De Pueblo en Pueblo 2013

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DE PUEBLO EN PUEBLO Antología de una Región que escribe OTRAS VIDAS… OTRAS HISTORIAS PARA LEER

Escritores de los pueblos que integran el

ENTE CULTURAL

DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio sin permiso del Ente Cultural ©2013 – Ente Cultural www.entecultura.com.ar

Diseño: María José Artero

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“Jueguen con las palabras, las propias y las ajenas. Dórenlas. Adórenlas. Pésenlas, sáquenles brillo. Elimínenlas también. La lengua es como una buena amistad: siempre se está haciendo, nunca es definitiva, nunca se completa”. AZORIN

Abordar la lectura de este libro es sumergirse en un mundo donde las palabras hechas historias nos muestran una policromía de personajes de las distintas localidades que conforman el Ente Cultural Santafesino. Actuales o del siglo pasado cada uno de ellos se presenta con una auténtica personalidad de mano de cada escritor que ha querido plasmar la vida de esa persona, hecha personaje, en el devenir histórico de su localidad. Hombre o mujer, joven o adulto mayor, sin importar el género o la edad prevaleció el hecho de existir, la circunstancia, la permanencia en el corazón y la mente de toda una comunidad, en el colectivo imaginario que lo eligió como el personaje para el recuerdo. Hay estética, hay ficción, hay subjetividad, fantasía y realidad, una mezcla de sensaciones, con los recursos de estilo propios de la narración. Con un lenguaje sencillo se ha creado una pintura social de la región santafesina, con pinceladas de humor y tragedia. Cada escritor sabe que la obra no es sólo el texto escrito, sino también la tensión, la pulsión con que ese texto se produjo y debe ingeniársela para que ese papel exprese con precisión lo que quiso comunicar. Regionalizar la cultura desde la literatura. Otras historias… otras lecturas…Juntos más y mejor…para seguir creciendo, desde esta faceta, tan creativa, tan esteticista, tan imaginativa. A todos los escritores, queremos expresar nuestro agradecimiento por su participación en esta edición y a todas las personas que han colaborado para hacer realidad este libro. Vaya también un agradecimiento muy especial porque gracias al auspicio de la Secretaría de Cultura de la Nación, de la Diputada Nacional Lic. Claudia Giaccone y de la Senadora Cristina Berra ha sido posible esta publicación. ENTE CULTURAL SANTAFESINO DE PUEBLO EN PUEBLO 2013

Antología de una Región que escribe Coordinadora Prof. Catalina Serdarevich

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Nos introducimos en el túnel del tiempo, año 1920, estaban por cumplirse diez años desde la llegada del primer tren y fundación de Bouquet; corría el mes de agosto en su día 18 y el silbato del tren sonó nuevamente al arribar al lejano paraje. De él descendió una joven de veintidós años, acompañada por su papá, portando una valija cargada de libros y sueños; iba a ser una de las primeras maestras de la Escuela Ley Láinez Nº 207, fundada en el mes de mayo, la Srta. Amalia De Gottardi. Los mirones de la estación la asustaron un poco; sus ojos recorrían las callecitas que bordeaban el caserío y se llenaban de lágrimas recordando su ciudad, Rosario, en la que había quedado su familia. De las tres hermanas que se habían recibido de maestras en el Normal Nº 2, su padre, por ser la mayor, la había designado para ese lugar desconocido y debía afrontar con valentía ese desafío. Rosario era el foco de sus recuerdos, con sus calles empedradas transitadas por tranvías, los cines, el teatro donde ya brillaba Libertad Lamarque, a la que conocía, y todo lo ofrecido por una gran ciudad en crecimiento. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Sin embargo, ese era su destino, debía estrenar su flamante título de ―Maestra Normal Nacional‖ en ese lugar que le parecía un desierto: ¿El agua? Se buscaba en los pozos. ¿La luz? Encendiendo velas y lámparas de kerosene. ¿Las calles? Un lodazal en los días de lluvia y tantas otras carencias… Gruesos lagrimones seguían corriendo por sus mejillas, mientras papá Antonio la miraba imperturbable: ¡Acá te traje, acá te quedarás! A los dos días vio partir a su padre de regreso a Rosario, ya las lágrimas se habían transformado en torrentes. Si no te acostumbrás, en vacaciones vuelvo a buscarte, fueron sus últimas palabras antes de subir al tren. Allí se quedó, inmóvil en el andén, imaginaba ser un pájaro invisible para volar junto a él, a su Rosario añorado, pero… ¡había tanto por hacer en ese caserón semiderruido que servía de escuela! Los brazos de Marietta Toia, la esposa de don Luis Vaieretti la rodearon con amor y su casa fue el primer hogar que la albergó.

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Luego… sus compañeras, Serafina y Elena; aquel primer grado con más de cuarenta alumnos de los setenta y cinco que habían comenzado en mayo; muchachos ya grandes que le brindaron afecto y la trataron con respeto, aunque no faltaron las rabietas con las bromas interminables de muchos, en especial de Tono Vaieretti que la volvía loca. La tristeza regresaba por las noches a la luz de las velas, hasta que muy pronto todo fue cambiando y una sonrisa feliz se instaló en su rostro; es que su tierno corazón se movilizó ante la mirada insistente de un joven llegado a Bouquet cinco años antes, en 1915, para trabajar en el negocio de Ramos Generales de Sucherd y Freyre, Don Santiago Caffaratti. El amor nacido puso luz a todas las oscuridades que guardaba su alma y ese amor tuvo una fecha en el calendario del año 1925, el 8 de febrero, en que se unieron para siempre. Don Antonio no tuvo que regresar jamás a buscar a la hija que extrañaba tanto; la niña a la que le costaba acostumbrarse a la vida de campo y miraba siempre el paso del tren soñando regresar a la ciudad de sus encantos, quedó atrapada para siempre en este Bouquet que florecía. Treinta años duró su carrera docente, todos en la misma escuela, vivió siempre en la misma casa, en la que murió en

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1973 y permaneció eternamente en el lugar de su destino que se llamaba: BOUQUET.

AUTORA Nació en Bouquet. Allí hizo la escuela primaria y se recibió de Maestra Normal Nacional en el Colegio Sagrado Corazón de Las Rosas, provincia de Santa Fe. Se inició como docente en el año 1958 en Bouquet, se jubiló en 1991. Desde 1992 vive en Villa Carlos Paz. El área de Lengua fue su favorita como docente, tuvo siempre especial dedicación por la calidad de los trabajos escritos por los alumnos. Fue corresponsal diez años del Diario "La Capital" y logró publicar en él la historia de su pueblo.

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El boliche se acuesta tarde y se levanta temprano. Se levanta antes del amanecer para recibirlo con una copita de ginebra. —¡¡Celso, Celso!! Buen día. ¿Cómo andás? —saluda un grupo de chicos que entran al bar del Celso; al boliche, como le dicen los viejos parroquianos, los astutos peregrinos de los naipes. —¿Cómo andan, chicos? ¿Vienen de Menfus, de bailar? —Sí. Sí. Venimos de allá con un hambre bárbaro. ¿Nos hacés unos sanguches de salame y queso, y unos porrones?... que tenemos una sed bárbara. La tía Edel aparece desde la cocina y se acerca hasta el mostrador. Nos saluda con bondad. Trae dos porrones frescos en sus manos, que pone sobre el mostrador, y los destapa. —Acá tienen los borrachines —nos dice riendo. Nos reímos todos porque la Edel es nuestra amiga, nuestra hermana de la religión del bar. Y porque nos atiende tempranísimo cuando todavía los bares están cerrados. El Celso nos prepara los ―sanguches‖. Nos ponemos a jugar al truco. Justo. Somos seis para divertirnos a lo grande. Y DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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hoy es un gran día. Hernán, uno de mis amigos, debuta en la primera del Club Atlético Americano. ¡¡¡Y está con nosotros en el bar!!! Le dijimos que no saliera y se vaya a acostar temprano, pero no quiso saber nada. Nos dice que así va a jugar mejor porque la joda lo hace más fuerte, que él es un Padrillo Polanco y va a hacer diez goles. El truco viene caliente. ¡¡Un partidazo!! Hernán se toma un porrón completo a fondo blanco ante nuestra mirada asombrada y nuestros gritos de guerra. Lo termina, lo deja sobre la mesa con un golpe seco. Levanta una pierna para decir que no está borracho, y se desploma como un muerto sobre el piso de madera. El bar retumba. El Celso se acerca muy preocupado. Lo levantamos entre algunos muchachos y lo sentamos. Está inconsciente. La Edel lo mira y se pone a gritar y quiere llamar a una ambulancia, ¡que ese chico se va a morir ahí, que no puede ser, que no puede ser! Por esas casualidades malditas del mundo que no tienen explicación, entra al bar el Director Técnico del Club Americano. Ve la escena. Se acerca. Lo mira a Hernán que sigue en el piso y nos dice: —Qué pedalín, lo parió. O lo cagaron a trompadas. Quedamos mudos. No sabíamos qué decir. —Menos mal que es el hermano de Hernán que si no lo cago a trompadas yo. ¡¡¡Lo 12

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confundió con su hermano!!! ¡¡¡Lo confundió!!! No lo podíamos creer. ¡¡ Se salvó por un pelo!! El técnico se ofreció a llevarlo en su auto al hospital, pero nos negamos a muerte. Compró una gaseosa y se fue riéndose de la escena. Agarramos a Hernán y lo llevamos a una canilla del patio a refrescarle la cabeza para ver si reaccionaba. Nada. Estaba como muerto. Al rato reaccionó y salió corriendo como un rayo: ¡¡Me voy a jugar!! ¡¡Me voy a jugar!! Todavía faltaba una eternidad para el partido, pero el loco salió como un loco. Iba a los tumbos por el patio. Pero nada lo detuvo. Media hora antes del partido lo encontraron los de la barrabrava de Americano durmiendo debajo de una tribuna. Lo despertaron. Y lo mandaron a cambiar. El secreto se guardó hasta después del partido: ¡¡en el que Hernán hizo los cinco goles de la victoria aplastante!!!! El técnico no lo podía creer cuando le contaron. Al día de hoy todavía cree que el borracho medio muerto en el piso del Celso era el hermano de Hernán.

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AUTOR Nacido en Carlos Pellegrini. Publicó una novela: La Mola (2009). Es autor de ensayos filosóficos y poesía. Actualmente trabaja en una nueva novela y una obra de teatro. Es también actor teatral y televisivo.

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En los pueblos pequeños siempre hay personas, que por su forma de ser o por alguna cualidad sobresaliente, pasan a ser personajes. En este caso, voy a tratar de resumir por qué esta mujer pasó a serlo. De pequeña, no por su decisión, sino porque su padre se lo impuso, comenzó a estudiar piano lo cual le era tedioso y cansador, pero imposible decir ―No‖ a una orden de papá. Hasta que un día algo estalló dentro de ella. Fue como un

hermoso

despertar.

Sintió

que

amaba

la

música

especialmente tocar el piano, que ya no le costaba estudiar, sino todo lo contrario, pasaron a ser los momentos más hermosos de su vida. Sus manitas blancas y delicadas parecían palomas volando sobre el teclado ejecutando bellas melodías. Desde entonces su vida fue la música. Era una niña de catorce años apenas y ya tocaba el órgano en la Iglesia de Carlos Pellegrini, su pueblo natal .Se recibió de maestra de música luego hizo el profesorado. Obtuvo una beca que le permitió viajar a Brasil donde se perfeccionó; fueron dos años y muy provechosos por cierto. Comenzó a dar clases de música en las escuelas locales, luego lo hizo en otros establecimientos educativos de pueblos cercanos. Tenía una forma muy especial de tratar a los niños

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ganándose su respeto y su cariño, para ellos era una fiesta la hora de clase de música. Siempre esta maestra les traía alguna novedad o algo que atrapaba su atención para incentivarles su gusto por la música. En el año 1970, formó un conjunto al cual llamó "Viva La Música". Se interpretaban diversos instrumentos y fue todo un éxito. Desde ese año hasta 1998 formó diez, siempre con el mismo nombre y no sólo lo dio a conocer a nivel zonal, sino que recorrió diferentes provincias. Estuvieron actuando en Canal 13 de Santa Fe. Cosechó innumerables distinciones de gobiernos y autoridades de los lugares que visitó con su conjunto. A pesar de su tarea como docente nunca dejó de prestarle tiempo a la Iglesia Católica. Muy creyente y adoradora de Jesús Misericordioso desde niña y hasta ahora no dejó jamás de interpretar el órgano ni de concurrir a misa. Ha hecho y sigue haciendo innumerables viajes en misiones de caridad con integrantes de la Parroquia de Carlos Pellegrini, Pcia. de Santa Fe, llevándoles su música. Dueña de una hermosa voz, mujer muy especial y de bajo perfil tiene tantas distinciones ganadas, tantos reconocimientos que sólo unos pocos íntimos los conocen. Con gran tristeza se jubiló. Le fue muy duro tener que dejar lo que era parte de su vida, sus niños, a los cuales quería como si fueran sus hijos. Fue docente de dos generaciones. 16

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Hoy vive sola rodeada de sus recuerdos y de sus amigos que nunca le faltan. No se casó, ella sabrá por qué, quizás porque entregó su vida a sus amores, su mamá, los niños, la iglesia y la música. Tiene imborrables recuerdos de sus padres; su papá a pesar de ser un hombre muy recto era dulce, cariñoso y muy compinche con ella; su mamá era su luz y su guía. Este es mi personaje. Aunque su vida da para escribir un libro, he tratado de reflejar y de resumir algo de su historia. Es una mujer muy dulce y elegante, querida por todo el pueblo de Carlos Pellegrini y recordada en todos los lugares que visitó. Le dedico estas humildes palabras en sincero homenaje y en agradecimiento por la gran amistad que me brinda. Dios le dé larga vida y no la abandone nunca. Ella se lo merece por ser tan buena persona.

AUTOR : Escritor de Carlos Pellegrini. Publicó en revistas: "Provincianía" de San Genaro "El Portón" de Carlos Pellegrini ―Vivencias" de Las Varillas "Convivencia" de Serodino Pcia. Santa Fe. Publicó en libros: Memorias del Pasado 1 y 2 del Dpto. San Martín. Reflexiones sobre el Bicentenario en Biblioteca José Mármol Carlos Pellegrini - Esa Arcilla La Palabra de Escritores Pellegrinenses-De Pueblo en Pueblo del Ente Regional de Cultura. Colaboró en un libro de texto para Sexto Grado de la Escuela Sagrado Corazón de Jesús titulado "Pequeños Pintores Grandes Escritores‖. En el libro "75 Aniversario Escuela General San Martín" de Campo Busso Carlos DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Pellegrini. Premios obtenidos: Cuarto Premio Concurso Literario Rotary Club de San Genaro con la obra "El Negro de Madariga"Mención especial en Venado Tuerto con la obra "Madre Sin Tiempo‖ Reconocimiento en Cañada Rosquín del programa televisivo "Semejanzas" por obra "Caballo de Hierro"-Primer premio a nivel local con la poesía "A mi Pueblo"-Autor del libro "Treinta Poemas de Amor". Mención especial para el cuento de suspenso titulado "El Perro".

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A mediados del siglo XX, más precisamente el 1º de mayo de 1941, nació en La Posta, un pueblo muy pequeño de la provincia de Córdoba, Ilda Tissera. Allí pasó toda su infancia, en medio de la pobreza, — Nunca me festejaron un cumpleaños —cuenta— ni a los cinco, ni a los diez, ni a los quince, ni uno solo… Muy joven se enamoró y con su pareja, después de pasar muchas penurias, decidieron viajar al norte de la provincia de Santa Fe, a un pueblo llamado La Gallareta, un lugar en medio del monte donde se dedicaban a cortar leña. En seis años tuvo cinco hijos —No sabía cómo cuidarme, no había información como ahora, y como tenía la matriz baja, quedaba embarazada como nada —dice Ilda. En el norte pasaron miseria, no era lo que le habían prometido. Un día con sus hijos muy chiquitos decidieron marcharse, subieron a un camión de leña, hicieron un hueco entre los troncos, allí pusieron los colchones, los pocos trapos que tenían, a los chicos y se vinieron para esta zona, a la ciudad de San Jorge, donde ya vivía su mamá.

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A los hijos los criaron a los ponchazos y pronto se trasladaron a Carlos Pellegrini donde ella consiguió trabajo en la casa de la familia Sónego, a la que recuerda con mucho cariño. En ese tiempo, descubrió que su marido la engañaba y se separaron. Al cabo de un tiempo volvió a formar pareja con la que vivió doce años, hasta que una mujer se lo robó, y allí Ilda reflexiona —No le hagas a otros lo que no te gusta que te hagan a vos… Hace veintidós años que barre las calles del pueblo y en estos momentos se recupera de un accidente, por el cual se lastimó una pierna y por suerte ya puede volver a trabajar. Extrañó enormemente su trabajo, que es lo que más le gusta hacer, no en vano nació un 1º de Mayo. Se considera una mujer trabajadora como tantas otras, de buen corazón, a la que los años le enseñaron a resolver todos los problemas que la vida le fue presentando. Cuatro de sus hijos viven hoy en Carlos Pellegrini, muy cerca suyo, y uno, en la ciudad de San Jorge. Ilda aprendió que —En la vida todo lo que hacés te vuelve, si hacés el bien y si hacés el mal, también. Como dice la canción, que el que mal anda mal acaba, y que si robás un día, te roban a vos, al siguiente, si te portás mal y maltratás, al otro 20 DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe


día te toca a vos recibir lo mismo. Que no hay justicia que se cumpla, sólo la divina que nos manda Dios —reflexiona. Esta es la señora, Ilda Virginia Tissera, un ejemplo de optimismo y trabajo, la que todas las mañanas barre la calle frente a mi casa.

AUTORA Vive en Carlos Pellegrini. Cursó sus estudios secundarios en el Instituto Pedro Lucas Funes de San Vicente Pcia. de Santa Fe. Actualmente, por la tarde, trabaja en la Biblioteca José Manuel Estrada de la Escuela de Enseñanza Secundaria Orientada Particular Incorporada Nº 8090 San Agustín de la localidad.

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—Dale, Marquitos, ¡otra!... ¡otra!... cantate otra de Gardel —se escuchó una voz desde el fondo. Y un griterío de voces gruesas, varoniles, atabacadas aprobó el pedido musical. Humo, naipes, estantes con botellas de caña, grapa, anís turco, ginebra, vino y ajenjo delataban, a las claras, que allí se encontraba reunida gente conocida del lugar. Mesitas cuadradas ennegrecidas por el uso, con bordes quemados por los puchos que morían olvidados por sus dueños en el fragor del juego de naipes... escoba, tute cabrero, truco... Sillas de madera ocupaban casi todo el espacio de la habitación. Desde la pared, un almanaque ponía en evidencia

el tiempo de la historia,

diciembre de 1943, y era mudo testigo fiel de un año próximo a expirar. Marcos Menegozzi, el Gardel del Boliche, estaba acodado en el viejo mostrador, disfrutaba solitario de un trago de caña para calentar el garguero y calmar la profunda emoción que lo embargaba. Estaba feliz, hoy se verían los novios. Su amada, Francisca, le daría el sí. Del otro lado del mostrador, el patrón con un sucio delantal que cubría su abultado vientre, enjuagaba en un fuentón de aluminio, en un agua amarronada, las copas sucias del brindis, que había traído desde una mesita cercana. 22

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—¿Cantamos ―El día que me quieras‖, Andrés?

preguntó en voz alta, el joven cantor, que hoy para siempre dejaría su soltería y muy excitado con un ademán decisivo levantando su brazo derecho invitó a su amigo de trabajo, naipes, copas y serenatas. —Bueno, ―avanti versaglieri‖, es tu despedida de soltero —contestó su compinche gringo saliendo de entre la gente, mientras pasaba la lengua a su cigarro armado con papel y tabaco Mariposa. Escupió en el sucio ladrillo del piso el poroto que mordisqueaba y que, momentos antes había usado para marcar los puntos del juego y se dispuso a acompañarlo. De pronto, dos voces frescas, veinteañeras, al unísono, haciendo temblar las paredes sorprendían a los parroquianos. Y el tango feroz llenó de musicalidad la sala que minutos antes sólo estaba poblada de rumores y gritos que el juego permitía. Afuera, sulkys, caballos, campos sembrados por doquier y ... de la inmensidad de la llanura, la polvareda de un Ford T a bigotes acercaba la bendición religiosa que uniría para siempre a los enamorados, a unos pocos kilómetros del lugar, en un atardecer pellegrinense.

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AUTORA Nació en Los Cardos, actualmente radicada en Carlos Pellegrini. Profesora de Lengua y Literatura. Secretaria de Educación y Cultura de Carlos Pellegrini. Cofundadora del primer Órgano de Prensa Comunal ―Noticias‖-Área Prensa y Difusión-. Ganadora del 1er Premio Mi Cuento de Suspenso- Núcleo Centro Oeste Santafesino de Bibliotecas Populares. Participó como Jurado en diferentes concursos literarios y fotográfico-narrativos. Creó talleres literarios en bares y en las Bibliotecas Populares de la localidad y el Taller Literario Comunal. Realizó micros radiales sobre temas de educación y de actualidad. Coordinadora del libro Clave de Cuento y de la Antología Literaria Una región que escribe ―De Pueblo en Pueblo‖ 2012 y ―De Pueblo en Pueblo‖ 2013.

