806 El Observador de la Actualidad

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PRÓXIMO NÚMERO

SAGRADA FAMILIA, MODELO DE AMOR LECTURAS

D Ocho claves para el éxito matrimonial DFamilia, violentada por la ONU D¿Qué es el Movimiento Familiar Cristiano? D Argumentos no religiosos contra el “matrimonio” homosexual

LA NATIVIDAD DEL SEÑOR Cristo se encarnó para salvarnos

ESPECIAL

CUENTOS NAVIDEÑOS DUna «fallida»

D

no Santaclós

D Tres argumentos falsos

representación navideña

para no celebrar la Natividad

DUn hombre toco a nuestra puerta DLa Nochebuena de un mendigo DLa sopa caliente de la pobre mujer

D Receta para construir

un nacimiento

D Abecedario para la Navidad

Págs. 13 y 14

Págs. 3 a 8

El Observador DE

19 de diciembre de 2010

AÑO 16

No. 806

elobservadorenlinea.com

LA

ACTUALIDAD

Fundado en 1995

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SOBRE LA MARCHA SANTIAGO NORTE Ay, cuánto me gustaría poderle decir a Nuestro Señor lo mismo que le dijo en un soneto nuestro poeta Salvador Novo: Gracias, Señor, porque me diste un año / en que abrir a Tu luz mis ojos ciegos; / gracias porque la fragua de tus fuegos / templó en acero el corazón de estaño.

La Adoración de los Pastores del pintor español Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), óleo sobre lienzo pintado entre 1655 y 1660 que se exhibe en el Museo del Prado de Madrid.

EN OPINIÓN DE... IBARRA: El Parto p.10 MORENO ROMO: Para la antropología de las piñatas p.10 RIVERA BARROSO: Dickens y B. Madoff p.11

EL PLACER COMO PARTE

DE UNA VIDA PLENA


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19 de diciembre de 2010

OPINIÓN AÑO 16, No. 806

/El Observador

PÓRTICO POR JAIME SEPTIÉN jaimeseptien@gmail.com

Feliz Navidad y no «felices fiestas»

E

l arzobispo emérito de San Luis Potosí, don Arturo Szymanski Ramírez, me hacía notar hace algunos días que en los programas de televisión y en las tertulias de la radio, ahora, a los conductores y locutores les ha dado por decir «felices fiestas» en lugar de «feliz Navidad». Como vivimos en un «Estado laico», creen estos señoritos y señoritas que es políticamente correcto suprimir el espíritu cristiano de la Navidad y transformarlo en una vocación pagana, de consumo, alteración, jolgorio, guateque y babosadas.

Se han de creer que, con eso, le dan gusto a sus jefes y a los políticos masones que son como «El Grinch»: odian lo que no comprenden y, como no lo comprenden, prefieren destruirlo. La Navidad —resulta hasta obvio decirlo— es un Misterio. Quizá el Misterio más grande de la historia de la humanidad: que Dios se haga hombre, en la pobreza extrema, para salvarnos y para elevarnos a una condición por encima, incluso, de los ángeles, es la prueba suprema del amor loco que tiene por el hombre. Por supuesto que es —como todo Misterio— inexplicable. Lo cual no quiere decir que sea irrazonable. Esos dichos afirman los que todo lo echan a perder en razón de su razón. Los que creen que siempre tienen la razón se han apropiado de la Navidad porque ni la entienden ni la esperan. Porque no entienden ni esperan nada, salvo aguantar el infierno (o la locura) de siempre tener la razón. El amor tiene razones que la razón jamás entenderá, explicaba Pascal. Y Chesterton decía que los manicomios estaban repletos de gente que siempre tenía la razón. Los medios de comunicación son la moderna versión de ese manicomio chestertoniano. Actúan por impulsos (o por intereses que impulsan a sus impulsos). Y si hoy toca eliminar el espíritu cristiano de la Navidad, vuelven este espíritu una cosa «superada». Y lo sustituyen por el comercio. «Venga usted a comprar lo que puede gozar. Goce lo que compra, que es lo único tangible de la temporada. Atibórrese de pasteles, de alcohol, de regalos inútiles y verá lo feliz que se va a sentir usted. Olvídese de la Navidad cristiana, cosa de viejecitos nostálgicos del ponche y la Misa de Gallo». La cuestión es tan extendida que a algunos despistados hasta les parece «elegante» decir «felices fiestas». Nada de eso: Feliz Navidad, ¡Cristo ha nacido para redimir al mundo! ¡Ha nacido el Amor! La noche es pasajera: ¡he aquí la luz!

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LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

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Ni sitio donde nacer Me da pena, Señor mío, que al nacer nadie te diera ni una habitación siquiera de resguardarse del frío.

porque quizás yo también lo mismo podría obrar. Es dificil de entender: Tú, que todo lo creaste, viniste al mundo y no hallaste ni sitio donde nacer.

Siento hasta remordimiento por aquella indiferencia. ¡Qué mal honran tu presencia! ¡Qué pobre es tu nacimiento!

Yo te doy gracias, Señor, porque en mí naciste un día, y hoy canto con alegría que Cristo es mi Salvador.

Mas no me atrevo a culpar a las gentes de Belén

Daniel Nuño

Tocar la Navidad

El desengaño de un sacerdote

POR IÑAKI BERISTAIN / Diócesis de San Sebastián, España

POR JOSÉ-FERNANDO REY BALLESTEROS / Análisis Digital

Estamos de nuevo a las puertas de la Navidad. De zón de niño. No para los «prudentes» que no quieren nuevo mucha gente metida en el «fregado» de los salir de la normalidad mayoritaria de casi todos. Hace regalos, de las compras, del consumo más feroz. De falta «atrevimiento» para celebrar la Navidad. Hace nuevo ante las navidades (así en plural). falta dejar libre al ¡Pero sin la Navidad! Y por ello, con noscorazón, dejarse talgia e, incluso, con tristeza y rabia. Trisllevar por el priteza y rabia, porque nos damos cuenta de mer impulso de que todo esto es irracional. Todo esto es tocar el amor priuna parafernalia que no lleva nada dentro. mero. Hace falta Pero ya sabemos todos que esto no tiene la osadía de nada que ver con la Navidad y que, por romper el círcutanto, todo este montaje es mentira y pura lo absolutamensuperficialidad. ¿No hay forma de «tocar» te deshumanizala Navidad, de vivirla, de sentirla? dor de las naviProponemos el pequeño gesto de la dades. Hace falfotografía. Ese pequeño gesto de «tocar» ta corazón de el misterio. «Tocar» con esa cara de asomniño. Corazón bro, de novedad, de lo nunca visto. Con capaz de asomese asombro de estar ante algo que es desbrarse. Corazón conocido. Es desconocido, pero está a con capacidad mano, se nos ha regalado. Es Dios mismo de novedad y Nunca es tarde: este año que se nos ha puesto al alcance y resulta sorpresa. Cuan¡el gran regalo de Navidad! Aquellos paspuedo celebrar la Navidad. do se sabe todo, tores que corrieron a la gruta, aquellos Macuando se tiene Hace falta corazón de niño y gos de Oriente que buscaron hasta dar con todo controlado, Él, María que envolvía en su regazo a aquel cuando «ya es¡«tocar» el misterio! Niño bendito, esta niña de la fotografía, tán todas las son estampas que nos dirigen al fondo de la Navidad. compras hechas», no es posible vivir la Navidad. ¡Una ¡Es «tocar» el misterio! pena! Aunque todo está tan a mano, que nunca es Pero no somos niños, esa es la cuestión. Y la Na- tarde. Este año puedo celebrar la Navidad. Hace falta vidad se hizo para los que se «atreven» a tener cora- corazón de niño y ¡«tocar» el misterio!

Fue uno de mis primeros desengaños de sacerdote recién ordenado. Era 24 de diciembre, domingo por más señas; creo que se trataba del año 1995. Yo celebraba la Santa Misa para un nutrido grupo de niños y, en la homilía, teniendo en cuenta que aquella noche era Nochebuena, tuve la ocurrencia de preguntar en voz alta: «¡A ver, niños! ¿Quién viene esta noche?». Los rostros de los chiquillos se iluminaron, y decenas de manos se levantaron nerviosas e impacientes. Contemplaba yo aquellos ojos chispeantes, y me decía: «¡El Niño Jesús aún despierta ilusión en los pequeños!». Pero, cuando otorgué la palabra a uno de los niños, todos a una se lanzaron a contestar la pregunta como si hubieran ensayado la respuesta: «¡Esta noche viene Santa Claus!». Me quedé tan helado como el termómetro de aquel diciembre. Desde aquel día decidí que había que combatir con todas las fuerzas a ese gran farsante que, vestido como una botella de Cocacola, ha robado al Niño Jesús la ilusión de sus pequeños. El recuerdo que les describo en el párrafo anterior tiene quince años de antigüedad. Pero, si voy más atrás y retrocedo, por ejemplo, treinta y cinco años, no soy capaz de distinguir la oronda y barbuda silueta del intruso invernal entre mis paisajes de infancia. La Navidad, para mí, siempre fue la Navidad: la Virgen y san José, y el Niño que está en la cuna. Villancicos, turrones, el nacimiento en el salón de mi casa, adornos en puertas y pasillos, y «nene, pórtate bien, que es Navidad». Dios lo llenaba todo... Era Navidad. Pero, en algún punto del camino durante estos últimos treinta y cinco años, el Niño Jesús pasó a ser un atentado contra la libertad de conciencia; y la Navidad ha dejado de serlo para pasar a ser «fiestas», sin más. «¡Felices fiestas!», te dicen ahora. El pesebre, con sus pajitas, su mula y su buey, sigue, como el primer día, apenas habitado por unas pocas almas, dichosas y bienaventuradas, que no necesitan dinero para alegrarse, porque creen, de verdad, que Dios ha nacido.

LAS

PUERTAS BIEN CERRADAS

No hay sitio para María. No hay sitio para José. No hay sitio en ninguna casa. No hay sitio en todo Belén.

No hay sitio para la Vida. No hay sitio para el Amor. No hay sitio para la estrella que viene anunciando al Sol. No hay sitio para la gracia. No hay sitio para la fe. No hay sitio para María. No hay sitio para José. Francisco Luis Bernárdez


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LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

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Campañas por todo el mundo para despertar conciencias: ¿Acaso Santaclós se encarnó para salvarnos del pecado? Sin Jesús no hay Navidad Por muy absurdo que sea, hay muchas familias católicas que le han abierto sus puertas a Santaclós; en sus casas no faltan las decoraciones con las nevadas «vi-

llas coca-cola», y el tipo de la pijama roja y blanca, los colores oficiales de la empresa refresquera; ¡y qué decir de los renos, los trineos y las figuras de nieve artifi-

cial estampadas en las ventanas! Ciertamente todos estos elementos, totalmente ajenos a nuestro país —aquí no tenemos trineos porque no hay paisajes nevados,

y tampoco reno alguno— tienen mucho más que ver con las celebraciones del solsticio de invierno de las religones paganas nórdicas que con otra cosa.

Por eso, para hacer conciencia de que la Navidad es primordialmente la fiesta del Nacimiento de Jesucristo, en diversos países se hacen algunas campañas.

«Nace Jesús: ¡Dibújalo!»

«Navidad es Jesús»

«Zona libre de Santaclós»

Campaña lanzada por la Conferencia Episcopal Chilena, al menos en 2006. La particularidad de este concurso, que premia los diez mejores dibujos de cada categoría, es que no está restrigido a los niños y adolescentes, sino que también pueden participar adultos de todas las edades, algo esencial dado que sólo un mayor de edad cristianamente concientizado está capacitado para, a su vez, concientizar cristianamente a los menores a su cargo. Los dibujos, que se suben a dos portales de internet, funcionan como tarjetas navideñas virtuales, con lo que el anuncio del Nacimiento de Cristo se extiende aun entre los no participantes.

