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Entre cabello y sonrisas
from IKIGAI
Había llegado el día de cortarlo, la decisión estaba tomada.
Por Claudia Zambrano
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Fui al peluquero- no libre de temor- y le dije que necesitaba que cortara 20 cm de mi cabello. Iba a donarlo. Había querido donar desde hace un tiempo, pero nunca alcanzaba el largo necesario. Entre trucos y negociaciones, definimos el largo que se cortaría y en cuestión de segundos, mientras cerraba los ojos, mi cabello ya no era mío. Lo que quedaba se ensortijaba como protegiéndose de la tijera. Con la coleta en mano, abrí la página de la organización dedicada a convertir el cabello en pelucas para niñas con cáncer: Fundación Dibuja Una Sonrisa. Leí los pasos muy detenidamente y procedí a cumplirlos: información para donadores de cabello: corta tu cabello (listo), apadrina una sonrisa (¿?) pero…ya estoy donando el cabello. Acabo de pasar por un proceso emocional de desprendimiento de 20 cm que no crecerán de un día para el otro y además ¿debo pagar para que lo reciban? No pude evitar sentir indignación, pese al gran diseño de la página y la debida explicación indicando que “el apadrinamiento es un requisito para todos los donadores: cada mechón de cabello se recibe acompañado de un apadrinamiento (aporte económico) a elegir a partir de los $25 dólares” Posterior a dicha descripción, también indican que esto es necesario para poder entregar las pelucas
Mujer y niña en evento de coronación. Por Claudia Zambrano.
de manera gratuita, pues es un proceso costoso y lo aportado por el donador constituye solo el 10% del valor, mientras que la fundación cubre el otro 90%. Esto aplacó un poco mi indignación, pero no pude evitar pensar que podía ser solo una buena estrategia de marketing.
Una vez realizado el pago, puedes registrar la donación. Finalmente es momento de entregar tu cabello, y te ofrecen la opción de servicio a domicilio- siempre y cuando estés dispuesto a pagar un valor adicional. Renuente, fui a las oficinas de la fundación en la República del Salvador, dónde tuve que esperar para que me dejaran entrar al edificio. Allí, una chica joven me recibió con una caja vacía, donde supuse que iría mi cabello. Estaba apurada, por lo cual, la explicación se mantuvo corta y no se sintió muy diferente a una transacción comercial. El proceso fue largo y tedioso, no pude evitar sentirme incómoda. Esto se debió en parte, a que el cabello debía estar seco para la entrega, razón por la que lo tuve de compañero de cuarto durante casi una semana, reposando en mi ventana. Juzgándome por haberlo cortado. Me sentía egoísta por haberle hallado defectos al proceso de donación, pero luego, mi sensación fue respaldada cuando las personas me preguntaban ¡¿te cortaste el cabello?! Y yo respondía, sí, decidí donar. Su siguiente comentario, lleno de la misma indignación mezclada con incredulidad que yo había tenido era “¿pero tienes que pagar para eso cierto?”. En repetidas ocasione me encontré con personas que habían querido donar, pero no lo habían hecho ya que no contaban con el presupuesto. Si sumamos: el corte con el estilista, más la donación mínima de $25, ya que la sugerida es de $50 para arriba, representa un gasto significativo. Aún quedaba un paso pendiente, “la coronación de pelucas”, evento en el que puedes ver cómo una paciente oncológica recibe la peluca y realmente se dibuja una sonrisa en su rostro, o como indica persistentemente la publicidad de la fundación,
“Con cada mechón, abrigas un corazón” .
Sin embargo, este evento se hace esperar, son casi dos meses de mi donación y queda un mes más para la ceremonia de coronación.
Llegó el tan anhelado día: La Coronación de Pelucas.
Perderme al llegar se volvió costumbre y estuve cerca de entrar a una tienda de rosas en lugar de a la peluquería Alfaparf Milano, ubicada la avenida Amazonas y Guayas. Era temprano, bueno, justo a tiempo, aunque para la hora ecuatoriana, estaba antes. La primera persona que vi fue Nataly Terán, encargada del área de Comunicación de la empresa. Ella me supo indicar con un discurso muy bien preparado, pero no tan espontáneo, que a continuación se realizaría la ceremonia de coronación de pelucas, gracias a la asociación entre Alfaparf y Fundación dibuja una sonrisa. La compañía donaría tres pelucas totalmente apadrinadas para una pequeña niña con cáncer y otras dos personas. Al tiempo que ella me decía esto, yo veía su cabello rojo y le creía, mientras escuchaba a la banda de la fundación en el fondo del lugar. Estaban ensayando, sonaba increíble, alto, alegre, abrumador, un cúmulo de sensaciones. A pesar de ello, la sala continuaba vacía, exceptuando por varias sillas de diferentes tamaños y diseños que esperaban a ser ocupadas por donadores. De repente vi a una mujer muy bella con un vestido de terciopelo vino que asemejaba a una princesa. Era María Fernanda Suasnavas, presentadora de televisión del grupo El Comercio, y estaba allí como invitada para ser la figura pública de la coronación. María Fernanda me explicaba cómo esto para ella era mucho más que un simple contrato. Se sentía honrada de participar en eventos como este, ya que siempre busca complementar su labor periodística con iniciativas sociales, que le llenen el corazón. Por este motivo, apoya a diferentes fundaciones y se sentía muy feliz de estar ahí, así como de tener la posibilidad de emplear sus redes para promocionar acciones tan lindas.
Suficiente tiempo de entrevistas. La gente está empezando a llegar, se sienta y
“Descubres todo lo que puedes hacer con tu cabello, en este caso todo lo que tu cabello puede hacer por alguien más” .
Nataly Terán
Presentación de peluca. Por Claudia Zambrano.
ve al frente, donde un hombre hace malabares. Una música alegre suena en el fondo y en pocos minutos se llena el espacio. Javier Sandoval, fundador de Dibuja Una Sonrisa, da inicio al show de una manera muy animada, sabe cómo dirigir al público. Está un poco nervioso y muy emocionado, se nota en su voz y en el sudor que empieza a caer por su cuello y frente. Sabe lo importante que es la misión de la Fundación y particularmente, el peso que tiene la coronación en dar a conocer la verdadera función de Dibuja Una Sonrisa, que es mucho más que hacer pelucas. Era tiempo de las formalidades, como pedir que María Fernanda de un discurso, explicando por qué se encuentra allí y qué sentimiento le genera. Yo ya me había adelantado a la pregunta, por lo que se me hizo un discurso similar, sin embargo, honesto. También Ligia, directora de Alfaparf dio la bienvenida del caso. A continuación, vino la afirmación más sorprendente de la coronación, “la parte menos importante de la fundación, son las pelucas”. Pero, toda la fundación gira en torno a eso ¿no? Recibir cabello, tejerlo y entregárselo a niñas con cáncer. Más tarde entendería lo equivocada que estaba.
“La coronación es para divertirse. Al final del show, su corazón debe latir a mil” .
Estas fueron las acertadas declaraciones de Javier. Hablaba con el público, lo retaba, hacía bromas, sabía exactamente cuán lejos ir, era un excelente presentador que a la vez hacía de animador, guitarrista y cantante.