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Hay cosas a las que a veces no le

encontramos

explicación, pero es verdad que cada tanto aparecen en el mundo personas especiales y espirituales que se entregan al servicio de la humanidad, enseñándoles el camino hacia una Vida Superior, sin más ambición que hacer de este suelo un lugar digno de convivencia civilizada, apuntando hacia una plenitud espiritual. También en los pueblos llegan como enviados por una fuerza superior que llamamos DIOS UNIVERSAL, personas que vienen con un manantial de bondad en su alma y su vida es una entrega total fresca y desinteresada al servicio del semejante. Aquí, en mi pueblo, hay una persona serena y silenciosa que está alerta a las necesidades del que más necesita, según las circunstancias que debe atravesar en las tormentas de la existencia. Se lo ve pasar sereno, con paz en su mirada y una sonrisa, quizás hablando con ÁNGEL, al que el transeúnte no ve para lograr los objetivos que darán solución a pedidos de ese día. Quizás el ÁNGEL INVISIBLE está buscando la seguridad para los que

llegaron a Luisito con la convicción de que sabrá

encausar su necesidad hacia un camino de luz y transparencia. Siempre su respuesta es positiva, se hace eco del dolor ajeno DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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como si fuese suyo, por eso lo entiende. Es a mi juicio el RELIGIOSO sin seminario, el SIERVO de DIOS UNIVERSAL por

elección intrínseca de ambos. Dios salió a buscarlo y él se dirigió a su encuentro, se miraron a mitad de camino e hicieron un pacto de AMOR Y ENTREGA AL SEMEJANTE. Luis Boasso fue compenetrándose en su formación solidaria hasta convertirlo en un APOSTOLADO. Su sentido de servicio, una vocación que fue descubriendo a través de la vida, desde su infancia en una familia de sólidos principios donde se hace hábito el dar y escuchar, es hereditario, DICE Él, es hábito lo que logró por contemplación y ejemplo. En su adolescencia se replantea su definición de vida y se siente llamado a dedicarse al prójimo. Lo toma como un motivo divino, detrás de todo esto también se replanteó su vocación religiosa, pero se dio cuenta de que no era ese un llamado para él y que podía ejercer en la vida común

un

servicio concreto de entrega al prójimo. Es humilde de corazón, sensible y humanitario. Comenzó con pequeños gestos, simples donaciones, tratando de sentir y comprender a los demás de una manera que le doliera. En un momento de sus interrogantes intrínsecos, sintió que podía brindar su espiritualidad a través de la catequesis, pero en el tiempo también fue sintiendo un compromiso hacia 26

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la sociedad, en todas la situaciones que cotidianamente se presentan, es así como en el transcurso de compenetración y de entrega fue descubriendo que a pesar de sus límites de educación media, siempre había motivos para brindarse al servicio de los demás. Su corazón lo guió y se va sintiendo cada vez más útil y necesario; esta meditación incita a Luisito a comprender que hay mil caminos dolorosos en las necesidades ajenas y que buscaría la manera para solucionarlas y se aboca, con la responsabilidad de un profesional espiritual, sin más lema que dar amor y soluciones concretas a quien las necesite. La vida fue poniendo en su sendero muchas situaciones, en diversas circunstancias de mayor envergadura social. Poco a poco se fue involucrando en grupos, entidades, comisiones que solidariamente prestan este servicio en forma espontánea. Así fue surgiendo Club Dadores de Sangre de hecho entre los fundadores…quién está?... Luisito. Más adelante creó El Hogar de Tránsito para Niños y Adolescentes en situación de riesgo social, donde en forma transitoria se alojan recibiendo el trato de una familia, comen y duermen con decoro, que muchos de ellos desconocen fueron niños de la calle; allí se alivia su tensión de violencia, abandono, abusos entre otros males. También tiene el compromiso de Director de Caritas que es la caridad organizada y que presta un servicio no

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sólo cubriendo necesidades más inmediatas de los carenciados, sino tratando de insertarlos en la sociedad mediante la creación de emprendimientos, situaciones de salud, de escolaridad para indigentes. Tiene contacto para ayudar a la recuperación de adictos. Sobre todo después de un proceso de dejar la droga en una colonia de rehabilitación y cuando regresan hay que inculcarles la perseverancia logrando insertarlos en la sociedad acompañándolos, proceso largo y difícil. No siempre están dispuestos, los adictos, a cambiar de vida. Intenta también incorporarlos

a

la

sociedad

buscándoles

trabajo.

Acompañándolos para que no se desvíen, aunque sabe que muy pocos perseveran, se da por entero con la confianza y fe de lograrlo. Nunca reclama, ni reprocha, LUISITO ES UN PERSONAJE DE MI PUEBLO, quizás por su humildad de corazón se lo ―mira

poco‖, ―se lo escucha poco‖ y los que reciben su mano generosa a veces ―recuerdan poco‖. La mayoría de los seres humanos olvidamos lo que recibimos en tiempos de ―sequía‖. DA EN NOMBRE DE DIOS y olvida. No obstante es bueno el

reconocimiento. Luisito también recibió el látigo de la inseguridad. Lo asaltaron para quitarle lo que da (se lo hubiesen requerido) y le 28

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pegaron, ¿Resentidos sociales?... los mismos drogadictos que ayuda???...¿…? pero perdona. Atado desde el suelo les dijo: Los perdono. Luisito hace sus oraciones y en ellas ya comienza su entrega. Pide por todos y luego de cumplir con lo que la profundidad de su alma requiere como energía divina, empieza su día, que no tiene descanso. Remedios para… un pasaje para ir a servicio especializado para…ropa, para… y la lista es interminable, pero la sonrisa no se borra de sus labios mientras sus manos van elaborando soluciones. Quizás es JESÚS el que le habla y a ÉL le sonríe mientras su FE empaqueta los pedidos del día y cuando no es posible en lo material, se brinda en el acompañamiento de presencia y palabras, pero jamás deja sin respuestas en el difícil camino de la existencia que él hace suya. Ve en el prójimo sufriente el rostro de su FE. Su encuentro, en un momento determinado de su vida, con un movimiento de AMOR AL PRÓJIMO: ―Movimiento de los Focolares‖, abierto a todas las personas que se sienten llamadas a vivir para el otro, no teniendo en cuenta edad, ni denominaciones religiosas. Allí, Luisito encuentra la realización de su vida, desde el verdadero sentido de entrega, que aun sin haber formado una familia se siente parte de LA GRAN FAMILIA DE LA HUMANIDAD. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Cuando le preguntan si es feliz, responde sin titubear: SÍ, SOY FELIZ.

AUTORA Vive en la ciudad de El Trébol. Su obra: ―Cumbres y Abismos‖ poemas 1994; Mundo Literario 2004. Antología. Tomo V; Comunidades, periódico, poesía ―18 de julio de 1994‖; Inter Red, Antología, Tomo II, Editorial Nuevo Ser 2005 y 2006; Antología del Círculo de Escritores Independientes; Antología Mundo Literario 2004 y 2005, Tomo II; Letras y Voces, Antología 2008; Fulguraciones, Antología SALAC 2008, 2009, 2010 y 2011; Poesías de dos Provincias, Antología, San Luis 1999; Cuando la Palabra Canta, Antología, ―J. Pedroni‖ Venado Tuerto 1996; Para una Memoria Viva, Antología 1999, Rosario, Santa Fe; Serenata a mi lugar, Antología de El Trébol, Bicentenario; Rincón de Letras Argentinas, Venado Tuerto, Santa Fe; Finalista en Certamen Literario Internacional de Poesía y Narrativa, Antología Mundo Literario 2005- Antología Regional ―De Pueblo En Pueblo‖ 2012- Antología Internacional ―Noches Sin Soledad‖ III Totoras (Sta. Fe) 2012– Finalista del Concurso internacional (Argentina –Uruguay) de Talentos Poesía ―Años Felices‖ Carlos Paz (Córdoba) - abril 2013.PREMIOS RECIBIDOS: Mujer Destacada de El Trébol (Santa Fe) 1994 Decreto 335; Medalla Autora Destacada entre 200 Escritores de España y Latinoamérica; Estatuilla de Mármol, Merlo (San Luis).Menciones en Concursos: Mención de Honor Editorial El Aromo, Venado Tuerto, Rotary Club Cincuentenario 2004; 2º Premio Núcleo de Bibliotecas Populares del Centro Oeste Santafesino, San Jorge (Santa Fe); Mención Especial del Jurado Concurso Día de las Madre, Venado Tuerto; Mención Especial de la Dirección de Cultura, Venado Tuerto 2006; Fronteras de la Conciencia, Cuento Breve, Mención de Honor, en Narrativa; 22º Certamen Literario del Inmigrante, Berisso (Buenos Aires) 2006.

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Transcurrían las décadas del 50 y 60 del pasado Siglo XX en la localidad de El Trébol del departamento San Martín, de la provincia

de Santa Fe, y en ese tiempo sobresalía un

personaje que se destacaba por su buen humor, don de gente, simpatía y honradez, a pesar de tratarse de un insano mental que hacía de sus capacidades diferentes un instrumento social de reconocimiento. JOSÉ FERRARIS, alias Joselito, y finalmente LITO, era un

hombre delgado, desgarbado, que caminaba con la cabeza inclinada bajo su gorra vasca, dependiendo su mejor humor del estado del tiempo. Vivía junto a dos hermanas solteras, Dominga y Santina, en un viejo solar de la calle Chubut 925 (hoy Italia) casi esquina Bv. América, lugar donde falleció el día 9 de diciembre de 1973. Si bien disfrutaba del alcohol que tal vez modificaba su irrealidad (o la hacía llevadera), no se mostraba agresivo ni malhumorado, todo lo contrario, y en sus jocosos comentarios

mezclando

español

con

piemontés

indistintamente, gritos eufóricos o chanzas con quienes se cruzaba, hacía las delicias de todos con respeto, mientras efectuaba su diario recorrido de boliche en boliche… como se llamaban en esa época a los bares o despachos de bebidas

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populares, plagados de leyendas e historias. En dichos lares no faltaban discusiones de borrachos ni cuchillos salidos de su vaina, dependía de la sapiencia del ―bolichero‖ apaciguar los ánimos. Lito Ferraris rumbeaba desde el Boliche ―del Tronco‖ (Isildo Brocca, Santa Fe y Larrechea), al de los hermanos Domizzi (Buenos Aires y Candiotti), luego Castagno (Buenos Aires y Seguí), a veces Mondino Hnos. (Santa Fe y San Lorenzo) y finalmente de ―La Juana‖ (Allegranza) sobre Chubut (hoy Italia) y San Lorenzo, a una cuadra del anterior, y otros desperdigados por las calles trebolenses de tierra, cunetas, sapos y bichos bajo el farol de la esquina. Lito tomaba una copita ―de lo que venga‖ invitado por un parroquiano, el bolichero, o pagado de su dinero bien ganado… En los 50 no había muchos bombeadores eléctricos instalados, todavía la electricidad era CC (corriente continua), y los tanques de agua sobre elevados se llenaban subiendo y bajando a mano la palanca de la bomba con el grifo cerrado, es por esto que Lito tenía sus clientes fijos a quienes llenaba el tanque de esa manera y por unas monedas… que luego gastaba en el próximo boliche…. En uno de ellos, del abuelo Castagno, trabajaba y consumía en el mismo local, con constancia y vigor.

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Trataba a los hombres de igual manera; todos eran ―cuñados‖ para él… no se sabía si con idea de emparentarlos con sus hermanas…o apropiarse él mismo de la hermana de sus amigos… Pronosticaba lluvias y tormentas con escaso margen de error e indefectiblemente, anunciaba que ―el jueves‖ pagaría sus fiados de boliche… Respondía con humor a todas las preguntas… ¿Qué comiste Lito? Mi lai mangiá una bella supa…e dopo mes liter de vin…glu, glu, glu…en piemontés. Yo comí una linda sopa y después medio litro de vino…glu, glu, glu… Una ancha sonrisa dibujaba su rostro mientras caminaba el pueblo todos los días, saludando y perdiéndose en la nebulosa del vino…pero también de sus pensamientos buenos y simples… Tal vez, también alguna fantasía graciosa iluminaba la cara de LITO, EL LOCO DE EL TRÉBOL. AUTOR ació en El Trébol (Santa Fe) donde reside actualmente. Luego de una formación literaria-humanística en Santa Fe incursionó en el mundo de las letras; participó de talleres literarios y certámenes en los que fue distinguido frecuentemente. Publicó tres libros de poesías y cuentos BUSCANDO LA LUZ I y II y CAMINOS DE OTOÑO y participó de numerosas antologías. Fue nombrado Corresponsal Nacional de S.A.L.A.C. (Sociedad Argentina de Letras, Artes y Ciencias). Organizó embajadas culturales a Rosario y Villa General Belgrano en tres oportunidades. Nunca vendió sus libros, sino que los obsequia a colegios, bibliotecas, instituciones y público en general como un humilde aporte a la cultura. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Con seguridad, en todos los pueblos y ciudades de la zona han existido ciertos personajes que se destacaron por algo. El que yo elegí es todavía hoy, todo un personaje, un ejemplo de vida, una leyenda latente, un tesoro que se brinda a todos, muy difícil de encontrar en estos tiempos de tanto apuro, donde

vivimos corriendo desesperadamente detrás de la

zanahoria que nunca alcanzamos. Ese personaje es Don Héctor Hugo Desumvila, simplemente, mi viejo. Un libro abierto colmado de consejos, anécdotas, chistes, casos y cosas de su vida. Permítanme invitarlos a leer una pequeñísima parte de él y de su entorno. La noche muere en un amanecer que aún se está lavando los ojos; la luna descansa para su próxima jornada, el viento sur se acomoda gimiendo en cada árbol desnudo y todo indica que va a ser una fría mañana. En la casa, conviven una estufa de leña recién encendida y una olla que burbujea caliente con su salsa temprana. Laurel, cebolla, tomate, pimiento, romero y albahaca, aromas que embriagan el sentido del olfato. Pan tostado, miel, manteca, queso y un mate recién cebado sobre la mesa, indican que me estaban esperando como todas las mañanas. 34

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Un corazón de noventa y un años en un cuerpo de bandoneón late cansino en su recta final, mientras cerca, otro de ochenta y seis lo acompaña, ambos viven y vivieron trabajando con mucho esfuerzo para lograr tener su casita. Él, desde pequeño, junto a sus hermanos trabajó duro, todos lo hicieron, diríamos que quedaron casi sin infancia y con muy poco colegio. Todo lo que sabe lo aprendió paso a paso en el transcurso de los treinta y tres mil doscientos quince días que se fueron sucediendo desde que nació y dice que aún sigue aprendiendo. Luce cabello color luna y su vista brilla lejos, a la distancia, reflejando su alma; las jornadas se le hacen largas, siempre busca algo que hacer para que las horas no le resulten tan pesadas. El tiempo filtró su anhelo, su esperanza y hoy un abanico de recuerdos lo zambullen en los jardines de su mente. A veces busca asilo en ellos como alas que lo llevan a continuar viviendo. Si lo necesitan, él está, siempre está, no hay lluvia ni tormenta que lo detenga. Creo que precisamente por eso no le teme ni le preocupa la muerte, no ve mucha diferencia en morir hoy o mañana. Siempre dice: ―Si muero es porque Dios me necesita y DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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tendré que ayudarle. Lástima que me perdería de ver un montón de cosas por aquí‖. Una extraña alegría inunda su corazón, le brotan sonrisas y lágrimas cuando los nietos llegan junto a las bisnietas Alma e Isabella. Casi como un hábil prestidigitador usa la mejor baraja para que le presten atención y comienza la reunión familiar, relata sus anécdotas, desde la de ―la luz mala que aparecía en los campos‖ hasta la de la ―yarará‖ que picó a su perro. También cuenta de su abuelo, quien fuera médico en la primera Guerra Mundial, como dice él, ―allá en la vieja Europa‖ y de ello tiene un largo historial. Todos están atentos, nadie dice una palabra mientras él habla, hace de cada charla algo inolvidable, dándole vida a todo lo que cuenta. Cada instante es mágico, y ágilmente se asoma a sus años pasados recorriendo el espinel donde busca y rebusca cosas para los relatos, nos deja mensajes de la vida cotidiana, y en ellos quedamos pensando. Hace hincapié en el ritmo acelerado que llevamos y el constante abandono de las cosas simples que sirven para mantener el amor y la unión en las familias y desde su convencimiento dice ‖que todo es por falta de tiempo‖, pero el

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tiempo lo tenemos que manejar nosotros y no dejar que él nos maneje. Siempre alguien le pregunta ¿cuántos años tiene Don Héctor? y él contesta con gesto risorio: ―Todos, che‖ y ―Si Dios quiere voy por más‖. Ese es el momento de empezar a hablar y ahí sus palabras echan a andar. ―Mirá muchacho, yo y mis siete hermanos fuimos parte del crecimiento de este pueblo, hoy El Trébol es ciudad, el modernismo lo ha ido cambiando y lo atrapó, luce como ciudad pujante, bien moderna, lástima que junto al crecimiento fuimos perdiendo honradez y costumbres, hoy la gente apenas saluda, dejar la puerta de tu casa abierta, ni se te ocurra. Soy de la época en que el reuma se curaba con grasa de iguana. La gripe, un poco de untura blanca, cataplasma de lino caliente y casi una semana de cama. Creo que la comida era más sana, los pollos se criaban en casa y la quinta siempre estaba, desde arvejas, habas, papas, hasta choclos se cosechaban. Por aquellos años no había televisión, ni computadora, tampoco celular, la comunicación entre vecinos era más

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familiar. De heladera ni hablar, se compraba hielo en barra o si no al pozo nomás, él servía para enfriar. Todo se vendía suelto arroz, azúcar, vino, yerba, fideos, se cocinaba en braseros, hoy si no tenés microondas no va. También se usaba mucho la famosa fiambrera, que se colgaba afuera, al sereno en un gajo del paraisal. Eran otros tiempos dice, ―la yapa‖ ya no está, se trabajaba mucho con las manos y la plata apenas alcanzaba, era difícil de ganar. Eran unos pesitos, pero servían para comprar lo necesario. Con mi padre hacíamos pozos para sacar agua allá en los cañadones llenos de espartillos; víboras y zorros abundaban y recuerda que por esas zonas el agua era muy mala, contenía arsénico y salitre, a veces había que buscar napas muy profundas para dar con un poco de agua buena, más saludable. Algunos pozos eran surgentes y en otros, molinos de viento se instalaban o un malacate que lo tiraba un caballo. La mayoría de los molinos eran importados y llegaban aquí por medio del ferrocarril, que hoy tampoco existe más. Quedábamos muchos días sin volver a casa, en esas zonas vivíamos en carpa por las noches con un farol de kerosene nos alumbrábamos; los zorros merodeaban el 38

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campamento, por las sobras que uno dejaba, hasta el jabón nos llevaban. Setenta años trabajé haciendo esto, instalando y arreglando molinos. Hoy, en las chacras, muy pocos quedan en buen estado y funcionando. La soja hizo que muchos queden abandonados. Los grandes caserones que había en los campos, se convirtieron en taperas para luego demolerlas y hasta los frescos montes desaparecieron. Como ha cambiado todo, uno se tuvo que ir adaptando día a día a tantas cosas. Antes, la palabra valía más que cualquier documento, hasta los autos tenía descuento y en la libreta se anotaban, así de pura confianza nomás. Hoy, se vive muy apurado pensando en acumular, casi todos te quieren ―ventajear‖, el tiempo nunca alcanza y son contados con los dedos de una mano los que pretenden ayudar. No sé si todo este progreso es para bien o para mal, pero veo que se ha perdido mucho la dignidad. Qué me decís vos de los bancos, por ahí te dan plata falsa, se quedan con tus ahorros y nadie dice nada… y los cajeros automáticos?, a vos te parece que yo así, corto de vista, la triste jubilación puedo ir a retirar, y como yo cuántos hay? DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Decí que mis nietos y mi hijo nos ayudan, van ellos al cajero, pero el que no tiene a nadie, cómo hace? Por eso digo, la tecnología ha traído mucho progreso, está bien, pero cuántos quedan atrás sin poderse adaptar? A mí siempre me gustó vivir así, sencillo, pero con la frente bien alta, no como algunos que nunca tienen basta, sin importar cuánto daño hacen. Sabés nunca entendí eso de vivir para acumular, total, todos al mismo lugar vamos a parar, y allá nada te podés llevar. Por eso, muchacho, tratá de vivir honesta y sinceramente, no corras tanto, lo más importante lo tenemos tan cerca que por ahí no lo vemos. Creo que lo mejor es aprender a vivir, sólo hay que ponerlo en práctica‖. El frío del cual se habían olvidado todos, por estas apreciaciones de Don Héctor, atacó nuevamente aquella mañana, todos se saludaron, el viejo recogió su bolsa del supermercado y salió a buscar el pan. Sereno, contento, con angustiosa lentitud, cuidando de no tropezar, le imponía el ritmo al tiempo, haciendo de la paciencia un arte que reina en silencio dentro de su cuerpo sosegado que busca de alguna manera, ser nuevamente un pájaro en libertad.

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AUTOR Escritor de El Trébol. Participante del Taller de Arte Poético ―Tiempo de letras‖ y de diversos concursos de narrativa y poesía. Director del Centro de Estudios e Informe Ecológico. Director del Centro Astronómico de El Trébol Participó en Congresos de Aprovechamiento y utilización de energías no renovables. Creador de diversos proyectos para el tratamiento de la basura y cuidado del medio ambiente. Presentó el Proyecto para forestar banquinas de rutas en la provincia de Santa Fe y siembra de plantas florales para la apicultura. Asistió a congresos de medio ambiente. Participante en diversos cursos de las desigualdades y la pobreza, educación ambiental, los derechos humanos, tratamientos de agro-tóxicos.

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¨Por las noches, cara sucia de angelito con bluyín, vende rosas por las mesas del boliche de Bachín”.

