G R U P O E S PA Ñ A EXTERIOR
José BABIANO MORA Manuel BARROS / Pilar CAGIAO VILA Luís M. CALVO SALGADO Victoria CASTRO / Pilar DOMÍNGUEZ PRATS Francisco DURÁN VILLA Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA Mª Pilar FREIRE ESPARÍS Teresa GONZÁLEZ PÉREZ X. Amancio LIÑARES GIRAUT Manuel LÓPEZ FARALDO José C. MOYA / Nancy PÉREZ REY María Xosé RODRÍGUEZ GALDO Raúl SOUTELO VÁZQUEZ / Leonardo VELLÉS
El protagonismo de la mujer en las corrientes migratorias españolas X. AMANCIO LIÑARES GIRAUT Coordinador
G R U P O E S PA Ñ A EXTERIOR
Guía de lectura X. Amancio LIÑARES GIRAUT Coordinador
VISIBILIDAD. DATOS. HOMENAJE. En el comienzo y en la matriz de estas páginas, tres palabras escritas con letras mayúsculas. Son tres vocablos para reivindicar en la panoplia de un nuevo libro, con el que el Grupo España Exterior quiere incluir a tantas y tantas mujeres españolas que movieron la rueda de la Historia de la Emigración. Su director y editor, el periodista Francisco Gómez-Soto, manifestaba con clarividencia la intención de su iniciativa en la “Descripción del proyecto” y “Objeto del estudio” que me hizo llegar para emprender las labores de su redacción, coordinación y materialización: La realidad migratoria entendida como un aspecto natural de los diferentes pueblos y naciones ha tenido siempre, y sigue teniendo todavía a día de hoy, interés desde el punto de vista social. Este fenómeno lleva implícitas una serie e derivaciones sociológicas que sin duda requieren un tratamiento especial desde el punto de vista de la investigación
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social que pueden aportar conclusiones interesantes al análisis de la emigración en su conjunto. Analizar la emigración en España, a partir de la Revolución Industrial, desde la perspectiva femenina es el propósito de este trabajo de investigación. Porque el papel desarrollado por la mujer española en la diáspora merece una atención especial como reconoce la propia Ley 40/2006, de 14 de diciembre, del Estatuto de la ciudadanía española en el exterior (...). Uno de los aspectos que el Grupo España Exterior, con su amplia trayectoria informativa y experiencia contrastada también en el sector de la edición de libros especializados en temática de emigración (como el reciente Ciudadanos Españoles en el mundo. Situación actual y reco rrido histórico) ha considerado interesante destacar, dentro de los movimientos migratorios españoles, es el papel que la mujer ha representado tanto directa como indirectamente; directamente, siendo ellas las protagonistas de la emigración, al desplazarse profesionalmente a otros países o bien acompañando a sus respectivas familias e indirectamente, considerando la cuestión femenina desde la perspectiva de la permanencia en su domicilio mientras era su familia la que tenía que desplazarse a otros países. (...) Puesto que los estudios específicos que le dan protagonismo a la mujer en el fenómeno migratorio son escasos, el contenido innovador de este estudio de investigación justifica su realización por entender que el papel de la mujer en la emigración española requiere un tratamiento específico, un protagonismo y un reconocimiento del que ha carecido hasta nuestros días.
Bajo criterios así se construyó este volumen que titulamos –con pleno acuerdo entre editor y coordinador–, El protagonismo de la mujer en las corrientes migratorias españolas. VISIBILIDAD. DATOS Voici mon secret. Il est très simple: on ne voit bien qu’avec le coeur. L’essentiel est invisible pour les yeux. [He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos]. (Antoine de Saint-Exupéry, Le Petit Prince / El Principito, 1943)
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Según las cifras ofrecidas por la ONU, algunas fuentes hablan de una tasa del 49% para fijar la proporción de mujeres emigrantes en los tiempos más recientes. Durante el quinquenio 2000–2005, el conjunto de los migrantes internacionales pasaría de 175 a 191 millones de personas a nivel mundial1. De este último total, 94,5 millones (49,6%) son mujeres. Y la autora mexicana Martha Luz Rojas escribe que “a pesar de esta revelación estadística, en la mayor parte de los casos, la participación de las mujeres en los movimientos migratorios permanece invisible, en particular cuando se trata de analizar dicha participación en los flujos migratorios”2. Si los datos son así de reveladores a escala planetaria, con seguridad que también merecen atención en el caso de España en el período contemporáneo, desde el último tercio del siglo XIX y hasta las postrimerías del XX, cuando varios centenares de miles de féminas transitaron asimismo los caminos y mares del éxodo, convirtiéndose en emigrantes plenas. A esta realidad se dirigen las reflexiones iniciales de dos profesores de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), en las áreas de Historia Económica –María Xosé Rodríguez Galdo– y Geografía –Francisco Durán Villa–. En este frontispicio literario ella alude al lugar y la presencia de las mujeres españolas en la emigración, y él a lo que califica como “exportación invisible”, la de las mujeres españolas emigrantes. Ambos artículos nos muestran consideraciones genéricas y de género, prestando atención al debate historiográfico sobre el tema, la legislación y las estadísticas en la emigración femenina. Intentar reconstruir la Historia y la Memoria de la emigración de las mujeres españolas es una labor ardua, como coinciden en afirmar varios de los colaboradores de este libro, y las ausen-
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(1) UNITED NATIONS, Trends in Total Migrants Stock: Revision 2005, New York, Department of Economic and Social Affairs, United Nations, 2006. (2) ROJAS WIESNER, M. L., “Mujeres y emigración en la frontera sur de México”, en Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM, 14, 2007 [en línea]. Consulta 8/1/2009. Se trata de un número monográfico de los Cahiers ALHIM dedicado al estudio de las mujeres latinoamericanas y las migraciones [Femmes latino-américai nes et migrations], publicado por un grupo de investigación sobre América Latina de la Universidad Paris VIII. Es una propuesta historiográfica –que compartimos–, la cual intenta conjugar el binomio Memoria – Historia.
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cias son mayores en el campo del asociacionismo femenino. Esto no es óbice para que contemos con el fruto de las investigaciones de Pilar Cagiao Vila sobre asociacionismo de mujeres españolas en el extranjero y de José Babiano Mora, quien en coautoría con Ana Fernández Asperilla nos ofrece datos sobre las mujeres emigrantes en Europa. La presencia de la mujer en otros espacios americanos, del norte y del sur del continente, se recogen en las aportaciones de Pilar Cagiao con Nancy Pérez Rey (Estados Unidos) y José Carlos Moya (Argentina). De vuelta a Galicia, al medio ru ral y a la Histori a Económica, Mª Pilar Freire Esparís dedica su estudio a la feminización de las explotaciones agrarias familiares, como consecuencia de la circunstancia migrat o ria. Y desde las Islas Canarias –otro espacio con plus emigrante– nos han llegado los trabajos de Teresa González Pérez (Te n e ri fe ) y Pilar Domínguez Prats (Las Palmas). Son dos contri buciones muy diferentes, p e ro muy adecuadas para su inclusión en un libro misceláneo como éste. La primera se centra en la emigración de la mujer canaria a A m é rica (“el sueño americano”) –con referencias además a la Historia de la Educación de las emigrantes isleñas–, y la segunda incide en un aspecto que no puede obviarse al tratar las temáticas migrat o rias: la emigración política, el exilio de las mujeres rep u blicanas españolas tras la Guerra Civil de 1936–1939, con una atención específica al caso de México como país receptor de estas transterradas. HOMENAJE Para mostrar aquí un sencillo pero sentido homenaje a las migraciones femeninas –a todas luces bien merecido–, incluimos un amplio capítulo de Testimonios, que reflejan historias de vida
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de mujeres emigrantes / inmigrantes, recogidas de la memoria oral y escrita. Se inicia con la aportación de Raúl Soutelo Vázquez, quien ha priorizado en sus líneas de investigación el papel de la correspondencia epistolar. Durante muchos años fueron las cartas privadas, en el ámbito de las redes familiares, el medio de comunicación por excelencia para acortar las distancias, y estas útiles fuentes epistolares son ahora objeto de estudio por parte de los historiadores. He aquí un buen ejemplo de ello. Además, la incorporación de esta colectánea de testimonios ha hecho brotar en estas páginas otras ramas de las Humanidades y de las Ciencias Sociales. A la Economía, la Geografía y la Historia se han sumado la especificidad de la Historia oral, el Periodismo y quizá un modus operandi más cercano a las pesquisas antropológicas. Buena muestra de lo que decimos es, en primer lugar, la contribución de Luís M. Calvo Salgado cuando nos cuenta las experiencias de una trabajadora en el mercado laboral suizo. Y ya a continuación las entrevistas realizados por tres delegados del semanario España Exterior en otras tantas capitales de países americanos: Leonardo Vellés (Buenos Aires – Argentina), Manuel Barros (La Habana – Cuba) y Manuel López Faraldo (Montevideo – Uruguay). Han hablado y recogido los relatos de nueve mujeres, naturales de varias Comunidades Autónomas españolas –Castilla y León, Galicia, Andalucía, Asturias, Canarias, Valencia, Madrid–, pero con una dilatada vida familiar y laboral en la América del Plata y de la Gran Antilla, sus territorios de acogida. Para completar esta sucinta panorámica, la periodista Victoria Castro ha recogido en A Coruña las experiencias vitales de cuatro mujeres gallegas que
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han protagonizado en primera persona la marcha a Europa (Reino Unido, Suiza) o América (Venezuela, Uruguay) y que ahora ya son emigrantes retornadas a la tierra matricial. Como última temática de esta obra, una contribución de Amancio Liñares que también busca el reconocimiento público de las mujeres migrantes, a través de la reseña de la exposición As mulleres tamén emigran (Las mujeres también emigran), que se muestra en Galicia desde su inauguración en el pasado marzo de 2008. El artículo saluda, además, la reciente aparición del libro Mujer y emigración. Una perspectiva plural. Escribí en la Guía de Lectura del libro Ciudadanos españo les en el mundo que “como sabemos, por muchas razones de peso, le sienta bien el acento gallego a una obra que analiza, desde distintas ópticas, la emigración española durante los siglos XIX y XX”. Y ahora lo re a firmo: un libro que también busca contribuir a c o rregir tantas ausencias y ostracismos en el sístole / diástole migrat o rio de las mujeres españolas va muy bien acompañado con t i l d e, ritmo y cadencia gallegas. No es mera casualidad que varias de las colab o ra d o ras y colaboradores de este volumen echen mano de la feliz ex p resión rosaliana “viudas de vivos” (feliz por tan bien lograda; ominosa por su significado más profundo), con la que Rosalía de Castro (1837–1885), nuestra escritora gallega más universal, ha definido tan certeramente la condición de las mujeres e m i grantes en sus versos “¡Pra Habana!”, en el poemario Follas Nova s, 1880. Como sostienen recientemente los pro fesores gallegos J. Hernández Borge y D. González Lopo, las “viudas de vivos” de Rosalía conforman una nueva “categoría” en el estado civil: al h e cho de la emigración se le suma el verse obligadas a desarrollar un papel fundamental en el lugar de origen, como consecuencia de
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la marcha de los hombres. En este sentido, C. Brettell destaca que en el área minhota del norte de Portugal las mujeres de los emigrantes solían vestir de oscuro , y por eso se les llamaba también allí “viudas de vivos”3. En el párrafo dedicado a los agradecimientos, siempre necesarios en estos laboríos colectivos, deseo mencionar en primer término al director general del Grupo España Exterior y editor de esta obra, Francisco Gómez-Soto, que ha vuelto a depositar su confianza en mí y en mis capacidades para la elaboración de este libro con tantas diásporas y en género femenino. Pero la culminación de este encaje de bolillos analítico y bibliográfico, en el que han trabajado manos femeninas y masculinas, debe incluir otros nombres más: singularmente, los de los profesores de la USC, Pilar Cagiao y Xosé M. Núñez Seixas –por regalarme su tiempo una vez más, por sus aportaciones y sugerencias, en un diálogo fructífero–; el del historiador Víctor Santidrián y la Fundación 10 de marzo –por sus facilidades en la preparación de mi contribución más específica al volumen–; el del filólogo Antonio Puentes, siempre atento a enriquecer la calidad lingüística de mis textos. Y en plural, agradecimiento también al esfuerzo creativo de la nómina de profesionales que ha aceptado participar en la redacción de este libro, cumpliendo cortésmente los plazos y condiciones previstas. En fin, en El protagonismo de la mujer en las corrientes migratorias españolas “son todas las [mujeres] que están y no están todas las [mujeres] que son”. Creo que con este libro hemos conseguido orquestar armónicamente el rigor académico, la divulgación y la cosecha de testimonios, en aras a incrementar esa visibilidad de las féminas migrantes. Se ha trabajado en equi-
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(3) HERNÁNDEZ BORGE, J. y GONZÁLEZ LOPO, D. L., Mujer y emigración. Una perspectiva plural. Actas del Coloquio Internacional, Santiago de Compostela, 23-24 de noviembre de 2006, promovido por la Cátedra UNESCO 226 sobre Migraciones, USC, Santiago, 2008, p. 12; BRETTELL, C., Homems que parten, mulheres que esperan: consequên cias da emigração numa freguesia minhota, Lisboa, Dom Quixote, 1991, p. 113.
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po con un género de calidad. Y hemos diseñado, cortado y confeccionado un vestido femenino con todo el esmero y detalle de los talleres de costura de las modistas clásicas. Esperamos que el conjunto resultante posea una buena talla y caída; que esta estampada pieza bibliográfica contribuya a vestir con utilidad y elegancia el mundo tan común y tan disímil de la Historia de la Emigración de la mujer en los solares hispánicos.
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Lugar y presencia de las mujeres españolas en la emigración exterior María Xosé RODRÍGUEZ GALDO Catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Santiago de Compostela.
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l estudio de las mujeres en los movimientos migratorios revela de forma especialmente clari ficadora, como no podía ser menos por la amplitud de los temas que concita, las limitaciones del paradigma androcéntrico, dominante por tanto tiempo en las ciencias sociales. Interpretaciones inherentes al “discurso de la domesticidad”, forjado en los inicios de la implantación de las sociedades liberal-burguesas, aún permea las sociedades occidentales de nu e s t ros días. Y ello a pesar de los notables avances legislativos, y de todo orden, que conocemos en las actuales sociedades democráticas. Esa pervivencia fue posible también por su progresiva capacidad de adaptación a una realidad cambiante, con las sucesivas reelaboraciones del mismo que conocemos. Desde esta perspectiva, no sorprende tampoco que el discurso
María Xosé RODRÍGUEZ GALDO. Una de sus líneas de investigación son los estudios migratorios desde una perspectiva de género. Sus publicaciones más sobresalientes en este campo comprenden libros como Galicia, país de emigración (1993); O fluxo migratorio galego dos séculos XVIII ó XX (1995); Galegos en México. Pasado e presente (2004); y de otros libros en colaboración como Retorno e inmigración en Galicia (1991-2007). Unha perspectiva demográfica (2008); así como de, entre otros artículos: “Emigración y frenos maltusianos. Una lectura desde el análisis de las primeras fases de la transición demográfica en Galicia” en Miscel.lània Ernest Lluch i Martín. Vol.1 (2006); “Xénero e migracións. Unha lectura dende a historia da mobilidade da poboación em Galicia” (2008). Fue editora de GaliciaAmérica. Cinco siglos de histo ria (1992), Galicia-América. Unha contribución bibliográfi ca (1992), O patrimonio cultu ral galego na emigración (1995), Base bibliográfica da emigración galega (1997), Textos para a historia das mulleres en Galicia (1999) y Crecimiento natural, cambio demográfico y migraciones (1999). También fue editora de la revista Estudios Migratorios (1995-1999), así como funda-
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María Xosé RODRÍGUEZ GALDO
... dora y directora del Arquivo da Emigración Galega (1992-1999). Además, dirigió el Curso de Post-Grado en Estudios Migratorios y Análisis Demográfico (1999-2001), las Exposiciones Galicia y América. Cinco Siglos de Historia (1992) y Galicia y Australia. Viejos amigos (1999) y es directora del Centro de Estudios de Población y Análisis de las Migraciones (CEPAM) y de la revista virtual Migratio.
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androcéntrico se proyecte con tanta frecuencia en las investigaciones de estudiosos y estudiosas de nu e s t ra realidad migrat oria. De la invisibilidad se ha pasado, en ocasiones, a la contemplación de la presencia femenina; pero no se trata de incluir mujeres donde antes no se constat aban –fase necesaria y merecedora de reconocimiento historiogr á fico–, sino ante todo de interp retar las razones de tal ex clusión. Los estudios de género, reivindicando primero la necesidad de una historia de las mujeres que permitiera rescatarlas de su invisibilidad permanente para poder incorporarlas a la historia, única y por lo tanto global, de la humanidad, supusieron un poderoso salto adelante por su poder de cuestionar los sólidos fundamentos de las sociedades actuales. No sorprende por ello que altos organismos internacionales, como la Organización de Naciones Unidas dediquen esfuerzos a recordar esta realidad, a investigarla y a implementar acciones para poder erradicar eficazmente las causas que la sustentan. En el tema más concreto de las migraciones, OCDE, Cumbres de jefes de Estado y de gobierno de países iberoamericanos, por citar otros relevantes organismos internacionales, se vienen ocupando también de la creciente feminización de los flujos migratorios internacionales de la era presente, lo que sin duda constituye un poderoso aliciente para remover obstáculos intelectuales y conceptuales que dificultaban su interpretación. La incorporación de la perspectiva de género en los estudios migratorios ha permitido desentrañar el fundamento de la habitual “invisibilidad” de las mujeres en dicho campo. Mayores retrasos se acumularon en el estudio de la relación entre mujeres y emigración mientras se mantuvo vigente la sociedad agraria
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tradicional. Hecho más sobresaliente en países como Galicia, en los que la repetición de la imagen de “viudas de vivos”, subscrita por Rosalía de Castro en un famoso poema, parecería otorgarle otra preeminencia a la hora de interpretar la realidad migratoria de Galicia. 1.-LAS MUJERES COMO “SUJETOS MIGRATORIOS” EN LOS ESTUDIOS DE LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA Las mujeres como “sujetos migratorios” han permanecido al margen en la mayoría de los estudios de la emigración española, de manera particular en la emigración que tiene como destino América en el período que, en líneas generales, se corresponde con la “emigración masiva”, o de la “gran emigración”, protagonizada entre 1870 y 1930 fundamentalmente por gentes de la Europa del sur. En la emigración europea posbélica la atención prestada a la presencia de mujeres españolas en la misma ha sido, sin embargo, algo mayor, como lo mismo se podría decir de las migraciones interiores, pero en la mayoría de los casos con un alcance también bastante limitado. De ahí la necesidad de empezar insistiendo en este hech o fundamental, por las implicaciones que de ello se derivan, que obligan a revisar cat egorías como “emigración familiar” ( ep í grafe bajo el que mu chas veces se ha re l egado la presencia de las mismas), y contraponer esta cat egoría con la de emigración lab o ral. Desde una contemplación de la composición de los actuales flujos migratorios internacionales –recordemos que según los datos aportados por el Fondo de Población de Naciones Unidas casi el 50% de las migraciones de principios de los años 90 fueron femeninas y su representación no ha dejado de aumentar–
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De la invisibilidad se ha pasado, en ocasiones, a la contemplación de la presencia femenina; pero no se trata de incluir mujeres donde antes no se constataban –fase necesaria y merecedora de reconocimiento historiográfico–, sino ante todo de interpretar las razones de tal exclusión.
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puede sorprender la necesidad de reivindicar y hacer visibles a las mujeres en relación con la emigración española. En una doble perspectiva además. En cuanto protagonistas directas de los desplazamientos, y aquí nos detendremos especialmente en los ultramarinos, y en su papel de sostenedoras de la economía familiar en ausencia del cabeza de familia, circunstancia que, en el contexto de una agricultura tradicional, se traduce en una feminización de la explotación campesina, como está estudiado para casos representativos de vigencia de agriculturas basadas en la pequeña explotación familiar (Mª. X. Rodríguez Galdo, Mª P. Freire y A. Prada, 1999). Con todo, la entidad alcanzada por los desplazamientos laborales de las mujeres en las dos últimas décadas del pasado siglo XX no era un fenómeno nuevo. Está bien estudiado como ya desde los años 30 de ese mismo siglo las mujeres conformaban en los EE. UU. de Norteamérica el grupo mayoritario de inmigrantes. La escasa relevancia otorgada a los sistemas de género en el estudio de las migraciones también se relaciona con el predominio que han tenido en su análisis aquellos factores que más ignoran las diferencias estructurales, como el estudio de las causas que originan las migraciones internacionales o la composición socio-estructural de los grupos que emigran. Pero tampoco podemos olvidar que la preponderancia de los análisis macro estructurales en detrimento de los análisis micro, tiene una explicación parcial en las características de las fuentes documentales. Mucho más imprecisas éstas a la hora de suministrar datos esenciales para el estudio de la composición del flujo migratorio, de las redes y cadenas migratorias, características de la inserción en el mercado de trabajo de los países de aco-
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Socios del Centro Balear Santa Clara en Cuba.
gida etc. Los datos que apuntan a cuestiones sociales y las referidas, en general, a relaciones humanas, apenas tienen cabida, como es sabido, en las estadísticas oficiales impropiamente llamadas de emigración, que no aportan información específica referida a la forma en que se ha realizado la migración, y todavía menos a la manera de abordar los problemas cotidianos o incluso a las percepciones personales, por lo que se hace obligado el recurso a otras fuentes de historia oral, literarias, hemerográficas, correspondencia etc. que reúnan un grado significativo de representación. Cabe añadir que el recurso a las estadísticas, de diversa índole, del país de destino está resultando una valiosa ayuda para acercarnos al papel de las mujeres en la corriente migratoria española (Mª. X. Rodríguez Galdo y X. Cordero 2002 y 2008). Conviene tener presente que en la opción migratoria se entremezclan elementos muy complejos, que conectan los conocidos factores del modelo expulsión-atracción (pull-push), con atavismos y vivencias culturales hondamente arraigadas en la
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No podemos olvidar que la emigración no sólo afecta a la persona individual, sino al conjunto de la familia, al mercado de trabajo, y a todo un conjunto de elementos de la reproducción social. Sin ignorar asimismo que, especialmente en el marco de las economías familiares, con gran presencia en la España anterior a 1960, la emigración tiene una serie de importantes repercusiones sobre los que permanecen en la explotación agraria familiar.
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vida de la comunidad. No podemos olvidar que la emigración no sólo afecta a la persona individual, sino al conjunto de la familia, al mercado de trabajo, y a todo un conjunto de elementos de la reproducción social. Sin ignorar asimismo que, especialmente en el marco de las economías familiares, con gran presencia en la España anterior a 1960, la emigración tiene una serie de importantes repercusiones sobre los que permanecen en la explotación agraria familiar. Por otra parte, sabemos que no siempre emigran las personas que tienen, desde una perspectiva de los factores de atracciónexpulsión, más razones para emprender el camino del éxodo. La e m i gración se revela más bien como un proceso selectivo complejo, que escoge a sus pro t agonistas no sólo por factores de precariedad económica, pues, generalmente, no son los más pobres los que e m i gran, debido a la imposibilidad de financiar los costes de la e m i gración. Y aquí, a la hora de hablar de costes, hay que considerar no sólo los gastos del viaje (desplazamiento hasta el punto de embarque, gastos de comida y alojamiento en la ciudad portuaria, p ago del pasaje etc.), sino también el tiempo de búsqueda de trabajo en el nuevo país que, en la mayoría de los casos, la familia tenía que afrontar de algún modo, ya fuera en términos pecuniarios ya mediante los llamados “recursos sociales” –entre los que se encuentra el acceso a la info rmación sobre las expectativas de trabajo en otros lugares y el contacto con familiares y vecinos en la e m i gración, que pudieran acoger y aconsejar a los recién incorporados en la búsqueda de trabajo y en las peculiaridades del país de re c epción– de que podía echar mano. Precisamente los más pobres (y no olvidemos aspectos como el de la feminización de la pobreza) carecían, y esta es una
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circunstancia altamente discriminatoria a la hora de emigrar, de estos recursos sociales tan necesarios para emprender con ciertas garantías una nueva vida. Las asociaciones de emigrantes se constituyen en un poderoso “recurso social”, que, antes que un apoyo para la incorp o ración de mujeres a la emigración, tendieron más bien a hacer desistir a aquellas con proyecto propio. Y en cuanto a la inclusión posterior de mujeres en las entidades asociat ivas, siempre se sitúan en una posición subordinada, relegadas al segundo plano de la representación familiar, que ostenta el cabeza de familia emigrado, y a las que se les reserva, en la emigración ultramarina, en el mejor de los casos, el reducto de las llamadas asociación de damas. Las breves refl exiones anteriores encuentran su fi e l correspondencia en los estudios de caso sobre emigrantes españoles en América, que coinciden en subrayar, a la hora de analizar la decisión de emigrar, la importancia de conocer las oportunidades que existían más allá del lugar de origen. Siempre el acceso a la información se convierte en un elemento fundamental. Una información que dependía, en primera instancia, de los propios vínculos sociales con la emigración, a través de familiares y vecinos emigrados. Estos se conve rtirían, en efecto, en la pieza fundamental en la formación de las cadenas migratorias, ya directamente en sus viajes de retorno, ya mediante la correspondencia (y aquí cabe señalar el valor de la fotografía así como del llamado cine de correspondencia), o ya por las remesas, tangibles e intangibles, suministradas por la emigración. En el tema más concreto de la participación de las mujeres españolas en el flujo migratorio hacia el continente americano en
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los siglos XIX y XX, la naturaleza de los datos de que disponemos nos obliga, como señalaba, a fijar más la atención en la composición de la corriente migratoria, posponiendo, de momento, otros aspectos fundamentales del tema, que empiezan ahora a ser mejor conocidos, como es su inserción en los mercados de trabajo latinoamericanos. Una corriente migratoria, como sabemos, cambiante en intensidad y destinos desde sus mismos albores y que adquiere su máxima representación, con marcadas connotaciones de género, en el período llamado de la “emigración masiva” (1870-1930) –en lo que respecta, claro está, a la protagonizada por europeos– reactivándose, según los países, a finales de la década de 1940 y manteniéndose en España, y particularmente en Galicia, hasta iniciados los 70, con prolongación en algunos territorios hasta finales de los 80, como sería el caso de México o Panamá. La representación alcanzada por varones o mujeres en esa corriente responde a complejos entramados sociales que asignan papeles bien diferenciados a los individuos de uno y otro sexo. En este contexto, interesa situar el estudio de las mujeres emigrantes en una triple perspectiva. La primera, y la que se ha descuidado con más frecuencia, la de las mujeres que sufren, sin protagonismo directo, la emigración, en tanto que asumen en las explotaciones familiares, además de su propio y ancestral trabajo, el desempeñado por los varones ausentes; las conocidas como “viudas de vivos” en la publicística del siglo XIX y que reivindica Rosalía de Castro en un magnífico y conocido poema. Recordemos de nuevo que para algunos estudiosos de las economías campesinas en España el tema de la feminización del trabajo en las explotaciones familiares, debido a la elevada represen-
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En la Asociación Extremeña Argentina de Buenos Aires.
tación de la emigración masculina, ha estado ausente durante mucho tiempo de sus propias investigaciones, con las consiguientes limitaciones metodológicas e interpretativas que de ello se derivan. La segunda perspectiva hace referencia, al igual que la tercera, más propiamente a las mujeres como sujetos migratorios. Conviene distinguir, por sus implicaciones metodológicas y de todo orden, entre la inclusión de las mujeres en la esfera de la emigración familiar de aquellas otras emigrantes, generalmente solteras, que de manera “autónoma” (entendido, en este contexto, el concepto autonomía de manera restrictiva, en tanto que carentes aquí de “acompañamiento familiar”) se incorporan al flujo migratorio en una proporción creciente. La consideración de estas primeras que emigran en familia implica, de manera particular, no limitar una vez más la vida de las mujeres al ámbito de lo doméstico, ignorando la globalidad de su experiencia laboral en la emigración, tanto dentro como fuera del hogar.
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La contraposición de las dos figuras anteriores (es decir, las que emigran en “solitario” o en “familia”) sirve inicialmente para llamar la atención sobre la acentuada tendencia de inclusión y catalogación de las mujeres, en los estudios sobre la emigración española, en una no definida categoría de “emigración familiar” a la hora de abordar la composición de dicho flujo. Una asignación que, por otra parte, todo lo más se señala, sin entrar a definir el término “familia” y, mucho menos, conceptos como economía familiar o estrategias familiares; cuando, en realidad, el estudio de la familia, de sus componentes, o de las estrategias definidas en su seno cuenta con una ya sólida tradición historiográfica. 2.-LAS MUJERES EN LA EMIGRACIÓN TRASATLÁNTICA ESPAÑOLA Con las precauciones que aconseja el conocimiento de las, impropiamente llamadas, estadísticas españolas de emigración exterior (A. Losada y P. Viso, 1997), podemos extraer una primera conclusión, aceptada por la generalidad de investigadores: la composición del flujo migratorio en España fue durante mucho tiempo eminentemente masculina. Descendiendo más, es de resaltar la elevada masculinidad del colectivo emigrante oriundo de determinadas regiones históricas españolas, como Galicia o Asturias; si bien, el protagonismo de los varones resulta un rasgo común al conjunto de la emigración española, aunque en desigual medida, y que ya había sido señalada para el período “preestadístico”. Por ejemplo, en 1859 partía de Galicia con destino a Cuba tan sólo una mujer por cada veinticuatro emigrantes varones, y proporciones similares arroja la emigración a los países del Plata (Mª. X. Rodríguez Galdo, 1993).
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A finales del siglo XIX, según los datos aportados por A. Eiras Roel (1993) con base en las estadísticas comentadas (Estadísticas de Pasajeros por Mar), empieza a tener una cierta relevancia el porcentaje de emigración femenina dentro del total de la emigración española. Así, en el período 1885-1895 las mujeres representan el 23,2 por ciento. Sin embargo, será a partir de mediados de la década de 1920 cuando la participación de las mujeres en los movimientos migratorios supere el 30% (en el período 1916-1930 la participación femenina se sitúa en 30,4%). La participación femenina en el flujo migratorio se duplicó, según la misma fuente documental, entre 1887 y 1930, pasando de representar el 18% a algo más del 40% (41,5%) entre las dos fechas. La tardía incorporación de las mujeres la explica Eiras Roel por la “ausencia de emigración familiar, y la emigración de varones solteros o casados con idea de retorno” (1993:191). Ausencia de emigración familiar que difiere de la interpretación que ofrece B. Sánchez Alonso en su estudio sobre la composición de la inmigración española en Buenos Aires, en el que se pone de manifiesto la importancia de la emigración familiar. Bajo la cat egoría de “emigración familiar” empleada en el anterior contexto se ha considerado de manera prácticamente exclusiva la presencia de las mujeres en los movimientos migrat orios españoles con destino a América. Una consideración que, a d emás de limitar la vida de las mujeres al ámbito de lo doméstico, ignorando la globalidad de su experiencia lab o ral, tanto dentro como fuera del hogar, las excluía tácitamente de la emigración llamada lab o ra l , que era exclusiva de varones y, en todo caso, de solteras. En la medida en que dicha interpretación es heredera de aquella que pro p u g n aba la existencia de una división tradicional
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entre una esfe ra productiva (reservada a los varones) frente a otra reproductiva, que limitaba el universo femenino al ámbito de la institución familiar, la inserción de las mujeres en el flujo migratorio revestía la característica de emigración de acompañamiento. El binomio “mujeres-emigración familiar” así planteado guarda relación, en una parte muy sustantiva, con el tema más general de “mujeres y trabajo”. Un tema que cuenta con una ya notable tra d ición en el ámbito académico de los Estudios de las Mujeres desde las investigaciones pioneras de L. Tilly y J. Scott (1978). Como señalaba, disponemos ahora del vaciado de los registros de pasajeros desembarcados en el puerto de Buenos Aires entre 1882 y 1926 (Mª. X. Rodríguez Galdo y X. Cordero, 2003). En una primera lectura, los datos relativos a la presencia de mujeres emigrantes muestran una tendencia a incrementarse a medida que se avanza en el período de observación. Si, por un momento, fijamos la atención en las mujeres que salen de puertos gallegos en 1882, vemos que representan el 14,75% de los pasajeros desembarcados en Buenos Aires, y que en 1926 su representación se eleva al 45,21%. Con respecto a su estado civil, se pone de manifiesto un dato especialmente relevante, como es el mayor peso de la soltería en la emigración femenina frente a la masculina (67,2% frente al 64,6% de los varones). Pero también a nivel micro, en los limitados ejemplos con que contamos hasta el momento, se apunta (en este caso para Galicia) el predominio del número de mujeres emigrantes solteras. Elementos como la organización del trabajo en la explotación campesina, la composición familiar, la vigencia de los sistemas hereditarios tradicionales, elevada presencia de jornaleras (llamadas generalmente en Galicia “caseteiras”) además de los
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factores ya señalados, sin olvidar tampoco la importancia de un factor como la alfabetización, habrían contribuido a retrasar la plena incorporación de las mujeres al éxodo migratorio, como veíamos en el caso de los datos agregados. Las Estadísticas españolas recogen que, a largo plazo, la incorporación de las mujeres en el flujo migratorio define una tendencia progresiva, sin que las denuncias sobre los abusos a que se podían ver sometidas, ampliamente recogidas por la prensa y por las mismas publicaciones oficiales, como el Boletín del Consejo Superior de Emigración (Madrid. Tomo I. Nº 1, 1909, p. 167), hayan servido para frenar su incorporación al flujo migratorio. Cabe resaltar el hecho de que una vez que las mujeres se incorporan a la emigración, ésta reviste un carácter definitivo en mayor medida que la de los varones, aspecto que ya había sido señalado en diversos prólogos de las Estadísticas de Emigración e Inmigración. Así, en el libro correspondiente a los años 1882 a 1890, después de dejar sentado que “la emigración española a los países extranjeros de América es en gran parte definitiva”, presenta un cuadro donde aparece la diferencia entre entradas y salidas con distinción de sexo, que fundamenta la conclusión de que “de los varones regresa el 30 por 100, y de las hembras, cuya traslación es síntoma de un cambio definitivo de residencia en las familias, sólo vuelven 16 de cada 100”. 3.-LOS DATOS RELATIVOS A LAS MIGRANTES ESPAÑOLAS EN LAS LISTAS DE PASAJEROS ARGENTINAS A propósito de la fuente, retengamos tan sólo –puesto que fue ya comentada– que se trata de una base nominativa homogénea, que cubre ámbitos geográficos muy amplios, por lo que per-
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Cabe resaltar el hecho de que una vez que las mujeres se incorporan a la emigración, ésta reviste un carácter definitivo en mayor medida que la de los varones, aspecto que ya había sido señalado en diversos prólogos de las Estadísticas de Emigración e Inmigración.
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mite afinar aspectos imposibles de abordar con la documentación normalmente utilizada en los estudios del conjunto de la migración española. De los 949.596 pasajeros regi s t rados de nacionalidad española, un total de 316.974 son mujeres, lo que rep resenta un 33,38% del contingente español; una pro p o rción significativamente más elevada que la regi s t rada por las Estadísticas de Pasajeros por Mar p a ra el conjunto de la emigración exterior española, como veíamos en páginas anteri o res. A este respecto, recordemos que las mujeres españolas emigra ron con pre ferencia a Argentina frente a otro s destinos exteriores y frente también a la mayor diversificación geográfica de sus congéneres varones (B. Sánchez Alonso, 1992). En el caso de Cuba, por poner un ejemplo de otro de los destinos m ayori t a rios de la emigración exterior española, en el período comprendido entre los años 1907 y 1927 las mujeres no represent a ron más del 15,5 % de media (B. Sánchez Alonso,1992). Por otra parte, y si, como ejemplo de datos desagregados, utilizamos los de los pasajeros salidos por puertos gallegos (que sabemos incorporan también, y en una elevada proporción, migrantes procedentes de A s t u rias y Castilla-León), la rep resentación de las mujeres asciende a un 35,22%; un dato de especial interés si tenemos en cuenta la fuerte raiga m b re de las economías agrarias fa m i l i a res en esta p a rte de España, y que, en principio, parecerían menos pro clives a enviar a las mujeres a la emigración. El protagonismo de la emigración masculina en la composición del flujo migratorio español es manifiesto (el índice de masculinidad alcanza una media de 1,95 hombres por mujer). Y se mantuvo a lo largo de los cuarenta y cuatro años registrados en la llamada “Lista de pasajeros” argentina, si bien con oscilacio-
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En el puerto de Buenos Aires, esperando la llegada de un barco con emigrantes.
nes, y compatible también con un marcado proceso de convergencia con la emigración femenina. En 1913 se alcanzan los valores mínimos de las tasas de masculinidad; aunque, previamente, en los años 1889, 1890 y 1892 se había producido un cambio de tendencia coyuntural, que hay que relacionar con la mayor incidencia de una migración conjunta de familias (M. S. Ospital, 1985); y en la que destaca la emigración con origen en Málaga que, sumida en la grave crisis provocada por la filoxera, se vio muy favorecida en el reparto de pasajes subsidiados del bienio 1888-1889 (B. Sánchez Alonso, 1992). Los índices de masculinidad de la corriente española que se dirige a Argentina son muy bajos en relación con otros destinos; y de nuevo la comparación con Cuba es obligada, con valores como: 4,92 en 1899; 4,52 en 1907; 3,20 en 1919 y 2,43 en 1931 (J. Maluquer de Motes, 1992, y A. Losada, 1999). Y si descendemos por un momento de escala y adoptamos la perspectiva que se puede extraer de los datos de inmigrantes
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salidos por puertos gallegos, otra vez nos toparíamos con un comportamiento que se aleja del observado para el conjunto. El índice de masculinidad baja ahora a 1,83, por lo que es indiscutible la preeminencia de los varones dentro de la corriente migratoria aquí analizada. Pero también hay que señalar que se están produciendo importantes alteraciones: la representación femenina se habría elevado desde un nivel de apenas un 14,75% en 1882 a un 45,21% en 1926. En términos porcentuales, los pasajeros de sexo femenino adquieren una mayor representación en las edades que no se corresponden con la edad laboral: el 24,7 % de las mujeres tienen o menos de 15 años o más de 60, mientras que en los hombres esta cifra se reduce al 18,06%. El tramo de edades que ocupa a un mayor número de pasajeros de sexo masculino no se corresponde con el femenino. En el primer caso, sobresale el tramo de 15 a 20 años, mientras que en las mujeres el tramo más destacado es el de 20 a 25. Por otra parte, la soltería predomina en ambos: representa el 62,23% del total de pasajeros, seguido, a notable distancia, de los casados, que apenas superan el 30%. Sin embargo, también se comprueba que la soltería afecta en menor proporción a las pasajeras y que, además, existen unas claras diferencias en la viudedad. La contraposición nos la ofrece la muestra elegida, la de los pasajeros salidos por puertos gallegos. En este caso, la soltería afecta en mayor proporción a las mujeres (con una representación del 67,25% sobre el total de pasajeros) frente a un 64,6% de los pasajeros varones. Las cifras de pasajeros casados de ambos sexos se sitúan claramente por debajo del anterior umbral del 30% (el de la media española en tránsito hacia Argentina); con una desproporción más acusada para las mujeres, pues las
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casadas representan el 26,15% del total frente a un 29,7 de los varones. Es necesario retener que las mujeres, en esta etapa precisa, emigran a Argentina en una elevada proporción. Y mayoritariamente parten solteras. De este hecho se derivan implicaciones de todo orden. Para el país de origen pueden provocar un cierto reequilibrio en el “mercado matrimonial” cuando este es muy restringido, debido a los altos niveles de soltería y a una edad media al matrimonio también elevada (B. Cachinero, 1982). A este respecto, es muy significativo el caso de aquellas que parten de puertos gallegos: son más numerosas las solteras, en una proporción además superior a la media española; hecho que cabría relacionar con los elevados porcentajes de soltería femenina en Galicia y en general con las dificultades del “mercado matrimonial”, a lo que cabe añadir el elevado porcentaje de madres solteras (Mª. X. Rodríguez Galdo,1993). Pero tampoco nos pueden sorprender los datos anteriores, pues conocemos bien la función de la emigración en economías tradicionales que se enfrentan a un fuerte proceso de adaptación (Mª. X. Rodríguez Galdo,1985; C. Sarasúa, 1994; M. Arbaiza, 1996; R. Domínguez, 1996) y el papel que desempeñan las formas de cooperación establecidas en estas economías a la hora de retrasar la incorporación de las mujeres casadas a la emigración. Y sin que se pueda desligar de lo anterior la percepción social (que tan bien se palpa en la Galicia de la época, como en ge n e ral en toda la cornisa cantábrica con prolongación hasta Navarra) del valor, o más propiamente de la relevancia económica del trabajo de las mujeres en la agricultura, que hace inaplicable, por otra parte, toda teoría del determinismo biológico a la hora de explicar su papel subordinado.
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Cabría preguntarse finalmente si el 33,38% de las mujeres que integraron la corriente migratoria hacia Argentina (a pesar de las distintas trabas legales y sociales que se interponían a su traslado al exterior (J. M. Pérez-Prendes y Muñoz de Arraco, 1993 y J. Hernández Borge, 1998), desplazándose, en su inmensa mayoría, con billetes de tercera clase) no constituían una emigración laboral cuando estaban casadas, o cuando se incluyen dentro de un grupo familiar determinado. ¿Habría que excluirlas del mercado de trabajo y considerar, en todo caso, tan sólo la inclusión de las solteras (posiblemente también de las viudas) en el mismo? ¿Se puede contraponer emigración laboral a emigración familiar, en un contexto, además, en el que a la emigración de europeos se le asigna un carácter “civilizador”, de colonización y asentamiento en nuevas tierras, en las que tiene que aplicarse, por lo tanto, toda la fuerza de trabajo familiar? No parece que su papel dentro de los grupos familiares se pueda acomodar, de forma mayoritaria, al de los “ángeles hogareños” estudiados por F. Masiello (1989); más bien, su inmersión tanto en el mundo rural como en el urbano les reservaba otras funciones. Distinguir si las mujeres se desplazan a Argentina solas o en familia, así como su número, edad, estado civil, nivel de instrucción... son elementos que pueden ayudar a interpretar el fenómeno general de la emigración española, cada vez (y desde fechas relativamente recientes) mejor conocido y estudiado pero que deja importantes flancos al descubierto a la hora de interpretar la emigración femenina.
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La exportación invisible: mujeres españolas emigrantes Francisco R. DURÁN VILLA Licenciado en Geografía e Historia. Doctor en Geografía y profesor titular de Análisis Geográfico Regional en el Departamento de Geografía de la USC.
El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres Simone de Beauvoir
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l carácter laboral que llevan asociados los desplazamientos de población por motivos económicos y la división tradicional de los roles en la sociedad, basada en una presunta condición natural que asocia al varón con la esfera productiva y a las féminas con la reproductiva, han sido los responsables de que la emigración haya sido considerada tradicionalmente como un fenómeno masculino. Por consiguiente, la percepción que la sociedad suele tener al respecto es que son ellos los que emigran mientras que las mujeres tienden a permanecer en los lugares de origen, o bien se hacen presentes en los procesos migratorios como acompañantes de sus esposos, padres o tutores. Esta apreciación social andrógina está avalada y refrendada además por unas estadísticas de emigración oficiales que han subestimado –y siguen subestimando– el
Francisco R. DURÁN VILLA. Alcanza el grado de doctor con la tesis titulada La emigra ción española al Reino Unido. Calificada con Apto cum Laude, le fue concedido el Premio Extraordinario de Doctorado en el curso 199697. Director del Departamento de Geografía. Miembro del Arquivo da Emigración Galega (Consello da Cultura Galega). Su línea de investigación principal es la dedicada al estudio de los movimientos migratorios hacia Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Publicaciones: La emigración gallega al Reino Unido, Santiago, 1985; Veintiséis años de emigración gallega a Europa: de la Estabilización a la integración en la CEE (19591986), Santiago, 1989; Guía bibliográfica de emigración galega, Santiago, 1992; La emi gración y su reglamentación jurídica en España, Santiago, 2003; A Real Sociedade Económica de Amigos do País ante o problema social da emi gración en Galicia, Santiago, 2006; Soas e á aventura: as galegas en Londres, Santiago 2007.
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En cierto modo se puede afirmar que la movilidad de las mujeres ha permanecido silenciada y oculta. Su escasa visibilidad social ha hecho que este proceso sea casi invisible hasta fechas relativamente recientes y al mismo tiempo ha contribuido a que sean más susceptibles de ser víctimas de la discriminación y de la explotación.
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cómputo total de las emigrantes desde su creación en 1882, en virtud de una prolija normativa legal que es deudora de prejuicios irracionales asociados a la condición femenina, que no han hecho más que perpetuar en el tiempo las estructuras sexistas de nuestra sociedad. En cierto modo se puede afirmar que la movilidad de las mujeres ha permanecido silenciada y oculta. Su escasa visibilidad social ha hecho que este proceso sea casi invisible hasta fechas relativamente recientes y al mismo tiempo ha contribuido a que sean más susceptibles de ser víctimas de la discriminación y de la explotación. A pesar de las limitaciones de los recuentos de las salidas de las emigrantes, a medida que transcurre el siglo XX los volúmenes de participación oficializados mantuvieron –salvo en coyunturas muy adversas para marcharse– una tendencia al alza, lo que ha llevado a casi todos los autores a hablar de la existencia de un proceso creciente de feminización de la emigración española, y de un modo especial a partir del inicio de la etapa europea después de la Segunda Guerra Mundial. Paulatinamente y en el marco de la renovación conceptual y metodológica de la investigación sobre emigración que tiene lugar a partir de la década de los años setenta del siglo pasado, los desplazamientos de mujeres comenzaron a tener una mayor visibilidad, aunque por regla general siguen estando construidos sobre el modelo del emigrante varón y con el arquetipo de mujer dependiente o desplazada por motivos de reagrupación familiar. Por norma general, salvo honrosas excepciones que les reconocen la capacidad de emigrar con proyecto propio, los trabajos ahondan en el análisis desagregado por sexo, en la procedencia y en el destino geográfico, pero limitándola a factores económicos y con la lógica de
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mantener un mismo patrón para ambos sexos, en vez de desentrañar las causas específicas para cada uno de ellos. La ausencia de una perspectiva de género en los trabajos, en los que se analizaran las necesidades concretas de las emigrantes, el porqué de su partida y su contribución al progreso personal, familiar y social, retrasó en el tiempo los debates intelectual y político al respecto, y sus repercusiones se dejaron sentir en el diseño y en la elaboración los modelos y normativas emigratorias en general y en las leyes españolas en particular. Curiosamente, la movilidad femenina se tiene en cuenta en la legislación, pero con efectos discriminadores (Juliano, 2000). A medida que nos acercamos al final del siglo XX, el cambio de signo de la corriente emigratoria en España, que nos convierte en un claro país receptor de mano de obra, coincide en el tiempo con el agotamiento de los modelos explicativos asociados al paradigma de la modernidad1 para interpretar los nuevos flujos internacionales de personas por el énfasis excesivo que mantienen en las motivaciones económicas en detrimento de otros factores sociales, como, por ejemplo, la división sexual del trabajo (Gregorio, 1998), a pesar de que fueron capaces –y de ahí su valía– de presentar de un modo más personalizado a los protagonistas de la emigración y de introducir nuevos temas a partir de los años setenta. La aplicación de la teoría de la articulación, que concibe las migraciones como procesos complejos de relaciones, de vínculos y redes –individuales o familiares– entre las áreas emisoras y receptoras (Morokvasic, 1984 y Kearney, 1986) y combina los factores macro y micro en sus análisis desde una perspectiva de género, además de explicarnos el nuevo escenario mundial de los movimientos de mano de obra en el ámbito de la
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(1) Entre los modelos relacionados con este paradigma destacan el de Lee por su amplia difusión y aceptación y en menor medida el de Todaro, publicados en 1969 y 1976 respectivamente.
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globalización2, nos permite replantear muchos de los estudios e interpretaciones realizados hasta el presente sobre el éxodo secular de las españolas.
(2) El impacto de la emigra ción –en las áreas emisoras– va a depender de la articulación que se pro duzca entre la economía doméstica y el sistema económico capitalista, a partir de mecanismos como el trasvase de mano de obra de un modo de producción a otro; por tanto, sus efec tos se medirán desde dentro de la propia uni dad doméstica (Gregorio, 1998).
1.- UNAS NORMATIVAS MIGRATORIAS SEXUADAS El derecho migratorio, tanto las leyes de emigración como las de extranjería, se ha codificado a partir del principio de que las mujeres y los hombres desempeñan diferentes roles en la sociedad y como tal el papel que le corresponde a cada uno de ellos en las migraciones es también desigual. Por ello, las disposiciones legales tendentes al control y a la reglamentación de los movimientos de población no son asexuadas como en ocasiones se interpreta (Hernández, 1998), pues están cargadas de connotaciones de género, ni tampoco han sido redactadas en un lenguaje de género neutro. Si en las sociedades occidentales la identidad masculina se ha forjado en torno al trabajo, la legislación migratoria pensada y redactada por y para los hombres tiene que otorgarle por imperativo al varón emigrante el papel de proveedor. Su expatriación es por motivos trabajo y está guiada por un noble afán de superación económica, personal y familiar, motivo heroico que no sólo está reconocido socialmente sino que es además encomiable. El carácter laboral lo hace visible en la esfera pública y productiva, lo convierte, en definitiva, en un sujeto de derechos, porque la participación en el mercado de trabajo está ligada al imaginario de la ciudadanía social. Por el contrario, la emigración femenina –y también la inmigración consiguiente– no se suele contemplar como un movimiento mano de obra sensu strictu, sino como un desplazamiento por acompañamiento o reagrupación familiar, es decir,
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El Rey Don Juan Carlos saludando a madrinas de los centros españoles de México.
como dependiente, protegida o subordinada. Cuando existe un proyecto migratorio propio se relaciona generalmente con factores procedentes del medio social y con sus normas, como, por ejemplo, la viudez, una separación matrimonial o divorcio, una maternidad de soltera o, simplemente, por romper con roles tradicionales buscando su propia identidad. Las protagonistas no son héroes, son víctimas de un supuesto destino adverso, tildado de fatal cuando se las hace directamente responsables del mismo. Su mérito como muy bien señala metafóricamente Dolores Juliano (1998) se asemeja más a la palma del martirio que a la coronación de la victoria. El estereotipo del victimismo justifica la conmiseración del legislador español en su empeño por regular y tutelar la emigración femenina y le sirve de argumento para implementar medidas restrictivas en las condiciones de salida, aduciendo la necesidad de protegerlas contra todas las formas de explotación y de manera particular, cuando se sospeche que pue den ser objeto de tráfico que el Código penal castiga3.
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(3) Ley de Emigración de 21 de diciembre de 1907. Gaceta de Madrid de 22 de diciembre de 1907. La acción tutelar defendida paladinamente en todas las normas, fue objeto de controversia social por ser utilizada como instrumento para limitar la emigración. De la polémica el legislador no fue ajeno y en la Circular relativa a los delitos de emigración de 11 de octubre de 1960 relacionando la falaz creencia de que la expre sada acción tutelar se debe al deseo de obsta culizar la emigración, facilita la labor desaprensiva de los agentes.
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(4) Gallega. Antillas, Argentina, Colombia y Uruguay. Dicho de una persona: nacida en España o de ascendencia española. Diccionario de la Lengua Española ( v i g ésima segunda edición) (2001), Madrid, RAE. (5) Nuestra legislación siem pre reconoció y reconoce el derecho de emigrar, bien que estableciendo limitaciones y garantías con carácter tutelar. Circular 11 de octubre 1960 (Mº de Justicia). MINISTERIO FISCAL Directrices sobre los deli tos de emigración.
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Los países de acogida también suelen perpetuar los patrones del sistema patriarcal y por ello han dirigido secularmente a las inmigrantes hacia las tareas más bajas en la escala social, y de modo especial hacia el volumen creciente de empleos asalariados para realizar las labores domésticas reproductivas, que son por norma general las menos regularizadas por un contrato laboral y por ello justamente son más proclives a toda clase de abusos. Los procedimientos administrativos propios de las leyes de extranjería son los encargados de canalizar a la población recién llegada hacia esos nichos laborales de difícil captación, ayudados por las dinámicas propias de las redes migratorias que contribuyen a acentuar este proceso de polarización de las trabajadoras de una misma procedencia. Los problemas asociados a esta concentración se agravan cuando se le agregan prejuicios étnicos a un colectivo que ya está discriminado por ser mujer, emigrante/inmigrante y trabajadora, prejuicios que suelen crear unos estereotipos étnicos caricaturescos y discriminatorios, que acaban por convertirse en imágenes reales y objetivas en el imaginario social de los estados receptores. Cándida, la gallega emigrada en Buenos Aires, protagonista entre otras de la película homónima interpretada por Niní Marshall y dirigida por Luís Bayón Herrera en 1939, es un ejemplo visible de la etnización de las tareas de reproducción social en la Argentina de entre guerras y de la estigmatización del colectivo de las españolas4 en general y del de las naturales de Galicia en particular (Folgar, 2009). Nuestras leyes no siempre reconocieron el derecho a emigrar, aunque los legisladores del franquismo tienen que ignorarlo5 para justificar la política tuitiva de un Gobierno que se empeña en que la población española lo ejerza, desde la creación del Instituto Español de Emigración por Ley de 17 de julio de
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1956. El argumento esgrimido es que por medio de este nuevo organismo, encargado de asistir y representar los trabajadores –y a las trabajadoras que parten con su asistencia pero que el texto legal ignora6–, la acción pública se ensancha más allá de las tradicionales medidas precautorias y benéficas y se impregna de sentido social al considerar la emigración como un amplio campo de posibilidades abiertas a la libertad del individuo… y como fuente poderosa de vínculos y relaciones entre pueblos, como se recoge en el preámbulo de la Ley sobre bases de ordenación de la emigración de 22 de diciembre de 1960. Muchas veces se ha insistido en que fueron los constitucionalistas de 1812 los que suprimieron la confiscación de bienes impuesta por Felipe IV a quienes abandonasen la residencia en España el 10 de febrero de 1623 (Durán, 1997). Un castigo en cierto modo ineficaz, pues el que parte no suele tener bienes o bien procura no dejar nada si no obtiene una dispensa regia antes de la salida (González-Trevijano, 1991). No obstante, la supresión de esta pena pecuniaria no supuso de inmediato el reconocimiento del derecho a emigrar, aunque no por ello se dejó de ejercitar, y por consiguiente tampoco se garantizaron los derechos de la mano de obra emigrante y de sus familias. La Constitución democrática de 1869 lo hizo por primera vez efectivo en su artículo 26 y a partir de ahora los españoles podrán emigrar sin sufrir la pérdida de la nacionalidad ni de la ciudadanía, pues deja constancia expresa de la obligación que tienen de contribuir al servicio militar y al mantenimien to de las cargas públicas, cargas de las que no estaban exentas las mujeres, a pesar de que no se reconoce el principio de igualdad entre los sexos en virtud del principio patriarcal que ri ge nu e s t ra sociedad. No sólo eso, sino que es muy elocuente que en pleno pro-
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(6) La prensa deja constancia de la emigración femenina con cierta asiduidad. Así puede servirnos de ejemplo la noticia que aparece en La Voz de Galicia el 8 de diciembre de 1960: Hoy saldrá para Alemania una expedición de mujeres obreras coru ñesas. Simultáneamente con esta expedición, sal drán de Vigo y Madrid otros grupos de mujeres obreras que se unirán al de La Coruña en Venta de Baños, para seguir el viaje juntas hasta su destino.
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ceso de construcción de la ciudadanía en España, por medio del artículo 25.3º se suspenden los derechos ciudadanos a los varones por el estado de sirviente doméstico. A partir de su reconocimiento, el legislador comenzó a c u b rir todo un vacío legal re l ativo al ordenamiento y flexibilización de las salidas y a evitar en lo posible los abusos de navieros y ganchos en el desplazamiento de los emigrantes hacia el exterior. Conviene, sin embargo, dejar constancia expresa de que el texto constitucional de 1876 sólo hace re ferencia en su artículo segundo a la libertad de inmigración, lo que ha llevado a algunos autores a interpretarlo como una negación o una vuelta a la etapa anterior a 1869. Parece lógico, al igual que ocurre en el de 1978, que una vez reconocido y asumido socialmente no es necesario explicitarlo. Además, en el momento en que fue redactada los pasap o rtes estaban suprimidos en virtud de un Real Decreto de 17 de diciembre de 1862. Distinto es el que atañe a la inmigración, en consonancia con el reconocimiento y desarrollo de los derechos y garantías de la extranjeros residentes en nu e s t ro país (Durán, 2006). La política poblacionista y de fomento a la inmigración adoptada por alguno de los gobiernos de las nuevas repúblicas ultramarinas, en correspondencia con los problemas estructurales y también con el proceso de modernización de la economía española, generaron un éxodo masivo que asciende nada menos que a 123.825 salidas en 1907, año en el que se promulga la primera ley de emigración en España. La Ley y su consiguiente reglamento de 1907 y la posterior de diciembre de 1924, en vigor hasta principios de los años sesenta, hacen invisibles a las mujeres, pues se consideran emigrantes a efectos de estas leyes sólo a los españoles…, pero, por el contrario, no ocultan el trato dis-
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Importante participación de la colectividad española en el Día Internacional de la Mujer en Beverwijk (Holanda) en 1998.
criminatorio que reciben en el desarrollo de la norma, en correspondencia con los Códigos penal, de comercio y civil publicados en 1850, 1885 y 1889 respectivamente. Reconocida la libertad de todo español para emigrar, el Gobierno limita con carácter tutelar a los varones sujetos a las obligaciones del servicio militar –obligaciones que pueden evadir legalmente desde 1836 por medio del sistema de redención y luego de sustitución consignado un depósito de 2.000 pesetas– y a las mujeres en virtud de su edad y estado civil. Así, el artículo 5 de las leyes de 1907 y 1924 establece que la mujer casada necesitará para emigrar la previa autorización de su marido, en consonancia con el artículo 57 del Código civil vigente, que consagra al mismo tiempo la autoridad del varón en la unidad familiar, obligando a la mujer a obedecerlo, y la eterna minoría de edad a las que optaran por el matrimonio, paradójicamente en ocasiones guiadas de un afán emancipador. Después de la boda el marido se convierte en su representante legal, en el administrador
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de los bienes conyugales y también ostenta el ejercicio de la patria potestad de la descendencia. La práctica totalidad de los derechos reconocidos a las solteras desaparecen para siempre en el momento de contraer nupcias. No obstante, la licencia a la que se hacía mención sólo será necesaria en el supuesto de que viajen sin la compañía de cónyuge o para reunirse con él, pues por mandato del artículo 58 del Código civil la mujer está obligada a seguir a su marido donde quiera que fije su residencia, aunque los Tribunales, podrán con justa causa eximirla de está obliga ción cuando el marido traslade su residencia a Ultramar o un país extranjero. De no contemplarse esta causa eximente, el problema de las viudas de vivos muy probablemente no hubiese alcanzado las dimensiones que tuvo, por ejemplo, en Galicia. No se puede olvidar que una vez desaparecido el marido en la emigración, hecho no tan infrecuente, la mujer tenía que esperar treinta años para poder solicitar judicialmente la presunción de muerte, una presunción que de ser concedida no la autorizaba a contraer segundas nupcias, según lo establecido por la Ley de enjuiciamiento civil de 1888 y la base 6ª del Código civil. Un código que, al igual que el napoleónico que lo inspira, parte como estamos viendo de la incapacidad de la mujer casada. La autorización para salir es también preceptiva, pero en este caso con toda lógica, para los menores de ambos sexos, pero en el caso de ellas, las solteras menores de veintitrés años no sujetas a la patria potestad, tutela o guarda de personas que legalmente las representan no podrán abandonar España si por no ir acompañadas de sus padres, parientes o personas respeta bles, se sospeche fundamentalmente que pueden ser objeto de tráfico. Por el contrario, las solteras mayores de veinticinco años,
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las viudas y las casadas con sentencia firme de divorcio, pueden emigrar con el concepto legal de emigrantes si además cumplen con los requisitos impuestos a los varones en el artículo primero de los Reglamentos de 1907 y 19247. También se engloban en ese concepto las solteras mayores de edad y menores de veinticinco años, cuando, a más de reunir todos estos requisitos –los aludidos–, por ser huérfanas o haber obtenido la licencia del padre o de la madre en cuya compañía vivieren, o haber éstos contraído segundas nupcias, no le alcance el precepto del artículo 321 del Código civil, que les obliga a tener el consentimiento de los progenitores para abandonar la casa paterna, incluso después de haber alcanzado la mayoría de edad a los 21 años. La Constitución de 1931 desdibuja un nuevo y alentador horizonte que se vio ensombrecido por el estallido de la Guerra Civil. El escaso período de tiempo que estuvo vigente no permitió avanzar todo lo que se hubiese deseado en su desarrollo legal, y los pasos dados se vieron truncados por la implantación con la victoria de un modelo político y social que relega a la mujer a la esfera privada y la reafirma de nuevo en el papel de esposa y madre –en el papel de ángel del hogar–; y el nuevo Gobierno asume el compromiso de liberarla del taller y de la fábrica8. Para la reconquista del hogar y de la familia contará con el aparato de Falange y en particular con la labor de la Sección Femenina. El texto republicano sanciona en beneficio de la mujer que no podrán ser fundamentos de privilegio jurídico… el sexo…; el matrimonio se funda en la igualdad de derechos para ambos sexos; los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés años, tendrán los mismos derechos electorales; todos los españoles, sin distinción de sexo, son admisibles a los emple -
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(7) La Compañía Trasatlántica, para expedir un pasaje en 1926 exige que las emigrantes vayan provistas de la cédula de identidad y de los siguientes documentos: Mujeres que vayan a reunirse con sus esposos. Además de los documen tos ya mencionados, deberán presentar otro documento expedido por el Juez municipal justifi cando que van a reunirse con sus esposos; Viudas. Además de la cédula per sonal, la fe de óbito de sus esposos; y Mujeres solteras mayores de edad. Además de su cédula per sonal, la partida de naci miento espedida por el registro civil y la fe de soltería. (8) Esta expresión recogida en el Fuero del Trabajo (II) de 1938, se mantiene en la modificación de 10 de enero de 1967, a pesar del progreso social, del cambio de los intereses del régimen y de la incorporación de la mujer al mundo laboral en general y a la emigración de manera autóctona en particular.
