban sirviendo en el batallón sedentario de la ciudad, y entregó 1.000 reales a cada uno de los diez heridos, «hijos de la provincia, que hayan resultado en la primera acción S.M. el Rey». La encargada de repartir las ayudas en metálico a los heridos y enfermos fue la marquesa

de Miraflores, esposa de Mariano Lino de Reinoso y presidenta de la Asociación para Socorro de Heridos en Campaña. Hubo más ayudas: 4.000 reales para los heridos y enfermos en hospitales militares y otros 6.000 para los soldados que, a causa de las heridas recibidas en campaña, hubieran sido declarados «inútiles» por los facultativos. En esta ocasión, fueron las señoritas de la comisión provincial de la Cruz Roja las que realizaron el reparto. El Colegio de Notarios, por su parte, «distribuyó 22 varas de lienzo inglés para camisas para niñas pobres que concurren a las es-

Desde los balcones se lanzaron flores y palomas y hubo reparto de 3.000 raciones de comida

cuelas públicas de Valladolid». El Círculo de Recreo entregó trajes a escolares pobres, mientras la Audiencia territorial aprovechaba la ocasión para dar una comida extraordinaria a los presos comunes. Fue un día intenso. Alfonso XII visitó la Academia de Caballería y, ya por la noche, acudió al Teatro Calderón, donde fue recibido con la Marcha Real y se le dedicaron poesías. Partió a las doce de la mañana del día siguiente, 12 de febrero de 1875, después de haber visitado la Casa de Cervantes, en cuyo álbum de visitas estampó su firma. El Norte de Castilla expresó su alegría por la llegada del joven monarca, «hijo de cien reyes», puesto que «los sentimientos profundamente monárquicos» del decano de la prensa «son conocidos de nuestros lectores: por lo que no tiene necesidad de poner a los pies del trono, felizmente restaurado, la expresión sincera y leal de los respetos y del amor que le inspira».

La actual calle Regalado llevó en los años 20 el nombre de Alfonso XII. ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.
Retrato de Alfonso XII.
BIBLIOTECA NACIONAL

Mariano Pérez Mínguez, farmacéutico de profesión e impulsor, en 1854, del periódico ‘El Avisador’, tomó la iniciativa de levantar el monumento al autor del ‘Quijote’

Fundador de El Norte de Castilla y artífice de la estatua de Cervantes

LA estatua de Miguel de Cervantes, ubicada desde 1877 frente a la Plaza de la Universidad, nunca hubiera visto la luz de no ser por la iniciativa y los afanes de Mariano Pérez Mínguez, fundador de El Norte de Castilla y farmacéutico de prestigio. A él se debió la idea, buscó los fondos para costear los trabajos, contactó con los encargados de realizarlos, tuvo que poner de su dinero para hacerlos realidad y, una vez terminado el monumento, lo donó al Ayuntamiento de la ciudad.

Fundador, en 1854, junto con Pascual Pastor, del periódico ‘El Avisador’, que dos años después se fusionaría con ‘El Correo de Castilla’ dando lugar a ‘El Norte de Castilla’, Pérez Mínguez era farmacéutico de profesión y un acreditado humanista fascinado por la obra del autor del ‘Quijote’. De hecho, a él también se debió la recuperación, en los años 70 del siglo XIX, de la Casa de Cervantes como Ateneo Literario.

Nacido el 22 de julio de 1809 en la capital burgalesa, su padre, Blas Pérez, era dueño de un importante taller de carruajes en Burgos. Aunque estudió Filosofía en su ciudad natal, muy pronto mostró extraordinarias dotes para la práctica farmacéutica, que comenzó a frecuentar en el Hospital del Rey. En abril de 1843, una vez cursada la carrera de Farmacia en Madrid, estableció en la vallisoletana calle de Santiago la que terminaría siendo una de las más prestigiosas boticas de la ciudad, ampliada muy pronto con una droguería aneja.

Pero, además de ser un prestigioso farmacéutico, Mariano Pérez Mínguez fue un auténtico humanista que se entregó a la vida y obra de Cervantes, indagó sobre su estancia en Valladolid, contribuyó a salvar de la ruina la casa donde residió, la adecentó y decoró con muebles y objetos antiguos e impulsó una Junta Conservadora que daría pie a la «Sociedad: La Casa de Cervantes de Vallado-

lid». Acto seguido, lanzó la idea de erigir un monumento que «recordara solo que vivió en esta ciudad de Valladolid el Manco de Lepanto». Con la idea de colocarlo en el centro de la llamada Plazuela del Rastro, delante de la casa del escritor, encabezó una suscripción que hizo extensiva a todos los cervantistas de España, pero solo recaudó 14.588 reales, cantidad insuficiente para levantar la estatua. No le quedó más remedio que poner el resto del dinero. Contactó con el escultor Nicolás Fernández de la Oliva, a quien encargó el monumento, e hizo otro tanto con Pablo Santos de Berasategui, autor de los cuatro relieves que figurarían en el pedestal inicial, construido con material de la desaparecida Fuente de la Rinconada. Colocada la primera piedra el 22 de octubre de 1876, en junio de 1877 llegó la escultura y el 29 de abril se inauguró en el Campillo del Rastro. El pedestal, colocado por el arquitecto municipal Joaquín Ruiz Sierra, estaba for-

mado por dos cuerpos separados por hiladas de molduras. El inferior presentaba los relieves de Santos de Berasategui, que

representaban cuatro escenas del ‘Quijote’: la aventura de los Molinos de Viento, la de los leones, la batalla de los cueros de vino y la estancia de don Quijote en la casa de los Duques. El cuerpo superior tenía nichos en sus cuatro caras con bustos de mármol en su interior.

La estatua, por su parte, se realizó en fundición debido al escaso presupuesto con que se contaba, de lo que se encargaron los Talleres de la Fundación del Canal. Muestra al escritor de pie, con traje de época, una pluma en la mano derecha, que apoya sobre una columna donde también se coloca la capa, y un libro en la izquierda. Como escribió en su día Casimiro González García-Valladolid, se trata de una obra «sencilla, modesta, humilde, sin pretensiones ni de riqueza material ni de mérito artístico».

La inauguración, verificada el 29 de septiembre de 1877 mediante un acto sencillo celebrado en la casa del escritor, contó con la lectura de un soneto de Emilio Ferrari y estrofas

de Albino Madrazo. Hablaron, entre otros, el propio Pérez Mínguez, José Estrañí y José María Casenave. Al finalizar, Pérez Mínguez hizo entrega del monumento a los representantes del Consistorio. Peor suerte corrió el pedestal antiguo, que ya a finales de abril de 1877 había sido rechazado por la Academia de Bellas Artes. Consecuente con dicho informe, el Ayuntamiento mandó construir uno nuevo, obra de Jacinto Peña, que concluyó en noviembre de 1880 granjeándose la opinión desfavorable de la prensa. Los relieves de Pablo Santos de Berasategui se trasladarían al patio interior de la Casa cervantina.

En 1882, las obras emprendidas en la nueva calle de Miguel Íscar dejaron empotrado el monumento, por lo que el Consistorio decidió trasladarlo a la Plazuela de Santa María, su ubicación actual, lo que no se verificaría hasta abril de 1889. Miguel Pérez Mínguez no pudo presenciarlo, pues falleció el 6 de noviembre de 1887.

La estatua de Cervantes a principios del siglo XX. MINISTERIO DE CULTURA
E. B.
La estatua de Cervantes en 1880, frente a la casa del escritor. ARCHIVO MUNICIPAL
Mariano Pérez Mínguez. EL NORTE

Cuidando del agua, del medio ambiente y de nuestro territorio desde hace décadas. Por muchos años más avanzando juntos en la protección de los recursos de Castilla y León.

Miguel Íscar, conocido hombre de negocios, ganó las elecciones municipales de 1877, reformó el Campo Grande, construyó tres mercados y canalizó el Esgueva

Un alcalde ejemplar para Valladolid

SU muerte, repentina e inesperada, dejó consternados a los vallisoletanos, que ya entonces lo consideraban un alcalde ejemplar. Era noviembre de 1880. Miguel Íscar Juárez, el edil que reformó el Campo Grande y construyó los tres mercados más emblemáticos de la ciudad, falleció en Madrid a causa de un «derrame seroso». Su estela sigue viva no solo porque una calle lleva su nombre, sino porque, como ha escrito Juan Antonio Cano García, durante su mandato se llevaron a cabo grandes obras de engrandecimiento y mejora de la ciudad sin que sus sucesores pudieran presentar un balance similar. Miguel Íscar nació en Matapozuelos el 8 de mayo de 1828. Su padre, Laureano Íscar, escribano de profesión, logró atesorar un modesto patrimonio rús-

tico con pequeñas tierras, la mitad de dos casas y una bodega. Enviudó pronto de su primera mujer –y madre del alcalde–, Celedonia Juárez, y se casó otras dos veces. Miguel Íscar no cursó estudios universitarios, pero se dedicó muy pronto al mundo de los negocios. Algo tuvo que ver también su matrimonio, en 1855, con Dolores Quesada Mejón, natural de Santander y perteneciente a una familia de navieros. Al igual que su padre, enviudó pronto tras haber tenido un único hijo, Jacinto Íscar Quesada. El futuro alcalde de Valladolid se forjó como un auténtico hombre de negocios. Heredó el oficio de su padre, que en 1845 había trasladado su escribanía desde Matapozuelos a Valladolid, se asoció con Francisco Miguel Perillán –fundador de El Norte de Castilla– y Antonio Guerrero en un negocio de fa-

bricación y venta de materiales de construcción, fue apoderado del ex ministro de Fomento Mariano Miguel de Reynoso, tuvo la representación local de la compañía madrileña de seguros ‘La Urbana’, participó en la Sociedad Constructora del Teatro Calderón y en las entidades crediticias Crédito Castellano y Unión Castellana, y dio sus primeros pasos políticos dentro de las filas del liberalismo conservador.

Candidato a la Diputación Provincial en 1871, su gran momento político llegó con las elecciones municipales de 1877. Fue entonces cuando, por iniciativa del citado Reynoso, se decidió montar una candidatura con personalidades sin más ideología que procurar el engrandecimiento de Valladolid. Se trataba de confiar la gestión municipal a elites económicas que fueran bien consi-

Calle de Miguel Íscar a principios del siglo XX. AMVA

deradas y tuvieran contactos provechosos. Pensaron en Miguel Íscar como candidato por el distrito de San Miguel, San Nicolás y La Victoria, aunque no residía allí y tendría que enfrentarse a una dura competencia: la del alcalde José de Gardoqui. La habilidad de aquel para atraerse la confianza de los republicanos le reportó una considerable ventaja frente a su oponente, siendo su candidatura la más votada.

25.000 vallisoletanos siguieron el cortejo fúnebre por las calles, es decir, que casi uno de cada dos habitantes estuvo presente

Miguel Íscar tomo posesión como alcalde el 16 de marzo de 1877. Fue un gestor brillante –aunque sus reiteradas ausencias llegaron a generar polémica–, pues durante su mandato, que se extendió hasta el 11 de agosto de 1880, se acometieron numerosas iniciativas, algunas de enorme relevancia para el futuro inmediato de la ciudad. Destacan así la canalización del ramal del Esgueva que discurría por las calles de Doctrinos y del Rastro –renombrada como de Miguel Íscar–, la construcción de tres mercados fijos en las plazas del Val, Campillo y Portugalete, y la reforma del Campo Grande para convertirlo en un espacio de recreo conforme a los criterios urbanísticos de la época. Otros proyectos los concibió a medio y largo plazo: algunos se culminaron tras su muerte, como la construcción de una nueva Casa Consistorial; o bien nunca llegaron a convertirse en realidad, como la idea de establecer un paseo cubierto en la Acera de Recoletos o la apertura de una gran avenida que uniese la Plaza Mayor con la de San Pablo, idea recurrente que se retomaría por alguno de sus sucesores con idénticos resultados. Su muerte, ocurrida de manera repentina en Madrid, el 8 de noviembre de 1880, cayó como un mazazo en la opinión pública. Su féretro llegó a Valladolid a las siete de la tarde. Lo recibieron las máximas autoridades y representantes de diferentes corporaciones y centros oficiales de la ciudad, incluidos los guardias municipales y los serenos, que vestían traje de uniforme. Aunque el ex alcalde había dispuesto en su testamento, fechado en 1867, su deseo de tener un funeral «sin pompa ni aparato», su muerte constituyó uno de los episodios de luto colectivo más notables en la ciudad. 25.000 vallisoletanos siguieron al cortejo fúnebre por las calles, lo que suponía que casi uno de cada dos habitantes estuvo presente. Posteriormente, el Consistorio acordó que la calle nueva del Campillo del Rastro adoptase el nombre del finado, y adoptó otras medidas de homenaje como, por ejemplo, la colocación de placas en los mercados, la construcción de una fuente en el Campo Grande –la Fuente de la Fama– y la colocación de un busto. Incluso decidió mantener vacía la silla presidencial del Ayuntamiento hasta que se produjese su renovación.

descubre SEGOVIA

Aunque a mediados del siglo XIX se planteó construir las dos tras el derrumbe de 1841, finalmente se erigió la actual, inaugurada con problemas en 1885

Solo una torre

para la Catedral de Valladolid

COMO es bien sabido, el arquitecto Juan de Herrera concibió la catedral de Valladolid con cuatro torres, dos situadas en las esquinas de la fachada de los pies y otras dos, más pequeñas, en la fachada de la cabecera. Pero solo construyó las dos primeras, por lo que las torres de la fachada principal tuvieron que construirse siglos más tarde. La primera, la del lado del Evangelio, se levantó a principios del XVIII, aunque comenzó a dar problemas muy pronto. Para colmo, el terremoto de Lisboa, ocurrido en 1755, la dañó considerablemente, por lo que fue necesario acudir al arquitecto Ventura Rodríguez para reforzarla. Pero solo duró hasta el 31 de mayo de 1841, cuando, en medio de un terrible temporal, la torre se derrumbó llevándose consigo la bóveda de la capilla del Sagrario, otras muchas construcciones y el antiguo rollo conocido como el león de la catedral. Aun así, no hubo que lamentar víctimas mortales, solo dos heridos: el campanero Juan Martínez y Valeriana Pérez, su esposa, que vivían, precisamente, en un cuarto junto al campanario. La catedral de Valladolid se quedó entonces sin torres, sin campanas y sin reloj. A mediados del siglo XIX hubo un intento de reconstruir la torre derrumbada y, de paso, completar

el proyecto original, creándose incluso una comisión de arquitectos, pero la falta de fondos lo impidió. A lo más que se llegó fue a construir, en esa misma centuria, la torre del lado de la Epístola. La decisión se tomó en 1878 y contemplaba suprimir un cuerpo para hacerlo más económico. Dirigido el proyecto por el arquitecto Antonio Iturralde Montiel, las obras, que fueron adjudicadas al cantero Jacinto Peña, comenzaron en 1880. Las piedras se apilaron en la Plazuela de Santa María y tuvieron que emplearse dos máquinas de vapor para poder subirlas.

Los trabajos avanzaron notablemente durante todo ese año, pero la falta de fondos los paralizó hasta 1884. Al finalizar el verano ya estaba concluido el segundo piso hasta la barandilla. En otoño e invierno siguieron las obras y se construyó el cuerpo octogonal. Las campanas se subieron el 27 de marzo de 1885. «Buen número de personas se hallaba ayer tarde contemplando el ascenso de una de las campanas que han de colocarse en el segundo cuerpo de la torre de la catedral, y que merced al celo de nuestro ilustre prelado, del cabildo de la diócesis y de la inteligente dirección del arquitecto D. Antonio Iturralde, anunciarán a los fieles las próximas pascuas da resurrección», informaba este periódico, que no

ocultaba su alegría ante tal acontecimiento: «De modo que lo que hace poco parecía un imposible, va convirtiéndose en realidad merced al celo incansable de nuestros Prelados, a la cooperación del Cabildo Metropolitano y del Clero de la Diócesis y a la inteligencia del Arquitecto de la misma, nuestro amigo D. Antonio Iturralde». Aunque en un principio se proyectaba rematar la torre con una cúpula, esta no se construyó. La inauguración, celebrada el Sábado Santo de 1885 (4 de abril), se completó en agosto con la finalización de los ocho arcos proyectados y la colocación de todas las campanas. Las críticas, sin embargo, no se hicieron esperar.

La torre, así inaugurada, era demasiado baja y las campanas no se oían lo suficiente, por lo que Iturralde se vio obligado a realizar nuevas obras que añadían dos cuerpos más, nuevos arcos y otra sala de campanas. «Con verdadera satisfacción vemos avanzar las obras de la To-

La torre era demasiado baja y las campanas no se oían, por lo que se añadieron dos cuerpos más

Hasta 1910 no se instaló el reloj y 13 años después se construyó la cúpula y se coronó con el Corazón de Jesús

rre de la Catedral. Se han colocado las primeras piedras de la cornisa, que a juzgar por las ya labradas tiene que responder a la grandiosidad del templo. Sobre dicha cornisa, va una magnífica balaustrada de piedras que completará la esbeltez de la obra. Nuestra felicitación al virtuoso Prelado, a los bienhechores Sres. D. Francisco Herrero y D. Rufino Pérez, y a su Director, el arquitecto señor Iturralde», señalaba El Norte de Castilla en febrero de 1888. Finalizada esta segunda fase en torno a 1897, la torre quedó inicialmente sin cúpula (se remató con un tejado) y con otros detalles pendientes, como la balaustrada y una linterna proyectada inicialmente. Hasta 1910 no se instaló el reloj. Trece años después se construyó la cúpula y, a iniciativa del arzobispo Remigio Gandásegui, se coronó con la estatua del Sagrado Corazón de Jesús en lugar de la linterna. Al año siguiente se colocaba el pararrayos.

Fachada de la catedral con la torre en construcción. ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.

La ruina en que se encontraba el antiguo edificio consistorial, construido a finales del siglo XVI, justificó su demolición en agosto de 1879

LA noticia era escueta: «Hoy dará principio el contratista al derribo de la Casa Consistorial». Era el 28 de agosto de 1879. Regía el Ayuntamiento de la capital Miguel Íscar Juárez, uno de los alcaldes más populares de la historia de Valladolid, cuando se tomó una determinación improrrogable: demoler el edificio consistorial, en estado lamentable, para construir uno más digno. De febrero de 1879 databa el proyecto de construir un nuevo Ayuntamiento.

Aquel viejo edificio había sido proyectado en 1561 –año en que tuvo lugar el famoso incendio que asoló el centro capitalino– por Juan Sanz de Escalante; en dicho proyecto intervinieron, como han puesto en evidencia los profesores Jesús María Parrado y Salvador Andrés Ordax, hombres como Francisco de Salamanca, su hijo Juan, Francisco de Montalbán, e incluso, en 1585, el mismísimo Juan de Herrera, célebre arquitecto de la Catedral y del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Tras el citado incendio de 1561, que afectó a la Plaza Mayor y zonas limítrofes, se decidió ubicar el lugar de emplazamiento del Consistorio en la zona ac-

Miguel Íscar derriba el Ayuntamiento

tual. Las obras no fueron a un ritmo excesivamente rápido; más bien, todo lo contrario. Documentación de la época acredita que hacia 1582 apenas se habían edificado cerca de siete metros. Montalbán y Herrera aportaron poco más que diseños generales para su finalización, empresa de la que se encargaron, hasta 1605, Diego de Praves y Pedro de Mazuecos. Una vez terminado el cuerpo principal, los torreones hubieron de esperar hasta el siglo XVII y el reloj, hasta 1833. Las mejoras efectuadas en el edificio durante el siglo XIX no fueron suficientes para solventar las carencias, sobre todo de espacio, que acechaban al viejo caserón. A ellas se sumaban otras de tipo material, especialmente alarmantes a partir de

1877, año en que el arquitecto municipal, Joaquín Ruiz Sierra, informó al Consistorio sobre el estado ruinoso de la torre. En 1879, un nuevo informe, firmado esta vez por los arquitectos Segundo Rezola, Joaquín Ruiz Sierra y Teodosio Torres, daba cuenta de la alarmante situación del edificio consistorial, aduciendo como causas principales la variación de ma-

Gracias al señor Repullés y Vargas «hoy cuenta Valladolid con una Casa Consistorial que honra a su autor y a su pueblo»

teriales, grosores, técnicas constructivas y sistemas de armaduras. Por eso el día 10, el Ayuntamiento, presidido por Miguel Íscar, decidía edificar un nuevo consistorio, decisión que vino acompañada de la no menos importante reforma del Campo Grande: «Parece que tan pronto como la Corporación satisfaga los descubiertos que tiene pendientes, que será dentro de la primera quincena del mes actual, atenderá con predilección a la terminación definitiva de las obras del Campo Grande y a la construcción de la Casa Consistorial», informaba El Norte de Castilla del 3 de julio de 1879. La subasta para el derribo de la Casa Consistorial se celebró el 9 de agosto de 1879, adjudicándose al contratista Ramón

Mata por algo más de 4.000 pesetas y, según parece, sin que se hubiese estudiado aún un nuevo proyecto, circunstancia que condicionará su futura construcción. Las obras comenzaron tres días después y obligaron a trasladar las dependencias municipales, de manera temporal, primero a la Casa de Ortiz de Vega (actual edificio del BBVA de la calle Duque de la Victoria) y luego al antiguo Seminario Conciliar, que tenía su entrada principal en la calle López Gómez, junto a lo que hoy es el Colegio García Quintana. Los restos de la vieja casa Consistorial quedaron amontonados en el paseo de las Moreras, en los mercados y en el Campo Grande, donde terminarían siendo empleados para construir la cascada. Las obras se demoraron demasiado. El primer parón se produjo a finales de 1880, con la muerte de Miguel Íscar. Luego se abrió un concurso público, cuyo ganador, el arquitecto Antonio Iturralde y Montiel, el mismo que había edificado la torre de la catedral, vio cómo la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción cuestionaba su propuesta, con lo que el proyecto se demoraba. De hecho, hasta diez años después no comenzaron las obras.

Obras de construcción del Ayuntamiento actual.
E. B.

El antiguo Ayuntamiento, en célebre instantánea de J. Laurent.

ARCHIVO MUNICIPAL

Poco después, problemas presupuestarios y desavenencias entre Iturralde y la Comisión de Obras volvieron a paralizarlo. La muerte del arquitecto, en 1897, abrió una nueva etapa. El nuevo adjudicatario fue Enrique Repullés y Vargas, abulense de nacimiento y autor, entre otros, del edificio de la Bolsa de Madrid, cuyo proyecto comenzó a construirse en 1901. Previamente derribó todo lo realizado por Iturralde, pues no era aprovechable en su nuevo diseño. Aún tendrían que pasar siete años más para poder contemplar el actual edificio consistorial. «La genial idea del ilustre arquitecto señor Repullés y Vargas, autor del notable proyecto, ha sido llevada a la práctica y hoy cuenta Valladolid con una Casa Consistorial que honra a su autor y a su pueblo», señalaba El Norte de Castilla el 19 de septiembre de 1908, día de su inauguración. Un año después, en 1909, se instalaba el reloj de la torre, y en 1912 se recibía todo el mobiliario.

Campillo y Portugalete, construidos para responder a la creciente demanda ciudadana, fueron símbolo de la arquitectura que triunfaba en Europa

Dos mercados para Valladolid

NO solo eran un símbolo palpable de la nueva sociedad nacida al calor del desarrollo industrial que había propiciado, entre otros factores, la llegada del ferrocarril a mediados del XIX, sino también la expresión material de una población en expansión que demandaba nuevas infraestructuras para satisfacer sus necesidades básicas, y de un pujante comercio que precisaba alojamientos funcionales para sus negocios. Así se entiende la construcción, en la década de los 80, de

los tres grandes mercados de la ciudad: del Val, del Campillo de San Andrés y de Portugalete. De los tres, solo queda el primero en pie. Aunque se construyeron durante la alcaldía de Miguel Íscar en virtud de un proyecto realizado en 1878 por el arquitecto municipal, Joaquín Ruiz Sierra, la propuesta ya se había estudiados a mediados del siglo XIX, momento en que comenzaron a llegar al Ayuntamiento peticiones para construir un mercado cubierto que evitase los problemas de insalubridad de los puestos de comestibles que operaban en

los aledaños de la Plaza Mayor, Plazuela de la Red y Plaza del Corrillo. Los tres mercados sirvieron también para traer a la ciudad las pautas de la arquitectura moderna que triunfaba en Europa, especialmente aquella que se refería al aprovechamiento funcional de los nuevos materiales bajo criterios artísticos refinados. Eran, en efecto, excelentes ejemplos de la arquitectura del hierro, donde las columnas de fundición se combinaban con cristales de colores, muy al gusto de lo que promovería la corriente modernista y conforme mode-

los parisienses.

El del Campillo fue el primer mercado de hierro de la ciudad y el de mayores dimensiones, el que menos problemas generó en su construcción y también el primero en desaparecer. Su imponente instalación se enseñoreó de la zona conocida como Campillo de San Andrés, actual Plaza de España, dándole una fisonomía urbanística irreconocible para los vallisoletanos de hoy: solo el edificio de cuya parte posterior arranca la calle Montero Calvo guarda cierta similitud con lo que puede verse en

Celebramos

nuestros días.

El Ayuntamiento aprobó el proyecto el 18 de enero de 1878 y, seis meses después, adjudicó la construcción al contratista Jacinto Peña. Con 2.400 metros cuadrados de superficie y 80 metros de largo, era sin duda el de mayores dimensiones y su presupuesto ascendía a 210.288 pesetas. Su inauguración se verificó el 5 de diciembre de 1880. Sesenta años después, nuevas perspectivas urbanísticas, unidas a lo insuficiente de su servicio y a las quejas de varias personas por no poder ejecutar obras de nue-

El histórico mercado del Campillo a finales del siglo XIX.
E. B.

va construcción en la zona, animaron al Ayuntamiento a derribarlo y construir uno nuevo no muy lejos de allí. El nuevo mercado del Campillo se inauguró en agosto de 1956 y el antiguo se demolió por completo un año después.

Más problemas para su construcción trajo el mercado de Portugalete, pues vino precedido de una disputa entre el Ayuntamiento y el Cabildo a

cuenta de los caños existentes en la plaza. Mientras el primero quería mantenerlos por su utilidad pública, el Cabildo los consideraba un foco de escándalos y condicionaba la cesión de los terrenos para el mercado a su desaparición. Así hizo el Ayuntamiento. El mercado de Portugalete se levantó en 1881 y desde un primer momento llamó la atención del vecindario por sus mostradores de mármol, su luz

(primero de gas y luego eléctrica), su fuente y sus paredes cubiertas de azulejos.

Derribos polémicos

Sin embargo, a mediados de los años sesenta muchos comenzaron a cuestionar una edificación que, a su juicio, estaba plagada de defectos y era ya poco funcional. El mismo Ayuntamiento, en sesión de 1967, la calificaba de «antihi-

giénica, antiestética y poco apropiada para la misión que cumplía». Pero el proceso de derribo se vio envuelto en una ardua polémica. De inmediato, colectivos ciudadanos y acreditados profesionales salieron a la palestra periodística para protestar contra el abrupto final de un edificio de gran valor histórico y artístico. En noviembre de 1973, el Ayuntamiento llevó a cabo gestiones con la Dirección Provincial de Bellas Artes para que corriera ella misma con la conservación del edificio o, en caso contrario, concediese cinco millones de pesetas al Consistorio para que éste realizara la tarea. A mediados de diciembre de ese mismo año, el delegado provincial de Bellas Artes informaba al alcalde, Antolín de Santiago-Juárez, que carecía de fondos suficientes y que la Dirección General no veía inconveniente alguno en derribar el mercado. Era la puntilla. El 30 de abril de 1974, el Mercado de Portugalete cerró definitivamente sus puertas. Los industriales que trabajaban en su interior se trasladaron a las nuevas galerías abiertas en la calle López Gómez y en La Rondilla. «El Portugalete se ha cerrado el mismo día en que se inauguraban unos grandes almacenes, unas horas después de que fuesen abiertas al pú-

El del Campillo fue el primer mercado de hierro de la ciudad, el de mayores dimensiones y el primero en desaparecer

Ciudadanos y profesionales protestaron por el derribo de Portugalete, un edificio de gran valor artístico

blico las puertas de una espectacular discoteca, en la víspera de la fecha en que inicien su andadura comercial –bajo el signo de un riguroso control de limpieza e higiene– las galerías de alimentación que sustituyen al mercado», informaba El Norte de Castilla. El derribo comenzó el 18 de marzo de 1974 y culminó, con retraso, el 9 de mayo de 1974. Y lo hizo de la peor forma posible: a las seis de la tarde de ese día, buena parte de la construcción cedió y provocó la muerte de uno de los operarios que participaban en las tareas, Dionisio del Pozo Sanz, de 38 años de edad.

El mercado del Portugalete, a principios del siglo XX. ARCHIVO MUNICIPAL

Los jesuitas toman la Plazuela del Duque

CREEMOS por nuestra parte que en un país donde hay tolerancia para ciertas enseñanzas no se podría negar la hospitalidad a una Orden cuyo ilustrado sistema de enseñanza no puede merecer sino elogios y el respeto de todas las personas honradas».

Lo escribía El Norte de Castilla en la edición del 14 de marzo de 1880. De esta manera, el decano de la prensa defendía la acogida de los jesuitas franceses en caso de que fuesen expulsados del país vecino.

pleado para la formación de jesuitas y para 800 alumnos externos; el Colegio de San Albano, fundado por el jesuita inglés P. Pierson para formar a jóvenes ingleses para el sacerdocio católico, dotado directamente por Felipe II; y el Colegio de San Ignacio, junto a la iglesia de los jesuitas, actualmente San Miguel. Expulsados de España y América por Carlos III, que, como buen monarca ilustrado y regalista, no toleraba órdenes religiosas supeditadas a una autoridad superior –en este caso el Papa–, ya a finales del siglo XIX, en tiempos de la Restauración canovista, se registra una petición concreta. Como ha escrito Luis P. Fernández, era 1880 cuando el provincial de los jesuitas, P. Muruzábal, y el superior, P. Remón, solicitaban al Ayuntamiento de El Colegio de San José, construido por Jerónimo Ortiz de Urbina gracias a la benefactora Justa López Martínez, abrió sus puertas en octubre de 1881

Antes de la inauguración, en 1881, del Colegio de San José, los jesuitas habían tenido tres instituciones educativas, a la vez, en la ciudad de Valladolid: el Colegio de San Ambrosio, donde actualmente se encuentra el Santuario Nacional, em-

Alumnos del Colegio de San José en una fotografía de finales del siglo XIX.
Fachada del Colegio de San José a principios del siglo XX.
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Valladolid la compra del Corralón de Belén y casas adyacentes, así como el permiso de construcción del colegio. Eran tiempos calmados en España para las órdenes religiosas. El Consistorio accedió con gusto, incluso vendió parte de la vía pública para uniformar la línea de fachada. Más tarde mandará quitar la fila de casas que iba desde el ángulo de Santa Cruz a la calle Núñez de Arce, quedando así constituida la actual Plaza de Santa Cruz al incorporar a ella la fachada del Colegio San José.

Según los regidores, la capital vallisoletana ganaba así en belleza y en trabajo –se crearon muchos empleos durante las construcciones–, y se beneficiaba de albergar un centro que, «bajo todo punto de vista, no puede ser sino favorable a la ciudad». Buenas palabras, pero poco dinero. Al comprobar que la ciudad no pagaba un céntimo, una mujer nacida en Soto de Campoo, cerca de Reinosa, llamada Justa López Martínez, decidió aportar todo el dinero necesario para la «ingente obra», como aparece citada en los documentos. Justa era de familia humilde, pero unos tíos suyos, que no tenían hijos y vivían en Cádiz, habían hecho una enorme fortuna en América. Ellos la dieron una educación esmerada en Madrid y, al morir, la dejaron

dueña de la enorme fortuna. La vida de esta mujer fue todo menos aburrida. Ingresó pronto en la Orden de la Visitación (Salesas) de Madrid para, poco después, ser destinada a Barcelona como superiora. Además de construir la nueva casa, envió cantidades a su pueblo para la

gente humilde y para las necesidades de la iglesia. Y contribuyó a fundar tres colegios de la Compañía de Jesús: el del Puerto de Santa María en Cádiz, el del ‘Pasaje’ en La Guardia (Pontevedra), y el de Valladolid. Aquellos comienzos, no obstante, estaban plagados descon-

fianza. Tanto, que en un principio se camufló la inspiración jesuítica por el miedo a una nueva incautación gubernamental, por lo que la compra del solar, el famoso Corralón de Belén, que era propiedad de Juan Sigler, se puso a nombre de tres ingleses, Henry Filey, Joseph Hague y Thomas Widdowson. 25.500 pesetas costó la operación

Se construyó de nueva planta en una zona con importantes edificaciones precedentes –como las casas de los Hijosdalgo o de Cabeza de Vaca y de Carraffa, donde vivieron los padres que iban a comenzar la labor docente– el citado Corralón de Belén, que había sido antes monasterio de monjas bernardas, cuatro de ellas condenadas por la Inquisición por seguir al doctor Cazalla, la casa de doña Concepción Oceja y Rosillo, la del Curato de San Esteban y la del conde de Castroponce, la iglesia de San Juan y la plazuela del Duque. Proyectado por el arquitecto alavés, residente en Valladolid, Jerónimo Ortiz de Urbina, se trata de un magnífico edificio en torno a dos grandes claustros y amplios patios, en el que sobresale su fachada, su capilla decorada con vidrieras y frescos en el techo, y la sala de visitas Establecido temporalmente en el número 18 de la Plazuela del Duque, el P. Guillén abrió las clases el 1 de octubre de

En poco tiempo, el número de alumnos internos creció de forma exponencial: 100 frente a 20 externos

1881 con 16 alumnos de más de diez años. Una parte de ellos sacó matrícula de honor al examinarse en el Instituto. La fama del Colegio explica que, en poco tiempo, el número de alumnos internos creciese exponencialmente: 100 frente a 20 externos en aquellos primeros años. Además, estaban sujetos a una férrea disciplina. Comenzaron con uniformes de tipo militar al estilo del Colegio de Nobles de Madrid, pero luego vestirán un traje moderno azul marino, con cuello duro y chaleco. El edificio quedó completamente terminado el 30 de enero de 1885. Al año siguiente se inauguró la capilla y en 1888, la famosa estatua del patrono, instalada en la fachada y elaborada en los talleres londinenses de la Casa Mayer. Luego vendrían el jardín con su estanque circular (1889), el Museo de Arte e Historia en el centro de Segunda Enseñanza, obra del padre Francisco Javier Apalategui (1891), y el laboratorio biológico y micrográfico (1905).

Patio interior del Colegio de San José a comienzos del siglo XX

Tordesillas

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Felizaniversarioa

fueron elegidos por Sagasta para desempeñar, respectivamente, los Ministerios de Fomento y Ultramar

POR primera vez en la historia reciente, Valladolid contaba con dos ministros en el gobierno de la nación. Era 1883 y lo presidía el liberal Práxedes Mateo Sagasta. Los ministros en cuestión eran dos vallisoletanos cuyos méritos han trascendido ese breve episodio político que se desarrolló entre el 9 de enero y el 13 de octubre de 1883. Se trata de Germán Gamazo Calvo y de Gaspar Núñez de Arce. El primero, apodado por muchos como ‘el autócrata de Boecillo’, de donde era oriundo, ha sido considerado el político vallisoletano más destacado del siglo XIX, «ejemplo de caciques» y creador de una larga dinastía política que habría de continuar su cuñado Antonio Maura. También se le ha caracterizado como el arquetipo de político profesional que, partiendo de unos orígenes

Doblete vallisoletano en el gobierno liberal de 1883

modestos, logró acceder a una elevada posición social. Heredó un importante patrimonio paterno, estudió Derecho y ejerció como abogado de personalidades muy influyentes, militó en la Unión Liberal, obtuvo el acta de diputado entre 1871 y 1901 de manera ininterrumpida, y fue ministro en cuatro ocasiones.

(1865) y Barcelona (1866), secretario general de la Presidencia y consejero de Estado antes de ser nombrado ministro.

Núñez de Arce, por su parte, ha pasado a la historia como un gran poeta y dramaturgo, más que como un avezado político. Esta última es, sin duda, su faceta menos conocida. Se forjó con el progresista Pedro Calvo Asensio en el periódico ‘La Iberia’, luego ingresó en la Unión Liberal, participó en la Gloriosa Revolución de 1868, que destronó a los Borbones, y fue nombrado para desempeñar diferentes puestos políticos. Diputado por Valladolid en 1865 y 1869 y por Castellón en 1876, fue gobernador de Logroño

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La llegada de Gamazo y Núñez de Arce al Consejo de Ministros no puede entenderse sin la subida al poder, en 1881, del primer gobierno liberal de la Restauración, producto de la complicada acción negociadora que dio lugar al Partido Liberal liderado por Práxedes Mateo Sagasta. En esa ocasión, la mitad de las carteras ministeriales fue a parar a las facciones más conservadoras de dicha formación política (centralistas y militares de Martínez Campos), de modo que solo quedaron dos ministerios de entidad para constitucionalistas de izquierda. Esta conformación del gabinete, claramente inclinada hacia la derecha, generó en 1882 la disidencia de la Izquierda Dinástica, que a su vez precipitó la crisis ministerial de

Retrato de Germán Gamazo, por Francisco Maura y Montaner. (1888-1890, Museo del Prado, Madrid).

enero de 1883. A partir de ella, Sagasta inclinó el equilibrio de fuerzas hacia la izquierda, si bien es cierto que con figuras de segunda fila. Germán Gamazo, que recibió la cartera de Fomento, se erigió entonces en el principal exponente de la derecha liberal. A su lado, Gaspar Núñez de Arce fue elegido para la cartera de Ultramar.

Pese a la brevedad de este nuevo gobierno (diez meses), Gamazo planteó importantes medidas al frente de Fomento.

Se afanó en la reforma educativa a través de Reales Decretos como el de 2 de septiembre, centrado en la educación de párvulos (3 a 7 años) para, heredando aspectos ya contenidos en el proyecto de José Luis Albareda, su antecesor, hacerla laica, mixta y moderna. También planteó la reforma de las Escuelas Normales, nuevo intento modernizador que incluía la equiparación de sueldos en-

tre maestros y maestras. Más énfasis puso el de Boecillo en la reforma de los estudios de Derecho, bastante anticuados y saturados en aquellos momentos, a través de medidas como la refundición en una sola carrera de las tres ramas (Civil, Canónico y Administrativo) y de la carrera de Notariado, pudiendo quedar exentos de cursar algunas asignaturas los alumnos que aspiraran a ser notarios; la desaparición de los títulos de licenciado y doctor en Derecho Administrativo; la obligatoriedad a los alumnos de último curso de Derecho de asistir a las Academias, con objeto de dotar de un sentido más práctico a la carrera, objetivo que también perseguía la obligatoriedad de cursar la asignatura de Medicina Legal; y una modificación sustancial en la distribución y contenido de las asignaturas, organizándolas a su vez por bloques.

Gamazo redujo los beneficios de las empresas ferroviarias y favoreció a los viajeros, en especial con la supresión de un recargo del 10% > Gaspar Núñez de Arce, por Ignacio Suárez Llanos (Ateneo de Madrid).

Otras medidas pretendían beneficiar a las denominadas ‘clases productoras’, como, por ejemplo, las dirigidas a reducir los beneficios de las compañías ferroviarias y a favorecer a los viajeros, en especial la supresión del recargo del 10% sobre las tasas de los billetes de ferrocarril (Ley julio de 1883). La tarea de Núñez de Arce, sin embargo, fue menos vistosa, pues se centró sobre todo en las relaciones entre España y Cuba mostrándose, según muchos especialistas, más cercano a las tendencias centralistas que a las autonomistas. Además, se le acusó de estar excesivamente supeditado al ministro de la Guerra, Arsenio Martínez Campos, con quien sostuvo duras polémicas. Cambio de cartera Los dos vallisoletanos abandonaron el gobierno en octubre de 1883, cuando nuevas ten-

siones en el seno del ejecutivo liberal, unidas a la actividad desestabilizadora de la sociedad anarquista ‘Mano Negra’, a los levantamientos republicanos, a la presión proteccionista y a la polémica generada por la visita a España del rey de Alemania generaron una nueva crisis ministerial. Dos años más tarde, Gamazo repetirá como ministro, pero esta vez heredando, curiosamente, la cartera que en 1883 había ostentado Núñez de Arce.

En enero de 1884 comenzaron las clases en el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes, levantado gracias a la aportación desinteresada de Paulina Harriet

Los ‘baberos’ llegan a Valladolid

EXISTE en el barrio de San Ildefonso, a contar desde el momento histórico presente, una escuela capaz y de buenas condiciones, a la que pudieran concurrir, y concurrirán de seguro, los hijos de los vecinos pobres de dicho barrio, esta es la nuevamente establecida dirigida por los Hermanos de la Doctrina». Era un extracto de la carta enviada al Ayuntamiento de Valladolid por el profesor de enseñanza primaria del barrio de San Ildefonso, publicada en El Norte de Castilla el 16 de febrero de 1884. En ella se hacía referencia directa a una

El edificio primitivo en el que comenzaron a dar clases los Hermanos de la

A la izquierda, Paulina Harriet. EL NORTE

nueva escuela para niños pobres en el barrio de San Ildefonso: se trata del Colegio de Nuestra Señora de Lourdes, regentado desde enero de ese año por los Hermanos de La Salle y creado gracias a la aportación de una benefactora decisiva, Paulina Harriet y Gorostarzu. Natural de localidad francesa de Halsou, Harriet contrajo matrimonio con el empresario Juan Dibildos, que regentaba una importante fábrica de curtidos en la capital del Pisuerga, concretamente en el llamado barrio de las Tenerías. Como ha escrito Javier Burrieza, máximo conocedor de la

El Colegio de Nuestra Señora de Lourdes visto desde la Huerta del Rey en los años 30. ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.
Doctrina Cristiana.

historia del colegio, Dibildos falleció inesperadamente en Bayona (Francia) el 1 de junio de 1874, mientras se encargaba de diferentes negocios, por lo que desde ese momento su viuda se hizo cargo de la fábrica de curtidos. Esta, no obstante, se dio en arrendamiento a sus hijos y su yerno bajo la denominación ‘Señores Hijos de Juan Dibildos’. En Paulina Harriet confluyeron dos circunstancias determinantes para entender la implantación en Valladolid de los Hermanos de La Salle (los famosos ‘baberos’) y la apertura de lo que luego sería el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes: su intensa religiosidad y su conciencia social, dirigida ésta hacia los hijos de los obreros de la fábrica, carentes de toda instrucción. Precisamente para atender las necesidades educativas de los niños pobres empleó buena parte de su dinero.

No solo colaboró con la parroquia de San Ildefonso preparando a los pequeños para la primera comunión, sino que promovió la llegada de los Hermanos de la Doctrina Cristina, cuyos éxitos educativos eran bien conocidos, aportando ella misma 80.000 pesetas para la construcción de la nueva escuela. Los hermanos, que ya habían abierto un centro en Madrid, habían sido previa-

mente llamados por el alcalde Miguel Íscar Juárez, quien, como señala Burrieza, antes de 1880 escribió al director del colegio lasaliano de Bayona para solicitar la fundación de un centro de instrucción destinado a los «hijos de las familias más distinguidas de esta población». En aquel momento, sin embargo, los hermanos rehusaron la invitación, pero no así tras el contacto de Paulina Harriet con el visitador, H. Justino María. Paulina y su yerno, el diputado Juan Alzurena, incentivaron la cesión definitiva de la

En Paulina Harriet confluyeron dos circunstancias determinantes: su intensa religiosidad y su conciencia social

propiedad donde habría de ubicarse el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes.

Los Hermanos llegaron el 21 de enero de 1884 por ferrocarril. Eran tres: H. Joldiniano o

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Joldinian, en realidad llamado Pierre Paul Fontan, que haría las veces de director, el H. Ludardo Andrés (Jean Julien Deltort), y el H. Fabriciano (Miguel Serrador). Muy pronto serían conocidos como los ‘baberos’ por la tira de tela endurecida, dividida en rectángulos y de color blanco, que les caía sobre el pecho. Fueron alojados en la casa parroquial de San Ildefonso. La inauguración de la escuela, que entonces disponía solo de dos clases, se verificó el 23 de enero de 1884 con la asistencia del arzobispo, Benito Sanz y

Forés. Hubo mucha concurrencia. La principal benefactora, Paulina Harriet, asistió emocionada a aquel histórico momento. Su fallecimiento, el 16 de noviembre de 1891, fue muy sentido en la comunidad de religiosos, no en vano ella había posibilitado la compra del terreno y las primeras construcciones, la dotación mobiliaria y el mantenimiento de los primeros maestros.

En agradecimiento a su labor, en 1912, el Ayuntamiento decidió poner su nombre a la antigua calle del Sacramento, donde se ubicaba el Colegio. Este comenzó dispensando cursos gratuitos para los obreros de la empresa de Dibildos y para los niños de la parroquia de San Ildefonso, pero muy pronto completó su labor formativa con estudios de pago, como la enseñanza de Comercio. El nombre del centro procede de la enorme devoción que despertaron las apariciones de la Virgen de Lourdes en la segunda mitad del siglo XIX. El prestigio de su actividad educativa explica el crecimiento del centro y el incremento de alumnos y de hermanos. En 1928 se construyó la capilla. Hacia 1940 ya habían pasado por el ‘Lourdes’ 5.200 colegiales, que dos décadas después ya acogía, en régimen de internado, a más de 500 niños procedentes de toda España.

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Nacido en Torrelavega, Joaquín Ruiz Sierra es autor de obras tan célebres como la estatua de Cervantes o los mercados de Campillo, Portugalete y Val

El arquitecto que levantó el Teatro Zorrilla en solo seis meses

Cartel de la inauguración del Teatro Zorrilla.

SU nombre ha pasado inadvertido en la historia reciente de la ciudad, ocultado sin duda por otros más célebres como, por ejemplo, Jerónimo Ortiz de Urbina, con quien mantuvo arduas disputas, o Antonio Iturralde. Pero Joaquín Ruiz Sierra atesora también una obra importante, y a veces polémica, como arquitecto municipal de Valladolid, sobre todo durante el tiempo en el que estuvo al cargo de la alcaldía Miguel Íscar Juárez. De hecho, a Ruiz Sierra se debe, por ejemplo, el proyecto para edificar los tres mercados de hierro más imponentes en su momento, pioneros de este tipo en España: el del Campillo, el de Portugalete y el del Val. De esta manera, traía a Valladolid las líneas arquitectónicas y estilísticas más avanzadas de Europa.

Nacido en Torrelavega en 1850 y licenciado en Ciencias, Ruiz Sierra se tituló en 1873 y ese mismo año fue nombrado arquitecto municipal de Valladolid. Poco tiempo después, el alcalde le encargaba los proyectos de mercado ya citados, que fueron, sin duda, un auténtico hito artístico en el Valladolid de la época, además de una necesidad muy sentida tanto

por la población en general como por el comercio en particular. A Ruiz Sierra, que también impartió clases de dibujo en el Colegio de Santo Tomás, se debe la construcción, en 1877, del antiguo matadero municipal, un edificio de tres naves, de estructura de ladrillo edificado en el Paseo del Prado de la Magdalena, cerca del Hospital Provincial.

Y suyas fueron, además, las obras de cantería y el pedestal de la estatua de Miguel de Cervantes, levantada en 1876, así como varios proyectos de apertura y alineación de calles del casco histórico, como el de la calle Regalado, o el proyecto de alineaciones de las calles Sandoval, Manzana, Cebadería, Jesús y Plaza de la Rinconada, necesario por la construcción

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Aspecto original del mercado del Val, anterior a 1900, con su cúpula central.

del mercado del Val, que propició la construcción del nuevo Ayuntamiento a costa de demoler parcialmente la iglesia de Jesús Nazareno. Él mismo se encargó de cerrar la parte que pervivió del templo con la fachada de ladrillo que hoy puede contemplarse. Este proceder hizo que fuera conocido en algunos ambientes como «arquitecto hábil e inteligente, maestro en su profesión, pero poco amante de los monumentos históricos». De hecho, la reforma que en 1879 acometió en el Hospital de Esgueva (antiguo Palacio del Conde Ansúrez), especialmente en su parte exterior, fue contestada por no respetar, se decía, las trazas y el aspecto primitivo del edificio. Pero su realización más relevante en esta ciudad fue la construcción del Teatro Zorrilla, que venía a completar la oferta del Lope de

LAS

Vega y del Calderón. Las noticias comenzaron a difundirse en torno a 1883, cuando se supo que un grupo de empresarios llevaba tiempo planeando crear un tercer coliseo. Todo fue muy rápido. En mayo se creó la pertinente sociedad anónima como paso previo a la compra de los terrenos situados entre el número 23 de la Acera de San Francisco y el 5 de la calle Constitución, y

encargaron los planos al arquitecto municipal. Las obras comenzaron el 26 de mayo. A finales de junio ya se había derribado la finca existente en la zona, de modo que tres meses más tarde las obras se encontraban muy avanzadas. Finalizado en octubre de 1884, la culminación de los trabajos se celebró con una salva de cohetes y la colocación de un pendón morado de Castilla en la fa-

chada principal. Cuando llegó el día de la inauguración, el 31 de octubre, no hubo entradas suficientes. El mismo Zorrilla asistió a un espectáculo imponente en el que se puso en escena su obra ‘Traidor, inconfeso y mártir’, y leyó una composición poética titulada ‘Nadie es profeta en su patria’. Un año después, en diciembre de 1885, Ruiz Sierra se trasladaba a Santander para

Ayuntamiento de Villardefrades

Antigua postal del mercado de Portugalete.

Fue conocido como «arquitecto hábil e inteligente, maestro en su profesión, pero poco amante de los monumentos históricos»

José Zorrilla asistió a la inauguración del teatro con su nombre, en el que se puso en escena su obra ‘Traidor, inconfeso y mártir’

sustituir a Casimiro Pérez de la Riva como arquitecto municipal, después de que este perdiera la confianza del Ayuntamiento. A pesar de lo convulso de esta etapa (Pérez de la Riva pleiteó sin cesar y fue sustituido y repuesto en el cargo al menos cinco veces), Ruiz Sierra permanecerá en la capital cántabra hasta su muerte, ocurrida el 29 de septiembre de 1893. También fue catedrático de Dibujo del Instituto Carbajal. Entre sus obras santanderinas más relevantes figuran la reforma y ampliación del Hospital de San Rafael (1890), actual sede del Parlamento de Cantabria, la restauración del Teatro –incluido el alumbrado de gas–, la reforma del cementerio de Ciriego, la obra de la Rampa de Sotileza, la construcción de templetes en el Sardinero, la Alameda Segunda y la Plaza de la Libertad.

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A Nicanor Remolar no le hicieron caso cuando propuso potenciar la higiene pública ante la devastadora epidemia de 1885

El médico que dio su vida combatiendo el cólera

CON sentimiento participamos a nuestros suscritores el fallecimiento del acreditado doctor y catedrático de medicina, nuestro querido amigo don Nicanor Remolar, ocurrido anteayer por la tarde después de una penosa enfermedad contraída hace un mes y a la que, acaso, no habrán contribuido poco las injustas apreciaciones con que la calumnia, ya que no la envidia, calificaba la conducta que

dicho señor ha tenido en la cuestión sanitaria, a la que dedicaba constantemente su celo e inteligencia». Era el obituario-protesta publicado por El Norte de Castilla el 3 de octubre de 1885, dos días después del fallecimiento de Nicanor Remolar García.

Médico de formación y profesión, catedrático también de Medicina en la Universidad de Valladolid, ciudad donde había nacido en 1837, Remolar ha pasado a la historia como presti-

gioso y, a la vez, incomprendido higienista, que dio la vida combatiendo la terrible epidemia de cólera que asoló la provincia vallisoletana en el verano de 1885. Fue facultativo en Toro y en varios pueblos de la provincia vallisoletana (Mojados, Torrecilla de la Orden, Medina del Campo y también en Fuentesaúco), así como médico del ferrocarril de Medina del Campo a Zamora antes de ejercer como médico titular de Mojados, donde combatió con eficacia la epidemia de fie-

bres tifoideas que habían acabado con la vida de su antecesor.

En 1874 obtuvo por oposición la Cátedra de Higiene Pública y Privada de la Facultad de Medicina de Valladolid y, poco después, era elegido para formar parte de la Junta Provincial de Sanidad. A ella seguía perteneciendo cuando irrumpió la terrible epidemia de cólera de 1885, la cuarta que sufría nuestro país en el siglo XIX. Comenzó en marzo en Valencia y de ahí se extendió a toda la Penín-

sula, dejando 335.986 invadidos y 120.000 muertos. Los primeros síntomas en Valladolid aparecieron ya en la primavera de ese mismo año, tornándose preocupantes a finales de julio en Cabezón, Alcazarén y otros pueblos de la provincia, donde se registraron los primeros muertos.