¡DIARIO… DIARIO… DIARIO!!!!! ... Pero, señor ¡! El diario usted me lo trajo leído…?????? Del canillita aquel que despierta con su grito las mañanas de setiembre de algún barrio porteño, ganándose la vida al igual que el angelito de bluyín que suena con Astor, quiero abrazar al nuestro. Abrazarlo en palabras, en versos, porque es el mismo que te abriga en los pesares y es el que ríe con uno cuando es preciso hacerlo. Al rubio despeinado y de ojos celestes que grita ante mi puerta ese mismo ¡Diario, Diario, Diario!!!! Quiero dedicarle esto. La razón de mi historia. En alguna oportunidad me tocó elegir un personaje del pueblo, por labor y reconocimiento. Y cómo no hablar de él de ese ser de corazón abierto, que la vida me instaló como hermano de un mejor sentimiento. Para vos, Ángel

José Fumero, CANILLITA DE EL

TRÉBOL…

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Sansin Fe, pueblo de cerca de dos mil habitantes de la zona casi oeste de la provincia de Santa Fe, Curtis era un muchacho que vendía diarios, o tal vez, mejor dicho, los repartía para una de las librerías del centro. El pueblo era grande para pueblo, era casi

una ciudad pequeña donde

prácticamente todos se conocen entre sí, con más razón a él que es el señor que reparte el diario. Probablemente

su

infancia

y

adolescencia

algo

particular por la separación de sus padres lo lleva a la calle, a ganar amigos a montones, cuando digo a montones es por la idea en sí de verlo en cualquier casa del vecindario sentado a su mesa o llorando junto a uno, su último problema. Ama el amor y ama la vida, soñó mucho tiempo con ser padre y sueña con un mundo mejor para la juventud, para los jóvenes de su ciudad que tanto quiere, la que recorre cada día de trabajo, sin pensar en el frío, sin pensar en el sol. Ese es su verdadero afán, que la juventud a su entorno, la que ve, la que lo identifica, lo conoce y lo quiere, encuentre una buena motivación, puedan ser contenidos por la sociedad propia de este pueblo, que tal vez difiera o no de la de otros pueblos, sociedad que no brinda esa contención a estos chicos que ahora con la carpeta de Polimodal debajo del brazo, sólo

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piensan en internarse en el ciber, o vagabundear largas horas por la noche. Y Curtis como soñador de grandes obras se ha propuesto indagar, en casa de muchos de esos amigos que dijimos tiene a montones, qué hacer al respecto. La idea es que alguien, llámese institución, grupo o lo que quisiere ser, acepte su particular propuesta, su punto de vista por y para los adolescentes que le siguen por detrás y que ya le siguen dos generaciones

más.

Curtis es hijo de un

panadero de oficio y de una señora que siempre usa ruleros. Las circunstancias de su juventud no fueron para nada sencillas, pero él eligió para su vida ser ese alguien, extremadamente emocional, amigo de todos, confidente de muchos, un hombre con el mismo corazón de angelito de bluyín del principio así como esencialmente sencillo y popular,

a

punto tal de combinar su reparto de diarios con alguna que otra corresponsalía radial que lo identifica entonces como más popular aún. Curtis es un muchacho de más de cuarenta años, con alma de niño, que de pronto lo encontrás en una esquina gritando el triunfo de Boca Juniors, como también sentado en tu cocina esperando el próximo mate.

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No olvidemos entonces que estamos ante el señor que reparte el diario, que aun cuando este sea su modo de ganarse la vida, reparte por ahí la esperanza de lograr su propio propósito y sueña con poder alcanzarlo algún día. Claro…que

las

esperanzas

a

veces

desvanecen, o se esfuman y en varias

también

se

oportunidades se

encuentra con gente que provistos de la coraza del qué dirán, qué te importa o no te metás te bajan de un plumazo las ilusiones que uno lleva escondidas dentro de la página central del diario que reparte desde hace tantos años. Y te cierran la puerta del corazón a tus propuestas… Y no te atienden como quisieras… Y creen que las ilusiones que uno pinta para su adentro, no tienen asidero… Dicen que no está muerto quien pelea, por ello así como también dicen que tanto va el cántaro a la fuente que al final… Curtis protagonizó al fin lo que realmente quería y comenzó

con

un

programa

de

radio

que

convocaba

exclusivamente a la juventud, antes de eso comentan que se preocupó por invitar a tantos jóvenes que conocía a través de sus mayores y fueron ellos los que tal vez decidieron que la

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muchachada no se comprometa sólo con un programa de radio porque eso sería perder el tiempo. El programa comenzó, y se llamó ALGÚN DÍA. Cada quien, cada tarde, debía contestar alguna pregunta para poder tener al día siguiente la posibilidad de alcanzar algún sueño irrealizable, vaya empresa que iba a emprender. Cada jovencito o jovencita tenía que proponer ante la sociedad lo que soñaba como necesario. Aprovechó sus conocimientos de locución arbitrando los medios para transmitir los partidos de fútbol del pueblo autodenominándose LA VOZ DEL ESTADIO…eso sería convocar, procurar, establecer y empezar a soñar. Una cortina musical daba inicio así a la hora de los sueños, y vaya a saber por qué cosas del destino elegía esta, ―Por las noches, cara sucia de angelito con bluyín, vende rosas por las mesas del boliche de Bachín… Chiquilín, dame un ramo de voz, así salgo a vender mis vergüenzas en flor…‖ Cada tarde, fueron sumándose más adeptos

y

misteriosamente los primeros chicos que se unieron al programa como un compromiso con la ciudadanía fueron precisamente los hijos de todos aquellos que algún día… le cerraron la puerta en la cara de las ilusiones de Curtis, le 46

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bajaron de un plumazo las ideas de Curtis, le dieron vuelta la cara a las esperanzas de Curtis. Así fue como el señor que reparte el diario, Curtis, algún día tuvo la ocasión de hacer lo que soñó durante tanto tiempo, abrir las puertas de la posibilidad de comunicación, expresión, contención y cabida en la sociedad de los jóvenes del pueblo por hacer que vivan la vida del mejor modo en que puedan hacerlo. Una vez más, los jóvenes de ese pueblo llamado Sansinfe como recuerdan,

montados en el mismo sueño de Curtis

supieron aunar esfuerzos y comprometerse entre sí para lograr acompañarle y reconocerle la voluntad de involucrarse con ellos, aun habiendo sido sólo amigo de algunos cuantos. Algún día, Curtis soñó todo lo que hoy son los adolescentes de este lugar y de ser sólo el señor que reparte el diario pasó a ser en el corazón de cada uno de todos, el señor que reparte las esperanzas de mejorar las expectativas de los jóvenes del pueblo. El que tuvo tiempo de escucharlos, de abrazarlos y de abrir para ellos la puerta de la realización de los sueños, aunque sólo sea mientras dura el programa de radio. A vos, Ángel José Fumero, hermano mío de la vida, por cada uno de tus desvelos de cuando quisiste ser padre, por cada

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una de tus mañanas de frío cuando venís con el diario leído para que te lo compre, por la voluntad, la insistencia y el empeño que le ponés a tu tarea, por andar de casa en casa escuchando historias del alma, de abrazos, de tristezas, de amigos, de conocidos, de niños, por cada esfuerzo por ponerte en pie cada mañana porque te duele la rodilla que alguna vez te quebraste. Porque estoy segura de que muchas otras personas piensan esto de vos, pero es importante que lo digamos ahora, porque el relato de los carnavales se hace ameno y entretenido, porque aun cuando desafines, queda muy bien que cantes y lo promociones, como con el mismo empeño relatás el fútbol, las carreras y los goles. Porque yo sé que aunque vendas diarios tenés el alma de un chiquilín de Bachin… El Trébol, casi en la primavera del año 2013

AUTORA Vive en El Trébol. Concursó en certámenes literarios a nivel local, provincial y nacional. Ha obtenido menciones, diplomas y premios desde el año 1995. Participante del Taller de Arte Poético ―Tiempo de Letras‖ El Trébol. Integró la publicación ―Serenata a mi lugar‖- Antología Poética Escritores de El Trébol. Obras premiadas: Un misterioso ejército de palabras - Palabra Aromada en jazmín -Cuando los ángeles duermen no hay que hacer demasiado ruido - El ombú que ahora recuerdo.

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Recuerdo que yo vivía con mi hermana por el Bulevar Estanislao López, casi enfrente vivía ella, una mujer bajita de cutis

moreno,

noche

cerrada

su

cabello,

tierna

para

reprendernos a los pibes del barrio que en la calle jugábamos y con la pelota ensuciábamos su casa. También sus dos hijos (una yunta) eran protagonistas de algunas travesuras infantiles. Era normal verla trabajando con la escoba o frente a la ventana con su trabajo de costura, en ocasiones salía con su bicicleta minimaxi bastante deteriorada, por mandados, creo. Siempre fue una persona muy querida, con un carisma especial, la Negra es ternura que camina, muy solidaria, sobre todo colaboró y colabora con distintas instituciones de la ciudad en lo concerniente a la cocina, que yo sepa nunca exigió una paga, sólo acepta donaciones y le gusta como a todos que le reconozcan su trabajo. Aun habiendo vivido y luchado por más de seis décadas, sigue surcando las calles con sus libros de cosméticos que vende hace mucho tiempo, cierto es que cambió la bicicleta, pero el alma es la misma y da gusto verla cuando bate con el paletón grande de madera el contenido de la olla donde cocina el arroz con crema más rico que pueda imaginarse. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Estábamos organizando con un amigo una cena con algunos cantores de música nuestra, a beneficio de la Escuela Belgrano y de una persona enferma; mi amigo había hablado ese día con ella para que nos cocinara arroz, a lo que respondió que tenía un compromiso con un Club, por un bingo. A la noche, mientras yo estaba haciendo mi programa de radio, llegó ella como un ángel alado, como un canto a la vida o como llega la primavera y me dijo que se sentía mal de no poder colaborar y con lágrimas en sus ojos, me pidió hablase con mi amigo y le confirmara su presencia por la importancia de la causa. Tras recuperarme del impacto que me produjo su acto altruista, le compuse una canción, que esa noche luego de chuparnos los dedos con su arroz, se la cantamos junto a mi compañero, le entregamos una copia de la letra y muchos lloramos de emoción esa noche.

AUTOR Nació un día 3 de noviembre de 1963 en ciudad de Las Rosas, actualmente vive en la ciudad de El Trébol, desde que tenía ocho años. Ha trabajado en distintas actividades y tiene un gran compromiso con la causa socio-cultural. Es Locutor en Radio El Trébol y empleado en la Municipalidad de esa ciudad.

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En la actualidad, es Coordinador de un Taller Literario en la Biblioteca Popular Domingo Piccolo de El Trébol. En el año 2002, ha publicado su primer libro de poemas en forma artesanal titulado ―PALABRAS Y SILENCIOS‖, además ha participado en varios certámenes nacionales, ha publicado en periódicos y revistas. Publicó su segundo libro ―MI TINTA SIGUE HABLANDO‖ a fines de 2010.

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Quizás pensando en Dios le pusieron ese nombre y tenían sus ojos el color de ese mar, que allá en Galicia lo había visto crecer. Era casi un niño, apenas dieciocho años, cuando huyendo del fantasma de una posible guerra, junto con otros amigos escondido en un barco, con las manos vacías, dejó su casa, su familia y abandonó su aldea pensando regresar. Nunca pudo hacerlo. Fue un polizonte audaz y temeroso porque la travesía fue tan larga! Escondidos en los huecos se comía muy poco y persistían los rumores inquietantes de que una de las calderas podría explotar. Así abatidos por el miedo y el dolor del abandono, el sueño los vencía y se dormían sin elegir lugar. Pero el sol está siempre y fue el de este rincón del sur del mundo, el que les achicó los ojos con su brillo y esta tierra les dio refugio, ahuyentó los miedos y les hizo renacer los sueños. Barajando trabajos discontinuos juntaron unos pesos y buscaron un tren de carga, al que treparon sin preguntar el rumbo. Lo vieron avanzar atravesando la inmensidad de la llanura, parecida a ese mar que habían dejado, pero en vez del 52

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azul, todo era verde y ese color de la esperanza se reflejó en las pupilas de Ángel casi como una huella eterna. Cuando el tren se detuvo, ellos continuaron caminando siguiendo el rumbo de esas vías vacías, para no perder el camino que habían iniciado. Divisaron al tiempo un pueblito pequeño y un carro tirado por caballos se les iba acercando para cruzar las vías. Sostenía las riendas un hombre de rostro curtido por el sol y manos rudas. —Eh! Venimos de la España, necesitamos trabajar y comer, tan sólo eso. Yo soy Ángel, somos todos amigos. —Yo me llamo Bartolo, mis raíces vienen de Italia. Ese pueblo es El Trébol, suban, los necesitaré. Trabajaron el tiempo de cosecha y con dinero ganado honradamente viajaron hacia El Trébol y empezaron su vida justo en este lugar. No sé si Ángel y Bartolo volvieron a encontrarse alguna vez. Ángel se enamoró de una uruguayita hermosa con la que tuvo cuatro hijos, un varón y tres mujeres. Se asoció con uno de sus compatriotas y pusieron una fábrica de soda. Su amigo Antonio puso el capital, mi padre su trabajo. Cuando ese comercio terminó Ángel usó su ingenio y siguió luchando, nunca fue rico, pero siempre tuvimos todo lo indispensable. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Vivíamos una pobreza digna y yo tuve la dicha de continuar estudiando. Sería imposible enumerar todos los trabajos que hizo, fue un gallego luchador, alegre, amigo de la gente de este lugar, enamorado de esta tierra que le alivió el dolor del desarraigo. Lo que siempre ignoraron Bartolo y Ángel es que ambos tenían en el torrente de su sangre, semillitas, que con el ardor juvenil arrojaron sobre este suelo fértil. Una venía del país de La Toscana, la otra de la España gallega. Esas semillas germinaron y dieron frutos con el color y la fragancia de los trebolares tiernos. La siembra continuó porque cuando hay amor, la sangre es como un río turbulento que se derrama en el vientre tibio y nacen seres nuevos. Dos de ellos habitan este espacio pequeño y tranquilo y esa unión fue como un árbol que se llenó de flores que se transformó luego en frutos nuevos, dos varones: Santiago y Esteban que son biznietos de Ángel y Bartolo. Aquel encuentro que es el nudo real de esta historia me hace pensar en el ―Efecto mariposa‖…lo recuerdan? Muchos hemos visto la película y se nos ha grabado aquello resumido en una frase ―El simple aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo‖.

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Yo creo en Dios por eso mi fe, me dice que todo ha sido digitado. Aquí quedaron los huesos de Ángel, también los de Bartolo, yo dejaré los míos porque este es ―mi lugar en el mundo‖. No sé quién lo eligió, sólo sé que el encuentro de dos seres que habitaron este suelo dieron lugar a mi existencia, una vida sin brillo para el mundo, pero con una luz enorme para mí. Poco antes de morir, en una larga charla me animé a preguntarle: —Si tanto amaste esta pampa nuestra, por qué no te hiciste ―ciudadano argentino‖? —Papeles, para qué? —me respondió. Esta es mi patria, me dio toda la riqueza que un hombre necesita, aunque nunca haya dejado de recordar mi España. Hoy, uno de sus nietos vive en ese lugar, se llama Ángel como él y sembró allá sus semillitas que ya conocen esta tierra. Yo creo que fue el abuelo quien le dio el empujoncito para que se quedara allí un pedacito de su vida. También quisiera que hoy, mi padre, pudiera ver Argentina en toda su belleza.

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Aún es muy joven y sufre mucho al crecer. Yo la amo, como vos lo hiciste y me lo enseñaste, papá, pero hay muchos corazones vacíos de amor que la hieren. Nosotros le dimos la vida para hacerla grande y feliz. Sigo pensando que el encuentro de Ángel, mi padre y Bartolo fue mágico. Alguna mariposa aleteó en este lugar, casi olvidado, del sur del mundo…

AUTORA : Vive en El Trébol. Se publicaron algunos de sus trabajos en la Antología Poética 2013 titulada ―Serenata a mi lugar‖. No ha recibido premios por estar iniciando su trabajo literario con mucho entusiasmo.

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Los recuerdos son como borrasca que aprisionada se lanza hacia afuera, por eso cuento esta historia de Barbarusa, el pintor de El Trébol, famoso por sus particularidades allá por los años 1950. Barbarusa no era muy alto, pero ancho de cuerpo, lo que daba fuerza a la figura tan patética por su desaliño: camiseta y alpargatas gastadas como parte de su aspecto. Caminaba con esa soberbia de quien se cree poderoso. El rostro tenía la pátina que dan los años de quebranto: cabello nevado, ojos aindiados, nariz ancha y boca grande de labios finos. Enclavado entre la modernidad de un pueblo que se extendía, el ranchito se mantenía en pie entre las calles Victoria de entonces y Belgrano. Los que pasaban frente al rancho, cuando los reflejos del atardecer jugaban sobre las toscas paredes y los pastos se convertían en tonalidades rosadas, amarillas, naranjas, podían ver al pintor y a su mujer ubicados en sillas bajas con asiento de junco, frente al brasero de tres patas, sobre el que estaba la pava aquella que el humo había ennegrecido, mate en mano y la mirada perdida en los vericuetos del alma; cerca jugueteaba el chico tonto infaltable como parte del decorado... Los gansos eran los fieles guardianes DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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junto con los perros, los que producían un bullicio enloquecedor. Era autoritario el hombre; cuando salía del rancho, intentaban seguirlo las mascotas. Entonces, después de un trecho, giraba y con un ademán enérgico los hacía regresar a todos. Pero había un perrito que lo acompañaba a todas partes. El problema era la excesiva religiosidad del hombre. Creo que en realidad nunca notó los inconvenientes que él ocasionaba en las festividades de la iglesia. Perturbado por los vahos del alcohol fue embestida su mente por una poderosa actividad religiosa. Nadie de aquella época olvidará el 10 de agosto, fiesta del pueblo, día de la procesión: la estatua de San Lorenzo en andas…el sacerdote bajo el palio envuelto en el aroma del incienso y Barbarusa en estado de sublime adoración con el misal entre sus manos toscas, mirando hacia el cielo donde parecían congregarse todos los ángeles. Seguían los niños, todo lo callados que podía mantenerlos la instructora. Y finalmente, la gente mayor: rosario y mantillas, las mujeres; circunspectos, los hombres. Dentro de la iglesia imperaba la solemnidad. En el momento de la consagración, todos estaban expectantes hasta que se abría la puerta principal y entraba majestuoso el pintor quien recorría toda la iglesia hasta el altar acompañado por su 58

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fiel perrito. No importaba la ropa descuidada de Barbarusa con las manchas de pintura de todos los colores imaginables, tampoco las gastadas alpargatas que producían un silbido entrecortado trabando el silencio de la iglesia. Así entraba por la nave principal, con los brazos en alto hasta el altar, donde se ubicaba lo más cerca posible del padre don Joaquín García de la Vega a quien adoraba incondicionalmente. Se arrodillaba y ahí quedaba hasta que terminaba la misa. ¡Qué extraña devoción la de aquel hombre rústico y simple! Era fiel al cura pionero quien consiguió que se levantara el edificio de la iglesia San Lorenzo Mártir de estilo Renacimiento

Toscano,

una

construcción

demasiado

pretenciosa para El Trébol de antaño y que ahora es orgullo de la ciudad. Yo me siento ligada a ese orgullo porque fue mi abuelo Cayetano junto con sus hijos, la empresa Lococo y Felizia, los albañiles que iniciaron la construcción de la iglesia.

AUTORA Nació en El Trébol, Santa Fe. Fue docente de Lengua y Literatura durante 34 años en la Escuela de Enseñanza Media Nº 210 de El Trébol. En el año 2003 recibió una mención como docente destacada, por parte del Senado de la Provincia de Santa Fe. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Es reconocida también su actividad como artista plástica. Durante los años en que se desempeñó como docente y subsiguientes publicó poemas y artículos en distintos medios locales. Entre ellos se destaca ―Las mujeres en el arte‖ publicado en el libro del Centenario de la Fundación de El Trébol. En los años 1993 y 1994, brindó charlas y conferencias en Cable Visión de El Trébol, Programa: ―Compromiso ciudadano‖. En el año 1994, su Poema ―Letargo‖ fue incluido en la Antología a nivel nacional y en homenaje a Alfonsina Storni: ―Alfonsina en Bustinza‖. Realizó actividades tales como: Directora del Grupo de teatro estudiantil (años 1972 a 1978). En el año 2000 fue Jurado del Concurso ―En busca de nuestras raíces II‖ organizado por el Senado de la Provincia de Santa Fe. Ese mismo año realizó la revisión y corrección del mismo libro. Entre los años 2003 a 2005 fue jurado de concursos literarios organizados por el Núcleo del Centro Oeste Santafesino de Bibliotecas Populares.

