LECTURAS 14 - 18 MAY0

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2012 Lecturas diarias semana del 14 al 18 de mayo

Grupo de biblioteca CEIP ÉPORA Montoro (CÓRDOBA) 13/05/2012


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La abeja ©Andrés Díaz Marrero

Abejita, zumbadora, tus alitas de cristal cuando sales del panal zumban alegre a la aurora. Eres tú, madrugadora, la que tras el polen va buscando aquí, y por allá... acariciando las flores; combinando mil sabores la sabrosa miel nos da. 3


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El cerdito gruñón ©Andrés Díaz Marrero

Soy un cerdito pequeño. A mí me gusta gruñir. Gruño cuando estoy contento como mi primo el tapir. A veces, carta recibo de mi tío el jabalí, de la selva, donde altivo también le gusta gruñir. Cerdo, chanchito, marrano, lechón, puerco, cochinito de tales nombres me ufano, ¡aún cuando soy pequeñito!

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Historia de dos árboles

(y muchas hormigas) ©Ileana Díaz Rivera 2007

Frente a la casa de don Felipe había dos árboles plantados. Uno de ellos era un roble grande, robusto, con hojas hermosas y flores en sus ramas. Este árbol robusto, de hojas hermosas y flores en sus ramas, disfrutaba cuando el viento juguetonamente le acariciaba las hojas, y aprovechaba para lucir su hermosura a los demás. A poca distancia se encontraba un pequeño arbolito de flamboyán, débil, flaco, y con pocas hojas. Triste porque apenas recibía la luz del sol. Las ramas del árbol grande no se lo permitían. Todos los días, con su voz potente, el roble, exclamaba: -¡Qué bello soy! ¡Alto y fuerte, gracias al sol que me ilumina!Cuando el árbol pequeño escuchaba los elogios que el roble se daba a sí mismo, se entristecía aún más. Él no podía decir lo mismo, pues apenas recibía la luz del sol y cada día se ponía más débil. -Quisiera ser tan hermoso y fuerte como tú- le decía el pequeño flamboyán al roble, y con voz tímida añadía. -Si pudieras apartar tus ramas un poco y permitirme recibir aunque sea un rayito de sol, ¡te lo agradecería tanto!Pero, el roble no podía escucharlo porque la voz del arbolito se desvanecía con el ruido del viento que chocaba con sus hojas. Además, el roble era tan alto que el sonido de la voz del pequeño apenas le llegaba. 7


Las hormigas que trabajaban cerca escuchaban a diario la súplica del flamboyán. Precisamente había un hormiguero entre ambos árboles. Un día el árbol pequeño escuchó una vocecita que le dijo: -Entiendo lo que te pasa, pues también soy pequeñita- Desde que nací mis compañeras me han cuidado y ayudado a crecer, y sabes qué, yo te ayudaré a ti.La hormiguita acudió a la hormiga líder y le contó el problema del arbolito. -¡Esto no lo podemos permitir!- La hormiga líder le respondió. Y se trepó en el tope del hormiguero, puso sus patas alrededor de su boca y con voz fuerte llamó a reunión a las demás hormigas. ¡Atención compañeras! - exclamó la líder. Las hormigas se aglomeraron para saber de qué se trataba. La hormiga líder les explicó a sus compañeras el problema del arbolito, luego les preguntó: -¿Ayudaremos a nuestro amigo? -¡Sí, sí, sí!- todas contestaron a coroDel grupo se escuchó una voz que sobresalía diciendo: -¡No podemos cruzarnos de patas y esperar que se debilite más!-¡Es cierto, es cierto!, -afirmó el grupo. Las hormigas acordaron un plan. Al amanecer del día siguiente visitaron al arbolito y le dijeron: -Sabemos cómo ayudarte a recibir la luz del sol. Has sido un buen vecino, y aunque flaco y débil, siempre nos has permitido subir a ti para buscar alimento. En cambio nuestro vecino, el roble, nunca lo ha permitido. ¡Esta tarde te daremos una sorpresa!Las hormigas se habían reunido discretamente al pie del árbol grande poco antes de que Don Felipe regresara del trabajo. Ellas habían calculado el tiempo exacto que les tomaría subir al roble y sorprenderlo. 8


