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EDGAR BALSELLS

El mejor de los mundos posibles

EN SUS ÚLTIMOS Y PROLÍFICOS VEINTE AÑOS DE VIDA ESCRIBE CÁNDIDO.

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Estando en el Norte en una Barnes & Noble, me topé con una bella edición en inglés de Cándido o el Optimismo, traducida por Theo Cuffe con prólogo de Michael Wood, editada por Penguin Books. Se trata de la novela escrita por Francois-Marie Arouet (Voltaire;1694-1778), quien nos recuerda una vez más que nadie es profeta en su tierra: expulsado de su Francia natal varias veces, pero hoy las grandes manifestaciones populares lo simbolizan como pionero de la tolerancia y la mordaz crítica al fanatismo religioso e ideológico.

Voltaire, se ganó muy joven el aplauso de la vida intelectual de París, gracias a su punzante publicación de sátiras y odas, como una en contra del Regente, quien lo envió a una dura estadía en La Bastilla. En prisión escribe una épica nacional, La Henriada ( 1718) que lo puso frente a Homero y Virgilio en los comentarios del intelecto de la época.

Luego de otro confinamiento, pasa una temporada en Inglaterra y escribe luego a su retorno magistrales comparaciones entre la mayor tolerancia en la isla que en Francia, lo que le vale de nuevo el rechazo de los aristócratas, al ser publicadas sus

Letras Filosóficas, que fueron prohibidas en Francia.

Gradualmente es empujado al ostracismo hasta que radica en la corte de Federico el Grande, pero en 1753 decide abandonar el entorno prusiano, y se traslada a Ginebra. En sus últimos y prolíficos veinte años de vida escribe Cándido, siendo la novela toda una creativa mezcla surrealista de experiencias de vida, combinada con aventuras y tragedias entre el viejo continente y nuestra América de la época. Su obra está cargada de críticas en contra de toda manifestación de tiranía y persecución de la iglesia y del Estado, muriendo a los 84 años luego de una triunfante visita a su París natal de donde había estado exilado casi toda su vida.

La crítica al optimismo, nos dice Michael Wood nos viene del reclamo a esa posición filosófica de que estamos en el mejor de todos los mundos posibles y que pese a los errores y apariencias de las creaciones de Dios, las cosas pasan como deben pasar, tal y como a Cándido le fue enseñado por el Doctor Pangloss, su tutor. También es una crítica al supuesto que podemos trascender totalmente nuestro egoísmo o provincialismo, y que el mundo de Dios debe ser perfecto.

De Cándido viene ese término de Panglossiano que es propicio para entender que tenemos una Macroeconomía egoísta, a la que le es indiferente que más de veinte compatriotas mueran quemados en una bartolina de Ciudad Juárez, porque “la abundancia de remesas lo vale, y son parte de la perfección de la economía guatemalteca. Sintomático entonces que ciertos superoptimismos oficiales son una completa irresponsabilidad mesiánica e intolerante, cargada de fanatismo.

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