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os y cargos públicos según su mérito y capacidad, que supuso la proyección de las mujeres al mundo laboral extradoméstico, aunque se mantienen todavía muchas limitaciones a las casadas; el artículo 31 reconoce como en las anteriores el derecho a emigrar o inmigrar… y no está sujeto a más limitaciones que las que la ley establezca; y como un gran avance social, por medio del artículo 46, la República asegurará a todo trabajador las condicio nes necesarias de una existencia digna. Su legislación social regulará… las condiciones del obrero español en el extranjero. Gobernar es poblar, p e ro en su afán de querer poblar bien los gobiernos de las repúblicas latinoamericanas, diseñaron unas políticas en las que las mu j e res inmigrantes también fueron víctimas de discriminaciones, al imponer medidas restrictivas que lo único que lograron fue alimentar la inmigración ilegal, aumentar los beneficios de los intermediarios y también los problemas asociados a la marginalidad, tantas veces denunciados por los médicos e insp e c t o res de emigración en el Boletín de Emigración o por feministas como Hortensia Lamar o Paulina Luisi (González, 2003). El Gobierno Argentino, por ejemplo, a las mujeres que viajen sin esposo y vayan acompañadas de hijos menores de quince años, no se les p e rmite entrar en el país, a no ser que estén en posesión de un permiso especial expedido por la Dirección General de Inmigración. También pueden embarcar, si alguno de los hijos fuese argentino o bien en el caso de que fuesen también otros hijos mayo res de quince años en número cuando menos igual al de los menores de dicha edad. En cambio, les queda terminantemente prohibido a aquellas que viajen sin esposo, con hijos menores de diez años o que se hallen en cinta. En Brasil, las mu j e res que viajen solas serán admitidas si presentan un certificado expedido por la Autoridad
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Gubernativa y visado por un Consulado brasileño haciendo constar que ejercen una profesión honorable. En contraposición la normativa uruguaya es la más liberal y por consiguiente la menos discriminatoria, aunque tuvo como contrapartida una mayor trata de mujeres en el puerto de Montevideo (Comercio, 1926) La coyuntura española e internacional, adversa a los movimientos de población internacionales a partir de 1930 no hizo necesaria la promulgación de nuevas normas reguladoras hasta la reanudación de las corrientes en la década de los años cincuenta. Venezuela y sobre todo los vecinos países industrializados de Europa centro-occidental abren sus puertas a un colectivo creciente de mujeres inmigrantes, aunque los procedimientos administrativos de entrada y establecimiento se ven afectados por procesos discriminatorios de género, pese a los progresos alcanzados en materia de derechos humanos y sociales. Restricciones de entrada a las mujeres casadas en solitario o solteras con hijos, rescisiones de contrato y deportación en caso de embarazo, dificultades de acceso al mercado de trabajo de las reagrupadas, problemas para la obtención de una vivienda e impedimento para llevar consigo a los descendientes menores, son, entre otras, fórmulas discriminatorias que afectan al desplazamiento de las españolas en la etapa migratoria más reciente. Las disposiciones legales inmigratorias de los nuevos países de inmigración europeos van a determinar su condición legal en el momento de cruzar sus fronteras y con ello le asignan o bien el rol de dependiente, con las limitaciones que eso lleva consigo, o el de autónoma, en cuyo caso va a ser canalizada fundamentalmente hacia las actividades del sector servicios, en correspondencia con la fragmentación del mercado laboral.
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Las condiciones impuestas por ley para emigrar perpetúan las diferencias entre los hombres y las mujeres en el ordenamiento español de los años sesenta y setenta del siglo recién terminado, en su afán paternalista y protector. La Ley de ordenación de la emigración de 3 de mayo de 1962, continuó limitando las salidas femeninas cuando a ello se opone alguna disposición legal regula dora de su capacidad civil o protectora de su sexo. No obstante, el propio devenir de la sociedad española y la necesidad de Régimen por hacerse un lugar en el marco de las democracias occidentales, obligan al Gobierno a introducir paulatinamente una serie de tímidas reformas legislativas que aliviaran la situación jurídica de la mujer. La Ley de 20 de diciembre de 1952, que modifica el artículo 321 del Código civil ab riendo alguna expectativa: las mayo res de edad pero menores de 25 años podrán dejar la casa del padre o la madre con licencia de los mismos cuando sea para contraer m at rimonio o para ingresar en un Instituto aprobado por la Iglesia… o concurra alguna otra causa que justifique la separa c i ó n; la de 24 de ab ril de 1958 que le permite ser testigo y albacea testamentaria y a ejercer de tutor o protutor con la autorización del marido, un logro importante para las casadas que permanecen solas en España; la de 22 de julio de 1961 sobre derechos políticos profesionales y de trabajo de la mujer, que les permite continuar en su puesto de trabajo después de contraer matrimonio y, sobre todo, le otorga capacidad para recurrir ante la autoridad competente cuando por mala fe o abuso se le deniegue la autorización marital p a ra el ejercicio de los dere chos reconocidos; y como colofón la Ley 14 de 2 de mayo de 1975 que deroga definitivamente la licen cia marital. Coincidiendo con el final de la dictadura , la mujer casada accede a la mayoría de edad y podrá tener un proyecto
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migrat o rio propio sin venia marital. No obstante, los impedimentos y trabas legales no fueron nunca unos obstáculos insalvables para poder marchar, los flujos irreg u l a res canalizados por agencias y particulares permitieron siempre evadirlos, aunque en muchas ocasiones se saldaron con elevados costes personales. 2.- INVISIBLES A EFECTOS ESTADÍSTICOS La invisibilidad que se le otorga a la mujer en la legislación migratoria, salvo en los supuestos discriminatorios, tiene su corre l ato en las estadísticas que re c ogen el balance de este movimiento demográfico. Por ello siempre se ha insistido en la escasa fiabilidad de las fuentes de emigración, unas fuentes que en España se refieren al movimiento de pasajeros por mar y no a los emigra ntes propiamente dich o s , hasta principios de los años sesenta del siglo pasado, que es cuando ap a recen publicadas de forma porm enorizada las estadísticas de emigración asistida –la que se ajusta a planes y programas gubernamentales– que ignora n , como lo hacían las anteriores, todo el éxodo tildado de clandestino, cuando en realidad estamos sólo ante un fenómeno de irregularidad bastante generalizado, en el que la mujer tuvo un gran pro t agonismo. Las cifras correspondientes a las entradas en los Estados americanos, aunque son más fidedignas, no se pueden comparar con las publicadas por el Instituto Geográfico y Estadístico, precursor del actual INE, por la ambigüedad conceptual del fenómeno o por el carácter multifacético del mismo. Por el contrario, las estadísticas de inmigración en los países europeos nos ofrecen una realidad más cert era, por el imperat ivo que tenían nu e s t ras emigrantes de estar en posesión de un permiso de trabajo para obtener el correspondiente de residencia. Las propias norm at ivas, sin embargo, facultan otras
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Las condiciones impuestas por ley para emigrar perpetúan las diferencias entre los hombres y las mujeres en el ordenamiento español de los años sesenta y setenta del siglo recién terminado, en su afán paternalista y protector. La Ley de ordenación de la emigración de 3 de mayo de 1962, continuó limitando las salidas femeninas cuando a ello se opone alguna dis posición legal reguladora de su capacidad civil o protectora de su sexo.
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vías de ingreso, por ejemplo como turistas, que nos impiden conocer con certeza la verd a d e ra magnitud de las corrientes de mano de obra, en este caso la femenina. El movimiento de pasajeros con el exterior entre 1892 y 1929, año a partir del que comienzan a implementarse políticas de control de entradas en América por el estallido de la crisis mundial, fue de 3.622.861 personas, de las que casi el 30% fueron mujeres. El balance general del período arroja una pérdida de 985.683 españoles, con un porcentaje femenino del 42,94%, de lo que se puede deducir que su tasa de permanencia es mayor y en consecuencia el movimiento tiene un carácter definitivo. La curva de salidas de mujeres españolas emigrantes describe tres trayectorias interrumpidas por las guerras de Cuba y la de 1914 y es la comprendida entre los dos conflictos la que registra los mayores volúmenes de salida. La recuperación posterior al armisticio de 1918 es menos dinámica que la precedente aunque presenta una trayectoria al alza, lo mismo que nos muestra la línea de tendencia en toda la etapa, como consecuencia de la creciente estabilización de la colonia de las naturales de España en tierras americanas. La Argentina es el país de destino por excelencia (62,49%), seguido por Cuba con algo menos de un cuarto de las emigrantes y a gran distancia por Brasil, Uruguay y México, que catalizan el 6,76%, 2,98% y 2,89% respectivamente. Lentamente, en los años centrales de la etapa analizada comienzan a despuntar los Estados Unidos, englobados en la categoría de otros, aunque la puesta en vigor de las leyes de cuotas en los años veinte amortiguó su ritmo de crecimiento. En las décadas de los años treinta y cuarenta la emigración se ralentizó a expensas no sólo del conflicto bélico de España y del
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inmediato mundial, sino también por la puesta en aplicación de políticas restrictivas por medio de instrumentos legales que se convertirán en los pilares básicos de las leyes de extranjería a partir de 1950. Los permisos de trabajo y de residencia y los contingentes migratorios serán consubstanciales con el nuevo escenario europeo de movilidad. Atrás quedaba una dilatada etapa americana, sostenida en gran medida en los últimos años por la demanda de mano de
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El nuevo ciclo emigratorio europeo abre un horizonte de nuevas expectativas a unas mujeres que por haber nacido mayoritariamente en los convulsos años treinta fueron deudoras de una formación orientada a convertirlas en unas profesionales del hogar y la familia, con lo que sus posibles alternativas en el mundo laboral eran muy limitadas y se veían agravadas en aquellos momentos por una coyuntura económica desfavorable, en tránsito desde un modelo autárquico a otro protagonizado por los planes de desarrollo.
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obra de Venezuela. Los cambios políticos, sociales y económicos ocasionados por la Segunda Guerra Mundial, alteraron el mercado agroexportador latinoamericano y sus economías, que habían iniciado un proceso de transformación, se hicieron cada vez más dependientes de técnicas y capital financiero. El nuevo ciclo emigrat o rio europeo abre un horizonte de nuevas expectativas a unas mujeres que por haber nacido mayorit a riamente en los convulsos años treinta fueron deudoras de una fo rmación orientada a convertirlas en unas profesionales del hogar y la familia, con lo que sus posibles alternativas en el mundo laboral eran muy limitadas y se veían agravadas en aquellos momentos por una coyuntura económica desfavorable, en tránsito desde un modelo autárquico a otro pro t agonizado por los planes de desarrollo. Europa va a ser tierra de promisión: próxima geográficamente, con una amplia oferta de empleo de baja cualificación que les permite incorp o rarse de inmediato al mercado de trabajo, con unas condiciones lab o rales difícilmente comparables en nu e s t ro país y, s o b re todo, a muchas de ellas les va a permitir llevar a cabo un proyecto de vida propio, tanto en lo profesional, alimentado siempre de un ansia de superación, como en lo personal. Un proyecto gestado con un hori zonte temporal limitado, pero que acabó por convertirse mayori t a riamente en permanente. Pero serán los hijos e hijas nacidos en la emigración los que les otorguen el permiso de residencia definitivo en los países de acogida. Los datos que a continuación se ofrecen son los relativos a las mujeres españolas que emigraron asistidas por el Instituto Español de Emigración entre 1962, año en el que comenzaron a publicar la información desagregada por sexo y por país, y 1985, coincidiendo con la incorporación de España a la entonces Comunidad Económica
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Europea y el consiguiente cambio en el estatus legal de nuestra colonia radicada en los Estados ya pertenecientes. Las salidas femeninas tramitadas por el Instituto ascienden a 187.914 durante estos veinticuatro años y rep resentan el 15,57% de la emigración a Europa con carácter permanente, y son los años sesenta los que presentan una mayor cuota de participación, a l c a nzando el máximo en 1966 con el 24,24% de las salidas legales. El fortalecimiento de la corriente asistida en estos años está en re l ación con el importante movimiento de re agrupación familiar que llevan a cabo los varones desplazados en el tránsito de las décadas de los cincuenta a los sesenta y también es deudora del proceso gradual de articulación y consolidación de unas cadenas y redes migrat o rias, cuyo pro t agonismo va a ser creciente en esos años, como creciente va a ser el volumen de salidas realizadas al margen de los cauces oficiales establecidos. A modo de ejemplo, en el caso del Reino Unido donde tienen una importancia capital la estructura de redes de parentesco y de amistad desde los años cincuenta, las entradas de españolas irreg u l a res re c ogidas por las autoridades británicas alcanzan ya en esos años unos valores que rondan alrededor del 90%. (Durán, 2007). La evolución de las salidas se mantiene por encima de las 10.000 anuales hasta la crisis de 1973, salvo en 1967 por la contracción de la oferta alemana, tanto por problemas económicos como por estar concluyendo un proceso de regularización de la colonia de extranjeros residentes. Como siempre suele ocurrir, los más perjudicados en tiempos de crisis terminan siendo los grupos más vulnerables y, en nuestro caso, fueron las mujeres las que sufrieron las mayores consecuencias de la contracción del mercado laboral. Las partidas de España se redujeron en su con-
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Emigración española femenina por países 1962
Alemania Francia Holanda Reino Unido 9022 952 41 480
Suiza
Otros
Total
2702
203
13400
1963
9222
2034
35
1056
4588
516
17451
1964 1965
8594 8619
2096 924
49 102
654 717
6533 4663
348 120
18274 15148
1966
7844
958
116
665
4089
93
13765
1967 1968
1528 4864
634 5054
35 49
332 352
3329 3238
52 14
5910 13571
1969 1970
7228 7269
4741 4081
145 169
316 303
3881 3398
15 29
16326 15249
1971
6191
4638
234
314
3428
22
14827
1972 1973
5185 4676
5088 2408
240 188
258 162
3434 2744
15 20
11026 9342
Total
80242
33608
1403
5609
46027
1447
168339
Fuente: Estadísticas de emigración asistida. I.E.E
junto, pero al mismo tiempo se reforzó de nuevo el carácter predominantemente masculino del movimiento. La media anual se sitúa en torno las 1.625 asistencias, muy inferior a la correspondiente a la etapa precedente. Los principales destinos elegidos por nuestras emigrantes en la etapa de mayor volumen de emigración con Europa son Alemania, que cataliza casi la mitad de las mujeres asistidas (47,67%), seguida a gran distancia por Suiza y Francia con el 27,34% y 19,96% respectivamente. Distinta realidad nos ofrece el cálculo de la tasa de feminidad por los países de acogida: el Reino Unido con casi un 80% es sin lugar a dudas el Estado europeo que impuso más medidas discriminatorias para frenar la inmigración masculina, además de concentrar casi toda su oferta
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laboral en el sector servicios, especialmente en las tareas del doméstico y en las de hostelería y restauración. Alemania ocupa el segundo lugar (27,02%) y a continuación con valores muy próximos Francia y Suiza (18,36% y 15,95%) por distintos motivos. Mientras que las autoridades del primero relajaron los controles de frontera y facilitaron la regularización in situ, a partir de la llegada masiva de contingentes procedentes de sus viejos dominios africanos, los gobiernos helvéticos, por el contrario, a través de políticas rotacionales limitaron ostensiblemente el asentamiento de dependientes en su territorio. No obstante, como siempre ocurre en los estudios de emigración la estadística de salidas a la realidad siempre hay un abismo. Simplemente con analizar los datos de los residentes en esos países al final de la etapa podemos comprobar la importancia que tuvo la movilidad de la mujer y el carácter invisible de su desplazamiento. Así, la estructura por sexos de estas colonias de trabajadores muestra, con excepción de los Países Bajos (24,63%), un relativo equilibrio, a pesar de que estamos ante
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Los principales destinos elegidos por nuestras emigrantes en la etapa de mayor volumen de emigración con Europa son Alemania, que cataliza casi la mitad de las mujeres asistidas (47,67%), seguida a gran distancia por Suiza y Francia con el 27,34% y 19,96% respectivamente.
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colectivos de mano de obra fundamentalmente. Los restantes países presentan todos un porcentaje de mujeres bastante equilibrado, que está comprendido entre el 40,14% de la Confederación Helvética y el 48,49 %, el más elevado, del Reino Unido. Frente al tópico de asociar las migraciones con el sexo masculino, son muchos los autores y autoras, como Ofelia Rey (2007), que vienen insistiendo en la importancia secular que han tenido los desplazamientos de la mujer, en el seno de una sociedad patrilocal en la que el hombre tiende a permanecer, mientras que son ellas las que se trasladan al lugar del marido. Su movilidad era habitual, las investigaciones históricas lo están poniendo de manifiesto, pero las leyes de reclutamiento y reemplazo pusieron en movimiento a la población masculina en España, ocultando un viejo proceso, que muy probablemente por asiduo no era tenido en cuenta. Hoy en día las migraciones internacionales se caracterizan por un incremento continuado del número de mujeres que abandonan sus lugares de origen y, a diferencia de las etapas en las que participaron las españolas, son ahora ellas emigrantes proveedoras y no dependientes como antaño. El debate sobre emigración femenina y empoderamiento está abierto, tendremos que insistir sobre el tema. No obstante, hace ya muchos años que los propios emigrantes fueron conscientes del cambio que se estaba experimentando en los roles de género en las sociedades de acogida, con el creciente protagonismo de las mujeres. Los letristas del tango, desde la orilla, desde una perspectiva multicultural y marginal, dejaron constancia de ello. El Mano a mano de Celedonio Flores es bastante sugerente al respecto.
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Las mujeres en el asociacionismo étnico: una aproximación a la luz del caso gallego en Cuba y en Uruguay Pilar CAGIAO VILA Profesora titular de Historia de América en la Universidad de Santiago de Compostela.
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a existencia en la actualidad de sociedades como la Asociación de Mujeres Españolas Emigrantes en Canadá, la denominada Herbas de Prata en la Argentina o la Asociación de Mujeres Españolas de Santo Domingo, representan una buena muestra de que en el asociacionismo español heredero de la emigración contemporánea ha habido cambios sustanciales respecto del papel que la mujer ostenta en el mismo. Aún más. Otras asociaciones como el Patronato da Cultura Galega de Montevideo, el Casal Catalá de Vancouver, el Club Español de Québec o el Centro Asturiano de Ontario, la Sociedad Hijos de Roupar en La Habana o la Casa de Galicia de New York –como puede observarse entidades de muy distinto origen y dimensión, diferente ubicación geográfica y trayectoria diversa, integrantes junto con otras muchas del
Pilar CAGIAO VILA. Entre las líneas de investigación que viene desarrollando destacan las relativas a los movimientos migratorios y las relaciones culturales entre España y América. Autora de libros como Muller e Emigración (1997) o Os gale gos de Ultramar: de emigrados a inmigrantes (2007); co-autora con M. L. Pazos de Os Galegos e o mundo colonial americano (2007) y con X. M. Núñez Seixas de Galicia e o Río da Prata (2007). Ha coordinado además distintas publicaciones sobre temática migratoria como Galegos en América, “americanos” en Galicia, as colectividades inmigrantes en América e a súa impronta na sociedade galega (séculos XIX e XX) (1999), O Exilio Galego (2006, Co-ed. con X. M. Núñez Seixas), De raíz profun da: Galicia y lo gallego en Cuba (2007, Co-ed. con Sergio Guerra); además de otras relacionadas con la historia cultural latinoamericana en colaboración con E. Rey Tristán: Cien Años de la Biblioteca América (2004); Aproximación al ameri canismo entre 1892 y 2004 (2006) y De ida y vuelta. América y España: los caminos de la cultura (2007). En su actividad docente, iniciada en 1986, ha dirigido varias tesis doctorales y trabajos de investigación americanista en la USC y como profesora invitada
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... ha impartido cursos en la Universidad Portucalense de Porto, París VII, y varias latinoamericanas (PUCRS de Portoalegre; Universidad de la República-Montevideo o UCR-San José de Costa Rica). Ha sido directora del Arquivo da Emigración Galega del Consello da Cultura Galega, a cuya comisión técnica continúa perteneciendo, y participa como miembro del comité editorial de la revista Estudios Migratorios.
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rico entramado asociativo construido por la emigración española en el exterior–, todas ellas presididas por mujeres, constituyen a día de hoy algunos de los ejemplos del proceso lento que fue necesario recorrer a lo largo del tiempo para reconocer su papel en ese tipo de instituciones. Evidentemente esto no fue siempre así y aunque por el momento aún resultan escasas las investigaciones que permitan analizar con rigurosidad como evolucionó la participación de las mujeres en el fenómeno asociacionista, de sobra es conocido que se produjo más tardíamente que la de los hombres y no siempre fue realizada en igualdad de condiciones. Todavía en 1988 en la II Convención Nacional de Damas de Centros Españoles en Venezuela, por ejemplo, se presentaban como novedosas algunas ponencias reivindicativas del papel que la mujer debía jugar en el asociacionismo (Ascanio Sánchez, 1996: 151). Durante el período denominado de las migraciones masivas que afectó a Europa entre 1870 y 1930, la emigración española tuvo su principal destino en determinados países del continente americano (Cuba, Río de la Plata y Brasil). A partir de la década de los cuarenta aunque se produjo la desaparición de alguno de los destinos más tradicionales –como el caso cubano–, se amplió la oferta en los países americanos incorporándose algunos nuevos, además de abrirse la posibilidad europea desde fines de los sesenta. En ambas etapas, el asociacionismo étnico jugó un papel determinante por cuanto favoreció el mantenimiento de los vínculos entre los emigrantes cuando, convertidos en inmigrantes, hubieron de enfrentar los múltiples retos de las nuevas sociedades a las que habían llegado. Ese asociacionismo tuvo inicialmente un carácter informal cuyo origen remoto podría ya detec-
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tarse en los puertos de salida de los barcos –y durante las largas travesías atlánticas– que condujeron a tantos españoles a América, o en los andenes de los trenes que llevaron a otros a diversas plazas de Europa. Como ámbitos de sociabilidad, aquellos primeros espacios de encuentro, así como los diferentes medios laborales en los que los españoles lograron insertarse, constituyeron de algún modo el antecedente remoto de otro tipo de asociacionismo de carácter más formal. La emigración española produjo una extraordinaria variedad de fórmulas asociat ivas en las que lo étnico constituía el elemento medular y que en definitiva tenían como objetivo amparar y pro t eger a los emigrantes, ofrecer espacios para la sociabilidad, y fomentar la relación entre compatriotas y sus vínculos con los lugares geográficos de los que estos procedían. Las diferentes fo rmulaciones surgidas en el asociacionismo español, ya fueran sociedades benéficas, mutualistas, re c reativas, culturales, de instrucción o deportivas, se multiplicaron además en función de variables cuantitativas, t e m p o rales y de procedencia geográfica concreta, dando lugar a un panorama que en muchos casos revelaba complementariedad (Devoto, 2003) y en otro s , franca competencia. En el caso concreto del asociacionismo gallego, a la luz del cual apuntamos aquí algunas consideraciones respecto de la mujer, su amplitud y complejidad traducen la diversidad de identidades construidas precisamente en situación de inmigración por contraste y/u oposición con las sociedades nacionales y el resto de las colectividades inmigrantes. Identidades que se manifiestan a veces de manera colectiva por cuanto se inscriben en un marco de referencia panhispánica, y en las más revelan la intención de subrayar rasgos propios y diferenciados. Como ha señalado V.
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La emigración española produjo una extraordinaria variedad de fórmulas asociativas en las que lo étnico constituía el elemento medular y que en definitiva tenían como objetivo amparar y proteger a los emigrantes, ofrecer espacios para la sociabilidad, y fomentar la relación entre compatriotas y sus vínculos con los lugares geográficos de los que estos procedían.
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Peña (1995), todo ello se fue construyendo en varios planos complementarios entre sí dando lugar en primera instancia a sociedades macro territoriales que pretendían aglutinar a los emigrantes españoles en su conjunto (Clubes Españoles; Sociedades Españolas de Beneficencia; Asociaciones Españolas de Socorros Mutuos; Casinos Españoles...) o solamente a los ga l l egos (Centros Gallegos y Casas de Galicia...). Posteriormente, los naturales lazos de paisanaje establecidos por vecinos, familiares y amigos de las mismas parroquias, municipios o comarcas dieron lugar a relaciones de solidaridad más fuertes y cercanas que las proporcionadas por las asociaciones macro territoriales donde los vínculos quedaban más diluidos. Por otro lado, la llamada frecuente a sus paisanos en la emigración desde cada uno de los lugares de origen para solventar problemas y necesidades puntuales de la más variada índole, así como la toma de conciencia por parte de éstos de lo mucho que podían hacer con un grado extraordinario de concreción por su terruño natal, fomentó en primer lugar un asociacionismo informal que en la mayor parte de las ocasiones cristalizó en la constitución de sociedades organizadas, alguna de las cuales llegaron a tener una extraordinaria actividad política y social (Núñez Seixas, 2000: 356). Fueron éstas las sociedades de referencia micro territorial. Denominadas generalmente por el nombre del lugar de origen de los asociados –ya fuese la parroquia, la localidad, el partido o la comarca– y apellidadas, según los casos, como sociedades de Instrucción y Recreo, la pionera fue la Alianza Aresana, creada en La Habana en 1904, seguida por otras, cientos, de Cuba, Argentina, Uruguay y Brasil. A partir de este esquema de carácter general, la emigración gallega produjo prácticamente casi todas las variantes de
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Carnet de Hijas de Galicia de Cuba expedido en 1944.
asociacionismo que se puedan imaginar dando lugar a una extensísima nómina de sociedades en la práctica totalidad de los lugares a los que se dirigió1. Sin embargo, en todas ellas, así como en las del resto de las colectividades españolas (Ascanio Sánchez, 1996), cualquiera que haya sido su modalidad, la participación de las mujeres fue más tardía que la de los varones y no siempre gozaron de la misma consideración como socias y, muchísimo menos, como integrantes de las juntas directivas. Aunque la mayor parte de ellas, en cualquiera de sus versiones, contaban en su estructura organizativa con Comisiones de Damas integradas generalmente por las esposas e hijas de los directivos, su cometido era exclusivamente benéfico (realizar visitas a enfermos, preferentemente a mujeres y niños), propagandístico (captación de socios), y como mucho, de índole cultural. Eran madrinas en los actos conmemorativos, actrices, cantantes o declamadoras en diversos festejos, y, como ha dicho M. X. Lama “en tantos y tantos actos efímeros en
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(1) Promovida por el Consello da Cultura Galega y comisariada por P. Cagiao Vila y V. Peña Saavedra recientemente ha sido inaugurada una exposición itinerante que bajo el título Nós mesmos. Asociacionismo gallego en la emigración se encuentra recorriendo América y Europa.
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los que se derrochan esfuerzos, a menudo sin ningún interés económico, y de los que no han trascendido nombres propios para la posteridad”. Y aunque es evidente que ello les permitía un cierto grado de participación, no es menos real que la consideración de la que eran objeto incluso en este tipo de actividades continuaba reflejando imágenes tópicas. En una de las memorias de la Sociedad de Hijos del Partido de Lalín de La Habana, se aludía a la Sección de Damas y Damitas como: “ángeles tutelares de la infancia, paño de lágrimas del dolor, imán de los rezagados e ilusión de los buenos patriotas”. No obstante estos estereotipos que se mantuvieron vigentes durante bastante tiempo, y de otras muchas limitaciones, las mujeres ya obtuvieron algunas ventajas derivadas de ciertas iniciativas del asociacionismo étnico en etapas bastante tempranas. En este sentido cabe destacar por ejemplo la labor educativa desenvuelta por el Centro Gallego de La Habana que paradójicamente no permitió que las mujeres fuesen miembros de pleno derecho –aunque el reglamento oficial de 1887 permitía asociarse a los dos sexos, existieron cortapisas para las inmigrantes solteras o viudas que no tuvieran un hombre que las representase–, hasta mucho más adelante. No obstante, quince años después de haber creado su sección de instrucción (1880), fue incorporada enseñanza para la mujer de la que hasta entonces estuvo excluida, bajo las directrices reformistas de Vicente Fraiz Andión. Ese hecho era recordado así bastantes años después por el propio vocero de la institución: “yacía en el olvido general algo que podía arrancar a muchas víctimas de las garras de la miseria y de la desgracia; ese factor era la mujer, y ese algo su instrucción. Encontrábanse establecidas las clases de solfeo, piano y canto para el bello sexo, pero éstas son general-
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mente consideradas como clases de adorno; era necesario proporcionarle a la mujer otros conocimientos que fuesen de más resultados” 2. En 1906, cuando la sección escolar fue bautizada con el nombre de Plantel de Enseñanza Concepción Arenal, contaba con tres secciones de instrucción elemental y superior para niñas y seis años más tarde, cuando el colectivo femenino representaba el 17,66% de los matriculados, además de la enseñanza elemental, música y labores, recibían también lecciones de taquigrafía e inglés, lo que les permitía convertirse en tiperritas –término “cubanizado” de type-writer– para engrosar el creciente número de mujeres que en Cuba desempeñaban esta profesión en concordancia con el debate por la emancipación femenina (Barcia, 2005: 316). Todo ello mejoró notablemente las posibilidades de instrucción y aprendizaje sobre todo para la segunda generación de mujeres gallegas. Como espacio de ocio y recreo, el Centro habanero solamente era disfrutado por las mujeres durante los días en que se celebraban actividades sociales, festivas y culturales. Sin embargo, la oportunidad de acceder a algún tipo de instrucción a través del Plantel escolar o de participar en las actividades recreativas, no llevaba aparejada para las mujeres la posibilidad de recibir asistencia médica. El sistema mutual de la institución señera de los gallegos no les daba cobijo ya que el Centro Gallego solamente admitía a algunas como socias benefactoras, de honor o de mérito sin que esto significase el disfrute de derechos reales. De hecho, al comienzo de su andadura había nombrado socia de honor a una mujer: Rosalía de Castro, acaso porque también la Sociedad de Beneficencia de Nat u rales de Galicia, fundada en 1871, había hecho lo mismo, no sólo con la autora de Follas Novas, sino también con la coruñesa Juana
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(2) Centro Gallego, 18791919. El Centro Gallego en su cuadragésimo ani versario. Habana, 1919, p. 46.
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María de Vega y Virginia Felicia Auber, escritora cubana de ascendencia gallega, de las que interesa añadir que las dos primeras no vivieron nunca en Cuba y la tercera había fallecido cuando recibió tan honorífica mención. En su obstinada actitud de negar la asistencia sanitaria, el Centro Gallego argumentaba razones de tipo económico. Y es que efectivamente las mujeres enfermaban más, parían y acaso tenían mayores necesidades asistenciales. Así las cosas, desde 1903 se empiezan a dejar sentir las primeras críticas desde los órganos de prensa gallega más progresistas, como la revista Galicia de La Habana. Ejemplo de ello es el siguiente fragmento de un artículo que expresaba: “Tenemos aquí los gallegos una hermosa casa de salud montada a la altura de las primeras de América… ¿Hay algún inconveniente en que en que la mujer goce de sus beneficios cómo goza el hombre? ¿O es acaso que la mujer, por el hecho de serlo, no puede figurar en las grandes y cultas agrupaciones que nosotros, sus hermanos hemos instituido?” (Enjamio, 2007). Posteriormente, esta publicación dio a la luz varios artículos poniendo de manifiesto la desatención en materia de asistencia sanitaria hacia el elemento femenino por parte del Centro Gallego habanero –institución que desde 1885 prestaba este tipo de cobertura–, paliada solamente por la sociedad Solidaridad Pontevedresa que desde 1914 comenzó a incluirla para sus asociadas en lo referente a la adquisición de medicamentos. En ese mismo año, Eva Canel, en el testimonio escrito que deja de su viaje a la Isla, afirmaba con contundencia: “Las mujeres españolas que vienen a Cuba se encuentran en un desamparo lamentable (...). Ver como tienen los españoles sus Quintas de Salud, que son asombro de los viajeros y orgullo del país y
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Socios de Cangas de Onís en la Polar de La Habana en 1959.
saber luego que las mujeres no hallan allí auxilio mutuo ni de caridad, y sólo siendo acomodadas y pagando la estada, se las puede admitir, es verdaderamente triste. La Habana está plagada de sirvientas españolas (...), no hay para ellas mano protectora (...)”. La asturiana, pese a su talante conservador –reaccionario en bastantes aspectos–, hacía ya entonces un llamamiento “a esas entidades poderosas que representar la vida regional (...) ábranse registros de socias, levántense pabellones femeninos para el auxilio mutuo (...), alguno destinado a la maternidad”. Dos años más tarde, prácticamente en el mismo tono, el escritor estradense Roberto Blanco Torres, acusaba desde La Tierra Gallega a la institución señera de los gallegos diciendo: “Bien mirado, el patriotismo de los gallegos de Cuba no es más que un soberano tópico. Díganlo si no las mujeres gallegas, nuestras paisanas, estas pobres mujeres abandonadas a todos los accidentes de la vida, sin un médico ni una medicina, si enfermas (...) ¿Qué hizo en favor de ellas este famoso Centro Gallego? (...). Solo una colectividad
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provincial, precisamente la que representa a nuestra provincia, Solidaridad Pontevedresa, ha hecho constar en sus cláusulas estatutarias, a guisa de proyecto, la necesidad de dotar a la mujer gallega en Cuba de una casa de salud. Nada más natural, por distintas razones, que la mujer sea preferida al varón en el reparto de beneficios; muchos años antes debió fundarse ese establecimiento benéfico y con ello se evitaría que nuestras paisanas fuesen unas a morir en las salas de los hospitales, otras a cuidarse mal y al fin a prostituirse...”. De hecho, la desatención de las mujeres inmigrantes por parte de las sociedades regionales españolas, y los peligros que en materia de prostitución sobre ellas se cernían, era aún denunciada a la altura de 1925 por algunas feministas cubanas (Lamar, 1925). Fruto de la iniciativa promocionada desde 1914 por la asociación Solidaridad Pontevedresa –aunque con antecedentes ya desde dos años atrás cuando se fundó esta entidad–, así como por causa de la obstinada actitud del Centro Gallego, a comienzos de 1917, fue fundada formalmente en La Habana la sociedad Hijas de Galicia (subtitulada como Sociedad Sanitaria y de Auxilio Mutuo) como institución de asistencia y protección a la mujer (González Pagés, 2003). Aunque en 1919 se admitió una vicepresidencia y varias vocalías a cargo de mujeres, las juntas directivas de Hijas de Galicia estuvieron, paradójicamente, mayoritariamente integradas por hombres coincidiendo en gran medida con los líderes del Centro Gallego, quienes impusieron en su Reglamento interno restricciones importantes a la atención sanitaria de las mujeres sobre todo en lo relativo a enfermedades venéreas. Las intromisiones masculinas procedentes del Centro –al que por otro lado los estatutos de 1930 señalaban que Hijas
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de Galicia no adheriría al mismo mientras no se admitieran en él a las mujeres en igualdad de derechos lo que no ocurrió hasta mucho más adelante–, fueron combatidas por los elementos más progresistas de las directivas y de la masa de asociadas. El proceso revolucionario cubano de 1933, y el partido de oposición en el Centro Gallego, Hermandad Gallega, desde 1935, dieron en este sentido una dura batalla, aunque no siempre librada con éxito, a favor de las reivindicaciones de las gallegas en concordancia además con la ampliación de influencias de los movimientos de mujeres, cuyos efectos penetraron también en el asociacionismo étnico. La pionera entre las sociedades micro territoriales gallegas fue el Club Lalín que en 1920 concedió voz y voto a las mujeres. Siguieron su ejemplo otras, como la Liga Santaballesa, que modificó sus reglamentos en 1926, la Sociedad Naturales del Ayuntamiento de Puentes de García Rodríguez, fundada en 1912, donde en 1930 se asocia la mujer del presidente, seguida de una modificación del reglamento interno en 1933. O la Sociedad Naturales de Ortigueira. Asociación de Beneficencia y Protección Mutua que fue fundada en 1928, que estableció la igualdad de derechos entre hombre y mujer para asistencia sanitaria. Para todas ellas, el ejemplo de Hijas de Galicia revistió una especial importancia. Como asociación, Hijas de Galicia participó en el Congreso Nacional de Mujeres de 1923 –el primero efectuado en Cuba–, al que asistió su vicepresidenta. Según la historiadora cubana S. Enjamio (2007) al circunscribir su intervención a la familia y al rol principal de la mujer en la misma, limitó las perspectivas de solución a los problemas de género que existían entonces. Pero pese a ello, la representatividad de la mujer galle-
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Como asociación, Hijas de Galicia participó en el Congreso Nacional de Mujeres de 1923 –el primero efectuado en Cuba–, al que asistió su vicepresidenta. Según la historiadora cubana S. Enjamio (2007) al circunscribir su intervención a la familia y al rol principal de la mujer en la misma, limitó las perspectivas de solución a los problemas de género que existían entonces.
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(3) Cenit, junio de 1939. (4) Cultura Gallega, enero de 1937.
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ga estuvo presente y con ello se daba cuenta de su proceso de integración a la sociedad cubana; y precisamente en el año del Congreso, Hijas de Galicia inauguraba su Casa de Salud. Otro de sus grandes logros fue el balneario social de Miramar inaugurado en 1938, del que la revista Cenit, vocero entonces de la propia asociación, comentaba: “Era sentida la necesidad, no sólo de un balneario para las socias y socios de Hijas de Galicia entre los que abundaban los niños de corta edad, sino también un lugar apropiado donde reunirse la colonia gallega en La Habana, ya que al Centro Gallego, por ser una sociedad de hombres solos, no concurre la mujer más que en los días de grandes fiestas y éstas por lo general tienen lugar de noche por lo que, a no ser en las un tanto desacreditadas romerías, careceríamos de un lugar cuyo ambiente propiciara el trato frecuente entre familias de nuestra numerosa colonia; y así se daba el caso de ser grandes amigos los hombres, por razón de la convivencia en las sociedades, y sus respectivas familias pasar años y años sin tener oportunidad de conocerse, razón por la que el futuro el edificio [balneario] ha de ser lugar obligatorio de reunión de la buena colonia gallega en La Habana”3. Desde la época de su fundación Hijas de Galicia venía colaborando con las inmigrantes en la resolución de los trámites burocráticos que tenían en el momento de la llegada, que no eran pocos. El primero al que había que hacer frente era al de permanecer el menor tiempo posible en el campamento de Triscornia, establecido en Casablanca, hasta que alguna persona se hiciera cargo de su situación como comenzó a hacer Hijas de Galicia con muchas inmigrantes. La asociación terminó por poner en marcha su propio servicio de apoyo a la inmigración que a la altura de los
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Bingo a beneficio del Hogar Español de Montevideo (Uruguay).
años treinta era así descrito: “Es atendido con verdadera eficacia este Departamento de la Sociedad Hijas de Galicia, el que ha rendido intensísima labor en los últimos meses del pasado año 1936 (...). Toda inmigrante inscrita en el momento de su arribo ha disfrutado de todos esos derechos. Esta importante dependencia social ha resuelto todos los asuntos que se le presentaron en casos de inmigración”4. Además de las cuotas, la entidad recibía donaciones de la actividad que realizaba el Comité de Damas de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Galicia, la institución gallega más antigua de Cuba. Dicho Comité benéfico organizaba todo los años un evento para recaudar fondos que se celebraba el 10 de mayo en los jardines de la célebre cervecería La Tropical. Este lugar se había convertido en tradicional para los gallegos desde que en 1907 el Club Estradense organizase en él la primera romería popular inauguradora de la jiromanía, al decir de J. A. Vidal, que caracterizó durante mucho tiempo las celebraciones festivas
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En el caso del Uruguay, la institución decana del asociacionismo galaico, el Centro Gallego de Montevideo, limitó durante mucho tiempo la participación femenina a la organización de actos sociales (bailes, festivales culturales y benéficos...).
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de los inmigrantes gallegos de La Habana. Al festival de la Beneficencia lo denominaban “Un día na eira do trigo”, parafraseando la versión popular del primer verso la famosa Cántiga de Curros Enríquez, con música de C. Alonso Salgado y retoques de Chané, convertida por cierto en la referencia musical más popular y emblemática de Galicia en Cuba, versionada en fecha relativamente reciente bajo el no menos emblemático nombre de Galleguita. Pero aún en los años cuarenta las integrantes del Comité eran descritas por la publicación Vida Gallega, vocero de la Sociedad, simplemente como bellas y encantadoras damas dedicadas a hacer el bien a los necesitados... En el caso del Uruguay, la institución decana del asociacionismo galaico, el Centro Gallego de Montevideo, limitó durante mucho tiempo la participación femenina a la organización de actos sociales (bailes, festivales culturales y benéficos...). Tan obvia resultaba su presencia en este tipo de eventos que incluso era sugerida desde los estamentos externos al propio m ovimiento asociativo. Cuando, por ejemplo, la Lega c i ó n Española de Montevideo convocó en 1909 a una reunión a todas las sociedades españolas para proceder a la formación de un Comité Patriótico en defensa de la campaña de África, el ministro español les transmitió una comunicación de Madrid, proponiendo la formación de una Comisión de Damas para obtener recursos para los heridos en el frente, ante los que la institución decana de los gallegos en Montevideo pareció responder. Así, y en otros casos similares fueron constituyéndose ese tipo de comités integrados generalmente por las esposas e hijas de los cargos dire c t ivos o de los socios de mayor importancia, lo que permitía solo a algunas un cierto grado de parti-
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cipación. Sin embargo, en algunas ocasiones llegó a ser sumamente importante como en el caso de la primera Comisión de Damas de la casa de Galicia de Montevideo, presidida por Lucinda Beiro de García, hija y esposa de dos de los fundadores de la institución, que en 1919 obtuvo los fondos necesarios para adquirir los terrenos de la futura casa de salud de la aún es hoy una de las principales mutualistas médicas del Uruguay, junto con la Asociación Española Primera de Socorros Mutuos. Esta entidad, fundada en 1853 en Montevideo, y la primera en su género entre las de América del Sur, permitió la presencia de mujeres entre sus socios desde 1906. En ese año, y por influencia de la nu eva legislación social de la época que contemplaba los derechos de la mujer, aparecen en esta institución las primeras asociadas y con el número nueve de inscripción una ga l l ega , Manuela Pombo, nacida en Carballo (A Coruña). Del Centro Gallego no podían recibir prestaciones asistenciales porque no era una entidad mutual y no fue sino hasta la creación de la Casa de Galicia (1917) que en 1928 empezó a admitir como socias a las mujeres. Así lo recordaba, con noventa y cinco años de edad, Carmen Varela, natural de Laracha (A Coruña) quien llegó a Montevideo en 1912 cuando contaba 22 años de edad: “Casa de Galicia primeramente era de hombres solos, era como para baile... después, cuando vinieron las mujeres yo fui de las fundadoras…”. Al año siguiente, el número de asociados era de 16.895 hombres y 671 mujeres, ascendiendo en 1935 a 28.456 y 6.912 y en 1940 a 34. 898 y 9.986 respectivamente. Cierto es que el crecimiento de asociadas se debió sin duda a su carácter de entidad mutualista, sin que por entonces se delegase en ellas ningún tipo de fun-
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Sesión de trabajo de mujeres en Uruguay.
ción ejecutiva. En la misma época, en el Centro Gallego la presencia femenina era de otro tipo, al punto de que “señoras, señoritas y niñas” eran solamente contempladas como familiares de los socios varones. A su cargo continuaban las colectas para socorrer necesidades, la organización de algunos actos lúdicos o las clases de corte y confección. En las Actas de Junta Dire c t iva de los años cuarenta apenas se mencionan nombres de mujeres con la única excepción de notas de agradecimiento en los casos de pésames por el fallecimiento de sus esposos socios de la institución y solo a partir de 1942 se empiezan a registrar solicitudes puntuales de asociación por parte de algunas. En general, habrá que esperar bastante hasta que como resultado de la última oleada de inmigración ga l l ega arribada a Uruguay después de la segunda postguerra la presencia femenina en las instituciones de la colectividad se haga sentir, aunque en muy pocos casos en cargos dire c t ivos, tendencia que parece revertirse sin embargo en la actualidad.
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Mujeres y trabajo en la emigración española a Europa de los años sesenta José BABIANO / Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA Doctores en Historia Contemporánea.
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urante mucho tiempo el arquetipo del emigrante del siglo XX era un hombre en movimiento, solo, joven y descualificado, que buscaba en los países industriales de Europa Noroccidental y Central mejores condiciones salariales que las del país de origen. En cambio, se consideraba que las mujeres mantenían en los procesos migratorios una actitud sedentaria, en consonancia con su imagen social de sujetos dependientes y desvalidos (Piete, 2004: 261-277). De hecho, el mero desplazamiento, el viaje, era ya considerado un peligro, por lo que asociaciones religiosas y la Iglesia católica aconsejaba a las mujeres contactar con sus misiones en el extranjero nada más llegar a destino. Se les otorgaba así un papel secundario de esposas, madres o hijas, protagonistas a lo sumo de una emigración de acompañamiento.
José BABIANO MORA. Ha sido profesor asociado y titular interino de dicha especialidad en la Universidad Autónoma de Madrid, así como profesor de tercer ciclo de Biblioteconomía y Documentación en la Universidad Carlos III de Madrid. Es especialista en Historia del Trabajo e Historia de la emigración y en el tratamiento archivístico de las fuentes documentales de ambas materias. En la Fundación 1º de Mayo dirige el Archivo de Historia del Trabajo y forma parte del Centro de Documentación de la Emigración Española. Autor de El 1 de mayo. Historia y signi ficado (2006) y, en colaboración con otros autores, de la Guía de fuentes para el estu dio de la emigración española (2008); es editor de Del hogar a la huelga. Trabajo, género y movimiento obrero bajo el franquismo (2007). Ha publicado varias decenas de artículos y capítulos de libros sobre los temas que son objeto de su interés científico.
José BABIANO / Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA
Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA es doctora en Historia Contemporánea. Trabaja en el Centro de Documentación de la Emigración Española y es profesora tutora de Historia Contemporánea en la UNED. Es autora de Mineros, sirvientas y militantes. Medio siglo de emigración española en Bélgica (Madrid, 2006) y coautora de Miradas de Emigrantes. Imágenes de la vida y cultura de la emigración española en Europa en el siglo XX (Madrid, 2004), de Guía de fuentes para el estudio de la emigra ción española (Madrid, 2008) y de Situaciones de exclusión de los emi grantes españoles ancia nos en Europa (París, 2000). Ha publicado más de una veintena de artículos y capítulos de libro sobre la historia de la emigración española en publicaciones especializadas y revistas en España, Francia, Bélgica y Luxemburgo.
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Sin embargo, esta percepción cambiará a partir de los años setenta y ochenta, cuando se constate la necesidad de incorporar una perspectiva de género al análisis histórico de las migraciones (Green, 2002:105-120; Jiménez, 1999). Este enfoque historiográfico obliga a prestar más atención en la investigación para salvar dificultades como la invisibilidad femenina en las fuentes (Morelli y Gubein, 2004: 7-17; Bussy, 1996: 105-120). Por ello, aunque los datos oficiales refuercen el estereotipo del emigrante masculino durante el fra n q u i s m o (Ministerio de Trabajo, 1976), en otros trabajos hemos mostrado su valor relativo, así como la trascendencia de las migraciones femeninas durante la Dictadura (Babiano y Fernández Asperilla, 2003; Fernández Asperilla y Lomas, 2001). También nos hemos referido a las formas, diferentes a las masculinas, con que las mujeres se invo l u c raban en las migraciones ex t eriores: a) como sujetos en los procesos de reagrupamiento familiar; b) como pioneras; o c) como cabezas de familia que en la sociedad de origen se hacían cargo del grupo doméstico y gestionaban el capital familiar al emigrar sus esposos al extranjero (Fernández Asperilla, 2000a). En ninguno de los tres casos se trata de papeles pasivos o sedentarios (Rodríguez, Freire y Prada, 1999; Bianchi, 2004; Rodríguez, 2002). De ahí que para otorgar a las mujeres el lugar que les corresponde sea necesario analizar no sólo los aspectos laborales de los mov imientos migratorios, aunque sea éste el objeto del presente artículo, sino también las redes sociales y las comunidades inmigrantes en las sociedades de acogida, que las sitúan en el centro mismo del escenario (Guillen, 2004; García, 2003; Grego rio, 1988; Martínez, 2000).
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Las mujeres españolas que emigraban en la segunda mitad del siglo XX, a pesar de su juventud a la hora de emigrar, poseían ya en ese momento una experiencia laboral e incluso una trayectoria profesional extensa. En efecto, la mayoría de ellas comenzaron a trabajar siendo niñas, lo que les privó de una formación sólida para enfrentarse al mercado de trabajo extranjero. Por otro lado, la oferta formativa del Instituto Español de Emigración (IEE) tampoco amplió sus posibilidades profesionales porque era muy escasa y se dirigía sustancialmente a los hombres. En el mismo sentido, los denominados cursos de prepara ción ambiental proporcionaban unas nociones insuficientes sobre el país de acogida y no constituían una auténtica formación profesional. Así, en estos módulos formativos se insistía en cuestiones morales poco útiles para el progreso profesional en las sociedades de acogida (Fernández Asperilla, 2004; García y Maraver, 1999: 197). La trayectoria laboral pre-emigratoria de las mujeres comprendía a menudo la estancia en pequeños talleres y sastrerías como aprendizas. La precariedad del sector de la industria de la confección textil así como las escasas remuneraciones se convertían en factores de expulsión del mercado nacional y precipitaban la decisión de marcharse al extranjero. Asimismo era común una experiencia previa de trabajo en la agricultura o en el servicio doméstico1. De este modo es posible relacionar la partida y los sectores económicos que dejaban en su país: la agricultura, el servicio doméstico así como la confección textil en los primeros momentos del ciclo migratorio. A los anteriores sectores se sumaría más tarde la industria, de donde se marcharían las mujeres porque el modelo de desarrollo franquista que les incorpora-
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(1) Según A.G., P.G., Entrevistas, París, 1 octubre 2005; A.M.E., Entrevista, Madrid, 13 marzo 2006; M.A.O., Entrevista, Madrid, 27 Septiembre 2005 y A.L., Entrevista, Madrid 10 marzo de 1999.
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(2) A.A., Entrevista, París, 2 octubre 2005. (3) Así, D.M. redujo su jornada a 5 horas en Bélgica (DM, Entrevista, Lieja, 18 enero 2006). (4) Según P.M., V.B. y M.E. Entrevista, Lieja, 22 octubre 2005. (5) A.G., Entrevista cit.
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ba a sectores menos tradicionales, un signo de modernización de la economía española, hacía menos atractivo el mercado nacional que el exterior. Así, por ejemplo, encontramos mujeres como AA que abandonó su empleo en una fundición en los años setenta para trabajar en el servicio doméstico en París2. Sin embargo, independientemente de los sectores de procedencia, el servicio doméstico era el principal puerto de entrada al mercado laboral extranjero, sobre todo en países como Francia (Taboada, 1988; Oso, 2004), Suiza o Bélgica (Fernández Asperilla, 2006). El trabajo de sirvienta era un recurso de las emigradas solteras, que comenzaban como internas y se convertían en asistentas externas al contraer matrimonio3. A menudo, contraer matrimonio era la forma de abandonar las duras condiciones del servicio doméstico, al menos en su primera modalidad. De ahí que después de la boda dejaran definitivamente su empleo de internas en Bélgica y trabajaran sólo a tiempo parcial, al contar con el salario de los esposos y una vivienda proporcionada por las empresas mineras, en las que trabajaban sus cónyuges4. El matrimonio y especialmente la maternidad modificaban las estrategias femeninas, más flexibles y adaptables a las necesidades residenciales o de cuidados del grupo doméstico que las masculinas. En el extranjero, la actitud de los hombres ante el empleo era más rígida ante las necesidades domésticas de cualquier naturaleza, como podía ser la enfermedad o el cuidado de los hijos (Mattes, 2004: 168). Así, en el caso de AG, aunque tenía otro hermano en la misma ciudad, sólo ella abandonó su trabajo en París para cuidar en Asturias a su madre5. Asimismo, ya en los años treinta del siglo XX en Saint Denis, en los alrededores de
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Una actividad de la Confederación de Asociaciones Españolas de Padres de Familia de Alemania.
París, las españolas sólo trabajaban cuando los maridos enfermaban (Lillo, 2001). Este esquema respondía al modelo del padre de familia bread winner, propio de la sociedad industrial, que asignaba al hombre el rol de mantenedor de la familia y limitaba el trabajo asalariado femenino al período en que la mujer permanecía soltera o cuando las circunstancias les obligaban a aportar un salario comple mentari o, como podía ser la enfermedad del esposo o su muerte. En ocasiones, independientemente de la voluntad femenina, el abandono del trabajo asalariado era imprescindible para atender a la numerosa familia, que requería la dedicación absoluta de una persona (Alba, Babiano y Fernández, 2005: 59; Mattes, 2004). Por otra parte, aunque al contraer matrimonio se abandonara el servicio doméstico, a menudo realizaban trabajos de planchado, costura o ejercían de niñeras en sus hogares. Sin salir de casa, esta estrategia les proporcionaba unos ingresos imprescindibles, a la vez que atendían a sus hijos. Como fuera del servicio
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Las mujeres españolas que emigraban en la segunda mitad del siglo XX, a pesar de su juventud a la hora de emigrar, poseían ya en ese momento una experiencia laboral e incluso una trayectoria profesional extensa. En efecto, la mayoría de ellas comenzaron a trabajar siendo niñas, lo que les privó de una formación sólida para enfrentarse al mercado de trabajo extranjero.
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doméstico era complicado conseguir permisos de trabajo, estaban condenadas a ser chachas en las casas belgas o francesas o a trabajar en la economía sumergida (Morelli, 2001: 149-165). Otras estrategias buscarán sortear los obstáculos que les impedían conciliar la vida familiar y laboral. Algunos datos así lo demuestran. Por ejemplo, en el extranjero se les dificultaba el acceso a las guarderías. En Suiza sólo se admitía a las extranjeras si tenían un contrato de trabajo, de lo contrario eran expulsadas, impidiéndose la reunificación familiar6. La maternidad se penalizaba también al recordar a las emigradas que no habían venido a Suiza a reproducirse y al obligarles a trabajar hasta el último día de embarazo, incluso si el parto se presentaba difícil7. No se les trasladaba a puestos físicamente menos exigentes, con el pretexto de que abandonarían la empresa después del alumbramiento (Caestecker, 2004: 223). Asimismo, en Inglaterra eran despedidas de la hostelería cuando se quedaban embarazadas. En Alemania, a partir de 1969 se les hacían pruebas de embarazo para evitar el reclutamiento de embarazadas (Mattes, 2004: 170). Para salvar los obstáculos que impedían compaginar el trabajo productivo y reproductivo, las españolas adoptaban una serie de estrategias de empleo. En París, la más habitual, que les permitía salir de la economía informal, consistía en buscar una portería. Las porterías se convertían en espacios en los que confluía el trabajo doméstico con el asalariado, la vida familiar y la profesional. Constituían una estrategia residencial que facilitaba el ahorro, al proporcionar una vivienda, unos ingresos y la posibilidad de cuidar a los hijos. Era una estrategia coherente con el proyecto familiar de retornar (Fernández Asperilla, 2000: 67-97). Aunque las porterías eran espacios reducidos carentes de servi-
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cios, serían el hogar de numerosas familias durante largos períodos. Al crecer los hijos y no requerir cuidado materno, los grupos domésticos accedían a un HLM o viviendas de renta baja en régimen de alquiler, proporcionadas por el Estado francés. Entonces se dejaba la portería y se buscaba empleo en otros sectores como la limpieza de edificios o la industria. Así pues, las estrategias femeninas se modificaban en función de las circunstancias familiares y estaban más determinadas por las necesidades residenciales y de cuidados que por otros condicionantes. Fuera del servicio doméstico, en los países receptores de mano de obra femenina, las posibilidades se ampliaban a otros sectores. En 1968 el 47 por ciento de las emigradas a Francia trabajaban en el servicio doméstico, el 10 por ciento en servicios como la hostelería y el comercio, y el 4,5 por ciento en la agricultura; en la industria sólo lo hacía el 22 por ciento. En Suiza, el 37,4 por ciento trabajaba en la hostelería y el 14,5 por ciento en el servicio doméstico. En Alemania trabajaban sobre todo en la industria, donde se hallaban empleados el 77,5 por ciento de ellas. En Inglaterra estaban empleadas en la hostelería y en los hospitales (Fernández Asperilla, 1998: 69-70). Según la Comisión Episcopal de Migraciones, aunque en 1975 la legislación francesa imponía 48 horas semanales y de manera muy excepcional 54, el 55 por ciento de las domésticas españolas trabajaba más de 60 horas. Respecto de los salarios, si en París los sueldos de las criadas oscilaban entre los 900 y los 1500 francos, más las ventajas en especie, en provincias descendía hasta los 600. En relación con los salarios en especie, eran comunes las quejas sobre la alimentación y los alojamientos, que se expresaban en los siguientes términos:
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(6) Véase Boletín Informativo del Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones, nº noviembre/diciembre 1975. (7) Cfr. ATEES Boletín, nº 2, 1973.
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Grupo de emigrantes españoles de Ijmond (Holanda).
Me dan a comer los restos que sobran en la mesa de los patronos. Yo como, después de ellos, lo que han dejado (...); o el perro come mejor que nosotras; a él se le reserva la comida de mejor calidad. A nosotras, los trozos más inferiores o las sobras8.
(8) Cfr, Boletín Informativo del Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones, nº noviembre/diciembre 1975, p. 8. (9) También entrevista a F.M., París, 7 diciembre 2005.
El trabajo doméstico les aislaba e impedía la mejora de sus condiciones laborales, al tener que enfrentarse en solitario a sus patrones. Por ello, conocedoras de los abusos de los que eran objeto las emigrantes económicas, las refugiadas políticas se encargaron en Francia de contactar con la CGT para organizar en las sedes sindicales permanencias informativas sobre los derechos de las sirvientas (Fernández Asperilla, 2001: 70-72)9. En la hostelería, otro nicho de empleo ocupado por las españolas, se reiteraban las quejas sobre las pésimas condiciones de alojamiento y la calidad de la alimentación. En 1972 cuarenta españolas participaron en un conflicto porque la dirección del Alpha Hotel de Ámsterdam quería alojarlas en una pensión a tres kilómetros del lugar de trabajo (Fernández Asperilla y Lomas, 2001: 83-115). El 17 de junio de 1975 dos españolas llegaban
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con un contrato firmado para trabajar en un hotel londinense. El salario de 26 libras semanales incluía alojamiento pero la empresa se negaba a proporcionarles una habitación. Al cabo de tres días les trasladaron a otro hotel, donde les asignaron una habitación minúscula para ambas y con humedades y un salario rebajado en 7 libras. En 1974 se producía el despido de la española MCM del Hotel Queenbourough, de la compañía APEX, por estar embarazada. Como carecía de contrato de trabajo se le hizo abandonar su empleo y la habitación que le tenía alquilada la compañía. Aunque era una habitación grande, tenía ratones y estaba en malas condiciones. El mismo año se producía otro caso: a un matrimonio que trabajaba en el Hotel Transatlántica, en Cronwell Road, les daban una semana de plazo para dejar su trabajo y su alojamiento al estar la esposa embarazada (Fernández Asperilla y Lomas, 2001a: 22-23). En el sector textil las condiciones eran igualmente duras. En 1974 en la empresa francesa Fusalp, en A n n e cy, dedicada a la fabricación de ropa deportiva, el 90 por ciento de los 180 asalariados eran mujeres, de las cuales el 75 por ciento, a su vez, eran emigradas. Los ritmos de trabajo eran muy rápidos y los salarios estaban en el mínimo del convenio colectivo. Las trabajadoras eran sometidas a vejaciones, de manera que se les prohibía beber agua en su puesto de trabajo, reír, habl a r, masticar chicle, levantarse si disponían de asientos o ir a los cuartos de baño, que la dirección no limpiaba. Estas condiciones provocaron una huelga durante varios meses, para conseguir la equiparación salarial con los hombres, la revalorización de los sueldos y el respeto a su dignidad (Fernández Asperilla y Lomas, 2001b).
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El matrimonio y especialmente la maternidad modificaban las estrategias femeninas, más flexibles y adaptables a las necesidades residenciales o de cuidados del grupo doméstico que las masculinas. En el extranjero, la actitud de los hombres ante el empleo era más rígida ante las necesidades domésticas de cualquier naturaleza, como podía ser la enfermedad o el cuidado de los hijos (Mattes, 2004: 168).
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Otro rasgo del trabajo de las emigradas en el extranjero era que su trayectoria profesional se caracterizaba por la falta de promoción. Permanecían en el mismo sector de actividad y en puestos de trabajo similares, incluso aunque cambiaran de patrón, después de prolongados periodos.
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En la fábrica alemana de galletas Bahlsen se registró en 1967 una huelga que afectó a las 600 españolas empleadas. El incremento de la productividad en un 25 por ciento, sin comunicación previa a las trabajadoras, hizo que continuaran con su ritmo habitual, lo que provocó el despido de varias y la asignación a otras de tareas de limpieza. Su negativa a realizar estas tareas, que consideraban una medida vejatoria, desencadenó una huelga que protagonizaron durante diez días y que se saldó con el despido de doce (Mattes, 2004: 182). En relación con los sectores de ocupación encontramos otra peculiaridad que se registró de modo más acentuado en las migraciones femeninas que en las masculinas: el desarrollo de su actividad en negro, lo que ha privado a las mujeres al jubilarse del derecho a cobrar una pensión o ha hecho que disminuya su cuantía (Fernández Asperilla, 2000b: 217-265). De este modo, los períodos de trabajo real pero sin cotizaciones a los seguros sociales abarcan desde cinco años hasta toda la vida laboral. Así lo demuestra el testimonio de FM: (...) El problema de Francia [es] que también me faltan años de cotizaciones debido a no haber obtenido mi carte de trava i l en el año 49 que es cuando yo empecé a trabajar en París en la confección. Allí tengo cotizados oficialmente desde el año 1954 y me cuentan 2 años más por tener un hijo a mi carga y claro es como actualmente no tengo los 37 años y medio requeridos, me encuentro sin esa totalidad que se necesita para mi jubilación (...) (citado en Fe rnández Asperilla y Lomas, 2001).