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Se llamaba HECTOR OGGERO, un joven de diecisiete años que cada mañana recorría las calles de El Trébol (Santa Fe) ataviado con un abrigo gris y gorra gringa, sobre un sulky encapotado tirado por un caballo paseandero y memorioso. Comenzaba por un extremo de la calle céntrica, a veces de tierra, a veces de barro si había llovido, repartiendo casa por casa un tibio líquido con aroma, textura y sabor a leche, que de eso se trataba. Su jarra enlozada volcaba su elemento en ollas y hervidores de las vecinas que lo recibían con un saludo y eventual protesta sobre cuánta agua contenía la leche hoy… ―Leche pura señora, faltaba más…‖ respondía el lecherito. Al llegar al boliche efectuaba una pausa… Entraba silbando la ranchera MATE AMARGO y en el mostrador pedía dos ginebras, una para entrar en calor, y la otra ―pal estribo‖, que empinaba al regresar a su tarea. Se despedía de los parroquianos entre risas y bromas exclamando con el brazo en alto ―¡ADIÓS COMPAÑEROS!...‖ AUTOR : Vive en la ciudad de El Trébol. Escritor entusiasta, participante de antologías y encuentros literarios. Concurre a talleres de literatura. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Juancito siempre fue un hombre de esos a los que llamamos ―un alma de Dios‖; andaba por la calle haciendo caso omiso a las miradas de las personas que lo esquivaban un poco. Él no lo tomaba como ofensa. Sencillamente seguía su camino sin decir palabra, ocupándose de sus cosas. Vivía solo en una casita muy humilde y un tanto abandonada. La higiene no formaba parte de sus costumbres. Podía llevar la misma ropa durante meses, agregando algún abrigo y un echarpe cuando el frío arreciaba. Siempre usó alpargatas, omitiendo las medias. Su pelo enmarañado se veía gris, podría ser por las canas o por la tierra que cargaba. Por las mañanas salía a dar vueltas en su bicicleta y recogía papeles o trapos que acomodaba en el canasto delantero. A veces solía entrar en la panadería vecina a mirar, y sin que pidiese, el dueño le regalaba unos panes, más por el apuro a que se retire que por generosidad, ya que el vaho que despedía impregnaba el negocio y no era buena publicidad. Usaba un reloj de pulsera de gran tamaño donde chequeaba en todo momento el horario, en la mañana y la tarde. Aparentemente eso hacía que estuviese tranquilo en cuanto al orden de su vida. Cierta vez en que perdió su pulsera, lo resolvió llevando un reloj despertador en el canasto, junto a los papeles y prendas viejas. 62

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Verificaba el peso exacto de la garrafa de gas cada vez que debía cambiarla. Para eso pedía permiso en un corralón de compra y venta de hierros donde le permitían utilizar una báscula adecuada para elementos de mucho peso. Dicha garrafa llevaba diez kilos de gas y él la transportaba y pesaba cuando la devolvía vacía, y luego cuando la traía llena. Nunca reclamaba, sólo controlaba. Su modo de andar en bicicleta era muy particular. Con un pie pedaleaba y con el otro se impulsaba desde el suelo, en una mezcla de monopatín con pedal… Era el terror del automovilista que lo veía circular, ya que si se le ocurría doblar en U delante del coche, lo hacía sin pensar, ante el apuro del conductor en pisar el freno, esquivarlo y alejarse. Compasivo y respetuoso, asistía a todos los velatorios, rendía su callado homenaje al difunto, saludaba a los deudos y se retiraba. Siempre amó a los gatos y conseguía leche para alimentarlos. En una ocasión en que los vecinos le pidieron que limpiase porque había ratas, él le respondió que nunca hubo ratas, ya que había gatos y ellos se encargaban… Una noche, al alumbrarse con una vela, como usualmente hacía, nunca se supo cómo, se produjo un incendio que adquirió proporciones graves y hubo que recurrir a los bomberos. El pobre hombre se desesperaba queriendo entrar a

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rescatar ―una cajita negra‖; no quería decir de qué se trataba, pero tenía mucho valor para él… Y así debía ser porque alguien dijo que tendría dinero guardado y que sería moneda extranjera. Le permitieron recuperar la cajita a pesar de que era todo agua y barro su casa. Casi todos lo conocíamos por su apellido. Era el personaje del pueblo. Un segundo incendio hizo que la casa quedase muy deteriorada e

inhabitable, a punto de derrumbarse.

La

Municipalidad le consiguió otra vivienda. No tuvo más remedio que mudarse; se le proporcionó unos muebles y mantas para paliar la situación. A los pocos días, una topadora del Ente Municipal arrasaba con los restos de la casa. Juancito, parado en la

vereda opuesta, miraba

resignado con las manos juntas detrás de la espalda. Sólo miraba, no decía nada… Quizás pasarían por su mente toda una vida, los hermanos que ya habían partido, sus padres, cuando vivían más tranquilos en el campo… Había quedado solo. En la curvatura de su espalda se adivinaba una tristeza inmensa. Sólo de vez en cuando movía los labios, quizás, estaría rezando.

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AUTORA Nació en San Genaro y actualmente reside en esa localidad. Ama la lectura y escribe. Autodidacta. Recibió numerosos premios y menciones en poesía y narrativa. Fundadora de la filial S.A.L.A.C. en San Genaro; coordina Concursos Literarios para adultos a nivel nacional. Visita escuelas. Asiste a Encuentros de Escritores tanto nacionales como internacionales. Participa en Antologías y publicaciones zonales. Sus escritos y libros están en Bibliotecas de Perú, Colombia, Chile y México. Viajó y presentó su libro ―Los invito a pasar…‖ en Hermosillo, Sonora, México. Actualmente prepara su segundo libro de relatos sobre el modo de trabajo de colonos en la provincia de Santa Fe.

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Allá por mis quince años, por razones de trabajo de mis progenitores me trasladé desde el sur de nuestra provincia hacia la localidad de San Genaro con el afán de mejorar el nivel de vida. Había pasado la infancia en un pueblito misérrimo entre humos de braseros y aromas de guisos y pucheros que aún hoy regodean el magín de la nostalgia. Ya había comenzado a incursionar en la poesía y la lectura sin correcciones y con consejos de personas idóneas en el difícil arte de escribir. Así fue como en el otoño del año 1955 recalamos en un campo ganadero a pocos kilómetros de San Genaro donde mi abuelo se hizo cargo de su conducción productiva. En uno de esos viajes semanales que hacía al pueblo para proveernos de mercadería y alimentos trabé amistad con algunos vecinos de la comarca, quienes me informaron que allí residía un maestro particular que daba clases primarias a un nutrido grupo de alumnos, en un salón aula y que transformaba su hogar en una escuela donde también funcionaba una biblioteca de su propiedad abierta a cualquiera que gustara de la lectura. Además era escritor, supe que vivía solo en su casa escuela y que también enseñaba música, contabilidad y mecanografía. 66

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Así fue como una tarde de sábado, montado en mi vieja bicicleta, con mi cuaderno manuscrito de poemas, enfilé por la polvorosa carretera de la campaña rumbo al pueblo para visitar y conocer a ese extraño docente de quien tanto se hablaba en la comarca y más allá de sus límites. Llegué con el polvo que la sequía veraniega me tiraba encima con sus remolinos. Cuando golpeé la puerta de su casa antigua ornamentada con altos mojinetes me invadió un instante de indecisa tensión medrosa. La puerta se abrió y apareció ante mí la figura de un hombre maduro de talla mediana, calvo y sonriente, con anteojos en la punta de su nariz, con un grueso libro en sus manos, que sin duda, estaba leyendo en el momento de la visita. Me miró y observó el cuaderno que llevaba bajo el brazo y sin preguntarme quién era me habló con una sonrisa: ―Pase, en qué puedo serle útil…‖ Sentados bajo la galería de glicinas de la casa, mate de por medio, el maestro me contó sobre el quehacer cotidiano, de sus tareas. Tan atareado vivía que casi no disponía de tiempo libre, prometiéndome para la semana siguiente emitir su opinión sobre mis poemas. Observé la modesta sobriedad de su vida, rodeado de libros y carpetas. Sobre un mueble antiguo había una guitarra y una mandolina, instrumentos que más tarde comprobé solía tañer como un experto. Así empezó

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nuestra amistad que habría de durar varios años hasta que se ausentó para radicarse en Rosario, donde vivía su mujer y su hija. Mientras más conocía a este hombre más fue creciendo mi admiración por su personalidad adornada de una modestia y sencillez extrema. Mantenía correspondencia con los grandes escritores de su época, entre ellos, Máximo Gorki, José Pedroni, Álvaro Yunque, el nicaragüense Cecilio Sarret y muchos otros que no recuerdo. Amigo de Eduardo Falú y Jaime Dávalos, exaltaba las virtudes de este dúo artístico. No le era ajena la música clásica de la que tenía vastos conocimientos. Pedagogo de vocación, publicaba cuentos, obras de teatro infantiles como su famosa ―Caja de colores‖, poesías y novelas como ―La señorita Julia‖ publicada en la ―Revista Intervalo‖. Solía contar que no había asistido a escuelas, sus conocimientos los adquirió él solo. Desde niño ayudaba en la panadería de su padre con el reparto de pan a domicilio, distribución que lo llevaba a los más apartados campos de la zona. Su compañía, en la jardinera, eran los libros que leía en las horas que le llevaba el trabajo. Al estudio lo realizaba en horas ganadas al descanso. Fue un auténtico autodidacta, sus alumnos cursaban de primero a sexto grados en un gran salón. Lograban generalmente excelentes puntajes. 68

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Cuántas tardes de verano, los sábados, entre mate y mate, escuchaba con fruición las clases verbales que dejaban en mí deseos de descubrir nuevos mundos en la historia, la poesía y la pintura. Mucho le debo a este viejo maestro, especie de sabio anacoreta que dedicó su vida a la docencia. Se llamaba Alberto Maritano, falleció en Rosario.

AUTOR Nacido en Maizales (Santa Fe) y radicado en San Genaro. Conoció desde niño al trabajador rural, su entorno, al inmigrante y supo del dolor de la tierra. Poeta sensible. Publicó numerosos libros, colaboró en otros tantos. Su poesía ―La Riqueza‖ figura en la ―Nueva Enciclopedia de Santa Fe‖ (1993). Su pluma continúa dando frutos.

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De pronto, el sol dejó de iluminar San Jorge. La noticia corrió de boca en boca, con una velocidad inusitada. El ―Pulula‖ había tomado la determinación de partir a marcar goles en arcos del cielo. Con gran tristeza, el pueblo se acercó a despedirlo y encontró en el féretro dos camisetas de su amado Club San Jorge, que le cubrían el cuerpo. Una de voleibol, la misma que llevó tímidamente a la primer práctica, el día que fue convocado a la preselección nacional, y la legendaria Nº 9, que usó en el partido final contra el Club Piamonte, en el año 1982. Esa, que bañada en sudor vibró junto a él, cuando convirtió el último gol del partido y desató el delirante festejo del Atlético Campeón, luego de veintidós largos años de frustraciones. Cómo no iba a ser el Club parte de su vida, si vivía frente a él y era su segunda casa, aunque podría decirse que la primera, porque a la hora que se fuera a practicar algún deporte, allí estaba ese Pulu, de cabeza colorada, motivo de los tantos apodos al respecto: ―Batarás‖, ―Llamarada‖, ―Colorado‖ y desde siempre, ―Pulula‖. Cualquiera haya sido el apodo con que se lo saludaba, era respondido con un ―Hola‖, salido de esa garganta con arena, como dice el tango, y luego continuaba en lo suyo, aunque su 70 DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe


prioridad siempre fue el deporte. En básquetbol, era un luchador incansable, a pesar de su mediana estatura, se debía sacrificar jugando de pivot, dado al extraordinario poder de salto que tenía. ¿Salto?... si parecía que subía al cielo, cada vez que remataba una pelota de voleibol. No por nada, integró en varias oportunidades las selecciones, santafecina y argentina. Era un verdadero torbellino hecho llamarada, que reflejaba a simple vista su preferencia por el fútbol, deporte que lo llevó a ser el símbolo de la hinchada de Atlético. El año 1982, para su Club, fue el fin de una época de fracasos, futbolísticamente hablando. Se logró armar un súper equipo para competir en la zona, con jugadores de Santa Fe, Rosario y San Francisco, varios de ellos, ex jugadores de la primera división del Fútbol Argentino. Pero el Pulu, era el Pulu, y a los pocos partidos de iniciado el torneo, pasó a ser el titular indiscutido, haciendo delirar a la parcialidad rojiverde con su garra y goles. El salir campeón fue el mejor regalo de su vida. Cuando los años le pidieron el retiro de la práctica activa del fútbol, su deporte favorito pasó a ser el casín, donde también consiguió logros importantes representando a Atlético. A la acostumbrada garra que lo caracterizaba, agregó inteligencia, en esa lucha individual de tumbar la mayor

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cantidad de palitos posibles sobre el rectángulo verde de la mesa de casín. El destino le regaló una compañera maravillosa y cuatro hijos, uno de ellos siguió sus pasos en el fútbol y heredó la misma estrella. El ―Pululita‖ es también un ídolo de Atlético. Pero, por esas cosas raras que tiene la vida, su mente pasó poco a poco a funcionar irregularmente, transformando al Pulula vivaz, alegre, líder por excelencia, en alguien que, día a día, se alejaba más de los bellos sueños de vivir, llegando al triste momento en que eligió ir a convertir goles en otros cielos. Seguramente el tiempo irá apagando inexorablemente su recuerdo, pero con certeza les digo que seremos muchos los que continuaremos manteniendo su llama viva, al contar sus innumerables historias y hazañas. Y en algunos atardeceres nubosos, lo imaginaremos tiñendo el cielo con sus cabellos rojizos. Y con su brazo bien en alto, festejando un gol de esos…, que sólo Pulula Zímaro podía convertir. ¡Con el corazón, al recuerdo del querido Batarás!

AUTOR Nacido en San Jorge, eligió el camino de la docencia, y se recibió de Maestro Normal Nacional. Desde los trece años, ingresó en el mundo de la música abrazado a

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una guitarra, la que le permitió transformar sus versos en canciones. Recibió varias menciones por sus trabajos en libros, junto a otros autores. La historia de sus propias vivencias y la de personajes de su ciudad, escritas con un toque de humor, fueron publicadas en diferentes periódicos locales y de la zona. El año pasado publicó su primera novela: ―Las dos vidas de Liborio Roveda‖, un relato costumbrista y nostálgico, según palabras de María Beatriz Vicco. Con una excelente acogida, lo que obligó a cuadruplicar la impresión prevista originalmente. Hoy, al estar jubilado disfruta de sus dos grandes amores, la música y la escritura.

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Eran un grupo de amigos numeroso, bromistas, a quienes los hermanaba la pasión que sentían por la caza de la liebre. Durante la semana, casi a diario, se reunían después del trabajo en un tradicional boliche situado en la esquina de las calles Bv. Presidente Perón y Mariano Moreno en el popular Barrio Zugla de la ciudad de San Jorge, provincia de Santa Fe. Allí, mientras degustaban un aperitivo, organizaban con todos los detalles la cacería del próximo domingo. Algunos eran choferes de los camiones con los que se trasladaban, otros se encargaban de comprar el infaltable asado, un tercero se encargaría de pedir permiso al dueño del campo al que pensaban ir y así sucesivamente hasta tener todo bajo control. Ellos eran: Osvaldo Patón Lodigiani, Florindo Vescovi, Pablo Quiquin Nicolino, Juan Caballero, Ricardo Ortíz, Pocho Oitana, René Álvarez, Pancho, Chueco y Tito Fiorito, Fortunato Otta, Tolito Madera, Emilio y Ovidio Fijete Eguía, Carozo Isla, Eliseo Roggero, Rubén Reinhardt, Aldo y Livio Botta, Juan Cebú Bertotto y Oscar Rusca.

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En pleno invierno, partían con gran entusiasmo a las dos o tres de la mañana. Las heladas y la escarcha los encontraban ya situados en el campo elegido con una fogata encendida y café o mate cocido listo para calentarse. Todos llevaban escopetas y algunos de ellos tenían perros galgos o lebreles, aptos para la caza de la liebre por destacarse en velocidad y agilidad. Ellos se llamaban: Monita, Flinki, Lobo, Sirio, Por si pega, Marilú, Mirame, Tigre y Lucero. Eran animales muy bien adiestrados, (le llevaban al cazador su presa) y sus dueños los cuidaban con celo. Entrada la tarde emprendían el regreso, cansados, pero contentos. Colgaban las presas en los laterales del camión. En una oportunidad en que viajaron ―al otro lado de Las Petacas‖, (nunca divulgaban adónde iban), cazaron sesenta liebres. Una vez terminado de faenar los animales, el grupo de amigos se reunía nuevamente en el boliche antes mencionado para planear la cacería del próximo domingo. Ellos eran LOS LIEBREROS DEL BAR ZUGLA.

NOTA DE LA AUTORA: La caza de liebres se desarrollaba en las

décadas del 70 y 80. De los liebreros nombrados sólo cuatro viven y recuerdan con emoción aquellos momentos. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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AUTORA Escritora autodidacta de la ciudad de San Jorge. Participó en innumerables certámenes literarios en los cuales obtuvo premios y menciones. Publicó sus trabajos en las Editoriales De los Cuatro Vientos, Cathedra, Acuarela y otras. Forma parte del Círculo de Escritores Sanjorgenses.

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La tarde se presentó espléndida: temperatura cálida, cielo diáfano, completamente despejado, la suave brisa del norte acompañaba a todo aquel que quería sentirla, gozarla. Desde el patio de su casa, Angie, palpó la invitación del sol para caminar por las calles de su ciudad, así lo sintió, pero dudó un segundo, ¿quería ir sola? o ¿compartiría la caminata con su princesa Eulo? Mientras se decidía, siguió realizando sus últimos quehaceres, no faltaría mucho que la niña despertara de su siesta. Hasta el patio ordenado y limpio estaba ya. El llanto de la niña anunció el fin de la paz. Con una sonrisa y un rostro encendido, la levantó y mientras merendaban efectúo la invitación, para ser cortés nomás. Después de lavar las tazas, salieron hacia la aventura tomadas de la mano, Eulo, no dejaba de saltar, reía cada vez que pisaba los colchoncitos de hojas marrones y por cada cosa que le llamaba la atención hacía la pregunta ¿Por qué, mamita? Angie rogaba al cielo que esas curiosidades terminaran pronto. Hoy, no se preocuparía mucho de eso, su ciudad resplandecía a todas luces, los frentes de las casas parecían más bonitos, algunos jardines estaban multicolores con las DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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fragancias otoñales; algunos ciudadanos jugaban ser jardineros cortando el césped o sembrando, ella los veía felices, hasta que Eulo pronunció: ¿Mamita por qué hace eso? ¿Estaba alto el césped? Y la volvieron a la realidad con la premura del caso, le contestó como creía que la niña pudiera entenderla. Llegaron al parque, dejó a su princesa que corriera, la hamacó en el columpio elegido y luego siguieron su viaje. Unas cuadras más adelante, la vereda estaba ocupada por personas que solamente, en silencio la mayoría, compartían la temperatura agradable que el sol les regalaba. Eulo comenzó a caminar y observaba a cada una de esas personas, de pronto, uno, la saludó levantando la mano con profundos surcos y muy despacio; otra, le dijo —Chau, muñeca. —Chau, chau, chau —contestó, casi con temor, Angie se dio cuenta porque la niña apretó la suya. Al cruzar la calle, llegó como ametralladora la curiosidad: —Mamá, ¿cómo se llama la que me dijo ―chau‖? —No lo sé, Eu. —¿Qué nombre tiene el que levantó la mano? —No lo sé. —¿Y por qué están ahí? ¿Viven todos en esa casa?

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—Sí, viven todos en esa casita y están ahí porque necesitan muchos cuidados. —¿Qué cuidados? —Como ayudarlos a caminar, prepararles la leche, la comida y tal vez algunos se la tienen que dar. A otros les darán los remedios. Me parece que hay quienes reciben ayuda para vestirse. —¿Les contarán el cuento para que se duerman? —¿Y sus mamás no lo pueden cuidar? —Eu, esas personas, seguro que ya no tienen mamá, ni papá. Tal vez, cuando yo sea viejita también, viva en esa casa, porque tú no vas a poder cuidarme. —¡Se los ve tristes! ¿Verdad? ¿Por qué? —Porque tal vez extrañan a sus hijos, nietos o algún amigo. —¡Sabés qué podemos hacer, compramos una torta, volvemos, y los invitamos, así la tristeza se les va! Sin esperar la opinión de Eulo, Angie, se dirigió a la panadería, compró una linda torta y regresaron unas cuadras hasta el Hogar de Ancianos.

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Cuando se enteraron a qué volvieron, todos se acercaron a las visitantes, se dieron besos, se devolvieron caricias, y ya con mucha confianza, la niña jugó al oficio de periodista, y así se enteró de que Paulo era el nombre de quien le levantó la mano. Hacía muchos años que vivía ahí porque sus hijos eran muy pobres, a pesar de que habían formado su familia, tenían que trabajar él y su esposa, para poder darles de comer a sus niños , mandarlos a la escuela, no tenían tiempo para darle los remedios, ni de comer. María se llamaba la que le dijo muñeca, le contó que cuando era muy niña su mamá le había hecho una muñeca, que como cabellos le había puesto lana del color de cabello como ella, los ojos de su mismo color, se los pintó con carbón, y la boquita roja, con el lápiz labial que ella usaba cuando salía a pasear con su papá. Al verla con el resplandor del sol, se acordó de esa muñeca que adormecía, y la retaba como su mamá le hacía a ella, por eso la llamó así. Al ver varios rostros llorones, José, que no podía caminar, contó que cuando iba a la escuela, antes de llegar a su casa, le gustaba trepar un muro para sacar sin permiso del dueño, mandarinas y naranjas hasta llenar el portafolio y los bolsillos del guardapolvo. Muchas palizas recibió también sobre

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todo, cuando por descuido rompía el inmaculado uniforme. En este punto, todos se pusieron a reír y la tristeza se fue. Todos querían contarles algo y así hubo un albañil que construyó aulas en la escuela más antigua de la ciudad; también el pintor, que cubrió de color las paredes de la iglesia; el cuidador de la plaza y parque, no sólo de las flores y de las hamacas, sino también de los niños, a Jeremías le gustaba jugar con los chiquilines, los ayudaba a esconderse para que no le dieran la pica, o los levantaba y consolaba cuando se caían al jugar a la mancha. Ahí vivía el Tano, que dejó su Patria y su familia, para progresar trabajando en la fábrica de vidrio y explicó como cuidaba el fuego para que no se apagara, cuando fue grande ya, aprendió a soplar el vidrio caliente y darle forma, pero no pudo ir a ver a sus papas, ni a su familia, formó su familia en esta Patria que lo cobijó. Entre charla y charla, la torta se terminó, la paciencia de Eulo se acabó, su mamá se dio cuenta, era tiempo de volver. Una sinfonía de besos y abrazos fue la despedida, todos los abuelos, esos personajes anónimos dijeron: Chau… levantando las manos, dibujando una sonrisa en sus labios y en

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sus cansados ojos, una chispa de felicidad. La tarde fue más linda aún. La puerta se cerró tras ellas, sus corazones estaban hinchados de emociones, risas. Y el sol, cansado de hacer gozar un espléndido día, fue escondiéndose hacia el ocaso. Ya la oscuridad había escondido también la casita de los nonos, esos personajes ignotos para el resto de los ciudadanos, pero no para Angie y Eulo, que desde hoy, comprendieron que con sus trabajos regalaron la ciudad pujante de hoy, abrieron los surcos y marcaron huellas para que los que quisieran seguirlas, las hagan más profundas. Eulo, esa noche, rezó por todos los personajes que conoció ese día. Angie, bajo la tibieza de la frazada y abrazada a su marido soñará la tarde pasada en el cielo. AUTORA Oriunda de la ciudad de Santa Fe, sanjorgense por adopción. Colaboradora en los libros: Memorias del pasado del Departamento San Martin, con los escritos ―La cortadora de césped‖ y ―Recuerdos y algo más‖. Antología, poemas y cuentos: ―Tú, cerca de mí‖. ―Cinco minutos‖ (poemas). ―Tormenta‖ (narración). De Pueblo en Pueblo-Antología de una región que escribe-―Pinceladas‖.

