pampa pensamiento/acción política
Responsable Editor Claudio Lozano Consejo Editor Karina Arellano Lucía De Gennaro Sebastián Scigliano Emilio Sadier Fernando Bustamente Arte de tapa e ilustraciones Ana Celentano Participan en este número Jairo Estrada Alvarez Fabián Casas Mario Tronti Grupo de investigación sobre trabajo - IEF Ricardo Antunes Daniela Espejo Nicolás Honigesz Diseño y armado Nahuel Croza Agradecimientos Horacio Meguira Rafael Gentili Rafael Chinchilla Soraya Giraldez Héctor Maranessi Instituto de Estudios e Investigación CTA Redacción editorialpampa@institutocta.org.ar
Administración Piedras 1067 1070 – Buenos Aires Teléfono: 4307-3637
sumario pampa extendida Jairo Estrada Alvarez / Las piezas del rompecabezas colombiano: tendencias de acumulación y configuraciones del régimen político
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primavera 07 Mario Tronti / Para la crítica de la democracia política
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Emilio Sadier / El orden democrático
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Karina Arellano / Para saber entrar hay que saber salir
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Sebastián Scigliano / La República perdida
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Lucía De Gennaro / El acierto de la elocuencia
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trabajo Grupo de investigación sobre trabajo - IEF / Precarios y dignos
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ENTREVISTA / Ricardo Antunes Nueva morfología del trabajo
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Fernando Bustamante / El lugar del sujeto trabajador
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Daniela Espejo / Siempre habrá más camino
98
Nicolás Honigesz / Drogones cultos
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El joven muere antes y el viejo, que quería dejarle todo, lo sobrevive y se va incompleto y airado. Eso ya fuimos nosotros quienes lo vimos. Modernidad, revolución, originalidad nacional e ideologías de época, ya no pudieron ser pensadas en común. No es cierto ahora que debamos ser continuadores del pasado que no fue. A fuerza de verdad, nunca nadie lo es, por más que diga escuchar “lejanos mandatos”. HORACIO GONZÁLEZ
editorial
“Frente a lo que se puede nombrar, mejor quedarse callado”. LUDWIN WITTGENSTEIN
Actualmente, existe una institucionalidad que insiste en su propia condena. Sin memoria, sin piedad, sin cautela, sin evocación, sin correspondencia entre lo mundano y lo sagrado, persiste en la acumulación de sus propias ruinas. Esa institucionalidad cree fervientemente en un crecimiento mecánico y deposita el “triunfo estratégico” en la tarea de aleccionar a generaciones para seguir desempeñando su gobernabilidad. Bajo este orden de lo instituido las soluciones nacionales, empresariales, partidarias y oenegeistas recurren a la naturaleza militar para instalarse en el orden social. Sean “cuadros con aptitud” de gobierno, empresarios que sepan administrar, militantes que reproducen decisiones de mesa chica o almas culposas que engrosan la burocracia mercantil-social-privada, la lectura es clara: es necesario un ejército bien dirigido concebido para sobrevivir derrotas parciales. Lo profetizable, así, es que haya reuniones de canje, alineamiento, encuadre, formación, aptitud en la cadena productiva del orden social; y que bajo este estructural y anacrónico esquema estrategista de construcción de poder la “virtud” pase a ser la buena capacidad de operación política para organizar una cadena de mandos, el funcionamiento de los “elegidos”. La imagen, la del padre eterno que bendice a condición de que profesen. Los mandamientos, la forma decálogo del “sentido común” nacional. La “fuerza” humana considerada como “propia”. Desde el punto de vista de esta institucionalidad, el valor de la disrupción es deudor del precepto y del modelo a seguir y, por tanto, el destino de lo errático es paréntesis, demora o pampa | 7 |
vacío. En esa situación existe un mecanismo hegemónico: el momento donde se empieza de nuevo, se echa por tierra, se arrasa o se concluye. Pero al mismo tiempo a esta modulación siempre urgente del cálculo, ley, estatuto o deber; le sobrevive su contraria: la reposada forma de lo vital, fecundo y cauteloso. Y, es en esa silenciosa confrontación donde el pensamiento pampeano habita. Es en lo que la política del patrón o molde encuentra como errático, frágil y precario donde Pampa percibe origen y creación. Porque cuando lo mejor que puede pasar es que las cosas sigan así, la falla, la incomodidad, la anomalía, el error pasan a ser sosiego. Una vez que se vulgariza el paso errante por el terruño, se vacía en el orden de la ejemplaridad, el ensimismamiento prolonga al espíritu hacia su propia salvación. Hay un silencio abismal que continúa en el alma. Un mutismo inscripto en la ecuación de esta vida argentina. Un motivo para la insistencia de su continuidad. Continuar ya no bajo el orden del modelo sino bajo la virtud de la matriz. Ese pasaje hacia lo signado por el silencio es oracular, claro, pero no refiere al silencio del show espectacular sino a lo silenciado por él. Esa rotación hacia el punto ciego donde se inscribe el amor materno es misteriosa, otra vez, pero no por la presencia de mujeres dentro del "orden democrático", sino por el sueño ancestral de una comunidad matriarcal profundamente igualitaria. Testigos ocasionales, nace para nosotros un sentido deudor de la compasión maternal. No hay culpa, sino más bien perdón. La madre tierra enseña a curar a los que han entrado en desgracia, perdona. Y, de este mito de origen, la vitalidad orgánica de la recreación nacional aparece intacta en la estructura de nuestro suelo, en las millones de particulares vidas para las cuales la única verdad, es que nadie vive sin amor. Madre, hemos estado tan solos durante este último tiempo. | 8 | pampa
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editorial Pampa. Si fuimos el sueño de otro, volveremos. Espera. Con el tiempo sabremos tratarte con la debida reverencia para asistir a la pureza de tus valles bajo la luna; para volar sobre las aguas que reflejan las estrellas del sur; para que nuestra virtud pese sobre el ordenamiento. Sabemos. Sólo desde aquí se nos permite elevar la cabeza para poder ver sobre los árboles. | pampa CONSEJO EDITOR
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pampa extendida Las piezas del rompec abezas c olombiano Tendencias de acumulación y configuraciones del régimen político por JAIRO ESTRADA ÁLVAREZ (*)
A DIFERENCIA de los demás países de América Latina, especialmente de Suramérica, en los que la crisis de los proyectos neoliberales provocó una nueva configuración del mapa político de la región con la instalación de un amplio espectro de gobiernos que han sido caracterizados de izquierda o de centroizquierda1, el caso colombiano se muestra excepcional. Allí se ha asistido a una profundización de los rasgos autoritarios del régimen político, con el proyecto político de la “seguridad democrática” que encarna el reelecto presidente Alvaro Uribe Vélez (2002-...), a una intensificación de la guerra contrainsurgente mediante una estrategia de creciente intervención imperialista norteamericana, y a una (aparente) consolidación del proyecto económico del neoliberalismo, con el impulso de las “reformas estructurales” de “segunda generación”; todo ello, al tiempo que –con el proyecto político paramilitar, en proceso de institucionalización– se despliegan los componentes criminales del capitalismo y una organización mafiosa de la sociedad. * Profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia; director del Grupo interdisciplinario de estudios políticos y sociales; coordinador académico del seminario internacional Marx vive; director de la Revista virtual Espacio crítico, www.espaciocritico.com 1. También se utilizan los calificativos de “progresistas” o “alternativos”. Tales gobiernos han generado un importante debate sobre la perspectiva de la región. Al respecto véase, STOLOWICZ, BEATRIZ, “La izquierda latinoamericana y las encrucijadas del presente”, México, D.F., 2006 (mimeo); BORÓN, ATILIO, “El mito del desarrollo capitalista nacional en la nueva coyuntura política de América Latina”, Argenpress, 2007; KATZ, CLAUDIO, “Socialismo o neodesarrollismo”, Rebelión, 2006, tomado de www.rebelion.org; KOHAN, NÉSTOR, “La gobernabilidad del capitalismo periférico y los desafíos de la izquierda revolucionaria. Crisis orgánica y revolución pasiva: el enemigo toma la iniciativa”, Argenpress, 2006.
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No obstante, bajo tales condiciones, de altísima complejidad y de difícil entendimiento para nacionales y extranjeros, se adelanta una importantísima y valerosa lucha social y política de resistencia, con proyecciones de alternativa, a través de diversas formas, que se ha visto alentada precisamente por los cambios políticos ocurridos en la región. Lo que desde el exterior y aún desde el interior del país se aprecia como un proyecto político y económico, de neoliberalismo renovado, sólido y consistente, muestra –en sentido estricto– claras tendencias de erosión y de descomposición, que abren un amplio juego de posibilidades que van desde la reconstitución del régimen (con operaciones de autopurificación y limpieza) hasta la generación del espacio para un proyecto político alternativo de izquierda. El presente trabajo tiene como propósito principal la presentación de las que podrían denominarse las piezas del rompecabezas colombiano. Piezas sueltas, a veces ininteligibles (en apariencia), que cuando se van articulando, adquieren sentido y muestran una imagen de la complejidad. Aquí se intenta mostrar la imagen de un proyecto capitalista neoliberal que en Colombia se manifiesta de manera descarnada, articulando el discurso de la “democracia liberal” y el “libre mercado”, con una tendencia fuerte al autoritarismo, el intervencionismo norteamericano, la intensificación de la guerra y la consolidación de rasgos mafiosos y criminales de la formación socioeconómica.
Profundización del proyecto neoliberal y creciente autoritarismo En lo corrido del nuevo siglo, contrariando la tendencia general reciente de América Latina, en Colombia se ha asistido a una profundización del proyecto neoliberal; se ha dado continuidad a las transformaciones capitalistas iniciadas hace dos décadas, que adquirieron una mayor programación sistemática y consistencia institucional a partir del gobierno de César Gaviria Trujillo (1990-1994). Desde entonces, la línea ha seguido los trazos (con algunos altibajos) de las políticas del Consenso de Washington. Tales políticas fueron reforzadas al finalizar la década de 1990, cuando se firmara el pripampa | 11 |
mero de los tres acuerdos que desde entonces habrían de pactarse con el Fondo Monetario Internacional2. Las políticas de liberalización y desregulación económica, y de reestructuración neoliberal del Estado habrían de producir un cambio sustancial en las condiciones generales de la reproducción capitalista, provocando una transformación estructural del mayor significado en el balance entre los fondos de acumulación y los fondos sociales de consumo. De la misma forma que en otros países, la precarización generalizada del trabajo y el deterioro sistemático de sus condiciones de reproducción, se han visto acompañados de una nueva fase de prosperidad capitalista que, en todo caso, ha producido reacomodos entre las facciones capitalistas. También en Colombia hay facciones capitalistas inmersas en lógicas mundiales de acumulación; al tiempo que otras se han visto afectadas por los procesos de reestructuración capitalista. De particular importancia para el cambio en el balance acumulación-consumo han sido los “rediseños institucionales”, esto es, la juridización del proyecto político y económico neoliberal, la incesante producción de normatividad, con la que se ha pretendido imponer un verdadero “cerrojo jurídico”, que le de legitimidad y legalidad a las transformaciones capitalistas, atendiendo siempre las reglas de la “democracia liberal”. Por ello es que un examen a las tendencias recientes de acumulación en Colombia (si se trata de considerar sus formas legales), pasa inevitablemente por la producción del orden (neoliberal) jurídico económico. Los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional han sido, en sentido estricto, pactos de agendas legislativas. Siguiendo la línea del Consenso de Washington, los desarrollos legislativos y las tendencias de política económica se han caracterizado en los últimos años por: a. La profundización del proceso de liberalización y re-regulación del mercado de trabajo, mediante un debilitamiento de las instituciones laborales a favor de políticas de “empleabilidad”. 2. El primero, un “acuerdo extendido”, se firmó en diciembre de 1999, durante el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002); los otros dos, acuerdos stand by, se suscribieron en diciembre de 2002 y mayo de 2004, por parte del gobierno de Uribe Vélez. Dado el estricto seguimiento a las políticas del FMI no fue necesario un nuevo acuerdo en diciembre de 2006.
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pampa extendida b. El rediseño del proceso de descentralización, definiendo lineamientos claves de política local desde el gobierno central, al tiempo que se transfieren mayores responsabilidades hacia los gobiernos locales, con menos recursos por parte del gobierno central. c. La continuación (y culminación) de procesos de privatización en campos en los que tales procesos estaban aplazados o no se habían podido adelantar (petróleo, telecomunicaciones, energía eléctrica, banca). d. La apertura hacia una mayor mercantilización de la naturaleza, a través de la ley de bosques que abre fronteras para su explotación comercial e. El mayor estímulo a la inversión extranjera y, en general, a los flujos de capitales, con la creación de diversos incentivos. f. El reforzamiento de las prescripciones de política económica (de ajuste fiscal selectivo) orientadas a garantizar el pago de la deuda pública y la financiación de la guerra, mediante reformas al Estatuto orgánico de presupuesto y la expedición de la Ley de responsabilidad fiscal. g. La afectación de rubros sociales del gasto público (especialmente de educación y salud) mediante el rediseño del régimen de transferencias de finanzas intergubernamentales. h. La implantación de medidas que refuerzan la “focalización” de la política social en los sectores más pobres, al tiempo que deja en desprotección a sectores importantes de la población. Esta política se acompaña de la creación de un sistema clientelista de subsidios a la demanda que de paso constituye a esos sectores pobres en base social para la legitimación de la política general.
Un punto culminante de la estrategia de juridización del proyecto político y económico neoliberal en Colombia, luego del fracaso del ALCA, ha sido la negociación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Dicho tratado, como lo señala la experiencia del TLCAN, al tiempo que profundizará la liberalización y la desregulación de la economía y la extenderá a nuevos campos de la vida económica y social, posibilitará un pampa | 13 |
mayor control económico y político por parte del imperialismo norteamericano y sus empresas trasnacionales3. Con la llegada a la presidencia de Álvaro Uribe Vélez en el año 2002, se reforzó el giro autoritario que venía produciéndose en los últimos años del gobierno de Andrés Pastrana. El fracaso de las conversaciones entre éste último y la guerrilla de las FARC, estimuló –junto con otros factores, cuyo estudio escapa a los propósitos de este texto– la formación de un consenso político de las élites dominantes por buscar una salida militar al conflicto social y armado. Dicho consenso se construyó con el respaldo de los principales grupos económicos, los gremios del capital, los principales medios de comunicación, sectores de la iglesia, sectores mayoritarios del Congreso, las fuerzas militares, y fue apoyado por la intelectualidad de derecha; su expresión sería el proyecto de “seguridad democrática” de Uribe Vélez. El proyecto de “seguridad democrática” descansa sobre cuatro supuestos principales de análisis: 1. En Colombia no hay un conflicto social y armado, sino una amenaza terrorista contra la sociedad, que proviene esencialmente de unos grupos terroristas que se lucran del negocio del narcotráfico. Toda expresión individual u organizada, política o social, que no se alinee con ese entendimiento debe ser considerada en un espectro que va desde la condición de ideólogo hasta la de idiota útil del terrorismo4. 2. La confrontación exitosa de la amenaza terrorista justifica la limitación –a través de diversos mecanismos– de derechos civiles y políticos, entre otras cosas, por cuanto parte de los apoyos estratégicos de la subversión armada se encontrarían mimetizados dentro de la población civil. En ese sentido, la vinculación masiva de sectores de la población civil, como parte de una masiva red de inteligencia, de informantes y cooperantes ocupa un lugar central. 3. Los principales problemas de la sociedad colombiana, de 3. Al momento de escribir este trabajo, ya se había refrendado por parte del Congreso colombiano el TLC; se encontraba en entredicho su aprobación inmediata en el Congreso norteamericano, debido a la postura del Partido Demócrata que demandaba la inclusión de cláusulas laborales y ambientales, así como el compromiso efectivo del gobierno colombiano con la protección a líderes sindicales y el esclarecimiento del asesinato –por razones políticas– de más de 2.000 de ellos.
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pampa extendida crecimiento, empleo, distribución de ingreso y de pobreza se explican esencialmente por la situación de inseguridad y violencia existentes en el país. De suerte que, resuelto el problema de la seguridad, la economía entraría en una especie de círculo virtuoso de mayor inversión, empleo y crecimiento, con lo cual se contribuiría además a resolver los problemas fiscales del Estado, por los mayores ingresos públicos que traería el crecimiento. En este supuesto, un escalamiento de la guerra y la mayor destrucción de valor se da casi por descartada, por cuanto se considera que el país “desde hace rato estaba en guerra”. No obstante, si esa fuera la circunstancia, se trataría de un necesario costo transitorio que, como costo de oportunidad, resulta inferior al costo indefinido de la guerra. 4. La idea de “Estado comunitario” representa el proyecto alternativo a la amenaza terrorista. Se trataría de una variante corporativista de la fórmula “democracia liberal más libre mercado”, que supone la “inclusión directa” de sectores medios y pobres de la población en el proyecto político. Tal proyecto político pretende construirse eliminando las mediaciones de los partidos, con base en el apoyo irrestricto e incondicional a la figura del presidente, en torno al cual hay una incesante fabricación de opinión que lo muestra como una persona única, dotada con cualidades excepcionales, casi mesiánicas. En suma, el proyecto de Uribe Vélez representa la institucionalización de un régimen de excepcionalidad permanente, de una especie de régimen bonapartista, que pretende el control sobre todos los poderes públicos y ciudadanos5. Y debe reconocerse que ha avanzado en ese propósito; particularmente con la aprobación de la reforma constitucional que posibilitó la reelección presidencial y permitió su segundo mandato para el perí4. Al respecto véase el libro del asesor de Uribe Vélez, GAVIRIA, JOSÉ OBDULIO, Sofismas del terrorismo en Colombia, Bogotá, Planeta, 2005; en el que desde una postura de derecha recalcitrante y en una falta de sindéresis se trata de justificar la tesis de la amenaza terrorista. 5. Véase, MONCAYO, VÍCTOR MANUEL, El leviatán derrotado. Reflexiones sobre teoría del Estado y el caso colombiano, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2004, y SÁNCHEZ ÁNGEL, RICARDO, Bonapartismo presidencial en Colombia. El gobierno de Álvaro Uribe Vélez, Bogotá, Uniediciones, 2005.
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odo 2004-2008. Además del persistente respaldo de las elites dominantes, de la incesante producción de comunicación a su favor, Uribe Vélez ha sabido apelar a la cultura política de derecha, conservadora y clerical, reaccionaria, que se encuentra arraigada en sectores importantes de la sociedad colombiana. Por otra parte, no obstante lo que aparentaba ser un sólido y consistente proyecto político de la derecha colombiana, ha empezado a mostrar signos notorios de erosión y descomposición. Dentro del campo de opciones que se ha abierto recientemente no debe descartarse un resguebrajamiento del régimen autoritario, pese al control que tiene el Presidente sobre el Congreso, a la captura gradual de las altas cortes, especialmente de la Corte Constitucional, y de los organismos de control, así como del dominio pleno sobre la conducción política de la economía. Al tiempo que el régimen autoritario ha tenido todas las posibilidades de despliegue, con el apoyo irrestricto del imperialismo norteamericano y de las clases dominantes tradicionales, es un hecho notorio que su sustento descansa también en una no santa alianza con el narcoparamilitarismo. Cada vez son mayores las evidencias que comprometen directamente la figura del presidente. A las reiteradas denuncias de la izquierda y de importantes organizaciones no gubernamentales, se le suman ahora testimonios, videos y otras pruebas documentales de narcotraficantes y paramilitares, que muestran su connivencia con esa organización criminal. El entorno del presidente, un número importante de congresistas y aliados políticos, miembros del gabinete ministerial, políticos profesionales de diverso nivel, integrantes de alta graduación de las fuerzas militares, miembros de la administración de justicia, sectores empresariales nacionales y transnacionales, entre otros, articulados con narcotraficantes y paramilitares hacen parte del paraestado que se construyó en Colombia durante las últimas décadas. Hoy resulta incontrovertible que ese paraestado no es más que una de las variaciones institucionalizadas, alentadas desde el Estado mismo, de la dominación capitalista. Es otra de las variantes del terrorismo de Estado. Todo ese andamiaje que fue puesto al servicio del proyecto de la “seguridad democrática”, se constituye hoy en uno de sus flancos débiles. | 16 | pampa
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pampa extendida El hecho de que, luego de un lustro, no se haya producido el cambio esperado en el balance militar de la guerra a favor del gobierno, es otro factor de erosión. La promesa de doblegar a las FARC en 18 meses no se pudo cumplir. Se requirió otro mandato presidencial; después de transcurrido el primer año del nuevo gobierno de Uribe Vélez, no obstante, no hay nada que indique que se esté en el final de la guerra en Colombia6. (salvo opiniones del Ministerio de Defensa y de intelectuales de derecha como Eduardo Pizarro). A lo anterior se suma el creciente papel de las luchas y resistencias sociales, que se ha manifestado en importantísimas movilizaciones de masas y en el desarrollo de nuevos niveles de organización política, social y popular, con miras a la consolidación de un proyecto político alternativo del orden nacional. Igualmente, los cambios en el balance político y de poder de América Latina, especialmente en los países vecinos, que parecieran sugerir que se abre un nuevo compás para las fuerzas democráticas y revolucionarias. Hasta este punto, se podría afirmar que la experiencia colombiana si bien no difiere significativamente de lo que ha sido la trayectoria neoliberal en América Latina, sí registra algunas especificidades. Tales especificidades colombianas resultan del hecho de que las transformaciones neoliberales se han acompañado de una intensificación de la guerra contrainsurgente, un creciente intervencionismo militar norteamericano y la entronización de rasgos criminales y mafiosos en la formación socioeconómica.
Intervencionismo norteamericano e intensificación de la guerra contrainsurgente Un aspecto esencial para el entendimiento de la cuestión colombiana consiste en considerar que este país se ha conver6. Tal hipótesis sólo es sostenida por el Ministerio de Defensa e intelectuales de la derecha como Eduardo Pizarro. Al respecto véase, PIZARRO-LEONGÓMEZ, EDUARDO. “Las FARC-EP: ¿repliegue estratégico, debilitamiento o punto de inflexión”, en Varios autores, Nuestra guerra sin nombre. Transformaciones del conflicto en Colombia, Bogotá, Grupo Editorial Norma, Universidad Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, 2006.
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tido en componente clave de la estrategia imperialista norteamericana para América Latina. Esa es otra de las piezas del rompecabezas colombiano que explica –en buena medida– porqué se ha asistido a una intensificación de la guerra en Colombia durante la última década. El examen a los planes de guerra de este período, el Plan Colombia, el Plan Patriota, el Plan Victoria y el anuncio de un segundo Plan Colombia para el período (2007-2013)7, pone de relieve precisamente que lo que pareciera ser exclusivamente un asunto interno colombiano, representa –en sentido estricto– uno de los componentes esenciales de la estrategia geopolítica y de militarización de Estados Unidos en América latina, con el cual se pretende garantizar la hegemonía y la dominación imperialista sobre la región andino-amazónica. De manera específica, se busca producir una salida militar al conflicto social y armado colombiano, mediante la intensificación de la guerra contrainsurgente, así como debilitar las fuerzas políticas, los movimientos sociales y las organizaciones sindicales y populares, en suma, las fuerzas opositoras, consideradas como extensiones del “terrorismo”. El imperialismo pretende convertir a Colombia, en tanto apoya y estimula su gobierno autoritario de derecha y lo erige en su reserva “democrática” y de “libre mercado”, en la base de contención de la avanzada del movimiento social y popular en América Latina y, especialmente, de los proyectos políticos de los gobiernos progresistas de la región. No hay duda de que el gobierno de Uribe Vélez es el principal aliado de Bush en la región, absolutamente subordinado y plegado a los intereses norteamericanos. El intervencionismo norteamericano tiene como propósito asegurar el control territorial sobre una región clave para las nuevas estrategias de acumulación de las empresas transnacionales en la actual fase capitalista, dada precisamente la riqueza de la región andino-amazónica en recursos energéticos y de biodiversidad, fuentes de agua, y otros recursos naturales; así mismo, 7. Según el gobierno de Uribe Vélez, con el propósito de “consolidar los logros del Plan Colombia”, a un costo estimado de 43.836 millones de dólares. Véase, diario El Tiempo, Bogotá, 1 de febrero de 2007, p. 1-2. Un análisis amplio del Plan Colombia y sus implicaciones se encuentra en ESTRADA ÁLVAREZ, JAIRO (editor), Plan Colombia. Ensayos críticos y El Plan Colombia y la intensificación de la guerra. Aspectos globales y locales, publicados por la Universidad Nacional de Colombia en 2001 y 2002 respectivamente.
