El otro lado del balón Magazine Octubre

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El otro lado del balón Octubre 2012 Ódiame más + El día que América descubrió a Cristóbal + El gigante que se recuerda en primera persona + Rafael, el hombre Récord + Los americanistas pobres + Recuerdo de un gol que viaja en metro + El jorobadito que nos goleó + El América de los 80



Editorial

Bienvenidos El otro lado del balón es una permanente búsqueda del sentido del futbol. Es una descripción, desde el ángulo de los autores, sobre la razón de ser de este ritual universal. Son relatos, perfiles, entrevistas, reportajes, crónicas, apuntes y anécdotas sobre el futbol y su asociación con lo cotidiano. En este número de octubre les compartimos algunas historias que giran alrededor del Club América. Este equipo sintetiza una de las muchas formas en que los mexicanos conciben parte de su realidad social. Es un hecho que México puede ser analizado, en diversos ángulos, a través del futbol. Esperamos que pasen un rato agradable. Si ustedes saben de alguna historia o conocen a alguien que quiera y deba estar en este espacio, no duden en escribirnos. Enrique Ballesteros Durán @eballesteros Carlos Calderón Cardoso @CarlosCalderonC



Contenidos

• Ódiame más • El día que América descubrió a Cristóbal • El gigante que se recuerda en primera persona • Rafael, el hombre Récord • Los americanistas pobres • Recuerdo de un gol que viaja en metro • El jorobadito que nos goleó • El América de los ochenta


Ódiame más Texto: Enrique Ballesteros Estar en el estadio Azteca es estar en suelo americanista. Un suelo sagrado para muchos, y maldito para otros tantos. Aquí, en el Distrito Federal, reside la identidad de uno de los equipos venerados a nivel nacional. Y que mediante el futbol, define parte de la diversidad cultural del país. Hablar del América es hablar de los albores del futbol mexicano. De aquellos tiempos en los que un adolescente de 14 años, conocido como Récord, formó una escuadra, en plenos tiempos revolucionarios, que forjó su propia historia y que se transmitió de voz en voz, principalmente en las colonias clasemedieras de la ciudad de México. Fue un trabuco en los años 20 y una pena en los cuarentas. Un equipo pobre, mantenido por los padres de algunos de sus jugadores, al que seguían los estudiantes. Hasta Cantinflas tuvo que rescatarlo de la quiebra, utilizando más su gran fama que los fondos de sus cuentas bancarias. Después llegaron algunos mecenas menores. Pero esa historia, que ha sido omitida en el discurso, dista mucho de ser el factor que identifica hoy, en el imaginario popular, al equipo más rico del continente que lleva su nombre. Miguel Lara, académico y miembro de la Red de Investigadores del Deporte, asegura que “el discurso de identidad del América se olvidó de su historia para pasar al discurso mediático. La construcción de la identidad americanista se ha construido en los últimos 30 ó 35 años por los medios, y no se ha construido, realmente, por una identidad del equipo”.

Por su parte, el antropólogo Roger Magazine, asegura que irle al América es c o m o a s o c i a r s e c o n Te l e v i s a . “ S i pensamos que el América es el equipo de los ricos, no quiere decir explícitamente eso. Pero sí es gente que busca asociarse con la gente de poder en el país y el modelo es un modelo del futuro, que está proponiendo la gente en el país”. América representa una de las grandes visiones del entorno cultural del país. Las encuestas anuales de Consulta Mitofsky arrojan datos contundentes. América se disputa la mayor parte de los aficionados con el Guadalajara y se consolida como el equipo que más rechazo genera. Cuatro de cada 10 fanáticos, odian al América. Para Samuel Martínez, comunicólogo y académico de la Universidad Iberoamericana, “parte del odio al América, o el rechazo al América, es el rechazo al centralismo, el rechazo al caciquismo, el rechazo a la concentración de la riqueza. En el América hay una identificación con el poder político y ahí está, en un país como este, la arrogancia, el nepotismo, la corrupción”. Es parte de la leyenda americanista aquel capítulo en donde Emilio Azcárraga Milmo decidió convertir al equipo en el antagonista del mexicanísimo Guadalajara. El América tomó el papel de villano y adoptó ese rol social. Desde la visión de un psicólogo, el maestro Hans Oleg Olvera dice que “el América opta por ese rol social. No es que sean villanos. En muchos partidos, sobre todo en el clásico. Hay que darle una lección al equipo que contrata extranjeros, hay que derrotar al equipo, y el aficionado americanista ha optado por esta psicología inversa donde dice cuanto más me odies más poderoso me hago”. La afición del América arrastra a todas las clases sociales y genera una contradicción entre el discurso que manifiesta sus rasgos de identidad y que sus más fieles seguidores pertenecen a las clases populares.


