El TIEMPO | 3 de Noviembre 2010 | Sección D

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MIÉRCOLES

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Edición especial por Aniversario de Independencia

SECCIÓN

3 de noviembre 2010

La Reina hermosa de fuentes y flores, como dice su himno, cumple 190 años de vida independiente. La historia de ese hecho está llena de acontecimientos y anécdotas que hoy se recuerdan.

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HISTORIA

Cuenca:

Los hechos que se suscitaron desde el 3 de noviembre de 1820 al 21 de febrero de 1822

Los inicios y desarrollo de la lucha libertaria Detalles del 3 de noviembre de 1820 Cuenca. Con los preparativos previos en la casa de Margarita Torres de Ordóñez, bajo la dirección de Tomás Ordóñez Torres se inició la lucha libertaria. Se comenzó por pedir, por sugerencia de Joaquín Salazar Lozano, la renuncia del gobernador Díaz Cruzado, quien estaba ya palabreado, pero este fue apresado por el comandante militar Antonio García Trelles y enviado preso a Quito el 2 de noviembre, escoltado por 20 soldados. Fue nombrado jefe político subalterno Antonio Arteaga. Varios ciudadanos quisieron que se integre un cabildo amplio más que abierto o ampliado, pero no se logró el objetivo. Al promulgarse un bando, se aprovechó de la oportunidad, preparada ad hoc, para desarmar a la guardia y así obtener unas pocas armas de fuego. Se quiso motivar a los vecinos del barrio de Todos Santos donde muchas personas participaban de una ceremonia religiosa dominical para iniciar la toma del cuartel, pero no se logró su objetivo. Los líderes que debían tomar parte en un levantamiento se reunieron en El Valle, una parroquia cercana a Cuenca y allí se organizaron para atacar el día tres. Los mentalizadores y participantes de este movimiento fueron Tomás Ordóñez, Joaquín Salazar y Lozano, Francisco Chica, Zenón San Martín, Vicente Toledo, el cura Juan María Ormaza y José María Vázquez de Noboa, entre unos pocos más. Fue entonces que ese día el líder de la revolución, Tomás Ordóñez, encabezó al pueblo hacia la Plaza Mayor, donde se les impidió llegar al cuartel y a la casa de cabildo. Había 109 soldados al mando del realista Jerónimo Arteaga, que se colocaron estratégicamente en las cuatro esquinas de la plaza central y en calles aledañas, con los únicos cuatro cañones que existían en Cuenca y que se habían fabricado aquí mismo hacia 1809 para defender a la ciudad de un posible ataque de los revolucionarios del 10 de agosto. El jefe de la resistencia era Antonio García Trelles. A los patriotas se unió el cura José Peñafiel y desde San Sebastián empezaron a acosar a las autoridades españolas. Aumentando el número de patriotas comenzaron a ascender a la Plaza de Armas. Con el entusiasmo prendido por la causa libertaria, más la arenga patriótica del cura Juan María Ormaza recorrieron los barrios buscando mayor apoyo y juzgaron que era mejor ubicarse en el barrio de El Vecino, por estar más cerca de los refuerzos que podían llegar desde el norte. Pasó ese día viernes 3 de noviembre acosando los patriotas a los españoles por las cuatro esquinas del parque, como dice un oficio del jefe de la plaza, Antonio García Trelles, pero sin ofrecer batalla. Ambrosio Prieto y unos pocos patriotas fueron apresados por los realistas, pero no pudieron moverse de sus puestos porque estaban cercados por los patriotas que crecían en número. Todos amanecieron sobre las armas, como dice otro parte, porque a cada momento les acometían los patriotas.