Es una campaña que incluye un festival artístico que se realiza en Perú desde hace algunos años. Entre sus diversas manifestaciones hay un concurso de composición de cantos navideños. El festival «Navidad es Jesús» es organizado por el Instituto Cultural Teatral y Social, y busca reflejar la luz y la vida del Evangelio a través de distintas expresiones artísticas, como son la música, el teatro, la literatura, la pintura, etc. Por si fuera poco, la campaña, comandada por el Movimiento de Vida Cristiana, moviliza año con año a unos diez mil voluntarios que comparten con cien mil niños de las zonas más pobres de Perú el verdadero significado de la Navidad.

Desde hace diez años, decenas de grupos en Alemania y Austria lanzan en el Adviento diversas campañas de protesta contra la comercialización de la Navidad, y en especial han decidido expulsar definitivamente a Santaclós, emblema del mercantilismo e invento de la empresa Coca-Cola en 1931. Así, se busca volver a hacerle el lugar que le corresponde al Christkind (Niño Cristo). Las iniciativas incluyen procesiones con velas como manifestación «de resistencia» contra el Santaclós de Estados Unidos y su primo británico Papá Noel. Todo este movimiento lo originó el sacerdote católico Eckhard Bieger, de Frankurt, quien declaró una «zona libre de Santaclós», distribuyó miles de pegatinas con la imagen del gordo de rojo en un círculo con una barra cruzándola, e invitó a los comerciantes a eliminar a los santacloses de los escaparates.

«¿Qué pasaría si el portal se quedara vacío?»

Estatuillas del Niño Dios

Es una iniciativa de Mission Kits, un apostolado vinculado al programa Red Misión, de los Legionarios de Cristo, que ofrece la oportunidad de enviar gratuitamente postales de Navidad con apenas rellenar unos cuantos datos que no llevan más de un par de minutos. El título que da nombre a este servicio surgido en 2009 es precisamente «¿Qué pasaría si el portal [de Belén] se quedará vacío?». Quien recibe la postal se ve en la necesidad de interactuar pues tiene que colocar en el Belén o Nacimiento cada una de las figuras principales del mismo. Y al terminar, inmediatamente, aparece un video donde un sacerdote hace una reflexión espiritual. Para enviar la tarjeta hay que acceder a la siguiente dirección electrónica: http://www.missionkits.org/tarjetanavidad09/sendmail.php

En 2005 los obispos cubanos mandaron elaborar un millón de imágenes del Niño Jesús para repartirlas en una misión llamada «Devolviéndole Cristo a la Navidad». El nacimiento había desaparecido de Cuba porque el dictador socialista Fidel Castro prohibió la celebración de la Navidad. La medida fue levantada tras la visita de Juan Pablo II a Cuba en 1998. Según el encargado de la sección para Iberoamércia de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), Xavier Legorreta, «por muchos años el pesebre estuvo ausente de las celebraciones navideñas en Cuba. Todo lo que había eran árboles de Navidad». En los años siguientes AIN sigue repartiendo durante el Adviento estuillas del Niño Dios en la Isla, aunque en cantidad ya menos abundante. Las imágenes, de nueve centímetros de largo, son repartidas por miles de voluntarios que recorren hasta 20 kilómetros a pie, tocando puertas e invitando a la gente a acoger la figura junto con un folleto explicativo sobre la importancia de Jesús y su nacimiento.

«Tú sabes que es real» La Liga Católica de Estados Unidos ha colocado este año un panel de 7.92 metros de ancho por 7.31 metros de alto en el túnel Lincoln, del lado de Nueva York. Es una respuesta a la pancarta que una organización atea colocó al otro extremo del túnel, del lado de Nueva Jersey, que dice: «Tú sabes que es un mito: en esta temporada celebra a la razón».

Santaclós no redime a nadie En la República Checa tiene poco tiempo la entrada de Santaclós. Pero ya se ha lanzado un sitio, http://www.anti-santa.cz, para recordar a los checos que es Cristo quien se encarnó por nuestra salvación, y fue Él y no Santaclós quien murió en la cruz para pagar nuestras culpas

Él no se encarna por ti, él no te salva

Por la tradición cristiana Este cartel es difundido en algunos lugares de España por la Plataforma en Pro de los Reyes Magos de Oriente


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LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

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Tres argumentos falsos para no celebrar la Natividad Año con año, los detractores de la fiesta de Navidad crecen en número. Lo curioso es que, entre los que constituyen esta ola creciente, la mayoría no son agnósticos y ateos, sino protestantes. Y las «razones» que esgrimen para oponerse a la celebración del Nacimiento de Jesucristo sorprenden por su ligereza disfrazada de «sabiduría» POR DIANA R. GARCÍA B.

1er ARGUMENTO: «No se debe celebrar la Navidad porque la Biblia no lo ordena» Esta postura la enseñan especialmente las sectas inventadas a finales del siglo XIX o durante el XX, tales como «Amistad Cristiana», «La Casa del Alfarero» e «Iglesia de Cristo», entre muchas otras.

Es verdad que en ninguna parte de las Sagradas Escrituras se encuentra la orden expresa de celebrar el Nacimiento de Jesucristo. Pero los miembros de estas sectas deben reconocer que muchas de las cosas que hacen no están ordenadas en la Biblia. ¿En que pasaje, por ejemplo, les autoriza la Escritura a que empleen micrófonos y luz eléctrica en sus reuniones de culto? ¿Dónde dice que está permitido utilizar la internet para difundir sus credos? ¿Por qué celebran —los miembros de la «Iglesia Adventista del Séptimo Día», por ejemplo— la llegada del nuevo año civil cada 1º de enero? ¿Por qué los varones de todas estas sectas usan pantalones, si ni Jesucristo ni los primeros cristianos lo hicieron? A quienes esgrimen el argumento de que «la Biblia no lo ordena» habría que preguntarles: ¿Dónde dice la Biblia que está prohibido celebrar el Nacimiento de Cristo? Y la verdad es que no sólo no existe ningún versículo que prohiba la fiesta de Navidad, pero sí muchos que, de manera implícita, invitan a hacerlo; por ejemplo, cuando el Niño nació en Belén, el Cielo no se calló la noticia,

sino que los ángeles festejaron y se aparecieron a los pastores para que también celebraran el Nacimiento. Además, Dios no dejó fuera del festejo ni a los de lejos: guió a través de una estrella a los Magos de Oriente para que llegaran hasta el Niño.

2º ARGUMENTO: «El 25 de diciembre es la fiesta pagana del dios sol, no el nacimiento de Jesús» A esta enseñanza se adhieren, además de las sectas ya mencionadas, otras más, como «Testigos de Jehová», «Iglesia de Dios 7º Día», «Iglesia de Dios en Cristo Jesús», etc. Algunos la presentan con estas palabras absurdas: «Jesús no nació en Navidad». No se dan cuenta de que lo que dicen es tan sin sentido como afirmar que el fuego no quema, o que el mar no tiene agua. La palabra navidad es contracción de otro vocablo, natividad (del latín nativitas), que significa «nacimiento». Escrita con mayúscula se refiere de manera exclusiva al Nacimiento de Jesús. Así, la Navidad celebra a Cristo y no al «dios sol», llámese como se llame en las diversas culturas paganas: Apolo (en Grecia), Helios (en Roma), Mitra (en Persia), Huitzilopochtli (en Tenochtitlan), Frey (entre los escandinavos), Inti (en el imperio Inca) etc. Las fiestas de estos «dioses» tienen sus propios nombres: Natalis Solis Invicti, Brumilla, Cápac Raimi, Saturnalia (inventada hacia el año 274 para contrarrestar la cada vez más extendida celebración cristiana del natalicio de Jesús), etc. Ninguna de ellas se llama ni se llamó jamás «navidad». El hecho de que coincidan en una misma fecha dos acontecimientos diferentes no significa que uno sea absorbido irremediablemente por el otro; por ejemplo, si una pareja recibe el sacramento del matrimonio el 21 de marzo y hace una fiesta, no puede ser acusada de haber celebrado en lugar de un casamiento la fiesta de Ostara, la diosa sajona de la primavera, o la de cualquier otra «divinidad» relacionada con este equinoc-

cio. Si la Navidad se celebra el mismo día que se acostumbraba conmemorar el solsticio de invierno, no significa que, en lugar de glorificar a Cristo, se esté glorificando a un dios pagano relacionado con el sol. Jesús no nació en diciembre. Los estudios apuntan a que debió ocurrir más bien entre marzo y abril; pero como no se conoce la fecha exacta, y como la Iglesia conmemora todos y cada uno de los acontecimientos de la vida terrena del Señor, hubo de repartirlos a lo largo del año de manera que no se empalmaran. Puesto que la celebración de la Pascua tiene lugar siempre en Primavera, no tuvo nada de descabellado elegir el mes de diciembre para celebrar el natalicio del Salvador, con lo que, además, se dio una verdadera lección al mundo pagano: Cristo es el único y verdadero Sol al que hay que adorar — «por la entrañable misericordia de Nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto» (Lc 1, 78), profetizó el sacerdote Zacarías «lleno del Espíritu Santo (Lc 1, 67)»—; mientras que el sol astronómico no es más que una simple criatura inanimada creada por el Altísimo para el servicio de los hombres.

Clemente de Alejandría escribió sobre la Navidad en el año 201, y siglo y medio después, por disposición papal, el 25 de diciembre fue adoptado oficialmente para celebrarla. Pero esto no significa que sólo entonces a los pastores de la Iglesia se les hubiera ocurrido conmemorar el Nacimiento, sino que, porque ya de alguna manera se hacía, hablaron de él y el Papa decidió una fecha universal para así unificar las diversas fechas en que se glorificaba a Dios por hacerse Emmanuel.

3er ARGUMENTO: «La Navidad no debe celebrarse porque hay mucha borrachera y desenfreno» Tienen toda la razón los que lamentan que el Tiempo de Navidad —que va desde el Adviento hasta la Epifanía— sea utilizado por millones de personas en todo el mundo como pretexto para realizar acciones licenciosas y/o supersticiosas; pero lo que ocurre es que ellos no están celebrando la Navidad, sino otras cosas. Hay que volver al razonamiento ya hecho de que la coincidencia de dos eventos en una misma fecha no los convierte en uno solo. Quien se emborracha, quien despilfarra dejándose arrastrar por el consumismo avasallador tan común en esta temporada, no honra a Dios. Quien vive estos días centrado en el misterio de la encarnación divina, ése es quien en verdad celebra la Natividad. La primera oposición de los creyentes no católicos a esta fiesta ocurrió durante la mal llamada «Reforma protestante»; fue un intento de desligarse de la Iglesia católica, por lo que catalogaron la Navidad como «trampa de los papistas». Afortunadamente muchas sectas recapacitaron, y continuaron celebrando el natalicio del Señor. Entre ellas se incluyen la mayoría de las «Iglesias Bautistas», la «Iglesia Metodista», la «Iglesia Luterana», la «Iglesia Internacional de Cristo», la «Iglesia Fiel», diversas «Iglesias Presbiterianas», y la «Iglesia Anglicana». A los miembros de todas ellas y a los verdaderos católicos les deseamos una feliz Navidad. Y a todos los que la rechazan, la temen y aún no la comprenden, les enviamos el mismo mensaje que Dios dio en esa noche gloriosa, a través de sus ángeles, para los hombres de todos los tiempos y todas las latitudes: «No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de gran alegría para todo el pueblo: Hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor» (Lc 2, 10-11).


