Seccion D | 3 de Noviembre

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1820 = 3 DE NOVIEMBRE = 2009

EDICIÓN ESPECIAL POR ANIVERSARIO DE INDEPENDENCIA

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CONMEMORACIÓN

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Por: Julio Espinoza C. redacción@eltiempo.com.ec

En las jornadas por la libertad intervinieron centenares de patriotas

Cuenca evoca su independencia El 3 de noviembre de 1820, Cuenca se emancipó del dominio español, cuando lo que en la actualidad es el Ecuador conformaba la Real Audiencia de Quito. Una apreciación retrospectiva de nuestra historia permite identificar, como antecedentes libertarios de lo que ahora constituye el Ecuador, al movimiento emancipador que surgió el 10 de agosto de 1809 y el sacrificio de muchos patriotas el 2 de agosto de 1810, en Quito. A pesar de estos hechos, hasta 1820 no se consolidó la independencia de los pueblos que constituían la Real Audiencia, puesto que las autoridades españolas pudieron retomar el poder y fortalecerlo. Fue necesario que llegara el 9 de octubre de 1820, cuando Guayaquil consigue liberarse del dominio español. Esta fecha fue el punto de partida para que los pueblos de la Región Interandina, en forma progresiva, se independizaran luego de heroicos enfrentamientos con las tropas realistas. Y es en esta fase libertaria que se inscribe la independencia de Cuenca, el 3 de noviembre de 1820 Esta carrera por la libertad culminará el 24 de mayo de 1822, con la Batalla del Pichincha. Más tarde se constituye el Distrito del Sur con Quito, Guayaquil y Cuenca, jurisdicción geográfica y política que se anexa a la Gran Colombia. Cuenca se adhiere el 11 de abril de 1822, por decisión de un Cabildo Abierto. Quito el 29 de mayo y Guayaquil el 30 de junio de 1822. De lo anterior se desprende que el

Ecuador formó parte de la Gran Colombia desde 1822 hasta 1830, cuando optó por separarse y adoptar el modelo republicano. Por lo tanto, el marco político y administrativo de Cuenca, luego del 3 de noviembre, estuvo supeditado, durante ocho años, a la Gran Colombia. Han transcurrido 189 años desde aquel 3 de noviembre de 1820 y Cuenca conmemora con altura y civismo, con actos de carácter cultural (X Bienal Internacional de Pintura), artístico y académico, patrocinados por la Municipalidad y otras instituciones, un aniversario más de emancipación política. En el capítulo de la acción libertaria de Cuenca, la historia revela lo siguiente: “Puesto en marcha el plan de acción, el 3 de noviembre se manda a publicar por bando, ciertas órdenes españolas acompañado de la correspondiente escolta militar. Y mientras se leía el bando, los conjurados se tiran sobre la escolta y la desarman. Allí están Tomás Ordóñez, Vicente Toledo, Zenón de San Martín y otros” “Tras breve lucha, dueños de pocos fusiles, los patriotas se repliegan a la plaza central, acompañados por Vásquez de Noboa, León de la Piedra, Hidalgo de Cisneros, Jerónimo Illescas, José Moscoso y Felipe Serrano, nuestros próceres”. El día 4 de noviembre, los contingentes de Ordóñez recibieron el apoyo de los pobladores de Chuquipata, con el párroco Javier Loyola a la cabeza. De esta manera la independencia de Cuenca quedó inscrita en la Historia Nacional. Afj DXi X M}jhl\q [\ EfYfX# Z_`c\ef# hl`\e Zldgc`\iX le `dgfikXek\ ifc \c * [\ efm`\dYi\ [\ (/)'%