Samuel Martínez sintetiza la idea: “Decía un amigo por ahí que la gente que le va al América, le va al América porque aspira tener, lo que no ha podido tener y lo quiere tener a través de irle al América”. Hans Olvera complementa: “El América es también pasión porque ha impactado en todos los sectores sociales a pesar de que un sector considera que hay un grupo poderoso detrás de él”. Evidentemente la identidad mediática del América ha sido confirmada por sus éxitos deportivos y por sus héroes. En especial uno de ellos, quien desempeñó un papel fundamental en el equilibrio de esta contradictoria identidad. Miguel Angel Lara se enfoca en lo que Cuauhtémoc Blanco significa en este contexto. “La figura de Cuauhtémoc Blanco podría equilibrar lo que es justamente la identidad americanista. Me explico, una figura completamente de barrio jugando en el equipo más rico del continente americano. Con un equipo lleno de recursos y sin embargo C. Blanco se identifica mucho con este aspecto barrial. Blanco es simpático para los ricos y es un ídolo para los pobres. Es una figura, que además, los dueños ni se imaginan el valor que pudiera tener en el aspecto social”. El Americanismo ha roto el esquema de ciudades en el que está organizado el país. Es un equipo con identidad nacional y su propio escudo así lo manifiesta. El maestro Olvera dice que “el aspecto simbólico. El Club América que nosotros observamos de amarillo, observamos al continente y a nuestro país ahí colocado. Esto genera una percepción que va más allá de que el América sea localista, tiene una afición impresionante”. Por lo pronto, el futbol es un reflejo de esta sociedad y es una válvula de escape que regula la armonía de la región, por lo menos durante 90 minutos.



El día en que América descubrió a Cristóbal Texto Enrique Ballesteros

Dice que no tiene el perfil para dirigir al América, el equipo al que le consagró 25 años de su vida, tal vez porque siempre trata de dar lo mejor para no tener remordimientos y no guardar añoranzas. Cristóbal Ortega es un símbolo americanista que parece que siente los colores con una mesura impasible. Nunca soñó con ser futbolista y acabó jugando dos décadas. Su nombre está siempre presente como uno de los referentes históricos pero él vive a distancia del nido, porque no lo dejan entrar a Coapa, desde hace mucho, cuando acompañó a Carlos Reinoso, su padrinito santo, en aquella segunda chance como timonel, a finales del siglo pasado. “Yo nunca pensé en ser futbolista y lo fui”, dice Cristóbal mientras le pasa un trapo a sus trofeos que están ahí, en su casa, con el polvo acumulado del tiempo y lejos de la voracidad del ego, que en su momento, pudieron significarle al consagrado. En cada uno de los 711 partidos que jugó asumió todos los riesgos y sumó su parte cuando el equipo fue una máquina ganadora de títulos. Asegura que no le faltó nada, que no se guardó nada. Nunca portó otra camiseta más que la del América y con su número 7 marcó un estilo propio de jugar la contención. Por eso asegura ser tan práctico en su vida como lo era cuando jugaba de volante de contención. “Mantenerme íntegro, esa ha sido mi línea”, puntualiza . Cristóbal supo lo importante que es el americanismo para el América. El americanismo está formado por toda aquella persona que recibe el mensaje de los once jugadores y lo hace suyo. Es una simple fórmula de comunicación que si se rompe, destruye la comunión. Ortega fue un incansable. Estuvo presente en seis de los 10 títulos que guardan la vitrinas americanistas. Se retiró con honestidad y pasó el capítulo con madurez. “Me retiro porque ya no sentía el gusto por jugarlo y ya no sentía el compromiso. Ya no era correcto seguir en el futbol”, relata Ortega, con contundencia. El día en que América descubrió a Cristóbal se escribió una historia que nunca debe olvidar ningún americanista, sería como negar sus propias convicciones.