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CON LA SENCILLEZ DE

Abecedario para la Navidad Alabado seas, mi Señor Jesús, por hacerte uno de nosotros. Buscaba tu rostro en las alturas, y lo encontré aquí, abajo. Con la llegada de la Navidad mi espíritu se regocija: ¡Tú nos visitas! Charlar más de Ti es lo que quiero, que todos sepan de tu Encarnación. Dar a conocer tu venida... ¿qué mejor noticia puedo dar estos días? El mundo te ha olvidado; creyendo serlo, no es feliz. Felicidad verdadera sólo se halla en Ti. Giran los hombres en torno al consumo, buscan la plenitud comprando. Hacen de su vida un almacén que no acaba nunca de llenarse. Insisten en lo externo, pero se quedan vacíos de Dios. Juzgan que la apariencia es lo que vale, y se olvidan de amarte. Kilos... ¡no!, toneladas de amor nos das, y poco recibes a cambio. Libre es el hombre de responder a ese amor, ¿pero se sabe amado? Llámalo, Señor, hazle saber de tu existencia. Míralo con ojos de bondad, ¡que todos conozcan tu salvación! Nadie quede ajeno a la Gran Noticia, nadie se apoque al anunciarla. Ñoñerías fuera: es tiempo de gritar tu Nacimiento. Obséquianos, Dios nuestro, con el don de la valentía Para que no nos avergüence decir que la Navidad eres Tú, Que el ruido y el mercantilismo sólo son saturación de los sentidos. Restaura en todos nosotros la percepción de la trascendencia. Somos seres creados a tu imagen, ¿cómo es que lo hemos olvidado? Ten misericordia de nosotros para que no volvamos a perderte de vista. Únenos a Ti; haznos partícipes de tu vida divina. Vida, sí, vida verdadera contigo, es lo que necesitamos. Y hoy te ruego por mis hermanos, para que la reciban. Señor, allana la Zanja que hemos cavado y que nos separa de tu presencia salvadora.

EL CIELO EN CASA POR MONSEÑOR JOSÉ IGNACIO MUNILLA, obispo de San Sebastían, España

Se equivocan quienes piensan que la felicitación navideña es un acto protocolario y vacío de contenido. Muy al contrario, se trata de una tradición destinada a refrescar nuestra memoria, de forma que caigamos en la cuenta de que la Navidad es auténticamente reveladora del motivo que a todo ser humano se le ofrece para colmar su felicidad.

«lugar», ni la satisfacción de unos placeres, sino el vivir «con el Señor» (cfr. II Co 5, 8). Una vez purificadas las falsas imágenes sobre la Vida Eterna entendemos la razón para nuestra felicitación navideña: ¡el Cielo comenzó en Belén! En efecto, aquella fue la primera vez que se nos ofreció la posibilidad de iniciarnos en esa experiencia de eterna felicidad: «¡Vivir con Él!». Paradójicamente, Él se abajó y tomó nuestra condición humana, para que nosotros pudiésemos «habitar» con Él. Poco importa que el «lugar» fuese tan pobre como un establo. ¡Aquella cuadra era el Cielo, porque el Cielo es Jesús!

El Cielo se inauguró en Belén

Felicidad, ¡ya!

Las religiones que no han partido de la Biblia como fuente de la Revelación han caído inexorablemente en el error de imaginar que la felicidad en el Cielo consistiría en la fortuna de vivir en un lugar extraordinario, en el que el hombre podrá incluso saciar sus apetencias y encontrar los placeres que en esta vida ha deseado, sin haberlos podido alcanzar. Es decir, fuera de la Palabra de Dios, la imagen que el hombre se ha forjado del Cielo ha sido tan material y carnal como ridícula. Sin embargo, la Revelación cristiana es muy distinta. Nosotros creemos que la felicidad que se nos ofrece en el Cielo consiste en vivir con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo. La felicidad no la da un

Una de nuestras tentaciones más frecuentes suele ser la de soñar con un cambio de escenario como condición necesaria para lograr la felicidad deseada: «¡Si encontrase otro trabajo…! ¡Si pudiese marchar a otro lugar…! ¡Si cambiase esta situación adversa…!». Parece como si la felicidad fuese siempre una reivindicación pendiente, condicionada al lugar y a las circunstancias que nos rodean. Sin embargo, cuando la tradición cristiana felicita por la Navidad, no lo hace al modo de quien aspira a un anhelo sino como un recordatorio del don que ya nos ha sido dado en Belén. Somos ya felices y dichosos, porque en Él lo tenemos todo. ¡El Cielo ya ha comenzado en la Tierra!

LOS PASTORES

POR REMEDIOS FALAGUERA / Análisis Digital

San Agustín decía que el que reza cantando, ora dos veces. Los villancicos son oración «Ya se marchan los pastores, / ya se van hacia Belén. / Yo quisiera ser pastor / para marcharme también. / Cantemos de alegría, / cantemos sin cesar, / porque un Niño ha nacido / para enseñarnos a amar», rezaba un villancico original de mi colegio. A este propósito, y mientras coloco las últimas figuras del nacimiento, me viene a la memoria un pensamiento de Juan Pablo II: «¡Qué bellos y emotivos son los villancicos, que en la tradición de cada pueblo se cantan en torno al nacimiento! ¡Qué profundos sentimientos contienen y, sobre todo, cuánta alegría y ternura expresan hacia el divino Niño venido al mundo en la Nochebuena!». Y, como cada año, trato de hacerme niña, para volver, un año más, a contagiarme de la candidez, la ingenuidad, la ilusión y la alegría de la Navidad. Porque, como nos recordaba san Josemaría Escrivá de Balaguer, «somos niños delante de Dios, y si consideramos así nuestra vida ordinaria, en apariencia siempre igual, veremos que las horas de nuestras jornadas se animan, que están llenas de maravillas, diversas entre sí y todas hermosas». Alabemos el nombre de Dios a través de las letras y melodías de los villancicos de siempre. ¿No resulta un privilegio que estas canciones populares puedan convertirse en una manifestación sencilla, alegre y tierna de hacer oración? «Son palabras tiernas y conmovedoras que resuenan en todas las lenguas humanas; es como un canto festivo que se eleva por toda la Tierra y se une al de los ángeles, mensajeros de la gloria de Dios, sobre el portal de Belén: ‘ Gloria a Dios en las alturas y en la Tierra paz a los hombres en quienes Él se complace’ (Lc 2, 14)», recordaba el venerable Juan Pablo II. San Agustín decía que el que reza cantando, reza dos veces. Y yo añado: el que canta a Dios a través de los villancicos convierte la melodía de unos pobres y sencillos pastores como nosotros en un instrumento poderoso y alegre de quien le ama, de quien cree en Él, de quien mendiga sus favores, de quien se abandona en sus brazos, de quien, contemplando su humildad, le pide perdón.

Gracias por el Hijo Te doy gracias porque te atreviste a tomar la Vida con las dos manos. Porque al llegar el ángel te atreviste a preferir tu misión a tu comodidad. Porque aceptaste tu misión sabiendo que era cuesta arriba, que acaba en un Calvario. Gracias porque fuiste valiente. Gracias por fiarte de Dios que venía no a quitarte nada sino a hacerte más Mujer. Gracias porque supiste ser la más maternal de las vírgenes, la más virginal de las madres. Gracias por seguir siendo Madre y Mujer en el Cielo, por no cansarte de amamantar a tus hijos de ahora. www.buenaprensa.org


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A LA SOMBRA DEL PORTAL Si yo tuviera la dicha de revivir mi niñez, iniciaría de nuevo el camino de Belén.

RECETA

PARA CONSTRUIR UN

NACIMIENTO Tomad papel de plata: haced un río y colocad encima de él un puente; fabricad un portal; ponedle enfrente de papel y cartón un caserío.

Visitaría primero el taller de Nazaret en donde humilde trabaja el carpintero José.

Simulad la blancura del rocío con un poco de harina y, suavemente hacedla que descienda lentamente, como la nieve cae, blanca de frío.

Más allá de la montaña, y como muestra de fe, a María encontraría con su parienta Isabel. Y en la loma los pastores apacientan su redil, mientras brotan los capullos de las flores del jardín. Y si tuviera la suerte de descontarme la edad, me quedaría mil años a la sombra del Portal.

Colocad las figuras una a una, la Virgen y José junto a la cuna y en ella el Niño, en el pesebre echado. Y si después que todo lo habéis hecho sentís que hay una estrella en vuestro pecho, es que está el Nacimiento terminado. Luis López Anglada

Y miraría los astros, y cantaría al Señor infinidad de aleluyas hasta el ocaso del sol. Y en las noches de diciembre qué agradable recordar esos tiempos que se fueron y que jamás volverán. Sin embargo, como el niño que se acoge a su mamá, yo me acerco eternamente al pesebre en Navidad. Rubén Darío

BELÉN

IMPERFECTO

Nunca llegan al portal las figuras del belén. Los pastores se han quedado sin las piernas por correr. No encuentran los Reyes Magos la estrellita de papel. Los camellos en el musgo ya no se pueden mover. El río de plata sigue desembocando al revés. La lavandera del lago nunca acaba de tender. Herodes hoy ha encendido las mismas luces de ayer. En las montañas la nieve no se puede deshacer. La Virgen está esperando y esperando san José La comadrona no llega y ya empieza a anochecer. El pastor tampoco viene con la hierba para el buey. Los hombres no llegan nunca a la cueva de Belén. La Virgen está esperando y el Niño Jesús también. Víctor Manuel Arbeloa

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LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

19 de diciembre de 2010, AÑO 16, No. 806

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«Los pañales estaban dispuestos» POR BENEDICTO XVI

Los santos y el Niño Dios «Él mismo se ha hecho hombre, para que fuéramos divinizados; Él mismo se ha hecho visible con un cuerpo, para que nosotros pudiéramos hacernos una idea del Padre invisible». San Atanasio «¡Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad! Pero no todos tienen buena voluntad. Precisamente por esto el Hijo del Padre Eterno tuvo que bajar de la gloria de los Cielos, puesto que el misterio de la maldad había envuelto en sombras la Tierra». Santa Benedicta de la Cruz

«A María le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada» (Lc 2, 6s). Llegó el momento anunciado por el ángel en Nazaret: «Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo» (Lc 1,31). Llegó el momento que Israel esperaba desde hacía muchos siglos, durante tantas horas oscuras, el momento en cierto modo esperado por toda la humanidad con figuras todavía confusas: que Dios se preocupase por nosotros, que saliera de su ocultamiento, que el mundo alcanzara la salvación y que Él renovase todo. Podemos imaginar con cuánta preparación interior, con cuánto amor, esperó María aquella hora. El breve inciso, «lo envolvió en pañales», nos permite vislumbrar algo de la santa alegría y del callado celo de aquella preparación. Los pañales estaban dispuestos para que el Niño se encontrara bien atendido. Pero en la posada no había sitio. En cierto modo, la humanidad espera a Dios, su cercanía. Pero cuando llega el momento, no tiene sitio para Él. Está tan ocupada consigo misma de forma tan exigente, que necesita todo el espacio y todo el tiempo para sus cosas y ya no queda nada para el otro, para el prójimo, para el pobre, para Dios. Y cuanto más se

afecto? ¿Para aquel que sufre y necesita ayuda? ¿Para el prófugo o el refugiado que busca asilo? ¿Tenemos tiempo y espacio para Dios? ¿Puede entrar Él en nuestra vida? ¿Encuentra un lugar en nosotros o tenemos ocupado todo nuestro pensamiento, nuestro quehacer, nuestra vida, con nosotros mismos? Gracias a Dios, la noticia negativa no es la única ni la última que hallamos en el Evangelio. De la misma manera que en Lucas encontramos el amor de su madre María y la fidelidad de san José, la vigilancia de los pastores y su gran alegría, y en Mateo encontramos la visita de los sabios Magos, llegados de lejos, así también nos dice Juan: «Pero a cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios» (Jn 1,12). Hay quienes lo acogen y, de este modo, desde fuera, crece silenciosamente, comenzando por el establo, la nueva casa, la nueva ciudad, el mundo nuevo. El mensaje de Navidad nos hace reconocer la oscuridad de un mundo cerrado y, con ello, se nos muestra sin duda una realidad que vemos cotidianamente. Pero nos dice también que Dios no se deja encerrar fuera. Él encuentra un espacio, entrando tal vez por el establo; hay hombres que ven su luz y la transmiten. Quisiera citar una palabra extraordinaria de san Agustín. Interpretando la invocación de la oración del Señor: «Pa-