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En un verde potrero, allá por 1930, un grupo de muchachos jugaban al fútbol, como una de las diversiones más comunes de los pueblos de aquel entonces. Luego de unos minutos, donde la de cuero iba y venía, llegaron los directivos del Club más importante del pueblo para conversar con los jugadores. —Les aviso que tenemos que formar un equipo para el domingo —dijo quien parecía ser la voz de los recién llegados. —¿Dónde jugamos señor? —preguntó un joven. —En el pueblo de Landeta, contra Deportivo Mitre — respondió el dirigente. Mientras algunos practicaban tiro al arco, otros se ubicaban en el potrero orientados por un jugador mayor, quien parecía ser el conductor. Al rato se fueron sumando otros jóvenes y así la cancha comenzó a tomar vida futbolera. Uno más interesado preguntó: —¿Con qué vamos a viajar a ese pueblo? Hay que recordar que no existían en esos tiempos en los pueblos del interior ni colectivos, ni taxis, por lo cual el DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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transporte más común eran los vehículos de tracción a sangre, mediante volantas, salvo personas muy acaudaladas que contaban con automóviles. Como no todos entraban en la volanta, le encargaron a Mateo para que consiguiera otro medio de traslado para ese fin de semana. Pasaron los días y el domingo llegó. A la hora indicada estaba el Amancio con su volanta en la cual se ubicaron algunos jugadores ya vestidos y un directivo. Entonces los que ahí estaban se preguntaban con qué vehículo viajarían ellos y es así como a la vista de todos se dirigió hacia Mateo. —Esperen... esperen un rato que ya van a venir a buscarlos, con lo mejor que pude conseguir —respondió sonriendo. A todo esto, la volanta con los que pudieron sentarse partió hacia el sur, dejando a los demás en la espera. Cuando pasaron unos minutos, se oyó el ruido característico del camioncito de Palacios, el funebrero del pueblo, quien detuvo el mismo justo enfrente de los asombrados deportistas y directivos. En ese instante, se bajó el singular conductor, que era petiso, pero con elegante traje oscuro y dirigiéndose a la parte trasera del furgón, donde 84 DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe


comúnmente llevaba los candelabros, el ataúd y una cruz, había dos bancos de madera. —Vamos muchachos… suban que está a su disposición —dijo Palacios sonriendo. Esto fue motivo para que todos estallaran en una carcajada

y

luego comenzaran

a

sentarse.

Acto

seguido, cerrando las puertas partieron a su destino. Como es de imaginarse la llegada al Club vecino del furgón del funebrero Palacios fue una sorpresa e intriga para los espectadores del encuentro. Algunos creyeron que había fallecido alguien del pueblo, máxime cuando ingresó el camioncito al predio y se detuvo cerca de las mesas de planillas. Todos enmudecieron en las cercanías al detenerse el automotor, del cual bajó el conductor Palacios, quien abriendo las puertas del mismo, les dijo sonriendo: —Aquí les traigo…a los muchachos para jugar… Recién ahí se soltaron las carcajadas y sonrisas de los presentes. Hasta algunos hacían bromas, como aquella muy oportuna como la de ―Aquí llegaron los muertos de San Jorge" que era festejado por los hinchas locales. En un momento, empezó el partido con grandes gritos del público local, mas cuando los visitantes terminaron DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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ganando 3 a 1, ya nadie se reía del equipo "funebrero" que llegara en un viaje inesperado... y que fue comentario de los bares del lugar por mucho tiempo.

AUTOR El escritor e historiador regional Rubén M. Rópolo, nació en San Vicente (Santa Fe).Actualmente vive en San Jorge. Comenzó a escribir en los medios de prensa cuando sólo tenía quince años, entre ellos debemos mencionar a los Diarios "Castellanos" (fue ganador en 1969,1970 y 1975) del Sello de Oro de la Popularidad que otorgaba ISEPA. Colaboró con "La Capital" de Rosario, "Nuevo Diario", "Hoy", las Revistas "Así", "Mundo Argentino". Fue creador del Periódico "A Toda Marcha!" en 1972 . En 1982 escribe para Diario "El Federal" y una reseña de la famosa carrera de 1912 (Carlos Pellegrini-San Jorge-Rafaela) se encuentra en el archivo de la fábrica alemana AUDI-NSU y recientemente publicada en Internet y en la revista "Ruedas Clásicas" Internacional. En 1998, el Archivo de la Pcia. Santa Fe le publica un trabajo sobre inmigración "Vivencias de la Flia. Rópolo" y en el 2005, el Congreso de Historia imprime en papel y en Internet su obra "Crónicas de la Medicina en Santa Fe", que ahora es consultado por los estudiantes de enfermería de la región. Ha escrito aún no publicados la "Historia de los molinos harineros en la Pcia. de Santa Fe", "Los Cossettini y su pasión por la educación", "Presencia del gaucho en la región centrooeste santafesina" y "Viaje a los mensajes del pasado" que reseña las comunicaciones en la zona central y otros países en la antigüedad. Continúa trabajando en el mejoramiento cultural del hombre y la mujer actual, siendo además miembro fundador en 2009 del Círculo de Escritores Sanjorgenses, entidad que desarrolla una importante tarea en bien de los amantes de las letras de la ciudad y la región.

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Sin espamentos ni gritos le arrancó aquella oreja a los perros la arrojó como quien lava una ofensa.

Hay infinidad de sucesos y personajes guardados en la memoria o el olvido de un pueblo, aunque para la historia existan hechos y hombres visibles e invisibles. Esas historias mínimas, que porfiadamente persisten en el recuerdo de los más viejos -con las deformaciones propias que da el tiempo y las

repeticiones

orales-

son

en

definitiva

elementos

constituyentes de la idiosincrasia de un lugar o, al menos, indicadores de determinado contexto histórico. La década de 1920 estuvo signada en lo cotidiano por la fuerte rivalidad entre radicales yrigoyenistas y alvearistas –con sus respectivos caudillos que florecían en cada rincón del país, sin obviar a los conservadores- y por una gran conflictividad social que se tradujo en huelgas obreras en las ciudades y en el espacio rural, con sangrientas represiones a las mismas. Los ejemplos clásicos son la Semana Trágica, en Buenos Aires, y las huelgas de peones rurales en la Patagonia. Por ese mismo

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tiempo, tanto en San Jorge como así también en otros lugares de la Pampa Gringa, se produjeron huelgas de estibadores contra las casas cerealistas que impidieron temporalmente el almacenaje, transporte y comercialización de las cosechas. Hablar de ―carneros‖ o ―rompehuelgas‖ implica remitirse a la historia misma de las luchas de la clase obrera internacional. En nuestro país, la utilización de ―carneros‖ viene de larga data. Precisamente, la Semana Trágica de 1921 comienza con los enfrentamientos entre carneros y huelguistas de los talleres metalúrgicos Vasena. San

Jorge

también

conoció

la

presencia

de

rompehuelgas, traídos de otros lugares y alojados en los galpones de la zona ferroviaria y los naturales enfrentamientos con los huelguistas locales. Uno de aquellos peones en huelga era José ―Pepe‖ Miller, hijo de una de las familias fundadoras, en 1886, de lo que actualmente es la ciudad de San Jorge, donde nació en 1900. Durante mucho tiempo –hasta que el sol de la memoria fue tomando color de olvido- fueron célebres las acciones de Miller en esas jornadas de huelguistas y carneros. De él se contó que un atardecer arremetió a pura furia de su caballo contra un grupo de rompehuelgas, que estaban 88

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parados en la alta vereda de un boliche y que desmayó a cinco de ellos a rebencazos. De él se contó que una noche persiguió a pie a uno de los carneros hasta que le dio alcance y le amputó, a cuchillo, una de las orejas. También se contaba que intervino para evitar que dos policías dejaran de ―sablear‖ a un obrero en plena calle. Se dijo que los milicos la emprendieron contra Miller, quien los zarandeó a puntazos con su cuchillito de tres centímetros de hoja, que él utilizaba para cortar los hilos de las bolsas arpilleras, dándose tiempo para arrojar puñados de tierra a los ojos de los guardianes del orden. Se decía, que para esquivar las represalias policiales, Pepe Miller, se refugiaba en el monte de la estancia Las Yerbas, donde era protegido por un viejo medio salvaje que vivía en medio de aquella espesura. Juan Bautista Calcia es otro de esos personajes emblemáticos –lo cual no significa ejemplares- en la historia menuda de San Jorge y zona. Al igual que Miller, era alto, delgado y muy ágil. A diferencia de Miller, tenía un buen pasar económico pues era propietario de campos en la zona, donde se dedicaba a la agricultura y la ganadería. También se conoce que fue comisario en Landeta y que su gestión fue ―impecable‖ pues ―todo estaba seguro y tranquilo‖. Aunque, de él aún se dice que si sus peones le reclamaban el sueldo los mataba y previamente DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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les hacía cavar la propia fosa. También se cuenta que en un boliche de San Jorge, dijo al bolichero ―Yo le pago las botellas que rompo‖. Sacó su revólver y tiró a cada una de ellas. Pero cerca estaba una joven embarazada que recibió uno de los balazos y falleció. Calcia y Miller se ―trataron‖, aunque no se menciona un altercado entre ellos, salvo una breve conversación en un exboliche. Calcia entró al lugar y lo primero que hizo fue patearles la mesa a unos criollos que habían quedado mudos ante la presencia del hombre tan temido. Luego, se arrimó a Pepe y lo saludó ―amablemente‖. Miller lo miró con firmeza y en voz baja le transmitió: ―Estoy tranquilo y quiero seguir estándolo. ¿Entendido?‖ Calcia le sonrió y se fue del lugar. La mitología popular suele ser demasiado abundante en exageraciones, omisiones y distorsiones. Nadie puede saber lo esencial de aquellos hombres. Sí, se sabe que los dos murieron en la cama y de muerte natural. Pero hubo un hilo invisible que, en cierta forma, enlazó el destino de esos hombres tan diferentes o, quizás, singularmente parecidos. Mientras Calcia se desempeñaba como comisario de Landeta, un día, antes de ir a presenciar un partido de fútbol, dejó la Comisaría a cargo de un agente policial, llamado Roberto Albarracín. Este agente no tuvo mejor idea que cerrar 90

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las dependencias y también fue a ver el encuentro deportivo. Se sacó su uniforme, se puso un sobretodo negro y apareció por la cancha. Calcia, al verlo, se enfureció, comenzó a insultarlo y se le fue encima. Albarracín, sin palabra alguna, permaneció con las manos en los bolsillos de su abrigo. Y desde allí disparó su revólver calibre 38. Calcia cayó. La bala le destrozó la médula y le dejó paralizadas las piernas para el resto de su vida. Roberto Albarracín era cuñado de Pepe Miller.

AUTORA Maestra Normal Nacional y Profesora de Historia. Nació en la ciudad de Rafaela, en la provincia Santa Fe, reside en la ciudad de San Jorge. Autora de relatos fantásticos, entre ellos ―La dama del rojo clavel‖, ―La casa del fangal‖, ―Donna dentro nelle storie‖, ―Rosas amarillas‖. También autora de poemas: ―Sonidos de luces y sombras‖, ―Burbujas del alma‖, ―Rocíos de versos‖, ―Pétalos en el viento‖, ―Olas del silencio‖, ―El cuenco de mi valle‖, ―Tinta de arrope‖, ―El cielo de mi atardecer‖, ―Transparencias del alba‖, ―La historia en poemas‖, ―Pájaros en mis manos‖, ―Flores en suspenso‖, ―Poemas de cristal‖, ―La otra piel poética‖, ―Esparciendo esencias‖, ―Desde un profundo lugar I‖, ―Desde un profundo lugar II‖, ―Poemario XXI‖, ―Archipiélago de haiku y tanka‖, ―Trovando I‖, ―Trovando II‖, ―Aromas a nostalgias‖. Autora de relatos sobre la historia y los Derechos Humanos: Material narrativo y poético sobre nuestra historia y sobre aquellos DDHH olvidados. Su literatura infantil abarca cuentos y poemas con rimas.

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No, no vale la pena discutir. Estoy decidida. Salga de aquí. De donde sacó esos pensamientos. Váyase enseguida. No me interesan los hombres viejos con ideas triviales. El hombre de mediana estatura y moreno no se inmutó y siguió allí sentado, mientras Doña Julia continuó con su charla. ¿Oyó lo que le dije? Si tiene ganas de hablar hágalo, espero que no moleste y sirva otro mate. Usted se apareció aquí y ni siquiera llamó a la puerta, pasó nomas. Se cree dueño de todo, dijo la Doña moviendo sus huesudas manos sobre su regazo y siguió espiando a través de los visillos de la ventana hacia la calle. Empiece de nuevo, dígame lo que tiene que decir, lo escucharé. No alce la voz y enfoque bien con sus ojos que me da escalofrío. El viejo se inclina hacia delante en la silla y parecía pensar. ¿Así que vino a qué? Se me ocurrió que usted tenía sentimientos verdaderos hacia mí, pero ahora veo que otras son sus intenciones. Nunca

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me casé, yo no soportaba la idea de vivir con un hombre y que con el paso del tiempo la muerte cayera sobre él. El viejo escuchaba paciente, alzó la mano y miró a Julia con ojos brillantes, fríos y oscuros antes de que abriera la boca, como si supiera todo. Respetaba la manera de pensar de Julia. Todo esto el hombre lo sabía muy bien. Julia resopló, anda usted bastante despistado, si me pone las manos encima le escupiré la cara. El viejo sonrió y Julia balbuceó: Deje esa sonrisa de perro enfermo, soy demasiado vieja como para que me hagan el amor. Todo en mí está retorcido, seco, como un viejo pomo de pintura abandonado durante años. A lo lejos oyeron las campañas dando las doce horas. Julia lo miró con ojos relampagueantes. Viejo ¿se quedará ahí sentado todo el tiempo?, entonces no le importará si duermo una siestita, ¡y no se mueva de esa silla! No empiece a dar vueltas a mi alrededor, descansaré un rato. Estaban solos, en el viejo cuarto que olía a orines y materia fecal de cachorrito. Todo tan tranquilo.

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No se mueva de esa silla ¿eh señor? Dejaré un ojo abierto. ¿Quién me besa la mejilla? Un sueño, nada más que un sueño. El hombre se pone de pie. ¿Se da por vencido, no es cierto? Ve… no ha podido convencerme, soy terca como una mula. Nunca me sacarán de esta casa y no lo intente otra vez. No, no firmaré.

AUTORA Vive en Totoras, Pcia. de Santa Fe. Realizó sus estudios primarios en Escuela Campo Barbero y los secundarios, en la Escuela Superior de Comercio de Totoras. Participó en cursos del INTA en Oliveros. Integrante Clubes 4ª. En 1977, Auxiliar de Enfermería y trabaja en ello. En octubre de 2000 participa del Primer Concurso Provincial de Poesías y Narrativas. En mayo de 2001, Convención Salud y Vida. En octubre de 2011, Taller sobre Proyectos a cargo de Viera Schiopetto y Conferencia sobre Marketing en Sociedad Rural. Colabora en la Revista ―Fragmentos de Vida Totorense‖ y ―La Revista de Totoras‖ en sus inicios. En los años: 2002- 2003- 2004 participa en el Libro ―Palabras del Alma‖ de San Lorenzo.

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En mi carácter de modesto escritor, tengo el gran honor y el inmenso placer de poder participar en la literaria convocatoria del Ente Cultural de la Provincia de Santa Fe, edición de la Antología que se denomina De Pueblo en Pueblo Año 2013, con la finalidad de publicar la historia de personajes que residieron en cada localidad. Presento, para distraer un instante a nuestros queridos lectores, la vida artística de un distinguido personaje totorense llamado Clodobaldo Cequeira, más conocido por el diminutivo de su nombre, Clodo. Vivió en la calle Alberdi, en el Barrio Benaglio de Totoras. De nacionalidad, argentino. Casado con Doña Adelina Tramanoni. Dos hijas, Marta y Adelma. Comenzó tocando el bandoneón de oído y llegó a ser un eximio ejecutante y el bandoneón lo acompañó siempre. Además sabía tocar cualquier instrumento. Me contó su hija Marta que Clodo fue de visita a una casa en el pueblo vecino de Larguía. La familia tenía un armonio que estaba abandonado, fuera de uso y Clodo empezó a tocarlo. La dueña que lo había escuchado le dijo: Qué bien tocó el vals Desde el alma.

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Reflexiones: Clodo y bandoneón, sinónimos. Clodo y bandoneón, como hermanos. Clodo y bandoneón, toda la vida. La popularidad de Clodo irradiaba simpatía. El corazón de Clodo palpitaba al unísono con el fuelle del bandoneón. Si el viento identificativo de Clodo es muy fuerte, entonces, agrégale ―más cola al barrilete‖. Previo comentario, un domingo a la tarde con mi bicicleta salí a dar una vuelta como dicen, la vuelta del perro. Enfilé por la calle Las Heras y el Boulevard Garay hasta el final donde se realizaban las tradicionales carreras cuadreras. Después esta actividad turfística se trasladó a la Villa del Club Totoras Juniors. En el Boulevard, se construyó un Paseo y el Anfiteatro con la denominación de Paseo de los Colonizadores, hasta el presente Año 2013, en que se cambió dicha denominación con el nombre de Jesús Delfor Medina, en homenaje a quien en vida fue un inspirado poeta, dedicado a las artes en sus manifestaciones y vecino de este predio del Boulevard. Anécdota de Clodo: En la calle del Boulevard se instalaban carpas para venta de bebidas y tenían la animación de guitarreros. Supo venir un Dúo del Cuerpo Estable de una Radio de Rosario, y se hospedaban en el Boliche de Marinzaldi. En la calle Pueyrredón, Waldino Gómez instaló su carpa con 96

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Clodo – su amigo y compañero de salir en sulky a la noche para dar serenatas. Yo recalé en esa carpa apoyado en mi bicicleta para ver, oír y recordar lo que, ahora, estoy escribiendo. Un señor forastero, porque venía gente de los pueblos vecinos, le pidió a Clodo el vals Palomita Blanca. Clodo le dijo: Sí, pero va a ser más luego, porque estoy escuchando las partidas de la primera carrera y no quiero que la pierda. Después, con todo gusto voy a tocarle Palomita Blanca. Este señor se retiró prometiendo volver. Yo también me retiré en mi bicicleta, pero no para jugar porque no juego. Mientras esa tarde terminé la vuelta del perro, yo quedé pensando: Definitivamente, Palomita Blanca se habrá volado. También es digno recordar a Clodo en bandoneón y su sobrino Arturo Cequeira en guitarra

que integraron una

Orquesta Típica, tenía un joven y promisorio cantor. Por último, Clodo, para satisfacer su sensibilidad espiritual, asistía a los oficios de un Culto Evangélico, donde en los Cantos de Alabanzas con su bandoneón tocaba para la mayor Gloria de Dios. Como corolario de esta expresiva narración, ofrecí abundante sonido musical de Clodo, con amor ejemplar.

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Agradezco a Marta la amable atención de conseguirme los datos personales y familiares de este personaje. Finalizo esta prosa poética con este verso: Colorín, colorado, la Anécdota de Clodo, ha terminado. Si leíste... Gracias...

AUTOR Vive en la ciudad de Totoras. Sus participaciones: Primera Antología DE PUEBLO EN PUEBLO 2012. 1ª y 2ª Antología LETRAS DEL ALMA –Iriondo es Cultura. Concursos Literarios – Municipalidad de Totoras. En Radio FM de Totoras, hace 18 años diciendo Literatura Poética- Programa ―CANTO A MI TIERRA‖. Publicaciones en Talleres Literarios de Totoras - Santa Fe.

