Autor Erika Lizbeth Martínez Gálvez Revisores Cristian Israel Flores Rodríguez Karen Violeta Morales Valle Ilustrador Alex David Ramos Villacis Diseñadora Solange Estefanía Mejía Naranjo
EDICIÓN 2015
LEYENDA DE LA COSTA ECUATORIANA
LEYENDA DEL CERRO SANTA ANA En Guayaquil existe el cerro Santa Ana que se levanta imponente sobre toda la ciudad, donde ahora podemos observar casitas de muchos colores y donde reposa las escalinatas "LAS PEÑAS" Cuenta la leyenda que existió un rey Inca que poseía muchas riquezas, un hogar de oro macizo que brillaba con la intensidad del sol, mucho poder. Se jactaba de todo esto y además de su hermosa hija pues todo el imperio la pretendía y la admiraban por su dulzura y belleza. Su hija enfermó de gravedad un día, a pesar de que llamaron a varios hechiceros y brujos que curaban con el canto, el baile y con palabras majestuosas, miles de magos de extraños lugares....ninguno fue capaz de curar a su hija. Sin embargo Un hechicero llegó, cuando todo estaba perdido. Y dijo que tenía una cura para la hija. El rey lo escuchó pero apenas terminó de decir estas palabras se llenó de cólera. "SI QUIERES QUE TU HIJA SE CURE DEBERÁS RENUNCIAR A TODAS TUS RIQUEZAS, SOLO ASÍ ELLA PODRÁ SALVARSE" -NO Y NO- respondió el rey con los ojos inyectados de furia, y tal era su rabia que mandó a sus guardias a torturarlo durante meses para después matarlo, el rey pensaba que este hechicero lo envidiaba y quería quitarle su fortuna pero igual su hija no iba a recuperarse.
-ES MENTIRA- pensó el rey -HIJAS? podría tener muchas pero este ORO no se lo daré a nadie ES MÍO- repitió sin cesar
Cuando el hechicero murió, una terrible maldición cayó sobre el reino, el cielo era tinieblas, la tierra se levantó hambrienta para castigar al reino del soberano ambicioso, las montañas rodearon el reino y lo devoraron, destrozando todo y tragándose todo su ORO.
Dicen que cada 100 años la princesa en toda su bondad y dulzura desea salvar su reino para descansar en paz. Pero jamás podía porque la avaricia era el principal sentimiento de todo hombre. Cuando un expedicionario español subió por el cerro y llego a una superficie plana sucedió que se encontró con la mujer más hermosa vestida de color tornasol, llena del brillo y el calor del sol. Ella le mostró al expedicionario una ciudad de ORO, y le prometió que si él lo deseaba todo podía ser suyo, sin embargo también podía escoger liberarla y casarse con ella, con la promesa de que lo amaría eternamente, sería su esposa fiel, lo cuidaría eternamente con total devoción. Sería la mejor esposa que jamás habría tenido hombre alguno. Pero él prefirió..¡LA CIUDAD DORADA! La princesa se entristeció y se desvaneció llorando al instante, de repente el rey apareció maldiciéndolo
por repetir la historia y quiso arrastrarlo a la oscuridad eterna, para que compartiera con ellos su destino, el expedicionario en su pánico pidió disculpas y le rezó a la virgen de SANTA ANA.
Y la Virgen supuestamente lo rescató, liberándolo de cualquier maldición y alejando al malvado indio de ese lugar, por eso en su honor se bautizó al CERRO con el nombre de CERRO SANTA ANA, lugar donde se inició la fundación de Guayaquil.
LEYENDA DE LA SIERRA ECUATORIANA
LEYENDA DE CANTUÑA Cantuña poco a poco empezó a desesperarse. Llegó el momento en que faltaba tan sólo un día para la entrega de la obra, y el atrio aún no estaba culminado. Al verse impotente ante la falta del compromiso adquirido, Cantuña cayó en desesperación y la aflicción se apoderó de él. Cuenta la leyenda que en la antigua ciudad colonial de Quito, vivía entre tantos, un indio llamado Cantuña. Hombre hábil en el arte de la cerrajería, carpintería y en especial de la albañilería. Fue contratado por los Frailes Franciscanos para la construcción del atrio del convento Máximo de San Francisco de Quito.
El indígena comenzó la construcción del atrio pero lamentablemente el tiempo que disponía era muy corto. Pasaron los días y la construcción aún faltaba de terminar por lo que
En esos precisos momentos, se apareció ante el asustado indígena, Lucifer, el amo del infierno. El miedo y la desesperación se apoderaron de Cantuña al ver la imagen de tan temible ser, el cual con voz profunda y ronca exclamó: ¡Cantuña!. Aquí estoy para ayudarte. Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio incompleto antes que
aparezca el nuevo día. A cambio, me pagarás con tu alma.