El gigante que se recuerda en primera persona Entrevista por Enrique Ballesteros Entrevisté a Walter Ormeño en un café ubicado a un par de cuadras de su casa en la colonia Nápoles (DF, México). Después caminamos por el parque y acabamos charlando en su estudio sobre la vejez y otros asuntos. Que hablé el gigante de las manos intactas, en primera persona.

Su majestad el futbol, ahí se concentra todo lo que es futbol. Hay público, hay campo, hay balón. Me considero un hombre afortunado. Afortunado porque, en primer lugar, no nací eligiendo lo que iba a hacer, pero a través de los años, en la infancia y en la juventud, sí elegí lo que me gustaba hacer: el futbol. Mi nombre completo es Francisco Walter Ormeño Arango. Nací en Perú. Debuté en primera división sin saber cómo, ni porqué. Mi primer equipo, el que para mi sigue siendo de extraordinaria trascendencia, hasta hoy, es Universitario de Deportes donde debuté en primera división. Jugué cuatro años y fuimos campeones. Fui tentado para ir a jugar a Colombia en el año 1950. Jugué en el equipo Huracán de Medellín y de ahí regresé a Perú a jugar al club Mariscal Sucre. Y jugué con Boca Juniors cuatro años y el último año lo jugué en Rosario Central. Yo siempre ansié ir a Argentina, llegué ahí, me sentí muy cómodo y es un país al que llegué joven, aprendí a ser profesional y maduré como persona y como hombre. Y después de eso, al terminar la temporada, me llegó una oferta desde Perú para regresar a jugar a la Alianza de Lima, después de cinco años de ausencia. Un arquero es ni más ni menos que un acróbata. Tiene que tener trabajados todos los músculos de su cuerpo. Las manos, también las trabajé mucho pero de todas formas había que saber tomar la pelota.

Yo no nací sabiendo, lo aprendí con los años. Me sugirieron que viajara a México, llevo más de 45 años en este país y la verdad no he pensado nunca en abandonarlo. Yo venía sin contrato, sin conocer a nadie. Sin conocer el medio, siquiera. Me arreglé con el América y comencé a jugar. Hay un detalle pintoresco, mi contrato lo firmé en la salpicadera del auto de Fernando Marcos, entrenador del equipo, que fue quien trajo el contrato. Ángel Fernández me bautizó como el gigante de ébano. Jugué tres meses para el equipo Zacatepec porque terminaba el campeonato, terminó el campeonato y vino un pentagonal y el Atlante me pidió de refuerzo para el pentagonal. Jugamos el pentagonal, nos fue muy bien y después de ese torneo el general me ofreció contrato. En Morelia jugué toda una temporada. Yo nunca anuncié mi retiro, de un día a otro pasé de jugador a entrenador y ahí comencé a trabajar con el Atlante. Después de Atlante, fue Cruz Azul, Pumas y América. Y después Chivas, en 1973 y los salvé del descenso. Y después del Guadalajara trabajé con el Atlético Español, por primera vez. Hicimos una muy bonita campaña, tengo muy gratos recuerdos al grado tal que una vez al año se hace una comida con los directivos y jugadores de esa época. Y me fui al León, trabajé en León pero no duré mucho tiempo, fueron alrededor de seis meses cuando mucho. Después de eso regresé otra vez a Atlético Español, pero cuando ya era Necaxa. Y trabajé con N e c a x a . Tr a b a j é c i n c o v e c e s c o n Comunicaciones de Guatemala, de las cuales cinco veces fueron campeonatos y un subcampeonato. He trabajado también en Costa Rica, en el Saprissa. En la India, y fui a trabajar allá en Goha, una zona balnearia bonita, y manejé a un equipo milenario que existe allá, el Dempo, y lo hice campeón. Y de ahí para acá he salido como muchas veces. Ya tengo algunos años de no dirigir aquí en México.


“Viejo es lo descartable, lo que ya no funciona lo que no tiene capacidad de desplazamiento ni razonamiento” A últimas fechas se habla mucho de entrenadores viejos y entrenadores jóvenes y sostengo viejo es lo descartable, lo que ya no funciona lo que no tiene capacidad desplazamiento ni razonamiento, eso es un viejo, un anciano, pero maduro es circunstancia que yo vivo, si no trabajo es como si no existiera. Para mi, desde luego, por trabajar gratis, es mas trascendente para mi tener trabajo que cobrar sumas dinero. Mi trabajo es futbol, mi hobbie es futbol, mi afición es futbol, mi profesión es futbol.

