La mujer oso

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Era una espléndida mañana de verano y el bosque gozaba de un aire revitalizante y dorado. Después de una caminata de cuatro horas me senté a descansar en un claro. Tenía sed así que bebí de mi cantimplora. Cerca del mediodía escuché que algo se acercaba. Me mantuve totalmente quieta: era un pequeño osezno. Me sentí nerviosa así que calmé mi corazón conteniendo la respiración. Secretamente estaba muy feliz de ver a un oso de verdad. Invoqué mentalmente a mi espíritu oso protector para que me ayudara en esa difícil situación. El osezno dio vueltas alrededor de mí, y cuando yo solté el miedo y manifesté mi niña interior, comenzó a acercarse con curiosidad y me exploró. Yo sentía una enorme alegría que trataba de moderar para no asustarlo, así que le dejé hacer hasta que se familiarizó conmigo y entonces le expresé mi amor y mi cariño, ante el cual no pudo resistirse y comenzamos a jugar juntos. El único problema fue que él era más fuerte que yo y sin querer me hacía algo de daño. De repente el osezno se alertó y se alejó de mí corriendo. Su madre venía a buscarle. Yo le vi aparecer entre los árboles toda grandota y con aspecto fiero. Respiré profundamente y me hice un ovillo quedándome muy quieta para que no me hiciera nada. La madre oso se acercó a mí con cautela y me sacudió levemente con el hocico. Yo sentía su fuerte olor y traté de relajarme por completo. Cuando lo conseguí, el pequeño osezno se me acercó y yo me desenrollé lentamente. Supe que no me iba a hacer daño. La madre oso rugió un poco hablándome y yo me incorporé. Me acerqué a ella y unimos su pata con mi mano sin tocarnos. Después me dejó acercarme más hasta poder abrazarla. Me había tomado por un cachorro humano. Me dejó subirme a su lomo, y junto a su hijo nos metimos bosque adentro. Caminamos un buen rato hasta llegar a la ribera de un río. En ella había muchos osos más. Osa les avisó de mi presencia y ninguno reaccionó contra mí. Fuimos hasta un lugar lleno de flores, cerca de una cascada y nos tumbamos. Osezno se fue a jugar con otros amigos. Mamá osa se acicaló lamiéndose y yo me abracé a ella. Estuvimos un buen rato tumbadas. Yo sentía el vaivén de su respiración, sentía que el tiempo se había detenido por completo, me sentía ¡una osa! La dije a la mamá osa que sabía que ella era una osa de conocimiento. No me respondió, pero yo estaba completamente segura. Sabía que algunos osos saben también acerca de los misterios del mundo y hacen prácticas de poder. ¿Cómo si no fuera así me hubiera acogido de esa manera? Mamá osa fue a pescar. Y ahí estaba yo sentada junto a su osezno recibiendo el alimento. Dudé muchísimo en comer pescado crudo y me parecía inapropiado ponerme a encender un fuego para cocinarlo, así que lo que hice fue utilizar mi poder para cerciorarme de que el pescado no me enfermaría. Mamá osa parecía reírse de mí. Finalmente lo comí con mucho cuidado y me pareció delicioso.


Dormimos todos apelotonados en una noche estrellada, hermosísima. Mamá osa parecía contarme leyendas y saberes del mundo con su respiración. Todos respiraba muy fuerte y me costaba conciliar el sueño. Me abracé a osezno y dormí plácidamente. Los días siguientes me divertía jugando con los osos. Los acompañaba a recolectar comida por el bosque, y cuando me daban pescado, yo preparaba un fuego con ayuda de una lupa para asarlo un poco. Cuando hacía esto la mayoría se alejaba de mí asustados. Aprendí mucho de los osos, mi espíritu de oso pasaba mucho tiempo encarnado en mí, gozando de esta experiencia. Un día quise pescar yo también así que me dediqué a crear una lanza. Primero tomé una piedra y la usé para afilar una segunda piedra. Esta se convirtió en mi cuchillo y con él saqué punta a un palo para crear la lanza. Hacía mucho calor, caminé tranquilamente siguiendo el río hasta que me apeteció comenzar a pescar. Me acuclillé sobre una roca esperando si pasaba algún pez. Al largo rato de no ver pasar ninguno, comencé a imaginar cómo haría para crear una red con fibras para atrapar los peces, lo cual lo consideraba preferible a matarlos en el río. Estaba así sumergida en mis pensamientos cuando, a cierta distancia, una lanza se clavó y vino a por ella un joven. Mi vio y se me quedó mirando sosteniendo la lanza y su presa. Se convenció de que era inofensiva y despareció por un momento. Hacía mucho tiempo que no veía un humano. Me quedé quieta, sentada, esperando. Finalmente su curiosidad lo atrajo a mí, aunque guardando cierta distancia. Me explicó en su idioma que mi lanza no servía para pescar, me enseñó la suya y me mostró cómo pescaba con ella, pero a mí no me interesó mucho pues estaba sintiéndome enamorada de él. Le pregunté si hablaba español o inglés y me respondió algo en inglés, pero yo le dije que prefería que me hablase en su lengua que me parecía más bonita. Me invitó al poblado y yo accedí pero sentí cierta reticencia porque no había avisado a los osos de mi ausencia. Le dije al joven que vivía con ellos y que después me tenía que traer de vuelta. Lo comprendió y comenzamos a caminar. Yo me tomé un momento para avisar a mamá osa de a dónde iba con mi sentimiento. Llegamos al poblado que olía a comida cocinándose y se me despertó el hambre. Mi guía me presentó al hombre medicina de la tribu. Éste me dijo que había soñado mi llegada unos días antes. Almorzamos disfrutando de la novedad mutua. Por la tarde, todos querían hablar conmigo porque el joven les había dicho que yo vivía con los osos. De hecho el sabio hombre medicina tuvo una conversación conmigo en la cual me enseñó cómo aplicar todo lo que yo había aprendido de los osos para ayudar a sanar los seres humanos, proteger y cuidar de que abunde el alimento y otras cuestiones. Por la noche me convidó a una medicina mágica de la selva. Tuve visiones y adquirí valiosísimas nociones de conocimiento. Supe cómo fueron creados los seres humanos y también se me habló de la medicina de oso que yo portaba.


