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21 de febrero de 2010 AÑO 15 No. 763 $8.00 Fundado en 1995
DE LA ACTUALIDAD
República laica POR ANTONIO MAZA PEREDA
PÓRTICO
LO QUE NOS FALTABA... POR JAIME SEPTIÉN / jaimeseptien@gmail.com
Los señores diputados federales —que de tan buena fama gozan entre la población— han decidido, en un golpe de inspiración solamente atribuible al interés que tienen de fomentar nuestro progreso, reformar el artículo 40 de la Constitución y hacer que, además de representativa, democrática y federal, nuestra República sea laica. ¡Necesarísimo! ¡Era, justamente, lo que necesitábamos para dar el brinco a la modernidad! Con un gesto así, estamos preparados para abatir la pobreza, dejar atrás al narcotráfico, enfrentar la falta de empleo y dar educación a nuestros niños y jóvenes. ¿Hay alguien que no sepa que era la demanda de las mayorías? habíamos escuchado en las calles, en los merSe eleva el ¿No cados, en las plazas públicas el reclamo popular laicismo a para que la República fuera laica y, con este acontecimiento decisivo, la gente tuviera, de una vez rango de por todas, alimento en su mesa, un trabajo bien acceso a la educación, a la salud o a religión de remunerado, una vivienda digna? Bueno, pero escuchemos a los progenitores Estado de esta iniciativa. Nos dicen, estúpidos de nosotros, que con esta reforma, elevando el laicismo al rango de religión de Estado, se frena el activismo político de la Iglesia y se sientan las bases firmes para que un país como México respete la dignidad de la persona, oponiéndose al derecho humano fundamental de expresar su creencia religiosa en público y en privado. Claro que los diputados federales ven por nuestro bien. ¿Quién dijo que era más importante la reforma fiscal, la reforma política, la reforma energética o la reforma laboral? No, señores, que la gente coma, viva, tenga techo, cultura, educación, acceso a medicamentos, trabajo y un salario digno, es cosa de poquísima monta. Lo que importa —nos recuerdan don Juventino Castro y Castro y don César Augusto Santiago, adalides de esta reforma al artículo 40— es mantener a la Iglesia católica a raya, enjaulada, maniatada, calladita, y a los obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, así como a los creyentes, en su lugar, es decir, en la sacristía. ¡Ya somos una República laica! ¡Casi como en 1857! ¡Aleluya! Era lo que nos faltaba para lograr el bienestar de las mayorías. Caramba, ¿cómo no nos habíamos dado cuenta?
Si me pusiera sarcástico, este sería el momento de echar las campanas a vuelo. ¿Por qué? Porque en este país, cada vez que se incluye algo en la Constitución, ocurre exactamente lo contrario de lo que deseaban nuestros legisladores. Ejemplos al vuelo: la Constitución dice que tenemos derecho a la educación, a la salud, a la libertad de expresión. Y lo que ocurre en la realidad es precisamente lo contrario: nuestra educación, nuestra salud, nuestra libertad de expresión están cada vez más deterioradas. Si se aprueba el cambio a la Constitución nombrándonos república laica, lo más probable es que en un par de décadas México se haya vuelto el país más religioso del mundo. Pero no me puedo poner sarcástico. El tema es grave en varios aspectos y hay que tomarlo con seriedad. Pasará un tiempo para que esta modificación sea aprobada por el Senado y, si estoy en lo cierto, por dos tercios de las legislaturas locales. Pero no es más que cuestión de tiempo. Todos los partidos, incluso el que tuvo inspiración católica en sus inicios, aprobaron esta modificación. El tema da y dará para mucho análisis. Hoy quisiera centrarme en dos puntos: ¿Por qué ahora? ¿Qué, no hay otros temas mucho más urgentes de atender? Entre los muchos y graves clamores sociales, ¿había que dedicar los costosísimos esfuerzos de nuestros legisladores a un tema que no forma parte de las inquie-
tudes de la mayoría de la población? ¿Por qué se negoció en lo obscuro sin un amplio debate público? ¿Qué opina la mayoría de la población sobre este tema? La impresión es que los legisladores, después de sujetar a la población
No nos podemos quedar callados. Un ataque a la libertad religiosa es un ataque a todas las libertades. Lo que urge es que los legisladores aclaren en el texto constitucional qué se entiende por laicidad, cuáles serán sus límites y qué libertades nos dejará al 97% de los mexicanos que profesamos alguna religión. a un largo ayuno de reformas sustanciales y urgentes, ayuno que dura ya varios lustros, ahora quieren demostrar que pueden tener un logro importante. ¿Para qué? ¿Cuáles serán las consecuencias de esta reforma a la Constitución? Porquesegura-
2033: La película que muestra los horrores del laicismo negativo en México Página 2
Periodismo Católico
mente éste es sólo es un primer paso. De ahí saldrán leyes y reglamentos para hacer efectiva esta reforma. Lo que sigue, lógicamente, es mermar el reducido espacio de libertad que tienen en México las religiones y en particular la católica. Lo que se está anunciando es una persecución, tal vez de mediana intensidad, contra la libre expresión de las opiniones religiosas y la educación de inspiración cristiana o religiosa en general, el acallamiento de los ministros del culto y de la población que practica una religión. En el mejor de los casos. En el peor de los casos, podrían tratar de seguir el modelo de Nerón y de muchos otros tiranos: ante el creciente clamor por su ineptitud, la solución es distraer a la población con una persecución a los cristianos. No nos podemos quedar callados. Un ataque a la libertad religiosa es un ataque a todas las libertades. Lo que urge es que estos legisladores aclaren y hagan constar en el texto constitucional qué se entiende por laicidad, cuáles serán sus límites y qué libertades nos dejará al 97% de los mexicanos que profesamos alguna religión. Y pronto: antes de que se les dé un cheque en blanco a quienes han tratado por muchas décadas de extirpar las religiones de la vida social y pública, y ahora se dicen sorprendidos por la debacle de los valores en este país y sus consecuencias como la corrupción, la violencia y muchas más.