Revista Mundo Kids 43

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Octubre / Noviembre 2016 Nº43 Año 9. Distribución gratuita www.mundokidsweb.com.ar




Febo asoma En cada fiesta patria argentina se escucha la Marcha de San Lorenzo: ”Febo asoma, ya sus rayos iluminan el histórico convento.... etc.” Ya sea a través de una grabación, entonada por los asistentes o tocada por una banda militar, varias veces por año disfrutamos de la querida Marcha, una tonada de neto corte marcial, alegre y pegadiza a la vez que heroica y épica, logra el difícil objetivo de despertar en los asistentes sentimientos de patriotismo. Si alguien nos preguntara qué sabemos de la Marcha de San Lorenzo nos vendrían a la mente los siguientes preconceptos: 1. Debe haberla compuesto algún ilustre maestro musical argentino, seguramente de estirpe patricia. Esa breve descripción alcanzaría para sintetizar lo que la mayoría creemos saber o pensamos acerca de la Marcha de San Lorenzo. Pero estaríamos enormemente equivocados: Su autor, Cayetano Alberto Silva, era uruguayo, nacido el 7 de agosto de 1868 en Maldonado, hijo de Natalia Silva, una esclava de la familia que le dio el apellido. Estudió música, integró una banda en Montevideo, y en 1889 viajó a Buenos Aires, donde incursionó en el Teatro Colón. Se trasladó luego a Rosario, donde fue nombrado maestro de la Banda del Regimiento 7 de Infantería. En 1898, al ser contratado por la Sociedad Italiana de Venado Tuerto (Pcia de Santa Fe), se muda con su familia a esa ciudad, donde funda un centro lírico, enseña música y crea la “Rondalla “ con la que actúa en el Carnaval de 1900. Escribió la música para las obras teatrales “Canillita” y “Cédulas de San Juan” de su compatriota y amigo Florencio Sánchez, así como otras marchas militares: “Curupaytí “, “San Genaro” (en ho-menaje a este pueblo de Santa Fe), “Río Negro”, “22 de Julio” y “Tuyutí”. La partitura musical que después conoceríamos como Marcha de San Lorenzo, fue compuesta por Silva para dedicársela al Coronel Pablo Ricchieri, Ministro de Guerra de la Nación en ese entonces y modernizador del Ejército Argentino.... El Ministro agradeció el homenaje pero le pidió que le cambiara el título por “Combate de San Lorenzo”, lugar donde él había nacido y escenario de la contienda que el General San Martín llevó

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a cabo en territorio argentino. Fue estrenada oficialmente en 1902 (sin letra) en las cercanías del histórico Convento de San Carlos donde se gestó la batalla de San Lorenzo... Ese día la marcha fue designada Marcha Oficial del Ejército Argentino. Asistieron el Presidente de la Nación, General Julio A. Roca, y el Ministro Ricchieri. En 1907 su vecino y amigo de Venado Tuerto, Carlos Javier Benielli, le agregaría la letra que luego sería adaptada para las escuelas. (También escribió las letras de “Curupaytí” y “Tuyutí”). Años después, acosado por la pobreza, Cayetano Silva vendería los derechos de la marcha a un editor de Buenos Aires en $ 50 de esa época, una suma insignificante.

Mundialmente famosa La marcha se hizo famosa (EN EUROPA SE CONSIDERA UNA DE LA CINCO MEJORES PARTITURAS MILITARES DE LA HISTORIA) y estuvo presente en momentos históricos fundamentales: * El Gobierno inglés solicitó autorización a nuestro país y fue ejecutada el 22 de Junio de 1911 durante la coronación del Rey Jorge V. * Se ejecuta habitualmente en los cambios de guardia del palacio de Buckingham, modalidad que estuvo suspendida únicamente durante el conflicto en las islas del Sur.


* Fue incorporada al repertorio de bandas militares de Uruguay, Brasil y Polonia, entre otras. * Fue usada como música incidental en algunas películas (Rescatando al Soldado Ryan, por ejemplo). * El Ejército Argentino, en la época previa al nazismo, le regaló la Marcha de San Lorenzo al Ejército Alemán como muestra de amistad, y a cambio éste nos obsequió la marcha “Alten Kameraden” (Viejos camaradas) que hemos escuchado en numerosas ocasiones en nuestras fiestas patrias. * Durante la Segunda Guerra Mundial, la Marcha de San Lorenzo fue tocada por los alemanes en París cuando entraron por el Arco de Triunfo de esa ciudad. * A manera de desagravio, el General Dwight Einsenhower también la hizo ejecutar cuando el ejército aliado entró en París para liberarla. Cayetano Silva fue también empleado en la banda policial. Tras serios problemas de salud, falleció en Rosario el 18 de enero de 1920. Por ser de raza negra, la Policía de Santa Fe le negó sepultura en el Panteón Policial, y fue sepultado sin nombre. Recién en 1997 sus restos fueron trasladados al Cementerio municipal de Venado Tuerto.

La letra que cantamos todos San Lorenzo (marcha) Febo asoma; ya sus rayos iluminan el histórico convento; tras los muros, sordo ruido, oír se deja de corceles y de acero. Son las huestes que prepara San Martín para luchar en San Lorenzo; el clarín estridente sonó y la voz del gran jefe a la carga ordenó. Avanza el enemigo a paso redoblado, al viento desplegado su rojo pabellón. Y nuestros granaderos, aliados de la gloria, inscriben en la historia su página mejor. Cabral, soldado heroico, cubriéndose de gloria, cual precio a la victoria, su vida rinde, haciéndose inmortal; y allí, salvó su arrojo la libertad naciente de medio continente, ¡Honor, honor al gran Cabral!