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Hay personas que marcan una ciudad. Son aquellas que a través de su originalidad, su trabajo constante, su manera de hacer las cosas y trascender, redescubren el mundo y lo transforman de manera positiva. Eva Erni de Borla, o Erni Borla, que era como firmaba sus obras, fue mucho más que una artista. Fue una gran mujer. Protagonista de una vida particular, que pasó jalonando de arte los lugares por donde transitaba. Pero, además, inventó una técnica que le dio fama y honores, llevó sus obras por todo el país, América e inclusive a Europa: el ―naturalismo figurativo‖. Erni Borla no pintaba con pinceles o espátulas, pintaba con la naturaleza misma. Vivió 93 años. Había nacido en 1919, el 14 de enero, hija de Marta Heinzen y Adán Erni. Se casó con Armando Borla. Nacieron de esa unión dos hijas, Ethel Teresita y Leda Virginia. Y falleció en 2012, el 26 de marzo. Nos dejó un legado exquisito de esculturas, cuadros, frescos, que pueden contemplarse tanto en algún recinto del Vaticano como en las calles de Esperanza, esa ciudad que la vio nacer, amar, crecer, ofrecer su arte y morir. Egresó con la primera promoción del Liceo de Bellas Artes ―José Pedroni‖ de su ciudad natal en 1958. 100

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Era muy particular en su forma de vivir y presentarse. Su casa en Esperanza, su atelier el ―Antigal‖, como se llama, que construyó en barro con sus propias manos, fue donado a la comunidad para que sirviera de museo. Enclavada en el barrio sur, es un oasis de naturaleza y arte, aunque muchas veces dudamos donde termina una y empieza la otra. Su otra casa, en Cabalango, provincia de Córdoba, fue refugio, inspiración y vértice desde donde recaló en tantos otros lugares buscando ―materia prima‖ para sus obras. Su trato fue siempre jovial y ameno, desbordando la sabiduría de quienes beben la vida de a sorbo, la paladean y la comparten. Sencilla en sus maneras, primorosa en sus producciones. Los cuadros de Erni Borla hilvanan plumas, piedras, tierras, hojas y frutos. Son explosión de colores y texturas naturales, inspiración genuina de la artista. Sus esculturas, (con muchas de ellas nos encontramos en un paseo por la ciudad de Esperanza), exhalan el amor por la gente de la región, sus ocupaciones, su alma. La Avenida de los Colonizadores, uno de los accesos a la localidad, está jalonada de

testimonios

que

atraen

la

atención

y

generan

reconocimiento, a la autora y a los representados: el labriego, la sembradora, las semillas, las manos.

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La caracterizaba la generosidad y la humildad. Sufrió mucho la progresiva ceguera que marcó sus últimos años. Mas no la amilanó, continuó trabajando en lo que pudo hacer; siguió abriendo las puertas de su Antigal a todos, alumnos, maestros, artistas, curiosos, amigos y desconocidos. Siempre atenta a brindar palabras perladas de sabiduría, de búsqueda, de originalidad y cariño. Escribió un libro dedicado a sus obras que se titula ―El árbol me pidió una cruz‖. Recibió numerosos reconocimientos, que se traducen en premios, distinciones, poemas, homenajes, exhibiciones. Durante su vida, mereció estar en numerosos programas de televisión en los cuales, cronistas asombrados presentaban su singular maestría y su innegable sapiencia. Hablar de Erni Borla es evocar la mujer, mezcla de hada y estratega del arte, fusión de forma, color, ingenio, tesón y creación, que pasó sembrando su originalidad y contagiando humanidad. Que descubrió el arte de la naturaleza e hizo de la naturaleza su forma de arte. Que brindó mucho, por sobre todas las cosas, se brindó a sí misma, para que sea muy difícil olvidarla, para que brote, francamente, nuestra gratitud.

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AUTORA Mabel Pruvost es Técnica Superior en Gestión Cultural, periodista y escritora. Trabaja en radios de la ciudad de Esperanza, coordina talleres literarios para niños, jóvenes, adultos y tercera edad. Ha recibido premios y menciones en concursos periodísticos, de cuentos, de ensayo y de poesía en Argentina, Perú, España. Es autora de los libros para niños ―La Esperanza de Ana‖, ―El barco de Luigi‖ y ―Un día con la vaca Carolina, fotógrafa‖. Participó en antologías como ―Creo en Palabras‖, ―Letras para el encuentro‖, entre otras. Es autora de la letra del Himno de la Basílica de la Natividad de Esperanza. Brindó numerosas disertaciones, presentaciones de libros, talleres y cursos, inclusive en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Es fundadora y ex presidenta del Movimiento Esperancino por las Letras. Figura en la ―Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe‖, Editorial Sudamérica Santa Fe, tomo IV. Su biografía está incluida en ―¿Quién es ella en Santa Fe?‖ Tomo III de Gloria de Bertero (Ed. Vinciguerra, 2007). Posee una página en facebook sobre su taller literario: Cazapalabras.

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Me pregunto… y pregunto a los que me rodean: ¿Por qué a esta altura de mi vida, con mis ochenta y cinco años, tengo que permitir que me dirijan? Escuchar constantemente que me digan: Ponete, sacate, cambiate los lentes, sacate esa ropa… ¿no tenés calor?... sentate bien, no arrastres las chancletas. ¿Por qué tengo que sufrir, cuando al preguntar algo me contestan con fastidio o directamente no me contestan? Mis oídos están fallando y si pregunto nuevamente me dicen de mal modo ¡sorda! Y así es continuamente… Entonces pienso, nos consideran material de descarte. Y yo digo, con todas las letras, que me siento en muchos eventos como el trece de la docena… ¡Muy triste! En la soledad de mi casa, me siento una reina; me desplazo como quiero, hago lo que quiero y disfruto cada momento. ¡Vivo! Porque sé que irrevocablemente llega el final algún día. No me preocupa. Gozo con mis trabajos manuales, tejido, costura, mi gimnasia que amo tanto, estudiar italiano, aunque me cueste. Disfruto el acostarme y levantarme a la hora que me place.

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Me gusta la cocina y disfruto de ella, me encantan y me apasionan los trapos, me pasaría el día entre ellos. Me gusta comprar, no ya para mi casa porque pienso, ¡pobres mis hijos cuando yo no esté, cuántas cosas van a llevar al basural! Me gusta disfrutar de una mesa con amigos, casi siempre son más jóvenes, pero noto que me aceptan con cariño. Con los de mi edad, la verdad, me aburro. Traté siempre de extenderme un poco más, aprender, investigar lo desconocido para entretenerme. Sueño, algún día, poder visitar la tierra natal de mi papá, Italia… no sé si llegaré, pero soñar no cuesta nada. Cuando miro para atrás, me doy cuenta de todo lo que aprendí y de todo lo que me falta todavía. Y sigo entonces, transitando la vida, en primera persona.

AUTORA Nació en Felicia. Cursó sus estudios en la Escuela Nº 337 ―José Manuel Estrada‖ y con el correr del tiempo formó su familia y se estableció en el pueblo. Realiza múltiples actividades, tanto de formación personal como de servicio a la comunidad, participando en varias instituciones felicianas.

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Un 30 de agosto, hace cincuenta y cuatro años, un joven llamado Alejo llegó del norte a estos pagos para probar suerte. Había nacido en Villa Minetti y no conocía otro modo de vida que no fuera el campo y sus labores, secretos y encantos. Era el tercero de trece hermanos, con niñez y adolescencia en ―La Carreta‖ (una estancia de Villa Minetti) y educación en la ―escuelita rodante‖, con una docente muy querida por él, la legendaria ―Maestra Caracol‖, Ángela Peralta Pino. Desde muy chico trabajó junto a su papá en el desmonte, a pico o hacha. Cuando salía a recorrer el campo al cruce iba a clases, a veces de mañana y otras por la tardecita, cuando terminaba la jornada. Pero le alcanzó para aprender a leer y escribir, de una manera lenta y tal vez con algún error, pero entendible. Y en las cuentas no había quién lo pasara. Al llegar a Lehmann, con diecisiete años cumplidos y lejos de su familia, comenzó a trabajar en el Establecimiento ―San Juan‖: una simple casita en medio del campo y su patrón, don Igilio que fue como su padre, además de un gran amigo. Aprendieron muchas cosas uno del otro. Cariñosamente, lo llamaría el ―Nono‖.

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En esos momentos su vida no fue fácil. Tuvo que pasar mucho y hacer de todo: levantar alambrados, ordeñar, llevar tierra con un tumbero para terraplenar los bebederos para los animales, plantar. Tantas cosas… Pero el tiempo fue pasando y conoció a Miriam, su amor. Se casaron y tuvieron tres hijos. La mayor de sus hijas le dio tres nietos. Los años avanzaron y la familia siguió trabajando. En 2003, el ―Nono‖ falleció. Fue una pérdida muy dolorosa para todos, en especial para él. Al faltar Igilio, su mujer y su hija quisieron vender el campo, lo que fue un golpe muy duro para Alejo. Entre idas y vueltas se acercaba el momento de la sucesión y finalmente Andrea, hija del ―Nono‖, decidió quedarse con la parte del campo que le correspondía y tomó como empleado a Don Alejo, y le dio el puesto de encargado general. Así, Alejo recibió el premio más grande que le pudieron dar. Con mucho orgullo y responsabilidad llevó adelante su labor, que no fue fácil. Ahora tenía que tomar decisiones sobre cómo seguir, ya que la nueva patrona dependía de sus acciones. En un año, el campo demostró la sabiduría de quien lo manejaba. Se dio el gusto de cambiar algunas cosas e incluso realizar la nueva entrada, a su idea, con un cartel grande en el que ahora se lee ―Establecimiento Don Igilio‖. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Fue preparando a su hijo y a uno de sus nietos, que se llama como él, para que siguieran su camino. También logró que Andrea le alquilara la parte a su mamá y así recuperó, otra vez, las hectáreas que el ―Nono‖ había dejado. Fue una gran satisfacción personal. Sólo me falta decir, con orgullo, que Don Alejo es mi papá. Y que aunque hoy no está más con nosotros por decisión de Dios, nos dejó hermosos recuerdos, la enseñanza del cumplimiento y de la responsabilidad. Pero sobre todo, un gran ejemplo. Don Alejo siempre decía: ―El día que tenga que irme del campo será con las piernas para adelante‖. Y como nos lo inculcó, cumplió.

AUTORA Es una mujer lehmense de nacimiento. Gusta de leer y escribir, actividad que realiza por vocación. Empleada Comunal, está completando sus estudios secundarios en el Anexo N° 6139 que la Escuela de Enseñanza Media para Jóvenes y Adultos N° 1139 "Alfonsina Storni" de Sunchales, tiene en su localidad.

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PRÓLOGO

Este relato es a modo de homenaje a un hijo adoptivo de este pueblo, que llegado de la lejana España sufrió el desarraigo en una época en que las comunicaciones eran muy difíciles de establecer. Sufrió las adversidades y dificultades que nos presenta la vida, pero… atesoró una familia que hoy lo recuerda y que valora cada día más su legado, que como muchos saben en este pueblo no fueron bienes materiales, sino los que hacen a una familia siempre unida a pesar de las diferencias. Su trabajo de verdulero también lo compartió con el de bolichero, agricultor en un pequeño terreno de su propiedad y hasta fue tambero ordeñando alguna Holando para alimentar a los pequeños. Siglo XX. Década del treinta, guerra civil en España. El momento y la razón para alejarse -no lo sabía entonces- para siempre de su Asturias querida. Soledad, como el nombre de su amada. Tristeza, dolor y algunas pequeñas pertenencias abarrotadas, amontonadas en su precario equipaje fue lo poco que trajo y con eso, tras un largo viaje por mar y distintos destinos en nuestro país, llegó a

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nuestro pueblo. Un año largo después y con sus primeros tres retoños (asturianas todas), llegó ella. Fueron tiempos difíciles de trabajo con poco descanso, viajes en volanta a la ciudad a cargar verduras destinadas a comercializar en la zona rural aledaña al pueblo y también visitando personalmente, casa por casa, vecino por vecino, siempre, pero siempre, entonando versos de su tierra nunca olvidada, con mucho amor y toda la nostalgia... ―ASTURIAS, PATRIA QUERIDA, ASTURIAS DE MIS AMORES, QUIÉN ESTUVIERA EN ASTURIAS EN TODAS LAS OCASIONES‖. Y agradecido a este

suelo que le brindó cobijo se animaba con… ―Y TODO A MEDIA LUZ…‖

Mientras tanto en el hogar se sumaron con los años once bocas más y las alegrías y problemas que ello ocasionaba: se casa la más grande, el bayo está muy enfermo, la más chica ya camina, qué frío vino este invierno, desde hoy la casa es nuestra. Con visión clara, mano firme, esfuerzo y honestidad creció la familia de mi verdulero y la casona se siguió poblando de criaturas (un crisol de razas), a las que más tarde los hijos llevaban a las fiestas, que eran muchas, y mantenían vigentes las costumbres y tradiciones de la lejana tierra con mucha animación. 110

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Mientras la vida pasaba mi verdulero se involucraba en los problemas del pueblo y, arriesgando sus pocos bienes materiales, se integraba a la Comisión pro-entrada pavimentada al pueblo, que lograron concretar, no sin pocas dificultades. También sumaba su esfuerzo a las largas y costosas campañas futbolísticas del ―Moreno‖ y, desde la verdulería, colaboraba con la generosa yapa con quienes más necesitaban. Y ya cercana la hora de partir de este mundo, mi verdulero recibió un premio para mitigar la tristeza a veces disimulada u oculta en algún vaso de alcohol: su hermana más chica, sí, la menor de la familia, después de cincuenta años, llegó una tarde desde su lejana tierra y pasó treinta días con él. No alcanzaron las horas para tantas preguntas, muchas sin respuesta. Y bailando la ―jota‖, entre risas y lágrimas, se cerró también esa etapa de su vida. Lo que he narrado en este corto relato es lo que sucedió no hace mucho en mi pueblo. Mi verdulero era José González Alvarez;

ella, ―Soledad‖, era Consuelo García Zapico. Y lo

tangible son su familia: hijos, nietos y bisnietos con virtudes y defectos. Siempre tratando de seguir una línea de conducta acorde a lo aprendido en ese hogar y viéndonos generalmente a fin de año festejando la llegada de uno nuevo con alegría, proyectos y sueños. Los mismos sueños que mi verdulero había DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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traído desde Ciaño, aquel pueblito situado en la zona montañosa de Asturias y que pudo concretar aquí. Esta historia, que puede tener semejanzas con otras, nos da la pauta de la fortaleza, la constancia, la tozudez para vencer o superar adversas situaciones que mi verdulero, como tantos otros inmigrantes, debieron atravesar. Y lo que deja a sus herederos es la enseñanza de su ejemplo, de aprovechar sus experiencias para seguir mirando la vida con optimismo, y difundirlas para provecho de otros que, con dignidad, tengan la capacidad de ayudarse a sí mismos, como él, como José González Alvarez.

AUTORA Vive en Lehmann -Santa Fe- desde hace muchos años en la que fuera la casa de la esposa de Don Guillermo Lehmann: Doña Ángela de la Casa de Lehmann. Se dedica a las artesanías en mimbre, pinta y escribe poemas que no ha publicado.

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Conocí a Rosario cuando él superaba los cincuenta años en la Clínica en la que desarrollaba su profesión de médico y que compartía en sociedad de familia. Su contextura más bien pequeña no parecía, a primera vista, albergar tan avasallante personalidad. Imponía sus ideas, ya por convencimiento del interlocutor, ya porque lo superaba en dialéctica. Pero él iba, avanzaba, vencía obstáculos. Capaz de caminar por la cornisa, de organizar una marcha, de cortar una ruta. Su fuerza interior contribuía al logro de su propósito. Como todas las personas de carácter era tan apreciado como temido, discutido, pero jamás ignorado. Ese torbellino interior no le impidió formar una familia numerosa sustentada en convicciones firmes de rectitud y trabajo y transmitirles a sus hijos los valores de la honestidad y la firmeza en sus propósitos. El Cordobés, como le decían, amaba el fútbol y por él prolongaba discusiones en el café. Pero también amaba su profesión sin horarios y los juegos con sus nietos.

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Era de esas personas imprescindibles en los pueblos por su espíritu superador, su mano dura y su corazón tierno, su terquedad y su nobleza. No tengo dudas de que en el cielo, en donde esté, Dr. Rosario, algún pleito lo mantiene entretenido.

AUTORA Vive en Lehmann. Profesora de Castellano, Literatura y Latín. Escribe ensayos y poemas. Publicó poemas en el libro ―DE PUEBLO EN PUEBLO 2012‖. No tiene otros trabajos publicados. Actualmente se desempeña como Secretaria de la Comisión de Cultura de la Comuna de Lehmann (Santa Fe).

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En el año 1970, llegaba junto a su familia a María Juana, Alcides Barcelo quien con los años se convertiría en el último jefe del Desvío Boero, la estación de Ferrocarril Mitre que corresponde a nuestra localidad y que debe su nombre a Florentino Boero, propietario del molino que llevaba su nombre. El "Desvío" ubicado a escasos dos km al sur-oeste de María Juana era el lugar obligado de pasajeros que necesitaban viajar ya sea hacia el este u oeste. En esos años, el ferrocarril estaba en pleno apogeo no sólo a través de la circulación de trenes de pasajeros sino de transporte, o sea cargueros. "El Colincho" era el tren de pasajeros que circulaba lunes, miércoles y viernes ida y vuelta de San Francisco hacia Gálvez. Pasando por Zenón Pereyra, Garibaldi, Desvío Boero, Estación María Juana, San Martín de las Escobas y Colonia Belgrano para finalizar el recorrido en Gálvez. Este recorrido era realizado por la mañana y retornaba por la tarde pasando por nuestra localidad a las 17.30 h. Tenía dos vagones, uno para transportar cargas y el otro, para las personas.

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Era un transporte muy utilizado ya que no había muchas posibilidades de llegar a Gálvez o San Francisco desde aquí y además muy económico. Los pasajeros se sentaban en los típicos bancos ferroviarios de madera. Llegaban de distintos lugares, Sastre, San Jorge, y de nuestra localidad eran muchos los que a pie, en auto propio o en el taxi de "Don Poli" se acercaban a esperar el tren. Era muy común que se transportaran canastos con flores, sobre todo rosas, cartas, encomiendas de todo tipo, palomas que pertenecían a la Asociación Colombófila, entre otros elementos. Se podía ver desde autos, pasando por chatas llenas de zapallos, vagones cargados con azúcar, cereal. En las "chatas" que son "vagones sin techo" llegaban los boggies (las ruedas para los vagones). El jefe, único personal, bajaba la señal para anunciar la llegada del tren. Utilizaba ropa apropiada, tanto si era para recibir el tren de pasajeros como si era un carguero. Era el encargado de realizar las maniobras correspondientes de una vía a la otra, dejando parte de los vagones en la playa del desvío para trasladar o sacar otros, desde la fábrica Buriasco o desde el Molino.

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En todas las estaciones de la época había un cartel, hoy causa un poco de risa..."En bien de la salubridad pública se ruega no escupir fuera de las salivaderas..." Se registraron algunos accidentes memorables, pero uno por su espectacularidad sigue en la memoria de algunos, una noche de tormenta, un cambio hecho a destiempo y varias chatas "apiladas" como si fuesen cajas de fósforos...!! También el desvío fue protagonista cuando aquel 25 de febrero un accidente trágico sucedía en Sa Pereyra causando la muerte de más de cincuenta personas. Debido a ese accidente todos los trenes que circulaban desde Buenos Aires a Tucumán y viceversa por algunos días pasaron por acá, permitiendo ver como quinientas personas o más trasladaban chivos, corderos, gallinas…hacia su lugar de origen. En la década del 90, esta historia llegó a su fin cuando se privatizaron los ferrocarriles.

AUTORA Nació en Ceres Santa Fe. Por razones de trabajo de su padre vivió en La Rubia (Santa Fe) y en Nueva Lehmann (Santa Fe). Está radicada en Maria Juana desde abril de 1970 cuando llegó con su familia y su padre como Jefe de la Estación Desvío Boero. Trabaja en Radio María Juana y en el Canal local. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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En mi pueblo se encuentra un personaje como tal vez lo hay en muchos lugares del mundo, pero para mi corazón, es el único. Su historia es rica y voy a compartirla en un simple y austero relato. Su nombre es Juanita Tivo, y allá por el año 1962 con apenas diecisiete años, la vida le arrancaba la madre y al poco tiempo a su hermana, quien muriera dando a luz a su hijo. Es allí entonces cuando comienza la lucha sin cuartel de esta gran mujer, haciéndose cargo de los cinco hijos de su hermana fallecida, cuya edades recorrían entre los ochos años y un recién nacido. Esta valiente joven, cargó y salió a la lucha con aquellos críos. Trabajó de sol a sol, con lluvias cayendo con el azote del viento, con fríos durísimos y calores agobiantes. Ni el dolor, la tristeza o la soledad, pudieron doblegarla. Amparada y protegida por la mano de Cristo en quien confiaba, salió adelante siempre. A los niños nunca les faltó nada, ni ropa, ni alimento, ni educación. Ella se encargó siempre de que todo estuviese en su lugar. El curtido de sus manos y el esfuerzo en su espalda, hacían del trabajo su decencia y su honra.

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Trascurrió el tiempo, con el ritmo propio que da la lucha en la fe del presente y la incertidumbre del futuro, cuando este personaje lleno de humildad y rectitud conoce a Omar, con quien forma una familia. Recién allí, es donde pare a los tres hijos de su vientre y con el mismo amor que entregó a sus otros hijos del corazón, los conduce por la vida. Con el pasar de los años cada hijo, ya adulto, toma su rumbo en la senda del destino, mas tres de ellos en un enarbolado esfuerzo le regalan para su orgullo un título cada uno: un médico, una maestra y un constructor. Hoy cuenta con nietos que son el sostén de su vida, son el aire que respira, la fuente donde bebe la fuerza que utiliza para seguir batiéndose victoriosa. Ya camino a los ochenta años, sigue siendo tan fresca y llena de brisa, que uno de sentarse a su lado sentiría el fluir de sus primaveras en cada sonrisa. Asidua concurrente a todas las actividades culturales de nuestra localidad, de lunes a viernes, sin detenerse ante nada concurre a su infaltable mateada con amigas. Con su esposo, poseen un ―carrito pochoclero‖ que día tras día estacionan en la plaza pública del pueblo; allí se convierte en el personaje del lugar, destacándose con sus famosos pastelitos de batata y membrillo. Con cada cliente, da DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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rienda suelta a su charla, siempre dispuesta a cultivar la amistad,

haciendo todo

con una amplia sonrisa y amable

atención. Jamás, un dolor físico, o la tristeza de una pena doblegarán su espíritu. Quizás con el corazón enmudecido pueda su alma derramar lágrimas, al extrañar a sus hijos a la distancia, pero nadie lo sabrá, pues ella librando su batalla interior, pondrá la sonrisa más dulce en la luna de su cara. Si alguien le pregunta: ¿Cómo anda, doña Juanita? Su respuesta como siempre será: De diez, muchas gracias. Quisiera seguir adjetivando a este personaje,

pero

caería en la redundancia, una y otra vez. Por lo tanto, sólo me queda decirles que esta mujer que tanto admiro, es mi madre, y yo, una hija, de los cinco que ella educó desde el corazón.

