El Rebelde con Causa - Para el padre Justo, del Carmen de Alajuela, las reglas de la Iglesia no son sus mejores amigas, pero sí las motos y el barrio. por Ernesto Núñez Chacón Noviembre 2013
Para el mundo que habla español, el diccionario de la Real Academia define la masturbación así: 1. f. Estimulación de los órganos genitales con la mano o por otro medio para proporcionar goce sexual. Pero para una clase de niñas y niños de primaria católica, el diccionario del padre Justo, una obra de arte española de 76 años (hablamos del padre), define la masturbación asá: 1. f. Es como una picazón. Puedes rascarte, pero si te rascas mucho te va a hacer daño. Estas destilaciones del castellano, finas como guaro de nance, son el producto estrella de Justo Asenjo Gurpegui, vicario parroquial de la Iglesia del Carmen de Alajuela, donde comenzó operaciones hace 40 años, y donde ahora se recupera de un tercer infarto que sufrió hace dos meses.
El padre Justo nunca ha podido estar lejos de los jóvenes. Tras pensionarse como profesor del Colegio del Carmen, se hizo capellán del Colegio Marista.
Pero el encierro nunca ha computado con facilidad en el ordenador del padre Justo, y los vecinos del barrio esperan que esta vez no sea la excepción. *
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A los doce años Él lo llamó, y él respondió dejando su casa, en la lluviosa Guipúzcoa, para ingresar al Seminario San José Menor, en la seca Lodosa, a fin de comenzar su educación sacerdotal de doce años. Eso dura normalmente. Es ese instituto que le enseñó griego, hebreo, latín, francés... la libertad no fue la misma que hallaría en Alajuela para jugar fútbol con los jóvenes del barrio, e ir a la playa con las coristas del templo. Sin embargo, eso no evitó que alguna vez escapara de las paredes del seminario, al igual que ahora suele saltarse las reglas de la Iglesia. El padre Justo a veces preside matrimonios que no cumplen todos los requisitos, y en otras ocasiones incluso los oficia fuera de la parroquia. ¿Para qué tanta regla?, se pregunta él inquietado. La Biblia fue escrita hace mil años para los judíos, y los católicos ni judíos son. Para el padre, mejor que la familias planifiquen a que anden dejando niños que no pueden alimentar, por ejemplo. Incluso ahora, confinado al reposo con 50 kilos de peso, y dos marca pasos en su pecho, el padre quiere saltar de la cama. Llamó al arzobispo de Alajuela para que le fuera a recoger la cédula que había dejado pérdida en el hospital. El gobierno está obligando a cambiar placas, le dijo. O cambia rápido las de su Vespa, o tendrá que pagar 20 mil pesos cada vez que lo agarraren infraganti andando en moto. Y es que siempre ha andado en moto. El primer sacerdote en hacerlo. Con su moto repartía comuniones, visitaba a los enfermos, iba de una misa a otra... a menos que se estrellara. El padre Justo no se caracteriza por su puntualidad; de hecho el arzobispo lo recuerda como el que arruinaba los horarios de comida en la parroquia. Pero una vez, la gente de Montserrat, otro de los barrios a los que sirve, lo esperaba y esperaba para la misa, y nada que llegaba. Al final llegó... pero hecho leña. Había tenido un accidente con la moto. Pero así, con la anécdota tan fresca en la cabeza, como los raspones en la piel, introdujo la eucaristía. ** Ese color con que el padre tiñe sus sermones no es un color vivo. Es fosforescente, fosforescente y denso, como Pepto-bismol. Es casi tan denso como el color castaño de su pelo cuando llegó a Costa Rica. Con el paso de los años lo perdió, el color y el pelo, pero ganó la ciudadanía tica. Aquí quiere morir. Para darle ese color y textura a su sermones, el padre Justo ha contado con cómplices que descasan en paz. Primero, la Borona, su perra, y segundo, un mono hediondo. Ambos lo acompañaban en sus visitas y hasta cuando daba misa. En misa siempre mezcla dos o tres "chiles" con un chorro de "jetabulario". Esos dos son los secuaces que nunca lo han dejado en el ejercicio de su ministerio. La Biblia cuenta que clavado en la cruz, Cristo miró al cielo y pidió a Dios que perdonará a los hombres porque no sabían lo que estaban haciendo... El padre Justo contó en sus cursos bíblicos que ¡MÍRENLAS! ¡Cristo estaba pensando en los HIJOSDEPUTAS que estaban siendo!
