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Sociedad Mixta Turismo de Valladolid
Cata de vinos popular en la Plaza Mayor de Valladolid. Abajo, algunas de las variedades de color y de DO que confluyen en Valladolid.
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Valladolid, la ciudad de los vinos con nombre propio
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Confluencia. Coinciden en este terruño cinco Denominaciones de Origen, cuatro rutas del vino y diversas experiencias enoturísticas
Cómo sería la ciudad de Valladolid sin la cultura del vino? Nadie, absolutamente nadie, sería capaz de concebir esta idea de una tierra que durante cientos de años ha estado, y está, intrínsecamente ligada a esta bebida espirituosa que rinde homenaje el dios de la mitología romana Baco.
Valladolid es al vino, lo mismo que el vino a Valladolid. Y así, lo avalan las anchas llanuras de grandes horizontes, los mares de trigales y las eternas extensiones de viñedos donde crecen algunos de los mejores vinos del mundo de cinco importantes Denominaciones de Origen: Ribera del Duero, Rueda, Toro, Cigales y León.
Para gustos están los colores, y de pigmentos en la ciudad del Pisuerga andan sobrados. Los blancos de Rueda, los rosados o ‘claretes’ de Cigales y los tintos de la Ribera del Duero, Toro y León son el ejemplo de diversidad que presentan las bodegas de esta zona geográfica.
Tampoco es difícil relacionar a Valladolid con los cientos de viñedos que rodean pueblos con encanto, historia y tradición. Diversas rutas invitan a disfrutar de una experiencia que enseña la historia y la actualidad del mundo del vino en armonía con la gastronomía provincial.
La reconocida calidad de los vinos de Valladolid se remonta en la capital a las importantes bodegas que existieron en el Monasterio de San Benito y San Pablo, así como en el Colegio de Santa Cruz. Aunque la producción vinícola de entonces no era exclusiva de los religiosos, el consumo de vino entre los laicos era costumbre arraigada, que en una época en la que la gente no podía comprar mucha carne porque era cara, el vino era un aporte calórico importante en su dieta.
Ligado a la historia del vino en la ciudad es importante recordar la labor de algunos profesionales claves para el desarrollo de este sector. Oficios como el de botero (encargado de elaborar las botas o pellejos para almacenar el vino) han sido un aditivo para convertir a la ciudad en un referente enoturístico.
La diversidad de sus paisajes y las tradiciones vitivinícolas, la historia y el patrimonio de la capital y de los pueblos, sus murallas, castillos y fortalezas, aunado al apoyo institucional del Ayuntamiento de Valladolid, convierten un viaje a la ciudad en una experiencia que no deja indiferente a ningún paladar.
Su estatus como referente nacional en el mundo del vino se consolidó en 2017 cuando Valladolid recibió el Concurso Mundial de Bruselas, el certamen internacional más importante del sector vitivinícola. Un año después, la ciudad y también la provincia se volcaron en el evento ‘Valladolid, Plaza Mayor del Vino’, propuesta donde el público puede catar todo tipo de vinos sin salir del centro de la capital.
Cinco denominaciones A la antigua capital de España le corre vino por sus venas. El auge del vino en la ciudad se produce a partir de la década de los ochenta del siglo XX, con la creación de las primeras Denominaciones de Origen de la provincia y la elaboración de vinos con sello de garantía en su contraetiqueta.
El buque insignia del alma vitivinícola de la ciudad está representada por la Denominación de Origen Ribera del Duero. Donde las ondulaciones del terreno se confunden con las aguas del segundo río más caudaloso de la Península Ibérica se ubican algunas de las más afamadas bodegas vallisoletanas. Fue el Cister quien trajo las primeras cepas.
Parada obligatoria para disfrutar de otra experiencia enoturística es Cigales. La esencia de sus claretes, los tintos, cada vez con más peso y sus bodegas subterráneas ofrecen un mágico recorrido por sedimentos terciarios y cuaternarios con casi treinta bodegas profesionales.
Otra seña de identidad remite al topónimo de Rueda. Es la Denominación de Origen representativa del verdejo, aunque producen otros muchos blancos y tintos desde 1980. Dentro de ella se presenta un amplio abanico de atractivos turísticos como Medina del Campo con su Castillo de la Mota y Olmedo con su parque temático mudéjar. Digno es de conocer, sus bodegas subterráneas donde se elaboraban los famosos vinos de la tierra de Medina y que dieron fama a los vinos de la zona. Estas bodegas excavadas en muchos pueblos bajo las propias casas, son sinónimo de historia, quietud y calma, algo tan ausente en la vida actual.
DO compartidas A caballo entre Zamora y Valladolid se encuentra la DO de Toro representada por sus tintos, rosados y blancos, aunque su uva más notable es la Tinta de Toro. Esta ruta enoturística enseña la villa de Tordesillas, localidad que ha sido testigo de numerosas historias de reinas, de amantes cortesanas y de la reclusión de la reina Juana ‘La Loca’ en el convento de Santa Clara. Dentro de este recorrido hay que hacer un alto en el camino, en San Román de Hornija, donde hallamos las bodegas Elías Mora y Rejadorada que ofrecen visitas y catas de unos vinos que son el tándem perfecto entre el conocimiento de sus ancestros y la moderna tecnología.
Por último, acercándonos a León encontramos la DO que lleva este nombre, en la que se dan vinos que se caracterizan por tener «ese algo» que brindan la variedad Prieto Picudo y Albarín Blanco, la técnica del madreo, las características del suelo y el clima cazurro. Lo más característico de esta zona son las bodegascuevas rupestres en cuyo interior se crea el micro-clima ideal que permite la elaboración de sus afamados vinos.