Ante tal propuesta y producto de la desesperación y el miedo, Cantuña aceptó el trato, solamente pidió una condición, que sean colocadas absolutamente todas las piedras. El diablo aceptó, le pareció una condición absurda y simple de cumplir.
Inmediatamente los "Diablillos" a órdenes de Lucifer empezaron a construir el Atrio de San Francisco y en pocas horas fueron dando forma a la monumental obra arquitectónica. Efectivamente, al pasar las horas, el gran atrio estaba culminado. Tal como lo ofreciera Lucifer, la obra se culminó antes de la media noche, fue
entonces el momento indicado para cobrar el alto precio por la construcción, el "alma de Cantuña".
Sin embargo, el diablo al momento de llevarse el alma del indio, éste lo detuvo con una timorata actitud.
¡Un momento! - dijo Cantuña. ¡El trato ha sido incumplido! Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y no fue así. Falta una piedra. ¡El trato ha sido incumplido! En aquel momento Cantuña sacó, debajo de su poncho, una roca que la había escondido muy sigilosamente antes de que los demonios comenzaran su obra. Lucifer, atónito, vio en instantes como un simple mortal le había engañado de la manera más simple. Cantuña salvó de esta forma su alma, y el diablo sintiéndose burlado, se refugió en los infiernos sin su paga.
LEYENDA DE LA AMAZONÍA ECUATRIANA
LEYENDA DEL PUNGARA URCCO: LA CASA DEL DIABLO Mucho antes de que los jesuitas llegaran a Loreto y Archidona, un puñado de indígenas quichuas vivía ya en las faldas del cerro Pungara Urco (cerro de brea), hoy comunidad de San Pedro al Oriente del actual centro poblado de Muyuna. En esos días cuatro niños desaparecieron en el río, por más que los buscaron no encontraron ninguna huella, así pasaron varios meses, hasta que dos mujeres que salieron en busca de agua no retornaron jamás.
Muy preocupados por estas desapariciones, se reunieron los moradores del lugar para consultar a sus guías espirituales, los brujos. El más anciano, pero también el más famoso de ellos, vivía en las faldas del chiuta. Junto con él hicieron los ayunos rituales tres brujos más, durante cuatro días bebieron esencia de ayahuasca y guando y al final estuvieron de acuerdo en afirmar, que
aquel peligroso lugar donde ocurrieron las desapariciones, estaba asentado sobre un antiguo cementerio y que los supais (diablos) eran dueños de ese territorio porque algunas almas les pertenecían.
Los bancos (poderosos brujos) dijeron que para alejar a los espíritus era necesario emplear algunas hierbas ceremoniales y mucho ayuno, pero que además tenían que cancelar el precio estipulado y este consistía en cuatro guanganas (sajinos) y cuatro canoas llenas de pescado ahumado.
Efectuado el pago los brujos se dedicaron a la tarea de exorcizar aquel siniestro lugar; por las tardes, uno de ellos, el que estaba de turno, acompañaba a las mujeres y a los niños hasta el río y les mostraba las piedras negras, donde vivían los diablos.
Una noche especialmente oscura y lluviosa, los cuatro brujos se dirigieron al playón del río; llevaban consigo ollas, hierbas y algunos maitos, de los que ellos nunca dejaron ver su contenido. Nadie pudo asistir a la ceremonia de exorcismo, pero se escucharon con toda claridad insultos, gritos, maldiciones y silbidos. Luego vino la lluvia fuerte, copiosa y persistente. Se incrementó el caudal de las aguas del río y los animales que viven en sus riveras enmudecieron. Al día siguiente los brujos agotados pero satisfechos, informaron que habían expulsado a los diablos y que estos se habían refugiado en el cerro de Pungara Urco; recomendaron no bañarse en el río cuando sus aguas crecieran, no lavar la ropa en el río pasadas las 6 de la tarde y no pescar carachamas durante la noche. Después de haber
dicho esto, les brindaron chicha de chonta y pescado ahumado y cada quien se fue para su comunidad.
Pasó el tiempo y cuando la normalidad parecía haber sentado sus reales en la comuna, una hermosa tarde de sol y bulliciosos pericos, una hermosa y lustrosa guatusa llegó a una chacra, el dueño de la misma un joven cazador, las siguió sigilosamente hasta el cerro del Pungara Urco y no volvió más. Sus amigos y familiares angustiados lo fueron a buscar, encontraron varios senderos misteriosos y escucharon silbidos escalofriantes, que los invitaban a perderse en la selva; la gente temerosa tuvo que regresar y del cazador no se supo nada más.