Había tres razones que explican esta pérdida de derechos sociales. La primera era el peso de la economía sumergida en los sectores en los que habitualmente trabajaban las mujeres: servicio doméstico, textil, agricultura, hostelería, etcétera. La segunda era la estrategia empresarial que consideraba más rentable man-
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Grupo de españolas en París (Francia).
tenerlas en situación irregular y en tercer lugar, aunque en menor medida, el hecho de que las propias mujeres optasen por la economía sumergida para eludir la presión fiscal y maximizar los ingresos del grupo doméstico (Fernández Asperilla, 2002: 92105). Las emigrantes se convertirán así en unas grandes generadoras de recursos dentro del mercado informal (Gregorio, 1999: 322). La decisión de que no fueran dadas de alta a la seguridad social para reducir la presión fiscal la adoptaban los maridos. Es decir el criterio y los intereses masculinos imperaban sobre los femeninos, con efectos muy perversos, pues al jubilarse se convertían en dependientes económicamente de sus esposos. Otro rasgo del trabajo de las emigradas en el extranjero era que su trayectoria profesional se caracterizaba por la falta de promoción. Permanecían en el mismo sector de actividad y en puestos de trabajo similares, incluso aunque cambiaran de patrón, después de prolongados periodos. De este modo, sólo después de 25 años en el servicio doméstico en Bélgica JM accedía a un
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(10) J.M. Entrevista, 18 enero 2005, así como A.M., AG., A.A., F.M. y A.L. Entrevistas, cits.
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empleo en una empresa eléctrica. En Francia, al cabo de 13 años de modista para varias firmas privadas y 4 cuidando niños en su propia casa, sin ningún tipo de derechos sociales, AM se incorporó como niñera a un equipo municipal, lo que le otorgó la posibilidad de contar con una nómina tras 19 años de trabajo negro en Francia. En el país vecino era asimismo habitual que las españolas permanecieran como dispensadoras de cuidados a terceros toda su vida laboral, comenzando como niñeras y terminando como cuidadoras de ancianos. Aunque ciertas emigradas experimentaron un pequeño ascenso profesional, como AG que se jubiló como encargada de un equipo de mujeres en una empresa de limpiezas de París. También AA, que hacia la limpieza, se convirtió en dependienta en una tienda de regalos en la misma ciudad. FM pasó de trabajar en la confección textil al comercio y se jubiló como dependienta en los almacenes La Samaritaine de París. AL comenzó a trabajar en Suecia como modista y asistenta, jubilándose en un puesto cualificado en una fábrica de armas10. Otro aspecto a tener en cuenta era que su desconocimiento de la lengua dificultaba su desenvolvimiento en el lugar de trabajo. De este modo, encontraban dificultades para comprender el ambiente lab o ral, los protocolos organizacionales y el uso de las t e c n o l ogías. Además de la presión psicológica por este motivo, las trabajadoras eran objeto de abusos por las empresas al liquidar los s a l a rios estipulados en los contratos o al adjudicarles categorías o puestos de trabajo distintos a los pactados. Asimismo se acentuab a su indefensión cuando eran víctimas de acoso o sufrían agresiones sexuales. Por ejemplo, en la hostelería inglesa se registraron diversas agresiones que se saldaron con la decl a ración de las encargadas a favor de la empresa o de los clientes. Concretamente, en 1974
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en la habitación 404 del lujoso hotel londinense Lancaster, una española sufrió un intento de violación mientras hacia la cama. Sólo la intervención de otras camareras españolas lo impidió (Fernández Asperilla y Lomas, 2001b: 27). En Suiza, una española de la fábrica Scintilla, a pesar del acoso sexual de un compañero italiano, tenía que recurrir a él para comprender las órdenes de sus jefes (Fernández Asperilla y Lomas, 2001a: 95). Otra peculiaridad eran las malas condiciones de higiene y seguridad. Las duras tareas realizadas incidían en el deteriorado de su salud y en una superior accidentalidad en el puesto de trabajo. Así, el 55 por ciento de las trabajadoras domésticas en Francia se encontraban habitualmente fatigadas y el 58 por ciento nerviosas. Proliferaban enfermedades como los infartos, las úlceras de estómago, debidas a la tensión nerviosa y al estrés. Como consecuencia de todo ello, numerosas emigradas eran expulsadas prematuramente del mercado de trabajo con incapacidades por enfermedad (Babiano, 2004: 73-87; Fernández Asperilla, 2000: 73-87). Las emigradas eran objeto de una doble discriminación, como mujeres –y en este ámbito hay que recordar cómo en el marco de la familia, estaban supeditabas a los hombres en la toma de decisiones– y como inmigrantes (Green, 2002:114115). Por ello tenían restricciones en los sectores de empleo, jornadas de trabajo más prolongadas, sueldos inferiores, ambientes de trabajo abu s ivos y dificultades para conciliar la vida productiva y reproductiva. Estaban más expuestas que los hombres al despido y a la reducción salarial, sobre todo si eran casadas. Así en Suiza eran especialmente agudas las diferencias salariales, que alcanzaban hasta el 40 por ciento. En el
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caso de las inmigrantes, se acentuaban incluso en relación a las trabajadoras suizas. Asimismo, se las ex cluía de los planes de formación y de los mejores empleos, reduciéndolas a ser aprendizas rentables en los peores oficios11. La Asociación de trabajadores Emigrantes Españoles en Suiza (ATEES) describía en 1973 el trabajo de las españolas en la industria helvética en los siguientes términos: Para completar sus míseros salarios, las mujeres trabajan a la pieza, fuerzan sus cadenas hasta el agotamiento, rompen a veces las normas establecidas colectivamente por los trabajadores y siembran la rivalidad entre compañeras. La sobreexplotación (...) con ritmos acelerados y con horas extraordinarias impuestas abierta o solapadamente, tiene como consecuencia las escenas de nerviosismo, los desvanecimientos en pleno trabajo y los accidentes, el empleo de estimulantes que arruinan su sistema nervioso. Los contramaestres y jefes ejercen un papel de gendarmes en los talleres, donde establecen una disciplina rigurosa y toda una serie de prohibiciones; inmovilidad, incomunicación con las compañeras de trabajo, prohibición de ir a los servicios, de beber o de fumar durante el trabajo, etc. 12
(11) Cfr. Chispa, nº 36, 1977. (12) Cfr, ATEES Boletín, 2, 1973.
A pesar de la penuria de estas condiciones laborales, sin embargo resultaban mejores que las de la sociedad de origen. Algunas experiencias concretas, extraídas de las historias de vida de las protagonistas, lo ilustran claramente. En los años sesenta, por ejemplo, dos hermanas emigraban desde Murcia a Bélgica. La mayor comenzó a trabajar en España como sirvienta a la edad de diez años a cambio de la comida. De modo que nunca asistió a la escuela y juzga más severa su experiencia en España que en Bélgica. En un proceso típico de emigración en cadena, en Bélgica las hermanas trabajaron en el servicio doméstico para el propietario de una empresa de demolición de barcos. Una sustituyó a la otra cuando la primera encontró empleo en la industria. Al comparar sus
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Españoles en Londres (Reino Unido).
experiencias de sirvienta en Barcelona y en Lieja, la pequeña ex p l ica que se comió su primer bistec al emigrar, en la casa de unos floristas italianos. En Lieja comía cuanto quería y en España jamás comió carne y lo hacía de las sobras de los señores13. Las diferencias salariales y de trato eran también sustanciales. En España los únicos días libres eran los jueves por la tarde hasta las diez de la noche, cuando volvía para hacer la cena, y los domingos de cuatro a diez. El salario era de 250 pesetas. En 1956, DM cambiaba de patrón en Barcelona y se convertía en la criada de un médico. Aunque el salario era más elevado –600 pesetas–, le disgustaba, a pesar de ser creyente, tener que rezar el rosario de rodillas todas las noches con la familia. Al comenzar a trabajar en Lieja, ganaba 3.500 francos y enviaba mil francos belgas a Barcelona para su padre y sus dos hermanos, a pesar de que el nivel de vida era equivalente al del país de origen.
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(13) J M y DM, Entrevistas, Lieja, 18 enero 2005.
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La percepción de MAO, que trabajó como criada en Burdeos es similar14. Aunque tuvo dificultades con el idioma, las condiciones eran mejores y se curó de una dolencia de espalda que arrastraba del país de origen. A principios de los años sesenta, una joven maestra dejaba su puesto en España para trabajar en la elaboración de galletas en la firma alemana Bahlsen, en la que ganaba un salario muy superior a su remuneración como profesora (Mattes, 2004: 180). El director del IEE reconocía que el boom migratorio se resolvería si los sueldos fueran entre el 75 y el 80 por ciento de los europeos. Pero las ventajas no eran sólo de tipo económico. En París a mediados de los años cincuenta, las emigradas solteras, a pesar de trabajar en el servicio doméstico, escapaban del control moral que en sus pueblos ejercían la Iglesia y la Falange (Lillo, 2003: 205). El mismo alivio experimentaban las portuguesas, que se resistían a retornar al considerar que el estilo de vida disfrutado en Francia se vería degradado en Portugal (Gonçalves y Cunha, 2002: 125). A lo largo del siglo XX, la emigración femenina a una ciudad como París permitía independizarse, escapar del control social ejercido en el medio rural español, así como el acceso a una oferta de ocio muy atractiva. Como les ocurrió a las 600 empleadas de la fábrica de Bahlsen, que pasaron de ser una chicas tradicionales y de pueblo a convertirse en mujeres modernas y urbanas, vestidas de acuerdo con el último grito de la moda, según los periódicos locales (Mattes, 2004: 183; Ruíz, 2003: 65-81).
(14) MAO, Entrevista, cit.
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Mujer, moral y trabajo en la emigración española a la Argentina José C. MOYA Profesor emérito de la Universidad de California, Los Angeles (UCLA), profesor de Historia y director del Forum on Migration en el Barnard College de la Universidad de Columbia en Nueva York
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migración femenina y moral constituyen una suerte de gemelos discursivos en la literatura, la prensa y los documentos oficiales españoles durante el periodo de movimientos transatlánticos masivos de finales de siglo XIX y principios del XX. En Americanos de rega, una comedia de 1873 publicada en Madrid, el que uno de los personajes femeninos fume y lleve una vida licenciosa se explica repetidamente con la frase: “que se va a hacer… se crió en América”. Una década después, José Colá y Goiti, el cronista de la ciudad de Vitoria, se quejaba en su libro La emigración vasco-navarra de las jóvenes que: salen de sus hogares puras y castas, laboriosas y cristianas y regresan, cuando y si vuelven, licenciosas y descontroladas, indolentes y sin religión. El cuerpo poco dispuesto a cumplir trabajos rústicos o inclusive tareas domésticas duras; el alma poseída por un deseo voraz de diversiones deslumbrantes; la imaginación plagada de ambiciones impracticables.
José C. MOYA. Fue director del Instituto de Estudios Latinoamericanos en Columbia. Ha dictado clases en la Universidad de San Andrés en Buenos Aires y en la Université de Paris VII. Su libro Cousins and Strangers: Spanish Immigrants in Buenos Aires, 1850-1930 (Berkeley, 1998; y traducción al castellano Buenos Aires, EMECE, 2004) recibió cinco premios por sus contribuciones teóricas y metodológicas a la historia social, los estudios migratorios y la historia latinoamericana. La revista Historical Methods dedicó un foro especial a la discusión del libro en el 2001. El profesor Moya ha recibido becas e invitaciones como investigador en Roma, Madrid, Londres, Ámsterdam y Berlín; ha publicado extensivamente sobre migraciones globales; y actualmente compila un libro sobre historiografía Latinoamericana para la editorial de la Universidad de Oxford y prepara otros sobre el movimiento anarquista en Buenos Aires y el mundo atlántico durante la belle époque.
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En 1916 el Consejo Superior de Emigración sostenía, en lenguaje que hoy se juzgaría inaceptablemente misógino, que: El sexo más castigado por la decadencia moral [de la emigración] es el femenino. Su característica debilidad, educación inferior, indigencia mental, causas, en síntesis, de una naturaleza fisiológica, combinada con la ambición material, generan en la mujer una tendencia instintiva hacia la prostitución... Emigración y prostitución: Ambos aparecen íntimamente conectados.
Ya a finales del siglo XVI una cuarta parte del flujo español a Indias era femenino, una proporción parecida a la de la emigración inglesa colonial a Norteamérica, a pesar del enraizado mito de que esta última era un movimiento familiar y el ibérico un fenómeno masculino asociado a la imagen del conquistador.
Preocupado por esta conexión, el gobierno español había fundado unos años antes el Patronato Real para la Represión de la Trata de Blancas. Buenos Aires surge en esta literatura como un destino particularmente impuro y corruptor. Títulos como Ébano blanco hacían clara referencia a la notoriedad de la capital argentina como uno de los centros principales en las redes internacionales de prostitución durante la época. Otros era aun menos equívocos: Carne importada (Costumbres de Buenos Aires); Primera parte de la trata de blancas, publicado por el inmigrante español Eduardo López Bayo, en 1891. Este folletín semi-pornográfico disfrazado de novela naturalista cuenta la historia de una respetable y refinada huérfana de Madrid, que emigra a Buenos Aires esperando encontrar trabajo como gobernanta y es engañada por una madama argentina y seducida por su hijo. Con más humor que lubricidad, Fernando Fernández Rosete, un dramaturgo provincial, incluye similares referencias en su sainete La emigra ción, estrenado en Oviedo en 1913. Cuando Pepa, una campesina analfabeta y cincuentona, le cuenta al párroco que su hija se va “pa Güenos Aires”, el cura responde con desagrado: “¡Uf! A Buenos Aires... Ah, Buenos Aires! De tantas mujeres la perdi-
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Extremeños en La Plata (Argentina).
ción... Allí es donde van para encontrar un hombre cuando han perdido todas las esperanzas acá... y una vez ahí, sin la supervisión de sus padres... puede usted imaginar”. Estos vínculos discursivos entre emigración femenina y moral expresan no una obsesión monotemática si no más bien una gama de intenciones que podían llegar a ser antitéticas. Entre los ideólogos más conservadores, o reaccionarios, el vínculo mujer-migración-moral reflejaba un fuerte deseo por mantener o recuperar el orden patriarcal y el control sobre la mujer, sobre todo las jóvenes. Para aquellos con perfiles ideológicos difusos el tríptico exponía ansiedades más vagas y genéricas sobre el cambio y la modernidad en general. Y en el otro extremo, escritores liberales y jóvenes a menudo lo usaban para socavar, a través de la burla y la ironía, el moralismo burgués o religioso. Cualquiera que haya sido la intención, la profusión de referencias sobre el tema no solo reflejaba ansiedades públicas si no también tendencias sociales reales: la creciente participación
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de la mujer española en el éxodo ultramarino y en el mercado laboral americano. Esta participación no era nueva. Ya a finales del siglo XVI una cuarta parte del flujo español a Indias era femenino, una proporción parecida a la de la emigración inglesa colonial a Norteamérica, a pesar del enraizado mito de que esta última era un movimiento familiar y el ibérico un fenómeno masculino asociado a la imagen del conquistador. Varios factores, sin embargo, a l z a ron la presencia femenina en las migraciones postcoloniales y su notoriedad en el discurs o público. Uno es simplemente el caudal masivo y temporalmente concentrado de los nuevos movimientos. Durante la época colonial menos de un millón de españoles se dirigi e ron a las Américas y lo hicieron esparcidos a través de tres siglos. Más de cuatro millones emigraron en el medio siglo que va de 1880 a la Gra n D ep resión mundial de1930 y más de la mitad de estos lo hicieron en menos de una década, d u rante la cresta de la oleada antes de la pri m e ra guerra mundial. En la víspera de la guerra 830.000 españoles residían en la Argentina. La colectividad española en la capital de la república contaba con unos 306.000 habitantes, c i f ra que s o b repasaba el número de españoles que habían residido en todo el imperio ultramarino en cualquier momento de su historia o que moraban entonces en cualquier ciudad de la península, con la excepción de Madrid y Barcelona. Estas dimensiones y esta conc e n t ración temporal y espacial acentuaban la resonancia de la emigración en si. También aumentaban enormemente el número ab s oluto de mujeres y por lo tanto su visibilidad en el ojo público. El otro factor que hizo la presencia femenina más conspicua fue su incremento relativo. Esa presencia siempre fue más alta en las migraciones internas que en las exteriores. Esto no
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representa una singularidad española. Al contrario, el patrón es tan común que ya en los 1880 el demógrafo alemán Ernst Ravenstein había convertido la observación en una de sus famosas “leyes” de la migración: la mujer es más migratoria que el hombre porque la mayoría de las migraciones son a corta distancia y las mujeres predominan en estos tipos de movimiento. Pero la proporción femenina en los flujos exteriores tiende a subir según estos maduran y a igualar o superar la presencia masculina hacia los finales de la corriente. Este proceso, naturalmente, es más marcado en las emigraciones ibéricas mas antiguas, y por lo tanto de más temprana maduración: la vasca, canaria, cantábrica, gallega-atlántica. Pero también se nota en las cifras agregadas. Las mujeres representaban el 26% de la emigración transatlántica en 1900, el 40% a finales de los 1920 y el 55% durante el ocaso final del flujo en los 1960. Por último, la proporción femenina de las colectividades de inmigrantes por lo general supera la de la inmigración en si. Parte del motivo es un artificio estadístico. Los hombres regresan al país de origen y vuelven a emigrar con más frecuencia que las mujeres y en cada re-emigración los cuentan de nuevo en las estadísticas oficiales como si fueran nuevos emigrantes. Pero aun sin esta repetición estadística, la diferencia persistiría porque las tazas de asentamiento son más altas entre las mujeres. Por lo tanto la incidencia de la mujer en la población española en la argentina fue consistentemente más alta que la emigración española al país. Y la preferencia femenina por las ciudades acentuó esa brecha. Ya para 1914 las mujeres representaban casi la mitad de los españoles residentes en Buenos Aires, cuando todavía en el flujo seguían predominando los hombres.
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La Argentina fue el principal destino de la emigración española transoceánica en general pero fue además la meta favorita de las emigrantes españolas en particular. El peso femenino relativo en el flujo hacia Brasil fue un poco más alto. Pero esto no reflejaba la preferencia de las mujeres españolas si no la importancia de la colonización contratada y subsidiada por el gobierno brasileño, que exigía que los inmigrantes viajaran en grupos familiares para ser elegibles para los pasajes gratuitos.
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La Argentina fue el principal destino de la emigración española transoceánica en general pero fue además la meta favorita de las emigrantes españolas en particular. El peso femenino relativo en el flujo hacia Brasil fue un poco más alto. Pero esto no reflejaba la preferencia de las mujeres españolas si no la importancia de la colonización contratada y subsidiada por el gobierno brasileño, que exigía que los inmigrantes viajaran en grupos familiares para ser elegibles para los pasajes gratuitos. Dentro de la Argentina, Buenos Aires fue el principal destino de los españoles en general y de las españolas en especial. Cuatro de cada diez españoles en la Argentina radicaban en la capital y otros tres en la provincia de Buenos Aires y el contingente femenino era más alto allí que en el resto del país. LAS INMIGRANTES ESPAÑOLAS Y EL MERCADO LABORAL EN BUENOS AIRES La conexión discursiva entre mujer, migración y mora l re fleja ansiedades sobre la ascendiente participación femenina en la esfera pública en general pero uno de los ámbitos específicos que más consternación provocó fue el trabajo de la mujer fuera del h ogar. La emigración y el trabajo re munerado exhibieron una relación simbiótica. Los dos procesos no solo estaban estre chamente ligados. También se fomentaban mutuamente. El ingreso extra que el trabajo femenino proporc i o n aba facilitaba las remesas y por lo tanto la inmigración de otros fa m i l i a res y paisanos. En la sociedad re c eptora, el trabajo de la mujer en la sociedad receptora form ab a p a rte íntegra de un proyecto familiar. Pocos cruzan un océano para simplemente subsistir, a l go que fácilmente podían hacer sin ab a ndonar el lugar natal. La aspiración, el deseo de movilidad ascendente es el impulso elemental de la migración a larga distancia. Y
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Cuadro 1. Distribución ocupacional de las mujeres españolas inmigrantes en tareas remuneradas, Buenos Aires, 1855, 1869 y 1894-1910 (porcentajes de todas las mujeres asalariadas en cada ocupación) Ocupación Sirvientas Cocineras Lavanderas Planchadoras Subtotal servicio doméstico Costureras Cigarreras Aparadoras de zapatos Modistas Empleadas Comerciantes Maestras/enfermeras Artistas Otras tareas Número en la muestra
1855 26,6 4,6 11,6 4,0 46,6 31,5 6,9 2,8 0,2 0,2 6,4 1,0 1,2 3,2 607
1869 34,7 11,4 14,0 4,4 64,6 16,9 8,5 2,9 0,4 0,4 3,7 0,4 0,7 1,4 306
1894-1910 29,2 13,5 4,3 9,3 56,3 14,0 1,6 1,2 16,2 2,6 3,7 1,1 0,5 2,8 1.737
Fuentes: Para 1855, un universo estadístico de todas las españolas de la ciu dad tomado de las cédulas censales; para 1869, muestra al azar de una de cada siete españolas de la ciudad, tomada de las cédulas del primer censo nacional y para 1894-1910, fichas de admisión de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Buenos Aires.
la estrat egia para lograr ese objetivo por lo general incl u ye el trabajo femenino. La participación de la mujer en el mercado lab oral, por lo tanto, fue bastante más alta entre las emigrantes (alre d edor del 55% en el siglo XIX) que en España. La división sexual del trabajo, sin embargo, restringía las opciones de empleo y concentraba a las mujeres en los rangos más bajos de la estructura ocupacional. La presencia de mujeres
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españolas en los trabajos menos cualificados en el mercado laboral de Buenos Aires duplicó la de sus compatriotas varones durante el período migratorio (1850-1930). Esto reflejaba el rango limitado de las opciones ocupacionales que se ofrecían a las mujeres. Mientras había cientos de tareas abiertas a los varones, el mercado laboral femenino sólo incluía un puñado de ellas. El servicio doméstico por sí solo empleaba el 47 por ciento de las españolas que desempeñaban trabajos remunerados en Buenos Aires en 1855, cifra que trepó al 65 por ciento en 1869 pero descendió al 56 por ciento hacia principios del próximo siglo (ver Cuadro 1). Según los estándares mundiales de la época, estas proporciones estaban muy cerca de la media: eran menores que en regiones fronterizas como Australia y el oeste de Canadá y que ciudades esclavistas o con pasado esclavista como Río de Janeiro, Atlanta y Nueva Orleans; similares a los de otras ciudades comerciales burocráticas parecidas a Buenos Aires, como París o Washington y más altas que en las ciudades o países industrializados. El servicio doméstico entre los inmigrantes españoles siguió otra tendencia global al convertirse cada vez más en una tarea femenina. Las lavanderas y planchadoras siempre habían sido mujeres, pero a mediados del siglo diecinueve menos de la mitad de los otros sirvientes (47 por ciento) pertenecían a ese sexo. Hacia 1869, las mujeres ya conformaban una tímida mayoría (53 por ciento); en 1895, la proporción había aumentado a dos tercios; y en las primeras décadas del siglo veinte superaban a los sirvientes varones en una proporción de nueve a uno. La tan mencionada escasez de sirvientes, fuera real o percibida, pudo haber acelerado la feminización de la tarea. También debe haber mantenido un nivel alto en los salarios lo cual, a su
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En clases de informática en Villa María (Argentina).
vez, habrá alentado la inmigración de mujeres. Un inmigrante español reconoció en un libro escrito para desacreditar a la Argentina, que “para los sirvientes, y especialmente para las mucamas, la Argentina es un gran país: se les paga bien y los tenderos deleitan sus oídos llamándolas señoritas”. Las manufacturas seguían al servicio doméstico como fuente de empleo para las mujeres inmigrantes españolas, pero las oportunidades se limitaban sobre todo a tres sectores. La costura, el más importante, absorbía entre una sexta y una tercera parte de todas las mujeres españolas. En un principio, trabajaron casi exclusivamente como costureras, tejedoras o bordadoras en sus propios hogares. A medida que avanzó el siglo diecinueve, la popularización de las máquinas de coser Singer (introducidas en 1876) y la industrialización y segmentación del negocio de la indumentaria incrementaron la especialización de las tareas (por ejemplo, corbateras, pantaloneras, chalequeras y demás), la división del trabajo y los tipos de arreglos (jornales o trabajo a
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destajo en fábricas, obrajes, contratos caseros, además del trabajo por cuenta propia). La industria del tabaco empleaba entre el 2 y el 8 por ciento como cigarreras. En España, la feminización de la actividad (proceso inmortalizado en la ópera Carmen de Bizet) alcanzó un grado tan alto que las mujeres llegaron a predominar en todos los aspectos de la producción. En la Argentina, en cambio, la división sexual del trabajo en esta industria coincidía con un esquema más común que se extendía desde Cuba hasta China: a las mujeres se las empleaba fundamentalmente en las tareas menos remuneradas, como despalilladoras (que separaban el tallo de la hoja tierna), empaquetadoras y enrolladoras de los cigarros más baratos. Y la industria del calzado empleaba alrededor del 3 por ciento de las mujeres españolas asalariadas para coser alpargatas o la parte superior de los zapatos, que cambiaba el material pero conservaba la aguja, de nuevo la tarea femenina típica y de baja remuneración en la industria del calzado de otros países. La concentración de las españolas en estos tres sectores puede haber sido un reflejo de tradiciones premigratorias. Pero se podría sostener otro tanto con respecto a todas las mujeres inmigrantes ya que estas tres industrias conformaban el núcleo clásico del trabajo manufacturero femenino en casi todo el mundo. Sea como fuere, la concentración reflejaba, sin duda alguna, la composición de la industria de Buenos Aires y sus divisiones según el sexo. En 1904, las fábricas textiles y de indumentaria empleaban a 53 de cada 100 obreras industriales de la ciudad; la industria del tabaco, 16 y las zapaterías, 12. Con el comienzo del siglo, la expansión de empresas y burocracias públicas y privadas, sumada a roles sexuales menos rígidos, generó oportunidades nuevas en las ocupaciones femeni-
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nas relacionadas con la transición a una sociedad de masas: oficinistas, telefonistas, maestras y enfermeras. Sin embargo, estas tareas estaban dominadas en gran medida por las mujeres argentinas con mayor nivel de educación, inclusive las mismas hijas de inmigrantes ibéricos nacidas en el país. La participación de las mujeres nacidas en España en la categoría de tareas no manuales se limitaba fundamentalmente a las empresas comerciales de su propio grupo y a puestos tales como vendedoras en tiendas, comerciantes y, especialmente, a modistas –término que aparecía solamente tres veces en los padrones censales de 1855 y 1869 pero surge centenares de veces en las fuentes de comienzos de siglo–. Este creciente uso de una palabra que denota un nivel superior de habilidad y prestigio que la costurera (denominación mucho más frecuente en las primeras fuentes) sugiere una de dos cosas –o quizá una combinación de ambas–: una mayor exigencia en las habilidades requeridas a medida que las mujeres accedían a un terreno que alguna vez fuera exclusivo de los sastres, el diseño y la confección de vestimenta femenina en lugar de la mera costura; y/o una jerarquización lingüística desde un término asociado con el trabajo manual y la clase obrera a un eufemismo que lo convertía en aceptable a los ojos de las mujeres de clase media baja, en plena expansión, una promoción básicamente decorativa desde “costurera” a “couturière”. Las mujeres no solamente se concentraban en las categorías ocupacionales inferiores; dentro de la misma categoría u ocupación particular, recibían menos pago que los hombres. Las cocineras, por ejemplo, ganaban más o menos la mitad que sus colegas varones. En parte, ello se debía a que mientras los cocineros solían trabajar en restaurantes y hoteles, las cocineras por
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Las mujeres no solamente se concentraban en las categorías ocupacionales inferiores; dentro de la misma categoría u ocupación particular, recibían menos pago que los hombres. Las cocineras, por ejemplo, ganaban más o menos la mitad que sus colegas varones. En parte, ello se debía a que mientras los cocineros solían trabajar en restaurantes y hoteles, las cocineras por lo general trabajaban en casas particulares.
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Grupo de enfermeras del Hospital Español de Buenos Aires en 1998.
lo general trabajaban en casas particulares. Esto también limitaba la movilidad de las mujeres. Mientras que los cocineros varones, si eran ambiciosos, hábiles y afortunados podían llegar a convertirse en chefs, tal oportunidad no existía para las mujeres. Se daba una situación semejante entre sastres y costureras, mucamos y niñeras, tintoreros y lavanderas, y tabaqueros y cigarreras. En 1909, por ejemplo, el sueldo mensual más alto en las fábricas de camisas ascendía a 200 pesos para las mujeres pero 500 pesos para los hombres; las cifras correspondientes a las fábricas de cigarros eran 170 y 500 pesos, respectivamente; y los libreros demostraron ser los menos iluminados pues los sueldos más altos que pagaban eran 80 y 240 pesos, respectivamente. En consecuencia, las posibilidades de movilidad de las mujeres dependían, en gran medida, de las de su marido. Las mujeres que aparecen registradas como comerciantes y propietarias de tiendas –a diferencia de mujeres empleadas en mercados o vendedoras de fruta– por lo general eran viudas, lo cual indica no un ascenso por
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mérito propio a la propiedad comercial sino la herencia del establecimiento de sus respectivos maridos. El nivel ocupacional en la ciudad anfitriona de las mujeres inmigrantes dependía tanto del origen social de sus padres en el Viejo Mundo como del éxito de sus maridos en el Nuevo. Las inmigrantes españolas en Buenos Aires cuyos padres en España eran empleados calificados o cuyas madres eran de origen urbano no solían trabajar de sirvientas. Sin embargo, esta probabilidad aumentaba de manera sostenida cuanto más baja era la posición social del padre en España o más pequeño era el pueblo natal de la madre. Se puede encontrar una interacción semejante entre género y orígenes en el Viejo Mundo en lo que se refiere a la procedencia regional. Las mujeres inmigrantes andaluzas o catalanas de Buenos Aires tenían entre una quinta parte y la mitad de probabilidades de trabajar en el servicio doméstico que sus compatriotas gallegas o vascas. De hecho, era menos probable que trabajaran como sirvientas que sus compatriotas varones de Galicia o el País Vasco, lo cual indica que las disparidades socioeconómicas pre-migratorias podían superar el impacto de las desigualdades basadas sobre el género. Si bien las mujeres vascas y gallegas se concentraban en el servicio doméstico en general, era mucho más probable que las primeras fueran sirvientas y las segundas lavanderas, aun después de tomar en cuenta el efecto de la edad y el estado civil. Esto sugiere un proceso de redes de información, ayuda y reclutamiento. Las mujeres de la Cataluña industrial predominaban entre las obreras fabriles. Las andaluzas dominaban en el terreno de la actuación, la comedia y la danza; lo cual reflejaba sus orígenes más urbanos, su mayor nivel de
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alfabetización y el castellano materno (eufónico para muchos), así como la hegemonía del flamenco, supuestamente más sensual, en comparación con otras formas musicales ibéricas en los centros de entretenimiento comerciales de Buenos Aires. En total, el 53 por ciento de las inmigrantes españolas mayores de dieciséis años en 1855 y el 54 por ciento en 1869, desempeñaban tareas remuneradas. Es decir, declaraban en las planillas censales una ocupación que no era la de ama de casa o algún equivalente. Esto representa una cifra excepcionalmente alta para la época, especialmente si se tiene en cuenta que es muy probable que los censistas (o las mismas interesadas) subestimaran la cantidad de trabajadoras pues no siempre anotaban a aquellas que recibían huéspedes, cosían ocasionalmente, trabajaban en las tiendas de sus padres o maridos o se ocupaban de otras tareas informales. Las cifras también parecen superiores a las correspondientes a las mujeres argentinas y otras inmigrantes residentes en Buenos Aires; así como las relativas a inmigrantes mujeres en las ciudades norteamericanas de la misma época. Hacia principios del nuevo siglo, los registros de la principal sociedad de socorros mutuos española muestran solo un 37 por ciento de las mujeres adultas en el mercado laboral. Este declive puede reflejar el nivel social levemente superior de los socios en comparación con la población general antes que una disminución real. Después de todo, las mujeres que sabían leer y escribir manifestaban entre 10-18 por ciento menos de probabilidades de trabajar por un sueldo que las analfabetas, inclusive después de haber controlado el factor edad y estado civil. Esta última va ri able influenció fuertemente la tasa de part icipación femenina en la fuerza lab o ral. En 1855, el 78 por ciento
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Clase de Bolillos en el Centro Galicia de Buenos Aires.
de las inmigrantes solteras mayo res de dieciséis años, el 73 por ciento de las sep a radas (regi s t radas como casadas en el censo pero el marido no figuraba en el hogar), el 54 por ciento de las viudas p e ro solamente el 40 por ciento de las casadas re a l i z aban tare a s re mu n e radas. Y Las dife rencias se ag u d i z a ron en 1869 y en el período 1894-1910. El estado civil no era la única variable que afectaba las tasas de empleo femenino. Como indica el Cuadro 2, era mucho más común que las mujeres gallegas trabajaran por un sueldo que sus compatriotas vascas en cada una de las siete combinaciones entre estado civil y nivel de educación. Sucedía otro tanto con las mujeres analfabetas en todas las combinaciones entre grupo étnico y estado civil y con las solteras en cada una de las combinaciones grupo étnico/nivel de educación. En consecuencia, la posibilidad de predicción más segura radica en la combinación de estado civil, clase social (medida según el nivel de alfabetización) y etnicidad antes que en cualquiera de las variables aisladas. Así, en los extre-
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Cuadro 2. Mujeres adultas (mayores de dieciséis años) y participación en la fuerza laboral de Buenos Aires en 1855, según grupo étnico, nivel de alfabetización y estado civil.
Estado Civil Soltera Separada Viuda Casada Todas
Gallegas
Gallegas
Vascas
Vascas
Analfabetas
Alfabetizadas
Analfabetas
Alfabetizadas
96 91 91 49
77 —55 35
93 75 67 33
72 — 39 29
64
52
56
43
Fuente: Cédulas censales de Buenos Aires, 1855. Nota: Los números indican el porcentaje de todas las mujeres adultas dentro de cada categoría que trabajaban en tareas remuneradas: por ejemplo, el 96% de las gallegas analfabetas y solteras; el 39% de las vascas alfabetizadas y viudas.
mos –del cuadro y del marco conceptual– las posibilidades de que una mujer gallega, soltera, analfabeta trabajara a paga eran casi totales (96 por ciento), mientras que las de una mujer vasca, casada, alfabetizada no alcanzaban una de cada tres (29 por ciento).
LA MORALIDAD DE NUEVO: SEXUALIDAD Y LA IMAGEN DE LA MUCAMA GALLEGA La concentración de las españolas en el servicio doméstico en Buenos Aires superó a la de cualquier otro grupo nacional, y esto generó una serie de imágenes que combinaban estereotipos étnicos y sexuales en un proceso que, hasta cierto punto, reprodujo al otro lado del Atlántico el tríptico mujer-migración-moral de España en su gama expresiva que iba del humor al sermón
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moralista. Durante el Belle Epoque las quejas sobre la indolencia e insolencia del personal doméstico aparecen con una consistencia casi monótona desde Francia hasta Japón y desde Australia hasta Zambia. No obstante ello, las circunstancias locales teñían estas quejas aparentemente universales, otorgándoles un matiz xenófobo en países de inmigración, un esquema racista en las sociedades esclavistas o coloniales y un tono simplemente clasista en los países más homogéneos. En la Argentina, las actitudes xenófobas hacia el servicio doméstico predominantemente español solían traducirse en burlas antes que en una intolerancia explícita. La mucama gallega algo tonta se conv i rtió en un cl i ché cultural similar al de la “muchachita irlandesa” de la A m é rica del Norte decimonónica. Se convirtió en un personaje clásico del teat ro y el humor popular, las tiras cómicas de los periódicos y, eventualmente, las primeras películas del cine argentino. La broma citada a continuación, enviada por un lector al semanario Caras y Caretas (9 de junio de 1906) para un “concurso de humor”, ejemplifica el género: Llaman al teléfono y acude la mucama María. Apenas escucha un momento, suelta el tubo y grita: —¡Patrón! ¡Patrón! —¿Qué hay? –pregunta éste alarmado. —Que mi primo acaba de hablar. —¿Y por eso gritas? —Es que no sabía que el teléfono hablaba gallego.
Como suele suceder con la burla étnica, los porteños por lo general la presentaban como algo inocente e inocuo. Algunos gallegos preferían leerlo así. Pero otros optaban por el desafío antes que la negación y devolvían el golpe.
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La concentración de las españolas en el servicio doméstico en Buenos Aires superó a la de cualquier otro grupo nacional, y esto generó una serie de imágenes que combinaban estereotipos étnicos y sexuales en un proceso que, hasta cierto punto, reprodujo al otro lado del Atlántico el tríptico mujer-migración-moral de España en su gama expresiva que iba del humor al sermón moralista.
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Mujer, moral y trabajo en la emigración española a la Argentina
A medida que la inmigración declinó en la década de 1930 y los sirvientes extranjeros fueron envejeciendo, la mucama gallega se convirtió cada vez más en una figura asexuada, muy parecida a la black nanny [la gorda y maternal niñera negra] del sur de los Estados Unidos. Pero en las primeras décadas del siglo, la juventud de las sirvientas, la creciente proliferación de mujeres y el predominio español en la tarea, parecen haber cimentado la relación conceptual entre mucamas españolas y sexualidad en las construcciones culturales de los porteños. La referencia aparentemente casual a un primo en la broma del teléfono aludía a un código que pocos argentinos de la época hubieran pasado por alto y era lo suficientemente común como para convertirse en una frase corriente en el teatro popular. En Los primeros fríos, una comedia de Alberto Novión de 1910, el don Juan del conventillo alardea: “Me voy al consulado de España para cortejar a una mucama galleguita sin primos... ¿Me entiendes?”. Una década después, la popular farsa Farruco, comedia en tres actos de ambiente gallego de Alberto Weisback, relacionaba el servicio doméstico con la burla étnica y sexual en el siguiente diálogo: MÁXIMO [el hijo nacido en la Argentina de un hogar de inmigrantes gallegos de clase media]: De modo que la mucama durmió fuera de casa... MARIIÑA [la ahijada de los dueños de casa]: Se fue ayer para pasar un rato en las romerías y aún no ha regresado. Debe hab e rle sucedido algo. MÁXIMO: ¿Qué pudo sucederle? Esa gaita [uno de los epítetos porteños para designar a los gallegos] debe hab e rse encontrado con algún primo. MARIIÑA: ¡Oh, Jesús!... Si se entera madrina... ¡No quiero ni pensarl o ! La despedirá de inmediat o . MÁXIMO: Oh, no, no hará tal cosa. A la vieja le conviene tener una gallega bruta como A gripina en la casa para que su propio acento no parezca tan duro.
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En términos más amables, en sus instrucciones al director, un dramaturgo anarquista describió el carácter de la mucama gallega en estos términos: “Una mujer del pueblo. Sin prejuicios ni escrúpulos. Ama por que sí y como puede y la naturaleza recompensa esa libertad auténtica y noble con un niño robusto”. Luego habla del carácter del padre de la criatura: “‘El Primo’, uno de esos innumerables ‘primos’ de sirvientas”. Por lo menos en este caso, la imagen parecería referirse más a la disposición de las mucamas a involucrarse en una conducta romántica “normal” eludiendo el control de sus patrones que a condenar su “promiscuidad”. Sin embargo, la asociación conceptual entre trabajo doméstico y sexualidad iba más allá de lo que expresa el estereotipo del “primo”. Los contemporáneos solían describir a las mucamas como seductoras y/o seducidas –según las simpatías y las agendas– y ello, a pesar de la aparente antinomia, representaba una figura análoga. Dicho de otro modo, fuera como provocadoras o víctimas, mostraba a las mucamas como personas sexualmente comprometidas dentro de la casa (a diferencia de la figura del “primo”) con el patrón, los hijos y, con menor frecuencia, con los otros sirvientes. Otros iban aún más lejos. Muchos enemigos de la emigración en España, como vimos anteriormente, veían en el servicio doméstico poco más que una disimulada trata de blancas. Los observadores menos extremos la mostraban como un camino corriente, si no obligatorio, hacia la prostitución. ¿Acaso la sexualidad pesaba tanto en el ambiente de trabajo de las mucamas españolas? Sin duda, la proximidad espacial y el contacto diario entre jóvenes que no eran parientes de sangre deben haber fomentado las relaciones físicas y/o amorosas. Por
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otra parte, la desigualdad inherente a las relaciones amo-sirviente, combinada con la composición sexual del caso, se prestaba a abusos de poder que adquirían una dimensión sexual. Sin embargo, si bien no se puede decir que el encierro y la desigualdad fomentaran la castidad, no podían hacerla desaparecer en una época que, después de todo, era supuestamente más puritana –o virtuosa– que la nuestra. El discurso paternalista de los jefes de familia “respetables”, las costumbres y los celos de las matronas burguesas, los tabúes heredados y los requisitos de la disciplina del trabajo forjaban una mezcla demasiado poderosa como para resultar totalmente inútil a la hora de prohibir las relaciones o el abuso sexual dentro del hogar. Entre más de dos docenas de ex mucamas españolas que entrevisté, una sola reconoció haber experimentado este tipo de acoso o alguna relación concreta con los patrones, a pesar de que un puñado de ellas mencionó amoríos breves y sin consecuencias. Sus principales quejas se centraban en la falta de tiempo libre, patronas prepotentes y, con menor frecuencia, los intentos de sus empleadores de restringir su vida amorosa. Es cierto que se puede cuestionar la confiabilidad de la historia oral sobre el tema (especialmente teniendo en cuenta la diferencia generacional y de género entre el interrogador y la entrevistada); pero el supuesto contrario (que la mayoría de las entrevistadas mintieron) es aun más dudoso. La imagen de la mucama licenciosa/víctima puede haber sido endémica y encontrarse encarnada en la imaginación colectiva pero eso no la convierte en algo más exacto que otras imágenes del mismo tipo. Puede ser tan real pero también tan exagerada como las del marinero borracho, el proxeneta inmisericorde, el policía corrupto o –en los países católicos anticlericales– el cura pedófilo. Puede
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Mujeres oriundas de las localidad gallega de Becerreá celebran un picnic en Buenos Aires.
resultar más revelador de temores sociales, fantasías masculinas y fetiches (la combinación de sexo, poder y uniformes) que de la vida concreta de la mayoría de las mucamas. El servicio doméstico tampoco demostró ser un camino muy transitado hacia la prostitución. De las 3.432 prostitutas anotadas en el dispensario sanitario de Buenos Aires entre 1913 y 1917, solamente un 8 por ciento había trabajado antes como sirvientas (17 por ciento si se cuentan a lavanderas y planchadoras con cama afuera), en comparación con el 29 por ciento que había trabajado en tareas relacionadas con la costura y el 45 por ciento sin ocupación previa. Probablemente, como señaló un criminólogo contemporáneo, “la cantidad de meretrices clandestinas excede en proporción infinita a las que ejercen el oficio según la reglamentación vigente”. Sin embargo, esto no debe afectar a aquellas que entraron en el “oficio” a través del servicio doméstico. De hecho, las estadísticas coinciden con la convicción de los padres españoles en el sentido de que el trabajo “con una buena
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familia” representaba un freno sobre las influencias corruptas de la ciudad que no existía en las condiciones más “licenciosas” del trabajo fabril. En términos de nacionalidad, las españolas –a pesar de su predominio en el servicio doméstico– solamente representaban un 12,5 por ciento de las 8.486 prostitutas registradas entre 1910 y 1923. Esta proporción era apenas más elevada que la de las italianas (10 por ciento); pero mucho menor, especialmente teniendo en cuenta el tamaño de las respectivas comunidades, que la de las francesas y judías (20 por ciento cada una). El tríptico discursivo mujer-migración-moral exhibía en el caso de los estereotipos sobre la mucama gallega dos paneles adicionales: trabajo y sex u a l i d a d. Pero el pentagrama en la Argentina continuó ejerciendo una función similar a la del tríptico en España. La ansiedad sobre sus cinco elementos expresaba preocupaciones públicas mucho más amplias sobre la aceleración del cambio y la modernidad en general. La mayoría de los emigrantes vio en el éxodo no una amenaza a la moral de la mujer si no una oportunidad de mejorar su situación que no veían en su tierra natal, como expresaba una canción popular en las rías gallegas de Rianxo: ¡Vámonos a Buenos Aires, miña cariña de rosa, vámonos a Buenos Aires, qu-esta terra non é nosa!
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Sobre la emigración de las mujeres españolas a los Estados Unidos: tres perfiles Pilar CAGIAO VILA Profesora titular de Historia de América en la Universidad de Santiago de Compostela.
Nancy PÉREZ REY Licenciada en Geografía e Historia, Sección de Historia de América, por la Universidad Complutense de Madrid (1997).
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uando contamos ya con una abundante producción historiográfica referida a las migraciones españolas hacia América Latina, en el caso de las dirigidas hacia América del Norte el vacío sigue siendo casi total. Bien es verdad que, en parte, ello se justifica en razón de la proporción de los flujos que se dirigieron a este destino que recibió una cantidad muy inferior españoles en comparación con otros países americanos. De hecho, sólo algunos de los colectivos españoles que tuvieron una presencia destacada –al menos en los Estados Unidos– como resulta ser el caso de los vascos, han concitado el interés de algunos investigadores (Paris y Douglas, 1979; Douglas y Bilbao, 1986; Echeverría, 1988; Arrizabalaga, 1989). Para el caso de otras colectividades del conjunto del Estado, el tema ha sido abordado por el momento tan solo de modo
Pilar CAGIAO VILA. Entre las líneas de investigación que viene desarrollando destacan las relativas a los movimientos migratorios y las relaciones culturales entre España y América. Autora de libros como Muller e Emigración (1997) o Os gale gos de Ultramar: de emigrados a inmigrantes (2007); co-autora con M. L. Pazos de Os Galegos e o mundo colonial americano (2007) y con X. M. Núñez Seixas de Galicia e o Río da Prata (2007). Ha coordinado además distintas publicaciones sobre temática migratoria como Galegos en América, “americanos” en Galicia, as colectividades inmigrantes en América e a súa impronta na sociedade galega (séculos XIX e XX) (1999), O Exilio Galego (2006, Co-ed. con X. M. Núñez Seixas), De raíz profun da: Galicia y lo gallego en Cuba (2007, Co-ed. con Sergio Guerra); además de otras relacionadas con la historia cultural latinoamericana.
Pilar CAGIAO VILA Nancy PÉREZ REY
Nancy PÉREZ REY. Realizó estudios de doctorado en el Instituto Ortega y Gasset de Madrid (Programa sobre América Latina Contemporánea) y un máster en Población y Migraciones en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha sido documentalista del Arquivo da Emigración Galega del Consello da Cultura Galega (19992004) y becaria de investigación en el Departamento de Historia Contemporánea y América de la Universidad de Santiago de Compostela (20042006). En la actualidad realiza su tesis doctoral sobre la emigración gallega en New York. Es autora de varios artículos y contribuciones en congresos nacionales e internacionales sobre temática migratoria.
Sobre la emigración de las mujeres españolas a los Estados Unidos: tres perfiles
indirecto y como objeto parcial de otro tipo de investigaciones (Alonso Fernández, 2006). Por otro lado, desde una perspectiva global referida a todo el conjunto de la emigración española, hasta donde sabemos, sólo un par de monografías y algún artículo han abordado el tema en concreto desde diferentes perspectivas entre las cuales también ha sido contemplada la cuestión de la reemigración de españoles a los Estados Unidos desde otros países de la región, fundamentalmente desde Cuba (FernándezShaw, 1987 y 1999; Rueda, 1993; Esteve, Torrents y Cortina, 2005). Pero si escasa es la producción relativa a la emigración española a los Estados Unidos, el panorama referido al caso concreto de las mujeres es aún menos halagüeño ya que resulta ser prácticamente inexistente, salvo muy contadas ex c ep c i o n e s (Pecharromán, 2003). Por su parte, en los trabajos que hemos señalado más arriba apenas hay referencias específicas relativas a las mujeres, muy probablemente no sólo porque la inmigración femenina española, como en el resto de los destinos americanos, fue menor desde el punto de vista cuantitativo que la de los varones, sino también por la escasa atención que en general se ha prestado a la mujer en la producción historiográfica de nuestro país, a diferencia de los estudios efectuados sobre migraciones de otras procedencias europeas con más larga tradición en el enfoque de género. Los perfiles expuestos más abajo sobre la presencia femenina española en los Estados Unidos Norteamérica pretenden únicamente delinear posibles caminos sobre los que encarrilar futuras líneas de investigación de un tema caleidoscópico y susceptible de múltiples enfoques de carácter interdisciplinar.
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MUJERES Y TRABAJO Coincidiendo con la rápida y espectacular serie de transformaciones operadas en los Estados Unidos es en las primeras décadas del siglo XX cuando comienza realmente a detectarse una presencia española de cierta importancia. Se trataba fundamentalmente de hombres solteros que llegaban solos al país procedentes de la península o habiendo pasado antes por otro país americano, especialmente Cuba o México. De hecho, y en buena medida vinculada a esa reemigración, el grupo español, aunque con una baja presencia de mujeres, fue a lo largo de las primeras décadas bastante estable sobre todo en Tampa (Florida) y en algunos lugares de California. Hasta comienzos de la Primera Guerra Mundial, la oferta laboral disponible, cubierta en buena medida por trabajadores de otras etnias de mayor tradición inmigratoria en el país, así como la escasez de comunicaciones directas desde la península mediatizaron notablemente los flujos de españoles a los Estados Unidos. Sin embargo, hasta los años treinta New York, convertido desde entonces en el principal puerto de arribada, fue concentrando paulatinamente los mayores porcentajes de los inmigrantes españoles, al menos como lugar de asentamiento inicial o como destino final de ciertas migraciones de carácter temporal que antes habían pasado por otros lugares del país, como en el caso de los inmigrantes cántabros del estado de Vermont a lo largo de los años veinte (Soldevilla, 1992: 136138). Desde New York, donde se instalaron en barrios bastante definidos, muchos se dirigieron a poblaciones próximas a esta ciudad –en muchos casos del estado de New Jersey– o reemigraron hacia otros estados más distantes. Por las investigaciones efectuadas hasta el momento, sabemos que entre los españoles
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Coincidiendo con la rápida y espectacular serie de transformaciones operadas en los Estados Unidos es en las primeras décadas del siglo XX cuando comienza realmente a detectarse una presencia española de cierta importancia.
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(1) Las fuentes utilizadas para la estimación numérica han sido: Libro de Registro de Emigración e Inmigración (1917-1923) en el caso del ayuntamiento de Bergondo; Libros de Emigrantes (1929-1934 y 1935-1941) para el ayuntamiento de Oleiros y el Censo de 1935 en el caso de Sada.
Sobre la emigración de las mujeres españolas a los Estados Unidos: tres perfiles
arribados a los Estados Unidos desde la península durante el período 1910-1940 el número de varones fue muy superior al de mujeres. Según los registros oficiales trabajados por G. Rueda (1993), las cifras más abultadas de la inmigración femenina procedente de España, se alcanzaron entre 1912 y 1921 correspondiéndose generalmente con mujeres llegadas al país para reunirse con familiares instalados con anterioridad. La famosa Ley de Cuotas de 1921, a pesar de su carácter restrictivo, influyó positivamente en el aumento relativo de la proporción de mujeres contribuyendo a aminorar la diferencia numérica respecto de los varones aunque siempre existió un notable desequilibrio. Fue precisamente ese año cuando se alcanzó el pico más alto en las cifras femeninas registradas hasta el año de 1940: casi tres mil ochocientas mujeres en el conjunto total de veintisiete mil españoles. Promulgada la Ley, y aunque los contingentes españoles se vieron considerablemente reducidos, las diferencias entre sexos fueron atenuándose. En un análisis más pormenorizado efectuado en el marc o de una inve s t i gación más amplia que actualmente venimos desa rrollando sobre la emigración gallega –mayoritaria dentro de la española y que alcanzó sus cifras más altas en torno a 1920–, los d atos del período 1917-1941 correspondientes a una de las zo n a s de Galicia de mayor tasa migrat o ria con destino a los Estados Unidos compuesta por tres ayuntamientos costeros de la prov i ncia de A Coruña, demuestran que las mu j e res rep re s e n t a ron casi el 17% de los emigrantes totales hacia todos los destinos1. Los Estados Unidos, y más concretamente la ciudad de New Yo rk , o c u p a ron el segundo lugar (28%) tras Buenos Aires (53,6%) en la elección de destino de la emigración femenina. Y pese a que ello
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puede estar indicando que las mu j e res se desplazaban en mayor medida a luga res donde había una mayor tradición migrat o ria y donde además existía un contexto lab o ral propicio que actuaba como re clamo por las oportunidades que ofe rt aba (Cagiao, 2001:119), el porcentaje femenino de esta zona que emigró a New Yo rk no debe ser considerado en absoluto despre c i abl e. Es más, incluso, su distancia respecto de la elección de la capital arge n t ina como destino principal se vio acortada y casi igualada en alguno de los casos según los períodos. De hech o , en el ay u n t a m i e n t o de Bergondo, donde entre 1917 y 1923 las mu j e res rep resentan el 11% de su emigración, se diri gi e ron a New Yo rk un 35 % fre n t e al 38% que eligió Buenos A i res como destino. Fue bastante frecuente que muchas de las mujeres de esta zona que emigraron a los Estados Unidos lo hiciesen ya casadas, aunque también abundaron las menores de edad. Este hecho tiene su explicación en que los pioneros de las cadenas fueron varones que generalmente efectuaron su primera emigración solos y solteros y en uno de sus retornos contrajeron matrimonio. Esta dinámica caracterizó sobre todo a quienes profesionalmente se dedicaban a la mar y que combinaban sus faenas como empleados en la marina mercante con estancias intermitentes, más o menos largas, en la ciudad de New York. Se trata, en este caso, de un permanente proceso de ida y vuelta –similar al observado en otras zonas marineras de Galicia con alta emigración a los Estados Unidos, como la comarca del Barbanza–, durante el cual los varones, cuya salida aparece contabilizada varias veces, cambian de estado civil dejando en Galicia a las mujeres e hijos habidos en el matrimonio que posteriormente terminarían emigrando a través las reagrupaciones familiares.
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Sobre la emigración de las mujeres españolas a los Estados Unidos: tres perfiles
Respecto de la dedicación laboral de las mujeres, en los registros de esta zona que hemos tomado como ejemplo –así como en las calas efectuadas en otros lugares del país donde existió emigración a los Estados Unidos– dominan los epígrafes “su casa” o “sus labores” como actividades principales. Asimismo, en las estadísticas norteamericanas aparecen registradas como población no activa. Sin embargo, las fuentes orales indican que la mayoritaria inserción de las emigrantes en los medios urbanos e industriales derivó en la dedicación de muchas de ellas a labores de costura en talleres y fábricas de confección, combinadas con otros trabajos domésticos de carácter irregular llevados a cabo en el propio domicilio. Algunos relatos resultan en este sentido sumamente reveladores y hasta paradigmáticos. Así ocurre, por ejemplo, con el de una inmigrante llamada Paulina, natural de Caldelas de Tui (Pontevedra) arribada a New York a bordo del carguero Niágara en 1920. Tenía entonces ocho años y viajaba acompañada de su madre y de su hermano mayor con el fin de reunirse con su padre, un trabajador de las fábricas de Thomas A. Edison de New Jersey. Con su padre enfermo, Paulina y sus hermanos pudieron educarse gracias al esfuerzo realizado de la madre que desde su llegada trabajó para sacar adelante a toda la familia. Según su testimonio: “…ella, para vivir cuando llegamos a New Jersey, hacía las comidas para la gente y lavaba la ropa, para hacer dinero”. En 1923, instalados en Manhattan después de que el padre perdiese el trabajo en New Je rs ey, su madre se empleó en la hostelería: “…En el Hotel Bilmore, mi madre encontró trabajo como camare ra. Luego nos mudamos para la 43 porque ech a ron la casa abajo…En esa época mi padre también se dedicó a trabajar en los hoteles que era n p ropiedad de ameri c a n o s,
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Asturianos en Florida (Estados Unidos).
en el Bilmore y el Comodore. También trabajaban en restaurantes, en todo lo que podían aprovechar” 2. Durante su adolescencia, Paulina cuenta que acompañaba a su madre en estos quehaceres durante el tiempo de sus vacaciones escolares, hasta que llegó para ella la oportunidad de especializarse en peluquería, ejerciendo desde entonces con gran éxito esta profesión durante buena parte de su vida. Madre e hija constituyen dos tipos de perfil laboral diferentes, por un lado, el de la mujer recién llegada que debe emplearse en trabajos de baja cualificación y por otro el de la hija, Paulina, que ya puede considerarse una inmigrante de segunda generación y tuvo la posibilidad de acceder a una especialización laboral. Cerrada a la altura de la década de los treinta lo que se conoce como período de las migraciones masivas, se inicia una nueva fase después del fin de la Segunda Guerra Mundial cuando pudo restablecerse la libre circulación no sólo de bienes y capitales, sino también de personas. Los flujos humanos, aunque
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(2) Testimonio procedente de la historia de vida de A. L. elaborada por Nancy Pérez Rey. Entrevista núm. 1339. Fondo HISTORGA. Unidade de Patrimonio Documental e Oral Contemporáneo. Departamento de Historia Contemporánea y América. Universidad de Santiago de Compostela.
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La emigración a Estados Unidos coincide con la llamada etapa Eisenhower y de la guerra fría en la que la política inmigratoria fue bastante menos restrictiva que la impuesta durante los años veinte y que, aunque no estuvo exenta de períodos de crisis económicas, se caracterizó por la prosperidad y el crecimiento del poder adquisitivo medio.
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menores en número que los producidos durante la etapa anterior, volvieron a cobrar intensidad e incluso se volvieron más complejos lo que provocó la instauración de políticas públicas, más o menos eficaces según los casos, para canalizarlos. En el caso español –sin tomar en consideración a los exiliados políticos–, las corrientes ultramarinas, favorecidas por la liberalización migratoria del franquismo, se revitalizaron a partir de 1946 manteniéndose en actividad hasta la década de los sesenta aunque con variaciones según destinos. Tras su ingreso en la ONU, después de largas negociaciones, España logró incorporarse en 1956 al Comité Interg u b e rnamental para las Migraciones Europeas (CIME). Los tecnócratas del régimen comenzaron a concebir la emigración, regulada por el Estado, como una válvula de escape al creciente desempleo y una fuente de divisas de singular valor. De ahí derivó la creación del Instituto Español de Emigración (IEE), que tenía el objetivo de implementar políticas migratorias de carácter asistencial acordes a los dictados gubernamentales. Para ello contaba, entre otros instrumentos, con la Comisión Católica Española de Migración (CCEM), encargada de los procesos de reagrupación familiar. En este contexto, los Estados Unidos constituyeron una de las opciones como destino de la emigración española. Las mujeres emigradas al país en estas fechas, por regla general insertas en una cultura de tradición migratoria anterior, pertenecían a una generación que había nacido antes de la guerra civil española y vivido su juventud en la postguerra. Su emigración coincide con la llamada etapa Eisenhower y de la guerra fría en la que la política inmigratoria fue bastante menos restrictiva que la impuesta durante los años veinte y que, aunque no estuvo
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exenta de períodos de crisis económicas, se caracterizó por la prosperidad y el crecimiento del poder adquisitivo medio. Entre las motivaciones que impulsaron a las mujeres españolas emigradas en la década de los cincuenta, destaca el hecho de que se trata en muchos casos de casadas que desean reunirse con sus maridos ante la imposibilidad del retorno de éstos y que, midiéndose por la experiencia de sus madres que pertenecieron a la generación de las llamadas viudas de vivos, trataron de evitar ese tipo de experiencia tal y como atestiguan muchos de los testimonios orales al estilo del que sigue: “Mi marido no podía venir. Vino en el cincuenta y seis, pero en el cincuenta y siete no le dieron permiso. Me marché de turista y me casé en Nueva York (...) no como mi madre que se quedó sin marido la pobre, como una viuda. Y trabajando con cinco hijos y mi abuela, solita y sin marido (...)”.3 Una vez llegadas a los Estados Unidos, y particularmente en el caso de la ciudad de New Yo rk que continu aba siendo el destino pre fe rente de los inmigrantes españoles, las redes familiares que las acogieron fueron determinantes en la mayoría de los casos para favorecer su inserción en la nu eva sociedad. En términos personales, la relación con el cónyuge en el caso de las casadas, con el cual frecuentemente se había convivido poco tiempo y a quien no veían desde hace años, necesitó de toda una serie de ajustes recíprocos para ser restablecida en t é rminos dife rentes. En una evaluación posterior acerca de los aspectos más positivos del hecho migrat o ri o , los testimonios de las mu j e res suelen destacar sobre todo los re l at ivos a la seg u ridad económica en comparación con la situación dejada en la sociedad de ori gen. El relato de J. P. cuya ex p e riencia vital podría en mu chos aspectos ser ex t rapolada a otras inmigrantes,
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(3) Testimonio procedente de la historia de vida de J. P. elaborada por C. García Rodeja. Núm. 1070. Fondo HISTORGA. Unidade de Patrimonio Documental e Oral Contemporáneo. Departamento de Historia Contemporánea y América. Universidad de Santiago de Compostela.
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La emigración por motivos económicos parece haber acentuado la separación entre el mundo del trabajo (masculino) y mundo doméstico (femenino) y la vida de las mujeres de la primera generación inmigrante continuó estando reglada por valores y normas tradicionales y reducida prácticamente al ámbito familiar.
