1
ENRIQUE ARCE
PUENTES DE RELACION
ISBN 987-1094-14-0
2
Conserva, hijo mío, la prudencia y la reflexión. Que ellas no se aparten de tus ojos. Ellas serán vida para tu alma y gracia para tu cuerpo. Entonces irás seguro por el camino y tu pie no tropezará. Si te acuestas, no temblarás, y una vez acostado, tu sueño será agradable". (Prov.3, 21-24). * “Si te sientes solo es porque construíste muros en vez de puentes”. (Anónimo)
3
I N D I C E
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37
Proemio. 4 Fuerzas gravitatorias y antinucleares. 5 El bien y el mal. 6 Encerrado en sí mismo. 8 Dos personas se relacionan ¿y entonces qué? 10 Nuestros sentimientos se nutren en el amor. 11 Algunos conceptos sobre la dignidad. 11 Los perfiles del recuerdo. 12 El discernimiento. 12 El rencor nos lastima. 13 El miedo dificulta el paso por el puente. 14 Saber esperar. 15 Postergación-Fracaso. 16 Impaciencia-Apresuramiento. 18 Principio. 20 En búsqueda de una figura modélica. 21 Los dos rostros de la personalidad. 22 La ciencia y la técnica. 25 Las relaciones humanas y las conductas equivocadas. 26 Nuestra responsabilidad en un mundo cambiante. 29 Entre lo evitable y lo inevitable. 30 La otra cara de la verdad. 31 Las antinomias. 32 Quién agita el avispero. 33 Expresiones verbales. 34 Los liderazgos salvajes. 36 El problema de las multitudes.38 La agresividad como imagen social. 40 “Si todos los hombres del mundo...”. 44 Doble discurso. 45 El rico y el pobre. 46 El gozo ¿es constructivo? 47 Escudriñando las marañas de la neurosis. 48 La ironía como puente endeble de la relación. 50 La hipocresía como factor de desunión. 51 Morbos sociales. 52 Los déficits. 55 Sabiduría. 59
4
Proemio La relación humana, a través de la palabra, no es asunto fácil. Por momentos se hace fluida, agradable y abierta; en otros, se presenta áspera, donde una, o ambas personas comprometidas, conllevan una cuota de animosidad que hace temblequear la prosecución de la plática; en ocasiones, se produce una fuerte controversia que trunca, directamente, el ‗diálogo‘. Y hay momentos en que se hace claramente aburrida, por el concurso de uno o ambos de los intervinientes que no aportan nada importante, o directamente, no se escuchan entre sí. El hombre es un ser sumamente complejo -¡si lo sabremos!- y muchos son los factores que entorpecen una buena vehiculización de sus sentimientos y pensamientos. Posee una personalidad muy inconsistente, tanto que Ouspensky afirma que "el hombre debe saber que él no es ‗uno‘, sino que es ‗muchos‘. Cada sentimiento, cada sensación, cada deseo, cada 'yo amo', o 'yo no amo' es un yo".
De todas manera, dentro del contexto de mi trabajo, virtualizo dos tipos de "yo", que coexisten en cada ser humano y que, si bien presentan -cada unodisímiles cualidades, no por ello, necesariamente, deben oponerse entre sí, sino hallar una forma de nexo o vinculación, que los haga agraciables a ambos. Así es cómo, en cada intención pensada o puesta en ejercicio, aparece un "yo" ‗bien superficial y epidérmico’, y a la vez, poderoso, que se adelanta presuroso y ostentosamente proponiendo su vigor. De ahí que, por su estructura artificiosa, puede conducirnos a las más altas cumbres, como sumirnos en las profundidades de la nada. En cambio, el otro "yo", que yace en la intimidad insobornable del hombre, y que se substancia con su espíritu, presenta cualidades propias, por ser hechura de Dios, hecho a Su imagen y semejanza. Por lo tanto es humilde y piadoso. Está siempre dispuesto a amar a sus semejantes y a la naturaleza, generosamente; y posee las cualidades propias del sabio. Es el ‗’yo profundo’’. Con esta visualización de las cosas, me lanzo a trazar los "puentes de relación", tratando de compensar las conductas agraciadas y desgraciadas que presenta todo ser humano. Ahora bien, así como los puentes poseen distintas consistencias, también el hombre, que desea pasar por sus vías, presenta variadas texturas que los diferencian entre sí; de tal modo que le cabe al mismo, buscar y encontrar los signos que hacen a su individuación y con ellos establecer relaciones con los demás. Su acierto o desacierto en la elección de los mismos, ocasionará consecuencias de distinto grado en la sociedad. De todas maneras, entender la conducta humana es una ardua labor, que requiere de los investigadores una aguda percepción del campo sin desestimar ninguno de los conceptos unilaterales o interrelacionados entre sí. Además, al
5 estudioso de la conducta le convendría pasar por una lluvia desintoxicante, para desligarse de conceptos prefabricados u opiniones recalcitrantes que enturbiarían un buen análisis y síntesis de las situaciones que se le presentan. En este orden de ideas me ha parecido conveniente dar cabida, en los dos primeros capítulos, conceptos que apuntan a una estimación de la conducta global del individuo y una interpretación subatómica de la materia. Este panorama, en cierto modo, semeja las pautas que utiliza el médico para orientar su diagnóstico y terapéutica con respecto a su enfermo. Se vale de los síntomas o elementos subjetivos que provee el sujeto, más los signos o elementos objetivos, que obtiene de las investigaciones orgánicas, mentales y espirituales. ♦
*1. Fuerzas gravitatorias Desde ya sabemos que el hombre se encuentra impulsado por dos fuerzas: una de atracción, y otra de rechazo. Generalmente nos acercamos a aquello que nos gusta o nos puede gustar, o por curiosidad, y nos apartamos de todo lo que represente incomodidad o repugnancia. Todo ello, casi sin proponérnoslo. Y estas características las expone, también, en la relación humana en forma de simpatía o antipatía. Algunos lo atribuyen a impulsos resultantes de un producto químico. Pero, de todas maneras, nada nuevo podrá atisbarse en el apasionante estudio del hombre, mientras nuestro objetivo esté atado al tiempo-espacio. Es por eso que el estudio de lo transpersonal es tan cautivador, porque nos permite transponer las barreras que sujetan el conocimiento, y que en definitiva busca contestar el enigma de la vida, donde existen tantas controversias. El hombre, misterio sublime, no atina a entenderse en la variedad de los muchos factores que entran en juego. Posee un cuerpo que sufre transformaciones en un tiempo lineal. Este cuerpo será su sustento durante toda la vida terrenal y, sabemos que se desintegrará luego de la muerte. A partir de las composiciones física y química y durante toda su existencia, se producen fenómenos, muchos de ellos conocidos, y otros que todavía están en la penumbra de la razón humana. Pero se realizan siguiendo directivas enigmáticas. Luego se visualiza otro misterio desconocido que llamamos intelecto, y que nos conduce a dirigir nuestros actos en tanto pensamos y tomamos decisiones. Y, por último, localizamos un ente, también indeterminado al que denominamos núcleo esencial o espíritu, que gobierna, de algún modo, nuestras decisiones. Estos tres ámbitos nombrados, lo situamos separadamente para identificarlos, pero, ¿estamos seguros de que cada uno de ellos obra totalmente diferenciado del otro? Personalmente, creo que no. Se comunican
6 inteligentemente entre sí, aunque nosotros, cognitivamente, y en muchos momentos, no nos demos cuenta. ¡Cuántos actos fallidos resultan de esta ignorancia! Y nos preguntamos, quién tiene la prioridad, ¿la química del cuerpo, la intelección o la fuerza espiritual? Me animo a decir que, en principio, ninguno de ellos tiende a ser superior al otro. Y digo esto, porque menoscabado uno de los tres ámbitos, los otros dos sufren la destemplanza y se dislocan, y aquí surge el padecimiento a nivel orgánico o racional o espiritual. Todo esto me mueve a considerar la importancia vital que representa adecuar la serenidad en nuestros actos. Quiero decir que, sofrenados los impulsos desmedidos que nos conducen a una determinación descabellada, nuestro organismo se aquietará y continuará con su trabajo silencioso y ordenado y el espíritu insuflará su sabiduría para orientarnos en el camino que más nos conviene. ♦
*2. El bien y el mal Desde muy chiquitos fuimos aprendiendo las significaciones de dos elementos fundamentales que debíamos tener muy presente para poder establecer una relación de convivencia con los otros seres. Supimos, aunque al principio no lo entendiéramos del todo, lo que era bueno y lo que era malo para nuestra salud personal, de modo tal que si nos poníamos en el polo de lo bueno, recibíamos beneplácitos y caricias y si lo hacíamos en la posición de lo considerado como malo, debíamos aceptar castigos, frialdad, críticas y alejamiento por parte de los demás. Desde esas dos posiciones fuimos edificando nuestra conducta. Muchos fueron los que aprendieron a relacionarse adecuada y armónicamente con sus semejantes, ofreciendo una natural disposición que conllevaba amor, delicadeza en el trato, honestidad en las acciones, comprensión por la diferencia de caracteres. Pero otros se confundieron en la línea del desamor, el encono, la arbitrariedad y el manto del cordero, destapando la hipocresía en sus intenciones. En este campo de características tan disímiles que obran en las personas, los diminutos genes, fueron concebidos como agentes primordiales que determinaban su forma de ser. Y así es cómo el psicólogo Carl Jung nos habla del inconsciente colectivo, que contiene todas las informaciones del hombre desde que es hombre. De esta manera los genes serían los verdaderos responsables de la naturaleza que presenta cada individuo de por sí. Y aún así, no depreciando los efectos evidentes que presenta el ADN en la conformación orgánica, yo
7 personalmente, creo que una parte muy profunda que lleva dentro de sí todo ser humano, que es el espíritu, influye de manera tal, que puede torcer los designios maléficos que pueda contener la línea hereditaria del hombre. El bien y el mal están presentes en los pensamientos-sentimientos y en las decisiones de todo ser humano, como sucede en las bipolaridades negro-blanco, día-noche; todas ellas calidades de las que no se puede evitar. Y, justamente Jung, nos habla de esos dos principios que se contradicen entre sí ya que el uno es fuente de la conciencia y espíritu creador, en tanto que en el otro se depositan todos los agentes destructivos de la persona. Ambos componentes poseen energías muy poderosas. Si bien, en general, nos afincamos en mostrar el camino de la virtud, no debemos desechar la siniestra y persistente acción de "la sombra", que habita en el inconsciente personal y que ampara todas las escorias que, subrepticiamente, van amontonándose y esperando el momento para salir y destruir. Tenemos conciencia de que el hombre, cada hombre, posee, de por sí, numerosos valimientos o recursos, que lo hacen apto para vivir y sobrevivir en la sociedad en la que se encuentra inserto. También sabemos que las personas son entes singulares porque, aún guardando las características que las identifican como tales, difieren entre sí, por la personalidad y el carácter heterogéneo que presentan. Y por otro lado, entendemos que el ser humano se manifiesta como una integridad, donde el cuerpo, la mente y el espíritu, son totalmente copartícipes. Si una de sus partes se separa o enferma, el hombre también padece en todo su haber. Entonces, valiéndonos de estos datos generales, describimos un trazado de su conducta consignando los elementos positivos y negativos de ella. Pero, si indagáramos más profundamente, desembocaríamos en el misterio ignoto del por qué se conjugan las motivaciones que hacen a la misma. Muchos investigadores trataron y tratan de develar la conducta humana apuntando a esa incógnita aún, que es el ‗cerebro‘. El por qué el hombre actúa como lo hace y cuáles podrían ser las motivaciones profundas para que así se comporte. Tal vez, el Yin-yang de la filosofía china sea una aproximación interesante. Se vale de una representación dentro de un círculo, donde se insertan dos elementos en forma de vírgulas adosadas entre sí e invertidas que ocupan la totalidad del mismo, de modo tal que la cabeza de una vírgula contacta con la cola de la otra y viceversa. Además, una (el yang) es blanca, mientras la otra (yin) es negra. Asimismo, dentro de la cabeza de ambas se inscribe un pequeño círculo, negro en el yang y blanco en el yin. Estas figuras son la representación de las fuerzas opuestas y complementarias, de modo tal que el yang es lo brillante, seco, activo y celestial, mientras que el yin es lo oscuro, húmedo, pasivo y terrenal, Pero como tanto el yang como el ying poseen el elemento contrario, debe existir un equilibrio entre los dos principios para que se mantenga la armonía. El desequilibrio, ocasionaría la descompensación y la enfermedad.
8 Quiero decir que nuestra conducta se regla según la fuerza energizante que se opere desde nuestro "núcleo espiritual " o en el de "la sombra" en una lucha de opuestos, de tal modo que, como se dice en el Bhagavad Gita "...por la ilusión de los pares de opuestos, que brota de la atracción y repulsión, toda criatura peregrina por el universo enteramente alucinada". Ya que la atracción provendría del núcleo espiritual,
mientras la repulsión, de la sombra. Si todo esto obra estimulando las acciones que el hombre pone en ejecución, podríamos aproximarnos a entender mejor ciertas conductas que muchas veces nos sorprenden. Entonces, una persona con atributos positivos estaría influenciada por el yang de los chinos o el núcleo espiritual de Jung, mientras que sus atributos negativos, estarían regidos por el yin o la sombra. Y nuestro trabajo de perfección constituiría en adoptar las naturalezas del yang de la filosofía china y del núcleo espiritual del inconsciente de Jung. Paralelo entonces a estos conceptos, cada persona posee efectores energéticos que guían su conducta. Indudablemente se prefiere elegir los positivos, pero el asunto no es tan fácil. El poder de la "sombra" es substancial y está sentada, oronda, en el camino de lo cognitivo, los sentimientos y la lengua, y el hombre es falible a esos influjos. La cuestión es no permitirle su ingreso a nuestro intelecto y a nuestro corazón. Pongamos en nuestra mira un suceso imaginado. Un hijo nuestro comienza a desmejorar en su conducta: se lleva mal con sus hermanos, no colabora con el orden familiar; sus calificaciones en el colegio han bajado ostensiblemente. ¿Cuál sería nuestra primera reacción? Presentarnos frente a él, indignado, y amonestarlo severamente. En este momento, sin ninguna duda, estoy subyugado por el impulso que me envía "la sombra". Esta decisión inmediata nuestra, podrá provocar un enfrentamiento, que cerrará las puertas del entendimiento. Pero si me tomo un tiempo de reflexión, donde la paciencia y la sensatez obren a través de mi espíritu, en lugar de abrir mis compuertas de rabia (emoción negativa) por esas situaciones que me hieren directamente, y lo haga amablemente solicitando de él las motivaciones que lo incomodan, la relación podrá tomar un rumbo más equitativo. Entonces, sabiendo que las resoluciones que tomamos, están vinculadas a una confrontación entre "la sombra" y el "núcleo esencial", seguramente del resultado de esa lucha, el hombre se hundirá en la oscuridad de sus facultades, o podrá percibir la luz que le iluminará un camino de felicidad. ♦ *3 . Encerrado en sí mismo Observo, con infinita pena, cuánta gente vive su vida encerrado en sí mismo, no porque desee apartarse de los demás, o se cubra de una coraza
9 impenetrable, sino porque, directamente, no sabe que lo está. Y otros, que se hallan como trozados, divididos en partes, sin que ninguna de ellas atine a relacionarse con la otra; la vida le sucede y él está ahí, como un componente veleidoso y sin protagonismo cierto de lo que ocurre a su alrededor. A unos y otros gruesas capas opacas lo envuelven y no le dejan ver el universo que lo rodea. Viven dentro de un mundo pequeño y limitado, ignorantes de la grandeza que lo circunda. No es mi función componer vidas, sino, más bien, alertar a mi prójimo con profunda misericordia, para que despierte de ese sopor que lo asfixia, e incluso, lo aniquila, sin que él se dé cuenta. Es muy posible que alguno de nosotros, tal vez muchos más de lo que nos imaginamos, descubramos en forma patente, esa desintegración interior. Que recordemos que, en el transcurso de nuestra niñez o adolescencia, e incluso en nuestra vida actual, fuimos víctimas de atropellos de toda índole, que dejaron heridas muy profundas que quedaron abiertas, o cerraron dejando cicatrices mal curadas, permaneciendo esas imágenes como escondidas, en los anaqueles de nuestro cerebro no consciente. O que, directamente, tengamos miedo de ‗salir al exterior‘. Ahora bien, ¿cómo se trata a un herido? Primeramente debemos obrar con la plena asertividad de que nuestra intervención está respaldada por un conocimiento previo de la situación. Y luego, tratando el caso con mucha delicadeza. Además debe estar presente en nuestro espíritu un sentimiento honesto de compasión que esté avalado por el amor hacia el semejante. Porque el amor posee un poder constructivo y crea un halo de luz resplandeciente que aniquila todas las defensas que puedan oponerse a que mi espíritu contacte con el espíritu del otro ser. Quiero decir que la vinculación amorosa llevada a un nivel superior, no se produce a través de la personalidad, porque ésta, generalmente, está contaminada por impurezas propias del entrometimiento del "yo personal", que restan la efectividad para que el hombre se encuentre con el hombre en una mancomunión fraternal. Pero es posible la relación fraternal, en tanto y cuando me acerque a mi prójimo, a través de un amor oblativo, o sea del mismo carácter del que le ofrezco a Dios: con verdadera unción. Entiendo perfectamente que la intrusión mía dentro del abrigado o despoblado recinto íntimo de la otra persona, en principio, no debería ser, porque mi conciencia me dice que, de esa forma, estoy profanando su intimidad. Esto es verdad, pero el ser humano, en general, se encuentra huérfano de amor y, aunque no lo pida, necesita totalmente, del calor humanitario. Así es cómo, si lo consideramos necesario, o se hace muy importante, ingresemos en su recinto interno, comportándonos siempre con mucha finura espiritual. ♦
10
*4. Dos personas se relacionan, y entonces ¿qué? La relación entre los humanos, presenta una serie de fases que son muy interesantes describir. Imaginémonos a una persona que se acerca a otra y la interpela. Desde ese momento, se abre un abanico de posibilidades. Claro está, que hay que considerar varios aspectos a tener en cuenta; es decir, si esa relación se produce entre individuos del mismo sexo o de sexos contrarios, y en qué edades tipo se encuentran: niños, jóvenes, edad adulta, edad madura. Además, las motivaciones interesadas que puede contener cada uno de ellos. Ahora bien, dejando por el momento todas las variables indicadas, el hombre que se acerca a otro ser, no solamente con el objetivo de entablar un diálogo, sino, simplemente, para hacerle una pregunta y basta, lo hace distendiendo los músculos faciales. Tal vez, con una sonrisa o media sonrisa. Generalmente, la actitud es amigable. En tanto que, si adoptara una actitud rígida o solemne, provocará, seguramente, en la otra persona, una disposición de alerta, que la predispondrá a cerrarse a la respuesta, o al diálogo. Aunque en esta proximidad, el acto de darse la mano, como la sonrisa y gestos que lo acompañan, indiquen en principio una buena aptitud, también pueden estar encubriendo, un sentimiento no siempre muy halagüeño. Quiero decir, que, detrás de ese puente de proximidad, una o ambas personas, en su fuero íntimo, desean del otro algún favor o premio, que no se animan o quieren pedirlo directamente, y usarán, por lo tanto, un camino avieso para obtenerlo. En efecto, si nos remontamos a la época de nuestra niñez, recordaremos en cuántas ocasiones pedimos algo, posible de conseguir, y, sin embargo, se nos denegó o directamente no encontramos eco a nuestra necesidad. Estas situaciones frustrantes ocasionaron, en muchos, una sensibilidad desconfiable que la mantuvieron, como un sello recordatorio, durante su vida. Un acercamiento al diálogo requiere, de los concurrentes, ciertos recaudos muy importantes para que éste no se haga ríspido e insostenible. En la medida en que uno de los intervinientes se encuentra en estado de violencia, desde ya el diálogo no será posible, porque atraerá en el otro, generalmente, una posición similar. También es importante la sinceridad y la parcialidad, de tal modo que cada uno concuerde en que la proposición cordial beneficia a todos por igual, mientras que la iracundia y la mentira de alguno de los intervinientes o de ambos, echará por tierra toda posibilidad de encuentro. Como podrá inferirse de los comentarios que anteceden, no siempre en cada relación que se establezca entre las personas, puede encontrarse el resultado que se desea como respuesta. ♦
11
*5 . Nuestros sentimientos se nutren en el amor Conocemos, en general, que nuestra vida biológica se sustenta a favor de alimentos esenciales que solicitan el cuerpo, tales como proteínas, hidratos de carbono, grasas, vitaminas, minerales y agua. Esto está muy bien, pero no solamente somos sustancias tangibles. Somos también entes sociales y nuestra identidad está representada por la vida de relación, que la efectuamos muchas veces, a través de un intrincado intercambio de elementos no palpables, tales como los pensamientos y sentimientos. Éstos, asímismo, requieren de un alimento no material, para manifestarse y crecer, y cuya esencia está en el amor y el reconocimiento que recibimos de los demás seres y que nosotros, a la vez, les ofrecemos a ellos. Y, en hora buena, porque los alimentos del alma son gratuitos y se encuentran almacenados en el corazón de cada ser vivo. Además, no necesitan del frío, como algunas substancias perecederas para preservarlas del medio ambiente, sino, al contrario, les son necesarios el calor humano para que obren el efecto deseado. ♦
*6. Algunos conceptos sobre la dignidad Dijo el filósofo griego Epicuro: ―Antes de comprar algo, piensa en la ventaja de no tenerlo‖. Recordemos que la doctrina epicureísta sostiene que el placer constituye el bien supremo y la meta más importante de la vida, y que la verdadera felicidad consiste en la serenidad que se obtiene a partir del dominio del miedo de la muerte y de la vida futura. Además, cuando habla de placer, se refiere preferentemente a los placeres intelectuales, considerando a los sensuales como propensos a perturbar la paz del espíritu. Epicuro, ya, en ese tiempo, nos habla de la ―paz del espíritu". Y, ¡cuántas veces la alteramos cuando ingresamos deseos y ansias materiales que, aunque nos satisfagan por un tiempo, llegará un momento en que su apetencia nos hará cruzar el límite de lo correcto y penetrar en zonas de alienación! En tanto que el espíritu, que nace con el hombre, porque es su esencia natural, configura el estandarte que le da lustre a su dignidad como persona. Es, entonces, lo más preciado que tenemos y merece que lo guardemos y defendamos. Quiero significar que podemos nacer desamparados de todo calor humano, y vivir en condiciones míseras, pero la integridad es parte substancial del hombre, y puesta en ejercicio, nos protege de toda sombra que pueda obscurecer nuestra razón de ser y nuestros sentimientos.