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pampa extendida dadas las proyecciones de los negocios capitalistas en biocomercio, biocombustibles, y megaproyectos infraestructurales, entre otros. En este sentido, los planes de guerra, especialmente el Plan Colombia, se articulan con el Plan Puebla Panamá, un plan de megaproyectos infraestructurales para unir corredores logísticos y biológicos de México con Centroamérica8, y la Iniciativa para la integración de la infraestructura sudamericana - Iirsa, los cuales tienen su origen en el Plan de Acción de las Américas, suscrito por los presidentes y jefes de Estado del hemisferio americano, exceptuada Cuba, en 19949. Como pieza del rompecabezas del proyecto hegemónico de Estados Unidos para América latina, el Plan Colombia es por el momento su principal brazo militar, que se articula también con los proyectos de tratados de libre comercio bilaterales, luego del fracaso del Área de libre comercio de las Américas - Alca. Como es de amplio conocimiento, El Plan Colombia fue elaborado secretamente por los gobiernos de Bill Clinton (19932001) y de Andrés Pastrana (1998-2002), presentado al Congreso de Estados Unidos en octubre de 1999 y sancionado, de acuerdo con la ley ese país, el 13 de julio de 2000 por parte del Presidente Clinton en la forma de un “paquete de ayuda”. La denominación oficial del Plan fue: Plan Colombia: Plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado; en el discurso del Departamento de Estado, se señaló que se trataba de “una estrategia integral para enfrentar los desafíos de Colombia: la promoción del proceso de paz, la lucha contra el tráfico de drogas, la reactivación de la economía y el fortalecimiento de los pilares democráticos de la sociedad colombiana”, a un costo estimado de 7.558,1 millones de dólares, para un período inicial de seis años10). Las intenciones geopolíticas y económicas del Plan Colombia se escondieron desde un inicio tras la fachada de la “guerra con8. Al respecto véase, BARREDA MARÍN, ANDRÉS, “Los peligros del Plan Puebla Panamá”, publicado en Estrada Álvarez, Jairo (compilador), Dominación, crisis y resistencias en el nuevo orden capitalista, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Departamento de Ciencia Política, 2003. 9. Véase, DUQUE, MARTHA ALICIA, “La agenda oculta geoestratégica de la integración USA”, en Documentos Desde abajo, Bogotá, 2006 10. El costo de la primera fase del Plan Colombia 2000-2006 ascendió a 13.181 millones dólares. Véase, diario El Tiempo, Bogotá, 1 de febrero de 2007, p. 1-2
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tra el narcotráfico”11. Ésta se convertiría rápidamente –y con mayor fuerza después del 11 de septiembre– en la guerra contra el “narcoterrorismo”, y se erigiría realmente en dispositivo de control social, político y militar. El Plan convirtió a Colombia en el principal país receptor de la “ayuda militar” estadounidense en América Latina (más del 80%). Entre 1999 y 2006, el país recibió –según el Centro de Política Internacional de Washington– 5.062,8 millones de dólares. Menos del 20% de esos recursos se destinó para programas económicos y sociales; la mayor parte iría para la financiación de la guerra contrainsurgente y beneficiaría a las empresas transnacionales norteamericanas relacionadas con el negocio de la guerra en Colombia. En algunas zonas de Colombia, el Plan terminó articulándose de manera perversa con la estrategia narcoparamilitar de control territorial, agravó la situación de violencia y desplazamiento forzado de población, el cual ha afectado a más de 3.500.000 personas durante los últimos 15 años. Las políticas del Plan han incidido negativamente sobre las relaciones de Colombia con Ecuador y Venezuela, algunas de cuyas zonas de frontera se vieron afectadas por las fumigaciones aéreas y el desplazamiento12. Por otra parte, la intensificación de la guerra en Colombia no puede ser leída exclusivamente desde la perspectiva de la estrategia imperialista para la región. Si bien tal perspectiva ha adquirido una mayor relevancia en el momento actual, no debe olvidarse que el conflicto social y armado colombiano posee su propia dinámica interna que se remite, cuando menos, a más de cuatro décadas de la lucha insurgente, posee unas fuertes raíces sociales y se encuentra anclado en las persistentes condiciones de desigualdad y pobreza que afectan a la mayoría de la pobla11. En materia de la llamada guerra contra las drogas, los resultados del Plan Colombia han sido un fracaso: según informes de la CIA y del gobierno de Estados Unidos, en 2006 se produjo un incremento del área cultivada de hoja de coca de 144 mil a 156 mil hectáreas, pese a la aspersión aérea de cerca de 200.000 hectáreas al año con el herbicida glifosato (El Tiempo, ibid.); no se ha reducido el precio de la cocaína en Estado Unidos, lo que hace suponer que no se ha afectado sensiblemente la producción del alcaloide. Por otra parte, su incidencia sobre el medio ambiente ha sido desastrosa. 12. El gobierno de Ecuador dio inicio en abril de 2007 al Plan Ecuador, concebido como un plan de paz e inversión social, para oponérselo al guerrerista Plan Colombia. El Plan Colombia ha generado, por otra parte, un movimiento internacional de rechazo y de denuncia, que involucró a sectores importantes de la comunidad internacional, de los movimientos sociales y populares, de las organizaciones defensoras de los derechos humanos, de científicos e intelectuales críticos. Dicho movimiento se inscribe dentro de las diferentes expresiones de organización y lucha en la actual fase del proceso de globalización capitalista.
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pampa extendida ción colombiana. Las fuerzas insurgentes continúan siendo un factor político para la transformación de la sociedad colombiana. Su papel se tornó de mayor trascendencia dados su crecimiento durante la década de 1990 y su presencia histórica, precisamente en regiones estratégicas para la nueva espacialidad capitalista, pues allí se encuentran nuevas fuentes de valorización y acumulación: recursos energéticos, otros recursos naturales, biodiversidad, fuentes de agua, megaproyectos. Esta misma circunstancia explica el significado de la lucha por el territorio y su control, así como la emergencia del proyecto paramilitar durante las últimas décadas.
Capitalismo criminal y organización mafiosa de la sociedad 13 El rompecabezas colombiano se continúa armando cuando se consideran los rasgos criminales y mafiosos de la formación socioeconómica. Se trata entre tanto de componentes orgánicos, estructurales, de la actual fase capitalista; en momento alguno de fenómenos episódicos14. Dada su maduración, con el gobierno de Uribe Vélez se pretende justamente su institucionalización. Se trata de un producto histórico, expresivo de varias décadas de transformaciones capitalistas, tanto en la tendencia de la acumulación de capital, como en las configuraciones del régimen político. En el caso colombiano, la articulación de las formas legales con las formas ilegales de la acumulación capitalista se remonta a la segunda mitad de la década del setenta y se inscribe den13. Una exposición más amplia de este punto se encuentra en ESTRADA ÁLVAREZ, JAIRO, “Capitalismo criminal y organización mafiosa de la sociedad”, Revista Cepa, No. 3, Bogotá, 2007. 14. Dos trabajos contribuyen a enriquecer esta perspectiva, y han servido como referente de algunos de los planteamientos de este punto. Uno, que puede considerarse pionero en el estudio de la experiencia colombiana, y de suma actualidad, es el artículo de Germán Palacio y Fernando Rojas: publicado en 1989: “Empresarios de la cocaína, parainstitucionalidad y flexibilidad del régimen político colombiano: Narcotráfico y contrainsurgencia en Colombia”, publicado en el libro compilado por PALACIO, GERMÁN, La irrupción del paraestado. Ensayos sobre la crisis colombiana, Bogotá, ILSA, CEREC, 1989. El otro, el texto de Francesco Forgione, “Organizaciones criminales y capitalismo globalizador. Reflexiones a partir de la experiencia italiana”, publicado en el libro de memorias del II Seminario internacional Marx vive, Jairo Estrada Álvarez (compilador), Sujetos políticos y alternativas en el actual capitalismo, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, 2003.
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tro de la transición del régimen de acumulación basado en la industrialización dirigida por el Estado hacia el régimen actual de financiarización del capital. Sin temor a la exageración, se podría aseverar que esa transición no hubiera sido exitosa sin el surgimiento de un nuevo empresariado vinculado a los circuitos transnacionales de la acumulación: el empresariado de la cocaína15. No es actualmente medible –y probablemente nunca lo será–, la potencia desplegada para la acumulación de capital por la articulación de las formas legales con las formas ilegales. Si bien hay cuantificaciones sobre el tráfico de cocaína, no las hay –con la objetividad requerida– sobre el impacto de sus capitales en el conjunto de la economía. La tecnocracia neoliberal y los voceros oficiales siempre se han empeñado en minimizarla. Pero lo cierto es que la pregonada estabilidad macroeconómica colombiana y la relativa excepcionalidad frente a las profundas crisis económicas latinoamericanas han descansado sobre el colchón de los capitales ilegales; así mismo, la persistente prosperidad de buena parte de los grandes negocios capitalistas privados en el sector financiero y el mercado de capitales, la industria, la construcción, la hotelería, el turismo, el comercio (incluido el de importación y de exportación), los servicios, el entretenimiento, la salud, la educación; algunas actividades agrícolas y ganaderas; también, ciertos “milagros económicos” (transitorios) regionales. La articulación entre las formas legales con las formas ilegales de la acumulación capitalista contribuyó hacia finales de la década de 1980 a la formación de un nuevo consenso a favor de las “reformas estructurales” y de la reestructuración neoliberal del Estado, y produjo una reconfiguración en el bloque dominante de poder, la cual se anunciaba ya desde la década de los setenta con el surgimiento de nuevos “grupos económicos” y la influencia creciente del capital financiero. Sólo que ahora se agregaba una alianza “no santa” –construida a lo largo 15. Aquí compartimos la distinción de Palacio y Rojas entre el negocio asociado al tráfico de cocaína y el narcotráfico propiamente dicho. “Mientras el tráfico de cocaína es un mecanismo de acumulación capitalista, ilegal e internacionalizado, el narcotráfico es una especie de dispositivo político utilizado por los gobiernos y, particularmente, el gobierno de Estados Unidos (aunque no solamente por éste) para realizar operaciones de represión, disciplinamiento y control social”. GERMÁN PALACIO y FERNANDO ROJAS, Ob. cit., p. 81.
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pampa extendida de la década de los ochenta– entre sectores capitalistas legales con los empresarios de la cocaína. Se fortalecían así los rasgos criminales de la economía. Las estructuras mafiosas habían permeado igualmente las instituciones del Estado (todos los poderes públicos), incluidas las fuerza armadas, los partidos políticos tradicionales y los políticos profesionales, y sectores de la iglesia. Se consolidaba así la estructura mafiosa de la formación socioeconómica16. No es casual que ya en la segunda mitad de la década de 1980 se anunciara la irrupción del paraestado17. Al respecto señalaban Palacio y Rojas en 1989: “(...) el paraestado no sólo tenía una fracción del capital que empezaba a ser predominante, sino que los empresarios de la cocaína, aliados con otras fracciones del capital, empezaron a tener control territorial y bases sociales populares en algunas regiones del país”18. Y agregaban: “(...) estamos frente a una especie de “paraestado”. Incluye una poderosa fracción capitalista; un aparato represivo militar; gastos en bienestar social; control territorial regional y un restringido pero eficaz apoyo popular”19. Empresarios de la cocaína, estructuras mafiosas y paramilitarismo se constituyeron en las formas criminales, en piezas del nuevo rompecabezas de la acumulación de capital en Colombia, basada ahora en la creciente articulación entre sus formas legales y sus formas ilegales. En ese sentido, una explicación esencial del paramilitarismo consiste en su entendimiento como el “otro brazado armado”, junto con las Fuerzas Militares del Estado, de esa nueva fase de acumulación capitalista; contrario a la idea de sectores de la intelectualidad del 16. Se habla de estructura mafiosa cuando se persigue el doble objetivo de “asumir el control total de un territorio y sustituir la autoridad legal del Estado con la propia autoridad y la propia mediación social. Esto ocurre con la penetración en la política y en las instituciones y, sobre todo, con el ejercicio (...) de la violencia” (...). “La mafia, señala Forgione, es siempre una empresa capitalista, con un fuerte factor adicional: la fuerza intimidatoria de la violencia. Pero su esencia es y será la de ser una empresa criminal encaminada a la acumulación de capital”. Francesco Forgione, ... Ob. cit., p. 98 y 1002. 17. La noción de paraestado no se refiere exclusivamente al Estado paramilitar; esa es una simplificación inconveniente que sólo pone de relieve la dimensión militar de la estrategia de poder de la fracción capitalista vinculada a los negocios de (y en torno) a la cocaína. 18. Estos autores explican el surgimiento y desarrollo del paraestado “en el contexto de las dificultades del Estado y las fuerzas militares para combatir a los grupos guerrilleros y las luchas con potencialidades autónomas populares”. Ob. cit., p. 96. 19. Ibid., p. 97
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establecimiento que desean explicarlo simplemente como una reacción contra la violencia guerrillera. La función de acumulación no se ha limitado a la expansión del negocio de la cocaína o a la articulación con negocios legales existentes. A mi juicio, el paraestado ha desempeñado dos funciones adicionales del mayor significado: a) ha propiciado una profunda transformación de las relaciones de propiedad, y b) ha incidido sobre la redefinición de las relaciones entre el capital y el trabajo. En el primer caso no se trata solo de las transformaciones intercapitalistas; se trata igualmente de los nuevos ciclos de acumulación originaria que ha desatado regionalmente, de la expropiación violenta de tierras, del acceso a los dineros públicos. El paraestado se ha mostrado igualmente como parte de una estrategia transnacional de resignificación de la tierra como fuente de valorización capitalista (biodiversidad, recursos hídricos), de promoción de megaproyectos infraestructurales y energéticos; y de un nuevo tipo de agricultura de plantación. En el segundo caso se trata de la flexibilización y desregulación violenta del mundo del trabajo, del exterminio de dirigentes políticos y sindicales, del desplazamiento forzado de más de tres millones de colombianos, que engrosan las filas de la informalidad y contribuyen a la depresión de los salarios urbanos. La función de acumulación no debe reducirse a un entendimiento en términos exclusivamente económicos. El paraestado es expresivo igualmente de las configuraciones del régimen político; de su carácter “flexible”. En la combinación de los mecanismos “democrático formales” con los “represivos autoritarios”, se encuentra la explicación a la relativa estabilidad del régimen político colombiano20. En ese aspecto, la irrupción del paraestado se comprendería en términos de solución de los problemas de estabilidad del régimen que no pueden ser resueltos por la vía democrático formal. La apelación a un brazo armado paramilitar para exterminar fuerzas políticas opositoras, o liquidar las más diversas formas de organización social y popular, se constituye en componente clave de una estrategia 20. Según las circunstancias históricas, se han privilegiado desplazamientos en uno o en otro sentido, manteniendo siempre la fachada democrática.
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pampa extendida de control social y político para afianzar la dominación y la tendencia de la acumulación capitalista. Una de las transformaciones sustanciales que ha ocurrido en la sociedad colombiana en las últimas décadas ha sido la entronización de los rasgos criminales de la formación socioeconómica, el despliegue de sus estructuras mafiosas y la extensión del aparato paramilitar, lo cual ha ocurrido al tiempo que se ha vivido otra prosperidad: la de los “grupos económicos” y los grandes capitales, articulados ahora a los negocios de la mundialización del capital. Las “zonas grises” de intersección entre “acumulación legal” y “acumulación ilegal” no están claras, ni demostradas empíricamente con suficiencia. La estrategia de control territorial, como estrategia de poder, se amplió al ámbito nacional y a la pretensión de control de la estructura del Estado en su conjunto. Lo que parecía tornarse en un campo de poder en disputa entre fracciones capitalistas, parece erigirse en nuevo escenario de transacción. Los “capitales limpios” ahora como antes parecen acceder a nuevos acuerdos, a nuevas alianzas. De lo que se trata actualmente es de cerrar el círculo. El paraestado que se gestó y nació en la década de 1980, que se extendió y profundizó a lo largo de los noventa y principios de este siglo, en esa alianza entre empresarios de la cocaína y sectores capitalistas legales, debe ser reincorporado a la institucionalidad. Ya no es funcional. Desentona incluso con los actuales lenguajes de la democracia liberal. Por eso, la época es de desmovilizaciones y de reinserciones, de institucionalización de derechos de propiedad adquiridos ilegalmente, sin memoria, ni justicia, ni reparación, o con sus caricaturas21. Por ello, empresarios de la cocaína, mafiosos y paramilitares dentro y fuera del Estado, en negocios “limpios” o no, aparecen ahora como deliberantes políticos. Esa es la verdadera empresa del gobierno de Uribe Vélez: una inmensa operación de limpieza. Para ello cuenta con el irrestricto apoyo del gobierno de Estados Unidos y de las trasnacionales estadounidenses22, que se han beneficiado durante décadas de esas configuraciones par21. La ley de tierras, aprobada por el Congreso colombiano en la legislatura del primer semestre de 2007 es una indicación de ello. 22. Recientemente se ha podido demostrar que transnacionales estadounidenses como Chiquita Brands y la Drummund han estado comprometidas con el apoyo y la financiación de grupos paramilitares.
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ticulares de la acumulación capitalista y del régimen político, y que han sabido hacer de la lucha contra el “narcoterrorismo” su mejor bandera de política exterior, para proyectar una estrategia de guerra contrainsurgente y convertir a nuestro país en una base de contención de las avanzadas del movimiento social y popular en América Latina.
La lucha social y popular La complejidad del proceso político y económico en Colombia se amplía, cuando se consideran las persistentes formas y expresiones de organización, las diversas modalidades de resistencia y lucha social y popular23, así como los proyectos políticos emprendidos por las organizaciones de izquierda, dentro y fuera de la organización institucional del Estado. Todo ello, pese al exterminio sistemático a que se ha visto sometido el movimiento social y popular, así como sus organizaciones sociales, sindicales y políticas. Al tiempo que, por una parte, la tendencia histórica de la acumulación capitalista y de las configuraciones del régimen político han producido un proyecto político y económico neoliberal, autoritario, que se organiza de manera “flexible” conjugando las reglas de la “democracia liberal” con estructuras criminales y mafiosas, en un contexto de guerra contrainsurgente, se aprecia, por la otra, una incesante lucha por la democratización de la sociedad en diversos niveles y a través de diversas formas, con desiguales y heterogéneos resultados. De ello dan cuenta, por ejemplo, las diferentes experiencias de proyectos políticos alternativos y, en particular, de los “gobiernos alternativos locales”, así como las proyecciones actuales de la izquierda colombiana en el orden nacional (y local) con el Polo Democrático Alternativo (PDA), de reciente creación (en 2006)24.
23. VÉASE, ARCHILA NEIRA, MAURICIO, Idas y venidas. Vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia 1958-2000, Bogotá, ICANH, CINEP, 2005 y Varios autores, 25 años de luchas sociales en Colombia 1975-2000, Bogotá, CINEP, 2002. 24. Sobre el proceso del PDA véase, GANTIVA SILVA, JORGE, “El proceso de unidad y las perspectivas del PDA. ¿Qué izquierda construir?”, en Revista Espacio crítico, no. 6, 2007, en www.espaciocritico.com
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pampa extendida Después de décadas de división y fragmentación, el PDA logró aglutinar en un proyecto de unidad de acción política a un amplio espectro de fuerzas políticas y sociales, con diferentes trayectorias históricas y diversos programas políticos, así como con variados entendimientos del significado de la izquierda y de las alternativas al capitalismo en la actualidad. Ese espectro abarca fuerzas que se mueven desde la tradición comunista, socialista y anticapitalista, hasta otras que se inscriben en las trayectorias de la socialdemocracia y de la “tercera vía”. Su trayectoria de desplazamiento va desde la izquierda hacia el centro. Su gran significado consiste en la reserva democrática que representa frente al fortalecimiento y la consolidación de los rasgos autoritarios del régimen político colombiano. Un balance de la corta existencia del PDA muestra que ha logrado constituirse en la principal fuerza opositora civil al proyecto de “seguridad democrática” de Uribe Vélez. En el pasado inmediato, con matices y diversos niveles de compromiso por parte de las organizaciones que lo integran, el PDA ha adelantado una importante acción parlamentaria, acompañada de la movilización de masas, en la lucha contra el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y la reforma al régimen de finanzas intergubernamentales que castiga severamente recursos a transferir a los gobiernos, destinados a la financiación de rubros importantes del gasto social. Así mismo, se ha erigido en factor clave de la aceleración de las tendencias a la crisis del régimen político, mediante la denuncia nacional e internacional de sus configuraciones mafiosas y criminales (y paramilitares), exacerbadas y legalizadas durante el gobierno del presidente Uribe Vélez. En lo inmediato, las posibilidades del PDA se encuentran ligadas a los resultados de la elección de gobiernos locales que se adelantarán en el mes de octubre de 2007. Como se puede apreciar, pese a las condiciones aparentemente adversas, en términos de la tendencia de la acumulación capitalista (profundización del proyecto neoliberal) y de las configuraciones del régimen político (fortalecimiento del autoritarismo), las posibilidades de la lucha por la democratización, en todo sentido, de la sociedad colombiana poseen actualmente importantes desarrollos. Los evidentes signos de crisis y descomposición del proyecto de la “seguridad democrática” pampa | 27 |
han abierto la opción para proyectos políticos alternativos en Colombia. El Polo Democrático Alternativo puede constituirse en esa opción. Ello dependerá en gran medida de sus propios desarrollos, de cómo sepa interpretar la dinámica de las luchas sociales y de clase, y de los contenidos que le imprima a la organización y la acción política. La posibilidad de alternativas políticas en Colombia no se agota en todo caso en una visión institucionalizada del poder, de “captura” del Estado; se encuentra también en el despliegue de la potencia del poder constituyente, en la producción de poderes contrahegemónicos dentro y fuera de la institucionalidad. | pampa
BIBLIOGRAFÍA REFERENCIADA • ARCHILA NEIRA, MAURICIO, Idas y venidas. Vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia 1958-2000, Bogotá, ICANH, CINEP, 2005 y Varios autores, 25 años de luchas sociales en Colombia 1975-2000, Bogotá, CINEP, 2002. • BARREDA MARÍN, ANDRÉS, “Los peligros del Plan Puebla Panamá”, publicado en Estrada Álvarez, Jairo (compilador), Dominación, crisis y resistencias en el nuevo orden capitalista, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Depto. de Ciencia Política, 2003. • BORÓN, ATILIO, “El mito del desarrollo capitalista nacional en la nueva coyuntura política de América Latina”, Argenpress, 2007. • DUQUE, MARTHA ALICIA, “La agenda oculta geoestratégica de la integración USA”, en Documentos Desde abajo, Bogotá, 2006. • ESTRADA ÁLVAREZ, JAIRO (editor), Plan Colombia. Ensayos críticos, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia en 2001. • (editor) El Plan Colombia y la intensificación de la guerra. Aspectos globales y locales, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2002. • FORGIONE, FRANCESCO, “Organizaciones criminales y capitalismo globalizador. Reflexiones a partir de la experiencia italiana”, en Jairo Estrada Álvarez (comp.), Sujetos políticos y alternativas en el actual capitalismo, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Fac. de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, 2003. • GANTIVA SILVA, JORGE, “El proceso de unidad y las perspectivas del PDA. ¿Qué izquierda construir?”, en Revista Espacio crítico, no. 6, 2007, en www.espaciocritico.com • GAVIRIA, JOSÉ OBDULIO, Sofismas del terrorismo en Colombia, Bogotá, Planeta, 2005.
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Los Olímpicos All the Olympians; a thing never known again. W.B.YEATS
A veces me gusta pensar que puedo pararme una vez más frente a mi vieja casa. Sí. Acá está la inmensa puerta verde. Nunca estaba con llave y se abría empujándola un poco. Tal cual. Se abrió. Ahora camino por el largo pasillo mientras me siguen, haciendo equilibrio por el muro, los gatos de nuestros vecinos. La segunda puerta es de metal y detrás de ella se abre el patio, las macetas con sus plantas, y las altas piezas donde se distribuían el comedor y los dormitorios. Sentada a la mesa, mi familia intacta me espera para comer. Mientras charlan y se sirven los platos, es obvio que decidieron pasar por alto que ya tengo 40 años y que desentono con estas ropas infantiles. Yo tampoco les digo que sé cómo van a terminar algunos de ellos. Para qué envenenar el almuerzo. Después, se desperdigan a la marchanta hacia las piezas del fondo.
por FABIÁN CASAS
Inquieto como siempre, a grandes zancadas, mi papá atraviesa el patio. ¡Tiene una gorra hecha con papel de diario! ¡Cómo me pude olvidar de eso! Salgo a la calle, la remera de banlon me pica en el cuello y los jeans con remiendos en las rodillas se sienten estrechos. Ahí, esperándome, brillosos bajo el sol primaveral, están mis amigos. Cuando me ven, abren el círculo de su corazón para que me pueda sumar. Sí, son ellos. Bien protegidos en las bajas temperaturas del inconsciente, están exactamente como los dejé: sobre la vereda de los setenta rien los olímpicos de Boedo; algo que no se volvió ver.
primavera 07 LOS TEXTOS que siguen debieron ser escritos en primavera. Lo fueron, en rigor de verdad, si es que el calendario es todo lo que cuenta para establecer coordenadas, para situar pertenencias temporales. Sin embargo y, a pesar de esa euforia fértil y un poco altisonante que campea por estos tiempos, han decidido ser empeñosamente sombríos, han decidido ampararse, para su bien, de ese calorcito tenue pero firme que los primeros albores estivales prometen, a veces con candor, a veces con malicia. No es que no alienten el optimismo, ni que rechacen la buena nueva o el sosiego. Pero resulta que son, al menos, desconfiados, y eso los obliga a correrse un poco, a espiar de costado, a esquivar eso que la mirada diáfana y pletórica de sol celebra y enarbola. Obstinados, insisten en señalar eso que, al menos a ellos, los incomoda y que aspiran a constituir en una falla, una discontinuidad, una malformación. Claro que sienten esa comezón tibia del calorcito prematuro, pero ellos prefieren el fresco seco de la penumbra, concientes de que, a veces, tanta luz, enceguece.