Nuevo Régimen

Cuenca en el Distrito del Sur

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Vida Republicana

En la ruta del desarrollo 8ekfe`f Afj [\ JlZi\# @ek\e[\ek\ [\c ;`jki`kf [\c Jli# [\Zi\k cX Zi\XZ` e [\ cX :fik\ Jlg\i`fi [\ :l\eZX% Consolidada la anexión de los tres departamentos (Quito, Guayaquil y Cuenca) a la Gran Colombia, con la denominación de Distrito del Sur, se inicia el nuevo régimen con la participación del general Antonio José de Sucre, quien fuera designado Intendente por Simón Bolívar. Ellos fueron líderes y estrategas de las guerras por la independencia del Ecuador y otros países suramericanos. En esta coyuntura, Cuenca y la región sur, como parte de la Gran Colombia, alcanzaron notable desarrollo cultural, educativo, económico y administrativo. Por ejemplo, la educación se aproximó al laicismo, se dio apertura a la libertad de pensamiento como respuesta a los princi-

pios de la Revolución Francesa (1789). Entre 1822 y 1830, Cuenca contó con la primera imprenta, en gran parte por gestión de Fray Vicente Solano. En esta imprenta se editó El Eco del Azuay (1828), primer periódico de Cuenca. También, con la intervención de Sucre (Intendente del Distrito del Sur), el 22 de marzo de 1822, fue creada la Corte Superior de Justicia de Cuenca, pocos días antes de la anexión a la Gran Colombia (11 de abril de 1822). Para esta creación se invocó lo siguiente: “Teniendo en consideración la necesidad de un Tribunal de Justicia, en donde los ciudadanos de estas provincias eleven sus quejas y reparen los agravios

que en sus determinaciones les infieran los jueces inferiores, atendiendo a que la Corte Superior de Justicia determinada en el Art. 8 del Reglamento del 12 de octubre del año 21 para el Departamento de Quito, residiendo en Popayán, se halla a una distancia inmensa (...), se decreta formar una Corte Superior de Justicia en Cuenca. Asimismo, entre 1822 y 1830, el 27 de febrero de 1829, Cuenca y sus pueblos aledaños se vieron comprometidos con la Batalla de Tarqui, al enfrentarse los ejércitos de la Gran Colombia y el Perú. Las vicisitudes de esta guerra fueron afrontadas por Cuenca, como centro de operaciones militares y logísticas.

El 13 de mayo de 1830, el Ecuador (Distrito del Sur) decidió separarse de la Gran Colombia e incursionar en la vida republicana. Han transcurrido 189 años desde que patriotas como Tomás Ordóñez, Vásquez de Noboa, Javier Loyola y otros, lograron liberar del dominio español a Cuenca. Y 452 años desde su fundación, el 12 de abril de 1557, con la intervención del capitán español Gil Ramírez Dávalos. En el período de 189 años, la capital azuaya, la tercera ciudad del país, reconocida por la solvencia de sus entidades públicas y particulares, en las que la corrupción no ha sentado raíces, ha logrado desarrollarse en tecnificados servicios, en obras públicas, en urbanismo y rescate de bienes patrimoniales, en la industria y el comercio, en actividades culturales y artísticas. En obras públicas constan la moderna sede del Poder Judicial (Corte Superior de Justicia), el renovado aeropuerto,

la reconstrucción vial con pavimento rígido, las centrales hidroeléctricas de Mazar y Ocaña, los proyectos Sopladora y Cardenillo en el río Paute que están en marcha. Se han construido puentes sobre los ríos que cruzan la ciudad, avenidas y nuevas calles, espacios verdes y parques lineales. Edificios de arquitectura moderna, escenarios deportivos, áreas residenciales, pasos deprimidos y distribuidores de tránsito, amplios locales comerciales, parques y plazas sometidas a regeneración, embellecen a nuestra ciudad, Patrimonio Cultural de la Humanidad. “El centro por antomasia de Cuenca, su corazón, es el parque Abdón Calderón, la antigua Plaza de Armas. Dentro de un haz circular de inmensos pinos, sembrados por la mano del presidente Luis Cordero, se levanta el monumento al joven héroe Abdón Calderón”, señala un texto histórico.


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Por: Eliércer Cárdenas E.