12 ♦ *7 .Los perfiles del recuerdo El recuerdo nos vincula con el pasado. Cuando evocamos situaciones idas, proyectamos a la luz, algo que se encontraba escondido en los huecos del inconsciente. Estas imágenes pueden ser agradables o desagradables, Generalmente, nos gusta recrearnos con aquellos recuerdos que nos producen placer, y esto no es malo. Lo que sí se hace corrosivo, es cuando rememoramos una y otra vez, los que nos causaron pena y dolor; los que nos llevan a la aflicción, a la sensación de fracaso. ¿De qué nos vale machacar una y otra vez sobre las heridas del pasado? El hacerlo, ¿nos librará del fantasma de lo sucedido tiempo atrás? Seguramente que no, porque el hecho, los hechos, quedarán ahí, inmersos en los anaqueles del inconsciente. Lo que sí podría ser valioso es aprovechar esa evocación para que nos sirva de experiencia en el futuro. Todo esto en cuanto al recuerdo individual, íntimo. Aunque también existen otros que hacen a una realidad social, de conjunto. Y son los sedimentos de todo lo construido. Los que quedaron esculpidos como sucesos imborrables de la creación y el trabajo del hombre y que fueron efectuados en su momento, con amor y con pasión. Éstos, sí deben recordarse, para no caer en el terreno grosero del hombre que cree que "el mundo es un paraíso sin huellas antiguas, sin problemas tradicionales y complejos" como nos advirtiera José Ortega y Gasset. Entonces, se hace necesario recordar y tener presente, con respeto y reverencia, todo lo que el ser humano cimentó para construir este maravilloso mundo. Las cosas de este mundo, que para algunos, carentes de sensibilidad humana, prepotentes y soberbios, lo tienen como servido para su discrecionalidad. Y no podemos dejar de ver con pena y congoja, la destrucción de pueblos y ciudades enteras como consecuencia de las guerras suscitadas por ellos mismos, que además, validos de su poder, arrastran a seres desprotegidos de una sólida libertad individual, que son cautivados por palabras y significados hueros, mentirosos e indignos. ♦ *8.El discernimiento Encauzamos nuestros derroteros existenciales, siguiendo rutas que creemos que son las efectivas para nuestra satisfacción y felicidad, y muchas veces alcanzamos la meta elegida, pero otras tantas fallamos y nos sumimos en el desaliento. Los problemas, en repetidas ocasiones, nos acucian y no nos dejan ver el entorno, y nos hacen sentir mal, como apretados dentro de un recinto del
13 cual nos cuesta salir porque nos sentimos oprimidos. Y todo esto sucede porque aún tratando de proyectar nuestra iniciativa y tenacidad, nos cruzamos con los problemas de los demás seres, cuyo ideario no coincide con el objetivo que nos hemos fijado. Es por eso que nuestro orientador debe ser el discernimiento, que nos guiará en las innumerables encrucijadas que encontremos en el camino, y nos alejará de la frustración, de no haber alcanzado aquello que nos propusimos. El discernimiento, valido de su poder selectivo, nos muestra un amplio espectro de posibilidades favorables. Así, nuestra sagacidad puesta en juego, nos permitirá encauzar las actitudes que adoptemos ante las circunstancias, y, de esta manera veremos con mayor claridad y brillantez el camino, pisando fuerte sin temor de caer en el vacío. Los programas que contiene el discernimiento, y a los que nos conviene plegarnos, son: el ‗juicio‘, que contiene la ‗sensatez‘; la ‗discreción‘, la ‗prudencia‘ y la ‗madurez‘. Todos estos dones se hallan fuertemente ligados a la sabiduría, y salvo el juicio, son de linaje femenino. La búsqueda de la sabiduría, ha sido, y es, uno de los mayores incentivos que tiene el ser humano en su calidad de perfectible. En nuestra religión cristiana está patente en todo momento. Cada capítulo de la Biblia, cada versículo, nos insta a obtenerla. También se hace evidente en la ideología confucionista, donde se destacan la intuición, el amor, y la bondad, y surgen como corolarios virtuosos de la honradez, la decencia, la integridad y la devoción filial. Alcanzar los beneficios de la sabiduría requiere, en principio, un mejor conocimiento de nosotros mismos, incluídas nuestras carencias y virtudes, y luego, un anhelo verdadero de perfeccionamiento espiritual. De esta manera, donde estén presentes el ‗amor‘, la ‗comprensión‘, la ‗tolerancia‘ y la ‗compasión‘, allí se hará evidente la sabiduría. El ser que ama la sabiduría y sigue sus pasos, se abraza también con lo bello, la cordura, la bondad en todas sus formas. Su mente se hace más penetrante y acierta con lo que se propone. Además entiende y siente compasión por todos los seres que pueblan el planeta. ♦ *9. El rencor nos lastima El resentimiento constituye un verdadero enemigo nuestro y de la sociedad. Recordemos que la acción de resentirse "constituye una sensación de rechazo o enojo hacia alguien o algo por sentirse perjudicado" (Diccionario). Y, en verdad, en muchas ocasiones fuimos rechazados, no comprendidos, minorizados, e incluso, tratados con repugnancia. Todo esto, ¡qué mal nos hace! y ¡qué carga onerosa se le impone a la sociedad! Porque el rencoroso, es un virtual enemigo de las buenas relaciones
14 humanas. Es un engendro que se alimenta de la envidia y la soberbia, para subsistir. Y, para peor, este ser no es fácilmente visualizado. Más bien se lo reconoce cuando su presencia se hace activa y descubierta. Sin embargo, aunque el rencor se encuentre entre las capas más profundas del ser, siempre existe un antídoto que puede curarlo. Y este consuelo lo constituye el amor que se le pueda ofrecer al rencoroso. Porque el amor arrasa con toda impureza humana y diluye ese revestimiento dañino que se incrusta en el corazón y no deja fluir limpiamente la sangre oxigenada que dará verdadera vida a todos los tejidos nobles del organismo. ♦
*10. El miedo dificulta el paso por el puente Nacemos con la compañía, nada agradable, del miedo. Esa perturbación angustiosa del ánimo se siente como un peligro real o imaginario. A veces con los ingredientes del recelo y del terror. Si el causante del miedo está ahí, presente y reconocido, es más fácil enfrentarlo y/o anularlo, pero cuando lo hace escondido en sus propios pliegues, la situación se hace muy difícil. Además, debe tenerse muy en cuenta, que el miedo tiene la perseverancia de de ser nuestro acompañante de toda la vida, aunque algunas personas ni se den cuenta de su presencia, o se muestren poco alertas, justamente porque en ellas está en grado superficial. Pero, de todas maneras, el miedo es el componente claro y preciso del estrés, y esta última entidad, sabemos, produce un desajuste de los ámbitos orgánico-mental y espiritual que lleva a la enfermedad, e incluso a la muerte, en algunos casos. Quiero decir que acá se produce un círculo vicioso, donde el miedo conduce al individuo hacia el estres, y el estres reaviva el miedo. Entonces, la pregunta es, ¿conocemos la génesis del miedo? Sabemos de sus causas, pero, ¿por qué se apodera de nosotros y nos zarandea con tanta crudeza? ¿Cuál es el motivo que lo hace tan tenebroso? Yo creo que está enraizado, principalmente, en el dilema de nuestra vida temporal. En la incertidumbre de no saber qué nos va a pasar en el momento siguiente al que estamos viviendo. En muchos de nosotros, el miedo se hace patente y definido; sabemos por qué está ahí; conocemos el motivo de la presencia de este personaje calamitoso y sobre él tenemos que afilar las garras para defendernos. Lo que ocurre es que esta esencia, como ya vimos más atrás, se alimenta y regodea de múltiples formas, y su experiencia rebalsa, muchas veces, nuestro propósito de desalojarlo, ya que hinca sus dientes en lo psicológico y en lo espiritual, conmoviendo además, el ámbito orgánico.
15 Pero, muchas veces, no conocemos las fuentes de su presencia porque ni lo percibimos claramente; se constituye en un ser indefinido. Este mimetismo es el más peligroso porque anula todo socorro. Nos deja indefensos, sin atinar a buscar los elementos de amparo. En algunos casos esta situación subsiste un lapso corto, pero en otros, su duración puede ser de días, meses, años. Y en ese tránsito, el hombre puede hacerse pasible de estados que lindan con lo específicamente patológico, como la ‗hipocondría‘, con su cortejo de pesimismo, tristeza y melancolía, de las que no puede desprenderse, como así también de la ‗depresión‘ y algunas manías obsesivas. Y, en esas condiciones, el ser humano pierde toda entereza, y se hace endeble para tomar decisiones y para enfrentar situaciones adversas. Pero, lo que verdaderamente sobrecoge el ánimo del hombre, son los ―miedos existenciales‖ tales como el enfrentarse con sus congéneres; el sentirse abandonado y solo, el no ser querido, el ser rebajado como persona, el miedo a lo contingente, a la soledad, a las enfermedades, la vejez y la muerte. Y muchos son los que arriesgan gran parte o todo su patrimonio, para tratar de vencer lo que inevitablemente sucederá, tales como la senectud y la muerte. Todo ello, atenta contra la viabilidad en el arduo camino del hombre que debe atravesar el río tumultuoso de las controversias y de la turbación, para llegar, finalmente, a la otra orilla, donde reina la paz y el sosiego. Terreno fértil que solamente la persona que conoce sus limitaciones; que es prudente, considerado con los demás; y que se vacía de sí refugiándose en las manos de un Ser Superior, puede alcanzar. La Biblia lo expresa claramente:"...Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (...) ¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?" (Romanos 8).
Claro que, para obtener este beneficio, debemos, en principio y como elemento fundamental, tener fe. Y la fe no se adquiere en ningún comercio; no es un producto que se compra. La fe es un decir sí voluntariamente y sin razonamiento alguno, al misterio de la vida, y creer, incondicionalmente, en un Dios superior que está por encima de todo lo humanamente comprensible. Aquel que pueda decir, como el salmista: "El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. /Él me
hace descansar en verdes praderas, /me conduce a las aguas tranquilas/y repara mis fuerzas; /me guía por el recto sendero, /por amor de su Nombre. /Aunque cruce por oscuras quebradas, /no temeré ningún mal, /porque tú estás conmigo:/tu vara y tu bastón me infunden confianza. /Tú preparas ante mí una mesa, /frente a mis enemigos; /unges con óleo mi cabeza/y mi copa rebosa. /Tu bondad y tu gracia me acompañan/a lo largo de mi vida; /y habitaré en la Casa del Señor, /por muy largo tiempo". (Salmo 23).
♦ *11.Saber esperar ¡En cuántos momentos nos urge la necesidad de ayudar a quiénes la piden o en función de nuestros buenos oficios! Y muchas veces nos desalienta la poca o
16 ninguna respuesta que ésta responde a la solicitud. ¿Es que no fuimos claros en los conceptos, o no acertamos en la especificidad de la respuesta? Pueden ser ambas cosas, pero también es conveniente tener en cuenta algo que se nos escapa; y esto es, ‗el momento oportuno en que actuamos‘. Quiero decir, la persona, aún herida por algo que la lastima y no comprende, en ese preciso instante, puede ser totalmente refractaria a la bondad de nuestra ayuda; necesita ‗un tiempo‘ para que ésta penetre en su interior y le sirva de verdadero auxilio. En esta situación de encontrar ‗el momento‘, es bueno recordar, o tener presente, que cada ser, cada individuo, se mueve dentro de ciertos espacios que no siempre coinciden con el de los otros. De ahí que la oportunidad no se dé conforme a nuestras gestiones. Además, cabe pensar que éste, en el instante en que es pasible de una situación dolorosa o angustiante, sea refractario a toda intervención exterior, debido a que tanto sus pensamientos y sentimientos –ambos en estados de confusión- se encuentren solidarios, conformando una fortificación difícil de penetrar. Entonces, si se logra llegar a ‗ese momento preciso‘, es cuando la persona se muestra blanda a toda ayuda. Ahora sí. Ahora sí escucha y se hace permeable al consejo, o a la sugerencia que se le quiera prodigar. Pero ¡cuidado!, porque así como le penetra la luz en su alma, también en ella puede hacerse la oscuridad... Vale saber qué intenciones tiene quién se hace cargo de esa función, y si espiritualmente se encuentra habilitada para cumplir eficientemente, ese servicio gratificante. ♦ *12.Postergación – Fracaso Una de las falencias, que nos impide el libre tránsito hacia la plenitud, lo constituye la postergación que, como se dice en el diccionario, es el efecto de ―hacer sufrir atraso (a una persona o cosa), ya sea en orden al espacio, ya en relación al tiempo‖.
La postergación, es prima hermana de la inconstancia, aunque no necesariamente van juntas. Aprendimos desde muy niños a postergar. De esta manera, si estábamos compenetrados en algún juego o pasatiempo y se nos requería a otra realidad por nuestros padres, surgía, enseguida, la respuesta: "ya voy", aunque no fuéramos. Ello, nos permitía dilatar el paso del entretenimiento a la orden o sugestión, que nos imponían nuestros mayores. Pero, con el tiempo, las cosas se pusieron más difíciles. Eran los momentos maduros en que debíamos decidir por nosotros mismos. Y, en esa época de nuestra vida, se fueron introduciendo numerosas situaciones que surgían, unas detrás de otras y a las que había que diferenciarlas, analizarlas y disponer de ellas. Seguramente, en estas circunstancias, podrán haberse hecho patente
17 indecisiones, turbaciones y aún perplejidades, que nos inhibían nuestro poder de resolución, y así, o las enfrentábamos o las dejábamos ahí abandonadas, en un armario de nuestra conciencia. De esta manera fuimos marcando caminos, en los que vislumbrábamos las metas finales. Y, quién más y quién menos, en su edad adulta madura, recordará cuántas cosas dejó en el terreno, sin haberlas finalizado... Y es posible que, en algunos, quedarán como hechos inconclusos y otros, además, las sentirán como situaciones pesarosas; cosas que gravitarán en el recuerdo, como verdaderos fracasos existenciales. A nadie le gusta fracasar. Tememos, más bien, la sombra del fracaso, y sentimos como tal todo emprendimiento que quedó abandonado, o interrumpido, por falta de convicción o circunstancias adversas, y que lo percibimos como jalones de decepción. Ahora me pregunto ¿cuáles serán los ingredientes que nos llevan a que nuestros esfuerzos se desarticulen y pierdan vigor? En primer término, salta la probabilidad de que nuestros fueros intelectuales, no sean los más capacitados para absorber el desafío. Pero existen otros, bien potentes, que obstruyen el lineamiento hecho "a priori" para llevar a cabo la empresa. Estos son: las consignas negativas que absorbimos en el transcurso de nuestra vida de niño y adolescente, dictadas por gente generalmente ignorante, y que se traducían en inculcarnos toda suerte de incapacidades, tales como: "Sos un infeliz, jamás llegarás a nada". "Un burro tiene más inteligencia que vos", etc. Y si a esto le agregamos una fuerte dosis de desamor, ya tenemos el prototipo justo del hombre propenso a fracasar. Otros, siendo niños también, fueron "educados" para ser perfectos. ¿Somos perfectos los hombres? Sólo lo es Dios. Entonces, en el empecinamiento por lograr que todo lo que hagamos tiene que tener la patente de una perfecta realización, fracasaremos. Así es cómo, en cada una de las proposiciones, vemos solamente lo que podemos ganar, y no lo que podemos perder. Pero no todo lo que se vé como frustración, es así. En efecto, he observado, repetidas veces, que aquellos asuntos que pudieron ser finiquitados y no lo fueron, y quedaron ahí, postergados y arrinconados como material de evocación, ¡por suerte no siguieron el curso predeterminado! Quiero aclarar estos conceptos. Pude haberme convertido, digamos, en médico, o actor de teatro, o cantante, o crítico de cine, músico, etc., porque en mi juventud incursioné, un poco, en cada uno de ellos. Sin embargo quedaron allí, como propuestas, sin finalizar. Entonces, ¿puedo creer que toda esa sarta de motivaciones fueron fracasos míos? No, porque algún motivo desconocido hizo que esos acometimientos se "congelaran". Aunque también, paralelamente, no dejé de emprender rutas concretas que me permitieron ordenar mi vida económica y familiar dentro de un esquema social. Quiero significar con esto, que, aún así, no me quedé con los brazos cruzados, esperando ser tocado por alguna "varita mágica". Continué buceando, hasta que ahora, en las etapas finales de mi vida, soy escritor, y eso sí no solamente satisface mucho a mi espíritu, sino que me permite dar libre expresión a mis ideas y sentimientos.
18 Por eso es que, ante situaciones inconclusas, en lugar de sentirnos inmediatamente fracasados, tomemos firmemente el timón de nuestra vida para no dejar que las cosas naveguen ‗al garete‘; el capitán de la nave somos nosotros. Lo que propongo, es que seamos flexibles y atentos oyentes a la voz susurrante de nuestro espíritu. Él, con voz callada, nos dirá al fin cuál será nuestra ruta, y estoy seguro de que no se equivocará. Sin embargo, cada uno de nosotros debemos poner la atención debida a cada acto que resolvamos efectuar, sin descuidar una discreta vigilancia, para no errar, ya que, a la postre, podríamos desembocar en una meta contraria a la verdadera vocación. ♦ *13. Impaciencia – Apresuramiento La impaciencia es una de las trabas que condicionan el quehacer humano. En repetidas oportunidades, ante una situación en la que estábamos involucrados, nos sentíamos como impulsados a actuar ya, en ese preciso momento. Sin embargo, creo que nos sería mucho más saludable, reflexionar sobre el suceso que se nos presenta. Darnos un tiempo para pensar acerca del plan de acción que nos convendría ejecutar. Indudablemente, existen circunstancias en las cuales la reacción casi debería ser inmediata, porque el compromiso que se nos crea es perentorio y no puede haber dilación alguna para retener la respuesta. Pero, generalmente, nos podemos favorecer con un tiempo para reconocer el ‗campo‘ y la mejor manera de encarar la realidad que se nos presenta. Y, durante ese espacio, podremos adecuar esquemas de posibles soluciones. La volición que propongo, reconozco, no es fácil, porque en el tiempo apurado en que vive la gente inmersa en ciudades populosas, se hace, casi imperioso, que el habitante, ante situaciones que requieren respuestas, las exprese casi inmediatamente al estímulo. Cuando digo "ciudades populosas", me asocio a los sinónimos, que son, entre otros, bulliciosas y ruidosas. Y, claro está, la algarabía es confusión, embrollo, maraña. Por cierto, este medio no es nada apto para la serenidad y el sosiego que merece todo pensamiento, para adquirir la sapiencia necesaria que lo lleve a la conclusión apetecida. Es imperioso que nos desprendarmos de la dañina "presuritis" que se prende en nuestras voliciones como garrapatas. En las grandes urbes se observa, cada vez más, la separación, aun amistosa entre los familiares y amigos. De esta manera, cunde la incomunicación que crea una valla impidiendo la buena y cálida recepción entre sus habitantes. No ocurre lo mismo entre gente rural, que vive al ritmo de la naturaleza, cobijándose en ésta, como el hijo a su madre. En algunos casos, estos habitantes
19 no serán lo suficientemente "avispados" para el común de la gente, pero no importa, porque mana de ellos, la sabiduría que le dispensa su sano hábitat. El poder de decisión constituye el emblema de la libertad interior del hombre. Generalmente se opta por algo que se elige. Pero esa elección no siempre nace de un concienzudo razonamiento, sino que a veces se proyecta casi sin ton ni son. Recuerdo las palabras de Ortega: "la vida nos es disparada a quemarropa". Y en esa disposición, cuántas veces nos sentimos lastimados porque, a la postre, nos damos cuenta de que erramos la puntería. Esa convicción nos debería poner en guardia, para no obrar siguiendo solamente lo que impulsivamente nos mueve a hacerlo, porque son muchos los componentes que concurren a este fin, y no siempre son puros y dignos de tomarlos en cuenta. Seamos buenos administradores de ese tesoro que llevamos dentro nuestro, único para la criatura humana. Creo que Ortega y Gaseet dijo: "la pesada tarea del hombre es la de tener que decidir, en todo momento, cada acto que proyecta".