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Para la crítica de la democracia política* por MARIO TRONTI
Creo que precisamente ha llegado el momento de pasar a una crítica de la democracia. Estos momentos llegan siempre, llegan cuando las condiciones objetivas del tema se encuentran con las disposiciones subjetivas de quien lo mira, lo analiza. Ha madurado bajo este terreno un camino de pensamiento, que creo que lleva hoy a aprehender la crisis de todo un aparato práctico-conceptual. Porque cuando decimos democracia decimos esto: institución más teoría; constitución y doctrina. Y aquí, bajo estos términos, se instaura un vínculo muy fuerte, un nudo. Un nudo que no ata solamente estructuras político-sociales y tradiciones fuertes de pensamiento –las de la democracia son siempre tradiciones de pensamiento fuertes, incluso si la deriva de la práctica de la democracia muestra hoy un terreno débil–, sino que se estrecha también al interior de unas y de otras, de las estructuras prácticas y de las tradiciones de pensamiento. Porque se estrechan en la democracia, en su historia, una práctica de dominio y al mismo tiempo un proyecto de liberación, que se presentan siempre juntos, copresentes. En algunos períodos –períodos de crisis, de estado de excepción– estas dos dimensiones se enfrentan, en otros –como en el actual, un estado fundamentalmente de normalidad– se integran. Y estas dos dimensiones, práctica de dominio y proyecto de liberación, no son dos caras de la democracia, son una sola cara, bifronte. A veces, precisamente, se ve más una, otras veces se ve más la otra, según cómo la relación de fuerza entre lo alto y lo bajo de la sociedad se instaura, se dimensiona, se constituye. Creo que en este punto la relación de fuerza se ha desequilibrado de tal manera hacia un lado –el lado adverso a nosotros– que no se ve más que una sola cara. Este es el motivo por el cual la democracia no es más lo mejor de lo peor, sino que es lo único que existe.
* Extraído de Guerra y democracia, Ed. Manifiesto libri, Roma, 2005. Traducción de Emilio Sadier.
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Cortar el nudo Si este es el nudo, mientras en el pasado hemos intentado desatarlo, ahora me parece que ha llegado el momento de cortarlo. Y sobre esto, entonces, se dimensiona la crítica de la democracia, y asume un carácter muy radical. Esta específica crítica de la democracia que aquí presento tiene un padre, el obrerismo, y una madre, la autonomía de lo político. Y es una hija mujer, porque el pensamiento y la práctica de la diferencia han anticipado esta crítica con la puesta en cuestión del universalismo del demos, que es la otra cara del carácter neutro del individuo, y con aquel “no crean que tienen derechos” que no es más dirigido al individuo, sino al pueblo. Existe en la democracia una vocación identitaria hostil a la declinación de cualquier diferencia, y a cualquier orden de la diferencia. Tanto el demos como el kratos son entidades únicas e unívocas y no duales, no escindidas y no escindibles. La democracia, como es sabido, presupone una identidad entre soberano y pueblo: pueblo soberano, soberanía popular, como dice la doctrina. A esta identidad entre soberano y pueblo se ha respondido, en el siglo XIX y luego sobre todo en el XX, con una suerte de espíritu de escisión dado por la sociedad dividida en clases, que ponía el dedo en la falsedad ideológica de esta identidad, mejor dicho, ponía en crisis precisamente su estructura conceptual. En esa fase la misma división de los poderes, dentro de un aparato que intentaba el gran pasaje del liberalismo a la democracia y luego a la conjunción de liberalismo y democracia, se ha revelado, precisamente, como una máscara, máscara de unidad del poder en manos de una clase. Es desde aquí que se necesita volver a partir para seguir, genealógicamente, el camino de conclusión [CLAUSURA] de la democracia, en el pasaje del pensamiento a la historia. Hablo de la democracia real, en el mismo sentido en que se ha podido hablar del socialismo real. El socialismo real no indicaba una realización particular del socialismo que dejaba abierta la posibilidad de otro socialismo, aquel ideal, porque el socialismo se ha encarnado de tal forma en aquella realización que ya no existe una recuperación posible del orden simbólico que era evocado por esta palabra; no es posible despe| 34 | pampa
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primavera 07 garla de la realidad que la ha encarnado. Lo mismo me parece que se puede decir de los sistemas democráticos contemporáneos, que no deben ser leídos como la “falsa” democracia frente a la cual sabríamos o deberíamos tener un “verdadera” democracia, sino como la adaptación de la forma ideal, o conceptual, de democracia: también en este caso, es imposible salvar este concepto de su efectiva realización. Y, al contrario de lo que se piensa, hoy –no en el pasado, no en sus teorías, sino en esta realización– la democracia se ha vuelto una idea débil. Tanto es así que “democracia” es un sustantivo que necesita siempre adjetivos calificativos; efectivamente, hoy se dice democracia liberal, democracia socialista, democracia progresista, incluso democracia totalitaria. La democracia tiene problemas con la libertad. Si es verdad que la democracia real se configura como democracia-liberal, y que ésta ha sido finalmente la solución victoriosa, es precisamente este binomio que ata juntos libertad y democracia lo que debe ser atacado críticamente. Se trata de descomponer y contraponer los dos términos –libertad versus democracia– porque tanto la democracia es identidad como la libertad es diferencia. Entonces, el problema de la democracia debe ser abordado desde dos lados: una crítica desconstructiva de la democracia tiene que acompañarse de una teoría constructiva, o sea, una teoría fundadora o refundadora de la libertad, del concepto o de la práctica de la libertad.
Schmitt y Kelsen Me meto en el siglo XX, pongo los pies en aquel siglo y desde allí miro hacia atrás y hacia delante y de allí no me muevo y no tengo intención de moverme. Entonces sobre este tema los autores que vuelven a mí son Kelsen y Schmitt, que extrañamente en el mismo período –Kelsen en el ’29 en La democracia y Schmitt en el ’28 con La doctrina de la constitución– si bien opuestos por completo se unen en el fondo en la crítica de la democracia, o mejor en el develamiento del enigma democrático. Kelsen dice: “La discordancia entre la voluntad del individuo –punto de partida de la exigencia de pampa | 35 |
libertad– es el orden estatal, que se presenta al individuo como una voluntad extraña e inevitable. La protesta contra el dominio ejercido por uno que es similar a nosotros, lleva en la conciencia política a un desplazamiento del sujeto del dominio que es inevitable incluso en un régimen democrático, vale decir, lleva a la formación de la persona anónima del estado. El imperium parte de esta persona anónima, no del individuo como tal, de esta persona anónima del estado. Las voluntades de las personalidades individuales liberan una misteriosa voluntad colectiva y una persona colectiva hasta mística”. Análogas son las consideraciones de Schmitt: “La democracia es una forma de estado que corresponde al principio de identidad; es la identidad de los dominados y de los dominantes, de los gobernantes y de los gobernados, de aquellos que mandan y de aquellos que obedecen. Y la palabra identidad es útil en la definición de la democracia porque indica la completa identidad del pueblo homogéneo, este pueblo existente con sí mismo en cuanto unidad política sin más necesidad de ninguna representación, porque precisamente se autorrepresenta”. Es sobre esta autorrepresentación que la democracia se vuelve un concepto ideal, porque indica, dice Schmitt, “todo lo que es ideal, todo lo que es bello, todo lo que es simpático. Identificada con el liberalismo, con el socialismo, con la justicia, la humanidad, la paz, la reconciliación de los pueblos, entre los pueblos”. La democracia –decía otra bella frase de Schmitt– “es uno de esos complejos peligrosos de ideas en que no se pueden más distinguir los conceptos”. Aquí está, este es el enigma democrático. El punto es por lo tanto la democracia no como forma de gobierno sino como forma de estado, aquella cosa que se llamaba estado democrático, que ha tenido una evolución en el siglo XX bajo el maridaje entre revolución obrera y gran crisis, relación decisiva para la historia posterior del capital así como vive hoy a nivel mundial. A través del estado social ha existido una suerte de gradual proceso de extinción del estado, no completado pero en esta fase en un buen punto, acelerado además por los procesos de globalización. El análisis de la red del dominio mundial confirma este pasaje. | 36 | pampa
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primavera 07 Una tesis que deseo sostener es que el capitalismo, a medida que se desarrolla, se vuelve cada vez más y cada vez menos sociedad burguesa. “La sociedad burguesa” parece un término vencido, obsoleto, pero creo que tiene un retorno de extrema actualidad. Precisamente en el sentido en que ha partido como bürgerliche Gesellschaft, o sea como sociedad civil y sociedad burguesa al mismo tiempo. Toda la reciente historia del siglo XX, luego de los años ’70 del movimiento y del feminismo, y todo lo acontecido como respuesta a ellos, se puede leer en la clave de una recuperación de la hegemonía capitalista a través del retorno de la figura del burgués. Hasta el hecho que caiga la distinción-contraposición entre bourgeois y citoyen, porque este último es recuperado en aquel. Es el encuentro, esto sí de características memorables, entre homo oeconomicus y homo democraticus. Los espíritus capitalistas han hecho propio a este sujeto que es el animal democraticum. Existe esta figura ya dominante, el burgués-masa, que es el verdadero sujeto interno a la relación social. No podrá existir una real y eficaz crítica de la democracia sin una gran inmersión antropológica, antropología social pero también antropología individual, también aquí en el sentido del pensamientopráctica de la diferencia.
Imaginario neocons Y aquí es necesario dar mucha importancia al imaginario y a lo simbólico. Mucho se juega en este terreno, hay que ver cómo es jugado en este terreno el mito que retorna –y regresa de los EEUU hacia nosotros– de la sociedad de propietarios. Viene precisamente desde la Norteamérica de Bush y de los neocons, desde este interesante episodio de revolución conservadora que es muy preciso tener bajo observación. Por otra parte, la democracia es siempre “democracia en América”; y los EEUU han siempre exportado la democracia con la guerra. Nos maravillamos que lo hagan ahora, pero lo han hecho siempre, incluso en Europa. Al contrario de cuanto se siente alrededor, sobre todo en la opinión común progresista, niego que la fase actual tenga una pampa | 37 |
centralidad en la guerra. Me parece que este énfasis actual en la dicotomía paz-guerra es totalmente desmesurado. Las guerras viven todas en los confines del imperio, en sus fallas críticas, pero el imperio a su interior está viviendo una nueva paz, no sé si será incluso la de los cien años. Y es en esta condición de paz interna y guerra externa que la democracia no sólo vence sino que aplasta. Para entender su potencia es necesario definir su base de masas. La democracia de hoy no es el poder de la mayoría sino el poder de todos. Es el kratos del demos, en el sentido de que es el poder de todos sobre cada uno. Porque es precisamente el proceso de homologación, de masificación de los pensamientos, de los sentimientos, de los gustos, de los comportamientos, lo que se expresa en esa potencia política que es el sentido común. El sentido común, cuando se vuelve de masas y se encuentra con el buen sentido y construye este orden simbólico democrático, hace verdadero un poco eso que decía Marx cuando sostenía que la teoría se vuelve una fuerza material cuando es apoderada por las masas: también el sentido común se vuelve fuerza material cuando se hace masa. Y esta masa se reúne y se reunifica no tanto alrededor de los bienes como de los valores, y es necesario lograr definir y entender cómo podría resquebrajarse esta forma de masa. Porque el cuerpo del rey al menos era doble, porque había aun sacralización del poder. Hoy, en cambio, con la secularización del poder, el cuerpo del pueblo es único, y unívoco. (...) Veo en resumen esta suerte de biopolítica de masas, en la cual la singularidad es concedida en lo privado pero es negada en lo público. Ese común del que se habla hoy, ese en-común parece ya estar totalmente ocupado por esta suerte de autodictadura, por esta especie de tiranía sobre sí mismo que es la forma contemporánea de esa genial idea moderna que ha sido precisamente la servidumbre voluntaria. Luego de la decadencia de las gloriosas jornadas de la lucha de clases, no ha vencido ni el gran burgués ni el pequeño burgués que hemos siempre odiado. Ha vencido el burgués medio. La democracia es esto: no es la tiranía de la mayoría, es la tiranía del hombre medio. Y este hombre medio hace masa dentro de la categoría nietzscheana de los últimos hombres. | 38 | pampa
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primavera 07 La democracia es antirrevolucionaria porque es antipolítica. Existe un proceso de despolitización y neutralización que la invade, que la empuja, que la estabiliza. Y esta antipolítica de la democracia es el punto que tomo como filiación de toda aquella fase que he llamado “la autonomía de lo político”. Por otra parte, leo empíricamente este dato en la conquista y en la gestión del consenso con el que luego prácticamente se identifican los sistemas políticos contemporáneos. Ya los llamo no sistemas políticos sino sistemas apolíticos. La sociedad occidental está dividida no ya en clases, en aquella antinomia del pasado, sino en dos grandes agregaciones de consenso, de igual consistencia cuantitativa: en todos los países occidentales este consenso, de los EEUU a nosotros, cuando se hacen las cuentas finalmente resulta 49 a 48, o 51 a 50. El consenso, en suma, es dividido en dos, ¿por qué? Porque por un lado existen pulsiones burguesas reaccionarias, y por el otro pulsiones burguesas progresistas. Pulsiones, esto es reflejos emotivos, imaginarios simbólicos, todos movidos y gobernados por las grandes comunicaciones de masas. Por un lado el conservadurismo compasivo, por el otro lo políticamente correcto. Estos son los dos grandes bloques, la alternancia de gobierno que ofrecen los sistemas apolíticos democráticos.
Crítica elitista En esta condición no hay posibilidad de ser ni de hacer mayoría. Es necesario afirmarse en una condición de minoría fuerte e inteligente. Desde hace tiempo vengo sugiriendo, sin gran escucha, la necesidad de revisar la gran estación teórica de los elitistas. Ellos son los únicos que han formulado una crítica de la democracia antes de los totalitarismos. Y si esa crítica de la democracia hubiese sido tenida en cuenta, quizás una corrección de los sistemas democráticos no habría permitido la era de los totalitarismos. La de los elitistas fue una crítica de la democracia no desde el punto de vista del absolutismo. Aquí, en este punto, la filiación en cambio es la del obrerismo, y paso a aclarar esta afirmación que no parece clara. Pensando y repensando, me parece entender que la clase obrera pampa | 39 |
ha sido la última gran forma de aristocracia social. Minoría a mitad del pueblo, sus luchas han cambiado el capitalismo pero no han cambiado el mundo, y la razón de esto está lejos de ser entendida, pero lo que se entiende bien es cómo el partido obrero se ha vuelto luego partido de todo el pueblo y cómo el poder obrero, allí donde ha existido, se ha vuelto gestión popular del socialismo, perdiendo por esta vía la carga destructiva antagonista. Y esto ha sido uno, no el único, de los elementos que han hecho posible la derrota obrera. Concluyo, No sé si la multitud puede entenderse como una aristocracia de masas, si fuese así estos discursos irían en cierta medida a encontrarse y entonces esta obra de reconstrucción podría dar lugar a un nivel superior. Pero sé también que si las condiciones que hemos descrito permanecen, el sujeto se enmaraña dentro de esta red. Si la multitud permanece enmarañada en la red de la actual democracia real, creo que no logrará salir de modo resolutivo de la red del poder neoimperial. Una característica contemporánea del Imperio es efectivamente la de ser un Imperio democrático. Si no se ponen en crisis estas condiciones, el propio sujeto no conseguirá maniobrar políticamente de manera eficaz, aquí dentro, con una red alternativa, para otra posible ruptura histórica. | pampa
MARIO TRONTI Militante del Partido Comunista Italiano durante los años cincuenta, fue fundador, junto con Raniero Panzieri, de la revista Cuadernos Rojos, de la que se separó en 1963 para fundar la revista Clase Obrera, de la que fue director. Este proceso lo llevó a alejarse del PCI y a fomentar la experirncia radical de lo que el denominó “obrerismo”. Tal experiencia, considerada por muchos la matriz de la nueva izquierda italiana de los años sesenta, se caracterizaba por poner en discusión las organizaciones tradicionales del movimiento obrero –partido y sindicato– y conectarse directamente, sin intermediaciones, con la clase en sí y a sus luchas de fábirca. Influido filosóficamente por la obra de Galvano Della Volpe, que lo había alejado del pensamiento de Antonio Gramsci, o al menos de su versión oficial difundida por el PCI, Tronti se dedicó como estudioso a la formulación de un pensamiento político que, uniendo la teoría con la práctica, renovase el marxismo tradicional y constribuyese a reabrir la vía revolucionaria en occidente.
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El or den democ rát ic o por EMILIO SADIER
La pregunta de este ensayo parece simple: ¿Cuáles son, hoy, las condiciones de incorporación de la democracia –como concepto y como práctica– en el horizonte de un proyecto de transformación social? La pregunta parece simple –es simple, en realidad, aunque sea necesario explicitar sus elementos, en todos los casos expresivos de una posición precisa. El hoy –un tiempo, una época con sus modos, tendencias, sentidos comunes; el horizonte –un espacio, o bien el punto que encontrándose con nuestra mirada ayuda a definir un territorio de pertenencia y de acción; un proyecto de transformación social –es decir, una intencionalidad política, en nuestro caso circunscripta y a la vez abierta a la posibilidad de que lo común se exprese y se potencie, individual y colectivamente. Por último, y a tener en cuenta en tanto elementos vertebradores, la democracia y sus condiciones: ambas indeterminadas, lábiles, ambiguas –¿qué decimos cuando hablamos de “democracia”? ¿qué dice quién en cada caso en que la palabra “democracia” se pone en juego? ¿Cuál es la frontera entre “condición” y “condicionante”, entre posibilidad y límite?
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El hoy, Argentina 2007. Fin de la primavera, momento post-eleccionario. O bien, preludio de un verano. En todo caso, diciembre. Diciembre, en clave política, tiene múltiples declinaciones en la historia reciente de nuestro país: es el mes en que se recupera la democracia, en 1983, con la asunción de Alfonsín; quedando establecido el 10 de diciembre como la fecha de traspaso de mando del gobierno nacional –cosa que no llega a cumplirse en el ‘89–, hubieron también fines y comienzos de mandato en 1995 –de Menem I a Menem II–, en 1999 –de Menem II a De La Rúa–, y así quedará también en la historia este diciembre de 2007, con el cambio de mando de
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Kirchner (que es Néstor) a Fernández (que es Cristina y también Kirchner, por razones civiles, que también políticas). Es el 9 de Diciembre de 1985 que se dictan las sentencias a los comandantes de la Junta Militar. Pero es también diciembre justo un año después, en la nochebuena del ‘86, que el Congreso Nacional aprueba la Ley de Punto Final; al igual que las vísperas del fin de año de 1990, que son recordadas por la firma de los indultos que beneficiaron a aquellos mismos comandantes de la dictadura. Ambivalencia de Diciembre, entonces. Hay, sin embargo, otros dos diciembre claves desde los que pensamos –o deberíamos pensar– la relación entre democracia y proyecto de transformación social. El primero es obvio, cercano, indiscutiblemente nuestro: decir 19 y 20 es sólo una condensación, posiblemente reduccionista, de lo que significó –y sigue significando, mal que le pese a muchos– ese diciembre del 2001, el conjunto de aquel año y los meses que se abrieron hacia el 2002. El otro Diciembre es quizás menos obvio, seguramente porque es algo más lejano en el tiempo y fundamentalmente porque su constitución es en forma de negativo: porque diciembre de 1976 –más exactamente, el domingo 12– era la fecha elegida para realizar elecciones generales. “El 24 de marzo de 1976”, dice Rodolfo Jorge Walsh en la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, “derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron”. Es significativo, ya que es bien conocida la puntillosidad con que redactó la carta, que Walsh no coloque la palabra “democracia” en ella. En cambio –y en dos ocasiones–, “la posibilidad de un proceso democrático”: la democracia en proceso, frente al “Proceso de Reorganización Nacional”; democracia como posibilidad popular absoluta de remedio de los males sociales, más allá de gobiernos y mandatos transitorios. A no equivocarse: la de Walsh no es una oposición simple entre “democracia” y “dictadura”. Es la construcción de la demo| 42 | pampa
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primavera 07 cracia como un arma afilada y precisa en manos del “pueblo” –la clase trabajadora, que de eso se trataba en gran medida: proceso democrático popular opuesto tanto a la dictadura como a la democracia representativa liberal. Sabemos también la posición de Walsh posterior al golpe, en cuanto a retomar la estrategia de la resistencia peronista como forma de repliegue y a la vez de confrontación en las nuevas condiciones sociales: podemos inclusive suponer contrafácticamente el devenir de la democracia en esa clave donde “la vuelta” sería posible, más que nunca, a través de exasperar la capacidad de creación de sentido y eludiendo cualquier tipo de mediación. Lo importante, sin embargo, es aprehender la imagen de ese Diciembre, aun en la plenitud de su ausencia –y aun más allá de la materialidad de la derrota: posibilidad de un proceso democrático– y reflexionar acerca de qué trazas de esa imagen clausurada –liquidada– aun refracta sobre nuestro presente. El horizonte, como se dijo, constituye junto a nuestro punto de vista el campo, el territorio que reconocemos como propio. Pero, al mismo tiempo, se nos presenta como umbral de lo que está más allá de nuestra visión, lo invisible. Ese territorio, nuestro, pareciera ser “democrático”, indiscutiblemente “democrático”. Ahora, ¿qué tipo de democracia? Evidentemente no es aquella en la cual “el pueblo remedia los males” de la que hablaba Walsh: del ’76 al ‘83, si bien la recuperación vino al ritmo de “con la democracia se come, con la democracia se cura, como la democracia se educa” alfonsinista, existe un hiato insalvable que, si bien no descalifica la recuperación democrática, la coloca en un lugar diferente. Mirada casi un cuarto de siglo después, la deriva de esa democracia postdictadura no sólo se revela como hija directa del liberalismo moderno –en el que el radicalismo ya estaba hacía décadas sumido sin posibilidad de revisar su propia genealogía yrigoyenista de vertiente popular–, sino que además se demuestra irremisiblemente quebrada: la salida del gobierno de Alfonsín en medio de un golpe económico es, más que un fracaso político partidario, la señal de que esa forma de democracia liberal representativa ya era inadecuada para los “nuevos tiempos”. En este sentido, no es para nada anecdótico el llamado “pacto
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de Olivos” que negocia en 1993 la reforma de la Constitución: de ahí en más, el horizonte de la democracia –en su formulación actual, está claro– como lo único posible pareciera ser el de la consolidación de un correlato político-institucional al formidable impulso que el capitalismo ha tenido durante las últimas tres décadas –impulso surgido de la victoria sobre el trabajo a nivel mundial, vale la pena recordar: la creación, entonces, de un orden democrático, que reemplaza y releva al par democracia-dictadura en clave liberal-moderna desplegados casi sin interrupción durante todo el siglo XX. Llegado acá, es necesario aclarar: hablar de un “orden democrático” no es linealmente hacer un juicio valorativo ni ideológico; intentamos con este concepto dar cuenta de las transformaciones que se vienen produciendo tanto a nivel institucional como de las percepciones y prácticas que están en torno la experiencia democrática tal como en términos generales viene apareciendo –y siendo a la vez representada– a nivel social. Si bien es cierto que pensar en “orden democrático” y no en simple “democracia” es lo que nos permite entender, en su cruda materialidad, cómo alguien como Luis Abelardo Patti pueda aparecer públicamente preocupado por la democracia, y enunciar frases del tipo “yo creo que [para] instalar la democracia definitivamente todavía hay que trabajar mucho”1, o que alguien como Jorge Omar Sobisch pueda escribir, con ademán republicano, “el problema no se resuelve acudiendo a las trampas, a los vacíos legales o al autoritarismo: se resuelve con actitud política, con más democracia para alimentar la eficacia de la democracia”2. Que ciertamente podrían ser muestra de una excelente capacidad de la sociedad argentina de exhalar efluvios democratizadores hasta el más recóndito rincón de su suelo, si no fuera porque dichas presencias y sus enunciados se miden por las ausencias y los silencios de sus víctimas. La existencia –e insistencia– de tales sujetos y la legitimidad de sus voces (aun cuando sean puestas en discusión) en el campo político marcan un punto de anclaje totalitario que no puede leerse simplemente como “rémoras del oscuro pasado”. Por el contrario, demuestran cómo el orden democrático puede en cada momento declinarse como “democracia del orden”.