RECUERDOS

redacción@eltiempo.com.ec

Antaño Cuenca era una ciudad pequeña, donde todo el

gonizaban principalmente los niños, aunque no faltaban

mundo se conocía y además con las pocas distracciones

maduros personajes que se la pasaban “molestando” o

públicas que existían, quienes pagaban el “pato”, como

“jorobando” al prójimo que tuviera la desgracia de tener

se decía, eran seres que por su aspecto estrafalario o

algún defecto físico o una discapacidad mental. Afortu-

alguna particularidad, las convertían en el hazmerreír

nadamente, esos tiempos han pasado, pero en el recuerdo

de la gente, que no reparaba en la crueldad que signifi-

de muchos habitantes de Cuenca pervive la figura de no

caba azuzar a alguno de estos personajes para que res-

pocos personajes anecdóticos, que fueron por lo general

pondieran con insultos o persiguieran a los “bromistas”

el blanco de las burlas, pero también de la caridad y la

a pedradas. Ni qué decir que estas travesuras las prota-

limosna del prójimo.

Los personajes populares de antaño

“Atacocos”

“Juana de Arco”

El “Atacocos” fue otro de aquellos personajes populares de la época. Coplero fino, improvisaba sus versos conforme se lo pidiera el auditorio, lógicamente a cambio de alguna moneda. El aseguraba ser de buena familia, abandonado por los suyos, y se ganaba la vida como juglar callejero, un poco pícaro y otro poco oportunista a la hora de alabar en versos, generalmente de pie cojo, la generosidad de algún “caballero” que le entregaba una buena propina por sus versos. El periodista cuencano Adolfo Parra, ha recopilado en su libro “Rostro de los barrios de Cuenca”, tomo tercero, algunas de las coplas atribuidas al “Atacocos” como la siguiente:

De la distancia de los años cuarentas del siglo pasado, surge la silueta de una trágica mujer, quien se avecindó en esa ciudad según se cuenta como comparsa de algún grupo teatral que hizo algunas presentaciones. La dama en cuestión se quedó en la Morlaquía, y su aspecto era el de una mujer cuyas ropas estaban más bien en una moda de otra época, pintada aunque sin exageración, y que gustaba de llevar sombreritos femeninos de otros tiempos. Quizá por algún verso que solía recitar en las calles, y que aludían a la santa francesa Juana de Arco, el apodo le quedó. Todo el mundo en Cuenca le llamaba “la Juana de Arco”, vendedora ambulante de polvos de mixturas, lociones, peinetas de carey y cintas. Aseguraba ser de buena familia, nacida en Quito, y algunos “chuscos” le llevaban la corriente, pidiéndole que recitara sus versos, o que bailara y cantara, para contento de los chiquillos. “Juana de Arco”, cuenta, tuvo una muerte espantosa, arrollada por el vehículo de unos jóvenes “bromistas”, que sin percatarse de que el fleco de su chalina se había envuelto en una rueda del auto en que viajaban, arrancaron el vehículo, arrastrando a la infortunada mujer.

Toda la noche me tienes como el pato en la laguna extendiendo el pescuecito sin esperanza ninguna. El escritor Gonzalo Humberto Mata le dedicó un folleto titulado, justamente, “Sinfonía del Atacocos” y aseguraba, medio en serio y en broma, que el dichoso “Atacocos” era uno de los mejores poetas cuencanos “habidos y por haber”.

“Chaznacacho” “Suco de la Guerra” Otro personaje curioso era el apodado “Suco de la Guerra”, cargador de oficio, que tenía la costumbre de relatar a los muchachos del barrio de Todos Santos y la Nueve de Octubre imaginarias acciones en la guerra contra el Perú. Siempre se le veía cargando grandes costales con unas sucias sogas de cabuya. No despreciaba el trago que le brindaban, y entonces había que “huirle” porque sus relatos de guerra se volvían interminables.

Más cercano en el tiempo, el “Chaznacacho”, como se apodaba a Alberto Valencia, vecino del barrio de la Convención del Cuarenta y Cinco, su existencia era musical. Él solo era capaz de ser una orquesta entera con la guitarra en los brazos, un bombo golpeado por su pie izquierdo, unos platillos sonados por su pie derecho, una armónica o “rondín” en los labios, y su canto de voz metálica y un tanto desagradable que sin embargo, “a falta de pan”, como se dice, era muy apreciada en cualquier farra de “medio pelo”. Don “Chaznacacho” además enseñaba la interpretación de la guitarra con particulares métodos didácticos, y quienes aprendieron el instrumento gracias a su método, aseguran que fue “un gran profesor”.