El animal está libre de esta significación porque todo lo que hace, sigue el derrotero que gobierna su instinto. Adquirir la serenidad necesaria para transitar por un mundo que nos fascina con sus múltiples encantos, es algo difícil. Se necesita mucho adiestramiento y constancia por parte nuestra. Como punto de partida, nos conviene armonizar nuestro ser pensante, aquietando "la mudable y veleidosa mente" que es "inquieta, impetuosa, violenta; y a la sujeción, rebelde", como nos aconseja el Bhagavad Gita. Aunque, no nos olvidemos que la mente es acompañada, en todo momento, por las emociones y los sentimientos. Y éstos, generalmente, obran impulsivamente. Sin embargo, las pautas para sofrenar los corceles del desborde, nos la da nuestra propia libertad interior que, como dice Rollo May, "libertad no es un simple hecho de decir sí o no a determinados actos, sino el poder de moldearnos a nosotros mismos".
Educarnos entonces en la libertad que cada uno posee, sería uno de los mayores anhelos a los que puede aspirar el hombre. Así y todo, cuando pensamos o decidimos algo, se inmiscuye la incertidumbre. La palabra, en sí, contiene tan gran número de sinónimos, que la sitúan como una señora de gran potestad. Voy a los equivalentes: vacilación, irresolución, perplejidad, indecisión, inseguridad, titubeo, fluctuación, dilema. Incluso, en los animales, que obran siguiendo dictados de su propia naturaleza instintiva que les señalan lo que deben hacer, en algunos momentos, vacilan. Hasta existe un "principio de incertidumbre" estudiado por la física cuántica. Recordemos uno de los tantos misterios que surgió cuando se descubrió el comportamiento de las partículas, que se presentaban, unas veces como ondas, otras, como corpúsculos. Así el físico alemán Max Plank estableció las bases de esta teoría, al postular que la materia solo puede emitir o absorber energía en pequeñas unidades discontinuas llamadas ‗cuantos‘. Si esto sucede con lo infinitesimal, ¡cómo no va a caer el hombre en el pozo de la incertidumbre cuando a veces, perentoriamente, debe darle curso a una respuesta inmediata o mediata!
20 Ser o no ser: esa es la cuestión. En los tiempos de reflexión, generalmente estamos en la vereda de la incertidumbre. Lo que debe hacerse, lo que conviene hacer, lo que me gustaría hacer, parten de elecciones que deben romper con la incertidumbre. Y, una vez desechada de nuestro ámbito, seremos dueños de nuestras resoluciones, debiendo aceptar también, las consecuencias felices o funestas de las mismas. Si llegáramos a la certeza absoluta referida al conocimiento y a la medida de las cosas, podríamos considerarnos, no solamente seres privilegiados, sino también sabios. Pero esto no es así. Estamos reglados por el principio de incertidumbre y éste penetra en nosotros y se interpone, con mucha frecuencia con el principio de libertad del hombre. Si el hombre es un ser perfectible, y en esa condición le es necesario modificar tantas veces su modo de ser o de actuar, no sintamos pena ni resquemores cuando los estímulos provengan de alguna persona sabia. Recuerda las palabras de Sócrates: "Dios me puso como un tábano sobre un noble caballo, para picarlo y tenerlo despierto".
♦ *14. Principio En un principio, no existía nada, absolutamente nada. Dios creó el mundo desde la nada, y tanto el cielo como la tierra tienen una identidad, que les da significado. No obstante, el hombre, nacido de Dios, se las arregló para dispersar el ‗sentido de unidad‘. Analizó las cosas separándolas de su integridad. Su curiosidad e incluso la necesidad, lo impulsó a estos actos, que no son malos en principio. Luego presintió, en muchos de los casos, la conveniencia de unir lo separado, es decir, arribó a la síntesis. Y por último, en algunos momentos hizo síntesis y en otros, análisis. Pero, con el tiempo fueron apareciendo hombres-sabios que por medio del estudio, la experiencia y la intuición, llegaron a la conclusión de que todo lo que tiene sentido, es unidad. Aún cuando, en ciertos momentos, para estudiar concienzudamente alguna forma de vida orgánica, inorgánica o inerte, les fue necesario llevar ese algo a una descomposición analítica. Y aquí viene el meollo de la cuestión: en muchos casos, cuando se quiso recomponer lo separado, se fracasaba. Para entender bien el asunto, podríamos valernos de algo simple; un reloj. Lo tenemos en nuestras manos y le vamos separando cada una de sus piezas a fin de conocer su funcionamiento. Entonces, llegado el momento, lo armamos, si sabemos hacerlo, y el reloj, muy campante, nos seguirá dando las horas. Pero, si no sabemos hacer el armado como debe ser, o por torpeza se nos rompió una de sus segmentos, el reloj no funcionará y dejará de ser lo que fue; se convertirá en un artefacto inútil y vacío de sentido.
21 Pero el hombre de ciencia, no quedó allí. Le era necesario indagar más y más, aún entrometiéndose en el misterio de Dios. Se fue introduciendo en lo más delgado de lo infinito, y como el componente de la vida es la célula, allí fue a investigar, y lo hace desde siempre. En ella descubrió el conjunto de cromosomas al que denominó ‗genoma‘, y supo que a partir del estudio de estos corpúsculos, descubriría, si no el origen de la vida, sí el de muchas enfermedades devastadoras que hasta ahora no pueden ser reducidas. ¿Hasta adónde nos llevará esa investigación? No lo sé, pero recuerdo que en un momento se creyó que el corpúsculo más pequeño que existía era el átomo, y al seccionarlo fueron apareciendo otros más pequeños aún... y en otro orden de cosas, la luz que se expande a razón de 300.000 kilómetros por segundo, unas veces lo hace como ondas y otras como corpúsculo. Ahora bien, mientras el hombre se halle desintegrado, es decir, separado en sus bases esenciales, no comprenderá su ubicación en el cosmos, ni se entenderá a sí mismo. Es por eso que me parece oportuno que nos diga Ramón Pascual Muñoz Soler, fallecido hace pocos años, que fue médico, psiquiatra y filósofo, qué piensa sobre este problema existencial: "En esta época surge en muchos hombres, un clamor profundo de integración, una necesidad de reconstruir la unidad dentro de sí mismos, de volver a las fuentes de la vida en su interior, porque se presiente que, en lo íntimo del ser, hay un germen desconocido, un valor fundamental, que hace posible dicha integración. Esta integración, vital y existencial, es condición básica de toda nueva posibilidad de concepción integralista de la cultura. Es decir, no puede hacer una integración en las ciencias, la filosofía, la sociología, la economía, si los hombres intérpretes de esas formas culturales, no han logrado una integración vital. En resumen, a partir de la integración vital, podemos pretender una cultura integralista". Más adelante, agrega: "El alumbramiento de la conciencia cósmica en la conciencia individual, constituye el momento existencial crítico más importante de la vida. Nunca se sabe cuándo se producirá ese contacto misterioso entre la línea de un destino personal y la línea de su destino de liberación cósmica: es el instante supremo del amor que vibra en el alma a su debido tiempo, en el despertar del amor divino, en un instante sagrado en la vida de una persona".
♦ *15. En la búsqueda de una figura modélica Desde un principio, todo ser humano posee una ‗figura‘ que le sirve de orientación para su existencia, que comienza por la de sus padres, en quiénes confía. Tal vez esta relación primaria sea la que marque, de por vida, nuestra ruta. No obstante, pueden surgir, en el tiempo, otras figuras que, por sus características de afinidad, podrían suplantar a la parental y representar también, un ideal modélico a quien adoptar. En esto de la figura modélica, teniendo en consideración que modelo es "un ejemplar digno de ser imitado por su perfección fisica y moral", es decir, "perfecto en su género", me parece que es muy conveniente que sepamos ser cuidadosos en el momento de adoptarlo. Quiero decir, que si nos equivocamos en la elección, seguramente mucha será nuestra turbación y sufrimiento.
22 Entonces, en principio, me parece que la figura modélica nos es necesaria, no solamente porque no nacimos sabiendo, y nuestro aprendizaje se perfiló en la o las personas que teníamos a la mano, sino porque, además, nos sirvió de estímulo para encauzar nuestra propia senda. Así es cómo ante un modelo que nos subyuga, nos volcamos totalmente a él. A veces, hasta perdemos algo de nuestra propia personalidad en pro de esa adherencia. Pero tengamos cuidado, no sea que nos confundamos con el idealizado, y éste no merezca nuestro favor. No nos olvidemos que somos fácilmente dúctiles a la presencia de quienes se muestran como personalidades fuertes y cautivantes, y, en ese despegue de nuestra propia índole, podríamos quedar abiertos y vulnerables, para nuestra desgracia. Para no parecer desconfiado o pusilánime, quiero referirme ante quiénes nos convendrían tomar los recaudos necesarios, para defender nuestra integridad. La literatura nos muestra novelas, cuentos, libretos, chistes, muchos de ellos que parecen inocentes, y están cargados de procacidad que se disemina por doquier sin ninguna vergüenza. También aparecen personajes -personajeros, diría- en programas de televisión, haciendo alarde de "cómicos", con grandes risotadas y con el ropaje del niño impúdico, escupiendo bromas de doble sentido, donde el amor se confunde con el sexo y que exigen "fuertes aplausos" del público, que también es blanco de sus sarcasmos. Y telenovelas, en las que los personajes rompen con la estabilidad familiar, ya sea con figuras libidinosas, entrometimiento en la intimidad de los cónyuges, o con gritos y llantos que no conllevan una buena disposición de un diálogo provechoso. Pero puede suceder también, y sucede, que algunos de nosotros, directamente, seamos succionados por aquellos que, en forma dominadora, se adjudican la función de "protectores" nuestros. Todo esto y más, nos hace mal a la sensibilidad de nuestros sentimientos. Por suerte y en contraste con esta literatura y programas que llevan a la negación de los valores éticos en que parece moverse un numeroso núcleo humano, existen otros muchos seres, no arrastrados por esa multitud contaminada, que obra según los dictados de un corazón incorruptible, y que son portadores y diseminadores de ondas de amor que fortalecen nuestro espíritu. Estos últimos son los prototipos que podrían adoptarse como modelo de vida. ♦ *16. Los dos rostros de la personalidad Sobre la marcha de nuestro propio desenvolvimiento físico-psíquico, se va conformando la personalidad. Si bien es cierto que la personalidad representa nuestra tarjeta de presentación, cabe preguntarse si cada uno de nosotros, se muestra acorde con la aptitud representada. Quiero decir, si esa personalidad es
23 una figura clara de lo que se es en la realidad, o bien un ente ficticio que se quiere mostrar ante los demás como natural y genuino. Desentrañar este intríngulis resulta sumamente dificultoso. Y lo es tanto como cuando guardamos nuestros sentimientos. Cuando no los expresamos abiertamente. Tanto la personalidad como las emociones y sentimientos, constituyen, en el hombre, el mecanismo que marca el perfil de una persona. Un psiquiatra, el doctor Arnold Lázarus, ideó un sistema de indagación al que llamó B.A.S.I.C.CO.S., que se lee verticalmente, y cada una de las letras tiene un sentido propio. La secuencia del B.a.s.i.c.co.s. "descifra" el perfil de la persona estudiada. Entonces, B: es lo biológico; A: lo afectivo; S: lo sensorial; I: la imaginería; C: lo cognitivo; Co: la conducta y S: lo social. Esta original secuencia, la muestro, como un ejemplo de cómo, en el hombre, todo está íntimamente ligado. Y así, tal vez, el que se identifique en forma real o ficticia con su personalidad ante los demás, no sea tan importante como cuando esconde o expresa desfiguradas sus emociones. Justamente la desunión entre los humanos se produce por obra de los sentimientos expresados desatinadamente, u ocultos en el corazón como en un arcano insondable. Resulta verdaderamente notable observar cuántas personas vivimos aferrados a nuestras emociones, sin dejarlas salir. Y sufrimos enormemente por esto, lo que acarrea situaciones a veces desgarrantes. Justamente el Análisis Transaccional comenta que esta situación se debe a que en nuestra niñez fuimos reprimidos en cuanto manifestábamos las emociones que pugnaban por salir, y, en estas condiciones, quedamos estigmatizados por un mandato "brujo" que nos martillea continuamente, y que nos dice en el interior de nuestra conciencia: "No muestres tus emociones". En el libro "Hacer las paces con los padres" escrito por el Dr.Harold Bloomfield en colaboración con el Dr.Leonard Felder, comenta -el primero de los autores- las vicisitudes por las que pasó en un momento de su vida y que le marcaron un nuevo derrotero. Un día, mientras se encontraba en uno de los estados americanos, promocionando una obra suya, recibió la llamada de su madre quien le requirió su presencia urgente porque su padre, enfermo de cáncer, estaba hospitalizado y a punto de ser operado. Entonces, inmediatamente tomó un avión para Nueva York, y en el viaje pensó que aún distanciado de sus progenitores, desde mucho tiempo, él, no solamente quería a su padre, sino que deseaba tratar muchas situaciones que habían quedado pendientes entre ellos. Además, se adjudicaba parte de la culpa por haberse alejado tanto tiempo de la familia. Creía, sin embargo, antes de haber recibido esa llamada telefónica, que tenía resuelta la relación con sus padres, porque, viviendo a casi 5.000 kilómetros de distancia, almorzaba o cenaba ocasionalmente con ellos cuando alguna conferencia, gira o asunto de negocios lo llevaban a Nueva York, aunque se aseguraba de limitar los encuentros a una hora o dos. De esta manera,
24 reprimiendo los ‗sentimientos contradictorios‘ hacia ellos, lograba evitar una confrontación en las tensas conversaciones que tenían. Él creía que, aunque apenas disfrutaban de las visitas y habituales llamadas telefónicas semanales, todos cuidaban la apariencia de una familia afectuosa. Durante sus reflexiones, comprendió que "uno no llega al cielo solo... lleva a la familia consigo". Cuando se puso en contacto con los médicos que atendían a su progenitor, tuvo un sombrío panorama: el paciente tenía cáncer de páncreas, y no respondía a la terapia de radiación ni a la quimioterapia, de modo que le pronosticaban de 3 a 6 meses de vida. Pese a todo, el doctor Bloomfield se propuso resolver algo que desde siempre estaba anulado entre ellos. Y esto era el intercambio de sentimientos de amor, que se encontraban dentro, en sus corazones pero que no salían de allí; no se evidenciaban. Dejaré que el autor lo explique según lo vivió: "...Cuando mi padre ya se sentaba en la cama, me acerqué a él y le dije: -Estoy muy afectado por lo que te pasó, papá. Me ha hecho pensar en lo alejados que hemos estado y darme cuenta de cuánto te quiero-. Me incliné y empecé a abrazarlo, pero sus hombros y brazos se pusieron tensos. -Vamos, papá, tengo ganas de abrazarte-. Por un momento, pareció confundido. Demostrar afecto no era nuestra forma habitual de relacionarnos. Le pedí que se enderezara un poco más para poder rodearlo con mis brazos. Luego, intenté de nuevo. Esta vez, sin embargo, se puso todavía más tenso. Sentí el resentimiento brotar en mi interior y estuve tentado de decir algo como "No necesito esto. Si quieres tratarme con la misma frialdad de siempre, adelante, hazlo‖... "En esta ocasión, no obstante, reflexioné y comprendí que el abrazo era también ‗mi‘ beneficio, no sólo en el de mi padre. Deseaba demostrarle cuánto me importaba, aunque a él le costara tanto permitírmelo. ... "Al liberar el deseo largamente contenido de culpar a mi padre por la distancia (sentimental) entre nosotros, ahora ansiaba el desafío de darle más amor. -Vamos, papá- dije,-pon tus brazos alrededor de mí-. Me apoyé contra él mientras lo hacía. -Ahora abrázame. Eso es. Otra vez. ¡Excelente!- En cierto modo, estaba enseñando a mi padre cómo abrazar, y mientras él me estrechaba, algo sucedió. Por un instante, un "te quiero" se escurrió entre nosotros. Durante años, nuestro saludo se había limitado a un apretón de manos frío y formal y un "Hola, ¿qué tal?; ahora ambos anhelábamos que esa momentánea proximidad se repitiera. Sin embargo, en el momento en que él comenzaba a disfrutar del contacto, algo se ponía rígido en su torso superior y nuestro abrazo se volvía torpe y frío". "Le llevó meses librarse de esa rigidez y permitir que sus emociones se abrieran paso a través de sus brazos para estrecharme. Tuve que tomar la iniciativa muchas, muchas veces antes de que mi padre iniciara un abrazo por su cuenta. No lo culpaba; después de todo estaba modificando hábitos de toda una vida... y eso lleva tiempo. Yo sabía que estábamos teniendo éxito porque nos íbamos acercando cada vez más, guiados por la solicitud y el cariño. Alrededor del abrazo número doscientos, por primera vez desde que tengo memoria, mi padre dijo en voz alta: "Te quiero".
No todo terminó ahí, porque el padre sobrevivió en excelente estado cuatro años, aún cuando le habían dado una sobrevida de 3 a 6 meses. Durante ese tiempo, el autor manifiesta que se descubrió a sí mismo practicando la compasión y la comprensión que había estado enseñando a sus pacientes. (Era, además de psiquiatra, master en Meditación Trascendental). Por otra parte, ayudó a que su madre y su padre "comenzaran a resolver los resentimientos ocultos y la distancia emocional que se habían acumulado entre ellos durante mucho tiempo"; y con su hermana mayor "compartimos nuestros sentimientos más honesta y cariñosamente que nunca". En consecuencia, "la reconciliación y el crecimiento de mi familia significó que cada uno se deshizo de un montón de resentimientos acumulados, ira y amor reprimidos... y mi padre
25 abandonó su papel de víctima o mártir" ... "Ya no erigíamos defensas alrededor de nosotros y, por primera vez, tuvimos la sensación de ser uno". ..."Esos cuatro años de paz con mis padres influyeron muchísimo en mi vida. Ser testigo de la buena relación entre ellos me hizo dejar de considerar el matrimonio como una prisión. Con un nuevo y estimulante modelo de amor y compromiso en mi mente, pude desprenderme de mis temores y resistencia al matrimonio. Al sanar mis resentimientos y compartir más amor con mis padres, también adquirí paz interior."