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1. Declaraciones en el programa “Todo al aire”, Emisora Del Sol, Mar del Plata, 10 de Octubre de 2005. http://www.fmdelsol.co m.ar/index.php?name= News&file=article&sid =1234 2.Jorge Omar Sobisch, “La importancia de la división de poderes”. http://bolsonweb.com.a r/diariobolson/detalle.p hp?id_noticia=8188
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primavera 07 Podríamos encontrar muchos ejemplos similares, en los cuales la concepción actual de lo democrático incluye, implica o soporta situaciones impensables en otros momentos –la escandalosa pobreza e indigencia, la precariedad, la impunidad, la desigualdad social– tranquilizar la conciencia con ponerlas del lado “malo” en tanto errores, límites o paradojas puede ser un bálsamo momentáneo que sin embargo nos condena al posibilismo; asumirlas como el signo de un problema puede, en cambio, permitirnos recuperar iniciativa analítica, crítica y política. Lo interesante del orden democrático es, más allá de las formas institucionales que fue lentamente constituyendo a lo largo de los últimos quince años –que ameritarían otro acercamiento y nivel de indagación, mucho más allá de estos párrafos–, son las bases expresivas sobre las cuales se asienta a nivel social. Vale la pena aunque sea enunciarlas: primado de la opinión sobre la decisión; mediatización de la participación social; destitución de la oposición clase media-sectores populares a favor de la constitución de una “clase mediática” sujeto de lo democrático; devaluación de las relaciones constituidas a través de la dupla ley-norma y explotación de las dinámicas alrededor del par rito-rutina; producción de relaciones de empatía en reemplazo de las relaciones de representación; utilización del consenso como legitimación de la desigualdad, a la par de una progresiva atención a la gestión de las minorías; despliegue de un orden del desprecio... La lista podría seguir, pero es meramente demostrativa y está a la espera de un mayor desarrollo crítico. En esto, así como en general, hay que resguardarse del sentido común: fácil sería ponerles los motes de “neoliberales”, “conservadoras” e incluso “menemistas”, ya que ciertamente el proceso de constitución del orden democrático se asienta en los ‘90. Ahora, ya teniendo una cierta perspectiva histórica sobre aquella década –hoy, Argentina 2007–, podemos ensayar una hipótesis: los ‘90 fueron, institucionalmente, un pasaje entre el fin de la democracia liberal y la constitución del orden democrático. En tal sentido se los puede pensar como el fin de la demolición y la construcción de las bases con los escombros de lo caído, donde lo fundamental no son tanto los niveles de institucionalización conseguidos como el nivel práctico, experiencial, que se dio a
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3. Agencia Télam, “Filmus contra ‘Gran Hermano’ ”. www.lavoz.com.ar/nota .asp?nota_id=45024 4. KAUFMAN, ALEJANDRO, “A propósito de GH y la TV basura”, Página/12, 13 de mayo de 2007. http://www.pagina12.c om.ar/diario/suplementos/espectaculos/86341-2007-05-13.html
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partir de la destitución de lo existente. La crisis de representación, así y como ejemplo privilegiado, no necesitó tener una resolución positiva en el corto plazo –por el contrario, se llegó al 2001 con la puesta en abismo de dicha posibilidad– como para sí instalar todo un conjunto de valoraciones, esquemas de acción y experiencias que, desarrollado y desplegado en el tiempo, daría sus frutos luego inclusive impugnando ideológicamente su propia matriz política. El interés actual por catalogar los ‘90 en términos negativos confunde, si no soslaya y oculta, esta base expresiva y fundante del orden democrático actual. Como muestra, un botón: sorprende que alguien tan atento e informado como Daniel Filmus haya, durante la campaña de una de sus candidaturas, criticado al programa Gran Hermano diciendo que “jugó un papel en la Argentina de los ‘90 respecto de que era una metáfora de lo que estaba pasando en la sociedad, que estaba expulsando gente y se marginaba”3. Si bien es cierto que muchos de los elementos y valores en funcionamiento en GH y otros reality shows tienen una genealogía en la hoy “segunda década infame”, no puede dejar de destacarse que GH se transmite en Argentina ¡...desde 2001! No podemos más que estar de acuerdo con la idea de que GH funciona en términos de metáfora de una sociedad expulsiva; inclusive es sugestivo pensar los aspectos ya no ilustrativos sino pedagógicos que un producto como GH tiene, en términos muy precisos, en cuanto a la actualización de la experiencia democrática en clave contemporánea –quiénes y cómo se vota, bajo qué reglas, quién pone las reglas, cuál es el carácter del voto, cómo juegan las opiniones, los rumores, la relación entre lo visto y lo no visto, qué lugar tienen los “intelectuales”: en fin, todo el andamiaje del juego democrático con sus largos etcéteras. Ahora bien, es imprescindible notar, como lo hace Alejandro Kaufman en un ensayo reciente, que “GH es como la Coca-Cola, producto genuino del capitalismo”4. Y ser precisos: de un capitalismo absolutamente contemporáneo, de un orden que, si seguimos las fechas, ve la luz en 2001 y hoy, 2007, tiene mucho más rating que en aquel momento inaugural.
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Retomando, ¿qué condiciones de incorporación de la democracia, como concepto y como práctica, existen noviembre 2007 | nro.3
primavera 07 en las condiciones del actual orden democrático? Evidentemente, poco puede ser dicho categóricamente, mucho debe ser experimentado, una buena parte debe ser recuperado y recreado en las nuevas condiciones sociales. Sí es posible ensayar algunas sospechas: es posible que el orden democrático no se asiente sobre la representación tal y como se la entendía en términos modernos; es posible que, en la discusión del orden democrático, arrecien las acusaciones de anti-democratismo, con natural violencia; es posible, sin embargo, que la brecha que abre la relación entre orden democrático y desigualdad social permita tensar la cuerda y reintroducir con más fuerza a nivel social una concepción democrática alterativa; es posible que la inteligibilidad de la Argentina se de, en estos tiempos, entre las disputas al interior del orden democrático y la posibilidad de abrir, en la superficie de lo social, procesos democráticos que pongan en jaque dicho orden. Lo que sí son seguras son ciertas claves, a la vez analíticas y organizativas: ante la naturalización del orden democrático, la ruptura y discusión del orden como problematización de sus sustentos materiales y conceptuales, des-naturalización y reapertura del sentido de la democracia; ante el orden democrático como “gobierno de la primera minoría”, como “gobierno de los expertos”, como “gobierno del consenso”, oponer, haciéndose cargo de la tensión y el desafío que esto implica, la democracia como gobierno “de todos”, apostar a la democracia como “gobierno de cualquiera”, retomar la clásica etimología por la cual la democracia significa, en términos absolutos y sin mediaciones, “gobierno del pueblo”. | pampa
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Para saber ent rar hay que saber salir por KARINA ARELLANO
El 2007 fue un año de contiendas electorales en el mapa nacional. Para algunos, el mismo expuso a la política a una suerte de excepción, un paréntesis con gusto a diciembre, una perturbación como sensación dominante, una inercia que se configura en los momentos donde algo debiera pasar y “no pasa nada”. Para otros, fue tiempo de una cruzada politizante, operaron el apuntalamiento del Estado político con intenciones populares, defendieron la institucionalidad de orgánicas vaciadas, el patriotismo vuelto hacia el Estado.
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1. El progreso modernista y lo estadista ejemplar, como usinas de la soberanía fueron parte de una ilusión que hoy podrá reclamar el simulacro del mito republicano para sobrevivir a hechos terribles que necesitan recuperación moral pero, paradójicamente, ya no podrán servir de objeto de amor necesario para enfrentar un nuevo desconcierto. La vida moral no sale de su aniquilación a través de un Estado garante de democracia. No es novedoso, pero vale la pena repetirlo, cuando el patriotismo se vuele hacia el Estado deja de ser popular. Pampa I, pág. 83, 2006. Buenos Aires.
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Parto, abusándome de la complicidad y el respeto, de una sospecha. Hay una frase que fue tironeándome hasta allí hasta volverse descomposición de todo posible aspecto político: “un voto a favor del voto”. Esa frase en sí misma mostró al desnudo una operación dudosa de sentido o con el más amplio sentido de la planicie. Sospecho que las palabras del “retorno a lo político” vienen a instalarse como gesto desesperado, reiteración hasta el hartazgo de aquello destituido de la política, su relato. Sin duda, se restituye el relato de la democracia como elemento básico de homogeneidad retórica inapelable ante un pasado de terror. Pero el recurso puesto a disposición de nuestro tiempo alcanza su estatuto de maquinaria anónima que por momentos da la impresión de funcionar automáticamente, sin pasión, sin intenciones singularizadas –especie de reposición de la sofisticación del mal por parte de la banalidad del bien–. “Cuando la democracia funciona es aburrida” dice González Oro a la electa presidente y ella asiente. Así, sencillamente, la máquina funciona y lo hace más allá de los sujetos, devenidos meros pretextos para mantenerla aceitada. Sospecho del patriotismo vuelto hacia el Estado1. No me anda noviembre 2007 | nro.3
primavera 07 cerrando el cómo esta espesa capa de operaciones mediadoras entre el tránsito de época y los acontecimientos políticos no arriesga a salir de supuestos adecuados a determinadas situaciones históricas perimidas. Existe una cuestión que remite al equivalente general indispensable para la contabilidad de los universales. En la homogeneización del mercado político actual la masa sígnica de “intereses de los sectores populares” y la “apertura de agenda pública”, sospecho, no logra sustraerse de esa instrumentalidad de origen directamente económico –¿hace falta aclarar aquí que existe un mercado simbólico?–, más que político. En esa circulación de mercancía inmaterial la maquinaria estatal disuelve la particularidad de objetos y sujetos, “el hambre de amar algo de carne y hueso”2, también queda disuelto en las lógicas de la oferta y demanda. Sospecho del mote vanguardista, euro-centrista o toninegrista para aquella palabra que se distancie de las reivindicaciones del “Estado popular”. Salvo que uno crea que los mitos nacionales, sus gestas sanmartinianas, no han respondido al propósito de moldear la realidad nacional de acuerdo a un ideal político conforme a la razón moderna, europea, blanca e ilustrada; la eurocentralidad no puede ser discutida como una sencilla adopción sino como una compleja instancia constitutiva. El reduccionismo a autor siempre me ha parecido una carta baja en la partida del debate serio. Más allá de esa manía personal, parece necesario aclarar que muchos de los que han debatido arduamente la postura de Negri tampoco comulgan con la razón populista a la hora de pensar la política nacional ya que no se permiten asfixiar sin previa reflexión la tradición crítica a Charles Maurras y sus consecuentes efectos de totalización en la política republicana; la ejemplar relación benjaminiana que subrayó hasta qué punto la cadena de montaje de producción capitalista puede ser tomada como matriz metafórica de supresiones sociales; la cosmovisión de Astrada donde la nación Argentina muestra su aspecto más vital, orgánico, terrenal. Por nombrar algunos autores de la mejor estirpe crítica. Por último, “retro-guardia” sería una forma más audaz de comenzar a nombrar una crítica incomprensiblemente conservadora para el inventario de carencias verbales al que acudimos.
2. WEIL, SIMONE, Echar raíces, Editorial Trotta 1996.
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Se podría concluir en que si el universo entero queda reducido a la medida de la política o la no-política el totalitarismo en cierta forma también triunfa en toda su línea. Pero esa certeza gratamente se descompone ante el sencillo relato de un viejo Papa Noel rumano que recuerda el 22 de diciembre de 1989 en el film Bucarest 12.08: “el día de la revolución discutí con mi esposa/rompí una ventana del botánico y robé tres magnolias espléndidas.../me encanta su sonrisa”. Magistral y tempranamente, la película anticipa sin pretensión estetizante, alguna condición filosófica: para retrotraer al universo a una unión radical entre sujeto y objeto, comunidad, relato y nación, la omnipotencia de la política es desbordada por la particularidad, lo incalculablemente cualitativo y sensible. En varias oportunidades de esta primavera 2007, se calificó a este tipo de film como anticomunista o des-politizante. Aquí se considera que la estructuración de un enunciado mediado y sostenido por la acción amorosa no deviene una despolitización ni una denuncia conspirativa ante la discusión moral sobre la revolución. Sino la aparición inteligente y cauta de su problema medular: la institucionalidad que hizo desaparecer al sujeto en su afán de movilizar a buena parte de la sociedad a favor de la representación del Estado o la Revolución.
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Bucarest 12.08 es un film sobre la relación vital de la política con su sujeto de acción. Existe una tensión ya no sumergida en su propio destino sino más bien transitable, palpable y plena de humor, en los tres hombres que ocupan la pantalla. Un humanismo cómplice que rescata ese momento donde cualquier discusión política termina para desnudar al sujeto que la sostiene, sus sueños, sus vicios e ilusiones. Son bueno tipos, “se equivocan como todos”, nadie debe desquitarse con ellos. En Bucarest 12.08 el film del rumano Corneliu Porumboiu, opera la compasión como modulación política del hombre para con el hombre. Señala subjetividades permeables a un sistema de representación astillado que encuentra re-escenificación en la celebración de los 16 años de la caída del comunismo en Bucarest bajo la cuestión de si hubo efectivamente o no revolución. Tres figuras se recortan claramente en el fondo estático de la | 50 | pampa
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primavera 07 Plaza –centro de la ciudad, lugar del acontecimiento “revolucionario”–, y exponen las entradas y salidas a escena del guión actual de la política. Por un lado, una subjetividad apegada a la tardo moderna pretensión objetiva de recrear política bajo las normas de un guión televisivo. Un periodista que cree revivir el mito “democrático” desde la mera administración de la opinión. Por otro lado, aquella subjetividad que habiendo comprendido y adherido al ideal revolucionario, es la única capaz de poner en escena el desgarrado final de un sueño. La figura de ese profesor de historia que construye figuraciones mítico-revolucionarias en sus noches de vodka, es el lugar de la poesía sobre una sucesión de acontecimientos anacrónicos transitados como Verdades. Finalmente, nuestro viejo Papa Noel de Bucarest en la víspera de Navidad. El sostiene el relato celebratorio aunque vuelto a encarnar en el consumo o el espectáculo. Nada lo detiene. Contrario a la figura del profesor que se pregunta para qué celebrar –“si los nuevos solo piensan en prender fuegos artificiales”–, nuestro viejo insiste en no regalar ni un ápice de su gesta comunal a la vez que comprende sus nuevas figuraciones metiéndose en el juego. Al viejo nada le impide tirar cuetes a los niños, los trae hacia él en toda su gestualidad. ¿Existe interlocución más válida con la sociedad? Esa es su sabiduría política: seguridad y disposición de operar el mito del nacimiento ante una realidad pedestre que se despide de una atmósfera de verdades En todo momento hay comunidad con conflicto, con política. Bucarest 12.08 no se desprende de las particulares formas de vivir dieciséis años sin comunismo, tampoco las celebra, muestra una imperfección sobre otra pero con el afán de perdonar como gesto de reconstrucción orgánica. El ojo fílmico no repone la figura del “quebrado” que reniega de su filiación, su historia en común, sus sueños de igualdad, sino las formas de habitar el inicio de una nueva forma política. Sí cuestiona la distancia, el off side en el que se aloja el debate político. Su vacío ante dos voces claves: el extranjero y la madre que ha perdido a su hijo. En el momento sin centralidad de la discusión política, irónicamente es un inmigrante chino quien marca la despiadada modulación narcisista e individual en que las personas incurren y se desquitan. “No me gusta como ustedes, los rumanos, se pampa | 51 |
tratan unos a otros”. Marca la falla y la constituye centro. A su vez, con la figura de la madre se cae raudamente al epílogo trágico de un nacimiento hermoso. Un hijo muerto en la misma fecha que la revolución descoloca toda racionalidad para recrear genuina y virtuosamente el mito del amor materno. “Hoy cae nieve hermosa. Disfrútenla porque mañana será barro”, dice la madre. En Bucarest 12.08 el movimiento es otra vez de afuera hacia adentro. La incomodidad, el duelo, aparece como crítica pero a la vez virtud. Finalmente, en el ojo del “cámara” aparece el acontecimiento político de nuevo tipo. Nuestra identificación generacional solapada. Su figura no ocupa casi la pantalla porque es él quien propone la mirada en su más amplio aspecto, es él quien hace la película. Su accionar no es comprendido. Ni siquiera en esta situación de pausa ideológica alguien quiere aprehenderlo. Y conciente de que el ver lo fílmico conlleva siempre un acto cómplice nos narra su problema constitutivo: “me paro frente a la cámara como un tonto/ desde ahora no moveré más la cámara y dejaré que se empujen entre ellos para entrar en el cuadrado”. Pero el ojo de Bucarest 12.08 no deja que el enojo opaque su gestualidad más genuina y candorosa, otra vez, aunque no coincida con el hermoso viejo –en cuanto cómo encienden las luces de una revolución de centro a periferia y crea que se enciende todo junto en un determinado momento–, lo cuida. Lo pequeño se vuelve inmensidad. “Vamos viejo, hace mucho frío”. Esta tranquilo y hermoso afuera, solo hay que saber salir. Hay preguntas nuevas que el “retorno de la política” no puede contestar. ¿De qué sirve la política sin celebración? ¿De dónde puede venir la pasión por votar? Lamentablemente, retornar a un orden justo no es posible desde el optimismo de las tendencias en el que navegan “los actores” a la hora de pensar los problemas por los que atraviesan los hombres. Lo que se sostiene aquí no es un cuestionamiento a las instancias participativas sino más bien la comprensión de la actualidad como un tiempo de cierre donde “la indiferencia” se construye espectacularmente como el sello que justifica la no apertura luego de un discurso aperturista.
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primavera 07 Se impone el sortilegio a develar: ¿es la sociedad la que no tiene nada que escuchar o los proyectos no tienen nada que decir?; ¿es por ocuparse de que el mundo sea seguro para los hombres que no hay tiempo para ocuparse de su contención en la vida cotidiana? Des-territorializado, pareciera un problema de incomprensión. Encuentro algo sano en el planteo. Algo que lentamente va levantando una mansa ternura por la frágil cautela con que mi pueblo transita los precios de su destino. Me olvido de la gris burocracia de un voto sin pasión y descubro en cada mano esa cosa bella y frágil tan alejada del gran proyecto nacional. Se puede amar a Argentina por su autentica belleza. Es terrenal, vital e imperfectamente bella y cotidiana. Existen deseos de celebrar lo postergado, claro. Deseos de celebrar fraternalmente eso que borra la obsesión de cada cual. Discuto que haya sido el orgullo nacional el que suscitó la fraternidad cálida de nuestros años felices. Prefiero pensar en millones de argentinos oponiéndose a las compensaciones, con sus dichas, sus desgracias. Y puedo celebrar aquello por ser terreno, amarlo por ser humano. Con acierto y desventura, precariamente humano. Así, habrá doscientos años que celebrar, mi patria gaucha, porque se celebra ya no tu heroico nacimiento sino todos los nacimientos de tu vientre, todos los heroísmos particulares de aquellos que te pisan y te transitan, de aquellos que se mueren y te vuelven. Compañeros, Feliz Navidad! | pampa
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La Repúblic a per dida por SEBASTIÁN SCIGLIANO
Como muchas otras ciudades de masas, Buenos Aires ofrece la posibilidad de una experiencia que, por habitual, no deja de ser sobrecogedora: viajar en subte. El hecho de conjurar esa enredadera vital de caminos, sinuosidades, intersecciones y atascamientos en los que cualquier ciudad se reconoce, hurgándola por sus entrañas, es una invención urbanística descabellada y audaz. Y, sin embargo, a fuerza de ponerse en peligro sólo a favor de la libre circulación de cuerpos y mercancías, las ciudades van en subte. No es extraño, entonces, que ese enjambre de catacumbas ciegas sea, al mismo tiempo y en todas las ciudades que tienen el raro privilegios de estar “vacías por debajo”, un enorme mercado móvil, una tienda bajotierra de baratelas y artefactos sospechosos. Ahí, en esa sombra de raíz urbana, sucedió, no hace mucho, lo siguiente: Morocho y flaco como la mayoría, pero un poco más grande que la media, un chico vende algo. Se entiende, desde la punta del vagón contraria a la que él eligió para empezar la recorrida, que se trata de algo a considerar de cerca, no algo que pueda ser vociferado y explicado, sino algo con lo que hay que relacionarse de alguna manera. Cada pasajero/ cliente potencial que recibe la oferta en sus manos la escruta, la investiga. Ya, más de cerca, puede verse que se trata de algo parecido a un librito, pequeño, del tamaño de una libreta de anotaciones para niñas iniciadas, o algo así. Llega el pequeño comerciante al final del vagón y la intriga queda revelada: lo que ese chico, más grande que la media, pero chico, muy chico, vende es una edición precaria de la Constitución Nacional. Las resonancias del episodio Constitución son ingobernables. Es posible que la más explícita, la más incandescente sea, acaso, | 54 | pampa
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primavera 07 aquella que se produce por la violencia simbólica del hecho de que un chico venda / trabaje con un objeto que, entre otras cosas, consagra el derecho de ese chico a no vender / trabajar con nada ni nadie, ni para nadie. Es decir, el primer encontronazo es normativo, pero de una forma presencial, fugaz e involuntariamente teatral, en el sentido más clásico de la idea de lo teatral, esa que divide el escenario en capas de mundo y de tiempo, en las que todo concurre, simultáneamente. Esa iluminación del acto inefable es, en algún sentido, la clave de la potencia trágica que, en el caso de la escena del subte, reviste al acto de consecuencias innegociables. Eso que está sucediendo no se puede ver, no está en el canon y, sin embargo, ocurre. Algo lo reviste de sentido, más allá de su patafísica ocasional, algo lo pone en la serie de episodios de la realidad. Una fuga del registro, un doblez inesperado, un guiño involuntario y fatal hace que aquello que está más allá, se haga presente, se vuelva tiempo. La capacidad del episodio Constitución para producir el sentido que produce reside en esa fuerza teatral, que recrea en forma de espejo lo que se oculta detrás de las sombras de la caverna, que revela aquello que no se puede ver, aquello que está fuera del régimen de lo entendible. Es, a esta altura ya empieza a quedar claro, la potencia representacional, el sobresentido de la escena lo que permite su lectura, su codificación. Se revela a través de una sintaxis especial, única, propia, que es lo que habilita su efecto arrollador. Se inscribe, a la vez, en una forma de la convención dramática que es la que permite construir esa gramática escénica que habilita la condensación de tiempo, espacio y sentido en un mismo signo. Particularmente en este caso, esto sucede muy a pesar de las restricciones normativas de los discursos que le dan origen al episodio Constitución, por ejemplo, aquel que se refiere al trabajo infantil como relato de uno de los males modernos. Ese episodio, entonces, se cuenta desde los márgenes mismos de su posibilidad, se hace desaparecer, como un ilusionista, para que su imagen impregne, incondicional, todo lo que queda alrededor. Hay, entonces, en el episodio Constitución, una forma del pampa | 55 |
sacrificio, un ponerse por fuera de sus relatos habituales, de sus formas de ser contado. Involuntario, claro está, el conjunto pequeño vendedor/texto republicano construye un gesto estético que desgasta, en el mismo momento en que se produce, sus posibles consideraciones éticas. Arman un signo, un error, una condensación. El episodio Constitución explica su potencia por lo que ilumina, por lo que desnuda, por lo que deja en evidencia. La República de los niños es aquella en la que los niños venden la constitución en el subte. Hay una segunda resonancia, consonante, sin embargo, con la primara. El objeto constitución, ese que desaparece en las manos de un vendedor de fábula, como un personaje de circo, está, obviamente, empapado de sentidos. Esa constitución, endeble en las manos huesudas y chiquitas, esa y todas sus formas posibles, son una consagración, el momento de síntesis de una imaginación patria, ese lazo articulado que anuda la existencia ética de la nación. Son, también, una máquina/fábrica de adjetivos, de calificaciones y sanciones. La constitucionalidad, el atributo de la(s) constituciones, es una regla de formateo del texto y de las conductas que condiciona, que obliga. Es un artefacto de sentido, que habla de otro artefacto de conductas; es un manual de instrucciones republicanas. Y la República, esa malformación necesaria de la nación, no es si no a partir de su artilugio legal, de su dispositivo de sentido. No hay República sin constitución, no hay República sin catálogo de conductas. Esa relación es una intensidad intelectual, es una forma de la moral protestante con la que se fundaron los países modernos. Hay un texto, ese texto, que condiciona prácticas de una manera que no puede ser otra posible que la sanción moral. La República es un conjunto de sanciones morales organizadas políticamente. Eso es. Moral y República son una unión moderna, un matrimonio fecundo de civilización. Y toda civilización es un asesinato. Así es: la República no puede ser otra cosa que palabra, y todas sus posibles metamorfosis: sermón, diatriba, homilía, mandamiento, catálogo, tratado, poema. No hay otra forma para la República; nace y muere en esa cárcel amable que son los signos, en ese terreno abrasador de las ficciones desesperadas. La | 56 | pampa
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primavera 07 República es un revestimiento. Y lo que ese revestimiento sanciona es lo que procura homologar, aquello que construye a su imagen y semejanza. No hay signo que no muera por devorarse lo que designa y, en eso sentido, la República se muere, debe morirse. Y, entonces, la política que se construye a su alrededor es una política intensa, de neón, visible, mostrable, que procura encandilar el espacio en el que, al mismo tiempo, se pierde. Porque, claro está, inevitablemente el campo oscuro y rugiente que queda por fuera de esa precaria zona de luz que el discurso republicano intenta, es enorme e implacable. En alguna ciudad, en esa ciudad bajotierra, sus textos se venden a manos de un regimiento de fantasmas. Hay, entonces, sangre debajo de la fecundación republicana. Hay dolor de pariciones, hijos bastardos y excomulgados, artistas y satiricones, malogrados y rebeldes, inocentes y caídos. Y ese muestrario de anomalías, de fueras de foco, de excentricidades, de tumultos festivos y carnívoros, se agrupa en el vientre de las ciudades / República, como bacilos de redención, como enviados de la peste. Venden a la República como baratija, le sacan las muelas y las cocinan en sopa, le burlan la desnudez y le atrofian la cesera. | pampa
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El a c i e r t o d e l a e l o c u e n c i a por LUCÍA DE GENNARO
“Di tu palabra y rómpete”. FREDERIK NIETZSCHE
El acierto del discurso político reposa en su capacidad para originar lazos comunes, motivos de convicción para la acción colectiva. Muestra allí el lenguaje político su potencia interpeladora, alcanza su mayor eficacia –la conducción política– y radicaliza su fundamento –el lenguaje hecho acto de comunicación entre las personas.
