S ignos RÁPIDO Y FURIOSO (DIEZ CONSIDERACIONES DE PASADA)
E
Una:
l Hospital General de Chetumal fue un destino fraudulento de inversión pública borgista. Cientos de millones fueron hurtados del erario con absoluta impunidad, sobre el pretexto de la modernización de un inmueble convertido finalmente en un bonito cascarón, con las mismas instalaciones inoperantes, y susceptible de un derrumbe a la menor contingencia atmosférica. Fue uno de los tantos crímenes perpetrados por el ahora exgobernador, pero uno por el que no está preso. Lo está por otro rosario de atracos y malversaciones, pero no por ése, como tampoco nadie ha pagado por los multimillonarios gastos federales y estatales en los recintos hospitalarios públicos cancunenses, ni, en general, por los astronómicos costos de la infraestructura inservible de salud en toda la entidad, de los tiempos privatizadores de la Presidencia salinista y hasta la peñista. Desde que Eldorado turístico empezó en Cancún a convocar la inmigración y la masividad colonizadora, los Gobiernos federales y locales debieron plantearse la alternativa estructural de armonizar el aporte de las grandes inversiones y la renta fiscal, con la demanda creciente de servicios tan necesarios y tan inmediatos como los de la salud –sin descuidar, claro, los de la seguridad pública, la educación, y la sustentabilidad ambiental en uno de los medios bióticos más frágiles del planeta y más susceptibles a la colonización de la pobreza y a la falta de infraestructuras sanitarias eficientes-. Pero los mandatos de todos los niveles le llamaron progreso sólo a la capitalización empresarial y a las derramas de sobrevivencia para las mayorías populares, y se olvidaron de su papel regulador de los equilibrios y del diferencial mínimo adecuado de los ingresos para garantizar la cualidad del bienestar y la coexistencia humana. Se olvidaron de unas necesidades básicas que se fueron multiplicando hasta convertirse en rezagos, tan masivos, que en su progresivo y raudo despliegue fueron hablando cada vez más fuerte de la insignificancia gobernante, de su ilegitimidad, y de una perversidad y una irresponsabilidad, tan avasalladoras, que han alcanzado niveles como los de Roberto Borge y sus pares municipales, en lo que son los centros turísticos más importantes del Estado y del país. Y así, en las ciudades de mayor renta turística y de mayor crecimiento poblacional y de su demanda social en el país y en el mundo entero, la salud pública –con las demás necesidades básicas de la población- fue echada a un lado de las prioridades gobernantes donde primaron los turbios negocios bajo la mesa, las libertinas e ilegales asociaciones público-privadas, y la defensa ciega del interés inversor -así éste sea el más depredador del medio- como el gran artífice del bienestar social, por más que los hospitales públicos sean una vergüenza donde tanto se festina el éxito económico.
Dos:
¿Qué se hizo con los excedentes petroleros y su reparto a los Estados durante las gestiones presidenciales panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, por ejemplo, cuando
el barril del crudo alcanzaba los cien dólares y los ingresos adicionales -los excedentes- superaban el medio millón de millones de pesos? ¿Por qué con los mayores presupuestos federales y los mayores dividendos estatales de la historia, no sólo no se hizo obra pública, sino que Quintana Roo contrajo deudas que ahora se han refinanciado -o heredado por los siglos de los siglos a los mandatos venideros, a los que quedará casi nada en caja tras el pago de capital e intereses sobre intereses, de pasivos también refinanciados luego por ellos- para que las administraciones de ahora no se paralicen por completo y les alcance por lo menos para pagar nóminas y cumplir las mínimas labores de intendencia?
Tres:
Y así como en Quintana Roo, en todo el país y en toda la historia reciente de un Estado nacional al servicio de la oligarquía (al servicio de la venta barata de los bienes públicos y del saqueo generalizado), la salud pública fue convertida en una piltrafa a merced de los descomunales ultrajes al gasto público, al tiempo que se disparaba la industria de la medicina privada de hoteles-hospitales de lujo propiedad de algunos de los empresarios instalados por el Gobierno entre los más acaudalados del mundo, mientras millones de sus trabajadores o familiares suyos enfermos se hacinaban en centros hospitalarios desmantelados y saturados por la vileza de la modernizada corrupción neoliberal.
Cuatro:
Y así como el Hospital General de Chetumal fue convertido por el ahora presidiario Roberto Borge en uno de sus tantos nichos para el lavado de dinero extraído del erario, el Sistema Quintanarroense de Comunicación Social fue usado por él mismo para lavar otros 150 millones de pesos, y por el Gobierno federal del priista Peña Nieto para hacerlo con casi mil millones de pesos más -de la ‘estafa maestra’-, cuando ese ‘organismo de Estado’ -usado desde su creación como un aparato de propaganda del Gobierno estatal en turno y que además sólo produce pena- apenas tiene para pagar sus plantillas laborales y para mantener sus anacrónicos insumos de ‘producción’, mientras su edificio sede sigue siendo el mismo cubo de cartón piedra que fue edificado con tres pesos y de la peor manera, y es vulnerable a todos los aguaceros tropicales. (El del SQCS en la capital del Estado, por cierto, fue el mismo tipo de obra de la Biblioteca Javier Rojo Gómez, vecina suya, que ha sido demolida por inservible y donde también se robaron el presupuesto, durante el Gobierno estatal de Pedro Joaquín Coldwell, como no podía ser de otra manera.)
Cinco:
El Hospital General de Chetumal y el SQCS son dos modelos de cómo se ha tratado a la salud pública y a la comunicación social de Estado en la historia de la privatización nacional. Y por eso los pulpos hospitalarios y mediáticos privados crecieron como una plaga, y la salud pública y la comunicación alternativa y de interés social son la miseria de ‘elefantes blancos’ que se exhiben en nuestros días.
Seis:
Y lo mismo se hizo con el sector energético: se desestosdías I
27/04/2020
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