El suceso trascendente que manifiesta el Dr. Bloomfield, nos da la pauta de que en cualquier momento de la vida puede obtenerse la ‗virtud de la reconciliación‘, y que, aherrojado en la armadura de no manifestar los sentimientos, no nos hace nada bien; al contrario, nos enmohece y nos distancia. Y paralelo a la coparticipación de los sentimientos, por obra de gracia, se modificó esa personalidad, si no fingida, por lo menos estereotipada. Pero, claro está, uno debe decidir salir al ruedo, aunque, como dijo el autor, encuentre tal resistencia, que en algunos momentos se sienta presto a abandonar este ejercicio de amor. Todo lo comentado, fue el resultado primario de una decisión, pero, en este caso, formalizada a través de un cambio en la conducta. Y, en esto del cambio es bueno saber que, para realizarlo, se necesita de una preparación previa que se arma tomando los recaudos bien precisos. El hombre necesita de un tiempo para cambiar. Creo que es casi imposible que se transfigure en un instante, porque, así como en el paso de niño a joven hubo un lapso de unos 13 a 15 años, también el acto de cambio en la conducta, merece un tiempo de maduración psicológica. ♦ *17.La ciencia y la técnica como valores En la medida en que los pueblos se afirmaban en sus territorios, y los hombres, amparados en la seguridad que le ofrecían gobiernos estables, se abrían en logros que redundaban en beneficio de la humanidad toda, se habló de ―progreso‖, que lo entendemos como un proceso que se produce hacia delante. Veamos qué nos dice el diccionario, en dos de sus acepciones: 1.‖Movimiento de avance de la civilización y de las instituciones políticas y sociales.‖ - 2.‖Desarrollo gradual e indefinido de la sociedad, de sus condiciones materiales de existencia y de sus aptitudes o capacidades intelectuales y morales, no siempre correlativas‖. Me interesa detenerme en la
segunda acepción que me es muy clara en su significación. Parecería que, a través del tiempo, aquello de ―desarrollo gradual‖ no condice con la realidad, porque, o bien se hace aceleradamente, o bien, muchos de nosotros, no podemos alcanzar el conocimiento y el ejercicio, que trae aparejado cada uno de los objetos de la técnica. De una u otra forma, la ciencia y la tecnología, su hija, están convirtiéndose en privilegio de unos pocos que las conocen. Temo, que estos ‗pocos‘, aprovechen esa prioridad, y valido de ella, se hagan amos y señores de su conocimiento, y subyuguen a los ‗muchos‘ que se
26 encuentran más desvalidos al no saber, por su complejidad, cómo aprovechar los objetos científicos. Y, en cuanto a los ‗muchos‘, sabemos que gozan, -gozamosinevitablemente, de los adelantos del progreso; pero estamos supeditados a aquellos que ‗saben y entienden‘ la problemática de maniobrar más fácilmente, los productos científicos y tecnológicos que ellos mismos crean. Pero ¿qué puede ocurrir? Empecemos por diferenciar bien, estas dos franjas: los creadores, y los que usan útilmente, los frutos de esa creación. Los investigadores y técnicos, validos de su conocimiento, intuición e inteligencia, descubren, entre las cosas ignotas, aquellos elementos que tienen un sentido; lo sacan a la luz, y los ofrecen para ser presentados y usados por la sociedad de consumo. Pero, justamente, las personas que la componen, no todas tienen la misma perspicacia de los fundadores, y les cuesta hacer un adecuado uso de lo inventado o creado. Hay que recordar que la ciencia y la tecnología, en la actualidad, van tan rápidas en sus descubrimientos, que no siempre podemos alcanzar el mismo ritmo para administrarla y hacer buen uso de sus productos. Recuerdo, ya hace más de cincuenta años, un médico amigo me decía con pena, que notaba que cada vez se hacía más ignorante en su profesión, porque la literatura médica era tan profusa y acelerada en su divulgación, que se le hacía casi imposible profundizarla como le era necesario para perfeccionarse; que sus necesidades de vida, tales como atención en hospital, consultorio y familiares, le restaban el tiempo necesario, para poder conocer y leer, todos los adelantos en la materia. ♦ *18. Las relaciones humanas y las conductas equivocadas En la relación humana, existe una interacción muy especial llamada "Juegos psicológicos", por su descubridor, el doctor Eric Berne. La comunicación a la que se refiere, contiene un engaño, y es, por lo tanto, deshonesta, aunque las personas que lo ejercen, generalmente lo hacen en forma inconsciente; es decir, casi sin darse cuenta en lo que están metidos. En realidad, las relaciones en este orden no son más que el ejercicio de las conductas desviadas, aprendidas durante la niñez, y su función es atraer la atención y el dominio sobre la otra persona (Análisis Transacción). En otros ensayos míos, me he detenido en ellas porque considero, en correspondencia con varios autores que me merecen respeto, que gran parte de la comunicación humana, está teñida, a veces muy profusamente, de "juegos psicológicos" como se los llama; y esta consideración nos debería poner en estado de alerta, para no caer en esas formas de engañifa. Dejando un poco de lado la ‗mecánica del juego‘, me interesa ahora sacar a la luz aquellos elementos que tienden a sujetar a la otra persona al carro
27 victorioso de su propósito tramposo. Uno de ellos, "jugado" en el rol de ‗‘Víctima‘‘, me servirá de ejemplo. Es llamado "Pobrecita yo". La persona que lo ejerce, busca -imperiosamente- un anclaje desde su polo de atracción, que generalmente mueve a conmiseración. Recordemos que todo "juego psicológico" se desenvuelve dentro del llamado "Triángulo Dramático", donde se hallan tres polos energéticos que se conectan entre sí en distintos momentos, y que son el "Perseguidor", el "Salvador" y la "Víctima". Ahora bien, prácticamente todos sabemos el significado de las palabras perseguidor, salvador y víctima, y conocemos cómo actúa cada uno, pero, en los "juegos psicológicos", estos roles no son reales sino falsos. Entonces, adentrémonos en la mecánica del juego "Pobrecita yo", con un ejemplo ideado. ―Rosaura, siendo muy pequeña -tendría 3 años- sufrió la pérdida trágica de su madre, quien, hasta ese momento, había sido muy cariñosa con ella. Su padre, hombre rudo y poco efusivo, se casó con otra mujer al poco tiempo de fallecida su esposa. La nueva compañera del padre, tenía dos hijos pequeños de 7 y 10 años, y desde un principio, puso poca atención a las necesidades de amor que le requería Rosaura, aunque sí se los brindaba a sus propios hijos‖. ―Rosaura no entendía nada, pero su reservorio de atención y cariño se encontraba casi vacío. Entonces cayó en un estado de languidez , que a poco fue notado por su nueva madre. Hubo una suerte de preocupación por parte de los integrantes de la familia, y como resulta, se le brindó un resquicio de amor. Rosaura resplandeció de alegría. Pero este obsequio duró poco y al poco tiempo, todo volvió a lo que era antes. Rosaura no quiso perder ese premio que lo consiguió, sin darse cuenta, a partir de su estado de postración. Entonces se aferró a este vínculo, y desde entonces, su caudal de amor fue obtenido siguiendo ese camino oblicuo; es decir, cada vez que necesitaba algo, lo conseguía, o lo trataba de obtener, asiéndose a una posición que configuraba lástima en las demás personas. Pasaron los años y Rosaura creció y se hizo joven y adulta‖. ―Muchas fueron las situaciones que hubo que sortear, y en cada momento en que comenzaba a disminuir el flujo de amor por parte de las personas cercanas a ella, enseguida se investía de ‗Rosaura la pobrecita‘, y, de esa manera, conseguía su propósito. Pero no solamente usaba ese ropaje para alcanzar la atención y la compasión de los otros, sino que también se lo ponía, en ocasiones en que era requerida para ofrecer una opinión o hacer algo importante que la comprometiera. De esta manera, su papel de mísera la resguardaba de ataques y responsabilidades, y ella lo cumplía como la mejor de las artistas‖. ―Además pensó que podía idear otras formas que le garantizara el éxito en el camino emprendido. Entonces, no solamente jugó el rol de víctima, que lo había aprendido tan bien, sino que se dio cuenta de que ella podía, amparada en el mismo, manipular, esta vez conscientemente, a los demás, usando de la influencia del miedo, el soborno y el sentimiento de culpa, como aliados‖. ―Pasado el tiempo apareció un novio; se casó y tuvo hijos. Y Rosaura pudo, desde su gobierno, inocente para muchos, dirigir el grupo familiar y social cercanos, conforme a sus necesidades y apetencias. Fin‖.
Y así como la "Víctima", investida en su papel protagónico, engaña a las demás personas, también el "Salvador" o "Rescatador, que es el otro nombre como se lo asigna, tiene su rol en este "juego". El "Salvador", durante su infancia, pudo haberse impregnado de los "mensajes" o consejos de sus padres, que lo alentaban a ser compasivo y generoso, ayudando a los demás, aún en desmedro de su propia persona. Y, puesto en ejercicio estas cualidades, encontró en muchos el desgano y la oposición y se sintió defraudado en su empeño. Además, su personalidad débil, y su poco arraigo espiritual, fue captada por aquellos que juegan a "Víctima", y se
28 enchufó fácilmente en los "juegos psicológicos", pero esta vez, tratando de obtener un rédito que satisfaciera su ego. En realidad, el fundamento de la caridad cristiana se erige en la ayuda, por medio del amor, a la salvación de las almas que equivocan su camino, o que se sienten míseras sin saber qué hacer con sus vidas. Pero, trasladada la persona al juego psicológico, su actitud no es ni de compasión, ni de solidaridad, ni de comprensión cristiana. Por eso, su rol es falso, porque lo que persigue es, en realidad, el reconocimiento y la alabanza; quiero decir que siente la necesidad imperiosa de llenar su corazón de autosatisfacción y autoprovecho. Entonces, es muy distinta la actitud del ‗salvador verdadero‘, ya que él lleva dentro de sí, el hálito del amor cristiano, el amor oblativo, que se satisface solamente por lo que da, sin esperar nada en cambio. (El que rescata a un ahogado o el que salva a una persona que quiere suicidarse). Y el tercer componente de los "juegos psicológicos", lo constituyen los "Perseguidores", que también desarrollan conductas erradas, como consecuencia de experiencias infantiles desafortunadas. Cuando niños, fueron maltratados física y moralmente, y sufrieron la prepotencia de sus mayores. Aprendieron así, a defenderse solos, a desconfiar de sus congéneres y a obtener sus fueros mediante la violencia y la exigencia prepotente sobre los demás. De esta manera se sintieron más seguros arrinconando a quienes les opusiera cierta hostilidad, o que, por su debilidad, se cobijaran en los roles de víctima o salvador. En definitiva, se entra en el "juego psicológico", cuando el "Perseguidor" encuentra a su "Víctima", o la "Víctima" a su "Salvador", y una vez enganchado en el mismo, no solamente se hace muy difícil salir de él, sino que, terminado el 'juego', los participantes se sienten mal y no queda en el campo ni vencedores ni vencidos, sino que todos pierden. Un poco antes, hablamos de Triángulo Dramático. Se denomina así, porque cada jugador intercambia sus roles, como sucede en cualquier escena teatral. ―Imaginemos que estamos sentados frente al escenario; se descorre el telón y aparece una mesa y sentados alrededor el padre y el hijo, esperando que la madre traiga la comida. Entra la madre sonriendo, con una fuente llena de buñuelos de espinaca. Al verlas, el hijo, irritado le dice: -¿Por qué hiciste espinacas sabiendo que no las paso?-(P). La madre: -Creí que de esta manera te gustarían-(V). El joven, cada vez más airado, le contesta: -¡Las espinacas no me gustan de ninguna forma!-(sigue en su posición de perseguidor). El padre interviene: -¡Está bien, te quedas sin comer. Vete a tu cuarto!-(P). El hijo se retira lloriqueando (V). La madre, entonces se va a la cocina y prepara un par de huevos fritos, y se los lleva al hijo, furtivamente, tratando de consolarlo, diciendo: -No creo que por tan poca cosa debemos enojarnos(S). Vuelve al comedor y le espeta al esposo: -¿Por qué lo trataste de esa manera? ¡Pobrecito! Lo hiciste llorar-(P-S). El padre: -Te faltaba el respeto; en mi familia esto no pasó nunca-(V). El hijo, que escucha desde su cuarto, le dice a la madre: -Dejalo mamá, ¿no ves que papá está cansado?-(S).
La situación comentada podrá repetirse por cualquier motivo por fútil que sea, porque los integrantes de esa familia ya están docilizados para obtener beneficios de esta forma. Hemos visto, entonces, que la raíz de los "juegos psicológicos" se halla enterrada en los sentimientos del niño que fuimos. Y sabemos, fehacientemente, que, en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia, nuestro niño aflora,
29 casi instantáneamente, al estímulo. Entendemos entonces, que resulta fácil embarcarse en esta disposición de comunicación, casi sin darnos cuenta. Es por eso que conviene estar atentos, para no caer en este juego fatídico que lo único que consigue es llevarnos a la turbación y al desaliento. Y que no aporta ningún beneficio a la armónica y equilibrada relación que merecen las personas. Digamos por último, que los roles antedichos: perseguidor, víctima y salvador, son elementos de la personalidad, diríamos, filtrados, que surgen en un momento dado, de la complejidad que somos como personas. Aunque algunos se acomoden, por costumbre, a usarlos en casi todas sus interlocuciones. De esta manera, los vemos incluídos, como ingrediente de la comunicación verbal, en las relaciones amorosas, comerciales y políticas, como que también forman parte de libretos teatrales y folletines de radio y televisión, proporcionándoles un sabor especial que atrae al público, especialmente en aquellas escenas donde impera la discusión violenta. ♦
*19. Nuestra responsabilidad en un mundo cambiante Los acontecimientos, importantes y no importantes, se suceden unos a otros en nuestras vidas. Sus orígenes pueden devenir de la esfera humana o de causas naturales. La vida es movimiento y el movimiento es transformación continua. En este bosquejo, cabe señalar que algunos acontecimientos suceden sin que nosotros los busquemos, y otros, directamente, los provocamos. De una u otra forma, recibiremos aquellos ingredientes que nos satisfacerán, que llenarán de placer y de contento nuestro corazón, mientras que otros nos apenarán, nos afligirán, nos harán sentirnos desdichados. Y en medio de ellos, directa o indirectamente, nos encontramos, cada uno de nosotros, como agentes pasivos o activos. Si nos hallamos dentro de un intrincado laberinto social, es bueno estar atentos a nuestro protagonismo dentro de él. Saber que cada acto nuestro, por nimio que sea, repercute en un grupo de personas; aquellas que están próximas a nosotros; y las que están más alejadas. Es decir, sentirnos responsables en cada momento, de nuestras acciones. No quiere decir esto, que adoptemos una posición rígida, estereotipada, porque, de esta forma, nos podríamos asemejar a un robot. Mas bien, darle cabida a nuestro ‗‗niño interior‘‘, depositario de los sentimientos de amor, quien propiciará la mejor apertura para que, aquellos elementos adultos que fuimos aquilatando a través del tiempo continuo, se sientan respaldados por el amor verdadero, y, de esta manera, puedan surgir sabiamente, a la vida de relación.
30 Tomando esta determinación, y haciéndonos partícipes de cada acto que tengamos que resolver, podremos ponerle coto a los impulsos inconscientes que muchas veces nos llevan de la nariz y nos hacen cometer muchas torpezas, las cuales, una vez producidas, nos agobian y hace que desemboquemos en la inseguridad y en la malversación de nuestros actos. Aunque no solamente no movemos por impulsos inconscientes que devienen sin que nosotros los llamemos. Están aquellas motivaciones conscientes, que las hacemos visible ante los demás. Éstas, tal vez, sean las más peligrosas cuando no están cubiertas con el ámbito albo de la pureza que solamente el espíritu puede proporcionarle. Y, en este caso, donde ese hálito no está animado por Dios, cometeremos muchos desaciertos y descalabros en perjuicio de nuestro prójimo. Entonces, ¿qué mejor será dirigir nuestra intención al pulimento de los pensamientos y los sentimientos de los que somos, directamente, propietarios de los mismos? En el mundo del consumo, obtenemos las cosas que nos son necesarias, y aquellas otras que satisfacen y llenan nuestros corazones, de gozo. Además, sabemos por experiencia que cuando echamos la simiente del odio, de la discordia y de la maldad, seguramente no cosecharemos más que el producido de la mala semilla. ¿Por qué no ser sensibles labradores y preocuparnos de plantar buena simiente y regar convenientemente el suelo para obtener los frutos que nos llenarán de sano contento? ♦ *20. Entre lo evitable y lo inevitable Algunos planean sus vidas; otros la hacen encaminados en la misma senda que los demás le indican, sin ponerse a pensar si este ideario está ajustado a sus propias necesidades. Y algunas personas, siguen, directamente, lo que la suerte les depare. Y me afinco en esta última palabra: suerte, es decir "el encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual"(Diccionario). Si yo me abandonara a mi suerte, y esta suerte dispusiera las cosas a su arbitrio, me pregunto ¿qué función me es asignada en la vida? Porque, en principio, le transferiría un poder omnímodo a la suerte; y, de esta manera, la libertad en el uso de mi pensamiento y acción, quedaría totalmente anulada, y ese don divino, regalo de Dios, directamente lo desecharía. Ahora bien, aún con la primacía de nuestras decisiones, debemos reconocer que existe un factor, en muchas ocasiones desconocido y misterioso, que determina el momento siguiente al que vivimos. Digamos: en este mismo momento, estoy sentado frente a la computadora escribiendo aquello que mi intelecto me dicta. Ahora miro el reloj y recuerdo que tengo necesidad de hacer un llamado telefónico urgente a determinada hora, y que fue programado de
31 antemano. Me levanto, voy al teléfono… y no hay tono; el aparato no funciona. Me siento molesto porque ese llamado me es indispensable hacerlo, ya que comprometo a una persona que espera mi respuesta, para encontrarse conmigo. ¿Qué hago? ¿Lo dejo esperando, en la incertidumbre de lo que pasa, o mejor me dispongo para hablarle desde un locutorio que está a dos cuadras de mi departamento? Sopeso ambas situaciones: me resulta incómodo vestirme (estoy en pijama), y salir afuera con el frío invernal que hace; pero no debo dejar a esa persona en el desconocimiento de qué puede haber sucedido. Entonces, si pese a las molestias que me depara el salir de mi departamento caldeado e ir a un locutorio fuera de mi domicilio enfrentando el frío reinante, decido ir, estoy haciendo uso de mi libertad de decisión y acción. Pero si me dejo llevar por la indolencia y no hago nada al respecto, voy dejando liberada a la suerte la situación emergente. Veamos qué puede suceder si adopto esta segunda proposición. La persona que esperaba mi llamado, viendo que el tiempo pasa y no hay respuesta, podrá intentar hacerlo por su cuenta, y encontrará que el teléfono no responde. ¿Qué pasa? —se preguntará. He dejado sin hacer, algo que me era importante, esperando la confirmación... y nada. ¿Se habrá olvidado?, y si así fuera ¡qué informal es!; ya no seguiré confiando en él. Aunque puede suceder también, que me visto y en el momento en que me dispongo a salir de casa, un fuerte cólico intestinal, me somete y quedo ahí, dolorido y sin poder moverme, y el tiempo pasó y la cita no se consolidó. Es necesario que aceptemos que algunas formas que decidamos o estemos prontos a decidir, no siempre dependerán de nuestras propias motivaciones, sino que habrá factores imponderables que están por fuera de nosotros y que pueden influir en ellas y trastrocarlas totalmente. Lo que sí es importante, es que seamos honestos con nosotros mismos y no usemos de esos causales apócrifos, para justificar algo que realmente pudimos hacer por nuestra cuenta. ♦ *21. La otra cara de la verdad Nuestro Himno Nacional nos dice: "...ved en trono a la noble igualdad", y la igualdad, cuando mantiene esa condición, es noble, sí, pero no la vemos "sentada en un trono"; más bien, en la realidad social, se nota, claramente, la brecha que existe entre la igualdad y la desigualdad. Cuando menciono la igualdad, obviamente me refiero a esa sana condición en que los individuos tienen los mismos derechos y opciones, no teóricamente, sino de hecho, atendiendo preferentemente las diferencias sociales. A ninguno se le escapa que existe también una diferenciación entre las personas más capacitadas y menos capacitadas, pero esta situación no obsta para estimar escalas, porque los gobiernos deberían considerar a todos por igual; en la misma medida. Entender bien, que son elegidos por un pueblo soberano y
32 que, por esa sola circunstancia, ellos tienen la sagrada obligación de administrar los bienes del Estado equitativamente y amparar y defender a sus habitantes. Es decir, si, imaginativamente, asimilamos un gobierno a la realidad de un hogar cualquiera, veríamos que el jefe de estado sería nuestro protector, nuestro padre, digámoslo así, y los gobernados, sus hijos. Ahora bien, sabemos que un padre biológico puede contener toda clase de cualidades, tales como bondad, atención a nuestros requerimientos, flexibilidad, respeto por nuestra personalidad; pero también puede ser duro, rígido, sermoneador, deshonesto, castigador, etc. Hasta acá podría concebirse un símil entre jefe de gobierno y jefe de familia. Pero, resulta que un gobernante no ejerce sólo su función; tiene a su alrededor una cantidad de adláteres que también sienten y piensan por sí mismos aunque sean dependientes, y que están revestidos de cualidades y desafueros, por lo que acá se hace más difícil la función de administrar. Y, si todos ellos no se avienen a una buena disposición para generar las condiciones de cuidado y salud de una nación, ¿quiénes son los perjudicados? Pues, sus hijos, el pueblo. Quiero significar, con estas reflexiones, que salen de un corazón dolorido, que, para una buena relación entre las personas -en este caso puntual- entre gobernantes y gobernados, las virtudes que puedan emerger de los mismos, deben partir inexorablemente- de cada uno de nosotros. No esperar que el otro sea el que comience. Y, por sobre todo depurarnos, de tal modo que nuestras decisiones sean producto de verdades que manen del amor, y no de mentiras encubiertas. ♦ *22. Las antinomias El significado exacto de "antinomia", nos lo dice el diccionario de esta manera: "1.Contradicción entre dos leyes o principios en su aplicación práctica a un caso particular. 2. Contradicción entre dos principios racionales." Entonces está claro que antinomia es hacer valedera, ante nuestros ojos, una proposición en detrimento de la otra. O sea que la contradicción se resuelve en una "afirmación y negación que recíprocamente se destruyen". Todos sabemos que desde siempre, tuvimos y tenemos que optar entre dos o más proposiciones, y en este momento está comprometida la decisión, que es el resultado de la libertad. Decir y hacer son expresiones propias, de la conducta objetiva del hombre. Culminación de todo acto. Resolución final, pero no definitiva. Cabe un resarcimiento, sino total como en muchos casos, por lo menos, parcial. La antinomia se encuentra entretejida en el núcleo de la moral, y por ende, tiene que ver con las conductas y las acciones humanas, en función de la bondad o la malicia que engendran.