Sobre la emigración de las mujeres españolas a los Estados Unidos: tres perfiles
resume en pocas palab ras este sentimiento: “Ya te digo, yo nací de unos padres pescadores con cinco hijos. Yo cuando salí de la escuela a los quince años bord aba para ganar para mi ropita, ir al cine, para mis gastos. Y era todo, y por eso, yo le quiero a esta tierra pero reconozco que mi corazón está allá y digo siempre: ‘God bless the America, Dios bendiga la América forever`. Estoy cobrando un retiro americano sin nunca trabajar en mi vida, lo cobro por mi marido, me dan la mitad de él, y nunca he cotizado ni nunca he trabajado”4. Por otro lado parece que gran parte de las españolas que llega ron solteras a los Estados Unidos contrajeron allá matrimonio con otros españoles, aunque también se dieron matrimonios mixtos. El trabajo fuera del hogar merece en muchos casos una consideración ambivalente por parte de las inmigrantes. Si bien por un lado consideran que el trabajo fuera de su casa hubiera permitido mejorar su integración, además de facilitar un aprendizaje más rápido del idioma, por otro, originarias como eran de estructuras sociales de tipo tradicional típicas de la España de aquel tiempo, asumen que no haberlo realizado fue la mejor de las elecciones por las repercusiones que tuvo sobre la familia el mantenimiento del rol tradicional. Efectivamente, en las razones para no trabajar fuera del propio hogar fue determinante la necesidad de prestar atención a los hijos, ya que muchas manifiestan que sólo pudieron hacerlo cuando otra persona (madre, suegra...) pudo garantizarles su cuidado. Además también jugó un papel el esencial el nivel de alfabetización y de conocimiento de la lengua inglesa. Pero el idioma fue no sólo importante en el acceso al mundo laboral, sino también en la definitiva integración de las mujeres españolas como se deduce de los testimonios de quienes
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vivieron esta experiencia: “Como no hablábamos inglés tan perfecto nos decían: ‘estas no hablan, son medio tontas...` (...), había otras más americanizadas y cuando nosotros ya empezamos a romper el inglés ya nosotros estábamos con ellas (...) Si tú no hablabas bien, te trataban de ‘esta es una bob` (una bruta) y me decían en el trabajo: ´no hables español en casa, habla inglés`”5. En este sentido, de nuevo el testimonio de J. P. es sumamente expresivo cuando dice: “Lo peor para mí, fue no poder comunicarme con la gente (...). Cuando uno emigra y deja su país, su tierra y sabe hablar con todo el mundo y llega a un país que no se entiende, es triste...”, aunque como consuelo, de inmediato añade: “Yo me quejo porque no sabía hablar, pero mis vecinos, me decían: no protestes, tú estás en casa, te levantas cuando quieres, siempre tienes tu dólar en el bolsillo, tus hijos en un buen colegio, los llevas a la misa, y vais preciosos, parecéis la familia Kennedy...”. Su testimonio apunta también, como el de otras muchas, a las dificultades habidas durante el proceso de inmersión en los códigos culturales diferentes a los del lugar de origen, lo que supuso para las españolas otro elemento que ralentizó la adaptación al nuevo medio: “yo quería que mis hijos tuvieran una educación católica, por ser nosotros católicos, claro (...) a mí siempre me gustó más la gente católica, que estuvieran en el ambiente de la gente católica porque yo nací aquí en un pueblo pequeño donde todos somos católicos. Y en los Estados Unidos suelen decir que somos el “melting pot”, estamos todas las razas mezcladas, ¿me entiendes?”. La emigración por motivos económicos parece haber acentuado la separación entre el mundo del trabajo (masculino) y mundo doméstico (femenino) y la vida de las mujeres de la
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(4) Testimonio procedente de la historia de vida de J. P. elaborada por C. García Rodeja. Núm. 1070. Fondo HISTORGA. Unidade de Patrimonio Documental. (5) Testimonio procedente de la historia de vida de J. R elaborada por Pilar Cagiao Vila. Núm. 1067. Fondo HISTORGA. Unidade de Patrimonio Documental e Oral Contemporáneo. Departamento de Historia Contemporánea y América. Universidad de Santiago de Compostela.
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Sobre la emigración de las mujeres españolas a los Estados Unidos: tres perfiles
Exposición en la Peña Andaluza de California (USA).
primera generación inmigrante continuó estando reglada por valores y normas tradicionales y reducida prácticamente al ámbito familiar. MUJERES Y EDUCACIÓN Frente a este perfil que pudiera considerarse representativo de la emigrante económica española a los Estados Unidos, puede contraponerse otro sumamente diferente, relacionado con otra modalidad de emigración. Se trata del caso de las mujeres españolas que sobre todo a partir de la década de los veinte llegaron a los Estados Unidos para continuar o completar sus estudios en los colleges norteamericanos. Este tipo de emigración intelectual o cualificada fue posible gracias a la actividad de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) que desde su fundación en 1907 tuvo la intención de conectar a España con las nuevas corrientes científicas de Europa y de los Estados Unidos. Los contactos iniciales tuvieron lugar en 1919 durante el viaje reali-
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zado a este país por María de Maeztu y José Castillejo permitiendo los primeros intercambios de mujeres entre la Residencia de Señoritas de Madrid y algunos colleges situados fundamentalmente en la costa este de los Estados Unidos (Niño, 2005:82). Como directora de la Residencia que desde 1917 mantenía estrechos contactos con el International Institute for Girls in Spain, Maeztu impartió durante ese viaje varias conferencias en los colleges femeninos y recibió además el título de doctor honoris causa por parte del Smith College de Northampton (New York)6. Gracias a sus gestiones se inició el intercambio de estudiantes entre esa institución y la Residencia de Señoritas y fueron enviadas las primeras pensionadas para formarse fundamentalmente en las áreas de Medicina, Química y Pedagogía, así como en o t ros prestigiosos centros como el B ryn Mawr College de Pe n s i l vannia o el Te a ch e r ´ C o l l ege de la Unive rsidad de Columbia. Esos contactos iniciales suscitaron el interés por parte de otras instituciones norteamericanas a las que desde 1921 comenzaron a desplazarse otras mujeres españolas. En el caso del Barnard College los contactos fueron promovidos directamente por Carolina Marcial Dorado, directora de su Departamento de Lenguas y Literatura Románicas, que había llegado a los Estados Unidos después de haber estudiado en el mencionado International Institute for Girls de Madrid y que permanecería durante muchos años en New York. De hecho en 1930 formaba parte del Bureau of Information Pro Spain de New York desde donde mantuvo correspondencia con la Vizcondesa de San Enrique, directora de la revista Mujeres Españolas, proporcionándole las principales referencias sobre el asociacionismo femenino de los Estados Unidos en esas fechas.
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(6) El International Institute for Girls in Spain fue creado en Madrid por un grupo de educadoras procedentes de Massachussets, y fundamentalmente a través de la mano de Alice G. Gulick, y constituyó uno de los organismos más influyentes en la propagación de las corrientes pedagógicas norteamericanas en la España de aquel tiempo.
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Sobre la emigración de las mujeres españolas a los Estados Unidos: tres perfiles
Desde 1921, o t ras muchas las mujeres españolas graduadas en magisterio viajaron a los Estados Unidos como becarias en diferentes centros: College of St. Theresa and Catherine´s College (Minnesota); Vassar College (New York); Wellesley College (Massachussets); Connecticut College; John Hopkins Unive rsity ( B a l t i m o re) and New Jersey State Teacher College, además de los anteriormente mencionados, p a ra especializarse en áreas relacionadas con la educación, la lingüística o la arch ivística (Vázquez Ramil, 1988:278). Algunas sólo permanecerían durante el tiempo asignado para su intercambio académico mientras que otras fijaron su residencia en el país por períodos más largos. Este fue el caso, por ejemplo, de Margarita de Mayo Izarra , quién después de haber sido becaria, permaneció como profesora del dep a rtamento de español del Vassar College. Sin embargo, la mayoría de las becadas que se tra s l a d a ron a los Estados Unidos desde finales de los años veinte y durante los pri m e ra mitad de los treinta regresaron posteriormente a España. La investigación elaborada por R.Vázquez Ramil (1988: 281-282) re c oge la nómina completa de todas las becarias fo rmadas en los Estados Unidos entre 1919 y 1936 en las más variadas áreas de conocimiento. MUJERES Y EXILIO POLÍTICO El estallido de la Guerra Civil española, su evolución hasta la victoria franquista y el inicio de la dictadura fue seguido con extrema atención por las colectividades españolas de todos los países de América. Dentro de ellas se produjeron posiciones sumamente polarizadas hacia uno y otro bando, asumiendo posiciones beligerantes ante el conflicto. La colonia española de los Estados Unidos tampoco permaneció ajena a los acontecimientos
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peninsulares con un posicionamiento mayoritario a favor de la República actuando en paralelo, y en ocasiones en colaboración, con los organismos estadounidenses que surgieron con el mismo fin como Medical Bureau and North American Committee to Aid Spanish Democra cy o American League Against War and Fascism, entre otros (Rey García, 1997). Así, en muchas ciudades norteamericanas surgieron desde muy pronto una serie de organizaciones destinadas a apoyar la lucha republicana en España y al auxilio de los refugiados. New York fue la ciudad de mayor actividad por la lucha antifascista en España donde, desde la creación de las Sociedades Hispanas Confederadas (SHC) en 1937 teniendo como antecedente el Comité Antifascista Español de los Estados Unidos (CAE) constituido en Brooklyn un año antes, se aglutinaron una serie de asociaciones de todo el país cuyo principal objetivo era promover la unidad antifascista entre la colonia española emigrada para ayudar con todos los medios que estuviesen al alcance al gobierno de la República 7. En este contexto, fueron muchas las mujeres españolas que tomaron posiciones activas relacionadas con la organización de actos para la recaudación de fondos, envíos de ropa y alimentos a los republicanos en España, formando incluso sus propias asociaciones entre las que destacaron el Comité de Damas de Perth Amboy y la Sociedad de Damas Hispanas de Newark, ambas en New Jersey; el Comité Femenino Antifascista de las Sociedades Hispanas Confederadas y el Spanish American Women Club de Niagara Falls, Internacional Ladies Garment (Workers Union) y la Agrupación de Mujeres Antifascistas del Bronx, todas en el estado de New York, o el Comité Femenino de Massilon. A títu-
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(7) “¿Qué es y que ha hecho Sociedades Hispanas Confederadas? Breve reseña Histórico-Política de Nuestra Organización”, en España Libre. Órgano de Sociedades Hispanas Confederadas de los Estados Unidos de Norte América, IV, 1, (1942), 10.
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(8) “Listado de Españoles domiciliados en esta ciudad que trabajan en pro de nuestra causa y actividades profesionales a que se dedican”, en Sección Asuntos Exteriores (54/43804381). Archivo General de la Administración (AGA), Madrid.
Sobre la emigración de las mujeres españolas a los Estados Unidos: tres perfiles
lo tanto personal como colectivo, algunos de los nombres de las mujeres más destacadas por su trabajo a favor de la República fueron, entre otros, los de Carolina Marcial Dorado desde su cargo en el Barnard College de la Columbia University y desde el Bureau of Information Pro Spain de New York, junto con los de otras activistas importantes como las delegadas del Comité Femenino Antifascista de Brooklyn, Amalia Ruán y Leonor Lucas, así como Rosa Cao, delegada del Club Obrero Español, y Amparo del Valle, Rosa Ochoa, María Saldaña, Alicia Lemos y Teresa Castilla, directivas de la Agrupación de Mujeres Antifascistas del Bronx.8 La mayoría de las integrantes de los colectivos femeninos que se implicaron en las actividades a favor de la República Española eran ya antiguas residentes en los Estados Unidos aunque paulatinamente se fueron incorporando las exiliadas. Y es que la guerra provocó además un tipo de emigración diferente de la que hasta entonces se había venido produciendo: el exilio político. Muchos huyeron a otras regiones españolas todavía bajo el dominio republicano o alternativamente hacia Francia o Portugal para desde allí dirigirse hacia otros destinos. Los diferentes países americanos, tantas veces lugares de acogida para los españoles, y donde muchos de ellos contaban con posibles apoyos de familiares y paisanos entre los antiguos residentes, operaron una vez más como “tierra prometida” de quienes, esta vez por motivos políticos, tuvieron que abandonar la propia. Durante el transcurso y los años posteriores a la guerra fueron miles los hombres y mujeres, contrarios al naciente régimen impuesto por General Franco que se exiliaron en América. Los Estados Unidos recibieron parte de este caudal humano y
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Españolas en New York (USA).
aunque no fue el país de mayor recepción de los refugiados, sí lo fue como paso intermedio hacia otros destinos. Entre las mujeres españolas que vivieron parte de su exilio en los Estados Unidos hay nombres tan conocidos como el de Zenobia Campubrí, esposa del Premio Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez, o el de Isabel García Lorca, hermana del famoso escritor granadino, Federico García Lorca. La primera fue una mujer sumamente culta. Su elevado nivel intelectual y de cosmopolitismo se vio acrecentado precisamente por su experiencia como exiliada de la que deja amplio testimonio en unos diarios escritos a lo largo de más de veinte años. En ellos relata no sólo su vida en España sino también en los Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico. El estudio introductorio a dichos diarios realizado por Graciela Palau de Nemes, profesora de la Universidad de Maryland, aborda su experiencia vital y profesional poniendo de relevancia su trabajo como traductora de autores como Rabindranath Tagore9. Por su parte, Isabel García Lorca (Granada, 1909 – Madrid, 2002) tras
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(9) El diario en el que Zenobia Campubrí refleja su experiencia en los Estados Unidos entre 1939-1950, fue publicado en Madrid en 1995.
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Durante el transcurso y los años posteriores a la guerra fueron miles los hombres y mujeres, contrarios al naciente régimen impuesto por General Franco que se exiliaron en América. Los Estados Unidos recibieron parte de este caudal humano y aunque no fue el país de mayor recepción de los refugiados, sí lo fue como paso intermedio hacia otros destinos.
Sobre la emigración de las mujeres españolas a los Estados Unidos: tres perfiles
la Guerra Civil española se exilia primero en Bélgica para instalarse después en los Estados Unidos donde residió hasta 1951, ejerciendo como profesora en New Jersey College for Women, en el Hunter College de Nueva York y, más tarde, en el Sarah Lawrence College. De esta experiencia da cuenta su autobiografía Recuerdos míos recientemente publicada. Frente a este tipo de experiencias de mujeres más conocidas existen otras que lo son menos. Recientes trabajos acerca del exilio español y la recuperación de su memoria histórica han rescatado por ejemplo a mujeres como Isabel, Carmen, María y Rita Bernárdez Gómez, quienes tras el fusilamiento de su padre en el mismo año de 1936 cuando la primera era una joven maestra y sus hermanas aún unas niñas, huyen con su madre, Isabel Gómez Costas, a Portugal y de allí a Francia. Cuando París es ocupada por las tropas alemanas, la familia se dirige a los Estados Unidos gracias al apoyo prestado desde New York por las Sociedades Hispanas Confederadas. No obstante, como en otros muchos casos, su estancia en este el país fue sólo un paso intermedio para su definitiva instalación en México.
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Emigración y feminización de las explotaciones agrarias familiares Mª Pilar FREIRE ESPARÍS Profesora de Historia e Instituciones Económicas en la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Santiago de Compostela.
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n la sociedad agraria tradicional, dominada por la fuerte presencia de la explotación familiar, un hecho que llama la atención, y al que no se le ha prestado el debido interés hasta tiempos recientes, es el papel jugado por la emigración en la reproducción de la explotación familiar. Una emigración, en este caso, protagonizada por va rones de edades jóvenes y que, entre otras, tiene importantes repercusiones sobre la composición de las familias, en la medida en que retrasa la edad de acceso al matrimonio, aumenta los porcentajes de soltería definitiva , tiene incidencia sobre la fecundidad, etc., aspectos en la actualidad cada vez mejor conocidos. Y si bien esta emigración tiene una vo c a c i ó n importante de regreso al lugar y a la actividad de origen, como así en efecto se constata, ello no excluye que
Mª Pilar FREIRE ESPARÍS. (Brión, 1963). Sus líneas de investigación están centradas en historia de la familia, historia de las mujeres y movimientos migratorios. Entre sus trabajos relativos al tema migratorio destacan: Retorno e inmigración en Galicia (1991-2007). Unha perspectiva demográfica (2008) (coautora); GaliciaAmérica. Unha contribución bibliográfica (1992) (coeditora) y Base bibliográfica da emigra ción galega (1997) (coeditora). Ha publicado diversos artículos de temática migratoria en revistas especializadas y ha participado en numerosos congresos nacionales e internacionales.
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(1) Rodríguez Galdo, Mª X. (1993) (1995) (2) García Abad, R. (2005) (3) Rodríguez Galdo, Mª X. (2002) (4) Rodríguez Mendoza, F. (2003-04) (5) Pascua, Mª J. (de la) (1993-94).
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la emigración neta adquiera una fuerte re l evancia, como d iversos trabajos han puesto de manifiesto1. El estudio de la emigración desde la perspectiva de la feminización de las explotaciones agrarias familiares obliga a considerar, en primer lugar, la emigración protagonizada por va rones y también la significación de la emigración familiar, para la que se cuenta con magníficos estudios de casos como el realizado para la Ría de Bilbao2. Pero incluso en este tipo de economías campesinas, como algunas inve s t i gaciones están poniendo de manifiesto, los movimientos migratorios protagonizados por mujeres solas sin acompañamiento familiar han tenido más importancia de la esperada3. En el contexto de la Península Ibérica, en las economías familiares está bien estudiado que la emigración masculina implica una feminización de las explotaciones agrarias. Y si esta es una realidad que contemporáneos, juristas y publicistas han tratado con amplitud, no ha tenido, sin embargo, el tratamiento científico que requiere un tema tan central a la hora de explicar la reproducción de las explotaciones agrarias. Y aún en aquellos casos de estudios en que se incorpora esta temática, la preocupación ha sido el análisis de las dificultades de todo tipo que para las mujeres provoca la ausencia de sus maridos. Así, conocemos los obstáculos que tienen que superar las esposas de va rones emigrados del Noroeste de Tenerife en el período 1750-18304 y las gaditanas en el siglo XVIII, centrándose en este caso en el análisis de las mujeres abandonadas que recurren a un juez eclesiástico de un obispado para que tramite una requisatoria con el objetivo de conseguir el regreso del marido ausente5.
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En el caso gallego, en el que voces excepcionales como Rosalía de Castro se habían alzado en la re ivindicación de muchas mujeres conve rtidas en “viudas de vivo s ” y que recogía en un conocido poema6, sabemos por trabajos anteriores7 en qué medida la emigración de va rones contribuyó a reforzar esquemas de división del trabajo ya actuantes en las emigraciones estacionales y temporales y que coexisten con la emigración americana. Los hombres de la Ilustración primero y después otros muchos desde los campos del derecho consuetudinario, la economía o la publicística (con alguna significat iva presencia de mujeres), habían destacado la feminización del trabajo agrícola por la marcha de los varones camino de la emigración. Entre los primeros, podemos citar a Fray Martín Sarmiento cuando se lamenta de la falta de hombres por la emigración a Portugal: El año de 1725 ya en Galicia no se hallaba mozuelo que pudiese servir, ni un mozón que pudiese servir de jornalero, porque de quince años arriba casi todos se pasan a Portugal. De este modo aun siendo Galicia tan fecunda de gente, en especial en las costas marítimas, ya en estas cada día crece el número de mujeres y se minora el de hombres. A una mozona de puerto de mar oí disculparse de no estar ya casada porque en su pueblo había 300 mozas casaderas y que solo había siete hombres, y esos marineros, en estado de casarse. Pero tierra adentro de Galicia es más visible la disminución de hombres, y aun de mujeres, por las cercanías a Portugal y Castilla8.
La referencia en primer lugar a Galicia es obligada, pues reúne la doble consideración de ser un país paradigmático en cuanto a vigencia de la explotación familiar, dentro de la cual adquiere una fuerte significación el trabajo de las
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(6) Éste vaise i aquél vaise, / e todos, todos se van. / Galicia, sin homes quedas / que te poidan traballar. / Tes, en cambio, orfos e orfas / e campos de soledad, / e nais que non teñen fillos / e fillos que non tén pais. /E tes corazóns que sufren / longas ausencias mortás, / viudas de vivos e mortos / que ninguén consolará. (Castro, Rosalía de: Obra Completa, 1996, p. 693). [Éste se va y aquel se va, / y todos, todos se van. / Galicia, quedas sin hombres / que te puedan trabajar. / Tienes, en cambio, huérfanos y huérfanas / y campos de soledad, / y madres que no tienen hijos / e hijos que no tienen padres. / Y tienes corazones que sufren / largas ausencias mortales, / viudas de vivos y muertos / que nadie consolará]. (7) Rodríguez Galdo, Mª X.; Freire Esparís, Mª P.; Prada Castro, A. (1998) (1999). (8) Sarmiento, Fr. M.: Obra de 660 pliegos, pp. 557558
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(9) Rial García, S. (1993). (10) Rodríguez Galdo, Mª X. y Dopico, F. (1981). (11) Freire Esparís, Mª P. y Losada Álvarez, A. (1989). (12) “Mi aspiración al escribir estas líneas gira en esfera mucho más humilde y se reduce simplemente á exponer la educación que recibe la mujer de nuestra región y la que, en mi concepto, debe dársele para que sea el ángel del hogar... La menestrala y la aldeana, todo lo más, aprenden á leer, escribir y coser. De esta educación se encarga el Estado, pagando al efecto expléndidamente á una Maestra la fabulosa cantidad de 250 pesetas anuales, sin menaje ni casa las más de las veces. Esta maestra admite en un mismo local niños de ambos sexos pues para eso reciben las escuelas el nombre de mixtas, que tal mixto resulta de milicia é ignorancia. De dicha escuela sale la mujer, que quizá en su dia se verá en el caso de ser el sostén de la agricultura y por consiguiente de la fuerza productiva de la región gallega”. El Eco de Galicia. A Coruña. N.º 8.420 (1894).
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mujeres, y de mantener elevadas tasas emigratorias hasta hace algo más de dos décadas. Se constituye por ello en un observatorio idóneo para estudiar la relación entre mujeres y agricultura, y más concretamente el trabajo de las mujeres en la agricultura familiar, y para analizar la relación entre mujeres, economía campesina y emigración. LA VISIÓN DE LOS CONTEMPORÁNEOS Sabemos que la emigración tiene importantes repercusiones en la nupcialidad y fecundidad, modifica la distribución del trabajo en la “casa campesina”, además de producir un cierto cambio en la actuación pública de las mujeres y en su participación en ámbitos legales y jurídicos debido a la ausencia de los maridos9, pero sin que ello suponga, como se verá seguidamente, otro tipo de consideración de orden social. Según avanza el siglo XIX, la emigración se afirma como una va riable más en el proceso de desarticulación del sistema agrario tradicional, aliviando la presión demográfica por un lado y constituyéndose, por otro, en una de las fuentes abastecedoras de los recursos precisos para satisfacer las crecientes necesidades monetarias de la economía gallega. Se puede decir que será ahora cuando la emigración se revele como resultado de las limitaciones del sistema pro d u c t ivo tradicional y de la lenta disolución del mismo10, en un momento en que la emigración intrapeninsular coexiste con un intenso flujo migratorio a ultramar. Precisas referencias documentales las ofrecen los escritos de los autores contemporáneos de este proceso que pre-
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Reunión de mujeres españolas en New York (USA).
sentan, además de una preocupación por el tema migratorio en general (analizando sus causas y las soluciones que se podrían ofrecer11), una visión más precisa del papel desarrollado por las mujeres dentro de esa sociedad afectada por la corriente migratoria. Preocupación que también había saltado a las páginas de los periódicos. A s í , en un artículo de El Eco de Galicia de A Coruña se terminaba estableciendo, en cuanto a la educación que reciben las mujeres en Galicia según la clase social de pertenencia, una relación entre atraso agrario y la formación, más bien nula, que reciben las mujeres, cuando están llamadas “a ser el sostén de la agricultura y por lo tanto de la fuerza pro d u c t iva de Galicia”12. Unos años más tarde, el abogado y periodista J. Portal escribía: ... En los campos despoblados por la corriente emigratoria que nos l l eva lo mejor de cada hogar aldeano, la mujer dirige y realiza las duras y penosas faenas agrarias con más fuerte ánimo que el va r ó n ;
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gobierna la hacienda y la conforta —porque se guarda el céntimo y no se malgasta el och avo en tertulias de taberna, corros de atrio y pugilatos de romería— y cuida a la bulliciosa pollada infantil… … En Galicia, las campesinas que lloran el amor ausente, las “viudas de vivo s ” , guían la yanta y empujan la mancera, d i bujan las huebras y alzan al cielo las medas de oro, rapan las praderías virgilianas, esgrimiendo la hoz que olvidaron los celtas, y tunden los haces de paja con los pesados martillos de madera, bajo el sopor del mediodía 13.
(13) Portal Fradejas, J., 18 de junio de 1921. (14) J. Vales Faílde describe esas funciones cuando escribe: “Contémplase muchas veces a la mujer y al niño bajo los ardores de los meses del verano, expuestos a los frios durisimos o a las lluvias torrenciales del invierno, ocupados en los más pesados oficios de la labranza. Son muchos los pueblos en los que el sexo debil desempeña todos los trabajos propios del hombre, en detrimento de su organización delicada y con evidente riesgo de su salud y de su vida”. Vales Faílde, J., 1902, p. 14. (15) Rovira, P., 1903, p. 163. (16) Dubert García, I. (1992); Saavedra, P. (1989); Freire Esparís, P. (1988) (2008).
Las referencias podían ser muchas. Diversos autores, como Vales Fa í l d e, R. Mella, C. Botella, R. Castro López, P. Rovira, entre otros, insisten básicamente en el papel desempeñado por la mujer del emigrante en la explotación agraria realizando funciones “típicamente masculinas”14. En esta misma dirección se pronuncia P. Rov i ra de una manera incluso más explícita: Lo que más vale en Galicia es la mujer. Será porque la flor de la población viril busca en la emigración camino para desfogar en otros países las iniciativas que han dado tanta importancia a las colonias gallegas de América; será porque la participación activa que toma en trabajos, por lo común reservados al sexo fuerte, vigoriza en ella aptitudes que no ejercitan las hembras sedentarias y domésticas; será por lo que quiera, pero es lo cierto que la mujer gallega, sobre todo en las clases rurales, es el alma del hogar, el pensamiento director, la voluntad dominante15.
De la consideración del papel de las mujeres en el sostenimiento de la explotación agraria familiar se introducen otros cambios fundamentales en la organización doméstica. No se va a insistir ahora en la complejidad familiar, característica de la sociedad gallega que perduró a lo largo del tiempo, tal como han demostrado los estudios actuales16, ni, por lo tanto, en los sistemas domésticos y sucesorios de mayor
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vigencia en Galicia. Pero si se insistirá en lo que ésta significa en la asunción de un mayor protagonismo del trabajo femenino en la explotación. Se queja J. Vales Faílde que ...recorriendo toda la zona media de Galicia, vense leguas y leguas, sin una viv i e n d a , y donde existen estas son pocas, con escaso terreno cultivado y el cultivo imperfectísimo, efecto natural de que sobre las mujeres pesan todas las labores, ya que los hombres que no han emigrado son débiles, enfermos o deformes, y de ahí el raquitismo que comienza a delinearse en nuestra antes vigorosísima raza17.
Visión que no comparte totalmente G. Buján, quien insiste más en el apoyo que representa para la mujer del emigrante una institución de fuerte raigambre en el campo gallego como la “Compañía familiar”18: El afán de la emigración a remotos países en busca de fortuna se ha desarrollado con tal incremento en los labradores gallegos, que existen pueblos enteros en donde apenas se encuentra un hombre casado de mediana edad. En algunos puntos es costumbre abandonar la mujer al día siguiente del matrimonio para acometer la ave ntura de la emigración, pues el desequilibrio entre los gastos y la producción no permite al marido sostener las cargas del nu evo estado. En esta situación, mientras el marido corre azares y riesgos para encontrar trabajo y conseguir acumular el producto de sus humanos esfuerzos, la mujer queda en compañía de sus padres o suegros y hermanos, y en el seno de la familia vive conforme a sus condiciones morales rodeada de seres y elementos que le hacen tener siempre presente el cumplimiento del deber. Al par que encuentra quien le ayude en sus necesidades, quien le socorra en sus desgracias y le preste auxilio en sus trabajos, si no con el amor del esposo, con el cariño del padre y del hermano, halla también el medio de cuidar sus pequeñas propiedades, y si carece de ellas encuentra también el premio de su trabajo en el resultado de las ganancias obtenidas por la compañía de la que forma parte. Así, y merced a esta institución de matiz autoctónico, cuando el esposo vuelve a reunirse con su mujer y le ofrece el pro-
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(17) Vales Faílde, J., 1902, p. 42. (18) La “Compañía familiar”, también llamada en Galicia “Sociedad Gallega” o “Sociedad de familias”, era, como recoge la ley de 2 de diciembre de 1963 de Compilación de Derecho especial de Galicia, aquella compañía que se constituye entre los labradores ligados con vínculos de parentesco, para vivir juntos y explotar en común tierras o “lugar acasarado” pertenecientes a todos o a alguno de los reunidos.
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ducto de su actividad en la emigración, recibe también de ella la ganancia que le correspondió en la compañía familiar19.
Las ventajas de la “Compañía familiar” también las apunta M. Montero Lois, quien destaca de un modo especial el apoyo que representa esta institución para las mujeres cuando el hombre está ausente. Basándose dicha compañía en el cariño y en el interés, ... consagra y eleva la dignidad de la mujer y del hijo en el seno de la familia; atiende más que a las relaciones de bienes que, por supuesto, no olvida, a las personales y morales, proporcionando lenitivo y consuelo a los achaques y penas que son cortejo inseparable de la vejez y de la enfermedad; da seguro y generoso abrigo a la desgracia, impidiendo las resoluciones impremeditadas de los miembros de la familia que, contrariados por los azares de la suerte, emigran en aras de la esperanza en busca de un abismo de miseria, dejando tal vez a la espalda la segura base de un modesto bienestar; y, últimamente, cuando necesidades apremiantes o reveses de la tornadiza fortuna obligan al marido a abandonar el hogar para dirigirse a la tentadora América o a las extensas y abrasadas planicies castellanas, en busca de unos cuantos céntimos amasados con su copioso sudor, sirve de protectora égida y de saludable sostén de la virtud de la esposa, rodeada de tiernos hijos, la que también, por su participación en la sociedad familiar, suele poder manife s t a r, entre ósculos de amor, al recien llegado marido los pequeños progresos realizados, a fuerza de privaciones, en la común hacienda20.
(19) Buján y Buján, G., 1887, p. 74. (20) Montero Lois, M., 1898, p. 99. (21) Núñez González, M., s.a., p. 7
La cooperación de todos los miembros de la familia en el sostenimiento de la casa campesina retrasaría la salida de las mujeres; así para Núñez González la “Compañía familiar gallega” es de vital importancia pues “al estrechar y fortalecer los vínculos familiares se roba un gran contingente a la emigración colectiva ”21.
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Recogiendo donativos para los huérfanos en Navidad. Buenos Aires (Argentina).
LA REPRESENTACIÓN DE LAS MUJERES COMO CABEZAS DE FAMILIA De las constataciones de los contemporáneos expuestas en las referencias anteriores pasamos ahora a realizar una aproximación a la representación de las mujeres como cabezas de familia por la emigración de sus maridos. Pa ra ello contamos con estudios a nivel municipal que permiten comprobar la incidencia de la emigración sobre la composición de los grupos domésticos y, en particular, sobre la representación de las mujeres en la organización familiar. Los datos relat ivos al municipio de Brión (A Coruña), reflejados en el cuadro 1, constatan la significación de “constante estructural” de la emigración. Los datos de 1888 se mantienen en toda su extensión en 1930. Es más, se observa un fuerte aumento en el porcentaje de familias con miembros emigrantes en el municipio brionés entre las dos fechas con-
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CUADRO 1: Datos familiares de los emigrantes del municipio de Brión en los años 1888 y 1930 Nº total de familias Nº familias con miembros emigrantes % de familias con miembros emigrantes Familias con estructura modificada* % de familias con estructura modificada Nº de “viudas de vivos”** % de “Viudas de vivos” sobre familias con miembros ausentes Nº de “viudas de vivos” que figuran como cabezas de familia Total emigrantes Mujeres ausentes % de mujeres sobre total emigrantes
1888 860 226 26,3% 87 38,5% 99
1930 1048 442 42,2% 192 43,4% 177
43,8%
40,0%
60 307 8 2,6%
117 709 100 14,1%
FUENTE: Elaboración propia. (*) Se utiliza la expresión “estructura modificada” en el caso de familias que, como consecuencia de la ausencia de alguno de sus miembros, ve alterada su estructura. (**) Las “viudas de vivos” son aquellas esposas que tienen sus maridos ausentes en la emigración.
(22) Rodríguez Galdo, Mª X. (1993: 135). (23) Rodríguez Galdo, Mª X. (1995). Rodríguez Galdo, Mª X.; Freire Esparís, Mª P.; Prada Castro, A. (1999).
sideradas, pasando de representar el 26,3% del total de grupos familiares en el año 1888 al 42,2% en 1930. En consonancia con los resultados anteriores, el número de personas ausentes registradas en los padrones de habitantes pasa de 307 en el primero a eleva rse a 709 en el segundo. La significación de los datos de los emigrantes de Brión se refleja en que reproduce fielmente el comportamiento de la emigración neta en Galicia22. El mayor número de ausentes reflejado en el padrón de habitantes de 1930 obedece a varias causas que no difi e ren sus-
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tancialmente de las apuntadas en otro lugar para el conjunto de Galicia23. Desde una perspectiva más estrictamente demográfica, conviene recordar que en la medida en que iba perdiendo fuerza el ideal de vo l ver imperante en gran medida en los ga l l egos que emprendían el camino del éxodo, se incrementa la emigración neta, auspiciada además por el aumento del número de mujeres que se incorporan al flujo migratorio. Como es sabido, la mayor emigración femenina revistió un carácter defi n i t ivo en una proporción superior a la de los varones, como ya se había señalado en dive rsos prólogos explicativos de las Estadísticas de Emigración e Inmigración Española, y de manera particular en las referidas a los años 1882 a 1890. Se apuntaba allí que “de los varones regresa el 30 por cien, y de las hembras, cuya traslación es síntoma de un cambio defi n i t ivo de residencia en las familias, sólo vuelven 16 de cada 100”. Se constata así mismo un ligero aumento de la proporción de familias en las que se ve modificada su estructura como consecuencia de la ausencia de alguno de sus miembros. En cambio, los casos que calificamos como “viudas de v ivo s ” experimentaron una ligera disminución. Así, mientras en el año 1888 el 43,8% de las familias con emigrantes corresponden al modelo de “viudas de vivo s ” , en 1930 el grupo baja al 40,0%. Según los datos del Padrón de Habitantes de 1888, se ha comprobado que, del total de viudas de vivos, sólo el 60,6% aparecen como cabezas de familia, elevándose esta proporción al 66,1% en 1930. En los restantes casos, al estar integradas en familias complejas, figura como cabeza de casa otra persona, generalmente de una generación superior.
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La referencia en primer lugar a Galicia es obligada, pues reúne la doble consideración de ser un país paradigmático en cuanto a vigencia de la explotación familiar, dentro de la cual adquiere una fuerte significación el trabajo de las mujeres, y de mantener elevadas tasas emigratorias hasta hace algo más de dos décadas. Se constituye por ello en un observatorio idóneo para estudiar la relación entre mujeres y agricultura, y más concretamente el trabajo de las mujeres en la agricultura familiar, y para analizar la relación entre mujeres, economía campesina y emigración.
Mª Pilar FREIRE ESPARÍS
Emigración y feminización de las explotaciones agrarias familiares
CUADRO 2: Salidas de pasajeros por mar. Galicia, 1888-1930. Tantos por cien 1888 1900 1810 1920 1930
HOMBRES 78,6 75,0 71,5 78,3 58,5
MUJERES 21,3 25,0 28,5 21,7 41,5
FUENTE: Elaboración propia.
CUADRO 3: Inmigrantes procedentes de puertos gallegos, clasificados según el sexo y el estado civil (1882-1926) Hombres Casados Solteros Resto TOTAL
Nº 80.729 175.915 15.590 272.234
% 29,7 64,6 5,7
Mujeres Casadas Solteras Resto TOTAL
Nº 38.596 99.394 10.008 147.998
% 26,1 67,2 6,7
FUENTE: Rodríguez Galdo, M. X. (2002: 69).
(24) En el caso de los inmigrantes procedentes de puertos gallegos que entraron en el puerto de Buenos Aires en el período 1882-1926 se constata el mayor peso de la soltería femenina frente a la masculina, el 67,2% frente al 64,6% de los varones. Rodríguez Galdo, Mª X.; Freire Esparís, Mª P.; Prada Castro, A. (1999: 285).
El descenso de la importancia del modelo de “viudas de v ivos” guarda una fuerte relación con la mayor participación de las mujeres en los movimientos migratorios, preferentemente solteras, como se registra en la última de las fechas consideradas24. Se pasa de un porcentaje del 2,6% al principio del período analizado (1888) a un 14,1% al final (1930); siendo, de todas formas, una proporción bastante baja que contrasta con los datos de emigración femenina salida por puertos ga l l egos, para la misma época, recogidos en el siguiente cuadro 2, elaborado a partir de las Estadísticas de pasajeros por mar. Según los datos desagregados a partir de las Listas de Pasajeros a rgentinas, utilizando los de los pasajeros salidos
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CUADRO 4: Datos familiares de los emigrantes del municipio de Padrón. Años 1904 y 1935. 1904 1935* Nº total de familias 1712 1309 Nº de familias con miembros emigrantes 251 110 % de familias con miembros emigrantes 14,7% 8,4% Nº de familias con estructura modificada 109 49 % de familias con estructura modificada 43,4% 44,5% Nº de casos de “viudas de vivos” 93 52 % de “viudas de vivos” sobre familias con miembros ausentes 37,1% 47,2% Nº de “viudas de vivos” que figuran como cabezas de familia 55 33 Total emigrantes 282 165 Nº de mujeres ausentes 49 36 % de mujeres sobre total emigrantes 17,4% 21,8% FUENTE: Elaboración propia. (*) Parroquias de Cruces, Iria y Padrón
por puertos gallegos (que incorporan también individuos procedentes de Asturias y Castilla-León), la representación de las mujeres asciende a un 35,22% como se puede apreciar en el cuadro 3. Un dato de especial interés si se tiene en cuenta la fuerte raigambre de las economías agrarias familiares en esta parte de España y que, en un principio, parecían menos proclives a enviar mujeres a la emigración, si bien la misma fuente argentina permitió constatar la mayor proporción de mujeres solteras procedentes de Galicia, sobre las casadas (67,25% las primeras sobre un 26,15% las segundas) que arriban a Buenos Aires entre 1882 y 192625. Otro municipio coruñés para el que podemos analizar la relación entre emigración y composición familiar es
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(25) Rodríguez Galdo, Mª X. (2002: 69).
Mª Pilar FREIRE ESPARÍS
Las observaciones de los contemporáneos y los datos de naturaleza estadística, nos han permitido “rescatar” el trabajo de las mujeres en la explotación familiar y devolverles, por lo tanto, su protagonismo en la vida económica del país como en efecto resaltan los escritores, juristas, economistas o publicistas preocupados por describir la situación de la agricultura en Galicia.
Emigración y feminización de las explotaciones agrarias familiares
Padrón. En este caso, se registran las menciones de ausentes en el Padrón de Habitantes del año 1935 y en el de 1904 disponemos de las anotaciones relat ivas a los habitantes que se ausentan del municipio con posterioridad a la realización del censo. La observación de los datos del cuadro 4 permite afirmar la releva n c i a , en los primeros años del siglo XX, de la emigración en el municipio de Padrón; y más sobre todo si se tiene en cuenta que el 14,7 por cien que representan las familias con miembros emigrantes sobre el total de hogares no refleja la incidencia del proceso migratorio en toda su plenitud. Del mismo modo que sucedía en Brión, la ausencia de algún miembro del grupo doméstico va a tener una fuerte incidencia sobre la estructura familiar. Así, el 43,4% de las familias con algún miembro ausente ve modificada su tipología, con un porcentaje exactamente igual que el alcanzado para Brión en el año 1930. En Pa d r ó n , el porcentaje que representan las “viudas de vivo s ” , el 37,1% en el año 1904 y el 47,2% en 1935, es igualmente signifi c at ivo. Si además se tiene en cuenta que al analizar la fuente constatamos que ya en 1904 se registra un importante número de familias en las que fi g u ran mujeres en esta situación, se puede afirmar que este tipo de familia alcanza en Padrón una re l evancia tan destacada como en Brión. En relación con las “viudas de vivo s ” que figuran como cabezas de familia, observamos que su importancia porcentual es ligeramente inferior a la registrada en el municipio brionés, pues en Padrón los valores se sitúan en 59,1% para el año 1904 y en 63,5% para 1935. Otro hecho confi rma-
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Llegada al puerto de Buenos Aires (Argentina).
do y relacionado con el anterior es que un número considerable de grupos domésticos que tenían como cabeza de casa a una “viuda de vivo ” emprenden el camino emigratorio en estos anos, por lo que se entiende que se trata de casos de reagrupamiento familiar, lo que explicaría el mayor porcentaje que representan las mujeres y los niños en el total de emigrantes. En Padrón, las mujeres representan el 17,4 por cien del total de emigrantes. Un porcentaje a destacar, si se tiene en cuenta que en Brión en el año 1930 tan solo significaban el 14,1%. Las observaciones de los contemporáneos y los datos de naturaleza estadística, nos han permitido “rescatar” el trabajo de las mujeres en la explotación familiar y devo l verles, por lo tanto, su protagonismo en la vida económica del país como en efecto resaltan los escritores, juristas, economistas o publicistas preocupados por describir la situación de la agricultura en Galicia. Y este protagonismo no hizo más que
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Emigración y feminización de las explotaciones agrarias familiares
Homenaje a la mujer en el Centro Gallego de Montevideo.
afianzarse a medida también que la intensificación de las prácticas agrarias requirió de la movilización de toda la fuerza de trabajo familiar, y asimismo a medida, lo que no es incompatible con lo anterior, que la emigración arrancaba de la “casa campesina” un considerable número de brazos, en su mayoría, como acabamos de ve r, de va rones jóvenes. El trabajo no diferenciado de las mujeres en las tareas agrícolas, ni siquiera en aquellas que requerían de un mayor esfuerzo físico, muestra la inaplicabilidad de las teorías del determinismo biológico a la hora de explicar su papel subordinado. La ausencia del marido, en muchos casos, no signifi c aba la asunción del papel de cabeza de familia por parte de las esposas sino que, al integrarse en una familia compleja, eran otros parientes varones los que asumían ese papel. Incluso en el caso de que la esposa del marido ausente viviese sola con
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sus hijos, es cierto que se veía obligada a desempeñar ciertos roles en la vida pública, pero sin que ello supusiera ninguna otra consideración de orden social. Además, los datos de los padrones de habitantes nos hacen intuir que en muchos de los casos en los que la mujer figura como cabeza de familia por la ausencia del varón, se trata de una situación transitoria hasta que los restantes miembros de la familia nuclear se unen también a la corriente emigratoria. En el trabajo se refleja que tan importante como evaluar el volumen del flujo migratorio es conocer su composición y su impacto, diferenciar los protagonistas, ver como afecta a los papeles de hombres y mujeres y a su representación en la vida económica y social.
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Las mujeres canarias en el sueño americano Teresa GONZÁLEZ PÉREZ Doctora en Historia, licenciada en Ciencias de la Educación y diplomada en Magisterio.
L
as mujeres canarias no sólo han sido determinantes en la historia de la tierra que las vio nacer, también en la configuración de otras culturas del mundo. Ellas han escrito muchas páginas del pasado universal imprimiendo importantes episodios de la humanidad, a pesar de que hayan sido protagonistas invisibles. Desde los albores del siglo XVI y los primeros momentos de la colonización americana destaca su presencia en América, formando parte de las expediciones que salieron desde el Archipiélago para el poblamiento americano. Anónimas en la historia se establecieron junto a sus familias o de forma individual por diferentes regiones, estrechando su grado de asimilación en contacto con la población autóctona. La Luisiana, San Antonio de Texas, Montevideo y otros lugares de América y el Caribe fueron fundados por mujeres y hombres procedentes de las Islas Canarias.
Teresa GONZÁLEZ PÉREZ. Es catedrática E.U. en la Universidad de La Laguna (Tenerife-Islas Canarias), donde viene desarrollando su labor docente desde 1990. Su línea de investigación se centra en la Historia de la Educación y en la Educación de las Mujeres. Desde sus comienzos como profesora universitaria se ha significado por su compromiso con las mujeres. Autora de una veintena de libros y de numerosas publicaciones en revistas científicas, ha escrito cientos de artículos periodísticos. Desde 1988 colabora con el periódico El Día. Columnista de La Opinión durante 5 años (2001-2006), en la columna semanal En Femenino, dedicada a abordar la problemática de las mujeres.También ha estudiado la emigración Canaria a América. A este respecto indicar las siguientes publicaciones: “Perfil cultural de las emigrantes canarios” (2001), “Hijas de Canarias, un ejemplo de asociacionismo femenino” (2001), “Las isleñas en la diáspora americana” (2004), “Mujeres, analfabetismo y emigración. Mujeres canarias en la ruta americana” (2005), Mujeres y emigración: mujeres canarias de ayer en el éxodo americano (2006), Persiguiendo sueños: Mujeres canarias en la América multi cultural (2008). Ha presentado varias ponencias sobre la temática migratora..Reseñamos las
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Teresa GONZÁLEZ PÉREZ
... aportadas al Congreso Iberoamericano de Historia de la Educación Latinoamericana: “Mujer, Educación y Emigración: La instrucción de la mujer Canaria y la emigración a Cuba en la segunda mitad del siglo XIX”. II CIHELA. Caracas, 1996; “Cultura y emigración. Una página en la historia de las mujeres canarias”. III CIHELA. Santiago de Chile, 1998. Ha participado en diferentes eventos científicos en América y Europa . En reconocimiento a su labor investigadora ha sido galardonada con varios premios de investigación.
Las mujeres canarias en el sueño americano
En el ayer miles de mujeres canarias cruzaron el Atlántico, en condiciones infrahumanas, en inseg u ras embarcaciones, seducidas por la esperanza de mejorar su vida y la de su familia, aunque muchas veces no lo alcanzaron. Pa ra muchas de aquellas mujeres llegar al otro lado del Atlántico s i g n i fi c aba conseguir un trabajo, que a la postre cambiara su estatus social o que al menos les permitiera obtener los recursos para alimentar a los miembros del grupo emigrante y a la familia que dejaban atrás. Una amplia ge n e a l ogía de mujeres, cultas e iletradas, sencillas y cargadas de responsabilidades, prototipo de tantas mujeres solteras y casadas, j ó ve n e s , adultas y ancianas, que redactaron las páginas de la emigración hacia América. Sujetas a los estereotipos culturales de su tiempo dieron impulso a la vida allende los mares y contri bu yeron a la prosperidad del territorio americano, colocando sus energ í a s en la actividad doméstica, agraria o de servicios. El goteo migratorio secular de las isleñas ha dejado huella en el pueblo americano; ellas que a través de los tiempos se implicaron en la vida cotidiana allende los mares, laborando en el hogar y ocupándose de distintas actividades, contri bu yeron al progreso y bienestar de las familias, al tiempo que propulsaron la vida de los pueblos. Allí transportaron la idiosincrasia, las costumbres, creencias, las artes; evocaron el recuerdo de su terruño, crearon asociaciones y centros que catalizaron sus relaciones. Y es así, a pesar de que no aparezcan en las crónicas ni en los relatos y apenas se les mencione en las pasadas y recientes investigaciones sobre las emigraciones canarias. La revelada ex clusión de las mujeres isleñas del proceso histórico ha estado determinada por la arraigada concepción de que ellas
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no aportaban nada a la historia social. Pese a su re l ega m i e n t o , saltando fronteras, nacionalidades y ocupaciones, a través del tiempo, las mujeres se empeñaron en conquistar un espacio en el mundo y desempeñaron un papel importante en los luga res donde se establecieron. En distintos periodos muchas generaciones de isleñas surcaron el océano con rumbo al nuevo continente, sin embargo, su quehacer permanece ignoto e irreconocido para la mayoría de los estudiosos que continúan manteniendo un relato masculino. Una de las razones por las que su protagonismo ha escapado al interés de los estudiosos ha sido porque la historicidad ha tenido un carácter androcéntrico. De este modo, a pesar de su valiosa aportación, la historiografía ha desestimado la diáspora femenina, y tanto el anonimato como el olvido se apropiaron de las mujeres. LA TIERRA PROMETIDA, ALLENDE LOS MARES Las mujeres canarias que se lanzaron a la ave n t u ra de la emigración formaron parte del proceso colonizador europeo, fueron protagonistas en los asentamientos y en la construcción de nuevas sociedades americanas. Ellas constituyeron un elemento clave en las colonias, en el proceso de integración de la nueva sociedad y en la identidad cultural. Pero las isleñas fueron emigrantes humildes y trabajadoras, que buscaban una vida mejor en América. La emigración de familias canarias ha sido una constante en todos los períodos de nuestra historia. El desplazamiento de las mujeres canarias, como para todos los miembros de sus familias, estaba condicionado por diferentes factores. Entre ellos, el alto nivel de pobreza y la crítica situación económica
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En el ayer miles de mujeres canarias cruzaron el Atlántico, en condiciones infrahumanas, en inseguras embarcaciones, seducidas por la esperanza de mejorar su vida y la de su familia, aunque muchas veces no lo alcanzaron.
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de las Islas Canarias. Estas situaciones y sus variaciones determinaban las altas y bajas en los movimientos de familias canarias hacia América. Dichas condiciones, junto a las facilidades que ofrecía la corona, impulsaban al embarque de un buen número de familias canarias hacia diferentes tierras americanas, incluso hacia luga res inhóspitos, como La Luisiana y la Costa de los Mosquitos en Centroamérica. Entre 1680 a 1716 partieron un total de 73 fa m i l i a s , con 332 miembros; y en los años 1718-1765, fueron 984 familias con 2.207 integrantes. En la expedición cívico-militar a La Luisiana, correspondiente a los años 1778-1779, salieron 428 familias nucleares que suponían un total de 1.827 personas, el número de hijos era 736, por sexos, 372 hombres y 364 mujeres. El porcentaje total de los canarios desplazados representaban el 53,88% de hombres y el 46,12% de mujeres, cifras que evidencian la participación femenina así como delatan una misión señera en el poblamiento de nu evos territorios. Protagonizaron hechos históricos relevantes, y sin su presencia no hubiese sido posible la institucionalidad del territorio ni la formación de la comunidad de naciones que surgió posteriormente. Ayudaron en la construcción de América, formaron hoga res siguiendo el modelo de familia isleña, base del poblamiento, con lo cual todas las mujeres que marcharon a América son las auténticas fundadoras de los nu evos núcleos poblacionales; sin ellas los hombres no hubiesen podido emprender una empresa de tal magnitud. Buen número de esas eficaces colaboradoras en las tareas de la empresa indiana, protagonistas de viajes y ave n t u ras en la construcción de pueblos y en la gestación de una nueva sociedad, partieron del Archipiélago Canario. Estas colonas y colo-
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Gráfico 1- Distribución territorial de la emigración familiar desde Canarias a América.
nos constituían un potencial joven, marchaban acuciados por las penu rias económicas en aras de la prosperidad y se convirtió en un éxodo dramático y calamitoso, pues tuvieron que superar muchos infortunios en las nuevas tierras: hambre, enfermedades, pérdida de vidas, malas condiciones del establecimiento, inundaciones, y hasta las consecuencias de la guerra colonial entre España e Inglaterra. En el período comprendido entre 1680 y 1799, es palpable un movimiento mayor hacia Estados Unidos y Santo Domingo, un destino en tierra fi rme y el otro, en una isla del Caribe. Otros destinos importantes fueron Cuba, Venezuela, Puerto Rico, Montevideo y Campeche. Las salidas se producían desde las distintas islas del archipiélago canario, pero con predominio de Tenerife. El proceso migratorio hacia el Caribe se intensificó en el siglo XIX, siendo espectacular el éxodo hacia la Gran Antilla, donde participaron buen número de
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mujeres y por otra parte se generalizó la política de reagrupamiento familiar, movimiento en el que destacó la notable participación femenina. Según informa la estadística de emigrados canarios con especificación del sex o , para el siglo XIX, de un total de 23.592 personas, 6.880 eran mujeres y 16.712 eran hombres. Tales cifras representaban un 29,16% de mujeres frente a un 70,83% de hombres. En la década comprendida entre los años 1818-1828 el número de mujeres emigradas fue de 483; sin embargo, se dispararon las cifras en la década siguiente (1829-1839) llegando a alcanzar 5.488. En el período 1829-1839, de un total de 17.490 emigrantes, 5.488 eran mujeres, cifra que representa el 31,3% frente a 12.002 hombres en ese total. Es signifi c at ivo que, aunque se producen altas y bajas en esta proporción durante el período señalado, ex i s t e una tendencia a disminuir las diferencias en las cantidades de hombres y mujeres emigrados. Mientras en el año 1829 de 369 emigrantes sólo 24 eran mujeres, en 1837 la cifra total fue de 2.829 de los cuales el 39,8% eran mujeres con un total de 1.126 de ellas. Atendiendo a los luga res de procedencia, observamos que emigraban mujeres de diferentes pueblos de todas las islas, sobre todo de las áreas rurales. Un buen ejemplo de la inmigración de mujeres canarias lo constituye Venezuela, donde entre 1832 y 1845 representaban un 36,54 por ciento de los embarcados, porcentaje que se traduce en una cifra de 3.068 mujeres de un total de 8.395 emigrantes. En 1837 las emigradas llegaron al 90,19 por ciento y en 1845 alcanzaron un 89,53 por ciento. En 1838 la emigración femenina representó el 36,92%, emigrando 1.838 mujeres. En el citado año la salida masiva de mujeres se produjo desde
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Gráfico 2- Porcentaje de mujeres y hombres emigrados (1778-1779).
Lanzarote, ascendiendo al 84,08% del total de mujeres emigrantes. Le siguió Fuerteve n t u ra con un 68,34% y La Gomera con el 62,96%. Mientras La Palma registró un 29,64% desde El Hierro no hubo emigrantes femeninas en ese año. Pa ra Uruguay entre 1835 y 1842 se embarcaron más de 8 mil personas, en las que partían mujeres y niños junto a los hombres. La inmigración canaria, que entre 1840 y 1844 supuso el 41,3%, transformó Uruguay, pues se dirigían al interior donde se establecían y se dedicaban a trabajar en la agricultura. También los empresarios que monopolizaban las expediciones obtenían lucrat ivos ingresos a base de endeudar a los emigrantes con la venta del pasaje, los trasladaban a Buenos Aires o Montevideo. Las isleñas se diseminaron por diferentes territorios portando la identidad canaria, además de los indicados, hubo otros destinos como A rgentina, Costa Rica, Santo Domingo o Puerto Rico. Es cierto que los canarios se confundieron con los Antillanos en la obra de incrementar la agricultura, ocupación
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de gente pobre quienes se valían de su trabajo personal y el de sus fa m i l i a s , donde las mujeres desempeñaban una misión relevante aunque invisible. La explotación familiar dominada por el patriarcado, en la que trabajaban hermanos, parientes o vecinos, también lo hacían las mujeres. El guajiro y la guajira se aplicaron en el cultivo del tabaco como vegueros; ellas colaboraban en las tareas de cultivo y recolección, criaban animales de corral, sin descuidar las tareas domésticas. Los inmigrantes rentabilizaban el trabajo de las mujeres, aunque los hombres invirtieron más fuerza en el trabajo asalariado y en la agricultura comercial, porque ellas se encontraban en el hogar o cerca de éste. Los inmigrantes optaron por el desempeño de diversidad de trabajos, mientras ellas se orientaban preferentemente al sector servicios. Con el tiempo algunas mujeres progresaron, incluso tenían propiedades, unas poseían tierras de cultivo y otras eran dueñas de fábricas y chinchales como sucedió en Cuba. Ejemplo de estas propietarias lo constituyen Elia Viera Silverio, Ilda Hernández, Teonila López Pérez, Fermina Fa rdales Bravo , Julia Castañeda y Elena Va rgas Guerra. La intensidad del flujo migratorio estaba en relación con la coy u n t u ra socioeconómica del Archipiélago, pues la estrecha relación entre economía y emigración queda clara al observar que en los periodos de crisis económica se disparaban las salidas. Las crisis de subsistencia que se sucedían en las islas impulsaron el éxodo, situación genérica que se presentaba en todos los municipios insulares, guardando un equilibrio entre la depresión económica y la fluidez de emigrantes. El traslado a América provocaba el endeudamiento de la familia, que pedía préstamos o vendía sus propiedades para comprar el
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pasaje; generalmente, los emigrantes se financiaban el viaje y para ello vendían “sus cortas pertenencias”. La emigración clandestina, es decir la salida de la población que por diversos motivos no podía acceder al embarque reg l a m e n t a rio, representó en el Archipiélago un éxodo importante. Las mujeres también marcharon ilegalmente, aunque con cifras inferiores a las masculinas. Las salidas incontroladas de canarios fue una realidad en los siglos XIX y XX; hombres y mujeres viajaban sin registrarse en su municipio de origen, como fórmula para sortear los impedimentos. En las primeras décadas del siglo XX, asimismo, fue notoria la diáspora isleña con destino a Cuba, igual que lo había sido en época anteriores presentaba una serie de características distintivas: el arraigo agrario y la elevada presencia femenina. De esa afluencia mayoritaria a Cuba, contamos con el dato de 221 mujeres y 749 hombres del total de 1.297 personas salidas desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife en 1910. Otro grupo integrado por 141 mujeres y 186 hombres se embarcaron hacia diversos l u ga res, como Arge n t i n a , Brasil, Costa Rica, Puerto Rico, México, Uruguay y Venezuela. Multiplicidad de destinos que demuestra, una vez más, la diversidad de la diáspora, comportamiento que se repetía en años sucesivos, siendo las repúblicas continentales las receptoras de inmigrantes, así Argentina y Uruguay atraían en torno a un 20% del contingente. Las mujeres conformaron un grupo migratorio importante, aunque el grueso de la diáspora lo componían hombres, la prensa reflejó en sus páginas que “las mujeres forman la mayoría de los emigrantes” (La Prensa, Santa Cruz de Tenerife, 2 de diciembre de 1910). En 1912 partieron 610 mujeres y 2.259 hombres, recalaron en los
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La intensidad del flujo migratorio estaba en relación con la coyuntura socioeconómica del Archipiélago, pues la estrecha relación entre economía y emigración queda clara al observar que en los periodos de crisis económica se disparaban las salidas. Las crisis de subsistencia que se sucedían en las islas impulsaron el éxodo, situación genérica que se presentaba en todos los municipios insulares, guardando un equilibrio entre la depresión económica y la fluidez de emigrantes.