«La sabiduría de Dios se mostró como un Niño, y la Palabra de Dios sin palabras profirió la voz de la carne... Así pues, celebramos con anual solemnidad este día en el cual se cumplió la profecía que dice: ‘La Verdad de la Tierra salió, y la Justicia del Cielo miró’. La Verdad, que está en el regazo del Padre, de la Tierra salió para estar en el regazo de la madre». San Agustín «¡Cuántas enseñanzas surgen de la Gruta de Belén! ¡Cómo debe sentirse encendido de amor el corazón por Aquél que es todo ternura y se ha hecho para nosotros! ¡Cómo debemos arder del deseo de conducir al mundo todo a esta humilde gruta, asilo del Rey de reyes, más grande que cualquier reino humano!». San Pío de Pietrelcina «Aquel primer Adán fue plasmado del barro deleznable; el último Adán se formó en las entrañas preciosas de la Virgen. En aquél, la tierra se convierte en carne; en éste, la carne llega a ser Dios». San Pedro Crisólogo «[Jesucristo] es un Señor tan grande, rico y poderoso, que no tiene necesidad de nuestros bienes. ¿Qué presentes podremos, pues, hacerle, si todo el mundo es suyo? Es preciso ofrecerle almas puras y corazones limpios y blancos y vacíos de todas las cosas terrenas; fijaos que nuestras almas han de estar muy limpias para ser ofrecidas a este Niño divino, que nace en este día, el cual es Autor de toda pureza y santidad». Santa Juana de Chantal

«No está escrito que Dios está cerca de los hombres elevados, sino de los que tienen el corazón atribulado» enriquecen los hombres, tanto más llenan todo de sí mismos y menos puede entrar el otro. Juan, en su Evangelio, fijándose en lo esencial, ha profundizado en la breve referencia de san Lucas sobre la situación de Belén: «Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron» (1,11). Esto se refiere sobre todo a Belén: el Hijo de David fue a su ciudad, pero tuvo que nacer en un establo, porque en la posada no había sitio para Él. Se refiere también a Israel: el Enviado vino a los suyos, pero no lo quisieron. En realidad, se refiere a toda la humanidad: Aquel por el que el mundo fue hecho, el Verbo creador primordial entra en el mundo, pero no se le escucha, no se le acoge. En definitiva, estas palabras se refieren a nosotros, a cada persona y a la sociedad en su conjunto. ¿Tenemos tiempo para el prójimo que tiene necesidad de nuestra palabra, de mi palabra, de mi

dre nuestr,o que estás en los Cielos», él se pregunta: ¿qué es esto del Cielo? Y ¿dónde está el Cielo? Sigue una respuesta sorprendente: Que estás en los Cielos significa: en los santos y en los justos. «En verdad, Dios no se encierra en lugar alguno... Por otra parte, no está escrito que Dios está cerca de los hombres elevados, o sea de aquellos que habitan en los montes, sino que fue escrito en el Salmo: ‘El Señor está cerca de los que tienen el corazón atribulado’ (Sal 34 [33], 19), y la tribulación propiamente pertenece a la humildad. Mas así como el pecador fue llamado ‘tierra’, así, por el contrario, el Justo puede llamarse ‘Cielo’» (Serm. in monte II 5,17). El Cielo no pertenece a la geografía del espacio, sino a la geografía del corazón. Y el corazón de Dios, en la Noche santa, ha descendido hasta un establo: la humildad de Dios es el Cielo. De la homilía para la Misa de Nochebuena de 2007


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NOTICIAS

19 de diciembre de 2010, AÑO 16, No. 806

N

oticias mundiales con trasfondo navideño

Sello postal vaticano por la Navidad La oficina postal del Vaticano ha emitido un sello o timbre postal con ocasión de la festividad 2010 del Nacimiento de Cristo. La imagen de este sello muestra una imagen de la Natividad, que aparece rodeada de la frase Christus natus est alleluia y que significa: «Cristo ha nacido, aleluya). El boceto fue realizado por la misma oficina postal.

Matan a niños las tarjetas de UNICEF Como cada año, UNICEF —el organismo de las Naciones Unidas que se supone debería velar por los derechos y bienestar de los niños— ha puesto a la venta sus tarjetas «navideñas» a fin de recaudar fondos para sus programas sociales. Y, como cada año, también diversas organizaciones internacionales, tales como Hazte Oír, Vida Humana Internacional, etc., advierten al público que UNICEF emplea parte de dichos fondos para desaparecer el problema de la pobreza infantil de la forma más

radical: asesinando a través del aborto a niños que aún no han salían del seno de sus madres. En sus primeros años, la UNICEF hizo mucho por el bien de la niñez mundial, pero con el paso del tiempo comenzó a coquetear con la mentalidad antivida. A partir de 1985 el Vaticano le retiró todo su apoyo y llamó a los católicos y a todos los hombres de buena voluntad a no financiar más a esta organización promotora de la cultura de la muerte, a fin de no hacerse cómplice de sus crímenes.

La «ecografía del Niño Jesús» se difunde en Inglaterra La organización ChurchAds, que agrupa a algunas confesiones cristianas, decidió «inundar» a Inglaterra con carteles con una imagen que representa la «ecografía» o ultrasonido del Niño Dios en el seno de la Virgen María. Para lograr su objetivo, comenzaron la distribución de los afiches desde julio de este año, lo que ha causado una gran incomodidad entre los laicistas y los abortistas ingleses. El anuncio muestra los rasgos de un pequeño niño junto a la frase «He’s on His way» (Él está en camino). Se estima que el mensaje ya llegó a unos 40 millones de personas. A pesar de que la silueta del Niño Jesús no agrede a nadie, instituciones dedicadas a lo que ellas llaman «planificación familiar» (se dedican al multimillonario negocio del aborto) han calificado la cam-

paña como «algo propio de una película de terror». En última instancia, la intención de ChurchAds es, según revela ésta, es que la gente recuerde el verdadero origen de la Natividad.

Campaña navideña para llamar gratis a los misioneros Por decimoquinto año consecutivo, la Fundación Telefónica ha puesto en marcha la Campaña de Navidad para facilitar llamadas gratuitas entre los misioneros diseminados por el mundo y sus familiares, en España. Este año la campaña comenzó el 13 de diciembre y durará hasta el 8 de enero de 2011. El familiar directo del misionero debe avisar a Telefónica al menos 24 horas antes el día y la hora que hará la llamada.

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Una aparición de la Virgen en EU es aprobada para el culto La Virgen se apareció a una inmigrante belga en 1859, en Wisconsin Durante la fiesta de la Inmaculada Concepción, patrona de Estados Unidos, se dio la aprobación diocesana oficial a las apariciones de Nuestra Señora en Wisconsin. Durante la lectura del decreto, durante una Misa en el santuario de Champion, monseñor David Ricken, obispo de Green Bay, afirmó: «Declaro con certeza moral y de acuerdo con las normas de la Iglesia que los acontecimientos, apariciones y locuciones dadas a Adele Brise en octubre de 1859 presentan la sustancia de carácter sobrenatural, y yo por la presente apruebo estas apariciones como dignas de fe —aunque no obligatorias— para los fieles cristianos». Deslumbrante

Las apariciones —hubo tres— tuvieron lugar en 1859. Nuestra Señora habló con Adele Brise (18311896), una joven inmigrante de Bélgica. Fue a principios de octubre cuando Brise vio a la Virgen por primera vez: una señora vestida de blanco deslumbrante, con una banda amarilla alrededor de su cintura y una corona de estrellas en torno a su cabeza. La visión desapareció lentamente después de unos momentos, sin hablar con Brise. El siguiente domingo, 9 de octubre, Brise iba a Misa cuando la Señora volvió. Después de la Misa, Brise tuvo la oportunidad de preguntar a su confesor. Él le dijo que si era un mensajero del Cielo, volvería a verlo. Le animó a preguntarle en el nombre de Dios quién era y qué quería de ella.

En el camino de vuelta a casa, Nuestra Señora volvió a aparecerse y Brise hizo como su confesor le había recomendado. «Soy la Reina del Cielo, que reza por la conversión de los pecadores, y deseo que tú hagas lo mismo»”, respondió. «Recibiste la Santa Comunión esta mañana y eso está bien. Pero debes hacer más. Haz una confesión general y ofrece la Comunión por la conversión de los pecadores. Si no se convierten y hacen penitencia, mi Hijo se verá obligado a castigarles», agregó la Virgen. La Señora prosiguió: «¿Qué haces aquí ociosa mientras tus compañeras trabajan en la viña de mi Hijo?». Preguntó Brise: «¿Qué más puedo hacer, querida Señora?». La madre de Dios respondió: «Reúne a los niños de este salvaje país y enséñales lo que deberían saber para salvarse». Y replicó la vidente: «¿Pero cómo les enseñaré lo que yo misma conozco tan poco?». La Señora respondió: «Enséñales su catecismo, cómo signarse con el signo de la cruz, y cómo acercarse a los sacramentos; esto es lo que deseo que hagas». Brise cumplió el mandato de Nuestra Señora, una misión que siguió hasta su muerte en 1896. La aprobación llega después de una investigación de casi dos años sobre los acontecimientos y sus consecuencias. Por cierto, corresponde al obispo diocesano, y no a la Santa Sede ni a la conferencia episcopal, la tarea de juzgar la autenticidad de unas apariciones. Zenit-El Observador


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TEMAS DE HOY

19 de diciembre de 2010, AÑO 16, No. 806

El Observador

AL MARGEN… DILEMAS ÉTICOS

EL PARTO POR SERGIO IBARRA / situacional@infosel.net.mx

Un establo fue la «posada» que encontraron José y la Virgen María para que tuviera lugar el nacimiento de Cristo. Luego de un viaje en una mula encontraron un sitio no para descansar sino hacer frente al parto. Un establo es el lugar donde viven los animales, con las condiciones de higiene que ello implica. El país en que nació Jesús no era la primera potencia de su tiempo, mas bien era una colonia explotada por el imperio romano, sujeta a las decisiones centrales de Roma. Era un país pobre, sin recursos, integrado por comunidades como muchas que aún tenemos en nuestro país: sin caminos, sin construcciones lujosas, pobre en serio. Un establo de un puebliUn establo es un lugar to no era más que una construcción mínima y rústica, en oscuro, además de la que el frío y las corrientes maloliente y sucio. de aire hacen que al mas pintado en una noche invernal Dios eligió esa cuna. No se le hielen los huesos. Las nació ahí por accidente presencias estáticas del buey, de la mula, del borrego o del chivo que acompañan a Jesús en las imágenes que se han construido alrededor de su nacimiento representan una forma alejada de la realidad. Un establo es oscuro porque sólo es la casa de los animales. Tiene estiércol; en consecuencia, es maloliente y sucio. Bajo esas condiciones de clima y de higiene la Virgen María enfrentó aquel parto, el Parto. Dios eligió esta cuna. No fue un accidente. Si había elegido a María para que fuese su Mamá, tampoco fue una casualidad. Más bien son trances con un montón de implicaciones y de enseñanzas. Es necesario revisar por qué el nacimiento de Jesús fue así. ¿Por qué Dios Padre habrá elegido un principio como éste para la vida de su Hijo? ¿Por qué habrá elegido a los pastores? ¿Por qué el Señor fue rodeado en el primer día de su vida por los donativos de los pastores que le rodeaban? Es probable que encontremos un largo listado de respuestas a cuestionamientos como éstos; pero lo que no podemos negar es que subyace un mensaje: que Jesús, el Cristo, se entrega desde su nacimiento, mensaje que solamente con la fe podemos comprender. Estos días conmemoramos una Navidad más, tiempo para refrendar nuestra fe. Feliz Navidad.