Lo sucedido el 4 de noviembre de 1820

Juan Cordero Íniguez EL TIEMPO - CUENCA

República de Cuenca El 15 de noviembre, con la participación de representantes de los barrios de la ciudad se instaló la Asamblea o Consejo de Sanción y aprobó la Constitución de la República de Cuenca. Se reunió en el local donde hoy es la Corte de Justicia (Cordero y Sucre). Estuvo integrada por 35 diputados elegidos por varias corporaciones y gremios: cabildo municipal, cabildo eclesiástico, milicias republicanas, agricultores, comerciantes, abogados así como por representantes de la provincia de Cuenca: Azogues, Cañar, Chuquipata, Girón, Jima, Molleturo, Nabón, Oña, Paute, Pucará, Sígsig. Se concluía que “Cuenca es y será para siempre una provincia libre e independiente de toda potencia y autoridad extraña sin que en ningún caso pueda ser sojuzgada

por su voluntad.” Se creó una junta de gobierno y un senado para la administración de justicia. El gobierno sería electivo, representativo y popular. El Cabildo tendrá las mismas atribuciones que en los tiempos coloniales. Se buscaría una confederación con otros pueblos. Y se aprobó la confección de un escudo: “Un indio corpulento y musculoso representa a la raza dueña del Continente, la estrella luminosa es la de la libertad que le alumbra en su largo éxodo de paria, la lanza, cuya punta hinca en la tierra es el signo del dominio sobre el suelo querido que le usurparon. En resumen puede traducirse como trabajo libre, de la tierra libre, por la raza libre.” Aprobada la Constitución, se ratificó como Jefe Político y Militar al Dr. José María Vázquez de Noboa.

El 21 de febrero de 1822 Fue necesario esperar hasta el 21 de febrero de 1822 para que Antonio José de Sucre liberara definitivamente a Cuenca y su región. Partió de Machala, fue a Saraguro y llegó a Cuenca. En el camino se unieron las tropas peruanas del coronel Santa Cruz. Estuvieron en sus tropas el teniente Abdón Calderón, el coronel Alejandro Vargas Machuca, Tomás Ordóñez, Joaquín Crespo, José Moscoso, Vicente Toledo, Zenón de San Martín, Manuel Chica, José Sevilla, distinguidos cuencanos. Los españoles, dirigidos por el coronel Carlos Tolrá huyeron con dirección a Riobamba. Una solemne misa y un desfile de las tropas, recibiendo flores y aplausos cerraron este

acto final de la independencia cuencana. Bartolomé Serrano, presidente del Concejo le recibió con un caluroso discurso en el que expresó la “gratitud que corresponde por las benéficas y generosas operaciones con que se ha conducido en la ocupación de esta plaza con el sagrado objeto de transformar su gobierno al nuevo establecimiento de la República.” Hay, pues dos fechas importantes dentro del proceso de liberación política de Cuenca: el 3 de Noviembre de 1820, que tuvo un éxito pasajero y el 21 de Febrero de 1822, que nos dio una independencia definitiva. Las dos son importantes y debemos recordarlas y conmemorarlas.

Trelles pidió a los funcionarios de la real hacienda “remitirme 100 pesos a buena cuenta para socorrer a la gente que se ha podido colectar el día de ayer desde el momento de la revolución para reforzar el cuartel y los cañones de artillería en las cuatro esquinas de la plaza…porque ni yo ni los oficiales que me acompañan podemos movernos de esta plaza…” Ese mismo día sábado 4 de noviembre, con la ayuda de Javier Loyola, cura de Chuquipata, vencieron los patriotas, habiendo sido herido en una de sus piernas el principal líder del movimiento, Teniente Tomás Ordóñez. Un cura que estaba de paso hacia su parroquia de Puebloviejo arengó con gran elocuen-

cia a los patriotas para que siguieran en su empeño. Después del triunfo fue nombrado Jefe civil y militar de la República de Cuenca, el abogado chileno, alcalde de segundo voto y encargado de la Gobernación José María Vázquez de Noboa. Aunque no conocemos los documentos de esos días, como era ya frecuente desde el 10 de agosto de 1809, se debió proceder a la jura de la independencia en la iglesia matriz después de una misa de acción de gracias o te deum, posiblemente el día cinco de noviembre. Pronunció la homilía como orador sagrado Andrés Beltrán de los Ríos.