A la mañana siguiente desayunamos en familia y experimenté una paz como nunca antes. Agradecida de corazón por la hospitalidad, pedí que me llevaran de vuelta con los osos y así hicieron. Se despidieron de mí y yo caminé hacia la ribera donde había habitado con los osos. Pero me encontré con que los osos no estaban. Rugí como un oso durante un buen rato y nada sucedió. No pude contactar con la mamá osa ni con nadie. Comenzaba a oscurecer y a hacer frío y encendí una hoguera a la entrada de una pequeña cueva que usaba como refugio. Esa noche el cielo estaba nublado y me desperté dentro de un sueño. Caminé hacia el centro de la ribera y de repente se me apareció una sombra enorme frente a mí. En seguida se introdujo en mi interior poseyendo mi cuerpo durante unos minutos. Me dijo “eres una gran mujer oso”. Yo me esforcé por hacerme un ovillo y expulsarla de mi cuerpo. Me dijo algo más pero no lo recordé. Al fin se fue. Resistir esa intrusión de poder me había dejado agotada y asustada. Azucé el fuego dudando entre sí era un espíritu benigno y yo era muy desconfiada o si era un espíritu maligno y yo había sido muy audaz. En cualquier caso no soporto esas intrusiones de poder involuntarias.

A la mañana siguiente me di cuenta de lo que pasaba con los osos: se habían ido a preparar su hibernación. Tenía mucha hambre. Jugueteaba con el arpón para cazar peces y pensaba vagamente en caminar en busca del poblado. Pero me sentía débil y prefería guardar mis energías y esperar pacientemente a que vinieran de nuevo los pescadores. Éstos tardaron bastantes días en aparecer. Yo solía esperarlos donde encontré al joven por primera vez, pero llegaron por otro lugar. Les llamé y vinieron muy contentos de volver a verme. Comprendieron que necesitaba ayuda y me llevaron al poblado. Todo el mundo se alegró de mi retorno y me alimentaron debidamente pues estaba débil. El hombre medicina me bendijo y me dio unos golpes en el pecho haciéndome reír con lo que me sentí bastante mejor. Construimos una choza para mí. Yo le quise poner barro para evitar al máximo la entrada de bichos (tarea imposible) y un hombre me enseñó cómo crear un cerco para mantenerlos alejados, sobre todo a los mosquitos. Me hice un colchón de hojas y me sentí feliz de hallarme en un lugar seguro. Recuperé mi salud rápidamente y aprendí muchísimas cosas prácticas. El joven pescador pasaba algún tiempo conmigo mostrándome costumbres del poblado y su visión de la vida. Estábamos enamorados el uno del otro, pero yo hacía mucho tiempo que había decidido no emparejarme y ambos respetamos mi decisión, así que al tiempo él se comprometió con una muchacha del poblado. Las abuelas con las que pasaba largas horas tejiendo me decían “¿tú no hombre?” “¡tú verdadera mujer de conocimiento!” dado que dominar el impulso de reproducirse y decidir voluntariamente dedicarse por completo al conocimiento se reconoce como un logro de espíritu raro de ver.