Un año antes, Remolar había alertado del peligro en diversas cartas publicadas en el diario vallisoletano ‘La Libertad’, instando a las autori-

E. B.
Nicanor Remolar. UNIVERSIDAD DE VALLADOLID

dades locales a tomar medidas cuanto antes, sobre todo de carácter higiénico. Pero no solo no tuvo suerte, sino que, al igual que le ocurrió cuando insistió en fomentar la higiene pública ante la insalubridad de instalaciones como los mercados de hierro o el matadero, y crear un centro de vacunación contra la viruela, los máximos responsables se mofaron de él. De ahí los estragos causados por la epidemia de cólera de 1885, que, como han escrito Elena Maza y Alberto Llorente de la Fuente, comenzó el 12 de julio de 1885 en Tordesillas y se extendió hasta el 15 de octubre de ese mismo año. El río Esgueva no tardó en convertirse en un peligroso foco de infección para toda la provincia. Especialmente grave fue el impacto del cólera en el partido judicial de Valoria la Buena, con 1.856 invasiones y 394 muertes. Cuando las autoridades, lideradas por el alcalde Félix López San Martín, se aprestaron a tomar medidas de corte higienista, ya era demasiado tarde. Nicanor Remolar llevó a cabo una actividad febril desde la Junta Provincial de Sanidad. Difundió unas «Breves instrucciones para preservarse contra el cólera y para combatir sus primeros síntomas», visitó varios pueblos, atendió a contagiados, hizo otro tanto en el hospital de

coléricos de San Isidro, en el lazareto, la prisión y el manicomio, y se reunió en repetidas ocasiones con las juntas locales de Sanidad.

En la capital, la epidemia comenzó a decrecer a mediados de septiembre: de hecho, en las

fald

actas municipales aparece como prácticamente finalizada el día 18. El 12 de octubre, una multitud acudió al Te Deum celebrado en la Catedral «en acción de gracias por la terminación de la epidemia en esta ciudad». Pero los resultados fueron

terribles. Contaba entonces la provincia de Valladolid 247.458 habitantes. Según el Boletín Oficial de Estadística SanitarioDemográfica, el cólera se extendió a todos los partidos judiciales, invadiendo a un total de 7.578 personas; el número de

MAYORGA, FUEGO,

Cuando propuso crear un centro de vacunación contra la viruela, los máximos responsables se mofaron de él

fallecidos, siempre a tenor de las cifras oficiales, fue de 2.401, es decir, un tercio de la población afectada.

Mucho más impactantes fueron los datos registrados en Valladolid capital, donde fallecieron 791 de 796 afectados, es decir, más del 90,5%. Las consecuencias fueron devastadoras en los núcleos más insalubres y peor acondicionados (ramal sur del Esgueva, barrios de San Andrés, Santa Clara, Tenerías…), y, en términos absolutos, las calles con más víctimas fueron Panaderos, Labradores y Santa Clara Los principales estudiosos cifran la incidencia del cólera en torno al 1,01%1,32% de la población capitalina, mientras que el número de fallecidos oscilaría entre el 0,92% y el 1,2% de la población. Uno de ellos fue el propio Remolar, que falleció el 1 de octubre de 1885 de la misma enfermedad que tanto había combatido.

TRADICIÓN

Y TURISMO

Mapa del cólera morbo de 1885, publicado en 1887.
“MI PRIMER VINO NO FUE UN RIBERA DEL DUERO”

EQUIVOCARSE SOLO ES EL PASO PREVIO A ACERTAR

QUIEN LO PROBÓ, LO SABE.

DESDE el 1° de Julio próximo quedará prohibido el tránsito de caballerías y carruajes por el Puente Mayor, a fin de dar mayor impulso a las obras que se están ejecutando y evitar que ocurran desgracias». La noticia, aparecida en El Norte de Castilla el 28 de junio de 1890, era el resultado de un largo proceso de reforma del puente más antiguo y emblemático de Valladolid, que durante mucho tiempo se conoció como ‘Puente de Piedra’. A lo largo de su dilatada historia, el Puente Mayor fue objeto de numerosas intervenciones, algunas más catastróficas que otras.

Se sabe, por ejemplo, que en torno al siglo XV se duplicó su anchura y que en la centuria siguiente se derribó una torre, también que existió la llamada Puerta del Puente, que daba entrada a la ciudad desde el Barrio de la Victoria, y que fue demolida en el siglo XIX, así como una ermita en el lado contrario,

Mateo Benito le cambia la cara al Puente Mayor

E. B.

llamada de San Roque. En el siglo XVIII, según aparece en el plano de Ventura Seco (1738), el puente contaba con una barandilla rematada con bolas.

La llegada de los franceses, a principios de la centuria siguiente, trajo graves consecuencias. Aquellos no solo derribaron la ermita de San Roque, sino que volaron un arco al marcharse de la ciudad, en ju-

nio de 1812. El otro lo demolieron las tropas de Wellington para asegurar la zona. Reparados provisionalmente con estructuras de madera, su reconstrucción en piedra fue realizada entre 1825 y 1829 por el cantero vizcaíno Juan Yrure. Pero el tiempo pasaba y el creciente tráfico de carruajes y caballería obligaba a realizar nuevas obras de reparación y

ensanche. El Ayuntamiento lo planteó ya en 1882, encargando el proyecto al ingeniero Mateo Benito, que hasta finales del año anterior había prestado sus servicios en la división hidrológica de la provincia. Como ha demostrado Ramón Crespo Delgado en un documentado estudio, el coste del proyecto ascendía a 198.579 pesetas, cantidad considerada excesiva por la Dirección General de Obras Públicas, que planteó por ello limitar los trabajos al simple recalce de los estribos y arcos extremos (los que se encontraban en peor estado) en vez de acometer su reconstrucción. «Benito calculó que dicha obra costaría 177.778 pesetas, un ahorro pequeño respecto a rehacer el puente», señala Crespo. El expediente estuvo tres años paralizado hasta que en 1885, la Dirección General solicitó el estudio comparativo de la reparación, la reconstrucción o su sustitución por un nuevo puente de hierro en la misma ubicación. Los informes

El Puente Mayor en 1865, antes de comenzar las obras. ARCHIVO MUNICIPAL emitidos por los ingenieros responsables eran preocupantes: el Puente Mayor carecía de suficiente desagüe por el excesivo número y grosor de sus pilas y la limitada luz de sus arcos, su material era malo y su construcción era «grosera», pues presentaba numerosas grietas y desprendimientos. También consideraban inadecuado su ancho (de entre 6,60 y 9 metros), pues solo en el mes de septiembre de 1886 lo habían atravesado 1.282 vehículos, aparte del ramal que enlazaba el ferrocarril económico a Rioseco con la Estación del Norte. Aunque en un primer momento se barajó la posibilidad de sustituir el Puente Mayor por uno de hierro «con pilares de sillería que solo aprovechasen los fundamentos del antiguo si bien reduciendo el número de pilas para obtener una mayor capacidad de desagüe», finalmente la Dirección General de Obras Públicas optó por ensancharlo con voladizos de hierro, rehacer cuatro de sus pilares y reconstruir >

Puente Mayor y lavanderas sobre el río Pisuerga.

MINISTERIO DE CULTURA En un primer momento se barajó sustituir el Puente Mayor por otro de hierro con pilares de sillería

de día, se trabajó de noche, lográndose que, no obstante estas operaciones y otras múltiples análogas a que dio lugar tan importante y complicada obra, sólo se interrumpiera totalmente el paso un mes, el de Agosto de 1890».

el arco primero y décimo con dos bóvedas de medio punto de la mayor luz posible. El valor final de las obras (198.000 pesetas) no varió del presentado en su día por Mateo Benito. Los trabajos comenzaron en 1888 no sin problemas, pues hasta el mes de julio de 1890 no se paralizó por completo el paso de carruajes y caballerías, que entorpecían sobremanera a los obreros.

Como señala Casimiro González García-Valladolid, testigo de aquellas jornadas, «se hi-

cieron nuevos los arcos primero y último y se retocaron todas las pilas para sentar convenientemente las vigas longitudinales de hierro, parte principal de la obra metálica, y para que pudieran colocarse con separación tal que, des-

contados los andenes para peatones, aún quedase una calzada de 9 metros 55 centímetros de anchura. Para la colocación de las viguetas trasversales que unen y arrostran las longitudinales, y con objeto de no interrumpir el tránsito

La eliminación de las pendientes y de las bolas del pretil, el incremento de la anchura y la configuración, por tanto, de un puente llano desvirtuaron por completo toda huella antigua de esta emblemática construcción, que hasta 1865, fecha de la construcción del Puente Colgante, había sido la única vía de entrada a la ciudad.

La construcción del Canal del Duero y la sustitución del alumbrado de gas por el eléctrico, en 1887, fueron recibidos con auténtico entusiasmo

Agua y luz para los vallisoletanos

HASTA bien entrado el siglo XIX, la capital vallisoletana tuvo que abastecerse, básicamente, de las aguas traídas desde Argales, de las tomas de pozos y de los aguadores del río Pisuerga. La situación era tan precaria y las necesidades de la población tan perentorias, que en una reunión del Ayunta-

miento celebrada en 1862, se denunció la ínfima cantidad de agua que recibía cada vallisoletano: tan solo medio cuartillo al día. De hecho, para paliar en lo posible esta situación se establecieron manantiales alternativos como los de Villanubla, el llamado sitio de Las Callejas o la misma fuente de la Ría.

La situación, empero, no mejoraba. Los ediles buscaron al-

ternativas y las encontraron en mayo de 1864, momento en el que se aprueba una concesión a la recién creada Unión Castellana para construir un canal que transportase las aguas del río Duero y, desaguando en el Pisuerga, sirviesen para abastecer el riego de todos los terrenos situados entre Tudela y la capital y proveyesen a la población. El proyecto, sin em-

bargo, quedó paralizado a causa de la crisis de dicha sociedad, y no sería retomado hasta diez años después. Era 1879 cuando el Ayuntamiento decidía transferir la concesión a una nueva entidad, la Sociedad Canal del Duero, creada por José de Salamanca y Mayol, marqués de Salamanca, y el Banco General de Madrid. Las obras comenzaron en 1883.

Un año antes se estableció en 99 años la duración por ley de la concesión. Era el gran salto adelante para que una parte de los vallisoletanos tuvieran acceso al agua corriente. «Por fin tenemos la satisfacción de poder anunciar a nuestros lectores que las aguas del Duero han llegado al depósito construido en San Isidro. Dentro de pocos días los vecinos de

E. B.
Exterior de la estación depuradora de San Isidro, construida por la Sociedad Canal del Duero, del marqués de Salamanca. ARCHIVO MUNICIPAL

Valladolid podrán disfrutar de los beneficios que esta importante mejora ha de proporcionar a la capital de Castilla». Así avanzaba El Norte de Castilla, el 8 de septiembre de 1886, el hito histórico que habría de producirse dos meses después.

Y es que la inauguración del servicio, el 17 de noviembre de 1886, vino acompañado de una rotunda y esperanzadora afirmación: «Las aguas han llegado al depósito de San Isidro y están en condición de prestar servicio a esta capital». En ese año, la población de Valladolid capital apenas sobre-

pasaba los 66.000 habitantes. El nuevo Canal, de más de 30 kilómetros de longitud, llevó las aguas del Duero a la ciudad, que comenzaron a ser distribuidas por medio de canalizaciones metálicas construidas al efecto. Pero aún quedaba otra necesidad por cubrir: la luz eléctrica.

Un sol artificial

El objetivo de dejar atrás el viejo alumbrado a base de gas justificaba toda clase de metáforas. Se hablaba de vencer a la noche y de recibir el gratificante ‘sol artificial’ que ya alumbraba a otras capitales euro-

peas. El 28 de junio de 1886, mientras se daban los pasos para materializar la traída de agua potable por el nuevo Canal del Duero, los regidores dirimían las dos propuestas que se les había trasladado para colocar cables con destino a la iluminación eléctrica: la firmada por Mariano Fernández de Lara, que lo llevaría a cabo de forma aérea, y la de Antonio de Mora Obregón, que optaba por el cable subterráneo. El Consistorio terminó escogiendo esta última, al considerar mucho más antiestética la oferta de Fernández de Lara. Mora procedió a constituir la

Sociedad Electricista Castellana, con el vallisoletano Antonio Menés Auge como director. Ambos solicitaron al Ayuntamiento la exclusividad, durante de 10 años, de la distribución de energía eléctrica en la ciudad. Les fue concedida el 21 de marzo de 1887, pero en competencia con otras compañías, pues dicha sociedad era la única que cumplía los requisitos exigidos por el Consistorio. Ese mismo año de 1887, la sociedad construyó una central térmica en Huerta del Rey y procedió a hacer las zanjas para los cables subterráneos hasta el centro de la ciudad. Como ha escrito Nicolás García Tapia, este hecho tenía lugar solo cinco años después de que, por primera vez en el mundo, Edison iluminara la ciudad de Nueva York. Las primeras empresas vallisoletanas que recibieron los servicios de electricidad fueron la fábrica de harinas de Miguel Rodríguez, situada en la calle Puebla

«Tenemos la satisfacción de anunciar a nuestros lectores que las aguas del Duero han llegado al depósito de San Isidro»

número 7, y la de Isidro Vicente, en el número 29 de la acera de Sancti Spiritu. La enorme trascendencia del acontecimiento justificaba una brillante puesta de largo, para lo cual se escogió la inauguración oficial del Teatro Zorrilla, el 24 de octubre de 1887. Sin embargo, el limitado alcance de este pionero servicio hará que años después, ya a principios del siglo XX, pase a ser desempeñado por la Electra Popular Vallisoletana, constituida formalmente en 1906, no sin la comprensible oposición de la Sociedad Electricista.

Central de El Cabildo de la Sociedad Eléctrica Castellana.
El Norte de Castilla de 11 de noviembre de 1886.

Nacido en Villalón y arquitecto de la Diputación Provincial desde 1877, a él se debe la construcción de varios y emblemáticos edificios en Valladolid

Teodosio Torres, entre el Hospital y la Plaza de Toros

HEMOS oído hacer grandes elogios de los planos que para la construcción de la nueva plaza de toros ha presentado a la Sociedad Taurina el ilustrado arquitecto don Teodosio Torres. La Memoria que los acompaña es un trabajo notable que ha satisfecho por completo a los individuos de la referida sociedad. La capacidad de la plaza será para 14.000 almas». El Norte de Castilla celebraba de esta forma, el 24 de

noviembre de 1888, uno de los proyectos más destacados de Teodosio Torres López, arquitecto provincial desde 1877 y autor de numerosas y emblemáticas obras en la ciudad. Suyas son, por ejemplo, la rehabilitación del Museo de San Gregorio, la construcción del nuevo Hospital Provincial, el Instituto de Segunda Enseñanza o la culminación del nuevo edificio de la Universidad después del derribo, no exento de polémica, del antiguo. Natural de Villalón de

ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.
El arquitecto Teodosio Torres López. EL NORTE

Campos, donde nació en 1848, estudió la carrera de Arquitectura en Madrid, donde obtuvo el título el 10 de noviembre de 1876. Fue arquitecto auxiliar honorario de la Diputación Provincial de Valladolid entre junio y de 1876 y mayo de 1877, año este último en el que fue nombrado arquitecto provincial en sustitución de Adolfo Fernández Casanova. Teodosio Torres edificó el nuevo Hospital Provincial en terrenos del Prado de la Magdalena, para lo que buscó ideas en varios países de Europa, especialmente en Francia, y, como arquitecto del Ministerio de Ins-

trucción Pública y Bellas Artes, llevó a cabo la reconstrucción del claustro del Colegio de San Gregorio. Lo cierto es que Valladolid y provincia están salpicados de sus encargos e iniciativas.

A Torres se deben, de hecho, el edificio del Ayuntamiento de su localidad natal (Villalón de Campos) y la Plaza de Toros de Valladolid, iniciada en 1889 en el Paseo de Zorrilla e inaugurada el 20 de septiembre de 1890. El de Villalón intervino además en otra obra muy relevante para la ciudad, como era la reforma y consolidación de la torre de la iglesia de La Antigua. En efecto,

si en 1900 se acometió la restauración bajo la dirección de Antonio Bermejo y Arteaga, sustituido al año siguiente por Vicente Lampérez, los encargados de finalizar las obras fueron Torres y Agapito y Revilla. En 1901 se hizo cargo del proyecto de construcción de las Salas de disección y operaciones de la Facultad de Medicina y del Hospital Clínico. Asimismo, junto a sus colaboradores Emilio Baeza y Juan Agapito y Revilla construyó el Instituto de Segunda Enseñanza (actual Instituto Zorrilla), inaugurado el 30 de septiembre de 1907. Ese mismo año, el Ayuntamiento le aprobó

Junto a Emilio Baeza y Juan Agapito y Revilla construyó el Instituto de Segunda Enseñanza, el actual Zorrilla

la licencia para construir la iglesia y las nuevas dependencias del convento de las Salesas, en las calles Mambrilla y Colón. Teodosio Torres fue asimismo autor del proyecto para la iglesia de Nuestra Señora del Pilar (La Pilarica), en la plaza de Rafael Cano.

Más polémico fue el episodio de la Universidad de Valladolid. El edificio antiguo, incluida la portada del siglo XV que daba a la calle Librería, estaba en tan mal estado que en 1909, el Estado decidió derribarlo y construir uno nuevo en el mismo solar. El Gobierno le encargó el proyecto a Teodosio Torres, que, sin embargo, no pudo verlo terminado, pues se inauguró el 6 de octubre de 1915, casi un año después de su fallecimiento. Torres también se encargó, en 1912, de la ampliación de la Escuela de Bellas Artes y Oficios, y, dos años después, de las obras del Pabellón para Niños Tuberculosos en el Prado de la Magdalena. Y fue

NEUMÁTICOS

autor de otros edificios destinados a escuelas, cementerios, ayuntamientos, mataderos, fuentes y lavaderos en la provincia de Valladolid, sin olvidar su intervención en las obras de restauración del Castillo de la Mota, en Medina del Campo, junto a Juan Agapito y Revilla, y en las del Castillo de Torrelobatón, ambas en 1913. Pero es que también varios edificios civiles, de bella factura, llevan su impronta profesional. Es el caso, por ejemplo, del número 3 de la calle de la Pasión (1903), el número 1 de la calle Claudio Moyano (1907-1910), o la impactante casa del contratista Lesmes Álvarez, en la calle Gamazo esquina con Colmenares (1911). Uno de sus últimos proyectos fue la Fábrica de Harinas ‘La Magdalena’, del empresario Emeterio Guerra, levantada en 1914 en el Paseo del Arco de Ladrillo y destruida por un incendio en mayo de 1976. Académico de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Teodosio Torres falleció en Valladolid el 15 de noviembre de 1914. Ya entonces estaba viudo de Rafaela Mendigutía, con la que había contraído matrimonio en julio de 1889 en la iglesia de Santiago. El matrimonio tuvo una sola hija, Rafaela Torres Mendigutía.

Hospital Provincial de Valladolid, obra de Teodosio Torres.

Industrial harinero y miembro de influyentes sociedades, Fidel Fernández Recio-Mantilla levantó su famosa casa en terrenos que ocupaba antes el Hospital de la Resurrección

El poderoso don Fidel y su casa con ascensor

HOMBRE emprendedor, de holgado capital y de excelentes condiciones como caballero, como industrial y como comerciante». Así describían a finales del siglo XIX al poderoso industrial y comerciante Fidel Fernández Recio-Mantilla, auténtico prototipo de la elite económica con tentáculos en numerosos sectores sociales, también en la política. Natural de Reinosa (Cantabria), donde nació en 1839, a él se debe el imponente edificio levantado en la Acera de Recoletos haciendo esquina con la calle de Miguel Íscar, más conocido como ‘la Casa Mantilla’.

Mucho se ha escrito sobre ella, pero poco sobre su propietario. Casado con la palentina Antonia Ortiz Gutiérrez, Fidel Fernández Recio-Mantilla era uno de los máximos contribuyentes de Valladolid en la segunda mitad del siglo XIX. Tenía en propiedad importantes y rentables fábricas de harina, destacando ‘La Palentina’, en el Canal de Castilla, y otra en Valdestillas. También poseía una fábrica de hielo en el barrio de La Rubia, y su nombre aparece en las sociedades más relevantes del momento. Además de ejercer cargos en la Cámara de Comercio, fue director de la Sociedad de Seguros Mutuos contra Incendios, miembro de la

junta directiva del Círculo de Recreo, impulsor de la Junta Local de Productores, y consejero de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad. En política, comenzó en las filas del Partido Liberal, lideró luego el Partido Constitucional en Valladolid y viró hacia el republicanismo en sus últimos tiempos. En los años 80 del siglo XIX fue diputado provincial. Ya era, por tanto, un hombre poderoso y admirado cuando pujó por los terrenos que entonces ocupaba el vetusto Hospital de la Resurrección, que hacía esquina entre la calle de Miguel Íscar y la Acera de Recoletos, los cuales habían salido a subasta después de que en

1881 el Ayuntamiento lo declarase inútil para servicio público. El industrial los adquirió por 266.105 pesetas. La zona era la principal referencia urbanística de la pujante burguesía vallisoletana, debido, como ha demostrado María Antonia Fernández del Hoyo, a factores como la liberación de buena parte de sus solares por el proceso desamortizador, un crecimiento económico y demográfico tan intenso que llevó aparejado la demanda burguesa de nuevas edificaciones acordes con su posición social, el encauzamiento y soterramiento del ramal meridional del Esgueva, las buenas comunicaciones y condiciones de salubridad de

la zona, y el empuje que supuso la aparición del ferrocarril.

A don Fidel le otorgaron la licencia para derribar el edificio en 1891. El proyecto, a cargo del prestigioso arquitecto vitoriano Julio Saracíbar, consistía en integrar cinco casas en una unidad, levantadas en una misma manzana, que limitaba por las calles de Miguel Íscar, Acera de Recoletos, Marina Escobar y otra particular y perpendicular a Recoletos (actual calle Mantilla). Las obras fueron dirigidas por el vallisoletano Victoriano González, actuando como contratistas Romualdo Martín y Juan Camel.

El resultado fue espectacular. Como ha escrito

La calle de Miguel Íscar a principios del siglo XX con la Casa Mantilla a la derecha. ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.

La casa Mantilla y la Acera de Recoletos en 1910.

ARCHIVO MUNICIPAL

María Antonia Virgili, es una muestra de arquitectura ecléctica española que combina el ‘revival’ renacentista con la influencia francesa tan propia del momento. Los már-

moles de escaleras y pavimentos fueron traídos de Barcelona, las chimeneas, de la localidad francesa de Bangères de Bigorre, y las columnas de hierro de las plantas bajas, de Bilbao.

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Pero tampoco faltó la participación de la industria vallisoletana, concretamente de las casas Gabilondo y Claudio Cilleruelo. La suntuosidad del interior se combina con una fachada reple-

ta de elementos ornamentales de tipo neoclásico: atlantes, bustos femeninos, elementos vegetales y medallones de personajes relacionados con la historia de Valladolid, como el conde Ansú-

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rez, Felipe II, el moro Ulit, Marina de Escobar o San Pedro Regalado, a lo que había que sumar los remates de frontones y las estatuas representativas de la Industria, el Comercio, las Ciencias y las Artes. El interior, repleto de comodidades y ornato (grandes ventanales, baños, lavabos, lámparas...), se adecuaba a los gustos y costumbres de sus moradores. Las dos esquinas de mayor visibilidad cuentan con torreones circulares rematados con cúpulas bulbosas.

El edificio de la Casa Mantilla fue el primero que introdujo ascensor, movido por sistema hidráulico, iluminación exterior en las fachadas, cocheras individuales para cada vecino, calefacción de agua caliente, y un sistema propio de generación de electricidad gracias a una máquina de vapor inglesa de 30 caballos, situada en el subsuelo del patio trasero. Disponía también de alcantarillado propio, que enlazaba con el de la red urbana. En los bajos existió un club deportivo y social de renombre, The Arm & Cycle Sport Club, inaugurado en 1894, que ofrecía gimnasio con sala de esgrima, almacén, un pequeño restaurante y sala de patinaje. Finalizada a finales de 1892, la suntuosa casa de don Fidel se inauguró el 23 de febrero de 1895 con un pomposo baile en su salón.

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El crecimiento sin techo de la ONCE desde la llegada de la democracia

Evolución y futuro. La organización ha cumplido medio siglo en su edificio de la calle Muro de Valladolid, marco de toda una revolución de la organización, y desde donde pronto dará el salto a una nueva sede en la capital vallisoletana, símbolo de una nueva era

ONCE

Desde que inauguró en 1974 su sede regional de la calle Muro, ONCE ha evolucionado a nivel global, de tal modo que se convirtió hace tiempo en motor del cambio de vida de las personas con discapacidad. No en vano, lideró la creación de la conciencia de lo que estas personas son y quieren ser: iguales en derechos que el resto de la población, con una integración plena que la organización favorece a través de sus programas. Después de medio siglo de crecimiento sin techo y de vivir la revolución del organismo, su sede regional en Valladolid dejará paso a una más moderna, disruptiva e innovadora, que será símbolo

de una nueva era de digitalización y de adecuación a los nuevos tiempos.

Esta vanguardia casa con la historia de la ONCE, que empezó a estar dirigida por personas ciegas con la llegada de la democracia y vivió cambios como la reducción de la jornada laboral a los cinco días, la liberalización del juego o el nacimiento del ‘cuponazo’, que supuso en 1984 un ‘boom’ económico que permitió implementar un modelo descentralizado de servicios, pionero y copiado más tarde por otras administraciones públicas, con nuevas contrataciones que en Valladolid conllevaron la compra de locales en el Pasaje de la Marquesina, donde están ubicados los servicios sociales. «Este es un modelo muy personalizado, que atiende a las personas en su ámbito, y que lleva a los técnicos a trabajar donde vive la gente», indica Ismael Pérez,

delegado de ONCE en Castilla y León. Asimismo, se apostó por escolarizar a los niños ciegos en los centros educativos de su entorno, para lo que cuentan con el apoyo de profesionales de ONCE, que hacen su información accesible gracias a la colaboración con la Junta.

Como quiera que las ventas continuaron con su crecimiento exponencial, gracias a la revolución que supuso el ‘cuponazo’, la oferta de empleo creció de igual modo y en 1987 ONCE se abrió a liderar el cambio filosófico respecto a otro tipo de discapacidades; a ser solidario con estas a través de la Fundación ONCE, que «puso en marcha proyectos sociales de la discapacidad y arrancó la carrera de la accesibilidad en España», de la que luego cogería el testigo la Administración Pública. Con todo, y como quiera que la organización no ha sido ajena a

las crisis económicas, como la posterior a los Juegos y a la Expo de 1992, la creación de lo que hoy se conoce como Ilunion significó el nacimiento de una corporación empresarial que empezó a invertir en ‘facilities services’ «para intentar generar un modelo de negocio complementario y que asegurase los ahorros necesarios para garantizar la viabilidad de la estructura y que fuera capaz, a su vez, de generar empleo fuera de la propia ONCE», recalca Ismael Pérez. Con Ilunion, se daba el último paso «hacia la integración plena de las personas con discapacidad», hasta ser su mayor generador de empleo.

Cambios en la gestión

Cuando ONCE entró en democracia, en 1981, tenía 17.000 empleados. Hoy son más de 75.000, con un ritmo de creación de 1.200 nuevos puestos de trabajo al año. Este crecimiento, en Castilla y León, se traduce en que cuenta con 932 trabajadores en la actualidad, que alcanzan los 2.500 si se tienen en cuenta Fundación ONCE e Ilunion. «Cuando se abrió nuestra sede, hace 50 años, teníamos aproximadamente 400 trabajadores. La evolución ha sido muy importante, porque tenemos a más personas, pero también porque hacemos las cosas de una forma muy distinta a como se hacían antes», explica el delegado territorial, Ismael Pérez. De este modo, hace años se cambió la gestión y las fronteras provinciales han dejado de existir: cada profesional tiene un ratio de personas a atender con base en parámetros como si trabaja con personas en capitales o en el rural o las facilidades de transporte que tiene, por ejemplo, para atender en Palencia y Segovia desde Valladolid, en Zamora o Ávila desde Salamanca, en Soria desde Burgos o en el rural de León. El reto de la integración parece hoy superado en una organi-

zación moderna como es ONCE, que aborda otros desafíos como el conseguir mantener el sentimiento de pertenencia de las personas que están plenamente integradas en la sociedad gracias a su labor, que alcanzan el 90% si hablamos de empleabilidad fuera de la organización, o el seguir con la «carrera sin fin» de la accesibilidad de las nuevas tecnologías. En clave local, el reto más próximo en Castilla y León tiene que ver con la mudanza a la futura sede, que se ubicará en la Plaza de La India de Valladolid, y que se producirá en los primeros meses de 2025.

«En 2003 empezamos a ser conscientes de que teníamos que hacer una renovación tecnológica total en el propio negocio del juego y desde el punto de vista organizativo, así como de la tecnología aplicada a la prestación de los servicios. Recientemente presentamos un proyecto para renovar toda la tecnología en Castilla y León y conseguimos los fondos europeos para poder hacerlo. La tecnología nos tiene que servir como soporte del cambio», reflexiona Ismael Pérez, que introduce lo que será una de las claves del trabajo en el nuevo edificio (que contará con los máximos estándares de sostenibilidad): la digitalización, que permitirá, por ejemplo, un mayor trasiego de información y favorecerá una gestión ágil de los espacios compartidos. No en vano, ONCE, apostando por la transparencia, trabajará de manera compartimentada en espacios abiertos, con grandes cristaleras, incluidas las cristaleras, aunque con espacios de ocio y otros de privacidad para los usos que necesiten de privacidad. Asimismo, apostará por el papel cero, dando más importancia a los dispositivos tecnológicos. «Lo que no va a hacer nunca la ONCE es introducir tanta tecnología que sustituya a las personas», asevera el delegado.

Aprendizaje del uso de un teclado adaptado.
Puesto de venta de cupones.

El ‘Fiesta Alegre’, inaugurado con elogios en 1894, sería escuela taurina hasta que en 1915 los jesuitas lo convirtieron en sede del teatro de la Casa Social Católica

Primero frontón, luego cine

LA excusa era el partido de pelota entre Irún y Araquistain (blancos) contra ‘Muchacho’ y Sarasúa (azules). Lo más importante, la inauguración, aquel 7 de septiembre de 1894, de una obra emblemática en Valladolid: el Frontón de Fiesta Alegre, un enorme centro deportivo levantado en el número 7 de la

calle Muro. A sus llamativas dimensiones sumaba la calidad de los materiales empleados, pero sobre todo lo que suponía de avance y modernidad para una capital de provincias que, de esta forma, satisfacía la novedosa cultura del ocio que demandaba su pujante burguesía. El principal impulsor de la idea fue el hacendado local Ángel Chamorro, industrial de

renombre que, muy aficionado al juego de pelota, aspiraba a que Valladolid albergase un frontón similar a los existentes en Madrid y Barcelona. Para ello se asoció con los madrileños José Rodríguez y Valeriano Macuso. Las obras comenzaron a finales de 1893, según planos de Jerónimo Ortiz de Urbina, y finalizaron en agosto del año siguiente bajo la direc-

ción del también arquitecto Santiago Herrero. Como ha escrito José Miguel Ortega del Río, todos los materiales empleados en su construcción se realizaron en Valladolid –ladrillo de la fábrica de Eloy Silió, carpintería por los sobrinos de Pedro Anciles, decorado interior de Luis Gijón, obra de hierro por Leto Gabilondo, cristalería de cubierta por Clau-

dio Cilleruelo–, lo que vendría a demostrar el gran nivel técnico alcanzado por sus empresas. Con fachada principal de ladrillo, las dimensiones del nuevo centro deportivo eran impactantes, pues ocupaba un total de 1.800 metros cuadrados, de los que 1.320 correspondían a la cancha de juego, cuya altura, hasta la cubierta de cristal, era de 24 metros. Esta

E. B.
Exterior del Frontón de Fiesta Alegre, derribado en 1967. ARCHIVO MUNICIPAL

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El último propietario del inmueble, la Confederación Hidrográfica del Duero, lo derribó en octubre de 1967

última, formada por 7.000 cristales y sostenida por bastidores y correas de hierro, era uno de sus elementos más característicos.

En el interior se dividía en tres pisos y contaba con servicios como café, vestuario, contaduría, enfermería, botiquín y retretes. Al partido inaugural, en el que resultaron vencedores ‘Muchacho’ y Sarasúa, asistió numeroso público, que, a decir de Casimiro G. García-Valladolid, quedó muy satisfecho, «ofreciendo hermoso y agradable conjunto, así en el interior del frontón, como a la salida, que llenó de carruajes y curiosos la ancha y dilatada calle de Muro». Los primeros años del Frontón de Fiesta Alegre, bautizado como el que en 1892 se había inaugurado en Madrid, no defraudaron: además de los encuentros de pelota, albergó otros muchos espectáculos y actos, incluidos mítines políticos. Sin embargo, con el tiempo

fue languideciendo y terminó siendo empleado para otros usos, incluidos los espectáculos taurinos. Es más, a partir de 1910 pasó a ser ‘Escuela Circo-Taurina’. De ahí que no tardara en ser codiciado por diversas sociedades como posible sede. En febrero de 1913, por ejemplo, el Centro de Sociedades Obreras, de marcada tendencia socialista, planteó la posibilidad de adquirirlo para

Ayuntamiento de

convertirlo en Casa del Pueblo, lo cual requería hacer frente a las 125.000 pesetas que exigía el dueño.

Paradójicamente, sin embargo, terminarían siendo sus adversarios en la lucha obrera quienes adquirieran el edificio: en efecto, pocos meses después, concretamente en julio de 1913, la Sociedad Protectora del Obrero, de inspiración católica, adquirió el Frontón y lo cedió en

usufructo a la Asociación Católica de Escuelas y Círculos Obreros, impulsada por el jesuita Sisinio Nevares, para ser utilizado por la Casa Social Católica, auténtico emporio del movimiento social-cristiano español y castellano. La licencia de obras necesaria la otorgó el Ayuntamiento a Narciso de la Cuesta, presidente de la Sociedad Protectora del Obrero, en 1914. Como ha escrito Manuel de

los Reyes en un documentado libro sobre esta institución, el coste total de las obras de reforma ascendió a 175.000 pesetas y el encargado de llevar a cabo la adaptación del edificio fue el conocido arquitecto Jerónimo Arroyo. El antiguo Frontón de Fiesta Alegre se convertía en el Teatro-Cine Hispania, con capacidad para 2.000 localidades entre butacas, palcos y paraíso. Fue inaugurado el 21 de noviembre de 1915. A partir de ese momento, el local ofreció sesiones cinematográficas, representaciones teatrales, reuniones de los Sindicatos Católicos, así como una serie de actos culturales de todo tipo.

El final de la Guerra Civil y la imposición, por parte de la dictadura franquista, de un sindicato único y oficial sellaron el declive del sindicalismo católico. La Casa Social Católica quedaría, por tanto, reducida a albergar las actividades del Teatro-Cine Hispania. Convertido luego en sede del Frente de Juventudes, el último propietario del inmueble, que en su día albergó uno de los frontones más espectaculares del país, fue la Confederación Hidrográfica del Duero, que en los años 60 volvió a reformarlo para adaptarlo a su nueva función. Finalmente, la piqueta lo derribó en octubre de 1967.

Vista de las calles de Muro y Gamazo; a la izquierda, el Frontón de Fiesta Alegre. ARCHIVO MUNICIPAL

Las protestas por el raquítico edificio hicieron que la compañía ‘Norte’ encargara a Enrique Grasset una nueva instalación ferroviaria, concluida en octubre de 1895

Una Estación digna y moderna, al estilo francés

VALLADOLID no se merecía un edificio tan raquítico. Era la opinión generalizada cuando, a principios de la década de los sesenta del siglo XIX, la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, más co- >

La Estación del Norte en 1910. ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.
Viernes

nocida como ‘Norte’, culminó el edificio de la estación del ferrocarril. No conviene olvidar que la compañía, creada en 1858 por la Sociedad de Crédito Mobiliario para una más eficaz gestión y explotación de sus intereses ferroviarios, había decidido centralizar en Valladolid todos los servicios de la red, estación, oficinas, almacenes, la Dirección General (que en 1866 pasaría a Madrid) y, sobre todo, los Talleres Generales de Reparación. Fundados en 1861, su construcción fue determinante para la disposición general del resto de las instalaciones, especialmente de la Estación, en funcionamiento desde 1864.

Pero ésta era a todas luces insuficiente. De hecho, se reducía a una galería de una sola planta, cubierta construida de madera y piso asfaltado. Según Casimiro González García-Valladolid, poseía tres salas de descanso, una de equipajes, cobertizo para los carruajes, despacho de billetes, telégrafo, despacho del jefe, café-restaurante y escusados. También disponía de un pequeño ramal destinado a la conducción de locomotoras a las cocheras

para el lavado y mantenimiento de las máquinas. El lugar escogido para su ubicación fueron las huertas del convento de los Capuchinos, cedido en 1856 y derribado cuatro años después. En 1865, esta antigua ‘Estación del Camino de Hierro del Norte’ ya funcionaba a pleno rendimiento con 82 empleados, si bien albergaba a un total de 954 personas. La opinión pública vallisoletana no tardó en protestar. Muchos consideraban que Norte maltrataba a Valladolid con raquíticas instalaciones en comparación con las que tenía en Madrid, como bien lo demostraba aquella estación. Hasta el senador José de la Cuesta y Santiago instó al Gobierno, en 1886, a presionar cerca de la compañía para que mejorase el proyecto y construyese una estación digna en la capital vallisoletana. La insistencia dio fruto. Tres años después, el ministro de Fomento, José Álvarez de Toledo y Acuña, primer conde de Xiquena, realizó a la ciudad una oferta concreta que,

El ingeniero Enrique Grasset, autor del diseño de la nueva estación. EL NORTE

paralizada por la reestructuración ministerial llevada a cabo en ese periodo, adquirió nuevos bríos merced a la petición del senador por Valladolid José de la Torre y Villanueva.

La ciudad recibió con alborozo el anuncio de Fomento de mayo de 1891: la capital del Pisuerga contaría con una nueva Estación de la Compañía Norte, más amplia y moderna, acorde con la envergadura de esta determinante infraestructura. El autor del proyecto no podía ser más adecuado: se trataba de Enrique Grasset y Echevarría, ingeniero de caminos de origen franco-español, nacido en 1870 y autor, asimismo, de las estaciones de ferrocarril de Madrid, Burgos, Medina del Campo, antigua de Santander y Valencia, entre otras. El presupuesto de las obras era de 650.000 pesetas y se adjudicaron al constructor Felipe Asensio, vecino de Madrid pero relacionado con Valladolid, con una rebaja del seis por ciento. El coste se fijó por tanto en 591.575 pese-

tas con 88 céntimos. Como solía ser habitual en este tipo de trabajos de Norte, Grasset trabajó junto con el arquitectojefe de Estudios y Dibujo de la Compañía, Salvador D’Armagnac. La obra comenzó en mayo de 1891 y avanzó lentamente debido a que la piedra elegida procedía de Segovia y era bastante costoso acarrearla hasta Valladolid. El 13 de septiembre de 1894 se derribó totalmente el edificio antiguo para colocar la marquesina del nuevo.

La Estación estuvo lista el 19 de octubre de 1895. El estilo arquitectónico fijado por Grasset no podía ser otro que el estable-

Cuenta con una imponente marquesina de hierro obra de Salvador D’Armagnac, con piezas traídas de Bilbao

cido por Norte para el resto de capitales, esto es, un eclecticismo francés de tipo clasicista basado en una combinación de sillería y ladrillo, madera y hierro, escasos elementos decorativos y una imponente marquesina de hierro, obra ésta de Salvador D’Armagnac, con piezas traídas de Bilbao. La estructura también reproducía el esquema propio de las estaciones proyectadas por el ingeniero franco-español: pabellón central, dos cuerpos laterales y dos pabellones extremos.

La decoración de la nueva Estación fue encomendada a Ángel Díaz Sánchez, profesor de la Escuela de Bellas Artes de la ciudad y autor, entre otros detalles, de las figuras de la Industria y la Agricultura, situadas a ambos lados del frontón que remata la fachada principal, y en el que puede contemplarse el escudo de la ciudad. Grasset, por su parte, siguió escalando puestos en la compañía. Ingeniero-jefe de Vías y Obras en las primeras décadas del siglo XX, fue nombrado subdirector poco después y culminó su profesión como director general entre 1934 y 1939.

Antonio María Cascajares se hizo célebre por una propuesta política, lanzada en 1898, basada en la unión de los católicos en torno al general Polavieja

El cardenal de Valladolid y su fórmula para regenerar España

EL Desastre del 98 lo marcó la derrota de la flota española ante Estados Unidos en batallas tan decisivas como Cavite (15 de marzo de 1898) y Santiago de Cuba (3 de julio de 1898) y se sustanció en la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Pero hacía ya tiempo que el sistema político de la Restauración, ideado por Cánovas del Castillo y basado en el turno pacífico entre el Partido Conservador y el Partido Liberal, había comenzado a ser cuestionado por actores políticos y sociales marginados del mismo: republicanos, obreros y nacionalistas periféricos, fundamentalmente. La preocupación de quienes confiaban en el sistema para afianzar la paz social crecía sin cesar. La Iglesia católica, por medio de su jerar-

Antonio María Cascajares. EL NORTE

quía, era la más interesada en mantener el orden establecido. De hecho, interpretó la pérdida de las colonias como un castigo divino por haberse alejado España del catolicismo ortodoxo y permitir, en la Constitución de 1876, un resquicio de libertad al resto de confesiones religiosas. Pero hubo una figura del episcopado que destacó por encima de todas por su implicación política. Se llamaba Antonio María Cascajares y Azara y desde 1891 regía la archidiócesis vallisoletana. Cascajares, que tiene una calle en nuestra ciudad, ha pasado a la historia contemporánea por su propuesta política previa al Desastre. Al contrario que los carlistas, que no querían transigir con el sistema liberal por considerarlo intrínsecamente anticristiano, Cascajares era partidario de seguir las directrices de León XIII, esto es, participar en política para trabajar por los intereses de la Iglesia. Ya en 1896 escribió a favor de la unión de los católicos, sin distinción, para plantar cara a sus enemigos más peligrosos, en especial a los socialistas, republicanos y anarquistas. Proponía crear un «partido católico» capaz de sustituir al por entonces cada vez

más debilitado Partido Conservador y «regenerar», en un sentido religioso, la vida española. Esta fue, de hecho, una de las primeras iniciativas que adoptó nada más tomar posesión de la sede vallisoletana: proponer a la reina la creación de «un partido fuerte» ante la ruina que veía avecinarse sobre los dos partidos turnantes, propuesta que dejó por escrito en la obrita ‘La Organización Política de los Católicos españoles’. Se trataría, en efecto, de «un partido verdaderamente nacional, en el que cabrían todos los hombres verdaderamente honrados y verdaderos patriotas», el cual podría «ponerse en disposición de ser llamado al poder por

nuestra Augusta Soberana». Para procurar la rehabilitación de la patria, dicha plataforma debería resolver, principalmente, dos cuestiones: la protección de los intereses religiosos en las colonias sosteniendo el prestigio de las órdenes regulares –«verdaderos baluartes de la soberanía de España en Filipinas»–, y la «moralización» de la administración española por medio de empleados «probos y honrados», sin «trastornar las colonias con libertades imprudentes». Este proyecto, urdido por Cascajares bastantes años antes, empezó a perfilarse más nítidamente a partir de 1896, año en que fue preconizado cardenal.

La progresiva maduración de su idea desembocó en una sonada Carta Pastoral publicada en marzo de 1898, en plena batalla contra Estados Unidos. Insistía en «la constitución de un gran partido organizado para la lucha política», donde se darían cita todos aquellos «que aman la Religión, la Monarquía, la moral, la sociedad y la familia, las grandes instituciones nacidas o desarrolladas al calor del espíritu cristiano».

Cascajares no solo escribía, también intrigaba en la Corte y presentaba alternativas a la reina para sustituir al Partido Conservador de Cánovas. En medio del Desastre, buscó un «cirujano de hierro» capaz de

sanar la política española y lo creyó encontrar en el general Camilo García de Polavieja, que había sido gobernador y capitán general de Filipinas. Sostenía que era la «única manera posible en lo humano de regenerar esta patria desgraciada». Para Cascajares, que moriría en julio de 1901 sin ver siquiera su propuesta en esbozo, Polavieja encarnaba la figura del líder necesario: «Un hombre enérgico, de voluntad firme, con valor para arrostrar impopularidades». Como escribía Antonio Royo Villanova en El Norte con motivo de la muerte del cardenal, «el amor patrio del venerable arzobispo revelose, sobre todo, en los años terribles de nuestro desastre internacional: en los esfuerzos que hizo por evitar la guerra, cerca de las más altas personalidades y de los políticos más influyentes; en la amargura inmensa con que recibió la noticia de la ruptura de las hostilidades (..). El patriotismo del cardenal se vio también destilar de su pluma en aquella célebre pastoral tan discutida. Sin entrar en el fondo de ese notable documento, sólo he de recordar la manera clara y terminante con que planteaba el problema político».

Foto publicada por ‘La Ilustración Artística’ en marzo de 1898.
Viernes

CRÉDITO CASTELLANO. El lunes 12 del corriente quedará definitivamente instalada esta sociedad en sus nuevas oficinas, calle de la Victoria, casa del Sr. D. Antonio Ortiz Vega, junto a los almacenes del Sr. Campo. Dichas oficinas estarán abiertas para el público todos los días no feriados, desde las 10 de la mañana hasta las 2 y media de la tarde. El Secretario de la Sociedad, Luis Polanco. Valladolid, 10 de Mayo de 1862». El anuncio apareció publicado en la misma fecha de la firma (10 de mayo de 1862) en El Norte de Castilla. Hacía referencia, en efecto, a la creación de la sociedad crediticia descrita, entre cuyos fundadores figuraba Antonio Ortiz Vega, propietario del imponente inmueble de la calle Duque de la Victoria. En la historia de Valladolid se ha venido destacando, en efecto, la historia de aquel palacete construido al estilo francés y concebido para residencia privada de Ortiz Vega y su familia, levantado en parte de los terrenos que en su día ocupó el Con-

Antonio Ortiz Vega, poderoso harinero y banquero, propietario del imponente palacete de Duque de la Victoria, se arruinó en 1865 generando gran escándalo

La caída en desgracia del hombre más rico de Castilla

vento de San Francisco siguiendo los planos del arquitecto Antonio Iturralde. Se sabe, además, que en 1879 albergó el Ayuntamiento capitalino mientras se edificaba el nuevo Consistorio, y que en el año 1900 fue adquirido por el Banco Castellano para albergar su sede principal. Hoy es la sede del BBVA.

Se sabe todo esto, pero se ignora quién era en realidad Antonio Ortiz Vega, del que solo se dice en las crónicas que era «banquero y hombre de negocios». Afortunadamente, gracias a las investigaciones de Javier Moreno Lázaro, profesor de la Universidad de Valladolid especialista en la Historia Eco-

nómica, conocemos los pormenores más relevantes de la vida de Ortiz Vega, el hombre que llegó a ser el más rico de Castilla la Vieja y el harinero más importante de España, cuya caída en desgracia, en 1865, supuso una hecatombe en el mundo de los negocios. Nacido en Susvilla, aldea de Villafufre (Cantabria), su vida comenzó a cambiar al contraer matrimonio con Rafaela Gutiérrez, una anciana natural de Reinosa que era propietaria de una importante fábrica de curtidos. Antonio comienzo haciendo negocios en Alar del Rey, provincia de Palencia, en lo que entonces era el sector más próspero: la fabricación de harina. Montó dos fábricas harineras en Alar (El Campo-1 y El Campo-2), lo que le permitió abrir otras cinco en Burgos (en Castrojeriz, Melgar de Fernamental y Villela) y Valladolid (La Flecha). En 1860, en efecto, figuraba como propietario de siete fábricas de harina, llegando a poseer, junto a otras familias no menos poderosas como los Pombo, Iztueta y Lecanda, el diez por ciento de todas las fábricas harineras, lo

En enero se declaró en quiebra y dejó 45 millones de reales en deudas a comerciantes de Valladolid y Santander

que suponía un tercio de la capacidad de producción.

Ortiz Vega acumuló una riqueza imponente. Era propietario, por ejemplo, de tres casas en Valladolid (en las calles Duque de la Victoria, Mendizábal y Caldereros), de la famosa Casona de Alar del Rey, de dos riberas en el camino de Simancas con 60.000 cepas de viñedo, 5.000 árboles frutales y diversas edificaciones, fincas rústicas en Melgar de Fernamental, Castrojeriz y otros pueblos limítrofes, 28 casas y almacenes en Alar del Rey, doce barcas de transporte, un llamativo ‘cocheBreik’ de ocho asientos, una berlina, varias fincas en Nogales y Rebolledillo, almacenes en Alar, en la estación de Reinosa y en la de Bárce-

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na de Pie de Concha, una heredad de tierras, prado y huerta en Mayorga, etc. Tampoco faltó su concurso en política, pues en 1850 lo encontra-

mos ejerciendo el cargo de alcalde en Nogales y en 1857 aparece como concejal y teniente alcalde en Valladolid capital. Además de vocal de la comisión

permanente de Estadística. Quiso también diversificar su negocio, por lo que, además de invertir en la industria de curtidos, llegó a sondear nuevos ya-

cimientos auríferos en El Bierzo, aunque con magros resultados. Más importante, y finalmente ruinosa, fue, sin embargo, su aventura como banquero

El Banco Castellano, en el palacete de Ortiz Vega, en 1911. ARCHIVO MUNICIPAL

y financiero. Fundador de Crédito Castellano, de la Caja de Descuentos y del Banco de Valladolid, formó parte de las directivas de casi todas las entidades financieras de Valladolid. Sin embargo, la grave crisis de 1864, provocada en gran medida por las prácticas especulativas, le tocó de lleno.

En enero de 1865 se declaró en quiebra, dejando 45 millones de reales de deudas a numerosos comerciantes de Valladolid y de Santander. Su ejemplo hizo que cundiese el pánico financiero. Más aún cuando el juez dictó pena de prisión contra él y otros propietarios. Absuelto en julio de 1869, sus propiedades fueron subastadas para pagar a los acreedores. Falleció en 1870 a los 57 años. El palacete de la calle Duque de la Victoria, hoy sede del BBVA, permanece todavía como testigo de la inmensa fortuna que acumuló antes de embarcarse en aquella aventura financiera, que también significó la quiebra de entidades tan relevantes como el Banco de Valladolid.

Viernes

La batalla campal que asoló las calles céntricas en mayo de 1899 fue la expresión del peligroso divorcio entre el Ejército y la población civil

PODRÍA parecer anecdótico, pero aquella riña entre un alumno de la Academia de Caballería y un estudiante en mayo de 1899, supuestamente por cuestión de celos, significaba mucho más. Era la expresión de esa doble corriente generada en España tras el llamado Desastre del 98: una ola de antimilitarismo en parte de la sociedad española, especialmente entre los más jóvenes y politizados, y un desprecio creciente del Ejército hacia la clase política. Algo así, se decía, como un galopante y peligroso divorcio entre civiles y militares. La primera noticia que dio El Norte de Castilla consistía en una riña entre jóvenes en la calle del Obispo (hoy Verbena), que terminó saldándose con un herido en la cabeza. No daba más detalles. Hasta el día 14. Entonces, el decano de la prensa destapó la realidad: «Ya no hay por qué ocultarlo», señalaba el redactor, que, acto seguido, dio los detalles ocultos de

Universitarios y militares, a golpes por unas faldas

aquella pelea: el herido había sido un alumno de la Academia de Caballería que, por celos y amoríos, la emprendió a golpes contra un estudiante universitario. Los amigos de este reaccionaron, corrieron raudos a por el agresor y éste terminó en el suelo, magullado y herido también en su orgullo. Pero aquel encontronazo fue solo el comienzo. A las doce y media de la mañana del 13 de mayo de 1899, la Acera de San Francisco se convirtió, de pronto, en escenario de una auténtica batalla campal. Estudiantes por un lado y cadetes de la Academia de Caballería enfrente. Para escándalo de los viandantes, ambos grupos la emprendieron a golpes. Las únicas armas que usaron, aparte de los puños, fueron bastones y alguna que otra fusta. A las cuatro y media de la tarde, un numeroso grupo de estudiantes se congregó en la plazuela de Santa María, armados de bastones y palos, y fueron en busca de sus contrincantes por las calles de

Arribas, Cascajares, Cánovas del Castillo y Fuente Dorada. Ni siquiera el gobernador civil, Lorenzo Muñiz, con el que se toparon de improviso, pudo detenerlos.