Segundo verdeloma La duración de la Junta y de la Constitución fue efímera por la pérdida de los patriotas, mal entrenados y con pocas armas, en el Segundo Verdeloma, lugar cercano al cantón Biblián el 20 de diciembre del mismo año. Los españoles eran 600 veteranos y experimentados soldados, mientras que los patriotas, quizá superiores en número, eran improvisados y estaban dotados de menor cantidad de armas y de municiones. Una estrategia envolvente que les llevó a los españoles a lo alto del cerro y desplazó a los patriotas a los flancos, fue fundamental para el triunfo. No se ha estudiado con profundidad esta derrota y uno de los testigos del momento, el doctor Cayetano Ramírez Fita, considera que fue decisiva la falta de un oportuno envío de tropas y armas que se pidió a Guayaquil, con el envío de 15.000 pesos. Tal vez los miembros de la Junta, que también estaban defendiendo su independencia, Olmedo, Roca y Ximena, no pudieron hacerlo por falta de tiempo u otros motivos. Se calcula que el número de caídos llegó a los dos centenares y el de heridos a otro tanto. Comandaba las tropas realistas venidas del norte el coronel Francisco González y las patriotas el coronel José María Hidalgo de Cisneros. Su vencedor, el coronel González, reasumió

el poder en Cuenca y lo ejerció con tiranía. Estableció una junta de secuestros para decomisar los bienes de quienes habían participado en el proceso y de manera sumaria, en la plaza de San Francisco mandó a fusilar a 28 patriotas en enero de 1821. Los que se salvaron viajaron a Guayaquil, donde se mantenía firmemente la independencia o se escondieron en lugares de difícil acceso. En el análisis histórico se ha considerado que Verdeloma, si bien fue una pérdida dura para Cuenca, fue la salvación para Guayaquil, pues las tropas realistas y veteranas podían ir a esa ciudad y someterla, con lo cual se hubiera cerrado la puerta para el acceso del apoyo de Simón Bolívar y de su principal colaborador Antonio José de Sucre y quizá se hubiera retrasado o dilatado todo el proceso final de nuestra independencia. Francisco González gobernó Cuenca y su jurisdicción por el lapso de más de un año, junto con su ayudante Francisco Eugenio Tamariz, con despotismo, requisas, empréstitos forzosos y extorsionando a los ciudadanos con contribuciones obligadas para el mantenimiento del ejército español. Para ello creó una junta de secuestros. Fue más de un año de terror, similar al que se implantó en esta misma ciudad entre los meses de agosto y diciembre de 1809.


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Reseña

Cuenca conmemora su Independencia Cuenca. Una apreciación retrospectiva de nuestra historia permite identificar, como antecedentes libertarios de lo que ahora constituye el Ecuador, al movimiento emancipador que surgió el 10 de agosto de 1809 y el sacrificio de muchos patriotas el 2 de agosto de 1810, en Quito. Entonces hasta 1820 no se consolidó la independencia de los pueblos que constituían la Real Audiencia, puesto que las autoridades españolas pudieron retomar el poder y fortalecerlo.

Partida Fue necesario que llegara el 9 de octubre de 1820, cuando Guayaquil consigue liberarse del dominio español. Esta fecha fue el punto de partida para que los pueblos de la Región Interandina, en forma progresiva, se independizaran luego de heroicos enfrentamientos con las tropas realistas. Y es en esta fase libertaria que se inscribe la independencia de Cuenca, el 3 de noviembre de 1820.Esta carrera por la libertad culminará el 24 de mayo de 1822, con la Batalla del Pichincha. Han transcurrido 190 años desde aquel 3 de noviembre de 1820 y Cuenca conmemora con altura y civismo un aniversario

más de emancipación política. En la acción libertaria de Cuenca, la historia revela lo siguiente: “Puesto en marcha el plan de acción, el 3 de noviembre se manda a publicar por bando, ciertas órdenes españolas acompañado de la correspondiente escolta militar. Y mientras se leía el bando, los conjurados se tiran sobre la escolta y la desarman. Allí están Tomás Ordóñez, Vicente Toledo, Zenón de San Martín y otros” El día 4 de noviembre, los contingentes de Ordóñez recibieron el apoyo de los pobladores de Chuquipata, con el párroco Javier Loyola a la cabeza. De esta manera la independencia de Cuenca quedó inscrita en la Historia Nacional. Julio Espinoza C. el tiempo - Cuenca

El 9 de octubre de 1820 fue el punto de partida para la liberación del yugo español

Monumento en honor al héroe cuencano Abdón Calderón Garaicoa, en el parque que lleva su nombre.