33 Como el problema es muy ancho y profundo, creo que, salvo situaciones en las que taxativamente se debe decidir por un no o un sí, me parece prudente y sabio que aprendamos a resolverlas con profundo respeto. De esta manera, en muchas ocasiones, bien podríamos llevarlas a un equilibrio razonable en el que el no, no sea tan no, y el sí, no sea tan sí. Por supuesto que el plano debe ser equitativo y no de titubeo. ¿No sería más beneficioso para nuestra salud espiritual, el que nos ejercitáramos en encontrar relaciones de semejanza entre los opuestos? Tal vez esta práctica nos haría más justos y menos equivocados en cuanto nos limitaría, con fundamento, a ese impulso de rotular definitivamente, cada persona, cada cosa, cada situación. E, incluso, nos permitiría atender, con benevolencia, la razón de los demás. Recordemos que en el Baghavad Gita, se nos dice: "Por la ilusión de los pares de opuestos, que brota de la atracción y repulsión, toda criatura peregrina por el universo, enteramente alucinada".
Quiero decir, que desde el momento en que tomo partido en una situación determinada, sitúo a la otra parte como contrincante o negativa, sin darle supuestos de veracidad; me hago enemigo suyo. Y esto es malo, porque crea animosidad entre las partes, y la pólvora puede inflamarse. Esto sucede en los planos sociales, religiosos, políticos y deportivos. Si bien es cierto que las oportunidades que se nos presentan son variadas, y muchas de ellas sabrosas, si están a nuestro alcance, gocémoslas, pero respetemos a los demás que pueden tener otros gustos. Pensemos que nuestra apetencia no tiene por qué invadir el territorio de otras personas con distinto paladar. El respeto por los demás, crea en quién lo ejerce, el distintivo de un ser humano colmado de sabiduría, de amor por el prójimo y de una conmiseración plena. Así se expresa el Bhagavad Gita: "Excelente es quien con ánimo ecuánime mira al enemigo y al amigo, al propio y al extraño, al indiferente y al deudo, al forastero y al convecino, al pecador y al justo".
♦
23. Quién agita el avispero En otras oportunidades, me he detenido en una situación tremendamente disociadora que puede darse entre los matrimonios. Me refiero a lo que denomino "el tercer círculo" (El hombre del siglo XXI) que el doctor Arnold Lázarus (Terapia multimodal) lo expresara a través de ‗círculos entrelazados‘. Veamos: los círculos representan personas, y el cruce, la intimidad que se crea entre las mismas. Pero, y aquí viene el problema, a partir de un tercer círculo que se insinúa entre los otros dos interfiriendo en los tres espacios: el de ‗intimidad de pareja‘ y el de la ‗libertad de cada uno de los contrayentes‘. Para hacerlo más gráfico, me valdré de un ejemplo figurado. Juan y Alicia, jóvenes enamorados, se han unido en matrimonio. Pasada su luna de miel, solos y correspondiéndose melosamente uno al otro, vuelven para radicarse en su nuevo hogar, que es el que le brinda la madre del novio. Los primeros tiempos transcurren dulcemente. Juan cumple con su labor en una mensajería, que le lleva unas 8 horas de cada día, mientras que Alicia, responde a
34 su trabajo como telefonista en un servicio privado de salud, y algunas veces le toca suplantar a alguna de sus compañeras. Pasan los días y el cariño entre ambos se consolida más y más. Sin embargo comienza a proyectarse una sombra que se insinúa en la intimidad de la pareja. La madre, que "ofreció su hijo a regañadientes", aunque no lo demostrara, comienza su trabajo de disociación. "-¿No te parece que Alicia toma demasiado tiempo en la clínica?"- "Mirá que hay varios médicos jóvenes y tu mujer es muy bonita"-. Juan se ríe y toma las palabras de su madre a la chacota. La madre no se queda ahí; insiste. Un día su mujer llega más tarde de lo previsto; además el marido está de mal humor por situaciones desencontradas, que le ocurrieron en la oficina. Entra la esposa, lo besa, pero él responde: -¿Por qué llegaste a esta hora?- Ella: -les dejé un mensaje: tuve que suplantar a una compañera que estaba enferma-. El: -ya lo sé, pero cuando hablé a tu trabajo, me respondió una voz de hombre; vos no estabas presente-. Ella: -claro, en ese momento un médico me pidió que le llevara unos formularios que él no encontraba, y le dejé el teléfono al custodio, para que lo atendiera. No sé a qué vienen todas esas preguntas-. El: -¿no será que le fuiste a hacer un mimito al médico?-. Ella comienza a alterarse: -¿estás loco? ¡Cómo se te ocurre esta idea!- El, ante el cariz que va tomando la situación, le dice: -fue un chiste- Ella, ya enfurecida por la forma inquisitoria del marido, responde: -no, no fue un chiste. Ya son varias las veces que me venís insinuando algo como si sospecharas de mí. Y eso no lo voy a soportarSale dell cuarto, enfurecida. La madre, que se encontraba cerca de la pareja, guardaba un silencio de complicidad. ¡Por fin había creado el clima de desconfianza! Ahora sí su hijito volverá al calor de su madre...
♦
24.Expresiones verbales En el lenguaje vulgar corriente, especialmente de uso en los jóvenes y niños, se observa repetidamente la presencia de un vocablo, que expresado aisladamente, tiene un significado ofensivo. Esta palabra es "boludo". Analizando un poco la cuestión, tal vez esta expresión, grosera en principio, aunque su significado proviene de torpe o aturdido, sirva de ‗relleno‘, para que la intercomunicación no se haga dura o ríspida. Pongamos un ejemplo. ―Boludo, ¿vas a ir a la reunión de Carlos, boludo? ¿Cómo voy a ir boludo, si no me invitaron boludo?‖ Ahora, si le quitamos la palabra en cuestionamiento, parecería que la pregunta y respuesta, perdiera un poco, el calor del diálogo; como si ‗le faltara algo‘. Surgen igualmente, especialmente entre los jóvenes, vocablos que aluden a ciertas funciones de desecho del organismo tales como cagada, mierda, pedo, que tienen una significación como de algo que no sirve o no me servirá para nada, o bien de supuestas situaciones alteradas en las que se encuentre una persona determinada. Indudablemente estas locuciones, de por sí, resultan ser definitorias y concretas, pero desgraciadamente, hieden y ensucian el lenguaje, aunque quienes las usan, tal vez no opinen de esta manera. Siguiendo con la descripción de tan original lenguaje, observamos en muchos jóvenes, cuando expresan sus impresiones entre sí, como una discontinuidad en el diálogo; como si les costara redondear claramente sus pensamientos. Así es cómo acuden a términos, aprobados por ellos, que les sirven de ‗comodín‘, tales como "¿Entendés? ¿Me entendés?, ¿Viste?, O sea", etc.
35 y, claro está, la comprensión de lo que se quiere decir puede seguir cualquier vericueto. Imaginemos un diálogo entre 1 y 2: ―1 Estoy requetecopada y no sé bien si debo seguir así, ¿entendés?, porque siento que esto no debería ser, ¿me entendés? - 2 Sí, te entiendo. Tenés que seguir otro rumbo. Es como si te chuparan desde adentro, pero a mí me pasa que si sigo así, no lo soportaría, ¿entendés? - 1 Sí...es como tener un chabón dentro de uno que te dirije, ¿entendés?... Y si me lo saco, no voy a ser yo misma, ¿entendés? - 2 Vos tenés tus razones y yo las mías,... te entiendo, ¿viste? Cada uno sigue su camino; ¿entendés?"
También, en su curioso vocabulario existe la palabra "transar" que es besar; "curtir", que se refiere a la relación sexual indiscriminada, sin que, necesariamente, esté presente el amor; "posta" como verdad; "ponerse las pilas" que es como energizarse; "bandear" como molestar, y muchas otras, comunes entre los jóvenes. De esta manera podría ser, que estas palabras les sirvan de apuntalamiento a aquellas personas con una personalidad más bien endeble, y que recurren a ellas para adquirir mayor desenvoltura, o para sentirse que son alguien, para no deslucirse ante sus pares. Es probable que, casi sin darnos cuenta, el lenguaje vaya perdiendo la pureza con la que se fue perfilando gracias al aporte de sesudos hombres, y que su evolución a través del tiempo, en muchos aspectos, se subordine a gestos y palabras que nos den, más claramente, el significado exacto de lo que se quiere expresar. Sin embargo, son muchas los vocablos que tienen un significado preciso y que han dejado de usarse. Puede ser también, porque han sido substituídas por otras que mantienen mejor ‗fachada‘. En consecuencia, se va empobreciendo el lenguaje. Y volvemos a aquello que, desde un principio, nos sirvió de base para nuestro desenvolvimiento social. Me refiero específicamente a la imitación. En este tema, conviene ser muy prudente con la actitud que tomemos ante lo que se nos presenta. El dejarnos seducir por las modas excéntricas, podría situarnos en el estrado de aquellos idólatras que sin pensarlo un segundo se arrodillan ante lo novedoso, tal, por ejemplo, el de tatuarse una parte de su cuerpo, marca que queda de por vida. O adornarse con dijes estrafalarios en cualquier lugar del cuerpo; en lugares anatómicos inverosímiles. Creo que, en muchas personas, podrá observarse una falta del ejercicio de las facultades y aptitudes que hacen a una personalidad estable. Y en esto de remedar lo que los demás hacen, su reflejo es tan fuerte, que por momentos se hace una figura en cierto punto, peligrosa. En esta época se va haciendo costumbre, entre otras cosas, la toma de rehenes por parte de delincuentes, para salvar sus vidas y obtener alguna recompensa. Y, asímismo, el apretar el gatillo contra alguien que, robado, ni siquiera ofrece resistencia al despojo. Por otra parte, y volviendo al modo de expresión, si antes se establecía un lenguaje propio de hombres, mujeres y de niños, ahora, tal vez por el asunto de la globalización, las mismas palabras soeces, son usadas, sin hacer distinción entre sexo y edad. Además están aquellas que se hacen ‗moda‘. Digamos, por ejemplo: alguien dijo "transparente" u "obvio" o "chauvinista" o "pacato" o "bizarro", o ―tema‖ esas palabras pasan a tener vigor en cualquier persona y en
36 cualquier momento. Lo mismo cuando se alude a un individuo; directamente sale la palabra "chabón" o ―boncha‖, que, en realidad es una desfiguración de "chambón" cuyo significado es: ‗poco hábil en cualquier arte o facultad‘. Otras también usuales son papá, tío, loco. Y lo peor de todo esto, es que los cómicos, pseudo-artistas, conductores de radio y televisión y ciertos literatos, remedan y vocalizan estos modismos, propagándolo a diestra y siniestra, sin ninguna reserva. Tal vez nos estemos aproximando a una nueva forma de interlocución, donde aquellos que no estén "a la moda" de las originales locuciones actuales, sean rechazados por su ignorancia en la materia. O bien, que se vaya creando una relación humana donde huelguen las construcciones verbales, y el acercamiento entre una y otra persona se "entienda" dentro de un valimiento primario, en el que los gestos, ademanes y palabras extravagantes sean los que primen. ¡Oh témpora, oh mores! ♦ *25. Los liderazgos salvajes En este juego de liderazgos, espanta a veces observar, cómo grupos de gente que se dirige hacia un acontecimiento, ya sea deportivo o musical (por no incluir al político o religioso), en un momento determinado se desbordan y actúan agresivamente contra la comunidad, contra las fuerzas del ―orden público‖. ¿Qué o quién los guía a tomar esas determinaciones que pueden terminar en muertos, heridos y destrozos de toda índole? Seguramente alguien o algunos, toman el timón de la capitanía, muchos de ellos sin ‗dar la cara‘ o disfrazándose con la piel del cordero, e inflaman los corazones de la gente del grupo. Entonces, me surgen acá, dos preguntas. Una, ¿qué motivaciones guían al o los líderes para propiciar el escándalo y el desborde? La otra, ¿por qué el grupo, ciegamente, obedece al impulso de un alborotado accionar? Para tratar de aclarar estos dos interrogantes, comencemos por recordar como antecedentes históricos, que todo hombre, no solamente se nutre de alimentos para poder vivir, sino también que necesita del amparo y la seguridad que le ofrece el amor y el reconocimiento, por parte de los demás seres humanos. Pero, a veces, estos poderosos nutrientes son deficitarios para algunos hombres, porque el amor nos les fue proporcionado en forma incondicional, y el reconocimiento adquiere patente de una figura narcisista. Vayamos, entonces al componente del líder. Es una persona con motivaciones, indudablemente antisociales, aún cuando use a la sociedad como apoyo para sus fines. Es un ser dotado de una inclinación obsesiva a conducir grupos humanos, como consecuencia posible, de fuertes contingencias sufridas durante su infancia, que le dejaron llagas dolorosas. Digamos, que fue un ser no querido honestamente, o desamparado. En fin, una persona a la que no se le tuvo
37 la confianza necesaria para ayudarlo a vivir. Probablemente sus padres fueron, en algún grado, tiranos, castigadores, irresponsables y mentirosos. Y, ahora, en su adolescencia o edad adulta, surge a raudales su encono, su rencor, su rabia, todo ese magma turbulento, escondida en su corazón. Aunque también es muy posible que posea otras motivaciones ocultas, tal como el uso de la gente como fuerza de número para sus propios fines íntimos, de poder. Sin embargo no todos los líderes responden a esta significación encubierta y a veces, violenta. Existen otros que se sienten impulsados a ‗ser alguien‘, y buscan toda clase de artificios y artilugios para que las demás personas se inclinen hacia él. En ellos puede existir la agresividad, pero generalmente la disimulan. Y, en cuanto al grupo, son seres maleables, fácilmente seducidos por el poder que ejerce sobre ellos, el líder. Por otra parte, cada uno de los componentes, tiene en su interior el germen del desafuero, y, apoyado por el conjunto, lo manifiesta abiertamente. Ahora bien, tanto al líder como a cada uno de los integrantes del grupo, le caben la atención de otros factores que inciden en sus sentimientos, tales como el de no sentirse reconocidos como entes sociales, como asímismo el peso de la pobreza y de la miseria que pueden estar sufriendo, y, por supuesto, la falta de cultura, especialmente la ciudadana. Así es como obra en ellos, en sus mentes, el contenido de la ‗masa’. Este grupo no piensa individualmente sino en función de quién lo dirija. El ingrediente social que lo sustenta, fue muy bien estudiado por José Ortega y Gasset y Alfonso López Quintás. Recordemos algunos párrafos de los mencionados autores. ―Las gentes, en virtud de sus derechos ciudadanos, se hacen civilizados pero no necesariamente cultos (...)‖. ―La característica del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera (...) ―Quién no sea como todo el mundo, quién no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado. Y claro está que ese ‗todo el mundo no es todo el mundo‘. Todo el mundo era, normalmente, la unidad compleja de masa y minorías discrepantes, especiales. Ahora ‘todo el mundo es sólo la masa’‖. Y ―...el hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyecto y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades, sus poderes, sean enormes. Y este tipo de hombre decide en nuestro tiempo‖. Continúa: ―Se les ha dado instrumentos para vivir intensamente, pero no sensibilidad para los grandes deberes históricos; se les ha inoculado atropelladamente el orgullo y el poder de los medios modernos, pero no el espíritu; por eso no quieren nada con el espíritu, y las nuevas generaciones se disponen a tomar el mando del mundo como si el mundo fuese un paraíso sin huellas antiguas, sin problemas tradicionales y complejos‖ . Hasta acá; Ortega. Veamos qué nos dice López Quintás: ―El hombre masa recibe pasivamente un elenco de derechos comunales que no responden a su esfuerzo personal. El hombre vulgar sólo se esfuerza por resolver problemas inmediatos; carece de empuje para abordar cuestiones de mayor alcance, aparentemente desconectadas de las urgencias cotidianas‖.
Cabe, todavía, un liderazgo que presenta características especiales. Me refiero a aquél, que, con notable carisma, domina a grandes grupos de seguidores que sienten por él fervorosa atención a su persona en lo que dice, en lo que hace, en lo que piensa y en lo que siente. Estos líderes podemos hallarlo en los planos religiosos, culturales y políticos. Estos líderes pueden ser tan beneficiosos como perversos, según sean los fines que los guíen, porque, con su
38 fuerza demoledora pueden conducir grandes grupos, en una alocada aventura donde el fanatismo sea su emblema. ♦
*26. El problema de las multitudes Diversos autores encararon el problema de los individuos que formaban grupos humanos de distintas magnitudes centralizados en la búsqueda de un fin común, y generalmente este fenómeno fue contemplado desde un punto de vista social. De esta manera aparecieron los estudios de Ortega y Gasset y López Quintás, que moldearon un esquema grupal, al que denominaron ―hombre-masa‖. Si bien es cierto que sus trabajos fueron ejemplares y de gran valía por la tremenda proyección social y deletérea que se les atribuye al hombre-masa, quiero apuntar aquí a esas mismas muchedumbres, ‗pero observadas bajo la lupa de la psicología‘, según lo hace un autor, el psicólogo Gustavo Le Bon. Comienza con este pensamiento: ―Las multitudes se parecen en algo a la esfinge de la fábula antigua (la pitonisa de Delfos): es necesario saber resolver los problemas que nos propone su psicología o resignarse a ser devorado por ellas‖.
Así, refiriéndose a la aglomeración de hombres configurada en ―muchedumbre psicológica‖ dice: ―cualesquiera que sean los individuos que la componen, y por semejante, o desemejantes que sean su género de vida, sus ocupaciones, su carácter y su inteligencia, por el solo hecho de transformarse en muchedumbre, poseen una clase de ‗alma colectiva‘ que les hace pensar, sentir y obrar de una manera completamente diferente a aquella de cómo pensaría, sentiría u obraría cada uno de ellos aisladamente‖. Agrega que ―la muchedumbre organizada o psicológica, forma un ‗solo ser‘ y se encuentra sometida a la ley de la unidad mental de las muchedumbres‖. ―Es decir que las aptitudes intelectuales de los individuos, y por consecuencia, su individualidad, se borran en el ‗alma colectiva‘. Lo heterogéneo se anega en lo homogéneo y dominan las cualidades inconscientes‖. ―Por lo tanto el individuo en muchedumbre pierde la personalidad consciente, predominando en él la ‗personalidad inconsciente‘. Si la persona aisladamente pudiera ser culta, en muchedumbre es un bárbaro: es decir, un impulsivo con la espontaneidad, la violencia, la ferocidad y también los entusiasmos y los heroísmos de los seres primitivos. En el individuo constituído en muchedumbre aún antes de que haya perdido su independencia, se han transformado sus sentimientos y sus ideas de tal modo, de convertir al avaro en pródigo, al escéptico en creyente, al honrado en criminal, al cobarde en héroe‖. Así es ―que se observan caracteres especiales en las muchedumbres tales como la impulsividad, la irritabilidad, la incapacidad para razonar, la ausencia de juicio y de espíritu crítico y la exageración de los sentimientos‖. ―Si el individuo por sí solo puede soportar la contradicción y la discusión, la muchedumbre no la soporta nunca. El autoritarismo y la intolerancia son generales en todas las categoría de multitudes, y especialmente en las muchedumbres latinas es donde se desenvuelven en mayor grado‖. Aunque es bueno considerar la fase noble que pueden ofrecer, porque, ―si la muchedumbre es capaz de muertes, incendios y de toda clase de crímenes, también lo es de actos de abnegación, de sacrificios y de desinterés muy elevados; mucho más elevados aún que aquellos de que es capaz el solo individuo. Por lo tanto, si las muchedumbres se entregan frecuentemente a bajos instintos, también a veces dan ejemplos de actos de elevada moralidad.
39 Es propio así mismo de las muchedumbres el desinterés, la resignación, el sacrificio absoluto a un ideal quimérico o real‖.
Justamente, en este punto quiero detenerme, porque las muchedumbres o masas, como quiera decirse, no se producen porque sí; existen algunos detonadores que las activan. Gustavo Le Bon nos habla del poder de las palabras que tan bien las utilizan los agitadores. De modo tal que el ‗líder‘ ―bautiza con palabras populares, o al menos neutras, las cosas que las muchedumbres no pueden soportar con sus antiguos nombres. Tanto poder tiene la palabra que basta designar por términos bien elegidos las cosas más odiosas, para hacerlas aceptar por las muchedumbres‖. Además, ―quién dirige las muchedumbres debe conocer que la palabra ‘democracia‘ no tiene igual significado para las almas latinas que para los anglosajones. Para los latinos es la anulación de la voluntad y de la iniciativa individual ante las de la comunidad representada por el Estado. El Estado se encarga progresivamente de dirigirlo todo, de centralizar, de monopolizar y de fabricar todo. En tanto que entre los anglosajones, muy especialmente en el americano, la misma palabra significa, por el contrario, el desenvolvimiento interno de la voluntad del individuo, borrando cuanto es posible la del Estado, al cual, fuera de la policía, del ejército y de las relaciones diplomáticas, no se le deja dirigir nada, ni aún la instrucción‖. Y hablando de instrucción, Le Bon expresa: ―Se dijo que la instrucción es capaz de cambiar considerablemente al hombre, siendo su resultado mejorarlo y aún reducirlo a una igualdad moral específica. Por el solo hecho de la repetición, esta aserción ha terminado por convertirse en uno de los dogmas más inquebrantables de la democracia. Sin embargo Heriberto Spencer entre otros, demuestran, sin gran trabajo, que la instrucción no hace al hombre ni más moral, ni más feliz, ni cambia tampoco sus instintos y sus pasiones hereditarias, y que, a veces, siendo mal dirigida, es más perniciosa que útil‖. ―Lo que constituye el primer peligro de una educación calificada de latina, es el error psicológico fundamental de que, enseñando por la opinión contenida en las obras, es como se desenvuelve la inteligencia... y el joven no hace sino aprender el contenido de los textos, sin que su juicio y su iniciativa se ejerzan nunca. La instrucción para él es recitar y obedecer... donde todo esfuerzo es un acto de fe ante la infabilidad del maestro, y que termina indefectiblemente en empequeñecernos y hacernos impotentes. En lugar de preparar los hombres para la vida en general, la escuela no les prepara sino para las funciones públicas, donde se puede triunfar sin objetivo y sin manifestar ningún chispazo de iniciativa‖.