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Rafael, el hombre Récord Texto: Carlos Calderón Cardoso

Era alto, rubio y de ojos azules… de un azul profundo. Nació el 13 de diciembre de 1896, mismo año en el que llegaron los primeros balones de futbol a nuestro país procedentes de Veracruz, por lo que su sino estaba escrito. Comenzó a patear una pelota ya entrados los 12 años y se enamoró de deporte que le traería, con el paso del tiempo, grandes satisfacciones. Integrante de una familia de clase media, estudió en el Colegio Mascarones, en Santa María la Rivera, donde hizo grandes amigos mismos que perdurarían toda la vida. Su pasión por el deporte hizo que formara un equipo de futbol al que le dio por nombre el “Récord”. Era un muchacho amable, muy noble de corazón y con un gran don de mando, mismo que lo llevó a las canchas a ser el eterno Capitán, primero del Récord y luego del América. Su nombre de batalla lo adquirió al coser en la espalda de su camisa de juego el nombre del equipo “Récord”. El conjunto muy pronto adoptó el nombre que lo haría famoso: América, pero Rafael Garza Gutiérrez, toda su vida sería conocido como "Récord". Rafael Garza Gutiérrez “Récord” comenzó a jugar en la media cancha, pero su velocidad y altura además de su obstinación por bajar a defender, lo llevaron casi de inmediato a la central, en donde se convertiría en un verdadero bastión, no sólo del América, si no del futbol mexicano. No obstante, tenía una zancada fabulosa que lo convertía en otro atacante más cuando se iba a rematar de cabeza cada vez que se presentaba la oportunidad. Titular indiscutible, era, sin duda, el alma del América, equipo que fundó en 1916 con varios amigos. Su rostro, con el paso del tiempo, se convirtió en el emblema del equipo. En la obtención de los cuatro campeonatos consecutivos del América, "Récord" fue el hombre clave, ya que además de su puesto en la defensa, era el Capitán del equipo y entrenador del mismo, durante los dos primeros campeonatos. Hacia 1928 se le consideraba el entrenador más prestigiado del futbol mexicano y el mejor jugador de su posición. Su juego y reputación fueron determinantes para incluirlo como seleccionado nacional en la Olimpiada de Amsterdam en 1928 y en el primer Mundial de Futbol, en Uruguay 1930. Rafael Garza Gutiérrez se retiró como jugador activo en 1932, siempre portando la camiseta del equipo de sus amores: América. En 1933, fue nombrado entrenador de la Selección Nacional que disputó la eliminatoria para el Mundial de Italia que se efectuaría al año siguiente. Cinco años más tarde, llevó a nuestra Selección a ganar los IV Juegos Deportivos Centroamericanos, que se efectuaron en Panamá. Director Técnico del América en múltiples ocasiones, logró salvar al equipo en los malos momentos deportivos y económicos, posteriormente, como directivo, siempre luchó por lograr que este club fuera el mejor de México. Rafael Garza Gutiérrez "Récord", uno de los hombres con historial más fecundo del futbol mexicano, murió el 3 de julio de 1974, con la camiseta azulcrema en la mano. Era el hombre futbol, no podía ser de otra manera...


Los americanistas pobres Texto: Enrique Ballesteros

De 1943 a 1959, la historia del América no ha sido contada con claridad. Tal vez porque fueron tiempos complicados en los que el equipo estuvo a punto del descenso, o porque cambió de dueños una y otra vez. Lo cierto es que en este periodo se conquistaron dos copas México, derrotando al Guadalajara, y uno de sus delanteros mexicanos logró coronarse como campeón de goleo. Hasta algunos años, los hombres que formaron parte de los cremas, en diferentes momentos de aquella época, a la que ellos mismos bautizaron como la de los americanistas pobres, se juntaban cada mes, para recordar los viejos tiempos. Muchos han ido muriendo pero lo que me contaron alguna vez, se los voy a platicar. José Moncebaez llegó puntual a la cita mañanera del primer sábado de mes, en un restaurante de la colonia Condesa. Vestido con chamarra negra y una buena boina tomó su lugar en la mesa. Él fue el primer portero del América que cobró por sus servicios. “En esa época empezó el profesionalismo, pero en el América, el presidente era el banquero César Martino y los jugadores trabajaban en sus bancos”, recordaba Don Monche, con detalle . “Ese América nunca se rendía. Era un orgullo llevar la camiseta. Para mí fue un honor jugar con esas figuras de antaño”, se sincera hasta derramar una nostálgica lágrima, este hombre que no escucha bien y que ya tiene problemas de visión naturales de la edad.