Compartimos ahora otro cuento del gran escritor Horacio Quiroga. Había una vez un venado —una gama— que tuvo dos hijos mellizos, cosa rara entre los venados. Un gato montés se comió a uno de ellos, y quedó sólo la hembra. Las otras gamas, que la querían mucho, le hacían siempre cosquillas en los costados. Su madre le hacia repetir todas la mañanas, al rayar el día, la oración de los venados . Y dice así: I. Hay que oler bien primero las hojas antes de comerlas, porque algunas son venenosas. II. Hay que mirar bien el río y quedarse quieto antes de bajar a beber, para estar seguro de que no hay yacarés. III. Cada media hora hay que levantar bien alto la cabeza y oler el viento, para sentir el olor del tigre. IV. Cuando se come pasto del suelo hay que mirar siempre antes los yuyos, para ver si hay víboras. Este es el padrenuestro de los venados chicos. Cuando la gamita lo hubo aprendido bien, su madre la dejó andar sola. Una tarde, sin embargo, mientras la gamita recorría el monte comiendo las hojitas tiernas, vio de pronto ante ella, en el hueco de un árbol que estaba podrido, muchas bolitas juntas que colgaban. Tenían un color oscuro, como el de las pizarras. ¿Qué sería? Ella tenía también un poco de miedo, pero como era muy traviesa, dio un cabezazo a aquellas cosas, y disparó. Vio entonces que las bolitas se habían rajado, y que caían gotas. Habían salido también muchas mosquitas rubias de cintura muy fina, que caminaban apuradas por encima. La gama se acercó, y las mosquitas no la picaron. Despacito, entonces, muy despacito, probó una gota con la punta de la lengua, y se relamió con gran placer: aquellas gotas eran miel, y miel riquísima porque las bolas de color pizarra eran una colmena de abejitas que no picaban porque no tenían aguijón. Hay abejas así. En dos minutos la gamita se tomó toda la miel, y loca de contenta fue a contarle a su mamá. Pero la mamá la reprendió seriamente. —Ten mucho cuidado, mi hija —le dijo—, con los nidos de abejas. La miel es una cosa muy rica, pero es muy peligroso ir a sacarla. Nunca te metas con los nidos que veas. La gamita gritó contenta: —¡Pero no pican, mamá! Los tábanos y las uras sí pican; las abejas, no. —Estás equivocada, mi hija —continuó la madre—. Hoy has tenido

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suerte, nada más. Hay abejas y avispas muy malas. Cuidado, mi hija, porque me vas a dar un gran disgusto. —¡Sí, mamá! ¡Sí, mamá! —respondió la gamita. Pero lo primero que hizo a la mañana siguiente, fue seguir los senderos que habían abierto los hombres en el monte, para ver con más facilidad los nidos de abejas. Hasta que al fin halló uno. Esta vez el nido tenía abejas oscuras, con una fajita amarilla en la cintura, que caminaban por encima del nido. El nido también era distinto; pero la gamita pensó que, puesto que estas abejas eran más grandes, la miel debía ser más rica. Se acordó asimismo de la recomendación de su mamá; mas, creyó que su mamá exageraba, como exageraban siempre las madres de las gamitas. Entonces le dio un gran cabezazo al nido. ¡Ojalá nunca lo hubiera hecho! Salieron en seguida cientos de avispas, miles de avispas que le picaron en todo el cuerpo, le llenaron todo el cuerpo de picaduras, en la cabeza, en la barriga, en la cola; y lo que es mucho peor, en los mismos ojos. La picaron más de diez en los ojos. La gamita, loca de dolor corrió y corrió gritando, hasta que de repente tuvo que pararse porque no veía más: estaba ciega, ciega del todo. Los ojos se le habían hinchado enormemente, y no veía más. Se quedó quieta entonces, temblando de dolor y de miedo, y sólo podía llorar desesperadamente. —¡Mamá!... ¡Mamá!... Su madre, que había salido a buscarla, porque tardaba mucho, la halló


al fin, y se desesperó también con su gamita que estaba ciega. La llevó paso a paso hasta su cubil con la cabeza de su hija recostada en su pescuezo, y los bichos del monte que encontraban en el camino, se acercaban todos a mirar los ojos de la infeliz gamita. La madre no sabía qué hacer. ¿Qué remedios podía hacerle ella? Ella sabía bien que en el pueblo que estaba del otro lado del monte vivía un hombre que tenía remedios. El hombre era cazador, y cazaba también venados, pero era un hombre bueno. La madre tenía miedo, sin embargo, de llevar a su hija a un hombre que cazaba gamas. Como estaba desesperada se decidió a hacerlo. Pero antes quiso ir a pedir una carta de recomendación al oso hormiguero, que era gran amigo del hombre. Salió, pues, después de dejar a la gamita bien oculta, y atravesó corriendo el monte, donde el tigre casi la alcanza. Cuando llegó a la guarida de su amigo, no podía dar un paso más de cansancio. Este amigo era, como se ha dicho, un oso hormiguero; pero era de una especie pequeña, cuyos individuos tienen un color amarillo, y por encima del color amarillo una especie de camiseta negra sujeta por dos cintas que pasan por encima de los hombros. Tienen también la cola prensil porque viven siempre en los árboles, y se cuelgan de la cola. ¿De dónde provenía la amistad estrecha entre el oso hormiguero y el cazador? Nadie lo sabía en el monte; pero alguna vez ha de llegar el motivo a nuestros oídos. La pobre madre, pues, llegó hasta el cubil del oso hormiguero. —¡Tan!, ¡tan!, ¡tan! —llamó jadeante. —¿Quién es? —respondió el oso hormiguero. —¡Soy yo, la gama! —¡Ah, bueno! ¿Qué quiere la gama? —Vengo a pedirle una tarjeta de recomendación para el cazador. La gamita, mi hija, está ciega. —¿Ah, la gamita? —le respondió el oso hormiguero—. Es una buena persona. Si es por ella, sí le doy lo que quiere. Pero no necesita nada escrito... Muéstrele esto, y la atenderá. Y con el extremo de la cola, el oso hormiguero le extendió a la gama una cabeza seca de víbora, completamente seca, que tenía aún los colmillos venenosos. —Muéstrele esto —dijo aún el comedor de hormigas—. No se precisa más. ¡Gracias, oso hormiguero! —respondió contenta la gama—. Usted también es una buena persona. Y salió corriendo, porque era muy tarde y pronto iba a amanecer. AI pasar por su cubil recogió a su hija, que se quejaba siempre, y juntas llegaron por fin al pueblo, donde tuvieron que caminar muy despacito y arrimarse a las paredes, para que los perros no las sintieran. Ya estaban ante la puerta del cazador. —¡Tan!, ¡tan!, ¡tan! —golpearon. —¿Qué hay? —respondió una voz de hombre, desde adentro. —¡Somos las gamas!... ¡TENEMOS LA CABEZA DE VÍBORA! La madre se apuró a decir esto, para que el hombre supiera bien que ellas eran amigas del oso hormiguero. —¡Ah, ah! —dijo el hombre, abriendo la puerta—. ¿Qué pasa? —Venimos para que cure a mi hija, la gamita, que está ciega. Y contó al cazador toda la historia de las abejas. —¡Hum!... Vamos a ver qué tiene esta señorita —dijo el cazador. Y volviendo a entrar en la casa, salió de nuevo con una sillita alta, e hizo