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“Cada obrero que produce es un soldado anónimo, pero un soldado glorioso. Y así como fueron gloriosos los soldados que acompañaron a San Martín para conseguir la independencia política, lo serán también los soldados civiles que acompañen hoy al general Perón, para lograr la independencia económica y social de nuestra tierra. Trabajadores: ustedes tienen una misión sagrada que cumplir: la de apoyar y colaborar con el general Perón, quien representa a ustedes, porque ha salido de la eclosión de todos los descamisados. Lo mismo que nuestros paisanos fueron los descamisados en la famosa epopeya de la independencia política y no regatearon sacrificio alguno, ustedes, descamisados de hoy, deben ser como aquellos paisanos gloriosos y no regatear esfuerzos en esta epopeya para conseguir una Argentina más grande y más poderosa”. (EVA PERÓN. Discurso pronunciado en la Plaza Independencia, Tucumán, 5 de noviembre de 1948)
La sustracción de las formas de intervención pública del discurso político de corte más moderno, ha implicado un desplazamiento que opera hoy sobre la argumentación política y sitúa a la capacidad de conducción más cercana a las meras instancias directivas. Cuando esto ocurre, cuando el liderazgo se coloca sólo en su faceta de dirección de la acción de otros, queda instalado en el juego de la mera operación, en la confi| 58 | pampa
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primavera 07 guración de los entornos, en la creación de situaciones de dominio momentáneas. Heredera de una figura de líder que ejercía su capacidad de mando dirimiendo y balanceando las distintas presiones de su fuerza, esta forma de conducción obtura su potencialidad. Así, el discurso político construido sólo desde esta racionalidad de dominio repercute hoy en un lenguaje gris con ausencia de un gran texto que pueda decir al conjunto. Olvida su potencialidad como enunciación que crea posibilidades de acción colectiva y su misión en la creación de corrientes de opinión sobre la trama social como operación política extrema en tanto recrea las condiciones de un modo diferente de pensar y hacer lo comunitario. “Yo no les diré la mentira acostumbrada; yo no les diré que no merezco distinción. Sí, la merezco mi general. La merezco por una sola cosa, que vale más que todo el oro del mundo: la merezco por todo lo que hice por amor a este pueblo. Yo no valgo por lo que hice, yo no valgo por lo que he renunciado, yo no valgo ni por lo que soy, ni por lo que tengo. Yo tengo una sola cosa que vale, la tengo en mi corazón, me quema en mi alma, me duele en mi carne y arde en mis nervios. Es el amor por este pueblo y por Perón. Y les doy las gracias a usted, mi general, por haberme enseñado a conocerlo y quererlo. Si este pueblo me pidiese la vida, se la daría cantando, porque la felicidad de un solo descamisado vale más que toda mi vida. (EVA PERÓN, discurso pronunciado el 17 de Octubre de 1951)
Cuando el discurso se produce desde la convicción personal, desde la verdad corporal ejerce la potencia de ser, al mismo tiempo, una producción en la trama social y colectiva y una creación íntima y sensible. Se inscribe en el plano de la palabra donde asume un carácter subjetivo y abstracto simultáneamente. La virtud de esta retórica desde donde se posiciona el sujeto político radica en las formas de inteligibilidad que promueve: a un tiempo conciencia corporal, sensible y abstracción de constitución de mundo, sujeto, historia, patria. La encarnación de la nación corporizada en la felicidad de un solo sujeto. Aparecen en las huellas de lo discursivo el problema de la relación entre la subjetividad que enuncia y el discurso como objeto cosificado. Existen en estos modos del decir,
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los rastros retóricos de una presencia mítica única siempre permanente que traspasan en el discurso en la forma de su enunciación dando sentido a su totalidad. Es decir, su recepción implica una operación metadiscursiva que es la que repone el sentido de su trama. ¿Cuáles son las posibilidades de reconstrucción del vínculo entre experiencia subjetiva y relato político hoy? ¿Cuáles las subjetividades que pueden sentirse interpeladas por una idea de nación desde una visión política que contenga su experiencia cotidiana? Situada sobre un escenario que postula nuevos modos para la intervención política pública, las conexiones entre las experiencias subjetivas y los valores vinculados a una trama nacional, colectiva, operan desde universalizaciones inmediatas. Las emociones subjetivas, las felicidades propias, la idea de lo festivo nacional se reconstruyen sólo como actos momentáneos y fugaces a partir de un triunfo deportivo o un mundial. Tan eficaces a la hora de constituir colectivos nacionales instantáneos como incapaces de reponer lazos colectivos duraderos que establezcan verdaderas relaciones políticas de cuidado del otro. En este escenario de ausencia de trama discursivo-política común, cuando la idea de nación se traslada al lenguaje político, queda vaciada en tanto pierde posibilidad de anclaje en la experiencia emotiva personal. Rebota sobre una realidad que carece de instancias cotidianas subjetivas desde donde dar sentido a ese relato. Frente a los despojos, el tipo de afectividad que debe reconstituirse no se remite sólo a la comunidad festiva, a la comunidad marchante, al grito común, a la mera “liturgia”. Acciones que sin trama discursiva política pueden correr el riesgo de transformarse en emotivos eventos de universalizaciones también fugaces. Será tiempo, entonces, de enlazar los pequeños logros con la producción de un pensamiento profundo sobre lo social, que desde atavismos más primarios pero necesarios vayan construyendo lo nuevo común. “Yo no tengo elocuencia, pero tengo corazón; un corazón peronista y descamisado que sufrió desde abajo con el pueblo y que no lo olvidará jamás, por arriba que suba. Yo no tengo elocuencia, pero no se necesita elocuencia para decirle al general Perón que los Trabajadores, la
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primavera 07 Confederación General del Trabajo, las mujeres, los ancianos, los humildes y los niños de la Patria no lo olvidarán jamás, porque nos hizo felices, porque nos hizo dignos, porque nos hizo buenos, porque nos hizo querernos los unos a los otros, porque nos hizo levantar la cabeza para mirar al cielo, porque nos quitó de la sangre el odio, la amargura y nos infundió el ardor de la esperanza, del amor y de la vida”. (EVA PERÓN, Discurso en Plaza de Mayo, 1º de Mayo de 1951)
Los nuevos lenguajes y escenarios discursivos que proliferan en la escena contemporánea, han redefinido la destreza del discurso político en adecuación a la temporalidad televisiva y a un horizonte de inteligibilidad que opera en términos espectaculares. La discursividad política actual, situada en el mundo de los asesores y los medios, genera sus propias habilidades de intervención efectivas: el golpe de efecto, la respuesta rápida, la humorada picaresca. La mediocridad de la arena política actual, erosiona la potencia de la posición discursiva del político que hacía de su intervención pública una urgencia interior, una fuerza que provenía de su responsabilidad política y era la causa de su necesidad de expresión. Se transforma, entonces, de una conciencia ética a una subjetividad astuta frente a la pregunta del cronista o a la objeción del opositor. ¿Quién detenta hoy el uso de la palabra pública? ¿Bajo qué lógicas se permiten estas enunciaciones? La irrupción de lo astuto como atributo central postula un sujeto político que actúa en términos de cálculo sobre los posibles resultados que su intervención pueden generar, bajo la misma lógica que un conductor mediático espera, en términos de rating, la devolución de su capacidad de producir espectáculo. En esta atmósfera de dominio de formas enunciativas astutas, ingeniosas, televisivas, sólo la convicción interna puede actuar como palabra iluminadora. Los modos de argumentación política que impacten realmente en la trama social serán aquellos con reconstrucciones éticas verdaderas que permitan el reencuentro con los otros en la misma trama. No serán productos de eslogan de alto impacto sino aquellos vinculados a un enorme y lento proceso de pensamiento sobre lo social. Los que recuperen el lazo con el lenguaje que profundice su capacidad de decir lo diferente.
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“Saben también que la oligarquía, que los mediocres, que los vendepatrias no están derrotados y que, desde sus guaridas, atentan contra el pueblo y contra la nacionalidad. Pero nuestra oligarquía, que siempre se vendió por cuatro monedas, no cuenta en esta época con que el pueblo está de pie y que el pueblo argentino está formado por hombres y mujeres dignos capaces de morir y terminar de una vez por todas con los vendepatrias y con los entreguistas. Ellos no perdonarán jamás al general Perón haber levantado todo lo que desprecian: los trabajadores, que ellos olvidaron; los niños, los ancianos y las mujeres, que ellos relegaron a segundo plano. Ellos que mantuvieron el país en una noche eterna, no perdonarán jamás al general Perón haber levantado las tres banderas que debieron haber levantado ellos hace un siglo: la justicia social, la independencia económica y la soberanía de la patria.” (EVA PERÓN. Discurso del Renunciamiento, 22 de Agosto de 1951)
Un discurso político implica, siempre, el planteo de un problema y las formas para su resolución. Lo que diferencia a la capacidad política libertaria y radical es el estatuto del problema tratado. El destino colectivo, las figuras alegóricas como los habitantes del espacio político fueron problemáticas centrales para dar sentido a la formación social del país y sus transformaciones posibles. El problema se situaba en el orden de la práctica emancipatoria como capacidad de conciencia de una fuerza sobre sus posibilidades de acción política frente a un enemigo especulador y acechante. Siempre, como trasfondo, el gesto moderno de nacionalismo revolucionario. Aparecieron recientemente intentos de dar sentido a la configuración política actual –en términos de crítica por derecha– a partir de comparaciones con momentos históricos anteriores, entendiendo a los procesos políticos como meras expresiones empíricas de concepciones abstractas. El mayor error de esta interpretación radica en la obturación para pensar las problematizaciones que la argumentación política actual debiera contener. La verdadera actualización de un legado teórico-político debiera situarse sobre el problema de la continuidad de prácticas nefastas para el desarrollo de la organización popular. Sin recursos fáciles y caracterizaciones obvias, la argumentación debiera poder preguntarse sobre las raíces sociales que están
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primavera 07 ligadas hoy a las experiencias más burocratizadas o clientelares, en un mundo atravesado todavía por la injusticia. “Creo y sostengo que los descamisados de hoy son los mismos que escribieron en la historia de nuestra actualidad las páginas sin ejemplo del glorioso 17 de Octubre, jornada imperecedera que salvó la Revolución al rescatar de su prisión al Líder. Son los mismos que derrotaron y expulsaron el intervensionismo y la penalidad coaligadas, los mismo que, poco después, el 24 de febrero proclamaron su mayoría de edad en los comicios más limpios y de más auténtico cuño democrático que recuerdan los argentinos. Estoy segura de que la obra de gobierno del general Perón, suprema demostración de su amor al pueblo, ha traído a las filas de los descamisados a más argentinos ansiosos de porvenir y orgullosos de su tierra liberada. Ha ensanchado hasta el infinito la fila de los que consolidan su fe en el líder al calor de su obra y de la ventura inmensa de sentir la convicción de que la Revolución popular y descamisada, triunfó definitivamente y se consolidó para siempre gracias a la justicia social que se ha impuesto pese a la resistencia de una oligarquía que va siendo derrotada hasta en sus más recónditos reductos”. (EVA PERÓN, discurso por el cierre de campaña electoral, 5 de Marzo de 1948)
Todo discurso político se sitúa ligado a una historia nacional, interpela a una memoria colectiva sobre la constitución de un mito de origen común. Cuando esta memoria sobre la insurrección fundadora, sobre la revolución primera, se vincula al presente cotidiano, la argumentación política tiene la capacidad de operar en la acción concreta. Tal operación de sentido postula que la relación entre fundación revolucionaria y presente histórico deben establecerse como vínculo indisoluble, como implicancia necesaria. En el relato político de tintes modernos, los hechos históricos se vinculaban en términos causales. A la pregunta por los modos de conjunción del pueblo o los dispositivos para su universalización, se reiteraban listados de peculiaridades, enmarcados en lógicas de vencedores y vencidos. Desciframiento de mitos originarios para situar deberes y capacidades presentes. La época actual plantea otros desafíos al vínculo entre historia y presente. Situarse sobre una tradición libertaria implica una
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discursividad política cuya lectura histórica se instale por fuera de la lógica de la causalidad. Por el contrario, debe hacer foco sobre los momentos de abandono de las certezas –en tanto correlatos de la incertidumbre actual–, resignificándolas como instancias de libertad absoluta para la acción. Que, al tiempo que repercuten en una sensación de inconsistencia de los horizontes estructurados, implican la potencialidad de poder imaginar infinidad de posibles creaciones para la nueva acción común. Aparece como imprescindible el ejercicio de pensar la historia sin esencialismos, como sedimentaciones que procuran un proceso en pugna a la hora de devenir universales. Por fuera del relato causal que habla en términos de lo esperable, la argumentación política debe tener la capacidad de situarse sobre los silencios para, desde allí, democratizar su palabra hasta volverla colectiva. “Estas obras que dejé en marcha ya no se detendrán y cada vez que ponga remedio a una injusticia no me importará que cada etapa haya significado fatiga para mi cuerpo e indecible dolor para mi alma. Dejé mis sueños en el camino para velar el sueño ajeno, agoté mis fuerzas físicas para reanimar las fuerzas de un hermano caído. Vi, a lo largo de los años centenares, millares de rostros infantiles. Y si en este momento recordara que alguno de ellos no adivinó en mis ojos un amor profundo, una íntima comprensión, un anhelo ilimitado de ofrecerles todo para que fueran felices, vería empañada, les aseguro la dicha que experimento (...) Quiero pedirles que lleven al interior el cariño de una humilde mujer que no tiene más mérito que el amar y querer entrañablemente a todos los humildes de su patria y que ha preferido ser Evita, si esa Evita es dicho para mitigar un solo dolor en algún hogar de mi patria.” (EVA PERÓN, discurso pronunciado el 31 de Diciembre de 1948)
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Están construyendo un edif icio Desde las primeras horas de la mañana el ruido es ensordecedor, tiemblan los muebles, se sacude el polvo. Seis pisos en la mente de un arquitecto: Madera, hierro, concreto. Golpe tras golpe en forma vertical se eleva por encima de la copa de los árboles. Refulgen contra el sol estival los cascos amarillos. Martillo en mano áspera y un idioma extraño que gana terreno sobre el humo y el polvo del esqueleto de hormigón. Los ruidos que escuchamos durante la noche nos pusieron de pie. El agua seguía intacta en el vaso de la mesa de luz. Pero no había luz, temblor ni movimiento bajo el espejo de agua mineral. Hurgando en tu basura, en el fondo de la casa, reptaba el joven poeta. No es venenoso, ya pasó. Tu mujer se inclina en la cama hacia el lado oscuro. Pasan las horas chicas Y el taxista cabecea de sueño en un cruce de calles. Al amanecer, las huellas no me dejan mentir: Zapatillas deportivas sobre el alquitrán. Cuándo van a terminar este maldito edificio que vino a perturbar el centro de nuestro descontento. En un galpón inmenso lo dejamos. Fallaba por todos lados
por FABIÁN CASAS
y el hombre de overol nos dijo que era por el uso constante. El hombre de overol siempre sabe all. Libros usados, ropa usada, una feria larga y luminosa que serpentea bordeando el parque. Cuando la desmontan, quedan papeles a la deriva, que se agarran desesperados, a las matas de césped. Los que tienen mala suerte son aplastados por las zapatillas deportivas del primer footing matutino. Si algo se usa demasiado, se acaba. Tan sencillo y a la vez tan difícil. Mañana cuando estés sola, pensá en mí. Boca abajo en la cama, rezando en la iglesia negra, pensá en mí. Reclinada a presión, entre dos asientos incómodos cruzando el océano a la velocidad del sonido, pensá en mí. La última imagen antes de dormir que sea para mí. Duro de reparar, años de uso. El hombre de overol mueve sus herramientas hundido en el foso del taller mecánico. No hay caso, dice, el poema no arranca, el matrimonio no arranca, el día no arranca.
trabajo Nuestra experiencia como trabajadores afiliados a la CTA ha estado acompañada siempre por la lectura a las modificaciones del sistema de acumulación del capital y las consecuentes alteraciones que sufre la clase trabajadora en su composición, carácter y capacidad de construcción política. En tal sentido, fueron importantes en nuestra construcción de conocimiento la mirada sobre la economía política, las causas históricas del agotamiento de los sistemas de representación pero también los cambios producidos en la entraña del sistema de producción. Fue la modificación de la velocidad de la “cinta” la que propició fuertemente el reagrupamiento de trabajadores con o sin trabajo, precarios y formales, como motor de una nueva conciencia de organización que vitalizó la política gremial de los últimos años. En este marco, las siguientes páginas profundizan aspectos que tienen que ver con el debate actual de la problemática del trabajo y el desarrollo político organizado de los hombres que trabajan. Los trabajos retoman ejes centrales de la problemática del trabajo que habían dado lugar a grandes debates en la década del 60 y 70 y que se convirtieron durante un largo tiempo en una especie de objeto obsoleto, más propio del estudio de la antropología que de la ciencia política y la sociología. Durante este período las diferencias que se habían desarrollado durante largos años entre los que pertenecían o no a la “esfera del trabajo”, generaron una aparente jerarquía, donde las luchas válidas en el sindicalismo eran sólo las de los trabajadores formales o los conflictos de la producción, mientras la conflictividad en el territorio del sujeto del trabajo sin empleo no tenía posibilidad de ligarse con las luchas gremiales. Antunes habla de la posibilidad de ligar las luchas de los trabajadores intelectuales y manuales, formales e informales, en fábrica o fuera de ella. Trabajadores que buscan una forma organizativa dentro y fuera de la legalidad de las estructuras. Experiencias que tienen vínculos en la práctica organizativa, en los espacios de contención y en las nuevas formas de subjetividad. El autor brasilero sostiene que el pensamiento político esta vigente y que lo social representa un desarrollo de la economía, representa el desarrollo de sus contradicciones. Los fenómenos sociales son más ricos, más complejos que su esencia económica. Esto tuvo su correlato en la memoria y retrotrajo a la discusión que se produjo en la CTA cuando sostuvimos que el desarrollo de las luchas sociales las entendíamos como luchas de clases. Vaya entonces nuestro reconocimiento a Antunes, con la convicción de que sus palabras no hicieron más que ayu| 68 | pampa
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Prec ar ios y Dignos por GRUPO DE INVESTIGACIÓN SOBRE TRABAJO - IEF*
¿Qué es el trabajo? Es una pregunta que a pesar de haber sido formulada tantas veces no es por esto redundante; tampoco es una pregunta retórica y mucho menos si se realiza desde una organización de trabajadores. Desde esta posición es la pregunta central acerca del sí-mismo trabajador, de nosotros mismos, de la propia condición, en la que se revela de manera novedosa el antagonismo de clases y la subjetividad de los trabajadores como una construcción. Se revela de manera novedosa cuando la perplejidad por el propio presente y la incertidumbre del futuro se enlazan en un proyecto novedoso; novedosa porque la respuesta no puede ser el refrito de los moldes viejos; novedosa si la novedad es el planteo del problema y el problema mismo. Preguntar acerca del carácter del trabajo puede suponer por lo menos dos posiciones básicas. Una de ellas, partiendo desde una suerte de esencialismo fundado en una idea de progreso cuyo fin ya ha sido realizado en tiempos recientemente pretéritos, pretende el retorno a esas viejas condiciones del trabajo consideradas fines en sí mismas, frente a las cuales las condiciones actuales del mundo del trabajo constituyen una degradación, corrupción o desviación que solo admite corrección. No un hacer nuevo, no una creación, sino restitución del orden anterior. En tal sentido, el modelo de producción fordista y las modalidades de regulación del Estado de Bienestar, parecen constituir la referencia obligada y el óptimo deseado de la condición de los trabajadores. Semejante ecuación presenta varias dificultades. Una que nos interesa destacar es que soslaya la historicidad de los procesos, en este caso específico, de las distintas fases del capitalismo, de las diferencias cualitativas de los modelos de acumulación, subestimando por omisión de este dato la potencia del capital
*El Grupo de Investigación sobre Trabajo del Instituto de Estudios y Formación de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), es un espacio de reflexión e investigación para la acción política, que se centra fundamentalmente en los trabajadores de la Argentina, abordando la relación entre el trabajo como experiencia subjetiva y la sindicalización, a partir de las prácticas organizativas de los trabajadores del sector público, privado y autogestionado de la CTA. Está conformado por, Diego Bacarelli, Inés Arancibia, Soraya Guiraldes, Cecilia D`Allacía, Ana Gómez, Emilio Sadier, Lucía De Gennaro y Karina Arellano.
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para estructurar el mercado de trabajo y condicionar la regulación del mismo; pero más aún, para ajustar la forma-empleo a las necesidades de acumulación y el modelo productivo. Así, el retorno a la forma empleo del Estado de Bienestar como lo más deseado, se presenta altamente problemática y nos pone en una falsa alternativa que finalmente puede conducir a una posición reactiva, constituyéndose en un espejismo situado más bien atrás que adelante. Los años noventas no han sido un hecho congénito ni un rayo caído del cielo; sabemos que se inscriben en un proceso nacional e internacional de transformación del capitalismo y que el modelo neoliberal consolidó una matriz de acumulación en la que la forma-empleo cristalizó como precariado. En ese contexto la otra lectura se funda en la percepción de que el precariado no es meramente la forma de relación laboral que surge como consecuencia de la flexibilización. El precariado es mucho más que eso; la cuestión del precariado condensa la nueva cuestión social; ¿será el precariado el sujeto por antonomasia de la transformación posfordista del trabajo? Esto implica hacer una lectura de la precarización destacando un proceso que comprende para nuestro caso, desde el auge del primer peronismo y la proyección de un pacto social basado en el trabajo industrial y un Estado de Bienestar a la argentina, hasta la desintegración de ese modelo y la implementación del neoliberalismo desde mediados de los años 1970, mediante la violencia, la coerción económica y la implementación de los postulados del Consenso de Washington. La precarización se instalaría en este segundo momento. Desde este plano, una deriva es la de comprender a la precarización no como degradación o accidente, sino en cuanto a lo que el propio proceso afirma: ya sabemos lo que la precariedad es en términos de descomposición de la forma de subjetividad fondista; lo que todavía desconocemos es el carácter de la virtualidad que la precariedad pueda poseer. Esto de ningún modo significa desentendernos de nuestra historia como clase trabajadora; significa saltar la trampa conservadora de la restauración del pasado para crear prácticas políticas y organizativas que “rediman las esperanzas del pasado”. | 70 | pampa
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trabajo Otra deriva es la que adjetiviza la precariedad: la denominación trabajo precario es paradigmática y nos obliga a preguntarnos ¿qué trabajo no precario es el que se le opone? ¿Qué adjetivo reemplazaría a “precario”? ¿Qué trabajo queremos construir? La precariedad rompe la vieja distinción entre tiempo productivo y tiempo improductivo; la precariedad es “la explotación del continuum de la vida cotidiana y no simplemente la explotación de la mano de obra. (...) La precariedad es una forma de explotación que, operando sólo en el presente, explota simultáneamente también el futuro.”1; la precariedad es la intensificación de la explotación del trabajo, cuantitativa y cualitativamente. La condición salarial, de acuerdo con la definición de Robert Castel2, constituyó un período de la asalarización de la sociedad moderna3. Esa condición salarial se suele identificar con una sociedad de empleo casi pleno, fundamentalmente masculino, vinculada a una serie de derechos denominados usualmente “derechos sociales”, cuyo titular era el empleado y por extensión su núcleo familiar. Pero además, en ese período de la sociedad industrial, la forma-empleo revestía en términos generales los caracteres de estabilidad y una remuneración en virtud de la cual la distribución del ingreso representaba entre las personas más ricas y las más pobres, un proporción sustantivamente menor a la actual, en virtud de la cual (en términos generales) los asalariados poseían una mayor capacidad de consumo. Ese tipo de asalarización se constituyó con un estatuto más o menos común de relación salarial para las distintas ramas del trabajo (industria, servicios, etc.), tanto del sector estatal como privado. Frente a ese modelo, la precariedad laboral constituye hoy la tendencia general en los distintos sectores; no es en absoluto exclusiva del sector privado. Notablemente, una alta proporción de trabajadores estatales son precarios; un claro ejemplo lo constituye la cantidad de contratados tanto en el ámbito nacional, como en las provincias y municipios, situación que muchas veces se traduce en luchas gremiales por el pase a planta permanente de esos trabajadores. Pero aún más interesante es señalar que la precariedad atraviesa también a las experiencias de trabajo autogestionado.