AUTORA Vive en María Juana. Participó en Azul -Pcia. de Buenos Aires- con la obra ―NIÑOS DE MALVINAS‖ con la cual recibió una mención de honor. En San Francisco, Pcia de Córdoba, concurrió al Taller Literario en la Sala de Cultura Leopoldo Lugones y actualmente continúa, en su localidad, asistiendo semanalmente al Taller Literario en la Sala de Cultura Ernesto Sábato.

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Detrás del mostrador de una farmacia, ubicada sobre una de las principales avenidas de este pueblo, tal vez la encuentres a ella. Y si conoces su historia, lo más probable es que mentalices un déja vu y veas a una pequeña niña que en sus ratos de ocio se encarga de despachar -ficticiamente- a enfermos que van por sus medicamentos. Sin embargo, lo que me interesa narrarle, interesado lector, es otro de los juegos que esta niña lleva a cabo en su tiempo libre. Visualiza un limpio y reluciente guardapolvo blanco, un cuaderno de colores, unos lápices. Piensa en una caminata hacia el colegio, un pupitre que espera un pequeño cuerpecito que ocupe su vacua existencia. Ahí la vemos, frente a su clase, esperando en un banco de la escuela el arribo de la profesora. Querrás saber que hace tiempo la niña emulaba ser aquella mujer a la que entonces esperaba. Hacia el año 1959, Kity, la muchacha, tomó las riendas del asunto, viajó a un lugar donde el universo es maravilloso y el conocimiento es tu arma de defensa contra todo mal que encuentres. La niña decidió que su juego de fantasías se convirtiera en otro distinto llamado realidad, donde los imaginarios seres a los que se da una clase de geografía, historia DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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o lengua, toman existencia real, física, corpórea. Sin más, pasan a ser verdaderos alumnos, como lo habrá sido usted, como lo soy yo. Aun así, la mozuela no se erigió primeramente en su estatuto de ―señorita‖, ―profesora‖, ―señora‖, sino que debió esperar un cierto espacio temporal ejerciendo su habilidad de secretaria hasta que un día… Algún día, quien haya estudiado un profesorado lo sabrá muy bien, llegará el primer reemplazo (del profesor o profesora que se enferma o debe partir de viaje, o asuntillo otro inesperado). Entonces, la escuela se encargará de buscar al personal idóneo para resolver el caso. Algo así aconteció a Kity, quien, tras amar con toda su alma -traduzco casi textualmente lo que una tarde me dijo- sus estudios terciarios, tuvo el turno de jugar por primera vez a ser profesora ―de verdad‖. Así, tras recibir un título que le permitía enseñar geografía, historia y lengua, se hizo de la coraza de su madre naturaleza, con paralelos y meridianos incorporados, con el objetivo de transformarse en la profesora de geografía. Existió en su vida un compromiso que transgredió todo límite, real o imaginario: eso fue su amor por y con la geografía. Y por él, cierto día su madre se puso a coser. ¿Por qué un alumno no puede especular que sus notas les permitan no pasar a dar la lección? Porque el producto de aquella actividad artesanal de 122

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costura viajó en los bolsillos o el maletín de la profesora para ser depositado en el escritorio del curso correspondiente. Cinco bolsitas minúsculas de tela cuadrillé, rojas algunas, azules las otras; dentro, pequeños papelitos o cartoncitos con el nombre de los alumnos inscriptos en ellos. Kity introducía su mano o llamaba a un estudiante para que lo hiciera. Ahí figúrese, mi lector, a un homo sapiens caminando a dar la lección, marcando los países de Europa o África, o recitando -cuasi de memoria- la actividad económica de la región pampeana argentina. Conocí a esta profesora gracias a mi madre, alumna suya, quien un día me contó la peripecia de las bolsitas, que ningún otro profesor ni profesora llevaba (ni lleva). Hoy, las cinco descansan en un rinconcito de la casa de María Rosa, ya no viajan camino a la escuela como ella cual alumna o profesora lo hacía. Hoy, Kity, bautizada María Rosa Arnaudo, puede ser vista tras un mostrador, resucitando el juego de ser farmacéutica ―de verdad‖. Si transitas la avenida San Martín, de María Juana, verás una farmacia. Ahí, una señora que ha dejado sus hábitos de profesora, pero no por ello su romance con la geografía, tal vez esté atendiendo a un cliente. Allí tal vez le atisbes un pensamiento divino, que ensalce a su disciplina como el campo necesario para nuestras vidas. Tan grande es el

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universo que rehúye de nuestra mente, incapaces nosotros de atisbar tan inconmensurable inmensidad, y, puesto que somos aventureros de nuestras vidas, necesitamos un mapa -más que sea imaginario- que guíe nuestros periplos. Así lo piensa Kity a su mundo, inaprensiblemente maravilloso.

AUTORA Nació en María Juana. Actualmente estudia Profesorado en Letras en la Universidad Nacional del Litoral.

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En todos los pueblos pequeños, acorde con sus características físicas y sociales van surgiendo individuos que trascienden los límites de lo común, de lo vulgar, adquiriendo perfiles que merecen la atención general… y son los que denominamos como personajes. Podría escribir sobre muchos de ellos, pero el más indicado es precisamente el que motivó el título de mi narración. José ―Pepe‖ era hijo de inmigrantes españoles de Asturias, región de España en la Pcia. de Oviedo. Proveniente de San Francisco, Provincia de Córdoba, ancló en María Juana por allá, en la década del 40, cuando apenas contábamos con dos mil habitantes y no teníamos calles asfaltadas. Prestó servicio en el Correo Argentino hasta acogerse a los trámites jubilatorios. Existen

dos

formas

de

lograr

popularidad,

trascendiendo de lo vulgar para convertirse en la categoría Única Especial… y ―Pepe‖ lo logró con su carácter capaz de revertir situaciones conflictivas en soluciones atenuantes. Su andar lento y persuasivo transmitía la seguridad que muchas veces nos ayudan a encontrar resultados deseados. Poseía el don de un comportamiento ejemplar… responsable en su trabajo, buen amante… mejor marido… DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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padre consejero y cariñoso. Su permanente buen humor lo acompañó durante muchos años recorriendo las calles polvorientas y a veces barrosas de nuestro pueblo, con su pesada carga de correspondencia y encomiendas. Era la época del telégrafo, la correspondencia llegaba en tren a Garibaldi. El trámite de entrega se hacía muy lento porque se carecía de rutas. Además no había teléfonos y ni todos los adelantos tecnológicos que en la actualidad agilizan las comunicaciones. Paralelamente a su trabajo en Correos, era Agente Zonal de la Sociedad de Autores y Compositores, tarea que desarrollaba con seriedad y responsabilidad otorgando los permisos para manifestaciones bailables y culturales. De su matrimonio, fue padre de dos hijas y un varón, que cuando niño acompañaba al cine mientras él se entretenía en una partida de naipes. Siempre estuvo rodeado de amigos… que fueron muchos. Rescato una anécdota muy risueña: El juego de quiniela clandestina siempre fue ilegal y en una oportunidad se llevó a la boca los números al ser sorprendido apostando. Fueron muchas las situaciones que logró sortear con sus clásicas ocurrencias. Yo, personalmente y en condición de músico, mantenía contactos a través de su persona con S.A.D.A.I.C. Fue muy 126

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placentero haberlo conocido y compartir pasajes de su vida. Siempre tratábamos temas importantes, censurando las banalidades e incoherencias… ―era muy provechoso mantener un diálogo con él‖. Si tuviera que definirlo diría que no hace falta dinero para ser feliz, sino que se puede llegar a la plenitud amando a quienes nos rodean. Recordarlo es un buen tributo para un inmejorable amigo. Los que hemos lamentado su pérdida física, cerramos por un instante los ojos imaginando nuestras calles de tierra…apenas dos mil habitantes… sin TV… computadora ni celulares, percibiendo en el letargo de las siestas pueblerinas su silbido peculiar y el saludo que lo identificaba… ―Cartas de amor para las jovencitas‖… ―Buenas noticias para la familia‖… y la presencia siempre bien recibida de un fornido bonachón de cien kilos cargado de correspondencia y ―un montón de cariño para entregar‖… ―Gracias, Pepe… el Cartero de la Amistad‖. AUTOR Vive en María Juana. Publica desde hace doce años en la columna de Opinión del Periódico ―La Nueva Cruzada‖. Al momento que se propuso escribir sus opiniones en el mismo, quienes la dirigen le dieron la libertad de expresarse, siempre que su criterio no lesione los sentimientos de los lectores y por lo tanto tenga la precaución de que eso no ocurra. Cuando compagina un tema recoge impresiones de la gente que posteriormente son los que consumen la publicación, no obstante, no se deja arrastrar por un entusiasmo pasajero que pueda originar polémicas. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Cuando Ramona aún era un pueblo quieto, silencioso, con calles de tierra, y la gente viajaba en bicicletas o a pie, a cualquier hora, en todo lugar, con público o en soledad, se escuchaba a lo lejos una voz cantando en piamontés o silbando la melodía de algún tema conocido por todos: era Rode, quien siempre cantó. Trasmitió esa buena costumbre a sus nietos, de los que se sentía plenamente orgulloso, y a quienes presentaba en sociedad, así, cantando. Ese abuelo tan típicamente italiano, arrancaba palabras desde lo profundo de su ser, mezclándolos con los matices tiernos, dulces e inocentes de sus nietos. Abuelo compinche, que contaba cuentos interpretando personajes, a la hora de la siesta, y simulando estar dormido para que los hijos de sus hijos se quedaran un rato más con él. El abuelo Rode también era el abuelo de los amigos de sus nietos, a quienes agasajaba con alegría, sorprendiéndolos en cada encuentro con una nueva anécdota, con la complicidad de esos viejos piolas que ya están de vuelta de un montón de cosas… Lo acompañaban jóvenes de todas las edades que, embelesados, disfrutaban del sabor de la aventura, dando 128

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serenatas, alegrando y bendiciendo a las familias de Ramona, con Buenos Augurrrrrios de Felicidad... para Navidad y Año Nuevo. Apasionado por las carreras de caballo de trote, disponía de los domingos para ir a correr en arañita, durante la semana salía a varear a ―Gina‖ o ―Estela‖ con las que hablaba como grandes amigos, silbando y cantando por las últimas calles del pueblo. Los lunes explicaba la carrera, y para ser más gráfico, buscaba un puñado de tierra, que desparramaba sobre una superficie plana, dibujaba la pista y marcaba cada detalle. Rode, sentado en una silla bajita, con los brazos cruzados sobre la panza, contaba que cuando él era boyerito, a los nueve años de edad, trabajaba de sol a sol con sus hermanos, lo hacían cantando, a mayor rudeza más y más fuerte cantaban, cuanto más tristes estaban más, más y más cantaban. (¡¡¡ eso es conocer una fórmula infalible!!!: a mayor adversidad mayor esfuerzo, > = >, nunca se les ocurrió a >=<) Con lágrimas de emoción (no de resentimiento) y siempre una sonrisa en los labios, contaba que con sus hermanos tenían un solo par de zapatos para ir a los bailes. Entonces entraba uno por vez, bailaba una o dos piezas, salía, se los pasaba al otro hermano y así todos podían disfrutar.

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Su mirada se alejaba como buscando en la inmensidad del mar, el recuerdo de sus días en el servicio militar, en Puerto Belgrano, y con el agua brotando de sus ojos contaba cómo el frío, el rigor de las normas, el silbato, la distancia de su tierra natal, le hicieron extrañar y llorar silenciosamente, durante dos largos años. Pero…una vez más lo rescató el canto. Pudo y supo relacionarse con los soldados italianos que estaban en otro barco, entonando canciones en piamontés. Entonces la soledad pesaba un poco menos. Su otra gran pasión fue Mar Chiquita… cada vez que podía se hacía una escapadita. El barro curativo y el agua salada le hacían sanar aquellas heridas del cuerpo, y quizás también del alma, ya que una vez en el agua empezaba a cantar fuerte, muy fuerte haciendo un conjuro con la vida para seguir así, de pie ante las adversidades, de pie aunque cueste, de pie aunque los demás no lo entiendan. Fue tan claro el mensaje que con su vida marcó, que el día de su despedida, los amigos, sus hijos y nietos, no pudieron hacerlo de otro modo que… cantando. Y así, el esposo, padre, abuelo, amigo, personaje, pasó a la eternidad entre sollozos, emociones, y aplausos como se saluda a una gran persona.

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AUTORA Vive en la localidad de Ramona - Santa FeHa publicado ―Di luz a mi madre‖- Libro editado en el año 2011 cuyo género es Testimonial.

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Mi recuerdo es suave y lejano como un perfume envejecido por los años, y viene de repente, sin anunciarse. Yo imagino su andar lento y su mirada directa, nunca un gesto que no fuese una sonrisa. En mis ilusiones veo pasar a mi padre, el médico del pueblo, silencioso y cansado, con mensajes en sus ojos. Nos entendíamos tan sólo con mirarnos, siempre hubo entre nosotros cierta complicidad inocente y una misma pasión innata por los libros y la lectura. Mi padre está conmigo… aún ahora… en mis sueños. Cuando en el pueblo ya reinaba la medianoche, yo sabía que era el momento de escucharlo. El viejo reloj del comedor detenía sus pasos y el péndulo quieto dejaba un vacío que sólo sus palabras podían llenar. Entonces, nos sentábamos en el descolorido sillón, casi a oscuras, mirando la calle, y cuando sus lágrimas brotaban, el pasado regresaba. Los recuerdos aparecían inesperadamente y junto con ellos la urgencia de rememorarlos. Eran remembranzas de su desempeño como médico en el pueblo. Yo aceptaba su voluntad. Le daba un cigarrillo, aun sabiendo que no debía fumar y escuchaba la historia más dulce, más curiosa o más cómica que mis oídos pudieran percibir. Eran regalos que el pasado se empeñaba en 132

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ofrecer, cada tanto, a modo de tributo. Ese día se sonrió y entre dientes dijo: —¡Hombre rudo, Don Isidro! Me di cuenta de que había llegado el momento en que debía escuchar, porque una nueva historia estaba aflorando de su memoria retenida en el pasado. —¿Qué le pasó a Don Isidro? —le pregunté. Él siempre esperaba mi pregunta, era el disparador de la historia. El rostro se le iluminó y comenzó a contar con avidez. ―Isidro, vivía en el campo, era un hombre tosco y de pocas palabras, pero derecho y honesto como ninguno. Llegó a mi consultorio muy preocupado, tenía la cabeza gacha y el sombrero entre las manos. Con su escueto y precario lenguaje, me explicó que había ido a consultar a otro médico, y este le había dicho que padecía una enfermedad en la sangre. Que sus glóbulos rojos en vez de ser redondos eran cuadrados. Lo miré un rato largo, mientras me tomaba un tiempo para pensar qué debía hacer para resolver la situación. Yo era joven e inexperto, no quería herir al pobre hombre. Después de unos minutos en que él permaneció mirándome insistentemente a los ojos, le contesté:

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—Bueno, mire Don Isidro, no se preocupe, se va a hacer unos análisis de sangre y cuando tengamos los resultados yo le voy a decir con seguridad cuál es la enfermedad que usted padece. A los cuatro días, Don Isidro regresó y le dije que de acuerdo con mi diagnóstico padecía de una enfermedad llamada: anemia. El pobre hombre insistía con lo de sus glóbulos cuadrados. Por más explicaciones que yo le diera, él no se convencía. Estuve toda la noche pensando, quería encontrar una forma para persuadirlo. Finalmente a la madrugada la hallé. A la semana siguiente cuando Isidro vino al consultorio, fuimos juntos a lo del bioquímico. Este le sacó sangre que colocó cuidadosamente en un portaobjetos y lo llevó al microscopio. Lo sentó a Isidro en frente de él, lo hizo mirar a través del lente y yo le pregunté muy seguro: —¿Ve esas cositas redondas que se mueven para todos lados y que son rojas? —¡Sí! ¡Cosa de mandinga, che! —¡No, Isidro, no es cosa de mandinga! ¡Son sus glóbulos rojos! ¿Los ve que son todos redonditos? —¡Sí, los veo, son redondos los guachos!

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—¿Vio? ¡Ya está curado! ¡Ya no los tiene cuadrados, ahora son todos redondos! —¡Qué lo parió! ¡Había resultado bueno el doctorcito! —¡Mire!

—me decía— ¡Yo vi muchas cosas en el

campo, pero estos bichos no los había visto nunca! ¡Mire si serán jodidos que pasan de redondos a cuadrados como si nada! Mi padre se reía un rato como celebrando ese recuerdo y luego se dormía con la mansedumbre dibujada en la cara. Nunca supe a ciencia cierta si esas historias fueron reales. Pero hoy, eso carece de importancia.

AUTORA De San Vicente Prov. de Santa Fe. Es autora de dos novelas Detrás de las palabras, la primera y Cartas Privadas, la segunda, publicadas por Editorial Dunken y presentadas en la Feria del Libro en los años 2007 y 2008 respectivamente. Sus cuentos fueron seleccionados en distintas antologías: En sus manos, Editorial Zona, 2004. Letras del mundo, Editorial Nuevo Ser, 2004. Nuevos escritos, nuevas palabras Editorial Zona 2004. Relatos andantes y Juntacuentos, Editorial Dunken 2005 y 2006. Sus obras obtuvieron mención de Honor en el 10º Concurso Nacional de Poesía y Cuento de la Editorial Bao Bab Argentina, declarado de interés cultural y auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Nación en el año 2004 y la Mención Literaria en el 8º Certamen Nacional de Poesía y Narrativa, realizado por Editorial Zona en el mismo año.

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Un sobre. Una invitación. A quien admiro es la consigna. Vuelan mariposas hacia su nombre. Solidaria hasta dejar huellas defendiendo su ―Hogar de Ancianos‖. Si en algún momento la vi triste fue en esa lucha... Su esfuerzo está allí y nada pide ni reclama para ella. El empeño con que defiende el lugar para una vejez digna. Siempre lista con su calidez, la sonrisa alentadora para todos, ejemplo de madre, de abuela, de amiga, de ciudadana de este pueblo. Nació en hogar humilde fruto del amor de Adelina Castelo y Carlos Gauchat. Un seis de enero. La llamaron Reina, Lidia Reina Gauchat. Es un placer escuchar sus relatos que dejan siempre, como las mejores fabulas, un sabio mensaje. Tenía dieciséis años cuando la Asociación Presidente Sarmiento organizaba ―EL BAILE NAVIDEÑO‖. Todas las jóvenes de San Vicente y lugares vecinos concurrirían con sus mejores galas. Ella sentía explotar el pecho de ilusiones de asistir, ensayaba los pasos del vals en puntas de pie. Los rostros apenados de sus padres frenaron su danza. No había dinero para comprar un vestido. Las jóvenes se apresuraban a elegir sus modelos de organza. Reina miró a su madre, ella le había enseñado a coser, a tejer, a bordar ¿de que servía todo lo aprendido? En silencio Adelina recordó la sábana 136

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de grafa blanca guardada como reliquia en un baúl. Envuelta en una bolsa de plumety. Reina soñó su vestido y el costurero le dio vida… fue deslizando los hilos de colores, con ellos bordó un amplio cuello, cientos de florcitas silvestres ocultaron su origen de sábana. Una amplia pollera campana plato caída, ondulada, sobre sus caderas. Frente al espejo Reina se sintió segura. No importaba que en su familia no hubiera una joya para lucir en su cuello… en el jardín encontraría la rosa más fresca para sostener su peinado. Entre las vecinas del pueblo se corrió la voz… la joven Gauchat vestiría un vestido de grafa… las burlas no se hicieron esperar. Los comentarios irónicos sobre la humildad de la joven más linda del lugar. Una cenicienta reina. La noche de verano pintó las estrellas, el salón Presidente Sarmiento con todo su esplendor recibió a los comensales; la música esparcía sus acordes resonando en todo el pueblo. Desfilaron las niñas con sus organzas ante la mirada de los jóvenes que saludaban galantes. Los padres con las copas en las manos, las madres con abanicos y pañuelos listos para el aventón…

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Reina fue la última en llegar, del brazo de su padre, con los ojos azules chispeantes que ocultaban su inquietud, valentía de adolescente que forjaría su carácter para siempre. Levantó su frente y dejó que todas las miradas se posaran en el vestido blanco. Un Ooohhhh! corrió por todo el salón. Allí estaba la joven más elegante de la noche. Las flores bordadas cobraron vida en el cuello fresco y ciñeron el talle mientras la pollera ya danzaba feliz con los acordes del vals tan esperado. Los jóvenes formaban hilera empujándose para bailar con ella; las madres de las otras jóvenes memorizando cada detalle para copiar el modelo en sus organzas. No, no, seguramente no luciría igual. Se necesitaba una sábana de grafa, un género especial. Y una modelo con las características de Reina que supo confiar en su creatividad y firme voluntad para vencer obstáculos. Hoy, el pueblo de San Vicente tiene un himno que lleva su letra y cada apertura de la ―FiNaCo‖ Exposición agrícolaganadera organizada por el Club Almirante Brown se entona y se baila en el escenario por los artistas locales de teatro. Reina escribe, tiene libros editados,

pinta y sus cuadros pueden

admirarse en las exposiciones en la Casa de Cultura local. Deslizo estas letras con su nombre y el sobre se eleva llevando su nombre… alto, muy alto.

