¿Votar nulo? CARROLL RÍOS
La palabra voto viene del latín votum, o deseo ardiente. Usualmente no tenemos un "deseo ardiente" de que uno de los candidatos nos gobierne. La oferta no refleja nuestras preferencias y nos frustra no poder trasladar esta información a la clase política. Como electores tenemos tres alternativas: votar por un contendiente, anular el voto o abstenernos de votar. Supongamos que un votante marca la casilla por el candidato Z. Su acto refleja cualquiera de las siguientes preferencias, todas incompatibles unas con otras:
Z me encanta
Z me es indiferente
Z es preferible a sus contendientes.
Z es aceptable
Voté al azar.
Al votar por Z, castigo al principal contrincante.
Pese a los diferentes razonamientos tras el voto, la lectura única por la sociedad es “ese votante prefiere a Z”. En otras palabras, el voto no comunica lo que realmente demandamos.
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