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“Píldora Rosa”

La “Lora del Parque”

Otra forastera avecinada en Cuenca por los años cincuentas del siglo pasado fue la “Pildorita” o “Píldora Rosa” que se la pasaba buena parte de la jornada lidiando con los vecinos que la fastidiaban. Respondía a los impertinentes con lo más florido de los insultos que pueda alguien imaginarse, y cuando se le acababa el repertorio de los epítetos malsonantes, de su bolso sacaba una tetera u otro artefacto de cocina para amenazar al público con él, para contento y alborozo de la chiquillería que no cesaba de decirle “Píldora Rosa, Pildorita”, entre la chacota de los mayores, un bien día desapareció de Cuenca, pero hay quienes aseguran que su “carrera” pública la continuó en las calles de Ambato, con idéntico apodo e iguales insultos y réplicas.

Un viejo fotógrafo del Parque Calderón, al que llamaban “La Lora del Parque”, constituía un personaje parte del tradicional lugar. Provisto de una cámara de trípode, de aquellas que utilizaban una “manga” y un paño negro para tomar las fotos, y su “revelado al instante” tomaba sus buenos tres cuartos de hora, o más, era un hombre lleno de anécdotas ocurridas, que conocía vida y milagros de todo el mundo, pero muy en especial de los magistrados de la Corte de Justicia. Solía jurar que una vez el Che Guevara posó para su cámara, y para comprobar su afirmación, exhibía una foto del Che. Los chiquillos “morbosos” le pedía “unas muestras”, y él al disimulo les pasaba algunas fotos de “artistas” en paños menores.

El “Loco Rendón” Era un personaje curioso, siempre ataviado con una gabardina impermeable, muy ceñida a la cintura, sombrero borsalino con el ala caída hacia un lado, que le daba el aspecto de un misterioso detective. Siempre llevaba a la mano algún llavero, con el que hacía verdaderos malabares. Era muy asiduo del Cine “Candilejas” y se trataba en todo caso de un personaje inofensivo y en la calle nadie lo molestaba.

“Barbas de Alambre” Era un mendigo bastante pícaro, que acostumbraba solicitar limosna en el Parque Calderón. Vestía un descolorido poncho, y un sombrero de la “época de la chispa”. Por alguna propina, solía galantear a las señoritas que volvían de los colegios, pero sus “piropos” por lo general eran groseros. Su apodo provenía de las ralas barbas blancas que la nacían en la quijada y las comisuras de los labios. El “Barbas de Alambre” ahuyentaba a los muchachos que le molestaban con el palo que siempre llevaba consigo.

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El “Tonto Gabriel” El “Tonto Gabriel” o “Tonto Gabriel” como se lo llamaba comúnmente, era una persona que ahora se denominaría un discapacitado sensorial, que realizaba diversos mandados en algunas casas. Los niños de los barrios le gritaban “Tonto Gabriel” o “Allí viene el tonto Gabriel”, y corrían a ocultarse de sus coscorrones. Un personaje parecedlo era el “Marcelino”, que pasaba casi corriendo por las calles, como si fuera presa de una urgencia.

El “Marianito” El “Marianito” –que todavía vive- es un personaje amanerado y místico, que provisto de un libro de oraciones y un rosario, suele –o solía, ya que al parecer está bastante enfermo- amonestar a los muchachos para que se arrepientan y vayan a la iglesia “para confesarse de los pecados”. Ni qué decir que los jóvenes se burlaban de él y coreaban su nombre “Mariano, Mariano”, en son de mofa. Pero él no les hacía caso y seguía su camino, rumbo a una iglesia.