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sentar en ella a la gamita para poderle ver bien los ojos sin agacharse mucho. Le examinó así los ojos, bien de cerca con un vidrio redondo muy grande, mientras la mamá alumbraba con el farol de viento colgado de su cuello. —Esto no es gran cosa —dijo por fin el cazador, ayudando a bajar a la gamita—. Pero hay que tener mucha paciencia. Póngale esta pomada en los ojos todas las noches, y téngale veinte días en la oscuridad. Después póngale estos lentes amarillos, y se curará. —¡Muchas gracias, cazador! —respondió la madre, muy contenta y agradecida—. ¿Cuánto le debo? —No es nada —respondió sonriendo el cazador—. Pero tenga mucho cuidado con los perros, porque en la otra cuadra vive precisamente un hombre que tiene perros para seguir el rastro de los venados. Las gamas tuvieron gran miedo; apenas pisaban, y se detenían a cada momento. Y con todo, los perros las olfatearon y las corrieron media legua dentro del monte. Corrían por una picada muy ancha, y delante la gamita iba balando. Tal como lo dijo el cazador se efectuó la curación. Pero sólo la gama supo cuánto le costó tener encerrada a la gamita en el hueco de un gran árbol, durante veinte días interminables. Adentro no se veía nada. Por fin una mañana la madre apartó con la cabeza el gran montón de ramas que había arrimado al hueco del árbol para que no entrara luz, y la gamita, con sus lentes amarillos, salió corriendo y gritando: —¡Veo, mamá! ¡Ya veo todo! Y la gama, recostando la cabeza en una rama, lloraba también de alegría, al ver curada su gamita. Y se curó del todo. Pero aunque curada, y sana y contenta, la gamita tenía un secreto que la entristecía. Y el secreto era éste: ella quería a toda costa pagarle al hombre que tan bueno había sido con ella y no sabía cómo. Hasta que un día creyó haber encontrado el medio. Se puso a recorrer la orilla de las lagunas y bañados buscando plumas de garza para llevarle al cazador. El cazador, por su parte, se acordaba a veces de aquella gamita ciega que él había curado. Y una noche de lluvia estaba el hombre leyendo en su cuarto, muy contento porque acababa de componer el techo de paja, que ahora no se llovía más; estaba leyendo cuando oyó que llamaban. Abrió la puerta, y vio a la gamita que le traía un atadito, un plumerito todo mojado de plumas de garza. El cazador se puso a reír, y la gamita, avergonzada porque creía que el cazador se reía de su pobre regalo, se fue muy triste. Buscó entonces plumas muy grandes, bien secas y limpias, y una semana después volvió con ellas; y esta vez el hombre, que se había reído la vez anterior de cariño, no se rió esta vez porque la gamita no comprendía la risa. Pero en cambio le regaló un tubo de tacuara lleno de miel, que la gamita tomó loca de contento. Desde entonces la gamita y el cazador fueron grandes amigos. Ella se empeñaba siempre en llevarle plumas de garza que valen mucho dinero, y se quedaba las horas charlando con el hombre. Él ponía siempre en la mesa un jarro enlozado lleno de miel, y arrimaba la sillita alta para su amiga. A veces le daba también cigarros que las gamas comen con gran gusto, y no les hacen mal. Pasaban así el tiempo, mirando la llama, porque el hombre tenía una estufa de leña mientras afuera el viento y la lluvia sacudían el alero de paja del rancho. Por temor a los perros, la gamita no iba sino en las noches de tormenta. Y cuando caía la tarde y empezaba a llover, el cazador colocaba en la mesa el jarrito con miel y la servilleta, mientras él tomaba café y leía, esperando en la puerta el ¡tan-tan! bien conocido de su amiga la gamita.

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MOBY DICK REAL

Hay que aceptarlo. Los mitos tienen más fuerza que las estadísticas. Sólo así puede entenderse lo que nos pasa con los cachalotes. En toda la historia sólo se ha sabido de un barco que fuera hundido por uno de estos cetáceos. A cambio, el hombre ha exterminado un millón de ellos en los últimos dos siglos. El tanteo de la partida es bastante nítido: Cachalote 1; Ser humano 1.000.000. Y, a pesar de eso, sigue siendo el arquetipo del leviatán marino, el portador de la destrucción, un monstruo terrible. La literatura es la causante. Cuando en 1851 Herman Melville publicó su novela Moby Dick, que no agotó los 3.000 ejemplares de su primera edición, no podría imaginar que llegaría a ser un clásico de la literatura universal. Moby Dick se percibe a veces como una novela de aventuras, pero en realidad, el fatídico empeño del capitán Ahab por atrapar el cachalote blanco es un complejo relato de muchas capas, que ahonda en la oscuridad del alma humana y transita por caminos herméticos y cercanos a lo esotérico. “He escrito un libro malvado y me siento tan inmaculado como el cordero”, le escribió Melville a su amigo Nathaniel Hawthorne, a quien precisamente dedicó la novela. Moby Dick es un libro oscuro y una cumbre de la literatura y, como tal, ha marcado a fuego el ideario colectivo, cristalizando una imagen terrorífica de las ballenas. Melville se basó en sus propias experiencias para documentar su novela. Nacido en 1819, se enroló por primera vez a los 20 años y navegó dos por el Pacífico a bordo del ballenero Acushnet. El autor también se alimentó de las noticias de la época. La más llamativa, la historia real de Mocha Dick, un cachalote blanco de 24 metros de largo capturado en 1810 junto a la isla chilena de Mocha. Como Moby Dick, tenía clavados los arpones de viejas batallas. En 1839 Melville pudo leer la historia en un relato parecido en la revista neoyorquina Knickerbocker. Y para imaginar el hundimiento del Pequod del capitán Ahab sólo tuvo que mirar el suceso del Essex, el ballenero hundido en 1820 por un cachalote en mitad del Pacífico. Es el único caso conocido de un suceso así. Y no puede decirse que su capitán, George Pollard, tuviera suerte como patrón. Se hizo cargo después del Two Brothers, que en 1823 naufragó también, esta vez al chocar contra unos arrecifes al norte de Hawai. Hace muy poco, los restos de aquel buque fueron descubiertos por buzos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (Noaa). El ancla, los arpones y otros utensilios de aquel buque fletado en Nantucket han salido a la luz. La zona está siendo explorada