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Familia de origen canario en Venezuela.
países reseñados, pero Cuba continuaba siendo el destino de preferencia. En 1913 de 339 mujeres embarcadas el éxodo para la Gran Antilla fue de 246 frente a 1.420 hombres, de un total de 1.574, mientras 93 mujeres y 154 hombres se repartieron entre Argentina, Brasil, México, Uruguay y Venezuela. En 1915 marcharon 333 mujeres a Cuba junto a 2.119 hombres, y 48 mujeres y 91 hombres se repartieron por Argentina, Uruguay y Venezuela. En 1917 partieron un total de 55 isleños: 20 mujeres y 35 hombres, de los cuales 18 mujeres y 32 hombres arribaron a La Habana, y 4 hombres y 2 mujeres a La Guaira (Venezuela). Conviene tener presente que los años indicados coinciden con la primera guerra mundial, contienda que dañó la economía y las relaciones comerciales del Archipiélago, hecho que produjo enormes secuelas entre la población insular sufriendo un alto nivel de empobrecimiento. En suma, entre 1915 y 1920 se embarcó un contingente de 52.805 isleños, el 98% se dirigían a Cuba, a las zafras en los ingenios y a las plantaciones tabaqueras. Desde
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el puerto de Santa Cruz de Tenerife partieron 8.549, de Las Palmas salieron 8.634 y de Santa Cruz de La Palma, 4.049 emigrantes. También suministraron efectivos humanos las islas de El Hierro, La Gomera, Lanzarote y Fuerteventura. Hacia la mitad del siglo XX Canarias, y en concreto Santa Cruz de Tenerife, ocupaba el primer puesto junto a Galicia en la emigración periférica española. EL SEÑUELO DE UNA V I DA MEJOR El perfil cualitativo de las isleñas que emigraron para América revela un alto porcentaje de iletradas, la mayoría analfabetas integrales que no sabían ni siquiera fi rmar. En parte se trataba de población adulta que nunca asistió a la escuela, que participó poco en ella o estuvo mal escolarizada y, por tanto, tenía un precario nivel de instrucción. Porque las pocas escuelas de las islas no alcanzaban a atender la escolaridad, dejando desamparados a muchos núcleos de las clases populares, y las mu j e res mu l t i p l i c aban los índices de analfabetismo. La infraescolaridad de las isleñas fue un rasgo característico hasta avanzado el siglo XX, una desigualdad que la discriminaba con respecto al sexo masculino por la menor inversión educativa, hecho que se hallaba en relación directa con la desatención de la escuela pública por parte de las autoridades locales y de la administración española. Ese registro más elevado está justificado en la mentalidad de la época, y hasta fechas recientes, de ocupar a la mujer desde edades tempranas en las tareas domésticas, en responsabilizarla de la crianza de los hermanos menores, incluso de contri buir en los trabajos agrícolas. Además en los documentos de embarque las inmigrantes se declaraban
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alfabetas cuando apenas sabían dibujar su nombre o rotular la fi rma, careciendo de habilidades con la escritura y la lectura. Siendo analfabetas, o con faltas de instrucción, sus posibilidades laborales se reducían, así únicamente podían aspirar a los empleos menos cualifi c a d o s , que solían coincidir con los peor remunerados y apreciados. La mujer común sabía mucho del trabajo como labri ega s , jornaleras, de faenas domésticas, de cuidador el hogar y de jornadas interminables, de esfuerzo y sacri fi c i o , en fin de multiplicidad de ocupaciones, pero conocía poco de cultura letrada. Si bien las transterradas presentaban una formación desigual, pues a veces sucedía el caso inve rso, tuvieron algún roce con la instrucción, y presentaban menores cotas de analfabetismo. Las que sabían escribir, en mayo r porcentaje, procedían de zonas urbanas o núcleos rurales con hábitat más evolucionado. En el Archipiélago Canario los altos c o e ficientes de analfabetismo se mantuvieron activos hasta avanzado el siglo XX, ostentando la población un importante retraso con respecto al occidente europeo. El desarrollo de la alfabetización fue muy lento y sinuoso, con un marcado carácter urbano, la cultura era privativa de una minoría y los alfabetizados tenían una preparación bastante raquítica. El trabajo de las inmigrantes se veía condicionado por su n ivel educativo , que en esencia era muy bajo. Esta realidad limitaba su nivel de comunicación tanto hacia adentro como hacia afuera del grupo inmigrante. Algunas llega ron a alcanzar determinado nivel de instrucción, hecho que repercutía en su aceptación social y en su participación en actividades trascendentes como la educación. El saber leer y escribir les abría nu evos espacios de actuación, y a la comunicación precisa con
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los familiares de otras tierras de América y los dejados en las Canarias. Las inmigrantes procedentes de Canarias fueron trabajadoras incansables, no sólo en el hogar sino en las acciones comunitarias. En ambos espacios fueron portadoras de la cultura popular canaria y, por tanto, fieles trasmisoras de las más disímiles formas de esa cultura en los suelos ocupados en América. Transportaron todo un legado cultural y su cosmovisión, incluyendo sus creencias y devociones religiosas. Ellas se convirtieron en dinámicas participantes de las variadas formas de ex p resión cultural que heredaban de sus tierras de origen. Se destacaron por sus modos de organizar las distintas actividades de la vida familiar, por su participación en bailes, cantos y otras áreas artísticas. Participaron en una amplia gama de tareas, como hemos referido en líneas anteriores, tanto en la creación de objetos artesanales como en la enseñanza de la artesanía a sus descendientes. Las mujeres canarias emigraban por múltiples factores, entre ellos, por la captación de las expediciones programadas, las necesidades económicas junto a la ambición por abrazar el
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éxito, todo impulsado por el mito indiano, forjado con la imagen de las personas que regresaban y habían hecho fortuna o alardeaban de ella. Creencias que sirvieron de base para que la corriente migratoria femenina se expandiera y América fuera un destino ansiado donde encontrar la riqueza. Esa tierra fabulosa que, como la Tierra Prometida o el mítico Dorado, deseaban y soñaban alcanzar se trocó cantidad de ve c e s , porque el fenómeno migratorio, sometido a especulaciones, era muy complejo y las expectativas no siempre se cumplían. Muchas canarias de origen campesino y jornalero sin dinero, para hacer frente al coste de la emigración, fueron enroladas por ello en las expediciones organizadas. Por este m o t ivo desde su salida del Archipiélago estaban sujetas a unas cláusulas engañosas, abusando de su ignorancia, l u ego resultaban explotadas en el lugar de destino. Se trataba de gente sencilla y trabajadora que confi aba en la certeza de las ofertas laborales y, al llegar a la otra orilla, comprobaban que todo lo prometido se desvanecía, el viaje a la Gran Antilla las empobrecía aún más. Por otra parte, hay que considerar que en las zonas urbanas las mujeres se vieron sometidas a una cierta m a rginación relegándolas al hogar o a trabajos relacionados con él y, en otros casos, se veían abocadas a la prostitución. Pocas veces la historiografía ha recogido datos sobre la ex p l otación sexual a la que fueron sometidas un considerable número de canarias en Cuba. Un rentable comercio que redistribuyó a las canarias por los pro s t í bulos de La Habana y por “tugurios” y “ l u p a n a res” en distintos luga res de Cuba, incluso algunos viajeros describieron como eran vendidas y subastadas en el muelle de La Habana. Las isleñas, ilusionadas con la idea de
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Tres generaciones de mujeres canarias en Vitorino, Guisa (Cuba).
alcanzar la posición socioeconómica que su tierra natal les n egaba, cayeron en las redes de la prostitución, siendo víctimas de las especulaciones de quienes se dedicaban al tráfico del género humano o "trata de blancas". Las féminas eran enga ñ adas por las compañías de embarque, para quienes resultó un lucrat ivo negocio trasladar mujeres canarias a Cuba, con ofertas fantasmas y falsas ex p e c t ativas laborales con las que obtendrían importantes ingresos. La propia prensa canaria y cubana denunciaba, desde la segunda mitad del siglo XIX, ese tráfi c o de mujeres para dedicarlas a la prostitución. En otro orden, en Cuba existió una agrupación femenina conocida como Hijas de Canarias, una colectividad benéfi c a que llevaba el nombre de la patria chica, vinculada a la Asociación Canaria de Cuba. A imitación de Hijas de Galicia, permitió la actuación de las isleñas en aquel contexto secundando el ejemplo de las ga l l egas. Su actividad comenzó a despuntar en torno a 1930, siendo una entidad señera para las
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féminas, si bien no tuvo el impulso y el coraje de otras asociaciones, el esfuerzo de este colectivo puso en marcha el proyecto de creación de un Centro de Salud y un Centro de Enseñanza para todas las mujeres. Los sentimientos humanitarios se palpaban en el quehacer de esta institución, había una preocupación por las inmigrantes en el sentido humano, especialmente por aquellas que se hallaban solas y que no contaban con el respaldo familiar por razones de diversa índole, pero acogían a todas las mujeres del país porque su objetivo era inclusivo. En aquel contexto, en razón al sexo las mujeres estaban vetadas y no podían formar parte de las asociaciones, ya fueran culturales, sociales o benéficas. La re o rganización comunitaria en los países de acogida es uno de los aspectos más característicos de los movimientos migratorios transoceánicos contemporáneos. Dependiendo de los países receptores y las peculiaridades de los colectivos emigrados, la procedencia territorial, regional o nacional actuó como elemento unifi c a d o r, pues la diferencia étnica vertebró el proceso organizativo preferentemente por regiones, como fue el caso en Arge n t i n a , Cuba, Venezuela y Uruguay. La intensidad del flujo migratorio creó las condiciones para el asociacionismo, con el objetivo de cohesionar a los efectivos humanos que el éxodo disgrega. La reagrupación cristalizó en una dive rsificada red de instituciones cuyo criterio organizador atendía al origen de los ausentes; siendo catalanes y ga l l egos pioneros, los canarios secundaron el comportamiento de estas comunidades. Su finalidad era recreativa, cultural e instructiva y, sobre todo, ayudar a los emigrantes, mitigar la marginación y el desamparo a través de la benefi c e ncia. Pero los hombres se nega ron a aceptar a las mujeres en las
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instituciones, bien en las sociedades de Beneficencia o Recreo. Aunque ellas estaban presentes en las celebraciones y orga n izando actividades, se limitaron a desempeñar una función decorat iva acompañando a los hombres en fiestas y actos culturales. Esa era la actividad social reservada a las féminas que participaban a través del padre, el hermano o el marido. Por esta causa las isleñas residentes en Cuba y sus descendientes tuvieron que aglutinarse necesariamente en una agrupación ex clusivamente femenina, pues así lo imponían los códigos sociales de la época, pese a que en el primer tercio del siglo XX comenzaron a ser estimadas, no sólo gracias a su empeño en pro de la igualdad sino por su ab n egado esfuerzo en distintas facetas sociales. No obstante las reticencias de la época, Hijas de Canarias contó con el apoyo de muchas instituciones y autoridades, de modo que esa cooperación alentó a la directiva a continuar con sus iniciativas. Hijas de Canarias no remarcó las diferencias étnicas, atrajo a sus filas a muchas mujeres, tanto isleñas como cubanas, extendiendo sus redes por toda Cuba. Tu vo gran acogida entre las cubanas, pues las mujeres de las zonas del interior se movilizaron y se apresuraron a inscribirse en esta asociación, que creció en progresión geométrica con asociadas de todo el país. Ya en el primer año de existencia contaba con unas cinco mil asociadas, y en la medida que mejoraban sus servicios se incrementaba el censo de los miembros de la Asociación. Hijas de Canarias era la única institución benéfica organizada en Cuba por mujeres y para mujeres, trabajaron con ahínco y gracias a su empecinamiento lograron poner en funcionamiento un pequeño hospital y escuelas para atender a todas las aso-
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ciadas. La Casa de Salud se inauguró el 10 de abril de 1931, se hallaba ubicada en las afueras de La Habana, en la loma de Lawton (Reparto de Batista), dirigida por el médico palmero Miguel Pérez Camacho. Este grupo de féminas inquietas y cultas no descuidaron un ápice a sus afi l i a d a s , conscientes de que para prosperar en su calidad de vida había que contar con una formación. No ignoraron que, al margen de la atención sanitaria, las isleñas precisaban formación, dada la precariedad de sus conocimientos y a sabiendas que buena parte de ellas no recibieron educación o fue muy rudimentaria. Por este motivo, para mejorar su instrucción, disponían de escuelas nocturnas para niñas y adultas. Todas las inmigrantes, de uno u otro modo, han dejado sus huellas en suelo americano. Algunas con un papel más destacado, otras en un aparente silencio, pero todas han trascendido y permanecen en la cultura no sólo de sus descendientes sino de muchas generaciones que ven en ellas un ejemplo a imitar. Existen en la historia americana nombres de mujeres de ascendencia canaria, y entre ellos es necesario recordar algunas significadas en la ve rtiente cultural, como las literatas Juana Fe rnández Fe rraz y Caridad Salazar Fernández en Costa Rica; Juana Rodríguez Cruz doctora en Pedagogía y profesora de la Escuela Normal de La Habana, Electra Pérez, doctora en Fa rmacia, la pintora Lola González, las maestras Blasa Afonso Miranda, María Viera, Antonia Cayero Remedios, Leonor Viera, Mª Pino Peñate Jiménez Fidelina Zamora y Josefa Pinto, entre otras, las profesoras Celestina Hernández y Dolores Regalado, o Narcisa del Río Carrillo y Juana Casañas Casañas que destacaron en Cuba por
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Canarias en Caracas (Venezuela).
su refinada formación; la actriz teatral y cinematográfica Pituka Foronda y la escritora Mercedes Pinto Armas en México; la artista Josefina Plá en Pa raguay, destacando en la creación literaria, en la docencia y dirección escénica; la escenógrafa y dramat u rga Mª Concepción Ramírez Nieto que v ivió en Argentina; Rosa Cabrera, profesora de enseñanza secundaria y Mª Rosa Alonso, profesora unive rsitaria en Venezuela. También mencionar otras canarias que han destacado en América por sus descendientes familiares como María Jordan y Marqués en Puerto Rico, madre de los conocidos pintores Ignacio, José y Miguel Campeche; Leonor Pérez, madre del ilustre cubano José Martí; la maestra María Damiana que fue abuela materna del primer vicepresidente de la República de Cuba, Luis Estévez Romero. Otros próceres de América son descendientes de mujeres canarias como José Gervasio Artigas, Simón Bolíva r, Miranda, etc. Igualmente, mujeres ascendientes que han resaltado por su valiosa obra,
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Todas las inmigrantes, de uno u otro modo, han dejado sus huellas en suelo americano. Algunas con un papel más destacado, otras en un aparente silencio, pero todas han trascendido y permanecen en la cultura no sólo de sus descendientes sino de muchas generaciones que ven en ellas un ejemplo a imitar.
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como la escri t o ra Jo s e fina Vi c e n s , nacida en Tab a s c o (México), hija de un inmigrante canario. En general, la significada aportación de las generaciones de mujeres Canarias al acervo sociocultural de las tierras americanas queda fuera de toda duda. Este desplazamiento secular de las que cruzaron el Atlántico, y su integración en los diferentes países receptores constituyó un elemento importante en la configuración social canario-americana. La emigración de mujeres canarias permitió que en determinadas zonas receptoras alcanzaran un cierto desarrollo social, al tiempo que reprodujeron su cultura étnica, garantía de preservación cultural. En la endogamia desempeñan un papel clave, hecho que se mantiene hasta la actualidad. Si bien no puede referirse de forma estricta a la existencia de la endogamia, porque las canarias se integraron en las formas de vida, formaron matrimonios mixtos y se identificaron con la problemática social de la zona receptora. Las mujeres desempeñaron un rol fundamental en la identidad isleña, tejieron lazos de sangre y paisanaje, se identificaron entre ellas y consolidaron sus relaciones. Actuaron como sintetizadoras de la cultura de origen, siendo las transmisoras de sus costumbres y creencias, en suma, de la herencia cultural isleña. Los vínculos de paisanaje son claves dentro de los canarios, hasta el extremo que se denomina "isleños" a los hijos, nietos y generaciones sucesivas. De este modo a sus descendientes se les conoce como isleños, y estos mantienen la nacionalidad familiar. Si se habla de identidades americanas, de los primeros grupos étnicos que han dado origen a ellas, seguramente hay que hablar de las emigrantes isleñas que se sumaron al éxodo y llegaron de distintos modos y en distintos momentos a las tierras continentales e islas de América.
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Desembarco de emigrantes canarios en Caracas (Venezuela).
Añadir, además que, en proporción al volumen migratorio por sexos, los retornados fueron mayoritariamente hombres, porque las mujeres permanecían en América, eran pocas las que regresaban, aunque no todas rompieron sus vínculos familiares. EPÍLOGO La historiografía ha desestimado la emigración femenina, pese a que las mujeres conformaron un grupo migratorio importante, no sólo por las cifras sino por su participación en la confi g u ración de nuevas comunidades humanas en tierras de América. Al referir a las mujeres que emigraron desde las Islas Canarias hacia América hay que sumar el protagonismo que tuvieron en los territorios descubiertos, y la trascendencia de ese protagonismo en el tiempo. El proceso migratorio de las mujeres isleñas tuvo diversas razones y condicionantes, d iversos elementos, esencialmente sociales, todos básicos: las condiciones históricas de las Islas Canarias en cada uno de los
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períodos que marcan las expediciones, los deseos de superar esas situaciones que generalmente rozaban niveles de pobreza, los atractivos americanos reforzados por los primeros emigrantes, por los fa m i l i a res ya establecidos, y por los individuos dedicados al lucrativo negocio de tráfico de personas. La participación de las mujeres canarias en el proceso migratorio las destacó como reales protagonistas de un accionar permanente, en función de defender los elementos identitarios de la cultura de origen. Las mujeres efectuaron el tra s va s e cultural desde el siglo XVI hasta la actualidad. Transportaron desde el folklore, las danzas, los bailes, música, gastronomía, ajuar, indumentaria, medicina popular, literatura tradicional, lenguaje, creencias religiosas, etc. todo lo cual supone un enriquecimiento para la cultura en América. Enraizaron en la nu eva sociedad, protagonizando un intercambio cultural y humano, en un entorno mestizo y fronterizo, la influencia isleña y española se mezcló con lo indígena y africano contribuyendo a la confi g u ración de lo “criollo”, sin ignorar la importante cota de endogamia. Sin dudarlo participaron en la cohesión social y sirvieron de elemento cl ave en el proceso de endogamia étnica que actuó como catalizador de la identidad, al tiempo que tuvieron una actuación ex t raordinaria en la confi g u ración del mundo americano. De forma genérica se re fi e re a las mujeres mas no ex p resamente a su labor, pero sabemos que su aportación fue destacada. Dependiendo de épocas y zonas, s egún algunos autores las mujeres representan el 25% del total de emigrados. Buena parte de las mujeres emigrantes procedían de los sectores populares, de las clases trabajadoras, pocas hijas de la
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élite y de los sectores acomodados participaron en la diáspora. A esas analfabetas, sin nombre y apellidos, que no destacaron por su singularidad pero con su trabajo contri bu yeron al crecimiento de la América hispana y allí roturaron las páginas de su vida. No se trata de la historia de grandes protagonistas y heroínas, se trata del acontecer de las mujeres que nacieron en esta tierra y que empujadas por circunstancias adve rsas y/o la necesidad de labrarse un futuro mejor cruzaron el océano y marcharon allende los mares. Los reconocimientos a la labor de las mujeres no deben ser limitados a su acompañamiento de los hombres canarios, porque su accionar se dimensionó gracias a sus iniciativas y dedicación permanente al trabajo, a la educación de la familia, a su creatividad para enfrentar las adve rsidades inherentes a la decisión de emigrar. Las mujeres fueron responsables de mantener la unidad familiar, f u e ron eje alrededor del cual siempre ha girado todo el proceso de integración doméstica y la planeación y desarrollo de las labores de subsistencia sociocultural de los grupos emigrantes. Las emigrantes procedían de las distintas islas del Archipiélago y, como los hombres, se dirigían a América, muchas veces sin un conocimiento certero de su destino. América era vista desde las islas como un simple punto en el cual habría un progreso en los modos de vida de las emigrantes y sus descendientes. Pero muchas quedaron en el camino sin ver sus sueños hechos realidad, otras quedaron en los espacios receptores con la añoranza de al menos visitar su suelo patrio. Afortunadamente, algunas pudieron verse realizadas y triunfadoras en sus intentos de nuevos proyectos de vida. El tener que compartir espacios geográficos de una amplia dive rsidad étnica y cultural fue un gran
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reto para las emigrantes. En suelo americano se vieron forzadas a intercambiar, a compartir sus modos de vida con otros grupos, a dar y recibir en distintos escenarios socioculturales. Historias de las migrantes del pasado que condicionan y enriquecen la historia de hoy, hijas de una historia sufrida y, a la ve z , exultante. Finalizamos estas pági n a s , reconociendo la aportación de las emigrantes canarias a la sociedad americana, y con el deseo de dignificar su memoria parafraseamos a la escritora chilena Marcela Serrano (Antigua vida mía, 1995): "Una mujer es la historia de lo pequeño, lo trivial, lo cotidiano, la suma de lo callado. Una mujer es siempre la historia de muchos hombres. Una mujer es la historia de su pueblo y de su raza. Y es la historia de sus raíces y de su origen, de cada mujer que fue alimentada por la anterior para que ella naciera. Una mujer es la historia de su sangre. Pero también es la historia de una conciencia y de sus luchas anteriores… es la historia de su utopía".
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Republicanas españolas en el exilio Pilar DOMÍNGUEZ Doctora en Historia por la Universidad Complutense de Madrid.
L
a historiografía española actual ha resaltado la importancia de los éxodos políticos en la historia de España; lo atestigua la obra colectiva dirigida por Jordi Canal (2007) en la que aparecen desde los desterrados por motivos religiosos en la época moderna: judíos, moriscos y jesuitas, hasta los emigrados políticos: afrancesados, liberales, carlistas, republicanos y monárquicos, de los siglos XIX y XX. El destierro –según se aprecia– no ha sido patrimonio de la izquierda en España; sin embargo, el empleo del término “exilio” y “exiliado” si se aplicó por primera vez a los ex p u l s a d o s de la guerra civil. Su empleo es algo relativamente noved o s o , s egún lo señalaba Joan Coro m i n a s , en su Diccionario crítico-etimológico de la lengua castellana, publicado en 1957. “Exilio” era un término en desuso en
Pilar DOMÍNGUEZ. Con una tesis sobre Las mujeres republicanas exiliadas en México. Actualmente es profesora de Historia del Pensamiento Político y los Movimientos Sociales en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (España). Ha trabajado en instituciones dedicadas a la investigación en el campo de la historia oral desde sus inicios; socia fundadora del Seminario de Fuentes Orales y del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid y actualmente presidenta de la Asociación Internacional de Historia Oral. Es autora de Voces del Exilio. Mujeres españolas en México. 1939-1950 (1994), y De Ciudadanas a Exiliadas. Un estudio sobre las mujeres repu blicanas en México (2009). Ha publicado varios artículos sobre el exilio y el trabajo de las mujeres en el franquismo en revistas científicas. Coeditora de las VI Jornadas Historia y Fuentes orales. Crisis del fran quismo y la transición. El prota gonismo de los movimientos sociales (2003). Ha colaborado en obras colectivas como El mundo del trabajo en Renfe. Historia Oral de la Infraestructura (2003), Mujeres y hombres en los mercados de trabajo. ¿Privilegios o eficiencia? (2003), Mujeres y Hombres en la España franquista (2003), Mujeres en el Mundo (2007), entre otras.
Pilar DOMÍNGUEZ
(1) Proviene del latín “exsilire”, “exsilium”, que significa, salirse fuera, destierro, según COROMINAS, Joan (1957): Diccionario crítico-eti mológico de la lengua castellana. Madrid, Gredos.
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la lengua castellana1, que volvió a utilizarse por influjo del catalán “ ex i l i ” y del francés “ ex i l ” , para designar a los hombres y mujeres obl i gados por la derrota republicana a abandonar su país. Los primeros estudios sobre la diáspora republicana se centraron en destacar la labor política e intelectual de las personalidades del exilio partiendo de las fuentes escritas; éstas eran principalmente las obras y la prensa de los propios exiliados, generalmente hombres. Así se ha desarrollado una importante historia intelectual del exilio republicano, centrada especialmente en México (Abellán, 1976; Aznar, 2006; Caudet, 2007). Más ha tardado en consolidarse un enfoque social de la emigración republicana. Éste aspiraba a ocuparse de los refugiados “del común” (Plá, 1999) que era los hombres y mujeres que formaban el grueso de esta emigración y no se habían destacado intelectualmente en el exilio mexicano. Gracias a la búsqueda de nuevas fuentes, en concreto la utilización de los expedientes personales de los refugiados llegados a México (entre 1939 y 1948) recogidos por las organizaciones creadas por los propios españoles, el SERE y la JARE fue posible este nuevo enfoque que quería sacar a la luz al conjunto del exilio. Sin embargo, la participación femenina en el exilio quedaba relegada a un segundo plano, en primer lugar debido al carácter androcéntrico de los propios expedientes personales. Éstos estaban centrados en el “cabeza de familia”, generalmente hombre (a excepción clara de las viudas de guerra), por lo que proporcionaban muchos menos datos de los familiares que les “acompañaban”. La creación de fuentes orales fue el otro puntal de los estudios sociales sobre el exilio. En este aspecto fue pionero el
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Reunión de emigrantes en México.
Archivo de la Palabra del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México2 I.N.A.H. Desde finales de los años setenta, sus investigadoras consiguieron entrevistar a 117 exiliados, en su mayoría hombres (84 entrevistados, un 72%, y 33 mujeres, un 28%). Todos ellos habían llegado a México a partir de 1936, por lo general en las expediciones colectivas organizadas desde Francia en 1939. Con estos testimonios orales se formó la colección de “Historia Oral de los Refugiados Españoles en México” del I.N.A.H. Posteriormente, yo realicé un proyecto de investigación, basado en la metodología de historia oral, dedicado exclus ivamente al colectivo femenino del exilio en México (Domínguez, 1994). La recuperación de la memoria basada en testimonios orales, realizados como historias de vida, ha sido la clave para conocer las experiencias de las mujeres en el exilio mexicano y en la España de la II República y la Guerra Civil, experiencias que hasta entonces permanecían en el anonimato. Para las mujeres
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(2) Actualmente se encuentra una copia de todas estas entrevistas del proyecto del INAH, en el “Centro Documental de la Memoria Histórica” de Salamanca.
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(3) DOMÍNGUEZ, Pilar (2009): “La actividad política de las mujeres republicanas en México”, en Arbor, NARANJO, Consuelo (Coord.): Los destinos inciertos: el exilio repu blicano español en América Latina. Vol. CLXXXV, nº 735, enerofebrero [2009] Madrid.
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que participaron activamente en la vida política y social del período republicano, ésta es una etapa especialmente recordada en los relatos orales, a menudo con la nostalgia de todo lo perdido. En aquellos años, las mujeres irrumpieron con fuerza en la escena pública actuando fuera del estrecho marco que les asignaba el modelo de la domesticidad. Se hicieron visibles en el Parlamento, en las escuelas, en las nuevas organizaciones de mujeres y luego en la defensa de la República durante la Guerra Civil. Aunque las entrevistas nos hablan de vivencias individuales, a partir de los recuerdos de los sujetos particulares, de las mujeres en este caso, se conforma la memoria colectiva del exilio. Una “comunidad de memoria” (Casquete, 2006) basada en las prácticas sociales y políticas realizadas en grupo durante el exilio, a las que se sumaba una narrativa común de las experiencias políticas de la República y la Guerra Civil. Además, al tratarse de una emigración forzosa hay que considerar que mujeres y hombres tuvieron en el exilio experiencias similares de desarraigo, pero les atribuyen diferentes sentidos en función del género, entre otras variables. Dada la importancia de los motivos políticos en su salida del país, parece obligado ocuparse de la presencia de las mujeres en la vida pública y en la política del exilio en México. La actividad política antifranquista tuvo su periodo álgido en los años cuarenta, que fue una época de esperanza “en un pronto regreso a la patria perdida”, para las mujeres y los hombres republicanos asentados en México. Como ya he analizado en otro lugar3, una minoría de mujeres activas en la política desde los años republicanos, continuaron con su compromiso político en el exilio mexicano. Allí encontraron un espacio de libertad para dedicarse a labores soli-
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darias, como el envío de ayuda material a los presos antifranquistas y las tareas de propaganda en contra de la dictadura en España. Trabajaron desde organizaciones femeninas creadas en México, como la Unión de Mujeres Españolas, hecha a imagen y semejanza de la Agrupación de Mujeres Antifascistas que había funcionado durante la II República, o bien se encuadraron en los partidos políticos. Las mujeres que habían pertenecido a la Agrupación de Mujeres Españolas (AMA), crearon un nuevo movimiento social activado en torno a la Unión Mujeres Españolas de México (UME), que se conformó como una comunidad de memoria particular, dentro del colectivo español exiliado en México. A pesar del indudable protagonismo de las mujeres de la AMA y otras organizaciones de mujeres que funcionaron durante la Guerra Civil como Mujeres Libres, la Unió de Dones de Catalunya o las Emakume vascas, no contamos con los relatos orales de casi ninguna de ellas. Emilia Elías, Dolores Bargalló, Matilde Cantos, Encarnación Fuyola, Margarita Nelken, entre otras, llegaron al exilio en edad madura o bien murieron jóvenes, por lo que no pudieron ser entrevistadas a partir de los años ochenta. En estos casos ha sido necesario recurrir a los documentos escritos y revistas de la UME para conocer su actividad política. Por otra parte, al hacer la historia de las exiliadas una de las cuestiones planteadas era su comportamiento como emigrantes que salieron de España para asentarse en México y cuáles fueron los elementos diferenciadores entre los “gachupines” –emigrantes de tipo económico en México– y los miembros del colectivo republicano allí refugiados. Los republicanos españoles insistían entonces, en 1939, en publicaciones como el Boletín al
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La recuperación de la memoria basada en testimonios orales, realizados como historias de vida, ha sido la clave para conocer las experiencias de las mujeres en el exilio mexicano y en la España de la II República y la Guerra Civil, experiencias que hasta entonces permanecían en el anonimato.
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El gran número de mujeres de todas las edades que salieron de España tras la derrota republicana en la guerra civil, en gran parte acompañando a sus familiares, supuso la mayor migración femenina de nuestra historia contemporánea. Solamente por ello sería necesario ocuparnos de sus experiencias en este largo exilio.
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Servicio de la Emigración española en las grandes diferencias que separaban a uno y otro colectivo. Hasta hace poco tiempo, ambos fenómenos migratorios, la emigración económica y el exilio, se han abordado con metodología e hipótesis de trabajo diferenciadas. Sin embargo, en la actualidad, como es buena prueba este libro que reúne ensayos sobre las migraciones femeninas de todo tipo, se va imponiendo una perspectiva globalizadora. Se considera que existen situaciones y problemas comunes, a ambos procesos migratorios; en especial si nos ocupamos de las mujeres y tratamos a las inmigrantes o exiliadas desde un enfoque de género. La inserción de las recién llegadas en la sociedad receptora y los problemas económicos, el reagrupamiento familiar y muchas otras situaciones que tuvieron que afrontar las republicanas españolas en México, son aspectos que afectan a cualquier migrante y, por lo tanto, requieren una metodología unitaria. En esta ocasión trazaremos un panorama que esboce las características generales del colectivo femenino en el exilio en la primera década de su asentamiento en México y las experiencias de las mujeres exiliadas relacionadas con su actividad laboral, que a menudo iba ligada al espacio privado y familiar. Así ocurría con el trabajo de confección a domicilio llevado a cabo por una mayoría de refugiadas españolas en los años cuarenta. RASGOS DEL EXILIO FEMENINO EN MÉXICO El gran número de mujeres de todas las edades que salieron de España tras la derrota republicana en la guerra civil, en gran parte acompañando a sus familiares, supuso la mayor migración femenina de nuestra historia contemporánea. Solamente por ello sería necesario ocuparnos de sus experiencias en este largo
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Mujeres extremeñas en Carapachay (Argentina).
exilio. Del medio millón de españoles que huyeron de España a Francia tras la derrota republicana, a finales del año 1939 y principios de 1940, residían en el país vecino unos 180 mil refugiados republicanos, de los cuales entre 40 y 50 mil eran mujeres y niños (Dreyfus Armand, 2000), ya que al tratarse de una emigración por razones políticas, salieron del país familias enteras, temerosas de las represalias de los vencedores. A pesar del estallido del conflicto bélico mundial y la ocupación alemana de Francia, éste siguió siendo el país que acogió a un mayor número de refugiados españoles. El México de Lázaro Cárdenas fue el segundo lugar en importancia en la diáspora rep ublicana, allí llegaron unos 24.000 exiliados adultos, entre 1936 y 1947 (Plá, 1999). La significación del colectivo español en el país americano ha sido tradicionalmente más cualitat iva que cuantitat iva, pues ya desde la independencia los españoles ocuparon importantes nichos económicos en la industria y el comercio. Los profesionales e intelectuales rep u blicanos, especialmente lo hombres,
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Llegaron a México mujeres jóvenes que en 1936 empezaban su vida laboral y mujeres maduras ya casadas y con varios hijos. El grupo de edad más numeroso eran las jóvenes
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fueron la “ c abeza visible” de esta emigración, aunque no constituían su mayoría, ni siquiera en el colectivo masculino. Las mujeres fueron un 41,2 % de esta emigración, según nuestros datos, procedentes del archivo de la Junta de Ayuda a los Republicanos Españoles, JARE (Domínguez, 1994), que abarcan el período comprendido entre 1939 y 1949. La importancia cuantitativa del colectivo femenino ha sido corroborada por los estudios estadísticos realizados a partir de los pasajeros de las expediciones de los tres primeros barcos Sinaia, Ipanema y Mexique que salieron de la costa atlántica francesa en 1939 (Plá, 1999), a cargo del SERE (Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles). Según estas fuentes, las mujeres y los niños constituían un 45% del total de esa emigración. La existencia de dos organizaciones de ayuda a los refugiados españoles, SERE y JARE, divididas por motivos políticos, pero con fondos suficientes para subsidiar a la mayoría del colectivo exiliado en México, fue uno de los rasgos característicos de esta emigración. Así el exilio español puede definirse como una “emigración asistida” y con recursos que permitieron la fundación de instituciones educativas propias, entre otros logros. A su llegada a México predominaban los grupos familiares extensos formados por parientes en diverso grado que marcharon unidos frente a los desastres de la guerra. Con frecuencia las familias estaban incompletas, pues primero llegaban los hombres –más expuestos a la represión política– y luego la mujer y los hijos pequeños. El exilio también propició la aparición de nuevas parejas, que a veces dejaban atrás a la antigua y de familias monoparentales encabezadas por las “viudas de guerra”, por desgracia muy numerosas.
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En comparación con la emigración económica a México las cifras nos dicen que la presencia de las mujeres españolas aumentó porcentualmente en el país, debido al exilio4. En 1936, había entre la población española residente en México una gran desproporción entre el número de hombres y de mujeres, a favor de los primeros, que eran el 87,7% del total, y las mujeres un escaso 12,5%; sólo llegaban a ser un 23,3% en las edades más jóvenes, entre 15 y 19 años (Lida, 1997, 72). El exilio mexicano reunió a mujeres de diversa condición social, ocupación y estado civil que habían vivido la traumática experiencia de la guerra de maneras muy distintas; algunas eran madres de familia cuyos maridos habían ocupado cargos de responsabilidad política, otras habían participado en la contienda y tenían en España una destacada actividad profesional y política; recordemos que residieron en México tres de las diputadas de las Cortes republicanas, Margarita Nelken, Matilde de la Torre y Veneranda García Manzano y valiosas intelectuales y políticas casi desconocidas hoy como Trinidad Arroyo, Matilde Cantos, Emilia Elías, Encarnación Fuyola, Regina Lago o Mercedes Pinto, junto a otras mujeres más significadas como Isabel de Palencia y Belén Sárraga. En este sentido, no se puede hablar del colectivo femenino en el exilio como un conjunto homogéneo; por el contrario, las mujeres de distintos grupos sociales interpretan su destierro de maneras a veces opuestas. Así, nos referimos a un sujeto femenino plural, con varias identidades, que se articulan en función de las diferencias entre las propias mujeres5. Llegaron a México mujeres jóvenes que en 1936 empezaban su vida laboral y mujeres maduras ya casadas y con varios hijos. El grupo de edad más numeroso eran las jóvenes de 25 a
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(4) PLA, Dolores. “Características del exilio español en México en 1939” en LIDA (comp.), Una inmigración privile giada. Comerciantes, empresarios y profesio nales españoles en México. Madrid, Alianza, 1994. Págs. 218-231. Utiliza los expedientes de la otra organización del exilio, el SERE y llega a unas cifras parecidas, 24.000 exiliados adultos de 1936 a 1947. (5) Las características de este conjunto se analizaron a partir de la muestra estadística basada en los expedientes de la Junta de Ayuda a los Republicanos Españoles (JARE), en DOMÍNGUEZ, Pilar. Voces del exilio. Mujeres españolas en México. Madrid, Comunidad de Madrid, 1994.
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Las refugiadas españolas pertenecían al sector femenino de la parte más ilustrada del país El nivel educativo de las exiliadas era más elevado que el del conjunto de las españolas, pues la mayoría, formada por el grupo de amas de casa, sabían leer y escribir, aunque no dejaba de ser bajo en comparación con sus homólogos masculinos.
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40 años, un 53% del total. Aquí vemos ya una diferencia notable con la emigración económica, formada por menos mujeres y mucho más jóvenes, que solían estar solteras a esas edades. Con todo, en el exilio, predominaron las mujeres casadas, seguidas de las viudas; la muestra realizada recoge un alto porcentaje de viudas, 23%, como una consecuencia directa de la guerra y debido a que en los expedientes personales de la JARE figuran como cabezas de familia. La situación de las viudas con hijos pequeños era bastante precaria, trabajando en los oficios más duros y peor pagados. Es significativa la presencia en los primeros años del exilio de las mujeres separadas. Se trataba en su mayoría de separaciones forzosas debidas a las circunstancias de la guerra y el éxodo, mujeres que habían dejado a su marido en las cárceles de España, en Francia o en el norte de África y un número menor de divorciadas. Las refugiadas españolas pertenecían al sector femenino de la parte más ilustrada del país El nivel educativo de las exiliadas era más elevado que el del conjunto de las españolas, pues la mayoría, formada por el grupo de amas de casa, sabían leer y escribir, aunque no dejaba de ser bajo en comparación con sus homólogos masculinos. Las obreras de la industria, en especial la textil y de los servicios, declaraban tener estudios primarios y algunas profesionales, como las secretarias, las enfermeras y las maestras habían realizado estudios medios. Las mujeres con una carrera universitaria y las que podían calificarse como intelectuales o artistas eran muy pocas, pero su significación en la España republicana fue muy grande. Su ausencia de España privó al país de su minoría femenina más avanzada y culta y su presencia en México fue muy relevante. Estas mujeres que habían vivido el
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Entrega de donativos en San Miguel de Tucumán (Argentina).
trauma del desarraigo y el exilio, escribieron a menudo memorias donde narran sus experiencias, desde la nostalgia de la patria perdida6. Silvia Mistral, con su libro Éxodo escrito desde la salida de Barcelona a Francia escribe el primero de una larga serie de obras autobiográficas, que han aparecido hasta en tiempos relativamente recientes, como las memorias de Aurora Arnaiz (1996), Retrato hablado de Luisa Julián y las que escribió Carmen Parga (1996), tituladas Antes de que sea tarde. EL TRABAJO FEMENINO Los relatos orales proporcionan la posibilidad de conocer los rasgos principales de las actividades realizadas en el espacio familiar doméstico y la valoración personal que hacen de ellas, mientras que es difícil encontrar información sobre estas tareas en los documentos escritos, por tratarse de actividades que estaban devaluadas tanto social como económicamente.
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(6) Sobre este tema véase DI FEBO, Giuliana (2003): (2003): “Memoria e identidad política en los escritos autobiográficos del exilio”, en ALTED, A. y LLUSIA, M.: La cultura del exilio republicano español de 1939, Madrid, UNED, pp. 305318.
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(7) La historiografía feminista se ha ocupado ampliamente de este tema. Ver BENERIA, Lourdes ROLDÁN, Marta (1987): The Crossroads of Class and Gender. Chicago; SARASÚA, Carmen GÁLVEZ, Lina Eds. (2003): ¿Privilegios o Eficiencia? y BORDERIAS, Cristina (Ed.) (2007) Género y políti cas del trabajo en la España contemporánea. 1836-1936. Barcelona. (8) Entrevista a Griselda Fradera, realizada por P. Domínguez, México 1989.
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Las características y formas del trabajo femenino, en sus dos vertientes de trabajo pagado y no pagado, deben verse a su vez en relación con la existencia de una división del trabajo según el género en el seno de la familia, por la que a la mujer le corresponde como “ama de casa”, la alimentación, el trabajo doméstico no pagado y la atención personalizada a los miembros de la familia. Este reparto de tareas en el seno de la familia se verá reflejado en la segregación ocupacional de las mujeres en el mercado de trabajo7. Partimos de un colectivo formado por una mayoría de “amas de casa”, cuya proporción se ve aumentada con la edad, desde un 42% de las menores de 25 años a un 75% de las mayores de 60. Así pues, las mujeres dedicadas a las tareas domésticas en exclusiva, eran las mayores y de mediana edad. Las entrevistas realizadas a las niñas de entonces –como Griselda Fradera– rememoran las duras condiciones de vida de estos primeros años de las amas de casa: “Mi madre trabajaba mucho, me daba el desayuno, yo me iba a la escuela y ella se ponía a trabajar; claro, debía hacer la comida y tal, pero por la tarde estaba cosiendo hasta altas horas de la noche. Luego siguió trabajando, nació mi hermano en agosto de 1943, ella ya tenía máquina de coser y siguió mucho tiempo”.8
Las mujeres tenían una larga jornada de trabajo en el hogar, pensando siempre en ajustar el presupuesto familiar a los recursos disponibles. Así disminuían los gastos de ocio, transportes y equipamiento y, a cambio, aumentaban su producción de bienes y servicios domésticos. Algunas exiliadas en los primeros años cosían los escasos vestidos y trajes de toda la familia y lavaban y planchaban la misma ropa casi diariamente, realizando con frecuencia una doble jornada por la necesidad de dedicarse a un
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trabajo remunerado. Innumerables testimonios reflejan el gran esfuerzo que realizaron las mujeres dentro del hogar. Por ello, en las entrevistas la valoración de las tareas domésticas, vistas desde el presente, suele ser muy negativa. A su llegada al nuevo país, en los años cuarenta la mayoría de las familias refugiadas vieron la necesidad de conseguir un empleo remunerado para todos sus miembros en edad de trabajar. Con frecuencia el “cabeza de familia”, que debía ser el ganador del pan, siguiendo el modelo clásico de reproducción social (Pérez Fuentes, 2003), no alcanzaba a cumplir con su papel de principal suministrador de recursos9, o bien tenía un trabajo poco cualificado y mal remunerado. Los sueldos de los empleados por lo general eran muy bajos en todos los sectores, mientras que las subidas de precios fueron constantes en estos años10. En vista de esta situación se hacía necesario ampliar el número de trabajadores en la familia, contando con las mujeres. Para conseguir un empleo remunerado, las refugiadas españolas tuvieron que adaptarse a las características del mercado laboral mexicano, donde imperaba una clara discriminación en función del género. Sin embargo, desde 1940, las mujeres mexicanas habían ido aumentando notablemente su participación en la población activa, pasando de ser el 7’4% a alcanzar la cifra del 13’6% en 1950 (Aranda, 1976). Las razones por las cuales las mujeres se integraron rápidamente en el mercado laboral se relacionan, en primer lugar, con la creación de nuevos puestos de trabajo, debidos a la industrialización del país durante la II Guerra Mundial. Las trabajadoras jóvenes, las refugiadas españolas entre ellas, tendían a colocarse en las industrias de transformación, en las ramas en las que su destreza manual y su aprendizaje en el hogar eran claves. Pese a ello, estas habilidades eran minusvaloradas eco-
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(9) PÉREZ-FUENTES, Pilar (2003): “El modelo de ‘Male Breadwinner Family`, vinculado a las sociedades industriales, comporta una división sexual del trabajo según la cual los hombres quedan adscritos a la producción para el mercado y las mujeres a los trabajos de reproducción social”, en “Ganadores de pan y amas de casa: Los límites del modelo de Male Breadwinner Family. Vizcaya, 19001965”, en SARASÚA, Carmen y GÁLVEZ, Lina: ¿Privilegios o Eficiencia? Mujeres y Hombres en los mercados de trabajo, Alicante, p. 217. (10) La tasa media de inflación en los años 40, era de un 9,9%, según BORTZ, John (1984): Los salarios industriales en la ciudad de México. 1939 - 1975. México, FCE, p.125.
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Congreso de la Federación de Asociaciones de Holanda.
nómicamente, por no ser considerados como una cualificación, como ocurría en el sector de la confección de prendas de vestir o en las labores de costura puramente artesanales. Los estereotipos de lo que era adecuado como trabajo para cada sexo seguían funcionando en el exilio, y a pesar de la escasa remuneración, muchas refugiadas se dedicaron a la costura a domicilio, una labor prestigiada dentro del colectivo exiliado y considerada muy apta para las mujeres. La razón estribaba en que la dedicación a la costura les permitía compaginar sus obligaciones primordiales como amas de casa con un trabajo remunerado. Acorde con el discurso de la domesticidad, el trabajo fuera de casa de la mujer aparece como algo extraordinario, que aparta a las mujeres de su verdadera función en el hogar. En efecto, incluso organizaciones del exilio, como la JARE, dirigida por Indalecio Prieto, en su gestión de las ayudas económicas al colectivo republicano, se dejaba llevar por los estereotipos de género en relación con el trabajo femenino y pro-
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mocionaba la dedicación a la costura en el hogar. Así se otorgaban préstamos a las mujeres que lo solicitaban para comprar una máquina de coser. Por el contrario, negaban ayudas económicas a aquellas profesionales que pedían una máquina de escribir, como le ocurrió a Matilde Cantos, prestigiosa profesional y miembro del comité de dirección de la AMA; ello a pesar de que la afectada explicara a la JARE que se trataba de una herramienta de trabajo imprescindible, “a fin de poder realizar mis trabajos literarios y traducciones que son la base de mis ingresos”11. La confección a domicilio era un trabajo duro, que exigía una larga jornada laboral y debía combinarse con las obligaciones familiares. Según los testimonios orales, las mujeres valoraban su aportación económica a la familia en aquellos años de necesidad. Juana Durá, desde el exilio, lo expresaba en su relato: “En una casa de ropa de niño, en la que yo estaba trabajando haciendo vainicas y cosas de esas, averiguaron que yo sabía hacer sombreros... Y entonces me quedé allí para hacer tocados de primera comunión… y así, poco a poco, nos fuimos defendiendo. Era una aportación necesaria para la economía familiar”.12
Con todo, la doble jornada de trabajo no era una situación no es generalizable a todas las exiliadas. Algunas profesionales que formaban parte de la élite intelectual, en seguida consiguieron un nivel de vida semejante al que tenían en España, que incluía el servicio doméstico. De esta manera, no se veían forzadas a realizar las duras tareas del hogar, sino que ponían en manos de una o varias sirvientas, las cuales en México cobraban salarios irrisorios, según se contaba en las entrevistas13. La escritora canaria Mercedes Pinto, también exiliada en México desde 1943, recomendaba esta solución a sus lectoras de
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(11) En documento de su expediente personal de la JARE. (12) Entrevista a Juana Durá, realizada por Concepción Ruiz Funes, México 1978. (13) “Mi madre se empeñó en tener servidumbre y tuvimos una cocinera, una doncella o recamarera, como dicen en México, y la nana del niño, y se les pagaba las ‘fabulosas’ sumas siguientes: a la cocinera, diez pesos, a la recamarera, cinco y a la nana del niño se le pagaban quince”: Entrevista a Ceferino Palencia, realizada por Enriqueta Tuñón, México 19811988.
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El Nacional, mujeres de clase media y alta, “tener una sirvienta que se ocupe de los quehaceres corrientes” como forma de solucionar la difícil conciliación entre el trabajo y la vida familiar. En cuanto a la mayoría de las refugiadas, a finales de los años cuarenta se observa una tendencia a abandonar la doble jornada laboral y centrarse en las tareas domésticas. Por lo general, ellas se habían conformado con los trabajos remunerados más modestos, en consonancia con la idea de que era algo provisional, por lo que el ascenso ocupacional del hombre liberaba a la mujer del trabajo pagado, devolviéndola al hogar. Este proceso se llevó a cabo en los años cincuenta, un período de ascenso social para la mayoría del colectivo exiliado en México. La década de los cincuenta trajo una cierta prosperidad a muchos de los miembros del colectivo exiliado; pero el fracaso político de los republicanos, unido al inexorable paso del tiempo, también les hizo ver la realidad de un largo exilio. Lo que habían pensado como un período corto de destierro, se fue haciendo cada vez más largo. Entonces, se va produciendo una mayor adaptación al presente y a la sociedad mexicana y los lazos dentro del propio colectivo republicano tienden a disminuir. Pero, como escribió el filósofo exiliado Adolfo Sánchez Vázquez, en 1977: “Cuanto más avanza el tiempo, cuanto más permanece y dura el exilio, tanto más crece la contradicción entre el ansia de volver y la imposibilidad de saciarla”14.
(14) SÁNCHEZ VÁZQUEZ, Adolfo (1997): Recuerdos y Reflexiones del Exilio.
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El protagonismo de las mujeres en las redes migratorias familiares: una visión a través de las fuentes epistolares Raúl SOUTELO VÁZQUEZ Licenciado en Geografía e Historia con la especialidad de Hª Contemporánea en la Universidad de Santiago de Compostela.
INTRODUCCIÓN La tesis compartida por los diferentes ensayos que integran este libro es el papel fundamental que desempeñaron las mujeres en las migraciones españolas contemporáneas, con cierta independencia de que ellas participasen directamente en dicha movilidad laboral, puesto que asumieron las cargas y responsabilidades derivadas de los varones que ejercían la autoridad en la familia y realizaban los trabajos más duros en las explotaciones agrícolas. Las fuentes epistolares y orales que componen la memoria familiar de la emigración y reflejan el diseño y la evolución de sus proyectos migratorios indican que las mujeres fueron decisivas para mantener la emigración en red durante varias generaciones. Al menos cuando ocuparon una posición central en ellas o tuvieron una densidad de relaciones
Raúl SOUTELO VÁZQUEZ. Realizó el programa de doctorado “Mundo Rural e Historia” en el Departamento de Historia, Arte e Xeografía de la Universidad de Vigo, donde ejerció como profesor asociado de Historia de Galicia entre 2006 y 2008. Trabaja como docente en Enseñanza Secundaria desde 1997. Es miembro de la Red de Archivos e Investigadores de la Escritura Popular y ha impartido varias conferencias en simposios y cursos de verano sobre migraciones contemporáneas y memoria familiar. Sobre estos temas ha publicado varios libros y artículos: “La actuación sociopolítica de los retornados en la Galicia rural: el Ribeiro y el noroeste ourensanos, 1890-1936”, en J. Cuesta, ed, El retorno. Exilio y emigraciones en la España del s. XX, Fundación Largo Caballero, Madrid, 1999; “La correspondencia familiar de los emigrantes gallegos en América Latina durante el Franquismo” en A. Castillo y F. Montero, coords., Franquismo y memoria popu lar, Siete Mares, Madrid, 2003; As cartas do destino, Premio Manuel Murguía 2002 de la Deputación da Coruña (en coautoría con X. M. Núñez Seixas), Galaxia, Vigo, 2005; Labregas, emigradas, estraperlistas e represaliadas. Experiencias de vida e lem -
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Raúl SOUTELO VÁZQUEZ
... branzas de mulleres na Galicia rural, IX Premio de Investigación Xesús Ferro Couselo del Concello de Valga, 2005; “Proyectos migratorios, itinerarios laborales y redes microsociales de los emigrantes en su correspondencia familiar: dos gallegos en Buenos Aires (1950-1966”, Migraciones & Exilios, nº 7, 2006. Coordinó con X. M. Cid Fernández y X. C. Domínguez Alberte la publicación de la monografía Migracións na Galicia contemporá nea. Desafíos para a sociedade actual (Sotelo Blanco Edicións, Santiago, 2008), que recoge las ponencias del curso de extensión de la Universidad de Vigo titulado As migracións nas sociedades contemporá neas: os desafíos na Galicia actual.
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que les permitió activar dichas redes familiares para favorecer el desplazamiento y la integración de hijos y sobrinos, como explicó, en su día, la profesora Elizabeth Bott (1990). Las mujeres fueron decisivas, también, en la preservación de esa memoria documental (epistolar y fotográfica) de la historia migratoria de sus familias y en la transmisión oral de esos recuerdos. La necesaria brevedad de este trabajo impone la referencia a fuentes de este tipo ya publicadas para sustentar la conveniencia de establecer una tipología de los procesos migratorios más atenta a las variaciones en función del sexo de las personas migrantes. Procuraremos demostrar que las mujeres no fueron, siempre, unas estoicas y sufridas viúvas de vivos que aguardaban en casa el retorno de sus esposos e hijos, sino que la situación familiar y la oferta laboral en los potenciales destinos hizo que ese éxodo tuviese una fuerte impronta femenina con el consiguiente desarrollo de redes migratorias tan específicas como las formadas por las empleadas gallegas en el servicio doméstico de varias ciudades americanas y europeas durante el siglo pasado. 1.- PARA QUE SIRVEN LAS CARTAS FAMILIARES EN LOS ESTUDIOS MIGRATORIOS. La correspondencia producida por las familias migrantes refleja el diseño y posterior desarrollo de sus proyectos migratorios como parte de las estrategias reproductivas de dicho grupo. Describen, asimismo, el flujo de los recursos (económicos y relacionales) en las redes primarias dentro de las cuales procuraron ayuda esas personas migrantes, los itinerarios laborales que desarrollaron y parte de las relaciones postemigratorias que establecieron en las sociedades receptoras. La correspondencia entre los
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En Santa Clara (Cuba).
emigrados y sus familiares de casa o los ausentes en otros destinos, era el principal vehículo para mantener la comunicación que permitiese resolver los asuntos de índole económica y sociorrelacional que afectasen a la familia y a sus parientes y amigos. Por eso sus cartas permiten observar los camiños da vida explorados por familias migrantes que sean representativas de los diversos sectores de la sociedad expulsora y cuyos miembros emigrados residiesen en alguno de los principales destinos del flujo migratorio del colectivo étnico estudiado. Dicha producción epistolar refleja, también, la importancia de la participación femenina en esos proyectos migratorios familiares y en las redes microsociales que facilitaron el éxodo.1 Estas fuentes demuestran que los emigrantes mantuvieron un doble referente vital, más vinculado a la sociedad de origen en su universo cultural, relacional y de proyectos concretos, cuando tenían la perspectiva del retorno, y volcado en la realidad laboral de la sociedad receptora y en su integración en esta cuando deci-
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(1) Remitimos al análisis de redes afectadas por la movilidad de parte de sus miembros, clásico en la antropología social, que realizó E. Both (1990), a la centralidad de las mujeres en las sociedades rurales expulsoras de emigrantes, estudiada por C. Brettell (1991) en el norte de Portugal y a la visión general de la participación femenina en las migraciones que ofrecen estudios migratorios más recientes (Rodríguez Galdo, 2002). Casi todos incorporaron los conceptos de red microsocial y espacio social para estudiar el conjunto de relaciones pre y postemigratorias que mantuvieron las personas
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migrantes en el escenario social de origen y en los ámbitos sociales a los que llegaron para trabajar y vivir. La revista Estudios Migratorios Latinoamericanos reflejó bien los debates sobre las escalas de observación de los procesos migratorios y las fuentes para analizar sus características, dinámicas y dimensiones de esas redes y espacios sociales, con excelentes estados de la cuestión (Devoto y Otero, 2003). (2) El análisis de los epistolarios producidos por familias migrantes confirma la pérdida de conectividad o densidad de las relaciones microsociales a consecuencia de la movilidad espacial de algunos de sus miembros, apuntada ya por E. Bott. La observación o una simple reflexión sobre la pérdida de la relación personal con los amigos y vecinos que experimentan a medio plazo las personas que cambian de residencia por motivos profesionales o familiares, confirma, también, que solo perduran las relaciones familiares debido a la expectativa de ayuda recíproca dentro del grupo de origen y, particularmente, entre la parentela de las mujeres, como expuso dicha autora (Bott, 1990: 134).
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dían establecerse definitivamente en ella. Evidencian pues el transnacionalismo de unas personas que poseyendo, en general, una instrucción escasa y poca cualificación profesional, fueron capaces de activar sólidas relaciones microsociales para facilitar su llegada a los países americanos y la incorporación laboral en ellos2. La memoria oral, las fotos y las cartas familiares, permiten contrastar a microescala los actuales modelos explicativos de la emigración de retorno. Aportan información relevante sobre importantes aspectos cualitativos del proceso como son el diseño del proyecto migratorio y la elección del miembro (o miembros) de la familia que intentarán realizarlo en el contexto estratégico de sus familias. Reflejan, también, la configuración y evolución de esas redes relacionales microsociales, o el papel de los comerciantes locales en la financiación del éxodo y en la recepción de las remesas. Enriquecen las actuales tipologías de emigrados y retornados o el debate sobre las remesas enviadas por los emigrantes y el destino del ahorro emigrante.3 Pero estas fuentes presentan varias particularidades derivadas de su naturaleza privada y estado de conservación, que acostumbra a ser fragmentario (Soutelo, 2005b). Las esposas, hijas y hermanas de los emigrantes que escribieron o recibieron dichas cartas y fotos, fueron quienes las conservaron íntegramente. Su generosidad al permitir el estudio de los epistolarios y álbumes fotográficos creados por sus familias hizo posible que esta línea de investigación tenga una presencia creciente en los estudios migratorios ibéricos4. Por el contrario, cuando el receptor es un hombre (padre, hermano, sobrino, etc), dicha conservación fue selectiva y estuvo determinada por intereses económicos más que por la afectividad derivada del vínculo consanguíneo.5
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2.- UNA TIPOLOGÍA DE LA PARTICIPACIÓN FEMENINA EN LAS MIGRACIONES PARTIENDO DE SU POSICIÓN EN LOS PROYECTOS MIGRATORIOS DE SUS FAMILIAS. El modelo migratorio gallego, basado en el éxodo temporal de los hombres jóvenes de la familia, optimizó las estructuras microeconómicas de la sociedad de origen, que asignaban roles diferenciados a las personas en virtud del sexo, la edad y su posición en grupos familiares de composición y recursos muy variables. La ecuación de estas variables hizo que la participación directa de las mujeres en la emigración a América fuese menor en términos cuantitativos y temporalmente más tardía que la de los varones (Villares Paz, 1996; Cagiao Vila, 1997 y 2001; Vázquez González, 2005 y 2008). Ellas partían de una situación de marginación en el acceso a la instrucción elemental que ofrecía posibilidades de ascenso laboral en el nuevo mundo, y de subordinación al proyecto reproductivo de sus familias. Además, la oferta de trabajo era más restringida para ellas y los riesgos de explotación de todo tipo mucho mayores, como explican las profesoras Cagiao Vila, Freire Esparís y Rodríguez Galdo en este mismo volumen. 2.1. Las mujeres desempeñaron funciones centrales en las redes migratorias aún cuando permanecieron en la casa familiar. La combinación de factores macroeconómicos y microsociales que acabamos de exponer hizo que millares de mujeres permaneciesen en las casas familiares, cuidando sus tierras y ganados, o que las hijas de familias más pobres realizasen migraciones de corto radio, marchando a las ciudades y villas de
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(3) Esta estrategia investigadora implica utilizar epistolarios familiares de grupos que sean representativos de los diversos sectores de la sociedad de expulsión y, también, de los colectivos establecidos en los principales destinos migratorios del grupo étnico observado. (4) Xosé Manuel Núñez Seixas (2005) y Verónica Sierra Blas (2006) han sintetizado brillantemente las posibilidades y límites de los epistolarios familiares en los estudios migratorios. Estos y otros trabajos nuestros (Soutelo Vázquez, 2006) pueden consultarse en la página de la Red de Archivos e investigadores de la escritura popular (http://www.redaiep.es/in dex.php) y en la mediateca virtual del Consello da Cultura Galega (http://www.culturagalega.org). Desgraciadamente, la correspondencia familiar de los emigrantes aporta poca información sobre otros temas como las formas y espacios de sociabilidad de las mujeres emigradas. Aparecen reflejadas, por supuesto, las comidas familiares, las fiestas en las sociedades étnicas y las visitas dominicales a otros paisa-
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nos y amigos. Tampoco disponemos de la producción epistolar de las familias que emigraron definitivamente y apenas sabemos nada de las que lo hicieron aprovechando los pasajes subsidiados para trabajar en condiciones tan penosas como las experimentadas por familias de xornaleiros y caseteiras de la comarca ourensana de Monterrei en los cafetales paulistas a finales del siglo XIX (Soutelo Vázquez: 2005: 153-157). (5) Son un ejemplo de lo dicho las cartas remitidas desde Buenos Aires por los hermanos Oreste y Abel Sola, conservados por su madre en Biella (Baily y Ramella, 1988) y los Naveiras, guardadas celosamente por su hermana María en una aldea de Ferrolterra (Núñez y Soutelo, 2004), las epístolas de Luís Vázquez, que conservaron su madre y su hermana en Maside (Ourense), o el rico epistolario familiar de los Borrajo, conservado por la viuda y la ahijada de Cayetano que había retornado de Cuba con las cartas que demostraban el envío de remesas a su padre y hermanos.
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Galicia para trabajar de empleadas domésticas. Las mujeres desempeñaron un papel fundamental en el reagrupamiento familiar en el destino migratorio y su actuación fue más importante que esa custodia de la retaguardia familiar o la posterior emigración de acompañamiento de los hombres ya emigrados que reclamaron a sus esposas, hijas, hermanas o sobrinas, cuando ya contaban con la infraestructura mínima para establecer un hogar o precisaban, simplemente, que lo atendiese una mujer de confianza (Vázquez González, 1993: 26).6 Pa ra elaborar una tipolog í a , d eberíamos contemplar, en primer luga r, el abanico de situaciones resultantes para las esposas y novias de emigrados, en virtud de que estos las recl amasen y ellas realizasen el viaje solas o con los hijos, en caso de haberlos, se negasen a hacerlo o ellos las olvidasen. Estas dos últimas situaciones implicaban la ruptura de hecho de la familia, la tercera suponía la reunificación familiar en el destino y la segunda una perspectiva de retorno y el envío de remesas para ga rantizar el cuidado de los hijos que habían dejado, por lo reg u l a r, con los abuelos o tíos maternos. La peor situación era, sin duda, la de la novia o esposa de un hombre ausente, pues el recuerdo de este y la esperanza de su retorno no compensaban la inquietud provocada por las noticias sobre el poder seductor de las hermosas mulatas mientras ellas envejecían rápidamente cuidando tierras, niños y ancianos. Era frecuente, de hecho, que los ga l l egos creasen otra familia en Sâo Paulo (Martínez Gallego , 1995; Soutelo, 1998) o en Salvador de Bahía (Bacelar, 1994) y algunas cartas info rman a las novias sobre las infidelidades cometidas por ga l l egos recién llegados a Montevideo (Soutelo, 2001: 20-21) o a La Habana.7
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Miembros de la Casa Balear de Mendoza (Argentina).