PARA

LA ANTROPOLOGÍA DE LAS PIÑATAS

POR JUAN CARLOS MORENO ROMO / juancarlosmorenoromo@gmail.com

El de las piñatas es un fenómeno antropológico muy rico en enseñanzas. Nos muestra cómo lo que en su momento fue creado como algo elevado, y bien pensado y bien implementado, y bien arraigado en una secular tradición, cae de pronto, o decae, transformándose en otra cosa, e incluso en su contrario, cuando se aleja del alma que lo vivificaba en un principio. Esto es, cuando deja de ser parte de una fiesta propiamente cristiana. Desde un punto de vista normal, u ordinario (sin meter en esto todavía a la ciencia), cualquiera que haya tenido ambas experiencias ve que no es la misma fiesta la que, en torno a una vieja olla de barro rellenada de frutas y de colaciones, y adornada con siete picos de colores, se daba en otros tiempos (en el campo sobre todo, o en las pequeñas ciudades, o los pueblos), y la que hoy ya hasta en el extranjero hacen en las fiestas de niños, que no en las posadas, en torno a personajes de cartón duro que ni se rompen, y requieren en permanencia la intervención de los adultos, que desde tan temprana edad enseñan a los niños, de ese modo, a hacer esa «inocente» trampa que consiste en ir a romper, o a descuartizar incluso a esa cosa que en cuanto tal es «irrompible», y no es sino una burda y fallida imitación de lo que una piñata propiamente dicha fue, en los buenos tiempos de la cultura mexicana. El juego eficaz aquel, que en los buenos tiempos fueron las piñatas, ahora ya no funciona, y es como tantas otras cosas pueriles, que los adultos hacen en lugar de los niños, pues son ellos los que al final las rompen, aplicándoles una fuerza de adultos para la cual no se supone que esas «piñatas» estén pensadas (¿están realmente pensadas?) Pero la cosa es todavía peor, en su fondo antropológico. Bien vistas las cosas, el juego didáctico que se diseñó para ilustrar la enseñanza cristiana del combate contra los siete pecados capitales, que cuan-

do los vencías te llovían, de lo alto, todas esas cosas tan buenas, ¿no es ahora un ritual pagano de los peores que haya habido jamás? ¿No es un ritual de linchamiento? Las piñatas de hoy conquistan a los niños porque están personificadas. El Chavo del Ocho, el Chapulín Colorado, Supermán… Y esos señuelos, de los que seguramente se sirvió el inocente ingenio de los comerciantes (para ganar ellos en ese otro, implacable, juego de la oferta y la demanda), provocó esa contradicción de llevarse a casa al Chapulín, por la simpatía de los niños, pero para agarrarlo a palos. Y a palos inútiles, además, como si Supermán de veras fuese Supermán, hasta que el adulto intervenía y como podía reventaba al esperpento aquel. La evolución, la caída, la decadencia de esa ola que elevó lo humano hasta una cresta grande y bonita en el buen momento de esa tradición, se anega ahora de nuevo en la mar de lo humano demasiado humano, sobre todo desde que en un determinado momento llegaron, por ejemplo, las piñatas de Salinas. Y entonces ese ya no tan inocente ritual de linchamiento colectivo mostró a todos su verdadero y repugnante rostro, que no era, nadie lo piense así, por favor, el del político primero idolatrado y luego transformado en una de las más claras y francas figuras modernas del chivo expiatorio, sino el ritual mismo ese, radicalmente anticristiano, de arrojar todos juntos, alegre, e «inocentemente», las piedras, o los palos de nuestra violencia colectiva sobre una víctima propiciatoria, sacrificada a vayan ustedes a saber qué oculta y antigua, y muy obscura deidad. De la condena de los pecados se pasó entonces, de manera diametralmente opuesta a la cristiana, a la condena de los pecadores.

¿CONOCES LA «OPERACIÓN POLLO»? POR VICENTE D. YANES, L.C. / www.buenas-noticias.org

«Yo pensé que si hice feliz a una persona dándole unas ¿Qué relación tienen estas tres palabras: Navidad, caridad y pollos? Muy fácil: Navidad es la fiesta de la caridad patas de guajolote podría hacer feliz a mucha gente, y me infinita que Dios nos tiene, amor sin límites que le llevó a llegó el chispazo de crear un apostolado que muy pronto hacerse hombre por nosotros –y si hay alguno que sea un llamé Operación Pollo». El cambio no fue sólo de un ave por otra, sino que se poco observador, también se habrá dado cuenta de que ambas tienen siete letras y concuerdan en cinco—. ¿Y los propuso no ponerse límites y llevar esa felicidad a muchos hogares más. Ese pollos? Los pollos son una de las mumismo año «El chas expresiones de la caridad —el Core» repartió unos amor desinteresado a nuestro prójicuantos pollos más mo— que podemos ofrecer a los decerca de la Navidad. más en esta Navidad. Pero al año siguienLa idea de los pollos le vino a Luis te (Navidad de 2005), Alonso González García, mejor conocon sus amigos de cido como «El Core», hace tres años. Soñar Despierto y Él mismo lo cuenta: con la ayuda de «‘Operación Pollo’ comenzó en «Pollos Costeño», y Morelia. Una mañana de invierno del «Pollos La Granja», 2004, ya muy cerca de la Navidad, en prepararon 180 pael crucero dela avenida Camelinas con quetes que repartiela calzada Juárez, se me acercó un ami- Luis Alonso González García. Detrás ron con alegría y un go limpiaparabrisas y me dijo: ‘¿Me mensaje navideño puedes regalar dos piernas de pavo? de él, la esquina donde surgió la idea por las calles de MoPorque he escuchado que es muy bue- de la «Operación Pollo». relia. Ese año tamno y nunca lo he probado’. En ese momento me sentí muy mal y, sin perder tiempo, me fui a bién mejoró la provisión de los paquetes, que desde encomprar lo que me había pedido. Por la tarde de ese día tonces acompañan el pollo con arroz, tortillas, salsa y reregresé al crucero y ahí estaba mi amigo; le di sus piernas fresco. Un año más tarde (Navidad del 2006), consiguieron de pavo y en ese momento se soltó a llorar de alegría por- más patrocinadores, cerca de 90 voluntarios y ampliaron el que por fin iba a comer pavo. Me dio las gracias junto con radio de acción a algunas comunidades cercanas a Moreun fuerte abrazo. lia, así como asilos y casas hogar, elevando el número de

paquetes a mil 320. En el 2007, sólo en Morelia, repartieron dos mil 500 paquetes, y además llevaron la «Operación Pollo» a Chiapas y al DF, sin disminuir en nada el sentido por el cual lo hacen: por Dios y por sus hermanos. En este 2010 la «Operación» se ha extendido a más ciudades. Lo más admirable de este hecho es que los jóvenes que participan en esta actividad no se limitan a distribuir comida sin más, llevan también un mensaje de amor y de esperanza a quienes más lo necesitan. Al mismo tiempo, los voluntarios se benefician con la labor, pues toman consciencia del sentido de la Navidad y de la solidaridad con los más desfavorecidos. La historia de «El Core», sus amigos y los pollos nos deja una lección muy clara y sencilla: podemos compartir algo de lo que poseemos con los que poco o nada tienen. A cambio se adquiere la satisfacción de haber hecho algo concreto en beneficio de nuestro prójimo. Y, como consecuencia, nuestra acción buena nunca será indiferente a los ojos de los demás. Amor saca amor. A unos pocos días de la Navidad conviene preguntarnos: ¿Qué manifestación tiene nuestro amor a Cristo? ¿La celebración de su nacimiento se limitará este año a una reunión familiar, entre los nuestros solamente, a un pasarla bien? ¿O, por el contrario, haremos de esta Navidad una Navidad diferente, en la que compartiremos algo con nuestro prójimo necesitado? Que cada uno responda según se lo diga su corazón y su fe. Cuando aprendamos a reconocer en el otro a un hermano, entonces sabremos lo que significa una feliz Navidad no con palabras sino con la vida.


El Observador

TIEMPO DE LECTURA

19 de diciembre de 2010, AÑO 16, No. 806

DICKENS Y B. MADOFF POR FERNANDO RIVERA BARROSO

Platicando con mi amigo Charles Dickens, mientras caminábamos, sufriendo la inclemencia del invierno, hicimos remembranza de sus cuentos y personajes. El más recordado en los tiempos navideños es el avaro Scrooge. Charles reflexionaba sobre su personaje concluyendo que, finalmente, era un buen hombre, que había hecho caso a su socio, Marley, quien le hizo ver lo inhumano de vivir para las ganancias del negocio, sin considerar a las personas y familias que son afectadas por el mundo deshumanizado de la economía y las utilidades. Dickens se manifestaba sorprendido al comparar su personaje de cuento con la realidad que leía en las narraciones de los grandes estafadores modernos. Su Scrooge es tacaño pero no estafador, es avaro pero no miente, es frío ante la necesidad ajena pero no la causa deliberadamente. Quizá por eso las admoniciones de Marley lo convierten y pasa su primera Navidad con calor humano y alegría trascendente. Mi amigo Dickens se puso notablemente triste al comparar su Canción de Navidad con la realidad que observaba en nuestro siglo. No sabía cómo calificar las acciones de un estafador como José Cabrera Román que, en un país pobre como el Ecuador, estafa 800 millones de dólares a ingenuos ahorradores. O lo ocurrido en Albania, que ya había vivido el engaño comunista como ningún otro país, y que sufrió en Benedicto XVI trata 1997 una estafa que desapareció los de convertir a los ahorros de dos terceras partes de su población. modernos Scrooges Sin embargo, nada es comparable a lo hecho por B. Madoff. Este hombre, él solo, estafó 50 mil millones de dólares a inversionistas de primer nivel en el mundo entero; sus engaños no fueron detectados por las sofisticadas reglamentaciones estadounidenses. No es cuento de Navidad, no es un personaje ficticio, es real, está en la cárcel condenado por 150 años; su maquinación fraudulenta llevó a la quiebra a muchas instituciones financieras, algunas dedicadas a la beneficencia pública. Uno de sus amigos desde la juventud se suicidó abrumado por la increíble pérdida que le ocasionó Madoff. ¿Cómo pudo sostenerse una estafa maquinada durante mucho años al mayor nivel financiero del mundo? Varias explicaciones técnicas pueden ayudar a contestar, pero Dickens me hizo reflexionar sobre la explicación más clara, a su entender: la ambición. La ambición de Madoff, pero sobre todo la ambición de los propios estafados que no analizaron la factibilidad financiera de las ganancias que les ofrecía —fraudulentas y mentirosas— llevados por la ambición de ganar mucho pronto y fácil. Juntos, Charles y yo, meditamos este texto de Benedicto XVI, en la encíclica Caritas in veritate: «El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operaciones económicas y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común». Rectitud, conciencia, bien común; al proponer estos criterios de vida, Benedicto XVI actúa como nuevo Marley tratando de convertir a los modernos Scrooges. Muchos le han hecho caso y ahora crean empresas solidarias y socialmente responsables, operadas para compartir la riqueza que generan; otros no harán caso, seguirán ambicionando, estafando y destrozando la convivencia humana; pero serán los menos, porque la Verdad, vivida en la Caridad, está convirtiendo conciencias. En su encíclica, Benedicto XVI está escribiendo para hoy la historia de la Navidad: Dios ha nacido humildemente entre nosotros y nos acompaña cada día, a toda hora; el regalo de Navidad es Cristo mismo, el don gratuito venido del Cielo, sin ninguna ambición, sólo deseoso de compartirnos las riquezas que su Padre nos tiene preparadas.