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porque alberga una decena de otros balleneros que se perdieron en el siglo XIX. La caza de los cachalotes y otras ballenas fue desde fines del siglo XVIII a finales del siglo XIX una gran industria que movió cientos de barcos. Cuando son atacados por su único contrincante, las horcas, los cachalotes no huyen, sino que forman círculos defensivos. Esa técnica los convirtió en pasto fácil de los balleneros, que los masacraban si piedad. Su grasa, convertida en aceite, alimentaba las farolas de las ciudades. Los barcos eran factorías-carnicerías flotantes, donde animales con el peso de 50 automóviles modernos eran descuartizados por hombres que trabajaban en condiciones de semiesclavitud, en periplos superiores al año. Leviatán o la ballena, del inglés Phillip Hoare, es un ensayo recién publicado que narra la historia de los balleneros y permite acercarse a la historia de los colosales cetáceos. Quizá sea también un buen momento para leer Moby Dick: corren tiempos ominosos y muchos persiguen ballenas blancas. Fuente: La Tercera


El Coliseo (Colosseum en latín), originalmente llamado Anfiteatro Flavio (Amphitheatrum Flavium), es un gran edificio situado en el centro de la ciudad de Roma, capital de Italia. En la antigüedad poseía un aforo para 50000 espectadores, con ochenta filas de gradas. Los que estaban cerca de la arena eran el Emperador y los senadores, y a medida que se ascendía se situaban los estratos inferiores de la sociedad. En el Coliseo tenían lugar luchas de gladiadores y espectáculos públicos. Se construyó justo al Este del Foro Romano donde antiguamente se eregía la domus aurea, residencia del emperador Nerón. Las obras empezaron entre el 70 d.C. y el 72 d.C, bajo mandato del emperador Vespasiano. El anfiteatro, que era el más grande jamás construido en el Imperio Romano, se completó en el 80 dC por el emperador Tito, y fue modificado durante el reinado de Domiciano. Se desconoce la identidad del arquitecto del edificio. Como ocurría en general con la mayoría de las obras romanas: las edificaciones públicas se levantaban para mayor gloria de los emperadores. A lo largo de los años se han barajado los nombres de Rabirio, Severo, Gaudencio o incluso Apolodoro de Damasco, aunque se sabe que este último llegó a Roma en el año 105. El Coliseo se usó durante casi 500 años, celebrándose en el peleas de gladiadores y muchos otros espectáculos públicos que tenían lugar aquí, como naumaquias, caza de animales, ejecuciones, recreaciones de famosas batallas, y obras de teatro basadas en la mitología clásica. El edificio dejó de ser usado para estos propósitos en la Alta Edad Media. Más tarde, fue reutilizado como refugio, fábrica, sede de una orden religiosa, fortaleza, cantera y santuario cristiano.

Situación En la actualidad el Coliseo está situado en la Piazza del Colosseo ligeramente al este del Foro Romano, en la capital de Italia. En los años de su construcción el emplazamiento escogido para el desarrollo del proyecto fueron unas tierras pantanosas entre las colinas Esquiline y Caelian donde se ergia antiguamente la domus aurea, residencia del emperador Nerón.

Descripción El Anfiteatro Flavio, es un enorme edificio ovalado, planta elíptica, de 189

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metros de largo por 156 de ancho, y de 48 metros de altura, con un perímetro de la elíptica de 524 metros. El terreno de juego propiamente dicho era un óvalo de 75 por 44 metros, y en realidad era una plataforma construida en madera y cubierta de arena. Todo el subsuelo era un complejo de túneles y mazmorras en el que se alojaba a los gladiadores, a los condenados y a los animales. El suelo disponía de varias trampillas y montacargas que comunicaban con el sótano y que podían ser usadas durante el espectáculo.

Las Gradas El amplio graderío interior estaba diferenciado en gradas, pisos reservados para las diferentes clases sociales: • En el podium, el primero de ellos, se sentaban los romanos más ilustres: los senadores, magistrados, sacerdotes y quizá las vestales. En ambos extremos del eje menor había sendos palcos: la tribuna imperial (pulvinar), y otra reservada para el magistrado que en ocasiones presidía los juegos. Dado que este piso era el más próximo a las fieras, había una red metálica de protección y arqueros apostados regularmente. • El maenianum primum, para los aristócratas que no pertenecían al senado. • El maenianum secundum, dividido en el imum para los ciudadanos ricos y el summum para los pobres. • En lo más alto estaba el maenianum summum in ligneis, hecho de madera, probablemente sin asientos y reservado para mujeres pobres. Además, algunos órdenes sociales, como los tribunos, sacerdotes o la milicia, tenían sectores reservados. El acceso desde los pasillos internos hasta las gradas se producía a través de los vomitorios, llamados así porque permitían salir una enorme cantidad de gente en poco tiempo. Estaba tan bien diseñado que los 50.000 espectadores podían ser evacuados en un poco más que cinco minutos.


La Fachada La fachada se articula en cuatro órdenes, cuyas alturas no se corresponden con los pisos interiores. Los tres órdenes inferiores los forman 80 arcos sobre pilastras, y con semicolumnas adosadas que soportan un entablamento puramente decorativo. El cuarto lo forma una pared ciega, con pilastras adosadas, y ventanas en uno de cada dos vanos. Los órdenes de cada piso son sucesivamente toscano, jónico, corintio y compuesto.

El Velario El Coliseo contaba con una cubierta de tela desplegable accionada mediante poleas. Esta cubierta, hecha primero con tela de vela y luego sustituida por lino (más ligero), se apoyaba en un entramado de cuerdas del que poco se sabe. Cada sector de tela podía moverse por separado de los de alrededor, y eran accionados por un destacamento de marineros de la flota romana. En la parte superior de la fachada se han identificado los huecos en los que se colocaban los 250 mástiles de madera que soportaban los cables.

Concepto El Coliseo, el mayor anfiteatro construido hasta entonces, situado en el centro de Roma, capital a su vez del Imperio Romano fue sin duda una gran muestra de poderío por parte del Imperio. El anfiteatro recreaba en si un Imperio a menor escala. En él se celebraban las mayores peleas de gladiadores, las cacerías más sangrientas, etc. Para estas ocasiones llegaban a la ciudad gladiadores procedentes de todas las provincias del Imperio para matarse entre sí o enfrentarse a las más diversas criaturas que habitaban en las distintas provincias. Sobre la arena se podía ver pues una pequeña muestra de las grandes extensiones bajo el dominio del imperio en forma de guerreros y animales. El público de la capital se concentraba en el Coliseo para admirar la variedad y las extensiones que no podían llegar a imaginar que estaban bajo el dominio del impero del cual tenían el orgullo de ser ciudadanos. Las peleas además eran ambientadas según el origen de los participantes por lo que los asistentes tenían la sensación de haber viajado a tierras lejanas que nada tenían en común con Roma. El Coliseo no dejaba de ser un lugar de exhibición de poderío. En ocasiones en forma de peleas, otras de cacerías o incluso de sentencias y ejecuciones. Lo cierto es que cualquier asistente a los eventos del Coliseo volvía a casa con la sensación de pertenecer al mayor y más poderoso Imperio del mundo. Algo que fue cierto durante muchos años.