“Yo no tenía ni para el entierro y tuve que pedir prestado”: López Huerta “Estuvimos a punto de ir al descenso”: González Palmer Durante la década de los 40, el América ocupo, generalmente, los últimos lugares de la tabla. Para 1949, Octavio Vial, un símbolo americanista de los años 30, tomó las riendas de un equipo al borde de la banca rota. Su viuda, doña Elvira Torres, recuerda una anécdota que sintetiza la capacidad económica del equipo. “Yo les lavé las playeras en muchas ocasiones. Las lavaba, las tendía y las planchaba en casa. Así de pobre era ese América”, dice sonriendo Doña Elvira. Por aquel entonces, la situación llegó a tal extremo que hasta el mismo Cantinflas tuvo que interceder por el América. Ese capítulo lo relata un hombre que vistió la playera crema pero su vida la hizo siempre tras bambalinas, como uno de los empresarios teatrales más entregados de la ciudad de México. Ramiro Jiménez “El Pollo” fue parte del equipo de 1945 a 1953 y es contundente al decir que el equipo se llegó a quedar “sin quinto alguno” y que fue su padre quien le pidió a Mario Moreno “Cantinflas” que rescatara del desastre a los americanistas pobres. El Mimo de México fue generoso y se convirtió en presidente honorario de la escuadra. Lo que sigue es una serie de reclamos airados hechos a distancia en el tiempo. José Curro Buendía, integrante de 1954 a 1962, asegura que era “una época de carencias, nos pagaban con letras”. Enrique López Huerta, arquero en los cincuentas y padre de Enrique López Zarza, nos platica una situación trágica. “Se murió una de mis hijas. No nos

pagaban. Yo no tenía ni para el entierro y tuve que pedir prestado”. En lo deportivo, Eduardo González Palmer, campeón de goleo americanista, puntualiza que “en 1954, el América andaba tan mal que peleamos el descenso”. López Huerta enfatiza el dato: ”estuvimos dos veces a punto de ir al descenso”. Bajo esas condiciones, el empresario Isaac Besudo, dueño de la refresquera Jarritos, compró al equipo y la pobreza empezó a quedar atrás. Cuando libraron el primer descenso, el América realizó una gira de tres meses y medio por Argentina, que sirvió de punto de partida para mejorar su forma de juego. Celebraron alrededor de quince partidos y cuando regresaron, le ganaron dos Copas México al Guadalajara, en dos partidos tan intensos que sellaron una rivalidad para siempre. Don Fernando Marcos llegó al América en 1957 y con picardía retomó ese espíritu engreído provocado por haber derrotado al Guadalajara y lo utilizó a su favor. Para el año siguiente el equipo logró el cuarto lugar general, y Eduardo González Palmer conquistó el primer título de goleo de la era profesional para un americanista. En 1959, la pobreza de los americanistas llegó a su fin. Un nuevo mecenas le daría identidad al equipo azulcrema. Emilio Azcárraga Milmo, “El Tigre”, se encargaría de convertir a su equipo en los villanos de la historia del futbol mexicano.