*
Volviendo al eje central del trabajo, también es importante mencionar los caracteres especiales propios de las muchedumbres, y que los individuos aislados no poseen. ―El individuo en muchedumbre adquiere, por el solo hecho del número un sentimiento de poder invencible que le permite ceder a instintos que, solo, hubiera seguramente refrenado: y desaparecerá el temor y el sentimiento de responsabilidad‖. ―El contagio. En una multitud todo sentimiento, todo acto es contagioso hasta el punto que el individuo sacrifica muy fácilmente su interés personal al interés colectivo‖. ―La sugestibilidad, en la cual el contagio más intenso es sólo un efecto. (Recordar el ‗estado de hipnosis‘ en el que el sujeto se convierte en esclavo de todas las actividades inconscientes de su médula espinal, que el hipnotizador dirige a su arbitrio. La personalidad consciente se desvanece enteramente, la voluntad y el discernimiento se pierden y todos los sentimientos y pensamientos son orientados en el sentido determinado por el hipnotizador). Entonces, en el estado de sugestibilidad, al mismo tiempo que se destruyen ciertas facultades, otras pueden ser conducidas a un grado extremo de exaltación. Bajo esa influencia el individuo se lanzará con irresistible impetuosidad al cumplimiento de ciertos actos. La impetuosidad es más irresistible aún en las muchedumbres que en el sujeto hipnotizado, porque
40 siendo la sugestión idéntica para todos los individuos que las componen, en ellas se exagera al convertirse en recíproca‖. Algo más, y entresaco del libro: ―Las leyes de la lógica no tienen acción alguna sobre las muchedumbres‖. ―Hubo y hay agitadores que han sido retóricos, sutiles, que no perseguían sino intereses personales y trataban de persuadir lisonjeando bajos instintos. La influencia que tuvieron pudo ser grandes, pero también muy efímeras. Pero si el agitador está convencido o fascinado por una creencia, su influencia se hace muy grande‖ . ―Sin embargo son escasos los casos de este tipo de agitadores. Más bien los hay los que emplean su autoridad en forma despótica y sólo se imponen a causa de este despotismo‖. ―Los agitadores tienden hoy a reemplazar, cada vez más, a los poderes públicos a medida que éstos se dejan discutir y debilitar‖. ―Los agitadores o líderes, son más contundentes no solamente por las ideas propagadas afirmando, repitiendo y contagiando, sino cuando adquieren ―el misterioso poder llamado prestigio, ya sea personal o adquirido. Un militar con uniforme, un magistrado con toga, siempre tendrá prestigio. La característica del prestigio consiste en impedirnos ver las cosas tal como son y suspender todos nuestros juicios. El prestigio personal, de índole muy distinta al artificial, es una facultad independiente del título y de la autoridad que posee un reducido número de personas que les permite ejercitar una fascinación verdaderamente magnética sobre los que le rodean, aún cuando sean iguales suyos socialmente y no posean medio ordinario alguno de dominación. Imponen sus ideas y sentimientos a los que les rodean y se les obedece de igual modo que la fiera obedece al domador aún cuando podía devorarlo fácilmente‖. ―El prestigio constituye el elemento fundamental de la persuasión‖. ―Y el éxito es una de las bases principales del prestigio; lo prueba el que este último desaparece casi siempre con aquel. El héroe aclamado de la víspera, si no le acompaña el éxito es vituperado por la misma muchedumbre al día siguiente; y la reacción será tanto más enérgica cuanto mayor haya sido el prestigio‖. ―El prestigio arrebatado por el fracaso, se pierde bruscamente. Prestigio que se discute es prestigio perdido. Los dioses y los hombres que supieron conservar por largo tiempo el prestigio, jamás toleraron la discusión. Para que la muchedumbre admire, hay que tenerla a distancia‖.
Nuestra vida social-familiar e histórica, está sustentada en ideas y creencias. ―Por una parte las grandes creencias permanentes que duran siglos y sobre las cuales
descansa una civilización entera, como por ejemplo –en otra época- el concepto feudal, las ideas cristianas, las de la Reforma, y en nuestros días, el principio de las nacionalidades, las ideas democráticas y sociales. Por otra parte, las opiniones momentáneas y variables, derivadas frecuentemente de los conceptos generales que nacen y mueren en una época. Son olas pequeñas que nacen y mueren sin cesar en la superficie de un lago poco profundo... Las creencias generales son las columnas necesarias de las civilizaciones: imprimen orientación a las ideas y son las únicas que pueden inspirar fe y crear deberes‖. Fuente: ―La Psicología de las Multitudes‖-Gustavo Le Bon-editorial cultura-Chile-1936
♦
*27. La agresividad como imagen social Quienes estudian y están atentos a los movimientos sociales que se producen a través del tiempo, no pueden dejar de reconocer que, cada vez con más frecuencia, aparece el ser agresivo, que desafía todo, ya sean leyes, estatutos, consejos, integridad física. Ofuscado, se revela contra toda precaución y ataca, en ocasiones con ferocidad, y hasta hiere y mata sin ninguna
41 contemplación. Podríamos decir que lo hace guiado directamente por sus instintos, porque no atiende el consejo de la razón que podría prevenirlo y detenerlo. No puedo dejar de recordar aquel que dijo:"Dios nos da la vida con su bondad infinita, y un miserable nos la quita". Incluso algunos pensadores contemplan con tristeza esta situación, marcando la actitud de quienes atentan contra la vida humana, con una sentencia del Corán: si una persona asesina a otra, asesina a toda la humanidad.
Este fenómeno se observa en todo el mundo; no es solamente local, y las causas que mueven a este tipo social, son muchas y complejas. No nacen, indispensablemente, como consecuencia de haber salido del hueco de una familia conflictiva. Esta es una razón, pero no es la única. El ser humano se impregna también de todo el residuo social, que lo circunda y lo alienta. Y si este ambiente es propicio a la desilusión, a la desconfianza, a la obsecuencia, a la mentira, a la hipocresía y a la competencia feroz, este hombre no encontrará, por supuesto, ningún modelo para mejorar sus propias falencias. El hombre es más perspicaz de lo que parece a primera vista y esa condición puede hacerlo desembocar hacia caminos llanos o caminos abruptos, y si eligió este último, es porque ha perdido la fe en sí mismo y en los demás; entonces, se encuentra como solo y desamparado. No cree en la justicia y ya no avizora ni comprende las posibles consecuencias funestas, de sus alocados desvaríos. Y es tanto o más peligroso cuando abraza una creencia religiosa, con fuerte dosis de fanatismo. Además, es un ser limitado por la ingratitud de sus propios sentimientos, porque está colmado de resabios de odio y resentimientos que le ciegan un razonamiento formal. Así es cómo arremete fieramente contra el que considera su enemigo. Ante esta realidad social, ¿qué puede hacerse? El daño en su persona ya está hecho y tenemos entre nosotros un ente desesperanzado y peligroso. Reeducar individualmente a quiénes padezcan de esta lacra social, es muy difícil. Más bien, creo, que lo mejor sería idealizar algo que parece imposible, es decir, tratar de suavizar ese medio que lo sienten como fuertemente antagónico, desfavorable. Aunque, en este plano casi, casi, entramos en el terreno de lo utópico, porque ¿cómo podríamos mejorar el medio social? Quiero entender bien esta situación. Entonces, observando el complejo humano en su amplitud, vemos a las personas interactuar entre sí, manifestando sus propias motivaciones y recibiendo mensajes simples y complejos que, estructurados, hacen a la realidad de la comunidad. Ahora, no bien nos internamos un poco dentro de ese marco de referencia, saltan al escenario general, dos grupos humanos que se diferencian claramente, en sus opuestos: uno, que se muestra desafiante y agresivo contra todas las normas de orden y convivencia social; y otro, que no solamente las respetan, sino que trata de mejorar el medio, haciéndolo más asequible para todos los conciudadanos. Estos últimos, están conscientes de que no se puede vivir en una comunidad de extraños entre sí, donde hay hostilidad y furor. Que, aunque la vida no es un lecho de rosas, podemos cambiar para bien, poniendo nuestro amor
42 y nuestro afán, en pro de ese ser irascible y peligroso. Este grupo, compuesto por muchas personas, no lucha poniéndose en igualdad de condiciones con los otros, sino que comienza por comprenderlo y pone su mayor empeño en suavizar su actitud, con mucho respeto y cuidado, para no herirlo más aún, porque entiende que esos seres humanos, deben sufrir mucho también. A este propósito, me parece revelador, un supuesto diálogo entre San Juan Bautista, predicador, y su primo Jesucristo, considerando, cada uno, la actitud que debería tenerse con el hombre en general. (Extraído de "El Pobre de Nazareth" del padre Ignacio Larrañaga).
Juan Bautista se siente cansado de "...descargar golpes de muerte sobre los árboles carcomidos..." que, al final, también a él, lo han herido, y desea, fuertemente, la presencia del "Enviado para depositar en sus manos esa pesada hacha". Sin embargo, Jesús no piensa de igual manera, porque, dice: "¿Para qué sirve un hacha? Deja desolados los bosques, sin pájaros, sin flores, sin cantos. Si talamos todo árbol que tenga un tumor, ¿No se transformará el bosque entero en un inmenso cementerio? ¿Qué será de la pobre higuera estéril que crece al borde del abismo? Si, en lugar de golpes de hacha, descargamos sobre ella un golpe de ternura, ¿quién sabe si en el otoño próximo no se llenará de dulces higos? ... Si tratamos a los árboles heridos con aceite de ternura, en la primavera próxima los granados florecerán, las espigas madurarán y los racimos brillarán al sol. ¿No habrá llegado ya el momento de enterrar el hacha?"
Pero Juan Bautista, empecinado en que el hombre debe ser castigado duramente para doblegarlo, insiste en lo mismo, tomando como símil al árbol: "No sólo las ramas están carcomidas, no sólo lo está el tronco; las raíces, son las raíces las que están podridas. Su destino es uno solo: el fuego. No hay otra salida". Entonces Jesús lo invita a mirar el cielo y las miríadas de estrellas. "Todas parecen frías y silenciosas, pero, desde siempre y para siempre, ellas cantan un himno inmortal al poder y al amor del Altísimo. El poder, sólo el poder, es muerte, el amor es vida. Pero si enlazamos en un mismo acorde el poder y el amor, no habrá raíces podridas que no sanen, ni huesos calcinados que no se revistan de primavera, ni barrancas que no se pueblen de cipreses, ni muerte que no se torne en fiesta".
Todos estos párrafos, creo que deberían ser meditados profundamente. Y, justamente, las personas de gestos fraternales, serían las indicadas para derramar "golpes de ternura"; sanar esos "árboles heridos con aceite de ternura". Para aunar "en un mismo acorde el poder y el amor". Claro está que, para poner en práctica una posición tan difícil, tan especial, quiénes se sientan seducidos por esta cruzada, deben ser, además, tolerantes. Cito al antropólogo Claude Levi-Strauss: "la tolerancia no es una posición contemplativa, dispensando la indulgencia a lo ‗que fue‘ o a lo ‗que es‘. Es una actitud dinámica que consiste en prever, en comprender y en promover ‗lo que quiere ser‘".
Entonces, el ‗hombre tolerante‘, promueve a los demás, en beneficio de su actitud. En este sentido, yo me digo: si unimos dos elementos para conformar uno solo, obligadamente deben perder, uno y otro, una parte de sus propiedades y cederlas en beneficio de esa nueva composición. Digamos, para ser más claro; si me place tomar café con leche, tanto el café como la leche, conceden algo de su naturaleza en favor del otro, aunque el producto final sea con mucha leche y poco café o mucho café y poca leche. La tolerancia, entonces, no es dejarse avasallar. Es poner algo de sí para que se diluya el apetito que nos urge a juzgar a los demás, y actuar en su contra.
43 Tal vez sea un don reservado a los que tienen corazón de santo. Porque la tolerancia está hermanada con el amor, con la compasión y con la comprensión, y es posible que ella doblegue, por su sola presencia, algunas actitudes soberbias y de vanagloria que ostentan ciertas personas en detrimento de la sociedad en la que viven. Es por eso que, aquellos que eligieron una vocación de amor por los demás, en el ejercicio de ser tolerantes, seguramente, en esta voluntad, sentirán la plenitud de haber refrescado su espíritu. Recuerdo también, lo que Rollo May dice sobre el poder y la violencia: "El poder conduce a la dominación y a la violencia; el amor a la igualdad y al bienestar humano". Y, continuando con Rollo May: "... la violencia se produce cuando una persona no puede vivir de manera normal su necesidad de poder". Y por último, Winnicott nos dice: "Si la sociedad está en peligro, ello no se debe a la agresividad del hombre, sino a la represión de la agresividad personal en los individuos". Es una opinión más.
No todo ser humano muestra su personalidad ostensiblemente ante los demás. Varios son los factores que así lo deciden: timidez, humildad, sentimiento de inferioridad, etc. Lo que sí se hace degradante, es aquel que se esconde, generalmente en el anonimato, y que transgrede el orden que es merecimiento de respeto por toda la comunidad humana. Me refiero específicamente al que agrupo con la sigla QMI (Qué Me Importa). Son aquellos que ensucian las paredes de las propiedades con leyendas, algunas de ellas jeroglíficas; los que dañan las obras de arte y destrozan institutos de enseñanza; los que atentan contra los carteles indicadores; los que tiran toda clase de desperdicios en las calles; los que, como transeúntes, no atienden las luces prohibitivas de cruce y como conductores, tampoco lo hacen. En fin, los que quebrantan las normas de conducta ciudadana. Ahora han aparecido como hongos después de una tormenta, grupos activistas llamados piqueteros que inundan las calles, avenidas y rutas con toda tranquilidad y animosidad. Este grupo humano podría asimilarse al hombre-masa diseñado por Ortega y Quintás. Parecería que en ellos impera, no solamente la soberbia y el resentimiento, sino también una fuerza que lo impulsa a ultrajar todo aquello que quiera ponerle coto a sus bajos sentimientos de convivencia. Y, recordando a los que directamente vuelcan su odio en la sociedad, en forma manifiesta, quebrantando la paz y la dignidad de todo ser viviente, me viene a la mente el poema de Rubén Darío "Los motivos del lobo". De ese animal que, con su ferocidad, tenía aterrada a toda una aldea. San Francisco de Asís, es el encargado de redimirlo; lo consigue, y el lobo vive un tiempo en paz con los aldeanos, en el mismo territorio pero, en una ausencia temporaria del santo, el animal vuelve a ensañarse contra ellos, refugiándose en su madriguera. Al regresar Francisco de su peregrinación, y ante los ayes y quejas de los campesinos, busca al lobo y lo increpa. Éste, ya no reconoce a su protector y trata de justificar sus actos, poniendo el ejemplo de maldad, que observó en los hombres. Por último, el santo de Asís, como comprendiendo la actitud del lobo, se abandona en las manos del Señor.
