TEXTOS-TERON Patologización y Psicomagia Quisiera comenzar con el tema de Patologización, con una serie de preguntas que me surgen. La verdad, creo que esta pequeña ponencia sólo se configura en preguntas que al interior del Colectivo Entre- Tránsitos han ido apareciendo, de las que sólo tenemos alternativas de respuestas, más que verdades o posiciones definitivas. Y es que dentro del Colectivo, los tránsitos mismos son así. No son estáticos, ni definitivos y mucho menos iguales. Gran parte de nuestra apuesta es la visibilización por las diversidades trans en contraposición de cualquier discurso hegemónico del género o de lo que es “lo trans”. No obstante, respiramos en el ambiente una fuerte imposición de una categoría cerrada, que no nos interpreta a todos y todas; que se presenta ante nosotros con procedimientos estándar y juego de roles con libretos prefabricados… pero… ¿qué le vamos a hacer? ¿si no entro al juego, no obtengo la testosterona? Y la calle grita: “Ni enfermos, ni antisociales, orgullosamente…” Pero nosotros sí estamos enfermos, eso dice el DSM-IV. Para algunxs la categoría no importa, finalmente obtuvieron lo que querían: David dice: “Tampoco es malo, viéndolo desde obtener un beneficio… es salud y es prioridad estar bien con un cuerpo, acceder al sistema para seguir el proceso y continuar con la ruta.” Pero otrxs, entre los que me cuento, sentimos que dicho calificativo hiere la dignidad humana, violenta la autonomía de los tránsitos y las construcciones corporales, y perpetúa el modelo único de tránsito apoyado en un binarismo del sistema sexo- género. La pregunta interna del Colectivo es ¿cómo renunciar el estatus de enfermedad (de la misma manera que algunos de nosotros renunciamos a la categoría de transexuales) sin que esto implique perder la cobertura en el servicio de salud dentro del proceso de hormonación, quirúrgico que implique o no una resignación sexual. Sin respuesta clara para ello, respuesta que además debe idearse no sólo en los campos activistas sino en diálogo con los campos médico y políticos-jurídicos… … sólo seguimos haciendo “couching” a los chicos que llegan al Colectivo y preguntan por el proceso “legal” de la patologización para obtener el acceso al tratamiento hormonal y quirúrgico. “Couching” que implica “no responda esto”, “no diga que se excita con otros hombres”, “diga que es mediocampista” y “jamás vayas a decir que tuviste un hijo”.
Y en medio de esto, tan triste, manipulador y acartonado, Mais dice: “… debe respetarse la posición de cada sujetx y preguntar cómo se haría para que se respete esta decisión.” No todxs queremos una mastectomía, ni histerectomía, hay quienes quieres ser mapis y parir un hijo, y muchos dudamos de la reasignación sexual… pero las instituciones nos preguntan ante las decisiones y las dudas “si no quieres un pene, eres un verdadero hombre trans”. Y Sebastian dice: “Es la transfobia a lo que no es un proceso de reasignación normativo” El aval psiquiátrico da la sensación de que el cuerpo deseado está allá afuera y es necesario tener una serie de permisos y procedimientos para adquirirlo. En contraposición la apuesta del Colectivo está orientada al “se es cuerpo” y no es del todo necesario adquirirlo, en sensatez además de las razones económicas, sociales o políticas que rodean a sus mismos miembros. Y es así como muchos nos fugamos de la manera más irresponsable del modelo tripartita de la “transexualidad” que contempla: La experiencia de vida real, la hormonación y cirugía. Camilo dice: “Ilegalidad legitima de la hormonación”. Y vamos a la droguería más cercana y nos inyectamos testovirón y nos preguntamos ¿Qué le estará pasando a mi cuerpo? ¿me enfermaré?, ¿me habré inyectado la dosis correcta? ¿Cómo saberlo? … “pero no le pedí permiso a nadie para hacerlo y mucho menos para ser”. Sin embargo, hay varios de nosotros más sensatos. Van al consultorio del psiquiatra para de allí pasar al endocrino y al cirujano, y se ofrecen a sí mismos una mejor calidad de vida, manipulando la herramienta psiquiátrica. Pero he ahí el punto. Joshua dice: “¿Al Estado le preocupa tránsitos felices? La institución psiquiátrica carece de sentido, de contenido para algunas personas trans. Sólo se menciona como herramienta para obtener un beneficio en un sistema de salud, y no mental, sino para obtener el pase al endocrino. Y no es falta de preocupación por la salud mental de las personas trans. Todo lo contrario. En la Agenda Social Trans de Bogotá aparece repetitivamente como problema a tratar un deficiente salud mental de la población. Y como no, cuando la expectativa de vida de una personas trans apenas supera los 40 años, así lo manifiestan varias mujeres trans de la Zona de Los Mártires.
