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5.2. Retos pendientes

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mundo árabe —bazas hoy muy bien aprovechadas por el inglés—, así como en el propio ámbito institucional de la Unión Europea y en el mercado cultural de habla hispana en Estados Unidos, la colaboración de los países hispanohablantes dotará a cada acción de una fuerza que no podrá igualar cualquier iniciativa en solitario. Para conseguir resultados consistentes en cada uno de esos frentes se necesitará esfuerzo y audacia, desde luego, pero sobre todo será decisiva la cooperación entre quienes comparten el condominio lingüístico. Así parece querer asumirlo el Instituto Cervantes, haciendo de esa colaboración una de las líneas centrales de su más reciente andadura.

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Elemento vertebrador de la comunidad hispánica de naciones, la defensa y promoción del español han de ser, en consecuencia, objeto de programas consensuados y estrategias compartidas. Un corolario incitante, que alcanza naturalmente, como acaba de señalarse, al Instituto Cervantes, el instrumento fundamental —¿un Instituto Cervantes panhispánico?— en ese ámbito, y que argumenta a favor un doble requerimiento: que el español sea considerado bien preferente, tanto por la política económica como por la política cultural de cada uno de los países hispanohablantes, y que en ellos la política de promoción internacional del español adquiera rango de política de Estado, al resguardo de la rivalidad partidaria. También en lo concerniente a la economía de la lengua, en suma, es deseable una política fi rme y coherente, y de compromisos fi jados con ambición.

5.2. Retos pendientes

Bien preferente atendido por políticas de Estado: una sólida base para acometer los nuevos retos que tiene pendientes el español en su dimensión de lengua de comunicación internacional. Tres son apremiantes. Primero, el reconocimiento de su

A modo de conclusiones 191

condición como tal en foros internacionales y organismos multilaterales. Es cierto que el español constituye una de las seis lenguas consideradas como ofi ciales en Naciones Unidas, pero en la práctica su utilización es muy reducida. Y en el seno de la Unión Europea, el español es de hecho lengua subalterna, sin estatus real de lengua de trabajo (que sí tienen inglés, alemán y francés). El reto, pues, es perentorio.

El segundo reto, y de creciente entidad, es el que plantea la debilidad del español para ser lengua efectiva de comunicación científica, lengua a través de la cual se produce y difunde la ciencia, particularmente en las áreas de ciencias de la naturaleza, ciencias bioquímicas y ciencias sociales, así como en el campo de la ingeniería y la tecnología. Si el dominio del español conforma un club de hablantes, el prestigio que otorga la pertenencia a él estará vinculado decisivamente al papel que la lengua tenga en la producción de conocimiento. Contrarrestar la situación de inferioridad que hoy presenta el español en los dominios mencionados es, en consecuencia, otro empeño indemorable.

La aún reciente exclusión del español entre las lenguas seleccionadas para el Sistema Europeo de Patentes (OPE) es un episodio ciertamente aleccionador. Han podido infl uir factores relacionados con el planteamiento y la gestión por parte de las autoridades españolas, empeñadas en conseguir al tiempo el uso de los otros idiomas coofi ciales de España en las instituciones europeas, y aceptando que en el cómputo de hablantes de español en la Unión Europea no se contabilicen los colectivos formados por quienes tienen alguna de esas otras lenguas como materna. Pero, sin duda, lo que al fi nal más ha pesado en contra de los intereses del español ha sido la irrelevancia de este en la innovación que cataloga la Unión Europea: en 2009, sólo el 1 por 100 de las patentes concedidas por la OPE lo fueron a empresas es-

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pañolas, mientras que, en el otro extremo, el 41 por 100 se concedió a empresas alemanas. He aquí el núcleo de la cuestión.

El tercer reto no es independiente de los dos anteriores: elevar la presencia y el predicamento del español en la Red, llave maestra para el porvenir del idioma. Cosechar logros en ella exige, antes que nada, promover los contenidos en español en los medios masivos de consulta informática, involucrando a centros educativos de uno u otro nivel, y a empresas, fundaciones y entidades culturales de diverso tipo. Tarea capital para hacer del español también un relevante instrumento de trabajo en la cultura digital del tiempo que ha llegado.

Relaciones internacionales, producción e intercambio científi co y nuevas tecnologías de la comunicación: éstos son, en resumen, los frentes abiertos prioritarios (objeto, déjese anotado, de otras tantas monografías ya proyectadas en una subsiguiente fase del Proyecto Fundación Telefónica).

Debe aludirse, además, a otro reto, aunque sea de naturaleza distinta y esté planteado, por así decirlo, de puertas adentro. La tarea de impulso del español como lengua de comunicación internacional habrá de hacerse compatible con la defensa y el cultivo, en España y en los países hispanos de América, de aquellas otras lenguas nativas que siguen demostrando vitalidad. Es algo que debe acometerse con tanta resolución como cordura. El plurilingüismo es un don, y nunca debería devenir en merma alguna ni de las lenguas minoritarias en ese ámbito multilingüe ni de la lengua que sea mayoritaria, común o no (el español sí lo es en España). Se incurrirá en un grave error —con efectos socialmente regresivos— si se pierden competencias en el uso del español, lengua de comunicación internacional, como consecuencia de promover otras lenguas de alcance más reducido. La promoción de estas, minoritarias a escala

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