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Los cabos sueltos en el proceso electoral

POR MARIO YON SECAIDA — Varios

“comodines” en el tablero pueden cambiar la inercia de las elecciones.

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En este punto las elecciones son todo menos predecibles. Las primeras mediciones muestran que existe un empate técnico por el primer lugar y otros tres candidatos se mantienen a una distancia prudencial para colarse en cualquier momento, la primera vuelta parece que será un final de fotografía. Esta “carrera de enanos” se complica por las incógnitas que pueden cambiar el curso de las elecciones en los próximos noventa días de campaña electoral.

El primer comodín, que está en la mesa de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y

Corte de Constitucionalidad (CC), es el de los litigios de las inscripciones. La llamada “judicialización de las elecciones” consiste en que las cinco principales candidaturas a la presidencia pueden cambiar su suerte con la decisión de estas cortes, ya sea porque queden finalmente inscritos o porque se niegue revierta alguna inscripción. No solo es una carta política para los magistrados, también es un elemento de incertidumbre para todo el sistema. Los candidatos se mantienen atentos ante un cambio inesperado sobre su inscripción, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) debe estar pendiente si reimprime papeletas a última hora y los ciudadanos pueden confundirse ante información dispersa sobre quién sí está inscrito. Cabe mencionar que esto debilita en el largo plazo la democracia del país.

La segunda carta en el tablero es la abultada papeleta de votación. Con tantos candidatos (26 proclamados), estando tan cerradas las encuestas y ante la incertidumbre del votante de saber toda la información todo el tiempo, no es de extrañar que algunos candidatos logren subir su intención de voto si manejan bien redes sociales y su campaña en tierra. Entre más se acerque el día de la votación, los votantes de los candidatos que no logren ser inscritos y los ciudadanos indecisos decantarán su preferencia en una opción atractiva. Esto puede implicar la subida de opciones que se mantenían bajas en las primeras mediciones y la subida de alguien en el pelotón de seguimiento. Usualmente son los candidatos nuevos con un conocimiento aceptable los que aprovechan este río revuelto. El tercer naipe es el contexto político en el que se desarrollan las elecciones. Es un ambiente polarizado y lleno de desconfianza, marcado desde los últimos siete años por la intervención de los órganos judiciales en momentos clave. En la opinión pública durante los últimos dos años ha persistido una narrativa de desconfianza sistémica hacia la organización de las elecciones -con razón o sin razón- la cual ha modificado cómo actores políticos y ciudadanos interactúan entre ellos y con las instituciones. Esto es muy importante porque nuestro sistema de votación recae sobre la participación ciudadana voluntaria. El ambiente polarizado también justifica ante muchos las acciones de expresiones antisistema, por ejemplo la amenaza de CODECA de

entorpecer las elecciones.

El último comodín está en la organización del evento por parte del TSE. El primer reto que tuvo que sortear el Tribunal fue la contratación del sistema de transmisión de resultados, el cual fue adjudicado hasta principios de marzo. Pero el problema no acabó ahí, la empresa que perdió el concurso presentó un amparo, todavía no resuelto, ante la CSJ; recurso legal que de darse con lugar ciertamente pondría en riesgo el tener un sistema digital a tiempo. Asimismo, el TSE debe conseguir suficientes voluntarios para el día de las elecciones y además crear un sistema de acreditación ágil y efectiva para los observadores nacionales e internacionales, estos darán certeza al proceso electoral.

Si cualquiera de estos naipes se revela de manera inesperada el proceso puede cambiar súbitamente. Todavía un candidato puede entrar o salir de la contienda por una resolución judicial a destiempo; una opción electoral puede subir en las encuestas de forma inesperada; un actor del sistema o antisistema puede coaccionar para cambiar la inercia; o un factor inesperado puede complicar la logística de las elecciones.

A pesar de esta incertidumbre, dos cosas sí son claras en este punto. Primero, que buena parte de los problemas actuales se pudieron haber evitado con una reforma electoral oportuna, existen decenas de comunicados, peticiones y propuestas en los últimos cuatro años que el Congreso hizo caso omiso. Y en segundo lugar, que es responsabilidad de las autoridades dar certeza al proceso actuando de forma oportuna y facilitando la participación democrática y la libertad de expresión en un proceso tan importante.

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