En las noches de luna llena, casi al filo de la medianoche, quienes por
desgracia se aventuran a pasar cerca del cerro de Pungara Urco, o se atreven a caminar a través de él, escuchan espantados gritos desgarradores, seguidos de una risa diabólica, que se alarga insistentemente como un eco. Y son pocos los que han podido escapar a este reclamo. A veces por los potreros o chacras de la comunidad de San Pedro, asoman venados, guatusas, sajinos y pavas del monte. Ya nadie los persigue, ni se deja engañar. Estos animales son los diablos, que buscan tentar a los hombres para atraerlos al centro del Pungara Urco y no dejarlos regresar jamás.
LEYENDA DE GALÁPAGOS
EL MISTERIO DE LAS ISLAS Cuenta la leyenda que la razón para que las islas Galápagos fueran llamadas ‘las encantadas’ no fue en un principio la hermosura de sus paisajes ni la variedad de su flora y fauna, sino la capacidad que tenían estas de ‘desaparecer’ ante los ojos de los piratas y otros visitantes que se aventuraban a encontrar las islas. Desde el siglo XVI, en que las descubrió por error por el arzobispo español Tomás de Berlanga, las Galápagos han dado de qué hablar, ya sea por su increíble hermosura o por varios misterios de los que han sido protagonistas. En los años treinta del siglo pasado, en una de estas islas encantadas, Floreana, ocurrió uno de esos misterios dignos de las novelas de Conan Doyle, y que fue portada de las noticias de ‘farándula’ del Viejo Continente. Esta historia tiene varios protagonistas, que llegaron a Floreana atraídos por la belleza de las islas y por su aislamiento del mundo.
El primer protagonista de este misterioso suceso fue el excéntrico dentista alemán Friedrich Ritter, quien llegó en 1929 junto con su amante Dora Strauch. La leyenda cuenta que Ritter carecía de dientes, pues se los había extraído antes de viajar a las islas, por temor a tener que quitárselos él mismo. Otro grupo estelar, también alemán, es la familia Wittmer, que llegó en 1932, compuesto por Margret Wittmer, su esposo Heinz y su pequeño
hijo Hans. Se dice que ellos se instalaron en Floreana huyendo de la Segunda Guerra Mundial y porque Hans padecía una enfermedad que se curaría con el clima de las islas.
Sin embargo, el personaje más polémico de la historia es la baronesa de origen austríaco Eloise Wehrborn de Wagner-Bosquet, quien llegó en 1932 con dos amantes alemanes, Rudolf Lorenz y Robert Philippson, y un trabajador ecuatoriano, Manuel Valdivieso. Esta enigmática mujer desató una serie de intrigas entre los habitantes de la isla, sobre todo entre los Wittmer y Ritter, quienes se sintieron amenazados por la extravagancias de la baronesa, que se hacía llamar ‘La emperatriz de Galápagos’. Wagner llegó a Floreana para instalar en la isla un hotel de lujo, al que llamaría Paraíso, un sueño que nunca se concretó. El misterio empezó cuando un día de 1934, de pronto, la baronesa y su amante Philippson se esfumaron sin dejar huella. Ese mismo año, Lorenz, el amante despreciado de la baronesa y el principal sospechoso de la desaparición, vendió las propiedades de esta y dejó la isla en un barco noruego, pero el barco naufragó cerca de la isla Marchena y los ocupantes murieron de hambre y sed. Y, para rematar la cadena de desapariciones y misterios, el doctor Ritter murió envenenado a finales de 1934. Estos tres sucesos misteriosos dieron pie para que varios corresponsales de diarios europeos y estadounidenses visitaran las islas para conocer la verdad de los hechos, lo que aportó notoriedad a las Galápagos. Nunca se logró saber qué sucedió con la baronesa y su amante, ni quién envenenó al doctor Ritter. Hay varias versiones en las que los personajes de esta historia se acusan entre sí, pero ninguna se demostró. La cuestión es que esta ‘novela de misterio’ quedó para siempre en la memoria de las Galápagos y de los habitantes de Floreana. Se sabe que Dora Strauch regresó a Alemania y publicó el libro Satan came to Eden, acerca de su versión de los hechos. Los Wittmer, en
cambio, se quedaron en la isla. Su hijo Hans murió en 1946 y su otro hijo, Rolf (la primera persona que nació en las islas), se quedó en las islas y se dedicó al turismo. Margret Wittmer publicó varios libros sobre Galápagos, entre ellos Floreana, lista de correos, en el que habló sobre los sucesos de 1934. Esta misteriosa historia también inspiró el libro The Galapagos Affair, de John Treherne.