Cuenca en la Gran Colombia Cuenca. Luego del 24 de mayo

Antonio José de Sucre, Intendente del Distrito del Sur, decretó la creación de la Corte Superior de Cuenca.

de 1822, se conforma el Distrito del Sur con Quito, Guayaquil y Cuenca, jurisdicción geográfica y política que se anexa a la Gran Colombia. Cuenca se adhiere el 11 de abril de 1822 por decisión de un Cabildo Abierto. Quito el 29 de mayo y Guayaquil el 30 de junio de 1822. De esta anexión se deduce que el Ecuador formó parte de la Gran Colombia desde 1822 hasta el 13 de mayo de 1830, cuando optó por separarse y adoptar el modelo republicano. En este período, Cuenca contó con la primera imprenta, en gran medida por gestión de Fray Vicente Solano. Pues se recuerda que en esta imprenta se editó el Eco del Azuay (1828), primer periódico de

Cuenca. Asimismo, con la intervención de Antonio José de Sucre, Intendente del Distrito del Sur, el 22 de marzo de 1822, fue creada la Corte Superior de Justicia de Cuenca, pocos días antes de la anexión a la Gran Colombia (11 de abril de 1822). Fue notorio el desarrollo cultural de los pueblos de la región; la educación se aproximó al laicismo y también fue apreciable el avance económico. Entre 1822 y 1830, Cuenca y sus pueblos cercanos se vieron comprometidos en la Batalla de Tarqui, el 27 de febrero de 1829, al enfrentarse los ejércitos de la Gran Colombia y el Perú. Los apremios de esta guerra fueron afrontados por Cuenca, como centro de operaciones militares y logísticas.

En la ruta del desarrollo Cuenca. En el período de 190 años,

la capital azuaya, la tercera ciudad del país, reconocida por la solvencia de sus entidades públicas y particulares, ha logrado desarrollarse en tecnificados servicios, obras públicas, urbanismo y rescate de bienes patrimoniales, en la industria y el comercio, en actividades culturales y artísticas. En obras públicas constan la moderna sede del Poder Judicial y el renovado aeropuerto. Se han construido puentes sobre los ríos que cruzan la ciudad, avenidas y distribuidores de tránsito, nuevas calles y espacios verdes. Edificios de arquitectura moderna, áreas residenciales y pasos deprimidos; amplios locales comerciales, parques y plazas regeneradas, embellecen a nuestra ciudad, Patrimonio Cultural de la Humanidad. “El centro por antonomasia de Cuenca, su corazón, es el parque Abdón Calderón, la antigua Plaza de Armas. Dentro de un haz circular de inmensos pinos, sembrados por la mano del presidente Luis Cordero, se levanta el monumento al joven héroe Abdón Calderón”, señala un texto histórico.

El nuevo edificio del Poder Judicial del Azuay, un bloque arquitectónico de concepción moderna y funcional.


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RECUERDOS

Cuenca Los cines de

El cine en Cuenca, en los años finales de la década de los cincuenta del pasado siglo, estaba representado por unas cuantas salas llamadas entonces Teatros, entre los que destacaba como un imán por la niñez y, por supuesto, los cuidadosos padres de familia que deseaban evitar cualquier tentación pecaminosa en los pequeños, el Teatro “Salesiano”, que dirigía el Padre Carlos Crespi, frente a la plaza Guayaquil, de entonces, hoy parque María Auxiliadora.

El desarrollo del séptimo arte en la ciudad ha dejado huellas inolvidables

Crespi. La función comenzaba cuando llegaba el religioso, provisto de una campanilla y vestido con una sotana y abrigo polvorientos. Los niños que no disponían de los 20 centavos para la función, se apegaban en torno al Padre Crespi, para ingresar en medio de la algarabía. La sala olía a “canguil” y otros aromas menos gratos, y antes de la función el Padre Crespi trepaba al escenario y resumía en una mezcla de italiano y español el argumento de las películas.

El cine en cuestión funcionaba los días sábados y domingos como tal, y el resto de la semana era utilizado en diversos menesteres por el Padre

Eliécer Cárdenas E. EL TIEMPO - CUENCA

Películas

La entrada al Cine Sucre, por la calle del mismo nombre. Ahora es un teatro destinado a actos culturales.