La posición relativa de la mujer en la familia en la que convive (generalmente la paterna de origen o la suya de creación) y la fase del ciclo de vida de esta condicionaron, en buena medida, la participación directa de la mujer en el proyecto migratorio del grupo. Influyeron también la composición por sexo y edad de la familia y, por supuesto, el status socioeconómico de esta. En consecuencia, la tendencia a la emigración femenina fue menor en las familias pertenecientes a los sectores más acomodados del campesinado, se produjo dentro de las redes familiares de los campesinos medios (labregos) y fuera de ella para desempeñar tareas domésticas en los grupos domésticos de aparceros (casei ros) y jornaleros (caseteiras y camareiras), que eran los más pobres y numerosos8. Observaremos, en primer lugar, las funciones y roles económicos y relacionales de las madres, hermanas o nueras que permanecían en la casa de la familia con emigrantes y, después, las variantes en el comportamiento estratégico de las mujeres que practicaron la movilidad laboral, en función de que
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(6) Esta es la explicación que subyace en muchas de las cartas de familias migrantes y en las autobiografías escritas que nos enviaron algunas mujeres emigradas o las descendientes de ellas. Las cifras barajadas por los especialistas confirman también ese aumento relacionado con la emigración femenina dentro de las redes familiares, pues las mujeres representaron el 33,38% de los más de dos millones de inmigrantes españoles en Argentina entre 1860 y 1930, según las listas de pasajeros del CEMLA. La participación femenina en dicho éxodo fue un 35,22% del total registrado en los puertos
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gallegos entre 1882 (14,75%) y 1926 (45,21%). La presencia de mujeres en la emigración exterior española subió de un 23,2% en la década 1885/1895 hasta el 30,4% de 1916 a 1930, debido al incremento de la emigración familiar de carácter definitivo a Brasil y Argentina (Sánchez Alonso, 1995: 160). Se trataba, fundamentalmente, de asturianas, castellano-leonesas y gallegas, solteras en un 25% de los casos y de 20 a 25 años de edad (Rodríguez Galdo, 2002: 61, 65 e 71-73). (7) Dos fragmentos de las cartas 54 y 55 del epistolario familiar de los Borrajo (O Reguengo de Rouzós, Amoeiro, Ourense), sirven como ejemplo: “Habana, Julio 12 de 1946... Querida Mary... A esa Sra. de Parada dile que a su esposo le entregué la carta pero nada quiere contestarme, le dije que debia escribirle a ella y decirle algo de lo que el piensa pero, siempre me dice que ya mirará y mirando está aun la pobre”; “Habana, 5 de Agosto 1946... Las que tienen marido aqui, me parece estan listas, este será lo mismo que el otro, ayer estuve con el pero nunca me dice
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contasen con la protección de una red (familiar o de otro tipo) o no y de su estado civil en el momento de emigrar. Analizaremos, finalmente, la relación entre migración femenina y envío de remesas a sus familias de origen o a la de sus esposos en el caso de los matrimonios migrantes. 2.2. Madres, hermanas e hijas en la casa familiar de los emigrantes. Una lectura atenta de los epistolarios de familias con emigrantes indica que fueron las mujeres quienes mantuvieron la relación con los ausentes y la gestión de la explotación familiar. Para ello se autoexplotaron en ésta y subordinaron sus vidas a los proyectos reproductivos del grupo. Era mejor, lógicamente, la posición de las madres y hermanas que la de las nueras, pues aquellas eran las interlocutoras directas del familiar emigrado y las destinatarias de sus remesas9. Las cartas enviadas por Josefa Feijóo Catoira desde la casa familiar de una aldea pontevedresa a su hijo Ricardo, residente en Buenos Aires, demuestran esa posición central de las madres (o suegras) en las relaciones de las familias con emigrantes. Sus epístolas resaltan la soledad, las enfermedades y, sobre todo, las necesidades económicas que soportaba. Procura ejercer, sin embargo, la autoridad paterna para exigir la ayuda económica de los otros hijos emigrados si esperaban participar en la herencia familiar. Finalmente, suplica ayuda a Ricardo, el único hijo que, al parecer, atendía sus requerimientos. Este y su esposa auxiliaron económicamente a la anciana, pero nunca retornaron con sus hijos para asumir la gestión del patrimonio paterno, más bien escaso y endeudado, como deseaba la anciana (Soutelo, 2005: 106-109). Las madres y hermanas des-
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empeñaron un papel muy importante para la reproducción social de sus familias y la preservación o el engrandecimiento del patrimonio del grupo, al procurar que los bienes de los hermanos y tíos emigrados permaneciesen o retornasen al seno familiar. El mejor modo de hacerlo era cuidarlos si volvían solteros e ir encauzando a través de la relación epistolar, el matrimonio del indiano con una moza del lugar o, mejor aún, con una sobrina que fuese, lógicamente, hija de la hermana del ausente.10 2.3. Mujeres que emigran dentro de las redes familiares o fuera de ellas. Enunciamos más arriba que el desplazamiento laboral de las mujeres y su cronología se produjo en función de la combinación de múltiples factores de tipo macroeconómico (la oferta de trabajo específica para ellas, políticas migratorias de los estados expulsores y receptores) y otros microsociales. Destacaron, entre estos, la situación socioeconómica de la familia de origen o de co residencia, el momento del ciclo reproductivo de esta (composición interna y equilibrio con los recursos materiales) y sus relaciones microsociales. La segunda variable contribuye a explicar la mayor tendencia al éxodo de las hijas mayores de familias numerosas, de las mujeres que habían sido madres solteras, de las hijas naturales y de las casadas reclamadas por sus esposos. Padrones municipales, testamentos y epistolarios familiares contienen numerosos ejemplos de situaciones de este tipo en familias campesinas de status medio y bajo, con varios elementos comunes. El éxodo de las hijas mayores de familias numerosas se producía cuando sus hermanos varones no tenían edad suficiente para emigrar y algún pariente cercano las reclamaba. Ellas eran
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nada”. El autor de estas misivas había emigrado siendo casi un niño a México. Volvió a Cuba huyendo de la revolución contra el Porfiriato y alcanzó cierto éxito con los negocios de tabaco entre los años 1920 y 1940. Se casó entonces con una luguesa que había conocido en el Centro Gallego de La Habana pero sólo lo comunicó a su padre, pues sus hermanas y cuñados aguardaban que retornase para casarlo con una prima que le esperó, en vano, durante más de treinta años. Las cartas de los emigrantes portugueses en Brasil registran infidelidades semejantes y la existencia de dobles familias (Morais Sarmento, 1999: 287-288 e 291). (8) Las investigaciones de microescala realizadas hasta ahora en Galicia y el norte de Portugal, indican que, en general, las mujeres de familias pertenecientes a los sectores acomodados del campesinado (denominados, en Galicia, labradores y ricos de aldea), no emigraban y tampoco asumían la realización de tareas agrícolas puesto que disponían de jornaleros eventuales y de criados domésticos de ambos sexos para hacer-
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las. Su coste de oportunidad se limitaba, como máximo, a gestionar el hogar aguardando el retorno de los hermanos o maridos ausentes, como hicieron, por ejemplo, las mujeres de las familias Couselo y Potel de Valga (Soutelo, 2007: 473 y ss.). (9) Sirva como ejemplo el caso de Benjamín Lozano, emigrado en Trenque Lauquen (Argentina) a comienzos del siglo pasado, que escribía regularmente a su esposa María al tiempo que enviaba pequeñas cantidades de dinero a su madre, procurando así que la necesidad mutua asegurara la convivencia de ambas (Soutelo, 2005). Aconteció lo mismo en familias migrantes de origen italiano y polaco a comienzos del siglo XX (Baily y Ramella, 1988) o, actualmente, en las mexicanas con residentes en Estados Unidos (Vargas, 2002: 252-254). (10) Fue bastante común durante la emigración en masa, que las madres portuguesas (Brettell, 1991: 141), asturianas o gallegas, fomentasen esos matrimonios microendogámicos de una de sus hijas con el hermano
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prescindibles en la realización de las tareas agrícolas, disminuían el consumo doméstico y enviaban casi todo lo que ganaban, pues comían y dormían en la casa donde se empleaban como mucamas. Esa migración femenina aumentaba cuando se producían cambios en la composición de la familia que desplazaban a las hijas. Su partida no era, simplemente, el resultado de una necesidad económica, cuando se producía un segundo matrimonio del padre viudo y la nueva esposa se establecía en el hogar con sus propios hijos. Marchaban expulsadas de su familia de origen, aunque contasen con la protección de la red familiar, como fue el caso que las hermanas Domitila y Carmen R. P. naturales de Lantaño (Portas, Pontevedra) y embarcadas por su padre para Argentina cuando cumplieron catorce años.11 Pero las mujeres que emigraron dentro de esas redes microsociales y debido a la protección (claustrofóbica a veces) de estas, vieron reducidas sus oportunidades de inserción laboral y de establecer relaciones interpersonales fuera de su ámbito familiar o étnico. La correspondencia familiar refleja, a veces, esa presión para que emigrasen, sobre todo las mujeres casadas, con el objetivo de reunirse con sus esposos. Su negativa a hacerlo provocaba desavenencias conyugales que podían conducir a la ruptura de la relación familiar cuando el marido cesaba de enviar cartas y dinero, o al retorno de este a medio plazo12. Fue más frecuente que los emigrantes reclamasen a sus novias y esposas e hijos cuando ya disponían de una estabilidad laboral y económica para desarrollar un proyecto de vida en el destino. Los expedientes municipales de solicitud de licencias para emigrar también registran esa emigración femenina, más tardía y de acompañamiento de la familia que emigra total o parcialmente, en la
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comarca pontevedresa de Caldas de Reis próxima al puerto de Vilagarcía. El 27% de las 820 solicitudes efectuadas entre 1864 y 1888 por vecinos del antiguo ayuntamiento de Saiar corresponden a mujeres con una edad media de 23 años, frente a los 20 de los varones migrantes. Eran mozas solteras reclamadas por el padre junto al resto de la familia (20,9%), mujeres casadas que marcharon con sus hijos reclamadas por sus maridos (69,7%), o viudas reclamadas por algún hijo13. En cualquier caso, esta emigración femenina de acompañamiento diferido en el tiempo implicaba, a largo plazo, el éxodo familiar definitivo y su desaparición social en los lugares de origen. La situación era diferente cuando mujeres y niños se mantenían en la casa familiar y había un flujo constante de miembros del grupo hacia América cuando alcanzaban la edad de trabajar14. La producción epistolar de los emigrantes demuestra el esfuerzo de las familias para proteger a las mujeres del grupo y de la red ante los riesgos que implicaba el viaje y la posterior integración sociolaboral en las ciudades americanas. Pero, también, el estricto control que ejercían esas redes microsociales sobre el comportamiento de dichas mujeres migrantes.15 La oferta lab o ral para estas gallegas emigradas en Buenos Aires, Montevideo o en La Habana en las primeras décadas del siglo XX, limitada casi al trabajo doméstico, y los estereotipos construidos en la sociedad receptora respecto de esas mucamas, son comparables a la situación de las que emigraron a Gran Bretaña o a Francia en la segunda mitad del siglo o a la de las lat inoamericanas empleadas en el servicio doméstico en Madrid en las últimas décadas. Tampoco varía, sustancialmente, la percepción social sobre unas y otras primando el estereotipo de buenas trab a-
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rico, asegurando así que la herencia de este permaneciese en casa y que los nietos disfrutasen los ahorros del indiano. El epistolario de los Valdés (López Álvarez, 2000) y el relato de la saga migratoria de los Quesada (Soutelo, 2003) demuestran el éxito de esa estrategia familiar. El comportamiento económico y social de ambos responde al arquetipo de los indianos del Principado (Gómez, 1996), pues construyeron una casona, adquirieron tierras y ganados y participaron en la política local durante la Segunda República. (11) La carta autobiográfica escrita por Carmen Rodríguez desde Buenos Aires en julio de 2003 describe las trayectorias laborales y vitales de ambas, muy representativas de las realizadas por las gallegas en Buenos Aires a mediados del siglo XX. Trabajaron, sucesivamente, en los negocios de la familia, de costureras en un taller y como enfermeras a domicilio. Las cartas 78 y 92 de su epistolario demuestran el envío regular de dinero a sus hermanos para evitar la ruina de la casa paterna (Soutelo, 2005: 101-104).
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(12) Esto último es lo que hizo Benjamín Lozano para reunirse con su esposa María, mientras que su hermano Manuel quedó en Trenque Lauquen atendiendo la estancia ganadera que habían adquirido ambos, pues éste se casó con una criolla y desarrolló allá su proyecto de vida (Soutelo Vázquez, 2005). (13) En cualquier caso, se trataba de un éxodo definitivo que implicaba el cierre del hogar familiar y la enorme capacidad de adaptación de las mujeres a una situación laboral nueva, que reflejan testimonios como la carta escrita por María Álvarez Durán (Buenos Aires, agosto de 2003) narrando la peripecia migratoria de sus antepasados: “... Mi abuela materna Amalia S.S., casada a los 15 años con Blas D.... llegó a la Argentina con sus ocho hijos llamada por su esposo, el 15 de junio de 1919... Mi abuelo falleció al poco tiempo de llegar mi abuela y sus hijos... Establecieron un taller de costura y con el vivían... Por eso mi madre era una mujer austera, impetuosa, amante de la familia, que trabajaba de modista”. Abundan los casos de mujeres casadas emigra-
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j a d o ras y permisivas en el aspecto sexual16. Aparecen, también, estos y otros elementos comunes si comparamos las historias de vida de gallegas que emigraron a América o a Europa en las décadas centrales de la pasada centuria. Las que march a ron re clamadas por sus familiares (maridos, tíos o hermanos), desempeñaron tareas muy semejantes a las que realizaban en sus lugares de ori gen, atendiendo casas propias o ajenas. En este caso, abandonaron sus empleos al casarse y recurri e ron a la pluriactividad en el hogar para obtener rentas complementarias. Reprodujeron en definitiva, el modelo familiar tradicional que re l egaba a la mujer al espacio doméstico y a las funciones reproductivas y asistenciales (González y Lombán, 2000: 39 y 44; Soutelo Vázquez, 2005). Por el contra rio, las que marcharon sin esa protección estuvieron más expuestas a los riesgos de explotación lab o ral e, incluso, sexual, en los ámbitos lab o rales. Pero experi m e n t a ron una mayor movilidad lab o ral y tuvieron más posibilidades de realizar mat rimonios exogámicos que les proporcionasen una considerable mejoría en sus condiciones de vida respecto a la situación de partida en sus aldeas de ori gen. Ambos factores incentivaron el éxodo de mujeres jóvenes y solteras dispuestas a trabajar y casarse en el destino (Soutelo, 2007: 549 y ss.). Las oportunidades reales de empleo para las mujeres fueron mayores en los países de Europa occidental que atrajeron a importantes contingentes de portuguesas (Brettell, 1991: 214) y gallegas desde la década de 1960. Se hizo más frecuente, entonces, que emigrasen las mujeres y permaneciesen los hombres al cuidado de las tierras, ganados o negocios, recibiendo las remesas enviadas por ellas, como hicieron Isolina Fernández y Ángeles Quesada en circunstancias adversas para sus familias de cre-
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Miembros de la Agrupación Andaluza de Rosario (Argentina).
ación17. La hija del matrimonio migrante formado por Ramón Quesada y su sobrina materna nació en Cuba en 1923 y se crió en la casa paterna de Asturias hasta que los milicianos asesinaron a su padre. Se trasladó a vivir con su abuela materna en Pontevedra y allí se casó con el hijo de una familia ourensana retornada de Brasil. La deuda contraída en un negocio que habían establecido hizo que dividieran su familia de creación en dos grupos y Ángeles emigró a Francia en 1963 con los dos hijos mayores. Estos eran los que tenían más capacidad de integración laboral y una amiga le había buscado trabajo en una casa particular y alojamiento para los tres. Formó parte de ese 47% de españolas residentes que servían en los hogares franceses en 1968 (Babiano y Farré, 2002: 92 y 95) y, también, del importante contingente que llegó de un modo irregular en aquellos años (Babiano y Fernández Asperilla, 2003). Reemigró al cantón alemán de Suiza, cuando sus hijos ya no la necesitaban en Francia, pues otra conocida le había buscado un empleo mejor en el servicio de un hotel
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das en Argentina, Uruguay o Brasil que obtuvieron ingresos complementarios en el propio hogar cosiendo para clientas o empresas o aceptando inquilinos en régimen de pensión completa (Soutelo 2001: 33; Pájaro, 2002: 260 y 263). (14) La saga migratoria de los Gallego de Enxames (Verín, Ourense) ejemplifica esta estrategia reproductiva, pues el patrón emigró a Santos y Sâo Paulo, con sucesivos retornos, desde finales del XIX y sus hijos se establecieron definitivamente en esta ciudad en la década de 1950 (Soutelo, 1998).
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(15) El epistolario familiar de los Naveiras (Núñez y Soutelo, 2004) demuestra esta fiscalización masculina de la actuación de las mujeres emigradas en su espacio social. Eduardo y José lo demuestran claramente cuando se trata de proteger a su hermana menor y criticar a una vecina que había llegado a la Argentina en el mismo barco: “Quilmes Septiembre 26 de 1925... Manuela Bañobre llego a Buenos Aires encinta y como Andres tanvien se metio en el pozo enseguida que llego lo hicieron desaparecer y ahora anda con unos y con otros parece que el trabajo le gusta poco es una berguenza para nosotros de Ferreira” ( carta 44 ); “Buenos Aires Noviembre de 1926... Tu ahijada esta conmigo... para dejarla sola tu comprendes que es jobeny le puede pasar cualquier cosa como lo mismo le puede pasar estando yo pero algo diferente es... Algo ay que gobernarlas porque ellas no se gobiernan por si solas porque falta algo de esperencia y de capacidad, si fuera baron no seria nada porque lo dejo en cualquier lado pero una joben canabia de aspecto y mas en una
El protagonismo de las mujeres en las redes migratorias familiares
(Soutelo, 2003). Las trayectorias migrat o rias de Ángeles e Isolina demuestran la activación y ampliación de redes femeninas o muy feminizadas que están cobrando relevancia en las investigaciones actuales sobre migraciones. 2.4. Mujeres emigradas con sus maridos y envío de remesas. Ya apuntamos más arriba que la posición relativa de la mujer o del matrimonio ausente en la familia de origen y respecto al futuro reparto del patrimonio de esta, junto con el momento del ciclo de vida de aquella determinaron el proyecto migratorio de esas parejas y su estrategia inversara en alguna de las familias de origen. El envío regular de remesas implicaba un proyecto de retorno para asumir la gestión del patrimonio paterno que habían beneficiado con sus ahorros. La desvinculación progresiva de los problemas de la familia de origen, más allá de enviarles ocasionalmente pequeñas ayudas económicas, insistiéndoles en que vendiesen pinos o tierras en caso de necesitar dinero, indican que la mujer o el matrimonio emigrante no contemplaban en su proyecto de vida un posible retorno, al menos a esa casa-explotación en la que ocupaban una posición colateral y secundaria. Varios epistolarios producidos por un labrego emigrado y casado en el destino, que fueron conservados solo parcialmente por el hermano receptor que vivía en la casa paterna, reflejan esa desvinculación progresiva de la gestión de la explotación familiar y, finalmente, la venta de sus herencias ofreciéndolas en primer lugar a los hermanos de casa, para consolidar sus proyectos de vida en la sociedad urbana en la que pretendían integrarse. Así lo hicieron Rosa Conde y Manuel Requejo, quién la reclamó para Buenos Aires en 1927, dejando a la hija de ambos con los padres de ella,
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tuvieron una segunda allá, vendieron las herencias de ambos en los años siguientes y reclamaron a su hija mayor y al esposo casi treinta años más tarde18. Manuel Bargiela Fuentes y su esposa Arminda Porto Gayoso siguieron la misma estrategia. La relación epistolar que mantuvieron con sus hermanos Antonio y Encarnación, que permanecían en la casa familiar de Salvaterra de Miño (Pontevedra), demuestra la integración femenina en los proyectos migratorios de sus familias. Manuel y Arminda llegaron a Buenos Aires en 1948 y 1949, respectivamente, reclamados por miembros de sus familias, pues ambos tenían parientes allá desde los años veinte del siglo pasado. Las relaciones premigratorias de la familia se activaron para facilitar la movilidad espacial, la integración sociolaboral de otros miembros de la red y, también, la defensa de los intereses de los ausentes en sus lugares de origen, pues Antonio representó los intereses de su hermano y de los cuñados de ambos, asumió el cuidado de su madre y de una hermana enferma y la gestión del patrimonio paterno19. Los epistolarios familiares de los hermanos Fernández Boán de As Figueiras (Amoeiro, Ourense) y de los Vázquez Lois de A Touza (Maside, Ourense) ofrecen varias muestras de esa misma resistencia de los matrimonios emigrados a invertir sus ahorros en la casa familiar más allá de ayudar ocasionalmente a la supervivencia de sus padres (Soutelo Vázquez, 2003b y 2006). Por el contrario, los matrimonios jóvenes que desarrollaron un proyecto migratorio de envío de remesas y de retorno, asumieron la dirección del patrimonio familiar que habían desempeñado y mejorado gracias al fruto de su esfuerzo y ahorro. Esta fue la estrat egia que siguieron Gumersinda Álvarez y Manu e l Carballo de Santiago de Arriba (Chantada, Lugo) que emigraron
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capital como esta que oy en dia es una corruccion completa” (carta 54). Alusiones idénticas a la práctica de abortos a mozas recién llegadas a América sin la protección de una red familiar aparecen en otros epistolarios: “... Me dices dela cuñada de antonio tenia mal de nobio pero sedesaparecio para todo hay yndustria... [Vilar de Cordeiro, Valga, 27-71937]”. (16) Estudios recientes demuestran la eficiencia de esas mujeres migrantes en la inserción sociolaboral de sus familias y otros miembros de sus redes, ya fuesen los naturales de los ayuntamientos coruñeses de Corcubión, Fisterra y Zas en Buenos Aires (Moya, 1989 y 2001) o, más recientemente, las dominicanas en Madrid (Martínez, Veiga, 1997 y 2000). Puede hablarse, casi de redes exclusivamente femeninas entre determinadas áreas expulsoras y sectores laborales fuertemente feminizados como el servicio doméstico en Gran Bretaña, en Francia o en Holanda (Durán, 1985 y 2007; Oso y Villares, 2008).
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El protagonismo de las mujeres en las redes migratorias familiares
Descendientes de emigrantes españoles en Cuba.
(17) Isolina participó en el comercio clandestino de alimentos entre Ourense y Vigo durante la posguerra porque era el único modo de poder comprar las medicinas que necesitaba su marido enfermo. Tras ser detenida por la Guardia Civil y multada marcha a Caracas, donde una vecina le había encontrado trabajo como empleada doméstica, en 1954. Permaneció varios años allá, mejorando su cualificación profesional y enviando, prácticamente, cuanto ganaba a su marido y al hijo de ambos (Soutelo, 2005: 115-116).
a Cuba en la década de 1930, siendo la segunda generación migrante de una saga familiar que se remontaba al abuelo y al padre de ella y que continuó con sus hijos (Soutelo, 2005: 138145). Flora Hermida y su esposo Aquilino Nóvoa Iglesias son un mag n í fico ejemplo de este comportamiento estratégico. Marcharon a Buenos Aires en 1929, donde ambos tenían hermanos ya emigrados, con el objetivo de enviar dinero suficiente para pagar las deudas contraídas por los padres de ella, salvar su patrimonio y garantizar el sustento de sus dos hijas de corta edad (Amalia y Adela), que habían quedado al cuidado de Estrella, su tía materna, en la casa familiar de Fontefría (Amoeiro, Ourense). Tal situación dio lugar a un intercambio epistolar muy frecuente hasta que Flora y Aquilino retornaron a finales de los años cincuenta del siglo pasado. Las cartas conservadas por este como prueba de las cantidades enviadas para atender las peticiones de dinero de la cuñada, junto con las matrices de los giros bancarios realizados, reflejan muy bien las distintas percepciones de las
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mujeres de la familia que padecían las consecuencias de esa estrategia migratoria. Estrella describe las penosas condiciones de vida y nostalgias que soportaban ella y sus sobrinas, censura la despreocupación de sus hermanos ante la necesidad de afrontar los gastos ocasionados por la enfermedad y posterior funeral de sus padres, y asume con pragmática resignación el papel central que le tocó para desempeñar la hacienda paterna. La situación, que semejaba insostenible en 1936, mejoró en los años siguientes gracias a las remesas de Flora y Aquilino y a las privaciones de Estrella y sus sobrinas. “[Fuentefria a 21 de junio de 1936]... No le digo nada a mis hermanos porque tu bien sabes que no me escriben, si tu crees conveniente se lo dices que si quieren ayudar a pagar los gastos ocurridos con nuestros padres muy bien ... si no me veré en la necesidad de vender una finca para dichos gastos de funerales y por parte médico, medicina y caja mortuoria... los intereses vencidos en Orense no los pagaré porque no me alcanzan para estos gastos que son inevitables... Ahora quedamos solas y no se que hacer tu dispondrás y me escribirás pronto”. “[Fuentefria a 7 de julio de 1946] ... Me empeñe un poco y como siempre me estas mandando me da miedo pedirte otra vez... Debo 6.000 reales que si tu me los mandas yo me comprometo a pagartelos cuando vengas sino es efetivo pues te los dare en un terreno”.20
Las mujeres pertenecientes a los sectores más pobres del campesinado, que sobrev ivían gracias a los jornales y comida que recibían por su trabajo temporal como braceros de sus vecinos abastados y malvivían en pequeñas casas de planta baja, también practicaron la movilidad laboral de corta y media distancia desde edad temprana. Trabajaron como empleadas domésticas en las villas y ciudades más cercanas, en las casas
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(18) La penúltima carta conservada por su hermano Perfecto en la casa familiar de Sabariz (Cornoces de Amoeiro, Ourense) describe perfectamente el proyecto de vida que tenía para su familia de creación: “Buenos Aires, mayo, 20 de 1929... apreciable hermano... siento mucho tener que apelar a lo que nos dejaron nuestros finados y estando en América pero no me queda mas remedio que bender alguna de las partidas que me dejaron para pagar el pasaje de Rosa que como tu sabes lo estamos debiendo... Ahora la madre de Rosa reclama los réditos de dos años... he puesto una carboneria en socieda con otro pensando desempeñar lo poco que debia y me resulto he empeñado mas [...] Para pagar la deuda de mil pesetas me vendes uno de los guichos que creas bos mas conbeniente” (Soutelo Vázquez, 2005:99). (19) El mediador o bisagra que ocupaba una posición central en la red familiar y tenía la mayor densidad de relaciones estaba en un vértice geográfico de la misma, lo que demuestra la importancia de la comunica-
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ción epistolar en esos espacios sociales con múltiples escenarios geográficos y la fortaleza y perdurabilidad de esas relaciones familiares (Bott, 1990: 108, 133, 142-143, 166-167, 182). La memoria oral de la familia recogida por Vanesa Martínez Ojea en Salvaterra y por su prima Claudia Bargiela Alonso en Buenos Aires, indican que Manuel Bargiela envió dinero para ayudar a la supervivencia de su madre anciana y de una hermana enferma, que recibían, también, la ayuda cotidiana de Antonio. El cuidado de éstas y la gestión del patrimonio familiar hicieron que ambos hermanos mantuviesen una comunicación epistolar frecuente entre 1955 y 1989. Antonio la conservó parcialmente y su bisnieta Vanesa las transcribió y nos facilitó una copia, lo que demuestra, una vez más, el compromiso de las mujeres con la conservación de la memoria de sus familias. (20) Cartas octava y treceava del epistolario familiar conservado, sucesivamente, por Aquilino y por su hija Angélica que nació en Bs. Aires y retornó con sus padres. El acreedor de las 1.125
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de los labradores que precisaban criados de servir para realizar las tareas agrícolas y cuidar del ganado en Galicia (Cardesín, 1992 y 1992b) o en el Norte de Portugal (O´Neill, 1984: 141142, Brettell, 1991: 111 y 267-268). Algunas de ellas arribaron a las ciudades americanas sin apenas protección de redes familiares pero fueron capaces de crearlas de un modo semejante a como lo hicieron las mujeres latinoamericanas llegadas recientemente a España para trabajar en el servicio doméstico (Martínez Ve i ga , 1997 y 2000). La mayoría de ellas ex p e rimentaron una mejoría en su situación laboral y residencial respecto a la que vivían en la familia de origen. Algunas realizaron matrimonios ex ogámicos en el lugar de destino que supusieron un ascenso en términos económicos y sociales y casi todas veían un sinsentido retornar a la situación pretérita en la casa familiar (Soutelo Vázquez, 2007: 521 y ss.). Por todo ello, la tendencia al retorno de estas mujeres fue escasa, pero enviaron remesas a su familia maximizando su capacidad de ahorro y procuraron reclamar a sus hermanos y sobrinos de ambos sexos para aquel nuevo mundo que les ofrecía más oportunidad e s . 21 3.- RECAPITULACIÓN FINA L . Las cartas familiares y las memorias de vida de las mujeres de familias migrantes ofrecen una imagen particularizada de las circunstancias económicas y microsociales que las empujaron a emigrar. Reflejan una amplia gama de situaciones y condicionantes que remiten a la ecuación entre consumo y mano de obra familiar, a la heterogeneidad de la reproducción social de los grupos domésticos pertenecientes a los diversos
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sectores del campesinado, y, finalmente, al triunfo progresivo del individualismo frente al familismo imperante en las sociedades rurales hasta mediados del siglo pasado. En Galicia, las familias de campesinos medios y pobres, aprove charon las oportunidades de obtener ingresos externos proletarizándose como obreros en los mercados urbanos de ambos lados del mar. De este modo, sus hijas emigraron para trabajar como empleadas domésticas y mano de obra escasamente cualificada en las villas y ciudades ga l l ega s , cubanas y rioplatenses. La ausencia de los hombres de la familia hizo que madres y hermanas asumiesen directamente la decisión en asuntos fundamentales para la reproducción de la casa familiar, su representación en el ámbito local y que adquiriesen un mayor protagonismo en las relaciones de esas familias migrantes. El análisis de la correspondencia producida por familias campesinas medias con emigrantes confi rma que la explotación laboral (o pluriactividad) femenina aumentaba en esas casas, convirtiéndose en un incentivo para el éxodo de esas hijas y hermanas. Indican, también, que estas mujeres tenían menos oportunidades laborales y para ampliar sus relaciones sociales cuando emigraban dentro de la red familiar que las pro t egía puesto que constreñía su ámbito relacional al espacio doméstico ya establecido por sus padres, maridos, tíos o hermanos, en el lugar de destino. En cualquier caso, que su compromiso moral con la familia que dejaban atrás, fue mayor y más duradero que el de los varones. Los epistolarios de las familias con emigrantes contri buyen, pues, a hacer visible la participación femenina en los procesos migratorios, ya sea directamente o desde la retaguardia
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pesetas que había dejado sin pagar el padre de Flora y Estrella amenazaba con embargar la casa familiar, lo que se evitó gracias al envío urgente de dinero por parte de Flora y Aquilino. Lo mismo hicieron en respuesta a la demanda de la carta número trece, enviando 1.500 pesetas. Estrella conservó, también, los comprobantes de cobro de los giros recibidos para “hacer cuentas” cuando Flora y Aquilino regresasen. Constan 29 giros enviados entre noviembre de 1929 y septiembre de 1956, que suman un total de 15.570 pesetas. Con ellas pagaron las múltiples deudas contraídas y, después, comenzaron a comprar maquinaria agrícola y fincas en subastas públicas debidas, precisamente, a impagos de deudas de otros vecinos. En 1952 contaban, además, con un fondo de reserva de 24.000 pesetas ahorradas según explicaba el marido de su hija mayor a los suegros en la carta decimosexta del epistolario. Estos se planteaban retornar a la casa familiar, que habían salvado de la ruina gracias a la acción combinada de las hermanas y a la dolorosa separación de sus hijas. Dicha ausencia sirvió para que la siguiente
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generación de la familia y, sobre todo las mujeres, mejorasen las condiciones de vida respecto de las que habían ocasionado el éxodo laboral de sus mayores. Este era, en definitiva, el objetivo prioritario de los proyectos migratorios que contemplaban el retorno de los varones y matrimonios ausentes de modo que, si bien es cierto que las mujeres que quedaban en casa sufrían las consecuencias emocionales y laborales de dicha ausencia, no lo es menos que se beneficiaban, también, de dicha empresa que era, al cabo, una estrategia compartida encaminada a la supervivencia y mejora del grupo familiar.
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doméstica de sus familias de origen y de creación. Confi rman que las mu j e re s , en sus roles de madres, esposas y hermanas, desempeñaron un papel más importante en esos proyectos repro d u c t ivos y en la cohesión de sus redes familiares de lo que ha reconocido la literatura especializada, con excepciones tan notables como los trabajos ya clásicos de E. Bott (1990) y C. Brettell (1991), y, en el ámbito de los estudios migratorios peninsulares, las contri buciones de las profesoras que participan en esta obra colectiva. Esas cartas familiares, conservadas casi siempre por mujeres, apuntan, también, el considerable coste personal que sufrieron ellas en términos afe c t ivos, de sobre explotación laboral y de subordinación a los proyectos repro d u c t ivos de sus familias.
(21) El microanálisis de la emigración en el ayuntamiento pontevedrés de Valga demostró que las mozas de familias pobres que habían marchado a Argentina antes de la Guerra Civil desempeñaron un papel central en el flujo de la siguiente generación en los años cincuenta del siglo pasado (Soutelo, 2007).
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Experiencias de una trabajadora española en el mercado laboral suizo: recuerdos del servicio doméstico en una historia de vida Luís M. CALVO SALGADO Doctor en Historia y Literatura Popular Europea por la Universidad de Zurich (Suiza)
1. EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA EN SUIZA En primer lugar quiero presentar en este apartado la evolución de la población extranjera en Suiza después de la Segunda Guerra Mundial, para abordar a continuación la evolución y características de la población española. Lo primero que constatan los estudios sobre la inmigración en Suiza en la segunda mitad del siglo XX es la amplitud del fenómeno de la inmigración en este país. En comparación con otros Estados y teniendo en cuenta su tamaño, Suiza es en esta época uno de los países europeos que merece con mayor claridad la denominación de país de inmigración. En 1996 contaba con 7’06 millones de habitantes y se calcula que hubiese habido sólo 5’23 millones de habitantes si no 1 se hubiese dado la inmigración extranjera tras 1945 .
Luís M. CALVO SALGADO. (A Coruña, 1965). Cursó también estudios de Historia en la Universidad de Santiago de Compostela. En la Universidad de Zurich, en la que se doctoró en 1998, imparte cursos en materias de Historia y Etnografía. Ha editado con otros autores diversos libros relacionados con la emigración española, como Migración y exilio españoles en el siglo XX (Iberoamericana) o Historia del Instituto Español de Emigración: del Franquismo a la Democracia (Ministerio de Trabajo e Inmigración). Es además autor de un documental sobre la Guerra Civil española: Hans Hutter. Un suizo en la Guerra Civil española.
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(1) Piguet, Contexte, pp. 37-39 (2) Piguet, Contexte, pp. 37-39 (3) Piguet, Analyse, pp. 9097, 116-127. (4) Los datos estadísticos utilizados sobre la población española en Suiza proceden del Bundesamt für Migration y del Bundesamt für Statistik.
Experiencias de una trabajadora española en el mercado laboral suizo
Esa inmigración ha estado principalmente determinada por la coyuntura económica. En relación a los flujos migratorios se pueden distinguir cuatro etapas. En la primera se observa un crecimiento continuo de 1949 a 1962; en la segunda se da un descenso rápido de 1963 a 1976; en la tercera, de 1977 a 1992, se aprecia un crecimiento moderado; y en la cuarta se constata un descenso del ritmo de los flujos de 1992 a 1998. Es decir, los momentos en que la coyuntura económica es más favorable son los que se corresponden con una mayor cantidad de entradas, mientras que éstas se reducen en los momentos de una coyuntura débil. Pero también las medidas políticas ejercen una influencia importante en la evolución de los flujos migratorios, pues al principio del período citado se facilitaba el reclutamiento de mano de obra extranjera y ya en los años 60 comienzan a tomarse medidas tendentes a limitar la inmigración. Es así como se explica que la situación general europea, que muestra un bloqueo de la inmigración a principios de los años 70, sólo se confirma en Suiza hasta cierto punto. En Suiza el descenso de los flujos migratorios se percibe desde 1964, pero ni siquiera en 1975 y 1976, los años de menor cantidad de entradas, éstas no descienden de las 50.000, lo que significa que la inmigración continuó incluso en los períodos de crisis2. Si nos fijamos en los países de procedencia de los migrantes vemos que la diversificación de sus lugares de origen ha sido cada vez mayor. Y es en este contexto en el que debemos analizar la llegada de españoles a Suiza señalando su importancia relativa respecto a los grupos de migrantes de otros países. Entre los años 50 y 60 se dio un cambio relevante en el que los españoles participaron plenamente. En 1950 los extranjeros procedían fun-
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damentalmente de los cuatro países limítrofes: Italia, de donde venía la gran mayoría, Alemania, Francia y Austria. En 1960 los italianos eran ya el 60% de la población extranjera, pero a partir de ahí no siguió creciendo su porcentaje. En 1970 los españoles llegan a ser el 11% de la población extranjera. Es decir, su momento de llegada masiva coincide con la desaceleración de la inmigración procedente de Italia en los años 60 y principios de los 70. Posteriormente, en los años 80 y 90, la diversificación de los países de origen se hace mucho mayor: yugoslavos, turcos y portugueses son los grupos mejor representados en esos años3. Al analizar el perfil de la población española en Suiza se perciben coincidencias importantes con la evolución general de la población extranjera respecto a la distribución por sexo, por edad, por permisos de residencia, por actividades económicas y por lugar de residencia, pero con matices derivados de las características propias de este grupo y de la época de su llegada4. Comencemos por la evolución de la población española en Suiza entre 1960 y 1990. El número de inmigrantes españoles en Suiza ha aumentado regularmente a partir de 1960 y ha pasado de 13.524 en 1960 a 102.341 en 1970, para descender a 97.232 en 1980 y aumentar de nuevo a 116.138 en 1990. Las tasas de crecimiento derivadas de la inmigración masiva se redujeron ya por primera vez tras la introducción de medidas de la población extranjera a mediados de los 60, pero aumentaron de nuevo de 1968 a 1974. A partir de 1975 se observa un descenso del número de españoles: en 1974 son 121.555 los establecidos con permiso anual y los que poseen un permiso de residencia; en 1975 son 112.99; en 1976 son 103.779; en 1977 son 98.271; en 1978 son 96.122 y en 1979 son 95.647. A partir de 1980 aumenta de nuevo
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El número de inmigrantes españoles en Suiza ha aumentado regularmente a partir de 1960 y ha pasado de 13.524 en 1960 a 102.341 en 1970, para descender a 97.232 en 1980 y aumentar de nuevo a 116.138 en 1990.
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Experiencias de una trabajadora española en el mercado laboral suizo
la población española poco a poco hasta llegar a la cifra anteriormente indicada para el año 1990. La crisis de mediados de los setenta tuvo, pues, consecuencias drásticas para la población española en Suiza al igual que para el resto de la población extranjera en este país, y este hecho se advierte también muy claramente al analizar las cifras de los trabajadores temporeros. Se calcula que unos 50.000 temporeros, 25.000 trabajadores fronterizos y 100.000 residentes con un trabajo o miembros de sus familias abandonaron Suiza en aquellos años5. Si observamos la evolución del número de temporeros españoles en particular constatamos una evolución que se corresponde con la general: de 71.306 en 1973 se pasa a 54.338 en 1974, a 25.896 en 1975 y a 15.885 en 1976. A partir de entonces se da de nuevo un aumento.
(5) Piguet, Analyse, pp. 6178. (6) Tschannen, Putzen, p. 78. Sobre este tema véase también Burren, Sauberkeit, passim.
2. EXPERIENCIAS LABORALES EN UNA HISTORIA DE VIDA Partiendo de la historia de vida de una mujer gallega llegada a Suiza en el año 1970 y siguiendo la metodología propia de la historia oral, se analiza en esta apartado un caso ejemplar de lo que fue el proceso de inserción social de muchas mujeres gallegas que trabajaron en el servicio doméstico en Suiza desde los años sesenta. Se trata de una inserción social realizada al mismo tiempo en diferentes planos: por una parte, los relacionados con el ciclo vital, y por otra, los ligados a la trayectoria más puramente laboral, es decir a sus experiencias en el mercado laboral. Nos interesan no sólo esos diferentes planos por separado, sino, de manera especial, las relaciones existentes entre los mismos. Queremos saber de qué manera la narración oral de la historia de vida de esta mujer pone de relieve, desde su punto de vista, la
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interrelación que se da entre las etapas de su vida y los cambios que fue experimentando en su trabajo. Y cómo las estrategias sociales del Estado, expresadas fundamentalmente en su política migratoria y en la reglamentación consiguiente del mercado de trabajo, obligan a estas mujeres a tomar decisiones que configuran su estrategia personal tanto en el campo puramente laboral como en el vital en general. A ello se añade el hecho de que sus hermanos y su marido trabajaron durante mucho tiempo en el sector de la construcción, lo que hace su narración aún más interesante para nuestros fines porque resume a un tiempo las experiencias laborales propias de manera directa y las de sus familiares en este otro sector tan relevante para la emigración masculina de manera indirecta. Un estudio sobre las mujeres empleadas en labores de limpieza, tanto en empresas de limpieza como de empleadas de hogar, en la Suiza actual diferencia cuatro categorías de limpiadoras según su estatus de migrantes6: - Las mujeres llegadas con la migración laboral de los años sesenta, setenta y ochenta como trabajadoras “invitadas” (“Gastarbeiterinnen”) de acuerdo con los contingentes establecidos en aquel entonces por el gobierno, y que consiguieron después un permiso de residencia anual o un permiso de establecimiento. - Las llegadas en los años noventa en el marco de la reagrupación familiar para vivir en Suiza con sus maridos. - Las llegadas solas o con sus familias como demandantes de asilo. - Las que viajaron ilegalmente en los últimos años y permanecen aún en el país sin permiso alguno.
La mujer gallega de la que aquí vamos hablar, y por extensión la mayoría de las mujeres españolas dedicadas a labores de reproducción social remuneradas, entran en la primera categoría.
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Partiendo de la historia de vida de una mujer gallega llegada a Suiza en el año 1970 y siguiendo la metodología propia de la historia oral, se analiza en esta apartado un caso ejemplar de lo que fue el proceso de inserción social de muchas mujeres gallegas que trabajaron en el servicio doméstico en Suiza desde los años sesenta.
Luís M. CALVO SALGADO
Experiencias de una trabajadora española en el mercado laboral suizo
Evolución de la población española en Suiza (1965-1990)
año
(7) Bochsler / Gisiger, Dienen in der Fremde, pp. 15-18. (8) Los nombres de personas están anonimizados, es decir, sustituidos por nombres inventados. (9) La transcripción que la entrevista recoge se realizó en gallego, manteniendo las variantes dialectales y castellanismos empleados por la entrevistada, para respetar una mayor fidelidad a lo dicho. La entrevista se realizó el 2 de junio de 2001.
Las hay también de las llegadas en los años noventa por cuestiones de reagrupación familiar o dentro de nuevos contingentes, pero los procesos de inserción de estas últimas tienen una historia menos larga que las de la primera categoría y por lo tanto en buena medida distinta. Aquí nos concentraremos, por tanto, en las del primer grupo, que es el más representativo porque fue en los años sesenta y setenta cuando la emigración española a Suiza, tanto masculina como femenina, alcanzó su momento de mayor importancia. Las españolas llegadas a Suiza en los años sesenta y setenta cubrían la demanda de mano de obra extranjera para ocupaciones poco cualificadas. Muchas de ellas encontraron puestos de trabajo en el servicio doméstico y en los servicios de limpieza en general. La mano de obra autóctona que se había ocupado de estos trabajos hasta la Segunda Guerra Mundial empezaba ya, como hemos visto, en los años cincuenta a escasear7, y las mujeres del sur de Europa reemplazaban a las suizas (y en menor medida a las alemanas y aus-
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tríacas) en estas actividades repro d u c t ivas que eran las menos valoradas socialmente. En la mayor parte de los casos de las emigrantes gallegas, estas procedían de zonas rurales en las que normalmente no se habían ocupado de este tipo de tareas. Antonia Tenreiro8 nació en el año 1951 en el sur de la provincia de Lugo. Sus padres vivían del campo y ella recuerda así la historia de su familia9. Antonia era la segunda de siete hermanos. La decisión de venir a Suiza la explica como una decisión personal, pero tomada teniendo en cuenta que su hermano mayor había venido para Suiza en el año 69. Ella le siguió poco después10. 2.1. La primera etapa en Suiza: interna Antonia era en aquel tiempo una mujer muy joven y soltera. Empezó, como era frecuente en estos casos, sirviendo de interna en una casa. Esa primera experiencia estuvo marcada por el aislamiento y por todo tipo de discriminaciones11: - Me decías que es difícil meterse en una casa privada sin saber alemán. - Sin saber alemán. Y después era una familia que yo me di cuenta, pasado tiempo, que entre ellos no iban bien, que había problemas. Como yo no entendía, no sabía los problemas que había, pero oía discutir mucho. La mujer dormía con el perro en el segundo piso. El marido dormía arriba. Y todos se descargaban conmigo. La señora en el primer tiempo me trataba peor que al perro. Incluso en los trabajos de la casa. Desde luego yo reconozco que venía de allí y a lo mejor no estaba acostumbrada a hacer las cosas, era joven aún. Aún no había aprendido, pero eso también lo tenía que reconocer ella. Se ponía un guante blanco y subía al tercer piso y tocaba el pasamanos hasta abajo, hasta el final; después me enseñaba el guante y me decía: “¿tú limpiaste aquí?”. Eso muchas veces, porque una vez que se hace la primera vez, para la segunda ya tienes cuidado para que no te vuelva a reñir, pero
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Las españolas llegadas a Suiza en los años sesenta y setenta cubrían la demanda de mano de obra extranjera para ocupaciones poco cualificadas. Muchas de ellas encontraron puestos de trabajo en el servicio doméstico y en los servicios de limpieza en general.
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siempre encontraba un motivo para reñir conmigo. Yo ¿qué hacía? Me encerraba en la habitación y no paraba de llorar, porque yo no tenía a nadie con quien desahogarme. En toda la semana no hablaba con nadie. - ¿Tu hermano dónde estaba? - Mi hermano estaba en una barraca, como vivían en aquellos tiempos. Seis y siete en una barraca. - ¿Trabajaba en la construcción tu hermano? - Trabajaba en la construcción, sí.
(10) Para un análisis detallado del control sanitario en la frontera suiza partiendo de las experiencias de una migrante gallega véase Calvo, “Lembranzas…”. Sobre la actitud del gobierno español en la cuestión de la legalidad e ilegalidad en el caso de la emigración española a Alemania en los años 60 y primeros 70 véase Sanz, La emigración irregular. (11) Sobre las discriminaciones que sufren hoy en día las mujeres extranjeras empleadas en el servicio doméstico en España y en Portugal véase Catarino / Oso, “La inmigración femenina”, pp. 198-202. (12) Spescha, Handbuch zum Ausländerrecht, pp. 74-116.
Antonia tenía un permiso B, es decir, un permiso de residencia válido para un año y renovable sin tener que salir del país, ligado a un puesto de trabajo y con ello también al correspondiente permiso de trabajo. Desde su punto de vista era una ventaja en c o m p a ración con el A, que era lo que recibían los tempore ros como el hermano de Antonia, obligados a salir de Suiza tras nueve meses pudiendo volver luego al año siguiente. El permiso C es el mejor que se puede tener como extranjero aún hoy, p o rque consiste en un p e rmiso de residencia no limitada temporalmente que da derecho a la re agrupación familiar y permite un acceso al mercado de trabajo similar al de los trab a j a d o res autóctonos12. El B le dab a , por tanto, ventajas de las que carecía su hermano. Pero ese permiso B que le permitió pasar por la fro n t e ra sin mu chos pro blemas, jugó, según ella, un papel fundamental en la explicación del trato discriminatorio que sufrió en la primera casa en la que trabajó. Su relato muestra que su estatus de migrante la limitaba y la ponía en manos de su empleadora, y muestra, además, cómo tuvo que idear soluciones para sobreponerse a esas dificultades: - Y entonces, para ti, pues, lo duro fue llegar a la casa esa. - Llegar a la casa esa porque me trataron mal y después, que yo no tenía prácticamente con quien hablar... porque, por ejemplo, mi hermano en cambio, que estaba en la barraca, llegaba la noche y había veci-
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nos, y se hablaban, se relacionaban entre ellos. Y había venido un primo mío también para aquí. Pero yo encerrada allí, no tenía a nadie con quien hablar, más que esa familia. Y no los entendía. - ¿Y salir de allí no podías? - Y salir de allí no podía. Después yo como llegué aquí, esa señora me cogió el pasap o rte y me cogió el libro de extra n j e ros y no me lo entregó. Y yo como era inocente de allá, pues no sabía que esa señora me los tenía que devolver. Que ella dijo que lo necesitaba para ir a la policía no sé para qué. Y a mi hermano y a mi primo no se les olvida nunca. La primera vez que me vinieron a buscar. Que yo cl a ro, salí tan desesperada... que me ab racé a ellos y me eché a llorar y dicen: “Saliste como un toro cuando le ab ren una puerta. Un toro que está encerrado toda la vida, cuando le ab ren la puert a , sale para fuera, así saliste tú”. Y eso les quedó grab a d o , p o rque aún me lo cuentan y sobre todo mi primo aún se acuerda cuando lo voy a visitar cada vez que voy de vacaciones. Y después yo en esa casa pues tenía que trabajar cat o rce horas diari a s , me leva n t aba a las seis de la mañana y acab aba a las nu eve de la noche… Menos mal que yo venía acostumbrada a trabajar allí en el campo y venía fuerte. Y tenía que hacer el jardín y hacer todo. Tenía un perro de esos Lasie, tenía que lavarlo, peinarlo, etc. Después eso, una familia que tenía muchos conflictos y que se desahogaban conmigo. Yo tenía que hacer la comida para ellos, y serv i rles en el comedor. Y yo comía con el perro en la cocina. Lo que les sobraba a ellos. Después a mí no me gustab a mucho a veces la comida que ellos hacían y yo comía pan y mantequilla, cl a ro. Con 19 años yo tenía que trab a j a r, pues tenía hambre. Algo tenía que comer. Y la señora muchas veces vino a la cocina a reclamar que le gastaba mucha mantequilla, que le ech aba mucha mantequilla al pan. Y estuve en esa casa un año. Después yo quería cambiarme y la s e ñ o ra me dijo que no me daba la carta libre. Y entonces en ese tiempo que yo tenía que re n ovar el permiso caí enfe rma y tenía fi eb re. (...) Entonces yo en octubre me marché para España, p o rque ya no ag u a n t aba más. Además iba media enfe rma porque al llegar a España tuve que ir a un especialista. Llevaba el cuerpo todo lleno de manch a s , llevab a una infección a la sangre, de toda la porquería que comía de los restos que me daban ellos, y también, cl a ro de estar siempre disgustada. Po rque yo no estaba a gusto en esa casa. Y después vine en el 72...
La segunda experiencia, el trabajo en una panadería, fue más positiva que la primera. Por pri m e ra vez, Antonia se sintió
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bien tratada en el país de acogida. Las relaciones con la familia de la panadería no se caracteri z aban por las humillaciones sino por un trato acep t able aunque pat e rnalista. La dominación simbólica que se esconde tras las marcas de familiaridad propias de un trat o paternalista se refleja en los términos empleados por Antonia para h ablar de la “patrona” que la trata como a “una hija”13. En la panadería Antonia seguía interna y dedicada a dife rentes tareas que le ocupaban todo día en una larga jornada de trabajo.
(13) Sobre estos aspectos de la dominación simbólica en Portugal y España véase Catarino / Oso, “La inmigración femenina”, p. 200. (14) Sobre la importancia de los temporeros o estacionales y su estatus véase Dhima, Ausländerregelung, p. 78-122, 210-214.
2.2. La segunda etapa en Suiza: externa Uno de los cambios más signifi c ativos en las historias de vida de mujeres dedicadas al servicio doméstico es el paso de trabajar interna a trabajar ex t e rna. Pa ra muchas mujeres este cambio se relaciona con el matrimonio o con la llegada de los hijos. Antonia tuvo una hija en 1981 y los hora rios de la panadería no le permitían dedicarle a la niña el tiempo necesario: “Ahí estuve 10 años en esa casa. Hasta que nació mi hija. Al nacer mi hija, por el hora rio de trabajo no pude seguir”. A su marido lo conoció en la panadería. Es muy signifi c at ivo desde el punto de vista de la historia social de la emigración que Antonia y su marido haya decidido casarse en el año 1974. La historia de su marido es la historia de muchos temporeros en Suiza tras la crisis del petróleo de 1973, que tenían el permiso A14. Hasta ese año iban y venían cada año para trabajar sobre todo en la construcción durante nueve meses, como hemos visto anteriormente. El estatuto de tempore ros era un sistema de trabajo flexible y sin apenas costes sociales para las empresas, que favo recía hasta cierto punto los intereses de los empresarios y que se fue extendiendo bajo la presión de los referéndums favo-
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Españoles en SainteCroix, Lausanne (Suiza).
recidos por la derecha xenófoba suiza de finales de los sesenta y especialmente del re feréndum sobre la iniciat iva Sch wa r ze n b a ch de 197015. A pesar de que ni siquiera esta iniciativa, que fue la más importante, consiguió la mayo r í a , la fuerza d e m o s t rada en las urnas por los partidarios de limitar el número de inmigrantes en el país obligó al go b i e rno a extender el estatuto de temporeros cada vez a más gente, aunque en la práctica los trabajadores a menudo iban y venían año tras año. Con la crisis del petróleo de 1973 el estatuto se convirtió en una herramienta ideal para transferir el paro a los países de origen de los migrantes. Suiza redujo los contingentes de tempore ro s , de manera que estos ya no podían seguir entrando en el país y d ebían quedar en los suyos. Esta situación tuvo que afectar al marido de Antonia y debió contribuir a acelerar o confirmar la decisión de casarse con ella, aunque ella sólo menciona el cambio de permiso para él como una consecuencia del avance que suponía el hecho de casarse con ella.
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(15) Sobre esta iniciativa véase Buomberger, Kampf gegen unerwüns chte Fremde, p. 97184. Sobre James Schwarzenbach véase Drews, Schweizer erwache, passim.
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En su caso, de todos modos, no fue el matrimonio sino el nacimiento de la hija en el año 1981 lo que la llevó a dejar de trabajar de interna y pasar a trabajar de externa por horas en casas privadas. Su actitud frente a las empleadoras se modificó y fue adquiriendo una mayor conciencia del valor de su trabajo y de su dignidad: Y cuando nació mi hija pues yo tuve que dejar de trabajar allí. Y empecé a trabajar en casas privadas, así por horas. Y encontré algo de todo, pero como ya había aprendido bastante en la primera casa que tuve, pues un día llegué a una casa y le dije la señora: “la casa es suya, el dinero también, y el cuerpo es mío, así que pague lo que me debe y busque a otra, que yo no vuelvo”.
Compaginar el trabajo y el cuidado de la hija se convirtió durante cierto tiempo en su mayor preocupación. El paso de interna a externa significaba una mejoría de la situación laboral. Pero la relación con las empleadoras de las casas en las que trabajaba por horas exige un análisis detallado que permita reconocer de qué manera se definen las relaciones de poder entre empleada y empleadora, incluso en los casos en los que la experiencia es descrita como muy positiva por parte de la trabajadora. Antonia tenía más donde elegir, no estaba sometida a una sola persona, tenía una vida privada al margen de la vida laboral con un espacio propio y separado para su familia. Sin embargo, y dado el trato personal que exige el desarrollo de sus tareas, su integración en el seno de las familias seguía formando parte esencial de su inserción laboral y dependía mucho de su personalidad y, por tanto, de su experiencia. La interacción con los miembros de las familias se sitúa en una esfera personal a la que sólo las trabajadoras domésticas tienen acceso desde fuera. Y esa interac-
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ción adopta formas diferentes dependiendo de las características culturales y sociales de las familias para las que se trabaja en una sociedad ya en esos años extraordinariamente plural, urbana y dinámica. Antonia trabajaba en el momento de la entrevista, en el año 2001, fundamentalmente para otra familia por horas, una familia que también la trataba bien y en la que se sentía a gusto desde hacía muchos años16. La familia pertenece a la clase alta zuriquesa y tiene un carácter multicultural: el hombre es un ingeniero pakistaní retirado y la mujer es austríaca. A las hijas las vio crecer y dice tener una muy buena relación con ellas. Una muestra clara del aprecio que esta familia siente por ella lo ve en el hecho de que también contrataron a su marido como chófer y como jardinero. En su narración de esta historia del cambio de trabajo de su marido subraya su conocimiento de las reglas del juego cuando se trata de negociar con los empleadores, tanto de la construcción como del servicio doméstico. Ella se esfuerza además por convencer a su marido y darle consejos muy útiles. Él se adapta finalmente al nuevo medio, muy diferente del ramo de la construcción en el que hasta entonces trabajaba. 3. CONCLUSIÓN Las decisiones de Antonia a su ciclo vital y a su trayectoria laboral aparecen en la narración de su historia de vida hondamente interrelacionadas. Su llegada a Suiza no se puede separar de la busca de trabajo de sus hermanos en este país; su matrimonio con un emigrante gallego que conoció en la panadería en la que vivía y trabajaba tiene que ver con la p l a n i ficación de su futuro laboral como familia, y el tiempo
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(16) Además iba a trabajar algunas horas a otras casas. Pero su estrategia de pluriempleo estaba claramente supeditada a sus necesidades y no se explica como una forma de busca de ahorro a todo coste.
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Fiesta de San Juan en ‘A Nosa Galiza’ de Ginebra (Suiza)
dedicado a criar su hija determina a su paso de interna a la externa en el servicio doméstico. En esta evolución juegan un papel esencial las estrategias sociales del Estado suizo, expresadas en una política migratoria fruto en aquella época de las reacciones del gobierno ante la variable demanda de mano de obra extranjera y ante los movimientos políticos partidarios de limitar la inmigración, incluso en tiempos de bonanza económica. La reglamentación del mercado de trabajo migrante con diferentes estatus lleva a Antonia a ir pasando, con mucho esfuerzo en algunos casos, de un estatus a otro o ayudando a su marido a mejorar su estatus. Se trata de un pequeño pero nada despreciable ascenso social realizado a partir de condiciones muy desfavorables para llegar a una situación relativamente satisfactoria de integración social.
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Testimonios de mujeres españolas inmigrantes en América LEO VELLÉS Delegado de España Exterior en Buenos Aires (Argentina).
EN ARGENTINA MARÍA TERESA MICHELÓN MARTÍNEZ
L
a historia de María Teresa Michelón Martínez podría haber sido escrita por un guionista cinematográfico. “Mi vida ha sido una emigración permanente; es como dice la canción: no soy de aquí, ni soy de allá”, comenta. Su existencia está llena de anécdotas que resumen los giros del destino por el que pasan todos aquellos que alguna vez han transitado el triste camino cuyo punto de salida es el puerto de Vigo y, desde allí, el futuro incierto hacia el que se embarcaron miles de emigrantes. Nacida el 2 de junio de 1936 en el ayuntamiento leonés de Sabero, ya desde muy pequeña Maite, como la llaman todos, iba a conocer el desarraigo, que forma parte indeleble de su historia familiar. Su padre y su
Leonardo VELLÉS. Nació el 19 de junio de 1976 en la ciudad de Buenos Aires. Hijo de un gallego nacido en Rois, A Coruña, y de una italiana oriunda de Palermo, Sicilia, adoptó la nacionalidad española en 1994. Al finalizar sus estudios secundarios cursó la carrera de Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires y se recibió de periodista en T.E.A (Taller Escuela Agencia), lugar en el que han estudiado algunas de las personalidades más importantes de los medios informativos de Argentina. Desde el año 2001 conduce la audición radial Galicia Hoxe y en 2003 se incorporó al periódico España Exterior, en donde se desempeña como corresponsal en Buenos Aires.
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hermano menor nacieron en Asturias; su madre y su hermana mayor en Galicia. Cuando aún no había llegado a cumplir un año de vida, su familia decidió dejar León para buscar mejor suerte en Asturias. Ese sería su hogar por muy poco tiempo: cuando tenía dos años su padre, que era minero de profesión, fue asesinado por las tropas franquistas y su madre escapó junto a sus tres pequeños hijos para instalarse en la parte vasca de Bilbao, lugar en el que Maite se crió hasta los 18 años. “Yo me siento leonesa, pero también tengo mi corazón en Asturias, en Galicia y en Bilbao”, resume. Aún recuerda que de niña, camino al colegio, se refugiaba en el portón de entrada del único hotel que había en su pueblo para resguardarse del frío inve rnal. “El conserje siempre me corría y yo pensaba: ‘Algún día voy a vo l ver, pero como huésped de este hotel’”. Y muchos años después Maite volvió a Bilbao para alojarse en ese hotel. Ya no era aquella pequeña que apenas recordaba sus hogares en León y en Asturias; había vuelto como consejera del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior (CGCEE), pero para llegar hasta ese punto es mejor retroceder la película de La Vida de Maite hasta el 25 de enero de 1956, fecha en la que se desarrolla la escena más importante de esta historia. Ese día Maite se subió a un barco en el puerto de Vigo junto a su madre. El destino: Buenos Aires. Allí la esperaban sus dos hermanos, que ya habían sido reclamados por un hermano de la madre. “En esa época yo estaba de novia con un muchacho que jugaba en el primer equipo del Athletic de Bilbao y que ya había comprado un departamento porque nos íbamos a casar, pero mi madre me obligó a ir a Argentina para
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María Teresa Michelón Martínez, presidenta del Consejo de Residentes Españoles (CRE) de Buenos Aires.
visitar a mis hermanos. Más allá de que quería verlos, yo no tenía ningún interés en ir allí, pero la situación económica en posguerra era muy difícil y además teníamos mucho miedo por lo que le había pasado a mi padre”, recuerda. La llegada a Buenos Aires sólo lograría que Maite tuviera ganas de retornar lo más pronto posible. Se instaló en la casa de su hermana, que se había casado y había tenido dos hijos con un emigrante gallego, y donde también vivía su hermano. “Cuando llegamos éramos siete personas viviendo en una habitación de cuatro metros de largo y cuatro de ancho que alquilaban a una familia gallega. Para mí fue una desilusión tremenda, porque en España éramos pobres pero cada uno tenía su habitación y su privacidad. Lo único que hacía era llorar”, dice. La adaptación era difícil. El gusto de las comidas le parecía espantoso y se alimentó durante tres meses solamen-
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La llegada a Buenos Aires sólo lograría que Maite tuviera ganas de retornar lo más pronto posible. Se instaló en la casa de su hermana, que se había casado y había tenido dos hijos con un emigrante gallego, y donde también vivía su hermano.
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te con leche y lechuga. Maite trataba de comunicarse con su novio, pero las cartas tardaban 20 días en llegar a España, y luego había que esperar 20 días más para recibir la respuesta. “Todo se fue dilatando. Empecé a coser pantalones para una sastrería y un día conocí al hijo del dueño de la casa en donde estábamos viviendo. Él también se estaba por casar, pero se peleó con la novia y al poco tiempo me invitó al cine, pero claro, tuve que ir acompañada por mi mamá y mi hermana, que se sentaron al lado nuestro”, comenta con una sonrisa. En octubre del mismo año en el que había llegado a Argentina Maite se casó: “Le escribí a mi novio diciéndole que era mucha la distancia que nos separaba y que así era muy difícil llevar adelante una relación”, explica. En enero del año siguiente ve n d i e ron la máquina de coser para comprarle el pasaje de regreso a su madre porque no se adaptaba. “Si no me hubiera casado seguramente habría vuelto con ella”, a fi rma. Ya casada y decidida a iniciar una nu eva vida en Argentina, Maite comenzó a buscar trabajo pero le resultaba muy difícil porque no tenía el título secundario, así que vo lvió a coser pantalones mientras finalizaba sus estudios. Ya tenía dos hijos cuando comenzó a estudiar la carrera de enfermería profesional en la Cruz Roja. El día que se graduó el alcalde de Avellaneda le entregó la medalla de honor por sus calificaciones, pero ese momento de alegría se vio empañado porque, siendo abanderada, no le permitieron portar la bandera argentina por ser española. “Fue algo que lamenté profundamente y que me quedó grabado para toda la vida, porque fue un dolor en el
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alma. No guardo rencor, pero a los gallegos, como nos llamaban a todos los españoles, nos despreciaban permanentemente. Al ser española, la búsqueda de trabajo era muy difícil, además todo era más arduo para las mujeres, y más si no eras a rgentina”, recuerda con tristeza. Finalmente pudo conseguir trabajo en el Hospital Fiorito, donde luego se especializó en instrumentación quirúrgica. Al poco tiempo llegaría a ser jefa de instrumentadoras. Los años fueron pasando, y al tener una familia y un t rabajo estable Maite fue, de a poco, a d aptándose a Argentina. Comenzó a concurrir a los centros de la colectiv idad, camino que lo llevó a interesarse por la situación de los emigrantes y que años más tarde fue reconocido al ser nombrada como presidenta del Consejo de Residentes Españoles de Buenos Aires y consejera del CGCEE, lo que a su vez le permitió retornar por primera vez a España, en 1992. Volvió a Bilbao y visitó a su primer nov i o , aquel jugador del Athletic que finalmente nunca se casó. No hubo rencores en el reencuentro. Sin embargo, aquel lugar al que había vuelto ya no era su hogar: “Me encontraba perdida; pensaba que todos me iban a estar esperándome pero fue muy difícil encontrarme con mis amigos. Me di cuenta de que no podría vo l ver a viv i r allí porque sería como vo l ver a emigrar. Yo quiero mucho a Argentina; después de todo ha sido mi hogar durante la mayor parte de mi vida, aunque yo me siento por sobre todas las cosas española y emigrante, porque he estado emigrando desde niña. Pero déjame decirte una cosa: la emigración es una herida abierta que no se cura jamás”, concluye.