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JESÚS Y SU AMIGO PO JUAN JESÚS PRIEGO

Dijo una vez Martin Heidegger (1889-1976) a su amigo Jean Guitton: «Si quiere usted progresar tanto en filosofía como en religión, permita usted que los niños le hagan preguntas. No siempre podrá responderlas, pero esto le hará descubrir la verdad». Nunca olvidó el filósofo francés aquella recomendación, y muchos años más tarde, cuando escribía sus bellísimas Lettres ouvertes (un libro hermoso, magnífico, que a nadie se le ha ocurrido todavía traducir al español), se dirigió a un niño amigo suyo para hacerle ver que los de su edad eran auténticos filósofos, y que él, por su parte, debía saber conservar en su mente y en su corazón las preguntas que solía hacerse a sí mismo y hacerle a los demás cuando era pequeñito: «Un día me preguntaste qué es el ser y no supe responderte. En otra ocasión me dijiste: ‘¿Por qué soy Francisco y no otro?’. Y luego: ‘Tenemos dos ojos. ¿Por qué entonces no vemos dos cosas, por qué no vemos doble?’. Y regresando de tus clases de Catecismo: ‘Entiendo quién es el diablo y quién es el buen Dios. Pero, dígame, ¿por qué Dios, que es omnipotente, no mata al diablo?’. Pues bien, las preguntas que haces son precisamente esas que ningún filósofo podría responder». Sí, sólo los niños hacen las preguntas verdaderas: todo niño es un pensador que se ignora a sí mismo. Y si ahora escribo este artículo es para intentar dar respuesta a la pregunta que una niña de nueve años me hizo hace unas semanas al salir de Misa (pregunta que, por lo demás, yo nunca me había planteado): — ¿Por qué lloró Jesús ante la tumba de su amigo Lázaro, si Lázaro ya estaba con Dios? ¡Qué pregunta, Dios mío! Y la chiquilla me la hizo así, como si nada. Cuando se me acercó, yo creía que sólo venía a despedirse de mí. Pero no. Sólo me hizo la pregunta y se fue, dejándome desconcertado y al mismo tiempo feliz. ¡Ella sí que había puesto atención al evangelio del día! Y yo ahora, con la pluma en la mano, me pregunto: «De veras, ¿por qué lloró Jesús aquella vez, si Él bien sabía que no está en este mundo la verdadera vida? ¿Y no había dicho Él mismo en otra ocasión que el grano de trigo debe caer en la tierra y morir para dar luego mucho fruto?». Los predicadores, los teólogos y los exegetas, al contemplar los ojos húmedos de Jesús ante la tumba de Lázaro, se lanzan a hablar enseguida del valor de la amistad, o de la santa humanidad de nuestro Salvador que esas lágrimas hicieron patente. Y yo quedé siempre satisfecho con sus respuestas, hasta que vino esa niña y me obligó a replantearlo todo de nuevo. Es verdad: si Lázaro ya estaba con Dios; si el grano de trigo tiene por fuerza que morir, ¿de dónde acá ese llanto? ¿No hubiera sido mucho más lógico –es decir, mucho más acorde a su doctrina- que Jesús se mostrara feliz? Después de todo, ¿no solemos decir los cristianos que la muerte es la puerta que da a la

otra vida, o bien el pasillo que conduce a ella? He aquí una respuesta más o menos trivial a semejante interrogación: — Es que Jesús quería mucho a su amigo, y era hasta cierto punto natural que mostrara pena. Siempre lloramos ante un ser querido que se va. De acuerdo: todo esto es justo, pero yo no quedo satisfecho. También suele decirse: — Es que Jesús, al ser plenamente hombre, deseaba mostrar a todos su humana condición. Ahora bien, conformarse con esto, ¿no sería tanto como decir que Jesús se limitó a ejecutar una linda comedia? No, la respuesta debe ser otra, y de ella voy a hablar ahora, admitiendo de antemano que se trata de una simple conjetura. Jesús lloró aquella vez porque esta vida es muy valiosa. Y perderla, aunque después nos espere el Cielo, es siempre una desgracia. ¡Haber venido a este mundo no es cosa de poca monta! Y quien crea, como dice la canción, que la vida no vale nada, no solamente se equivoca, sino que además peca contra la verdad, pues Dios piensa exactamente lo contrario. Si vivir fuera cosa de nada —algo despreciable en sí mismo— ¿por qué iba Dios a traernos a este mundo? Vivir es algo magnífico; nuestro mayor tesoro es nuestra vida, y perderla es sufrir el mayor de los males. Todo un mundo acaba con aquel que muere: un mundo hecho de voces y recuerdos, de sufrimientos y alegrías, de palabras y silencios: una vida que nunca se repetirá. ¡Cuántos recuerdos, cuántas voces desaparecen de este mundo cuando un hombre exhala su último suspiro! ¿Quién, si está sano de la mente, querría morirse? Una vez, según cuenta La Fontaine en una de sus Fábulas, un hombre llevaba a sus espaldas un pesado atado de leña. Y tan cansado estaba de aquella carga que la arrojó al suelo y maldijo la vida: «¡Ojalá viniera la muerte!», gritó malhumorado. Apenas había dicho esto cuando la muerte en persona se le apareció, diciéndole: «¿Me llamabas, amigo? Pues bien, aquí estoy. ¿Qué quieres de mí?». El hombre empezó a temblar de la cabeza a los pies. «No — dijo—; bueno, sí, te llamaba, pero únicamente para que me echaras una mano con este fardo que me punza las costillas». No hay que creer demasiado a los que se quejan de la vida y juran querer morirse: es muy probable que sólo hablen para no quedarse callados, como el campesino del cuento. La vida es la vida, y perderla siempre nos dolerá. Por eso lloraba Jesús: por ese mundo maravilloso que con Lázaro se extinguía. Es más, tanto le duele a Dios que perdamos nuestra vida, tal es la desgracia que sufre el hombre cuando muere que, en compensación y como para consolarlo de esta pena, le da luego una vida eterna. En el corazón de nuestra fe late esta verdad: tan malo es morir, que el mismo Dios ha querido bajar del cielo para pagar la deuda que el hombre tenía contraída con la muerte. ¡Nada menos!


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CONTEXTO ECLESIAL

19 de diciembre de 2010, AÑO 16, No. 806

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

REFLEXIONES

«Ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo» (Mt 1, 18-24)

UN NACIMIENTO EXTRAÑO

POR EL PADRE UMBERTO MARSICH, M.X. / umbertomarsich@hotmail.com

POR EL PADRE NICOLÁS SCHWIZER

¿Qué celebramos en Navidad? Celebramos el nacimiento de un niño, pero no de un niño común, sino de un Niño que es Dios. Ahora, si comparamos este nacimiento con otros nacimientos, por ejemplo, con el de nuestros hijos, entonces notamos algunas cosas extrañas. Primera circunstancia extraña: se da a conocer a los pastores.Vino a la Tierra. No avisó a los poderosos. No hizo saber nada a los sacerdotes. Ha tirado por tierra a la jerarquía. No hubo conferencia de prensa para anunciar al mundo un suceso de tal categoría. Y, sin embargo, tenía sumo interés de que alguien lo supiera. Y manda sus mensajeros a unos pastores que acampan cerca de la ciudad guardando sus rebaños. Los pastores viven al margen de la sociedad y muchas veces también al margen de la religión. Son incultos, no conocen la Ley. Y precisamente a éstos es a quienes Cristo envía sus ángeles para anunciarles su venida. Es que Jesús quiere poner las cosas en claro desde el comienzo. Él ve todo al revés. A sus ojos, los grandes son los pequeños. Los últimos son los primeros. Segunda circunstancia extraña: no es reconocido por los hombres.- Pensemos, por ejemplo, en los posaderos de Belén. Si hubieran sabido que Dios estaba allí, le habrían abierto la puerta, lo habrían acogido. Porque eran personas religiosas, como nosotros. Pero creyeron que se trataba de vagabundos, de refugiados de quién sabe dónde, un par de desconocidos. Tercera circunstancia extraña: es Dios y nace en la miseria.Dios es totalmente distinto de cómo nos lo imaginamos. No es que Cristo no sea un hombre como nosotros, sino que es tan hombre, el único verdadero hombre, que es verdaderamente libre, sencillo, amante, fiel, disponible. Dios es pobre de todas esas cosas que ambicionamos, que buscamos, que pretendemos.

¿Por qué en Navidad hay tres Misas diferentes? Primitivamente en la fiesta de Navidad existía una sola celebración eucarística. Es la que corresponde a la tercera Misa actual de Navidad, a la llamada «del día». Ésta tenía lugar en la basílica de San Pedro, en el Vaticano. Durante el pontificado de Sixto III (a. 432-440) se introdujo la costumbre de celebrar otra Misa a medianoche en la basílica de Santa María la Mayor. El aludido Papa había construido en este templo una capilla en honor del nacimiento de Jesucristo; era como una réplica de la gruta de Belén (de aquí uno de los nombres que se dieron a la basílica: Santa María del Pesebre). La Misa de medianoche, presidida por el Pontífice, iba acompañada de un Oficio nocturno, distinto del que se cantaba en la basílica de San Pedro. Quizá esta costumbre de reunirse a medianoche se inspiró en la que existía entre los cristianos de Jerusalén: éstos acudían

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a la basílica de Belén y pasaban la noche en plegaria junto a la gruta donde se veneraba la memoria del. nacimiento de Jesucristo. Después de la celebración de los oficios en Santa María la Mayor, el Papa y su séquito, tras un breve reposo, se dirigían de nuevo a la basílica de San Pedro. Y en el camino de regreso hacían una breve pausa en el palacio imperial del Palatino, pues desde el siglo V, por influjo bizantino, se conmemoraba ahí el día natalis de santa Anastasia el 25 diciembre. Esta «memoria» era presidida por el Papa, el cual celebraba otra Misa. Pronto se añadió ahí la conmemoración de Navidad, y al cesar el influjo bizantino, la «memoria» de la santa fue reducida a una simple alusión, mientras que la Misa tomaba un carácter netamente navideño. De esta manera se instituyó la Misa de la «aurora», la segunda Misa actual de Navidad. Encuentra-com

Provoca una extraña emoción el relato evangélico de los eventos que han acontecido previamente al nacimiento de Jesús. Tal vez por las inéditas circunstancias que lo han preparado: la anunciación del ángel, la ausencia de la participación del esposo en el embarazo de María, los sueños, la pesadumbre y honestidad de José y, para rematar, la intervención misteriosa del Espíritu Santo en el proceso de la concepción virginal de la madre. El evangelista Mateo, en efecto, nos señala, con cierto asombro, algunas de esas circunstancias cuando escribe: «Estando María desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo». En seguida, comenta también el estado de desconcierto de José: «José, esposo de María, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto». El sueño de José

La comunicación divina con los protagonistas de la historia de la salvación acontece, frecuentemente, a través de los sueños. Esta ocasión no es la excepción. En efecto, nos relata el evangelista Mateo, que a José un ángel del Señor le dijo en sueños: «José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo». El ángel, luego, le revela también la identidad extraordinaria del bebé que su esposa está esperando: «Él salvará a su pueblo de sus pecados». José obedece y cumple cabalmente la inédita voluntad de Dios: «Cuan-

do José despertó de aquel sueño —concluye el evangelista— hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa». Nos da gusto, a la luz de este bellísimo texto evangélico, constatar cómo el verdadero protagonista sea el humilde José. La cosa es que, en los evangelios, muy pocas veces es tomado en cuenta. Sin embargo, cuando aparece, viene siempre reconocido en su magna estatura moral. Se destacan su fidelidad en el cumplimiento de los proyectos de Dios; su profunda fe, a pesar de las difíciles y humanamente incomprensibles peticiones divinas; su laboriosidad de carpintero honesto y responsable y su presencia, silenciosamente contemplativa, constante y paterna, alrededor del Hijo de Dios. Un hombre grande e insustituible, que transita en la historia sin hacer ruidos, como el padre legal de Jesús y como aquel que, aceptando la sorprendente intervención de Dios que entra en su vida, toma parte en el cumplimiento de la promesa de salvación. La promesa de Isaías