“Carlitos de la Bicicleta” En la Cuenca de antes, per-

“María la Guagua” Se trata quizá de uno de los personajes más patéticos de aquella época. Una mujer desgreñada, que cargaba un bulto o “quipu” a sus espaldas, y se suponía era su criatura, aunque esto eran puras suposiciones puesto que se trataba de una mendiga medio demente que vivía de la caridad pública, acostumbrando dormir en cualquier solar baldío, generalmente en las inmediaciones del “Rollo” de El Vecino. Acerca de “María la Guagua” se han tejido una serie de historias del origen de su manía, pero ninguna puede comprobarse con certeza. Personas caritativas del vecindario le proporcionaban alimento y un día la encontraron muerta. Nadie sabía de algún familiar que pudiera responder por la infortunada mujer.

sonajes como los aquí evocados eran una curiosidad, y en no pocas ocasiones fueron víctimas de las agresiones de la gente hacia las personas que son o parecen “diferentes”, algo que por suerte se ha superado casi totalmente en Cuenca.

Uno de los personajes más populares de Cuenca, en los años sesentas, setentas y hasta principios de los ochentas del Siglo Veinte fue un hombre pequeño, patizambo, de mirada bizca, que ejercía como cargador ocasional y mendigo a medio tiempo. Su apodo era “Carlitos de la Bicicleta”, que lo respondía con frases insultantes más o menos gruesas, pero tenía un apodo secreto, impronunciable y que lo sabían sólo unos cuantos “iniciados”. Al lanzarle ese apodo, se lanzaba contra el agresor y si de él hubiese dependido, lo despellejaba. Una de las más sabrosas anécdotas de “Carlitos de la Bicicleta”, y que jamás la hemos visto impresas, cuenta lo siguiente: Allá por los años sesentas, cierto gobernador de la provincia recibía a una delegación de la Capital de la República. Al salir de la gobernación en compañía de los quiteños, observó a “Carlitos” recostado junto a la puerta de un almacén, y dijo a los forasteros que nuestra ciudad estaba llena de pintorescos personajes como aquél –y lo señaló con el dedo. Al cruzar junto a “Carlitos” y para agradar a los visitantes, preguntó a nuestro personaje: -Oye, Carlitos, ¿dónde dejaste tu bicicleta? Y el aludido, respondió de inmediato: -Dejé mi bicicleta donde la grandísima P… de tu madre. Ni qué decir que el señor gobernador de entonces se alejó rojo de vergüenza y los quiteños se contenían a duras penas las ganas de reír.


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Por: Juan Cordero I. Cronista de la ciudad Director de la Academia Nacional de Historia

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RESEÑA

El movimiento libertario de 1809 y sus secuelas, aparentemente no tuvieron mayores consecuencias en nuestra ciudad y su apego a la Corona española le sirvió para que se trasladara a Cuenca la sede de la Real Audiencia de Quito

Cuenca en el período de su independencia política Con una población calculada en 19.000 habitantes Cuenca llegó optimista al siglo XIX. Sus relaciones comerciales eran buenas y sus productos alimenticios y artesanales iban hasta Lima en una carrera terrestre que incluía Loja, Piura y Lambayeque. Para esos lugares estaban destinados sus tocuyos y bayetas, trabajados artesanalmente en los domicilios cuencanos, llegando en algunos años a exportar más de un millón de varas. Algodón, jabón y otras materias primas venían de Piura, en Cuenca se las procesaba y retornaban como artículos manufacturados a varias ciudades del país del sur.

Ilustres visitantes.

Durante los primeros años del siglo XIX pasaron por la ciudad grandes personajes como Alejandro von Humboldt, Francisco José de Caldas y Juan Tafalla, científicos de talla mundial que hicieron observaciones de la naturaleza y que dejaron, indirectamente, un gran dis-

cípulo, fray Vicente Solano. Se lo recuerda más a Caldas por aquello de insistir en el uso del término morlaco para denigrar a los cuencanos, pero también es uno de los que más elogió nuestro paisaje cubierto de retamas y sigsales y en lo que al insulto se refiere tuvo su buena y contundente respuesta, precisamente del mismo Solano.

Personajes nacidos en estas décadas.

Fuera del héroe niño, Abdón Calderón Garaicoa, nacido en 1804, el personaje más notable es Benigno Malo (1807), quien a más de llegar a ser el primer rector de la Corporación Universitaria del Azuay, fue un gran impulsor del desarrollo de la región y uno de los teóricos del federalismo, sistema de organización política que pudo habernos convenido más. En 1810 nació otro de los ilustres cuencanos, Mariano Cueva, quien fundó varios periódicos y llegó a desempeñar la presidencia de la Corte Superior de Justicia, el rectorado de la

Universidad y la vicepresidencia de la República.