Había una niña en el poblado que tenía dificultades para conectar con su animal de poder, que era un oso. Esta relación es súper importante para que los niños crezcan sanos y fuertes, y dada mi conexión con los osos, la llevé conmigo a la ribera del río donde una vez habité con ellos. Ya había pasado el invierno y por fin, los veía de nuevo. Rugí como un oso llamando a la mamá osa con mi sentimiento y ésta me respondió. La niña sentía miedo, pero poco a poco se calmó. El pequeño osezno, que ya no era tan pequeño, vino corriendo a saludarme. Lo abracé y le presenté a mi amiga, y ésta se abrazó a él hasta que se le pasó el miedo del todo. Después fui a saludar a la mamá osa y nos dimos muchas muestras de cariño. Le conté todo lo que me había sucedido. Mientras, la niña jugaba con un osezno y alternaba entre el miedo y el placer de jugar con él. A la tarde nos despedimos de los osos y volvimos al poblado. La niña les contó a todos su experiencia y quedaron maravillados de que no le hubiese pasado nada perjudicial. La madre de la niña me agradeció lo que había hecho por ella y me regaló un cristal de cuarzo.

Pasaron muchos años y vivimos muchas aventuras y celebraciones mágicas. Una mañana, el hombre medicina de la tribu anunció que se iba pues estaba próxima su muerte. Una vez cumplida su responsabilidad como médico y protector de la tribu, debía partir para emprender el último trayecto de su camino espiritual sobre la Tierra. Se celebró un ritual de despedida bien hermoso, y el hombre medicina me nombró a mí como su sucesora. A todos nos impresionó que una extranjera fuera a sustituirle, pero ya era una más en la tribu y todos apreciaban mi medicina de oso. El sabio partió y me dejó su choza. Yo no quería vivir en ella pues su energía fácilmente podía poseerme hasta el punto de reemplazar su espíritu, y no quería vivir su vida sino la mía. No obstante su choza y su energía eran una herencia de poder necesaria e invaluable, por lo que accedí a guardarla y ocuparme de ella dejándola a modo de templo de sanación, y preservé mi espacio personal en la otra choza, donde dormía. De esta manera me fusioné con el sabio sin perderme a mí misma. Para la tribu fue muy extraño que una persona aguardianara dos chozas, pero dado que era la mujer de conocimiento, lo respetaron. Yo disfrutaba mucho de mi labor en el poblado. Mis queridos guerreros corrían y saltaban por la selva y muchas veces llegaban heridos. Entonces yo les curaba las heridas de las piernas desinfectándolas con el alcohol que había logrado fabricar con la fermentación de una fruta de la selva. Si tenían algún hueso roto, les vendaba, les ponía un tabique y les aconsejaba que guardaran reposo a la manera del médico occidental. Aunque yo no había estudiado medicina, me era muy fácil aplicar esta ciencia y disfrutaba mucho de cuidarles. Me sentía como una madre, o algo más, como un espíritu protector. Cuando traían caza me daban el honor de santiguar la pieza y recoger su sangre. Sistemáticamente tomaba este preciado líquido y lo ofrendaba a la Madre Tierra, pidiendo perdón, agradeciendo el alimento y rezando para que abunde la cosecha, la caza y la salud.


Después podían comenzar a cocinarlo, y tras ofrendarle al fuego un poco, compartíamos el exquisito alimento con alegría. Gracias a esto hubo buenas lluvias y sanas cosechas, la sangre de mis niñas y mis guerreros estaba fuerte, y mis ancianos y ancianas gozaban de una espléndida salud.

La niña oso era ya una adolescente y aún conservaba la conexión con su animal de poder. Pasaba largas horas durmiendo en el invierno como un oso. Yo veía que podía ser la mujer de conocimiento que me sustituyera. Por otro lado, estaba el joven que ya había sido iniciado por el anterior hombre medicina, el cual era su padre. Sin embargo, parecía más interesado en la caza y en formar una familia. A este punto la vida me recordó de nuevo que hay que dejar a un al lado las preferencias y las aversiones, pues es el Gran Espíritu quien toma la decisión correcta, como de hecho sucedió. Una mañana vino a mí corriendo uno de los más jóvenes, con dos piedras en ambas manos, que había encontrado en un paseo por la selva. Las piedras le habían hablado, y era ésta una gran señal acerca de sus cualidades para ser el próximo hombre medicina. Además las abuelas piedras le habían hecho servir de mensajero de un grave acontecimiento que me traía inquieta pero no había logrado ver. El joven dibujó su visión: eran cajas, líneas y estructuras que reconocí como torres de alta tensión. Entendí que iban a construirlas y que estábamos en peligro. Caí en la rabia hacia mi civilización de origen mientras me preguntaba qué podía hacer ante ello. ¿Cómo iba a manifestarse en contra de estas torres un poblado completamente ajeno al barullo civilizatorio, escondido en la selva como los demás animales, del que apenas si saben algo algún que otro paisano e investigador? ¿Cómo frenar una acción devastadora como esa si no habían tenido en cuenta las vidas de los seres de la selva que serían dañadas, como tampoco mirarían por la vida de los seres humanos que habitan en ella? A la hora corté por completo mis sentimientos de rabia y me inspiré. Ayudada de este joven talentoso, creamos una red protectora alrededor del poblado con puntas de cuarzo. Eso nos permitiría pasar desapercibidos y quedar protegidos de las radiaciones artificiales y del impacto de su construcción. Toda la tribu nos sentamos para tejer esta malla protectora, y rezamos a la Madre Tierra para que expulsara estas torres, y al Gran Espíritu, pidiendo ayuda y protección para todos los habitantes de la selva incluidos nosotros.