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Su compinche aquella vez fue una fina señal tica: el dedo gordo metido entre el índice y el del medio. Si bien a veces espanta a algunos, la delicada oratoria del padre Justo enamora más que asustar. *** El año pasado, Justico, como lo llaman algunos vecinos del barrio del Carmen, logró que Alba, vecina del frente de la parroquia, le diera una oportunidad a "Mateo", el primer curso bíblico. Hoy, después de conversar con "Mateo", "Marcos", "Lucas" y "Juan", Alba espera que el padre se recupere para que dé "Apocalipsis", el libro que le suena a ciencia ficción. Esos mismos apósteles de Justico capturaron incluso a seis jóvenes. Un número alto para un curso bíblico. Los más viejos se alegraron de que sucediera. Eso sí, antes de empezar el padre les advirtió a los jóvenes del filo de su lengua: "Yo hablo así para que me entiendan". Y cuidado no entienden así... El Padre Justo estaba confesando durante una de las tantas misas en sus 50 años de sacerdocio. Una señora entró al tradicional confesionario español de la Iglesia del Carmen: dos puertas, dos cubículos, uno para el confesor y otro para el arrepentido, y una ventanita de cedazo que comunica ambos mundos. ¡Que ya no aguantaba más! ¡Que tras 30 años de matrimonio se iba a divorciar porque su esposo era un mujeriego!, le dijo la señora al padre. Tarde, le respondió él. Tarde le había cogido. Rapidito entró otra arrepentida, ésta con poco tiempo de casada, diciendo que se iba a divorciar también... Pues que se divorciara, le dijo el párroco. "¡NO SEAS TAN BRUTA COMO LA QUE ACABA DE SALIR! Si lo escuchara el padre José María, su hermano menor, se muere. Como el agua y el aceite son ese par, aunque ambos crecieron en una familia religiosa y unida. Su padre, don Gregorio, llevaba obras de teatro y poetas al Seminario para que los jóvenes las disfrutaran. En sus sermones, el Padre destila todavía más esa franqueza. Ni el púlpito, ni el templo lleno, ni el arzobispo al frente lo hacen titubear. En sus sermones, la chota contra los maridos avergüenza a algunos y saca la carcajada a otros "Esos hijueputas", "aquel viejo vagabundo"... son algunos cariñitos que le dedica a esos hombres que no le dan el respeto que merecían sus esposas. Así como se acerca a una mujer que se encuentra llorando para servirle de apoyo (si es por el marido le espera una trapeada), así de cerca ha estado siempre de los jóvenes. **** El padre Justo jugaba con los jóvenes en las canchas de fútbol, pero también visitaba a quienes estaban en los tugurios procurando que a nadie le faltara su diario. Ahora su pensión se la da a la gente pobre, y a los agustinos, el gremio católico al que pertenece.
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El padre Hippie trabajó en el Colegio del Carmen hasta que se pensionó. Lo apodaron así porque en lugar de andar por las calles con el hábito puesto como los demás sacerdotes, andaba con una camisa de botones y de manga corta. Recientemente, las cambió por camisetas de Gollo que le regala una vecina porque, según el padre, él es como Gollo: "solo bueno". Aunque hippie, ayudó a muchos jóvenes a salir de las drogas. Les proponía que en lugar fumaran mata de chayote si querían aparentar. Así, muchos se alejaron de esos hábitos, pero el padre Justo nunca se alejó de los jóvenes al envejecer. Hasta en foursquare ha aparecido en boca de un muchacho. "El padre Justo es lo mejor ever en la vida, no conozco alguien tan carismático, que su speech siempre aborda los temas con tanta sabiduría. Mis respetos", publicó Leonardo Soto cuando hizo check-in en la misa de la Iglesia del Carmen. ***** Siempre cerca de ellos. Hace 20 años, un joven borracho "hizo check-in" en la casa de doña Ana Rosa, frente al Parque Juan Santamaría, y empezó a sofocar a su madre de 70 años. Doña Ana tumbó al joven para detenerlo. Nada serio le pasó a su mamá pero la denuncia estaba prácticamente firmada. El padre Justo llegó a la casa de doña Ana Rosa para abogar por el muchacho. Le dijo que comprendía lo que le pudo haber pasado a su madre, pero que el muchacho era un buen estudiante, de una buena familia que conocía porque colaboraban en el barrio. Lo que sucedió había sido un desafortunado incidente de una sola vez. Doña Ana archivó el asunto tras la intervención de ese abogado penal juvenil. Esa labor que realizó el Padre para los jóvenes le valió, en su momento, una moto nueva hecha de partes viejas de moto que los muchachos recolectaron de los tres talleres del barrio. "Para el padre mejor del mundo" decía la tarjeta del tamaño de un cartel. Ese día, se le aguaron los ojos al padre mejor del mundo cuando bajó las gradas del templo. ****** Abuelas, madres e hijas coinciden en que el padre tenía fama de don Juan. Era muy guapo:
una contextura fornida, aunque Sansón no era. un pelo castaño oscuro, del color del de Sansón. y una voz honda, como la que uno se imagina que tenía Sansón. Después de todo era un hombre que despellejaba leones por sí solo. Solo falta el sazón del acento español del padre Justo.
Justo tenía aire de don Juan, pero también de don Quijote, porque no decía "no" a sus "guaritos". Fuera guaro de nance o una cerveza. Después de bendecir una casa se tomó una con la familia. Vio la hora, canceló el siguiente compromiso, y pidió otra. El padre Justo nunca ha dicho "no". Ni siquiera ahora que está flaco, amarillo, carente de energía para mantener los ojos abiertos, y carente de fuerza para conversar más de dos minutos sin que sus pulmones se agiten, y comience a jadear. Ni siquiera así dijo "no" a ayudar a un joven universitario con su ejercicio de semblanza. Al contrario, se disculpó por no poder ayudar más.
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Porque nunca dijo "no", más de una vez salió de la parroquia en la noche para aplicarle lo santos olios a un enfermo que pedía al padre Justo, y nadie más. Este motorizado acudía al llamado de su causa, aunque por no decir "no", regresaba tan tarde a la parroquia que ya lo habían dejado afuera. O le abría la empleada si por suerte seguía ahí, o dormía en casa de un vecino que por cariño le abriera la puerta. Igual, cariño nunca ha faltado para el padre Justo (excepto algunos escandalizados que lo acusaron al arzobispo). Las puertas de los corazones, las casas, y las refrigeradoras de los vecinos han estado abiertas. Pedir permiso para entrar no le ha hecho falta. De cualquier manera, nunca lo ha pedido para nada. En su Vespa viaja este rebelde con causa de puerta en puerta. Solo toca, entra, toma asiento, y abre la boca para aconsejar, o comer. Consejo, regañada, trago, o frijoles saltarines (sus favoritos)... La gente se ríe con él, y entre carcajadas, se acercan a Él.
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