TRATA DE PERSONAS, EL TERROR QUE NADIE QUIERE RECONOCER PAG. 13
5 de abril de 2015
AÑO 20
PERIODISMO CATÓLICO; FE QUE SE HACE CULTURA
No. 1030
VENTANA ABIERTA Por Jaime Septién
Diez años ya
F
GIULIO NAPOLITANO / AFP
alleció el 2 de abril de 2005 a las 21:37 (la noche previa al Domingo de la Divina Misericordia, festividad que él mismo había propuesto). El llanto universal «creció en diluvio». Dejaba en la orfandad espiritual a millones de seres humanos. Católicos o no. Fue magno en su vida y en su muerte. ¿Sus últimas palabras? Algunos periódicos publicaron que su última palabra fue «Amén»; sin embargo el Vaticano desmintió esta versión y afirmó que las últimas palabras fueron en polaco: Pozwólcie mi iść do domu Ojca («Déjenme ir a la casa de mi Padre). Una septicemia y un colapso cardiopulmonar irreversible, agravado por su enfermedad de Parkinson, lo llevaron a su Hogar verdadero. Tenía 84 años y 11 meses. En la agonía, le dictó a su secretario, Stanisław Dziwisz (hoy arzo-
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bispo de Cracovia), una carta en la que decía: «Soy feliz, séanlo también ustedes. No quiero lágrimas. Recemos juntos con satisfacción. En la Virgen confío todo felizmente». Por su parte, el portavoz del Papa, Joaquín Navarro-Valls, dijo que poco más de una hora antes de morir el pontífice dedicó unas palabras a la multitud reunida en la Plaza de San Pedro —a la que escuchaba rezar contrita—: «Yo los he buscado y ahora ellos vienen a buscarme, les doy las gracias”» Y los bendijo con mano exangüe, con las últimas fuerzas de un corazón de león. Hace una década. Parecería ayer. La luz que se apagó en los departamentos papales; la gente rezando; el funeral, las filas interminables para contemplar su cuerpo; el ataúd con las Escrituras mecidas por el viento primaveral; el futuro Papa Benedicto IV pidiendo su bendición... Qué regalo de Dios haberlo tenido desde octubre de 1978. Ahora toca recoger su enseñanza: todo tuyo, María, no tengo miedo.
EL LEGADO DEL PAPA VIAJERO PÁGINA 3