Las torres se implementaron y la atmósfera en la selva cambió. Era más difícil conectarse y más fácil caer enfermo. La caza y los alimentos que recogíamos precisaban ser regenerados con nuestra energía para que recuperaran sus propiedades nutricionales originales. Nuestra vida siguió su curso natural. Hubo nacimientos, nos despedimos de algunos ancianos y celebramos cada cambio de estación y cada luna llena.


Una mañana de invierno llegó a nuestro poblado un antropólogo aventurero que se encontraba enfermo de neumonía. Lo trajeron hasta el templo y allí le saqué el espíritu que le estaba causando la neumonía. Me contó que no sabía cuánto tiempo llevaba perdido en la selva, que andaba buscando a algún hombre o mujer medicina que le enseñara las prácticas espirituales. Este hombre me habló en inglés y yo usé este idioma para responderle. No lo usaba desde hacía 7 años. Mi amigo pescador, el que me encontró, se asombró de verme hablar en inglés con este hombre que parecía tratar de cortejarme, y de pronto, le entraron celos. Desde luego era una figura desestabilizadora para el poblado. Lo acogimos durante una buena temporada y lo puse a trabajar. Él mejoró la infraestructura del poblado y nos aportó algunas técnicas que él sabía hacer. Llegó el momento de convidarlo a la mágica medicina, con el intento de conocer qué era lo que realmente le había traído hasta nosotros. La tomó y descubrió que tenía un espíritu guardián consigo como los que tienen las mujeres y los hombres medicina, y que no necesariamente tenía que imitar las prácticas medicinales de éstos, sino que estaba caminando una importante misión de vida y se le había otorgado todo ese poder para cumplirla. Esta misión era la de proteger al poblado y a la selva de los abusos por parte de los gobiernos y las empresas. Él era la ayuda que habíamos pedido para frenar la central eléctrica y otras devastaciones. Nuestro antropólogo recibió mi bendición y el poblado depositó en él su esperanza y su gratitud. Hecho un hombre nuevo, con un noble propósito de vida que cumplir, se despidió con afecto y gratitud, y fue acompañado hasta los caminos de la civilización industrial. Por 30 años las torres siguieron ahí, pero es verdad que dejaron de funcionar. Imaginé que en algún momento serían tragadas por la selva, pero que no llegaría a verlo en mi vida. Ya estaba yo viejita y continuaba disfrutando de la vida en el poblado. El niño de las piedras, ya adulto, hacía muchas veces las sanaciones en mi lugar. Una noche sentí una gran oleada de energía en mi cuerpo. Sentí despertar en mí al espíritu del oso, al que se le agregaron otros animales y seres de la naturaleza. Tuve la necesidad de marchar inmediatamente, pero, preocupada por el poblado, hice un círculo rojo protector y dejé un mensaje. Salí corriendo en la noche, atravesé el río y llegué hasta la ribera donde habité con osos. Sentí que mi fuerza aumentaba cada vez más. Subí a la montaña que era sagrada para nosotros, sintiéndome un oso. Me detuve a la orilla de un lugar muy alto y me balanceé hasta que salté y me transformé en águila. Sobrevolé el río, el poblado, la selva, las ciudades, crucé el océano, vi mi ciudad natal occidental y cayeron lágrimas por mi rostro. Subí ahora hacía arriba, hacia el universo, hasta dejar la Tierra atrás. Allí me encontré con mis guías espirituales y el guardián de la muerte me dio su bendición. Desperté en la noche, en mi choza, y dibujé todo lo que había vivido. A la mañana siguiente desayuné con toda la tribu y anuncié que me había llegado la hora de marchar. Nombré como mi sucesor al hombre que ya había demostrado su valía y su saber e hicimos una ceremonia de iniciación y despedida. Entonces partí.


Caminé tres días sin comer ni beber. Una noche en la que soplaba el viento del Norte con fuerza, di el salto al vacío y me transformé en una bola de fuego, despareciendo por completo de la Tierra.

FIN


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