44 Indudablemente, todos sabemos que en el ser humano se perfilan aspectos totalmente disímiles. En él, coexisten la pureza del niño y la bestialidad del lobo. Pero la bondad, es esencia en el hombre, y la fiereza de los instintos, es parte del lobo. En la persona humana está el decidir la elección. No vale la justificación para quebrar la justicia, con el testimonio de que el hombre es semblanza de la envidia, la saña, la ira y la intemperancia. Solamente el hombre redimido, dará albergue total y definitivo, a sus buenas cualidades, hermanadas con el amor, la tolerancia y el perdón. Y, por último, si el aspecto social de la agresividad y la violencia, se trata separadamente por los distintos organismos que hacen a una colectividad, no creo que sus resultados puedan ser útiles. Más bien, estoy seguro que mejor sería unificar criterios que partieran de un centro multidisciplinario donde convergieran sociólogos, psicólogos, psiquiatras, pedagogos, jueces, políticos y otros estudiosos de la conducta y la actividad humana, para que éstos pusieran todos sus conocimientos y experiencias en un concordato ecuménico, para bien del hombre en comunidad. Pero, para ello, todos sus representantes, deberían rescindir de su propio ‗orgullo del saber‘, en pro de la sociedad. De esta manera, si existe una verdadera y virtuosa vinculación entre ellos, seguramente podrá obtenerse un mejor acercamiento y resolución, de los problemas humanos. ♦ *28 . "Si todos los hombres del mundo..." En la búsqueda de la ubicación de los sentimientos en el hombre, muchos autores coincidieron en que éstos se hallaban alojados en el corazón, y que les pertenecían a la representación del niño. Pero, biológicamente, ese niño que fuimos, fue conformándose en púber, adolescente y adulto, y el hombre creció y llegó a su estado de madurez física, mental y espiritual. Hasta acá, diríamos, fue pasando por etapas de vida predecibles. Ahora bien, ese ‗niño‘ contiene potentes cualidades, positivas muchas de ellas, negativas, otras, que se despliegan y obran en el ser humano, a través de su tiempo vital. Entre las primeras, se halla el amor puro y simple, que se erige como la parte más sublime de su existencia. Además, la confianza, el ingenio y la simpatía, son cualidades patentes, de su razón de ser. Bienvenidos y benditos sean. Sin embargo, y en la medida de carencias de afecto, seguridad, protección y confianza, muchos de ellos se conformaron en entes maliciosos y concupiscentes, y ejercieron su dañino poder, y así tenemos ahora al ‗hombre lascivo‘, que se regodea en la picardía. Que el hombre conserve ese lado oscuro de sus sentimientos, responde a su idiosincracia. Lo que sí se hace peligroso, es que se lo aliente en esa transfiguración, como lo vemos a través de escenas y dichos que aparecen cada vez con mayor profusión, en programas de tevé, en el
45 cine y en cierta literatura amarilla, difundiendo y desfigurando la esencia del amor en la proyección de todo color y forma. Este problema, no obstante, contiene connotaciones más profundas, derivadas de una sociedad alienante donde se proyectan fantasmas de poder y globalización, que obscurecen el verdadero horizonte al que aspira toda una humanidad sana. Existen las diferenciaciones: no todo, es todo el mundo. Muchos hombres de bien, no solamente propusieron, sino que directamente salieron al frente, con su bondad, su amor al prójimo, su sabiduría y su humildad, para mejorar aquello oscuro que se encarna en esa parte de la humanidad enferma que no ve ni comprende, que si no sanea sus defectos, además, contaminará y provocará desaliento en aquellos otros que ansían vivir con dignidad, con alegría y con paz. Si no unimos nuestras fuerzas para mejorar la mira, nos hundiremos en la más severa anomia y nos convertiremos en seres alienados e indiferentes. Es por eso que se hace muy importante el que cada persona, cada ser, se mire un poco por dentro, con suma honestidad, para conocerse y reconocerse, ya que no solo él es de por sí un individuo único y libre de pensar y obrar como quiera, sino que representa también una pieza importante de la sociedad donde actúa, y tiene la enorme responsabilidad de dar de sí un modelo de vida luminoso, que se proyecte a los demás, para sustentar el orden y el equilibrio estable de la humanidad. Si todos los hombres del mundo se unieran en esta cruzada... ♦ *29. Doble discurso Es muy común tomar una parte parcial de un razonamiento dado por una persona, haciendo caso omiso de la totalidad del discurso. En cierto modo es como si en un párrafo, sacáramos o pusiéramos una coma, o le anuláramos una parte, de tal modo que éste se pudiera entender de otra manera. Esto sucede también con las interpretaciones que se les da a los discursos; se toman conceptos fraccionados o parciales y se desecha la idea general que los originó. Veamos un ejemplo: si un funcionario expresa en su discurso, “la situación económica del país es desastrosa y conmueve a toda la población. Tendremos que tomar medidas muy estrictas, pero ellas no tocarán, de ninguna manera, a los pobres, y a los que no tienen trabajo; al contrario, todos los que tienen más, sufrirán ajustes importantes‖. Ahora
bien, si tomamos la parte que está en negrita, el discurso será el siguiente: ―La situación económica del país es desastrosa. Tendremos que tomar medidas muy estrictas; todos sufrirán ajustes importantes‖. Y esta leyenda, indudablemente, provocará escozor y descontento entre la gente carenciada y sublevará a los que se sienten defensores del pueblo pobre. Y no faltará político que quiera sacar ventaja de esta situación. También están aquellos que se erigen en "protectores"
46 de los carenciados de amor y de resguardo, y lo hacen con palabras melifluas que engañan sus verdaderos propósitos. Comienzan, muchas veces, diciendo: "yo, por sobre todo, rescindo de mis intereses, a favor de... (Y nomina la lista de sus "defendidos)‖, pero en su discurso, oculta la verdadera razón de sus esfuerzos, que se proyectan en la defensa o cosecha de sus propias apetencias. Por eso, es importante saber tomar distancia de aquellos mensajes que oímos o los que leemos, aún los más alambicados, y si nos toca a nosotros propagarlos, hacerlo con prudencia y lealtad, para no crear estados de zozobra y de inquietud entre la gente carenciada que es susceptible a todo aquello que toque sus magras pertenencias. Cuidémonos, entonces, de las intenciones perversas de quienes alteran el orden natural de las cosas con su astucia maquiavélica que piensa que ―el fin justifica los medios‖. ♦ *30. El rico y el pobre Las estadísticas nos dicen que en nuestro siglo, las expectativas de vida han aumentado, y la mortalidad infantil ha disminuído. Todo ello, gracias a la inventiva y tesón de muchos hombres que se dedicaron a resolver gran cantidad de enfermedades que diezmaban las naciones, y a producir alimentos que fortifican las reservas biológicas. Es decir, han disminuído las muertes naturales en muchos países, y por ende, la población mundial ha crecido. Pero, paralelamente, existe un fenómeno que nos sobrecoge. Por un lado hay un grupo humano que ostenta grandes fortunas y poder, y por el otro, un conjunto, mucho mayor, de desheredados de lo más elemental para vivir. Y lo que es peor, la grieta entre unos y otros, cada vez se hace más ancha y difícil de unir con un puente de solidaridad o de comprensión por el más necesitado. Si bien es cierto que todos los seres humanos, desde el punto de vista de su configuración fisiopsicológica nacen sin diferenciarse unos de otros, salvo que medien razones patológicas que menoscaben la labor divina, existen otras razones que pueden llevar a los seres humanos a diferenciarse entre sí tomando como parámetros ciertos aspectos circunstanciales. Me refiero a la raza, lugar geográfico de nacimiento, creencias, y padres, familiares y círculo social donde se desarrollaron. Pero todo ello no obsta para que una minúscula caterva, soberbia y poderosa, encaramada en los sitiales políticos y económicos, se erija en dueño y señor de los grupos humanos carentes de recursos, y muchos de ellos sin habilidad para proveérselos. Esta situación causa verdadera indignación por tanta insensibilidad y cobardía, de esta masa humana que, no solamente nunca se satisface de sus adquisiciones, sino que carece de toda compasión por el carenciado que llora miseria. Mientras éstos se mantengan acorazados en su
47 propio ser mezquino, se es muy difícil establecer una vía de relación para que comprendan su indolencia y se animen a socorrer al necesitado. Y, ¿qué puede decirse del pobre? Éste forma legiones, y en muchos de ellos se transluce su interior colmado de dolor, de impotencia, de rabia y de resentimiento. Estas diferencias sociales, tan notables, consiguen desajustar el equilibrio ecológico del mundo, y en tanto el hombre no se modere en su comportamiento y siga creando diferencias entre sus congéneres, no habrá puentes de relación entre los mismos, y se podría llegar hasta el derrumbe del estrato social. No es mi propósito conformar un clima apocalíptico; lo que sí deseo de todo corazón, es que el hombre se preste a doblegar el orgullo, la avaricia y la lujuria del poder, males que se extienden como lo hace el cáncer en el organismo, cubriendo solapadamente las capas sociales y destruyéndolas a sus expensas. ♦ *31. El gozo,¿es constructivo? Cuando llegamos al punto culminante del deleite, podemos encontrarnos también frente a dos situaciones: por una parte la complacencia de lo que nos está ocurriendo, y por la otra, el peligro de ser subyugado, y perder nuestra autonomía. Recordermos. Muchos de nosotros, en nuestra niñez, cuando expresábamos la alegría del goce, fuimos contenidos y sacrificamos ese cupo natural de satisfacción. Nos doblegamos, si no a la tristeza, sí a la resignación de la frustración del contentamiento. E ideamos algunas formas de solventar nuestras alegrías bajo otras apariencias que, en definitiva, eran falsas. Pasaron los años y nuestro carácter se fue conformando dentro de esa estructura de prohibición que contenía la expresión de la alegría y del deleite, adecuados a las circunstancias. Pero el hombre, así como le es imperioso respirar el aire para vivir, necesita darle salida al gozo que expresa su espíritu libre. Y, en estos momentos, es cuando muchas veces equivoca el curso. Porque es muy difícil hacer buena letra con algo en lo que no se ejercitó debidamente. Así, en ocasiones, no solamente erramos el camino en la búsqueda del gozo perdido, sino que nos atamos a crueles yugos para satisfacer ese bien que anhelamos, y podemos llegar al uso de cosas indebidas tales como la bebida, las drogas, el sexo desmedido y el tiempo improductivo, y nos amarramos a todo aquello que satisfaga esa sed de complacencia, desechando el orden y la continencia que merece la vida. Cuando abrimos la puerta de nuestro ser para dar cabida al goce que se satisface solamente en la voluptuosidad, también se encuentra allí la pereza, con su manto oscuro que no deja filtrar la luz, y que nos sume en la oscuridad de la
48 despreocupación por todo aquello que puede sernos útil para nuestro desarrollo físico, mental y espiritual. ¡Despertemos!, y nos daremos cuenta de que el deleite sano está también en la adecuación de un tiempo útil; en la búsqueda y el encuentro de una labor común, solidaria, en donde el beneficio se dará en la culminación de una obra de perfeccionamiento en el que pusimos lo mejor de nosotros. No nos dejemos acobardar por la acción de la inercia que consume nuestras mejores voliciones y adiestrémonos en mejorar ese distintivo que nos hace único entre todos los demás seres del universo. Ese será la verdadera delicia de nuestro espíritu, no para la vanagloria propia, sino para el florecimiento de la esencia natural de lo que somos como personas. ♦ *32. Escudriñando las marañas de la neurosis Es conocido por todos, la necesidad de pertenencia que absorbe al hombre desde su nacimiento. El "mío" en el niño, resulta ser un imperativo, que va engarzado en el propio estado psicológico del yo. Y, desde este sitial, el hombre siente la necesidad de poseer, en distintos grados de apetencia, todo lo visible, real o imaginado, que se le cruce en su mente. De ahí que, cuando el objeto de posesión no puede ser alcanzado, se produce en él la ‗frustración‘, ya sea ésta percibida conscientemente o enterrada en el terreno del inconsciente. Quiere decir que el ser humano posee una fuerza que lo dirige a tratar de obtener un objeto, ya sea material o inmaterial, en beneficio de su satisfacción y provecho. Ahora bien, en tanto y cuanto logra conectarse con él y hacerlo suyo, se agota el esfuerzo o temperamento puesto en acción, y, generalmente, se autocomplace. Algo así sucede con respecto a las necesidades primarias. Pero no bien aparecen impedimentos o fisuras en el logro del mismo, se desespera según el grado de sensibilidad del individuo y lo manifiesta bajo formas de agresividad, de tristeza, de confusión o de depresión. Entonces, como ya dijimos, esta frustración puede ser de origen consciente o inconsciente. En el primer caso, la importancia o acrecentamiento del objeto de sensación, se irá pulsando conforme a la idiosincracia del individuo. En cambio, cuando los estímulos forman parte del inconsciente, y actúan bajo una fuerte tinción emocional donde se perciben la ansiedad y la angustia, allí la frustración puede llevar a la persona, a la órbita de la ‗neurosis‘. De la neurosis podemos decir que son trastornos no psicóticos, aunque sí funcionales, que, aunque normalmente no suponen una pérdida de contacto con la realidad, obran en el paciente una circunstancia infeliz o dolorosa al disminuir la capacidad para ciertas tareas. En un principio, parecería demasiado simple atribuir solamente ‗al objeto de deseo frustrado‘ la causa de la neurosis, pero tengamos presente que también a
49 éste pueden adherirse otros potentes estímulos, como ser la competencia, la ambición, el egoísmo, la malicia, etc., que engruesan la complejidad de la misma. Así es como, la persona ya adulta, ante el deseo de obtener algo y hacerlo suyo, puede determinarse en dos posiciones equidistantes: o bien lo reprime conscientemente, es decir, renuncia a la satisfacción de ese objeto de interés en forma voluntaria; o bien cae en la represión inconsciente, que es un mecanismo de defensa del yo, que se utliza cuando no se quiere reconocer la existencia de una situación de frustración. De una u otra forma, la persona puede recibir, directamente, el impacto de la ansiedad o angustia que, si bien la psiquiatría las evalúa separadamente, acreditándole a la primera la condición de orden psíquico, y a la segunda, de orden somático, yo no encuentro una clara distinción entre ambas. Porque, en una y en la otra, las bases de su fundamento se refieren a estados psíquicos donde el temor adquiere la forma monstruosa de un peligro desconocido o no definido, y ambas, por estar tan íntimamente relacionadas, presentan similares reacciones neurovegetativas. De todas maneras, yendo a la profundidad del problema, el ser humano es muy lábil a las incitaciones que recibe del exterior y las que él mismo elabora interiormente. De tal forma, si no está resguardado por una sólida base espiritual, puede ser fácil presa de la trama neurótica. En este problema, que tan intrincadamente presentan gran cantidad de seres humanos, existen algunas disciplinas con bases terapéuticas, tales como el análisis freudiano en el "allá y entonces", y más contemporáneamente, la gestald, creada por Fritz Perls, en un "aquí y ahora". Justamente, Fritz Perls, creador de la gestald, y haciendo referencia al hombre en contacto con la sociedad de la que forma parte, dice: "El hombre que puede vivir en un contacto significativo con su sociedad, sin ser tragado completamente por ella y sin retirarse completamente de ella, es el hombre bien integrado". De modo tal que "...todas las perturbaciones neuróticas surgen de la incapacidad del individuo por encontrar y mantener el balance adecuado entre él mismo y el resto del mundo".
Aunque, y siguiendo con Perls, el neurótico es un ‗‘manipulador‘‘, y lo hace con mucho conocimiento e ingenio. Lo que ocurre es que sus manejos "son dirigidos hacia la preservación y el cultivo de su impedimiento, en lugar de estar dirigidas a deshacerse de él". O sea que el neurótico consume sus fuerzas en mantener sus represiones; lo
que llama "fatiga neurótica". Así es como "sus medios de manipulación son múltiples y variados. Puede hablar, muchas veces ahogándose con sus palabras. Puede prometer y tomar resoluciones; puede romper promesas y resoluciones. Puede ser sumiso; puede sabotear. Puede escuchar los matices más finos, o puede hacerse el sordo". Puede recordar u olvidar, según lo exija la situación. Puede cubrirnos los ojos y llevarnos por un camino encantado. Puede mentir y puede ser compulsivamente honesto. Nos puede conmover hasta las lágrimas con su miseria, o puede soportar su destino con orgullo. Puede adular nuestra vanidad y herir nuestro orgullo. Puede, siempre que él mismo se mantenga afuera, traernos sus problemas elegantemente envueltos en su jerga psicológica, esperando que nosotros se la desenvolvamos y que le expliquemos su contenido para su satisfacción".
50 Y, más adelante, asegura: "el neurótico está adaptado y acostumbrado a vivir manipulando a su ambiente. Debido a que generalmente ve el ambiente como hostil, muchas veces está muy sensibilizado y listo para ganarle con su capacidad de adivinar, sentir e ingeniar a su oponente". Como el neurótico "teme con espanto el rechazo, la desaprobación y la eventual alta por el terapeuta"; entonces "el paciente maneja al terapeuta tomando la apariencia de un niño bueno. Intenta sobornar al terapeuta con sumisión y seudoaceptación de sus peticiones y su sabiduría. Al mismo tiempo podrá tener una autoestima muy precaria, podrá ser muy sensible a la crítica real o imaginaria. De modo que se pone tenso cada vez que el terapeuta le dirige la palabra". ¿Cómo se acerca la guestald al neurótico? "Haciendo hincapié en las áreas en las que el paciente ‗se da cuenta‘, en lugar de aquellas de las cuales ‗no se da cuenta‘. En lugar de permitir que nuestros pacientes se vean a sí mismos pasivamente transfiriendo del pasado, tenemos que introducir la mentalidad de la responsabilidad, que dice: ¿Yo me estoy evitando a mí mismo...?, ¿cómo me impido a mí mismo? Y también ¿de qué me estoy impidiendo a mí mismo?". Ya que la terapia guestáltica es una terapia del "aquí y ahora", es importante que la persona que "está crónicamente dedicada a autointerrumpirse, y que
tiene un sentido de la identidad inadecuado, (...) revivencie sus problemas y sus traumas -que son sus asuntos inconclusos en el presente- en el aquí y ahora". Que se concentre en sus síntomas. Y al vivenciarse a sí mismo, "que se dé cuenta de sus gestos, de su respiración, de sus emociones, de su voz y de la expresión facial, tanto como de sus pensamientos más apremiantes".
En consecuencia, este problema humano de la neurosis y su tratamiento usando la guestald como terapia, me resulta verdaderamente sugestivo, pero yo no soy ni psiquiatra ni psicólogo, y mi función se centra en destacar los distintos aspectos de la conducta. Por eso, como el neurótico entra en conflicto consigo mismo y con las demás personas, en el plano de la realidad social, me pareció oportuno poner de relieve las características de cómo se presenta. ♦ *33. La ironía como puente endeble de relación
¡Qué misteriosos vericuetos encierra la ironía! ¿Es una fuente de placer? ¿Es una forma de defensa? ¿Representa un ariete ofensivo? ¿O un disfraz, que usan algunos para esconder su timidez? Veamos, en principio, lo que nos dice el diccionario acerca de la ironía y sus parientes, la burla y el sarcasmo. ‗Ironía‘: "burla fina y disimulada", o "figura que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice·" . ‗Burla‘: "acción o palabras con que se procura poner en ridículo a personas o cosas con chanza". ‗Sarcasmo‘: "Burla sangrienta o ironía fuertemente mordaz", es decir aquella "que ofende o critica con acritud o malignidad". Entonces, en este entrelazamiento de palabras y significados, estas dos últimas pueden contener el ‗veneno‘ y la ‗ponzoña‘ que están a la puerta de la interrelaciòn entre las personas que actúan usando estas formas de descrédito.
51 Volvamos al diccionario: ‗Veneno‘: "cosa que puede causar un daño a la salud o a la moral". Ponzoña: "no se estima generalmente como productora de efectos fulminantes, sino que está más cerca de la idea de corrupción o podredumbre nociva".
En el lenguaje de intercomunicación corriente, en varias ocasiones se da la oportunidad de deslizar algunas ironías o burlas, que suelen ser inocentes, y mayormente no producen incisión en los sentimientos de aquellos que son objeto de las mismas. Al contrario, ayudan a llenar los espacios interpersonales con gracia y humor. Pero no sucede lo mismo cuando estas formas idiomáticas se profundizan con el sarcasmo, vertiendo veneno y ponzoña en el alma de los que son empapados corrosivamente, por ellos. El burlarse de una u otras personas, se ha hecho algo común. Lo vemos en cierta literatura, como también en obras de teatro, cine; en programas televisivos y radiales. En variados casos, se ostenta la ironía, en otros, la burla, y en algunos, directamente, el sarcasmo. Ahora bien, ¿qué fundamento tiene esta relación humana llevada a sus límites peligrosos? Creo que representa una forma de defensa y de ofensa de aquellos que las usan, de modo tal de poner a la otra persona en un nivel más bajo, para así, sentirse ellos, en la plataforma superior, más seguros. ♦ *34. La hipocresía como factor de desunión Creo que en muchas de las situaciones en las que se ven involucradas dos o más personas, si alguna de ellas, o ambas, esconde, aviesamente, intereses espurios bajo un manto oscuro que no deja ver sus verdaderas intenciones, en este momento hace su presentación una figura muy peligrosa; me refiero al hipócrita. Y lo es, porque se inviste de una apariencia tal, que generalmente engaña. A veces adopta la representación del paladín de la verdad, la seriedad y la honestidad, y sin embargo en su interior, solo esconde escorias muy disimuladas. En fin, el hipócrita es un ser realmente taimado y peligroso, porque en lugar de unir equilibrada y armoniosamente a los hombres entre sí, desune, desgarrando los sutiles tejidos de la sociedad. Y es así, ya que, valido de melosos argumentos, desorienta y perturba a las personas sobre las que clava su aguijón. ¡Quién sabe si gran parte del desequilibrio que acusa la sociedad actual, la presencia activa de los hipócritas, no sea uno de los factores importantes de esta lastimosa situación! Seguramente, existen otros elementos muy visibles que ayudan a que se produzca este descombro, tales como la soberbia, la vanidad, el egocentrismo, entre otros. Pero también actúan negativamente, las diferencias sociales, que atraen odios, resentimientos, discordias de todo tipo. Sabemos que las personas
52 son distintas entre sí, y cada una asume una forma de vida distinta a la de las demás. Y muchas son las circunstancias que las llevan a que esto suceda. Entonces, pienso, si pudiéramos vivir cada uno en forma menos acelerada, podríamos encontrarnos con nosotros mismos; mirarnos desde dentro con rectitud; descubrir los valores esenciales de nuestro ser. Tal vez el discernimiento vendría en nuestra ayuda y la prudencia y la tolerancia serían, seguramente, aliadas nuestras, y los pensamientos dócilmente se ubicarían piadosamente hacia los demás, limpiamente, sin subterfugios. Quién sabe...
*35.Morbos sociales Cuando recibo la noticia de que una persona fue agredida criminalmente, casi no me detengo en conocer las circunstancias que lo llevó a ese acto homicida y cruel, sino que siento que me paraliza un sentimiento de frustración y dolor ante esa situación que me cuesta comprender. Y acuden a mí imágenes de esos primeros hombres que vagaban por el mundo en la búsqueda de una radicación estable, fundando pueblos y ciudades y organizándose en familias y grupos sociales. Todo ello, se dirigía a una necesidad esencial del ser humano, que es la vinculación de persona a persona, en procura de la armonía y el amor, aunados en un interés común. Luego, mi atención se dirige a una introversión dentro del ser humano. Contemplo, abismado, esos aparatos y sistemas que regulan la vida biológica. Me maravilla ver que todos esos órganos vivientes, mancomunados en una sacra función, orienten ese silencioso orden desde el cual, cada uno hace de lo suyo sin desmerecer la labor de los otros; más bien, atento a las dificultades que puedan surgir, y prestos para acudir, presuroso, a la ayuda y restablecimiento de los demás, si así se requiriera. Todo ello en una mágica y misteriosa vinculación que apunta a la vida y que solamente se apaga con la muerte. Y me pregunto, ¿cómo pueden existir seres humanos tan desalmados, de mente tan distorsionada que no respeten este prodigio que es el hombre, cada hombre, sin importar la edad, el sexo, sus valores? Parecería que, en la sociedad actual, se hubiera producido una pérdida de aquellos elementos probos que alimentaban la educación solidaria en el amor. Es como si, dentro de su textura, hubieran aparecido núcleos cancerosos que atentaran contra la buena salud del hombre. Entiendo que se pueden prohijar ideas o formas de ser que no concilien con las nuestras; que pueden originar insultos, y algunos atentados físicos que lastimen, pero de ahí pasar al acto brutal, atroz, de matar, solamente puede concebirse en seres humanos muy crueles o que se sientan defenestrados de la sociedad. No podemos quedar inertes y proferir toda clase de prédicas contra aquellos individuos que atentan contra la sociedad constituída, porque nos quedaríamos solamente con los hechos, que son observables y desconoceríamos los signos
53 ocultos que nos servirían para proveer, recién, hacia un diagnóstico y tratamiento. Esas personas nacieron dentro de una sociedad, y ella nos les ofreció una orientación adecuada y amorosa. Seguramente se empaparon de deshonestidades, mentiras, castigos y privaciones y falta de amor y reconocimiento; y embarrados en este plasma contaminado, enderezaron por el camino de la mezquindad y la ambición desmedida y la total desaprensión por el prójimo. Ya tenemos definido al enfermo, con sus signos subjetivos y objetivos presentes, que nos permite encuadrarlo como un ser peligroso para la sociedad. ¿Qué haríamos entonces para orientar un tratamiento adecuado? En principio, lo de siempre, es decir, perseguir y aprehender al asesino; juzgarlo y enviarlo a la cárcel para que cumpla una condena como castigo de su aberración. Hasta aquí, se cumple con las leyes que así lo indica. No obstante, si se esperaba con esto un castigo ejemplar, no lo es. Siguen apareciendo homicidas. E incluso, el condenado, una vez terminada su reclusión, vuelve a las andadas; quiere decir, que el correctivo no le fue suficiente para cambiar de actitud. En consecuencia, creo que debemos ir a las fuentes. Recordamos a Ortega y Gasset cuando dijo: "yo soy yo y mi circunstancia; si no la cambio a ella, me pierdo yo". Entonces, la circunstancia, o el medio ambiente social, donde desenvuelve la persona sus motivaciones: eso es lo que hay que cambiar. Se me dirá que es un imposible teniendo en cuentas las innumerables variables que presenta. Yo, modestamente, creo que no lo es. En la filosofía china el I'Ching, nos dice: "todo aquello que se destruyó por acción del hombre, revirtiendo esa misma acción, el hombre puede reconstruirlo".