El primer movimiento libertario.

El movimiento libertario de 1809 y sus secuelas, aparentemente no tuvieron mayores consecuencias en nuestra ciudad y su apego a la Corona española le sirvió para que se trasladara a Cuenca la sede de la Real Audiencia de Quito, desde 1812 hasta 1816, bajo la presidencia de Joaquín Molina y Zuleta, quien en los documentos de la época se refieran a la Noble y Fidelísima Santa Ana de Cuenca. Uno de ellos fue un largo memorial de lealtad y de solicitudes de favores dirigido a la Corona en 1810, que acabamos de publicarlo bajo en título de Cuenca y el Diez de Agosto de 1809. Dos nombres deben ser destacados por su heroísmo, el del cubano Francisco (García) Calderón, casado con la guayaquileña Manuela Garaicoa, funcionario de las cajas reales; y, el del cuencano Fernando (Guerrero) Sala-

zar, alcalde de primer voto, quienes se opusieron a la entrega de fondos para organizar un ejército que debía luchar contra la Junta Suprema de Gobierno, integrada por criollos y presidida por Juan Pío Montúfar. Otros dos nombres deben recordarse como los de mayor apego a la tradición: el del gobernador Melchor Aymerich y el del obispo, Andrés Quintián Ponte y Andrade, que incluso destinó sus bienes personales para organizar la contrarrevolución. El mayor intento de liberar a Cuenca de la dependencia española estuvo a cargo de Carlos Montufar quien, en 1812, llegó hasta Caspicorral pero tuvo que contramarchar por no tener la fuerza militar necesaria para lograr un triunfo. Otro intento fallido fue el de Francisco Calderón, quien a pesar de haber triunfado sobre el coronel realista Valle en el combate llamado Primer Verdelona, retrocedió hacia Quito sin entrar ni liberar a Cuenca.

Opiniones sobre Cuenca entre 1802 y 1822 : glcX [\ cX @^c\j`X [\c JXekf :\e}Zlcf p m`jkX [\ cX ZXcc\ KXihl`# \e cX :l\eZX [\ XekX f%

Novedades e independencia En 1815 fue nombrado obispo de Cuenca el guayaquileño José Ignacio Lavayen quien en 1817 fundó el Seminario Conciliar, centro de estudios de gran trascendencia para el despegue cultural de la ciudad, pues allí estudiaron los más valiosos intelectuales del siglo XIX, hasta cuando se fundó el colegio Nacional. En 1818 se terminó la construcción del puente del Vado, cuya duración fue de 132 años, pues la gran crecida del río Tomebamba en 1950 lo destruyó. El 9 de octubre de 1820 Guayaquil, sin derramamiento de sangre, logró su independencia política, después de esperar, sin obtener logros, reformas que faciliten sus actividades agrícolas y comerciales. Fue su líder José Joaquín Olmedo. Su influjo repercutió en Cuenca, que entre el 3 y el 4 de noviembre del mismo año, obtuvo su libertad, con actitudes valientes y con un solo herido, Tomás Ordóñez. Se aprobó la Constitución de la República de Cuenca el 15 de noviembre, bajo la inspiración de José María Vázquez de Noboa, pero el 20 de diciembre todo terminó con la derrota de los patriotas en Verdeloma. Llegó entonces un nuevo régimen de

terror, similar al de 1809. Cuenca vivió dos años muy difíciles, de enormes sufrimientos, primero por las exacciones del jefe militar español coronel Francisco González, quien creó una junta de secuestros e investigó sobre los implicados en la rebelión de noviembre de 1820. Dentro de este contexto se fusiló a 28 patriotas en la plaza de San Francisco. Cada vez fueron más frecuentes las solicitudes a los vecinos para que “se cubra la desnudez de sus valientes soldados, por medio de un repartimiento proporcionado a las facultades de cada uno, hasta completar el numero de dos mil cuatrocientas camisas, y otros tantos de pantalones de buen género blanco…” También se pidió alimentos, ropa para camas de hospitales, y mucho aguardiente…Todo esto hasta el último día de permanencia del gobierno español, es decir, hasta el 20 de febrero de 1822. Después llegó Antonio José de Sucre y nos liberó definitivamente, a partir del 21 de febrero; sin embargo, también exigió nuevas contribuciones humanas, en dinero, en víveres y acémilas, para continuar su avance liberador hasta llegar a Quito y triunfar en la Batalla del Pichincha, el 24 de mayo.

