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CARLOS SANTANA: “MI GUITARRA ES MI MEJOR AMANTE”
NUEVA YORK (AP) — “No dejen prisioneros, de manera pacífica”, les dice a veces Carlos Santana a sus compañeros de banda antes de subir al escenario.
“No me gusta pasarla fácil. No me gus - ta hacer como que estoy contra las cuerdas para agotar al otro”, dice Santana. “Quiero llegar al medio del ring y noquear al tipo. De esa manera, el réferi no puede robarme la pelea”.
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Santana, de 75 años, todavía puede enloquecer a una multitud como pocos. Lo ha estado haciendo desde que irrumpió en la escena de San Francisco a finales de la década de 1960. Dejó a la audiencia de Woodstock aturdida y atónita antes de que saliera su primer disco.
El nuevo documental de Rudy Valdez, “Carlos”, que se estrena en el Festival de Cine de Tribeca y que Sony Pictures Classics estrenará este otoño en cines, narra el ascenso meteórico de uno de los guitarristas más singulares de la historia del rock. El crítico Robert Christgau escribió una vez: “No es tanto un hombre de estilo sino un sonido, un sonido claro, alto y fluido que se aclara con el mismo movimiento, sin importar con qué fre - cuencia se repita ese movimiento”.
Santana, quien comenzará su gira por Estados Unidos 1001 Rainbows en Newark, Nueva Jersey, el 21 de junio, habló recientemente por Zoom desde su casa cerca de la Bahía de San Francisco en California. Ha estado en San Francisco desde que su familia (su padre tocaba el violín en una banda de mariachis) se mudó desde México en la década de 1960.
“El Área de la Bahía definitivamente atrae personajes, ¿sabes?”, dijo Santana. “Como Minnesota Fats o Les Paul. Granujas. Los llamo Divinos Bribones”.
Santana, hablando con una fotografía panorámica de su actuación de Woodstock colgada en la pared detrás de él, reflexionó sobre su evolución, su sonido y algunos de los demonios que enfrentó en el camino.
“No tengo más que buenos recuerdos”, dijo Santana. “He desarrollado amnesia celestial selectiva”.