Fue necesario recurrir a la fuerza pública. Dos parejas y un cabo de la Guardia Civil de Caballería se desplegaron por las inmediaciones de la Plaza de Zorrilla, otras dos parejas hicieron lo propio al final de la calle de Santiago y unos cuantos más se dirigieron por el Paseo de Zorrilla. También se recurrió a un escuadrón de Farnesio. Pero no pudieron sofocar el estruendo de golpes, que incluso afectó a algunos viandantes. Hubo señoritas que se desmayaron en plena calle, señala la crónica periodística, mientras otros vallisoletanos, que nada tenían que ver con la disputa, se veían obligados a refugiarse en los portales de las casas próximas. Las calles de Alfareros y Santa María fueron testigos de los momentos más graves. Militares y estudiantes comenzaron con provocaciones

E.

y bofetadas, luego vinieron los puñetazos y, finalmente, los espadines, sables, bastones, piedras y palos. Grupos de obreros se unieron a los estudiantes y

recorrieron las calles gritando «¡viva el pueblo!, ¡abajo el ejército y los cadetes!». Los tenderos y comerciantes tuvieron que cerrar sus esta-

blecimientos. La lucha se extendió por las calles de Santiago y de Santander. Jefes y oficiales se afanaron en aplacar a sus cadetes. Otro tanto hicie-

ron los guardias civiles con los estudiantes. Los primeros lograron aislar a varios alumnos de la Academia en la calle de Santa María, mientras los

Grabado que representa un enfrentamiento anterior entre cadetes y estudiantes en las inmediaciones del Campo Grande.

Militares y estudiantes comenzaron con provocaciones y bofetadas, luego vinieron los puñetazos y, finalmente, los sables

agentes cercaban la entrada y la salida. La fuerza pública los fue rodeando, se llevaron a varios al cuartel de San Benito y consiguieron calmar poco a poco los ánimos. Fue necesario crear dos comisiones, una universitaria y otra militar, para buscar medios de interlocución. Hasta el día 16 no se escenificó el final del conflicto. En la primera lista de 14 heridos que se hizo pública, figuraba un niño de dos años y otro de once, los dos con heridas contusas en la cabeza. El divorcio entre civiles y militares alarmó a la población. Algunos periodistas madrileños propusieron evacuar la Academia de

Una de las promociones de la Academia de Caballería.

ARCHIVO MUNICIPAL >

Fue necesario crear dos comisiones, una universitaria y otra militar, para buscar medios de interlocución

Caballería arguyendo que los militares se habían convertido en un auténtico peligro para los paisanos de orden. Antonio Royo-Villanova, diputado por Valladolid e inminente director de El Norte de Castilla, tuvo que rechazar por escrito estas opiniones. En un artículo titulado «Militares y paisanos», publicado a mediados de mayo, defendió el honor de los integrantes del Ejército español y ensalzó la entereza, la hospitalidad y la prudencia de los vallisoletanos. La realidad, sin embargo, era mucho menos amable. La fisura abierta entre civiles y militares tras el Desastre del 98 parecía insalvable. Muchos militares si-

guieron lamentando la ruina del Ejército, los juicios negativos de la opinión pública y el proceder de unos gobernantes que, a su juicio, regían los des-

tinos de la patria en contra de sus intereses y del bien general de la nación. La preocupación llegó a tales extremos que el Ayuntamiento de Valladolid, a

propuesta del concejal Miguel Marcos Lorenzo, aprobó de forma unánime enviar un telegrama al Gobierno de la nación exigiendo la destitución del go-

bernador civil, del capitán general y del jefe de la Academia de Caballería, por considerar que su actuación fue muy negligente.

Inaugurado en septiembre de 1900, el monumento pudo construirse gracias a las gestiones de Emilio Ferrari y al talento de Aurelio Rodríguez Carretero y Benito Rodríguez, alias ‘El Negris’

Tres hombres que hicieron posible la estatua de Zorrilla

ERA agosto de 1897. Habían pasado cuatro años y ocho meses desde de la muerte del gran poeta vallisoletano, José Zorrilla, cuando El Norte de Castilla festejaba la noticia: gracias a las gestiones de Emilio Ferrari, vate y cronista local como aquel y, en

ese momento, presidente de la sección literaria del Ateneo de Madrid, la ciudad del Pisuerga contaría con un monumento dedicado al autor del ‘Tenorio’. «En breve podrá Valladolid realizar un proyecto digno de loa y que venía acariciando desde la muerte de nuestro gran poeta D. José Zorrilla: Dedicar a éste una

estatua que perpetúe la admiración de los vallisoletanos hacia su hijo predilecto. El Ateneo de Madrid, que acariciaba igual idea, ha recaudado la importante suma de veinte mil pesetas y presentándosele dificultades para terminar el proyecto, ha acordado ceder esa cantidad a Valladolid para que esta capital

ejecute más fácilmente lo que tenía pensado». Ferrari, en efecto, tenía mucho que ver en la decisión del organismo cultural madrileño, que se creía con todo el derecho para levantar la estatua por haber muerto Zorrilla en la capital de España: «He aquí, pues, cómo muy pronto veremos rea-

lizado el sueño que acaricia todo vallisoletano entusiasta del gran Zorrilla; porque encomendado el asunto a las grandes iniciativas del señor Ferrari, éste con su clarísimo talento, con su extraordinaria actividad, con su influencia grande, llegará a desmoronar en breve tiempo los vetustos obstáculos

Aurelio Rodríguez Carretero, autor de la estatua de José Zorrilla. EL NORTE
E. B.
Emilio Ferrari hizo posible que la estatua se instalase en Valladolid. EL NORTE

Feliz Aniversario

Huercasa, 45 años trabajando por un mundo rural sostenible

que la incuria y la falta de dinero oponían a la erección de la estatua».

Hubo que esperar, no obstante, a marzo de 1899 para que el Ateneo hiciera públicas las bases del concurso, que partía con un presupuesto ajustado de 23.366 pesetas. Se presentaron seis proyectos. El ganador fue Aurelio Rodríguez Carretero, célebre escultor nacido en Medina de Rioseco y artífice, entre otras obras, de los monumentos al Conde Ansúrez (Plaza Mayor) y al ex alcalde Miguel Íscar (jardines del Campo Grande). Rodríguez Carretero hacía gala de un brillante currículo, no en vano había obtenido una mención honorífica en la Exposición Nacional de 1895 y una tercera medalla en la de 1897 por la escultura titulada ‘Lamentos’, que, adquirida inicialmente para El Museo de Arte Moderno de Madrid, terminará en el Prado.

Rodríguez Carretero comenzó la obra el 14 de julio de 1899 y la finalizó el 1 de noviembre de ese mismo año. Un mes antes, la prensa nacional avanzaba así la majestuosidad de la talla: «El escultor ha sentido al poeta y ha esculpido hasta los menores detalles en el barro. Mientras en el cartel enlutado de la Comedia sentimos al poeta muerto, en el estudio de Carretero vemos a Zorrilla vivo,

con un manojo de cuartillas en una mano, disponiéndose a recitar de aquella inimitable manera que suena todavía a voz del cielo en nuestros oídos». Iniciada la fundición en enero de 1900, a finales de julio ya estaba lista. Para dejarle espacio fue necesario derribar previamente la fuente que existía a la entrada del Campo Grande. La estatua es de bronce fundido y, como informaba este periódico en su edición del 15 de septiembre de 1900, el material procedía «de dos antiguos cañones que en tiempos de Carlos III estuvieron en la maestranza de Cartagena». Según parece, dichos cañones, cedidos por el Ministerio de la Guerra, eran tan gruesos que no se les pudo trocear a base de dinamita, como solía hacerse, por lo que tuvieron que ser fundidos en un horno de reverbero construido expresamente en los talleres de Ignacio Arias. Junto a Rodríguez Carretero figuraba, como tercer nombre a destacar en la realización del monumento, el «inteligente cantero de esta capital Benito Rodríguez, conocido como ‘El Negris’», que también participará en el monumento a Colón, pues, auxiliado por Mariano de la Cruz, «ha construido toda la parte de piedra»; además, «todos los trabajos de la elevación de la estatua fueron dirigidos

por don Lesmes Fernández». El monumento mide tres metros y representa al poeta en posición de recitar sus composiciones, vestido con larga levita abotonada y, sobre ella, un gabán ligeramente desabrochado. Está situada sobre un pedestal que primitivamente tenía zócalo y dos cuerpos; el tercero se añadió en 1929, según trazas del arquitecto local Juan Agapito y Revilla. En el segundo cuerpo, en forma de pirámide truncada, puede contemplarse el escudo de Va-

lladolid, diversas inscripciones y una estatua de bronce de una doncella sentada, con alas de mariposa, que en una mano lleva una lira y con la otra adelanta el oído en actitud de escuchar al poeta. Es, claro está, la representación de la Poesía. Aunque la falta de liquidez impedía obtener los materiales con los que montar el andamio necesario para elevar las últimas piezas del pedestal, finalmente, el Ayuntamiento pudo salvar dichos inconvenientes y

Estatua de José Zorrilla, inaugurada el 14 de septiembre de 1900.

la estatua quedó colocada el 18 de agosto de 1900 en la plaza que ahora lleva su nombre. Casi un mes después, el 14 de septiembre, primer día de las ferias y fiestas de la ciudad, se celebró el solemne y multitudinario acto de inauguración, precedido de una misa de diez en la iglesia de San Benito, que ofició el cardenal de Valladolid, Antonio María Cascajares y Azara. El encargado de descubrir la escultura fue el ministro de Instrucción Pública, Antonio García Alix.

El aristócrata José Antonio Pintó y Lara derribó el vetusto edificio del Casino para construir, en 1902, el actual en el mismo lugar

De Lecanda a Pintó: los dueños del edificio del Círculo de Recreo

LA esquela apareció publicada en El Norte de Castilla el 2 de marzo de 1901. Un día antes, a la una y media de la madrugada, había muerto uno de los aristócratas más importantes de Valladolid. Se llamaba José Antonio Pintó y Lara y su familia eran los condes de Añorga. También su viuda, María Lecanda y Toca, pertenecía a una de las familias más distinguidas de la ciudad del Pisuerga, pues su padre, Toribio Lecanda, había sido propietario de la Plaza de Toros, fundador del Banco de Valladolid y uno de los máximos contribuyentes de la ciudad. A ambos se debe un hecho crucial para la sociabilidad burguesa del Valladolid del siglo XX: la decisión de derribar el edificio del Círculo de Recreo, situado desde mediados de la centuria anterior entre las calles Olleros (actual Duque de la Victoria) y Constitución, aquejado de ruina, para levan-

Calle de la Constitución con el Círculo de Recreo y la iglesia de Santiago al fondo. ARCHIVO MUNICIPAL

tar uno nuevo, el actual. Pintó solicitó la licencia al Ayuntamiento en abril de 1900. Tres meses después se firmaban las escrituras ante el notario Ignacio Bermúdez. El nuevo edificio se encargó al arquitecto Emilio Baeza Eguiluz, quien dirigió las obras junto a Julián Palacios. Estas comenzaron en los primeros días de 1901 y finalizaron en el mes de mayo de 1902. El día 29 ya estaban en pie todas las salas; se instaló calefacción por vapor de agua y la Sociedad Eléctrica Castellana se encargó del alumbrado eléctrico. En aquel momento, el Círculo de Recreo ocupaba casi exactamente los locales actuales salvo la planta baja, donde se instaló el ‘Café Valladolid’.

«Respondiendo a las aspiraciones que Valladolid tiene de irse convirtiendo en gran ciudad, para lo cual es indispensable que eleve en sus calles edificios en los que el buen gusto corra parejas con >

el ornato y la suntuosidad, llenando las necesidades y las exigencias de la vida moderna, se ha construido sobre el solar que ocupó el antiguo Círculo llamado vulgarmente de la Victoria, un nuevo edificio de trazas y proporciones artísticas, hecho expresamente para instalar en él el Círculo de Recreo de Valladolid», podía leerse en El Norte de Castilla el 30 de mayo de 1902. Era la culminación de 58 años de historia desde el inicio de esta selecta sociedad, abierta en octubre de 1844 en un local de la calle Teresa Gil con 72 socios. De ahí pasó a los pisos principal y segundo del edificio número 41 de la Acera de San Francisco, propiedad de Pedro Ochotorena, hasta su ubicación definitiva, en 1853, en un edificio que entonces era propiedad de Toribio Lecanda, suegro de Pintó.

Cuando en 1889 la junta directiva del Círculo de Recreo, que ya contaba con más de

300 socios, alertaba del mal estado del edificio y de la necesidad de acometer reformas urgentes, este había pasado ya a ser propiedad de Juan Antonio Pintó. Casado con María Lecanda (hija del antiguo propietario), Pintó era un aristócrata que se había licenciado en Derecho Civil pero que nunca ejerció como abogado. No le hizo falta. A la fortuna familiar sumaba una enorme influencia a todos los niveles, también en el político. De he-

cho, fue concejal conservador y diputado provincial, y como tal se le encomendó, en 1895, junto a César Silió, emprender las acciones necesarias para traer los restos de José Zorrilla a Valladolid. Su presencia en la sociabilidad más pujante de la ciudad explica que en 1894 fuera nombrado vicepresidente de la Sociedad del Teatro Calderón. También formó parte de la junta provincial de Instrucción Pública. Hasta su vivienda particular,

situada en la calle Francos número 22, actual Juan Mambrilla, llamaba la atención por haber sido la morada de Álvaro de Luna durante el tiempo en que estuvo en capilla. Cuando en 1889 Pintó y su mujer decidieron derribar el edificio del Círculo de Recreo para levantar uno nuevo (tres años antes no habían llegado a un acuerdo con el arquitecto Teodosio Torres para acometer determinadas reformas), la sociedad hubo de arrendar la vivienda número 2 de la calle de Alfonso XII, propiedad de Carlos Santamaría, y los almacenes situados en el número 15 de la calle Duque de la Victoria hasta que finalizaran las obras.

Un local para privilegiados El propietario no pudo ver el magnífico resultado, pues falleció el 1 de marzo de 1901, un año antes de la puesta de largo del nuevo Círculo de Recreo. Era, ciertamente, un local para privilegiados: sus socios disfru-

En 1904 se acordó impedir el acceso a personas con boina o gorra, prenda utilizada por las clases populares

taban de servicios tan avanzados en la época como teléfono, coches, baños, ascensor, duchas y peluquería. Ya es sintomático que en 1904 la Junta General acordase, por mayoría aplastante, impedir el acceso a personas con boina o gorra, señal de pertenencia a las clases populares; el objetivo era, evidentemente, «evitar desarmonías con el buen tono de la sociedad». En 1913, el edificio dejó de ser arrendado para pasar a propiedad del Círculo, que lo adquirió por 460.000 pesetas; al año siguiente se incorporó la planta baja y en abril de 1915 se inauguraron de manera oficial sus salones.

Portada de El Norte de Castilla de 30 de mayo de 1902.

La importancia histórica del conde

Pedro Ansúrez, responsable del engrandecimiento de la ciudad, se compadece mal con las raquíticas actuaciones para honrar su memoria

Migajas para el fundador de Valladolid

SU papel fue crucial para la consolidación y crecimiento de esa pequeña aldea que en aquel momento, a finales del siglo XI, aún no podía compararse con las más pujantes de sus alrededores, en especial con Simancas y Cabezón. Para desdicha de Pedro Ansúrez, señor de Valladolid y tradicionalmente considerado como su fundador, su memoria no ha sido bien

tratada en esta ciudad. Y eso que la vida y las obras de este personaje, coetáneo del Cid Campeador, no tardaron en convertirlo en una figura fascinante, envuelta a menudo en la leyenda. Encargado por el rey Alfonso VI de la repoblación de Valladolid, junto a su esposa doña Eylo engrandeció aquella pequeña aldea dotando con bienes a la Colegiata de Santa María la Mayor, fundando la iglesia de Santa María de la An-

Estatua del Conde Ansúrez, obra de Aurelio Rodríguez Carretero.

ARCHIVO MUNICIPAL

tigua y construyendo su palacio, entre otras acciones. Pero la importancia histórica del conde se compadece mal con las escuálidas actuaciones llevadas a cabo para honrar su memoria en la ciudad. Por ejemplo, cuando en 1851 el Ayuntamiento puso su nombre a la calle conocida como Corral de la Copera, no tardaron en alzarse voces criticando la escasa entidad de la travesía. Más adelante, en 1918, el

E. B.

proyectado acto de homenaje por el octavo centenario de su fallecimiento, promovido por el Ateneo de Valladolid, no se celebró a pesar de las buenas intenciones del Consistorio. No solo eso, sino que los funerales anuales que se celebraban en su honor en la Catedral decayeron definitivamente a finales de los 60, sin olvidar la propuesta de los años 20 de construir un mausoleo junto a la colegiata de Santa María que dignificase su pobre sepulcro catedralicio, retomada en décadas sucesivas por el Ayuntamiento: también cayó en saco roto.

A lo más que se llegó fue a restaurar, a instancias de la Cátedra de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, y gracias a una subvención del Ayuntamiento, la estatua yacente que recubre el sarcófago. A raíz de esta reforma, en 1979 se procedió a abrir el arcón en el que, según la tradición, descansaban los restos del conde con objeto de ser estudiados. Se encontraron un cráneo en perfecto estado de conservación y algunos huesos, todo ello envuelto en un paño rojo, y dos documentos: uno dando fe del traslado del cuerpo desde la Colegiata de Santa María a la Catedral Metropolitana, y otro, de 1677, copia del primero para atestiguar su autentici-

dad. A todo lo dicho hay que sumar su supuesto Palacio Condal, convertido más tarde en Hospital de Esgueva, que se derribó en 1970, y el Cuartel del Arma de Caballería que llevaba su nombre, inaugurado en marzo de 1902 por el rey Alfonso XIII en la carretera de Madrid, que cerró sus puertas en el año 2000 y hoy está en ruina. Más sorprendente fue lo ocurrido con la estatua que preside la Plaza Mayor, pues comenzó a proyectarse en la década de los 60 del siglo XIX pero no se inauguró hasta diciembre de 1903, y aún sin el pedestal, que

se terminaría tres años después. Para prueba, el editorial indignado de El Norte de Castilla de 23 de mayo de 1862, que de esta forma lamentaba la ausencia de un monumento al impulsor de Valladolid: «El conde D. Pedro Ansúrez, a quien la ciudad debe el principio de su ser, el hombre infatigable por mejorar y engrandecer a Valladolid, yace en una capilla de la catedral cubierto con un puñado de yeso, recibiendo el polvo que la muchedumbre levanta con los pies: de rubor se tiñe el rostro al considerar que entre las muchas

obras construidas y en proyecto, no se haya pensado nunca en sacar de entre escombros, porque escombros y nada más son los que cubren aquellos venerables restos, y colocarlos dignamente en un monumento, que dijera a los extranjeros de lo que es capaz en Castilla, un pueblo agradecido».

Cuatro años después ya se habla de un proyecto, obra de Nicolás Fernández de la Oliva, pero presupuestado solo en 6.000 reales. Aunque el escultor presentó diversos bocetos, nada se avanzó. La Gloriosa Revolución de 1868 abandonó

la propuesta y colocó en su lugar, en plena Plaza Mayor, un Árbol de la Libertad y un monumento a la República Federal, que serían retirados con la Restauración de los Borbones. Pero nada se volvió a saber de la estatua al conde. Hasta que en 1900, Aurelio Rodríguez Carretero ofreció sus servicios al Ayuntamiento, que dio el plácet pero con escaso presupuesto disponible.

Las circunstancias conspiraban contra la estatua: el Ministerio de la Guerra se negó a aportar el bronce necesario, por lo que tuvo que hacerlo el arquitecto, y el Consistorio tomó la decisión de que el pedestal fuera obra de Juan Agapito y Revilla, y no del mismo artista. Un nuevo retraso hizo que el monumento no pudiera ser inaugurado hasta el 31 de diciembre de 1903. Aunque asistieron muchos vallisoletanos, el acto quedó deslucido por varias circunstancias: el alcalde, Alfredo Queipo de Llano, no cursó invitaciones especiales debido al mal tiempo, al descorrer la cortina que cubría la estatua, la mitad se rasgó, el Ayuntamiento hizo coincidir el acto con la inauguración de un colector en la zona de las Moreras y, para colmo, horas antes, el gobierno de Maura anunció el cambio de alcalde en la persona de Pedro Vaquero Concellón.

La estatua del Conde Ansúrez, con el Ayuntamiento al fondo, en 1920. ARCHIVO MUNICIPAL

Marcos de la Fuente Caballero, propietario de un importante almacén de pieles y concejal republicano, viajó a Madrid y Sevilla para reclamar el monumento

El industrial que entregó su tiempo y su dinero para traer la estatua de Colón

LA historia es conocida. La estatua de Colón, que hoy puede contemplarse en la plaza que lleva su nombre, frente al Campo Grande, iba destinada, en un primer momento, al Paseo Central de La Habana con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América (1892). Obra del genial escultor sevillano Antonio Susillo, el monumento fue fundido en bronce en París por los hermanos Thiebaut. Pero cuando se procedía a su embarque con destino al Parque Central de La Habana, se produjo la rebelión de los independentistas cubanos; este hecho, y la poste-

rior pérdida de la isla, en 1898, truncaron el destino proyectado. El monumento se dividió entonces en dos partes: las figuras de bronce, que quedaron en París y se exhibieron en la Exposición Universal de 1900, y los sillares del basamento, confinados en Pontevedra.

Al saber que regresaría a España, el Ayuntamiento de Sevilla no tardó en reivindicarlo.

También la ciudad de Madrid, con objeto de ubicarlo en el Paseo de El Retiro. La opinión pública vallisoletana se movilizó con fuerza, liderando El Norte de Castilla la demanda: «Solo una ciudad cuyo nombre va unido al nombre de Colón, carece de un monumento que

perpetúe su memoria en ella. Esta ciudad es Valladolid, donde murió Colón el 21 de mayo de 1506. Ningún sitio mejor para levantar ese monumento», podía leerse en este periódico el 20 de febrero de 1901. La ciudad celebró la noticia seis días después: el Consejo de Ministros, «haciéndose cargo de la justicia de nuestra pretensión», había decidido conceder por unanimidad la estatua a esta ciudad. A pesar de las presiones sevillanas («la Comisión Sevillana que se encuentra en esta corte persiste en reclamar el monumento de Colón concedido a Valladolid, afirmando que ellos son los únicos con derecho a tenerlo», informaba El

Norte el 14 de marzo), el ministro de Obras Públicas reiteró que mantendría la decisión a favor de Valladolid. Pocos saben, sin embargo, que hubo una persona excepcional a quien se debe mucho de este alegre acontecimiento.

Al saber que Sevilla pujaba por el monumento, no lo dudó y viajó para entrevistarse con los herederos del escultor

Se trata de Marcos de la Fuente Caballero, un destacado industrial enamorado de la gesta colombina que puso dinero de su propio bolsillo para viajar a Sevilla y Madrid con objeto de ganarse la voluntad de los Susillo y del gobierno de la nación. Natural de Villarramiel, donde nació en 1842, Marcos de la Fuente vivió la mayor parte de su vida en Valladolid, donde desarrolló su actividad industrial relacionada con la lana y las pieles, llegando a hacer una pequeña fortuna que invirtió, en gran medida, en obras culturales y benéficas. Tenía su almacén en el número seis de la calle Gabilondo. De filiación política republicana (en 1901 ocupó el

El monumento a Colón en construcción. FOTO ARCHIVO MUNICIPAL

Detalles de las figuras de bronce del monumento a Colón. ALBERTO MINGUEZA cargo de tesorero del Casino Republicano) en 1898 resultó elegido concejal del Ayuntamiento vallisoletano, cargo que repetiría en 1909. Buen amigo y compañero de colegas de ideología como los Taladriz, Guillén, Fernández Cubas y Pasalodos, también tuvo buena relación con el arzobispo Gandásegui.

Como concejal, además de encargarse de todo lo relacionado con el Mercado del Campillo, el de Villarramiel se preocupó por las gestiones de la estatua de Colón. De hecho, al saber que Sevilla pujaba por quedarse con el monumento, no lo dudó un instante y decidió viajar a la capital del Guadalquivir para entrevistarse con los familiares y herederos de Susillo (el escultor se había suicidado en 1896) para tratar de convencerlos. Lo mismo hizo en Madrid, cerca del Gobierno. Y siempre se costeó los traslados de su propio bolsillo. A él se debió el compromiso del Gobierno de abonar 50.000 pesos para transportar las grandes piezas de bronce fundi- >

das en París hasta traerlas a Valladolid.

Después de muchas dificultades (el Ayuntamiento de Valladolid tuvo que pagar a los Susillo 15.000 pesetas por los sillares del pedestal), el 13 de septiembre de 1903, aprovechando la primera visita de Alfonso XIII a la ciudad, se colocó la primera piedra del monumento, que no se inauguraría

hasta dos años después. Curiosamente, el lugar de emplazamiento se decidió después de una famosa encuesta a la población impulsada y publicada por El Norte de Castilla. Entretanto, Marcos de la Fuente seguía con sus negocios, con sus obras benéficas (miembro de la Sociedad Filantrópica, en 1904 aportó una gran suma de dinero para los vecinos de San Ilde-

fonso que perdieron sus casas en una gran tormenta) y afrontando trances del destino tan trágicos como la muerte de una hija en 1903 y el asesinato de un hijo al año siguiente. Casado con Simona Salcedo, el matrimonio tuvo otros seis hijos. El industrial falleció en esta ciudad, donde está enterrado, el 11 de diciembre de 1930, a los 88 años.

Postal de principios del siglo XX que muestra la estatua a Colón
Portada de El Norte del 15 de septiembre de 1905.
Viernes

EL estado actual del saneamiento en Valladolid no puede ser más deplorable. En la mayor parte de los casos las materias fecales y aguas sucias de las viviendas van a parar a pozos negros colocados o en la vía pública, o en los patios interiores de las fincas». Así comenzaba el proyecto de saneamiento general de Valladolid redactado, en 1890, por el ingeniero del Cuerpo Nacional de Caminos, Canales y Puertos Recaredo de Uhagón Vedia. La situación, en efecto, era deplorable, si bien la ciudad del Pisuerga no era una excepción en relación con el resto del país. Eran tiempos muy diferentes a los actuales. Los poderes públicos solían desentenderse de este menester y, para colmo, la

Redactado el proyecto por Recaredo de Uhagón en 1890, las obras de alcantarillado se desarrollaron en el centro de la ciudad entre 1903 y 1912

Valladolid,

en los primeros puestos del saneamiento en España

legislación vigente tampoco ayudaba demasiado, más bien todo lo contrario. La proliferación de aguas insalubres y ciertas prácticas ciudadanas, tan arraigadas como poco recomendables desde el punto de vista de la salud pública, acrecentaban los niveles de mortalidad hasta extremos preocupantes. Ya en 1854 se trató el problema y algunos concejales propusieron colocar alcantarillas. Sorprendentemente, el alcalde se opuso arguyendo que eran perjudiciales y antihigiénicas. La situación en Valladolid adquiría mayores niveles de gravedad debido al foco de infecciones que representaba el Esgueva, cuyos dos ramales atravesaban la ciudad de este a oeste y en ellos se arrojaban basuras sin control. A

La vaca enmaromada es uno de nuestros símbolos de identidad,

Ayuntamiento de

Valladolid a principios del siglo XX.

En vuestro 170 Aniversario.

Un tiempo histórico esos 170 años de vida, lo que os hace ser el diario más longevo de España.

Habéis cubierto las etapas y acontecimientos más importantes de nuestra querida ciudad y es por ello que nos permitimos incorporarnos a vosotros con este Teatro Zorrilla, que puede ser vuestro hermano menor, pues tenemos 140 años.

Ambos trabajamos por lo mismo: servir a Valladolid y su provincia, hacerlo en Castilla y León.

En su momento, otros continuarán nuestra mutua labor, pero hoy os trasladamos los mejores y mayores éxitos en ese entrañable periódico que es El Norte de Castilla.

ello se sumaba la presencia de todo tipo de industrias altamente contaminantes en sus márgenes, que también arrojaban sus desperdicios al río. Aunque en 1883 se propuso redactar un completo proyecto de saneamiento, este no vio la luz hasta 1890. Era el segundo que se elaboraba en España después del de Barcelona. Uhagón, su autor, había nacido en Madrid en 1848 y era uno de los especialistas más reputados en el tema. Ingeniero de

profesión, ingresó en Obras Públicas en 1870. Luego pasó al Ministerio de Hacienda, fue nombrado jefe del Departamento Hidrológico y se encargó de los proyectos de saneamiento de Bilbao, Valladolid, Córdoba y Huelva. También fue responsable de la construcción del Canal del Duero y de otras obras ferroviarias. Ocupó la Cátedra de Mecánica de la Universidad Central de Madrid, donde falleció en 1912. En su propuesta para Valladolid, Uhagón tam-

bién denunciaba la existencia de alcantarillas construidas espontáneamente por vecinos de casas próximas a los ramales del Esgueva, sin orden ni concierto y sin seguir los procedimientos reglados, por lo que en realidad actuaban como «pozos filtrantes». En total, había unos seis kilómetros de esta infraestructura. Las viviendas también carecían de «cierres interceptores en los retretes, sumideros de las cocinas y desagües de los patios interiores», y las aguas

de lluvia debían recorrer largos trayectos por la vía pública hasta encontrar sumideros que las condujesen a las alcantarillas citadas más arriba, muy escasas, por lo que la mayor parte del agua se filtraba en el empedrado, acelerando con ello su deterioro y dejando las calles completamente encharcadas hasta que mejorara el tiempo.

Alcantarillado

El proyecto de Uhagón para Valladolid fue, junto con el de Bilbao, fechado este en 1893, modelo a seguir por los ingenieros higienistas españoles. En marzo de 1894, un informe de la Junta Provincial de Sanidad reproducía sus razonamientos: había que acometer el alcantarillado general de la ciudad si de verdad se pretendía mejorar la salud pública de los vallisoletanos: «La construcción de un sistema general de alcantarillado con arreglo a los conocimientos actuales, mejoraría las condiciones sanitarias de la Capital descartando no escaso número de enfermedades infecciosas, que en la actualidad son endémicas por tales causas».

El ingeniero madrileño, como ha estudiado Fernando Rosell, proyectaba una red de saneamiento asentada en tres pilares: desviar el cauce del río Esgueva para adaptarlo a la zona más poblada, crear un sistema de al-

cantarillado para recoger y sanear aguas pluviales y residuales de las casas, y depurar las aguas resultantes de este proceso. Las obras comenzaron el 31 de diciembre de 1903 en el Paseo de las Moreras. Valladolid se convertía así en una de las primeras ciudades de España, junto con Barcelona, Bilbao, Zaragoza, Sevilla y Alicante, en acometer esta urgente medida. «Los azadonazos que se den mañana para abrir la zanja del futuro alcantarillado son el principio del fin de una campaña, larga y difícil, que el actual Ayuntamiento ha logrado coronar felizmente», celebraba El Norte de Castilla el 30 de diciembre de 1903. Tomando como base el proyecto de Uhagón, el arquitecto municipal, Juan Agapito y Revilla, redactó unas ‘Notas para un proyecto de alcantarillado’ que optaban por el sistema de circulación no interrumpida y el tubular. El presupuesto ascendía a 16 millones de pesetas de la época. Entre 1908 y 1912 fueron sustituidas todas las acometidas de las viviendas que iban directamente al río, para lo que se construyeron varios ramales atravesando la ciudad de este a oeste, cuyos colectores confluían en el Poniente. Las obras afectaron al centro capitalino. A los barrios no llegarán hasta los años 30.

El brazo Norte del río Esgueva antes de llegar a la iglesia de la Antigua en el siglo XIX. EL NORTE

El actual Zorrilla comenzó en 1845 vinculado a la Universidad y pasó por diversas dependencias hasta la inauguración del edificio actual el 30 de septiembre de 1907

El primer instituto de Valladolid

LA inauguración del nuevo edificio destinado a las enseñanzas del Instituto general y técnico constituye un motivo de satisfacción para cuantos se preocupan del fomento de la instrucción pública (…). Para la enseñanza es un palacio y un laboratorio, para Valladolid es un elemento de vida». Así saludaba El Norte de Castilla la inauguración, el 30 de septiembre de 1907, del flamante edificio del Instituto de Segunda Enseñanza de Valladolid, el actual ‘Zorrilla’. Para bucear en sus orígenes debemos viajar en el tiempo hasta 1845, momento en el que el Estado liberal español, recién consolidado, se esfuerza por eliminar la lacra del analfabetismo y hacer patriotas, jóvenes educados en el liberalismo y fieles a la reina Isabel II. Cosa nada fácil si tenemos en cuenta

los altos índices de analfabetismo de la época: en aquel momento, los de la ciudad del Pisuerga sobrepasaban con creces el 50%. Fue en ese mismo año cuando el ministro José Pidal sacó adelante un Plan de Estudios que reorganizaba la enseñanza universitaria creando la Segunda Enseñanza Elemental y la Segunda Enseñanza de Ampliación: de la primera quedaron encargados, precisamente, los Institutos de Enseñanza Secundaria. Así se sentaron las bases –más virtuales que materiales– del actual Instituto Zorrilla de Valladolid.

El 4 de septiembre de 1845, un Real Decreto firmado por Isabel II disponía la creación de un Instituto Provincial de Segunda Enseñanza vinculado como Instituto agregado «a la Real Pontificia e insigne Universidad de Valladolid». De ahí que hasta 1850 quedara instalado en las

dependencias de la Universidad Literaria de la ciudad. Luego pasó a la Hospedería del Colegio de Santa Cruz, donde estuvo más de medio siglo, si bien lo realmente importante sucedió en 1857: una nueva Ley de Instrucción Pública, obra, esta vez, del ministro vallisoletano Claudio Moyano, otorgaba plena sustantividad a la enseñanza media y la emancipaba de la superior. Ello suponía la implantación definitiva de los institutos y su financiación a cargo de los presupuestos provinciales. Así ocurrió con el de Valladolid, emancipado totalmente de la Universidad, aunque alojado en los locales de Santa Cruz y obligado a volver a los de aquélla en 1901, debido al estado ruinoso de la Hospedería. Ese mismo año recibió la denominación de Instituto General y Técnico. El empeño por conseguir un edificio propio aglutinó los es-

Los diputados Gamazo, Alba y Silió fueron decisivos a la hora de materializar la construcción del centro educativo

fuerzos y voluntades de Ayuntamiento, Diputación y diputados en Cortes. Mientras la segunda anunciaba, a finales de enero de 1901, una importante cesión de «terreno para edificio, jardines y campo de cultivo» en el llamado «corralón de San Pablo», los diputados daban el último empujón a un trabajo iniciado tiempo atrás: primero fue Germán Gamazo, ministro de Fomento, y enseguida Santiago Alba Bonifaz, recién llegado al escaño. Los resultados no se hi-

E. B.

El Instituto de Segunda Enseñanza, bautizado con el nombre de José Zorrilla en 1940.

ARCHIVO MUNICIPAL

cieron esperar: si el 8 de febrero un Real Decreto firmado por el ministro García Alix anunciaba que «se procederá a la construcción de un edificio con destino a Instituto de Segunda Enseñanza en Valladolid, en el terreno ofrecido por la Diputación Provincial», en noviembre de 1902, Santiago Alba escribía al alcalde: «Acordándose subasta construcción nuevo Instituto para 10 de diciembre, íntima satisfacción comunícole noticia Usía, favorecerá invierno clases obreras, contribuirá definitivo progreso cultura Valladolid». Justo ese mismo año, el Instituto había sido trasladado al piso alto del ex Colegio de San Gregorio, actual Museo Nacional de Escultura, concretamente a las dependencias que ocupó el Gobierno Civil de la ciudad. Sería su penúltima ubicación. El presupuesto total de las obras ascendió a 679.189,39 pesetas y su proyecto se encargó al conocido arquitecto local Teodosio Torres, autor, entre otros edificios, del Círculo de Recreo y de la Plaza de Toros. En julio de 1903 se >

colocaba la primera piedra. Cuatro años tardó en culminarse el edificio actual: la inauguración del mismo, efectuada a las 11 de la mañana del 30 de septiembre de 1907 con objeto de comenzar las clases el 2 de octubre, contó con la asistencia del diputado y subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, César Silió, el rector de la Universidad, González Ibarra, el diputado Zarandona, el gobernador civil, señor Paradela, el senador

Santos Vallejo, el alcalde Romero Fraile, el presidente de la sala civil de la Audiencia, Espinosa de los Monteros, y el director del centro, Policarpo Mingote y Tarazona. Este último tuvo palabras de agradecimiento para todos, pero especialmente para los diputados en Cortes Gamazo, Alba y Silió, decisivos a la hora de materializar la construcción del centro.

Este contaba con los más avanzados medios educativos del momento: 10 aulas para

100 alumnos cada una, laboratorios de Física, Química e Historia Natural, sala de dibujo… También tenía bancos adosados a la pared y una gran escalera con balaustrada que no pocos alumnos usaban a modo de tobogán. Los profesores tenían fama por su preparación y los alumnos se dirigían al catedrático de turno con la expresión «de Usía». 1.145 escolares inauguraron las clases en 1907. En 1940 se le puso el nombre de ‘José Zorrilla’.

Imagen antigua del Instituto General y Técnico de Valladolid. ARCHIVO MUNICIPAL

Portada de El Norte de Castilla del 3 de octubre de 1907.

EL pueblo fue el héroe; fue soldado y caudillo de sí mismo; hizo la guerra y la dirigió. El amor de la patria, que es consubstancial en el pueblo, fue el impulsor de la contienda heroica. Y la patria salió libre del zarpazo formidable con que Napoleón quiso agarrarla para uncirla al bélico carro de sus conquistas». El llamamiento, henchido de patriotismo, abría las páginas de El Norte de Castilla aquel 2 de mayo de 1908, primer centenario de la Guerra de la Independencia. Con ser ya relevante, la fecha tuvo otra derivada curiosa: aquel día tendría lugar el primer acto oficial en la nueva Casa Consistorial después del derribo del viejo Ayuntamiento en 1879, en tiempos de Miguel Íscar.

Lo curioso del caso es que aún no estaba finalizado. De hecho, la inauguración no se verificaría hasta el 19 de septiembre, coincidiendo con el primer día de las ferias y fiestas de la ciudad. La circunstancia no podía ser más inverosímil, pues habían pasado más de diez años desde que el arquitecto Enrique María Repu-

A punto de finalizar las obras, el Consistorio acogió los impactantes actos conmemorativos del Dos de Mayo de 1808

La casi inauguración del nuevo Ayuntamiento

llés presentó el proyecto y más de siete desde que comenzaron las obras. Ni más ni menos que nueve alcaldes se sucedieron desde entonces: Moisés Carballo, Mariano González Lorenzo, Enrique Gavilán, Alfredo Queipo de Llano, Casto González Calleja, Pedro Vaquero Concellón, Antonio Bujedo Cepeda, Manuel Semprún Pombo y Eduardo Romero Fraile, durante cuyo mandato se celebraron los actos conmemorativos del Dos de Mayo.

Estos, anunciados el 30 de abril a través del pertinente bando, comenzaron a primera hora de la mañana con un vistoso recorrido de las bandas del Regimiento de Isabel II y del Hospicio Provincial, que interpretaron con éxito el pasodoble ‘El Dos de Mayo’, de Federico Chueca. Pero el momento culminante se desarrollaría en la Plaza Mayor. Esta amaneció abarrotada de gente y con los balcones engalanados con adornos, colgaduras y banderas nacionales para asistir, a las diez y media de la mañana, al descubrimiento de la lápida que aún hoy puede contemplarse en la parte izquierda de la fachada, y que reza:

«El Excelentísimo Ayuntamiento de Valladolid a los mártires de la Independencia Española en el primer centenario». Bajo la misma se colocó una corona de flores con lazos rojos, gualdas y morados. Acto seguido se celebró la misa de campaña, para la cual se colocó en el balcón del Ayuntamiento un altar improvisado, adornado con plantas y trofeos, bajo dosel de rojo damasco. Oficiada por el cardenal Cos y Macho, la eucaristía fue seguida por las principales autoridades de la provincia, para las que se dispusieron dos tribunas en el centro de la Plaza. El Norte de Castilla destacó la presencia de importantes mandos militares, como los generales y coroneles Beleña, Salinas, Carbó, Kindelán, Nanetti, Muñoz, Villaverde, Martín Arrúe, marqués de Casasola, Arce, Romero Marchent, Irugorri, y Arce. Entre los asistentes figuraba también el señor Velarde, descendiente del general Blake, las comisiones del cuerpo escolar y los alumnos del Colegio de Huérfanos de Santiago. Las bandas del Regimiento de Isabel II y del Hospicio Provincial tocaron la Mar-

Portada de El Norte de Castilla conmemorando el primer centenario del Dos de Mayo de 1908. E. B.

La Plaza Mayor con el Ayuntamiento en obras.

ARCHIVO MUNICIPAL

cha Real. Al terminar la misa «se organizó el desfile en columna de honor ante el capitán general de la región, señor González Parrado, quien con su Estado Mayor se situó dando frente al Ayuntamiento», informaba este periódico. Los actos finalizaron con un desfile doble: el militar, por parte de todos los regimientos y de los alumnos de la Academia de Caballería, y el de los alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza y de las Facultades de Medicina y de Derecho con sus respectivas banderas. A las siete de la tarde, la banda de Isabel II volvió a dar un concierto en la Plaza, y se lanzaron unos vistosos fuegos artificiales. «Uno de los cohetes disparados explotó antes de ascender, cayendo al suelo y siendo milagroso no hiriera a un municipal que resultó con el cabello chamuscado», informaba el periodista, que no registró más incidentes que el desfallecimiento de un soldado del regimiento de Isabel II por insolación. La guinda festiva la puso una función de gala en el Teatro Calderón, a las nueve de la noche, en la que los actores de la compañía interpretaron las

«Un cohete explotó antes de ascender, cayendo al suelo y siendo milagroso que no hiriera a un municipal que resultó con el cabello chamuscado», informaba el periodista

obras ‘El noveno mandamiento’ y ‘La décima musa’, y leyeron poesías Miguel de San Román y Rosario Pino. Como era un día especial, la mayoría de los comercios cerraron y el Ayuntamiento ofreció una comida extraordinaria a los pobres del Asilo de Caridad y a los presos de la cárcel de Chancillería. Además, se repartieron gratificaciones de 100 pesetas a aquellos vecinos de Valladolid que cumplieran 100 años el 2 de mayo y fueran pobres, o, en su caso, a quienes también los cumplieran ese día y llevaran, al menos, diez años residiendo en Valladolid.

Los AUTÓNOMOS, nuestra razón de ser.

Promover y extender el EMPRENDIMIENTO, nuestro objetivo.

El Desarrollo y la mejora de la Competitividad de nuestros asociados y de CASTILLA Y LEÓN, nuestro esfuerzo diario.

En septiembre de 1910 se inauguró el nuevo servicio de transporte electrificado, después de 29 años de vehículos tirados por mulas o caballos

Alba y Paraíso jubilan a los tranvías de sangre

VEHÍCULO urbano que circula sobre carriles por las calzadas de las calles, sin que constituya un obstáculo al tráfico de las demás clases de vehículos, en el que el tiro se hace con caballos o mulas». Así eran definidos los tranvías de sangre a finales del XIX. Aunque tirados

por caballos o mulas, eran también el símbolo del progreso de las ciudades, cada vez más pobladas, más industrializadas, con más comercios y necesitadas de mejores y más rápidas comunicaciones. También Valladolid, que a mediados del XIX se aproximaba a los 55.000 habitantes y contaba con industrias importantes. Por si

fuera poco, el ferrocarril abrió una nueva forma de vida, más moderna y avanzada, y era necesario comunicar el centro capitalino con la Estación. Para ello constituyó el catalán Eduardo Barral y Vidal, en 1879, la Sociedad General de Tranvías Interiores de Valladolid, presidida por Valerio Morales y a la que en 1880 el Ayun-

tamiento concedió el establecimiento de varias líneas de ancho métrico por una duración de 50 años. El 22 de diciembre de 1881 fue un día de júbilo en Valladolid, pues a las once de la mañana se inauguró el servicio de tranvías entre la Estación del Norte y San Pablo; el total del recorrido costaba 15 céntimos. La compañía contaba con

cuatro coches y la tracción era de sangre. En un primer momento, sin embargo, la Compañía de Ferrocarriles no permitía la entrada del tranvía al andén exterior de la estación; hasta 1887 no se firmará el contrato para poder hacerlo. Barral estableció diversas líneas para enlazar la Plaza Mayor con las estaciones de la Compañía del Norte en Campo Grande y del tranvía de vapor a Medina de Rioseco en San Bartolomé, así como con el Cementerio y el Hospital. Sin embargo, dificultades económicas, motivadas por la escasa rentabilidad del servicio, le obligaron a venderlo a una sociedad belga (Tranvías de Valladolid, S.A.), que entre 1899 y 1909 gestionó los tranvías de sangre vallisoletanos. En ese año ya contaba con 32 carruajes y 80 animales de tiro, y tenía sus cuadras y cocheras en las proximidades de la Capitanía General (San Pablo). Ya entonces, sin embargo, el transporte a base de tracción animal se consideraba anticuado y hasta antieconómico, de ahí que la compañía belga se comprometiera ante el Ayuntamiento de Valladolid a electrificar el negocio. En la sesión edilicia de 26 de abril de 1907 se aprobó la transformación en eléctricos de los tranvías de sangre, pero los belgas se vie-

Tranvía en la estación de El Norte.
E. B.

ron incapaces. La Electra Popular Vallisoletana abrió entonces nuevas vías de actuación. Santiago Alba, promotor y gerente de la misma, que además era propietario de ‘El Norte de Castilla’, tomó las riendas del proyecto mediante la constitución de una nueva sociedad, de capital enteramente español.

presario aragonés Basilio Paraíso, quien a su reconocido poder económico en el entramado financiero español unía su reciente experiencia en la electrificación de los tranvías de Zaragoza, y en enero de 1910 constituyeron la Sociedad de Tranvías de Valladolid con un capital de un millón de pe-

500. Paraíso la presidía y actuaban como vocales los zaragozanos José García y Roberto Soteras, y los vallisoletanos Alba, Santos Vallejo, Julio Guillén (padre del célebre poeta) y Francisco Zorrilla.

Los más modernos de España Autorizada la electrificación de

28 de febrero de 1910, la nueva sociedad ya había procedido a construir la estación central, talleres, almacenes, viviendas y demás instalaciones en terrenos cedidos por el Ayuntamiento en el Paseo del Príncipe. Según El Norte de Castilla, los de Valladolid eran los mejores y más modernos tranvías de España. Los coches, construidos por la casa zaragozana Carde y Escoriaza, la más importante del país, medían 7,50 metros de largo y pesaban 8 toneladas. Constaban de 18 asientos reversibles con capacidad para 10 viajeros en la plataforma anterior y 15 en la posterior.

La inauguración oficial tuvo lugar el 7 de septiembre de 1910, con las calles abarrotadas de curiosos espectadores. Entre los asistentes destacaba el director general de Obras Públicas, Luis de Armiñán. A las cuatro de la tarde, seis vehículos salieron desde las cocheras situadas frente al Arco de Ladrillo en dirección a la Plaza Mayor. El coche número uno iba adornado con flores, banderas y luces y rematado por la bandera de España y el pendón de Castilla. Era la señal de que se trataba de «una obra exclusiva de españoles y vallisoletanos», aclaraba el decano de la prensa. La anécdota de la jornada aconteció en la calle

En 1907 se aprobó la transformación en eléctricos de los tranvías de sangre, pero los propietarios belgas se vieron incapaces

Una nueva sociedad los puso en marcha en lo que fue «una obra exclusiva de españoles y vallisoletanos»

número tres atropelló a un «perrillo faldero», al que dejó «partido por gala en dos». Aquel día sólo funcionaba la llamada línea de Circunvalación, que recorría la Plaza Mayor, Calle de Santiago, Plaza y Paseo de Zorrilla, Plaza de Toros, Carretera de Salamanca, Arco de Ladrillo, Paseo del Príncipe, Paseo de Filipinos, Plaza de Colón, Acera de Recoletos, calles Miguel Íscar, Duque de la Victoria, Lencería y Quiñones hasta regresar, nuevamente, a la Plaza Mayor. Los tranvías estuvieron funcionando en Valladolid hasta noviem-

Calle Duque de la Victoria con dos tranvías. ARCHIVO MUNICIPAL

Cuando ardió la Academia, el 26 de octubre de 1915, se distinguieron por su arrojo algunos oficiales, civiles y, sobre todo, obreros y personal de la Compañía de El Norte

Los héroes del incendio de Caballería

CUANDO comenzamos a escribir estas líneas (tres de la madrugada), el edificio donde se halla instalada la Academia de Caballería arde casi en su totalidad. Gigantescos penachos de fuego y colosales columnas de humo coronan el antiguo Colegio de cadetes y difunden su luz por la población, que ofrece a estas horas, envuelta en la siniestra luz, un aspecto fantástico». Era el 26 de octubre de 1915. La Academia de Caballería, levantada en 1850 en un edificio de forma octogonal destinado inicialmente a Prisión Peninsular, estaba siendo devorada por las llamas. Y lo sería casi en su totalidad, salvo dos picaderos.

La conmoción para Valladolid fue enorme. También para el estamento militar español.

En aquel momento, 140 alumnos vivían en su internado,

151 soldados formaban el escuadrón de tropa y había 224 caballos en las cuadras. El edificio no se pudo salvar y fue necesario construir uno de nueva planta, el actual. Los trabajos comenzaron en 1920 pero la ocupación plena no se produjo hasta 1929.

Las jornadas del incendio de 1915 fueron agónicas. Todo comenzó a la una y media de la madrugada, cuando el centinela de guardia de la puerta falsa, que comunicaba el patio del picadero con la calle de San Ildefonso, se percataba de la presencia de fuego en el pequeño local destinado a almacén, fatalmente repleto de bancos de madera. Avisó de inmediato al cabo de guardia, quien a su vez se lo comunicó al oficial de servicio, teniente Arcay, para que diera cumplida cuenta al capitán Ibarrola. Conscientes de la gravedad del siniestro, rápida-

Estado del edificio después del incendio ocurrido el 26 de octubre de 1915. ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.

mente procedieron a desalojar el dormitorio y amontonar en el patio contiguo toda clase de objetos, camas, colchones, ropa de aseo, etc.

A partir de ese momento, toda una serie de personas y estamentos dieron todo lo que tenían para que las consecuencias, tanto materiales como personales, no fueran a más. Son los héroes, conocidos y anónimos, de aquel desastre fatal. Los primeros, aquellos soldados que, veloces, ayudaron a desalojar de sus habitaciones particulares a la familia del coronel director, Marcelino Asenjo, ausente en esos momentos de Valladolid. Acto seguido, los cadetes, que pudieron poner a salvo los caballos para trasladarlos al Cuartel del Conde Ansúrez. No menos importante fue el trabajo de los soldados del Regimiento de Isabel II, quienes ayudaron en las tareas de salvamento de muebles, equipos y demás enseres, que tuvieron que ser depositados en edificios como el Teatro Pradera, el Cuartel de Intendencia y el Colegio de Huérfanos de Santiago. Allí fueron a parar, entre otros, la documentación oficial, la rica biblioteca compuesta por cerca de 6.000 volúmenes, el cuadro de Morelli ‘La carga de Treviño’ y, desde luego, el estandarte de la Academia, «heroicamente salvado» por el teniente Balmo-

Las dos bombas trabajaron 32 horas seguidas «sin que el personal que las servía accediera a ser relevado»

ri. La imagen de la Virgen del Carmen, por su parte, pudo ser sacada de la capilla y depositada en los locales del Diario Regional merced al ofrecimiento de su director, Justo Garrán, que hizo otro tanto con los demás objetos de culto.