Alejandro Humboldt anotó lo siguiente: “Hemos hallado que la ciudad de Cuenca, en el reino de Quito, está circundada por tres riecillos, el Machángara, el río de Matadero y el Yanuncay. Los dos primeros son blancos, y el último de aguas negras. Esta agua, como las del Atabajo, es pardo café por refracción y amarillo pálido por transmisión. Son muy buenas y los habitantes de Cuenca, que las beben de preferencia, no dejan de atribuir su color a la zarzaparrilla, que según dicen crece abundantemente en las márgenes el río Yanuncay.” Francisco José de Caldas dijo: “El camino que conduce a esta capital de gobierno es bueno aunque pedregoso. Todo el poblado bien cultivado agrada al viajero. Se cría con abundancia incomparable la retama…, se halla floridísima y por muchas horas hemos caminado en un jardín. Después del río Ridcay comienza la espaciosa y alegre explanada de Cosarpamba desde donde se descubre la ciudad. El caudaloso Machángara: sus orillas cultivadas, sus casas de campo, las mieses, los labradores, sus faenas, un horizonte dilatado, colinas caprichosas, un día alegre y despejado, una temperatura agradable y la ciudad en el centro de estas bellezas presentaron a mis ojos el espectáculo más grande y una naturaleza la más risueña. ¡Dichosos moradores! Feliz quien goza de estos bienes inocentes desde la cuna, me decía…Yo me creía transportado de los desiertos de la Arabia a la Bética en esos tiempos dichosos que se han imaginado los poetas.” Añade otros datos de interés. “El cabildo arrienda trozos del ejido para obtener rentas… Todos han formado sus cosas más o menos cómodas, más o menos bellas, han plantado árboles frutales y cultivado su pertenencia…. La mayor parte de las calles están empedradas por los cuidados de Vallejo… Las que van de oriente a occidente tie-

nen acequias de agua abundante que facilitan el aseo…No parece haya asistido aquí un hombre que sepa la delineación de la arquitectura….Las letras están en cero… En esta capital no hay nociones ligeras ni noticias de las ciencias. No hay ni un seminario conciliar en el obispado tan rico y poblado como este…Un poco de mala gramática es toda la educación pública que presenta Cuenca a su juventud… Solo un sacerdote de apellido Córdova, tenía cultura…Amigos de los litigios, viven raramente en paz. El proceso es la primera necesidad del morlaco… La casa de los jesuitas es lo mejor…Hoy se halla cerrada y muy maltratada. La torre de la iglesia mayor, único punto duradero que nos quedaba para la reubicación para la verificación de la amplitud del arco ha desaparecido… Simón Bolívar, que estuvo en nuestra ciudad entre septiembre y octubre de 1822, en una carta dirigida a Francisco de Paula Santander, vicepresidente de la República de Colombia describe así la situación de Cuenca. “El país parece miserable porque carece de todo, menos de granos que los hay en mucha abundancia pero sin medios de transporte. Aquí el clero es todo y los indios nada, porque son pobres y pocos, de suerte que se asegura que no hay donde hacer más reclutas, después que dio la provincia lo que pudo a nuestro ejército.” Cuenca quedó aniquilada, con extrema pobreza, con el comercio hacia el Perú muy disminuido, integrada sin ilusión a la Gran Colombia, pero con esperanzas porque se hicieron esfuerzos por el restablecimiento de escuelas públicas, se creó una maestranza bajo la dirección de Gaspar Sangurima y, sobre todo, porque hubo un gran impulso, en varios campos, que lo supo dar el singular Combatiente Solitario que llevó el nombre de Vicente Solano, nacido en 1791 y muerto en 1865.


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