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EL CABALLO DE REJONEO

Karla Abbadié Bisogno.

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En el arte del rejoneo, la estrella fundamental para poder realizar las diversas suertes de la forma más elegante y vistosa, es el caballo. Pero ¿Qué características deben de tener?, ¿Qué tipo de adiestramiento es el correcto?, ¿Qué raza o cualidades son las necesarias para poder ser caballo de rejoneo? Es precisamente de lo que trata este artículo, de adentrarnos en el mundo del caballo de rejoneo para conocer todo lo que hay detrás de este majestuoso y bello animal, que junto con el jinete logran una armonía y compenetración que nos dejan a todos con la boca abierta, la piel erizada y en donde los “oles” no pueden parar. En primera instancia, el alto grado de adiestramiento que deben tener los caballos especializados en determinados tercios de la lidia, unido a las cada vez más largas y extenuantes temporadas que torean, exige que los rejoneadores cuenten con cuadras amplias y variadas para afrontar con éxito sus compromisos.

A pesar de que podríamos pensar que se necesita un tipo o raza de caballo en particular, no existe un caballo determinado para rejonear, aunque los animales que se utilizan para el rejoneo, deben de reunir una serie de características morfológicas y de comportamiento determinadas. Lo que sí es un hecho, es que deben de tener belleza, elegancia y sobre todo transmitir al público. De igual manera, tiene que existir armonía entre caballo y jinete para que en la alzada del animal, haya consonancia con la envergadura del rejoneador.

Dentro de las cualidades que debe presentar un caballo, las más importantes son la fortaleza, el buen temperamento, la rapidez, el valor suficiente para aguantar las embestidas del toro -lo que algunos llaman "corazón"- y una doma muy precisa. También, deben de ser flexibles, que se doblen, que tengan movilidad articular para que le permitan arquearse. Por lo que el caballo ideal es el que con tranquilidad, con dominio absoluto de sus nervios, imponiéndose al miedo que le provoque el toro, vaya y lo busque en todo el ruedo.

Y más allá de elegir una raza en particular o un caballo especializado, los rejoneadores buscan animales cuyos progenitores hayan destacado previamente en el rejoneo, para asegurar que la genética sea la encargada de proporcionarle al caballo, las características necesarias para realizar determinadas suertes o ejercicios de doma.

Otra de las características más visibles y destacada que los rejoneadores toman en cuenta para elegir sus caballos, es el pelaje o “la capa” como suele llamarse, en donde consideran 2 aspectos distintos: por un lado, el color general de la capa y por otro las particularidades como manchas blancas o de distinta extensión que aparecen en la cara y/o debajo de la rodilla, lo que les proporciona un

toque peculiar e incluso de estos rasgos, puede salir hasta el nombre del animal como por ejemplo “Chocolate y Carbón” de Diego Ventura, o “Gallo” de Pablo Hermoso de Mendoza.

Y es curioso saber que todas las tonalidades de colores que pueden presentar los caballos, se derivan del color de la piel y de las capas básicas, las cuales son los colores negros y/o rojo, y que de ellas salen el resto de las capas por alteración de estos 2 colores. Por mencionar algunas capas tenemos a la “capa alazán” la “capa castaña, la “capa negra” también denominada prieta o morcillo, la “capa crema”, la “blanca albina” y las “capas tordas”, cuyos pelos y crines (conjunto de pelos gruesos y largos que tienen los caballos y otros animales a lo largo de la parte superior del cuello o en la cola) encanecen progresivamente sin que varíe el color de la piel ni de los ojos. Por tanto, se pueden distinguir: "tordo sobre negro", "tordo sobre castaño", "tordo sobre alazán", etc.

Un caballo rosillo, es un animal de cualquier capa con muchos pelos blancos uniformemente entremezclados por todo el cuerpo, excepto la cabeza, las crines y las extremidades que permanecen con el pelaje original. Un caballo pinto tiene grandes manchas blancas por el cuerpo. Hablando de las razas equinas que aportan caballos para el rejoneo destacan la lusitana y la española, así como los cruzados con pura sangre árabe y/o pura sangre inglesa o los caballos con las tres sangres o hispano-anglo-árabes. Aunque también,

algunos rejoneadores han empleado caballos de otras razas como la cuarto de milla, lipizana o azteca.

Estas razas brindan a los caballos elegancia, gracia, nobleza y capacidad para el recorte, así como elasticidad, agilidad, ligereza, potencia y velocidad o rapidez. Y dependerá del tercio en donde se utilicen, para elegir la raza ideal. Por ejemplo, hay caballos para paseíllo, el caballo de salida, el de banderillas y el caballo del último tercio.

La “doma”, se basa en la enorme memoria de los equinos y en su muy desarrollado instinto de defensa, por lo que el adiestramiento de un caballo para rejonear es una labor lenta y minuciosa, que se suele iniciar cuando cumple los dos años y tiene una duración entre tres y cuatro años.

En función de sus aptitudes, los caballos se utilizan para intervenir en uno u otro tercio de la lidia o realizar una determinada suerte, y, en función de ello, se les adiestra convenientemente, siendo esencial que los caballos estén muy acostumbrados a las suertes y ejercicios que realizan y que hagan los movimientos perfectamente, es decir, que estén reunidos.

Algunas de las cualidades que debe tener un caballo de rejoneo, son que al momento de desplazarse, debe ir con la cabeza metida hacia abajo y el cuello muy arqueado, tiene que hacer el galope largo y corto en círculos lo más pequeños posibles, se tiene que revolver con rapidez en un sitio y ponerse a galope con inmediata velocidad para no ser alcanzados por el toro; los caballos deben saber galopar perfectamente a una y otra mano y ejecutar con facilidad y rapidez cambios de dirección a galope.

Otro aspecto fundamental, es el cuidado y el transporte de los caballos de rejoneo, en donde se deben utilizar grandes camiones adaptados a la perfección, para trasladar a los caballos hacia la plaza de toros y someterse a una serie de cuidados a cargo de los mozos de cuadra, como moverlos lentamente para desentumecer los músculos, refrescarlos o bañarlos y cepillarlos después de que han llegado a la plaza.

Posteriormente, se deben arreglar para el festejo y esto consiste en “vestir a los caballos” a base de trenzas, lazos, borlas, etc., lo que se convierte en un ritual para los mozos y tiene una duración de alrededor de dos a tres horas.

El rejoneador suele estar una hora antes del comienzo del festejo, para montar a todos sus caballos y calentar sus músculos para que no sufran lesiones al enfrentarse al toro; y toda esta labor se realiza fuera de la plaza de toros, donde también debe haber veterinarios en la plaza para atender posibles cornadas o lesiones que puedan sufrir los caballos. Al terminar el festejo, los caballos se desvisten, refrescan, se abrigan para que no se enfríen y se les da de comer para subirlos de nuevo al camión, para viajar a una nueva plaza de toros o regresar a sus cuadras.

En definitiva, el rejoneo es uno de los espectáculos taurinos que el público más solicita por la gran labor que tiene el caballo y el rejoneador de fusionarse, para brindar una corrida en donde el toro siga siendo el rey de la fiesta brava; y en donde los cuidados, la doma y las características del caballo, serán fundamentales para el lucimiento de la jaca y resaltar todas las cualidades que posee este valiente y bello animal.

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