Aunque en un primer momento se criticó su tardanza, los bomberos tampoco se dieron un respiro, a pesar de que el fuego apenas tardó una hora en propagarse a los tejados de la fachada posterior. La prensa destacó la entrega de los capataces del servicio, señores Elósegui y Regalado, y de los propios «mangueros», que, subidos en altas escaleras, dirigían el agua a todos los lados desde los aleros. A ellos se unió el teniente coronel señor del Valle, segundo jefe de la comandancia de Ingenieros, que trabajó sin descanso pese a las bajísimas temperaturas. Hasta el arquitecto municipal, Juan Agapito y Revilla, que

había acudido para comprobar los daños, tuvo que ser sacado de urgencia a causa de un «síncope». El Ayuntamiento colaboró con una bomba de vapor que se instaló en el patio central, «funcionando constantemente bajo la incansable dirección del maquinista, señor Martín, que ha hecho una labor rudísima desde que comenzó el incendio, sin apenas tomarse el tiempo preciso para el descanso», informaba este periódico. Pero mucho más importante y meritoria fue la labor del personal de la Com-

pañía del Norte, pues, gracias a sus dos bombas, el incendio pudo ser finalmente sofocado. Sobresalieron el jefe del depósito, señor Montaut, el subjefe señor Capuletti y el ingeniero señor Normand, quienes, con una brigada de obreros, acudieron al amanecer «y cooperaron ardorosamente a los trabajos de salvamento». En efecto, desde las 8 de la mañana pusieron a disposición de la Academia «las dos magníficas bombas de la Estación del Norte, que días después siguieron servidas por inteligente y laborioso personal de la Compañía. La máquina pequeña pertenece al edificio de la estación, y para su cesión concedió todo género de facilidades el jefe de aquélla, don Eusebio González. La bomba grande pertenece al depósito de máquinas. Ambas trabajaron treinta y dos horas seguidas, sin que el personal que las servía accediera a ser relevado».

Los militares no ahorraron elogios hacia ellos, tanto por la cesión desinteresada de las bombas como por el abastecimiento de combustible «y el pago de las horas extraordinarias a aquel personal».

Portada de El Norte de Castilla del 27 de octubre de 1915. Arriba, página de ‘La Esfera’ dedicada al incendio de la Academia de Caballería.

Miguel Primo de Rivera persiguió con saña a Santiago Alba, a sus seguidores y a su periódico, esgrimiendo y difundiendo acusaciones falsas

Los bulos de un dictador contra El Norte de Castilla y su propietario

EL proceso contra don Santiago Alba queda desde luego abierto, que a este lo denuncia la unánime voz del país y queda también procesado el que siendo jefe del Gobierno y habiendo oído de personas solventes e investidas de autoridad las más duras acusaciones contra su depravado y cínico ministro, y aun asistiendo a ellas, ha sucumbido a su influencia y habilidad política sin carácter ni virtud para perseguirlo, ni siquiera para apartarlo del Gobierno». Era la declaración de intenciones de Miguel Primo de Rivera a las pocas horas de dar el golpe de Estado que en septiembre de 1923 terminó con el sistema político de la Restauración e impuso, durante siete años, una dictadura militar. Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña hasta ese momento, puso a Alba, a sus seguidores de la Izquierda Liberal y a su periódico, El Norte de Castilla, en el punto de mira. Se sirvió incluso de un periodista, Manuel Delgado Barreto, director de ‘La Acción’, para difundir bulos sobre el

empresario y ex ministro de Estado, describiéndole como un vividor que desfalcaba sin parar. Y es que Alba había desairado a militares, grandes empresarios, políticos conservadores y estamentos reaccionarios por varias razones: por haber primado el poder civil en Marruecos; por haber negociado con los indígenas marroquíes la liberación de los militares españoles presos tras la terrible derrota de Annual (1921); por mostrarse afín a los postulados educativos de la Institución Libre de Enseñanza y haber suspendido, cuando era Ministro de Instrucción Pública, la obligatoriedad de la enseñanza del catecismo en las escuelas públicas; y por haber propuesto gravar los beneficios extraordinarios de guerra.

nuevo gobernador civil, Pablo Verdeguer Comes, ex concejal albista en Valencia. Álvarez instruyó 29 sumarios usurpando funciones, encarcelando a seguidores de Alba e investigando bienes a más de 500 personas.

La campaña de difamación lanzada por el dictador y sus

satélites mediáticos presentaba a Alba como arquetipo de cacique y perpetrador de numerosos delitos: adjudicación arbitraria de almadrabas en Marruecos, sustracción de nueve millones de pesetas, realización de labores de contrabando, apropiación indebida del coche oficial con el que pasó la frontera refugiándose en Biarritz antes de pasar a París, donde se había exiliado, e irregularidad en la concesión de la línea férrea de Valladolid a Tordesillas y de Tordesillas a Cubo del Vino para beneficiar a la empresa ‘Guillén, Zorrilla y compañía’. Primo de Rivera llegó al extremo de enviar a Valladolid a un instructor, José Álvarez Rodríguez, que actuó ilegalmente como juez especial investigando todas las cuentas de Alba, el estado de sus empresas, etc., con la ayuda y complicidad del

La campaña contra Alba incluyó medidas de represión económica y política, tanto para él como para sus seguidores. Primo de Rivera ordenó clausurar el Círculo Liberal, presidido por Enrique Gavilán, el 27 de octubre de 1923, y dio orden a los medios de comunicación escritos, incluido El Norte de Castilla, de no publicar fotografía alguna del político. Al mismo tiempo, albistas confesos que se habían significado por defender a su líder sufrieron penas diversas: fueron encarcelados Nicolás Pedrosa (tres días en Chancillería por hallarse un manifiesto republicano en su cajón del periódico), Eduardo López Pérez (30 días en Medina del Campo, acusado de participar en las algaradas estudiantiles de 1929), y León del Río Hortega (depositario de los fondos municipales de Olmedo, acusado de prevaricación y obligado a pagar 5.000 pesetas para salir de prisión).

Otros fueron desterrados, como Leopoldo Stampa a Guadalajara, Emilio Gómez Díaz a Soria, Pedro Carreño, administrador de la Electra, a Toledo, Francisco de Cossío, a quien se cesó como director del Museo y se desterró un año a París por el artículo «Cazadores de gorras», publicado en El Norte de Castilla el 10 de junio de 1924, y dos semanas a las Chafarinas por otro publicado en ‘La Razón’ de Buenos Aires. Hasta Federico Santander y Antonio Royo-Villanova fueron procesados por emitir y escribir opiniones contrarias al régimen dictatorial.

El Norte de Castilla, del que Alba era propietario, tampoco

El Norte recibió multas cuantiosas por no publicar las notas que quería el dictador y, en total, estuvo 23 días suspendido

pudo escapar de la persecución. Se le impusieron multas cuantiosas por no publicar notas oficiales como quería el dictador, y en total estuvo 23 días suspendido. Pero la dictadura se topó de frente con el muro de la verdad: si ya en julio de 1924 el Tribunal Supremo había ordenado suspender todos los procesamientos por entender que José Álvarez Rodríguez se había excedido de sus funciones, en noviembre de 1926 ordenaba el sobreseimiento de todas las causas contra Santiago Alba y contra los albistas Francisco Zorrilla, Julio Guillén, Feliciano Navarro, Rodríguez de Arellano y Federico Santander. La dictadura, empero, silenció hasta el final ambas sentencias.

El resarcimiento público solo llegó en febrero de 1930, cuando se hizo pública la absolución, ya con Dámaso Berenguer al frente del gobierno, y por parte del Colegio de Abogados de Madrid. Dos años después, José Álvarez Rodríguez era condenado a un año y ocho meses de prisión correccional por prevaricación y usurpación de cargo, pero en abril de 1931 se benefició de la amnistía prometida por el nuevo gobierno republicano, pues, según se decía, no lo hizo por móviles mezquinos sino «por convicciones ideológicas» y «por admiración a determinadas instituciones».

Santiago Alba en su despacho de París.
E. B.

Dueño de una conocida droguería en la calle de Teresa Gil, fue elegido el 14 de abril de 1931 para proclamar la República desde el balcón del Ayuntamiento

El día más feliz de Eustaquio Sanz Pasalodos

JOVEN industrial, activo y laborioso». Así definía El Norte de Castilla a Eustaquio Sanz-Tremiño Pasalodos, candidato republicano a las elecciones municipales de 1895, en las que obtuvo su primer acta de concejal. Repetiría en 1903 y en 1922. 36 años después, concretamente el 14 de abril de 1931, Eustaquio volvía a salir en el periódico en primera plana, pero por un motivo diferente: los Comités republicano y socialista le habían encomendado proclamar la República desde el balcón del Ayuntamiento. Como reconoció él mismo dos años después, fue el día más feliz de su existencia.

Porque Sanz-Tremiño Pasalodos, nacido en 1864, llevaba prácticamente toda la vida luchando por una España republicana. Dueño de una famosa droguería en la calle Teresa Gil, comenzó a militar en las filas republicanas en 1888, convirtiéndose muy pronto en uno de los representantes más destacados a nivel local junto a correligionarios como José Muro, Ángel María Álvarez Taladriz, Pedro Regalado Elósegui, Mariano Álvarez, Vicente Pinedo, Domingo Tarazona, Justo Esteban, Fidel Recio, Mariano Fernández Cubas, Marcos de la Fuente y Miguel Marcos Lorenzo. Fue miembro del partido republicano federal de Ruiz Zorrilla, en 1901 presidió el comité local de la Unión Nacional Republicana y en 1931, en las postrimerías de la Segunda República, fue elegido presidente honorario de Alianza Republicana. Con el bagaje de haber sido concejal en tres ocasiones y miembro de la junta directiva del Casino Republicano durante mucho tiempo, cuando el 14 de abril de 1931 se conoció en

Valladolid el triunfo de las candidaturas republicanas y socialistas, salió a la calle junto a un gran gentío dando vivas al nuevo régimen. Fue aquella una manifestación espontánea, pacífica y esperanzada.

A las ocho de la tarde, los Comités republicano y socialista le encomendaban declarar proclamada la República desde el balcón del Ayuntamiento por ser el republicano más veterano de la ciudad. Lo hizo en medio de una jornada realmente festiva, en la que no faltó el disparo de cohetes, la iluminación de la fachada del Consistorio y el izado de la bandera tricolor. Eustaquio arengó a los reunidos recomendando «la más absoluta serenidad, para que sirva de garantía, respeto y honradez al nuevo régimen». La multitud siguió sus directrices y se disolvió de manera ordenada.

A las once y veinte de la noche se celebró sesión extraordinaria de los concejales elegidos por sufragio universal –treinta y siete en total, pues siete se ausentaron– para constituir el nuevo Ayuntamiento. Presidida la votación secreta por el monárquico Manuel Carnicer, por ser el concejal de mayor edad, la sesión se abrió con calurosos vivas a España y a la República. Por treinta y seis votos a favor y uno en blanco, los reunidos eligieron como alcalde al socialista Federico Landrove Moiño. En esta su segunda juventud, Eustaquio Sanz-Tremiño Pasalodos presidió el Casino Republicano y lideró en Valladolid el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, al que, en más de una ocasión, manifestó verdadera admiración y rindió pública pleitesía. Fue el candidato de esa formación a las elecciones generales de 1931, quedando segundo tras José

Garrote, socialista, con 19.768 votos. Dos años después, concretamente el 11 de octubre de 1933, era elegido para presidir la comisión gestora de la Diputación Provincial en sustitución de Gil Baños. Desde esta responsabilidad destacó por sus esfuerzos, en 1934, para llevar a cabo un ambicioso plan de defensa de la Cuenca del Duero junto al resto de provincias castellanas y leonesas. En un banquete que la juventud republicana radical organizó en su honor, en julio de 1933, en el restaurante El Edén, en el que se le regaló un busto modelado por el correligionario Trapote, el veterano republicano recordó los numerosos ataques políticos sufridos tiempo atrás y dio por bien invertido todo el dinero que había entregado generosamen-

Un desfalco de 700.000 pesetas en la Diputación por parte de un militante republicano radical acabó con su carrera política

te a la causa republicana, especialmente a los «expatriados». Pero entonces sobrevino el peor momento de su carrera política, y quizás de su vida. En abril de 1935, coincidiendo con los escándalos de corrupción que asediaron al Partido Republicano Radical a escala nacional, se hizo público un desfalco de 700.000 pesetas en los fondos de la Diputación Provincial de Valladolid por parte del depositario, y militante del PRR, León del Río Hortega. Eustaquio Sanz, contra el que se dictaría auto de procesamiento, suspendió de inmediato de empleo y sueldo a dicho diputado y el 27 de abril dimitió como presidente de la comisión gestora de la Diputación. Este triste episodio marcaría el final de la vida política de este veterano republicano de Valladolid.

Manifestación obrera en las calles de Valladolid durante la Segunda República. ARCHIVO MUNICIPAL
E. B.

LA carta, fechada el 25 de octubre de 1943, la firmaba desde Valladolid Enrique Estefanía de los Reyes e iba dirigida al ministro de Justicia, Eduardo Aunós Pérez. Su petición era muy concreta: como el Régimen franquista estaba ultimando la edición del libro ‘Causa General. La Dominación roja en España’, dirigido a justificar la sublevación militar contra la República ante las potencias extranjeras, solicitaba «que se aluda en el libro a su hijo, don Emeterio Estefanía Cuadrao, como primer caído por Dios y por España en la noche del 18 de julio de 1936, en el Despacho de la División en dicha capital».

Aunós solicitó el informe de Antonio Reol, fiscal de la Causa General, y este fue taxativo: no podían acceder a lo que pedía Estefanía porque el libro «no se refiere sino a la dominación roja en España, no publicándose lo referente al Alzamiento Nacional». ¿Quién fue Emeterio Estefanía Cuadrao, «primer caído por Dios y por España» el 18 de julio de 1936? Poco más se sabe de él aparte de este dato y de su militancia en la formación monárquica y ultraconservadora Renovación Española. Es más, hasta el comienzo de la Guerra Civil en la capital vallisoletana solo había trascendido su buen desempeño en los campeonatos de tenis. La fama se la daría, de hecho, su trágica muerte aquel 18 de julio de 1936. Emeterio Estefanía había nacido en Castrourdiales, provincia de Santander, y era hijo del juez Enrique Estefanía de los Reyes, fallecido en Valladolid en septiembre de 1944, y de Josefa Cuadrao Pereda, que murió en mayo de 1936. El matrimonio, residente en Valladolid desde mediados de los años 20 (el padre se jubiló como magistrado de la Audiencia territorial de Oviedo en 1924), tuvo dos hijos: el mayor, Enrique, y Emeterio.

Emeterio Estefanía, abogado de Renovación Española, murió en el tiroteo de Capitanía la noche del 18 de julio de 1936

El primer ‘caído’ del bando sublevado en toda España

mó a ingresar en las llamadas milicias de los Voluntarios de España, al margen de cualquier organización política. Al igual que le ocurrió al general Andrés Saliquet, principal artífice del golpe en Valladolid, a Estefanía le sorprendió la rebelión de los guardias de Asalto en la tarde del 18 de julio de 1936, circunstancia inesperada que aceleró los planes golpistas.

Este último estudió Derecho en la Universidad de Valladolid, y trabajó como abogado y delegado de Hispania. Compañía General de Seguros S.A., además de montar una Academia de Matemáticas en su domicilio de la Acera de San Francisco. En el momento de su muerte tenía 29 años, era cofrade de Jesús Nazareno y estaba prometido con Pilar del Hoyo Enciso. De ideas conservadoras, en

1935 entró como vocal en la junta directiva de las juventudes de Renovación Española (RE), organización que en Valladolid presidía Antonio Planas y que decía combatir «la labor destructiva de la masonería y de la organización judeomasónica», esto último en alusión a la republicana Federación Universitaria Escolar (FUE). Militantes y dirigentes de RE llevaban tiempo conspirando contra la Repú-

DONDE

Con el afán de contribuir a la rebelión, el joven abogado acompañó a Saliquet a la sede de Capitanía, frente a la iglesia de San Pablo, para hacerse con la VII División y desbancar al capitán general, Nicolás Molero Lobo, que se mantenía leal a la República. Junto a él figuraban, también como civiles, José María y José Antonio Cuesta y Esteban Valverde. Al lado de Saliquet actuaban el teniente Silvela, el general Miguel Ponte y su hijo, los comandantes Maristany y Martín Montalvo, el teniente coronel Uzquiano, y el Marqués de Valdesevilla.

blica, pero el momento culminante fue el asesinato, el 13 de julio de 1936, de su líder nacional, José Calvo Sotelo. Es probable que Estefanía llevara varios días en contacto con militares y civiles comprometidos con el golpe de Estado. De hecho, el historiador Luis Castro considera que formaba parte de los planes conspirativos de Onésimo Redondo días antes de la sublevación, lo que le ani-

Durante el forcejeo, el ayudante de Molero, el comandante Ruiperto Riobóo, abrió fuego y una de las balas alcanzó mortalmente a Emeterio. Es probable que fuese una muerte accidental, como recordaba en 1942 el propio Ponte: «El ruido de los disparos lo domina todo en aquel pequeño espacio medianamente alumbrado por una luz mortecina». Sea como fuere, Estefanía se convirtió en el primer «caído» del bando sublevado en toda España. Así lo quiso expresar el multitudinario funeral celebrado el 20 de julio de 1936, relatado en el libro ‘Historia de la cruzada española’, de Joaquín Arrarás: «Una inmensa comitiva salió del hospital militar, tras el primer caído del Alzamiento Nacional. Las calles del tránsito ofrecían repletas las aceras y los balcones no podían soportar el peso que sobre ellos gravitaba. La comitiva discurría rompiendo el silencio moteado de disparos».

E. B.
Capitanía General, antiguo Palacio Real. Arriba, retrato de Emeterio Estefanía. LAURENT

Impactante portada de El Norte de Castilla con motivo de la visita de Isabel II en julio de 1858.

Editorial publicado el 15 de abril de 1931 tras la proclamación de la Segunda República.

Editorial contra el trasvase del Esla, publicado el 24 de mayo de 1958.

Editorial sobre el fin de la dictadura de Salazar en Portugal, 27 de abril de 1974.

Con Castilla y con la libertad

Los editoriales más relevantes de El Norte de Castilla defienden los intereses de los castellanos, la democracia y el ejercicio con garantías de la profesión periodística

DESDE muy temprano (24 de agosto de 1856), El Norte de Castilla manifestó en su línea editorial la irrenunciable defensa de los «verdaderos intereses de Castilla». Ya fueran estos la protección del cereal o, como hizo aquel 24 de agosto de 1856, la concesión a la compañía Crédit Mobilier de la ansiada explotación de la línea férrea del Norte, hecho que consideraba una manifestación de patriotismo que redundaba en beneficio de toda la tierra castellana.

Devoto de un liberalismo templado que pasaba por defender la monarquía constitucional frente a la reacción carlista, la portada del 14 de julio de 1858 sorprende por su confección: un enorme poema dedicado a Isabel II con motivo de su vista a Valladolid. Pero como la degradación paulatina del reinado suponía también un riesgo evidente para el mantenimiento de un régimen de libertades, El Norte de Castilla no dudó en saludar con fervor la Gloriosa Revolución de 1868 y dedicarle un editorial, el 2 de octubre, llamando a los «castellanos» a comprometerse con esa «hora de la regeneración española». Y es que la palabra «regeneración», con todo su contenido, ya estaba de moda. Tanto, que cuando la I República se precipite asediada por tensiones internas, fantasías cantonalistas y amenazas del exterior, este periódico volverá a esgrimir la exigencia de regenerar el país, esta vez mediante la restauración pacífica de la Monar-

quía en la figura de Alfonso XII (3 de enero de 1875).

La patria herida Las heridas de la patria encontraron cumplida respuesta en la línea editorial del decano de la prensa. Cuando Estados Unidos declare la guerra a España iniciando con ello la senda del mítico ‘Desastre del 98’, este periódico no dudará en animar al combate creyendo, con suma ingenuidad, que íbamos a vencer (8 de abril de 1898). Con la lección aprendida, cuando en julio de 1921 sobrevenga otro ‘desastre’, esta vez en Annual, El Norte de Castilla reaccionará aconsejando «serenidad ante las noticias de Marruecos» y reconociendo que la campaña militar, inicialmente controvertida, era ya una «necesidad nacional» (24 de julio de 1921). En todo caso, la libertad era algo irrenunciable. Por eso el golpe de Estado del general Primo de Rivera, en septiembre de 1923, fue interpretado como «Un momento crítico para España» que venía motivado por las pasiones de un general: «No es la pasión, sin duda, la mejor aliada para escalar las cimas del poder y gobernar después desde él recta y honradamente a un pueblo» (14 de septiembre de 1923). Asediados ambos, el rotativo y su propietario, Santiago Alba, por las obsesiones del dictador, en el declinar del régimen El Norte apostará por «destruir equívocos» y restaurar la Constitución de 1876 (23 de julio de 1927). Pero era imposible. En su caída, Primo de Riversa arrastró consi-

go a su gran valedor, el rey Alfonso XIII, al que no le quedó más remedio que salir de España tras comprobar cómo las grandes capitales daban la victoria a los republicanos en las municipales del 12 de abril de 1931. Tan defraudado con el monarca como el que más, El Norte, dirigido por Francisco de Cossío, saludó la proclamación pacífica de la República abogando «Por la paz de España» y deseando la restauración del derecho y de la libertad (15 de abril de 1931). Fueron años convulsos que hicieron virar al periódico en contra de la coalición republicano-socialista y denunciar los excesos revolucionarios, tildando incluso de «traidores» a los artífices de los hechos de octubre de 1934 (10 de octubre de 1934). Ello no fue óbice para que, fiel a su trayectoria y a sus convicciones, defendiera «el triunfo limpio» de las izquierdas coaligadas en el Frente Popular

En los años 50, la ‘operación Delibes’ sirvió para marginar al director impuesto, el sacerdote falangista Gabriel Herrero, y sustituirlo por el escritor

Los editoriales se volvieron más combativos contra un Régimen que perjudicaba al agro y no dejaba ejercer el periodismo en libertad

Editorial sobre el caso Nixon, 30 de julio de 1974.

del Esla a los ríos Yuso y Sella (24 de mayo de 1958), o el mismo editorial sobre la designación de Valladolid como Polo de Desarrollo, que El Norte de Castilla acogió con agrado siempre y cuando contribuyese a paliar las graves carencias del campo, insuficientemente financiado (19 de enero de 1964).

Prensa libre

en los últimos comicios de la República (18 de febrero de 1936). El vigoroso antirrepublicanismo del director, Francisco de Cossío, y las amenazas que se cernían sobre un periódico de raigambre liberal ante un nuevo orden de inspiración fascista, explican la efusiva defensa de la sublevación militar que provocó la Guerra Civil: «Esta hora de rebeldía quiere ser la última hora de violencia que prepare a los españoles una vida de paz, de trabajo y de sentido nacional» (19 de julio de 1936). Aniquilada la libertad de prensa por la censura gubernamental, los editoriales de postguerra se limitaron a ensalzar la figura del Caudillo y cacarear los ideales del Régimen, bien alabando la «cruzada anticomunista» de la División Azul (5 de julio de 1941), bien azuzando las manifestaciones contra la ONU y las potencias democráticas en aras de un «testimonio de patriotismo» (10 de diciembre de 1946). Pero la situación no era fácil de soportar para unos directivos que querían recuperar las señas de identidad del periódico. A principios de los 50, la ‘operación Delibes’, consistente en marginar al director impuesto, el sacerdote falangista Gabriel Herrero, hasta sustituirlo por el afamado escritor, confluirá en editoriales cada vez más combativos contra un Régimen que, a juicio del periódico, perjudicaba al agro y a sus gentes, y no dejaba ejercer el periodismo en libertad. Valga como ejemplo aquel «Castilla tiene sed» que tan duramente criticaba el pretendido trasvase de las aguas

Más contundente fue la campaña contra la Ley Fraga de prensa por sustituir, sostenía el propio Delibes, la censura previa por la autocensura. «El delito de discrepar se paga caro», podía leerse en un editorial (3 de marzo de 1966) que utilizaba el caso de dos escritores soviéticos, condenados por expresar sus opiniones, para preguntarse, en plena dictadura franquista, «¿hasta cuándo va a estar perseguida en el mundo la libertad de opinión?». Eso por no hablar de la propuesta, expresada poco después, de hacer más representativas las instituciones del país para materializar una «ancha y progresiva democratización» (13 de mayo de 1966). A partir de ese momento, los mensajes editoriales más comprometidos pivotarán sobre unas ideas-fuerza irrenunciables: libertad, democracia, moderación y confianza en la Corona para preservar la estabilidad social. Y todo ello sin descuidar el papel del periodismo como fiscalizador del poder y garante de un Estado democrático. Sobre esto último incidió, por ejemplo, en dos contundentes editoriales de 1974 que glosaban el ‘caso Nixon’, poniendo a Estados Unidos, y a su prensa incisiva, como modelos de democracia: «En los regímenes dictatoriales se han venido remitiendo siempre al juicio de la historia o al del Más Allá los actos de sus élites dirigentes (…). En los sistemas democráticos, por el contrario, la elemental exigencia constitutiva de la democracia exige que la igualdad de derechos y responsabilidades de todos los ciudadanos esté asegurada por toda una serie de garantías legales muy concretas y que se ponen en movi-

ENRIQUE BERZAL

Editorial sobre la interinidad en la Jefatura del Estado del entonces príncipe Juan Carlos de Borbón, 16 de agosto de 1974.

miento con mayor potencia cuando se trata de los abusos de poder» (30 de julio de 1974).

La presión democrática de la línea editorial fue tan versátil que abarcaba temas variados, desde la valoración de la institución monárquica, cuya restauración o no, a juicio del periódico, debía decidir el pueblo (6 de mayo de 1966), hasta los acontecimientos internacionales más cercanos. La caída del salazarismo, por ejemplo, se saldaba con elogios a la voluntad de las Fuerzas Armadas portuguesas de instaurar un régimen democrático después de lo «que ha significado una dictadura tan prolongada» (27 de abril de 1974), mientras que el fin de la dictadura griega (28 de julio de 1974) era interpretado como un «síntoma más de un proceso de convencimiento universal a favor de la democracia tan vilipendiada por esos sistemas [dictadura]». No le faltó valor al decano para aconsejar indirectamente a Franco, con motivo de su enfermedad, que diera un paso al lado: «La opinión pública española se sentiría más amparada y segura si el hecho sucesorio se llevara a cabo en

Editorial sobre el referéndum de la Ley para la Reforma Política, 16 de diciembre de 1976.

Editorial sobre las elecciones generales de junio de 1977, publicado el día 17.

vida misma del Jefe del Estado» (16 de agosto de 1974).

Y es que El Norte de Castilla fue tan contundente en la denuncia de los excesos del Franquismo, como demuestra su editorial contra el cierre de la Universidad de Valladolid tras días de conflictividad estudiantil («existe (..) una desproporción evidente en la medida, y ésta resulta obviamente extemporánea», 9 de febrero de 1975), como en la defensa de los ideales reformistas que lideraron Adolfo Suárez y el rey Juan Carlos en los primeros momentos de la Transición.

Normalidad democrática

En efecto, si ya en septiembre de 1974, aprovechando las tímidas declaraciones aperturistas de Arias Navarro, proponía avanzar hacia «un futuro de normalidad jurídica y política (…) que no nos diferencie en nada del resto de las naciones democráticas de la Europa no comunista con la plena garantía de los derechos que en las democracias están garantizados y el pleno juego político que en ellas discurre» (13 de septiembre de 1974), cuando sobrevenga la muerte de Franco cifra-

Editorial sobre el referéndum de la Constitución, publicado el 7 de diciembre de 1978.

rá en el monarca la garantía de emprender una «vida política normal y equiparada al desenvolvimiento democrático de los países occidentales», esto es, «una España alineada con las democracias europeas» (23 de noviembre de 1975).

Por eso el editorial redactado con motivo de la celebración del referéndum de la Ley para la Reforma Política, el 15 de diciembre de 1976, mostraba una identificación plena con el proyecto reformista: «Desde estas páginas hemos defendido la libertad y la moderación y hemos luchado contra el continuismo y contra el marxismo. Hemos defendido la instauración en España de un régimen democrático, en paz, con el menor coste social posible y por todo ello, aprobamos con el ‘Sí’ la Ley de Reforma Política, llave que abre a nuestra sociedad ese camino adaptado a nuestro tiempo y cierra una larga etapa de nuestra historia. (…) Un período de régimen personal y autoritario ha quedado clausurado y se abre un período de participación democrática. La soberanía le ha sido devuelta al pueblo y éste manifestará

Editorial publicado el 25 de febrero de 1981, tras el intento de golpe de Estado del 23-F.

su voluntad en las próximas elecciones: en adelante, todo debería ocurrir, pues, como en una democracia más de tipo occidental y parlamentario» (15 y 18 de diciembre de 1976).

No nos puede sorprender, por tanto, que las primeras elecciones de la democracia, en junio de 1977, fuesen interpretadas como «una votación en masa de todo un pueblo con ansias de hablar tras cuarenta años de silencio, cuarenta años que ya casi se han convertido en un tópico» (16 de junio de 1977); o que el ‘sí’ masivo de los españoles a la Constitución, el 6 de diciembre de 1978, fuese acogido con entusiasmo porque la Carta Magna, además de acercarnos a Europa, «otorga realmente al pueblo la calidad de ciudadano y le saca de

A partir de 1966, los editoriales más comprometidos pivotan sobre libertad, democracia y confianza en la Corona para preservar la estabilidad social

la antigua condición de mero súbdito» (7 de diciembre de 1978). De ahí el cierre de filas de toda la prensa, El Norte incluido, cuando la intentona golpista del 23-F. Además de confiar en don Juan Carlos la salvaguarda de la democracia («Con el Rey», 24 de febrero de 1981), tildó lo sucedido de espectáculo «deprimente» que, no obstante, chocó con unas «sólidas instituciones»: «Es este orden [constitucional] y es la democracia los que deben salir fortalecidos de esta prueba, y el camino a reemprender tras estos acontecimientos debe ser insoslayablemente el que el propio Rey enfatizó en su discurso: el de que, cualesquiera que sean las dificultades de todo tipo que nos encontremos en nuestro camino, la Constitución y el orden democrático decididos por el pueblo español deben ser servidos y cualquier apuesta de involución o sueño del pasado, conjurado desde ahora mismo no sólo por la normativa jurídica y su aplicación estricta, sino por la encarnación de una verdadera confianza en las instituciones y en una praxis auténticamente democrática».

170 años en 70 portadas

CON más de 64.000 días de publicación y aún miles de portadas más, teniendo en cuenta todas sus ediciones provinciales, resulta un ejercicio titánico seleccionar las más importantes. Sin embargo, en una labor compartida por el Grupo de Investigación Historia y Medios de Comunicación (HISMEDIA) de la Universidad de Valladolid, dirigido por la doctora Virginia Martín Jiménez, y Carlos Aganzo, director de Relaciones Institucionales de El Norte de Castilla, la proeza toma forma. Lo hace a través de 70 primeras páginas que reflejan hitos históricos en el mundo, en Castilla y León, Valladolid, España y Europa.

No es, por tanto, un conjunto de lo que podría

03/05/1865. Los lectores reciben la noticia del asesinato del presidente de EE UU A. Lincoln (casi un mes después de suceder el atentado), al mismo tiempo que el anuncio del final de la Guerra de Secesión norteamericana.

considerarse un relato de nuestra historia como periódico, sino el modo como El Norte de Castilla ha contado a lo largo de los años otros tantos acontecimientos históricos. La perspectiva es, pues, valiosa más aún como catálogo de interés general, académico incluso, que como activo puramente periodístico.

Esta selección, descrita en pequeños epígrafes, quedará mostrada al público desde el 7 de noviembre en la sala de exposiciones de San Benito de Valladolid. En esta y sucesivas páginas se publican todas esas portadas, como aperitivo de lo que, a otro tamaño y desde un punto de vista más real y sereno, podrá visitarse en directo y en una instalación de mayor envergadura.

18/07/1860. Llega el ferrocarril a Valladolid y Palencia. El Norte informa con entusiasmo, consciente de la nueva etapa de progreso y prosperidad que se inicia.

01/11/1870. El Norte siempre ha tenido por bandera la defensa de nuestra región. En esta portada titula «¡Guerra a Madrid!» para denunciar el centralismo y los privilegios con los que cuenta la capital con respecto a otras regiones.

28/05/1864. El Norte sigue con detenimiento la Guerra de Secesión en EE UU. En esta portada toma postura ante la esclavitud y condena su práctica.

12/02/1873. El Rey Amadeo I de Saboya abdica y se proclama la I República española.

29/10/1856. El 17 de octubre de 1856 sale a la venta el primer ejemplar de El Norte, nacido de la fusión de ‘El Avisador’ y ‘El Correo de Castilla’ (1854). En sus primeros números, El Norte se ofrecía a los lectores como un «periódico de anuncios, noticias y conocimientos útiles».

06/01/1897. El Norte dedica esta portada a Cuba en plena guerra hispano-cubana, mostrando una postura conciliadora que ve la negociación con la isla como la mejor opción.

09/08/1897. El anarquista italiano Michelle Angiolillo asesina al presidente del consejo de ministros, Antonio Cánovas del Castillo.

23/04/1908. «El problema regional: Cataluña y Castilla» — como así titula El Norte en su portada — fue un tema recurrente en las páginas del diario; siempre muy preocupado por la cuestión regionalista (nacionalista) y la situación de nuestra región.

17/02/1898. La voladura del Maine convierte la guerra de Cuba en un conflicto con los EE UU en el que España saldrá derrotada.

05/05/1913. El Norte informa de la inauguración de la primera línea telefónica interurbana.

02/06/1906. El Norte informa del atentado anarquista ocurrido al paso de la comitiva de la boda real de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battemberg.

29/06/1914. El atentado en Sarajevo contra el archiduque de Austria y su mujer origina el estallido de la I Guerra Mundial.

29/06/1919. El tratado de Versalles sella la paz tras la I Guerra Mundial.

24/07/1921. El Norte informa del desastre tras la toma de Annual por las fuerzas marroquíes.

14/09/1923. El Norte anuncia el golpe de estado del general Primo de Rivera que dará paso a la convivencia del reinado de Alfonso XIII con un gobierno dictatorial.

Viernes

11/02/1926. El Norte de Castilla siguió con sumo interés cada una de las etapas de la primera gesta transatlántica de la aviación española.

10/10/1934. La rebelión de Asturias es sofocada con mano dura por el ejército a las órdenes del segundo gobierno republicano surgido tras elecciones generales.

23/07/1936. El Norte, bajo la mirada de la censura impuesta por la situación de guerra, informa de los avances del llamado Movimiento Nacional.

14/04/1931. Las elecciones de abril de 1931 conducirán a España a la II República.

19/07/1936. La sublevación de parte del Ejército contra la II República da comienzo a la Guerra civil española.

21/11/1933. Por primera vez en España las mujeres pudieron votar en unas elecciones. El Norte decide destacar este hecho histórico a través de las fotografías de su portada.

14/07/1942. Tras un año en el frente ruso, regresa parte de la División Azul que luchó junto al bando de la Alemania Nazi en la II Guerra Mundial.

15/08/1945. El Norte anuncia el final de la II Guerra Mundial.

02/04/1939. El Norte bajo el férreo control de la censura, que continuará a lo largo de toda la dictadura franquista, informa del fin de la Guerra Civil.

13/04/1961. En la carrera espacial, como un capítulo más de la Guerra Fría, la Unión Soviética comenzó ganando con una amplia ventaja.

23/11/1963. Kennedy, presidente de los EE UU, es asesinado.

20/11/1975. El Norte anuncia la muerte del dictador Francisco Franco.

22/07/1969. Los lectores quedan fascinados con el primer viaje del ser humano a la luna.

21/12/1973. Un atentado acaba con la vida del presidente de la dictadura Carrero Blanco.

23/11/1975. Juan Carlos de Borbón es coronado Rey de España tras la muerte del dictador Francisco Franco.

15/06/1977. La Transición a la democracia avanza con la celebración de elecciones democráticas.

26/01/1977. La conocida como Semana Negra, marcada por acontecimientos terroristas como el asesinato de los abogados laboristas de Atocha, fue uno de los episodios más críticos de la Transición democrática.

24/02/1981. El Norte informa a sus lectores tras el golpe de estado conocido como 23F.

15/06/1982. El Rey Juan Carlos I inaugura el Mundial de fútbol. Valladolid será una de las sedes de dicho evento deportivo en España.

30/04/1986. El Norte informa sobre la catástrofe nuclear de Chernobyl.

11/12/1989. El Norte informa de la caída del Muro de Berlín.

24/05/1983. La reorganización territorial, con la creación del Estado de autonomías con comunidades como Castilla y León, fue uno de los hitos de la nueva España democrática.

09/12/1987. La Guerra Fría comienza a llegar a su fin con el acuerdo de desarme nuclear firmado entre EE UU y Rusia.

16/06/1990. Tres terroristas del GRAPO matan a tiros coronel Manuel López Muñoz en una calle del barrio vallisoletano del Cuatro de Marzo.

03/08/1990. Irak, liderado por Saddam Hussein, invade Kuwait.

18/06/1991. Llega a su fin el sistema de segregación racial conocido como Apartheid.

13/06/1985. España se incorpora a la CEE (lo que ahora llamamos Unión Europea).

22/11/1995. Finaliza la

02/07/1997. Finalizan dos secuestros perpetrados por la banda terrorista ETA y quedan liberados el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara y el empresario Cosme Delclaux.

12/07/1997.

a la

12/09/2001. El Norte dedica la totalidad de su portada a los atentados del 11-S.

España sale
calle para pedir a ETA la liberación del concejal Miguel Ángel Blanco.
Guerra de los Balcanes.
Viernes

11/11/2002. El Norte anuncia el desastre natural provocada por la llegada a la costa de Galicia del vertido del petrolero Prestige.

23/12/2007. El tren de alta velocidad, AVE, llega a Valladolid.

12/03/2004. El Norte informa del atentado yihadista del 11-M.

31/12/2006. ETA rompe la tregua atentando en el aeropuerto de Barajas y Saddan Hussein es ejecutado.

21/01/2009. Obama jura su cargo como 44 presidente de los EE UU.

21/08/2008. Tragedia en el aeropuerto de MadridBarajas: mueren las más de un centenar de personas que viajaban en el vuelo JK-5022 de la compañía Spanair.

12/03/2010. Muere el escritor, y exdirector de El Norte, Miguel Delibes.

03/06/2014. Abdica

Juan Carlos I y con ello se inician los primeros pasos del reinado de Felipe VI.

01/10/2017. En octubre de 2017, el gobierno catalán organizó un referéndum unilateral de independencia que fue declarado ilegal por el Tribunal Constitucional.

22/05/2011. España tiene una cita con las urnas en un clima político y social dominado por el movimiento 15-M de los «indignados», que parecería haber llegado para cambiar la manera de hacer política.

08/07/2010. España campeona del Mundial de fútbol de Sudáfrica.

20/10/2011. La organización terrorista ETA anuncia el cese definitivo de su actividad armada.

09/03/2018. Movilización histórica con motivo del 8M exigiendo una igualdad real entre mujeres y hombres.

10/03/2020. Fallece Jiménez Lozano, escritor y periodista que llegó a dirigir El Norte.

21/03/2020. La pandemia de la COVID-19 paralizó al mundo entero y dejó tras de sí miles de muertes en Castilla y León.

26/11/2022. Con motivo del 25-N la sociedad vuelve a salir a la calle para exigir el fin de la violencia de género.

08/10/2023. La jura de bandera de la princesa Leonor es portada en El Norte el mismo día que se informa de que Israel declara la guerra a Gaza tras el ataque perpetrado por Hamás.

21/08/2023. España campeona del mundo de fútbol.

23/02/2022. La invasión rusa da comienzo a la Guerra de Ucrania.

29/10/2022. La violencia de género, en todas sus variantes, es noticia casi a diario en El Norte. Esta portada informa del asesinato de la vallisoletana Teresa Rodríguez de 23 años a manos de su expareja.

10/01/2021. La borrasca Filomena dejó a su pasó por Castilla y León un manto blanco y muy bajas temperaturas. De ello, y de otras olas de frío y de calor consecuencia del cambio climático, ha informado El Norte.

03/12/2023. Muere la actriz Concha Velasco.

11/02/2024. El

10 de febrero de 2024 Valladolid extendió su alfombra roja para celebrar la gala de los Premios Goya.

VERSIÓN WEB

Unos 200.000 usuarios únicos diarios

INSTAGRAM

Supera los 55.000 seguidores después de multiplicarlos por dos en 9 meses

FACEBOOK

La red social más longeva, con presencia de El Norte desde 2009. Es también la que más lectores lleva al diario

EL mismo día que la edición digital de El Norte de Castilla vio la luz, su hermano impreso, que en este 2024 cumple 170 años, llegaba a los quioscos luciendo orgulloso el número 54.336 en su última página.

La expectación debió de ser enorme entonces –12 de junio de 1997– porque con su primera aparición en Internet, el diario decano de la prensa española se proponía liderar, como lo había hecho durante los anteriores 143 años, a los medios de comunicación de Castilla y León y, además, continuar siendo un referente en el sector en España. Todo ello sobre un escenario del que, visto en lo que se ha convertido la información en Internet en esta segunda década del siglo XXI, tan solo se habían construido unos leves cimientos

La decisión de dar en ese momento el salto a la era digital de la información escrita se produjo en un año considerado como el de la explosión de Internet. En esos días, menos del 1% de la población española utilizaba los servicios digitales, pero las previsiones auguraban un crecimiento anual de este uso a doble dígito. En ese mismo curso, la británica BBC puso en marcha también su página web, después de que el New York Times hubiera hecho lo mismo en 1995; el medio neoyorkino ostenta hoy en día el primer puesto entre los dia-

LA ERA DORADA DE LA PRENSA DIGITAL

Las nuevas preguntas del periodismo

Más multimedia que nunca

La multiplicación de plataformas de acceso a la información, empujada por el auge infinito de las redes sociales, obliga a los periódicos a plantearse continuamente nuevas formas de contar historias

rios de Internet más leídos en el mundo y es el ejemplo icónico de cómo transformar un periódico tradicional en el más puntero en cuanto a tecnología y propuestas informativas.

Mucho han cambiado las cosas desde ese año 1997. Ahora, según el informe ‘Marco General de los medios en España de 2024’ de la AIMC, el 32% de los españoles de 14 años o más consul-

tan a diario un periódico digital. De esos 41,6 millones de ciudadanos que toma como universo este estudio, el 13,7% leen cada jornada las ediciones impresas. En términos absolutos, según este

mismo trabajo, cuatro de cada diez españoles en esa franja de edad consultan a diario un periódico, ya sea a través de Internet o en sus páginas de papel. En este panorama general, y desde hace ya bastante años (El Norte publicó sus contenidos por primera vez en Twitter y Facebook en 2009), ha tomado especial relevancia una tercera pata en la que apoyar la capacidad de los medios de comunicación de acercarse no solo a los ciudadanos que los leen asiduamente, sino a aquellos que no los consultan habitualmente o que no los conocen: las redes sociales. Las cifras de consumo de estas plataformas son abrumadoras. Según la XV edición del informe de redes sociales de IAB Spain, el 86% de los españoles de entre 12 y 74 años las utiliza.

De media, cada usuario interactúa en 4,9 plataformas de este tipo, con WhatsApp liderando todos los rankings seguida de Youtube, Instagram y Facebook. TikTok, la red social que más ha crecido respecto a 2023, pasa del octavo al quinto puesto. En lo que va de año, los vídeos del perfil que El Norte de Castilla tiene en esta última red social han sido vistos por sus usuarios por un tiempo equivalente a cuatro años y un mes; el vídeo más visto en la cuenta de Instagram ha sido reproducido más de seis millones de veces y para ello los seguidores han destinado un tiempo equivalente a casi cinco años.

JUAN ANTONIO PARDAL

Y este es el signo de los tiempos al que se enfrenta cada jornada El Norte de Castilla: la multiplataforma; la multiplicidad de lugares en los que sus piezas están disponibles para que sus lectores se informen, se entretengan y se diviertan. Es un ecosistema muy diferente al que se encontraron los primeros redactores de este diario a mediados del siglo XIX, pero también es radicalmente distinta la sociedad en la que se desarrollaron unas y otras formas de hacer periodismo y las herramientas con las que cuenta.

Actualmente, cada mes, la página web de El Norte de Castilla es visitada por más de 2,6 millones de usuarios únicos que consultan unas 13,5 millones de páginas. La suma de sus seguidores en redes sociales ronda los 350.000, siendo X (con más de 160.000 ‘followers’) Facebook (más de 113.000) e Instagram (55.000) las más multitudinarias. Además de estar presente en otros puntos de acceso digitales como WhatsApp, TikTok, LinkedIn o Kiosko y más, por citar al-

EL NORTE ES VISITADO POR 2,6

MILLONES DE USUARIOS ÚNICOS

CADA MES

LAS CUENTAS DE X, FACEBOOK E INSTAGRAM

SUMAN 350.000 SEGUIDORES

EL DIARIO DECANO DE ESPAÑA

PUBLICA UNAS 120 NOTICIAS CADA DÍA

gunos, el diario decano de la prensa española desarrolló ya hace algunos años su aplicación para dispositivos móviles, presente ahora en miles de terminales. También, utiliza las alertas ‘push’, que sirven para comunicar la última hora a aquellos que están suscritos a ellas con un mensaje que se les muestra en su dispositivo. Cada una se envía a 130.000 dispositivos.

El trabajo en la redacción de El Norte de Castilla, como no podría ser de otro modo, se ha adaptado a estos nuevos ritmos de publicación y a las nuevas formas de consumo y así, el diario ha pasado a ofrecer un producto multimedia, interactivo y, desde 2019, premium.

EN INSTAGRAM, EN LOS ÚLTIMOS TRES MESES, LOS REELS SUMAN MÁS DE 300 >

Todo ello, especialmente el hecho de que 6.000 suscriptores pagan cada mes por disponer de los mejores contenidos, obliga a los responsables de la redacción y a los periodistas que elaboran las informaciones a plantearse cada jornada las coberturas de diferente manera a cómo lo hacían hace poco más de un lustro.

La página principal ofrece más de 120 noticias categorizadas por importancia, atractivo visual y secciones. Es una propuesta interactiva que pretende ofrecer una experiencia completa al lector a través de su marcada jerarquía con fotos y vídeos.

A las clásicas seis preguntas que se estudian en las facultades de Periodismo y que suponen la guía básica para enfrentar una información y explicar sus detalles (qué, quién, cuándo, dónde, cómo y por qué), se le suman ahora otras muchas más que se centran en el forma-

1

APERTURA

Contiene la apuesta informativa diaria del periódico además de las noticias de última hora y los reportajes. El alma de la ‘home’.

2

HISTORIAS VISUALES

Un espacio reservado a las nuevas formas de contar historias. Es novedosa, rompedora y agradable de consumir.

3

DEPORTES Y OPINIÓN

Se trata de dos de las secciones que más tradición acumulan en el diario. Por eso se les reserva un lugar específico y destacado.

4

AGRUPADORES

Una docena de secciones tienen hueco propio; tradicionales como Provincia o más romperadoras como Antropía o Pantallas

5

EL CRONISTA

Este apartado contiene los reportajes más leídos por los suscriptores. Por ello goza de este espacio destacado junto a XL Semanal.

CULTURAS

Alineado con su historia, El Norte dedica un destacado espacio cada día a la información cultural

7

GENTE Y ESTILO

Hacia el final aparecen los temas de puro entretenimiento. Entre ellos, las historias de las prensa rosa o los de cine y televisión.

8 PIE

Por último, se pueden encontrar otras muchas ventanas de información con temas relevantes que se actualizan constantemente.

to que va a tener la pieza y en qué plataforma se va a presentar a sus potenciales lectores. No en vano, es en una decena de soportes en los que se pueden encontrar las noticias de El Norte de Castilla.

La primera de esas nuevas cuestiones es también clásica

pero presenta algunas variaciones: ¿cuál debería de ser el enfoque de la noticia y su titular? Para ella, como para casi todo, la era digital ha traído una respuesta muy abierta: depende. Depende de si la noticia va a aparecer en las redes sociales del diario, si va a llevar algún componente interactivo, si responde a una pregunta que se formulan los lectores, si está acompañada de una imagen o un vídeo impactantes... La sección de Fotografía y Multimedia y la de Diseño de El Norte son muy importantes a la hora de plantear estas cuestiones previas. Los fotoperiodistas han pasado en pocos años de solo hacer fotos a, además, grabar y montar vídeos; los diseñadores han comenzado a firmar las piezas más visuales y los redactores han evolucionado desde responsabilizarse de sus informaciones plasmando junto a ellas su firma a aparecer también en algunos de los vídeos introduciéndolas o explicando algunos de sus detalles. Esto último lo agradecen especialmente los lectores en plataformas como Instagram o TikTok, donde el contar con un experto en la materia que relata de primera mano los detalles de una información siempre supone un plus de cercanía, veracidad y facilidad para comprender algo que muchas veces no es fácilmente entendible.

Cómo llegar

Una vez que se ha decidido cómo se va a afrontar una información y qué medios humanos y técnicos se van a destinar a ella, es momento de decidir a qué hora se va a publicar (las apuestas informativas del periódico se renuevan en la página web tres veces al día: a primera hora de la mañana, a mediodía y a última hora de la tarde) y en qué posición va a figurar dentro de la portada principal, que es cada día la página más visitada de la edición digital del diario y el principal escaparate de cara a sus lectores y, especialmente, a sus suscriptores.

La portada se divide en varias terrazas, lo que sirve para organizar y categorizar el contenido. En las primeras, tienen especial relevancia los temas principales elaborados por los periodistas del diario y las noticias de última hora; más abajo, la zona de destacados da espacio a los reportajes, la cultura y las piezas orientadas al entretenimiento y a otras formas de consumir información como los podcast o las historias visuales. Más abajo, se muestran las terrazas temáticas con el resto de piezas de Opinión, Deportes, información local o las piezas de Gente y Estilo. A fin de cuentas, la conocida como ‘home’ intenta mostrar de un solo vistazo los contenidos que más interesan a lector. Su estructura y amplitud sirve para jerarquizar aproximadamente unas 120 informaciones. De todas ellas, muchas tienen vídeo ya que es una

REDACTORES, FOTÓGRAFOS Y DISEÑADORES

HAN CAMBIADO

SUS ROLES EN LA GENERACIÓN DE CONTENIDOS

de las formas favoritas de consumir información de los internautas. Los datos así lo avalan, en los nueve primeros meses de este 2024, los lectores de El Norte de Castilla hicieron clic 1,2 millones de veces en el botón de ‘play’. El proceso por el que pasan las informaciones de El Norte no acaba aquí, faltan muchas preguntas aún a las que dar respuesta puesto que una vez publicada bajo el dominio de Internet es momento de decidir si se envía una alerta a los dispositivos móviles de los lectores, si se publica además en los perfiles de Facebook, X, Instagram o TikTok o si incluso puede interesar a la audiencia de LinkedIn o a sus 10.000 seguidores de WhatsApp. Hay que tener en cuenta que tan solo dos de cada diez lectores que llegan algunas de las informaciones o a la página inicial de la web de El Norte de Castilla lo hacen tecleando la dirección de la página en su navegador; cinco de cada diez lo

hacen desde el buscador de Google o desde Google Discover y otro 10%, desde las redes sociales. Además, hay que tener en cuenta que el consumo de contenidos que hacen los usuarios de Instagram o TikTok dentro de esas plataformas es elevadísimo. En septiembre, las piezas subidas por El Norte a la primera de ellas obtuvieron 10 millones de visualizaciones; en la segunda, con una comunidad que no deja de crecer, un millón.

Por todo ello, la pregunta sobre qué contenidos acaban siendo publicados también en las redes sociales no es baladí e igualmente tampoco vale copiarlos de unas plataformas a otras, puesto que cada una cuenta con unos requisitos distintos e incluso sus usuarios prefieren unos contenidos sobre otros.

Y así es como cada jornada el diario decano de la prensa española muestra su trabajo a los millones de lectores que acumula cada mes, así es cómo se ha adaptado a una sociedad conectada que demanda información y también nuevas formas de consumirla, una sociedad de la que El Norte de Castilla emana y de la que es parte indivisible, lo que le obliga a evolucionar con ella y adaptarse a los nuevos tiempos. Eso nunca ha sido un problema para un periódico que ha acompañado a los suyos durante los últimos 170 años.

La revolución se llama Discover

El sector de los medios de comunicación ‘on line’ está acostumbrado a que, cada pocos años, su trabajo sufra una voltereta en forma de tecnología o idea disruptiva. Hoy en día, la bestia a la que todos los periódicos quieren domar se llama Google Discover.

A través de esta herramienta, la plataforma propiedad de Alphabet sugiere contenidos informativos a sus usuarios en función de su historial de navegación, su ubicación geográfica o sus preferencias de consumo de información, entre otros parámetros.