Esto sólo evidencia la ausencia de unas herramientas psicosociales para la construcción y proyección de un proyecto de vida. Y sin ser psiquiatra puedo leer esto como algo terriblemente doloroso para la psiquis. ¿Dónde está esta institución pensando en la felicidad de los tránsitos? (de quienes son “Trans” y el entorno que transita con ellxs) La invitación es que si el campo de la psiquiatría es un actor que debe aparecer inevitablemente en la obra que cada persona trans construye de su vida, se ponga en escena con un guión orientado a la plenitud del tránsito y no con el rol acartonado del ente que entrega certificados de disforia de género para acceder a hormonas y cirugías. Otra pregunta que surge es, si la psiquiatría responde a las necesidades de todas las personas que acuden a ella para ser patologizadas, ¿qué hace que cada vez más personas trans acudan a los grupos de apoyo para buscar “medicina mágica” (como dice Joshua) en espacio de “honestidad” donde desnudan no sólo su cuerpo físico sino el metafísico, aquel que es más diverso y desobediente de cualquier simple categoría de “lo trans”? No obstante, para los sensatos, el Colectivo siempre ofrecerá alguna ruta, pensando además que éstas no son del todo claras y sólo son conocidas por los chicos a través de alguna experiencia previa de otro. Además de la pregunta ¿cómo puedo hormonarme? otra pregunta con la llegan los chicos al Colectivo tiene que ver con el cambio de documentos. Y es aquí el otro gran conflicto, porque aunque el cambio del nombre puede responder en algo a la construcción identitaria que hace la persona trans, por parte de los documentos y en caso específico, la cédula, no responden a la representación del sujeto que lo porta. Sebastian nos muestra su cédula y pregunta: “¿Qué pasa si la rompo? ¿Dejo de ser ciudadano? Pero, ¿qué es la ciudadanía? Y haciendo un juego de lógica formal: Niki es cuerpo, Niki es ciudadano, entonces ¿qué sucede con el cuerpo que encarna mi ciudadanía, que le permite ser? El porte de un documento que expone un sexo (“género”) con el que no me identifico, por más hormonas, por más certificados de disforias, por Esteban o Alfonso que aparezca allí, pero sin una resignación genital que, por razones políticas, sociales y sobretodo económicas, no es alcanzable; y que finalmente responde a categorías binarias que se imponen sobre los cuerpos trans… todo ello, debe ser un punto de análisis. Esto sin contar, que nadie conoce a ciencia cierta, la ruta para obtener libreta militar para hombres trans. “Preséntese como caso especial”, “muestre el certificado de disforia de género”, “sabe qué, pague”… seguimos buscando alternativas mientras los chicos del Colectivo siguen huyendo de las requisas y de los batallones.
Pero esto de la libreta, al igual que nuestra distintiva “F” en la cédula, tiene una fuerte incidencia en otro aspecto de la vida de los hombres trans y que en el caso del Colectivo nos preocupa demasiado y es lo laboral. No tener los documentos “en regla” y la exposición de un sexo (“género”) contrario al que representa al sujeto implica una visibilización obligada en el ámbito laboral que a su vez, puede repercutir en discriminación (sea dentro del lugar de trabajo o por la no obtención del mismo). Y es así como, gran parte de los chicos trans, no obtienen un trabajo digno y apelan a un subempleo que no implique la exposición de “su condición trans”. Daniel se pregunta por “las rutas para poder acceder más fácil al cambio de nombre, que sea más fácil para una estabilidad laboral”. Puede ser sólo una sensación, pero siento que todas las voces exponen una desarticulación de las instancias médicas, legales, y las de las organizaciones sociales trans. Los diálogos y las discusiones deben iniciar ya. La apuesta por la vivencia plena, feliz y digna de los tránsitos no deben accionarse sólo en la intimidad de los colectivos, esto interpela a los cuerpos, las identidades, las ciudadanías y los Derechos, y el Estado debe aparecer como garante de los mismos, y actor que empieza a reflexionar sobre las necesidades de su población trans. Pero mientras esto sucede, los hombres con experiencia de vida trans seguiremos desarrollando estrategias de “sobrevivencia” algunas orientadas a la invisibilización (“marginarse por protección” dice David), otras orientadas a microrevoluciones que afecten el entorno inmediato y permitan una alternativa de tránsito feliz, con tetas, sin ellas, con hormonas sin ellas, con disforia y si esta… en actos psicomágicos.