Recuerdo de un gol que viaja en metro

Texto: Enrique Ballesteros

Es muy probable que los miles de usuarios del metro no lo reconozcan cuando viaja por debajo de la capital del asfalto. El menudo viajero siempre lleva consigo el recuerdo de su mayor proeza. Soñó que lo iba a lograr. Se mentalizó. Rezó. Y finalmente soltó ese soberbio disparo que partió su vida en un antes y un después. Un antes que relata todo lo que vivió en Brasil desde el día en que nació, un 26 de abril de 1940, en Ilhéus, Bahía. Su contrastante niñez llena de felicidad y carencias. No pudo terminar la primaria. Ahí le ayudaba a su padre, el pescador, a la captura generosa que la mar les daba hasta que juró irse tras la pelota y no volver a casa sino lo hacía en mejores condiciones que las que dejaba atrás. Debutó con el Vitória. Después se lo llevó el Botafogo, donde cargó con el pesado compromiso de ser el sustituto de Waldir Pereira, y luego viajó hasta México, en 1965, para enrolarse con el América. Con los cremas fue campeón, de liga, copa y campeón de campeones y le alcanzó esa fecha que nunca olvida: 29 de mayo de 1966. Arlindo Dos Santos Cruz se mueve, todos los días, a través del subterráneo. Trabaja, desde hace mucho tiempo, como entrenador de los equipos de instituciones gubernamentales ligadas a la procuración de justicia. Cada año, cuando mayo se va consumiendo, regresa al templo que despertó con su disparo. Se sumerge en sus entrañas para saltar a la cancha a recordar, una y otra vez, el inolvidable primer gol que se anotó en el estadio Azteca. El medio destructor y el medio creativo, esas eran las funciones de Arlindo dentro del campo. Se quería comer la cancha entera. Era el dinamo de sus equipos. Explotó las ventajas de ser chaparro y le dio grandes satisfacciones. “Fue un golasazazo”, dice Arlindo. “Le puse toda mi técnica individual. Fue un gol que merecía el estadio Azteca”. Según él, no hubo un gol más bonito en su carrera. Por eso celebró corriendo por toda la cancha. Besó su medalla religiosa de la guadalupana y agradeció al creador por haberle cumplido lo que había soñado la noche anterior. Después de ese gol América lo prestó al Pachuca y al Toluca. Ahí terminó su carrera. Pero su vida siguió su curso y es muy posible que se lo puedan encontrar en los vagones del metro, en el que se desplaza, todos los días, para ir a trabajar.



El jorobadito que nos goleó Texto: Carlos Calderón Cardoso

A mediados de la década de los 80, cuando el América dominaba el panorama nacional, un entrenador de llano, quien dirigía a la selección de la delegación Gustavo A. Madero, descubrió en un jovenzuelo un diamante en bruto, listo para ser pulido. Ángel “El Coca” González, quien era este singular descubridor de talentos, estaba orgulloso de su equipo. Era materialmente imbatible y, en las distintas ligas en donde jugaba, casi siempre salía airoso, o cuando menos pocas veces maltratado. Una tarde jugaba la Gustavo A. Madero en contra de su similar de Azcapozalco. “El Coca” no podía asistir por motivos personales y mandó a su cuadro de lujo a disputar el encuentro. Les dio las indicaciones necesarias, seguro de que su escuadra regresaría con el triunfo, ya que el conjunto contrario, generalmente no contaba con buenos elementos. Cuando habló don Ángel con el capitán de su equipo, seguro del éxito le preguntó: - ¿Qué…, por cuanto ganaron? - Perdimos y por goliza, 6-4. - Pero ¿cómo?, no es posible, además por tantos goles, ¿pues qué pasó? - Pues por culpa de un jorobado y medio desnutrido, que nos clavó cuatro goles y dio el pase para los otros dos. - ¿Un jorobado? - Sí, nos puso un baile él solo y todavía se burló de nosotros… El “Coca” González, quien no podía creer que alguien con la descripción física que le daban les hubiera dado la vuelta a sus muchachos, se propuso buscar a aquel jovenzuelo del que le hablaban. El entrenador se informó y pudo saber más acerca de este pequeñín que vivía en Tlatilco y jugaba en el equipo Impala. Lo siguió por los llanos de Buenavista, las canchas del deportivo Las Democracias y por todos lados donde jugara. Se dio cuenta que era, en verdad, un crack en ciernes. Era diferente a todos los demás, tenía chispa, sabía tocar y salir jugando. Cual torero, enseñaba el balón al contrario para, en el momento de la estocada, salir por un lado y burlarse en la cara del defensa, que se quedaba con un palmo de narices. Era, en una palabra, un descarado, que disfrutaba driblar a todo el equipo contrario, dejando a los rivales materialmente tirados en el suelo, para luego voltear, ver lo que había ocasionado y terminar incrustando el esférico en la portería, con una sonrisa en el rostro. “El Coca”, embelesado, le propuso llevarlo a probarse a las fuerzas básicas del América, y no cejó en su empeño, hasta que el chamaco aceptó. Este carasucia, desnutrido y jorobado, es considerado hoy en día, como uno de los mejores futbolistas que ha dado nuestro país. Su nombre: Cuauhtémoc Blanco Bravo.