Estructura El problema que presenta la enorme carga de la cávea o espacio de gradas destinado a los espectadores, se resuelve mediante la inclusión de poderosos arcos de medio punto que se apoyan sobre robustos pilares de piedra y argamasa y que sostienen las bóvedas anulares, sobre las que se asientan los diferentes niveles de gradas. Desde la arena salían

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80 paredes radiales que apoyan las cámaras acorazadas para la zona de gradas, callejones y escaleras. Al exterior tres líneas de arcadas superpuestas articulan el muro, correspondiéndose con los tramos abovedados del interior. Los arcos se encuentran flanqueados por semicolumnas y rematados por dinteles, que sirven de cornisa de separación con el piso superior. En el borde externo las arcadas circunferenciales ligan cada nivel y las escaleras entre los niveles. Años después de su terminación se agregó el cuarto nivel que exteriormente se aprecia como una pared sin arcos, con pilastras de orden compuesto. En ocasiones había batallas navales en las que la arena se inundaba para poder manejar las barcas. Cuando terminaba el espectáculo, la arena se desecaba mediante un sistema de alcantarillas.

Materiales En la construcción se utilizó una combinación cuidadosa de materiales: concreto para las fundaciones, los romanos fueron los creadores del “opus caementicium”, mezcla de grava, arena, cal y agua. Bloques de travertino para los embarcaderos y las arcadas, relleno de tufa entre los embarcaderos para las paredes de los dos niveles más bajos. El ladrillo de concreto y la toba fueron usados para los niveles superiores y para la mayor parte de las cámaras acorazadas. Para unir los grandes bloques se aplicaron grandes grapas de metal, se calcula que para ello fue necesario fundir 300tn de diversas aleaciones. En las paredes se utilizó mármol y estuco, una masa de yeso blanco mezclado con agua de cola que también era utilizado para realizar figuras o piezas que luego se decoraban. El ruedo donde se llevaban a cabo los espectáculos estaba realizado con un entarimado de madera cubierto con arena, debajo del cual se extendía el complejo sistema de pasadizos, cuartos y cámaras acorazadas. Con el transcurrir de los años no ha quedado nada de este entarimado quedando al descubierto el complejos sistema de pasadizos y celdillas. Para elevar las puertas por donde salían los gladiadores y las ferias se utilizaba un sistema de elevadores creado con poleas manuales, mientras que algunas graderías fueron protegidas con barandas de bronce. El último piso era protegido en verano por un toldo o velarium que se fijaba a los mástiles sujetos con ménsulas y al igual que las puertas de acceso al ruedo eran izados mediante poleas. Durante los espectáculos nocturnos se suspendían grandes candelabros sobre la arena. La decoración fue muy estudiada y rica en elementos, con gran profusión de estatuas, relieves de mármol y estuco, escudos de bronce o asientos de travertino. De ella, después de XX siglos de historia, numerosos terremotos, expolios y otros daños apenas quedan algunos vestigios.


Uno de los mayores misterios que aún están sin respuestas contundentes es el triángulo de las Bermudas o también conocido como el triangulo del diablo porque alberga numerosos sucesos enigmáticos en cuanto a la desaparición de aviones y de barcos. El triángulo de las Bermudas es una región comprendida entre la costa de florida, las Bahamas y Puerto Rico. Pero, ¿qué misterios se esconden en esta región? ¿Por qué la desaparición de aviones y barcos de forma inexplicable?

Historia del triángulo de las Bermudas En 1950 el reportero E.V.W. Jones compiló una lista de desapariciones sin explicación de barcos y aviones en la zona comprendida entre la costa de Florida y las Bermudas. La historia se empezó a alimentar desde 1945 cuando 5 marines desaparecieron y la causa que se le atribuyó fue un error del piloto. Esta conclusión no fue de la satisfacción de los familiares y desde entonces se empezó a alimentar la historia de desapariciones sin explicación. En 1952 George Sand escribió El misterio del mar en nuestra puerta trasera donde aludía a varias desapariciones extrañas sin que se pudiera seguir una pista para esclarecer el caso; porque no había ni material de los aparatos. Vincent Gaddis fue quizá el que bautizó El Triángulo de las Bermudas en su artículo titulado El Mortal Triángulo de las Bermudas. Su obra se pudo alimentar de otros incidentes ocurridos en la misma zona. A pesar de que el artículo fue escrito en Argosy Magazine, la revista con el lema: una ficción maestra: el mito no hizo más que expandirse y desde entonces se ha buscado darle explicación a estos sucesos con todo tipo de teorías.

Las 7 teorías más populares 1. Teoría extraterrestre y los ovnis Una de las teorías que más cobra fuerza para la literatura y el cine de la explicación de los misterios en el Triángulo de las Bermudas es la influencia de vida extraterrestre. Lo interesante de esta teoría es que se le puede dar rienda suelta a la imaginación para explicar cualquier fenómeno normal o paranormal. Si


dicho fenómeno no existe, habrá que inventarlo para seguir alimentando la leyenda. La corriente más popular es que los extraterrestres utilizan esa zona para capturar a sus presas para fines que aún no conocemos. Si lo vemos desde el punto de vista terrestre, hay muchos países en los que también secuestran a personas y siguen en paradero desconocido; no hay que ir tan lejos para ver lo que sucede. 2. Atlantida: con destino a Atlantis Una de las teorías que también es popular y donde a la imaginación se le puede dar rienda suelta es la ciudad de Atlantis o la Atlántida. Se dice que la civilización de Atlántida era muy avanzada para su tiempo; sobre todo en el área marítima y transporte naval. Es por eso que se cree que algunos artefactos utilizados por estos navíos sigan activos e