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OLEGARIA DOURADO MOSQUERA
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uando Olegaria Dourado Mosquera emigró desde su pueblo natal en Rianxo (A Coruña) aún no había cumplido los seis años. Llegó a Buenos Aires el 27 de enero de 1951, junto a su madre y cinco hermanos: “Al ver esta enorme ciudad sentí que tocaba el cielo con las manos. Yo era muy chica y estaba con toda mi familia, entonces no extrañaba Galicia. Era una situación muy diferente a la de los gallegos que vinieron con mayor edad, porque a esas personas, a las que todavía hoy le duele haber emigrado, les costó mucho más adaptarse, pero a mí en Argentina nunca me hicieron sentir que era una emigrante, porque yo tampoco me comporté de una manera como para que me lo hicieran sentir. Uno tiene que salir del huevo, porque si te encierras y te quedas en tus raíces, no puedes entregarte a los demás”, explica con la misma seguridad con la que se desenvolvió toda su vida y que la llevó a ocupar importantes puestos dentro del ambiente de la producción televisiva argentina. Cuando llegó al puerto de Buenos Aires la esperaba su padre, que había emigrado dos años antes. “Él era un pobre peluquero que no tenía muchas ambiciones, pero en nuestro pueblo no había mucho por hacer y como casi todos los gallegos, emigró por necesidad”, afirma. Aunque al ser tan pequeña no tomó consciencia de lo que significaba dejar su tierra natal, lo que sí la marcó fue la ausencia de su padre durante esos dos años. “La imagen que más recuerdo del viaje la tuve apenas me subí al barco en Vigo, porque era un navío francés y estaba lleno de negros. Yo nunca había visto uno en mi vida, y me llevé un susto enorme. Por suerte conocí a un joven estudiante brasilero que se
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Olegaria Dourado Mosquera, presidenta del Centro Noia Rianxo de Buenos Aires.
convirtió en el padre que yo no tenía en ese momento, pero él se bajó en Porto Alegre y esa separación me marcó bastante”, dice. Olegaria subraya que su llegada a Buenos Aires la vivió como una niña que descubría con ojos sorprendidos un nuevo mundo: “Era la época de las vacas gordas en Argentina, cuando estaba Eva Perón. La atención de esa mujer a los pobres me quedó muy marcada, porque personal de la fundación que Evita presidía nos vinieron a buscar al Hotel de los Inmigrantes y nos regalaron zapatos, guardapolvos, libros y juguetes”. Su padre trabajaba en la tienda La Reina, propiedad de un gallego que empleaba sólo a emigrantes españoles, a quienes también les daba alojamiento en un conventillo de la calle Venezuela. Allí comenzaría a comprender cómo la emigración tendía lazos de solidaridad. “En ese lugar vivíamos españoles de todas las comunidades, aunque la mayoría éramos gallegos.
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Siempre nos reuníamos para jugar a la brisca o para comentar las noticias que llegaban desde España, pero lo que más recuerdo era que todos colaboraban enviando dinero a los familiares que quedaron en sus pueblos, lo mucho o poco que podían”, afirma. Su madre, además de ocuparse de la crianza de Olegaria y sus hermanos, trabajaba de sirvienta en la casa de una familia rica: “Mi mamá siempre le estuvo muy agradecida a la Argentina, pero siempre sintió que la vida no le dio la oportunidad de ser diferente. Ella tenía vocación de artista; era amiga de Castelao, Rafael Dieste y muchos otros gallegos ilustres que estaban aquí, pero la necesidad frustró sus sueños porque le tocó cuidar a sus hijos”. A la pequeña Olegaria no le costó adaptarse, pero, tal vez inconscientemente, sus raíces gallegas comenzaban a marcar su personalidad. “Al principio tuve graves problemas con la lengua, porque me negaba a hablar en español y tuve que repetir primer grado. Mis compañeros en la escuela se burlaban, pero como yo era una gallega brava también les daba mis buenas hostias”, comenta con una sonrisa. A mediados de la década del 60 se recibió de perito mercantil, y mientras estudiaba ingeniería industrial consiguió su primer trabajo en el Congreso de la Nación, donde se desempeñaba como empleada administrativa. “Como trabajaba para el Estado, tuve que nacionalizarme argentina, y eso fue un gran conflicto para mí porque después España se negaba a devolverme mi nacionalidad”, explica. Los vaivenes de la política argentina también la marcaron. Cuando los militares derrocaron al Gobierno de Arturo Illia, en 1966, la transfirieron al Registro Nacional de las Personas. “Yo
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no quería saber nada con eso, entonces renuncié y pasé por muchos trabajos; como dicen aquí, me transformé en una buscavidas”, remarca. Luego de pasar por muchos empleos, y mientras se desempeñaba como jefa de la obra social de los periodistas, un amigo le consiguió trabajo en Canal 7: “Empecé haciendo de todo, y eso me sirvió para ingresar en el mundo de los medios. Ya casi no se me notaba la tonada que tenía de pequeña, pero igual todos mis compañeros me llamaban La Gallega”. Allí vivió la experiencia de la discriminación, no por su condición de emigrante, sino por el sólo hecho de ser mujer. “Gracias a ser una gallega testadura fui progresando hasta ser productora, pero fue muy duro, porque trabajaba en un ámbito en el que había muchos hombres. Tuve que ser muy perseverante, porque cuando trataba de imponerme muchos compañeros de trabajo me tildaban de marimacho y me echaban en cara que yo ganaba más que ellos, pero les respondía que era porque yo estaba más capacitada”. Gracias a los convenios que Canal 7 tenía con otras empresas televisivas pudo viajar a Francia y Alemania para perfeccionarse. Se especializó en la producción de documentales y miniseries, y en 1989 retornó por primera vez a España para trabajar en Antena 3, donde produjo la miniserie El Oro y El Barro. A su vuelta, pasó a Crónica TV, el canal de noticias más importante de Argentina, donde llegó a ocupar el puesto de gerenta de operaciones. Sin embargo, la marca de la emigración seguía estando presente en ella. “Yo siempre elegí mi camino porque quise tener mi independencia, y tal vez por eso nunca me casé, pero esa decisión también tiene relación con que yo sabía lo que había sufrido mi familia al emigrar y las necesidades económicas por las que
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Olegaria subraya que su llegada a Buenos Aires la vivió como una niña que descubría con ojos sorprendidos un nuevo mundo: “Era la época de las vacas gordas en Argentina, cuando estaba Eva Perón. La atención de esa mujer a los pobres me quedó muy marcada, porque personal de la fundación que Evita presidía nos vinieron a buscar al Hotel de los Inmigrantes y nos regalaron zapatos, guardapolvos, libros y juguetes”.
Leo VELLÉS
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habíamos pasado, entonces me daba mucho miedo tener un hijo porque no quería que sufriera y que pasara por las mismas situaciones que yo viví”, explica. Olegaria, que actualmente es la presidenta del Centro Noia Rianxo, nunca consideró la posibilidad de retornar a vivir a Galicia. “Yo le tengo un amor loco a mi tierra; hace menos de ocho meses volví a Rianxo para visitar la casa de mi madre, lo que me provocó mucha nostalgia y ganas de llorar, pero a pesar de sentirme profundamente gallega, siento que mi casa está aquí, en Argentina”.
ANA SIMÓN GUERRERO
“
Creo que los emigrantes hacemos más patria desde la emigración porque aquí nos sentimos como pequeños embajadores de nuestra tierra. A lo mejor, si me hubiera quedado en Andalucía no habría tenido la vocación de ayudar a mis paisanos que siempre tuve en Argentina”, explica Ana Simón Guerrero en su casa, repleta de imágenes, libros y recuerdos de su Almería natal. Esta labor solidaria la realiza desde el Centro Cultural Andalucía de Buenos Aires (CECABA), entidad que presidió a lo largo de dos períodos entre 2001 y 2007 y en la que actualmente ocupa el cargo de prosecretaria de la junta directiva.: “Además de ocuparme de mis cosas, de estar con mi familia y cuidar a mis nietos, estoy siempre pensando en cómo puedo ayudar a los andaluces que están aquí a través de mi institución. Ese sentimiento es muy fuerte y no lo puedo apaciguar porque me lo inculcaron mis padres en mi niñez, y en honor al desarraigo que
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ellos vivieron con tanta pena y dolor cuando tuvieron que dejar su tierra, creo que tengo el deber de ayudar a los demás”, añade. Ana llegó a Buenos Aires junto a sus padres y hermanos el 4 de septiembre de 1949, 22 días después de haber salido del puerto de Cádiz. “En ese momento la situación era muy dura en cualquier rincón de España. Emigramos por el mismo motivo que la mayoría de los españoles que llegaron aquí: por razones políticas, pero fundamentalmente económicas, ya que mis padres querían darles un futuro mejor a sus hijos”, cuenta. A pesar de tener sólo seis años cuando dejó su tierra, todavía guarda muy vividamente en su memoria los recuerdos de su infancia almeriense. “Esos años quedaron grabados a fuego en mi mente. Aún me acuerdo de las reuniones familiares en nuestra casa y de los juegos que compartía con mis hermanos y amigos, aunque no tenía mucha consciencia de lo difícil que era la vida para mis padres. Recién comencé a comprender la situación cuando nos embarcamos para venir a Argentina”, afirma. El cruce a través del Atlántico no fue tan duro para ella, ya que en el mismo barco viajaban muchos chavales de su edad. “Todos los niños vivíamos el viaje como una aventura ya que estábamos muy contentos porque íbamos a conocer un mundo nu evo”, señala, pero para sus padres el trayecto sobre las aguas comenzaba a dejar en claro que el camino de la emigración está conformado mayo ritariamente por espinas. “En esa época los buques venían llenos y mi papá tuvo que alojarse en la bodega , s ep a rado de mi madre, que estaba junto a sus hijos. Pa ra ella fue muy doloroso sobrellevar esos días, porque mi hermano menor, que cumplió un año en el barco, se enfermó y se la pasaba llorando”.
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Leo VELLÉS
Junto a su marido Ana puso un pequeño comercio que tuvo durante 34 años: “Eso nos sirvió para adaptarnos definitivamente al país, pero lo que es más importante, nos permitió darles una educación a nuestros hijos, y esa es una de las mayores satisfacciones que tuve después del esfuerzo que habían hecho mis padres para que yo tenga una vida mejor”.
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Ana recalca que, a pesar de lo que mucha gente cree, ingresar a Argentina no era tan fácil. “Además de la carta de llamada de mis tíos, que ya vivían aquí desde hace unos años, mi padre tuvo que presentar muchísima documentación a las autoridades argentinas. El papeleo que se pedía era importantísimo; había que presentar certificados de salud, de buena conducta y muchos más, y es por eso que a veces duelen algunos comentarios, porque si bien Argentina es una tierra que acogió con mucho cariño a miles de emigrantes, lo que recuerdo por experiencia propia era que no dejaban entrar a la gente así nomás. Yo pude ver con mis propios ojos que a muchos emigrantes los mandaron de vuelta en los mismos barcos en que llegaban”, subraya. Sus tíos fueron a buscarla a ella y a su familia al puerto de Buenos Aires. Desde allí se trasladaron hasta el barrio de Saavedra. “Era un lugar muy pintoresco, con todas las casitas muy nuevas e iguales. Los vecinos nos recibieron muy bien y todo era una maravilla para mí, aunque también fue dificultoso porque la casa de mis tíos era muy pequeña y vivíamos siete personas en una sola habitación”, explica. Ana cursó sus estudios primarios en el Colegio España. “Era como si el destino hubiera querido que no me sintiera tan lejos de mi tierra, aunque yo notaba que a mis compañeritos les llamaba mucho la atención el acento que tenía, entonces, para adaptarme mejor, me esforcé para cambiar mi tono de voz y sonar como si fuera argentina, aunque fue algo que me dolió y lamenté mucho porque yo estaba muy orgullosa de mi tonada andaluza”, recuerda. Poco después de terminar el secundario, en donde se recibió con el título de secretariado comercial, Ana conoció a su
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TESTIMONIOS ARGENTINA
Ana Simón Guerrero, ex presidenta del Centro Cultural Andalucía de Buenos Aires y actual prosecretaria.
esposo, Lucas Enrique Gil, que al igual que ella era un emigrante español, oriundo de Castilla y León, que llegó a ser vicepresidente del Centro Soriano Numancia. “Lo conocí en el puerto, adonde había ido para despedir a una prima que viajaba a España. Allí unos amigos que teníamos en común nos presentaron y nos enamoramos rápidamente. Yo creo que en mi interior sentía la necesidad de compartir mi vida con otro emigrante porque nunca quise perder mi identidad y mis costumbres, y tenía la impresión de que con otra persona no iba a ser tan comprendida como lo fui con él”, comenta. Junto a su marido Ana puso un pequeño comercio que tuvo durante 34 años: “Eso nos sirvió para adaptarnos definitivamente al país, pero lo que es más importante, nos permitió darles una educación a nuestros hijos, y esa es una de las mayores satisfacciones que tuve después del esfuerzo que habían hecho mis padres para que yo tenga una vida mejor”.
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Leo VELLÉS
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Mientras tanto, se mantenía ligada a la colectividad a través de entidades como el Centro Recreativo y Cultural Almeriense, el Hogar Andaluz y el Rincón Familiar Andaluz. “Allí nos reencontramos muchos amigos, porque esas instituciones concentraban a todos los paisanos que habían llegado desde Andalucía”, explica. Por esa época, el padre de Ana les planteó retornar a Andalucía, “pero ya era muy difícil porque su intención era que volviéramos los tres hermanos con sus respectivas familias, y a esa altura era imposible porque ya habíamos hecho nuestra vida aquí”. Al repasar tantos años de esfuerzos, Ana manifiesta estar muy contenta con el camino que ha transitado: “El dolor de la emigración no se va nunca porque yo vivo a Andalucía como un apostolado, pero no me puedo quejar porque este país me dio todo y nunca tuve problemas por ser mujer o emigrante. Hay cosas que sucedieron en mi vida que nunca me imaginé que me iban a pasar, como conocer al Presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, gracias a mi labor en el CECABA. Eso demuestra que nada es imposible, porque los sueños son las realidades del futuro; si uno no sueña y no se esfuerza, sus deseos no se van a cumplir nunca”.
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Manuel BARROS Delegado de España Exterior en La Habana (Cuba).
EN CUBA LIDA LIBRÁN GONZÁLEZ
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ació en Fontoria del Bierzo, ayuntamiento de Fabero, provincia de León (Castilla y León) el 22 de mayo de 1948. Reside en la Ciudad de La Habana, Cuba. Este es su testimonio. “Emigré en 1957, a los 9 años, sola, a Cuba, para vivir con una tía, que me ayudaría, para poder estudiar una carrera y salir adelante en la vida. Ella había emigrado en el año 1926, pues la situación económica de España, en esa época, era muy difícil y seguía empeorando. Sólo he vivido en Cuba. En el año 1955, ya ella estaba casada con un emigrante gallego y había criado a un vecinito huérfano desde
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Manuel BARROS DEL VALLE. Nació en La Habana, Cuba, el 28 de Septiembre de 1942. Hijo de padres emigrantes de Galicia y de Asturias. Cursó sus estudios de primaria, y de nivel medio en Comercio, en la Academia de La Salle. Graduado de Doctor en Medicina en el año 1969 en la Universidad de La Habana, Especialista de I Grado en Obstetricia y Ginecología en 1976. Laboró como médico en distintas instituciones de salud en Cuba. Posee las medallas “Trabajador Internacionalista” y “Combatiente de la Producción y la Defensa”, otorgados por el Consejo de Estado de la República de Cuba y la Distinción “Manuel Fajardo”, otorgada por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud por más de 25 años de servicio, así como numerosos reconocimientos por su labor en el campo de la salud. Es el Delegado Informativo del periódico España Exterior en Cuba desde abril del año 2007.
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Manuel BARROS
La primera noche en Cuba cuando me vi en aquella casa desconocida, analizando todo lo vivido en aquellos días y lo lejos que estaba de los míos, lloré, lloré mucho y muy intensamente, me sentí desamparada, extrañé el beso de mis padre al dormir, extrañé las discusiones con mi hermano, extrañé mi humilde casita, extrañé lo que siempre consideré mi vida y mis cosas.
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los 2 años, y que ya, en ese momento, era un joven a punto de casarse. Mi tía Carolina no trabajaba en la calle, se ocupaba de la casa, de la atención al esposo y del hijo adoptivo. En ese año le tocó la suerte, se ganó un premio de la lotería, y, ¿en qué piensa la emigrante que hace casi 30 años vive en Cuba?, piensa que puede ir a España, que puede visitar a los suyos, y ver de nuevo su casa, lo que le causa una alegría sin límites ya que podrá besar a su madre. Aquella tía, desconocida hasta ese momento, sería mi segunda madre, la que dedicaría toda su vida a terminar de criarme, a cuidarme, educarme y quererme como una madre, transmitirme su sólida cultura leonesa, enseñarme a amar mi tierra, mis raíces y también amar a mi segunda patria. En esa época mi padre trabajaba en las minas de carbón, su situación económica no era nada envidiable, se esforzaba y luchaba porque mi hermano mayor tuviera estudios para que nunca trabajara en una mina, como él lo hizo, y disfrutara la vida que ellos nunca pudieron, pero eso implicaba sacrificios, grandes sacrificios y entonces ¿qué quedaba para la hermana menor?, no sólo más pequeña sino hembra y la tradición ordenaba que los hombres a trabajar fuera y buscar el sustento y las mujeres a trabajar en la casa, criar los hijos y laborar las tierritas. Para mi, nada, solo ayudar en lo que podía y esperar a crecer para poder ayudar más; ¿estudios?, ni pensarlo, ¿escuela?, no había posibilidad alguna, en estos momentos lo analizo y pienso ¡qué discriminación!, como si una mujer no fuera capaz de estudiar y convertirse en una eficiente profesional, al igual que cualquier hombre. Mi tía en esta visita a España, se encariña conmigo, un día me pregunta, ‘¿quieres venir a Cuba conmigo?` Y yo, ni corta ni perezosa le digo ‘claro que si, ¿cuándo nos vamos?`.
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Lidia Librán González, presidenta de la Comisión de Mujeres de la Agrupación de Sociedades Castellanas de Cuba.
Entonces comienza la otra parte, la de convencer a mis padres de las ventajas para mí, de las que carecería si me quedaba, la principal: hacer de mí una profesional, darme esos estudios que allí nunca podría ni soñar. Al fin aceptan, comienza el papeleo, eso dura más de un año y marcho para Cuba a los poquísimos días de haber cumplido 9 añitos, de esos días tengo recuerdos muy fuertes: la despedida de mi familia y de toda la gente del pueblo, de mis padres y mi hermano. Pues bien, llegó el día de viajar y mis padres le encargaron a la aeromoza que me cuidara; llegué al aeropuerto José Martí y comenzó para mi otra vida, si digo nueva no soy exacta, comenzó para mi otra vida, la de una ‘galleguita` (como muchos me dicen, ya que en Cuba se acostumbra a llamar gallego a todos los españoles), que venía a abrirse un camino mejor en esta tierra, que era para todos nosotros ‘la tierra prometida`.
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Del viaje no tengo muchos recuerdos, aunque si tengo grabada la despedida de mis padres, pues fue muy triste, había llegado el momento de separarnos y sabíamos que pasarían muchos años sin volver, y así entre sueños y esperanzas llegué a Cuba. Esa noche cuando me vi en aquella casa desconocida, analizando todo lo vivido en aquellos días y lo lejos que estaba de los míos, lloré, lloré mucho y muy intensamente, me sentí desamparada, extrañé el beso de mis padre al dormir, extrañé las discusiones con mi hermano, extrañé mi humilde casita, extrañé lo que siempre consideré mi vida y mis cosas. Mi tía al verme me habló, me explicó muchas cosas; he pasado, en todos estos años, momentos muy amargos, he extrañado mi casa y mis padres, me he sentido sola, desamparada, a veces, inclusive rechazada por mi forma de hablar y si aquellas cositas humildes que tenía eran mías ahora sentía que nada era mío, que todo era prestado y que en cualquier momento me lo podían quitar. Mi vida normal comenzó enseguida, una vecina me enseñó las primeras letras y por fin aprendí a leer y escribir; al comenzar el nuevo curso me pusieron en segundo grado. Al entrar al aula me veo rodeada de niños, que primero me miran con indiferencia pero al oírme hablar comienzan a mirarme asombrados; pues no podían entender muchas de las cosas que decía y los más desenvueltos se me acercaban preguntándome quién era y de donde había venido. Ahí se inicia mi lucha por hablar poco y esconder esa forma de pronunciar que me revelaba como alguien venido de muy lejos; los niños por su forma de ser me asediaban y molestaban hasta que, al pasar el tiempo e ir ascendiendo de grado en grado, me fueron aceptando como una más del grupo de las niñas.
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Debido a las posibilidades que da la Revolución, entro, en carácter de becaria, en un Instituto Tecnológico, soy una estudiante más, sin diferencias, solo que pierdo mi nombre pues sigo siendo ´la gallega`. De esa etapa aun sostengo relaciones de amistad con compañeras de estudios, termino el Tecnológico y comienzo a trabajar y ya entra un salario más en la humilde casa. En ningún momento sentí discriminación o diferenciación con el resto de mis compañeros de trabajo, siempre fui una más. Me matriculé en la Universidad, en curso para trabajadores, llevando a la par el trabajo y el estudio; durante los años que dedico a estudiar mi carrera lo hago como una estudiante más, sin sentir señalamiento alguno por no ser cubana. En el 1975, me gradué de Ingeniera Agrónoma y seguí trabajando como investigadora, en la Academia de Ciencias de Cuba hasta el 1981, primero como técnico de nivel medio en el desarrollo de investigaciones (1969-1975), y después, como Investigadora (1976-1981), en que me traslado para el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana –actualmente la Universidad Agraria de La Habana– como profesora(19822000); posteriormente me hago Master en Ciencias, y en el año 2000 me jubilo por enfermedad, por la Comisión de Peritaje Médico. Me casé en 1976, y seguí viviendo con mi tía. Al fin logré mi ansiado regreso a España en el año 1982, pero solo por un mes, pues aunque añoro el retorno, ya tenía formada una familia y se que esto no es posible, pues mis condiciones económicas no lo permiten. En esta oportunidad viajamos mi tía, mi hijo y yo, pues mi hijo menor aun no había nacido, ella y mi esposo siempre me brindaron su apoyo , ayudándome a diario con la atención
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Manuel BARROS
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y cuidado de mis dos hijos para que yo pudiera seguir desarrollando mi vida laboral. En Cuba existe igualdad de oportunidades para estudiar y trabajar, para ambos sexos, por lo que no me he sentido discriminada por ser mujer. En la actualidad soy la presidenta de la Comisión de Mujeres de la Agrupación de Sociedades Castellanas, y vicepresidenta de la Colonia Leonesa de Cuba., entidades a través de las cuales nos esforzamos por mejorar la situación de la mujer emigrante, propiciar criterios de asociación y reforzamiento de los lazos culturales y de identidad española, y lograr que la mujer participe en conferencias, cursos, coloquios, intercambios…, en temas que sean de su interés”.
MARÍA ANTONIA MARCOS ALONSO
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ació en Beceña, Cangas de Onís (Asturias) el 8 de mayo de 1930. Reside en La Habana, Cuba. Este es su testimonio. “Emigré a Cuba a los cinco años de edad en Noviembre de 1935 en compañía de una tía política y de una prima hermana que era también mi madrina. Las causas fueron el haber enviudado mi madre, que tuvo cuatro hijos de los cuales yo era la menor y tener que asumir la crianza de los niños y la atención de los suegros que eran de avanzada edad, en medio de una difícil situación económica. Estudié Bachillerato y Secretariado Comercial. Mi vida laboral comenzó en el año 1957 como Secretaria, y a partir de 1959 me desempeñé también como Planificadora y Jefa
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Económica de distintas empresas del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN). Me jubilé en 1990. En la actualidad soy la Vicepresidenta de la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba (FAAC) y Vicesecretaria de la Federación de Sociedades Españolas de Cuba (FSEC) entre otras. Siempre he vivido en Cuba. Nací el 8 de mayo de 1930 en una aldea llamada Beceña, perteneciente al Concejo de Cangas de Onís, Asturias. Soy la menor de cuatro hermanos; dos hembras y dos varones. Quedé huérfana de padre a los siete meses de nacida. Mi madre al enviudar quedó al cuidado de los niños, el mayor de 8 años, viviendo con mis abuelos paternos y tuvo no solo que hacer frente a la crianza de sus hijos sino también al cuidado de sus suegros, personas de avanzada edad, y en medio de una situación económica desfavorable en las aldea, cosa muy común en aquella época de los años 30 en España. En el año 1935 mi madre tuvo que tomar una decisión muy dura para ella, como fue la de autorizar a su hija más pequeña de solo 5 años de edad para que emigrara a Cuba con una tía política, que era modista y que vivía en La Habana. Esta tía llegó a la aldea en el año 1934, no lo recuerdo muy bien, estuvo un año entre la aldea y Gijón, de donde era oriunda, en varias ocasiones me llevó con ella, conocí la playa que nunca había visto, recuerdo todo ello por las fotografías. En esa oportunidad fue la primera vez que salí de la aldea; nos fuimos encariñando por lo que no me fue difícil salir de España con ella. El 11 de noviembre de 1935, salimos por el puerto de Gijón en el vapor Cristóbal Colón, después de 15 días de navegación llegamos al puerto de La Habana. De mi estancia en el
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En el año 1935 mi madre tuvo que tomar una decisión muy dura para ella, como fue la de autorizar a su hija más pequeña de solo 5 años de edad para que emigrara a Cuba con una tía política, que era modista y que vivía en La Habana.
Manuel BARROS
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vapor tengo un recuerdo muy remoto, lo que si tengo muy presente y que me llamó mucho la atención fue la presencia de maleteros, que en su inmensa mayoría eran de color negro, los que yo no había visto nunca en España y cuando me pasaban por al lado, si podía, los tocaba y me miraba después las manos y decía “no pintan” Este viaje lo hicimos mi tía política, una prima de 23 años, que era también mi madrina, y yo. Cuando llegamos a La Habana viví con mis tíos y la prima, todos juntos, hasta que al poco tiempo mi prima se casó, pero vivía cerca de la casa, por lo que nos veíamos muy a menudo. Mi tío, h e rmano de mi padre, había emigrado en el año 1912, con sólo 14 años de edad, trabajó como dependiente en un almacén de víveres, después fue encargado en el mismo lugar, y ya , cuando se jubila en el año 1957, e ra accionista del almacén. Mis tíos al no tener hijos asumieron mi crianza y educación como si yo lo fuera. Comencé mi enseñanza pri m a ria en el Colegio La Inmaculada, de las Hermanas de la Caridad, y debo señalar que desde que aprendí a escribir mantuve correspondencia con mi familia. En el curso de 1939 comencé en el Colegio del Apostolado, también de enseñanza religiosa, allí terminé los estudios de Comercio en Junio de 1945. Matriculé el Bachillerato en el Instituto de La Habana, y a la vez en la H avana Business University para hacer el Secretariado Comercial en inglés, posteriormente matriculé en la Universidad de La Habana la carrera de Pedagogía, pero en el año 1955, cerró la Universidad, por lo que no pude continuar mis estudios. En junio de 1957 comencé mi vida laboral como Secretaria en la Ferretería L. G. Aguilera y Cía, después del año 1959 me
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María Antonia Marcos Alonso es Vicepresidenta de la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba.
mantuve siempre en las distintas empresas del Ministerio de Comercio Interior, hasta que en el año 1990 me jubilé. Durante todo ese tiempo me desempeñé como secretaria, jefa económica y en los últimos años como planificadora. Mi primer viaje a España fue en el año 1953, en el vapor Guadalupe, donde estuve algo más de un año, pero no pude relacionarme mucho con mi familia, pues la mayor parte del tiempo la pasé viajando con mi tía por toda España y llegué inclusive a visitar París. En Gijón fue donde estuve más tiempo, y aunque ya tenía 23 años de edad, mi tía siempre me mantuvo con mucha disciplina; y me dejó muy poco tiempo para ir a la casa de mi madre y de mis hermanos, razón por la cual no estuve mucho tiempo con ellos. Hoy en día me pesa haber estado en aquel viaje tan alejada de mi familia, pero realmente no era tan independiente como para poder hacer lo que yo quisiera. Mi madre y mi tío fallecie-
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ron ambos en 1980 con una semana de diferencia; mi tía vivió hasta 1982. Regresé a España nuevamente en el año 1990, en esta ocasión en compañía de mi esposo, en avión y con 60 años de edad. En este viaje si estuve un mes con mi familia y con la de mi esposo, en Pola de Allande. Después volví en 1992, 1995, 2003, 2006 y 2008 que fue el último, y en el que también estuve dos meses con mi hermana en la aldea. Debo reconocer que de la España que yo vi en el primer viaje a la de hoy la diferencia es como de la noche al día. Cuando fui en el año 1990 no conocía ya nada de Gijón, al cua recordaba muy bien, por haber estado un año viviendo allí, y lo podía recorrer a pie; ahora cuando voy, soy como una extranjera, pues está todo tan diferente que no se parece en nada al Gijón en el que yo viví en el año 1954. Mi propia aldea, Beceña, ya está muy distinta. Mi hermana reparó completamente la casa donde yo nací, y ya es otra casa; en este último viaje pude ver que en la aldea se están fabricando muchos chalets para que las personas que viven en Alemania u otros lugares de España puedan venir y pasar los fines de semana o vacaciones en el lugar. Pienso que está mal decirlo, pero yo con mi familia me siento como una extraña, ya que la primera vez estuve muy poco tiempo con ellos por lo que no me pude relacionar, y la segunda vez ya habían pasado 36 años y en un mes no puedes estrechar relación ninguna. Cuando mi hermana y mis primos se ponen a recordar los tiempos de la juventud, a mi solo me queda oírlos, pues no tengo ningún recuerdo compartido. Me casé en 1974, a los 44 años de edad; mi esposo tenía dos hijos de un matrimonio anterior. Él era hijo de padre asturia-
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no y madre vasca, estuvimos juntos hasta su fallecimiento el año 2002; no tuvimos hijos. Me queda un nieto de él, que ahora tiene 11 años y es como si fuera de verdad mi nieto por el cariño que compartimos, pues pasa las vacaciones de la escuela y los fines de semana conmigo y me sirve de mucha compañía. Pertenezco desde muy joven al Club Cangas de Onís, Parres y Amieva, aunque a partir de 1990 en que mi esposo y yo nos jubilamos me nombran secretaria de la Sociedad Pola de Allande, donde mi esposo era presidente ya desde 1988. Con posterioridad a su fallecimiento me he ido incorporando cada día más al trabajo en las Sociedades Asturianas. En estos momentos tengo los siguientes cargos: vicesecretaria de la Federación de Sociedades Españolas de Cuba (FSEC); vicepresidenta de la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba (FAAC); Unión Club de Allande, primera vicepresidenta; Cangas de Onís, Parres y Amieva, vicepresidenta segunda; Círculo Avilesino, secretaria. Unión Club de Piloña, tesorera; Sociedad Vasco-Navarra de Beneficencia, t e s o re ra; Sociedad A s t u riana de Benefi c e n c i a, directora general. He recibido las siguientes distinciones: ‘Emigrante Destacado`, otorgado por el Consejo de Residentes Españoles (CRE) (diciembre de 2007);‘Socio por más de 50 años`, Club Cangas de Onís, Parres y Amieva; Diploma de ‘Socio por 25 años`, Sociedad Asturiana de Beneficencia. No tuve pro blemas con la inserción en el país de acogida, debido a que me fui incorp o rando desde la niñez en todas las actividades, tampoco pro blemas lab o ra l e s , ya que cuando comencé a trabajar en 1957, los empleos de oficina ya eran muy comunes para las mujeres. Sobre retornar a España, no creo que pueda. Como
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Manuel BARROS
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mujer emigrante, considero que esto es lo más malo que me ha pasado, ya que en A s t u rias tengo dos hermanos y muchos primos; en Cuba solamente me quedan dos primos segundos, pero tengo muy buenas amistades y el nieto de mi esposo. Cuando viajo a A s t u rias me encuentro como una extranjera, ya que llevo viviendo 73 años aquí, en La Habana, estuve muchos años sin ver a mi familia, p e ro añoro a Cuba y cuando estoy en La Habana, siento nostalgia de la familia y también por la ‘tierrina`. A mi entender eso es lo malo que tiene la emigración: no somos ni de España ni de Cuba. Quieres a las dos patrias por igual”.
AURORA PITA ALONSO
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ació en Perlío, municipio de Fene, provincia de A Coruña, (Galicia) el 15 de Julio de 1936. Reside en La Habana, Cuba. Este es su testimonio. “Mi madre, Aurora Alonso Álvarez, nació en Santa Eugenia de Piñor, Orense; mi padre, José María Pita Tojeiro, en Puentes, Coruña. Adolescentes de origen campesino emigraron a Cuba. Aquí se conocieron y se casaron. En 1932 regresaron a España. Con el dinero ahorrado en Cuba más las tierras de mi abuela paterna se asentaron en Perlío, en la Ría de Ferrol. La familia la componía mis padres, mi abuela (viuda ya) y un tío. Mi nacimiento el 15 de Julio de 1936 hizo que aumentara la familia. Tres días después comenzó la guerra civil española. Y todo cambió.
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Aurora Pita Alonso, actriz de cine y televisión.
Mi padre trabajaba en Ferrol y estaba vinculado a los movimientos obreros. En peligro la república, toma parte activa en la resistencia pero se ve obligado a huir, debido a una delación, según el relato del libro Resistencia, guerrilla e represión, de Bernardo Máiz Vázquez. No supimos más de él hasta el encuentro en Cuba. Gracias a la ayuda de los emigrantes mi madre parte en el Reina del Pacífico conmigo en brazos. Fue el último barco que zarpó del puerto coruñés. Las ruidosas reuniones familiares donde se mezclaba el gallego con el español, las romerías en los jardines de La Tropical con la gaita y los pasodobles que bailaban entusiastas parejas, las zarzuelas que cantábamos a dúo mi mamá y yo, llenaron mi primera infancia. ‘Alguien’ más me acompañaba, la radio cubana que me señaló mi camino: sería actriz.
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Recibí clases de actuación y declamación con los catalanes Pedro Bouquet y Joaquín Riera en el Centro Gallego de La Habana y en el Plantel Concepción Arenal, donde estudié también dibujo y pintura con un maestro valenciano. Y llega el 1º de agosto de 1951. A las 9 de la mañana firmo, con la aquiescencia de mis padres, un contrato como artista exclusiva de una de las empresas más importante de radio y TV. A las 11 ya estaba trabajando como primera dama joven, rodeada de los mejores artistas del país. ¿Cómo reseñar los casi 58 años de vida artística profesional? He interpretado incontables personajes en los más diversos géneros dramáticos y estilos; muchísimos han perdurado en el recuerdo del público: Doña Gertrudis de Sandoval y Santa Cruz, paradigma de la aristócrata criolla del siglo XIX, de la telenovela Sol de Batey; la galleguita Catalina Tojeiro de la telenovela El Año que viene; George Sand en el teleteatro El Verano en Nohant; Mata Hari la bailarina y espía, serie biográfica; Isabel Tudor de la obra de Schiller; Clitemnestra, Inés de Castro… ¡y tantas más!... Trofeos y Premios otorgados por distintas asociaciones de periodistas y críticos a los Artistas más destacados del Año: 1952, actriz novel CARTV; 1953, Damita UCTRD; 1953, Premio Talía de Teatro; 1955, Dama Joven V Festival de la Televisión; 1955, Trofeo del diario Avance; 1956, Actriz CARTV; 1956, Dama Joven VII Festival de la Televisión; 1957, Actriz UCTRD. Desde 1981 hasta la fecha he recibido 15 premios a la mejor actuación de radio o televisión en el año, además 30 menciones y menciones especiales (premios UNEAC, Caricato y Festival Nacional de la Radio Cubana).
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Fundadora de la Televisión Cubana, poseo las siguientes distinciones y reconocimientos: - Distinción por la Cultura Nacional, - Distinción Raúl Gómez García, - Distinción 23 de Agosto, - Artista de Merito de la Radio y la Televisión Cubanas, - Diploma Nicolás Guillén, - Diploma al Mérito Artístico del Instituto Superior de Arte, - Micrófono de la Radio Cubana, Premio Nacional de Radio por la obra de toda la vida. En cuanto a mi condición de emigrante, he recibido el Diploma de Emigrante Distinguido y Diploma de Emigrante de Honor. La Federación de Sociedades Españolas en Cuba me otorgó el Reconocimiento Don Miguel de Cervantes y Saavedra. Sociedades que me han honrado con la categoría de M i e m b ro de Honor: Agrupación A rtística Gallega, Centro Andaluz, Centro Unión Orensana. Formo parte de la directiva de numerosas sociedades como responsable de cultura. Mirando atrás pienso en las generaciones de inmigrantes procedentes de toda España que desbrozaron el camino. Otros les siguieron, mis padres entre ellos...; cocinera ella, en Cuba llegó a ser ama de llaves de familias acomodadas, y él chofer. Aquí echaron raíces, aquí levantaron un ‘negocito’, como se decía en aquella época, y laboriosamente lograron cierto status económico. Yo fui parte de todo esto, recibí ayuda de mi tío y padrino, un castellano, esposo de mi tía materna, quien sufragó los gastos de mi educación. Asimismo mi salud y el disfrute de las playas cubanas fueron gracias a la sociedad Hijas de Galicia, que tenía balneario y clínica. Fui afortunada; después de toda una vida reencontré mi tierra, la pude conocer… y reconocer. Otros no tuvieron esa
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Las ruidosas reuniones familiares donde se mezclaba el gallego con el español, las romerías en los jardines de La Tropical con la gaita y los pasodobles que bailaban entusiastas parejas, las zarzuelas que cantábamos a dúo mi mamá y yo, llenaron mi primera infancia.
Manuel BARROS
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dicha. Como dijera la gallega Catalina, uno de mis personajes creado por Héctor Quintero:… ‘y sin embargo muchos paisanos no tuvieron esa fortuna. Soñaban con volver… pasaron los años… hasta que la tierra que los acogió los envolvió amorosa en sus entrañas…’. Aún más, la semilla retorna y hoy dos hijos míos y tres nietos (dos galleguitos y un cubanito) viven en Galicia, y aquí en Cuba conviven conmigo mi hijo menor, su esposa y mi otro nieto cubano. Como mi madre decía: en mi corazón hay dos patrias. La emigración continúa”.
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Manuel J. LÓPEZ FARALDO Delegado de España Exterior en Montevideo (Uruguay).
EN URUGUAY DIVINA AMADO MORADO
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l camino de Divina Amado, una septuagenaria coruñesa, tuvo muchas idas y vueltas entre su aldea natal Ambroa y Montev i d e o , ruta que ahora su hijo mayor emprendió pero al rev é s , a fincándose en Ferrol con los nietos de esta abuela que mucho les ex t raña. Pero ella mitiga su “morriña” con la ayuda a emigrantes en sus últimos días en el Hogar Español y visitando a socios de Casa de Galicia que están pasando situaciones límites en sus economías. Divina Amado, o Dina como la llaman, nació el 3 de febrero de 1938, pero tres meses después su papá, Pedro Antonio Amado, fallecía, y su mamá, María Manu e l a
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Manuel José LÓPEZ FARALDO. Nació en Montevideo en 1962, ingresó de la Escuela de Periodismo de la Universidad del Trabajo en 1987, fue docente en la misma escuela desde 1989 hasta 1996, siendo codirector entre 1997 y 1999 de la Escuela de comunicación Periodismo por Periodistas. Como profesional del periodismo ha participado ya en la Universidad como director responsable del periódico curricular Primera Plana, para a partir de 1989 trabajar en El Diario, vespertino uruguayo, donde se retira en 1996 como editor, para incursionar en un programa radial “Zona Peligrosa” en Radio Imparcial de Montevideo. Fue corresponsal de la revista Banda Oriental (New JerseyEstados Unidos), Correio do Sul (Bagè, Brasil), y actualmente se desempeña como corresponsal del Grupo España Exterior en Montevideo. Ha colaborado con artículos de opinión en diversos revistas, así como también ha recibido varios premios con sus fotografías en concurso organizado por la comisión del patrimonio de Uruguay y de la Agencia de Cooperación Iberoamericana de España.
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Morado, la llevaría a vivir a Gulfar, otra aldea del ayuntamiento de Irixoa, en la provincia de A Coruña. Pero su vida no seguiría allí, ya que antes de cumplir los quince años su madre moría, por lo que su tío, José Antonio Morado, un empresario hotelero que emigrara a Montevideo, la fue a buscar separándola de su hermana Fina, que le llevaba 14 años. “Fina nació en Montevideo”, cuenta Divina, “cuando mi papá vino en la década del 20, pero se regresaron y ella nunca dejó de extrañar a Montevideo”, aunque con lágrimas en los ojos aclara: “debería haber sido al revés, porque cada vez que voy a Galicia un mes antes de volver me pongo a llorar y me entra una angustia muy grande que solo se me pasa dos o tres meses después de estar en casa (en Montevideo)”. En su hogar de la calle Nicaragua en el barrio montevideano del Cordón, vive con su esposo Manuel Silvar al lado de donde vive su hijo menor, José Antonio Silvar. Dos emigraciones Divina recuerda que ella fue reclamada dos veces, primero con su tío que tuvo que viajar a Galicia porque ella era una adolescente y el viaje sería duro, emigrando a través de Portugal para llegar a Montevideo en 1954. Cuando llegó a Montevideo vivió seis meses en un hotel con su tío y la esposa de éste, hasta que compraron una casa en el Prado, en la calle Pena, “pero ahí estuvimos seis meses porque un día le robaron todo, entonces volvimos al centro, a la calle Uruguay y Paraguay”. Tras estar un tiempo con ellos, fue internada como pupila en el colegio de monjas San Vicente de Paúl, donde era muy que-
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Divina Amado Morado de Silvar está integrada en la Junta Directiva del Hogar Español de Montevideo.
rida por las religiosas, pero ella nunca se sintió bien allí, a pesar que hasta vinieron a verla y salían con ella varias amigas de la aldea que habían emigrado. Divina recuerda que “había ido muy poco a la escuela en la aldea, porque mi madre era viuda con mi hermana y conmigo”, explicando que “el colegio era en La Viña y tres días al mes había feria, y la maestra que era hija de un rico, ya no venía, entonces como que para aprender a leer y eso, sí conocía el silabario, pero en la escuela de Montevideo hice hasta el tercer año y después no hice más nada”, afirmó. Sin embargo mostró posteriormente una postal que le enviara a su tío y esposa cuando estaba en el puerto de Santos en Brasil, ya rumbo a Galicia en un buque inglés; sorprendiéndose de lo bien que escribía en aquel entonces. La vida quiso que años más tarde se enamorara de Manuel Silvar, un sastre que ya estaba haciendo los papeles para emigrar a Montevideo. “Nos íbamos a casar y alquilaríamos un aparta-
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mento en Ferrol, pero justo le llegan los papeles que le autorizaban a entrar a Uruguay, y como salía mucha plata y había que esperar si decía que ahora estaba casado y viajaba con la esposa, viajó él solo”. Agregó que “luego me reclamó a mí que ya estaba embarazada de Jorge”, su hijo mayor, que naciera “a los 8 días de desembarcar en Montevideo”.
Tras estar un tiempo con sus tíos, fue internada como pupila en el colegio de monjas San Vicente de Paúl, donde era muy querida por las religiosas, pero ella nunca se sintió bien allí, a pesar que hasta vinieron a verla y salían con ella varias amigas de la aldea que habían emigrado.
Trabajo en el hogar y ayuda fuera Divina explicó que siempre trabajó en su hogar, como bordadora y ayudando a su marido en la sastrería que tenía en la casa y que él atendía medio día, ya que también trabajaba en los ómnibus de CUTCSA como guarda. También se ocupaba de las tareas de la casa y de sus dos hijos, el mayor hoy con 44 años y el menor con 37, cosa que realiza hasta la actualidad, cocinando y limpiando su casa. Ahora su marido trabaja poco por problemas de salud, en tanto ella además de darle una mano en lo que puede, también se ocupa más de ayudar fuera de su casa. Así es como después de más de 40 años de integrar la Comisión de Damas del Hogar Español y ayudar desde allí, fue invitada a participar como directiva del mismo, cargo que ocupa en la fecha por segundo año consecutivo. Por otra parte, desde hace más de una década integra la comisión de beneficencia de Casa de Galicia, donde visita a las familias gallegas que están en una situación económica que no les permite seguir pagando la atención sanitaria, recomendando a quién se puede ayudar y porqué razones. Divina reflexiona que no se arrepiente de la vida que tuvo cuidando a sus hijos y trabajando en la casa: “siempre anduve
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bien vestida y nos llevamos muy bien”, asegura hablando de su marido con el que llevan 45 años de casados. Retornos Comenta que su marido puso un negocio con dos socios en Ferrol en 1990 y “cuando estábamos a punto de emigrar todos, con todo embalado, Manolo mandó un telegrama diciendo que nos quedábamos”, explicando que “el negocio no fue bien y seguimos aquí”. “Increíblemente mi hijo mayor en esos años no quería retornar a Galicia, y diez años más tarde emigró con sus tres hijos, mis nietos”, comentó con lágrimas en los ojos. Divina siempre batalló por las injusticias explicando “que una año después que se inaugurara el Hogar Español, tuve que pelearme con algunos hombres de la directiva porque había una viejita gallega ciega que vivía sola y no querían que fuera al hogar porque no veía nada”. Finalmente logró que la tomaran debiendo amenazar a los más intransigentes en denunciar esa negativa en la revista Carta de España. Reflexionando acerca de su trabajo en el Hogar, afirmó que “siempre estuvimos trabajando pero en la comisión de damas, que ahora es comisión de ayuda, y en la directiva siempre estaban los hombres y nosotros no sabíamos que ocurría en la junta directiva”, afirma. Sin embargo, en la presidencia de Liberio Antelo, se propone integrar a tres mujeres a la comisión directiva y sus compañeras de la comisión de damas la eligieron a ella, explicando que “yo no quería ir, pero todas mis compañeras me votaron, y ahora estoy integrada en la comisión directiva, integrada y hablando,
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existiendo un respeto único por las tres mujeres que estamos en la directiva”. Asimismo señala que en su trabajo de la comisión de beneficencia de Casa de Galicia, también es respetada a pesar de su condición de mujer, agregando que “a mi me tratan muy bien en todos lados a pesar que se dice que la colectividad gallega es muy machista, pero eso mejor no lo pongas”. Finalmente concluyó que “con nuestra edad ya sabemos que no vamos a vo l ver a Galicia a quedarnos”, aunque quebrando la voz subraya que “si pudiera viajar de paseo, lo haría, pero para retornar no”, recalcando además que “yo quiero mucho al Uruguay, mis hijos son uruguayos y no tiene nada que ver mi morriña con la forma que me trataron aquí a pesar que tuve que ser reclamada dos veces para que me dejaran entrar al país, y aún hoy tenemos que re n ovar el documento de identidad cada tres años como ex t ranjera…; no hay ninguna noche que al acostarme no viaje por Galicia: hago la recorrida por Gulfar, Ambroa, Ferrol, pero voy a seguir viviendo en Montevideo”.
MARÍA INMACULADA CEDRES PADRÓN
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legó a Montevideo con cuatro años de edad, dejando atrás su Lanzarote natal. Sufrió porque era “la diferente en la escuela, en el barrio” y se negó a ser como su madre y abuela. Luchó para ocupar un lugar sin importar que fuera mujer. Hoy es la primera presidenta de la Sociedad Islas Canarias de Montevideo, y
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recuerda con nostalgia sus orígenes metiendo sus manos entre las tierras, el picón negro que trajo de la isla. “María Inmaculada Cedres Padrón, para servirle a Dios y Usted”, era como se presentaba esta niña canaria de cuatro años que hasta casi los diez siguió siendo la “diferente” en todos los ámbitos donde se presentaba. Provenía de la isla que tiene las tierras más pobres del archipiélago, “pero además teníamos la contra que eran las tierras que daban al mar, entonces además teníamos el viento, que es como salitre que te quema todo”. El primero en venir a América fue su abuelo, que entró a Uruguay por Brasil, sin papeles, pero después que trabajó en el campo en el Sauce, consiguió que su patrón le hiciera los documentos para poder reclamar a toda su familia. Así fue como en julio de 1959 llegaron a Montevideo, donde vivieron en una pensión en el centro de la ciudad. “Yo salía a la puerta de la pensión y había un negro que vendía fl o res. Yo no había visto tantas fl o res juntas, no había visto esos medios de locomoción porque nosotros salimos de Gran Canaria en un carro tirado por un animal. Estaba alucinada, y me sentía rara”, asegura. Después, sus padres alquilaron una casa en el barrio Brazo Oriental, donde “en un cuarto dormían mis padres y yo, en la segunda una tía que llegó después con los dos hijos y el marido, en la tercera estaba mi otra tía con sus dos hijas y el marido, y en la cuarta mi abuela y los dos hijos solteros”. Desde niña la veían rara Inmaculada reflexiona acerca de su infancia que “las niñas del barrio me veían rara, porque mi madre me hacía la ropa muy
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En la Casa Canaria se juntaban todos los canarios con dos finalidades concretas, la de colectivizar las noticias de las islas con las cartas que uno recibía y dónde se contaba como iban las cosechas, el tiempo, los enfermos, muertos y nacidos; y además cuando alguno sabía de algún puesto de trabajo inmediatamente se conectaba a otro canario para que se presentara, según explica Inmaculada.
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bonita pero fuera de moda. Yo llevaba mucho volado, mucho bordado, me acuerdo que llevaba arriba la cometa y el piolín y abajo el conejo que la remontaba”, explicando además que su progenitora “no me dejaba llevar pantalones, que las niñas ya llevaban en la época, y ni hablar de cómo me tenía que presentar: María Inmaculada Cedres Padrón, para servirle a Dios y a Usted”. Cuando fue creciendo le preguntó a su abuela porqué tenía que decir eso, y ésta le espetó que “es por un tema de educación, que no importaba como hablaban aquí y que yo tenía que presentarme así. Me cagué en toda la educación y comencé a presentarme como me encantó”, afirmó. Recuerda que su madre para darle una mejor educación pidió una beca en un colegio de monjas de la zona, Clara Jackson, adonde con una cuota rebajada a cambio de confecciones de ropa que le realizaba a las religiosas, Inmaculada pudo terminar allí el bachillerato. “Pero yo seguía siendo rara en ese colegio. Era chica –porque nunca fui grande- y me tocaba la última fila sentada, y las chicas que las llevaba el chofer y tenían una altura grandísima, se sentaban adelante mío. Entonces yo me daba cuenta que me trataban distinto, es decir percibí que me trataban distinto, y además las niñas de la escuela, que yo hablaba un poco bruta porque el canario habla con un acento bruto, no querían jugar conmigo porque además era muy rebelde”. Sentencia recordando aquella época del colegio que “era un infiernillo, pero era la reacción a ser distinta. Y qué me pasó, yo como sabía que era distinta, pero era española, trataba de acercarme a la colectividad y así fue como me integré en la Casa Canaria, primero en la calle La Paz, después ni bien compramos en Millán, aquí”.
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María Inmaculada Cedres Padrón es presidenta de la Sociedad Islas Canarias de Montevideo.
En esa sociedad se juntaban todos los canarios con dos finalidades concretas, la de colectivizar las noticias de las islas con las cartas que uno recibía y dónde se contaba como iban las cosechas, el tiempo, los enfermos, muertos y nacidos; y además cuando alguno sabía de algún puesto de trabajo inmediatamente se conectaba a otro canario para que se presentara, según explica Inmaculada. Presidenta de los canarios Acerca de su inserción en el trabajo, no le costó mucho –afirma–, porque cuando terminó el bachillerato ya comenzó a trabajar en una tienda y después en la empresa donde trabajaba su madre, la Joyería Strauch, aprendiendo allí el oficio de refinar metales tanto ella como su marido. Luego se asocia en la empresa y cuando su patrón cierra la misma, ella se queda con parte de
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las máquinas, instalando su propia empresa con su esposo, la que aún hoy mantienen. Casada muy joven, a los veinte años, tiene tres hijos: Diego Sebastián de 30 años, contador, Macarena Soledad de 28 abogada, y Marcia Valentina de 22 que estudia diseño en la universidad. “Mis hijos son buena gente, tienen respeto por sus mayores, son profesionales y eso es lo que les dejo. Y mi casa, sigue siendo la que construimos cuando compramos los terrenos fraccionados en Peñarol, donde conocí a mi marido, y que tiene la comodidad que yo quiero”. Afirma además que “ahora que tengo a mis hijos criados, le doy una mano a los que no pueden defenderse por si solos, porque hay una cantidad de gente que tienen derechos y yo quiero defenderlos”. Así es como actualmente fue electa como presidenta de la Sociedad Islas Canarias de Montevideo, una entidad que por primera vez tiene a una mujer a su frente, y que más allá de cumplir la actividad social también cuenta con un centro de día y una policlínica que además de atender a los canarios, también lo hace con los niños de la escuela del barrio. Inmaculada fue electa también para integrar el Consejo de Residentes Españoles, en la lista del PSOE, pero abandonó su cargo al cumplir seis faltas al mismo, “porque tenía actividades en la Sociedad Islas Canarias, y como me gusta cumplir con los estatutos, pues renuncie por faltas”, asegura. Esta lanzaroteña afirma que su rebeldía nació con el valor que le dio a las mujeres de su casa, madre y abuela, “mucho más que a los hombres. Mi abuela era una persona analfabeta pero muy intuitiva y me enseñó a no mentir pero si a llevarle por donde nosotros queremos a los demás”.
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Acerca de su madre recuerda cuando ella iba a buscar a su padre alcohólico al bar y lo traía junto con ella a la casa. El padre las abandonó cuando Inmaculada tenía 14 años, viajando a Estados Unidos, donde se volvió a casar y ya no lo vieron más. “Mi madre era muy trabajadora, lo hacía en dos lados mientras que mi abuela se ocupaba de todos los chicos de la casa”, recuerda rescatando de ellas esa sumisión para enfrentar la vida con otras armas y no repetir la misma historia. Reflexiona acerca de “la mujer de mi familia, y creo que la mujer isleña en general es fuerte, es la que marca y yo viendo todo eso me hice fuerte, la vida me hizo fuerte”. Finalmente afirmó que “me encanta ir a Lanzarote porque vuelvo con otra energía”, aunque precisó que “no podría volver a vivir en Lanzarote”, concluyendo que “lo que no puedo es emigrar nuevamente, no puedo”.
ROSARIO LOSADA VILARIÑO
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ació el 29 de febrero en un convoy de ganado con destino a Valencia, adonde finalmente es inscripta en el registro civil, donde su madre junto a otras mujeres de la familia, se escapaban de las bombas que, durante la Guerra Civil española, destruyeron su hogar ubicado en la casa de Las Flores en Madrid. Su familia emigró a Argentina y luego se afincó en Uruguay, donde ella fue directora de prestigiosos Centros de Estudios Secundarios y pre universitarios, además de formar periodistas y el cuerpo diplomático uruguayo en idioma español y literatura.
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Inscripta en Torrente, en Valencia, dos días después de haber nacido en un tren de ganado que provenía de Madrid, Rosario fue la única hija de un ingeniero en comunicaciones de RENFE, José Losada, y de María Vilariño, originaria de Muros (A Coruña). Su infancia transcurrió en la casa del gobernador en Valencia, donde se reubicaron poco antes que las bombas destruyera la manzana conocida en Argüelles (Madrid) como la Casa de las Flores, donde vivían artistas, como Alberti, Neruda, García Lorca y varios más. Con dos años de edad su familia se traslada a A Coruña, donde tiene todos sus recuerdos de infancia bien grabados, tanto así que cuando vuelve cincuenta años después, le pidió al guarda del ómnibus que le perm i t i e ra el asiento así podía ir anunciando cada uno de los rincones que recordaba, sorprendiéndose tanto el conductor que afirmó “que poco ha cambiado Coruña que usted la re c u e rda después de tanto tiempo”. Pero “no había cambiado mucho, es cierto”, afirma, pero ella tenía grabado en mi cabeza cada rincón afectivo de su infancia En 1950 sus padres, con ella y su hermano, se marcharon de España con destino a Buenos Aires, donde al llegar sin que nadie los esperara, se tuvieron que refugiar esa noche en la Plaza de los Ingleses ya que llovía abundantemente. “Un gallego que pasaba por ahí y nos vio, se acercó a hablar con mis padres y le prestó dinero p a ra que pudiéramos ir a un hotel”, recuerda; al tiempo que agrega que posteriormente, ya ubicados con familiares de su padre, éste termina preso porque “parece ser que todos los que hubieran tenido problemas políticos durante la guerra, tenían que presentarse ante la policía cuando llegaran a Buenos Aires y él no sabía y no se presentó, por lo que terminó un par de días en un calabozo”.
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Rosario Losada Vilariño, fundadora del Colegio Gabriela Mistral de Montevideo, docente, pintora y poeta.
Poco tiempo después consiguen cruzar el río de La Plata rumbo a Montevideo, donde se afincan prestándole asistencia a la familia quien después fuera presidente de la República, Jorge Pacheco Areco, ya que los parientes de su padre se “enojaron porque no llegamos al cumpleaños de su hijo, sin entender razones, ya que el gobierno argentino no nos dejaban salir”. “Pacheco después me pediría el voto”, recuerda Rosario a este político muy vinculado con la dictadura uruguaya de la década del 70, pero “yo le dije que le agradecía todo lo que había hecho por nuestra familia, pero yo tenía otras ideas”, aseguró. Pero la mayor sorpresa que tuvieron cuando llegaron a Montevideo fue que todo el mundo “estaba de festejos y nos saludaban, nos pedían perdón por lo que la selección uruguaya de fútbol le hizo al arquero español”. Era el 16 de julio de 1950 y Uruguay celeb raba el triunfo en Maracaná.
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Cuando fue inscripta en la escuela Artigas, ubicada en la zona del Cordón, cerca de su casa, la directora decidió que como provenía de un país retrasado en materia educacional, empezó en tercer año escolar, pero a las pocas semanas descubrieron que tanto ella como su hermano estaban avanzados en sus conocimientos y les pasaron al año siguiente.
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Educadora comprometida Cuando fue inscripta en la escuela Artigas, ubicada en la zona del Cordón, cerca de su casa, la directora decidió que como provenía de un país retrasado en materia educacional, empezó en tercer año escolar, pero a las pocas semanas descubrieron que tanto ella como su hermano estaban avanzados en sus conocimientos y les pasaron al año siguiente. A Rosario le sorprendió como en Montevideo “veíamos a los hombres en pijama y con el mate, lo que nos llamaba la atención”, además recuerda que se quedó fascinada cuando observaba como tanto el lechero, panadero y carnicero dejaban los pedidos en el portal de las casas y nadie los robaba. “Veníamos de Coruña, donde cuando salimos a la calle con mi hermano comiendo una masita, nos arrebataron la comida. El hambre era mucha”, subraya. Culminado el secundario Rosario intentó realizar el profesorado de literatura pero no pudo anotarse en el instituto oficial ya que no tenía la ciudadanía uruguaya, por lo que realizó estudios en la Facultad de Derecho primero y luego de Humanidades, donde por primera vez se integra a la sociedad uruguaya, ya que “yo extrañaba mucho y me refugiaba en las instituciones españolas, llegué al Centro Gallego –por mi padre que iba al coro ahíadonde yo hacía baile español y gallego. Mi adaptación fue a través de la colectividad gallega, a pesar de hablar yo con acento bien castellano”. Después de insistir logró entrar al Instituto de Profesores Artigas, donde realiza el profesorado de literatura e idioma español, comenzando a ejercer prácticas en el liceo donde se hace cargo de los cursos que la directora Alicia Goyena creara para prostitutas y empleadas domésticas, donde “procurábamos darle herramientas y
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conocimientos de casos como los de ellas, que tenían que luchar para progresar en la vida”. “Nunca tuve ningún problema por ser mujer para integrarme en el ámbito laboral uruguayo”, asegura explicando que tanto en su primer empleo con 18 años y luego en la docencia, nunca sufrió discriminación por su género: “éste es un país magnífico y en educación estaba adelantadísimo”. Rosario continuó con su carrera docente que la llevó en primera instancia a fundar el Colegio Gabriela Mistral, que aún hoy continúa como uno de los más importantes privados de Montevideo, donde estuvo 35 años hasta que se jubiló tras sufrir su corazón un severo ataque que alertaba sobre el exceso de trabajo de la valenciana. Rosario fue directora de diversos centros docentes secundarios de gran importancia en la educación pública montevideana, en donde recuerda como en uno de ellos tuvo que lidiar con una banda de vendedores de droga, a los que enfrentó con coraje provocando que junto a la policía y padres, se evitara la venta en las inmediaciones del instituto, donde además hasta se producían balaceras entre narcos. “Después una de las bandas me hacían pintadas de la hoja de marihuana en otro liceo adonde me trasladaron”, recuerda, como forma de mantenerla amenazada, aunque igualmente continuó con su propósito de alejarlos de los estudiantes. Pero la tragedia de ésta española que soportó en su infancia los momentos más críticos de la postguerra, fue la que le tocaría vivir en la década del setenta cuando irrumpe en Uruguay, una dictadura militar, apoyada por civiles, que hasta 1985 termina con un país democrático.
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Manuel LÓPEZ FARALDO
Testimonios de mujeres españolas inmigrantes en América
La dictadura logró retirarla de la enseñanza en forma obligatoria, al ser investigada por ayudar a las presas políticas, muchas de ellas colegas suyas. Desde 1976 hasta el 1986, año en que se le reintegra el cargo docente que había obtenido por concurso, Rosario se ganó la vida haciendo de esteticista o de lo que podía, ya que los militares no le permitían dar clases, pero no quiere hablar sobre lo que sufrió en manos de los torturadores, sólo recuerda que “me costó un cáncer de intestino, que trató el Dr. Tabaré Vázquez en aquellos años”. Losada también es recordada por su pasaje por la escuela de periodismo de la Universidad del Trabajo del Uruguay, donde varios fuimos formados y guiados en las letras por esta docente que además dictó cursos durante varios años a los diplomáticos uruguayos. A pesar de formarse en postgrado de Letras en la Complutense de Madrid, re c u e rda con mucho cariño sus actividades en Montevideo, tanto en el asilo Don Orione donde atendió a niños con síndrome de Down, y las clases de pintura y lectura que daba en el Hogar Español, así como también su participación activa en el Patronato de la Cultura Gallega, donde dictó varias conferencias. Finalmente se interroga si volvería a España, donde están sus dos amores, los hijos de su hermano, y cree que seguramente podría volver a residir en su tierra, aunque afirma que le costará mucho alejarse de Uruguay: “este país nos dio una preparación, virtudes de humildad, de gentes”, todo lo que en su tierra natal no podía conseguir. Ahora pasa su tiempo pintando las imágenes de su vida, plasmando también en versos “que no publicaré, son solo para mí”, el d e rro t e ro de su pasaje desde su infancia española hasta su afincamiento profesional en la banda oriental del Plata.