Instalada por defecto en muchos de los dispositivos móviles con sistema operativo Android (el 80% de todos los terminales que se venden) y presente en las aplicaciones desarrolladas por Google tanto para estos como para los teléfonos de Apple, sus algoritmos están marcando enormemente el mercado de los

medios de comunicación digitales. La razón es simple. Con una población española que tiene activas más de 60 millones de líneas móviles, según el último informe de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, que Google Discover lleve hasta la pantallas de esos teléfonos unas u otras noticias hace que las que aparecen más frecuentemente se consuman de forma masiva. Esto puede aupar puntualmente a cualquier sitio de Internet a unas espectaculares cifras de audiencia y provocar así enormes fluctuaciones en su tráfico. Todo depende de con qué frecuencia y de qué modo se muestren esas piezas.

51%

Agregadores de noticias

Así, los equipos de optimización SEO de las empresas han pasado de que su principal preocupación se centrara en mejorar sus contenidos para que se mostraran lo más destacados posible en los resultados de búsquedas de Google a intentar entender cómo funciona Discover y qué tipo de noticias demanda su audiencia, para poder hacerles llegar mejor sus noticias. Del volumen de usuarios que cada mes tiene El Norte, el 50% llega hasta sus piezas informativas a través de los diferentes buscadores. De todos esos lectores, la mitad proceden a su vez de esta herramienta que está cambiando la forma de consumir noticias en todo el mundo.

Fuente: Adobe Analytics

La madurez de los nativos digitales

Cuatro portales

Leonoticias, Burgosconecta y Salamancahoy refuerzan la apuesta de El Norte por Castilla y León y enriquecen su presencia provincial CASTILLA Y LEÓN

JUAN ANTONIO PARDAL

BAJO el paraguas de El Norte de Castilla, y como parte de su amplio ecosistema digital, en los últimos años el diario decano de la prensa diaria de España ha incorporado a su cartera a los medios de comunicación Leonoticias, Burgosconecta y Salamancahoy. Tres periódicos nativos digitales que se sitúan entre la decena de los más leídos de Castilla y León y que cuentan ya, especialmente Leonoticias, con un amplio bagaje. Sin ir más lejos, este último medio ha cumplido ya 17 años de historia, mientras que el radicado en Burgos celebró su primera década de vida en junio de este 2024.

Todos ellos forman parte de una forma diferente y moderna de nacer y crecer como empresa periodística. Los tres integran una nueva manera de entender el sector que no hubiera sido posible sin el desarrollo tecnológico de los últimos años ni sin el cambio de mentalidad de una sociedad que vive cada vez más alejada de los esquemas tradicionales de acceso a la información. Las plataformas cambian, los hábitos de la población también, pero, como seres sociales que son los hombres y las mujeres, el interés por la información y la interacción con otros sigue siendo el ‘leit motiv’ de los ciudadanos.

Así lo demuestran las cifras de audiencia de estos tres diarios digitales hermanos del decano

de la prensa diaria que, pese a tratarse de entidades periodísticas muy jóvenes (especialmente si se compara su longevidad con los 170 años que cumple ahora El Norte de Castilla), son consumidos por un gran volumen de lectores.

Diferentes momentos vitales

Su comunidad de seguidores indica que su arraigo en sus respectivas provincias es ya muy importante. Leonoticias sumó 1,2 millones de usuarios únicos a lo largo del pasado mes de septiembre; Burgosconecta, 650.000; y Salamancahoy (el más joven de todos ellos y que celebra ahora sus primeros dos años de vida), rondó el medio millón. En sus perfiles en redes sociales, las cifras son también muy reseñables, con comunidades de cerca de 200.000 usuarios en el caso del medio leonés, de 60.000 en el burgalés y ya más de 20.000 en el caso del más joven de todos ellos.

Los tres medios se encuentran en diferentes momentos de desarrollo y de implantación en su

LEONOTICIAS ES EL DIARIO NATIVO

DIGITAL MÁS

LONGEVO DE VOCENTO

tierra de origen. Sus diferentes niveles de madurez vienen marcados por su longevidad, como no podría ser de otra manera, pero sucede que en la era digital actual las implantaciones, los cambios y las transformaciones se saltan continuamente los plazos y el crecimiento es exponencial. Estableciendo un pararelismo con la ley de Moore, el ingeniero de Intel que pronosticó en 1965 que cada año los procesadores tendrían el doble de capacidad a la par que se reduciría su coste, cada vez los medios llegan más rápido a sus lectores y son capaces de hacerlo a través de más plataformas y de manera más sencilla.

Así, pese a que estos tres medios nativos digitales vieron la luz en los últimos años, su implantación ha sido meteórica y no parece tener techo. Todos ellos cuentan, como demuestran los datos de consumo de sus contenidos, con un amplio respaldo por parte de los ciudadanos de los diferentes lugares en los que ejercen su actividad. El área de influencia de los medios se ha globalizado a la par que lo ha hecho el uso de Internet y el gigantesco desarrollo que han experimentado plataformas como Google Discover, por lo que los temas se han convertido en universales ya que se pueden consumir desde cualquier punto del mundo. Pese a todo, y bebiendo de la tradición de arraigo a la tierra de El Norte de Castilla, la vocación

principal tanto de Leonoticas como de Burgosconecta y de Salamancahoy es la de informar a los habitantes de sus ciudades y provincias de los temas que les son más cercanos. Ese fue el motivo de su nacimiento y el motor que sigue moviendo su trabajo en el día a día.

Así se lo reconocía el alcalde de León, Jose Antonio Diez, en la celebración del decimoquinto aniversario de Leonoticias asegurando: «Los leoneses acudimos a él porque este medio ha sabido anteponer la información a otros intereses; ha sabido captar la atención de las y los lectores con información veraz, pluralidad y análisis», a lo que el presidente de la Diputación, Eduardo Morán, añadía que se trata de un medio «pionero» en la ciudad. Precisamente esa es una de las grandes fortalezas de los diarios de Vocento, grupo al que pertenecen tanto El Norte de Castilla como estos tres nativos digitales. No solo se trata de medios que conocen a fondo las características de la información en Internet, donde nacieron sin una tra-

ELBIERZONOTICIAS HA MULTIPLICADO POR CUATRO SUS LECTORES EN EL ÚLTIMO AÑO

yectoria previa en prensa escrita ni cuentan con soporte impreso, sino que la tecnología que está detrás de sus respectivos portales y sus aplicaciones para dispositivos móviles es absolutamente puntera. Todo ellos les permite afrontar nuevos modos de contar noticias y elaborar informaciones más útiles, más visuales, más directas y, al fin y al cabo, más adaptadas a los tiempos que corren hoy en día. Como ejemplo de este buen hacer, hay que destacar el enorme crecimiento de Elbierzonoticias, que forma parte de Leonoticias y no deja de crecer de forma espectacular ocupándose de la información de la ciudad de Ponferrada y su comarca: en los últimos doce meses ha multiplicado por cuatro su número de usuarios.

Si Leonoticias se encuentra en un momento de transición hacia la edad adulta, en lo que a la trayectoria vital de un medio de comunicación se refiere, Burgosconecta sigue sus pasos a un ritmo acelerado cuando cumple su primera década de información «independiente», «rigurosa», «de calidad» y «cercana», algo que ha llevado al periódico digital de Vocento a convertirse en un portal informativo de «referencia», como defiende el director general de El Norte de Castilla, Goyo Ezama. Este medio nació de la unión de tres periodistas en el año 2014 y tres años después fue adquirido por El Norte de Castilla, bajo cuyas alas empezó a contribuir

a la sociedad burgalesa desde 2017, una decisión que, según Ezama, fue un acierto. «No nos equivocamos», aseguraba el director general en la celebración del décimo aniversario, cuando recordaba que el cumplir una década no se trataba de una meta «sino de un punto de partida». «El futuro es nuestro», proclamó entonces Ezama, y los datos demuestran que esa afirmación es cierta: Burgosconecta es ya líder de audiencia en Burgos –como lo es León en su provincia– pese a

que se trata de uno de los medios más jóvenes de su entorno más cercano. Sus palabras las refrendó entonces la alcaldesa de la ciudad, Cristina Ayala, al afirmar

BURGOSCONECTA, CON DIEZ AÑOS, YA ES LÍDER DE AUDIENCIA EN SU PROVINCIA

que el medio cumple con dos máximas importantes en el sector: la apuesta por el formato digital y por la información más cercana. «La prensa será digital, o no será. Será local, o no será. Habéis entendido muy bien las claves», dijo entonces.

El último medio en incorporarse a la oferta de El Norte de Castilla en la comunidad ha sido Salamancahoy, que vio la luz en la segunda mitad de 2022. Desde la céntrica calle Azafranal, este nativo digital comenzó su andadu-

ra «para sumar a la opinión pública de la ciudad nuevos relatos de la actualidad, para aportar mejores recursos de tecnología digital, formatos más interactivos

SALAMANCAHOY, NACIDO EN 2022, EXPERIMENTA UN CRECIMIENTO EXPONENCIAL

y atractivos o los lenguajes y narrativas que usan grandes medios nacionales que también forman parte de Vocento, como El Correo o ABC», afirmaba Iñaki Arechabaleta, entonces adjunto al CEO de Vocento.

La tecnología ha sido la clave una vez más puesto que, subidos a la ola digital que lo atraviesa todo hoy en día, el medio más joven de este conjunto se ha colocado ya entre los de más audiencia de la ciudad universitaria y su provincia.

SANTOVENIA DE PISUERGA

Portadas principales de las versiones para dispositivos móviles de Leonoticias, Elbierzonoticias, Burgosconecta y Salamancahoy

Arranz Francia, Borja Barbáchano Sanz, Itziar Cano Alonso, Maria del Carmen Casado Alonso, Javier Castro Losada, Antonio Jesus Cerezo-Yuste Gonzalez, Felipe Cifuentes Junquera, Jose Antonio Concejo Alfaro, Marta Concejo Casas, Angel Rodolfo De Diego Gomez, Jesus De Frutos Ramos, Oscar Luis De la Calle García, Laura Del Campo del Bosque, Jose Luis Delgado Casares, Daniel Esteban Rebollo, Maria del Mar Fernandez Casielles, Jose A. Fernandez Rodriguez, Oscar Garcia Gomez, Luis Felipe Garcia Martin, Veronica Gomez Lopez, Maria del Rosario Gonzalez Marin, Maria Gonzalez Ortigosa, Maria Teresa Gonzalez Sainz, Maria Victoria Guerra de la Fuente, Jose Manuel Gutierrez Cantalapiedra, Juan Manuel Hernandez del Campo, Beatriz Herrero San Jose, Patricia Lopez Ledesma, Pedro Martin Capellan, Monica Martin de Abajo, Sofia Martinez Diaz, Jesus Enrique Martos Lorenzo, David Medina del Rio, Jose Manuel Mongil San Juan, Marco Antonio Moreno Rodriguez, Manuel Ortega Paunero, Jesus Ortiz Navarro, Angela Maria Pastor Santiago, Daniel Porres Salazar, Cristina Posadas Davila, Manuel Rodriguez Moreno, Maria del Carmen Salazar López, Mª Reyes San José Miguel, Israel San Miguel Barco, Carolina Sanchez Gomez, Jesus Sanchez Perez, Guillermo Santoyo Antolin, Sonia Sanz Puente, Izaskun Serrano Galicia, Jose Maria Tasis Gonzalez, Eugenio Velasco Bernal, Jesus

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Alonso Aranegui, Cristina Calle Pasion nº 15, 1º B
Díaz Álvarez, Sara C./Juan Martínez Villegas, nº2, 1º - A
Se quedan. Doce castellanos y leoneses cuentan sus historias de resiliencia e innovación en una tierra de contrastes donde la tradición y la modernidad se dan la mano

Jóvenes que encarnan el futuro de Castilla y León

Castilla y León es tierra de contrastes. Con sus impresionantes paisajes y su rica herencia cultural, es el hogar de una nueva generación de jóvenes que desafían las normas, rompen barreras y están redefiniendo el significado de innovación. Esta

tierra, cuna de tradiciones centenarias, está viéndose transformada gracias a una juventud que está decidida a construir un futuro brillante, desde cada rincón de las nueve provincias. En su 170 aniversario, El Norte quiere adentrarse en las historias de aquellos que han encontrado su camino en esta tie-

EN DATOS

331.153

castellanos y leoneses tienen entre 20 y 34 años, el 14% de la población de la comunidad autónoma (INE, julio de 2024).

-3.238

son las personas de 16 a 34 años que perdió la región en 2022 (último dato). Captó 11.729 de otras regiones y perdió 14.967.

Una de esas historias que inspiran es la de Delia Rodríguez, cuyo proyecto es la mejor prueba de cómo el campo, la tradición y la tecnología pueden coexistir en perfecta armonía. Pero a veces, las oportunidades no se presentan de manera evidente y requieren de un giro inesperado. Es el caso de Andrés Esgueva, quién tras ver truncada su carrera en el hockey por una lesión, encontró en la cocina su nueva pasión. Ahora sueña con abrir su propio restaurante. La periodista Laura Borrego ha hallado en León el entorno ideal para desarrollar su carrera, mostrando que es posible encontrar oportunidades sin necesidad de marcharse. Ella y María Sandoval, técnica de radiología, representan a aquellos jóvenes que, pese a haber podido establecerse en otros lugares, encuentran en esta región el entorno perfecto para equilibrar su vida profesional y personal.

rra. Historias que son el mejor tributo a la resiliencia y la creatividad. Delia, Sara, Francisco, Andrés… representan a muchos otros jóvenes que no se rinden y que se aferran a sus raíces mientras innovan. Sus éxitos serán fuente de inspiración para aquellos que decidan quedarse y hacer de esta tierra su hogar.

El vino es, desde siempre, protagonista en la cultura de Castilla y León, pero Sara Rivera ha sabido llevar esta tradición a otro nivel creando sus propios verdejos con un enfoque moderno y destinado a captar la atención de los millennials. Su discapacidad nunca la ha detenido. Por su parte, la enfermera María Iglesias refleja el esfuerzo y la dedicación de los profesionales de la sanidad en Castilla y León,

donde el trabajo en entornos rurales requiere de un profundo sentido de compromiso con los demás. La sanidad es también la pasión de Fany Tobal, que trabaja como médico en Astorga, lugar que le ha brindado una carrera, el amor y el hogar en el que planea criar a su familia. Virginia y Paola Jiménez han sabido fusionar en el medio rural la creatividad con una arquitectura enfocada a satisfacer las necesidades del cliente. También la arquitecta Soraya García se ha establecido en un pueblo atraída por la calidad de vida, algo a lo que no está dispuesta a renunciar. Laura Frías se ha propuesto conectar a las nuevas generaciones con el pasado, mostrando la riqueza de la historia de Castilla y León. Mientras que Francisco Alonso, ‘Pakito’, ha transformado su pasión por el deporte en un evento de repercusión internacional. También el testimonio de David de la Torre nos recuerda que las decisiones más importantes tienen mucho que ver con las personas a las que amamos. Estos jóvenes son la prueba de que Castilla y León es una tierra llena de oportunidades con capacidad para atraer y retener talento. Con ilusión, pasión y amor aquí todos los sueños son posibles. Esta nueva generación es toda una inspiración para aquellos que deciden quedarse.

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LAURA NEGRO

DESDE muy temprana edad, Andrés Esgueva González tuvo muy claro que su sueño era triunfar en el hockey línea. Para este joven de 23 años y natural de Aranda de Duero, su vida giraba en torno a los campos de juego, los patines, los estudios y su panda de amigos. Su pasión, su empeño y su habilidad a la hora de controlar el disco le llevaron a lo más alto de este deporte, en el que llegó a ser campeón de la Liga Élite y de la Copa del Rey. Sin embargo, la vida tenía otros planes para él. En 2019, un esguince de rodilla truncó aquel sueño de juventud.

Obligado a apartarse de su pasión deportiva, Andrés se encontró con un inesperado vacío que, sin saberlo, sería el comienzo de una nueva vocación. Fue en esos momentos de inactividad forzada, que además coincidieron con el confinamiento, cuando comenzó a buscar algo que lo distrajera. Ver vídeos de cocina era su forma favorita de pasar el tiempo. La ciencia que hay detrás de la combinación de sabores y el arte de la presentación le fascinaron por completo y lo que comenzó como una simple distracción, pronto se transformó en una gran ilusión. Decidido a aprender, Andrés empezó a experimentar en la cocina de su casa. «Tuve que dejar el Grado Medio de Deporte que estaba estudiando, porque era demasiado práctico y tenía que asistir a rehabilitación. La cocina siempre me había atraído porque soy de buen comer. Me encanta ver Másterchef y en mi casa siempre ha habido cultura del guiso. Yo intentaba realizar las recetas que veía, aunque muchas no me salían bien», reconoce.

De campeón de hockey a promesa de la alta cocina

Andrés Esgueva

Cocinero

A sus 23 años ya apunta alto en la gastronomía castellana y leonesa. Trabaja en el restaurante

Ambivium y sueña con abrir su propio proyecto en su Aranda de Duero natal

L. N.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que preparar platos para sorprender a los suyos no era tan diferente del deporte que tanto amaba. Ambos requerían disciplina y gran precisión. Por ello, convencido de que había encontrado su nueva vocación, decidió matricularse en un Grado Medio de Cocina en el IES Diego de Praves, en Valladolid. Desde el primer día, Andrés descubrió entre los fogones un mundo lle-

no de posibilidades. Su entusiasmo lo impulsó a continuar su formación con un Grado Superior en la misma disciplina. «La cocina se asemeja bastante al deporte de alto nivel. Hay mucha presión por intentar superarse a

Entre Burgos y Valladolid. La carrera de Andrés está marcada por la Ribera del Duero y va de Aranda de Duero, donde nació, a Peñafiel, donde trabaja, pasando por la capital vallisoletana, donde sigue formándose.

uno mismo. Siempre está la ambición por seguir aprendiendo y, además, es un trabajo en equipo, porque uno solo es imposible que lo abarque todo», opina.

A pesar de su juventud, Andrés acumula ya una experiencia importante en el mundo de la alta cocina. Actualmente, trabaja como cocinero en el prestigioso restaurante Ambivium, de la Bodega Pago de Carraovejas en Peñafiel. Este restaurante, que cuenta con una estrella Michelin, ha sido el

Peñafiel
Aranda de Duero

escenario donde Andrés ha podido poner en práctica sus conocimientos y aprender de algunos de los mejores chefs del país. Actualmente sigue formándose en la escuela de profesionales Alcazarén en Valladolid. «Las prácti-

cas del Grado Medio las hice en este restaurante y ese verano tuve la suerte de quedarme aquí trabajando, pero tuve que dejarlo para continuar con el Grado Superior. El año pasado, la Escuela Alcazarén y el restaurante Ambi-

vium me dieron todas las facilidades para compaginar estudios y trabajo», dice agradecido. «Aquí estoy rodeado de grandísimos profesionales con muchísima experiencia. Yo intento ser una esponja para absorber todos los co-

«LA COCINA, COMO EL DEPORTE DE ALTO NIVEL, EXIGE SUPERACIÓN Y TRABAJO EN EQUIPO»
«QUIERO

SEGUIR APRENDIENDO Y COLABORAR EN LA SEGUNDA ESTRELLA MICHELIN»

nocimientos posibles. Mi objetivo a corto plazo es seguir aprendiendo y trabajar para ayudar al equipo a conseguir la segunda estrella Michelin», añade.

Los guisos en su casa siempre han estado muy presentes y tiene en su abuela Benita a su mejor maestra, aunque reconoce que nunca le dejó meter demasiado la mano en la cazuela. «Me protegía mucho porque le daba miedo que me cortase con los cuchillos o me quemase con el fuego, así que tenía que conformarme con mirar cómo lo hacía ella y como mucho, meter la cuchara de vez en cuando a ver si pillaba algo del guiso. A mi abuela le hace mucha ilusión cocinar a sus nietos, sobre todo el conejo, que es su plato estrella. Nadie lo hace como ella», dice orgulloso. Los arroces son su otra debilidad y reconoce que cuando se junta con amigos, alguna paella «siempre cae». Este joven tiene muy claro que su futuro está en la innovación y la excelencia culinaria. «Sé que algún día cumpliré mi sueño de montar mi propio restaurante en Aranda de Duero. Mi familia siempre ha sido una parte muy importante de mi trayectoria tanto deportiva como laboral. Por eso, emprender en mi lugar de origen es una manera de devolverles todo ese apoyo.

Creo que a ellos les puede llenar de orgullo que abra un restaurante en Aranda. Eso es a lo que aspiro, pero no tengo prisa. Ahora lo que me toca es aprender y aprender», subraya con determinación.

Promesa de la alta cocina Su talento no ha pasado desapercibido para el sector. Recientemente, Andrés fue finalista en los XII Premios Promesas de la Alta Cocina de Le Cordon Bleu, un prestigioso certamen que trata de reconocer los resultados académicos y potenciar el talento de los futuros cocineros que se están formando en las escuelas de toda España. No resultó ganador, pero participar en una prueba tan exigente en la que tuvo que preparar un plato en cuatro horas utilizando técnicas e ingredientes como el pichón, el arroz y una guarnición vegetal, fue para él una grandísima experiencia. «Ser seleccionado como finalista fue un reconocimiento al esfuerzo realizado en los años anteriores. Pero no sólo mío, sino también el de todas las personas que me rodean», remarca.

Además de su abuela Benita, Andrés Esgueva tiene otros grandes maestros que le están guiando hacia la excelencia culinaria. Uno es su profesor Enrique Ortega, del IES Diego de Praves. El otro, Cristóbal Muñoz, jefe de cocina del restaurante en Ambivium. «Yo antes era de los que pensaban que la alta cocina suponía pagar un pastizal y al final quedarte con hambre. Gracias a ellos ahora veo la alta cocina como mi método de aprendizaje continuo. Mi máxima ilusión», dice.

El destino, que un día alejó a Andrés del hockey, le ha mostrado una nueva cancha donde puede jugar, experimentar y brillar, los fogones. Próximamente comenzará sus estudios del máster online de Creatividad y Producto Gastronómico Sostenible que compaginará con su trabajo. Él lo tiene claro: «La cocina es mi pasión», remata.

RODRIGO UCERO

Rompiendo barreras y creando vinos sin fronteras

Sara Rivera

Emprendedora vitivinícola

Sara Rivera de la Cruz es una bodeguera de la generación millenial que triunfa en el extranjero con vinos de autor que llevan su nombre

L. N.

EL de Sara Rivera de la Cruz es un nombre que está emergiendo con fuerza en el sector del vino y no sólo por la calidad de sus creaciones, sino también por su historia de emprendimiento. Esta joven de 32 años, natural de La Seca, ha

estado desde siempre vinculada al mundo vitivinícola y ha logrado convertir su pasión en un proyecto que está trascendiendo fronteras y rompiendo muchos de los estereotipos que la sociedad impone.

Nacer en la cuna del verdejo la condicionó desde pequeña. Soña-

RODRIGO UCERO

Vuelta a Valladolid tras pasar por Reino Unido. Sara se formó en márketing y exportación de vinos en tierras británicas y ahora elabora caldos blancos y tintos en Rueda y en la Ribera del Duero.

ba con dedicarse al mundo del vino, a pesar de que en su familia no existía esta tradición. Con tan solo 21 años tomó una decisión que cambiaría su vida: mudarse a Reino Unido con el triple objetivo de aprender el idioma, formarse como sommelier y en administración de empresas y especializarse en la exportación de vinos españoles. Pronto fundó su propia empresa, denominada River of Wines, dedicada a la venta, marketing y comercialización de vinos en el país británico. «Siempre supe que quería dedicarme al vino. Mi padre y mis hermanos tienen una empresa de electricidad y siempre les vi trabajando en las bodegas. El vino siempre ha formado parte del paisaje y la cultura de mi pueblo, y me enamoré por completo de este mundo», confiesa. «Recuerdo que en muchos restaurantes y tiendas de vino en Londres, todos los vinos que provenían de España los llamaban ‘Rioja’, sin saber que existen otras denominaciones igual de importantes. Eso me molestaba mucho, porque en nuestra tierra tenemos vinos extraordinarios como los de Rueda, Cigales o Ribera del Duero, así que empecé a exportar parte de la producción de algunas bodegas pequeñitas para introducirlas en aquel mercado», comenta esta joven.

Las cosas le fueron bien, pero su mente inquieta la llevó a querer crear sus propios vinos. Sabía que elaborar verdejos no sería tarea fácil pero no quiso quedarse con las ganas. «Después de cinco años exportando vinos entre Londres y Bristol decidí regresar a La Seca para elaborar y comercializar a nivel internacional. Quería que los verdejos traspasasen fronteras. La mía es una familia de emprendedores. No me asustan los retos y ví que era el momento de crear mi propio proyecto», prosigue.

Los suelos pobres y las condiciones climáticas rigurosas de la zona demandan una atención constante y Sara ha demostrado

«ME ENORGULLECE QUE LOS VINOS DE RUEDA SEAN CONOCIDOS POR SU GRANDÍSIMA CALIDAD»

«EN MI CASO, LA DISCAPACIDAD NUNCA HA SIDO OBSTÁCULO»

ser una experta en mantener las vides en perfecto estado a pesar de las dificultades. Su primer vino, un verdejo etiquetado Rivers of Wine, debutó en 2014 y rápidamente captó la atención de los entendidos del sector. Tras dos cosechas bajo ese nombre, en 2016 decidió rebautizarlo como Sara Rivera Verdejo, marcando así el inicio de una nueva etapa en su trayectoria. «Para mí, emprender en mi pueblo es muy importante. Me llena de orgullo que los vinos de Rueda sean cada vez más conocidos en el extranjero por su grandísima calidad», apunta. Su enfoque respeta los métodos tradicionales de cultivo y producción, pero a la vez abraza las nuevas tendencias vitivinícolas. Sara es una millenial y, por tanto, tiene la capacidad para conectar con los de su generación. Entiende sus gustos y, por tanto, sus vinos muestran la esencia de la tradición lasecana con toques más modernos y frescos. Así, aprovechando su experiencia en el Reino Unido y su profundo conocimiento del mercado internacional, creó un verdejo joven, moderno y fácil de beber, pensado específicamente para las pre-

ferencias del público millenial. Este vino, fresco pero lleno de carácter, actualmente está presente en más de 10 países. Pero no se detuvo ahí. Su pasión por el vino la llevó a probar la elaboración de tintos y en 2017, bajo la Denominación de Origen Ribera del Duero, lanzó un Tempranillo Crianza que es una joya para los entendidos. Se trata de una edición limitada de 1.800 botellas. Además, elabora otros dos vinos: Sara Rivera Tempranillo al amparo de la Denominación de Origen Vinos de la Tierra Castilla y León y un vino ecológico llamado El Galgo. «Tenemos nuestros propios viñedos familiares y además compro uva a otros agricultores. En cada uno de mis vinos me gusta expresar algo tan nuestro como el terruño y la personalidad de cada una de las variedades autóctonas», dice esta bodeguera, que ahora está trabajando para expandirse en el mercado nacional.

«A nivel internacional la comercialización nos está yendo muy bien. Nuestro tinto tiene una gran acogida en Estados Unidos y también estamos en otros países como China, Rusia, Bélgica, Finlandia, Islandia, Suiza y, por supuesto, Reino Unido, donde empezó todo. Cada vez que me etiquetan o mencionan en redes sociales para decir lo buenos que son mis vinos siento una emoción muy grande, porque detrás de cada botella hay una historia. Mi objetivo es que se sepa muy lejos todo lo bueno que tenemos aquí», explica Sara.

Ha sabido equilibrar la tradición con la innovación, creando vinos que respetan el legado de su tierra pero que también hablan de una nueva generación de consumidores. Con una producción limitada y un enfoque internacional, esta lasecana se está ganando a pulso un lugar destacado en el sector. Sara Rivera es la muestra de cómo la pasión, la valentía y la innovación pueden converger y dar a luz un proyec-

SU ENFOQUE RESPETA LOS MÉTODOS TRADICIONALES Y A LA VEZ ABRAZA LAS NUEVAS TENDENCIAS

«TODOS LOS COMIENZOS SON DIFÍCILES, PERO NADA ES IMPOSIBLE»

to extraordinario, porque además, ella no lo ha tenido fácil. Tiene una discapacidad que le acompaña desde su nacimiento, y nunca le ha frenado en su camino hacia el éxito. Lejos de ser una limitación, Sara lo ve como una oportunidad para demostrar que los obstáculos solo existen en la mente. «La discapacidad es una condición y lo importante es la actitud que uno adopta frente a ella. En mi caso nunca ha sido un obstáculo. Los límites sólo están en nuestra mente. A mí, me han enseñado muy bien desde pequeña para ser autónoma en todos los sentidos, a nivel laboral y también personal», explica esta joven que es optimista por naturaleza y a la que le encantaría que su ejemplo sirviera para otras jóvenes en su situación.

«A la hora de poner en marcha un proyecto, todos los comienzos son difíciles, pero nada es imposible. Si tienes las ganas y te marcas un objetivo, todo se puede conseguir. Yo todo lo que he logrado ha sido gracias al apoyo de mi familia. Sin ellos, nada hubiera sido posible. Me siento muy afortunada», afirma esta joven emprendedora.

La Seca
Bristol Londres

Cómo cultivar en la tierra y en el cielo

Esta ingeniera vallisoletana y su empresa Eki Labs están revolucionando el sector agrario con sus paneles fotovoltaicos en vertical, que aumentan la rentabilidad del suelo y ayudan al medioambiente

SI hubiera que definir en una sola palabra la trayectoria académica y profesional de Delia Rodríguez Lucas (Valladolid, 1992), esa palabra sería: excelencia. Estudió Ingeniería en Organización Industrial en la Universidad de Valla-

dolid, una carrera que cimentó su capacidad para resolver problemas complejos y diseñar soluciones eficientes. Su sed de conocimiento la llevó a completar su formación con diversas becas en Dinamarca, Serbia, Portugal y Finlandia para, al final, graduarse con Premio Extraordina-

De Valladolid a Zamora tras formarse en EE UU. Delia, que es vallisoletana y estudió en la UVA, proviene de una familia que se dedica al sector agrario desde hace más de cinco generaciones en Zamora.

rio. Esta experiencia internacional sirvió para ampliar sus horizontes, para su enriquecimiento personal y para aprender a desenvolverse en entornos globales, diversos y cambiantes. «Es muy interesante ver cómo a la hora de enseñar, en unos países se centran más en la parte teó-

rica y otros en la parte más práctica de la ingeniería. Irme fuera me ayudó a valorar aún más la buenísima educación pública que tenemos en España. Yo estoy muy agradecida con la formación que he recibido en la UVA. Es una excelente universidad», recalca Delia.

Su carrera profesional arrancó en Madrid, en el gigante Procter & Gamble, donde rápidamente demostró su valía como ingeniera y su gran capacidad de gestión. Pronto pasó al departamento de finanzas y, posteriormente, lideró el área de e-commerce y digital para el Sur de Europa,

Valladolid Zamora

donde tuvo la oportunidad de mediar en la negociación europea con Amazon, iniciar un plan de expansión con Alibaba y establecer la primera colaboración corporativa con Glovo. Ni más, ni menos.

En los siete años que estuvo en la compañía, Delia integró indi-

cadores sociales y medioambientales (KPIs) en el modelo de negocio empresarial. Aquello marcó un punto de inflexión en su carrera profesional, tras el cual decidió explorar el ámbito de lo social uniéndose a la ONG de emprendimiento social Ashoka como directora de Estrategia y Finan-

zas, y luego formándose en el fondo de inversión social Acumen. Dos años después se embarcó en un nuevo desafío gracias a una beca de la Fundación La Caixa que le permitió estudiar un máster en Gestión Pública en la prestigiosa Universidad de Harvard. Su objetivo era aprender a diseñar modelos de negocio sostenibles y rentables, por lo que decidió especializarse en Cambio Climático y Energías Renovables. En 2021 esta vallisoletana entró a formar parte de la lista ‘Nova 111’ que busca contribuir a frenar la fuga de talento identificando a los menores de 35 años más brillantes del país y con mayor potencial para liderar nuestra sociedad. Todo un logro.

Continuó trabajando con una beca en la aceleradora del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en Boston ya con la idea de poner en marcha su propia empresa de energías renovables en el medio rural español. «Acabo de terminar mi formación práctica en MIT de la mano de algunos de los mayores expertos del mundo de los sectores energético, de la innovación y del emprendimiento. Me han ayudado a dar forma a mi proyecto, con la parte legal y técnica y también con la financiación», comenta esta vallisoletana que una vez al mes sigue viajando a Estados Unidos para acudir a eventos como la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York para dar a conocer su proyecto y hablar sobre la integración del sector agrario y el energético.

Su empresa Eki Labs es ya una realidad. Esta startup tiene como objetivo compatibilizar la agricultura y la energía solar. Delia proviene de una familia que se dedica al sector agrario desde hace más de cinco generaciones en Zamora. Viendo que en los últimos años la agricultura y las granjas solares compiten por las mismas tierras, intentó buscar una solución. Se le ocurrió instalar paneles solares en posición

EN EL MIT DE BOSTON CONCIBIÓ

LA IDEA DE PONER EN MARCHA SU PROPIA EMPRESA

«CON PANELES VERTICALES LOS TRACTORES PUEDEN SEGUIR TRABAJANDO»

vertical. «Las granjas solares son esenciales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sin embargo, requieren una cantidad considerable de terreno llano y rico en sol, que es el mejor para las labores agrícolas. Pensé que instalando paneles en posición vertical los tractores podrían seguir trabajando la tierra mientras producimos energía renovable. Es la manera de aprovechar doblemente el suelo. Se podría decir que en Eki Labs nos dedicamos a cultivar la tierra y el cielo», explica Delia, quien colabora directamente con agricultores y comunidades rurales. El prototipo de las placas fotovoltaicas lo ha instalado en un pequeño pueblecito de La Guareña y viendo los elevados niveles de producción de energía que está generando, ya hay varias empresas agrícolas y ayuntamien-

tos dispuestos a instalarlos. El objetivo es expandir el proyecto desde Castilla y León al resto del mundo. «En España no hay tecnologías similares a la nuestra. Lo mejor de todo es que como instalamos las placas en vertical, podemos implementarlo en todo tipo de terrenos y con cualquier cultivo, tanto de secano como de regadío. Entre las diferentes hileras de paneles pueden circular los tractores y las cosechadoras, de esta manera, una sola tierra de labor genera doble producción, por un lado la agrícola y por otro lado la energética», informa. Delia es una emprendedora brillante, visionaria, comprometida y valiente. Dispuesta a hacer del mundo un lugar mejor decidió emprender su propio negocio en el sector de la energía solar en Zamora, donde están sus raíces. Con su mentalidad global, su excepcional formación académica y su experiencia en el terreno de lo social, está demostrando que el éxito económico y la responsabilidad social corporativa pueden, y deben, ir de la mano. «Para mí es muy emocionante poder dar continuidad al legado y tradición agrícola de mi familia y a la vez incluir una parte de innovación. Es como conectar pasado, presente y futuro. Tenía muy claro que quería emprender en Castilla y León, donde muchos agricultores están pasándolo mal. Es un honor tener una solución que les ayude a ellos, a sus pueblos y también al planeta», comenta esta emprendedora que sueña con tener instalado un gigavatio para el 2030, lo que significaría dar luz a más de 200.000 viviendas. «También me encanta la idea de poder contribuir al ecosistema emprendedor de Castilla y León con todos los conocimientos que he podido adquirir en la UVA, Harvard y MIT. Considero que es el lugar perfecto para emprender porque aquí están mis raíces y porque tenemos muchísima agricultura y muchas horas de sol», concluye.

RODRIGO UCERO

Una entusiasta de la adrenalina frente a una pandemia mundial

María Iglesias Enfermera

Con 28 años, esta palentina de Velilla del Río Carrión se vio inmersa, en el hospital de Ávila, en la crisis sanitaria más relevante de los últimos tiempos

HACE 28 años vio la luz María Iglesias Pérez en Velilla del Río Carrión. La localidad palentina, de poco menos de 1.200 habitantes, fue el lugar donde crecer y formarse durante su edad escolar. Ya de cara al instituto tuvo que desplazarse hasta el municipio de Guardo, con cinco veces más población. Esta pequeña migración no sería la última: sus estudios superiores se dieron en la Universidad de Ávila, provincia donde se sumaría como enfermera en una residencia al finalizar su carrera, y en la cual acabaría formando parte de la plantilla de su hospital en pleno covid, un centro médico en el que hoy continúa, trabajando en la planta de Neumología.

«Desde pequeña quise dedicarme a la rama de la salud», recuerda Iglesias. «Como muchos otros niños a mi edad, tiraba más por la veterinaria, pero a finales de la ESO decidí que me gustaba más la rama humana». Fue sobre todo, rememora, «gracias a las clases de Biología de Marga Mancebo en el instituto de Guardo». Otro de los eventos decisivos en su formación tendría lugar a los quince años, durante una escapada veraniega en bicicleta con su pandilla: «Íbamos a una poza a bañarnos y vimos que el segundo grupo no llegaba; una de mis amigas de toda la vida, Ángela, se había caído y tenía una avería importante en la cara, el hombro, la pierna, todo el hemitórax izquierdo...», detalla.

Las curas del enfermero y la

evolución de las magulladuras en su amiga despertaron la curiosidad de Iglesias: «Nunca he tenido problemas en secreciones, heridas o úlceras; jamás he sentido asco ni reparo hacia las vísceras o los órganos animales que nos traían para diseccionar en aquellas clases de biología», evoca. Así, fue encaminando su formación hacia la rama que le interesaba. Sin embargo, cuando llegó el momento de la verdad, los números no cuadraban: «Tras la prueba de acceso a la Universidad, la nota no me dio para la universidad pública», lamentó.

Podía haber sido el final de un sueño que apenas había comenzado a dibujarse, pero Iglesias a día de hoy sigue sin saber lo que significa rendirse: «Tenía claro que prefería cierta cercanía a mi

Del Norte de Palencia a la capital abulense. María se desplazó para cursar sus estudios de Enfermería y, de momento, ya no ha vuelto a su pueblo. Trabaja en Ávila, donde se ha especializado en urgencias, emergencias y catástrofes

casa y no me quería ir muy lejos, así que buscando dentro de Castilla y León descubrimos que Ávila era lo que más se adaptaba a lo que me gustaba», narra. «Es una ciudad tranquila y pequeña pero con muchas cosas, se puede ir a cualquier sitio andando y se vive muy bien». Su idea era una estancia temporal, pero terminó tan satisfecha que sus planes, hoy por

hoy, pasan por quedarse en la provincia.

Hay una parte humana en la vocación de Iglesias: «Me gusta la interacción con el paciente; verle mal al principio y seguirle en su evolución». Pero más allá del cuidado desprendido, para alguien que nunca vivió de cerca con un familiar de avanzada edad o con una enfermedad grave, con-

SAMUEL REGUEIRA
Velilla del Río Carrión
Ávila

fiesa Iglesias que encuentra en su labor un pequeño subidón de adrenalina que le entusiasma. «Después de la carrera en la Universidad de Ávila hice una especialización en urgencias, emergencias y catástrofes», explica. Esta formación extra capacita a las personas tituladas en Enfermería para trabajar en UVI móvil o desarrollar a cabo interven-

ciones extrahospitalarias, incluso en plena vía pública: «Es algo tremendamente inesperado, cada día es una cosa distinta», indica con cierta emoción: «Se presentan de maneras imprevistas cosas muy graves que requieren una respuesta de actuación rápida y concisa, que abarca desde la estabilización del paciente hasta su traslado». Esta excitan-

te sensación es, para Iglesias, combustible con el que realizar un trabajo profesional y serio, pero igualmente ilusionante: «El trato íntimo en una enfermera es indiscutiblemente importante, pero a mí siempre me ha costado más, me da cierta pereza lidiar con familiares de los pacientes, siempre he preferido lo técnico y la acción antes que la mo-

notonía del día a día». Su primer trabajo fue en una residencia de ancianos: «Fue algo duro, con poco personal y escasos medios, una gran carga de trabajo y altas ratios de los residentes», evoca. Allí, Iglesias aprendió «a parar y a estar quieta», a muscular su trato con los pacientes y a familiarizarse con las técnicas de administración de medicación oral y la cura de úlceras.

Pero pronto su adrenalina tendría el mayor aliciente jamás conocido en su vida: en marzo de 2020 recibe una llamada de urgencia para incorporarse al Hospital de Ávila: «Telefonearon un sábado a las nueve de la noche para empezar el lunes». Todo trabajador sanitario ansía un salto a lo público, y así, tras un domingo de turno completo, Iglesias se incorporó para lidiar en primera fila con la mayor alerta sanitaria de los últimos tiempos: el coronavirus.

«Nos incorporábamos al hospital y no nos orientaban nada, no había margen para ese tiempo de preparación; el lema era ‘Estamos muy mal, has llegado; así que con lo que sepas, tira hacia adelante’». El desamparo en recursos, materiales e información era total: los profesionales no sabían a qué se enfrentaban, si los medicamentos que administraban eran apropiados o cómo evitar contagiarse ellos mismos; pero frente a ello consiguieron crear «un ambiente de equipo muy grande» que hoy Iglesias recuerda, a pesar de todo, como «una etapa bonita».

Experiencias desafiantes «El covid cumplió las expectativas de mi adrenalina con creces», ríe hoy la enfermera. Sus vivencias allí pusieron a prueba su serenidad en más de una ocasión: «En mi primera noche estaba a cargo de una planta de salida de quirófano donde las bombas de oxígeno de varios pacientes comenzaron a agotarse... y no sabíamos dónde o cómo reponer-

«ÁVILA

ES UNA CIUDAD PEQUEÑA PERO TIENE MUCHAS COSAS Y SE VIVE MUY BIEN»

«PREFIERO

LO TÉCNICO Y LA ACCIÓN A LA MONOTONÍA DEL DÍA A DÍA»

las antes de que se acabasen». Tras unas horas frenéticas, tanto ella como su compañera, una estudiante de cuarto curso aún sin titulación llamada Candela, consiguieron solventarlo: «Fue un momento duro, por aquel entonces el agobio le podía a la satisfacción personal», evoca. En aquellos meses oscuros también hubo momentos luminosos: «Recuerdo a un paciente de 80 años, ciertamente delicado, que todos los turnos a la hora de la cena pedía que le pusiéramos el altavoz para cantar una saeta o una canción tradicional», relata Iglesias. «No solo él se sentía genial, en medio de todo este caos sacaba fuerza para cantarnos a toda la planta y darnos las gracias».

Superada la crisis covid, Iglesias ha renovado en el Hospital hasta hoy, donde trabaja una interinidad de noches fijas en la planta de Neumología: «Es un área muy técnica en la que se aprende mucho y, aunque son turnos duros, me ayudan a compaginar con la vida de mi hijo». Un 25 de diciembre de 2022 nació la última y mejor razón de María Iglesias para seguir en Ávila. Con todo, sus vivencias no la han hecho olvidar sus orígenes: «Pienso mucho en Guardo y en que es una zona que necesita un hospital comarcal», denuncia.

RODRIGO JIMÉNEZ

CUANDO María del Carmen Sandoval miró casas en Segovia nunca contempló la capital. De pueblo a pueblo: la chica de Venta de Baños (Palencia) echó raíces en Garcillán (Segovia). «Queríamos crear un grupo, que es lo que hemos vivido desde que hemos nacido. Las fiestas de un pueblo, la manera de convivir allí». Así nació la familia de una técnica de radiología palentina y un carretillero leonés que han creado un hogar durante una década de experiencias.

La infancia en Venta de Baños de María, hija de hosteleros, fue idílica. «Una vida hecha al pueblo, a mí me encantaba estar allí. Me tuve que ir por mi camino laboral, por decidir que quería ser sanitaria y me gustaba esto de los rayos». Pudo terminar en el otro lado de una barra, pero acabó en el otro lado de una resonancia. Había estudiado documentación sanitaria en Palencia. «Pero noté que no me gustaba».

Así que la primera migración de María, de 40 años, fue de Venta de Baños a León, donde estudio radiodiagnóstico. Probó suerte en los dos centros públicos que había en la región –también Salamanca– descartando la opción privada de Valladolid por el consejo de una amiga. «Que las prácticas y la máquina que tenían en clase era muy mala». Pequeñas decisiones y grandes consecuencias. Pudo terminar con familia charra, pero el sí lo encontró en León y fue sin reparos. «Yo soy una tía bastante abierta, muy social. Toda la vida mis padres en un bar, me he criado mucho allí, no me costó mucho hacerme». Tuvo un aliado, un amigo que estudiaba ya allí biología y con el que compartió piso. «De ahí salió mi matrimonio». Porque a aquel piso llegó la que después sería su cuñada y gracias a ella conoció a su hermano, su actual marido.

Un pueblo distinto pero la misma vida

María Sandoval Técnico de Radiología

Hija de hosteleros, viajó de Venta de Baños a Garcillán, donde ha formado una familia a medias con un carretillero leonés que emigró de su mano

LUIS JAVIER GONZÁLEZ

Su traslado a Segovia empezó de forma tangencial, con una entrevista en Valladolid con el grupo Recoletas. La idea inicial era un puesto en unas unidades móviles que operaban por el norte, en concreto, Cantabria. «Pero me dicen que lo tienen cubierto. Y cuando estaba volviendo a mi casa en Venta de Baños, a la altura de

la Trapa, me volvieron a llamar desde las oficinas. Era la encargada del hospital de Segovia, que ella sí tenía un puesto libre». Eran cuatro técnicos en la plantilla y buscaban a un quinto de jornada completa. Así que deshizo el camino para su segunda entrevista en el mismo lugar y en el mismo día. Dijo que sí en junio y lle-

gó a la ciudad en julio de 2007. Llevaba entonces un año saliendo con su futuro marido, que esperó en León el desarrollo de los acontecimientos. María vivió la primera semana en La Vadama, un hostal del barrio de San Lorenzo. En ese tiempo empezó a buscar pisos de alquiler. «No sabíamos lo que me podía durar esto,

de primeras me hicieron seis meses de contrato». Dio con un alquiler compartido en La Albuera, cerca del antiguo parque de bomberos. Apenas dos meses. «Mi marido dice que me dure lo que me dure el contrato, que él se viene para acá. Que deja su trabajo y que probemos aquí. Que vaya buscando un piso para los dos». Nueva

ANTONIO DE TORRE

Palencia, Segovia, León... Dieciséis años lleva María, natural de Venta de Baños, como vecina del municipio segoviano de Garcillán, donde ha fundado su familia con su marido leonés.

mudanza hacia la calle Lirio, detrás de la piscina climatizada. Y llegó otro segoviano adoptivo. Alguien que trabajaba en la construcción y que encontró trabajo en Thermobel (una tienda de muebles), un puesto efímero que desapareció por la llegada de la crisis inmobiliaria en 2008. Empezó con las ETT y en apenas

un par de semanas entró en Ontex, una empresa dedicada a la fabricación de productos de higiene donde estuvo empleado hasta el año pasado. Sigue siendo carretillero, ahora en Santo Domingo. Mientras, su mujer no se movió de Recoletas, donde lleva trabajando 17 años. Un empleo al que sumó horas en la Se-

guridad Social. «Empecé a meter la cabeza en la pública durante los típicos contratos eventuales de verano y navidades». El trabajo fue lo que en definitiva asentó sus cimientos. «La vida aquí ya nos iba agarrando. Tampoco teníamos obsesión de volvernos a nuestras ciudades porque cada uno éramos de una».

«EN GARCILLÁN HACEMOS VIDA COMPLETA. A SEGOVIA BAJAS A LA COMPRA Y AL TRABAJO Y YA»

«SIEMPRE HE QUERIDO ESTAR CERCA (DE VENTA DE BAÑOS) PARA IR CUALQUIER FIN DE SEMANA»

Así que en 2011 se casaron. Eso sí, en Palencia. «Era mi casita», sonríe ella. Continuó con los dobles trabajos y compraron una casa en Garcillán. Querían la zona oeste porque era la que mejor comunicaba con sus trabajos. «Valverde como pueblo nos gustaba mucho, pero se nos iban mucho los precios y nos teníamos que aclimatar a la hipoteca que nos podrían llegar a conceder». Y eligieron allí hogar sobre Hontanares de Eresma, su otra opción.

Y allí se quedaron, porque el destino no volvió a tentarles con un cambio de aires, pese a que el restaurante de sus padres cerró tras su jubilación. El mayor conflicto de su trayectoria vino por dejar de trabajar en la pública a partir de su primer embarazo, en 2013. «Ya no podía estar doblando y es la decisión que más te viene a la cabeza porque los sueldos en la privada están estancados y en la pública, por suerte, han ido mejorando». Pero Segovia nunca se cuestionó como destino.

Pueden esgrimir un buen grupo de amigos en Garcillán y también en Valverde, donde estudian sus dos hijos. «No nos plantearíamos siquiera la idea de sa-

lir de Garcillán, porque tanto en un pueblo como en otro estamos haciendo una vida completamente llena en invierno y verano. A Segovia bajas a la compra y el trabajo, ya está». Y los paseos por La Fuencisla, con bocata en mano. «Por la tranquilidad que me aporta. El paseo desde la Casa de la Moneda hasta San Lorenzo me encanta».

Otra conexión

No fue la única conexión entre Venta de Baños y Segovia, entre su pasado y su presente. Al bar de sus padres acudía con frecuencia un vagabundo nacido en Valladolid, un joven que había sido abandonado. «Mi padre le daba siempre un bocata y le decía que no se metiera en jaleos». Pero no pudo seguir el consejo y María se reencontró con él en la Seguridad Social: tuvo que hacerle una prueba de rayos como preso de la cárcel de Perogordo. «Ha sido de las cosas que más me han impactado. Le dije, ¿pero sabes quién soy? Él, avergonzado, solo tenía una respuesta. ‘Por favor, no se lo digas a tu padre, que me ha ayudado mucho en la vida’». Mientras, ella ha conseguido la estabilidad. «Creo que durante bastantes años no va a cambiar porque los niños son pequeños». Pero no descarta un nuevo contexto en el futuro, quizás cuando sus hijos crezcan y estudien en otros lugares. «A mi marido y a mí nos gusta bastante el ambiente, salir, tomar algo; no sé si de aquí a 15 años mi vida puede dar la vuelta y acabar en Segovia ciudad, si económicamente me lo puedo permitir». Lo que no tiene es la cuenta pendiente de volver al pueblo. Quizás no tenga necesidad porque ha encontrado otro hogar cercano. «Si tus raíces son de peso [habla de sus padres y de sus amigas] siempre he querido estar cerca para poder ir allí cualquier fin de semana. Me gusta vivir todo lo que puedo con ellas, yo sigo bajando una vez al mes». Ventajas de no irse demasiado lejos.

Venta de Baños
Garcilán

Las flechas de Cupido cruzan tierras castellanas

Emigró desde Cervera de Pisuerga a Segovia cuando conoció, a mitad de camino, a su marido; después otra pareja ha seguido sus pasos: «Una vez que has experimentado la calidad de vida, no la quieres perder»

EL viaje de Soraya García desde el norte de Palencia a Segovia, convertida con los años en un segundo hogar, no solamente ha permitido al padrón de Castilla y León conservar una habitante, sino que ha creado un vínculo familiar entre la ciudad del Acueducto y Cervera de Pisuerga. Dos lugares unidos en matrimonio a través de su historia, que no fue la última, pues dos amigos comunes protagonizan desde hace cuatro años una secuela igual de feliz. Así fue cómo esta arquitecta de 32 años dibujó los planos de una nueva vida, un puente entre dos lugares que comparten más de lo que salta a la vista.

No fue la primera migración de Soraya por Castilla y León. Todo empezó cuando conoció al que ahora es su marido, Javi, estudiando Arquitectura en Valladolid. Al terminar sus estudios, ella trabajó en gestión de patrimonio en Aguilar de Campoo y él volvió a Segovia para arrancar su carrera en el estudio en el que sigue actualmente. La brecha se redujo gracias a un traslado a Valladolid. «En vez de quedarme allí, prefería estar con él». Al principio iba y venía, pero terminó asentándose en Segovia y consiguió trabajo en Cuéllar en Trazo, una empresa de construcción en la que afirma tener la oportunidad de crecer laboralmente. «Tenía claro que quería vivir en Cer-

vera o Aguilar, cerca de mi familia y de mis amigos, o en Segovia, cerca de los suyos. No estar en tierra de nadie. Pensando en el futuro, en tener familia, me parece muy difícil salir adelante estando lejos de tu casa».