interfieran en los actuales sistemas de navegación. Esa teoría es la que más sostiene que buques y aviones se pierdan durante el vuelo debido a los cambios en los datos de navegación. 3. Las almas de los esclavos Otra teoría que también sirve para dejar volar la imaginación a su máxima potencia es una maldición que se asienta en la zona del triángulo de las Bermudas. Esta teoría fue propuesta por el doctor Kenneth McAll Lyndhurst de Inglaterra. El creía que las almas o espíritus de muchos esclavos africanos siguen clamando en esa zona. Si es que estos ingleses le dan vuelta al tema de los fantasmas como en el caso de la Isla Bardsey. Estos esclavos eran arrojados por los capitanes británicos en la borda de los barcos en sus múltiples viajes a América para defraudar a las aseguradoras. Se ve que el fraude a las aseguradoras no es nada nuevo. 4. Teoría de la niebla electrónica Entramos en las teorías del triángulo de las Bermudas que se acercan más a una explicación científica. Aunque por las afirmaciones y explicaciones parecen ser una película de ciencia ficción donde la ciencia y la ficción nos dan un guión para hacer creíble lo imposible. Rob Macgregor y Bruce Gernon exponen que una especie de nube electrónica es la responsable de que instrumentos de navegación empiecen a girar sin alguna razón lógica. Gernon afirma que él ha sido testigo de este fenómeno. Por lo menos sobrevivió para contarlo. En 1970 el y su padre sobrevolaron la zona del triángulo de las Bermudas a la altura de las Bahamas y su avión sufrió el efecto de la niebla electrónica. 5. El gas: los hidratos de metano en el triángulo de las Bermudas En el fondo del mar hay hidratos de metano que saltan como burbujas de refresco lo cual sería propicio para el hundimiento de los barcos. La razón es la siguiente: En el fondo del mar existen movimientos de placas que liberan una cantidad de gas considerable, mismo que altera la densidad del agua. Con este fenómeno se altera la estabilidad del barco porque una burbuja lo relativamente grande es suficiente para hundir cualquier navío. Para explicar el fenómeno de la desaparición de aviones, se dice que el gas es altamente inflamable lo cual hace explotar los motores de cual-


quier avión. Esta teoría fue formulada por el doctor Richard Mclver pero de la divulgación se encargó Ben Clennell. 6. La teoría de las fisuras o dimensiones en el tiempo Otra teoría muy de película de ciencia ficción es la que señala que en la zona del triángulo de las Bermudas se abren fisuras entre las dimensiones del tiempo. Si la teoría anterior eran desplazamientos de las placas de la tierra, aquí son del tiempo. Si un barco o avión tiene la mala fortuna de ir por la región y se abren esas fisuras es sinónimo de que no llegarán a su destino. Esta teoría es la que mejor explica el por qué no se encuentran los restos de los aviones o barcos perdidos; por imaginación que no quede. 7. Campos geomagnéticos o variación magnética Por fin llegamos a la teoría más creíble aunque con muchos matices y más preguntas que respuestas. La zona del triángulo de las Bermudas actúa como uno de los polos magnéticos de la tierra donde una brújula señala el norte verdadero y no el norte magnético. Esta teoría fue propuesta por la Guardia Costera. Se dice que el grado de variación es de hasta 20 grados por lo que los capitanes deben ajustar el rumbo si no quieren seguir alimentando la leyenda.

El secreto del triángulo de las Bermudas Las desapariciones, los fallos en los sistemas de navegación y todos los sucesos que han derivado en el extravío de las aviones o de los barcos puede que sean de los grandes misterios por resolver. Pero lo cierto es que este tipo de enigmas no es exclusivo del triángulo de las Bermudas. Parece ser que los registros de accidentes no varían en comparación con otra zonas del planeta. Además la Guardia Costera de los Estados Unidos señala que no tiene accidentes inusuales en el triángulo del diablo. Todo apunta a que este fenómeno ha cobrado importancia por la actividad periodística más que por los accidentes que puedan suceder allí. Actualmente hay muchos vuelos a Europa y a otras zonas de mundo que pasan por allí con total normalidad.




El Nacional Buenos Aires

El Colegio Nacional de Buenos Aires tiene su sede en la calle Bolívar 263, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es uno de los edificios de la tradicional Manzana de las Luces, ubicada en el barrio porteño de Monserrat, en pleno Centro de la ciudad. A sólo 200 metros de la Plaza de Mayo, forma parte del casco histórico urbano. En el lugar donde hoy funciona este establecimiento educativo funcionaron diversas instituciones escolares, siglos antes de su fundación. Suelen ser consideradas, incluso por el mismo colegio, como si se tratara de una única institución.

Su historia La historia del Colegio Nacional de Buenos Aires remonta hasta 1654, cuando el Cabildo encomendó a los jesuitas atender la educación juvenil. En 1661 se instalaron en el solar que desde entonces sería la “manzana de las luces”: Bolívar, Moreno, Perú y Alsina. Expulsados en 1767, allí Vértiz fundó el Real Colegio de San Carlos, donde bajo la guía de Maziel los próceres fundadores (desde Saavedra hasta Moreno, desde Rivadavia hasta Dorrego, desde Monteagudo hasta Pueyrredón) hallaron su cuna intelectual y moral. Pueyrredón creó más tarde el Colegio Unión del Sud, donde cursó Urquiza; y Rivadavia el de Ciencias Morales, que educó a Echeverría y Alberdi (Sarmiento perdió el sorteo del ingreso). Hacia 1863, Bartolomé Mitre creó en el mismo lugar el Colegio Nacional, pivote de su política integradora de porteños y provincianos. Es el de Agüero, Amadeo Jacques y Miguel Cané, quien relata sus aventuras en el Colegio en el libro Juvenilia. Incorporado a la Universidad de Buenos Aires en 1911, estudiaron en él los dos primeros Premios Nobel argentinos y cuatro presidentes. A partir de 1955, con la autonomía universitaria, el Colegio recobró su función de escuela piloto de experimentación. Incorporó a las mujeres, alumnas y docentes. Las primeras alumnas ingresaron en 1959 y se graduaron en 1964. Muchas de sus experiencias han trascendido primordialmente a las escuelas organizadas por otras universidades nacionales, y es considerado una de las instituciones educativas más prestigiosas de la Argentina. En sus claustros procura enseñar a pensar, inferir, entender, transmitir. Valora sólo el saber y la conducta. Concebido como un centro formativo y participativo, ha logrado, en el plano disciplinario, un razonable equilibrio entre orden y libertad. Estadísticamentesu éxito se acredita por el rendimiento de sus bachilleres en las universidades, así como por la obtención de importantísimas

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distinciones nacionales e intemacionales: Olimpíada lnternacional de informática de Bielorrusia 1990, Olimpíada Iberoamericana de Matemática de Valladolid 1990, Premio Borges de Poesía 1991, Becas del Instituto Científico Weizmann (1991 y 1992), entre otras. En el Colegio Nacional de Buenos Aires cursan aproximadamente 2.100 alumnos. Su plan de estudios matiza Humanidades y Ciencias; su sexto año orientado registra equivalencias con el Ciclo Básico Común, y toda su estructura educativa intenta ser una síntesis de tradición y modernidad.