Recapacitemos. Todos los seres humanos, afincados en un territorio, son parte de un colosal complejo, llamado sociedad. Dentro de ella, hierven, entremezclándose, toda clase de condimentos, algunos provechosos, y otros dañinos para nuestra salud. Podríamos decir que, en la medida en que dentro de ese caldo de cultivo se condimente una mayor cantidad de elementos beneficiosos, la sociedad será más saludable; en cambio si son superados por los adobos insanos, el resultado nos llevará a una sociedad enferma y estéril. Volvamos a los primeros peldaños que los grupos humanos debieron subir para llegar a plataformas más estables. En ese recorrido el hombre pudo observar en sí mismo la multivariedad de formas, potencias y recursos con que contaba. Analizado, entonces, ese mapa viviente, encontró y diferenció que mucho de sí era bueno para él y la colectividad, y mucho otro, debía desecharlo para obtener una mejor relación entre los suyos. El hombre, desde su nacimiento, persiguió una figura o modelo a quién adherirse, porque necesitó de muchos años para configurar una personalidad estable con la que se sintiera cómodo. Tuvo, durante ese largo tiempo, que confrontar muchos altibajos que perfilaron una conducta, que no siempre encajaba en una armonía social. Sufrió carencias de todo orden y tuvo que ajustarse a esas situaciones de escasez, no solamente material, sino también la falta de amor, de confianza y de reconocimiento como persona, y todo ello
54 contribuyó a moldear un individuo resentido, a veces con fuertes dosis de odio. En cambio, otros gozaron de la cálida acogida del amor. Los primeros "mordieron" sus heridas y algunos juraron vengarse, mientras que los segundos ofrecieron compasión por el desvalido, comprensión por la necesitada y amplia apertura cordial para ese grupo humano que sufría sus mismas motivaciones. Así es como vemos, dentro de esa urdimbre que es la sociedad, tanto los seres ingobernables y sediciosos, como los atentos a conformar un grupo humano pacífico y con voluntad para mejorar el medio corrompido en un ambiente de paz y tranquilidad. Reitero. Muchos fuimos favorecidos por un amor sin límites por parte de nuestros padres y otras figuras que ayudaron en nuestro crecimiento como personas. Pero, por desgracia, algunos se sintieron avasallados por la falta de respeto a su dignidad, por el aprovechamiento del fuerte por el débil, y por la falta de confianza a su persona; y todo ello incidió en la formación de su personalidad y de su carácter. Entonces, los que fueron lastimados en sus fueros humanos, se oponen con ‗rabia‘ y ‗envidia‘, generalmente encubiertas, a aquellos otros que alcanzaron el triunfo o una posición aventajada en la sociedad, merced a sus loables condiciones y esfuerzos esmerados, o los que llegaron al fraude, y en algunas circunstancias, al crimen, para encaramarse en el pináculo. Esta calamidad, entronizada en los sentimientos humanos, es muy difícil de extirpar, porque el rencoroso es muy suspicaz y prevenido. Es oportuna la relación de oposición que presenta López Quintás confrontando al "hombre sencillo" con el "hombre resentido". Dice así: "el hombre sencillo sabe muy bien que conceder primacía a un valor sobre otro implica un sacrificio, pero lo hace en aras de la fidelidad a lo relevante (...) Acepta gustoso la presencia de lo egregio, aunque haga resaltar su propia vulgaridad. Al asumir lo que sobresale por su valor, el hombre sencillo convierte su menesterosidad en plenitud". En cambio,"el hombre resentido, que siente pesar por la existencia de valores que lo superan, no acepta esa forma de jerarquía y promueve la subversión de valores. Siente complacencia en alterar la escala de valores y situar los valores más altos en los escalones más bajos. Esta alteración de la verdadera jerarquía de valores provoca la banalización de la vida humana y la indiferencia ante aquello que se impone por su valor".
También, sobre este tema nos habla Ortega y Gasset estableciendo una diferenciación entre ‗‘democracia verdadera‘‘ y ‗‘democracia morbosa‘‘. Dice: "suponiendo que una carbonera se dirigiera a una condesa, producida la revolución francesa, podría refutarle: -Ahora, yo podré ser igual a usted-. Esto es democracia. Pero si, en cambio, le dijera: -Ahora usted será tan carbonera como yo-, sería democracia morbosa". Sin embargo,
existen personas cuyas almas, liberadas de toda mancha, y por su propia presencia bienhechora, ayudan a rescindir ese cáncer, del espíritu del resentido. Y lo hace con fervor y honestidad. * La ―avaricia‖ es otro morbo social que se presenta como la desfiguración de una apetencia natural que nace con el hombre. Desde sus primeros momentos, el niño "se hace dueño de lo que tiene en sus manos". Tan fuerte en él es esa inclinación, que muchas veces no reconoce límites de propiedad, y pelea y sufre por mantener la pertenencia. En estadios
55 posteriores de crecimiento, seguramente podrá diferenciar entre lo que es suyo y lo que es de los otros, pero a veces se desvirtúa esa relación, y necesita, como el más voraz de los angurrientos, llenar sus alforjas con todo lo que pueda. Y acá tenemos un ser, desfigurado y peligroso para la humanidad, porque, en ocasiones, hará cualquier cosa por conseguir lo que anhela, sin importarle las fronteras impuestas por la comunidad para el resguardo y beneficio de todos por igual. El oponente de la avaricia, lo constituye la actitud dispensadora, que nace de un corazón magnánimo, que siente, ardientemente, la plenitud de dar y de ofrecer a los demás todo de lo suyo, aún aquello que más estima como propio. Generalmente, esta cualidad generosa se encuentra aliada con virtudes tales como el amor, la compasión y la comprensión por el que sufre. En definitiva, tanto el resentimiento como la avaricia, se presentan como morbos sociales que merecen ser desalojados de nuestro corazón en beneficio nuestro y de los demás, y si así lo entendemos, en cada uno de nosotros se encontrará la virtud de contribuir al saneamiento de la sociedad que nos cobija. ♦ *36. Los deficits Sabemos que en todos los regímenes de las ciudades del mundo, existen funcionarios que se encargan de la economía, como también lo hacen los jefes de familia de cada hogar. Los primeros trabajan con grandes sumas de dinero y cursando laberintos complicados y, en algunos casos, arriesgados; en tanto que la economía familiar se ejercita con menores aditamentos aunque no les faltan dificultades para establecer el equilibrio entre el debe y el haber. Pero, unos y otros, especulan con los recursos que obtienen del ejercicio de una actividad. Y, de una u otra forma, si los ingresos son mayores que los egresos, habrá superávit, pero si hay desfasaje entre ambos, vendrá el déficit. También nuestro cuerpo administra sus ingresos, facilitando el producto de su trabajo metabólico a cada órgano, aparato y sistema viviente. Y lo hace silenciosa y sabiamente, sin pedir consejo. Además, acá se produce algo insólito. Existe una fuerte interdependencia entre el ámbito orgánico y el pensanteemotivo. Y de su relación armónica o discrepante pueden surgir muchas situaciones que lo lleven al individuo a una rebosante plenitud o a la depresión económica morbosa. Quiero decir, que si ingresan los alimentos adecuados en riqueza proteica, glucémica y vitamínica, como así también si se mantiene un prudente cuidado evitando los excesos de los elementos tóxicos y actividades desorbitadas, puede esperarse que la persona se presente rebosante de salud. Pero si al contrario, si se ingieren componentes dañinos, o se es proclive a toda clase de abusos, no puede esperarse menos que un profundo déficit en la economía individual.
56 Hasta este momento esbozamos dos situaciones concretas que pueden ser reguladas y modificadas para bien de nuestro bienestar y de nuestra salud orgánica. Pero existe una tercera circunstancia mucho más compleja, y en la que, si no estamos atentos, podemos desembocar hacia un camino equivocado. El ser humano, en forma progresiva va modelando su personalidad y su carácter. Si lo graficamos, dibujemos una meseta mental, comenzando con un ascenso vertical y levemente inclinado, al que sigue otra línea horizontal, finalizando con una vertical y descendente. La primera, ascendente, señala desde el nacimiento hasta los 20 o 25 años. La horizontal, representa las edades de los 25 a 60-65 años. Y, por último, la línea descendente, que termina con la muerte. La meseta así diseñada significa la representación de la historia biográfica de la persona. Pero no todo queda ahí. En ese dibujo lineal, y por encima, hay otra línea que acompaña, toda la vida al individuo, pero en el punto de inflexión entre la horizontal y vertical descendente, en algunas personas, en lugar de seguir el curso indicado, se eleva. Esta variable es importante que se tome muy en cuenta porque manifiesta una elevación del alma por sobre las cosas terrenas. En este gráfico ideal, están condicionadas las distintas etapas consecutivas que el hombre necesitó para integrarse como tal, desde su nacimiento hasta la consumación de su vida. En todo ese largo trayecto se fraguaron necesidades, muchas de ellas imperiosas, y se fueron ejerciendo los distintos tipos de conducta, según las edades que iban cursando. De esta manera cuando el amor, las caricias, el respeto, el alimento, y el fortalecimiento de su libertad sean dispensados con prodigalidad, se obtendrá una buena capitalización que redundará en beneficio de él mismo y de la sociedad que lo cobija. En tanto, que si se produjeron fallas en alguno de los circuitos, como consecuencia de no haber recibido el adecuado equipamiento para el mejoramiento de su educación, entrará en un déficit de conducta. Esta situación, aunque la persona que lo padece, parece no darse cuenta, muchas veces le ocasiona deterioros de distintos grados, dentro del tejido social en que desenvuelve sus actividades. Así es como nos hallamos ante gente que mentalmente se presenta ante nosotros con una inteligencia lúcida, pero desatinada dentro de una conducta que no encuadra con las expectativas que de ella se espera, de acuerdo a la etapa de crecimiento que tiene. Y, en estadios posteriores, inconscientemente trata de compensar aquello que perdió en el tiempo oportuno. Pongamos como ejemplo un adulto de entre 30 a 35 años. Encuadrado en los aspectos pareja, familia y trabajo, se espera de él las siguientes motivaciones. En la pareja: mantenerla estable en los afectos y protección mutuos. Decisiones cooperativas sobre inversiones, mudanzas. Poner límites a la familia de origen. Acuerdos sobre la educación de los hijos. Decisión de monogamia versus "aventuras". Amistad de la pareja con otras afines. En la familia: definir qué tipo de familia se quiere tener. Cooperación, con su pareja, para la realización de actividades propias del hogar.
57 Y en el trabajo: mayor desarrollo laboral y posibles ascensos. Capacitación, ampliación de roles. Cambio de tareas. Planificación de la carrera. Inclusión en sociedades de trabajo. Ajuste de identidad, previa a cambios sociales y organizaciones. Logro de creciente autonomía. Pero, ¿qué puede suceder? Que esta persona, por diversas situaciones, se ha quedado detenida en la post-adolescencia, es decir, entre los 18 a 20 años. De ahí que, en función de noviazgo, se vuelque más a la obtención de conquistas variadas, que a apuntalar sentimientos sólidos con su pareja. En la familia: le cuesta, todavía, desprenderse de la tutela de sus padres; en consecuencia sus manifestaciones y responsabilidades son limitadas, porque carecen de una vigorosa autonomía. Y en el trabajo, carece de esa garra necesaria para mantenerlo estable. Claro está que los patrones de conductas señalados, aún cuando han sido debidamente estudiados y registrados, no responden a un arbitrio rígido. Sin embargo estableciendo una comparación entre ambos esquemas, las variables presentadas por un individuo en su post-adolescencia, no encajan adecuadamente en el otro, de edad ya adulta. Hasta acá tenemos una conducta que no responde a las expectativas que de esa persona se espera. La pregunta es: ¿qué situaciones especiales pueden haber ocurrido para que ocurriera tal desubicación? Muchos son los factores que deben tenerse en cuanta. Pero veamos primero la que me merece mayor atención. Comenzamos, con la certeza de que las etapas de vida, aunque establecen ciertas prioridades, no están limitadas, rígidamente, a las edades estipuladas. En segundo lugar, hasta llegar a la adolescencia, se debe pasar por varios estadios con sus requerimientos a satisfacer. Ya, desde el nacimiento, y en etapas sucesivas, el ser humano se presenta como un ávido receptor que le compense sus imperiosas necesidades de alimentos, seguridad, abrigo y caricias tanto verbales como táctiles. En la medida de su crecimiento van sucediendo tantas cosas que requeriría largos capítulos para detallarlas y comprenderlas. Es por eso que me detendré en solamente dos aspectos que podríamos titularlos "la economía en los valimientos de la conducta"; y estos son los parámetros que establecen una educación que, o bien retarda o detiene el crecimiento normal, o, al revés, lo apresura. Tanto uno como el otro, son verdaderos maleficios humanos. Entonces, si derrochamos nuestros cuidados, ahogando las posibilidades propias del individuo, no permitiéndole ser él mismo al cubrirle la eflorescencia de sus propias motivaciones, lo convertiríamos en una persona con serias dificultades para pensar sin ayuda de los demás, para descubrir su propia identidad y potencial conformando en consecuencia, una personalidad timorata y retraída. Este tipo de individuo tiende a comportamientos incompetentes, desorganizados o dependientes, justamente por su falta de seguridad y firmeza para defender sus propias ideas y derechos. En consecuencia, por su propia autodesvalorización, mantiene la simbiosis con sus padres quiénes le facilitan el pensar y hacer, aún a costa de hacerle naufragar su legítima autonomía.
58 Sabemos, por propia experiencia, que muchos son los factores que conmueven los distintos momentos por los que pasan los individuos durante su progresivo crecimiento. Algunos de ellos les facilitaron el bienestar, propiciándoles una adecuada relación personal con los demás, y otros incidieron negativamente en su persona, llevándolos a un desbarajuste en su conducta social. Voy a detenerme en solamente dos aspectos para poder focalizar mejor la situación planteada, y ellos se refieren a la educación básica recibida de los padres, los maestros, y otras fuentes fuera del hogar parental. Desde ya, que todas estas fuentes operativas, en un mayor o menor grado, hacen su impronta e impregna al individuo. No nos olvidemos que la persona es sumamente hábil en el ejercicio de la imitación, más aún en los primeros años de vida. En tanto, la naturaleza, con su sabiduría infinita, propone y dispone, en todos sus aspectos, los ciclos de vida, tanto animal como vegetal, midiendo y respetando cada momento. Sobre esto, recuerdo esa frase de un poema que dice "jamás, en el breve término de un día, madura el fruto ni la espiga grana". Pero el hombre, creador del espacio-tiempo, trasgrede el ritmo natural, que es lento pero seguro, para apresurarlo desatinadamente. De tal manera, las dos variables a que me refiero, podrían simplificarse en dos preceptos, fuertemente negativos, que algunos hombres, ya sea por circunstancias propias de su personalidad o por fallas en su educación, inducen en sus protegidos. Ambos mandamientos se ubican en polos opuestos, y se los denominan: "Apresúrate a crecer" y "No crezcas". Detengámonos en el primero. Un niño que ha sentido fuertemente la desprotección de su persona, ya sea por falta de amor, o de caricias o de reconocimiento. Que ha palpado la hostilidad, la frialdad, el egoísmo o el abandono, tiende, a través de su desarrollo, a conformar una conducta rebelde, tiránica, impositiva y caprichosa, ocultando sus emociones y mostrándose ante los demás demasiado estructurado y rígido en su carácter. En tanto aquel que fue atendido con demasiado amparo, ahogándole sus posibilidades de ser, crecer y tener la debida oportunidad para que, por sí solo, active sus propias motivaciones, se convertirá en una persona con serias dificultades para pensar sin ayuda de los demás; para descubrir su propia identidad y potencial, presentándose con una personalidad timorata y retraída. Este individuo tiende a comportamientos incompetentes, desorganizados o dependientes, justamente por su falta de seguridad y firmeza para defender sus propias ideas y derechos. En consecuencia, con la vigencia de su propia autodesvaloración, mantendrá una simbiosis con sus padres o maestros, quiénes le facilitarán, seguramente, la doble e incómoda tarea de pensar y hacer. Y lo hará, aún a costa de perder su legítima autonomía. Ambas estructuras de educación, como vemos, son desfavorables para el hombre. La ya mencionada "apúrate a crecer" está acompasando una realidad de la vida actual. En efecto, los tiempos modernos, embarullados en una tecnocracia que facilita tediosos e interminables trámites, por un lado nos resulta cómodo,
59 pero también prepara nuestro espíritu para "quemar etapas", es decir, apresurarnos para llegar a logros, sin meditar o gozar, el momento presente. Y esto es malo. El momento presente pareciera aturdirnos y deseamos pasar, rápidamente, al siguiente. En cuanto a la incitación al "no crezcas", en principio nos resuelve la pesada tarea de pensar y organizar, y no nos rebelamos cuando otros lo hacen por nosotros. Pero, ¡a qué costa! Nada se da por regalado, y cada uno cobra su ticket. Sin embargo, la complejidad que presenta el ser humano en su conducta, no debe encuadrarse solamente en un concepto ‗conductista‘, porque, por su propia condición de "ser" posee, interiormente, un caudal muy rico en recursos, del que puede disponer aún en los momentos más aciagos de su vida. No nos olvidemos que el hombre tiene la suficiente capacidad para vivir y sobrevivir, y por cierto aquello que intoxicó su alma, puede, por obra y gracia del amor sin retaceos, salvarlo de por vida. Y, justamente, por el solo motivo de que no fuimos hechos ‗en serie‘, sino que cada uno es único como persona, también las diferencias resultantes promueven dificultades en las relaciones humanas. Quiero decir, que lo que yo pienso y siento con respecto a cómo debo orientar mi plan de vida, puede no estar de acuerdo con los demás, aún cuando yo crea que mi decisión es la más conveniente. De ahí la importancia que tiene el que, además del respeto que nos merece la vida de los demás, seamos también tolerantes, que, como ya dijimos, no significa el aceptar de plano todo lo que los demás piensan y hacen, sino mostrarnos compasivos y condescender con sus ideas y acciones, siempre que las mismas no trasgredan los límites de nuestra disponibilidad. ¿Quién es el que está desacertado y quién es el que no está equivocado? ♦
*37. Sabiduría Al disponernos a transitar por un puente, ya sea caminando o en un móvil, instintivamente sopesamos, aunque sea fugazmente, su solidez. Y muchos serán los que lo harán, confiados, en la idoneidad de los hombres que lo construyeron. Ese puente representa el vínculo que une dos espacios. Uno de ellos, bien o mal, lo conocemos, porque lo vivimos. Estamos de ese lado. ¿Y el otro? Esa otra zona nos puede deparar un sinnúmero de situaciones, agradables y desagradables. En nosotros está el afrontar esas incógnitas. En la relación humana también existen ‗puentes‘ que debemos transitar para establecer el entendimiento entre los hombres. Pero muchas veces no nos animamos por miedo a fracasar en el intento, o porque no nos creemos
60 capacitados para hacerlo. No obstante, de una u otra forma, nos falta la fe. La fe en nuestro coraje y valores, y la fe en los demás seres. Poder ‗llegar‘ a la otra persona es una tarea que no debemos desestimar. Es algo que resulta inevitable para vivir en el seno de una sociedad. Y para ello, cada ser humano posee, por esencia, hermosas capacidades de vínculo. Solamente le es necesario que las conozca y las ponga en ejercicio de la mano del amor, fuente inagotable de vida, que le abrirá las puertas de la compasión, de la comprensión, y de la tolerancia, hacia las demás personas. La sabiduría y la capacidad de discernir, son las herramientas que utilizaremos para poder entendernos amablemente entre nosotros, porque cada persona es una realidad única que reune las cualidades de sacralidad y santidad, por su doble condición de ser humano y divino. Esa sabiduría y el entendimiento para distribuirla por doquier, está en nosotros adquirirla, pero debemos estar alertas para no ser invadidos por las fuerzas ocultas e infames, que están siempre acechando al hombre adormecido, infundiéndole temores y ansiedades, y orientándolo por los caminos de la lubricidad. Sepamos que la única forma de emerger a la vida hacia una convivencia sana y armoniosa, es el amor, y que todos nosotros tenemos sobrados cupos de amor para ser felices y hacer felices a los demás. ♦♦♦