Así que Soraya desembarcó en Segovia en 2018. Pasó de una vida diaria en tren a trabajar brevemente en el estudio de su marido. «Nunca hemos querido trabajar juntos porque no queríamos poner todos los huevos en la misma cesta. Si algún día le va mal a uno, que esté el sueldo del otro en casa». Separar espacios evitó sobrecargar la relación y su vida no planteó otros lugares más grandes. «Habiendo vivido en un pueblo, pasar a una ciudad gran-

Ayuntamiento de Autilla del Pino puede presumir de tener las mejores vistas de Tierra de Campos

De Palencia a Segovia pasando por Valladolid. Soraya dejó su querida Cervera de Pisuerga para estudiar en Valladolid y aquí conoció a su futuro marido, un segoviano con el que se ha asentado en la ciudad del Acueducto.

de…. Una vez que has experimentado la calidad de vida, no lo quieres perder. No me gustaría dar un paso atrás».

Eso no resta un ápice de ambición en lo profesional para alguien que se define como competitiva. «Si me tuviera que ir a Madrid, tengo muy claro que no

viviría allí, aunque tuviera que ir para ganarme el sueldo». Se quedó en Castilla y León por la tranquilidad, el día a día, la naturaleza, el vínculo que conecta su infancia en Cervera con los paseos por la Alameda del Parral, su lugar favorito en Segovia. «Cuando estoy agobiada, me voy allí; si

Cervera de Pisuerga
Segovia

quiero ver árboles, me doy un paseo por Valsaín para olvidarme de que estoy en una ciudad. Necesito conectar con el verde».

Unas similitudes que extiende a los hábitos. «La gente de Segovia es bastante abierta, muy sencilla, de pueblo». Porque ella esgrime el carácter acogedor de su

grupo de amigos en Cervera: «En cuanto va a alguien nuevo, enseguida está la cuadrilla. No somos un pueblo tan pequeño; la gente se queja primero de que los inviernos son muy fríos, pero luego se engancha de la forma de ser». Algo que ella ha aplicado a su vida en poblaciones más gran-

des, tanto en la ciudad como en Cuéllar. «Si me cruzo todos los días con la misma persona desde donde aparco hasta el trabajo, la saludo». Por eso un compañero de trabajo se sorprende porque se hace amiga de la gente. «¡Es que soy de pueblo! Cuando voy en Segovia a la carnicería, me

llama por mi nombre y le pregunto qué tal está. No me gusta la impersonalidad de las ciudades, no saber quién tienes al lado».

Soraya y Javi se casaron en julio de 2023 en La Granja de San Ildefonso y compraron un piso en enero en El Salvador. «Estamos asentados del todo». Aunque coge el coche a diario para trabajar en Cuéllar, agradece perderlo de visita. «El viernes, lo echo en la cochera y me muevo andando». Su principal grupo social parte de los amigos de su marido. «Son solo chicos, pero ya por edad, muchos están con novia». Sí echa en falta relaciones que no hayan partido del entorno de su marido. Como Elena, su «amiga del tren», con la que coincidía diariamente y compartía circunstancia vital: alguien de Plasencia que terminó enamorándose, casándose y trabajando en Segovia. Ahora ya toman café sin necesidad de circular entre raíles. Una vida social que complementa con pilates o gimnasio.

Y un reto por delante: los vínculos con Cervera. «Lo gestiono un poco mal, peor de lo que me gustaría». Hija única, tiene en su nueva casa una habitación para que sus padres se queden cuando vienen de visita. «Tengo una abuela mayor en el pueblo, con Alzheimer, y noto eso de ir menos a menudo y que deje de conocerme. Noto que me pierdo cosas por no estar allí todos los días».

Gracias a esos movimientos, una amiga suya conoció a un amigo de su marido justo antes de la pandemia y surgió el amor. «Cuando quedamos para una barbacoa, pues guay, porque yo estoy con mi amiga de toda la vida, aunque ella vaya como novia de otro amigo». No se conocían, pero ambos vivían en Madrid. Y allí siguen. «Ahora la veo más en Segovia que en Cervera». No es el único vínculo, ni tampoco el primero: una tía de su marido se casó con el tío de su mejor amiga.

Quizás estaba escrito que Soraya haría un día las maletas sin

«ME PARECE MUY DIFÍCIL SACAR

ADELANTE UNA FAMILIA ESTANDO LEJOS DE TU CASA»

hacerlas del todo. «Cervera me conecta con mi infancia, me hace recordar momentos felices». Ventajas de no mudarse al sudeste asiático, aunque vaya poco. No solo habla de la conexión con la naturaleza, sino con sus vecinos. «Las de toda la vida me tratan con muchísimo cariño, soy como su nieta. Saludar a unos y a otros, estar cerca de la gente». Piensa en el pantano, por sus vistas. Y recuerda sus visitas en verano al ‘Mentirote’: así bautizaron un banco al que salían los vecinos después de haber cenado para contar anécdotas, historias, mentiras. «Cuando era pequeña, no era consciente de la suerte que tenía de compartir eso. Yo era la niña del barrio, la más pequeña. Y hoy echo de menos esa cercanía de los vecinos, que tampoco eran familia. Me he sentido arropada por mucha gente». En comparación, admite que el contexto de Segovia es más frío, pero habla de ella como «una ciudad bonita en la que vivir» y destaca su comodidad. «Estás cerca de Madrid; si quieres más jaleo, lo tienes todo a mano». Ve muy parecido el carácter de sus dos hogares. «Los dos son como muy de su tierra». Y cuenta cómo su marido le dice: «Jobar, todo el mundo sabe si se encuentra con alguien de Cervera porque lo vais diciendo». Claro. Ella cuando va a Londres no se limita a decir que viene de Palencia o del norte de España. Cervera de Pisuerga, nombre y apellidos. «Y yo creo que los segovianos también están igual de orgullosos de serlo». Aunque vea cada día un Acueducto milenario, Cervera es su primer amor, pero no el último.

ANTONIO DE TORRE

Un proyecto líquido unido por la sangre

Virginia y Paola Jiménez Ingeniera y arquitecta

Las hermanas Virginia y Paola Jiménez combinan sus especialidades en Vedelik, una empresa que desde una localidad rural abulense trabaja para Salamanca, Segovia o Valladolid

S. R.

VEDELIK es una palabra en estonio que en nuestro idioma viene a significar ‘líquido’. La argucia marquetiniana apela, como el líquido en el recipiente, a la capacidad de adaptar las soluciones a las necesidades requeridas. Pero

el líquido tiene un doble sentido aquí, pues al estudio que fundó en 2010 Virginia Jiménez, de 36 años, se sumó su hermana Paola, de 27, hace 24 meses. Las dos comparten sangre, proyecto, ilusión e ideas en una iniciativa afincada en la localidad abulense rural de Muñana, con clientes y co-

Muñana (Ávila). Virginia y Paola tienen su ‘nave nodriza’ en este municipio rural, desde allí trabajan para cualquier provincia y cuentan con una red de colaboradores en toda Castilla y León.

laboradores en Salamanca, Segovia o Valladolid, «Mi especialidad es el diseño industrial», apunta Virginia. «La vocación me surgió temprano, siempre he sido creativa a la hora de idear cosas y de llevarlas a la realidad». De pequeña, tenía como juego recurrente el fabri-

car complementos de sus juguetes o crear cosas a partir de simples hojas de papel: «Una vez pegué varios A4 unos con otros y dibujé por encima una ciudad; otra vez recuerdo que jugaba con un coche o con un avión y yo misma fabricaba el garaje o el aeropuerto...», relata. «Fueron nueve

años jugando sola», agrega, señalando al tiempo que recuerda haber vivido antes del nacimiento de su hermana Paola: «Lo veo mucho ahora con mis propios hijos; si están juntos, idean juntos, pero cuando un niño juega solo no tiene más remedio que imaginar en soledad».

Valladolid Muñana

Virginia no tardó en averiguar que la disciplina que mejor respondía a sus inquietudes era la ingeniería de diseño industrial: «Mi creatividad siempre me ha demandado una parte más técnica que llevase lo que ideaba a la realidad», desgrana. «Lo que entonces se denominaba inge-

niería técnica ofrecía algo bonito al creador; que puede ver el resultado de su trabajo y asistir a aquello que ha desarrollado».

De entonces recuerda que la ingeniería era una ‘rara avis’, «unos estudios que en Madrid ni siquiera existían», y cómo le llamó la atención que «aunque be-

bía mucho de la arquitectura, entre un ámbito y el otro nunca terminan de comprenderse al 100%». Fue en la Universidad de Valladolid, en el año 2006, donde arrancaron sus primeros pasos en esta carrera, de la que también recuerda su amplísima variedad. Y es que su gran abanico de ramas lleva a tener rutas bien diferentes. En el sector habitacional brinda mobiliario y soluciones o materiales de construcción. En el sector automovilístico o aeronáutico; diseños que se pueden producir de forma industrial. Incluso hay salidas en el sector artístico, donde hay compañeros de su carrera que se encuentran diseñando animaciones para series de Netflix.

«Mi camino se orienta más hacia la arquitectura», explica Virginia: «Diseño elementos a medida de lo que solicitan los clientes, y a raíz de eso termino por diseñar el espacio entero». Su proyecto de fin de carrera tuvo lugar en Medina del Campo, y aunque en 2010 finaliza sus estudios, ya contaba por entonces con experiencia en varios lugares de prácticas a medio camino entre Valladolid y Ávila.

En diciembre de ese año nacía Vedelik y el estudio pronto se empapa de la filosofía del trabajo de Virginia. A través de esta, insiste, se solicita un diseño de producto y se puede llegar a ofrecer, en armonía, el diseño del espacio en su conjunto. «Así sucedió en uno de nuestros primeros casos, una familia que nos contactó por Internet para diseñar los muebles de su salón: primero se los ofrecimos fabricados por un carpintero y, poco a poco, según les fuimos ayudando a entender lo que querían, terminamos diseñando todo el espacio, buscando los elementos de mobiliario, textil y decoración... hasta abarcar el resto de estancias de la vivienda».

En esa primera etapa Vedelik colaboró con artesanos de Salamanca y ebanistas de Segovia

«UN PUEBLO CARECE DE GRANDES INDUSTRIAS, PERO ES PERFECTO PARA VIVIR E INSPIRARSE»

VIRGINIA APORTA LA IDEA DE DISEÑO Y PAOLA LA LLEVA A LA REALIDAD

como Sintala. Sin embargo, un nuevo trabajo le supuso un parón de varios años que obligó a Virginia a aparcar este proyecto, el cual no se retomó hasta comienzos de esta década. Por entonces, muy cerca de su entorno ya asomaba la nariz precisamente de alguien que había estudiado aquella otra disciplina con la que la ingeniería de Virginia nunca se terminó de entender al 100%.

Un gran referente «Creo que nuestros caminos estaban destinados a estar juntos para toda la vida, mi hermana siempre ha sido mi gran referente», confiesa Paola, que aporta en Vedelik la visión de la arquitectura: «Me gustaba encontrarme con algo más cercano a lo que tenemos; nuestra casa, nuestras ciudades... Para mí, el diseño industrial era demasiado amplio y no encajaba mucho con mis gustos». La hermana pequeña también recuerda cómo le enganchaba «ver en la televisión reportajes de personas que se dedicaban a hacer túneles u otras obras civiles».

Desde 2015 estudiando y hasta que consiguió el máster habilitante en 2022 para ejercer como arquitecta, Paola rememora cómo observaba el trabajo en la distancia que ejercía su hermana: «Muchas veces ella tenía que acu-

dir a profesionales de la arquitectura para hacer firmas de documentos y planos», recuerda. Mientras Paola seguía estudiando, comenzó a aportar informalmente sugerencias, dibujó algunos planos y empezó a participar en la búsqueda de ideas y en el proceso de diseño.

Hoy está plenamente integrada en el estudio: «Virginia aporta la idea de diseño y yo la llevo a un estado más real del espacio en sí; somos distintas pero nos complementamos, somos capaces de analizar las cosas bajo dos prismas distintos, nos conocemos y sabemos qué puede aportar cada una para sacar el trabajo de forma ágil y eficiente». Su hermana coincide: «Cuando una necesita un apoyo de cualquier tipo, la otra lo resuelve; tenemos la suficiente confianza para saber qué necesitamos sin casi hablar, y los días con mucho estrés y proyectos exigentes sabemos repartirnos el peso para dar respuesta a todos los temas pendientes». Vedelik es líquido que se adapta a las necesidades de sus clientes, es líquido por la sangre que une a las dos hermanas, pero también es líquido a la hora de ser la nave nodriza de una amplia red de colaboradores en toda Castilla y León desde la localidad abulense de Muñana: «Trabajar en el entorno rural tiene sus hándicaps; hay mayores necesidades residenciales y carecemos de grandes industrias, oficinas, restaurantes o sitios de ocio», enumera Virginia; «pero es un sitio perfecto para vivir e inspirarse». Con ello tienen las dos caras de una misma moneda; conocen a mucha gente y aprenden tendencias de todo el mundo cuando viajan y mantienen el contacto con el sector, pero a la vez tienen a mano el espacio idóneo para «hacer introspección y dedicarle espacio a la vida personal cuando toca». Esa filosofía, líquida, donde todo fluye, es la que también tratan de inyectar en sus proyectos.

RODRIGO JIMÉNEZ

Objetivo: poner a Soria en el mapa del trail running

A sus 34 años, ‘Pakito’ vive en Covaleda, desde donde es responsable de la Desafío Urbión, una competición deportiva que este 2024 se ha hecho internacional

CUANDO Francisco Alonso nació en 1990 en Villablino, un pueblo del leonés Valle de Laciana, asistió en sus años de primaria, secundaria y bachillerato a lo que es, dentro de una región con una industria minera muy potente,

conocer el declive y el fin de las posibilidades de trabajo para futuras generacionales. Pero a su mirada infantil no se le escapaba un detalle: era la Guardia Civil quien realmente estaba en los pueblos muy dispuesta a solucionar los problemas de las personas. Y supo lo que tenía que ha-

De Villablino a Covaleda. La localidad leonesa perdió la minería y la soriana, la industria maderera, pero Francisco, que conoce bien ambas, ha encontrado recursos para desarrollar su proyecto vital... y sus aficiones.

cer: «Aún era joven, pero podía percibir la cercanía de unos funcionarios que eran capaces de aproximarse a los ciudadanos en los sitios más lejanos y dar respuesta a sus necesidades». «Nunca me planteé la Policía Nacional», asevera. Al revés, los valores de la Benemérita pronto

encajaron con su visión del mundo y sus prioridades de cómo ayudar a corto plazo y en corto alcance a quienes le rodeaban: «Vi sobre todo que este trabajo me ayudaba a poder relacionarme con la gente y con la sociedad», revela. «Gracias a él podía mantenerme cerca de las zonas rura-

les más despobladas, buscando la cercanía que no existe en las ciudades, donde cada cual va más a lo suyo». Para Alonso, «en los pueblos hay más asociacionismo y más colaboración, se ayuda más a la gente con un espíritu más benemérito y se avisa o se aconseja mucho antes de que nos plan-

“ElNortedeCas
Villablino
Covaleda

teemos denunciar», explica. Con este modo de vida en mente, Alonso persiguió las oposiciones hasta que las aprobó en 2009, con 19 años, y viajó hasta Baeza, en Jaén, para continuar su periodo de formación: «Entre esa etapa y mi periodo de prácticas en Cangas de Narcea supe que lo mío

era ir a aldeas con dos habitantes, a las zonas rurales, luchar por lo despoblado...», enumera. Una de sus tareas predilectas pasa muchas veces por la conversación con los ancianos del lugar: «Muchas de estas personas no tienen con quién hablar, y a veces entre ellos y yo se puede crear algo ma-

ravilloso: yo les aporto seguridad y ellos a mí satisfacción y sabiduría; se aprenden cosas nuevas de ellos todos los días y al final descubres que, aunque no sepas de nada, entiendes de todo un poco». Acabada su formación, Alonso hizo una petición muy particular: su nuevo destino tenía que ser un pueblo con similares características a Villablino; un núcleo rural, nada urbano, y dentro de la comunidad de Castilla y León: «Tenía la necesidad de volver otra vez a mi tierra, donde su gente tiene mis mismas costumbres, o como mínimo muy similares, para seguir sintiéndome a la vez dentro de algo más grande que yo mismo». Fue así como este guardia civil, en 2011, terminó en Covaleda, Soria, donde a lo largo de estos últimos años ha formado su familia (hoy tiene dos hijos, de seis y tres años) y ha ascendido hasta el rango de Cabo dentro del cuerpo.

«En un municipio como este se tocan todos los palos; hay rescates de montaña y de carretera, pero también se resuelven los problemas más personales entre los vecinos», explica. Su principal destreza descansa en la mediación: «No basta con ayudarles a solventarlo con la solución más lógica, hay que hacerlo con mucho sentido común para que la relación entre ellos no se pierda, mediando de la manera más colaborativa posible».

Su buen hacer y disposición ya son bien conocidos en toda la localidad soriana y Alonso es consciente de lo importante que es tanto seguir el manual del libro para resolver conflictos como conocer el terreno en el que se trabaja y a sus gentes: «De esta manera, uno intuye cuándo tiene que aplicar unas técnicas y cuándo otras, saber tocar la tecla y ganarte la confianza de todo el mundo», explica. Muy a menudo esta confianza le ha hecho recibir en su domicilio particular, en lugar de en el cuartel, a vecinos con todo tipo de urgencias, ante la pérdi-

«EN MI TRABAJO ME RELACIONO CON LA GENTE CON UNA CERCANÍA QUE NO EXISTE EN LAS CIUDADES»

«NECESITABA VOLVER A MI TIERRA, CON GENTE DE MIS MISMAS COSTUMBRES»

da de una cartera o de un DNI: «La clave es comprender su situación y empatizar con las personas», se resigna con buen humor. Con el tiempo, Francisco Alonso ha terminado siendo conocido en Covaleda por el nombre de ‘Pakito’. Pero el verdadero cambio en la localidad aún estaba por llegar. Un evento internacional Era el año 2014, y lo que empezó como un reto amistoso en el bar Vilma de Covaleda, ‘Pakito’ lo terminó convirtiendo en un proyecto serio. Nacía entonces Desafio Urbión; una competición de trail running inspirada en la maratón alpina de Zegama que, a lo largo de diez años, ha funcionado como herramienta de promoción turística de la localidad soriana con foco en lo deportivo, sin perder un carácter social: «Nuestra primera carrera fue ‘un poco batacazo’», recuerda entre risas; «pero en lo sucesivo continuamos implicándonos, la mejoramos en muchos aspectos y conseguimos seguirla sacando en los años siguientes».

Este 2024, en su décima edi-

ción, la Desafío Urbión se ha convertido en un mundial que ha congregado a corredores de más de 40 países con la implicación de federaciones internacionales, una amplia red de voluntarios y numerosas personalidades y directivos del mundillo deportivo: «Somos un club que promociona que la gente venga a un pueblo que, igual que la minería de mi Villablino natal, vio perder su principal industria –la de empresas madereras– y necesita encontrar nuevas vías para crecer».

El encuentro, celebrado a comienzos del pasado mes de septiembre, fue a ojos de ‘Pakito’ un rotundo éxito: «No solo las gentes de Covaleda abarrotaron las calles para recibir a los deportistas; también tenemos el calor y el apoyo de todos los pueblos de nuestro alrededor», apunta. «Desafío Urbión es un proyecto sin ánimo de lucro pero con un objetivo de futuro muy claro: poner a Soria en el mapa», asevera. «Covaleda es un núcleo rural apaleado por la despoblación, y la repercusión internacional de este evento se notará en la zona, en las calles y en la vecindad». Admite que el deporte es una excusa para atraer a la gente al territorio, e incluso el impacto turístico lo considera un efecto, si bien muy beneficioso, totalmente colateral: «Lo verdaderamente importante es todo el movimiento social que genera, que las personas se sientan identificadas con el municipio y lo defiendan con orgullo; que al final esto sea como una fiesta local que quede muy inculcada en la población y en la identidad del pueblo». ¿Y cómo lo respira a nivel individual? «Vine aquí a buscarme la vida, llevando encima el arraigo a pueblos pequeños como aquel del que vengo, y crear un proyecto como este durante diez años, tan bien aceptado por la gente como cuando me recibieron y me integraron, ha facilitado mucho que asentara en mí este sentimiento de pertenencia».

ALBERTO MINGUEZA

En León conoció a la familia que se elige

Tras ver truncada su carrera como atleta, esta salmantina cursó Medicina y una experiencia en el hospital leonés hizo que se enamorase de la ciudad... y de uno de sus vecinos

SU pasión por la Medicina le hizo cambiar de provincia, aunque siempre tuvo claro que no quería salir de una tierra con «mucha calidad de vida» de la que ahora es especie en peligro de extinción Cuando alguien echa raíces en

una tierra que no es la suya lo puede hacer de forma figurada o de forma literal. Muchos establecen fuertes vínculos que les dejan una sensación de pertenencia real, pero otros, como es el caso de una salmantina que llegó en 2016, lo hacen de una forma absoluta. Acabó su formación, empezó a traba-

RUBÉN FARIÑAS
R. FARIÑAS

Salmantina en León. Desde que terminó el MIR, Fany ha tenido ocasión de conocer la provincia leonesa con trabajos en La Bañeza, Astorga o la capital. Ahora espera su primer hijo.

jar y conoció el amor que a principios de 2025 dará sus frutos. Hace ocho años que Fany Tobal hizo las maletas por última vez. Era una joven ya acostumbrada a los cambios, aunque ahora la gran diferencia estaba en que pasaría de colgar las zapatillas a ponerse la bata y el fonendoscopio. El 2016 cambió por completo la vida de esta salmantina que había dedicado su vida al atletismo, llegando a pisar la categoría absoluta –en 3.000 obstáculos y campo a través– con equipos de renombre como el FC Barcelona y el Valencia Terra i Mar. Una grave lesión le hizo dejar a un lado su pasión y centrarse en sus estudios de Medicina. Y llego el MIR, por lo que dejó todo atrás y tomó la autovía de la Ruta de la Plata para desembarcar en León como residente del Complejo Asistencial Universitario de León. Como primera opción hubiera escogido Salamanca, aunque la lista se agotó pronto; tuvo otras opciones, como Zamora o Valladolid, pero conoció el hospital leonés y se enamoró de la ciudad.

Fany siempre tuvo claro que quería «un sitio cerca» de su casa para poder ir y volver cuando quisiera. «No quería estar a cinco horas de mi familia. Aquí estoy a menos de dos y León me vino bastante bien, y me gustaba». Y ello le hizo decantarse por su actual destino.

Tras cuatro años de formación, la facultativa salmantina optó por seguir vinculada al Área de Salud de León y ahora es toda una especie en peligro de extinción. Ejerce como médico rural de la Zona Básica de Salud de Astorga, donde ha acudido a pueblos como Valdesandinas, Villazala o Altobar para pasar consulta. Actualmente atiende en San Román de la Vega y en la propia capital maragata, aunque también ha ejercido en La Bañeza. Además, echa por tierra aquello de que en otras comunidades «hay mejores condiciones» en el sector y más aún cuando, como a ella, la tierra le si-

FANY COMPITIÓ EN CATEGORÍA

ABSOLUTA EN 3.000 METROS OBSTÁCULOS Y CAMPO A TRAVÉS

«NO QUERÍA ESTAR A CINCO HORAS DE MI FAMILIA Y AQUÍ ESTOY A MENOS DE DOS»

«ME GUSTA ESTA TIERRA Y ENTRE SALAMANCA Y LEÓN, EN CUALQUIERA SE VIVE BIEN»

gue llamando: «En los próximos años estoy segura que voy a seguir en León». Esta charra de 33 años no acude sola a la entrevista. La cita es la plaza de las Cortes Leonesas y una blusa floja no permite reconocer lo que hay al otro lado. Pronto se acaricia una barriga en la que se encuentra una nueva vida, la que será su más absoluta raíz con esta tierra. ¡Y vaya si León le ha dado cosas! En la ciudad conoció a su marido en medio de todo un golpe del destino. Todo empezó en una noche de fiesta en la que el padre de su futuro hijo recibió la visita de un amigo de Salamanca que tenían en común. Se los encontró en el Barrio Húmedo, junto al pub Molly Malone’s, y decidieron que la resaca debía pasarse con una buena ruta en grupo por el monte Teleno. Ahí surgió todo. Se casaron el año pasado y, si todo va bien, en enero crecerá la familia. «Nos hemos compra-

do un piso en León y el futuro se plantea en León. Luego ya se verá, pero yo quiero seguir trabajando aquí de médico de familia, él está en el Ejército, y luego criar a nuestro hijo entre leoneses». Una nueva etapa de su vida que la obligará a intentar acercar su trabajo hacia la capital leonesa y dejar atrás sus funciones en Astorga.

La playa a un paso

León le ha dado una familia y también muchas amistades y lugares nuevos que ha ido conociendo. «Aquí tengo a la familia que se elige», reconoce con una sonrisa. A ello suma lo a gusto que se encuentra en una ciudad «pequeña y acogedora» que le ha dado mucha calidad de vida. «Tienes el barrio Romántico y el Húmedo para el ocio con sus tapas, la playa en Asturias está a un paso y tienes la montaña con mogollón de rutas. Es una provincia muy completa». La calidad de vida que ofrecen las provincias de Castilla y León ha sido siempre un reclamo para sentar el futuro de Fany Tobal. Pone en valor el poco tiempo que requiere acudir al trabajo o los precios no tan altos como en otras grandes capitales. Además en León se siente como en casa y observa pocas diferencias entre ambas ciudades: «Lo principal es que aquí hay más gente de mi edad. En Salamanca hay un vacío desde que acabas la carrera hasta los 35 porque se van a trabajar fuera; eso en León no lo noto tanto». De todos modos, quiere permanecer en Castilla y León: «Me gusta esta tierra y entre Salamanca y León, en cualquiera de las dos se vive bien». Su día a día transcurre en Astorga, donde seguirá trabajando hasta los últimos meses de su embarazo. Y su tiempo libre lo utiliza para ocio y seguir corriendo por la Candamia y Puente Castro, aunque la barriga le ha obligado a dejarlo a un lado. Lo que no cambiará será su intención de permanecer en León y seguir disfrutando de «lo bien que se vive» en la comunidad.

HACER DE GRIJOTA UN PUEBLO DE FUTURO

Salamanca
León

A caballo entre dos provincias hermanas

«Cuando voy a Zamora ya me empiezan a decir que he cogido formas», bromea la responsable de Comunicación de los empresarios de León

TRAS pasar un año en la «vorágine» de Madrid, encontró en León la tranquilidad y a un grupo de amigos que conoció gracias a una zamorana con la que había perdido el contacto. Nunca se había planteado acabar en León, pero

todos los caminos le acabaron por dirigir hacia allí. El periodismo se convirtió en su billete de viaje para recorrer los poco más de 100 kilómetros que separaban su casa de la sede de la Delegación Territorial de la Junta en la provincia vecina, y esa fue la ventana que recondujo a esta za-

morana hacia su nueva casa. Laura Borrego se reconoce «cada vez más leonesa» tras ocho años viviendo en León. Sin embargo, todavía guarda el sonido del Duero y sigue bailando al ritmo del románico de la ciudad que la vio crecer y formarse en todos los aspectos de su vida.

Esta zamorana de 33 años tiene experiencia en vivir en diferentes provincias de Castilla y León. La primera vez que salió de la bien cercada fue para estudiar Periodismo en la Universidad de Valladolid. Allí permaneció cinco años, compartiendo experiencias con compañeras lle-

gadas desde diferentes rincones en su residencia de estudiantes. Más tarde dio el salto a Madrid para estudiar un máster. Sus inicios profesionales fueron en El Norte de Castilla, donde hizo una de sus primeras prácticas de verano. También pasó por el extinto Adelanto de Zamora, por Ra-

R. F.
R. F.

El trabajo en León, las pasiones en Zamora. Laura, que ha sucumbido a los encantos de la ciudad donde desempeña su labor profesional, no perdona sus ‘compromisos’ con el grupo de baile y con la Semana Santa de su Zamora natal.

dio Nacional de España y por una agencia de comunicación.

Su primera oportunidad en León le llegó tras superar las pruebas que dan acceso a una de las becas de Comunicación que otorga la Junta de Castilla y León en cada provincia. Le tocó León, el Gabinete de Prensa de la Dele-

gación Territorial, lo que le permitió establecer contactos y referencias que le valdrían, un año más tarde, su primera gran experiencia laboral y en la que aún continúa siete años más tarde.

Laura conoce las cámaras, aunque siempre ha estado al otro lado y aún se pone nerviosa cuan-

do ella es la protagonista. Es la responsable de prensa en la Federación Leonesa de Empresarios y su día a día lo pasa entre notas de prensa, eventos y relación con los medios de comunicación. Desde el año 2017, se ha convertido en la voz de la patronal y, reconoce, ya es «un poco leonesa». «Cuando voy a Zamora ya voy con el bolsina, la cosina..., me empiezan a decir que cojo formas», bromea.

Rechaza estereotipos para presumir de haber logrado un puesto de aquello para lo que estudió cerca de casa. «La gente piensa que cuando haces Periodismo tienes que acabar en una gran ciudad», aunque para ella nada de eso. No se le pasó por la cabeza quedarse en Madrid y agarró la oportunidad laboral que le presentó León, aunque no se había planteado ir a vivir a otra ciudad de la comunidad. «Lo elegí y ahora estoy muy contenta. Desde el primer momento, León me ha tratado muy bien». Y es que, para ella, Madrid es solo turismo y para nada su ambiente: «No estaba cómoda y valoro mucho desarrollar mi trabajo en una ciudad que no sea gran capital».

Provincias hermanas Zamora y León, provincias hermanas y vecinas, no tienen grandes diferencias para Laura salvo en el ambiente «joven» que tiene la capital leonesa y del que cada vez carece más la zamorana. «Quizá es una piedra contra mi tejado, pero se nota un poco». De hecho, ahora mismo no se ve regresando a casa y cree que su futuro más próximo pasa por León. «Me encantaría volver porque está mi familia, pero a medio plazo diría que voy a estar aquí seguro». De hecho, reconoce, no ve otro escenario que el de la capital leonesa durante los próximos años y no le importaría tener a su familia y criar a sus hijos aquí.

Su trabajo en el gabinete de comunicación de Fele no es mu-

«EN MADRID NO ESTABA CÓMODA Y VALORO MUCHO TRABAJAR EN UNA CIUDAD QUE NO SEA GRAN CAPITAL»

AUNQUE CADA VEZ ES MÁS LEONESA, LOS FINES DE SEMANA LE TIRA LA RAÍZ ZAMORANA

cho más tranquilo que en el de cualquier redacción de periodistas. Otro estereotipo que trata de romper. Le toca madrugar de lunes a viernes y según llega a la oficina debe revisar la prensa, la agenda de la directiva y acudir a los diferentes actos que tiene previstos la federación de empresarios. Posteriormente elabora informes para los asociados y medios de comunicación y prepara los grandes eventos que suelen celebrar. El verano le deja más tiempo libre para disfrutar del ocio y el deporte, dos de sus pasiones –más tarde conoceremos la gran pasión que oculta– y le gusta quedar con su grupo de amigos para recorrer las terrazas de los barrios Húmedo y Romántico.

Laura se encuentra muy cómoda en León y ya se ha adaptado a las bondades que presta la ciudad a sus vecinos. «El ambiente de tapas no creo que lo haya en ninguna provincia de Castilla y León. A ello le sumas que tienes la playa a una hora y la montaña a media hora y a mí me gusta mucho ir de ruta y al monte. Tienes un tiempo de ocio muy equilibrado aquí». Además ha encontrado un grupo de amigos

que conoció gracias a otra zamorana que vivía en León, con la que había perdido el contacto desde hace años y cuya relación retomaron. «Me he dado cuenta que zamoranos y leoneses estamos muy unidos. Todo queda en el Reino», apunta. Sin embargo, sigue guardando una conexión especial con su tierra. Gustos aparte, se queda con la Semana Santa de Zamora por delante de la de León. «He intentado quedarme aquí algún año, pero no he podido». La periodista es cofrade, «o papona, como decís aquí –en León–» de dos penitenciales que comparte con su familia, muy ligada también con la pasión zamorana. Y si algo le sigue atando a la capital viriata es su gran pasión: el baile tradicional. Laura está dentro de un grupo con el que sigue haciendo ensayos y recorriendo diferentes localidades de la geografía zamorana para evitar que muera el folklore de su tierra. «Empecé desde pequeña, con mi familia que me llevó, y no me he separado de mi grupo». Cree que en Zamora «no es tan raro» encontrar a gente joven relacionada con el mundo tradicional y es algo que valora «porque lo llevamos en la sangre». Y por ello, aunque cada vez es más leonesa «también los fines de semana», todavía le sigue tirando la raíz.

A sus 33 años ya no tiene dudas de que su futuro seguirá vinculado con Castilla y León. Su experiencia de vida le ha demostrado que «priman las facilidades» que ofrece esta tierra más allá de las oportunidades «y el llegar lejos» de las grandes capitales.

No descarta regresar en un futuro lejano a Zamora, aunque ahora lo ve complicado. Lo que sí tiene claro es que seguirá disfrutando de la comodidad de vivir en León, de seguir teniendo cerca su casa y de no perder los orígenes y el fuerte arraigo que mantiene con su región.

León Zamora

Un hogar nacido de una historia de amor

David de la Torre Técnico de laboratorio

Tras concluir sus estudios en la rama sanitaria, este salmantino se puso a buscar trabajo «de lo que fuera» en Burgos para poder quedarse junto al amor de su vida

EL destino de David de la Torre lo determinó una historia de amor. Fue una mujer la que, finalmente, decidió que su hogar se estableciera en Burgos. David nació en Salamanca y se crió en Villoruela, un pueblo de esta provincia.

De esta localidad se desplazó a su ciudad de nacimiento para estudiar lo que más le gustaba: análisis de laboratorio.

Fue allí, en Salamanca, donde David conoció a la que ahora es su mujer y con la que vive en Burgos. Cuando terminó sus estudios tenía claro que su prioridad

De Salamanca a Burgos, pasando por Villoruela. David trabaja en el Hospital Universitario de Burgos y vive en la ciudad del Cid con su mujer y su hijo tras pasar laboralmente por Salamanca, Valladolid y Aranda.

AYTHAMI PÉREZ
Salamanca
Burgos

EN BURGOS HA DESCUBIERTO SU GRAN AFICIÓN, QUE NO ES OTRA QUE CORRER

era estar más cer ca de ella, así que, aunque ya había aprobado sus estudios de análisis de laboratorio, empezó a buscar trabajo «de lo que fuera» en Burgos. Y lo consiguió, aunque no era el trabajo de sus sueños le permitió asentarse en la ciudad y comenzar así una vida en pareja.

Eso sí, pasados unos años, David decidió que quería centrarse en trabajar en su especialidad, para la que se había preparado y dedicó sus esfuerzos a encontrar un empleo en el área de análisis de laboratorio. Tras pasar de nuevo por Salamanca tuvo suerte porque, al poco tiempo, lo llamaron de una empresa burgalesa en la que estuvo dos años. Ya se había casado con su novia y habían tenido un hijo.

Pese a que había logrado una estabilidad laboral, reconoce que no se conformó. Él había estudiado para trabajar con muestras clínicas humanas y, por eso, «continuaba insistiendo para trabajar en laboratorio clínico, que era lo mío».

El trabajo lo ha llevado a Valladolid y a Aranda de Duero, pero actualmente está en Burgos. Aquí trabaja en el Hospital Universitario de Burgos (HUBU) y tiene su piso, donde vive con su mujer y su hijo. En Burgos tiene, en definitiva, su hogar. Tanto es así que este salmantino se ha casado y todo en Burgos. «Nunca olvidaré mis raíces, a Salamanca voy siempre que puedo porque, por suerte, además, está aquí al lado», reconoce. Pero Burgos le ha permitido crecer y expandirse laboral y personalmente más allá del lugar donde nació. Una tierra está dentro de él por naci-

miento, la otra va unida a David gracias al amor. Burgos no solo le ha dado una familia y una estabilidad, también es el lugar donde ha descubierto su gran afición que no es otra que correr. «Después del encierro de la pandemia de la covid-19 me veía con mucha ansiedad y empecé a salir a correr para estar mejor», explica. Y ese fue el principio de un idilio que ha ido creciendo más y más. Ahora, David se apunta «a todas las carreras que puedo y estoy dentro de un grupo de amiguetes que salimos a correr juntos. ‘Runners de los huevos’ es como nos hacemos llamar», reconoce con una sonrisa. Y matiza, claro, porque tremendo nombre merece una explicación. «Esto se debe a que muchas veces, después de hacer una buena ruta corriendo, quedamos para almorzar y lo que comemos son huevos con lo que sea», añade.

Gracias también a este grupo de amigos con los que comparte afición reconoce encontrarse mejor, muy a gusto, se apunta a todas las carreras que puede y esos días de carrera y los que salen a correr siempre son un gusto, «un día bueno», como él describe. Hemos empezado este texto sobre la historia de David diciendo que el destino de David, que lo unió con Burgos, lo determinó una historia de amor. Pero una vez contada puede que no sea así. David decidió su destino, tenía claro por lo que quería apostar, por esa chica burgalesa que lo enamoró, pero también se ha labrado su futuro laboral, se ha movido, ha apostado por él, por su formación y su pasión y así, con determinación y una apuesta por la pasión ha conseguido establecer sus cimientos en Burgos. Una ciudad que ahora ya forma parte de él, como él forma parte de Burgos. Un salmantino que no olvida sus raíces, que regresa a ellas siempre que puede, y que ha conformado su hogar en Burgos.

DE niña iba con frecuencia a coger níscalos a la tierra de sus abuelos y no había día que no preguntase a sus padres si podía acercarse al terreno de al lado. Ella quería buscar restos de piedras, vasijas o lo que apareciese. Aquella parcela vecina era la villa romana de Santa Lucía, de la que actualmente forma parte del equipo de investigación del yacimiento arqueológico de Aguilafuente, en Segovia. «Desde muy pequeña me gustó la historia», asegura Laura Frías con convicción. Por este motivo, estudió la Licenciatura en la Universidad Complutense de Madrid y continuó completando su formación con dos másteres, en Museología y en Recursos Patrimoniales y Turísticos. El 23 de septiembre de este año llevó bombones a las instalaciones de la plaza del Cordón número 1, cuando cumplió cinco años en el Museo de Palencia como ayudante de museo. Se puede decir, además, que desde niña estuvo rodeada de historia, ya que a sus padres les encanta. «Mi padre es más de Grecia y Roma, mientras que a mi madre le gustan más los Comuneros o Sissi Emperatriz, digamos la historia romantizada», explica la segoviana Laura Frías.

Desde la ventana del despacho ve su edificio favorito de Palencia, que no es otro que la Catedral. «Me encanta ir allí a dar un paseo o disfrutar de las visitas guiadas cuando las ofrecen. El Trascoro es maravilloso, hecho por Juan de Ruesga, y el Retablo Mayor, con unas tallas y pinturas, de primer orden. Lo mejor del Renacimiento castellano está aquí, en Palencia, y es una pena que no se conozca más. Siempre se habla de León o Burgos, pero Palencia realmente tiene mucho que ofrecer», defiende.

Este año ha habido una excursión directa desde Aguilafuente hasta la tercera seo más grande de España. Esta visita se planeó

Un filón de comunidad en historia y patrimonio

Laura Frías Arqueóloga

Enamorada de su trabajo como museóloga, esta segoviana se ha aclimatado a las costumbres palentinas y aspira a un puesto como conservadora «siempre que sea en Castilla y León»

ESTHER BENGOECHEA

desde el aula arqueológica de su tierra cuando aprobó las oposiciones, allá por 2019, pero la pandemia lo desbarató todo. «Les gustó bastante. Enseguida se completaron las inscripciones y vino un autobús entero a la capital palentina. También vimos el Museo de Palencia y dimos un paseo por

Aguilafuente

De Aguilafuente (Segovia) a Palencia. Para una apasionada de la arqueología y la historia del arte como Laura, trabajar en el Museo de Palencia es un privilegio por los muchos tesoros con los que cuenta la provincia.

la ciudad. La verdad es que acabaron encantados», reconoce. Siempre lo tuvo claro: no quería salir de la región. «Hice una oposición en Castilla y León porque quería quedarme, estar aquí. Además, nuestro patrimonio es muy rico y es importante ponerlo en valor. Tuve la suerte de que

saliera una plaza y la aprobé a la primera», rememora. «Me presenté a la vez a ayudante de museos, que es mi puesto actual, y a conservador, que es un nivel más. Caí en el último examen de conservador y, con todo el disgusto, ese mismo día hice el último de ayudante de museos.

Fue duro porque trabajaba y estudiaba a la vez, pero tengo que agradecer mucho a mi familia que me ayudó todo el tiempo», admite. La oposición salió convocada en octubre de 2018, hizo su primera prueba en marzo del año siguiente y la última, en junio.

Nada más aprobar, recibió dos regalos, un póster del Acueducto y otro del Alcázar de Segovia. Ambos, junto con otro que anuncia unas fiestas pasadas de Aguilafuente, cuelgan en su despacho. Su labor en el Museo de Palencia se centra en la catalogación, investigación, estudio y di-

fusión de la colección del centro, tanto de la exposición permanente como de las piezas que descansan en los almacenes. Además, ayuda en la organización y montaje de las muestras temporales. «Es un trabajo muy entretenido y variado. En un día, puedes estar toda la mañana leyendo

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artículos o buscando ilustraciones en libros de piezas semejantes a las tuyas para montar una exposición o revisar mil fragmentos de cerámica a ver si está bien inventariado», resume.

Tiene clara la importancia del Museo de Palencia. «A lo mejor está un poco mal que lo diga yo,

AnálisisdeSangre:

«EN INSTAGRAM PONGO ‘SEGOVIANA DE NACIMIENTO, AGUILUCHA DE CORAZÓN Y PALENTINA DE ADOPCIÓN’»

«NUESTRO PATRIMONIO ES MUY RICO Y ES IMPORTANTE PONERLO EN VALOR»

pero es el mejor de Castilla y León a nivel arqueológico. Es verdad que como museo provincial nos falta la parte de bellas artes y de etnografía, pero a nivel arqueológico es de lo mejor que se puede encontrar», afirma. «Tenemos muchísimo espacio expositivo, tres plantas, con muchas vitrinas y muchas piezas expuestas. Quizá otros museos no tienen esa suerte, aun teniendo esa cantidad de piezas no tienen ese espacio que nosotros sí que tenemos. El edificio es maravilloso, no se está aprovechando uno antiguo sino que es nuevo», agrega, a la vez que subraya que el centro museístico goza actualmente de una

Resultadosprecisos,tranquilidadabsol

MedicinaGeneral: Cuidamosdetusaluddeprincipio a n.

Ginecología: Tubienestarfemeninoesnuestraprioridad. Podología: Caminaconcomodidadyseguridad.

Fisioterapia: Odontología: Recuperatulibertaddemovimiento. Sonrisasqueiluminantuvida.

Nutrición: Alcanzatuequilibrioideal

Be Beauty: PruebasdePaternidad: Liberatubelleza,olvídatedelvello. Respuestascon denciales.

nueva adquisición, nada menos que una tabla de Pedro Berruguete, procedente del retablo de la parroquia de Santa María de Frechilla en la provincia palentina. «Ahora mismo estamos en la preparación de esa exposición para exponerla en la sala», comenta.

Gusto por el norte

Tras la Catedral y el Museo de Palencia, sus lugares favoritos de su nuevo hogar están al norte de la provincia. Sin olvidarse de las villas romanas de La Tejada y La Olmeda, «que son increíbles», reconoce que «me tira el norte. «Soy una enamorada del Románico, de toda la zona de Aguilar de Campoo y es que Moarves de Ojeda es maravilloso», sentencia. La Montaña Palentina también le llama mucho porque es uno de sus lugares preferidos para hacer senderismo.

Palencia es su nuevo hogar porque ella misma reconoce que «es mi ciudad». «En Instagram pongo ‘segoviana de nacimiento, aguilucha de corazón y palentina de adopción’. Porque aquí es donde vivo y me gusta», explica, aunque sea incapaz de comer menestra, uno de los platos más característicos locales. Lo que sí que adora es las patatas a la importancia, otro manjar gastronómico muy típico de aquí, «aunque mi madre las hacía de rechupete antes de venirme a vivir», reconoce, entre risas.

Ella tiene claro que en un futuro hará las maletas y volverá a su casa. «Mi intención es retornar a Segovia. Estoy muy bien en Palencia, pero mi familia y amigos están allí y mis proyectos de investigación, también. Codirijo una excavación arqueológica en un yacimiento y soy parte del equipo de investigación de otros tres yacimientos» señala. Además, algún día repetirá la oposición de conservador, aunque salgan muy pocas plazas y con muchos años de diferencia. «Pero siempre con la idea de seguir en Castilla y León», concluye.

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MARTA MORAS

Arte. El creador vallisoletano traslada a sus lienzos su estilo hiperrealista, apreciado por sus paisajes urbanos de Londres, París, Nueva York o Chicago. La obsesión por el detalle define a este artista que prepara una serie pictórica sobre el río Duero y otra sobre visitantes de museos ante obras icónicas

Luis Pérez, el pintor que reta a la fotografía

MINUCIOSO en el manejo de la cámara fotográfica, lo es aún más en su estudio, ante el lienzo, cuando replica, concienzudo con el pincel, detalles de una avenida de Nueva York o del Paseo del Príncipe del Campo Grande de su ciudad. La atención al detalle es irrenunciable para Luis Pérez (Valladolid, 1978), con clientes particulares y galerías que le piden obra desde Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Suiza... y por supuesto, España. Mantiene la querencia por un hiperrealismo ya premonitorio en sus primeros dibujos de ambiente de cafés y estaciones que de joven colgaba en las paredes del Café Teatro o La Tertulia. Luego vendrían retratos de actrices y actores de Hollywood, como uno que no olvida de Greta Garbo. «Tuve cierto éxito, vendía lo que hacía, se me daba bien, la gente me preguntaba por qué no me dedicaba de lleno a pintar», recuerda de su época como estudiante de Historia del Arte en la Universidad de Valladolid. Ya entonces tenía claro que no se dedicaría a la docencia, así que la salida natural era pintar y pintar, lo que más le llenaba y con lo que se sentía a gusto.

Un viaje a Londres con su novia de entonces y hoy su esposa le llevó a afincarse allí durante cuatro años, entre 2004 y 2008, un paréntesis «inolvidable» que asentó en él ciertas convicciones pictóricas. Entre ellas, ese aire hiperrealista plasmado en acrílico sobre lienzo que sedujo a algunos galeristas londinenses que le solicitaban sus creaciones cada vez con mayor frecuencia. «Tenía 24 años y aquella ciudad me fascinó; pintaba cuadros que después me compraban clientes de unas galerías, me pagaban dinero y me pedían más, así que empecé a dedicar todo mi tiempo a pintar». Tanto le marcó aquella época que sigue pintando sobre una mesa, en horizontal, «porque el estudio donde vivíamos era pequeñín, sin espacio para un caballete, así que solo recurro a esta estructura cuando tengo que pintar un lienzo grande, y me resulta incomodísimo». Los cuatro años de vivencias londinenses fueron suficientes para que la nostalgia cuajara en el retorno con su pareja a Valladolid, donde reside actualmente y sigue trabajando para galerías y atendiendo a encargos de particulares nacionales e internacionales, así como exposiciones. «En 2012 fue elegido para participar

«Donde más me reclaman paisajes urbanos de Nueva York es en España»

en un taller del programa municipal CreArt impartido por Antonio López en el Museo Patio Herreriano. De aquella experiencia recuerda al artista manchego como «un hombre muy zen, calmado, siempre queriendo enseñar y transmitir cosas». Aunque ambos militan en el hiperrealismo, recuerda con una sonrisa la «lucha» que tuvieron ambos: «Él es de pintar al natural, así que me pedía que acudiera al lugar cuya escena iba a captar, pero a mí me gusta lo contrario, trabajar primero con la fotografía y luego plasmarlo en el estudio».

La sensación de que cada objeto está en su sitio impera en el espacio en el que pasa sus horas

el artista vallisoletano, entre pinceles y un centenar de tubos de pintura perfectamente alineados dentro de una caja, a la vista y a mano, para no perder tiempo en caóticas búsquedas. Se intuye que esta sensación de armonía fluye después por contagio por sus lienzos, cuando hermana proporciones, estructuras y composiciones rectilíneas. Y el detalle. Siempre pendiente del matiz más recóndito de las escenas que traslada de sus fotografías al cuadro.

Jugar con las imágenes ¿Qué responde a quien cuestiona al hiperrrealismo por copiar la realidad cuando ya existe la fotografía? «Para mí lo bonito es la

JESÚS BOMBÍN
JOSÉ C. CASTILLO

fase de creación, no solo el resultado final del cuadro, sino el proyecto previo de ir a hacer las fotos, jugar con ellas.... al final son muchos los parámetros que influyen en la captación de una escena. Y hay muchas decisiones que tienes que ir tomando a medida que avanzas en la creación. Y un cuadro, vale, es equiparable en cierto modo a una fotografía, pero jugamos con muchas exposiciones y una gama de opciones que no manejamos en la fotografía. Lo que pintamos puede parecerse al resultado de una foto pero no pretendemos hacer una foto», dice quien cuenta entre sus inspiraciones a Mark Rothko –«que no es precisamente realis-

ta»– y también a Edward Hopper y a Richard Estes. Mientras habla, sigue extrayendo Luis Pérez detalles de su última creación en un estudio de paredes blancas, bañadas por una luz matinal que entra por un ventanal con vistas a una masa boscosa de árboles de un jardín en trance de mutar el verde por el anaranjado otoñal. Es aquí donde haya sosiego para captar la esencia de las imágenes que ha tomado con su cámara fotográfica. En escenas urbanas de las calles de Nueva York es donde más han reincidido sus pinceles. «Es la ciudad que más he pintado y donde más me reclaman cosas en España, quizás por ser el lu-

Exposición en noviembre en Valladolid

Galerías, coleccionistas y amantes de la pintura en España, Reino Unido, Francia, Italia, Suiza, Estados Unidos, Australia, Canadá, México y Japón, entre otros países, tienen obra de Luis Pérez, vallisoletano de 46 años. Formado en Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, comenzó en 2001 mostrando sus dibujos de ambientes de cafés en bares de su ciudad. Cuatro años de estancia en Londres le valieron para trabar contacto con galeristas a quienes vendía su

obra en lienzo sobre acrílico, principalmente paisajes urbanos. A su vuelta a Valladolid se dedicó de lleno a la pintura hiperrealista. En 2012 realizó un taller con Antonio López dentro del programa municipal CreArt. Ha participado en exposiciones nacionales e internacionales de la mano de galerías en las que ha popularizado las escenas de calles de Nueva York, Chicago, San Francisco, Londres o París. En noviembre abrirá un local temporalmente en la calle Miguel Íscar con la idea de exhibir y vender su obra. Incluirá retratos, paisajes naturales y urbanos.

gar al que mucha gente quiere viajar o conocer alguna vez por la influencia del cine y todo lo que identificamos por familiaridad. También he pintado mucho de San Francisco y Chicago».

Automóviles

En Mark Rothko, Edward Hopper y Richard Estes halla inspiración

«Me piden muchos cuadros con escenas de nieve, que ofrece texturas y luminosidades que dan mucho juego»

A su estancia en Londres debe su pasión por pintar automóviles, «un objeto en sí de diseño; al llevarlos a un lienzo puedes analizarlos de muchas maneras, dan mucho juego», anota este artista en cuyo salón cuelgan dos ejemplares de su hacer con la paleta y el pincel. Uno de ellos representa la Casa de la Cascada, emblemático edificio diseñado por el arquitecto estadounidense Frank L. Wrigth. «Me encanta la arquitectura, y esta casa en concreto me transmite calma, es una maravilla», cuenta quien se confiesa también atraído por la cultura y el arte japonés. Otro de los cuadros que lleva su firma en un extremo del salón de su casa en Simancas muestra una calle de Nueva York repleta

de nieve. Porque las escenas de nevadas son un clásico entre su clientela. «Me piden muchos cuadros de nieve, una de las especialidades que me identifica; a mí no me gusta la nieve real, pero visualmente es muy atractiva, a un pintor le ofrece texturas y luminosidades que dan mucho juego».

Ambientes en torno al Duero Sigue cavilando este creador autodidacta futuros espacios que atrapar, primero en fotografías, después con el pincel. Protagonista estelar será el río Duero, desde su nacimiento en los sorianos Picos de Urbión hasta su desembocadura en Oporto. «Tengo ya un montón de fotos tomadas en varios lugares con diferentes luces, ambientes y perspectivas; se me ocurren tantas cosas... pero me falta tiempo para pintarlas». Después, le aguarda una serie sobre vistantes de museos observando obras icónicas de otros artistas.