El edificio El actual edificio del CNBA fue proyectado en el año 1906 por Norbert Maillart, también autor del Correo Central y del Palacio de Justicia. El presidente José Figueroa Alcorta y el ministro de justicia e instrucción pública Rómulo S. Naón encabezaron el acto de colocación de la piedra fundamental en septiembre de 1910, y la construcción comenzó, a cargo de “Zacarías Marioni, Hno. y Compañía”. Al año siguiente se revocó el contrato para iniciar uno nuevo con Vinent, Maupas y Jáuregui, hasta que finalmente en 1915 la GEOPÉ se hizo cargo de la construcción. El edificio sería inaugurado completo recién el 25 de mayo de 1938 por el presidente Roberto M. Ortiz.3

Claustro Central El estilo predominante es el academicismo francés, destacándose el techo a mansarda, la imponente fachada con galería y los amplios claustros de techos altos en el interior. El establecimiento cuenta con tres pisos (más un subsuelo y la mansarda). Dentro se encuentra el Aula Magna, inspirada en la Sala Principal de la Ópera de París, y equipada con un órgano de 3600 tubos (el más grande de la Ciudad) También sobresale la biblioteca de más de cien mil volúmenes, cuya hemeroteca es la más completa de Argentina en publicaciones del siglo XIX. En la terraza hay un observatorio equipado con un telescopio. Allí varios alumnos asisten a charlas, cursos y observaciones astronómicas.








El ejemplar Perito Moreno

Francisco Pascasio Moreno (más conocido como “Perito Moreno”) nació en Buenos Aires el 31 de Mayo de 1852, hijo de Francisco Facundo Moreno Pisillac, un porteño patricio que acababa de regresar a la Capital, después de la Batalla de Caseros, tras haberse exiliado en Uruguay, a raíz de la dictadura rosista. Su madre era Máxima Juana Thwaites Rubio, hija del oficial británico Joshua Thwaites Gibson, que fuera capturado durante la Segunda Invasión Inglesa al Río de la Plata, allá por 1807. Concluídas las hostilidades con Gran Bretaña, el prisionero castellanizó su nombre a Josué y decidió quedarse entre nosotros. Veinte años después, se casó con una porteña de dieciocho años (Juana Fernanda Luciana Estanislada Rubio de Velasco Ribero), de cuyo matrimonio nacería, ese mismo año, la mamá de nuestro famoso perito. El perito Moreno sería el segundo hijo de este matrimonio, que tuvo un total de cinco vástagos, siendo la mayor y la menor las dos únicas mujeres. El pequeño Francisco, desde niño, demostró una marcada inclinación hacia la naturaleza. Cuenta la leyenda familiar que una tía abuela paterna suya se había vuelto una figura casi legendaria de la época debido a sus viajes en carreta para visitar a sus parientes, diseminados por toda la geografía. Dicen, además, que recolectaba y guardaba todo lo que le llamara la atención en su travesía: piedras, huesos, restos de animales, plantas, herramientas, etc. Estas narraciones sobre las aventuras y peripecias de esta tía abuela (que Francisco no alcanzó a conocer personalmente) llegaron a los oídos del futuro perito, y lo movilizaron a imitarla. Al alcanzar los once años de edad, su familia se mudó a una casa a estrenar. Al pequeño le llamó la atención un mármol rojizo veteado, con figuras incrustadas, que decoraba la planta alta de la casa. Cuando el niño preguntó qué eran esas figuras fundidas en el mármol, alguien le contestó que se trataba de caracoles fósiles petrificados, lo cual despertó una curiosidad e interés en Fran-


cisco, enamorándose, al instante, de la paleontología y la geología. A partir de entonces, como hiciera su tía abuela, comenzó a coleccionar objetos que le interesaban, sobre todo: fósiles que hallaba en sus distintos viajes al campo. Como su colección de elementos se tornó considerable, al poco tiempo, su padre le cedió el mirador de la casa, situado en el altillo, para que pudiera llevarse allí toda su colección, y liberara el resto de la casa de sus objetos. Entonces, Francisco entusiasmó a sus hermanos a que lo ayudaran, y con ellos fundó el rudimentario “Museo Moreno”; que funcionó, originariamente, en el mirador de su casa paterna. Ese mismo año de 1863 Francisco concurre al colegio porteño de San José, administrado por los Padres del Sagrado Corazón de Jesús de Bétharram (o Bayoneses). Tres años después pasaría a la tradicional escuela de “Catedral al Norte”, que hasta el día de hoy se enorgullece de su paso por sus aulas. Gracias a la intervención del perito Moreno, Argentina obtuvo cuarenta y dos mil kilómetros cuadrados en disputa con Chile Hacia 1867 el “Museo Moreno”, pese a su carácter de casero y rudimentario, había adquirido ya un renombre en la comunidad científica de entonces. El propio director del Museo Público, que era pariente suyo, y además fue su maestro, Germán Burmeister, atraído por la fama del reservorio de los Moreno, lo visita y le pide que le facilite algunos especímenes, para exhibirlos en el establecimiento público, para sorpresa y beneplácito de Francisco. Uno de estos objetos era una mandíbula de un fósil desconocido, al que le dio el nombre de “Dasypus Moreni” en honor del futuro perito. En enero de 1871, bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, una epidemia de fiebre amarilla azotó Buenos Aires y cobró la vida de la mamá de Francisco, entre muchas otras víctimas. Para evitar el contagio, los Moreno se mudaron a la estancia Vitel, cerca de la laguna de Chascomús. Su estadía en ese lugar fue de significativa influencia para Moreno, que contaba con sólo diecinueve años. Allí encontró gran variedad de fósiles; que clasificó y estudió. Muchos de ellos (entre los que destaca el caparazón de un gliptodonte) se exhiben hoy en el Museo de La Plata.