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AUTORA Vive en San Vicente. La Comisión de Cultura de la localidad le otorga el 1er. Premio por el poema ―El Mejor Amigo‖, siendo jurado en tal ocasión el Sr. Eduardo Ranea. Asistió a talleres literarios dictados en la Biblioteca Mariano Moreno. Participó en el Encuentro Regional Lápiz y Papel auspiciado por la Secretaría de Cultura y Educación de la ciudad de Sunchales. Asistió en calidad de Expositora al 4º Foro de Escritores organizado por el Grupo de Escritores Prima Liter realizado en la ciudad de Rafaela. Participó en la ―Clínica de Poesía Vanguardista y Fundadores de la Poesía de América Latina‖ dictada por el escritor Jorge Bocanera también en la ciudad de Rafaela. Obtuvo el 1er Premio en el Certamen de Narraciones Anecdóticas organizado por CE.CO.MA. con la obra ―La Loca‖. Y el 2do Premio en el Certamen Comisión de Festejos de los 120 Años de San Vicente con la obra ―Tardes Sanvicentinas‖. Concursó en la Antología En sus Manos de Editorial Zona -Lanús Pcia. de Buenos Aires- y logró el 3er Puesto en género poesía con ―Canto Celta‖. Participó en certámenes de Editorial DUNKEN y BAOBAB con menciones de honor.

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A pesar de que los años sigan pasando hay imágenes que jamás se borran de nuestra mente. Así fue cuando llegó a Sarmiento un grupo de maestras venidas de Esperanza, recién recibidas, tímidas, bonitas y con muchas ganas de trabajar. Yo empezaba mis primeros pasos en la escuela y me tocó la Señorita Margarita Michelini, un ángel que enseguida se ganó el cariño de todos y fue nuestra maestra de primero a sexto grados. No era fácil en los crudos inviernos recorrer cinco kilómetros todos los días para llegar a la escuela sin tener las comodidades y abrigo de los pantalones, guantes y bufandas, todo era más precario. Yo manejaba las riendas del caballo que tiraba del sulky y las manos se me endurecían de tal forma que imposibilitaban moverlas con soltura. Pero una imagen jamás se borró en mí y fue una mañana cruda de invierno que llegué a mi banco tan entumecida de frío que no pude mover mis manos para escribir. Lo observó mi maestra, se acercó a mí, tomó mis manos entre las suyas y las depositó sobre la blancura de su delantal, 140

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masajeándolas con sus tibias manos y soplaba sobre ella un cálido aliento infundándoles calor. Fueron pasando los años, ella se casó y tuvo sus hijos y se fue del pueblo. Yo también y tuve cuatro hijos. A pesar de que siempre la recordaba con cariño nunca tuvimos más contacto. Mi vida fue muy movida como ama de casa, comerciante y fotógrafa, pero en los momentos de descanso que eran muy pocos empleaba ese lugarcito para escribir un poema lógicamente lo ocultaba porque no sabía qué opinaban los demás de ello. Uno que más llegaba a mí era el que se llamaba ―Con las manos duras‖ porque precisamente describía la bondad de esa maestra, que era para sus alumnos esa amiga, esa madre, esa hermana

sin

distinción

de

raza,

ni

posición

social,

comprendiéndolos a todos por igual ganándose el cariño y el respeto de todos ellos. Llegó el día en que se celebraba en Sarmiento el Centenario de la Escuela, se invitó a los maestros y alumnos que pasaron por sus aulas así podrían concretar un cálido encuentro.

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Se dispuso cantidades de sillas frente al escenario, donde se realizaron distintos actos. Sin que yo sepa, en complicidad con miembros de mi familia me sustrajeron el poema ―Con las manos duras‖ y en el transcurso de los actos se leyó. Como yo no lo esperaba me emocioné tanto que reviví el momento. ¡Cómo hubiese deseado en ese instante tenerla a ella cerca! Y giré mi cabeza como buscando entre el público poder encontrarla y allí dos hileras más atrás, un sillón de ruedas sostenía a una personita deteriorada que mirándome abría sus brazos buscando ese abrazo merecido. Me incorporé de un salto y corrí hacia ella reviviendo momentos pasados sin poder contener las lágrimas al sentirme como la alumna frente a su maestra que a pesar de su enfermedad casi no podía hablar, lo decían todo, sus ojos mansos. El estrepitar de los prolongados aplausos callaron los sollozos de dos personas que se habían querido tanto y hoy, se volvían a encontrar.

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AUTORA Vive en Sarmiento. Es autora de dos libros "Tiempos de la vida" y "Tiempos de la rosa" -dos edicionespresentados en su localidad.

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Si hubo un personaje controvertido en nuestra ciudad, fue el Dr. Kauffman. Llegó a Sastre recién casado, con su hermosa y muy cordobesa esposa. A medida que lo fuimos conociendo, las opiniones se dividieron: los que sólo veían su exterior, y lo catalogaban de desprolijo, impuntual, falto de ética, irresponsable. Y estábamos los otros, los que más allá de las apariencias, elegimos amarlo y no censurarlo. Pudimos llegar a su alma y percibimos sus múltiples virtudes y lo quisimos y respetamos de inmediato. Era el médico de la familia de mi esposo y así lo heredé. Me atendió solícito y competente, en mis cuatro partos, es decir, compartió conmigo los más hermosos y emotivos momentos de mi vida. No sólo fue ―mi doctor‖: fue consejero, pedestal que me sostuvo y me contuvo cuando mis fuerzas flaqueaban, su abrazo paternal cobijó mis lágrimas y mis miedos. Fue más allá de todo, mi amigo.

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Le debía a ese hombre fortachón, que olía a tabaco siempre, desprovisto de todo egoísmo y ajeno totalmente a lo superficial y mundano, este reconocimiento de gratitud. Adicto al cigarrillo y a las pipas (las que coleccionaba), jugaba como un maestro al ajedrez; tenía además horas de cátedra de historia en el Instituto Juan Bautista Alberdi; su hobby, la mecánica y su pasión, la escultura. Los años y la vida impiadosos se llevaron a una de sus hijas, Rosalía, de sólo dieciocho años. Al poco tiempo, Elsa, su compañera, la siguió al cielo. Sus otras hijas prosiguieron su vida en Córdoba y él se quedó sólo, en la casa llena de recuerdos y silencios, fría y oscura, ya que nunca más abrió sus ventanas. Se alimentaba mal, si lo hacía. Los pocos pacientes que le quedaron, lo hicimos de fieles que éramos. Pero se había vuelto terco, parco y su desaliño se acentuó aún más. Una tarde los vecinos, alertados por su ausencia, entraron a la casona y lo hallaron, aún con vida, sobre un sillón, dejándose morir. Sus hijas se hicieron cargo, lo cuidaron con cariño, pero al cabo de unos meses, falleció. No sólo la enfermedad lo llevó a la muerte, sino el dolor de las pérdidas y la impotencia.

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El viejo y querido Dr. Kauffman se dejó morir de amor. No todos los mortales tenemos la fortuna de saber amar así, ni de ser amados de esta manera. Una vez más su disimilitud con el resto de la gente se puso de manifiesto. Hace unos años, jóvenes de la localidad formaron un grupo de rock. Buscando un nombre, tuvieron la genial idea de llamarlo Dr. Kauffman. Durante sus infancias, fueron tantos los relatos e historias que oyeron de sus padres y abuelos del famoso Doctor, que pese a no conocerlo, coincidieron en bautizar el grupo con su nombre. Es real. Tres generaciones disfrutamos de su sabiduría y de un ser muy especial. Tendría cientos de anécdotas para compartir. Fueron muchos los años que visitó mi hogar. Los resfríos, catarros, sarampión,

paperas

y

varicelas,

eran

frecuentes,

todo

multiplicado por cuatro y siempre estuvo allí. Pero elijo para referirme a él, el otro aspecto, el del recuerdo que atesorado guardo en el más puro rincón de mi corazón.-

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AUTORA Nacida en Sastre, Provincia de Santa Fe. Allí completó sus estudios primarios en la Escuela Aristóbulo del Valle e incursionó por primera vez en la escritura. ―Luciérnagas de mi otoño‖ es su obra debut y se basa fundamentalmente en textos desarrollados en el Taller Literario de la Biblioteca Popular Gral. José de San Martin de la ciudad de Sastre. Está ingresado en la sección ―Literatura Santafesina‖ en la Biblioteca de la Legislatura de Santa Fe como también en los anaqueles de la Biblioteca Popular Gral. José de San Martin de la ciudad de Sastre. ―Entrelazando sueños y palabras‖, su segundo libro, narra básicamente crónicas e informes de su ciudad, aquí desarrolla los conocimientos que va adquiriendo, sumando el amor innato a la escritura. Fue invitada, a través del Área de Cultura de la Municipalidad de Sastre, a participar de la Feria del Libro en la ciudad de Buenos Aires, donde envió ejemplares de Luciérnagas. La Municipalidad de Venado Tuerto le otorgó diploma y medalla, y le agradece su libro que integra ―El rincón de Letras Argentina‖, de esa ciudad. Participó en Carlos Pellegrini de la presentación del libro ―De Pueblo en Pueblo, Antología de una región que escribe‖. Se trata de una publicación impresa que reúne poesías inéditas redactadas por escritores provenientes de pueblos y ciudades que conforman el Ente Cultural, entidad que nuestra ciudad tiene el honor de formar parte.

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El 23 de octubre de 1943 nacía en Sastre, Olga Catalina Banchio. Paradójicamente sus notas en el Magisterio (Maestra Nacional Normal) y Estudios Superiores en la materia Historia, son relativamente bajas en relación a la importancia pragmática ínsita en la profesión elegida en la Universidad de La Plata para recibirse el 15 de marzo de 2000 con el título de MUSEÓLOGA, ya allí con la máxima calificación en Seminario de Práctica Museográfica y afines. Es que previo a su graduación, Olga va desarrollando múltiples actividades vinculadas a lo que obtendría en el 2000: Cursos -Encuentros - Talleres, según puedo constatar prolijamente documentados y a lo que manifiesta en nuestra entrevista. En una mención no taxativa, considero significativos citar: ―Cursillo teórico-práctico de Gramática Estructural‖ (1971 - Colegio San Francisco de Asís - Sastre). Reconocimiento de sus servicios: Por actuación en ―Guardería Municipal Chiquilines‖ Sastre (1989) y nombramiento como Directora del Museo Histórico Municipal ―Dr. Rodolfo Doval Fermi‖ el 1 de agosto de 1989 y otro, por Asociación de Museos República Argentina Buenos Aires 1995/98;

Curso sobre nuevas técnicas para

preparación en ―Paleontología Vertebrados‖ (Universidad de La Plata 1999). 148

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Así continúa su vida, contrayendo enlace con el Sr. Oscar Sánchez de profesión fotógrafo y sin cesar en su empeño con la ayuda de aquel, profundizó en fotografías afines al Museo. Asiste a un ―Encuentro de literatura para niños‖ en Rafaela, San Jorge y Liceo Municipal Sastre; al Congreso de la Lengua para los Niños en Rosario y en calidad de Disertante al Encuentro de Directores de Museos en San Francisco del Valle de Catamarca, junto a un sinnúmero de reconocimientos de escuelas primarias de la localidad por muestras en el Museo a su cargo. Trabajos Expuestos: En 1996 entre los más numerosos se destacan unos mil quinientos visitantes para Muestras que comprende: a) Talleres de cerámica, b) Hologramas (imagen del futuro) c) ―Con el lápiz contra el fascismo‖- Macro cartel, visitas guiadas y explicativas. Proyectos e Investigaciones: Ya con su título logrado, presenta un Plan de Acción para el año 2000 en el Museo Municipal Sastre: 1) Actividades a desplegar y Proyecto de Ejecución en el que inserta la posibilidad de exhibiciones permanentes y temporarias y restauración de la pintura mural y 2) Como actividad central la preparación y procedimiento para trabajar el resto del fósil hallado oportunamente en el ejido suburbano. En conceptuosa nota agradece el tiempo dispensado por el Ente Municipal para terminar sus estudios y como una

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forma de retribuir, solicita aprobación presupuesto de materiales

(acompañando documentado el patrimonio) al

Ejecutivo Municipal, el cual es aprobado por el Intendente en funciones Sr. Rosaldo Gardella. Lanza una ―Propuesta de trabajo institucional‖, como actividad extra curricular en las tres escuelas secundarias que cuenta nuestra ciudad, con el aval jerárquico de todas para la investigación técnica e histórica del patrimonio museístico. Luego encara el Proyecto: ―Un poco de historia‖ ―y la historia, continúa…‖actuando como docente, junto a otras dos personas de la Escuela Primaria Fiscal Nº 267, con actividades previas: la entrevista a abuelos, papás, vecinos, para conocer los cambios a través del tiempo y la búsqueda de nuestra identidad. (Se resalta la colaboración del Sr. Mario Cingolani, inmigrante italiano (1924, otro ícono eximio acordeonista…) y final, la expresión oral y escrita sobre lo vivenciado. El 13 de agosto de 2002, Olga recibe una felicitación por su investigación ―El abanico‖ complemento histórico-cultural del hombre; por el interés del material recopilado se remiten fotocopias a los Museos Históricos de Santa Fe y Rosario. Notas de Prensa: En número irreproducible, incluye fotos que reflejan personas y cosas de nuestro pasado histórico. Para evaluación de visitantes adultos, se observan diagramas 150

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para ―ordenar palabras‖, una de las cuales refleja esta frase del fundador del Museo Dr. Rodolfo Doval Fermi a saber: ―La ociosidad es la gran enemiga del pueblo‖. Los trabajos anteriores y posteriores a su graduación, denotan un esfuerzo y capacidad que excede toda otra acotación. Estamos en presencia de una verdadera profesional, de una persona con valores y virtudes y un don de gente que da lugar a un personaje inestimable de nuestro pueblo, que sigue vigente. Luego de jubilarse, se desempeña como asesora en el Museo Municipal de El Trébol y también en donde ejerció, esto es, en el Museo Histórico de Sastre a pedido del Ejecutivo.

AUTOR Docente nivel secundario en el ex Instituto Comercial Juan Bautista Alberdi. Publicación de cuentos y poesías en ―Línea Abierta Editores‖ (Córdoba) y participación Ensayo - Concurso Nacional ―Arturo Jauretche‖ a 100 años de su nacimiento (julio de 2001). Premio A.B.A. 2005 (Asociación de Bancos de la República. Argentina; Capital Federal) Monografía: ―Padres y Escuela‖. Libros Editados –Imprenta Lux S.A. Santa Fe: 1) Mis 40 años de docencia secundaria - 1ª parte Memorias y 2ª parte Ensayo. (La educación en Argentina) Presentado en Sastre en julio de 2006. 2) ―El fútbol como fenómeno social‖- Diversión – Cultura - Violencia. (La inseguridad) Presentado en Sastre en mayo de 2010. 3) La pobreza: el DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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rol de las Redes Solidarias y el Estado: 1ª Parte: La solidaridad y el voluntariado civil, para lograr transformar la realidad y lograr como fin último la justicia. 2ª Parte: La economía al servicio del hombre, para crear políticas públicas a favor de la equidad y la justicia social. – Prólogo del escritor Darío J. P. Brocca (El Trébol) presentado en Sastre en mayo de 2011 y luego en Bibliotecas de El Trébol y San Jorge, respectivamente.

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Corría el año 1998 y en la ciudad de Sastre, pintoresco pueblo del oeste santafecino fundado por inmigrantes italianos, en un frío y lejano invierno, se respiraba el perfume de los eucaliptos, el olor a pasto recién cortado, y se sentía el poder del viento en esas extensas praderas verdes a tan sólo una cuadra de mi casa; eran las seis de la tarde y era hora de ir a práctica, como llamábamos a la entretenida tarea diaria de ir al entrenamiento de fútbol en mi amado Club Atlético Unión, el lugar donde nada más importaba que ser libres corriendo detrás de una pelota, que muy lejos de la realidad actual, estaba con algunos parches menos y si se perdía se terminaba el día de juego… Era para mí el momento más esperado del día, era cuando el ocaso me acariciaba la espalda, donde no existían las maestras exigentes ni las madres molestas, era el sentimiento más puro y más pleno…era incomparable… Porque como si todo esto fuera poco, allá estaba él esperándonos…allá estaba el muchacho que marcó el camino de varios y tal vez, para aquel que lo supo escuchar, fue decisivo en su futuro, sólo había que seguir sus consejos…

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No es tan fácil contar una historia en tan sólo dos páginas, pero al menos en cualquier lugar del mundo, donde este libro esté, el lector sabrá que en esta pequeña ciudad encantada hubo un hombre que enriqueció mi pasado, y el de tantos otros chicos, que a pesar de los tiempos malos, a pesar de las cachetadas que te da la vida, esas que nunca sabrá explicarte, jamás retrocedió; abrazó a su madre y le dijo… Vamos ―Porota‖ no te me caigas ahora, se colgó el muñeco gigante de bananas en pijamas, y con una leyenda en el pecho que decía ―GRACIAS PELADO‖, salió a alegrarle la noche de carnaval a ese enjambre de traviesos chicos... Ese muchacho se llama Carlos Ormeño, ―Carlitos‖, como tantas veces lo llamamos nosotros, los pibes que odiábamos verlo llegar porque significaba que ya era hora de correr… Pero hoy, nadie olvidará esa bici de caño al medio, ese jogging azul o aquella remera Puma con la que tantas veces llegaba al potrero, tampoco se olvidará ese tremendo grito de ―JOVITOOOO‖!!! refiriéndose al arquero de nuestro equipo que para ese entonces ya era tarde, el gol ya estaba hecho…perdíamos 1 a 0… Pero lo más importante es que jamás olvidaremos su sacrificio, su generosidad, su entrega, sus consejos: fue profesor para los que tal vez no iban a la escuela, fue padre, para los que llegaban a su casa y tal vez no lo tenían, fue amigo, para todos 154

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por igual y jamás abandonó… ni siquiera cuando no había ni un peso para viajar en colectivo a jugar a otros pueblos vecinos… Nunca te agradecí… hoy te pago de esta forma; hoy comparto de esta manera tu esfuerzo, hoy le doy las gracias a ese muchacho, que podía quedarse tranquilo en su casa mirando tele y disfrutando de su novia, pero nos eligió cada día, cada mes y cada año de nuestra infancia y adolescencia, y pasara lo que pasara, con cuarenta grados en verano, o congelados en invierno, cuando el reloj marcaba las seis de la tarde, a lo lejos venía Carlitos, que después de pelar su naranja, y compartir diez fiscas de las doce que traía la jugosa fruta, nos decía con esa voz gruesa… ―A correr muchachos‖… AUTOR Vive en Sastre. Ha publicado una obra llamada ―Un tiempo después…‖ libro ilustrado de historias reales tales como la guerra de Malvinas, Desaparecidos, la Inundación de Santa Fe, el Caso Barreda, el Motín de Sierra Chica y el de la Cárcel de Coronda, el Robo al Banco Río de Acassuso, entre otros. Edición de 500 ejemplares, impreso en Santa Fe y presentado en Sastre, Santa Fe, Rafaela y María Juana. Ha recibido un gran apoyo de la Municipalidad de Sastre y de la Senadora Departamental Cristina Berra. Participa actualmente en la Sociedad de Escritores Argentinos con sede en Santa Fe, dicta talleres literarios y concurre a la Cárcel de Coronda a realizar dicha actividad. En Rafaela, ha participado en el Programa de cable ―Somos Rafaela‖, una nota en el Diario La Opinión y una nota en el Diario Castellanos. DE PUEBLO EN PUEBLO – Antología de una región que escribe

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Érase un crepúsculo cálido, lindo y justo para una reunión de amigos con la excusa de comer un sabroso asado. Invitaron a alguien más, para engalanar la cita con sus relatos: El ―Señor Mingo‖. Un hombre serio, de estatura normal, aunque gordo y cabezón, que luego de unas copas de más, relataría sus paseos por las noches con su bicicleta voladora. Cuenta entonces, que él tiene poderes, sólo de noche, porque cuando amanece se le van. Tal fue así, dijo: ―Que una noche me encontraba en una localidad vecina situada al norte y decidí volverme con mi bici, llegando a esta ciudad, con lo justo!...porque ya estaba amaneciendo.‖ Continuó su relato… ‖En otra oportunidad quise componer un tema junto a mi guitarra, pero no podía inspirarme, no encontraba las notas ni la letra... Entonces, decidí volar y aterricé cerca del Palo de Fierro. Me senté al lado de un árbol, en un campo, había luna llena y comencé a tocar y otra vez nada, hasta que escuché una voz del más allá con la que me puse a conversar.

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Me contó que un tipo se había quitado la vida ahí, ahorcándose. Después de ese contacto, me pude concentrar y armé mi canción‖. Y así, en la sobremesa entre relatos, guitarreadas y carcajadas, el Señor Mingo debió regresar porque pronto se haría de día. No está demás decir que, hasta ahora, nadie lo vio volar aunque nuestro héroe recorría Sastre y alrededores, pero no en una bici cualquiera… ¡Qué va! Su fantasía la transformó en una intrépida bici voladora para la cual no existían obstáculos ni distancias, frío, ni calor, y Mingo la montaba como un moderno ET surcando el aire, asombrando a pájaros y aves, llenando de alegría los espacios estelares…Porque claro, su imaginación llegaba a las estrellas, incluso a aquella que nunca pudo alcanzar, porque su ilusión sólo retornaba en las noches. La bicicleta fue su tren, su guitarra, sus sueños, el medio para llegar donde muchos no podremos llegar… ―NUNCA‖.

AUTORA Vive en Sastre (Santa Fe). Es Docente. Colaboró con el Libro Árboles del Dpto. San Martín. Participó del 5° Encuentro Nacional e Internacional de Poetas- Escritores en Villa

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Gral. Belgrano (Córdoba) S.A.L.A.C. y del 1er. Café Literario en Santa Fe. Su primera poesía fue publicada en el periódico Hilando Recuerdos de Buenos Aires. Participó de la 3ra. Antología Nacional e Internacional ―Noches sin Soledad‖ de Totoras.

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