La Quinta Avenida de Nueva York. LUIS PÉREZ

Una mañana de diario en un paisaje

Luis Pérez comenta el proceso creativo del lienzo pintado con motivo de la conmemoración de los 170 años de El Norte de Castilla

JESÚS BOMBÍN/ PEDRO RESINA

EL Paseo del Príncipe atraviesa como arteria central los jardines del Campo Grande de norte a sur, desde la Plaza de Zorrilla al Paseo de Filipinos. Zona de tránsito peatonal sosegado en medio del tráfago urbano, la disfrutan a diario paseantes, viajeros y vecinos de camino a sus trabajos. Atraído por captar el ambiente matutino del entorno, Luis Pérez se apostó con su cámara para una sesión fotográfica un día a comienzos de junio, entre las ocho y las nueve de la mañana, «aún las primeras horas del día eran frescas –recuerda–, no había comenzado el verano». Tomó más de sesenta fotografías jugando con diferentes ángulos, exposiciones y perspectivas que después analizaría con detenimiento en su estudio. Finalmente se decantó por una imagen captada a 40 centímetros del suelo con un trípode y teleobjetivo 150/600 mm. para obtener más profundidad de campo en el punto donde cobra especial protagonismo la doble línea central del pavimento que nos introduce en la escena. «Probé muchos parámetros, quería que no se sobrepusieran todas las zonas de luces del asfalto. El trabajo previo al cuadro es la fotografía, muy importante, ahorra muchos problemas a la hora de pintar». El lienzo ‘Plaza Zorrilla/Valladolid tiene unas dimensiones de 100 por 70 centímetros.

emblemático de Valladolid

El espacio donde crea Luis Pérez está perfectamente organizado para trabajar cómodamente.

Todo está al alcance del artista y colocado en un orden riguroso.

Dos puntos de luz permiten ver claramente los tonos que necesita la escena

Mesa de dibujo El artista pinta en posición horizontal sobre un tablero de dibujo

Ordenador con la fotografía cargada en la pantalla

ElestudiodetrabajoElproceso

El cuadro ‘Plaza Zorrilla/Valladolid’ lo comenzó en los primeros días de agosto. Previamente hubo un trabajo fotográfico y, posteriormente, un estudio del material obtenido para conseguir el encuadre, luz y número de personajes deseado.

Los elementos de la escena pictórica

Optó por oscurecer la zona del pavimento que ocupa casi la mitad del cuadro, utilizándola para lograr sensación de contraste a través de unos adoquines que brillan más que el resto. A través del reflejo del edificio del fondo se estructuran las líneas de fuga y perspectiva.

Para dotar de mayor luminosidad a la escena el artista ha optado por tamizar la luz matinal con el paso de rayos de sol entre los árboles. «Si no –aduce–, el entorno sería demasiado monótono».

Los últimos retoques consiguen dar las texturas y matices finos al cuadro. de dibuj

Silla regulable para acceder cómodamente a todo el cuadro

Mesa con pinceles y tubos de acrílico con los pigmentos y barnices necesarios para aplicar color y capas

Los caminantes aportan dinamismo a una escena dominada por elementos naturales y arquitectónicos. Las figuras humanas han sido dispuestas de espaldas para «no distraer respecto al conjunto de la composición».

Enumera Luis Pérez el grupo humano camino de la Plaza de Zorrilla: un jubilado paseando en pantalón corto, una lectora, dos viajeros procedentes de la estación de autobús con sus maletines –«un movimiento muy típico de esas horas en Valladolid»–, una señora vestida de blanco en el medio –«la incluí porque da un golpe de luz y aporta profundidad»–. A lo lejos se aprecia también movimiento en torno al inicio de la calle Santiago con un automóvil cercano. «Estuve tentado de bloquear esa vista cuando pasaba un autobús, pero me parecía demasiado, así que al final preferí dejar libre la calle con elementos muy reconocibles, como parte del termómetro en la fachada del edificio de la plaza».

Boceto de colocación. Con un lapicero dibuja la imagen deseada con las proporciones y puntos de fuga.

La zona central del lienzo podría ser un cuadro en sí mismo, apunta el artista. «Por una parte aparecen las figuras humanas, mezcladas aunque en diferentes planos con el fin de equilibrar la composición. La estatua de Zorrilla marca la diferencia de escala y tamaño».

El edificio de la Unión y el Fénix es otro de los emblemas visuales de la panorámica desde el Paseo del Príncipe. «Opera casi como el centro vertical de la composición».

Una mujer leyendo El Norte de Castilla como guiño al 170 aniversario.

Las luces y las sombras. A base de ir dando primero capas más gruesas y después veladuras de color, se van extrayendo el juego de luces y sombras.

El juego de verdes en torno a la masa boscosa del Campo Grande. Empleó diferentes tonalidades de verde y amarillo para romper la uniformidad, «Quise fijar la luz de los árboles jugando con el balance de blancos de la luz del sol y el color de las hojas».

El césped resalta la luminosidad oponiendo el verde en sombra frente al que refleja el paso de la luz solar. La textura de la corteza de los árboles contribuye también a ese contraste. Al igual que las arrugas de los trajes de los viandantes, que remarcan la silueta proporcionándola a la vez volumen.

Negro marfil. Una vez acabado el boceto, se le da una capa homogénea con negro marfil que deja la tela oscurecida y aún con las líneas del dibujo.

Cuenta Luis Pérez que lo más complejo a la hora de afrontar el cuadro fue reflejar la variedad cromática de las hojas y las zonas en sombra.

La Composición

En un tercio del cuadro figuran los elementos más reconocibles de esta escena vallisoletana.

La simetría vertical hace converger la mirada hacia las puertas abiertas del Campo Grande que une la acera del Príncipe con la Plaza de Zorrilla hacia la calle Santiago.

Acabado.

GUARDO como un tesoro de la memoria las últimas palabras que escuché de labios de Miguel Delibes, cuando se despedía de mí, apenas tres meses antes de su muerte. Los dos consejos que, en un ejercicio extraordinario de síntesis, representaban quizá lo mejor de su legado: piensa que de una u otra manera todos somos de pueblo y no te olvides nunca del campo ni de la naturaleza… y cuida mucho del periódico, sobre todo de las faltas de ortografía. Es decir: velemos por el lugar del hombre en el mundo, y por la excelencia de su expresión. Así lo entendí yo.

Como sabemos por sus libros, por sus artículos o sus cartas, la «buena letra», es decir, la justeza y la pulcritud de la escritura, fue una de las grandes obsesiones de Delibes. El mismo espíritu insobornable de su tío, don Santiago Alba, cuando en 1918 escribió un telegrama a los trabajadores del periódico, que le deseaban una pronta recuperación tras un accidente: «Brazo no duele. Duelen erratas Norte». La mejor expresión del rigor en el decir, que es el primer paso, entre periodistas, del rigor en el informar.

La secular obsesión del Norte por la buena letra, en la más amplia extensión del término, le ha llevado a ser considerado como uno de los grandes modelos del buen uso del lenguaje periodístico en español. Y a lo largo de sus 170 años, tan importante como la independencia y la libertad periodísticas, como la honestidad y el rigor informativos, la valentía a la hora de defender y ejercer la profesión y el compromiso con sus lectores, lo ha sido el valor de la escritura. Empezando por sus directores, que a lo largo de tres

LA BUENA LETRA

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

«La justeza y la pulcritud de la escritura fue una de las grandes obsesiones de Delibes»

siglos han sido y siguen siendo ejemplo de fidelidad y amor a la buena letra. Hasta hoy mismo, en la mejor herencia de un Delibes, un Cossío o un Jiménez Lozano, por decir tres nombres. Con frecuencia pienso en las turbulencias que el periodismo (como la escritura) sufre cada

«Tan importante como la independencia y la libertad periodísticas lo ha sido el valor de la escritura»

día frente a las convulsiones de un mundo tan pleno de incógnitas como de zonas oscuras. Torbellinos, vorágines que tantas veces nos hacen intuir que, en plena revolución tecnológica, caminamos con las nieblas de la edad media como grilletes en los tobillos. Pero cada vez que pienso en la edad media pienso también en el renacimiento. En el modo en que los hombres del siglo XV y el XVI supieron transformarse, consiguiendo que renaciera en ellos el gran legado de las culturas griega y romana, apoyados en la tecnología, con la imprenta de Gutenberg a la cabeza.

No sé hasta qué punto, en el momento en el que celebramos los 170 años de El Norte, estamos todavía con un pie en la edad media del ensordecedor ruido mediático y con el otro en ese renacimiento necesario, que nos tiene que ayudar a dar un nuevo paso hacia adelante. Pero estemos donde estemos, algo sí me parece seguro: la buena educación, como el buen periodismo, como la buena letra con la que hemos de seguir escribiendo, analizando, informando y pensando, son herramientas imprescindibles para ese tránsito. La inteligencia natural, la fuerza del arte y el pensamiento, y también la pericia, el rigor y la honestidad del periodismo, como garantías de un futuro más humano, frente a la pesadilla de los hombres esclavizados por el algoritmo. No sería la primera vez que ocurriera: en las páginas de El Norte, desde el año 1854, esta crónica del caer y el levantarse, del oscurecerse y el volver a brillar se ha escrito muchas veces. Algo de ello podemos leer ahora mismo en internet, en las noticias, artículos y reportajes del periódico digital. Y mañana en su edición de papel.

EL coche de línea, puntual, paraba cada tarde en la Plaza de Doña Justa Francos, en la esquina de la casa de Nicolasa. Y a esa hora allí estaba siempre el señor José Rueda. Vítor, el cobrador del coche de línea, se bajaba y le entregaba el ejemplar del día de El Norte de Castilla. Acababa de empezar el ritual que todos los días, invariablemente, el señor José Rueda oficiaba con el periódico, un ejemplar de papel de un tamaño descomunal, de aquellos que se llamaban ‘de crucificado’ porque las hojas eran tan grandes que tenerlo extendido obligaba a estirar los brazos casi al máximo. Como el señor José Rueda, que se encargaba de la oficina local de la Caja de Ahorros Provincial y de la secretaría de la Hermandad de Labradores, vivía al lado de la tienda de Pepe, a su nieto le tocaba algunos días ir a por El Norte al coche de línea. La década de los 60 del pasado siglo tocaba a su fin y a Villavicencio de los Caballeros, en el mismísimo corazón de Tierra de Campos, llegaba El Norte sobre ruedas a última hora de cada tarde. Fue muchos años después, cuando aquel pequeño adquirió conciencia de que ese encargo de ir a por El Norte era un privilegio. Nada hay más mágico y fascinante que enfrentarse a un periódico doblado y abrirlo. Se accede a un mundo, el de la información, tan especial como fascinante, tan atrayente como cautivador. Pocos después, fue Dionisio, el cartero, el encargado de repartir El Norte por las casas a los suscriptores. Lo hacía a media mañana. Pero el rito permanecía: dos golpes de llamador a la puerta de casa, ‘¡Carteeerooo!’, y entraba en aquel hogar el ejemplar

DEL COCHE DE LÍNEA AL TELÉFONO MÓVIL

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

Los años pasan, pero El Norte de Castilla permanece. Y son ya 170 años, que se dice pronto. ¡170 años!

del diario decano de la prensa en España. Se habían ganado unas horas y, así, antes de comer el señor José Rueda ya había leído noticias y análisis. No muchos años después, la tienda de Pepe empezó a ser el punto de venta del diario, y continuó siéndolo con su hija Sole-

dad al frente del colmado. A primera hora de la mañana, los días laborables, y antes del amanecer los sábados, domingos y fiestas de guardar, ya estaba en el pueblo El Norte. Se seguía ganando tiempo para leerlo. Cada vez antes, pero el rito permanecía: llegar al punto de venta, comprar el ejem-

plar (o recogerlo si se era suscriptor), regresar a casa y leerlo. Acababa el siglo XX y empezaba a escucharse que algo que habían bautizado como Internet permitía que el periódico se leyese en otro soporte distinto al papel. En unos aparatos (ordenadores), con unos códigos se accedía a una página web en la que, con la cabecera gótica de toda la vida, se leía el periódico como si se estuviera ante la mismísima tele. Pero el rito permanecía: en lugar de en papel, el lector se ponía ante una pantalla de ordenador y, una a una, iba bajando sobre esa pantalla el cursor con el ‘ratón’, noticia a noticia, y se detenía en la que le interesaba, ‘pinchaba’ y accedía a conocer lo que decía Para leer el periódico, el siglo XXI propició que el lector, si quería, dejase de tocar con los dedos el papel (¡y de mancharse con la tinta!, que pasó muchas veces) para dar paso a una pantalla que, con los años y el desarrollo de las eternamente bautizadas como nuevas tecnologías, fue cada vez más pequeña, hasta caber en el bolsillo. Del ordenador, el periódico pudo empezar a poder leerse en el teléfono móvil y hoy, a punto de concluir el primer cuarto del siglo XXI, lo más natural del mundo es llevar el periódico en el bolsillo. Y el ritual permanece, porque no hay nada más mágico y fascinante que enfrentarse a un periódico: Se accede a un mundo, el de la información, tan especial como fascinante, tan atrayente como cautivador. Hoy el coche de línea ya no llega a diario a aquel pequeño pueblo terracampino, pero de haber vivido, el señor José Rueda habría tenido el privilegio de tener su El Norte de Castilla en el teléfono móvil. Los años pasan –¡170 ya!–, pero El Norte siempre ha sabido qué hacer para permanecer.

ERA el verano de 1974 y la cita era cada tarde a las siete. A esa hora empezaba a poblarse la vieja redacción del periódico en la calle Duque de la Victoria. Los redactores llegaban morosamente para empezar a hacer el periódico del día siguiente sin prisas ni urgencias de ningún tipo. Entre ellos, también se acercaba allí un chaval de 16 años que acababa de aprobar el bachillerato superior, iba a cursar COU y después anhelaba ser periodista. Era yo, con toda la ilusión del mundo y la fascinación de sentir el penetrante olor del papel y la tinta que emanaba de la rotativa situada en el piso inferior de la sala de noticias. En torno a las diez de la noche, aquella congregación de almas se marchaba a sus respectivas casas a cenar y después retornaban para enfilar una recta final de rutinas precisas que desembocaba en el cierre de la edición a eso de las cuatro de la madrugada. Era un periodismo noctívago, insomne y moderadamente canalla, en el que se aprendía por ósmosis y observación directa de los veteranos curtidos en el oficio. Un ecosistema particular y deslumbrante que uno asumía con los ojos plenos de asombro por asistir al milagro cotidiano de confeccionar una edición diaria con la actualidad ordenada y jerarquizada. No podía imaginar nada mejor que pertenecer, siquiera fuera como aprendiz, a ese mundo mágico pleno de sorpresas en el que oficiaba como director Fernando Altés Bustelo, con la presencia cotidiana de José Jiménez Lozano y alguna visita esporádica de Miguel Delibes. ¿Cabe una escuela periodística mejor?

Nada más llegar, me asigna-

MI ESCUELA DE PERIODISMO

«Fernando Altés Bustelo, José Jiménez Lozano, Miguel Delibes... ¿Cabe escuela periodística mejor?»

ron la tarea de recortar los teletipos de una nueva agencia de nombre Sapisa, más tarde Colpisa, que acababa de poner en marcha Manu Leguineche con una red de periódicos como ‘La Vanguardia’ y ‘El Norte de Castilla’. Tras explicarme, mucho mejor que más adelante en la

Facultad, lo que era un corondel, un ladillo y un sumario, me proporcionaron unas tijeras enormes, como para destazar reses, y un bote familiar de goma arábiga. Mi misión en aquel combo era recortar los teletipos, pegarlos en cuartillas en formato apaisado, corregir las

mayúsculas y los errores de transmisión y, sobre todo, poner los títulos de las crónicas e informaciones. Aún recuerdo que, por la mañana, acudía febrilmente al kiosco para descubrir cómo aquellos encabezamientos que yo había escrito aparecían en el papel tras pasar por talleres. Me parecía que todo Valladolid se fijaba en aquellos titulares y me sentía el amo del mundo, como Leonardo DiCaprio en ‘Titanic’.

Más tarde, ya instalado en Madrid, y sabedores de mi impenitente afición musical, me pidieron que enviara crónicas de los conciertos que por aquel entonces se celebrarán en la capital. Tras asistir a las actuaciones de Santana, Leonard Cohen, King Crimson o Jethro Tull, armaba la crítica en una máquina de escribir portátil y la enviaba al periódico por correo, igual a como mandaba Josep Pla sus colaboraciones para ‘Destino’. Nuevamente, el periodismo hacia su magia y allí aparecía mi firma, al sábado siguiente, que yo descubría en un kiosco de la Plaza de Cibeles donde se vendía El Norte de Castilla. No creo que nadie fuera más feliz en aquellos instantes semanales y luminosos.

La actividad periodística me fue conduciendo a otros territorios, los de la radio y la televisión, hasta que un día, hace ya ocho años, surgió la oportunidad de escribir cada semana en estas páginas. Guárdenme el secreto: de todo lo que hecho como profesional de la información, colaborar en el periódico de mi ciudad, en el que prácticamente aprendí a leer y en el que después supe que quería ser periodista, es lo más gratificante que he hecho en mi carrera. Sin duda.

ANTONIO SAN JOSÉ
ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

Ayuntamiento de Mojados

MI padre compraba todos los días ‘La Vanguardia’. Llegaba a casa con el periódico debajo del brazo, se sentaba en el sillón del comedor y lo leía desde la primera hasta la última línea. Cuando acababa, lo leía yo también. Empezaba siempre por los deportes: por el final. Entonces me gustaban los deportes; hoy me parecen un engaño, una tontada. Pero la costumbre de abrir los diarios por las páginas deportivas ha pervivido, extrañamente, hasta hoy. Después de que ambos lo hubiéramos fatigado, ‘La Vanguardia’ se quedaba en el comedor como una cama deshecha, lanzando reflejos satinados cuando el sol que entraba por el balcón golpeaba los huecograbados. Hay algo tranquilizador en que haya periódico todos los días. En la repetición de los gestos, en la continuidad del mundo. ‘La Vanguardia’ se viene publicando desde el 1 de febrero de 1881. No es el periódico más antiguo de España. Ni siquiera el más antiguo de Barcelona. Ese honor corresponde al ‘Diario de Barcelona’, que se publicó, sin interrupción, desde 1792 hasta 1980. Luego resucitó y volvió a morir varias veces, hasta que en 1994 se diluyó definitivamente en el océano digital. Durante algún tiempo, viví en lo más espeso del Ensanche barcelonés, cerca de los talleres en los que el ‘Diario’ se había impreso en aquellos últimos años agónicos. El orgullo que como barcelonés podía sentir por aquel ejemplo de periodismo duradero desapareció la primera noche en que me di cuenta de que el ruido insidioso y las diabólicas vibraciones que me impedían dormir provenían de la imprenta que ocupaba los sótanos

LA CONTINUIDAD DEL MUNDO

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

«Hay algo tranquilizador en que haya periódico todos los días»

del edificio vecino, que daban a nuestro mismo patio. Los trabajadores que habían trabajado para el ‘Diario’ lo hacían ahora para una cooperativa que habían constituido ellos mismos. Los últimos coletazos de aquella admirable publicación que había informado de los sucesos

del mundo a mis conciudadanos desde el siglo XVIII, me estaban amargando la vida, y lo siguieron haciendo muchos meses. Cuando fui a hablar con los exobreros del noble periódico, me informaron de que habían insonorizado los talleres, pero que no tenían medios para

hacerlo mejor, y me enseñaron la imprenta causante de mi sufrimiento. Era un monstruo descomunal, cuyo cuerpo metálico, virolado de clavos, trepidaba, sacudido por una multitud de mecanismos indescifrables. En las muchas noches de insomnio que aquella bestia mecánica me dispensó, maldije a la prensa, y a los periódicos más antiguos de Europa, y a las crisis económicas, y a las ordenanzas municipales que permitían que actividades industriales como aquella se realizasen en uno de los barrios más densamente poblados del continente. Pero la longevidad de los periódicos es, como todo, relativa. Es mucho, sin duda, que, por ejemplo, ‘La Gazetta di Montova’ se fundara en 1664 y se siga publicando hoy, y no lo es menos que El Norte de Castilla continúe asomándose a la realidad desde 1854 (siempre me ha llamado la atención que, siendo la fusión de otros dos diarios, El Avisador y El Correo de Castilla, no se llamara El Avisador de Castilla), pero todo hay que ponerlo en relación con sus circunstancias. Quizá un periódico que se haya publicado durante siglos, fruto del trabajo de una empresa, no ha durado tanto, por el esfuerzo que ha requerido, como otro que solo haya existido unos años, pero hecho por una sola persona. Así sucedió con Die Fackel, ‘La Antorcha’, fundado y dirigido por Karl Kraus, el feroz satírico austríaco, que se publicó en Viena entre 1899 y 1936, pero en el que, entre 1911 y el año de su cierre, no escribió ni participó nadie más que el propio Kraus. Un solo hombre se responsabilizó de crear, componer y publicar, durante un cuarto de siglo, el diario. A mí me parece una eternidad.

JESÚS QUIJANO

EN absoluto se podría decir que aquel año de 1854 fue un año tranquilo. Para ser más exactos, el siglo XIX en su conjunto no fue tranquilo en ningún momento, especialmente en lo que se refiere a nuestro país. Se contraponía continuamente lo viejo y lo nuevo; no habíamos acogido en tiempo y forma las propuestas de la Revolución francesa, ni habíamos deslindado lo civil de lo militar, ni habíamos superado los tics de las monarquías absolutas, ni tantas otras cosas que luego nos han traído a mal traer. Creo que fue Ángel González quien lamentó que la historia de España se pareciera mucho a las morcillas: «Ambas se hacen con sangre y repiten». Quizá exageró un poco, pero algo de razón no le faltaba. Reinaba por entonces Isabel II y, viendo que el ambiente estaba enrarecido, llamó a poner orden al General Espartero, con fama de liberal. Se abrió así el conocido como ‘Bienio Liberal’, y estaba muy bien definido, porque duró exactamente dos años. Hubo incluso episodios de hambruna por falta de alimentos y se desataron algunos de esos llamados ‘motines de subsistencia’, que trataban de impedir que las cosechas de trigo se vendieran fuera de Castilla aprovechando el alza de los precios. Se intentó también una reforma constitucional, llegó a estar elaborada una Constitución más avanzada en 1856, pero no llegó a entrar en vigor. Quedó neutralizada cuando otro militar, el General O’Donnell, tomó el mando y, tras sofocar la reacción, repuso la Constitución anterior, la de 1845, de corte netamente conservador. Y así siguió el péndulo, hasta un nuevo in-

DE UN TIEMPO A OTRO

ILUSTRACIÓN:

«He aquí, pues, un diario, todavía en papel y ya digital, convertido casi en una institución»

tento liberal, la Revolución Gloriosa de 1868, y otra vuelta atrás, y la I República, y la Restauración, y la II República, y la Guerra Civil, y la larga Dictadura del General Franco, y la transición a la democracia, con una Monarquía parlamentaria, que viene siendo ya el periodo más

prolongado de estabilidad institucional, que es el actual. Seguramente quedan muy pocos testigos vivos de entonces a ahora. Personas físicas, ninguna, obviamente; instituciones, entidades, sociedades, muy pocas. Pero hay un testigo, con buena memoria además,

que puede dar fe de todo lo que pasó desde entonces, en este tiempo que va desde la mitad del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XXI. Es este medio de comunicación que usted tiene en sus manos, El Norte de Castilla. La criatura vino al mundo en aquel año convulso de 1854, ya que tomó la herencia de sus dos progenitores (El Avisador y El Correo de Castilla), y ha aguantado estoicamente hasta este año de 2024 en que cumple 170 años, manteniendo siempre dos características bien definidas; de un lado, la capacidad de adaptación a los cambios en la técnica y en el formato, desde la linotipia a la edición digital, desde aquel periódico sábana de letra minúscula, que yo todavía conocí en mis años de estudiante, al modelo manejable y coloreado de la era moderna; de otro lado, la fidelidad a un estilo reconocible, hecho de atención a la cercanía, de apertura a la pluralidad y de vocación de independencia, por muchos que hayan sido los condicionamientos, los altibajos y las turbulencias que tuvieron que superarse a lo largo de una existencia tan prolongada, así como los cambios empresariales que fueron demandando las circunstancias económicas, sociales y culturales.

He ahí, pues, un diario, todavía en papel y ya digital, convertido casi en una institución. Yo he oído a gente pedir en el quiosco el periódico, cuando lo que pedía exactamente era El Norte. Algo ha pasado cuando el específico se toma por genérico. 170 años de arraigo, nada menos. Así que es un lujo tener cerca esa compañía y, para mí, un honor llenar de vez en cuando alguna de sus páginas. ¡Salud y a seguir tirando!

IVÁN SAN MARTÍN

ALFONSO NIÑO

LOS ochenta estaban bordados con mañanas frías, más que las actuales, y olores que compartimentaban la memoria cercana de un chaval de corta edad como yo. Me refiero a las de los fines de semana. No es que el resto de días no madrugara, pero los sábados, y algún domingo tontorrón, acompañaba a mi abuelo y mi tía en la rutinaria apertura de su tienda, una panadería con tintes de ultramarinos que levantaba la verja inevitablemente a las oscuras seis y media del amanecer.

Aquel procedimiento tan poco novelesco despertaba en mí una emoción fabulosa. Cuando habían terminado de girar la llave en la puerta y se encendían las luces, vivía lo más parecido a un parque de atracciones para las sensaciones que podía manejar. Había varias cestas con pan recién hecho que contaminaban el establecimiento nutriendo sus esquinas de un aroma a casa, a verdad, a tradición indubitable. Justo al lado, otras cajas, más ligeras, contenían toda clase de bollería que mezclaba su esencia dulce con la de hogazas y barras. El movimiento empezaba colocando cada elemento en su estante o mostrador. Estos últimos tenían unos huecos para papeles o bolsas, de los que mis mayores sacaban unidades desde primera hora para atender a los trabajadores más tempraneros que acudían al trabajo. Volaban los riches, bocadillos, cruasanes (que se pedían como curasanes) y todo aquello que diera tregua a media jornada.

Poco después, con el género en su sitio, se encendía la radio muy bajita. Que apenas se per-

DE PAN Y FRED BASSET

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

«Nada me gustaría más que algún joven se adormeciera mientras lee. Aunque sea mi columna y no entienda nada»

cibiera como una suerte de banda sonora para la labor diaria. Y, luego, cuando el sueño comenzaba a vencer mi frágil resistencia, aparecía el hombre del kiosco. A pesar de que alguna vez traía una revista con gente famosa en portada, lo habitual era dejar encima de la re-

pisa el periódico. Como si fuera un trueque entre fenicios, aquel caballero solicitaba un pan lechuguino y, quizá, una botella de leche Collantes, a la que seguía una suma y una resta llevándose unas monedas el que debiera algo al otro. Y ese era mi momento. Mi abuelo solía

fisgar aquellas hojas, pero apenas le daba tiempo porque, al poco, entraba otro cliente. Yo, mientras, se lo sustraía y me sentaba en un taburete a echar un vistazo. Siempre me llamó la atención lo de El Norte. En clase me habían enseñado que el sur estaba abajo, y Valladolid no llegaba tan arriba como para llamarlo así. Y mucho menos de Castilla. Mi madre era de un pueblo de Palencia que estaba mucho más al norte que mi ciudad. Pero tanta discusión mental se apagaba por la ansiosa caza de las páginas de deporte. Las fotos ratificaban lo que los titulares gritaban hablando de gestas, victorias y, con mayor asiduidad, fracasos. Tras esto, mi búsqueda viajaba hacia la cartelera. Para que mi abuela me llevase al Babón o a Lope, las películas debían ser ‘toleradas’, así que me detenía en estas y trataba de retener sus nombres para, después, insistirle a la pobre.

Mi periplo lector solía terminar con la tira cómica de Fred Basset. Algún día miraba el horóscopo. Dejé de hacerlo cuando entendí que acertaba menos que el peor alero del Fórum. A veces, sin querer, caía en una sección rotulada en su parte superior como Opinión. No fueron muchas, mas traté de entender lo que los firmantes dejaban impreso en artículos sesudos y sin ningún dibujo. Por desconocimiento, falta de compresión o modorra, terminaba abandonando la tarea y quedándome dormido en aquellos cajones con olor a pan.

Nada me gustaría más que algún joven se adormeciera en un sitio similar mientras lee. Aunque sea mi columna y no entienda nada. Aunque sea buscando la viñeta de Fred Basset.

Felicidades a El Norte de Castilla por señalar el rumbo de la actualidad durante 170 años.

Os seguiremos leyendo cada mañana, junto a un gran café, los próximos 170 años.

MEJOR MEJOR MUNDO PARA UN CAFÉ

EDUARDO ROLDÁN

HA muerto el periodismo? En una primera aproximación, se diría que todo lo contrario. La sucesión de datos, la rueda de titulares no tiene descanso, en un perpetuo actualizarse, como un uróboros inmortal que no dejase de retroalimentarse a sí mismo. Solo que el dato por el dato no significa nada, el dato por el dato no es información —mucho menos opinión—; para que haya información, resulta imprescindible discriminar, destilar del magma de datos aquellos que son relevantes, con un criterio insoslayable: la verdad. Una verdad que viene de la contrastación de las fuentes, y de un trabajo de tamiz que nada tiene que ver con el vómito indiscriminado de robots o de trols cuyo único interés está en generar controversia, obtener cuantas más interacciones mejor, sin importar el cómo, sin importar el por qué. Ante este panorama, es esencial una legislación que exija el origen de lo expuesto, saber quién (o qué) ha sido el autor (o <<autor>>) de aquello que se da a conocer. Es —o debería ser— un derecho del ciudadano, inerme sin él ante la avalancha de datos. Como dice el historiador Yuval Noah Harari, la propia democracia está en peligro, pues esta se basa en el diálogo, y si uno no sabe si está dialogando con, o recibiendo comunicaciones de, un robot o de un humano, la misma base del sistema se verá resquebrajada. Es esto por lo que hoy el periodismo, ese periodismo preocupado —y que todavía existe— en contar lo que pasa, sin orillar la crítica ni la dirección ideológica, pero guiándose siempre por unos principios éticos inamovibles, es más necesario que nunca. El periodis-

¿PERIODISMO TERMINAL?

«‘Diario independiente’, reza la cabecera de El Norte, y esto implica un compromiso con el lector/ciudadano esencial»

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

mo ha de seguir erigiéndose como el contrapoder esencial en una democracia, solo que ahora el poder está difuso, los focos de poder diluidos, y no se identifica como antaño con tal o cual gobernante con nombre y apellidos —no pocos han pasado a la historia universal de

la infamia—. Pero la labor, el empeño ha de seguir siendo el mismo, desde la independencia y desde la crítica.

‘Diario independiente’, reza la cabecera de El Norte de Castilla, y esto implica un compromiso con el lector/ciudadano esencial, que no se puede sor-

tear se trate del tipo de información que se trate, afecte a quien afecte el asunto en cuestión del que se quiere dar noticia. Claro que la labor del diario, ante el panorama expuesto, no es suficiente: el lector tiene, si no quiere verse arrastrado por el magma, que poner algo de su parte, buscar, comparar, leer con un sentido de la discriminación a añadir al que previamente ha puesto ya el periodista.

Independencia, sí, y libertad. Una libertad que se manifiesta sobre todo en la opinión, un ámbito, como el informativo, en que tampoco vale todo, ni todo vale igual. No es lo mismo el tuit airado y malicioso de un Elon Musk, por muchos millones de seguidores que tenga, que la columna o el artículo sopesados, reflexivos. En todo este tiempo ‘El Norte…’ ha tenido la fortuna de contar con algunas de las plumas —Miguel Delibes, Francisco Umbral, Manuel Álcantara, entre otros— que han hecho de la columna de opinión una referencia indiscutible del mejor periodismo, de ese periodismo que venimos vindicando, independiente y libre.

Y es ahí donde ‘El Norte…’ sigue y ha de seguir, tomándole el pulso a la actualidad desde la distancia crítica, siendo el alimento informativo de sus muchos lectores que durante años le han otorgado su confianza y su tiempo, sabedores de que en sus páginas iban a encontrar los hechos contados de la manera que se merecen: sin amarillismo, con sensibilidad, en el espacio adecuado.

No, el periodismo no ha muerto, pero ante los retos que se le plantean hoy, ha de mostrarse más firme que nunca en los principios que lo distinguen, como ha venido haciendo ‘El Norte de Castilla’ en sus ya 170 años de historia.

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de Burgos,

ERA octubre, que era octubre. Perdida la cuenta de los años, los domingos son domingos, y así he establecido mi vida: con la columna. Yo llegué a este templo de las letras con la melena y las ilusiones de un joven: pasaron los libros, se perdieron esperanzas, pero la ilusión de verme impreso en domingo no varió. Ni variará. Llegó el niño a un paraíso del saber, del contar: corría otoño, un otoño de los de antes, y cuando quien esto escribe se supo bajo en el papel hondo y crujiente, y ya todo fue cumpliéndose. Hasta con mi perro de porcelana. Ese niño, el jovencito que fui, el que les escribe, conoció nuestra escritura en los pausados dictados infantiles de la madre. Le dio por preguntar quién era Miguel Delibes, quién el Nini, qué era un teso y por qué el santoral traía lluvias, heladas negras y nevadas en las que todo se hacía silencio. Eso lo fue aprendiendo en la tarde familiar mientras se le caían los dientes de leche y fue, en un largo viaje, a un trámite en la Meseta, cuando el ‘stendhelazo’. Sería cuando el padre le contaba que, aun siendo de la casi portuguesa Aldeadávila de la Ribera, Castilla le corría por la sangre en el apellido y en el origen de los orígenes. Así fue creciendo a la orilla del mar, donde el cielo está más alto que en Villanubla y donde las amapolas florecen, si florecen, 40 kilómetros más adentro. En Selectividad, en las largas noches de estudio y miedo en la Málaga con jazmines de Manolo Alcántara, un nombre del manual de Lázaro Carreter se le quedó fijado, aunque ya lo sabía como sabía los metros del Teide o los versos del ‘Tenorio’: El Norte de Castilla, y ya llegó el amor.

170

MOCEDADES

«Entiendo Castilla, y este periódico, uno de sus hijos dilectos, como una carabela, como un Nebrija diario»

Yo fui y soy intruso porque la Biología nos nace donde quiere, aunque Castilla es grande y a mis primeros vecinos, de ayer, castellanos de latitud baja, les dió una Gramática y una forma de ver el mundo que es la más universal: Colón era consciente, Rodrigo de

«Se cumplen 170 años. La responsabilidad es enorme. En estas páginas está escrita la mejor España»

Triana, también. Por eso yo entiendo Castilla, y este periódico, uno de sus hijos dilectos, como una carabela, como un Nebrija diario ante una realidad que traspasa las divisiones de Javier de Burgos; un heraldo que une mares y es la madre de España, cuando no el pañuelo de lágrimas. Viene todo esto a que el destino, por una vez, acertó y me cuadró en estas páginas. Corría octubre, que era octubre. Se dio el acontecimiento, lógico y para mí milagroso, de que la Cultura fuera diaria, que un periódico fuera Cultura, que la hiciera y la que la contara, y eso fue El Norte de Castilla. Huérfano de padre, encontré en Carlos Aganzo y en Chema Cillero una familia de amistad y letras. Quien vive en papel solo puede entenderse con quienes lidian con papel, por eso ellos, bajo esta cabecera, me han visto crecer con mis cercanías y mis lejanías, con los baños epifánicos en las Moreras y las subidas en una bicicleta barata a los picachos más altos de Ávila. Donde volveré y se lo prometo a Ángel Ortiz. Se cumplen 170 años. La responsabilidad es enorme. En estas páginas está escrita la mejor España. Se me viene esa fotografía no hecha de Paco Umbral repartiendo ‘El Norte’ por un Madrid lector, y esa otra, hecha, en la que Delibes y Leguineche pasean por el Campo Grande. Entre las miopías líricas de uno, las latitudes sangrantes de guerra de otro, y Delibes haciendo escuela en su humildad combatiente. Esa foto anda colgada en la habitación como otros llevan la de Miguel Hernández. Ser de fuera y tener una casa de papel da la vida. Converso con el anciano pintado por Sansón que siempre va conmigo. De aquí a la eternidad.

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

YO me enamoré del periódico durante la infancia, aprovechando los momentos de enfermedad, que no eran pocos. Recuerdo la ilusión con que lo esperaba a la hora del desayuno en la cama. Era una sábana de papel casi tan grande como yo, de letra muy pequeña y decenas de noticias en cada página, que salvo las de deportes y cine no comprendía, pero que leía con ciega curiosidad. Me vienen a la memoria especialmente los pequeños anuncios, de pegamento, jabón o matarratas, que servían en aquella época para cuadrar la página. Pero, sobre todo, me encantaba el olor. Aquel olor agrio a tinta y papel que resultaba inseparable de las galletas y el café, y que rememoraba cuando mi padre me llevaba a ver la rotativa y a pedirles a los linotipistas que me hicieran una ceja de plomo –matrices, creo que se llamaban– con mi nombre en el lomo.

Porque mi padre trabajó toda su vida en El Norte de Castilla. Como también lo hicieron mi abuelo paterno y mi madre en periodos cortos de tiempo. Esto explica mi nostalgia cuando paso por delante del antiguo edificio de la calle Duque de la Victoria, donde tantas veces le visitaba. Igualmente, me permite comprender que cuando María Eugenia Marcos me propuso escribir un artículo semanal, allá por febrero de 2005, dijera frívolamente que sí, como quien da las gracias a su padre por la propina y el respetuoso silencio con que nos educaba. Iluso de mí, pienso ahora, veinte años después, porque

SAGA FAMILIAR

«Me encantaba el olor. Aquel olor agrio a tinta y papel que resultaba inseparable de las galletas y el café»

me hice el sueco ante la prueba de que ni conozco bien la gramática ni domino el arte de escribir. A lo sumo he mejorado con el tiempo mi capacidad para corregir. Así que, pasada la ilusión inicial, me encontré preso en un calvario inesperado, devuelto repetida-

Desde 1977, la voz de las empresas segovianas

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«Con la locura al lado aprendes a espabilar en compañía de ocurrencias fecundas y descabelladas»

mente ante la rampa empinada de tener algo preparado semana tras semana. Y, lo que era más desalentador, sin valor para dimitir.

Como digo, no soy escritor. Soy médico, con escasos conocimientos de medicina, pues nunca la ejercí. Ante todo, soy loquero. Eso sí que lo soy. A tiempo completo. He pasado gran parte de mi vida al lado de los locos. Y ellos del mío. Haciéndonos compañía. Gracias a su presencia he podido tirar de temas y perfilar los argumentos que he venido amañando en los artículos. Porque yo no sé desenvolverme bien entre los asuntos habituales de un columnista. Discurro incómodo sobre política, filosofía o sociología, aunque a veces razone muy en abstracto, con cadencia metafísica. No sabría, y me aburriría. Pero, ¡amigos!, tenía al lado a los mejores guionistas, tenía junto a mí a la locura. Junto a mí digo, y, según los fui conociendo, también dentro de mí, debo añadir.

Con la locura al lado aprendes a dar sentido a todo y a espabilar en compañía de ocurrencias fecundas y descabelladas, propias de gente talentuda. Junto a esos maestros del silencio y el monólogo, víctimas de desamparo y cariño menguado, tratas de imitar su habilidad para apretar las tuercas a la razón hasta que pierde el hilo de las ideas y descarrila. Confías en que luego podrás enderezarlas y atarlas de nuevo por escrito a la columna, como un eccehomo de pacotilla. Si lo consigues, verás que las ideas vuelven refrescadas y dispuestas en un orden distinto que te agrada y estimula.

La Federación Empresarial Segoviana (FES) Felicita a El Norte de Castilla por sus 170 años de trayectoria y por su compromiso con la información de calidad y con nuestra tierra.

FERNANDO COLINA
ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

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HESIODO llama a la muerte la que hurta la voz. Eran aficionados los griegos a llamar a las cosas por otro nombre, al epíteto. Recuerden el de los pies ligeros, Aquiles; o a la de ojos garzos, la mismísima Atenea. La que nos hurta la voz es la muerte, para el autor de Los trabajos y los días. Y no es una mala metáfora, nada más definitorio de los cementerios que el silencio. T.S. Elliot opinaba que el mundo no se acabará con un estallido, sino con un quejido, el quejido que precederá a la quietud total.

El Norte cumple 170 años, y lleva dando voz a esta tierra todo ese tiempo, más de siglo y medio. Y es esa voz, la que cada día se renueva en sus páginas, la que mantiene viva a esa Castilla que cada jornada amanece en su cabecera. La tierra, como las personas que la conforman, como los árboles que la habitan, los ríos que la surcan, necesitan hablar, tener una voz. Ni siquiera una voz que la defienda, la reivindique o la invente –nada más alejado de la intención de mis palabras que del nacionalismo, la gran plaga del siglo XX que se perpetúa en el XXI–, sino simplemente que dé constancia de su existencia. De que no está muerta, de que una nube negra no le ha hurtado la voz. El Norte de Castilla, El Norte de Castilla… Cuánto eco, cuántas resonancias…El Norte, también sólo el Norte, como un lugar mítico que cada uno de nosotros ha conformado en su memoria, casi legendario. Podemos viajar por cualquier lugar de esta región, pasar de Soria a Salamanca, de Segovia a Zamora, de Burgos a Ávila y el nombre de este perió-

CAMINANDO SIN HESIODO

«¿Se imaginan esta tierra sin El Norte? Yo soy incapaz: no puedo, no quiero, bastantes soledades arrastramos ya por estos lares»

dico seguirá teniendo un significado global, pero también individual. Y no quiero referirme a episodios añejos, ni a interpretaciones partidistas e interesadas: simplemente quiero decir que El Norte existe en los cuatro puntos cardinales de nuestra geografía y de nuestras

identidades, tantas como lectores somos, tantas como gentes pululamos este rincón del mundo. Existe desde la coincidencia, desde la disparidad. Existe y no siempre tenemos que estar de acuerdo con quien nos acompaña.

Ciento setenta años son,

principalmente, una promesa de futuro. La voz que no cesa, como aquel rayo de Miguel Hernández, viene acompañándonos desde sus inicios, un amigo que nos cuenta historias en este ya largo camino. Otros, mejor que yo, les hablarán de los grandes directores que ha tenido, de tiempos pasados, de las vicisitudes superadas, de guerras, de derrotas y victorias… Habrá tantas anécdotas dignas de ser relatadas. Ser el periódico más antiguo de España, el decano, es un largo petate sobre los hombros. Pero estoy convencido de que todo ese patrimonio es, sobre todo, un aval para el futuro. No puede ser de otra manera. ¿Se imaginan esta tierra sin El Norte? Yo soy incapaz: no puedo, no quiero, bastantes soledades arrastramos ya por estos lares. El Norte seguirá asomándose cada mañana a la actualidad, a la opinión, al análisis y habrá muchos que no estarán de acuerdo con su visión, otros sí, unos le tacharán de ser así y otros de ser asá. Pero seguirá siendo El Norte, el de Santiago Alba y el de Delibes; el de Jiménez Lozano y el de Altés. El suyo y el mío. Llegar a esa edad supone un enorme reconocimiento a tantos lectores que se han empeñado en su supervivencia; es un homenaje a sus trabajadores que, en estas épocas de cambio, han sabido adaptarse a las nuevas tecnologías, al nuevo modo de hacer periodismo, trabajo hoy tan amenazado, violado, prostituido por los mercenarios de la verdad. Ojalá un día, a punto de empezar el siglo XXIII, otro articulista les hable de los 340 años de El Norte. Yo, ay, estaré ya con Hesiodo, sin voz.

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

DECÍA Marx de los alemanes que «sólo se encontraban con la libertad en el día de su entierro», una forma de expresar la difícil relación de los alemanes con el liberalismo que apenas si salió de la cabeza de sus filósofos. Tampoco en España lo hemos tenido fácil. Santiago Alba Rico, un bisnieto de Santiago Alba Bonifaz, el joven que en 1882 compró El Norte de Castilla, recuerda en su libro, España, al ancestro que se sentía «liberal del corazón y monárquico de razón». Liberal lo fue con hechos pues siendo Ministro de Educación Pública apostó por la escuela estatal, ganándose la enemistad de la Iglesia que por aquel entonces tenía el monopolio de la educación y no quería oír hablar de libertad de enseñanza. Para más inri trasladó a la enseñanza secundaria el modelo de la Institución Libre de Enseñanza, declaró que «nada hay más socializador que el impuesto» y, finalmente, dimitió como Ministro porque el Consejo de Ministros se negó a subir el sueldo a las 27.000 maestros del sector público. Esas eran en aquel entonces señas inequívocas del liberalismo, es decir, de las personas o movimientos que creían en la causa de la libertad, que no consiste sólo en ejercerla sino en crear las condiciones para que los que no son libres sean liberados. ¡Cómo han cambiado los nuevos liberales! Tomemos, por ejemplo, la libertad de enseñanza, santo y seña de la Institución Libre de Enseñanza que defendía la libertad de conciencia y también la de cátedra. Sus abanderados hoy son los colegios católicos cuando fue la Iglesia Católica la que

EL LIBERALISMO ESPAÑOL, ASIGNATURA PENDIENTE

condenó entonces el liberalismo de esta Institución. Jiménez Lozano recoge en su Meditación española sobre la liber-

tad religiosa unos párrafos del catecismo Ripalda en los que, después de afirmar que el liberalismo es «un pecado gravísi-

mo contra la fe», pregunta si un católico puede leer un periódico liberal, a lo que responde: «Sólo las cotizaciones de la Bol-

sa». Habría que preguntarse si han cambiado porque aman más la libertad o porque la necesitan.

El liberalismo en España es una asignatura pendiente porque nos ha costado entender que es más humano buscar la verdad que poseerla. Nos fiamos más de los dogmáticos, que dan seguridad, que de los librepensadores, que, además de romper moldes, pueden equivocarse,

El bisnieto del antepasado que puso en manos de la familia durante un siglo El Norte de Castilla cuenta que este liberal de corazón se quedó a medio camino (es lo que da a entender con lo de «y monárquico de razón») pues desde el poder tuvo gestos tan poco liberales como facilitar a Juan March, el empresario contrabandista mallorquín, algún que otro negocio ilegal y, apoyó, a pesar de ser diputado en la República, la llegada de la dictadura. Al parecer el cambio no satisfizo a los golpistas pues un grupo de falangistas, recién acabada la guerra, le buscó en el Hotel Ritz de Madrid y le hizo beber una botella de ricino.

Lo que ponen de manifiesto estos vaivenes es que la causa de la libertad es muy exigente por eso hay que desconfiar de los que se presentan como titulares del liberalismo sin que, como Santiago Alba Bonifaz, se la jueguen al defender sus valores. La libertad es un horizonte asintótico que se aleja conforme nos acercamos. Quien diga que la posee, la traiciona. El filósofo Lessing escribió que si Dios se le presentara teniendo en su mano derecha la verdad y, en la izquierda, su búsqueda, se quedaría con ésta y le diría: «¡Dámela, Padre! ¡La verdad pura es únicamente para ti!».

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

DE las cuatro hijas que trajo a este mundo mi bisabuela Amparo, todas, menos Carmina que murió con apenas dos años, tuvieron un temperamento muy artístico. Marisa, la pequeña, era una apasionada de la música. No paró hasta que de niña consiguió una beca para estudiar piano y toda su vida estuvo vinculada a lo melódico. Pilar, mi abuela y la única que se casó y tuvo hijos, escribía. Diarios de viajes, cartas, poesías… Nos ha dejado cuadernos llenos de pensamientos y reflexiones. De forma tardía, comenzó a pintar como ya hacía su hermana Amparo. La primogénita, seguramente la más bohemia, siempre se relacionó con artistas y sus pinturas y esculturas tienen rasgos de diferentes movimientos. Su madre potenció una vena artística que llevaban en el ADN.

Su padre, y mi bisabuelo Gregorio Hortelano, era dibujante, caricaturista, ilustrador, cartelista, divulgador y escaparatista en la España de la preguerra. Nunca firmaba con su nombre y usó varios seudónimos. En El Norte de Castilla fue, durante once años, ‘Geache’. Sus coetáneos destacaron de él su visión humorística del mundo, también su técnica, y lo definieron como afable, modesto, sencillo y un hombre bueno. Sus hijas, como un padre amantísimo y bromista al que tuvieron que echar de menos demasiado pronto.

No cayó muy bien en la familia eso de que Gregorio comenzara a pintar caricaturas para el principal periódico de la época de Valladolid. De profesión ferretero, le acusaron de

TRAS LOS PASOS DE GEACHE

«El Norte era, y es, el periódico de casa, testigo de la Historia y, también, de muchas historias que necesitan ser contadas»

descuidar el negocio contratando personal mientras él se volcaba en el dibujo, al que nunca se dedicó de forma profesional.

También le reñían por dar una educación demasiado liberal a sus hijas. Pero, claro, llevar a una niña de apenas nueve

años a ver un espectáculo de vedettes en el Lope de Vega posiblemente no fuera lo más acertado. Y sin embargo, con qué cariño recordó siempre ese día mi abuela y qué feliz fue repitiendo los cánticos escuchados, delatores después de tan inadecuada excursión.

El bisabuelo Gregorio abandonó el periódico, con gran pesar, cuando comenzó la Guerra Civil. Las ilustraciones se prohibieron de forma inmediata. Seguramente entonces ya estaba enfermo. Murió un año después de cáncer y mi bisabuela Amparo tuvo que ponerse al frente del negocio familiar, que dejó de ser una ferretería para convertirse en una ‘más femenina’ droguería. Había tres hijas que alimentar. En este 2024, el decano del periodismo español cumple 170 años. Tras todo lo que le he contado, supongo que será consciente de la emoción que me embargó el día que Ángel Ortiz, director de este diario, me propuso, sin saberlo, continuar con el legado familiar. Por desgracia, ya no hay ningún Hortelano que conociera a ‘Geache’. Su primera nieta nació mucho después de que falleciera y la última de sus hijas que nos dejó, la tía Marisa, lo hizo en 2018. Muchas veces imagino a la metódica Amparo, que leía todos los días El Norte de primera a última, apuntando alguna corrección al artículo de los miércoles de su sobrina-nieta; a la alegre y dicharachera Marisa sugiriendo algún tema del que opinar; y a Pilar, mi abuela, que escribió cartas a su padre durante toda su vida, emocionada y orgullosa. Ninguna de las tres vivió de forma permanente en Valladolid, pero Amparo y Marisa regresaron tras la jubilación. Siempre que ibas a su casa, sobre la mesa, estaba El Norte de Castilla abierto por el crucigrama, manoseado y garabateado. Era, y es, el periódico de casa, testigo de la Historia y, también, de muchas historias que necesitan ser contadas.

