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Corpus Christi Pablo de Vita
Corpus Christi reseña de una película
PABLO DE VITA
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La última ceremonia de los premios Oscar contó nuevamente con un film polaco nominado en el rubro anteriormente conocido como Mejor película extranjera y desde ahora renombrado como Mejor película internacional. Así el cine polaco consiguió una nueva participación desde que en 1964 Roman Polański inaugurara la presencia de ese país con “El cuchillo bajo el agua”, pero habría de pasar medio siglo hasta que la estatuilla dorada viajara a Varsovia de la mano de Paweł Pawlikowski y su película “Ida”. Luego de este triunfo el mismo Pawlikowski sería nominado por “Cold War” y en 2020 se añadirá el nuevo niño mimado del cine polaco, Jan Komasa al palmarés con su candidatura por “Corpus Christi”. A este hecho añade que hace semanas fue invitado a formar parte de la Academia como una de las 819 invitaciones a destacadas personalidades alrededor del mundo. Habituado a la polémica, Komasa conquistó con “Sala Samobójców” ese sitio reservado a los enfants terribles del cine con una narrativa precozmente brillante pero que no oculta su ánimo rebelde ni su perfil transgresor. Esa senda, pero desde un estilo de relato más depurado, pareciera continuar con “Corpus Christi”, la película que lo ha colocado en la cima del cine polaco contemporáneo. En cualquier otro país la historia de un exconvicto que se convierte en un falso dignatario de la Iglesia Católica generando un renovado interés en la feligresía no sería objeto de controversia sino atendemos a que en Polonia la representación de los valores tradicionales caracteriza a un 92.9% de la población, tal como se identificó con su pertenencia al catolicismo en 2015 de acuerdo con el censo realizado por la Oficina Central de Estadística. Pero, tal como sucede con “Ida”, la película de Pawlikowski, solo una lectura superficial puede convertirla en objeto de controversia aún más allá de sus valores artísticos, porque Komasa consigue también una profunda reflexión sobre la fe, el valor del arrepentimiento y cuál es la verdadera naturaleza del perdón, todos fundamentales en la tradición judeocristiana.
¿Por qué llamar al film “Corpus Christi”? De acuerdo al catecismo, la eucaristía representa un signo de unidad en el que se recibe a Cristo y el alma se llena
de gracia. ¿Pero es posible recibir la comunión de la mano de un falso sacerdote que además es un ex convicto? Komasa presenta una ambigüedad muy interesante porque a diferencia de “We're no Angels”, de Neil Jordan (remake asimismo del original de Michael Curtiz de 1955 y copiada por la india “Romans” en 2013), donde dos convictos se fugan y son confundidos con dos sacerdotes aprovechándose del camuflaje que representa su mezcla con el clero, en el film de Komasa su protagonista, Daniel, vive la conversión espiritual en el Centro de Detención juvenil y desea entonces ser sacerdote algún día. La ley lo prohíbe, pero él no finge su amor a Dios aunque sí su pertenencia a la Iglesia. La llegada a un pueblo que vive una tragedia colectiva no sanada y el involucramiento del joven “sacerdote” sirve como giro argumental del ambiguo planteo sobre los límites de la representación y la vivencia del culto religioso con su latente ambigüedad de factor de poder. También sobre si la religiosidad se vive como entrega auténtica a esa eucaristía o tan solo como representación de ritos sociales devenidos –y en buena medida petrificados–por el tiempo. Sumado a eso, lógicamente, Daniel (que se hace llamar padre Tomasz), no posee formación sacerdotal y sus grandes dificultades son suplementadas con incursiones por Google y un carisma que puede ser confundido con populismo. Es entonces cuando la película plantea el interrogante de si Daniel es solo un fabulador que disfruta de la manipulación y del relativo poder que ejerce, o si el espiral de mentiras solo busca sostener su sentido, si bien falaz aunque en la virtud de su fe, de acompañamiento pastoral ante aquel que sufre. Reflejar al conjunto de la Iglesia Católica en este eje conceptual sería tan aventurado como ignorar algunas críticas certeras a cierto decaimiento pastoral que se vive en algunas comunidades alrededor del mundo. Bartosz Bielenia (el actor que interpreta a Daniel) compone con gran solvencia las ambigüedades morales del protagonista y su progresiva conversión que coloca al espectador en la incómoda situación de empatía con el personaje y la necesidad de desenmascaramiento de su falso rol, que parte de un caso real que el guionista Mateusz Pacewicz publicó en Gazeta Wyborcza. No obstante, la necesidad de justicia también coloca al espectador en la ambigua sensación de condenar a aquel que transgrede el rol social, pero también culmina interrogándolo sobre aquel porque, en definitiva, y esto es lo complejo de “Corpus Christi”, es que esa comunidad de provincia en vínculo con su Iglesia no funciona bien porque la misma comunidad eclesial oculta sus propios conflictos bajo la alfombra. ¿Puede haber fines honestos con medios deshonestos? Entonces, curiosamente, Komasa coloca al espectador dentro de ese grupo de aldeanos en el mismo punto de partida de la película sobre la misma naturaleza del perdón. Demasiados interrogantes para una actualidad que no pareciera aceptar tantas reflexiones sino posicionamientos directos de aprobación o condena. Como toda película de gran dimensión espiritual, y donde el cine polaco tiene ilustres antecedentes, la película presenta el conflicto con las estructuras sociales, pero no con la vida en la fe que es la capacidad de dejarse enseñar por Dios.
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Pablo De Vita (en la foto) –es crítico cinematográfico del diario La Nación. Integra el Consejo de Redacción de la revista católica Criterio y es Académico de número de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación. Autor del libro “Diálogos con el cine polaco” publicado con auspicio de la Embajada de Polonia en Buenos Aires. Fue condecorado con la medalla Jan Masaryk del Ministerio de Asuntos Exteriores de la República Checa y recibió el premio al Mejor Periodista Cultural de la Embajada de Italia.
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