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por Carlos Aganzo

Vino, pandemia y Donald Trump

CARLOS AGANZO

DIRECTOR DE RELACIONES INSTITUCIONALES DE EL NORTE DE CASTILLA

El consumo de vino aumentó durante el confinamiento. Y no ha dejado de subir en todo el año. En determinados momentos, además, las empresas de venta ‘online’ llegaron a facturar hasta el doble de lo que facturaron en 2019. Y lo mismo en los lineales de los supermercados. Ríos de vino frente al miedo y la incertidumbre. Dentro del caos, podría llegar a interpretarse como un efecto positivo. Pero nada más lejos de la realidad. Para los vinos de calidad, para esa cultura del buen vino en la buena mesa que tanto ha costado ganar, el regreso a la cantidad por la cantidad sin duda no es una buena noticia.

Con los restaurantes cerrados, a consecuencia de la sevicia de las autoridades con el mundo de la hostelería; con las dificultades crecientes para la exportación, los presuntos ríos no compensan. Los vinos aguantan años en las bodegas. Mejoran con el tiempo. Piensan en el mañana más que en el hoy, es verdad. Pero todo tiene un límite. El límite del bolsillo del consumidor. La campaña de Navidad, antes que como una incógnita se presenta como un embudo. Un embudo en el que confluyen las esperanzas de cerrar 2020 con un poco más de alegría.

Ante la pandemia, la palabra reinventarse vuelve a cobrar fuerza descomunal. Industrias textiles que dejan de fabricar camisetas para hacer mascarillas. Hoteles que alquilan sus habitaciones todo el año… Lo cierto es que nuestras bodegas ya se reinventaron en la crisis anterior. Y lo hicieron con éxito. Miraron hacia adelante, apostaron por la calidad y por la exportación, por la innovación y por la creatividad. Y superaron el reto. No sin bajas. Pero si te reinventas una y otra vez es posible que al final del proceso ya no te conozca ni la madre que te parió, como le pasó a la España de Alfonso Guerra.

El confinamiento y los toques de queda han servido para muchas cosas, entre ellas para «doblegar» la famosa curva de los contagios y de las muertes. Pero también para decirnos lo fácil que es desandar en dos trancos el largo camino recorrido durante años. Y para mostrarnos lo cutres

IBARROLA

que podemos llegar a ser. Empezamos quedando ‘online’ con los amigos para descorchar, cada uno en su casa, una buena botella de vino, y hablar así de la incertidumbre con un poco más de calor y de esperanza. «A cada cual su copa, / para medir el vino que se acaba / donde empieza la sed», que diría Miguel Hernández. Pero esas imágenes tardaron muy poco en desaparecer ante la invasión del chándal, los pijamas, las zapatillas y las monerías de los niños, desequilibrados por el encierro.

Si los enemigos del alma son mundo, demonio y carne, los del vino han sido las restricciones, el descenso del poder adquisitivo y los aranceles de Donald Trump. Tras la superación de la segunda ola y con la esperanza de las vacunas, necesariamente las restricciones tienen que terminarse en los próximos meses. Lo del poder adquisitivo de los ciudadanos tiene un proceso, me temo, bastante más largo. Y Donald Trump, por cierto, parece que ha llamado ya a los camiones de la mudanza. Sea en buena hora. Trump, por cierto, que también le da nombre a una de las mejores bodegas de Virginia, que la compró él mismo y ahora la regenta su hijo Eric: Trump Winery. 227 acres de pinot noir, chardonnay, sauvignon blanc y viognier. Él no prueba el vino desde que su hermano Frederick, el bueno de la familia, muriera alcoholizado a los 43. Da que pensar.

Así que, con unas cosas y con otras, a lo mejor no es necesario reinventarse, ni renunciar a las esencias. Tal vez basta con empeñarse en regresar lo más cerca posible del punto en el que lo dejamos, a causa de la violencia de los virus y la impericia de los hombres. Decía Baudelaire que un ser humano que se precie de tal, ha de estar siempre embriagado de vino, de poesía y de virtud. Mientras otros se embriagan de poder, pensemos nosotros en la poesía y en la virtud de nuestros vinos. En esa calidad y esa mesura, por encima de los desmadres del granel, que representa lo más culto y lo más civilizado de nosotros mismos. Y brindemos esta Navidad con un buen vino. Pensando en regresar.

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