Desde los jueves, en esquinas estratégicas del entorno del Teatro Salesiano, se situaban carteles de coloridas letras, que anunciaban el programa sabatino y dominguero: películas con Errol Flynn, Tyrone Power, Vivian Leigh, los nombres de las artistas no importaban, lo que valía la pena eran las películas generalmente tan cortadas que no duraban más allá de los 40 minutos. Cada función iba acompañada por una “Cómica Final”, infaltable Chaplin, Abott y Costello, los Tres Chiflados, o los dibujos animados de Waldt Disney, éstos a colores para regocijo de los pequeños. Ninguna escena de romance o besos aparecía en el puritano Teatro, puesto que previamente el Padre Crespi con el proyectista “cortaban” toda escena “inconveniente”. Una ocasión en que una pareja se besó apasionadamente, porque el Padre Crespi había olvidado suprimir la escena con tijeras, inmediatamente explicó a los espectadores, tanto infantiles como adultos. “No se preocupen”, son hermanitos”, explicación que resultaba peor que el beso de una pareja de novios. En las inmediaciones del Teatro Salesiano los sábados y domingos florecían pequeños negocios, desde la venta de unos sándwiches de pernil con lechuga y tomate, que en nuestra infancia jamás pudimos probar porque costaban la “astronómica cantidad” de 60 centavos, hasta cuadros de rollos de película con Tarzán, La Mona “chita”, y otras estrellas en el firmamento de los sueños infantiles. Cuando allá por los sesentas, el Teatro Salesiano se incendió por completo, en las cenizas volaron sobre la ciudad los entrañables fantasmas de Durango Kidd, Abott y Costello y Chaplin. Se reabrió el Teatro Salesiano tiempo después, en otro local, pero nunca volvería a ser lo que fue.

Duelos en la galería Las superproducciones, en cambio, las pasaban en el Cine Cuenca, antes que el Teatro de la Casa de la Cultura abriera sus puertas, y a los muchachos imposibilitados de pagar el boleto a luneta, les quedaba la galería, donde cuando una película era aburrida, se trenzaban los más regocijantes duelos verbales entre las pandillas de muchachos de barrio. “Los cañones de Narine” tronaron en el Cine Cuenca; “Espartaco”, o sea Kirt Douglas, combatió a los romanos en su pantalla, y allí mismo Richard Burton como Marco Antonio se enamoraba instantánea y apasionadamente de Cleopatra-Liz Taylor, aunque para degustar la belleza de Sophía Loren, o el atractivo de Brigitte Bardot, siempre estaba la pequeña sala del Candilejas. Los chiquillos de El Vado y San Sebastián, tenían su cine en el primero denominado Popular y luego Alhambra. Simpáticos o intimidantes personajes como el Gordo de los caramelos, el Sargento Pizarro o el señor Dávila, eran una especie de corte a la entrada de aquel cine, especialista en películas mexicanas, donde mariachis mezclaban sus alaridos, tiros y guitarras, aunque los domingos había un vermouth infantil donde un niño podía ver películas tan terroríficas como las de Drácula o Frankenstein, o filmes como El último héroe, con el recientemente fallecido Tony Curtis, protagonista también de otro célebre filme, éste visto en el Cine Cuenca, “Taras Bulba”, donde Yull Bryner hacía del cosaco que se vio obligado a matar a su hijo traidor Tony Curtis.

El Cine Cuenca fue derruido y ahí se construyó un estacionamiento que conserva su estilo arquitectónico.

Vista de la entrada interior del que fuera Cine Sucre, desde el patio de la Corte Provincial de Justicia.

Cine Candilejas Cuando niños e íbamos rumbo al “Salesiano”, muchas veces pasábamos frente a un lugar prohibido por antonomasia: el Cine Candilejas, regentado por el artista Ricardo León y que, según la opinión de padres y madres de familia, pasaban por sus pantallas las “peores inmoralidades”. Había un curita viejo y estrecho de mente, el Padre Aulestia, que en ocasiones destrozó las carteleras del pequeño Candilejas con chicas no muy provistas de ropa. Lugar “maldito”, en las adolescencia se convirtió en guarida durante las escapadas o “ranclas” del colegio, y así un muchacho de 14 o 15 años, sin quererlo podía convertirse en un exigente degustador del Séptimo Arte, porque en el Candilejas solían pasar lo más selecto del cine francés, Cállate, Goddard, el italiano, Fellini, Rossellini, Antonioni, cintas de Igmar Bergman, y tantos otros famosos directores cinematográficos, sabiduría que un adolescente completaba hurtando la famosa revista “Ecran”.