El anuncio más remoto del nacimiento de Jesús lo encontramos en la profecía de Isaías: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros». La cadena de la promesa salvadora de Dios, que vincula a Jesús con la estirpe de David a través de José, insertándolo así en la humanidad, se está dando. Dios, de hecho, nunca incumple lo que promete, y, para su realización, se sirve de personajes sencillos y humildes como

María y José. Parece que en la metodología divina no cabe la posibilidad de presencias humanas poderosas y apabullantes. Para Dios, en la humildad reside la verdadera grandeza. Gracias a José y María, el Emmanuel, o sea, «Dios con nosotros», ha entrado en nuestra historia. Conclusión

El conjunto de circunstancias prodigiosas que entornan la venida de Jesús entre nosotros, podría suscitar, en algunos, un cierto razonable rechazo. En efecto, no se comprende el por qué de un nacimiento tan extraño y contrario a la naturaleza; el por qué, más precisamente, de una maternidad y de un parto virginal. Volviendo al tiempo de Jesús, era creencia común la de que los dioses habían sido engendrados virginalmente. Por ser Dios, por tanto, también Jesús debía nacer como los demás: virginalmente. La diferencia, sin embargo, fue que, mientras los nacimientos virginales de los dioses eran mitología, el de Jesús fue real. Además, por tratarse de un ser humano-divino, es decir, del Hijo de Dios, nuevo Mesías, Salvador del mundo y Redentor de la humanidad, no nos debe extrañar que haya nacido de manera extraordinariamente única. Es la magnitud del personaje que justifica lo extraordinario de su venida. Frente a la magnitud del misterio, que se repite en cada Navidad, el evangelio de hoy parece indicarnos cómo acogerlo y lo hace proponiéndonos a José, el padre legal de Jesús y esposo de María. Asumamos, por tanto, sus actitudes e imitémoslo fielmente.


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HISTORIAS PARA LEER EN VOZ ALTA, EN FAMILIA 13

19 de diciembre de 2010, AÑO 16, No. 806

UNA «FALLIDA»

CUENTOS NAVIDEÑOS

REPRESENTACIÓN NAVIDEÑA Era Navidad y en el pueblo iban a hacer la representación del nacimiento de Jesús. Todos estaban muy entusiasmados; querían que la obra fuera un éxito. Los niños la iban a representar, pero entre ellos había un niño con problemas; quién sabe por qué causa, era más lento en aprender que los demás. Él quería estar en la obra, y a la maestra le dio ternura verlo con tanta emoción que le dio un papel pequeño: el del posadero que rechazaba a la Virgen y a José porque la posada estaba llena. El día de la obra, el teatro estaba a reventar; hasta había gente de pie. Y cuando llegaron a la parte en la que llegan José y María a la posada, donde este niño con problemas tenía que hablar, pasó algo inesperado: José toco la puerta y salió el posadero, y cuando ya los iba a rechazar, al ver a la joven pareja y sobre todo a la mujer, llevando dentro de ella a quien iba a ser nuestro Salvador, al niño se le llenaron los ojos de lágrimas y les dijo: «Pasen, pasen; la señora puede dormir en mi cama, que yo dormiré en el suelo».

Hubo un silencio intenso en la sala, y muchos no pudieron contener las lágrimas. La obra fue un éxito, a pesar de que no fue fiel representación de lo que realmente pasó en esa noche de Navidad; pero sentimos que algo había cambiado en nuestras vidas, pues ese niño nos enseñó una lección de amor: en su inocencia nos enseñó que debemos amar y ayudar a otros; que lo que hagamos por el bien de cualquier persona, lo hacemos por Jesucristo, que se encarnó para hacerse uno de nosotros, para estar con nosotros. Y estamos aquí para hacer el bien, sin pedir nada a cambio. www.sanmiguel.org

UN HOMBRE TOCÓ A NUESTRA PUERTA POR DAVID L. EPPELE

«Freiz Navad...». Eso es lo que oí cuando abrí nuestra puerta trasera aquella mañana de Navidad. Yo, un muy joven David, estaba deslumbrado por la luz navideña, el árbol y los regalos. Yo estaba justamente en las que probablemente serían las mejores navidades que un niño de 7 años posiblemente podría tener. Había una caja completamente llena de caramelos caseros, dos cajas de manzanas, un cajón de naranjas y un saco de 50 libras de piñones para mascar mientras yo jugaba con mi tren eléctrico nuevo. Después estaban los caramelos de Navidad. Yo estaba tan ocupado que no me di cuenta de que estaba zampándome dos barras de caramelo al mismo tiempo. ¡Esta fue la mañana de todas las mañanas! ¡Era Navidad! La cocina de leña estaba atareada emitiendo aromas que gritaban: «¡El pavo y la guarnición serán servidos a la hora!». Y el aroma de los piñones tostados junto con el pavo era una completa sinfonía para los sentidos de este joven hombre. ¿Por qué sería justamente esa misma mañana cuando aprendí el verdadero secreto de comer una caña de azúcar clavada dentro de un agujero perforado en una naranja? Te ponías hecho un desastre... Y, ¿quién dijo que no se pueden hacer pequeños túneles con papel navideño sobrante, un poco arrugados pero eternamente bonitos? ¡Oh! Tan sólo mira la matrícula de la locomotora eléctrica cuando está atravesando el túnel... Creo que fue mientras me encontraba a mitad de mi aprendizaje sobre cómo conseguir que mi tren cascara piñones sin descarrilar cuando papi me pidió que abriese la puerta trasera. Yo estaba tan absorbido en la tarea de cascar nueces que ni siquiera oí que hubieran llamado a nuestra puerta. Corría hacia la parte trasera, envolví mi cuello con una bufanda roja y abrí la puerta de golpe, y, allí en frente de mí, estaba el indígena navajo más viejo que yo creo haber visto. Su cara estaba arrugada y mojada. Sus manos casi moradas por el frío. Él estaba a la pata coja, con un pie sobre otro, saltando sobre sus pies para librarse del frío. — Freiz Navad —dijo . Yo no podía responder a algo que no entendía. No tenía ni idea de lo que decía ese hombre ni de lo que quería. Señaló un viejo y sucio saco de algodón que llevaba consigo... Yo seguía sin poder responder.

Me volví hacia la cocina donde mamá estaba haciendo esas cosas secretas para hacer las cenas de Navidad, tan fabulosas. Ví la sorpresa reflejada en su cara cuando ella vió quién estaba en el umbral de la casa. — Joe, será mejor que hables con ese hombre... —dijo mamá. Mi padre vino a la puerta trasera. Puso ambas manos sobre mis hombros mientras que, una vez más, oí al viejo decir «¡Freiz Navad!». Mi padre hablaba suficiente navajo para entenderse. Hablaron durante un minuto, más o menos, y, después, papá se volvió hacia mí y me dijo: — David , entra en casa y coge una bolsa grande. Quiero que la llenes con manzanas, naranjas y algunas libras de piñones. Vamos a ayudar a este anciano. Es de Gamerco. Ha andado las siete millas hasta nuestra ciudad para llevar algo de comer a su familia . Dice que toda su familia está enferma y nosotros debemos ayudarle. Creo que fue en ese momento cuando finalmente comprendí lo que estaba pasando. El hombre viejo nos había deseado, de la única forma que sabía, una feliz Navidad. Y estaba pidiendo comida y ayuda para su familia. Corrí de vuelta a la salita y empecé a llenar la bolsa de la tienda con manzanas y naranjas que mi madre me pasaba. Incluso metí un par de esas cañas de azúcar y después un par más. Puse piñones en la bolsa casi hasta cubrir la fruta . Mientras volvía vi a mi padre dar al hombre viejo un billete de cinco dólares. Le pasé al anciano nuestra bolsa de papel y esperé mirando como transvasaba todas las manzanas, naranjas y piñones a su bolsa de algodón . Se le cayó una naranja . Me agaché por la naranja que rodaba, al mismo tiempo que el hombre viejo lo hacía. Sus manos cubrieron las mías por unos instantes. Me miró a los ojos y esgrimió una gran y desdentada sonrisa. !Oh, como brillaban sus ojos! Yo me quité de mi cuello mi bufanda roja totalmente nueva y se la enrrollé en el suyo. Ahora bien , no lo supe en aquel momento pero seguro que mi corazón sabía que acababa de aprender algo muy importante, una lección muy valiosa... una enseñanza que llevaría conmigo para siempre: es mucho mucho mejor dar que recibir. http://pacomova.eresmas.net


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HISTORIAS PARA LEER EN VOZ ALTA, EN FAMILIA

LA NOCHEBUENA

19 de diciembre de 2010, AÑO 16, No. 806

El Observador

DE UN MENDIGO

CUENTOS NAVIDEÑOS

CUENTOS NAVIDEÑOS

POR KARL SPRINGENSCHMID

Con el sombrero caído sobre los ojos y el cuello del abrigo levantado, el viejo Staupp, inclinado hacia delante, avanzaba penosamente contra el viento y la nieve, que lo azotaban como queriendo derribarlo. Mientras tanto, con las manos en los bolsillos, contaba con dedos ágiles lo que le habían dado de limosna aquel día. Estaba contento. Entre las piezas metálicas había más de las grandes que los otros días. En esto de contar, Staupp era un genio. Hizo el total y calculó la proporción: ¡tres veces y media más que el producto de un día ordinario! Aunque el viejo Staupp no daba demasiada importancia a la Nochebuena, se veía forzado a reconocer que en esta fecha las gentes daban más y con mejor cara que durante el resto del año. Pero también había más palabras que de ordinario: buenos deseos, consejos bondadosos... El viejo Staupp odiaba las palabras, especialmente las bien intencionadas; odiaba sobre todo el empaque ceremonioso; las mujeres laboriosas que, antes de sacar la calderilla, se limpiaban en el delantal la masa que se les había pegado a los dedos; los hombres que se daban aires de importancia y ponían cara beatífica de apóstoles. Sólo le faltaba llamar a unas pocas casas; luego Staupp celebraría la Nochebuena como él sabía. Todo lo demás era ridículo. El viejo Staupp entró en la primera casa y subió al piso alto. Allí vivían gentes humildes. ¡Mejor! Éstas daban más que las ricas, y gastaban menos palabras, lo cual era más de agradecer. Puso cara lastimera, de pedir, y llamó a la puerta. No abrieron. A esto estaba ya acostumbrado. Pensaba llamar por segunda vez, cuando llegó a sus oídos una voz tenue, delicada, que venía de dentro. ¿Era alguien que lloraba? Contuvo el aliento y escuchó. Sí, era un niño que lloraba; no con un berrido agudo e impertinente, sino en un hilito débil, como hacen los animales cuando se quejan. Aquel quejido removió el corazón del viejo Staupp. — ¿Estás solo? —preguntó a través de la estrecha rendija que quedaba entre la puerta y el marco.

No obtuvo respuesta. Sólo la dolorida voz infantil. Staupp sacó la ganzúa. Sonó un ruido en la cerradura. El viejo empujó la puerta con cuidado. La vivienda constaba de una sola habitación. En ella, un fogón, una cama y, sentada en el suelo, una niña que aparentaba tener cuatro años. — ¿Por qué lloras? — le preguntó el viejo con voz delicada— ¿No sabes qué día es hoy? Hoy es… La palabra Nochebuena no acudió a los labios de Staupp. La pálida pequeña miraba asustada a aquel hombre extraño. Tenía una carita delgada y tierna, con pecas en la frente y en la pequeña nariz respingona. El viejo Staupp se arrodilló junto a la niña y le limpió las lágrimas. — ¿Te han dejado sola?— preguntó. La pequeña asintió con la cabeza y dijo: — La señora Blaschek se ha ido. — ¿Sí? ¿Se ha ido la señora Blaschek? ¿Es ella tu madre? La niña fijó sus ojos, grandes y maravillados, en los del viejo mendigo, y negó con la cabeza. — ¿No es tu madre? Ah, ya entiendo: la señora Blaschek te ha recogido para aprovechar tu pensión de huérfana. Y ahora se ha marchado. Se va al cine y te deja sola. No, al cine no, hoy los cines están cerrados. Y te ha dejado sola. ¡Oh, yo sé muy bien qué es estar solo! ¡Y precisamente hoy, que es Nochebuena! ¡Qué extraña había sonado aquella palabra en sus labios! La niña lo miró con ojos vacilantes. — Sí, Nochebuena —siguió Staupp—. Hoy viene el Niño Jesús.