El América de los ochenta Texto: Carlos Calderón Cardoso Fue una generación que causó furor y que creó toda una nueva cauda de seguidores del conjunto de las Águilas. Aquellos jugadores mexicanos, bien apuntalados por extranjeros, lograron cinco títulos de liga (1983-1984, 1984-1985, Prode 1985, 1987-1988 y 1988-1989 )y dos Campeón de Campeones (1987-1988 y 1988-1989). Ese América triunfador comenzó a gestarse en los últimos partidos de la temporada 81-82, a la llegada como entrenador de Carlos Reinoso, que dejaba a un lado los botines para convertise en técnico del equipo que vio pasar sus mejores momentos como futbolísta. Lo primero que hizo fue reestructurar al conjunto, hacer operante lo que no funcionaba, recomponer la situación provocada por las malas rachas anteriores y persuadir a sus jugadores sobre las ideas que pondría en práctica; del tipo de futbol que él consideraba más efectivo y agradable. Dejó establecido que el futbol de ataque sería, casi de manea definitiva, el futuro estilo del América. En el primer año de transformación, el América realiza una estupenda temporada (1982-1983) e impone marcas impresionantes, calificando a las finales varias fechas antes que cualquier otro y mostrándose como Superlíder indiscutible todo el torneo, sin embargo, en Semifinales fue eliminado por la chivas. La temporda siguiente, América volvió a ser líder. En esta ocasión con la experiencia del campeonato pasado, las Águilas pudieron arribar a la Final del futbol mexicano, y su rival, por si fuera poco, sería el siempre odiado Guadalajara, ante el que cobrarían venganza. El primer partido se jugó en Guadalajara el 7 de junio de 1984, el marcador fue de empate a dos goles. El encuentro definitivo se llevó a cabo en el Azteca el 10 de junio de 1984. El América conquistó el título de manera brillante goleando 3-1. El segundo título lo ganó a los Pumas en la temporada siguiente 1984-1985. Tras empatar a un gol en el Azteca (23 mayo 1985) y a cero en C.U. (26 mayo 1985) La dramática Final se llevó a cabo en Querétaro el 28 de mayo de 1985 en donde América gana 3-1. El tercer título se conquistó en el torneo corto denominado Prode 1985, en donde la Final fue Tampico Madero-América. El primer encuentro lo ganan 4-1 los de Tamaulipas y en un gran regreso, el América golea 4-0 en el Azteca ante el clamor de sus aficionados que no podían creer tan apoteósico regreso. Tras algunos cambios, el América vuelve por sus fueros en la Temporada 1987-1988. Otra vez el rival fueron los Pumas. En el de ida, ganan los universitarios 1-0, pero en el de regreso, con una clara superioridad América golea 4-1 y logra su cuarto título de la década. Para cerrar con broche de oro, otro título ante otro de los odiados rivales. Las Águilas se enfrentan en la Final de ida al Cruz Azul el 13 de julio de 1989, el América gana 3-2 y en el de regreso el 16 de julio de 1989, empata a dos tantos, con lo que por un global de 5-4, gana el quinto de la década y situarse como uno de los cuadros más importantes de nuestro balompié. Gana además los Campeón de Campeones (1987-1988 y 1988-1989) y el Campeón de Campeones de CONCACAF (1987). Durante la década de los ochenta, América fue el cuadro que más puntos consiguió, el segundo mejor goleador con 529 goles, sólo debajo del Tampico Madero que anotó 543. Y es el equipo menos goleado. De 294 juegos disputados a lo largo de la década, ganó 140, empató 99 y sólo perdió 55. Tiene el récord de partidos ganados en una temporada con 26 de 38 fechas y el equipo con más puntos en una temporada con 61. Además, por si fuera poco, les ganó sendas Finales a los otros grandes, Chivas, Pumas y Cruz Azul.



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