Especiales dominicales

El Teatro Casa de la Cultura funcionó como cine hasta hace unos pocos años.

Los especiales dominicales del Cuenca y luego a mediados de los años sesentas del Teatro de la Casa de la Cultura, eran especiales en más de un sentido para los adolescentes, porque en ellos se podía filtrar con las chicas, a más, por supuesto, de ver a Suzane Pleschette en “Los amantes deben aprender” o a Sue Lyon en la célebre “Lolita”. Cuántos romances se fraguaron en la penumbra de los cines Cuenca y Casa de la Cultura durante las tardes de los domingos. Un joven que hubiera iniciado la infancia en el Salesiano, seguido en el Popular, continuando la adolescencia en el Candilejas, el Cuenca o el Casa de la Cultura y finalmente el Sucre, podía considerarse un experto en cine, aunque no supiera definir qué significa un Encuadre o un Plano Americano. Además, algo muy diverso de la fría crítica cinematográfica, entonces el cine se lo sentía, gozaba y sufría con el corazón. Dejaba huellas y marcas inolvidables, que nos harían lo que hemos sido, para siempre.


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Cuenca también fue

HISTORIA

cuna de Águilas

En un feriado de noviembre de hace 30 años, el primer club de vuelo libre de la ciudad organizó un campeonato nacional de alas delta

Cuenca. Con sus brazos extendidos, las manos juntas y abiertas, sentado sobre el piso y haciendo un ademán de lanzar una bola de energía –como los personajes de anime japonés- José Antonio Acevedo explica a Tony Guittes los detalles de su vuelo. Los dos pertenecen al club de vuelo libre en alas delta Los Gavilanes, de Quito, y esta imagen está perennizada en la edición del lunes 21 de abril de 1980 de diario El Comercio, que registraba el Primer Campeonato Nacional de Alas Delta realizado en la Capital. Junto a la fotografía de Acevedo y Guittes, otra desplegada a tres columnas, en blanco y negro, muestra a una de esas alas cobijando a 42 personas, acompañada del siguiente pie de foto: “El club Las Águilas de Cuenca, un animador y competidor de calidad en el campeonato

nacional de alas delta”. Cronológicamente es la primera noticia de un amarillento álbum de recortes de prensa de un archivo particular. El primer hito en la búsqueda de los inicios de un club de vuelo libre que, después del vuelo de Elia Liut en el Telégrafo I sobre Cuenca el 4 de noviembre de 1920, es el segundo paso en la región por la senda de los vuelos no comerciales. En realidad el club se conformó en el año 1978 cuando el cultor de las artes marciales, Francisco Cisneros, contacta a los promotores del deporte en Quito. El 3 de febrero de 1979 Águilas alcanza personería jurídica e inicia sus prácticas en la zona de Tarqui. Los primeros cuencanos que se graduaron como piloto en esta nueva forma de desafiar a las limitaciones humanas fueron: los hermanos Edmundo y Patricio Jaramillo,

Fausto Tamariz, Jaime Palacios y Marcelo Calderón. Quince aspirantes iniciaron, el viernes 14 de marzo de 1980, el segundo curso teórico de vuelo en Alas Delta, en el antiguo local del colegio Manuela Garaicoa de Calderón, junto a la plazoleta de Santo Domingo. La práctica se realizaba en el sector de Monay, donde hoy está el hospital del IESS, José Carrasco Arteaga. De ellos salió la nueva camada de pilotos: Iván Toral Calle, Iván Durán Andrade y Vicente Tello Carrión. Luego se sumarían Mauro Montesinos, Patricio Ortiz, Jacinto Medina, Isaac Ávila, Carlos Salazar, Cristian Ramírez, Nicolás Puyol e Iván Moscoso. La semilla estaba lanzada.

CLUB ÁGUILAS: De pie, Isaac Ávila, Iván Toral, Patricio Jaramillo, Marcelo Calderón, Eugenio Maldonado, Jaime Palacios, Patricio Ortiz, Marco Jara, Jacinto Medina, Vicente Tello Carrión, Vicente Tello Tapia. Sentados, Fausto Tamariz, Gonzalo Mata, Iván Duran Andrade, Patricio Gómez, Edmundo Jaramillo, Mauro Montesinos y Marco Larrea.