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

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LO cantaría Carlos Gardel. Aquello de «volver con la frente marchita». En este caso «que es un soplo la vida, que 170 años no es nada». ‘Diario Independiente fundado en 1854’ proclama la cabecera de El Norte de Castilla, el gran periódico de letras góticas, muy negras, sobre gran fondo blanco, una catedral del periodismo, como diría Francisco Umbral. El mismo Francesillo de sus novelas de adolescencia en la ciudad tolteca y plateresca (que no es otra que Valladolid) lleva las cuentas, perdido en los toros de Guisando de la gran sala de máquinas de El Norte de Castilla, y contabiliza ya la cifra de 64.000 números. Entre ellos figurará, sin duda, alguno que cuente la rocambolesca y triste historia de Antonio Meucci. Una historia que ha traído cola desde 1854 hasta nuestros días y que resume muy bien cómo han funcionado las cosas en el mundo y, lo que es peor, cómo siguen funcionado. En el año de autos, 1854, el italiano Meucci construyó un teléfono para conectar su oficina con el dormitorio donde estaba postrada en la cama por culpa de una enfermedad su esposa. Dicho de otra forma, Antonio Meucci inventó el teléfono ese año, aunque siempre nos vendieron el cuento de que el inventor del teléfono fue Alexander Graham Bell. ¿Qué ocurrió? Básicamente, lo de siempre: que Meucci no fue capaz de reunir los 250 dólares que costaba patentar su invento, aunque sí que llegó a presentar la documentación e incluso renovarla por 10 dólares durante dos años. No contento con ello hizo varias demostraciones públicas de lo que él había bautizado como ‘telégrafo parlante’. Lo hizo ante varios

170 AÑOS NO ES NADA

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

«El Norte de Castilla, el gran periódico de letras góticas, muy negras, sobre gran fondo blanco»

capitostes de la todopoderosa Western Union Telegraph. No sirvió para nada. Sólo para que le dieran largas mientras maquinaban cómo robarle el invento. Cuando Meucci, harto de las demoras, pidió que le devolvieran su material, le contestaron que se había perdido. Unos

«El Norte de Castilla, una catedral del periodismo, como diría Francisco Umbral»

años después Graham Bell registraría la patente del teléfono. Fue el comienzo de un auténtico calvario para el italiano, envuelto en procelosas burocracias, sobornos, puñaladas traperas y desiguales disputas. Al enterarse Antonio Meucci de lo que estaba pasando contrató un abogado para que defendiera sus intereses. Hubo un juicio que se alargó hasta el infinito en el que se demostró que algunos empleados de la oficina de patentes estaban confabulados con Graham Bell y, a mayores, se llegó a comprobar que había un acuerdo entre Bell y la Western Union para repartirse el pastel del nuevo invento. Incluso Meucci tuvo que demandar a su propio abogado al descubrir que había sido sobornado por sus poderosos enemigos. Y aunque el Gobierno de Estados Unidos entendió que había indicios suficientes para creer a Meucci e inició acciones legales por fraude contra la patente de Bell, nada se pudo hacer. Antonio Meucci murió sin ser reconocido y acorralado por el poderío económico-mafioso de las grandes corporaciones yanquis. ¿Alguien pone en duda que hoy las cosas siguen funcionando igual? Hay que decir, eso sí, que en 2002 la Cámara de Representantes de los Estados Unidos reconoció por fin a Meucci como inventor del teléfono. De toda esta historia, que es como un culebrón venezolano, seguro que dio buena cuenta nuestro periódico. Y, al respecto, no me olvido, como buen sherlockiano, que el 6 de enero de 1854 nació Sherlock Holmes. No resulta desdeñable conjeturar que en alguna de sus páginas a lo largo de estos 170 años apareció una entrevista con él. Y es que algunos seguimos creyendo sobre todo en lo que cree nuestro corazón.

MI relación con El Norte viene de tiempo atrás. Ya a finales de los años 70 y principios de los 80 inicié en este periódico mis colaboraciones. No era el medio en que empecé a publicar en prensa, porque había colaborado con mis artículos e incluso dibujos en el –pronto desaparecido– ‘Diario Regional’. Gané en éste mis primeras pesetas como ‘escribidor’, en una época de plena transición política que recuerdo con particular emoción: era un joven recién licenciado de la Universidad de Valladolid que redactaba mi tesis y preparaba oposiciones. Por lo que fue, al cerrarse aquel Diario y pasar un corto periodo sin colaborar en los medios, cuando reanudé en El Norte de Castilla la práctica de escribir para ellos. No dejaría de hacerlo hasta hoy, pues me hallaba convencido de que esto constituye una especie de obligación para quien se dedica a una disciplina abocada tanto a observar los procesos sociales como a proyectar su análisis sobre el entorno.

El Norte era para mí el periódico de Delibes y de mi ciudad, de modo que escribir en el mismo suponía una suerte de iniciación cumplida; o de augurio que me confirmaba estar en el camino correcto: estudiar, analizar, escribir… Sin embargo, la vida da muchas vueltas y, tras vivir en distintas urbes de Castilla y León o también fuera de España, tuve que esperar a que llegara el nuevo siglo para tener ocasión de volver a colaborar –de forma esporádica– con mis artículos en El Norte, simultaneando mi presencia en sus páginas con

MEDIO SIGLO CAMINANDO JUNTOS

«Escribir en El Norte de Castilla fue un augurio que me confirmaba estar en el camino correcto»

Ayuntamiento de

una columna semanal en otro periódico. Finalmente, y desde 2019, vengo colaborando en esta publicación, por lo cual me siento correspondido y contento de poder dirigirme a unos lectores que, en muchos casos, son conciudadanos y vecinos.

La Cueva de Roa

He vivido esta vuelta al Norte, por tanto, como una manera de ‘retorno a casa’, al haberme posibilitado la comunicación con otros castellanos y leoneses, más allá del ámbito especializado en que se publican mis trabajos académicos. Y es un hecho gozoso poder ce-

lebrar, a la vez que se conmemoran los 170 años de existencia de este periódico, mi casi medio siglo de relación con él y quienes me leen. Porque hemos recorrido en España una senda que llevó de la dictadura a la democracia y –luego– a una larga etapa de prosperidad hasta alcanzar el momento actual. Ahora, que nos adentramos en un panorama paulatinamente más convulso e incierto, suenan voces acá y allá cuestionando a personas que realizaron aquel tránsito. Hace poco, un youtuber de los que se permiten tronar desde Andorra contra la insolidaridad ajena, mientras evitan tributar en nuestro país, hablaba de lo egoístas que son esos jubilados que nos precedieron en el trayecto. Pues tienen casa propia y pensión, osando vivir mejor de lo que parece que vivirán sus hijos y nietos.

Así que quiero reivindicarlos diciendo que son gentes que venían del hambre y de la guerra, que lucharon por cambiar y mejorar el país que se les dejó. Buena parte de ellos sobrevivían en el campo y se esforzaron para que sus hijos e hijas estudiaran, adquiriendo –si resultaba posible– un piso en la capital a fin de facilitar la carrera de sus vástagos y trasladarse a allí al envejecer. La generosidad con sus descendientes cuando se produjeron las últimas crisis económicas propició que, aquí, no se diera apenas el abandono respecto a los desahuciados por el sistema que vemos en otros lugares. Y quiero hacerlo, porque –después de medio siglo– El Norte, mirando siempre al medio rural, esas personas y yo mismo seguimos caminando juntos…

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

EL periodista siempre tiene el espíritu joven, de no ser así no podría ser periodista. Los periodistas suelen ser los mejores embajadores en cualquier confín del mundo, la universalidad del periodista surge del apego a raíces culturales con la palabra, la imagen y la noticia. Los periodistas bucean en el pasado, vibran con el presente y señalan como nadie los renglones con los que se escribirá el futuro. Ellos son en cierto modo nuestros ojos, nuestros oídos, nuestra voz, nuestra alma en definitiva. Por naturaleza, el periodista es un sufridor nato que no se queja, acostumbrado a todo, curtido en mil batallas y pertrechado frente a cualquier avatar. Suele ser sobrio, no es amigo de grandes oropeles, y alharacas, se contenta con hacer su trabajo, contar fielmente lo que pasa y contarlo amenamente Los periodistas asisten pertérritos al entierro de cada noticia, ya no piensan sino en nuevas noticias para tener que enterrarlas como a las anteriores. El periodista sabe que es el notario de la fugacidad de la vida.. El periodismo es una vocación inmortal.

No es la información la que otorga el poder sobre las cosas sino el conocimiento que pueda adquirirse con esa información. Informarse sobre las cosas que acaecen no es todavía conocerlas, además es necesario su análisis en relación con otras informaciones y sus conocimientos respectivos (informarse es formarse por medio del análisis, tal es la hermenéutica que da sentido a la información. Los medios de comunicación establecen la ley de la sociedad no únicamente al crear opinión

DOS SIGLOS DE HUMANIDAD ESCRITA

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

«El periodista sabe que es el notario de la fugacidad de la vida.. El periodismo es una vocación inmortal»

pública, sino al retratarla y escribir su historia durante décadas y siglos en la dirección deseada. Los medios de comunicación son árbitros políticos, económicos y culturales de la sociedad y probablemente de la Civilización. Informar es hoy conformar y tal vez dominar. Y

«La información por sí misma no nos hace mejores aunque sí tal vez más lúcidos y menos manejables»

el periodista aprende con su oficio que también el pensamiento y la mente humana son noticia. No se trata de tener más información, sino información más veraz. La información por sí misma no nos hace mejores aunque sí tal vez más lúcidos y menos manejables. Un exceso de información manipulada confunde la mente y esclerosa la respuesta social. La raíz de la información no es tanto lo que se quiere informar como el hecho de querer hacerlo. He escrito en otra parte que comunicar es comunicarse o no es nada, Hoy, el periodismo es un desafío tecnológico: periódicos digitales, es la irrupción inevitable de la tecnología en la vida de las sociedades y en la urdimbre humana, la aplicación de las energías renovables para no morir de vejez. Y un elemento que ha transformado radicalmente (por ahora, porque ya está aquí la Inteligencia Artificial) nuestras vidas, la vida del planeta, somos ya el siglo XXI de Internet. La presencia de la Red de redes prefigura una sociedad global que aproxima tiempos y espacios con el vehículo de la información, y establece vínculos instantáneos entre ciudades y ciudadanos de los cinco continentes.

La sociedad cambia permanentemente de manera sigilosa , y no quiere decir que esas transformaciones no tengan un reflejo público. La opinión pública es hoy más sensible que nunca. Cualquier evento, por nimio que pudiera parecer, tiene inmediatamente su reflejo en la sociedad, los sensores sociales están conectados a los mediáticos por una línea directa, rápida y con un servicio instantáneo. Internet es responsable de esta sinergia.

AGUSTÍN REMESAL

EL frontispicio cubierto de un decorado modernista, sello ecléctico del edificio que fue sede de El Norte de Castilla en la calle Duque de la Victoria, confirma al paso de coches y paseantes la memoria de ese escenario: «Es la primera calle de Valladolid que recibió durante más de un siglo el rumor de los grandes sucesos, el temblor de las malas noticias y el júbilo de las buenas», declaran los transeúntes mirando con fervor la hermosa fachada.

El edificio acogió hasta hace tres décadas la redacción, la rotativa, la hemeroteca y todos los servicios de El Norte de Castilla. El periódico se declaró por sus fundadores regional y castellanista hasta la médula, pero nunca excluyó de sus objetivos la información internacional de envergadura exigida por el interés de los lectores. Sus páginas ofrecen artículos de fondo, comentarios y entrevistas junto a sucesos, avisos y la clave inicial de su éxito inmediato: la información de los mercados del cereal que anunciaban cada día el auge o la quiebra del negocio agrario, primer mantenimiento de la región. El Norte de Castilla nació hace siglo y medio como periódico de referencia que servía a sus lectores la información internacional con la misma destreza que la de los diarios nacionales. El punto álgido de esa competitividad se manifestó en los grandes conflictos bélicos: la pérdida de Cuba y las dos guerras mundiales del siglo veinte marcaron un periodo ambicioso en el que El Norte luchó por convertirse en un diario moderno, subrayando sus señas de identidad. Las no-

EL VALOR DE UNA HEMEROTECA CENTENARIA

ticias de la guerra de Cuba llegaron a España por cable telegráfico a través de Estados Unidos, y los diarios de Madrid

publicaban de inmediato los mensajes llegados de La Habana. El intento de servir la última hora de esas noticias de-

pendía de la llegada a Valladolid, en tren, de los periódicos madrileños que El Norte reproducía de inmediato en su sec-

ción de ‘Partes telegráficos’. El interés de la Primera Guerra Mundial en el periódico vallisoletano fue escaso, quizás por la probable censura y la poca demanda de noticias. La II Guerra Mundial sí tuvo en El Norte un amplio espacio de informaciones y comentarios servidos por vez primera con la firma de notables periodistas: González Ruano desde Berlín, Josep Pla desde París y Eugenio Montes desde Roma, entre otros. Los avances de los ejércitos alemán e italiano en Europa y África se vitoreaban como propios.

Cabe destacar la aportación de los nombres valiosos que dejaron huella en la hemeroteca del periódico durante los años del franquismo, a veces objeto de la censura. El primer imprescindible en todos los ámbitos del El Norte, don Miguel Delibes, dejó su huella de periodista notorio en las crónicas que él envió al periódico desde Chile en 1955, recopiladas en el libro ‘Un novelista descubre América’. De ese periodismo forman parte José Jiménez Lozano, quien reforzó la sección ‘Nota internacional’ con su comentario firmado como J. J. L., y Manu Leguineche, llegado a El Norte el año 1960, pieza indispensable por la publicación en el periódico de las crónicas de la agencia Colpisa creada por él. Es larga la lista de periodistas que colman de excelencia los artículos y las crónicas de asuntos internacionales conservadas en la hemeroteca de El Norte de Castilla. Los tomos antiguos, sacados de la sede fundacional en la calle Duque de la Victoria, cosecha de 170 años, están digitalizados y en internet.

Modesto Lafuente, 17-1º (Palencia) - Paseo Hospital Militar, 1-4º

LA imprenta de ‘El Heraldo de Zamora’ fue mi bautizo en la profesión. Ya no existía como periódico (cuya cabecera y hemeroteca adquirió El Norte de Castilla); solo sobrevivió al devenir de los tiempos su próspero negocio tipográfico local. Yo era un joven linotipista en 1981 que tenía los ojos abiertos y las nalgas apretadas. Acababa de estrenarme en ese oficio tras una tediosa formación. No es que esa máquina fuese plúmbea; todo lo contrario: se trataba de un portento del ingenio humano (‘la octava maravilla del mundo’, llegó a bautizarla Edison); lo que le confería más dificultad era el aprendizaje del teclado, disruptivo frente al de la máquina de escribir. Debías manejarlo con soltura, habida cuenta de que trabajábamos con ingentes cantidades de textos legales que componíamos a destajo para la editorial Lex Nova. Esas páginas no eran precisamente amenas, y con 17 años, yo no mostraba interés por semejante contenido.

Corría el mes de febrero de ese 1981 y, a los pocos días de haber comenzado a embarcarme en aquella aventura, irrumpió Tejero en el Congreso. Teníamos sintonizada la Cadena SER como desafiante hilo de ambiente. Al principio, no fui consciente de lo que significaba aquel griterío en la Cámara representativa, pero me ilustraron mis bregados compañeros. Algunos entraron en pánico; los más optimistas abrazaron la esperanza de que el temporal pasase pronto. Durante la intentona, una grey de fachas zamoranos había compuesto una lista de izquierdistas a quienes fusilar

EL LINOTIPISTA QUE ANIDA EN MÍ

«Las páginas metálicas que alumbraban aquellos viejos cacharros eran de una belleza deslumbrante»

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

si el asalto se sustanciaba en una regresión. Demetrio Madrid y una retahíla de peligrosos pensadores de la otra orilla encabezaban esa lista; nada que ver con cómo hoy en día encabezan otras. La intentona ultra sembró en mí una incipiente conciencia política,

que no dejó de acrecentarse. El negrero me despidió por reclamar mis derechos, pero me contrataron en el diario ‘El Correo de Zamora’, con la misma tarea. Formaba parte de la Cadena de Medios de Comunicación Social del Estado. Y fue en aquel diario en donde me

enamoré del oficio, y no solo del de linotipista. Éramos un grupo de exquisitos, una casta que creía (con cierto aire de superioridad, la verdad) que hacía brillar a los periodistas corrigiendo sus textos. Ejercí una profesión que dejó en mí una huella indeleble. La cabecera zamorana fue privatizada por el gobierno de Felipe González y continué en ella hasta su absorción por un grupo catalán. Durante mi estancia allí, viví una transformación tecnológica brutal: del siglo XIX al XXI, saltándonos el XX. La adquisición de los Macintosh de Apple supuso un golpe para los talleres de los diarios, quizá con menos virulencia en el empleo que la experimentada por los cajistas cuando penetró la linotipia de Mergenthaler en 1886. Ese siglo convulso fue la era dorada de la expansión del periodismo. El Norte, que hoy cumple 170 años de compromiso, las incorporó en 1920. (Me cuenta mi colega ‘linotipejo’ Paco Peláez que tenían nueve, trabajando a turnos doblados). Pasó de imprimir ocho páginas (lo habitual en el sector) a las que usted puede consultar en la hemeroteca del diario decano de la prensa española, que celebrará otros aniversarios. Habrá menos ruido en la Redacción, pero no fuera de ella.

Mi viejo oficio me acompañará. Las páginas metálicas que alumbraban aquellos viejos cacharros eran de una belleza deslumbrante, que no se reeditará nunca más. Tengo frente a mi escritorio un póster de un Albert Einstein distraído, sentado ante el teclado de una linotipia en el ‘Jewish Daily Bulletin’, un periódico judío neoyorquino. Me sirve de inspiración.

LO decía Miguel Delibes, que prefería la vida de provincias antes que la capitalina, porque aquí se veían a los personajes nacer y morir, se observaba pacientemente una vida completa, en definitiva. Matizando el yermo de Castilla, surgen oasis venidos de lejos que han florecido donde menos se piensa, como es el caso de nuestro periódico. Y por eso rechazó la oferta de irse a Madrid a dirigir ‘El País’, porque en provincias el tiempo transcurre más lento y eso lo notamos los que, hijos del exilio castellano, tuvimos que marcharnos a la capital de España a ganarnos el pan. El Norte de Castilla es aquí la rosa de los vientos y de los tiempos de la información, con su anacronismo tan moderno, pues del anacronismo y apego a la forma de entender la información provincial nace la resistencia y la longevidad. Lo que hacemos con las noticias no es sino una categoría digerible en anécdotas y titulares soportables por el común.

En un rincón de Castilla se ubica, pues, el periódico más ubérrimo de la región, como alimentado con el trigo y las cosas de otro tiempo. El tabernero feliz tiene un ejemplar o dos en la barra, y así su vino adquiere más verdad, como si fuese lo uno con lo otro, de manera indivisible, con el clarete o con el ribera, en una escena repleta del sol de la calle Santiago o de la Fuente Dorada, o detrás de La Antigua. En el Campo Grande está la pérgola de los periódicos, sobre las mesas, y los paisanos leen dándole nombre a las cosas del mundo, con esa tipografía de solera antigua. Porque cuando

EL ESPÍRITU DE UN PERIÓDICO CENTENARIO

«El Norte de Castilla es aquí la rosa de los vientos y de los tiempos de la información»

España fue admitida en la ONU, en 1955, Delibes lanzó el periódico a un viaje independiente y comprometido con Castilla que alcanzó su cenit en las décadas de los años 50 y 60, primero como subdirector –en 1953–, después como director interino –1958– y, final-

mente –en 1960–, como director, cuando incorporó a sus páginas a Martín Descalzo, José Jiménez Lozano, Miguel Ángel Pastor, Francisco Umbral, Carlos Campoy, Manu Leguineche, Fernando Altés Bustelo, César Alonso de los Ríos y Julián Lago. Como subdirector, Deli-

bes recuperó la línea editorial regionalista, liberal y castellana con secciones como ‘Campos y mercados’, ‘En defensa del castellano’, ‘Campaña para la creación y mejora de escuelas’, ‘Moda y hogar’, ‘Radiotelefonía’ o ‘Tres minutos’, que se publicaba en la última página y en la que brilló con luz propia el mencionado maestro Lago, que se marchó a buscar la verdad en una máquina, allá por los años noventa. Con el suplemento semanal agrícola de 1955, ‘Las cosas del campo’, recogió Delibes el sentir castellano, sus preocupaciones, una corriente castellanista que llegó a su máximo exponente con la creación del suplemento ‘Ancha es Castilla’, reivindicación de los pueblos castellanos, entre el periodismo y la literatura. Como siempre por aquí. La preocupación de Delibes por el problema del agua en Castilla y la necesidad de convertir su tierra al regadío llega hasta 1986, cuando vuelve sobre los mismos problemas en ‘Castilla habla’. Esta idea resistente, naturalmente y como era de esperar, la han entendido mejor los castellanos que los demás, porque salvo el también centenario ‘El Faro de Vigo’, la cosa va hoy de medios efímeros y proyectos periodísticos que van y vienen. Un buen periódico es la historia de España contada elegantemente, con su geografía e historia, sus matemáticas de la economía doméstica y sus opiniones de nuestro tiempo que aquí, en El Norte, se han vuelto perennes, tan valederas como el propio legado de Delibes, el espíritu de la letra de un periódico de antaño con mucha tinta de hogaño.

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

EL Norte es una sobresaliente cabecera. Su nombre evoca la estrella polar, el santo y seña de septentrión, un faro celeste, astro fiable en el firmamento periodístico castellano y guía imprescindible en el universo digital, certera orientación para no extraviarnos entre versiones opuestas de la misma realidad. Frente a las explicaciones distorsionadoras que proliferan en las redes de hoy (telas de araña e ocasiones, otras veces aparejos para pescar), la opinión pública demanda explicaciones no sesgadas, independientes, capaces de desbrozar los excesos informativos: credibilidad.

Dato y relato se aúnan en la biografía de El Norte de Castilla. Su historia está en los libros; no se fíen demasiado ustedes de Internet, pues nos dice que el diario más antiguo es el ¡Boletín Oficial del Estado!, por su antecedente –La Gaceta de Madrid–, un claro ejemplo del torpe desconcierto contemporáneo. El BOE no es un periódico (en su acepción mediática) y sí un canal gubernamental de información. Antes que muchos otros fue El Norte (1854), siempre después en la primera división los noticieros, manteniendo su brillante palmarés entre medios de dimensiones y presupuestos mayores. Esto en sí mismo es un gran mérito, sólo viable gracias al esfuerzo de profesionales ejemplares. Tras 170 años, su futuro sigue siendo prometedor, valioso activo, inconfundible en la defensa de los intereses del territorio con el que se identifica.

Ahora que todos tenemos mucho más acceso a los hechos que hace unos años, podríamos creernos en condiciones de sobrevivir y estar al tanto sin pa-

FARO Y GUÍA DEL PERIODISMO

«El nombre de El Norte evoca la estrella polar, el santo y seña de septentrión, astro fiable en el firmamento periodístico»

sar por el quiosco. Entonces ¿cuál es la razón de ser de los periódicos? ¿Nos da igual lo que nos cuenten y cómo lo hagan? ¿Acaso nos resulta lo mismo que se nos informe desde Nueva York, Bruselas, Madrid o Barcelona? En ningún caso. Los lectores exigentes espera-

«¿Cuántos periódicos pueden presumir de una nómina de directores y articulistas de tanto nivel, entre los más reconocidos de España?»

mos que quienes escriban sean buenos conocedores de nuestra realidad, nos la expliquen, nos ofrezcan análisis de 360 grados para comprender mejor lo que ocurre, necesidad creciente por el exceso de bulos. Y queremos encontrarnos en las páginas empatía con las personas a las que está destinada la información, una defensa de lo más cercano.

Desde el tiempo de Santiago Alba y César Silió es famoso El Norte por asumir esa línea, vinculada al mundo agrario y el interés cerealista castellano, con implicaciones en el nivel más alto de la política. La primera edad de oro fue seguida por los nombres protagonistas de Miguel Delibes, José Jiménez Lozano y Paco Umbral. ¿Cuántos periódicos pueden presumir de una nómina de directores y articulistas de tanto nivel, entre los más reconocidos en la historia de España? La veteranía de los mejores merece el reconocimiento y el respeto por su contribución, modélica para los sucesores. Los actuales artífices de El Norte son conscientes del testigo recibido de sus mayores, están preparados para mantener la redacción a la altura de las circunstancias y se mantienen celosos en la salvaguarda de un estilo de hacer prensa convincente. Así, seguro, con tan buenas artes celebraremos en tres décadas dos siglos. Se sucederán los políticos, las empresas y personalidades; de todas ellas hablará el periódico y seguirá considerándose un honor firmar artículos en sus páginas. Colaborar con El Norte, suscribirse y leerlo serán buenas razones para permanecer activo y atento, en buena forma para brindar con los responsables de hoy y con quienes estén a cargo en 2054.

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

EN casa de mis abuelos siempre hubo un periódico. Lo leían de cabo a rabo, al calor de la cocina económica. El ejemplar del día anterior se guardaba bajo el cojín del arcón, para tenerlo siempre a mano. Valía para prender la lumbre, para tensar la horma de los zapatos, para limpiar ventanas, para cubrir el suelo húmedo. Cenaban siempre lo mismo, sopas de ajo, pero el gasto en prensa no se cuestionaba. Mi abuelo presumía de su temprano número de suscriptor, conseguido al poco de llegar a la capital y dejar atrás el pueblo. El periódico no era solo un medio para estar informado, era su cartilla diaria de aprendizaje para conocer el mundo del que querían formar parte, y en el que deseaban que sus hijos hicieran mejor fortuna. Con el periódico se igualaban a otros que habían tenido más fácil comprender las reglas sociales para poder progresar. Porque entonces había estrecheces, sí, pero también una gran confianza en el progreso, en que las cosas irían a mejor. Mi padre, como sus hermanos, heredó la costumbre de bendecir con papel el día, y sus hijos fuimos detrás. Aprendimos que, con la barra de pan y el periódico, cada amanecer estrenábamos un día nuevo y nuestro compromiso para afrontarlo, por muy enrevesada que hubiera sido la jornada anterior. Que yo buscara en las páginas el chiste o alguna foto de Felipín, el príncipe heredero, y mi abuela las esquelas, probaba que el periódico era capaz de recoger lo ancha y di-

ESTRENAR CADA DÍA

«En casa de mis abuelos cenaban siempre lo mismo, sopas de ajo, pero el gasto en prensa no se cuestionaba»

versa que es la vida: fijo que, en alguna de sus páginas, el diario hablaba de ti. «Lo más propio mío es sumar noticias que muestran lo vario que es el mundo», escribía Cunqueiro, que contaba que su trabajo como periodista consistía en ver el otro lado de las cosas y

dar noticias de él. Eso, aunque parezca sencillo, es muy complicado, porque los vientos soplan en contra, y hay que hacer un gran esfuerzo para sortear el teatrillo diario de declaraciones huecas o, peor aún, falsas. Cuando estudiábamos en el colegio a Miguel Delibes y men-

cionaban El Norte de Castilla, yo me imaginaba que estaba en Santander, porque en el mapa que estudiábamos Castilla era todo, y al norte solo quedaba el Cantábrico. El primer periódico que vi lo llevó alguno de mis hermanos, que pasaron antes que yo por Pucela, también en busca de trabajo. El Norte, que por entonces no tenía delegaciones ni tanta penetración en otras provincias, era el periódico de Valladolid, y Valladolid un sitio donde había Universidad, Galerías Preciados y una fábrica de coches. Esa primera visión sigue siendo para mí la más poderosa de Valladolid: un lugar activo, en el que se intuía una burguesía inquieta y productiva, no meramente rentista, y unos obreros conscientes de su labor y poder, que incluso habían creado barrios. Esas competiciones en las que algunos defienden la belleza de nuestras ciudades o pueblos, ese ensimismamiento en nuestras supuestas virtudes e identidades pretéritas, no son en mi opinión logros comparables a los que derivan de la energía, colaboración e ingenio de la propia gente. Son muchos los que, como yo, tienen que consultar el callejero para ubicar la calle a la que se refieren las noticias, porque no nacieron aquí, sino en otras provincias y regiones, o en otros países. Pero hay que cerrar mucho el ángulo para encontrar más diferencias que semejanzas en las personas. El periódico tiene una milagrosa meta diaria: ayudar a conocernos y a comprender mejor la tierra donde vivimos. La que es. Con sus aristas y esperanzas.

TERESA SANZ
ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

HEMOS superado las profecías de Nostradamus, de los mayas e incluso esa del efecto 2000 que vaticinaba que los ordenadores colapsarían y los aviones caerían en pleno vuelo, como mosquitos intoxicados por una ráfaga de insecticida. Hemos sobrepasado las fechas de muchas de esas distopías cinematográficas que nos pintaban el futuro con pinceladas no muy halagüeñas. En ‘Terminator’, la rebelión de las máquinas se produce en 1997; ‘Blade Runner’ se desarrolla en un oscuro y lluvioso 2019. No podemos decir que el planeta atraviese uno de sus mejores momentos, pero vamos tirando, que no es poco. No tenemos coches voladores ni ‘robocops’ ni teletransporte de partículas ni nos pueden implantar o extirpar recuerdos; pero aquí estamos, en 2024, leyendo periódicos. Este último detalle no lo vieron venir ni el arúspice más delirante ni el escritor más febril de ciencia ficción.

El Norte de Castilla cumple 170 años. ‘Le Figaro’, en Francia, nació casi a la vez. Pocos periódicos de esa época quedan en pie. En aquellos días, si salías a la calle, podías encontrar gente desplazándose en velocípedo, los daguerrotipos eran tecnología punta y la cirugía con anestesia estaba dando sus primeros y titubeantes pasos. Desde ese lejano 1854 infinidad de cabeceras han aparecido y desaparecido, al no encontrar el respaldo de los lectores.

Los periódicos decimonónicos eran abrumadoras sábanas de texto muy apretado. Había que ser un burgués con mucho tiempo libre y escasas alternativas de ocio para sentarse a

LOS FUTUROS

QUE VENDRÁN

«En esta época vertiginosa y estrepitosa que nos ha tocado vivir, un periódico es un paréntesis y un oasis»

disfrutar, parsimoniosamente, de sus contenidos. Poco a poco, se fueron democratizando y ampliando el espectro de lectores hasta llegar a todos los estratos de la sociedad. Los periódicos como El Norte de Castilla se han adaptado y han evolucionado al compás de los tiem-

pos y hace mucho que cuentan con una edición digital que incluye un potente apartado gráfico (e incluso vídeos) y permite a los lectores dejar sus comentarios: ese proceso, que en comunicación llamamos ‘feedback’, aunque deberíamos llamarlo ‘retroalimentación’.

Yo confieso que soy más forofo de la edición de papel. Me gusta pasar las crujientes páginas del periódico (de atrás hacia adelante, no me pregunten por qué) y recortar aquellas noticias, artículos o reportajes que quiero conservar y que guardo, de hecho, en una caja de cartón, junto a fotos analógicas de episodios de mi vida. Mi memoria y la hemeroteca de El Norte de Castilla tienen una frontera difusa y no sé muy bien dónde termina una y empieza otra.

El Norte de Castilla ha superado cien crisis y ha capeado mil temporales. El último vaivén fuerte fue la pandemia de 2020. En algún sitio he leído que el coronavirus fue creado en un laboratorio clandestino por científicos que habían estudiado, gracias a becas de la CIA, en universidades extraterrestres. Y ustedes se preguntarán dónde he podido leer un disparate de tal magnitud, y yo les diré dónde nunca podría haber encontrado una tontería así: en El Norte de Castilla.

Periódicos como este siguen siendo la mejor forma de informarse con rigor, tanto de lo local como de lo global. En esta época vertiginosa y estrepitosa que nos ha tocado vivir, un periódico es un paréntesis y un oasis. Los futuros venideros, por muy posmodernos y apocalípticos y rarunos que salgan, seguro que siguen teniendo periódicos.

En resumen: que El Norte de Castill” goza de buena salud y ya ha llegado a los 170 años, sobreponiéndose a los achaques, sorteando los obstáculos, surfeando los altibajos. Yo, que tengo 50 años y estoy hecho un cacharro, cuando sea mayor quiero ser como él.

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

EN tres siglos, el primer reto de El Norte de Castilla fue transformar en 1854-56 el periodismo del XVIII, Diario Pinciano de Beristain, en prensa burguesa y liberal. Al fundir El Avisador y El Correo de Castilla, Pérez Mínguez, Perillán, Herrero Olea y Polanco crearon el decano de la prensa contemporánea y una semilla del cuarto poder.

Buen momento del Canal de Castilla abierto, del Reino de Ceres de tren, trigo y talleres, del Valladolid ferroviario, del Crédito Mobiliario y Talleres del Norte. Para controlar el mercado triguero sirvió El Norte de Castilla. Pero en 1856-66 llegó la crisis del Motín del Pan, cólera y quiebra del Banco de Valladolid.

En el Sexenio Democrático, El Norte, con la explosión de prensa radical y proletaria, perdió suscriptores y cambió a empresa casi filocarlista. A Perillán el obispo lo quiso excomulgar por anticlerical contra el Syllabus y la infalibilidad.

En la Restauración soportó crisis agraria y censura conservadora. Gaviria (1874-79) mejoró la impresora de El Norte. Se centró en el trigo, no mostró inquietud social, atacó la huelga y defendió la caridad. Fue liberal entre 30 periódicos, La Crónica Mercantil a la derecha y La Libertad a la izquierda. Ortega y Zapata, Senador, Picavea o Núñez de Arce trataron la crisis castellana. Zorrilla no colaboró. Presionado por la prensa cortesana, caló en Palencia, Zamora y Santander más que en León, Burgos y Salamanca. El segundo reto fue la modernización de Silió y Alba entre 1893-1936. Alba copó el Ayun-

RETOS HISTÓRICOS DE

EL NORTE DE CASTILLA

«Subrayo su riquísima hemeroteca como archivo imprescindible para investigar la historia de la meseta norte»

tamiento y El Norte, donde lo llamaron El Prior por su periodismo vibrante y universal. Más que a la burguesía harinera dio voz al partido político liberal.

Royo Villanova (1902-06) insistió en el regionalismo anticatalán. Después El Norte refle-

jó la Gran Guerra, la gripe y el conflicto sindical del creciente Valladolid. Colaboraron Martí y Monso, Agapito Revilla o Alonso Cortés, pero ningún escritor de la edad de plata de la cultura española. La exiliada Chacel sólo apareció en noticias. Con Alba, El Norte en la Dictadura

fue perseguido, pero en la II República revivió independiente, próximo al Partido Radical. Vio la guerra civil como efecto de la errónea inconsciencia republicana. Su director Cossío esperó que restaurara la paz social. En la postguerra El Norte, ‘Diario Regional’ y ‘Libertad’ sostuvieron al Valladolid pobre, patriótico y piadoso.

El tercer reto lo superó Delibes durante el desarrollo de Fasa de 1958-63. En 1954 ya escribía Martín Descalzo, premio Nadal y corresponsal del Vaticano II. Dirigieron El Norte 2 premios Cervantes y 3 Nacionales de Literatura. Entró en 1961 Umbral, corresponsal y testigo de Tertulias del Gijón y Movida madrileña. En 1963-67 lo dirigió Antonio González contra la censura franquista. En 1992-95 continuó el reto el literato y pensador Jiménez Lozano, promotor de las Edades del Hombre. Destacaron con Delibes Pérez Pellón, Manu Leguineche y Alonso de los Ríos.

Sólo El Norte animó a la región durante la Transición. Lo dirigió Fernando Altés (197492), heredero de Alba y Delibes y formado con Salcedo. Se alineó con UCD, tuvo crítica reaccionaria y socialista y tolerancia comunista. Colaboraron Rodicio, Lago, Rodero y Losada. Al incorporarse en 1992 al Grupo Correo y luego Vocento bajó su intensa afinidad castellana. Pero aumentó su presencia en la región al ser digital en 1997 y atender la cultura y literatura castellana en La Sombra del Ciprés.

Celebro los retos en su 170 aniversario subrayando su riquísima hemeroteca como archivo imprescindible para investigar la historia de la meseta norte.

PEDRO CARASA
ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

JOAQUÍN ROBLEDO

Amediados del convulso, muy convulso, siglo XIX, para variar con un pelín de retraso en España, una serie de cambios empezaban a modificar el paisaje político, social, económico e intelectual. Y también el natural, por supuesto. Desde tiempo atrás, se apuntaban transformaciones del modo de observar la realidad, de los instrumentos que posibilitaban la fabricación o el comercio. Con la máquina de vapor de Watt, la evolución aceleró de forma tal que el mundo –en principio nuestra parte del mundo– se mostraba irreconocible para los ojos que unos decenios antes lo habían observado. Aquella Primera Revolución Industrial había abierto la mayor secuencia transformadora de la humanidad. Si cualquier residente del XIX hubiera lanzado la vista atrás, reconocería el mundo de sus padres, el de los padres de sus padres, el de los padres de los padres… Supondría que en unas generaciones el mismo mundo sería diferente, pero reconocible. Ni las prodigiosas imaginaciones de Verne o Wells pudieron aventurar el desarrollo desencadenado. Atisbaron pero se quedaron muy cortos. El británico, supongo que horrorizado, un año antes de su muerte pudo comprobar que la realidad en Hiroshima y Nagasaki superaba amplísimamente cualquiera de sus ficciones.

Proliferaban entonces las publicaciones de prensa, ahora, incluso, con afán informativo. Y eso pese a que el analfabetismo impedía la lectura a la mitad de los hombres y tres cuartas partes de las mujeres.

UN OPORTUNO PRIVILEGIO, GRACIAS

En Valladolid surgen El Avisador y El Correo de Castilla. Ambos, casi de inmediato, advierten que dos ojos ven más que uno y se fusionan. Surge El Norte de Castilla: testigo no necesariamente impávido del vértigo de este tiempo, vigía de los aconteceres en este rincón

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

del mapa al que dicha ebullición ha ido vaciando –si no en términos absolutos, sí de forma comparativa–, relator también de las pequeñas historias que aportan la sustancia humana de los grandes acontecimientos.

¿Y qué pinto yo en esto?

Pues no lo sé. Y eso que me lo pregunto aturdido al comprobar el elenco de firmas al que acompaño; y eso que, privilegiado, lo disfruto cada vez que me acerco a la redacción sintiéndome, siquiera de forma muy menor, parte de esta historia; y eso que, pasmado,

cuento este año como el decimoséptimo desde que Eloy de la Pisa se acercó a mi barrio a preguntarme si me atrevería a escribir algo de cada partido del Pucela. Incauto le dije que sí, claro. Ni por lo más remoto imaginaba perdurar hasta hoy. Bueno, tampoco imaginaba el ofrecimiento (gracias, Eloy). Diecisiete, uno de cada diez. Y mi madre diciéndome hace unos días que a este paso terminaría de escritor. Pues igual sí, madre.

De qué ofrece El Norte sabrán ustedes bastante más que yo. Quizá desconozcan, eso sí, lo que El Norte, ustedes, me ha aportado. Aquella propuesta se produjo en un momento crítico. La pendiente me arrastraba hacia el fondo. No sé si hubiera aguantado el nuevo topetazo, si hubiera acopiado fuerzas para seguir dando tumbos. Quizá mi hijo era la única rama a la que agarrarme para no caer. El compromiso me irguió. No podía decepcionarme desatendiendo la responsabilidad contraída con algo que me trascendía. De esa fuente manaban la necesidad de reflexionar, el compromiso de respeto a cada uno de ustedes –tanto si comparten mi visión como si no-, la obligación de imbuir de honestidad cada palabra escrita… Bebiendo de esta agua, el refuerzo vital se produjo; las heridas cicatrizaron. El ‘registrín’ (gracias Juan por alentarme), aquel burro de ingrata tarea del texto que impulsó el encuentro con Eloy, supuso una cura para el que les escribe. La transformación continúa. No me atrevo a aventurar cómo ni por dónde. Pero continúa. Ya, por siempre, habré sido parte. Un privilegio. Gracias.

CUENTAN los componentes del joven grupo Alcalá Norte, que se han hecho famosos gracias a la canción La vida Cañón, que el nombre al que hace referencia la conocida pieza es porque a principios de siglo XX, ante la proximidad del sorteo de la lotería de Navidad, un periodista decidió tirarse a las calles de la capital, concretamente una corrala de Lavapiés, y preguntar a los viandantes qué harían si les tocase el gordo de la lotería.

Entre todas las respuestas escuchadas hubo una que llamó la atención del periodista: «Yo, si me tocase, me daría a la vida cañón, se acabó ir de clack a los teatros, y ver los toros desde la andanada del 6, mi butaquita y mi tendido, me compraría un gramófono y a la pariente un mantón, ¡y qué no se yo gastarme el dinero como los buenos!».

Mi contacto con El Norte de Castilla, aunque no se lo crean, es de hace ya unos cuantos años, cuando los vecinos eran casi más de la familia que la propia familia. Frente a casa de mis abuelos, en el tercero derecha, en pleno centro de León vivía la familia Velázquez.

Antonio, el padre, vallisoletano de toda la vida, había acabado en León tras la mili en la brigada de paracaidistas porque su padre había sido destinado allí como director de la prisión.

Antonio todos los domingos bajaba al quiosco que había en la calle Conde Guillén a comprar El Norte de Castilla y a encargar al quiosquero los especiales, ya que sólo le llegaba El Norte los domingos.

LA VIDA CAÑÓN

Como les he contado antes, siempre que iba a casa de mis abuelos acababa visitando a los vecinos y pasando el rato con sus hijos. Con Eloy, con quien salí de fiesta mis primeras noches y me hizo ver que Passport era mejor que el DYC. Me grababa los discos de Los

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

Rodríguez y me regaló mi primer póster de Michael Jordan con los Chicago Bulls.

Y allí siempre en la mesa baja del salón, su padre dejaba El Norte con aquellas grandes letras góticas que tanto me llamaban la atención.

Por tanto, podemos decir

que mi primer contacto con Valladolid fue de la mejor manera posible, gracias a un periódico. Aunque yo no entendía cómo podía estar los domingos en León, si se imprimía ocho horas antes en otra cuidad a 150 kilómetros. Conecté con Pucela a través de

un canal directo, con la verdad y la libertad y, por supuesto, con la cultura.

Pero no fue hasta un 17 de abril de 2021, cuando el Sr. Ortiz, director de este periódico, me escribió para preguntarme si me apetecía escribir los sábados para ENC.

Recuerdo perfectamente que estábamos de sobremesa en un pequeño pueblo de la montaña leonesa, concretamente en Viñaño (muy recomendable), y un poco cargados de Ribera y Oporto. Debí de poner cara de idiota porque me dijo mi esposa, «¿quién te escribe que no paras de sonreír?» «Nada, luego te cuento, me ha llamado ‘el Madrid’».

Y de esta manera es como he aparecido yo, aunque sea de manera testimonial, en los 170 años de quizá una de las empresas más antiguas de Castilla. Porque si algo tengo claro es que el periódico está tan anclado en la sociedad que todo y todos, tanto los que le adoran como los que le odian y emplean todas sus armas contra él, pasarán a ser interinos. Dice mi compañero y amigo Rafa Latorre, director de ‘La Brújula’, que el mejor trabajo del mundo es sin duda, ser director de El Norte de Castilla. Hace dos semanas me lo recordaba de nuevo en Aranda de Duero, y puntualizaba: “Con qué aplomo suena eso de ser director de El Norte…”

Así que si me preguntan cómo ha sido mi experiencia con todos ustedes cada sábado, les diría que no tan bien como ser el director de El Norte, como mi querido y admirado Ángel, pero bueno, escribir en el decano de la prensa española es algo así como: La vida Cañón.

CUANDO se le pregunta a alguien versado en astrofísica qué ocurriría si el sol desapareciese de pronto, además del cataclismo asociado a semejante escenario que muestra su respuesta, nos sobrecoge el sorprendente hecho físico de que durante unos cuantos minutos la vida en nuestro planeta continuaría exactamente igual, hasta que fuésemos alcanzados por la onda de fría ausencia surgida tras el acontecimiento; una onda tan veloz como la luz, a pesar de su pavorosa oscuridad.

Solo entonces seríamos capaces de advertir la desaparición estelar en la bóveda celeste; solo entonces, pasados holgadamente los ocho minutos desde el instante del abandono fabuloso, llegarían a nosotros los efectos inmediatos del corte en el suministro de calor que rocía la superficie y aquellos otros asociados a todas esas ataduras gravitatorias que ordenan las inercias del mundo y nos permiten habitarlo.

Dicho de otro modo: aunque el sol desapareciera en este instante, usted aún dispondría de tiempo suficiente para apurar su café con sorbos despaciosos mientras lee este artículo en la edición especial de El Norte de Castilla antes de tener noticia del suceso. Una discontinuidad entre causas y consecuencias que bien pudiera invitarnos a poner en solfa la realidad que advertimos y sentimos. Como si estuviera en suspenso; como si a las certezas de nuestro presente solo les pudiera llegar la confirmación pasados esos protocolarios ocho minutos de trámite.

Reconocernos habitantes de

LUZ

DE CADA DÍA

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

«Asoma entre los moldes de su cabecera gótica la huella de cuantas generaciones lo han confeccionado a lo largo de sus 170 años»

un presente que en realidad desconocemos nos confina en uno de los compases mudos del pentagrama, sumidos en la inopia, ajenos al resto de la partitura, donde otros instrumentos interpretan sus melodías. Y nos inquieta ese tránsito azaroso entre lo que ocurre ahora y el

lapso de tiempo real que necesitamos para enterarnos de ello porque somos criaturas carentes de información, aunque necesitadas de ella. Y hemos caminado, cabalgado, navegado y volado para llevarla de un lado a otro de forma interesada y solidaria, desde el origen de los

hechos, allá donde se encuentren, hasta el último rincón en que pudiera hallarse el interés por conocerlos. Tomo en consideración ahora la importancia de este afán porque la vida larga y benefactora de nuestro querido diario, decano de la prensa española y uno de los más longevos del mundo, es prueba honesta de esta empresa atávica y monumental. Aquí, en Valladolid, en uno de los infinitos ombligos que tiene el mundo. Y asoma entre los moldes de su cabecera gótica la huella de cuantas generaciones lo han confeccionado a lo largo de sus ciento setenta años de existencia diaria mientras respondían y respondemos a ese mismo empeño en propagar la luz surgida de cuantos soles aparecen en nuestro entorno y la sombra de todos aquellos que sucumben de pronto.

Formar parte privilegiada de este prodigio —como lector desde que me enseñaron a leer y como dibujante y columnista desde 1995— ha condicionado mi vida y la de los míos. Ha determinado la necesidad de estar a su altura y al elevado nivel de sus lectores; ha decidido el modo de observar la realidad para contribuir con miradas distintas que puedan completar una visión de conjunto, como han hecho tantos antes que yo.

En mi hogar, la presencia de El Norte es tan luminosa y calorífica como la de ese sol del que nada sabemos durante el instante en que estas palabras se pasean por su mirada, amigo lector, compañero de diario. Siento que hablo de El Norte de Castilla como si marcara también el curso de los días, igualmente imprescindible para saber que el mundo sigue ahí.

LA longevidad, tan sana y robusta, de El Norte de Castilla impide abarcar con la memoria personal la singladura de un periódico que ha vivido muy diversas etapas políticas, sociales y culturales de España y del resto del planeta. Y, de modo especial, de Valladolid y las demás provincias de Castilla y León. Así que, ante un árbol tan frondoso, entrado en años sin que ello haya mermado, sino todo lo contrario, su salud, cabe, en primer lugar, decidir la operación a realizar. No seré yo quien intente abrazar tan ancho tronco, pues soy consciente de lo que mis brazos dan de sí, y tampoco estoy muy por la labor de posturas mimosas, a las que soy poco dado. Prefiero, con cautela, trepar hasta las ramas más bajas, las más cercanas a las raíces, y sentarme, no sin incertidumbre y riesgo de caída, junto a mi buen amigo Lera. A fin de cuentas, su recuerdo ahora y durante muchas décadas de su amistad, son un acompañamiento cabal. Así que aquí estamos los dos, mano a mano, balanceándonos como si fuéramos chavalillos, con las piernas colgando como si nos sostuviera un columpio de templado y cadencioso movimiento pendular. A fin de cuentas, antes de tener claro qué era El Norte de Castilla yo supe quién era José Luis Lera. Me lo puso fácil, como siempre lo pone quien tiene un corazón abierto y noble, en el que caben todos. Él era aquel señor, ya de pelo blanco, que junto con otros cuatro gatos (literalmente, el número quiero decir) se acercó a un lúgubre salón de actos para dar cuenta del nacimiento de aquella Asociación Universitaria de Tauromaquia que hace más de 35 años me dio por alumbrar. No sé dónde narices guardé aquel recorte de prensa, pero sí recuerdo que escribió: «Lejos de pedanterías y rompi-

CÉSAR MATA

EL NORTE Y LERA, PLEONASMO EN EL RUEDO

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

«La realidad se perfeccionaba cuando aparecía publicada en estas páginas»

mientos…». Vamos, que aquel señor, no solo había tenido la gentileza de acudir a aquel acto, sino que aquello parecía el inicio de una buena e inagotable amistad. Y así fue. Nada más y nada menos que el crítico taurino de El Norte de Castilla. Era el decano del decano.

Así que El Norte ya no era solo ese periódico en el que miraba los resultados y algún pequeño texto de los partidos de fútbol con los alevines del Real Valladolid o, más tarde, con los infantiles, juveniles y regionales de la SD Instituto Zorrilla, sino que también era ya desde en-

tonces mi ineludible referencia para las cosas del toreo. La realidad se perfeccionaba cuando aparecía publicada en estas páginas.

No es ocioso mencionar que si tengo el privilegio de escribir estas líneas lo es por mi condición de reciente espontáneo en este ruedo de noticias y opiniones que es el periódico, o quizá como un polizón subido a un buque seguro de las cartas náuticas que definen su estilo y su compromiso con la verdad y la actualidad. Su histórica navegación por los mares de la información le permiten, mejor que a ningún otro medio, acudir a su hemeroteca, sacar a colación sus propias noticias de hace más de siglo y medio.

Conocí la redacción del periódico en la que trabajaba Lera, en la calle Montero Calvo, con una de esas mesas metálicas tan al uso en las últimas décadas del pasado siglo. Con sus inseparables gafas que, de vez en cuando, se ajustaba. Creo que no me equivoco si la memoria olfativa me trae el recuerdo una nebulosa de humo intenso.

Si a Lera le dio la alternativa Emilio Cerrillo (con su alias Pepe Alegrías) allá por el constitucional año de 1978, yo tengo ahora la responsabilidad de coger aquellos imaginarios trastos con los que él diseñaba crónicas y repartía asertos. Se nota, cómo no, el peso de la historia, de la tradición, de participar en la vida de una sociedad que espera, que confía, con razón, en saber qué sucede de una fuente fidedigna.

170 años de El Norte comprometido, desde la libertad, con la información taurina. Unas páginas que son cultura cotidiana, quehacer para acercarse a la realidad sin prejuicios. Con el temple lento de pasar las hojas como se dan los buenos naturales, o con el preciso tecleo por su web, para que ninguna noticia se lea a toro pasado.

EL pasado mes de febrero el semanario ‘The New Yorker’ publicaba un reportaje donde se aseguraba que en Estados Unidos ya existen más de doscientos condados sin prensa local, es decir, más de doscientos condados en los que el poder puede hacer lo que quiera porque no hay nadie que lo fiscalice, nadie que haga preguntas incómodas y nadie que critique los excesos, la incompetencia y esa extraña propensión al abuso que le entra al político cuando ve su nombre en el BOE. Hay que recordar que no solo el político electo cumple un mandato democrático: también lo hace la prensa. El artículo 20 garantiza el derecho a la información del ciudadano. Pero sin prensa, el ciudadano no puede ejercer ese derecho. Y sin prensa local, el ciudadano residente en los núcleos más alejados del foco está indefenso. Así que la existencia de prensa local no responde al deseo caprichoso de alguien, sino a un mandato constitucional que, como tal, ha de ser protegido. En el caso de Estados Unidos los condados en los que ha desaparecido la prensa local suelen ser los más pobres. Y si una sociedad sin prensa supone un gran peligro para todos, el sesgo de pobreza debe ponernos en alerta máxima: son los más desfavorecidos los más afectados por su desaparición. Aunque, en realidad, lo somos todos. Donde no hay prensa local los ciudadanos se (des)informan a través de redes sociales,

170 AÑOS MEJORANDO LA SOCIEDAD

ILUSTRACIÓN: IVÁN SAN MARTÍN

«Sin El Norte de Castilla, Valladolid y Castilla y León serían peores lugares para vivir»

especialmente de X, una plataforma especialmente perniciosa en la cual los grupos interesados en desinformar hacen su patria. También acuden a grupos de Telegram y de Whatsapp en los que se distribuyen masivamente conspiraciones y fake news. Y

«La existencia de la prensa local responde a un mandato constitucional que debe ser protegido»

queda la prensa nacional, que, al no contar con información de cercanía, tiende a incrementar la polarización. El declive de la prensa local es una de las razones por las que Trump ganó apoyo a pesar de llevar a cabo una campaña repleta de mentiras. La situación en Europa, con partidos de extrema derecha al alza en todos los estados, no es mejor. Y no les digo ya en España, con un gobierno que encabeza la distribución de fake news, bulos, mentiras y que, bajo la excusa de acabar con la desinformación, amenaza la propia libertad de prensa.

El Norte de Castilla lleva 170 años informando de lo que sucede en Valladolid y en Castilla y León, es decir, lleva 170 años mejorando la sociedad en la que opera. Sin El Norte de Castilla los vallisoletanos no solo estaríamos más desprotegidos ante el poder, sino que viviríamos en sociedades más fanatizadas, polarizadas y desinformadas. Menos cultas, menos libres. Nadie habría defendido la democracia, nadie habría defendido el campo castellano y nadie habría supuesto, a través de su mera existencia, un freno a las pretensiones autoritarias que nos han acompañado siempre y que, desgraciadamente, siempre lo harán.

Sin El Norte de Castilla Valladolid y Castilla y León serían peores lugares para vivir. Por eso hoy no solo toca defenderlo como un activo clave sino dar las gracias a todos aquellos que han dedicado su vida a hacerlo posible.

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