Introducción El proceso de la globalización y la evolución de la tecnología han venido transformando las estructuras y conceptos del mundo de forma acelerada en las últimas décadas, llevando al sistema internacional actual a un alto nivel de incertidumbre cuantitativo y cualitativo (M. C. Bartolomé, 2004). Por esta razón, términos como Estado, seguridad, soberanía y nacionalidad, entre otros, han tenido que ser refundados y adaptados a las nuevas circunstancias dentro de un nuevo orden emergente. Las amenazas que afectan al globo no están exentas de este proceso y han tenido que transformarse y adaptarse al nuevo mundo con un especial énfasis a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en contra del Word Trade Center de Nueva York; en donde, a pesar de que Estados Unidos tenía una inversión en seguridad aproximada de $340 mil millones de dólares, no logró detectar el plan organizado por Al-Qaeda. Por primera vez, el mundo presenció un ataque de gran impacto contra dicha nación, con la particularidad de que las armas usadas fueron aviones comerciales y que el atacante no era otro Estado. Así lo reconoció el secretario de defensa de Estados Unidos de la época, Donald Rumsfeld, quien manifestó que estos ataques representaron una nueva forma de guerra (M. C. Bartolomé, 2004). A partir de esta fecha, empieza a tomar fuerza en el mundo el concepto de conflictos asimétricos, en los que entes no estatales tienen la capacidad de adelantar disputas territoriales a los Estados como las guerras en contra del autodenominado Estado Islámico, Al-Qaeda, Hezbollah y Hamas, entre otros, y el concepto de guerras híbridas definidas como: 139