— ¿El Niño Jesús? — Eso dice la gente. Pero la gente dice muchas cosas. El viejo no sabía qué hacer y menos aún qué decir. Pero la impaciente espera que leyó en los ojos de la niña acabó por hacerle ver claro. — Aunque a veces es verdad lo que dice la gente. — El Niño Jesús ¿viene hoy de verdad? — ¡De verdad! — el viejo Staupp afirmaba con la cabeza— ¡Completamente de verdad! Cuando, una hora después, el viejo Staupp entró de nuevo en la habitación, la niña se había dormido en un rincón. En su sueño movía suavemente los labios. Sólo Dios lo sabe, pero quizá soñaba con el Niño Jesús y hablaba con Él. Staupp dejó sobre la mesa todo lo que, a pesar de su prisa, había podido comprar: la pequeña muñeca de trapo con su vestido rojo —¡una pieza que le había costado un dineral!—, varios pliegos de figuras recortables, los polvorones y las nueces doradas. Con mucho cuidado para no hacer ruido, salió de la habitación, cerró la puerta y bajó las escaleras. Cuando estuvo en la calle, sus dedos, según una vieja costumbre, sondearon el bolsillo del pantalón. — ¡Vacío, completamente vacío!… ¡Viejo estúpido! —gruñó— ¡Sí, viejo estúpido! Pero allá dentro, muy dentro, el viejo Staupp sentía que ninguna Nochebuena había caminado con tanta alegría mientras el viento y la nieve le azotaban la cara.

ches bajo el cielo. Se dedicaba a mendigar, pero ya se había acostumbrado y no conocía otra cosa. Ahora bien, en aquel invierno había mucha hambre y frío en toda la región, así que la gente casi no tenía lo suficiente para alimentarse, y casi no quería compartir algo con la mendiga. Un día Rebeca había recibido un poco de sopa caliente que apenas llenaba la mitad de su jarro. Cuando se sentó a la orilla del camino para comer, de repente vio acercarse a un hombre y a una mujer con un burrito: María y José en su camino a Belén. El hombre se veía muy fatigado, y la pálida cara de la Madre de Dios, quien montaba el asno, estaba tan demacrada que hasta Rebeca sintió compasión.

— Oigan —los llamó Rebeca—, ¿por qué están tan tristes y decaídos? ¿Qué es lo que les falta?. José la miró sin hablar nada, sopesando con la mirada el jarro. Pero María le contestó casi sin voz: — No tenemos qué comer y eso nos dificulta la caminata. — ¿Y por qué no piden algo en las casas? — Lo hemos intentado —confesó María apenada—, pero nadie nos quiso dar nada. — Sí, sí —murmuró Rebeca—, son malos tiempos y la gente no tiene ni para sí misma. Miren lo poco que me han regalado a mí. Y les mostró el jarro con el poquito de sopa. Y de repente le vino una brillante idea: — Díganme, ¿traen un recipiente consigo? Vamos a compartir mi sopa y la penuria de ustedes. José sacó su jarro y la mujer le echó todo lo que pensaba que les era indispensable, y luego un poco más. Entonces su propio jarro quedó vacío, pero ella llegó a sujetarlo de tal manera que María y José no lo notaron. Cuando Rebeca vio comer a las dos personas hambrientas, sintió una alegría como jamás había experimentado. Sólo tardaron unos instantes en terminar la sopa y agradecerle, y ya María y José estaban en camino otra vez. Por mucho tiempo Rebeca siguió con la mirada a los caminantes. Cuando finalmente se agachó para levantar su jarro vacío, lo encontró lleno hasta el borde de una rica sopa caliente

LA SOPA CALIENTE DE LA POBRE MUJER

Rebeca era la mujer más pobre de su pueblo. Poseía solamente la ropa que llevaba puesta, y esa ya era poca porque su blusa y su falda estaban rotas, y los zapatos y las medias llenos de agujeros. Todos la conocían, y Rebeca conocía a todo el mundo. Sabía en qué puerta debía tocar cuando sentía hambre, y dónde podía encontrar un techo para protegerse al dormir, cuando el frío ya no le permitía pasar las no-

Solidaridad.net

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FAMILIA

19 de diciembre de 2010, AÑO 16, No. 806

La austeridad de Belén POR CARLES CLAVELL / Forumlibertas.com

Me parece que la raíz del fracaso de muchas familias cristianas en la educación de los hijos viene de menospreciar la virtud de la austeridad. Y las causas de este menosprecio están en no haber sabido calibrar el mensaje de Belén. Los anuncios, la propaganda de las miles de cosas que podemos comprar, pueden hacer que perdamos de vista lo principal de la Navidad: que Dios viene en la austeridad de un pesebre. Son días en los que la superficialidad puede ahogarnos. Querría fijarme en dos aspectos. Por un lado, en las supuestas ventajas de dar y recibir infinidad de regalos. Pueden cargarnos de regalos superfluos, de cosas que quedarán abandonadas en un rincón. Recuerdo que, hace un par de años, un amigo me contaba que su hijo había recibido, de todos sus familiares, treinta y dos regalos en Navidad. Y me dijo: «Esto no está bien. Hay que arreglarlo». Por otro lado, en lo que podremos lucir con la ropa que nos ponemos esos días. Me parece que lo que nos tiene que mover, al vestir, no es «lucirnos» —ser la atracción de la reunión— ni «lucir» —¡vaya marca que lleva!—, sino que se trata de que lo que llevemos resulte agradable sin necesidad de estridencias. Es conveniente que al comprar exista una cierta medida que nos mueva a huir de estas dos formas de vanidad tan extendidas. Por poner algún ejemplo, es una falta de austeridad que a un muchacho que empieza a jugar al tenis se le compre una raqueta de titanio y de buena marca. Seguramente será mejor que empiece con una sencilla, y cuando se reafirme su afición y su valía, se le compre una buena. No pocas veces he visto objetos de calidad que han quedado abandonados en un rincón porque se ha perdido la afición. Otro ejemplo: no hace ninguna falta —más bien suele ser contraproducente– que las zapatos tenis que se compren a un chico o una chica sean de marca para lucir delante de la pandilla. Si se opta por algo más sencillo, también será más barato. Y además se puede aprovechar para fomentar la generosidad de ese hijo dando el dinero ahorrado en limosnas. Posiblemente la austeridad sea una de las grandes virtudes ausentes en los hogares. Muchos padres no entienden que hay que practicarla, y que tienen que enseñarla a sus hijos, empezando ellos por darles ejemplo.

PINCELADAS

BOCADILLOS Y

LECHE CALIENTE POR EL PADRE JUSTO LÓPEZ MELÚS

La noche de Navidad es una noche de contrastes. Recordamos que Dios se ha hecho hombre, se ha hecho niño desvalido. Recordamos su amor. Y esto nos inclina a ser sencillos, a sentirnos todos hermanos. Pero es también una noche triste. Los pobres se sienten más solos y abandonados. Segun la estadística, es la noche con más suicidios. Un grupo de seminaristas acudía la noche de Navidad a la boca del metro. Recordaban la cena y el calor familiar y se iban a compartirlo con los mendigos que se encontraban allí. Les llevaban bocadillos, termos con café con leche, el recuerdo de Belén y amistad. Los mendigos se desahogaban con ellos, se sentían amados y felices de que alguien los escuchase y se acordase de ellos. Los mendigos les decían: «Esta noche Dios ha nacido para nosotros».

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La Navidad tiene un carácter doméstico Por GILBERT KEITH CHESTERTON

Resulta muy curiosa la forma en que la gente ha- te de quedarse solos en la guardería no sólo inventabla sobre el espíritu de una cosa. Leemos mucho so- ron juegos con todo detalle, sino también dramas e bre el espíritu de la Navidad, pero en realidad es la historias vitales; inventaron lenguajes secretos. Ésa cara opuesta de la misma cosa: ese excesivo y elabo- es la clase de espíritu creativo que queremos para el rado sistema de dependencia de compra-venta, y por mundo moderno. Si la Navidad se volviera más famitanto de ajetreo y bullicio; y ese abandono de las liar, en vez de menos, creo que aumentaría enormecosas nuevas que podían haber hecho algo por la mente su verdadero espíritu, el espíritu de la niñez. vieja concepción de la Navidad. Los juguetes de Navidad cuelgan del árbol desde La Navidad tiene un carácter doméstico, y por esa antes de que los tíos, tan pesados y tan paganos, razón la mayoría de la gente se prepara para viajar en desearan jugar al golf. Pero eso no altera el hecho de agobiantes tranvías, aguantando colas interminables, que podrían haberse convertido en personas más bricogiendo trenes a toda prisa. Justo antes de que em- llantes e inteligentes si supieran cómo jugar con los piece la gran fiesta del hogar, todo el mundo parece juguetes; y de hecho se aburren soberanamente con haberse convertido en gente sin techo. Es el triunfo el golf. Su falta de brillo se debe al progreso mecánico supremo de la civilización industrial, que ha conse- del deporte profesional, en ese mundo rígido de rutiguido que, en aquellas ciudades donde parece que nas que impera fuera del hogar. Cuando eran niños, hay demasiadas casas, exista una desesperada esca- tras las puertas cerradas del hogar, es probable que sez de alojamiento. La fiesta de la familia convierte en tuvieran sueños e historias por escribir que eran tan vagabundos tanto a los ricos como a los pobres. Se suyas como Hamlet lo es de Shakespeare. Cuánto encuentran tan aislados más emocionante hubiedentro del desconcertanra sido que el tío Henry, te laberinto que genera en vez de describirnos nuestro tráfico y nuestro con todo lujo de detalles comercio, que su única cada uno de los golpes semejanza con la familia que necesitó para sacar la arquetípica de la Navidad bola del hoyo, nos hubiees que esta gente no enra contado que había reacuentra habitación para lizado un viaje al fin del ellos en una taberna. mundo en el que había La Navidad debería atrapado a la gran serpienser creativa. Se nos dice La Navidad debería ser creativa te marina. que es especialmente útil No es que no sienta para preservar las viejas tradiciones. Pero la verdade- respeto por el juego del golf. Que los golfistas juera Navidad debería crear no sólo las viejas cosas, guen al golf. Dejemos que jueguen un día tras otro; sino también las nuevas. Por ejemplo, debería crear trescientos sesenta y cuatro días, con sus noches nuevos juegos, si se animara a la gente a inventarlos. también, con bolas luminiscentes, para que puedan Las principales reglas del tenis fueron inventadas en verse en la oscuridad. Pero dejemos al menos una el patio de una vieja taberna. Los rastrillos del cricket noche para que las cosas puedan brotar desde el intefueron creados a partir de las tres patas de una ban- rior; y un día para que los hombres puedan buscar queta para ordeñar vacas. Deberíamos inventar co- todo cuando se ha quedado enterrado en lo más prosas de esta clase. Qué agradable sería empezar un fundo de su ser. Y puedan descubrir dónde se oculta, juego en el cual puntúas al golpear un paragüero o tras esas puertas y ventanas cerradas firmemente, ese incluso al anfitrión. Los niños que han tenido la suer- espíritu de la libertad.



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