Ricardo Tello EL TIEMPO - CUENCA

Personajes

Vicente Tello, Iván Toral e Iván Durán, tres pilotos graduados en la segunda promoción del club, hace 30 años.

La influencia de los pilotos norteños Cuenca. El ejemplo del vuelo libre vino, al final de la

Experiencia

23 de agosto de 1980, primer

Historias de records y vuelos nocturnos Cuenca. Era sábado. Lo recuerdo per-

fectamente. La cita semanal iniciaba a las 14:00 en lo que para la fecha era la pista oficial de aterrizaje del club de vuelo en alas delta Águilas: un enorme terreno bajo el cerro Rayoloma, donde hoy está el hospital del IESS. Los vuelos se realizaban entrada la tarde y temprano, para aprovechar las condiciones atmosféricas. Aquel sábado, cuando los pilotos Fausto Tamariz, Marcelo Calderón, Vicente Tello y

Los integrantes del club fueron invitados constantes a vuelos demostrativos en cantones del Azuay, tales como Paute, Gualaceo, Santa Isabel o Cañar.

Jaime Palacios, acompañados de otros miembros del club, se disponían a instalar el conjuro de siempre, una enorme luna llena se asomó por el macizo oriental. La presencia de la luna fue interpretada como una invitación a un nuevo reto: un primer vuelo nocturno en la historia del vuelo no comercial cuen-

vuelo nocturno (22:00) desde el cerro Rayoloma.

7 de septiembre de 1980,

Marcelo Calderón impone record de sustentación: 1h 15min.

29 de diciembre de 1985,

Iván Durán sale de Barabón y aterriza en el aeropuerto. cano. Era 23 de agosto de 1980. La zona no estaba muy poblada hace 30 años. No había iluminación pública, apenas se instalaban postes de hormigón que, para el vuelo, fueron rodeados con neumáticos a los que se les prendería fuego para alertar a los pilotos tal como lo hacen hoy las balizas de aproximación al aeropuerto local. El terreno de aterrizaje fue rodeado con vehículos con sus faros encendidos. Los preparativos terminaron a las 21:00. Una hora después Calderón, Palacios, Tello y Tamariz despegaban en ese orden para un vuelo de menos de 15 minutos, pero que marcó un capítulo en la trayectoria del club. Pero ese no ha sido el único hito que implantaron los temerarios Águilas: el 7 de septiembre de 1980 Marcelo Calderón impone un record de sustentación de 105 minutos en la otra pista en la que desplegaron sus alas: Barabón, sobre el Cuenca Tenis y Golf Club. Cinco años más tarde, un 29 de diciembre, desde la misma plataforma de lanzamiento, Iván Durán se alzó sobre las nubes, cruzó la ciudad y aterrizó en el aeropuerto Mariscal Lamar. Las alas habían brotado, y se estaba demostrando valentía y técnica.

década de los años 70, desde el norte. Nombres como Lenin Torres, militar retirado; sus hijos Mao y Yuri; Rafael Arcos, Jorge Salinas, Rodrigo Miño, José Antonio Acevedo… fueron determinantes. Muchos de ellos vinieron como primeros instructores; otros al VII Campeonato Nacional de Alas Delta previsto para el 1 y 2 de noviembre de 1980. Pero de ellos, una huella profunda quedó con el ejemplo del chileno José Antonio Acevedo. “Me gusta vivir mi libertad, por eso uso el cabello largo y vuelo en cometas”, decía con su acento grave la noche anterior al inicio de las competencias. Acevedo había llegado a Cuenca con un subcampeonato en el primer Campeonato Intercontinental de Alas Delta en Arica, Chile. Pero en mente ya tenía su próxima aventura: atravesar el Estrecho de Magallanes, desde Punta Arenas a Tierra de Fuego. El miércoles 1 de febrero de 1981, a las 20:30 y tras dos días de espera a que el viento amaine, Acevedo emprendió vuelo y diez minutos después desapareció para siempre.

Lenin Torres (izquierda) y su hijo Yuri, entusiastas pilotos que trajeron la afición por las alas delta hace más de 30 años.


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