1. TSIANOS, VASSILIS y PAPADOPOULOS, DIMITRIS, Precariedad: viaje salvaje al corazón del capitalismo corporeizado, www.geocities. com/immateriallabour/ts ianospapadopaper2006. htm, en Brumari 7 arte, máquinas, trabajo intelectual. 2. CASTEL, ROBERT, La metamorfosis dela cuestión social. Una crónica del salariado. Paidós, Argentina, 1997. 3. El mismo autor, siguiendo los criterios de la escuela de la regulación para caracterizar a la relación salarial fordista, plantea que “una relación salarial supone un modo de retribución de la fuerza del trabajo, el salario (el cual gobierna en gran medida el modo de consumo y de vida de los obreros y sus familias), una forma de disciplina del trabajo que regula el ritmo de la producción, y el marco legal que estructura la relación de trabajo, es decir el contrato de trabajo y las disposiciones que lo rodean”; criterios que utiliza para precisar que la relación salarial puede tomar diferentes configuraciones dentro del capitalismo. Pág. 328.
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Respecto a esto último nos interesa demorarnos brevemente, porque la pregunta acerca del trabajo tal como fue hasta aquí planteada por nosotros, se matiza con la autogestión del trabajo. Sin poder precisar una forma pura como modelo de autogestión del trabajo, en términos generales se tata de organizaciones de trabajadores que en forma asociada y organizada, disputan por mayores grados de gestión democrática de sus fuentes de trabajo y por regímenes de propiedad con mayor grado de apropiación colectiva de su uso, usufructo, etc. Los valores, principios y prácticas contenidas en la disputa política de las organizaciones autogestionadas reconocen como antecedente las experiencias históricas de trabajadores asalariados, trabajadores no asalariados y diversas formas organizativas que los sectores populares fueron encarnando en el escenario económico, social y político de cada época, hasta la actualidad. En diversos grados, todas orientadas a mejorar las condiciones de vida y de trabajo colectivo, por un lado, y a disputar la distribución de la riqueza socialmente producida, por otro. La autogestión es una de las formas en que se expresa una dinámica económica y un proyecto político que, bajo determinadas condiciones, pueden promover una mayor participación y autonomía de los trabajadores en la economía. Sin embargo, la problemática del mundo del trabajo, sus transformaciones y las repercusiones de la precarización laboral en las acciones y subjetividad de los trabajadores enmarca la construcción de alternativas autogestionadas en nuestro país que en tanto no resuelvan, en un marco de institucionalidad, las tensiones entre las viejas y nuevas formas de trabajo, las experiencias de trabajo autogestionado en general, se cuentan entre la multiplicidad y heterogeneidad de experiencias de la precarización en nuestro país.
Un espectro recorre el mundo. ¿Será el espectro del precariado? Subjetividad y praxis política El modelo de producción fordista requería de una específica estructuración del tiempo, según el cual las personas constituían su historia de vida y sus relaciones en el seno de las insti| 72 | pampa
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trabajo tuciones del trabajo. Se generaba una relación del trabajo con el capital –y por ende, de las fuerzas obreras–, con un alto grado de opresión pero también un alto grado de cohesión. Por contraposición, como ilustra Richard Sennet4, la experiencia de trabajo de las subjetividades actuales está cruzada por tres mecanismos: la relación con la dimensión temporal; la capacidad de renuncia; la relación con el talento. Uno de los ejes centrales en la erosión de la experiencia del trabajo es la modificación del estatuto en la dimensión del tiempo. La regulación temporal es central en la constitución subjetiva, ya que permite a cada uno enlazarse en un relato de comprensión sobre los pasos sucesivos en el desarrollo de su tiempo productivo. La idea de riesgo que impregna el perfil del mercado laboral, entendida como capacidad de renuncia de su pasado y, por ende, distancia con el desarrollo de un talento individual. También la búsqueda de flexibilidad en las acciones, como mecanismos que generan angustia y temor a la inutilidad, en una subjetividad necesitada de la continuidad temporal que, por el contrario, valorice sus habilidades específicas y su acumulación de experiencias pasadas. Aparecen, entonces, subjetividades caracterizadas por la vulnerabilidad –la continua experiencia de la flexibilidad sin ninguna forma de protección–; la hiperactividad –como imperativo de adaptarse a la disponibilidad constante–; la simultaneidad –capacidad de manejar a la vez distintos tiempos y velocidades en actividades múltiples–; la recombinación –entrecruzamientos entre redes, espacios sociales y recursos disponibles; intimidades fluidas– producción corporal de relaciones de género indeterminadas; inquietud –estar expuesto a la sobreabundancia de comunicación, cooperación e interactividad–; inestabilidad –continua experiencia de movilidad–; agotamiento afectivo –la emoción como elemento fundamental del control de la competitividad laboral y las múltiples dependencias; astucia –capacidad para ser falso, persistente, oportunista, tramposo5. Esta experiencia del trabajo, se encuentra atravesada por una forma de virtualización del lazo social, en que la mediación de la imagen opera en la constitución del mundo y la propia experiencia de él; entre ellas, en la apropiación de la experiencia de trabajo y que se cristaliza en dos aspectos centrales: por un
4. SENNET, RICHARD, La cultura del nuevo capitalismo, Anagrama, Barcelona, 2006. 5. TSIANOS, VASSILIS y PAPADOPOULOS, DIMITRIS, Precariedad: viaje al corazón del capitalismo corporeizado, Brumari 7 arte, máquinas, trabajo intelectual.
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lado, en las nuevas formas de regulación del espacio de trabajo, las nuevas formas de administración del cuerpo (como descorporalización); por otro, con la ilegibilidad de la práctica productiva y la relación con el producto.
Inventamos o erramos
6. LACLAU, ERNESTO y MOUFFE, CHANTAL, Hegemonía y estrategia socialista, Siglo XXI, Madrid, 1987, pg. 196.
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Esta perspectiva laboral plantea dos cuestiones centrales a la organización de los trabajadores. Por un lado, las referidas al sentido de la conflictividad; por otro las referidas al modelo organizativo. La primera se refiere a las cuestiones del actual sujeto de trabajo que pueden utilizarse como anclajes del conflicto laboral, es decir, las lecturas políticas de la relación capital-trabajo que permiten poner en cuestión los dispositivos del poder que operan en el ocultamiento de las relaciones de opresión. Una relación de subordinación en sí sólo establece posiciones diferenciadas entre agentes sociales. Para que sea comprendida, constituida, considerada, como una relación de opresión, portadora de un antagonismo, es decir, vista como conflictiva, es necesario, que se subvierta el carácter positivo de la posición subordinada. Es en términos de una formación discursiva que una positividad diferencial de una relación de subordinación puede ser subvertida y construida como opresión. Por lo tanto, “no hay relación de opresión sin la presencia de un “exterior” discursivo a partir del cual el discurso de la subordinación pueda ser interrumpido”6. Como todo antagonismo, el antagonismo de clase no surge de forma espontánea o natural en el modo de producción capitalista. El modo de producción capitalista lo que genera entre trabajo-capital, es una relación de desigualdad, una relación de poder. El hecho de que esta relación de poder se transforme en una relación antagónica, es decir, enmarcada simbólicamente como una relación opresiva, depende enteramente de cómo el trabajador construya su identidad. En esta perspectiva, la organización se constituye como la operación política que permite observar la producción conciente de los trabajadores dentro y sobre esta relación capitalnoviembre 2007 | nro.3
trabajo trabajo, en tanto operación dadora de sentido, por tanto de subjetividad política ya no definida en relación exclusiva con los medios de producción y las estructuras de propiedad, sino también bajo la lógica ligada a las nuevas formas de organización del trabajo y productividad, el consumo, las apropiaciones de los nuevos modos estéticos y la massmediatización de su experiencia –laboral, personal, social y comunitaria–. La segunda cuestión refiere a las formas orgánicas adecuadas para la contención de este proceso de reformulación del sujeto de acción. Aparecen tensiones entre los diferentes tiempos organizativos que requieren adecuaciones en las formas orgánicas y de participación, así como la evaluación de la relación con las estructuras mayores en términos de contención institucional (marco de legalidad) y contención política (conducción de estas nuevas problemáticas con capacidad de articularlas en un nosotros mayor). La heterogeneidad que signa la experiencia del trabajo actual en el marco de la transformación de los procesos productivos se implica con un complejo proceso de resignificación del sujeto trabajador. Esta heterogeneidad es más que la multiplicidad de las experiencias laborales de los precarios; es para los trabajadores el enigma a su respuesta política, tanto respecto a los conflictos gremiales y las formas organizativas que emergen como intentos de resignificar las relaciones laborales actuales en términos de opresión, como en cuanto a intentos de reorganización del proceso productivo por parte de los trabajadores a través de experiencias autogestionadas que implican la participación social y económica directa de los trabajadores al interior de las empresas y en sus relaciones sociales. Desde esta perspectiva, imaginar las condiciones para la acción política, implica situarse a nivel de las subjetividades del trabajo postfordista en tanto la experiencia corporeizada de las nuevas formas de explotación. Es sobre el margen en que operan los diversos modos de opresión, las variadas formas de la precariedad, las inconsistencias e inestabilidades de la experiencia de trabajo, donde pueden aparecer las condiciones de articulación de un proyecto político de carácter libertario. | pampa pampa | 75 |
Nueva mor f olo gía del t rabajo Entrevista a RICARDO ANTUNES*
En su último libro, usted desarrolla la nueva estructuración del mercado de trabajo a partir de los conceptos de acumulación flexible y formas de trabajo degradado. ¿De qué modo estas conceptualizaciones le permiten entender la nueva morfología del trabajo? La llamada acumulación flexible, la empresa flexible, es aquella que sustituye la planta de origen taylorista-fordista que fue dominante en el siglo XX. Fundamentalmente, su diferencia está en que el trabajo, la fuerza de trabajo es considerada como costo y, como todos los costos, debe disminuir. En segundo lugar, es la consecuencia de un intenso desarrollo de la maquinaria tecno-científica-informacional y hoy digital. Esto es importante para el capital porque, por ejemplo, integrada en una red a través de una computadora, no es necesaria una empresa concentrada, sino muchas pequeñas unidades desparramadas por distintas partes del mundo. Esto tiene una consecuencia directa: fragmenta la clase trabajadora y dificulta inmensamente la organización sindical. Una cosa es la organización sindical en una fábrica que tiene diez mil trabajadores juntos; otra cosa es un sindicato organizado de una empresa que tiene veinte fábricas con cincuenta, cien o doscientos trabajadores en cada una. Estas plantas más pequeñas, son empresas donde las sustancias vivas –el trabajo– está siendo secado, eliminado y los que se quedan
* RICARDO ANTUNES es profesor titular de Sociología en el Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas (IFCH) de la Universidad de Campinas, Brasil (Unicamp). Hizo su maestría en Ciencia Política en el IFCH de la Unicamp (1980), se doctoró en Sociología en la Universidad de San Pablo (1986) y es docente libre en Sociología del Trabajo por el IFCH de la Unicamp (1994). Activo militante del PT, es autor de Adeus ao trabalho?, editado en español (¿Adiós al trabajo?, Buenos Aires, Herramienta, 2ª edición, 2003); A rebeldía do trabalho, O novo sindicalismo no Brasil, Classe operária, sindicatos e partido no Brasil, O que é sindicalismo? y Crise e poder, entre otros libros.
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trabajo en el trabajo, trabajan mucho, porque a diferencia de un trabajador/una máquina como en la planta taylorista-fordista, ahora existe un equipo de trabajadores operando simultáneamente con muchas máquinas, y una intensidad más profunda. La empresa crea una situación muy compleja: es aparentemente menos despótica, aparentemente hay más libertad; por ejemplo: los comedores de los trabajadores son los mismos que los de los directores, cuando en el pasado estaban separados. No hay más divisiones. El hecho de que uno puede mirar al otro genera una situación de aparente igualdad; pero, al mismo tiempo, al no haber divisiones, uno puede vigilar al otro, se ejerce un control más enmascarado, porque todos miran a todos simultáneamente. Hay un proceso en el que, como las plantas son flexibles, las producciones son más flexibilizadas, el consumo no es el mismo tipo de consumo de masas de la época taylorista-fordista: las empresas producen aquellos que la demanda requiere para evitar la hiper producción y la incapacidad de vender los productos. Esto significa que la clase trabajadora debe estar compuesta por un núcleo pequeño y estable, el grupo que dispone del dominio técnico necesario para la empresa. Si la empresa va creciendo mucho toma tercerizados y cuarterizados. Estos trabajadores son aquellos contratados cuando los mercados se expanden y brutalmente reducidos cuando el mercado se reduce. Hay otro problema. Los estables, en general, tienen más proximidad con la organización sindical, pero los tercerizados son más vulnerables: tienen empleos más precarizados. Las empresas de tercerización y gestión del trabajo tienen una política anti-sindical muy fuerte. Fundamentalmente, son estas las cuestiones que caracterizan a la empresa flexible, que produce para la clase trabajadora una situación muy difícil. En la planta taylorista-fordista, el trabajo estaba más reglamentado, con más derechos; pero era un trabajo animalizado. Taylor hablaba del “gorila amaestrado”: era un trabajo manual. Los obreros tenían que hacer únicamente lo que estaba prescripto. En la planta más delgada de la era de acumulación flexible, hay un proceso inverso. Los trabajos aparentemente son más independientes. Se pueden hacer más cosas, no hay tanta prescripción. Es la base de lo que se conoce como “toyotismo”: Taiichi Ohno, el gerente ingeniero de la Toyota, a pampa | 77 |
diferencia de Taylor, decía que es preciso inducir e incentivar la dimensión intelectual y cognitiva de los trabajadores. Pero, en lo que concierne a las condiciones de trabajo, nos encontramos con trabajos inestables, frecuentemente desregulados, desprovistos de derechos y flexibilizados. Entonces, claro, entre la empresa taylorista y fordista y la empresa de la era de la acumulación flexible, existen estas diferencias. Y entre una y otra, hay graduaciones. En nuestro último trabajo que se llama Riqueza y miseria del trabajo en Brasil, mostramos que hay muchas graduaciones. Hay empresas flexibles que mantienen esa herencia taylorista-fordista; y hay empresas que son tayloristas y fordistas pero tienen algunos elementos del mundo flexibilizado. Este es el escenario de lo que yo llamo “la empresa flexible”. Usted hace mención a un mecanismo pendular de mediatización que opera sobre la fuerza de trabajo flexibilizado. El mundo de trabajo hoy tiene un movimiento pendular. Cada vez menos hombres y mujeres trabajan menos, encuentran menos trabajo estable y necesitan de muchos trabajos –dos, tres, hasta cuatro– para sobrevivir. Y, cada vez más, hombres y mujeres no encuentran trabajo y viven disputando la búsqueda de cualquier labor. Por ejemplo, los cartoneros: ¿cómo empezó este trabajo? Empezó yendo a la basura para buscar restos para su comida y para sus casas. Y, poco a poco, además de hacer de la basura su sobrevivencia, empezaron a hacerse de los materiales rescatados para venderlo para el reciclado: plástico, lata, aluminio, vidrio. Este es el cuadro del trabajo en los inicios del siglo XXI: cada vez menos hombres y mujeres tienen un trabajo fijo y estable y cada vez más hombres y mujeres viven la precariedad del desempleo estructural. Vivencian la condición de una precarización estructural del trabajo, que actúa hoy como condición de nuestro mundo. Queríamos preguntarle sobre la discusión que sostiene con Toni Negri sobre la cuestión del trabajo inmaterial en la conformación de la teoría del valor. ¿De qué modo confronta con sus tesis de la centralidad del valor inmaterial? Yo pienso que el capitalismo hoy utiliza la dimensión intelectual del trabajo para agregar más valor, plusvalía. Porque la pro| 78 | pampa
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trabajo ducción completa hoy es una producción muy heterogénea que cuenta con sectores muy intelectualizados en la punta, hasta sectores muy precarizados en la base. Por ejemplo, en la producción de la Nike, están aquellos que definen los modelos, las marcas, que son trabajos más intelectuales. Al mismo tiempo, hay trabajos ultra precarizados que están en la base de la producción. Hace algunos años atrás, una trabajadora de la Nike cobraba menos de cuarenta dólares por mes, cuando una zapatilla costaba alrededor de doscientos dólares. Lo mismo en la empresa Microsoft, que tiene trabajadores de punta que diseñan el software y están los de la línea de producción en situaciones de absoluta precariedad. Este proceso incorpora el trabajo material que es visiblemente dominante, pero incorpora también el trabajo inmaterial: el trabajo de propaganda, de investigación, de diseño, etc. En la articulación conjunta, entonces, está el trabajo material, que es central, y el trabajo inmaterial, que es partícipe; ambos participan del proceso de la formación de valor. Esto es muy diferente de lo que dice Negri, para quien, primero, el trabajo inmaterial es dominante y, segundo, el trabajo material no es parte del valor, sino que este se realiza por el trabajo del afecto, de la subjetividad, un trabajo de nuevo tipo. Ahora, no es un trabajo de nuevo tipo: es una forma acentuada de un trabajo del que Marx ya se había percatado cuando escribió El Capital. En los Grundrisse, y en aquel fragmento muy especial que es el Capítulo VI inédito de El Capital, habla de “trabajo productivo” y “trabajo improductivo” y, dentro de este, lo que denomina “trabajo no material”. Para mí, “trabajo no material” es lo mismo que “trabajo inmaterial”. Pero es muy diferente el análisis que yo hago de la ley del valor del análisis que hacen, por ejemplo, Negri y Hardt, que piensan la inmaterialidad como dominante: esa es una concepción eurocéntrica. Imagínense decir que en la China predomina el trabajo inmaterial; o en la India, o en nuestra América Latina. Es una visión eurocéntrica que capta una tendencia real, ciertamente, la emergencia y la expansión del trabajo inmaterial. Pero decir que esa tendencia sea dominante, es a mi juicio algo completamente equivocado. Por eso, en un diálogo crítico, yo digo: mi concepción de trabajo inmaterial es otra. Es un esfuerzo de actualización y comprensión actual de pistas pampa | 79 |
excepcionales que Marx ofreció cuando percibía algunos fenómenos que, en el siglo XIX, eran marginales y que hoy no lo son. Ahora, una cosa es hablar de interacción compleja entre trabajo inmaterial y material, y otra cosa es hablar de un dominio del trabajo inmaterial sin la participación de la creación de valor complejo; esta segunda tesis es para mí un equívoco grave. ¿Cómo analiza esta nueva tendencia del campo intelectual vuelta a reflexionar sobre el trabajo, donde, por ejemplo en Argentina, se ha pasado de muchos análisis sobre los movimientos sociales, a volver a preguntarse sobre esta problemática? ¿Cuáles cree que son los componentes que hicieron que el campo intelectual regrese a la cuestión del trabajo? Fundamentalmente, hubo un conjunto de cambios a partir de la crisis de los años ’70 que metamorfoseó la forma de ser del trabajo: lo que estamos llamando, hoy, “la nueva morfología del trabajo”. Muchos autores vieron en estas tendencias el fin o la deconstrucción o la reducción del trabajo, con dos consecuencias graves: en primer lugar, el fin, la deconstrucción o la reducción del trabajo implican que la clase trabajadora pierde su fuerza política. En segundo lugar, el trabajo no es el fundamento de la ley del valor y, consecuentemente, de la plusvalía. Son dos cosas muy fuertes, ya que si no hay más valor, no habitamos más la sociedad capitalista; y si la clase trabajadora no tiene más fuerza para modificar el mundo, éste no cambiará jamás, por lo cual, el capitalismo será eterno. Estas tesis me hicieron plantear en mi libro de 1995, una pregunta: ¿Adiós al trabajo?, donde polemizaba con Adiós al proletariado de André Gorz, con la Teoría de la acción comunicativa de Habermas, con el ensayo de Claude Offe “Trabajo: ¿una categoría sociológica central?”, donde hacía la pregunta para contestarla negativamente. Yo planteaba una cuestión diferente: no hay un movimiento unidireccional –fin del trabajo o reducción–, sino un movimiento multitendencial e incluso contradictorio, donde en algunos sectores la reducción del trabajo de tipo taylorista-fordista y, por tanto, del obrero tradicional de este tipo, es enorme. Pero al mismo tiempo se amplió el trabajo de los proletariados precarizados en la industria, en los servicios, en la agro-industria, etc. | 80 | pampa
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trabajo O sea, hay un movimiento pendular diferente. ¿Qué pasó? Estas tesis del fin del trabajo demostraron ser un fracaso completo. Eran, además, eurocéntricas porque paralelamente a que surgían en el mundo conceptual, en el mundo real, la Nike situaba su producción en la India y en América Latina, para pagar menos a la fuerza de trabajo. Las empresas de EEUU y de Europa cambiaron su producción del suelo norteamericano y europeo hacia el este de Europa. Las empresas alemanas pagaban mucho menos para producir en Hungría o en Polonia de lo que pagaban en Alemania. Finalmente, explotaron India y China como lugares de producción. ¿Qué significa esta explosión? En primer lugar, ambos países tienen una fuerza de reserva manufacturera industrial y de servicios monumental, que hizo que los niveles de reproducción de la fuerza de trabajo caigan de cien a diez, por poner un ejemplo. O sea, hoy cualquier empresario transnacional mira los bajos patrones de remuneración de la fuerza de trabajo de China. Los patrones de reproducción de esa fuerza de trabajo de tal modo que un obrero argentino, brasileño o mexicano es considerado costoso, porque los obreros chinos son mucho más baratos. Es un proceso de pauperización del trabajo y de intensificación de la plusvalía absoluta y relativa en escala global. China tiene una fuerza sobrante de trabajo inmensa; India tiene una fuerza de trabajo inmensa y un aparato científico relativamente fuerte para los llamados países en desarrollo, tiene una clase trabajadora con niveles de formación superior a muchos de los países, por ejemplo, de la América Latina, como Perú, Ecuador, Bolivia, amplias partes de Brasil, que no tienen un proletariado calificado como el de aquellos países. Es evidente que esta tesis del papel del trabajo en la creación del valor –la baja de los precios de fuerza de trabajo en escala global– mostró que los teóricos del fin del trabajo estaban errados: no se trataba del fin del trabajo, sino del fin de cierto tipo de trabajo relativamente estable y relativamente bien remunerado como en Suecia, Alemania, Holanda, Francia; en un contexto global de degradación, precarización y destrucción del trabajo. Una situación donde una parte enorme de la fuerza de trabajo es superflua y no tiene más cómo ser incorporada dentro de la lógica destructiva del capital. Esos trabajadores y trabajadoras sólo tendrán un trabajo dotado pampa | 81 |
de sentido si cambiamos la lógica destructiva del capital. Pero cambiar la lógica destructiva del capital implica derrumbar los sistemas del capital: lo que es algo muy complicado pero, al mismo tiempo, imprescindible. Porque, si nosotros volvemos acá dentro de veinte años, al sindicato donde estamos hoy, de los trabajadores del Estado, la situación de hoy será buena en comparación con la que se vivirá en las próximas décadas, si no hay un cambio estructural fundamental. ¿Por qué? Hace cinco años yo estuve aquí y decía que la situación era precaria, pero era mucho mejor que ahora –y no hablo sólo de la Argentina, hablo del mundo. Y hace veinte años, la situación de los trabajadores era mucho menos precaria de lo que es hoy. Porque el capitalismo es hoy el capitalismo de las transnacionales que quieren más valor, una competencia desenfrenada como parte de una lógica destructiva. Tres son las consecuencias visibles de esta lógica destructiva. Una lógica que destruye el trabajo en escala global; otra lógica que destruye la naturaleza y el medio ambiente; la tercera dimensión destructiva es la política internacional de EEUU, que es la política de la guerra: la que implica la invasión de Irak, mañana la invasión de Irán, pasado mañana la invasión de Corea, Venezuela o Cuba. Una política que precisa siempre invadir algún país. Esto atiende a una lógica política de dominación, el falso proyecto de la “democracia global”, un proyecto de apropiación neoimperial de las riquezas energéticas del mundo: petróleo, gas, agua. Todo debe quedar en y para los EEUU. ¿Es un cuadro pesimista? Sí, lo es. Pero en un contexto de crítica que implica muchas luchas sociales. Nosotros estamos viviendo una etapa de cambio en las formas de lucha social. Por ejemplo, en América Latina se lucha contra la privatización del agua –Ecuador, Volvía, Perú–, contra la privatización del Petróleo –Venezuela–, contra la privatización del gas –Bolivia. Se lucha contra la destrucción de la naturaleza que los capitales globales efectúan en nuestra América y en otras partes del mundo. Hay huelgas en distintas partes del mundo, una forma de lucha tradicional pero importante en su persistencia. Hace unos días, hubo una enorme huelga de los trabajadores del servicio de transporte público de Francia que pararon la circulación de todo el país, porque el gobierno de extrema derecha –derecha | 82 | pampa