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Mujeres en la emigración, un futuro con fronteras Victoria CASTRO Periodista
Testimonios de mujeres retornadas AURORA CARIDAD BARREIRO
L
a culpa de que el 6 de abril de 1958 Aurora Caridad dijese adiós al barrio coruñés de San Roque la tuvo su prima, Violeta, con quien se había criado. Las dos eran uña y carne hasta que, ya casada, Violeta optó por labrarse un porvenir en el Reino Unido, junto a su marido. Aurora no lo pensó demasiado, decidió seguir sus pasos. A sus 24 años jamás había salido del entorno familiar pero económicamente las cosas en España no estaban bien y las opciones de prosperar no eran demasiadas. Así que venciendo todos sus miedos, la noche de aquel 6 de abril de hace ya medio siglo, se subió a un tren nocturno rumbo a un mundo desconocido en el que permanecería cuarenta años de su vida. Cuando echa la vista atrás, a la propia Aurora le cuesta comprender cómo, aquella chica tímida que era, fue capaz de reunir el valor sufi-
Victoria CASTRO. (A Coruña, 1970) estudió Periodismo en la Universidad Pontificia de Salamanca. Durante más de una década ejerció la profesión en varios medios locales y comarcales, tanto escritos como audiovisuales, de Galicia. Actualmente es free lance.
Victoria CASTRO
Mujeres en la emigración, un futuro con fronteras
ciente para dejar la casa de sus padres en busca de un futuro mejor en la emigración. Newcastle fue su primer destino. Recuerda que cuando l l egó “no sabía decir ni thank you”. Allí trabajó cuidando a los hijos de una familia italiana hasta que sólo un mes más tarde se trasladó al condado de West Sussex , en donde encontró un puesto como doncella en una aristocrática casa de Chichester, Dower House, “¿sabes la serie Upstairs&Downstairs? pues v ivir allí era igual, aprendí muchas cosas sobre todo etiqueta”. Aurora, la única ex t ranjera entre todo el servicio, recuerda su primera Nochebuena lejos de su país “fue uno de los peores momentos, cenando una manzana sola en mi habitación mient ras me caían las lágrimas pensando en mi fa m i l i a ” . Afortunadamente, durante los once años que Aurora vivió y trabajó en Dower House no hubo muchos momentos tan amargos como aquel. A pesar de que en Dower House le tenían prohibido sonreír, e n t ablar conve rsación con cualquiera que no fuese del servicio o incluso pisar el jardín de los señores, la memoria de Au ro ra hace un balance positivo de aquellos años. De hecho sus peores ex p eriencias se remontan a los tiempos en los que en su día libre, sin nada qué hacer ni a donde ir, se dedicaba a re c o rrer la Hight Street a rriba y abajo en compañía de otros españoles con los que hab í a e n t ablado amistad. “En ve rano íbamos a los parques pero en invierno era muy tri s t e. Un día –recuerda- nos vio la señora de uno de los españoles y le dijo que podía invitarnos a casa, p a ra reunirnos, supongo que le debimos de dar pena...” Y es que sonreír no era lo único que estaba prohibido en Dower House, sino que al servicio tampoco se le permitía recibir visitas. Así que durante
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TESTIMONIOS DE MUJERES RETORNADAS
Aurora Caridad Barreiro emigró a Reino Unido en 1958 y retornó cuarenta años después.
los once años que Au ro ra vivió en casa de los Holland jamás pudo invitar a nadie. “ L a dy Holland era muy seri a , muy estricta y mantenía las distancias –explica– pero todos los domingos me llevaba en su Rolls Royce a la iglesia e incluso a veces recorría carreteras secundarias para que yo conociese el paisaje. Al llegar al p u eblo ella se iba a la iglesia anglicana y yo a la católica... así todos los domingos. Trabajando con ellos ap rendí mu chas cosas. Yo no lo pasé mal, tenía trab a j o , tenía mis ahorros y tenía mis momentos para estar sola... no me dediqué sólo a trab a j a r. Soy muy feliz con poca cosa y durante aquellos años viví momentos muy buenos”. Aunque la jornada de trabajo en casa de los Holland comenzaba a las siete y media y no fi n a l i z aba hasta las dos, las tareas domésticas no se reanudaban hasta las seis de la tarde así que, siempre que podía, Aurora aprovechaba esas cuatro
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VICTORIA CASTRO
Mujeres en la emigración, un futuro con fronteras
horas de descanso para acercarse a la playa más cercana. A pesar de que era un pequeño trayecto en autobús para ella suponía una auténtica escapada que guarda como oro en paño entre sus mejores recuerdos de aquella época. A lo largo de esa década en casa de los Holland, Aurora no sólo aprendió inglés y etiqueta sino también a conducir. Recuerda que “prácticamente me obligó lady Holland, yo no quería pero ella me apuntó en una autoescuela y me pagó las diez primeras clases. No aprobé pero decidí seguir con las lecciones por mi cuenta en otra academia, sin decirle nada. Cuando aprobé y conseguí la licencia se lo conté”. Era el año 1966, lo recuerda perfectamente. Fue el año en que se compró un pequeño Morris de segunda mano. Con carné y coche propio, Aurora pasó a tener una nueva tarea en Dower House: recoger a las enfermeras que cuidaban a lord Holland que, para entonces, estaba bastante enfermo. Lejos de incomodarla, reconoce que estaba encantada con aquel nuevo cometido, no sólo porque rompía la monotonía cotidiana sino también “porque lady Holland me llenaba el depósito de combustible y me duraba muchísimo”. Tras once años al servicio de los Holland, Aurora dejó Dower House y se fue a Petersfield, un pueblo “muy bonito y muy rural” en el condado de Hampshire. Lo hizo porque se casó con Lewis Sounders, una decisión que enfadó muchísimo a Lady Holland, a quien la idea de prescindir de los servicios de su doncella española no le gustó nada. Fue así como Aurora comenzó una nueva vida de casada en la que dejó de ocuparse de las tareas domésticas de otros para ocuparse de las suyas propias. Lewis trabajaba como chófer de una familia adinerada pero además criaba cerdos y gallinas y cultivaba su propio huerto, labores que
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comenzó a realizar Aurora no demasiado convencida. A modo de disculpa sonríe con timidez y reconoce que lo suyo nunca fue el campo, “no sabía cortar la hierba, estropeaba las máquinas...” Desgraciadamente su vida como granjera accidental no duró mucho. Su esposo murió nueve años después de contraer matrimonio, así que Aurora se vio abocada a darle de nuevo un giro a su vida que, desde luego, no pasaba por regresar a España, “era feliz viviendo en aquel país, sentía que ese era mi sitio”. Dejó de ocuparse del campo y buscó trabajo como cuidadora de ancianos en una residencia geriátrica cercana a su casa. Conservó aquel puesto durante veinte años “me gustaba mucho hablar con la gente mayor, cada uno tenía su historia”, una historia que Aurora tenía tiempo y ganas de escuchar. Al escuchar la experiencia vital de Aurora en el Reino Unido, cuesta entender qué ocurrió para que en el año 1998 tomase la decisión de volver. Tampoco Aurora sabe muy bien lo que pasó, simplemente cuenta que en una de las visitas que su sobrina le hacía todos los años le propuso vender la casa y regresar aquí, donde ya tenía un piso de su propiedad, “lo pensé, puse la casa a la venta y decidí regresar sólo para probar” Eso fue en 1998 y desde entonces ya sólo ha regresado a Reino Unido de visita, eso sí lo hace todos los años. “Alguna vez sí me arrepentí de vo l ver porque me costó muchísimo adaptarme de nuevo a la vida aquí –reconoce- sobre todo a la gente... no sé, era como si allí fuese más libre, nadie se mete en la vida de nadie” Si por algo no se arrepiente Aurora de haber vuelto a España es porque está de nu evo junto a su familia, pero asegura que una parte de su corazón se quedará para siempre en el país donde vivió más de la mitad de su vida.
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Aurora se casó con Lewis Sounders y fue así como comenzó una nueva vida en la que dejó de ocuparse de las tareas domésticas de otros para ocuparse de las suyas propias. Lewis trabajaba como chófer de una familia adinerada pero además criaba cerdos y gallinas y cultivaba su propio huerto, labores que comenzó a realizar Aurora no demasiado convencida.
VICTORIA CASTRO
Mujeres en la emigración, un futuro con fronteras
SILV I NA LÓPEZ V Á Z QUEZ
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ilvina López nació en una pequeña aldea del municipio lucense de Taboada en el año 1942. Cuando decidió abandonar Santa Baia ya no era una niña, tenía treinta años y mucha curiosidad por saber “qué era aquello de la emigración”. Un matrimonio vecino había emigrado a Suiza y fueron ellos quienes despertaron su interés por bu s c a rse un trabajo a miles de kilómetros de su casa. Escuchando lo que ellos contaban cuando venían a pasar temporadas a España decidió que también ella quería probar suerte. Silvina compartía esa misma inquietud con una amiga que vivía en una aldea cercana. Entre las dos sopesaron los pros y los contras de emigrar, se dieron ánimos una a la otra y fi n a l m e n t e, en el año 1973, se convirtieron también en ellas en emigrantes. Silvina llegó a Basilea con poco equipaje: un contrato de un año de trabajo y unas expectat ivas no demasiado claras. Allí le esperaba una vida que nada tenía que ver con la que acababa de dejar en la pequeña aldea de Taboada. El trago más amargo, cuenta, fue dejar a sus padres, con los que viv í a “me dolía el corazón cada vez que pensaba en ellos”. De hecho, aún ahora, cuando recuerda el momento de la partida no puede evitar las lágrimas. Además de vivir una nueva experiencia, tenía también otra meta, la de ayudar económicamente a la familia que dejaba en Santa Baia, donde el único medio de vida era la labranza. Una vez en Basilea todo era nu evo para Silvina que apenas había salido más allá de Taboada y Lugo. El primer año trabajó en las labores domésticas en casa de un médico,
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Silvina López Vázquez emigró a Suiza a los 30 años y retornó en el año 2006.
l avaba, planchaba preparaba la comida e iba a la compra. Reconoce que aquellos fueron los meses más duros, estaba acostumbrada a vivir en una casa llena de gente “y de repente allí te ves sola”. El idioma tampoco ayudaba, le resultaba muy difícil entender el alemán “me parecía que era un idioma de locos, no me enteraba de casi nada aunque yo decía amén a todo”. A pesar de que las cosas no eran demasiado fáciles Silvina asegura que durante ese primer año nunca sintió deseos de abandonar, tenía muy claro que todavía no era el momento. Antes de terminar su contrato de trabajo Silvina pidió una subida de sueldo que le negaron. Aquello le dolió tanto que decidió bu s c a rse otra casa en la que trabajar. Cuando al finalizar su contrato comunicó que dejaba su puesto recibió amenazas por parte de la señora “me decía que yo no podía
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dejar su casa y que si lo hacía ella haría que regresase a España”. Aunque apenas entendía el alemán sí dejó claro que “de ninguna manera” se quedaba en la casa ni regresaba a España. Sabía cuáles eran sus derechos. “El señor incluso me propuso pagarme él la subida –explica- sin que se enterase su mujer, porque también quería que me quedase, pero yo no acepté, ya había tomado una decisión”. Con el siguiente trabajo Silvina tuvo más suerte. Se trataba de un matrimonio sin hijos, él ingeniero y ella, “señora de su casa”. Reconoce que encontrarse con esta pareja, Edith y Willi, fue lo mejor que le pudo pasar, de hecho nunca más se movió de allí hasta hace tres años, cuando regresó a España, “me trataban como a alguien más de la familia”, a s eg u ra. La tarea de Silvina era hacerse cargo de la casa, o rganizar y cocinar, “para la limpieza y el trabajo más gordo ve n ían tres chicas varias veces a la semana”. Aún así nunca le faltaban cosas que hacer, era una casa en la que se recibían muchas visitas y su responsabilidad era atenderlas, que todo, absolutamente todo, estuviese en orden. Su jornada comenzaba a las siete de la mañana y no paraba hasta después de la cena que solía servirse sobre las seis y media. Aunque los fines de semana eran sus días libres, jamás dejaba de preparar el desayuno para los señores, incluso la comida del sábado la cocinaba ella a pesar de que no tenía ninguna obligación y de que nadie se lo pedía, “lo hacía porque me salía”. Cuenta que la relación entre ella y el matrimonio se fue estrechando cada vez más, “desde el principio siempre me senté a la mesa a comer con ellos y no como otra gente que yo conocía y que tenían que comer en la cocina”.
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A lo largo de todos esos años Silvina iba curando la morriña que sentía con un mes de vacaciones en Santa Baia, “un año no pude venir y me pareció un siglo... tenía mucho miedo de que les pasase algo a mis padres, de que muriesen”. Además, durante los primeros años, la comunicación con España no era demasiado fluida, sólo a través de cartas, lo que hacía más difícil la separación. Durante sus más de treinta años en Basilea, Silvina v ivió siempre en la casa del matrimonio para el que trabajaba y es que, según cuenta, en ningún momento sintió la necesidad de tener su propio espacio, de bu s c a rse una viv i e n d a para ella sola. En la casa tenía todas las comodidades y a la vez su independencia, “durante los primeros años solía irme con ellos los fines de semana a una casa que tenían en Lucerna pero después ya me quedaba y salía con mis amigas, nos reuníamos en casa de unos y de otros, yo ya tenía mi propia vida”. A lo largo de todos esos años, Silvina asegura que jamás se sintió discriminada por el hecho de ser mujer o emigrante, “al contrario, todo el mundo me trató siempre con muchísimo respeto, empezando por los dueños de la casa”. Recuerda que cada vez que había invitados a cenar ella era la encargada de atender la mesa y, en esas ocasiones, su señora, Edith, siempre aprove chaba para contarles a los comensales lo bien que hacía todo Silvina “a mi eso me hacía sentir muy bien porque notaba cómo valoraban mi trabajo”. Los invitados la trataban también con mucho cariño y delicadeza y nunca se olvidaban de dejarle una propina por sus servicios debajo de la servilleta. Cuando llegaban las navidades la col-
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Un matrimonio vecino había emigrado a Suiza y fueron ellos quienes despertaron su interés por buscarse un trabajo a miles de kilómetros de su casa. Escuchando lo que ellos contaban cuando venían a pasar temporadas a España decidió que también ella quería probar suerte.
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maban de regalos y recuerda, orgullosa, que los primeros paquetes que se entregaban en la casa siempre eran los suyos. Así año tras año. Fue en 2006 cuando sintió que había llegado el momento de regresar a casa. De hecho hubiese regresado siete años antes a no ser porque la muerte de Willi truncó sus planes. Antes de morir, él le pidió que cuidase de Edith y que nunca la dejase sola. Silvina sólo pudo prometerle lo primero, lo segundo, con todo el dolor de su corazón, le resultaba imposible. Su gran ilusión siempre había sido regresar a casa, con los suyos, tardase lo que tardase. Así que fiel a su promesa se quedó con ella siete años más, sobre todo haciéndole compañía. A pesar de las insistencias de Edith para que se quedase a vivir con ella, Silvina desoyó las propuestas y en el año 2006 regresó a Santa Baia en donde vive, junto a su hermano, su cuñada y su sobrino en la casa familiar. Durante estos tres años en España, Silvina ha vuelto varias veces a Suiza. Ahora va de visita a la casa en la que siempre trabajó, y acompaña a la que durante años fue su señora pero en calidad de amiga. Igual que las conversaciones que mantiene con ella todos los domingos en italiano. El único idioma que aprendió durante su estancia en Suiza, y el único que hablaba con Edith y Willi.
JOSEFA DOMÍNGUEZ GONZÁLEZ
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osefa Domínguez tenía muy claro lo que quería cuando decidió emigrar a Venezuela en el año 1957. Estaba casada, tenía 24 años, un hijo de cinco y necesitaba reunir el dine-
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Josefa Domínguez González emigró a Venezuela en el año 1957 y decidió retornar en 2003.
ro suficiente para construir una casa, sin lujos pero con todas las comodidades que no tenía la suya. Sabía que si se quedaba en España jamás lo lograría, “había mucha necesidad”. En aquellos tiempos Josefa y Pedro, su marido, ni tan siquiera podían pagarse el pasaje para cruzar el Atlántico, así que pidieron un préstamo para poder embarcar en el Ascania y empezar a forjarse un nu evo destino. Josefa recuerda perfectamente el viaje en barco, fueron 13 días de travesía y un auténtico infi e rno. Los mareos que el movimiento del barco le provo c aba no eran nada comparados con la angustia que sentía por haber dejado a su hijo al cuidado de los abu e l o s , en Meirás, una aldea del ayuntamiento coruñés de Sada. Esa brutal separación fue, sin duda, lo más duro de aquella intensa experiencia.
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Josefa y Pedro llegaron a la ciudad de Valencia, en el estado de Carabobo, rotos de agotamiento pero dispuestos a perseguir su sueño: prosperar económicamente y sobre todo, llevarse cuanto antes a su hijo con ellos. Durante los primeros años el matrimonio se alojó en la casa de unos cuñados. Pedro, marinero de profesión, cambió el mar por el cemento y comenzó a trabajar en la construcción como ayudante. Josefa se colocó en servicio doméstico de una pensión. Él pronto cambió de ofi c i o , dejó el ladrillo y probó suerte como pintor. Las cosas le fueron bien y acabó trabajando para una de las empresas más importantes de Venezuela. Josefa continuó en la pensión hasta que ocho años más tarde pasó a formar parte del servicio en la casa de unos árabes de quienes guarda muy buenos recuerdos. Poco a poco, Jo s e fa y Pedro fueron alcanzando el propósito con el que habían llegado a Venezuela. Compraron un piso en Valencia y el dinero que conseguían ahorrar lo enviaban a Sada para construir poco a poco el hogar con el que habían soñado. Desde su marcha, en 1957, el matrimonio tardó diez años en regresar a España y en ver de nu evo a su hijo que ya era casi un adulto. Jo s e fa confiesa que esa era la única pena con la que cargaba en Venezuela, “para mi eso fue lo peor, estar tanto tiempo sin poder ver a mi hijo”. Tras esa larga ausencia de una década, cuando por fin vinieron su visita duró seis meses, pero esta vez, cuando tocó volver, Jo s e fa sí pudo cumplir su gran anhelo: llevarse a su hijo con ella. Lo otro, el remate de la casa podía y tenía que esperar “la plata no era suficiente” recuerda Jo s e fa. Cinco años después ella y su marido regresaron de nu evo a España pero con la intención de que-
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darse si las cosas iban bien. Sólo aguantaron un año. No eran capaces de acostumbrarse ni a la vida ni al trabajo de aquí, así que de nuevo cruzaron el océano convencidos de que su lugar estaba en Venezuela. Y así fue hasta hace cinco años. Con su hijo allí, a Josefa y a Pedro poco les quedaba en España. De hecho su situación económica en Venezuela mejoraba día a día por lo que incluso dejaron su piso y se trasladaron a una casa la urbanización Parque Valencia. Pedro continuaba en la misma compañía y Josefa, en su propia casa, vendía ropa de una fábrica de “dormilonas, bu e n o acá le dicen camisones –explica- y le sacaba el cincuenta por ciento de ganancia”. Los años fueron pasando y allá, en Valencia, nacieron sus tres nietos a los que, prácticamente, criaron ellos. De hecho es por esos nietos por lo que el matrimonio regresó a España, “cuando el trabajo empezó a ponerse difícil allá mi hijo fue el primero en venir y más tarde fueron viniendo mis nietos. Fue por eso que regresamos si no nunca lo hubiésemos hecho, fue muy doloroso deshacer mi vida en Venezuela, tan bonita que la tenía...”. A pesar de que ya hace cinco años que regresó a Galicia, Josefa echa en falta todo aquello. Reconoce que fue en Venezuela donde pasó lo mejor de su vida “los trabajos los pasé aquí” confiesa. Una vez pasados los primeros años tanto ella como su esposo se integraron totalmente en Venezuela en donde han dejado a grandes amigos, “al principio íbamos mucho al centro gallego y sólo teníamos amigos de aquí, pero después de que empezamos a relacionarnos con la gente de allá nos dimos cuenta de que los venezolanos tienen un calor humano especial, es gente buena”.
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Cinco años después de su llegada a Venezuela Josefa y su marido regresaron de nuevo a España pero con la intención de quedarse si las cosas iban bien. Sólo aguantaron un año. No eran capaces de acostumbrarse ni a la vida ni al trabajo de aquí, así que de nuevo cruzaron el océano convencidos de que su lugar estaba en Venezuela.
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Ahora Josefa y Pedro viven en la casa que siempre quisieron con su nieto, su mujer y su hija, la pequeña Sheila de cuatro años. Eso sí, tal y como explica Josefa aunque duermen bajo el mismo techo los dos matrimonios mantienen su independencia “ellos viven en el piso de arriba y nosotros en el de abajo”. Gracias a su bisnieta los días de Josefa pasan más ligeros. Ella es la encargada de lleva rla a la parada del transporte escolar y de cuidarla mientras sus padres están trabajando, si no fuese por estas pequeñas obligaciones cotidianas los inviernos gallegos se le harían todavía más cuesta arriba. La pequeña Sheila, como dice su bisabu e l a , “llena la casa de vida”. Y es que a Josefa se le había olvidado lo que era tanto frío y tanta lluvia junta, por eso para aliviar tanta humedad se entretiene tejiendo, bu fandas o lo que se tercie. A lo que tampoco acaba de acostumbrarse Josefa es a cruzarse con un vecino cada quince días o cada ocho, en el mejor de los casos. Y eso a pesar de que vive rodeada de casas pero el modo de vida en España es muy diferente al de Venezuela. Mientras ella va desgranando sus recuerdos en Valencia, su marido entra en la conversación para asegurar que les está costando mucho más adaptarse a la vida en Galicia que a lo que les costó integrarse allá. Aunque Josefa no le quita la razón quiere dejar claro que aquí hay también cosas muy bu e n a s , sobre todo la asistencia médica y la seguridad. Desde que han regresado definitivamente Josefa ya ha visitado Venezuela va rias ve c e s donde todavía tiene su casa, “me dolía venderla, irme sin dejar nada mío allá”. Con cierta tristeza cuenta que este año ni ella ni su esposo irán, por va rias razones, “los pasajes están
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muy caros y además hemos alquilado la casa así que de momento nos quedamos”. Pa ra Josefa lo más importante hoy es permanecer junto a su familia, por eso estuvo dispuesta a dejar todo y ve n i rse, pero no puede evitar que los ojos se le iluminen cuando asegura que haría de nu evo las maletas encantada si los suyos decidiesen regresar. Para rememorar la felicidad de los años v ividos en Venezuela repasa algunas de las fotos de entonces, son fotos de fiestas o reuniones sociales en las que ella y su esposo aparecen sonrientes y elegantes. Se les ve jóvenes y felices, miran a la cámara sin miedo y satisfechos, sin atisbo de amargura. Ahora, a través de los cristales de sus gafas, en los ojos de Josefa se vislumbra la morriña.
ARACELI BOUZADA SANTO S
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raceli Bouzada (Tui, 1943) tenía nu eve años cuando sus padres decidieron plantarle cara al destino. En la pequeña aldea pontevedresa de Santiago de Malvás el futuro no pintaba demasiado bien, eran tiempos de hambre y el matrimonio quería huir de la penuria económica del país y ofrecerles un mañana mejor a sus tres hijos. La emigración era la única salida para abandonar aquel presente cicatero producto de la situación por la que atrave s aba España. Los padres de Araceli eligieron Uruguay un país del que tenían buenas referencias por otros parientes que ya se habían instalado allí. Ante la incertidumbre de lo que se encontrarían al otro lado
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La travesía a Uruguay duró 28 días y durante todo ese tiempo estuvieron a cargo de un apoderado que las acompañó hasta Montevideo, donde las esperaban sus padres y su hermano. Allí, esta vez todos juntos, emprenderían otro camino, el de una nueva vida.
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del océano, el matrimonio optó por dejar a las dos hijas mayores al cuidado de unas monjas, internas en un colegio de Tui, mientras que al hijo pequeño, un varón de un año y medio, se lo llevaron con ellos. La meta de sus padres era reunirse todos en cuanto consiguiesen abrirse camino y formar un hogar en el que poder vivir todos juntos. Araceli y su hermana viv i e ron durante casi tres años en el colegio, ajenas al mundo exterior, un mundo con el que se comunicaban en muy contadas ocasiones. Quizás por eso la sensación de tristeza y ruptura fue muy intensa cuando, reclamada por sus padres, abandonó definitivamente aquel entorno. “De camino a Vigo, cuando nos dirigíamos a coger el barco, sentía que estaba dejando muchas cosas y mentalmente me iba despidiendo de cada una de ellas”, recuerda. Acompañadas por sus abu e l o s , las dos hermanas llegaron al puerto de Vigo, donde quedaron impresionadas al ver el Yupayú, el trasatlántico que las llevaría a un nu evo mundo. Araceli hace memoria, “en aquel momento al ver el barco sentí mucha angustia pero en cuanto embarqué desapareció todo lo que hasta ese instante me había entristecido”. Años después, rememorando aquellas sensaciones cree que la manera en la que afrontó ese viaje tenía mucho que ver con los años que había pasado junto a las monjas, había madurado. La travesía duró 28 días y durante todo ese tiempo estuvieron a cargo de un apoderado que las acompañó hasta M o n t ev i d e o , donde las esperaban sus padres y su hermano. Allí, esta vez todos juntos, emprenderían otro camino, el de una nu eva vida.
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Araceli Bouzada Santos emigró a Uruguay, donde ya estaban sus padres y su hermano, con 9 años de edad. Retornó en 1982.
Araceli confiesa que fue al llegar a Uruguay donde abrió por primera vez los ojos al mundo, “de la aldea en la que viví pasé a encerrarme en un colegio en donde lo único que hacíamos era estudiar, rezar y leer la vida de los santos... de pronto llegué a un país donde existía el divo rcio, el aborto estaba permitido, el contraste entre los dos mundos era brutal”, explica. Poco a poco comenzó a ser consciente de dónde ve n í a , lo hizo gracias a una pelea con una compañera el colegio, “ella insultó a Franco y yo que lo único que sabía era que Franco era español y que España era mi país lo defendí, pero aquello me dio que pensar así que me fui a la biblioteca Horacio Quiroga y empecé a leer y a descubrir poco a poco cuál era la situación de España, qué era una dictadura y quién era Franco... hasta que llegué a Uruguay era como si hubiese estado ciega”.
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La adolescencia de Araceli transcurrió sin grandes problemas, se integró plenamente y no tuvo ninguna experiencia negativa , su vida, cuenta, transcurría como la de cualquier m o n t evideana de su edad. Estudiaba en el Liceo y ayudaba a sus padres en la tienda de comestibles que habían abierto en el barrio de Reducto, “todos arrimábamos el hombro para poder salir adelante”, a fi rma. De aquellos años recuerda sobre todo las comidas de los domingos en la casa de sus padres. Llegaban a reunirse más de veinte persona a la mesa, entre familia cercana y parientes lejanos que, como ellos, habían dejado Galicia para abrirse camino en Uruguay, “venían muchas primas que habían llegado a Montevideo para trabajar en el servicio doméstico, el domingo era el día que tenían libre y por eso nos juntábamos tantos”, explica. Tras acabar sus estudios en el Liceo, Araceli estudió Administración. A los 18 años consiguió su primer empleo como secretaria pero continuó viviendo con sus padres hasta que a los 23 años se casó con Álvaro, uru g u ayo y nieto de ga l l egos. Tras la boda, su esposo le propuso dejar Montevideo y empezar una nueva vida en España “él nunca había venido aquí y desde siempre le atraía la idea de volver”, un sentimiento que Araceli no compartía. Siempre se sintió española pero a la vez no tenía ninguna necesidad de retornar “por eso me neg u é , porque vo l ver a España no estaba entre mis prioridades”. Así que no se habló más del asunto y el matrimonio se quedó en Uruguay, donde nacieron sus dos hijas, Andrea y Cerrana. Las cosas les iban bien “normal, como a cualquier familia de clase media –explica Araceli- teníamos nuestra casa, nuestros trabajos, nuestro coche...”
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A principios de los años 80 la situación económica de Uruguay empezó a deteriorarse y de nu evo el marido de Araceli recurrió a su vieja idea de empezar una nu eva vida en España, justo a la inversa de lo que habían hecho su esposa y sus suegros treinta años antes. En aquella ocasión, en la conve rsación estaba presente la hija mayor del matrimonio, Andrea, que entonces tenía 13 años y a la que también le pareció atra c t iva la idea de vo l ver al país de su madre y de sus abuelos. Todavía hoy, Araceli es incapaz de saber por qué accedió en aquel momento, pero lo cierto fue que lo hizo y así fue como su vida y la de su familia tomó un nu evo rumbo. En 1982 regresaron a España, pero esta vez las cosas no fueron tan fáciles, de hecho Araceli se sintió más emigrante cuando regresó a su tierra que cuando llegó a Uruguay. Reconoce que fue como retroceder en el tiempo, la democracia española era todavía una recién nacida y la sociedad estaba aún en pañales en muchos aspectos como por ejemplo los derechos de la mujer. Araceli no podía dar crédito cuando, nada más llegar, intentó abrir una cuenta a su nombre y se encontró con una negat iva “estaba casada y por tanto era sólo mi marido el que podía hacerlo...” cuenta. La adaptación fue difícil, todo se le hacía cuesta arriba, incluso muchos de sus familiares con los que había conv ivido en Uruguay una vez aquí se comportaban de manera distinta y Araceli era incapaz de comprender determinadas reacciones y situaciones con las que se encontró. Aún así confiesa que jamás se le pasó por la cabeza arrojar la toalla y desandar el camino andado. Se define como una persona orgullosa, de decisiones firmes y de no buscar más complicaciones de las posibles. Intentó por todos
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TESTIMONIOS DE MUJERES RETORNADAS
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los medios empezar una nu eva vida y lo consiguió, eso sí, con mucho esfuerzo. Ahora ella y su marido viven en A Coruña en donde regentan la cafetería de una pequeña hípica. Araceli no ha vuelto a Uruguay y cree que no lo hará. Quiere a Uruguay y asegura que todo lo que es se lo debe a ese país, sabe que de no haberse ido hubiese sido una persona muy distinta de la que es ahora, pero si algo caracteriza a esta mujer es el empeño en no desandar los caminos de vuelta.
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La exposición As mulleres tamén emigran
X. Amancio LIÑARES GIRAUT. (Negreira, 1961). Es catedrático de Geografía e Historia en el IES «Xulián Magariños» de su pueblo natal y profesor de Lingua e Cultura de Galicia en la Escuela Universitaria de Traballo Social de la USC. Ha publicado, como autor o coautor, veinticinco libros sobre X. Amancio LIÑARES GIRAUT temas históricos, agrarios, biográficos y literarios. Entre sus Licenciado en Geografía e Historia (especialidad obras con referencias a la emide Hª. Contemporánea) por la Universidad de gración y al exilio están: O Val Santiago de Compostela. de Barcala, 1900–1936. Agrarismo, vida política, emi gración e cultura (Feiraco, Santiago, 1986); (Ed.) O cente nario de Castelao na lembran La Historia proporciona al ser humano el conocimiento más za, 1986 (Fundación Castelao, interesante, pues se refiere a él mismo. La experiencia vital de Santiago, 1997); Maruxa na cada uno, gracias a la Historia, se multiplica por la que han Casa-Museo de Rosalía tenido otros a lo largo del tiempo. De ahí la sabiduría que pro (Fundación Rosalía de Castro, porciona la Historia. La Historia es, además, ciencia de sínte 1999) –con G. Rey–; sis porque ofrece conocimientos muy variados: desde lo social «Diccionario» Antón Avilés de Taramancos (tresCtres, Santa a lo cultural, desde lo político a lo económico. La Historia de Comba, 2003) –con A. España contemporánea y, en especial, la del tiempo presente, Puentes–. En esa misma editopermite descubrir las cuestiones de actualidad a la luz de los rial han visto la luz en 2007 el factores que llevaron a ellas y, por tanto, comprenderlas. No libro biográfico Ramón hay libertad sin conocimiento, ni conocimiento sin la compren Martínez López; Prensa e comarca. Medios de comuni sión del pasado. Comprender te ayudará a construir el futuro. cación en Negreira, A Baña e (Javier Tusell, Historia de España contemporánea, 1996) Brión no século XX (Premio de Ensayo Manuel Murguía 2006, de la Deputación da Coruña) ño 2008. Coincidiendo con los diversos actos cele-–con O. Lista– y Son para a “Unión Barcalesa de La Habana” (1907-2007). Es autor brados en Galicia en torno al 8 de marzo, Día además de artículos de temátiInternacional de la Mujer Trabajadora, se inauguró ca migratoria en prensa y revistas, así como de las secciones sede del sindicato CC. OO. de Ferrol (A Coruña) la Letras da diáspora y Nas veas
(Las mujeres también emigran)
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en la exposición As mulleres tamén emigran (Las mujeres tam -
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X. Amancio LIÑARES GIRAUT
... da diáspora, publicadas entre 1994 y 2001, sobre escritores y textos literarios gallegos vinculados a la emigración. Ha coordinado el libro Ciudadanos españoles en el mundo. Situación actual y recorrido histó rico, editado por el Grupo España Exterior (Vigo, 2008) y también el presente volumen.
La exposición As mulleres tamén emigran
bién emigran), un proyecto materializado por la Fundación 10 de Marzo. Esta muestra era el fruto del trabajo realizado por el profesorado que había confo rmado previamente un G rupo de Traballo, auspiciado por la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia. La Fundación 10 de Marzo, vinculada al Sindicato Nacional de Comisións Obreiras de Galicia, se constituyó en Santiago de Compostela –en donde tiene su sede central– el 25 de junio de 1991, al amparo de la Ley de Fundaciones de Interés Gallego. Pueden obtenerse datos sobre su origen, objetivos, funcionamiento y actividades en la página web http://www.galicia.ccoo.es/f10m/. Durante estos años, la entidad –empeñada en rescatar, investigar y divulgar la historia y memoria del movimiento obrero–, ha mostrado también su interés, a través de diversas publicaciones, por los temas migratorios y la problemática de las mujeres. Baste como muestra citar aquí los titulares de portada de dos números de su Revista de Historia y Ciencias Sociales –publicada íntegramente en idioma gallego–, Dez Eme: Migracións (nº 4, diciembre de 2001) y O século das mulleres (nº 8, febrero de 2004). También en gallego se nos presenta y exhibe esta exposición, As mulleres tamén emigran, que responde a una idea y materialización dirigida a Galicia, en especial a instituciones educativas y culturales. A través de la presente colaboración, nos hemos planteado difundir esta muestra también a los lectores y lectoras de habla castellana, quienes se sentirán identificados o reflejados en no pocos de sus contenidos. Nos hallamos ante un producto galaico de calidad, que queremos compartir con las comunidades emigrantes españolas.
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PANEL 1. INTRODUCIÓN / INTRODUCCIÓN “El pasado es ese lugar de donde provienen las palomas y los cuervos que hoy nos sobrevuelan”. Esta frase del escritor uruguayo Mario Benedetti (Paso de los Toros – Tacuarembó, 1920) sirve para iniciar el recorrido a través del papel desempeñado por las mujeres en la Historia de la Emigración (y de la Inmigración). Resultan duras pero reales las reflexiones iniciales. Son frases y conceptos para el debate: relatos del pasado llenos de manipulaciones y olvido, la condición de trabajadoras y trabajadores en la a s epsia de los ahora llamados recursos humanos (Dionisio Pereira, historiador); la España y Galicia en la que nuestras bisabuelas, abuelas y madres parecen tener el don de la ubicuidad: ahí están en la producción y en la reproducción; el rol de la mujer como un ser de segunda categoría…
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La exposición As mulleres tamén emigran
PANEL 2. ELAS TAMÉN EMBARCARON / ELLAS TAMBIÉN EMBARCARON Las dificultades económicas empujaban a tomar la decisión de emigrar. Se recogen aquí los testimonios de dos mujeres –Carmen y María– que partieron hacia Buenos Aires. En un caso, la muerte temprana de un padre exigía marchar por el mundo, con el objetivo de pagar las deudas en la casa familiar. En el otro, una familia de once hermanos llevaba a varios de ellos a la capital argentina y a Montevideo. En muchos casos la emigración femenina estaba condicionada a la llamada de familiares varones ya residentes en América, o incluso por la decisión de ir allá para reunirse con el nov i o , ya emigrado, y formar una nu eva familia en el país de acogida.
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PANEL 3. CRUZANDO O ATLÁNTICO / CRUZANDO EL ATLÁNTICO Los “ganchos” en las villas gallegas, con sus propias redes de agentes, hacían “picar” a las gentes con el mito del paraíso americano. Muchas veces eran analfabetos-as quienes firmaban contratos que, con frecuencia, después allá no se cumplían. Los barcos con emigrantes partían de A Coruña, Vigo o Vilagarcía de Arousa. El viaje duraba varios días y se realizaba en condiciones pésimas. Un informe de 1928 decía que “no es extraño que la moral y virtud de muchas mujeres sufra notable quebranto durante la travesía pues la separación absoluta de sexos en un barco es algo teórico”. Como imágenes, acompañan el panel de una ilustración de la escuela sufragada por emigrantes de Lalín (Pontevedra), una
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En muchos casos la emigración femenina estaba condicionada a la llamada de familiares varones ya residentes en América, o incluso por la decisión de ir allá para reunirse con el novio, ya emigrado, y formar una nueva familia en el país de acogida.
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La exposición As mulleres tamén emigran
cartilla de emigrantes de Vedra (A Coruña) y una fotografía de emigrantes embarcando para América desde el puerto de Vigo. PANEL 4. TRABALLANDO NO QUE SE PODÍA / TRABAJANDO EN LO QUE SE PODÍA Muchas de las mujeres emigradas trabajaron en el servicio doméstico, a veces a las órdenes de sus propios compatriotas emigrantes gallegos. También se registran casos de frustración ante las dificultades de su inserción en el mercado laboral, que podían incluso acabar en ambientes de prostitución y marginalidad. Asimismo se hace resaltar el hecho de las mujeres que pasaron del trabajo rural en la agricultura gallega a la vida y empleo en grandes fábricas en urbes americanas o europeas. Se recogen aquí testimonios –algo muy frecuente en toda la muestra–, extraídos para la ocasión de las investigaciones de los profesores P. Cagiao y X. M. Núñez. PANEL 5. DA ALDEA Á CIDADE / DE LA ALDEA A LA CIUDAD Precisamente el fuerte choque del tránsito de la parroquia rural de Galicia a las grandes ciudades del destino migratorio es la temática considerada en este panel. En este sentido, se pone de re l i eve la importancia de los Centros Gallegos para acceder a la lectura, cursillos de formación, pasar el tiempo libre –música, teatro, por ejemplo– e incluso para poder seguir conve rsando en el habla ga l l ega, que habían dejado arrinconada en la tierra natal. Se rep roducen estas palab ras de Carmen Cornes, en Argentina desde 1928, recogidas por B. López (1992):
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Cuando cumplí dieciocho años ya me dejaron ir a bailar, pero me tenían que venir a buscar y a traer. Entonces venía un primo. Íbamos al Centro de Almaceneros o al Centro Asturiano. A los picnics del Centro Lucense no podíamos ir, no nos daba tiempo. Ahí me empezó a gustar el teatro. En Cambados conocía el cine, pero nunca había ido al teatro. También me gustaba porque me reencontraba con los paisanos y podía hablar en gallego. Me gustaba mucho la radio. En mi aldea no se conocía y cuando llegué acá y empecé a escuchar radio en seguida me gustó mucho.
Como curiosidad, en este panel 5 se incluye además el cartel de la película Cándida (1938), una parodia sobre el estereotipo de criada gallega en Argentina, de Rey Soria Films y con la actriz Niní Marshall en el papel protagonista. El póster, que se conserva en el Arquivo da Emigación Galega – Consello da Cultura Galega, muestra también la frase “La nobleza del alma española triunfando en tierras de América”, junto a otros elementos icónicos: la joven Cándida sonriente y con pañoleta, un hórreo, un trasatlántico, rascacielos…; toda una amalgama para un sugerente ensayo sociológico.
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PANEL 6. Á VOLTA DE FACER AS AMÉRICAS / AL REGRESO DE HACER LAS AMÉRICAS Muchos de los emigrantes –también mujeres– que hicieron fortuna enviaron remesas de divisas a Galicia. Con ese dinero se arreglaron las viviendas familiares, se construyeron casas nuevas, se abrió una tienda o negocio familiar. Parte de esos recursos económicos se destinaron además a la mejora de la enseñanza en la tierra natal. Puede recordarse la magnífica labor de las Sociedades de Instrucción, que aquí se ejemplifica con el caso de la de Santa María de Urdilde (Rois – A Coruña), que en 1918 creó una casa-escuela para niños y después le escribía al Ministerio de Instrucción Pública sobre la necesidad de crear una escuela para niñas cuya profesora pueda enseñarles además las labores propias de su sexo. Pedimos al Estado Español la creación de esa escuela a la que tiene derecho nuestra parroquia dado el número crecido de niñas que tienen las 15 aldeas que la componen y donde nunca hubo una escuela de niñas. Estamos dispuestos a facilitar para ese fin la planta baja de nuestro edificio escuela, completamente gratuito.
Un mapa de Galicia con las escuelas de Indianos –ciertamente sólo aproximado, por incompleto–, varias fotografías con imágenes de colegios construidos por los emigrantes, viviendas de estilo americano y una tienda de una familia de retornados completan este apartado. PANEL 7. PARA MELLORAR A VIDA / PARA MEJORAR LA VIDA Muchas mujeres gallegas emigra ron también a países europeos para mejorar su vida. Aquí se re c ogen los testimonios de dos o u rensanas que march a ron en dirección a Alemania en 1964, de Fina B., que se va a Inglat e rra con 23 años y de otra trabajadora
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que se asienta en París, y que le decía a la socióloga Laura Oso en 2004: “Me vine a París porque tenía una tía que me dijo que se ga n aba más. En París lo bueno era que tenía una habitación y eso te daba independencia”. Las de Ourense coincidían en afirmar que en España se vivía mal, “y queríamos ir al extra n j e ro para ganar algo”. La situación de Fina venía dada porque eran diez personas en su casa de Galicia, “y no había mucha comida”, además, teníamos la misma ropa para toda la semana. Yo iba a la escuela por las mañanas y por las tardes iba a aprender a coser. Después, cuando cumplí dieciocho años, marché para Santiago. Iba a coser por las casas con la máquina encima de la cabeza. Ganaba 25 pesetas diarias, cosiendo todo el día. Vivía en una habitación con derecho a cocina con cuatro personas más. Una vez pagado el alquiler mensual, que eran cuatrocientas pesetas, y comer, no me quedaba nada. Por eso decidí marchar para aquí [Inglaterra].
Y concluye: “Yo ya tenía novio y me quería casar, ¡pero no teníamos un duro en el bolsillo! Marché para Inglaterra con mi hermana”. PANEL 8. A MARCHA A EUROPA / LA MARCHA A EUROPA Durante la dictadura de Franco se potenció en España la emigración asistida: el gobierno a través de agencias canalizaba el fenómeno migratorio, facilitando los trámites para emprender el viaje, casi siempre en tren o autobús, en trayectos que duraban varios días. Con frecuencia se emigraba clandestinamente, con pasaporte de turistas. Y se registran casos de sobornos con las policías de fronteras o agentes de aduanas. En un par de narraciones de este mural se recogen experiencias de situaciones así.
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Muchos de los emigrantes –también mujeres– que hicieron fortuna enviaron remesas de divisas a Galicia. Con ese dinero se arreglaron las viviendas familiares, se construyeron casas nuevas, se abrió una tienda o negocio familiar. Parte de esos recursos económicos se destinaron además a la mejora de la enseñanza en la tierra natal.
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La Europa más desarrollada, receptora de mano de obra española a partir de la década de 1960, se nos muestra ahíta de una realidad que no puede soslayarse. Los engaños, la precariedad, explotación y clandestinidades convivían con situaciones plenamente legales y respetuosas con los derechos de la mano de obra inmigrante. PANEL 9. A TRABALLAR NO QUE OS DE ALÍ NON QUEREN / A TRABAJAR EN LO QUE LOS DE ALLÍ NO QUIEREN Las profesiones desempeñadas por las mujeres emigrantes en el país de acogida eran muchas veces las menos valoradas. Se cita el servicio doméstico, camareras y limpieza de hoteles u hospitales. En la industria, uno de los empleos más habituales era el textil, en donde se constatan discriminaciones de género, ya que se daban situaciones en las que los salarios eran inferiores a los de los varones. Veamos un ejemplo: “Mi padre y mi madre fueron emigrantes… y ambos trabajaron en la industria siderúrgica. Mi padre cobraba más de 15 francos suizos por hora. Mi madre enroscaba tuercas, pero en una máquina menos pesada y cobraba unos 12 francos por hora”. Los testimonios recogidos señalan además las dificultades idiomáticas en los países de Europa y el hacer horas extras para lograr un sueldo mayor. PANEL 10. PENSANDO EN VOLVER Al llegar a los destinos migratorios, las primeras preocupaciones consistían en encontrar un trabajo y un lugar en donde vivir:
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Las viviendas de los matrimonios eran pequeñas y compartidas entre varias parejas. Las solteras emigradas legalmente vivían en residencias de las propias empresas, pagando un alquiler. Se adaptaron a las dificultades del idioma. Las relaciones con los nativos se limitaron al terreno laboral o a la realización de las compras imprescindibles y apenas se trataban con inmigrantes de otras nacionalidades. Iban a trabajar para ahorrar dinero y en el poco tiempo libre del que disponían mantenían los mismos hábitos que en Galicia.
Para disfrutar de ese tiempo de ocio se citan como recursos los juegos de cartas, paseos, bailes, asistencia a actos religiosos, actividades gastronómicas o musicales y atención a los medios de prensa o televisión que les traían noticias de España. Por otra parte, se constata: Admiraban la riqueza y la organización de las sociedades a las que llegaron, les sorprendían la independencia de las mujeres y las campañas políticas pero, en general, ellas permanecieron al margen: trabajando en la empresa y en casa.
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PANEL 11. CO CU ENTRE DÚAS CADEIRAS / CON EL TRASERO ENTRE DOS SILLAS La expresión popular se aplica en este cuadro a la recogida de testimonios “que demuestran la existencia del mito del re t o rno fomentado por el franquismo”. Se trabaja y ahorra para vo l ver y construir una vivienda nu eva. Sólo se gasta en los ocasionales viajes vacacionales. Y se recogen unas palabras de L. Oso: En Francia son españolas, en España son franchutas. En realidad no son ni lo uno ni lo otro. En el primero de los espacios el indiv iduo se sacri fica y trabaja, en el segundo sueña y proyecta sus deseos y su movilidad social.
En esa idea del ahorro se destaca el hecho de aprovechar la rentabilidad de las horas extras y el vivir en Francia con el sueldo de la mujer, procurando conservar íntegro el sueldo del marido. Asimismo se indica la preocupación por que sus descendientes mantengan los lazos de unión con la tierra de origen, por ejemplo, a través de los viajes, de los centros de emigrantes, de la prensa, del idioma y del folclore gallegos. A partir del panel número 12, y en buena sintonía con los tiempos que viv i m o s , la exposición As mulleres tamén emigran se centra en la realidad de la Inmigración. Ahora se multiplican en la muestra los testimonios de mujeres inmigrantes. Es la otra efigie –y cruz– de los movimientos migratorios de hogaño. Pero analizar la inmigración de las mujeres y todos sus estigmas en las diásporas contemporáneas nos lleva r í a , seguramente, a la necesidad de publicar un vo l u m e n
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específico sobre un tema tan actual y problemático, aderezado con tintes dramáticos. Conllevaría, además, abordar una materia todavía bastante necesitada de inve s t i gaciones específicas. Por ello, dejamos constancia con menor detalle de los paneles que completan el proyecto. En los cinco que restan hasta el final se nos habla de las causas de la inmigración, sus viajes, épicas y dramatismos, el trabajo y la acogida en el país receptor –la Europa o Norteamérica más prósperas–, las d i ficultades de la integración. Sus títulos son: Por unha vida digna / Por una vida digna (panel 12), Non só en pat e ras / No sólo en pateras (panel 13), Traballando no que aquí non que ren / Trabajando en lo que aquí no quieren (panel 14), Loitando por vivir / Luchando por vivir (panel 15) y Só algunhas re t o rnan / Sólo algunas retornan panel 16). En conclusión, trabajar y ahorrar para enviar dinero al país de origen es también hoy el objetivo de las inmigrantes en Galicia y en España. Los testimonios de mujeres nigerianas, ecuatorianas, marroquíes, colombianas… inciden en lo mismo: las dificultades de la travesía, el denominador común de los empleos disponibles (otra vez servicio doméstico, empresas de limpieza, atención a personas dependientes, sector textil, hostelería, agricultura intensiva), la lacra de la explotación y la prostitución (se ofrece la cifra de un 22% de mujeres inmigrantes en Galicia que tienen su fuente de ingresos en este oficio). Y se alude a un grado de aceptación –más que de integración– de esta inmigración femenina relacionándolo casi siempre con la situación legal, el color de la piel y el nivel económico alcanzado. Por toda la carga de actualidad que transmite, nos ha llamado la atención el rostro de una mujer latinoamericana
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(fotografía, panel 12), que porta un cartel con la frase “Las mujeres queremos vivir libres de violencia”. Y nos ha traído a la memoria una frase de B. Franklin (“Educar en la igualdad y el respeto es educar contra la violencia”), que la organización Manos unidas difundía en la prensa dentro de su campaña del Día Internacional de la Mujer, en marzo de 2007. El último de los murales (número 17) recoge una página de créditos o ficha técnica de la exposición, bajo el título Mulleres que emigran. Esta muestra es el resultado del trabajo de un equipo integrado por Heladio Anxo Fernández Manso, Concepción Gómez Ruíz-Matas, Mercedes González González, Paz Leirós de la Peña y Víctor Manuel Santidrián Arias –todos ellos vinculados a la docencia y a la investigación en Historia Contemporánea–, organizados bajo la dirección de la Fundación 10 de Marzo. Y pudimos compro b a r, gratamente, que en el capítulo de agradecimientos, fuentes y bibliografía –19 títulos– aparecen algunos de los nombres que integran la nómina de colaboradores en los dos libros que el Grupo España Exterior ha publicado en torno al mundo de la emigración en 2008 (Ciudadanos españoles en el mundo. Situación actual y reco rrido histórico) y 2009 (El protagonismo de la mujer en las corrientes migratorias españolas). Nos referimos a Pilar Cagiao, Ana Fernández Asperilla, Anxo Lugilde, Xosé M. Núñez Seixas, Laura Oso, María Xosé Rodríguez Galdo y Raúl Soutelo V á z q u e z . En todos los paneles (100 x 70 cm), acompañando a los textos, hay fotografías, mapas, reproducción de carteles y
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documentos. Los colores elegidos para el fondo son el violáceo –tan propio del movimiento feminista–, con tonos también azulados y amarillos. Creemos que se consigue aquella sensación que nos transmitía Van Gogh cuando afirmaba que “un cartel es un grito desde una pared”. El cartel y la exposición en conjunto fueron diseñados por Alejandro Vidal. Uno de los responsables de la exposición –Víctor M. Santidrián– nos ha facilitado datos sobre su difusión. En este año escaso desde su estreno en Ferrol, ha podido ve rse en dive rsos centros escolares de educación primaria y secundaria: IES A Pinguela (Monforte de Lemos – Lugo), IES de Vila de Cruces (Ponteve d ra), IES Xoán Montes (Lugo), IES Porta da Au ga (Ribadeo – Lugo), CPI Au relio M. Rey García (Cuntis – Po n t evedra), IES de Curtis (A Coruña), CIFP de Fene (A C o ru ñ a ) , IES M a rqués de Sarga d e l o s ( C e rvo – Lugo ) . También nos ha confi rmado que el Grupo de Traballo que proyectó esta iniciat iva piensa publicar una Guía Didáctica, para acompañar su recorrido por la geografía gallega, sumando a un afán div u l gat ivo la profundización en sus valores didácticos y pedagógicos entre el alumnado. Además de la realización por la Fundación 10 de Marzo, la producción del proyecto fue apoyada económicamente por la Consellería de Traballo de la Xunta de Galicia. En una de las va rias acepciones de la palabra “panel”, el Diccionario de la Real Academia Española, nos indica: “(Del ing. panel.) m. Cuba y P. Rico. Lista de jurados. / 2. Grupo de personas que discuten un asunto en público”. Pues, con menor o mayor grado de discusión o debate, resultaría interesante el diálogo a partir del visionado de exposiciones
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En todo caso, hay que conseguir que iniciativas así lleguen al conocimiento de las entidades educativas, culturales o vecinales de todo el país y a los centros de emigrantes españoles en el mundo. Sería bueno poder acceder a esta suerte de materiales; que se den las posibilidades para ver esta exposición directamente –incluso con una nueva versión ampliada, y traducida al castellano–, haciendo surgir ese gran “panel” desde sus diecisiete paneles.
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como la que presentamos. Contemplar As mulleres tamén emigran / Las mujeres también emigran debe servir para conocer datos, d iv u l gar esta importante parcela en el mundo de las migraciones, abrir nu evas investigaciones al respecto y extraer conclusiones. En todo caso, hay que conseguir que iniciat ivas así lleguen al conocimiento de las entidades educat ivas, culturales o vecinales de todo el país y a los centros de emigrantes españoles en el mundo. Sería bueno poder acceder a esta suerte de materiales; que se den las posibilidades para ver esta exposición directamente –incluso con una nu eva ve rsión ampliada, y traducida al castellano–, haciendo surgir ese gran “panel” desde sus diecisiete paneles. En cada uno de ellos se visibiliza un conjunto de teselas que construyen todo un mosaico para re ivindicar el papel desempeñado por la mujer como un sujeto histórico, protagonista de la Historia de la Emigración y no sólo como un complemento circunstancial. La Historia no es un supermercado de nombres y fechas. La Historia no justifica el presente, pero lo explica. Ideas semejantes las ha expuesto el historiador catalán, especialista en Didáctica de la Historia, Joaquín Prats. Sirvan como corolario a esta glosa de la exposición As mulleres tamén emigran. Año 2009. También en el mes de marzo y también desde Galicia, el Grupo España Exterior publica este volumen que, desde distintos ángulos y pers p e c t ivas, aborda el universo de la mujer emigrante española en el mundo contemporáneo. Bien puede considerarse ésta una edición en la placenta de las
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múltiples conmemoraciones que celebran y re ivindican ese 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, una fe cha de larga tradición en el fe m i n i s m o , en el m ovimiento obrero y que incl u s ive la ONU quiso hacer destacar en el calendario a partir de la iniciat iva y declaración por la propia Organización de las Naciones Unidas del Año Internacional de la Mujer, celebrado a lo largo de 1975. El siglo XX ha sido denominado por Victoria Camps –así se titula su libro homónimo, Valencia, 1998– y por otras pensadoras y pensadores como “el siglo de las mujeres”: Sin temor a equivo c a rnos podemos afirmar que el siglo XX pasará a la historia como el siglo de las mujeres por las repercusiones que tuvieron conquistas como el vo t o , el acceso a la educación, la incorporación masiva a la actividad laboral y profesional, y la progresiva erosión de leyes y normas discriminatorias que hicieron
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posible el desenmascaramiento de una milenaria cultura misógina y opresiva (Ana María Portugal, Carmen Torres (eds.), Isis interna cional, Ediciones de las Mujeres n° 28, Santiago de Chile, Octubre 1999).
Tal caracterización se prolongaría en la presente centuria: El siglo XX ha sido el del descubrimiento de las mujeres, el de su revo l u c i ó n , la única incruenta de la historia, y el de su modelo teórico: una nu eva filosofía llamada feminismo. Ahora, el siglo XXI será el siglo de las mujeres (VV. AA., El País, Madrid, 27/3/2006).
Por supuesto, cualquier día, año o siglo; cualquier evento que conmemore y subraye la condición femenina porta en su seno la meritoria fi g u ra de la mujer emigrante / inmigrante. CODA Cuando nos ocupaba el tema del papel protagonista de la mujer en la emigración española, durante la elaboración de este trabajo, llegó a nuestras manos un nu evo libro –Mujer y emigración. Una perspectiva plural–, que también creemos poder incluir en las iniciat ivas y productos bibliográficos gallegos con sello de calidad. Del mundo de la enseñanza secundaria, al ámbito universitario. Se trata de contribuciones muy recientes –como la exposición que hemos diseccionado en sus trazos generales–, que coady u van a comprender mejor esta presencia femenina en la sangría migratoria. No es nuestra pretensión elaborar ahora una recensión crítica sobre este material unive rsitario para nutrir más estas páginas, sino solamente dar razón de su edición y contenidos en clave
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panorámica, celebrando que contemos desde 2008 con esta nu eva aportación académica. Mujer y emigración. Una perspectiva plural es una edición coordinada por los profesores de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Santiago de Compostela, Julio Hernández Borge y Domingo L. González Lopo. El libro está p ro m ovido y publicado por la C á t e d ra Unesco 226 sobre Migraciones, de la USC, y recoge las Actas del Coloquio I n t e rnacional homónimo, desarrollado en la capital ga l l ega durante los días 23 y 24 de noviembre de 2006. En sus páginas introductorias, señalan los responsables de la edición: Dentro de los estudios consagrados al análisis de los mov i m i e n t o s migratorios, la mujer ha sido injustamente olvidada, como si no hubiese participado en los diferentes desplazamientos espaciales que han jalonado la historia de la humanidad o, más concretamente, los que, con una intensidad desconocida hasta entonces, se han desarrollado en los últimos siglos (p. 11).
En este umbral, ambos inve s t i gadores y docentes de la U S C , haciéndose eco de ideas plasmadas por Carm e n Gregorio Gil en su libro Migración femenina. Su impacto en las relaciones de género (Madrid, 1998, pp. 21–39), reconocen además que los análisis centrados en la mujer en los estudios migratorios presentan diferentes enfoques teóricos, que tratan de poner de manifiesto lo específico de la emigración femenina, la doble discriminación que sufren las mujeres (por su condición de migrantes y por su sexo) y las relaciones de género existentes dentro del grupo doméstico y de las redes migratorias.
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Además de los coordinadores, un total de diecinueve fi rm a s de pro fesionales procedentes de unive rsidades españolas, p o rt uguesas y francesas, p resentan sus ap o rtaciones, todas ellas dedicadas a analizar aspectos misceláneos sobre la mujer emigrante e i n m i grante: re flexiones sobre género en el contexto migrat o ri o (María Beatriz Rocha Trindade), m i graciones femeninas de Antiguo Régimen en el contexto europeo (Ofelia Rey Castelao), mujer y mat rimonio en Albacete en el s. XVIII (Francisco García González), mu j e res pirenaicas y emigración en el s. XIX (Mari e P i e rre Arri z ab a l aga), inmigración femenina gallega al noroeste p o rtugués en los siglos XIX y XX (Marga rida Duraes), mu j e res a f ricanas y lat i n o a m e ricanas en la España mediterránea (equipo d i ri gido por el pro fesor Vicente Gonzálvez Pére z ) , la mujer inmigrante en España (Gloria Lora - Ta m ayo D´Ocon). Nos pare c e o p o rtuno destacar algunas de las frases de esta última autora : Unas veces formando parte de un proceso de reagrupación familiar y otras con su propio proyecto, cada vez son más las mujeres que salen de su tierra para buscar un futuro mejor. La migración femenina se generaliza en buena medida porque la pobreza en el mundo tiene, cada vez más, rostro de mujer (p. 173).
Se refiere G. Lora-Tamayo a los tiempos más recientes, d iv u l gando además cifras del Informe PNUD y del Banco Mundial (2006): el 70% de los 1.200 millones de personas que viven en el mundo en situación de extrema pobreza son mujeres; de los 550 millones de trabajadores pobres en el mundo se estima que el 60% son mujeres; en el año 2006 la brecha de salario entre hombres y mujeres en algunos países fue de entre 30 y 40%...
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Completan el volumen de re fe rencia los estudios “Criadas y porteras españolas en Pa r í s ” (Laura Oso, socióloga) y “Mujeres gallegas emigrantes a Cuba y al Río de La Plata en la Historia Contemporánea” (Pilar Cagiao, historiadora). De nu evo ahí la presencia de estas dos inve s t i gadoras sociales que conocemos también por sus textos en los recientes libros “migratorios” de España Exterior. Precisamente, en Ciudadanos españoles en el mundo. Situación actual y reco rrido histórico (2008), P. Cagiao iniciaba su artículo (“La emigración de las mujeres españolas”) con unas afirmaciones que conviene recordar; por su vigencia y porque también son un fuerte hilo conductor en el tema que nos ocupa: A la hora de abordar el asunto de la emigración femenina en España es necesario resaltar que los estudios al respecto, s a l vo contadas excepciones, resultan bastante escasos. Quizás en ello haya influido, no sólo la ausencia de análisis desde la pers p e c t iva de género –por otro lado relativamente reciente en cualquier campo de las ciencias sociales– sino también el hecho real de que su presencia en el fenómeno migratorio español además de haber sido más tardía en el tiempo, ha estado siempre desequilibrada, desde el punto de vista cuantitativo , respecto de la masculina. Estas circunstancias condujeron inva riablemente a la subestimación del papel de la mujer en las migraciones hacia el exterior que tradicionalmente ha quedado reducido a la frialdad de los datos estadísticos, negándole el protagonismo que le corresponde (p. 159).
Nos congratula el poder hacer crónica escrita de la o rganización, preparación y edición de exposiciones, congresos y libros como estos, visibles en los primeros años del siglo XXI, ya que, como se lee en el volumen coordinado por G. Buijs (Migrant women. Crossing boundaries and changing
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identities [Mujeres emigrantes. Cruzando fronteras y cam biando identidades], Oxford, 1996): “hasta mediados de los años setenta [del siglo XX] las mujeres fueron invisibles en los estudios migratorios y, cuando emergieron, lo solieron hacer dentro de la categoría de dependientes de los hombres”.
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A
nalizar la emigración en la España contemporánea desde la perspectiva femenina es el propósito de este trabajo de investigación y divulgación. Porque la labor desarrollada por la mujer española en la diáspora merece una atención especial. Uno de los aspectos que el Grupo España Exterior ha considerado interesante destacar, dentro de los movimientos migratorios españoles, es el papel que la mujer ha representado tanto directa como indirectamente; directamente, siendo ellas las protagonistas de la emigración, e indirectamente, considerando la cuestión femenina desde la perspectiva de la permanencia en su domicilio mientras era su familia la que tenía que desplazarse a otros países. El protagonismo de la mujer en las corrientes migratorias españolas es un libro que quiere sumar a una justa demanda de visibilidad de las mujeres, el aporte de datos y reflexiones, así como la recogida de testimonios o historias de vida en el caleidoscopio del mundo de nuestras migraciones femeninas. A través de sus páginas también se busca contribuir a corregir tantas ausencias y ostracismos en el sístole / diástole migratorio de las mujeres españolas.
G R U P O E S PA Ñ A EXTERIOR
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