-¡Ahora!- se escuchó la orden de la hormiga líder. Las hormigas subieron rápidamente al roble, que no estaba acostumbrado a tal visita. Las patitas de las hormigas corriendo sobre su tronco y sus ramas le causó muchas cosquillas; así que comenzó a sacudir fuertemente sus ramas justo en el momento en que llegaba Don Felipe, del trabajo, y, ¿adivinen lo qué sucedió? Don Felipe al bajar de su carro pasó por debajo del roble y algunas de las hormigas le cayeron encima. Las otras corrieron reunirse al final de las ramas del árbol, según el plan que habían trazado. Entonces la hormiga líder volvió a ordenar: -¡Brinquen!El resto de las hormigas se lanzó sobre Don Felipe, y aunque sólo una de ellas lo picó, se le escuchó decir. -¡Ay, ay, ay, las hormigas me están picando!Don Felipe se sacudía las hormigas que le corrían por el cuerpo. Pero sentía que más y más hormigas le caían sobre la cabeza, hombros y espalda. Alzo la vista y miró las ramas del roble y vio que las hormigas caían de allí. -¡Ah, están en las ramas!, ¡Tengo que acabar con ellas!- Exclamó furioso. Fue a la casa a curarse las picadas, luego regresó con unas enormes tijeras y comenzó a podar las ramas donde estaban las hormigas. Cuando las ramas tocaban el piso, las hormigas que se hallaban en ellas corrían a esconderse en su hormiguero. Cada vez que una rama era podada el árbol pequeño recibía un rayito de sol. Inmediatamente sintió que cobraba fuerzas. La alegría lo invadía y no paraba de reír. Sus hojitas se abrieron para recibir el calorcito de la luz. Suspiró y dijo: -¡Por fin tengo luz solar! ¡Ahora creceré y recuperaré mi salud!, -exclamó con regocijo. Y así sucedió, pues, al transcurrir el tiempo creció y se hizo tan hermoso como su vecino. 9


Don Felipe estaba contento porque ahora tenía frente a su casa dos árboles preciosos que refrescaban el aire y le daban sombra a su hogar. El roble aprendió a pensar también en los demás, y el vistoso flamboyán, de hermosas flores coralinas, que una vez fue pequeño, entendió lo importante que es buscar ayuda cuando se necesita. Las hormigas por su parte, estaban orgullosas por haber ayudado y visitaban ambos árboles a menudo. Así, convivieron todos juntos como buenos vecinos.

VOCABULARIO: Flamboyán: 1. m. Cuba, Guat. y Méx. Árbol de la familia de las Leguminosas, oriundo de la India, que en el verano echa flores de color rojo anaranjado en ramillete.

SABER MÁS: http://cjaronu.wordpress.com/2009/11/04/el-flamboyan/

Roble: 1. m. Árbol de la familia de las Fagáceas, que tiene por lo común de 15 a 20 m de altura y llega a veces hasta 40, con tronco grueso y grandes ramas tortuosas, hojas perennes, casi sentadas, trasovadas, lampiñas y de margen lobulado, flores de color verde amarillento en amentos axilares, y por fruto bellotas pedunculadas, amargas. Su madera es dura, compacta, de color pardo amarillento y muy apreciada para construcciones.

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CUENTO

EL CANTO DEL GRILLO

Érase una vez un indio que abandonó la reserva y fue a visitar a un hombre blanco al que le unía una vieja amistad. Una ciudad muy grande, con todo ese ruido de coches y de gentes que tienen todas tanta prisa, era algo nuevo y desconcertante para el indio. El piel roja y el rostro pálido paseaban por la calle cuando, de repente, el indio le dio un ligero toque a su amigo en el hombro y le dijo: -

¡Párate un momento! ¿Oyes lo que yo estoy oyendo?

El hombre blanco contestó: - Lo único que oigo es el claxon de los coches y el traqueteo de los autobuses. Y también las voces y el ruido de los pasos de los hombres. ¿Qué es lo que te ha llamado la atención? -

Ninguna de esas cosas. Oigo que en los alrededores hay un grillo cantando.

El hombre blanco aguzó el oído. Después sacudió la cabeza. -

Te estás equivocando, amigo - dijo - Aquí no hay grillos. Además, si hubiese un grillo por aquí, en alguna parte, sería imposible oír su canto con todo este ruido de fondo. 12


El indio dio unos cuantos pasos. Se quedó parado ante la pared de una casa. Por esa pared crecía una vid trepadora y silvestre. Apartó unas hojas hacia un lado, y ¡vaya sorpresa para el hombre blanco! Allí había, en efecto, un grillo que cantaba con todas sus fuerzas. Y, cuando el hombre blanco vio el grillo, también pudo percibir el sonido que emitía.

Siguieron andando, y después de un rato dijo el hombre blanco: -

Está claro que eras tú quién podía oír al grillo. Tu oído está mucho mejor entrenado que el mío. Además, los indios tienen el oído más desarrollado que los blancos.

El indio sonrió, negó con la cabeza y respondió:

-

Te equivocas amigo. El oído de un indio no es mejor ni peor que el del hombre blanco. Atiende que te lo voy a demostrar.

Metió la mano en el bolsillo, sacó una moneda de cincuenta céntimos y la dejó caer sobre la acera. La moneda tintineó al chocar contra el asfalto, y las personas que se encontraban a varios metros de los dos amigos se apercibieron del sonido y miraron hacia todos los lados. Finalmente, uno la encontró, la recogió y se la guardó. Después siguió caminando. - ¿Ves? - dijo el indio- El tintineo de la moneda no era un ruido mayor que el canto del grillo, y a pesar de ello lo han oído hombres y mujeres blancos y se han dado la vuelta al instante, mientras que el canto del grillo nadie lo oyó más que yo. No es cierto que el oído del indio sea mejor que el de los blancos. Es simplemente que cada uno oye sólo aquello a lo que está acostumbrado a atender. Fragmento del libro:” Historia de pieles rojas”

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