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trabajo o extrema derecha, es una cuestión de gustos– de Sarkozy quiere destruir la previsión social de los trabajadores públicos. También hubo en 2005 una huelga importante en Francia contra de la Ley del Primer Empleo, que unificó a los estudiantes que no aceptaban el contrato de primer empleo que era una falacia precarizante, y a los trabajadores estables que percibían que los contratos de primer empleo, si pasaban a los estudiantes, después iban a llegar a ellos también, lo que significaba que en dos años los empresarios iban a poder despedir sin justa causa. Y algunos meses antes, en octubre-noviembre del año anterior, fin del 2004, la explosión de los sans papiers en Francia, los “sin papeles”: jóvenes, inmigrantes, precarizados y sin trabajo. ¿Qué empezaron a hacer? A destruir la periferia de París. ¿Cuál fue el objeto que más destruyeron, en ese momento? Automóviles. ¿Por qué? Porque el siglo XX es considerado la era de la sociedad del automóvil; y decían: esta sociedad de los automóviles no es para nosotros, es para ellos y no para nosotros. Este cuadro muestra que hay lucha social en América Latina. Vimos una maravillosa lucha en Oaxaca, en México, el espíritu de la comuna volvió en Oaxaca. Estamos viendo gobiernos como el de Venezuela, Bolivia e incluso de Ecuador, que están intentando un camino alternativo que no es irrelevante, al contrario: es muy importante que un gobierno como el de Venezuela ponga como bandera de su proyecto político el discutir el socialismo del siglo XXI. Porque hace diez años, no se podía hablar de socialismo. Pero cuando me decían que el socialismo había acabado, yo les respondía que era imposible porque aún no había podido comenzar. Intentó comenzar, pero no lo consiguió. Es una discusión muy importante, la pregunta por el socialismo y por su fracaso en el siglo XX. Porque una cosa es tener una revolución socialista, como la Unión Soviética; otra cosa es instaurar un nuevo modo de vida socialista, que no es posible ni en un solo país, ni en un conjunto de países. No habrá socialismo en tanto el corazón del sistema del capital no sea perimido. El corazón del sistema de capital son hoy los EEUU, la Europa avanzada y Japón. Mientras esos polos centrales del capital no sean golpeados, no habrá socialismo. No se puede hacer una revolución socialista en la periferia del sistema porque acaba agotándose. Los casos más evidentes son dos. La URSS, que hace una revolución majestuosa pampa | 83 |
y que en 1989, 1990 empieza a desaparecer. Y la situación actual de China. Ninguna persona de buen sentido hoy puede decir que China es una sociedad socialista porque China es un país completamente dominado por relaciones de trabajo y de producción capitalistas pero controladas políticamente por un partido comunista chino que es muy centralista, muy autocrático. El partido comunista chino hizo su congreso hace algunas semanas, donde se han afiliado los empresarios: un comunismo de empresarios no tiene por cierto nada del proyecto original marxiano o incluso marxista en el sentido más originario, que no imaginaba un partido comunista compuesto por empresarios y mucho menos una sociedad socialista donde los empresarios mandan. Entonces, China es un país hoy muy complejo, porque tiene un mando político por parte del partido comunista chino que controla completamente el poder del Estado y del ejército y tiene una sociedad que explota intensamente su fuerza de trabajo. Por todo esto, en dos o tres años China pasó de cinco mil conflictos sociales a ochenta mil conflictos en el año 2005. El país sufrió una explosión, porque la intensidad de la explotación del trabajo de los obreros y obreras chinos tiene un límite, y empieza a generar la explosión de la conflictividad como en cualquier país capitalista. En este esquema que usted hace, ¿cuál es la autocrítica que debiera hacerse la izquierda latinoamericana por haber contribuido a las condiciones de opresión simbólicas a su interior? Retomando el sentido de la pregunta anterior, ¿cuál es su opinión acerca de este proceso de invisibilización del trabajo en tanto ha sido, en cierta medida, sostenido por el pensamiento de izquierda, en su corrimiento hacia una visión de los movimientos sociales, hacia un enfoque más “onegeista”? ¿Cómo cree, además, que se revierte esta situación? Es una pregunta muy compleja, intentaré hacer tan sólo algunas observaciones. La izquierda, los marxismos del siglo XX pagaron un precio muy alto frente a la historia. El siglo XX fue muy duro para todas las izquierdas en general. La revolución rusa comenzó como un movimiento magistral que marcaba el inicio de la nueva era. Salvando las diferencias, parecía algo similar a la Revolución Francesa, que cambió el mundo entero, empe| 84 | pampa
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trabajo zando por Francia y extendiéndose a toda Europa. La Revolución Rusa parecía como el punto de partida del cambio desde el Oriente hacia el Occidente. Pero no se extendió. En Alemania, pocos años después, fue derrotada la revolución; en Hungría, dos años después de 1917, fue derrotada la revolución; en Italia, los levantamientos obreros de los años veinte fueron derrotados. Todos los intentos de revolución fueron derrotados. Y la revolución rusa vivió un dilema trágico del cual no imaginaba ser prisionera: hizo una revolución, derrotó el zarismo, derrotó a los mencheviques y tomó la estructura de poder, pero no hubo una expansión de esa revolución hacia los países centrales en dirección a lo que decía recién, al corazón del capital. Al contrario, no llegó a Alemania, a Italia, a Japón, a EEUU. Llegó a China en el ’49, Cuba en el ’59. Es decir, cada vez más en dirección al mundo colonial en la periferia del sistema. Porque, ustedes saben, el Este europeo no vivió una revolución: fue una lucha de resistencia muy importante contra la guerra, luego de la cual quedó en parte bajo influencia soviética, pero no por una revolución, sino por un acuerdo en función de la lucha de la resistencia antifascista. Los resultados de esto: el marxismo del siglo XX se vio prisionero, por un lado, de la barbarie estalinista. Cuando Lenin muere en 1924, se acentúa una guerra muy dura dentro del partido comunista soviético entre Stalin y Trotsky: sabemos quién ganó esa guerra. En el ’28-’29 Trotsky pierde la lucha, se va de la URSS y hay un proceso de estalinización del movimiento comunista internacional que tuvo repercusiones muy profundas. La más trágica, para citar sólo una y no irnos demasiado lejos, es que una revolución singular, que fue la revolución rusa de 1917, pasa a ser tomada como modelo universal de toma del poder. Esto es una tragedia, porque ¿cómo se puede concebir que una revolución en Francia, por ejemplo, tenga que tener el mismo camino que en Rusia? Y un modelo particular de partido revolucionario en un país zarista, dictatorial y autocrático como era Rusia antes del ’17 es tomado como modelo de partido para todo el mundo, lo que dio como resultado el partido comunista marxista-leninista. Una total aberración. No es por azar que el que más divulgó al partido marxista-leninista haya sido Stalin: un partido ultracentrista, pampa | 85 |
donde una vanguardia decide y las masas tienen que aceptar de buen o mal grado. Y yo hago un balance como marxista, no hablo como liberal. El partido de Marx era diferente, porque Marx pensaba un partido en Europa occidental, Marx hablaba en la Primera Internacional de un partido político distinto; nunca pensó un partido de ultravanguardia –que era imprescindible en Rusia, porque Rusia era un país policial, una dictadura terrorista y policial donde, incluso estando en la clandestinidad, los miembros del partido eran eliminados; entonces, no podía ser un partido abierto y democrático. Pero el “transplante” también generó una respuesta muy dura al estalinismo, que fue con diferentes variantes, las distintas modalidades del movimiento trotskista. Muchas de ellas –no todas, pero ciertamente muchas– también muy dogmáticas. ¿Cómo fue esto? Trotsky explicó que hay un problema de traición y el problema es que las direcciones son carcomidas: claro que el problema de las direcciones es frecuentemente un problema real, pero imaginar que todas las direcciones traicionan porque llegan al poder y traicionan, es un problema mal planteado. La pregunta es ¿por qué la traición? ¿Quiénes acaban traicionando? Aunque yo no comparo nunca al estalinismo con el trotskismo: el estalinismo fue una contrarrevolución dentro de la revolución rusa. Y Trotsky fue una de las figuras más lúcidas al percibir la imposibilidad de la prosecución del socialismo en un solo país; pero muchos trotskismos mantuvieron y mantienen la idea de un partido de vanguardia muy sectario. Yo pienso que el siglo XXI nos va a obligar a pensar, primero, que las luchas sociales, las luchas de clases suponen muchos movimientos, lo que nos lleva a una des-jerarquización de la relación entre movimientos y otras organizaciones que plantean la representación política. Y discutir eso de “¿Por qué el partido es más importante? Porque el Comité Central lo define así”, “¿Por qué los sindicatos son lo segundo? Porque el Comité Central define que primero es el partido y segundo los sindicatos”, etc. Más importante hoy es ver cuáles son los movimientos que hacen la lucha más radical. ¿Y qué es hacer la lucha más radical? No es protestar, protestar no hace avanzar, la cuestión no es un concurso de gritos. Es pegar en las raíces, “erradicar” es tomar las cosas por la raíz. | 86 | pampa
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trabajo La revolución rusa tenía una consigna, su bandera: Pan, Paz y Tierra. Pan, porque la población estaba famélica, tenía hambre. Paz porque en la lucha habían muerto millones de soldados pobres, luchando sin saber por qué. Y Tierra, porque era un país con mucha tierra y con mucha hambre. No eran banderas genéricas, eran muy radicales y vitales. Es importante luchar para que los sindicatos hoy diseñen una lucha radical: de carácter radical en tanto es de carácter vital. Entonces, el trabajo es vital, claro, ahora bien: ¿qué trabajo? ¿El de los estables o el de todos? El de todos. Por eso, yo veo con simpatía que la CTA tenga una preocupación en luchar para contener, para comprender a los trabajadores sin trabajo. Veo con simpatía a la CIG, la Confederación Intersindical Gallega, que es diferente de la UGT y de Comisiones Obreras, que se integraron: el sindicalismo no pueden “integrarse”, no puede ser un sindicalismo institucional, estatal o “amigo” del capital. Ese es el camino de la conversión de los sindicatos hacia un sindicato dentro del orden: estar atado al Estado, subordinarse a la negociación del capital y burocratizarse e institucionalizarse. Ese es el camino de la servidumbre sindical. Y un último punto: yo pienso que los sindicatos de izquierda, los sindicatos de clase, tienen que comprender primero cuáles son las nuevas formas del trabajo hoy, quién es la clase trabajadora: hombres, mujeres, jóvenes, viejos, nativos, inmigrantes, calificados, no calificados, empleados, no empleados, etc. Y, además, en qué sociedad vivimos. Y si los sindicatos profundizan la cuestión acerca de qué sociedad tenemos, llegarán a la conclusión, en este siglo XXI, de que el capitalismo es inviable para la humanidad. Entonces, es necesario preguntar ¿qué queremos? Porque esto repone la cuestión del socialismo. Yo pienso que es un desafío de los sindicatos reflexionar qué será el socialismo del siglo XXI. Y no, como algunos plantearon en el pasado, que “los sindicatos se dedican al sindicalismo y los partidos a la política” –y la burguesía, que divide las cosas, domina el mundo. Los sindicatos tienen que pensar la lucha concreta e inmediata y, al mismo tiempo, para dónde vamos. Así como los movimientos sociales deben pensar la lucha por el agua, por la comida, por el transporte y, al mismo tiempo, para dónde vamos. Y los partidos que quieran tener vitalidad, deben pensar pampa | 87 |
menos en las elecciones de cada año –ya que hay muchas elecciones y no se cambia completamente nada, y cuando se cambia es para peor– y pensar en luchas extra-parlamentarias para fundir la lucha popular en un proyecto más general de transformación radical de la sociedad. | pampa
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El lu ga r del suj et o t r a b a j ad o r espacio y subjetividad en trabajadores de empresas recuperadas1 por FERNANDO BUSTAMANTE*
El espacio de la fábrica, de la calle y otros espacios en los que los trabajadores se constituyen en colectivo no son de su propiedad, y están demarcados, ordenados, reglamentados y funcionalizados por la forma de propiedad y por la legitimidad para construir propiedad. Esta particularidad queda especialmente expuesta en el caso de los trabajadores de fábricas recuperadas y en los procesos que los llevaron a convertirse en tales. La dimensión espacial es un elemento importante para contrastar y analizar las relaciones de poder y simbólicas entre estos trabajadores y sus interlocutores. Como dice Michele De Certeau, en las relaciones de poder asimétricas, el débil desarrolla tácticas, mientras que el fuerte puede proyectar estrategias. La estrategia planifica, es propietaria de un espacio en el que se desarrolla la acción y se puede exhibir. Su recurso es la intimidación. Por el contrario, la táctica es el ardid, la elusión, para intentar sacar algún beneficio de la situación que le es impuesta. No tiene lugar propio, su tiempo es la distracción, y su capital es la oportunidad. Al aplicar esta definición de tácticas y estrategias a relaciones de poder concretas, es interesante ver cómo se dan correlatos –igualmente conflictivos– materializados en delimitaciones y usos del espacio. Parece haber tres componentes básicos que definen la morfología de la dimensión espacial desde el punto de vista de los trabajadores: un espacio exterior, una frontera de cierta naturaleza y una estructuración del espacio interno del predio. A su vez, estas tres categorías del espacio van teniendo diferentes sentidos conforme los tres momentos más importante del proceso: antes, durante y después del conflicto. Esta estructuración recorre el eje de la relación entre lo público y lo privado, que se da en configuraciones históricas, ya que los espacios públicos no son solamente los edificios públicos, las calles y las plazas. También
1. Este trabajo es una extensión de mi tesina de grado Cultura, trabajo y conflicto social. Identidad de los trabajadores de fábricas recuperadas, Universidad de Buenos Aires, mayo de 2004. * Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social, UBA. Investigador profesional adscrito, Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta (CIUNSa).
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son espacios públicos aquellos donde se generan discusiones donde también se juega el “interés público”.
Antes del conflicto La definición de M. De Certeau que mencionábamos más arriba se aplica literalmente al momento previo al conflicto, donde el espacio pertenece al fuerte, al patrón, y por lo tanto este puede planificar estrategias de su uso en función de sus intereses –el diseño del proceso de trabajo, el emplazamiento de las máquinas, los sectores de oficinas y las prohibiciones y permisos atenientes a cada uno de esos espacios. Observamos que el espacio de la fábrica, de la calle y otros espacios en los que los trabajadores se constituyen en colectivo no son de su propiedad y están demarcados, ordenados, reglamentados y funcionalizados por otros –el patrón, la policía, los poderes del Estado o los controles de calidad de los clientes. El trabajador debió cumplir una función delimitada y encuadrada en esos intereses. Cuando tratamos de ver los usos que se hizo o hace del espacio en distintos momentos del proceso, vemos que se da una disputa por esos espacios y, por lo que mencionamos más arriba, para ser más precisos se da una disputa, también por la propiedad de esos espacios. En alguna medida también se disputa por la forma de propiedad y por la legitimidad para construir propiedad. En principio, detectamos algunos usos concretos de los espacios que se van repitiendo en los conflictos de las distintas empresas relevadas. Un espacio privilegiado en el desarrollo de los conflictos es el del predio de la empresa en cuestión. Este espacio va adquiriendo distintos usos a lo largo de las distintas etapas de la recuperación. En la etapa previa al conflicto, el espacio era propiedad reconocida del patrón. La organización del proceso productivo dominado, en muchos casos, por una idea fordista –en muchos otros incluso por una idea taylorista–, que reserva al trabajador un papel fragmentario –sin noción de conjunto– y subsidiario en el esquema productivo general. Y es el patrón quien define las divisiones del trabajo. En relación con la naturaleza de la frontera, en este momento del proceso es | 90 | pampa
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trabajo una frontera permeable al intercambio adentro-afuera, circulación de bienes, mercancías, personas, insumos y comunicaciones en distintos soportes. El espacio exterior estaba predeterminado en sus circuitos y sus usos eran privados, en tanto individuos, y para nada como colectivo de trabajadores.
Durante el conflicto En relación con el habitar de los espacios durante el conflicto, es necesario decir que las modalidades adoptadas fueron diversas en las distintas experiencias. Una mayoría de las experiencias atravesó el conflicto encerrados en la empresa, resistiendo los intentos de desalojo, custodiando y manteniendo las maquinarias y habitando el predio. Al tener que habitar el lugar, se da una reapropiación del espacio y de los recorridos. Las formas de estar luego del trabajo, ahora desarrolladas en este lugar, anteriormente gobernado por las tareas, los ritmos, los sentidos del trabajo, provocan un re-conocimiento del lugar. Se está pensando en otras cosas mientras se camina los mismos pasillos y escaleras a otro ritmo. Los colores y los volúmenes cambian al mirarse bajo la luz de otros momentos del día. Aparecen nuevos relieves, nuevas aristas de los objetos y nuevos climas de la realidad. Una de las condiciones que más juega en este fenómeno, es la pérdida de las referencias cotidianas que implica encontrarse aislado por días y muchas veces por meses de la familia y del propio hogar. Durante los períodos de ocupación, los espacios habitados se usaron también para la reproducción de la vida, es decir, actividades relacionadas con el comer, el dormir y el higienizarse. Prácticas normalmente vinculadas a lo privado y lo doméstico, toman lugar en un espacio compartido con el resto de los trabajadores de la empresa. Esto implica a la vez socialización con los compañeros, pero también angustia por el distanciamiento del entorno familiar. Otro uso de los espacios de las fábricas fue y es el de los encuentros entre trabajadadores de empresas en recuperación para discutir e intercambiar sus experiencias y recibir aportes de grupos sociales y técnicos. En relación con la propuesta de que los espacios se tornan productivos cuando sus fronteras son permeables, podepampa | 91 |
mos decir que estos son intercambios que las fronteras de los predios permiten a partir de los cuales se logra favorecer condiciones para el mejor desempeño de los emprendimientos. El resto de las experiencias de alto nivel de conflicto utilizaron las medidas de fuerza de corte de calle y acampe, generalmente frente a la empresa. Es posible en estos casos pensar la carpa como habitar precario o provisorio (es más que ocupar), en tránsito, y en el medio del transito. El campamento implica necesariamente un nomadismo, un signo de la intención de pasar a otro lugar. A la vez es, aunque provisorio, un habitar por tiempo indefinido. Y mientras tanto, se reproduce la vida, con objetos portátiles. El acampe tiene la particularidad, no necesariamente presente en la toma, de la publicidad del hecho. La carpa es puesta en un espacio público, de circulación y a la vista del público. La ocupación espacial como colectivo posibilita la palabra –tener injerencia en lo legal– que compromete a una respuesta. Otro uso del espacio público exterior al predio tiene que ver con dos cuestiones más: la difusión del conflicto a los vecinos y transeúntes por distintos medios (panfleteada, carpa, corte) y la recaudación de colaboraciones monetarias o en provisiones. En el caso de Zanón, estas dos tareas estuvieron asociadas. Por último, en relación con la frontera, la disputa que se da por atravesar la frontera, evidencia el sentido del espacio de la empresa como espacio de lo productivo, y la frontera se transforma en límite de lo productivo. El conflicto estanca los espacios interno y externo. Para que un espacio sea productivo es necesario que su borde se vuelva permeable y se reconstituyan las relaciones entre el interior y el exterior. Sin embargo, ese terreno de las empresas, donde están las máquinas, los materiales y las herramientas, aún con las fronteras bloqueadas representa para ellos el lugar donde les parece que podrán producir y reproducir sus vidas. Los trabajadores custodian la frontera si están dentro, o tratan de traspasarla si están fuera en momentos en que la frontera está bloqueada. Es decir que los trabajadores luchan por incluirse nuevamente en el terreno de lo productivo, y en el caso de estar dentro, buscan resistir la exclusión de ese terreno a la que son sometidos. | 92 | pampa
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trabajo Después del conflicto Cuando se restablece el proceso de trabajo, vuelve a hacerse permeable la frontera del predio, permitiendo el flujo de insumos, personas y producción, a las que se suman las variantes aparejadas por el proceso de recuperación: Son los trabajadores quienes determinan los criterios de admisión que rigen las fronteras. Ahora, los usos de los espacios son algunos más que los tradicionales de la producción. En primer lugar, se da una diferencia con el alquiler de una parte de uno de los predios. El alquiler no es justificado como forma de obtener recursos en sí –opción muy probable dadas las condiciones de necesidad de muchos de estos trabajadores–, sino para centralizar trabajo. Representa una gestión de los recursos disponibles (espacio físico) por fuera del trabajo (manual) específicos. Otra de las novedades es la permanencia de los encuentros de empresas recuperadas y las visitas de técnicos, voluntarios, vecinos y otros interesados en colaborar con el proceso. Quizás, en relación con esta dinámica, haya que considerar los usos culturales de los espacios de las empresas recuperadas. El caso de IMPA es paradigmático en este aspecto, con el centro La Ciudad Cultural, que funciona en el edificio de la fábrica, donde se dictan talleres muy diversos, se presentan muestras y se exhiben películas. Pero también es muy importante en Rosario, la iniciativa de los trabajadores del Supermercado El Tigre, que dispusieron espacios para actividades culturales, transformándose en una referencia en Rosario incluso para artistas e intelectuales nacionales e internacionales en sus giras por el interior del país. Otras modificaciones del espacio aparecen en el proceso productivo, donde se dan algunos casos de discusiones en torno al esquema previo al conflicto. Los trabajadores de Cooperativa Los Constituyentes opinaron y propusieron hacer modificaciones al uso productivo del espacio, contra la opinión de los dirigentes de la cooperativa, que señalaron fundamental mantener el orden establecido bajo el patrón. Las propuestas les resultan excesivas y las asocian con la desorganización. Si bien se considera que hay que mantener la organización del trabajo, aparecen también saltos a esas delimitaciones, ocupampa | 93 |
pando las máquinas libres que se saben operar, como forma de colaboración con los compañeros que tienen más trabajo. Otra forma de saltar las viejas delimitaciones espaciales se dio por la dinámica propia del proceso, que permitió a muchos trabajadores conocer por primera vez a algunos de sus compañeros luego del conflicto, debido a los encuentros fuera de la anterior pauta de organización. Adicionalmente, parece haber en algunas de las empresas una necesidad de los trabajadores de conocer permanentemente las acciones de la administración. Estas empresas se han dado a sí mismas mecanismos de publicación de la información, más allá de las asambleas. Carteleras mostrando informes contables y operarios que presencian el trabajo administrativo para transmitirlo al resto de los trabajadores. Son estrategias para saltar los límites a la circulación de información propios de las empresas tradicionales. Estos saberes e informaciones de los que los trabajadores son generalmente privados son los espacios ahora accesibles para la construcción, y que contienen un potencial dinámico al proporcionarles a los trabajadores una mirada más amplia sobre su tarea, la producción, el mercado y la sociedad; y representan una democratización de hecho. El espacio interior de la empresa algunas veces no solamente fue condicionado por el patrón, también por imposiciones de clientes a través de sus controles de calidad. Estas condiciones no se fueron con el patrón, pues la empresa trata de recuperar los mismos clientes.
El Cuerpo desplazado Los saberes prácticos de la producción son capital importante para los trabajadores. Por su cuerpo pasa su saber privilegiado y su medio de vida. Carlos Savransky (1999) señala en torno a esta cuestión del cuerpo como portador de sentidos y saberes, que la primera producción industrial introduce una modificación esencial, desagregando la relación de saber que existía en la práctica artesanal. En el modelo productivo artesanal esta relación se daba como pura práctica de producción de un cuerpo. El saber hacer una pieza no estaba objetivado y no se separaba del mismo hacer práctico. Esto desemboca en la desaparición de la pieza | 94 | pampa
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trabajo única a favor de la producción en serie. En la producción en serie fue esencial poner en momentos diferentes el saber2 y el hacer, como funciones separadas. Antes del conflicto, los cuerpos son ordenados delimitándoles espacios de trabajo, prescribiendo tareas, y prohibiendo y condicionando los accesos a distintos sectores. Estos límites a los cuerpos son delineados por el patrón y sus intereses, por los conocimientos a su servicio y por factores externos del Estado y del sistema productivo. Los cuerpos no están involucrados en procesos integrados sino segmentados en tareas parciales. En cuanto a los espacios para la reproducción del cuerpo, están regidos por los ritmos de trabajo marcados por el empresario. Durante el conflicto, en cambio, el papel del cuerpo es fundamental, ya que es la única herramienta que tienen los trabajadores para disputar el espacio. La necesidad de habitar el predio durante meses sin interrupción fuerza una forma de estar de los cuerpos re-conociendo los lugares, como en alguna empresa donde, durante la ocupación, llevaron colchones y pasaron la noche en la oficina del patrón. Pero también la realización de encuentros de trabajadores coloca a los cuerpos en disposiciones específicas y planificadas para la comunicación, y necesariamente implica romper la organización del espacio funcional al proceso productivo. Los trabajadores tienen claro que la ocupación de ciertos espacios les da derecho a tomar la palabra. Lo tienen claro y lo ejercen como herramienta. El cuerpo es, también, usado como un signo en el espacio. La publicidad del conflicto que se da en el acampe, en el corte de calles, en la recorrida del barrio y lugares de tránsito para pedir colaboraciones, tiene como soporte el cuerpo de los trabajadores. Hombres y mujeres, vestidos con sus prendas de trabajo, en la calle, sin trabajo, solicitando ayuda. En el apartado Disputa del espacio, también sugeríamos que la disputa que se da por atravesar la frontera del predio de la empresa indica que el terreno de la empresa representa para los trabajadores quizás el único lugar donde podrán producir y reproducir su vida. Es el espacio donde están las máquinas, los materiales y las herramientas. Por debajo de estas estrategias puede estar actuando la noción de que el espacio de la empresa representa el espacio de lo productivo, del que los trabajadores se resisten a ser expulsados, y entonces la frontera se transforma en frontera de lo productivo.
2. Aquí, con saber Savransky se refiere a la definición completa de una obra, y no a un saber cumplir una tarea.
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3. Desarrollamos la noción de umbral de abismo en el apartado Identidad al borde...
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Cabe preguntarse si el único uso productivo es el del flujo de bienes y personas, quizás discutiendo una noción instrumental de producción. Aparece, entonces, la necesidad de pasar de la pregunta “¿son permeables las fronteras?” a la pregunta alternativa sobre “¿a qué son permeables?”. Esta posible ruptura puede entenderse como trabajos de sentido, dadas por las dinámicas internas, por los procesos de lucha y conflicto y por los intercambios con otros trabajadores y sectores sociales. Los trabajadores custodian la frontera si están dentro, se constituyen en colectivo ocupando el predio a través del conjunto de sus cuerpos, cuidando que nadie entre en el lugar. Es decir que los trabajadores buscan resistir a la exclusión de ese terreno a la que son sometidos. Si están fuera en momentos en que la frontera está bloqueada, tratan de traspasarla. El habitar transitorio de la carpa –así como otros elementos para suplir necesidades de los cuerpos– están señalando la presencia indefinida de esos cuerpos, pero como señal de estar en tránsito hacia adentro de la frontera. Es decir que los trabajadores luchan por incluirse nuevamente en el terreno de lo productivo. En esta disputa, los cuerpos de los trabajadores se constituyen en herramienta de ocupación con la que disputan contra las tecnologías para la “desconcentración” y la dispersión (gases, carros hidrantes, caballos) con que cuenta la policía. El cuerpo, entonces, se convierte en soporte donde anclar el derecho. Pero para esto, a la vez, es necesario colocar el cuerpo en el terreno de lo productivo. Aunque se tenga el cuerpo disponible –dispuesto–, si no se logra ponerlo en un territorio delimitado se pierden derechos fundamentales. El sentimiento de que la pérdida del trabajo lleva a los trabajadores a un abismo3 tiene en este punto un sentido físico y territorial. En estas condiciones, luchar por poner el cuerpo dentro del terreno de lo productivo es la consecuencia de visualizar ese abismo e intentar algo para no caer. Se pone el cuerpo donde se sabe que se tiene derecho (a estar). Se quita el cuerpo cuando no (se asume que) hay responsabilidad ante una situación. Luchar por poner el cuerpo en terreno productivo es luchar para que el derecho no caiga del propio cuerpo. El cuerpo se transformaría en un umbral del derecho, umbral que definiría para estos trabajadores la posibilidad de constituirse en sujeto. noviembre 2007 | nro.3
trabajo La expulsión –la negación del sujeto– de las zonas de integración avanza desde los espacios públicos de derechos cristalizados legalmente, pasa por espacios económicos de la distribución de la riqueza, y por ultimo la expulsión física de los espacios productivos, invadiendo el espacio vital corporal y expulsando los cuerpos de los territorios productivos, más allá del umbral de abismo. | pampa
BIBLIOGRAFÍA REFERENCIADA • AA. VV. (2003), Fábricas y Empresas Recuperadas. Protesta social, autogestión y rupturas en la subjetividad, Bs. As: Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. • DE CERTEAU, M. (1996), La invención de lo cotidiano. Artes de hacer, México: Universidad Iberoamericana / Iteso. • SAVRANSKY, C. (1999) Para una teoría de la práctica, ensayos sobre la poiética arquitectónica, La Paz: Universidad Mayor de San Andrés, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes. pampa | 97 |
Si emp r e ha b r á más c a min o por DANIELA ESPEJO
El terreno discursivo del análisis cinematográfico es, al menos para quienes pretenden de él la riqueza reflexiva y la excitante detención del pensamiento, por lo menos sinuoso. Lejos del absoluto con que la mayor parte de los medios valora las obras cinematográficas, calificadas con puntaje, estrellas o clarines, el análisis cinematográfico se sitúa en el espacio argumentativo y paciente de la mirada subjetiva de su autor. Así, la relevancia de un film depende mucho más de esta mirada que de la crítica que haya alabado o sepultado la obra, sus records de taquilla, sus actores o el realizador responsable del objeto de estudio. Aquella mirada que, acotándose estrictamente al aspecto fílmico, a lo que se encuentra encerrado por los límites del encuadre, busca destacar formas y ampliar significados en pos de una propuesta más rica y amorosa de discurso sobre el arte. Y desde esa subjetividad, tanto aquellas películas a primera vista inagotables como las que parecen limitarse a un sentido único, se constituyen como textos, siempre susceptibles de ser ampliados y enriquecidos por la interpretación constante. La temporalidad con que Hanz Weingarten va desplegando inesperados caminos en Los edukadores (Die fetten jahre sind vorbei, Alemania/Austria, 2005, de Hanz Weingarten) podría hacernos pensar que es un film a primera vista adolescente, sin embargo, a través del desarrollo de la historia, se revelan discusiones de identidad política, tensiones generacionales y de género constituyéndose estas en problemas abiertos al espectador. ¿Cómo cruzan a los jóvenes protagonistas con ciertas ganas de “cambiar el mundo” estas problemáticas? ¿Qué los hace visibles y difusos, personales e impersonales? Estos son los enigmas con los que Weingarten construye un escenario de traslados, imaginaciones y protagonismos. | 98 | pampa
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Herederos de una tradición política juvenil, europea en este caso, pero no exenta de paralelos en otras latitudes, los protagonistas comparten la lucha pero hay un recorrido distinto para cada uno de ellos. Jule, la mujer del trío, quizás sea la que canaliza la intervención política de la forma más tradicional militando en un movimiento anti-globalización mientras trabaja a desgano como mesera en un restaurante de elite. Peter, el novio de Jule, y Jan, su compañero de departamento, por su parte, se dedican a entrar en mansiones de clase alta mientras sus habitantes no están, cambiar de lugar los objetos y dejar mensajes intimidantes: “Los años de abundancia terminaron” (tal el título de la película en alemán) o “Tienen demasiado dinero”. Firmado: Los edukadores. Igualmente, más allá de su efecto novedoso, el diálogo con generaciones predecesoras en los anhelos de igualdad que los personajes sienten hoy, es evocador de una época ya que comparten el hecho de desestabilizar la seguridad de las familias ricas, dándoles lugar al miedo. Los personajes se encuentran insuflados por las luchas del 68 o la mítica figura del Che Guevara. Su motor es una herencia lejana que representa la esperanza aún viva de una humanidad menos dividida, más solidaria. Está claro que el impulso que los lleva adelante se alimenta de raíces fuertes, largos recuerdos y compromisos políticos. La juventud como espacio de desafío y cuestionamiento constante marcado por la utopía, la rebeldía, el riesgo.
¿Los años de abundancia terminaron? El film de Weingarten deja en claro que la generación de los tres jóvenes no es lo que fueron sus predecesoras. Pero a la vez, una charla entre Jan y Jule aclara que la muchacha tiene una deuda enorme con un ejecutivo al que chocó una noche de borrachera. Aquella deuda con que la justicia la condenó a devolver el total del precio del auto chocado, es el símbolo emblemático de la fijación obsesiva de una generación por ser lo que se debe ser y sentirse en deuda por no serlo. “Arruinarle la vida a una chica también es injusto.” El problema que mueve a la generación ¿es realmente tal? ¿O acaso se trata de la falta de problema propio la que genera el problema? pampa | 99 |
1.LEWKOWICZ, IGNACIO; La generación perdida, Versión digital en elSigma: www.elsigma.com/site/ detalle.asp?IdContenido=159 2. LEWKOWICZ, IGNACIO; Op. cit.
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El conflicto marcado por un vacío de conflicto que aúne la lucha de toda una generación. Porque el conflicto de Jule es mucho más personal que generacional y, no obstante, será justamente este vacío el que dirija el movimiento de toda la película. De la mano de estas ideas, Jan descubrirá a Jule el secreto de “Los edukadores”, quien entusiasmada, tendrá la idea de “educar” al ejecutivo que la condenó a pagar su deuda imposible. El espíritu educativo se volverá entonces claramente vengativo. Dentro de la casa, el error será creerse omnipotente, creerse más que el otro que no tiene las mismas ideas que ellos. El exceso y la ambición, en suma, la soberbia. Quizás, decíamos, la diferencia entre la generación que protagonizó los años 60 y la actual sea justamente el problema. Como indica Ignacio Lewkowicz, el concepto de generación a nivel histórico designa “una experiencia alteradora, de advenimiento subjetivo de un colectivo en un punto de inconsistencia del lazo social. Es el nombre de una suplementación alteradora”1. La generación actual, en cambio, parecería ser mucho más un “reemplazo”2 sin conflicto que una alteración. No hay ruptura, los jóvenes intentan el armado de un problema contra el cual levantarse pero éste no basta: la injusta deuda de Jule no alcanza para alzar a toda una generación, está claro. La falta de problema los ubica entonces como en suspensión, lo importante es subjetivo, personal, disperso. Esta confrontación generacional es tema central del film. Sin embargo, solo se dará explícitamente en un segundo momento, cuando los protagonistas secuestren al ejecutivo sin comprender exactamente el motivo de tal violencia. Maniobra de secuestro, clima de campo, contexto natural del espacio y un montaje mucho más acorde a este cambio de ritmo, harán lugar a profundizar este momento en la obra. Es cuando el grupo empieza a conocer al ejecutivo cuando la situación se revierte. El ejecutivo recuerda sus tiempos de juventud cuando luchaba por un ideal de mundo posible y descoloca a los tres jóvenes. Ya no es el viejo burgués al que odian por su gran abundancia de dinero, su insensibilidad, sino alguien que, en algún momento fue como ellos, soñó con la libertad y, como dice Jule, le llegaron las responsabilidades y tuvo que entrar en el sistema. Antes no había conocimiento alguno de su subjetivinoviembre 2007 | nro.3
dad sino un gran prejuicio mediador: la institución que pretende que todo miembro de una clase alta es, por pertenecer a esta, decididamente culpable. Aquí es cuando los tres jóvenes aparecen como “el cazador cazado”. Su accionar y deseo de venganza está mediado por el mismo sistema que repudian. Sin embargo, hay luego un mea culpa del ejecutivo. Como muchos de los participantes de las manifestaciones de mayo del 68 en Francia (y en otras regiones también), emblemáticos representantes de una generación, en palabras de Lewkowicz, “con nombre propio”3, el ejecutivo terminó siendo todo aquello que había rechazado. Su pecado, quizás, fue el de haberse creído más que otros, haberse creído dueños de la Verdad. La soberbia, o en términos míticos, la hybris con la que los personajes griegos desafiaban a sus dioses y eran castigados. El ejecutivo acepta la traición, se hace cargo de haber caído en la tentación del consumismo y de haberse institucionalizado como tantos otros. La vanguardia es una ruptura que establece un paso revolucionario cuyo segundo movimiento es, casi inevitablemente, la absorción por la institución. Sin embargo, las raíces de la institución llevan dentro el resabio de sus alas. No hay forma de que no hayan sido en un primer momento un rapto de cambio y aire, novedad muchas veces olvidada por el transcurso del tiempo. El encuentro de los personajes en el campo invita a esta reflexión. El ejecutivo recuerda sus sueños y utopías olvidados, disfruta de momentos de paz que añoraba, absorbido por el stress que le demanda su vida laboral. Diríamos que casi se siente a gusto con la estadía como secuestrado. No es fácil para los jóvenes salir de su prejuicio: temen que haya escapado cuando solo se había alejado para disfrutar del silencio y la belleza del paisaje. El ejecutivo se aleja del estereotipo y descoloca a los jóvenes. Sin embargo, si bien reclama la pertenencia y ruptura de su generación, revive con el movimiento que ellos le proponen.
La educación sentimental En el contexto de Los edukadores, la mujer se constituye en elemento pivot. Todas las situaciones se mueven alrededor de
3. LEWKOWICZ, IGNACIO; Op. cit.
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su interés y su figura. Jan traiciona a su amigo Peter acostándose con su novia. La causa y el conflicto que los lleva al secuestro es ella. Ella como eje entre tres hombres que responden y giran alrededor de su encantamiento, casi como una maga tirana. Lo femenino en el film no es receptivo sino generador. Consecuentemente con el cambio de óptica en la diferencia y las prácticas sexuales bien marcadas por la generación de los ‘60, Jule no sigue al rebaño sino que lo guía. Una forma de poder a veces caprichosa, otras concedida por su peso propio. Jule también aparece como contradicción y referencia a la ruptura feminista de los ‘60. La mujer como figura determinada socialmente burlando los mandatos del patriarcado también presenta su conflictividad contemporánea en tanto feminismo militante. Para el ejecutivo no es extraño descubrir que Jule se relaciona sexualmente con ambos amigos. De hecho, revela que en su juventud vivía en comunidad y la libertad sexual que se manejaba hacía del trío una práctica común. Como buenos frutos de su árbol, cree que ellos siguen los mismos parámetros que él tenía mientras ellos se sorprenden imaginados más libres de lo que realmente son. Algunas de las ideas de entonces, especialmente en cuanto a la sexualidad, se conformaron como antítesis extrema de la represión anterior que condenaban las relaciones prematrimoniales, la infidelidad y el aborto. Los “sesentayochistas” llevan a la práctica la reacción frente al puritanismo del cuerpo y el goce. Hoy en día una tal liberación sexual se encuentra probablemente menos explícita. Nos encontramos transitando una síntesis de ambas posiciones. En cuanto a los vínculos sexuales, está claro un fin de lo absoluto, una apuesta a la subjetividad como camino. La unión entre homosexuales, la soledad como elección, los divorcios y reconstitución de familias ya no son tabúes. Sin embargo, la traición de los amantes divide y genera desenlace. Mete crisis, invita a actualizar la mirada y descubrir las posibilidades del vínculo. El film presenta allí la actualidad de una des-estructuración clave del pensamiento binario, descubriendo que la eterna confrontación de los opuestos no genera más que una tensión que debe ser abrazada y aceptada como etapas de un mismo ciclo. Asistimos a una apertura a nuevas posibilidades combi| 102 | pampa
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natorias de experiencias, identidades y luchas, en las que, aquí sí, el goce es el motor. En este círculo, probablemente el camino de los jóvenes sea en el futuro el que está transitando el ejecutivo. Como un árbol cuyos frutos caen para germinar nuevos árboles, el ciclo imprime el camino, la eterna rueda. Ellos, mientras sueñan y despliegan sus alas, caen en la paradoja de que sus mismos sueños los llevan al prejuicio y la violencia. El sueño de la igualdad los sume en la intolerancia de quien los contradice. La generación mayor hace un mea culpa por haber olvidado los sueños de juventud que ve reflejados en los jóvenes. Despierta y se solidariza con sus potenciales hijos (el ejecutivo perdona la deuda a Jule). Reconoce su arraigo a la propiedad y su olvido de la utopía. El ejecutivo vuelve a su hogar y promete no denunciarlos.
Todo está en paz Sin embargo, la tensión se aquieta momentáneamente. El problema resta irresuelto. No es fácil para los mayores dejar el lugar a los más jóvenes, saberse grande y arraigado. Los jóvenes, a su vez, pujan por salir a un mundo ya acaparado y en marcha. Pujan por cambiarlo, a costa de equivocarse. El camino parece ser entonces el de entender la naturaleza cíclica del asunto. El final acuerda con la ideología del film. La sangre nueva ilumina el cambio, los mayores son representados en las palabras del último cartel: “hay personas que nunca cambian”. Está en la naturaleza humana la novedad y la historia, la vanguardia y la tradición, el ciclo eterno que perdura en el tiempo, que muere y renace sin cesar. Habría que pensar si queremos vivir este ciclo en la extrema calma del reemplazo generacional o en las turbulencias alteradoras que ponen en escena y se hacen cargo de una tensión siempre presente, entre lo que fue y lo que será, entre lo que tenemos y lo que queremos ser.| pampa
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Lo s dr o g o ne s c ul t o s por NICOLÁS HONIGESZ Quien prohíbe reprime con sus temores y educa con los mitos ¿De dónde proviene este miedo a la “droga”? Proviene de un profundo miedo a la muerte que no es más que un gran miedo a la vida misma. En honor a quienes resistieron y resisten a las miradas inquisidoras.
En enero y febrero de 1886, Sigmund Freud fue invitado a unas recepciones en la suntuosa casa de Charcot. Se sentía torpe e inseguro de su francés hablado, por lo cual se parapetaba tras una dosis de cocaína, se vestía formalmente y acudía a las reuniones con el corazón agitado. La correspondencia con Martha Bernays (su novia) atestigua su ansiedad y su alivio al no hacer ese ridículo en presencia de Charcot; una noche de fines de febrero, al regresar de una recepción en la casa del gran hombre de Ciencia, después de las doce escribió a su amada: “Gracias a dios terminó la reunión. Había sido insulsa hasta reventar, solo ese poco de cocaína me salvó de ella”. El interés de Freud hacia esta droga tenía un motivo particular: esperaba que la cocaína pudiese ayudar a su compañero Ernest Von Fleischl Marxow, que padecía las dolorosas consecuencias de una infección, al desprenderse de su adicción a la morfina, sustancia que había tomado como anestésico. Completó en junio un artículo titulado “Sobre la Coca”, una combinación fascinante de informe científico y defensa de la droga y lo publicó en una revista médica vienesa al mes siguiente. A principio de septiembre, Freud viaja a visitar a su novia Martha Bernays, pero antes había hablado de su trabajo sobre la cocaína, sus propiedades calmantes y estimulantes, con su amigo Leopold Konigstein, oftalmólogo. Cuando Freud regresó descubrió que no era Konigstein sino un colaborador, Carl Koller, al que también le había hablado de la cocaína quien realizó los experimentos decisivos en ojos de animales y los | 104 | pampa
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expuso en el congreso Oftalmológico de Heidelberg. Aquel duro golpe lo asimiló, pero su alegato a favor de la cocaína como panacea para el dolor, el agotamiento, abatimiento y la adicción a la morfina, demostró ser un grave error. La cocaína que Freud prescribiera a su amigo Marxow, demostró no ser inofensiva; su amigo se fue marchitando poco a poco, a pesar de ser un ferviente defensor de las propiedades curativas de la cocaína y terminó tomando cantidades importantes todos los días. Pero el remedio no hacia más que exacerbar sus sufrimientos: Marxow se volvió adicto a la cocaína como antes lo había sido de la morfina. En tanto Soller había cosechado prestigio, derivado del descubrimiento de la cocaína como anestésico local; Freud con un sabor amargo por todo lo ocurrido y la errada recomendación a su amigo de administrarse cocaína por medio de inyecciones, terminó por cargarse de culpas. Nadie podía haber hecho nada por aliviar los sufrimientos de Marxow, pero otros médicos que experimentaron con la cocaína, administrada en inyecciones subcutáneas, descubrieron que podían tener los efectos secundarios más infortunados. Freud continuó usándola hasta 1890 y, cuando en los años 1897 y 1898, vivió momentos difíciles de aridez y desaliento, el mismo Freud que había asegurado que el alcohol en cantidades pequeñas lo ponían estupido. Recurría a discreción a las botellas de Barolo y Marsala y declaraba que el vino era un “buen amigo”. Un vaso a dos le permitían sentirse más optimista, pero no pudo mitigar sus dudas por mucho tiempo, no podía abandonarse a una nueva adicción, con el tabaco era suficiente. Freud confesó alguna vez que a veces se sentía reseco (”alguna fuente dentro mío se va secando y todos los sentimientos se marchitan”) y decidió abandonar toda sustancia, pues entendía que bajar los brazos era propio de aquellos seres cuyo único esfuerzo en la vida “había sido nacer”. Freud no se dejo atrapar por la cocaína: propuso dosis orales de 0.005 a 0.10 gramos en solución liquida, de modo que quien estuviera en una crisis depresiva lograra estabilizar su mente; quienes ingerían alimentos en exceso eliminaran el apetito (cuestión que la ciencia siguió proponiendo con las anfetaminas) o aquellos que necesitaran fortalecer su capacidad intelectual o de ejecución se viesen beneficiados con la droga. Sobre esto, escribió: “puede reapampa | 105 |
lizarse sin fatiga trabajo mental o físico prolongado, es como si se eliminara por completo la necesidad de alimento y sueño. Sus efectos físicos son una euforia perdurable y una gran exaltación que no se diferencia en absoluto de la euforia normal de un individuo sano. Se percibe un aumento del control de sí mismo, pero se haya uno en un estado perfectamente normal y resulta difícil creer que se está bajo el efecto de una droga”. Todo lo ocurrido con su amigo influyó en el descrédito de Freud. Así, se ignoraron cosas importantes que señaló respecto a la cocaína. Como reacción a las acusaciones de otro médico, Erenmeyer, que desconocía absolutamente todo respecto a la cocaína, pero que le atribuyó “haber desencadenado el tercer azote de la raza”, Freud abandonó las investigaciones. En febrero de 1923 le habían detectado a Freud un crecimiento leucoplásico en el maxilar y paladar; este crecimiento benigno se asociaba al consumo de tabaco y Freud, preocupado ante la posibilidad que le prohibieran entregarse a su adicción al tabaco, ocultó durante mucho tiempo el problema. En el mes de abril lo visito un colega, Félix Deutsch, quien al revisar su boca dijo: “Prepárese para ver algo que no le gustará”. Su diagnóstico fue epitelioma (cáncer), aconsejó que dejara de fumar y que se extirpara la excrescencia. Luego de varias intervenciones difíciles, los dolores continuaban y le pidió a Deustsch una operación más radical. Muchos años después, en 1939, Freud se había instalado en Londres. Los recuerdos de su hija Sophie, muerta a la edad de 27 años, su amado nieto Heinele muerto en junio y escapando de la GESTAPO, estaba intentando, como solía decir, “morir en libertad”. Los dolores eran intensos, la prótesis difícil de poner y quitar, y el olor del tejido canceroso que había empezado a ulcerarse, resultaba sumamente desagradable. Cuando su médico volvió a visitarlo, Freud había empeorado, se lo veía muy enfermo, lograba pronunciar cada palabra con gran esfuerzo, no dormía y estaba muy delgado. Aunque sufría mucho todavía leía su último libro: La piel de Zapa, de Balzac. El 21 de septiembre, sentado junto a su paciente, Schur recordó junto a Freud el contrato: Schur estuvo a punto de llorar viendo a su amigo afrontar la muerte con divinidad y sin auto compasión. Ese día le inyectó tres centigramos de Morfina –la dosis normal como sedante eran 2 centigramos– y Freud se hundió | 106 | pampa
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en un sueño tranquilo. Cuando volvió a agitarse, su amigo y médico repitió la dosis y le administró una final al día siguiente, el 22 de septiembre. Freud entró en coma y murió la madrugada del día 23 septiembre de 1939. Con toda la resignación ante el destino y asumiendo responsabilidades, Freud logró evitar la invalidez, las parálisis de las propias capacidades y, por sobre todo, la gran miseria cuando faltan pensamientos y no se encuentran palabras. Como decía el Rey Macbeth “morid con la armadura puesta”. Sigmund Freud, el viejo estoico, conservó el control de su mente hasta el final. | pampa
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Impreso en Cooperativa de Trabajo Chilavert, artes grรกficas Chilavert 1136, Ciudad de Buenos Aires Diciembre de 2007