Al año siguiente, a la edad de veinte, Francisco publica su primera obra científica y un amigo suyo, el famoso coronel Luis Fontana, desde Carmen de Patagones, le remite restos antropológicos y paleontológicos hallados en el valle del Río Negro, despertando la curiosidad de Moreno sobre una región inexplorada, hasta entonces, y en la práctica, no sometida a la soberanía argentina. Su padre, entusiasmado con los logros de su hijo, le obsequia un edificio de más de doscientos metros cuadrados, en una quinta de Parque Patricios, para que instale allí su “Museo Moreno”; por haberle quedado chico el altillo de la vieja casa familiar. Los relatos de Fontana entusiasmaron de tal grado a Francisco, que éste se propuso estudiar la geología, flora, fauna e historia natural de la Patagonia, con sumo interés. En 1873, con veintiún años cumplidos, realiza su primer viaje al Río Negro. En abril desembarca en Carmen de Patagones y halla sesenta cráneos, mil flechas, puntas de lanza y piedras talladas. El perito Moreno inicia, así, los estudios antropológicos en la Patagonia. No consiguió adentrarse más allá del Río Negro, pero recorrió los cementerios descubiertos por el profesor Pelegrino Strobel siete años atrás. Sus estudios fueron publicados en París, con gran repercusión en Europa, generando un inusitado interés por estudiar a los indígenas patagónicos. Bastó ese primer viaje para que el perito Moreno se enamorara de la Patagonia. Por la época comenzó a agitarse el diferendo limítrofe con Chile, y las pretensiones del país trasandino, de anexar la Patagonia Oriental. En julio de 1874, el Ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Carlos Tejedor encomendó a Moreno una nueva misión de exploración en la Bahía Grande de Santa Cruz, donde los chilenos habían levantado un caserío. A partir de ese momento, las misiones del perito Moreno tendrían por objeto tanto asegurar la soberanía argentina, como fines científicos. Desde entonces, Francisco se convertiría en un incansable explorador de los confines del actual territorio nacional. Recorrería el Río Santa Cruz, y el Río Negro, casi hasta las nacientes de ambos. Estudiaría las barrancas del Paraná y las compararía con las barrancas patagónicas. Incursionaría en la puna jujeña y salteña, y rastrearía gran parte de la frontera cordillerana; estudiaría fósiles y la geología de Bahía Blanca; interactuaría amigablemente con los indígenas de nuestra Patagonia, fomentando su educación e integración a la Nación Argentina. Fue nuestro perito Moreno el primer hombre blanco que llegó al lago Nahuel Huapi desde el Atlántico, donde a los veintitrés años izó la bandera argentina a orillas del mismo. Descubrió el Lago Argentino, al cual también dio ese nombre y supo de su gran glaciar; aunque no alcanzó a llegar a él. Descubrió los lagos Buenos Aires, Viedma y San Martín, así como numerosos picos montañosos. Recorrió incansablemente, a caballo, Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Neuquén. Cuando hubo que elegir la comisión argentina que fijaría los límites cordilleranos con Chile, las autoridades convocaron a quien conocía mejor el territorio en cuestión: Francisco Pascasio Moreno, para dirigir la comisión argentina de peritos demarcadores. Gracias a la hábil y solvente intervención del perito Moreno, Argentina obtuvo cuarenta y dos mil kilómetros cuadrados en disputa, a lo largo de toda la cordillera. Fue tan determinante su labor, que el propio Sir Thomas Holdich, el árbitro inglés, le dijo: “todo cuanto gane el pie argentino al oeste de la división continental se deberá enteramente a usted”. Su intervención fue crucial, también, para que los colonos galeses de la Patagonia aceptaran y prefirieran vivir bajo la soberanía argentina.Para realizar su tarea pericial, Francisco

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tuvo que viajar incansablemente entre Argentina, Chile y Europa, pues las conclusiones de su trabajo sirvió de base a los fallos arbitrales británicos que dieron la razón a nuestro país en la disputa fronteriza. En todos estos viajes el incansable perito recolectaba objetos, fósiles y vestigios antropológicos, con los cuales engrosaba el museo y realizaba nuevas investigaciones científicas. Sus colecciones fueron luego donadas a la Provincia de Buenos Aires, que a su vez, sirvieron de base para estructurar el actual monumental Museo de Ciencias Naturales de la Plata, que goza de fama mundial, siendo el propio perito su director por muchos años. Moreno fue un notable impulsor del scoutismo en la Argentina y el artífice de la primera cumbre presidencial entre Argentina y Chile, que tuvo lugar, ya superado el diferendo fronterizo, el 15 de Febrero de 1899, entre los presidentes Julio Argentino Roca y Federico Errázuriz Echaurren, en el Estrecho de Magallanes. En 1903, el gobierno sancionó la ley 4192 por la cual, en gratitud a la encomiable labor del perito Moreno, que le permitió a la Argentina retener mil ochocientas leguas cuadradas, le concedió al mismo, veinticinco leguas cuadradas en el territorio recuperado “en el territorio de Neuquén o al Sur del Río Negro, en los lugares que el señor Moreno pueda determinar sin perjuicio de terceros”; a modo de “recompensa extraordinaria por sus servicios... y en mérito a que durante veintidós años ellos han sido de carácter gratuito”. De ese total, Francisco únicamente aceptó veintidós leguas cuadradas y luego devolvería tres para que se constituya en ellas el primer Parque Nacional argentino. El 1º de febrero de 1904, el presidente Julio Argentino Roca emitió un decreto aceptando las condiciones del perito y Argentina


se transformaba, así, en el tercer país del mundo (después de Estados Unidos y Canadá) en contar con territorios que debían conservarse sin alteraciones para actividades científicas, naturales y de disfrute de su población. Esta decisión del perito constituiría el germen de los demás Parques Nacionales que vendrían después. En enero de 1908 el presidente José Figueroa Alcorta adicionaría otras cuarenta y tres mil hectáreas al actual majestuosamente bello Parque Nacional Nahuel Huapi. Sin embargo, el perito tampoco se quedó con las otras veintidós leguas cuadradas que había recibido. Hacia 1905 vendió las acciones y derechos sobre las mismas y con su producido financió su “Obra de la Patria”: transformó su quinta en cocina, comedor y aula para los cientos de niños de zona Sur de la Capital que necesitaban comer, salud y educación. A poco de andar, su ejemplo es imitado por otros vecinos y las “Escuelas de la Patria” se esparcen por la ciudad. En 1904, autorizado por el presidente Roca, el perito Moreno interviene con el gobierno británico y consigue que el ministro W. H. Haggard ceda gratuitamente a la Argentina las Islas Orcadas del Sur. Pocos meses antes, un navío escocés había instalado un pequeño observatorio meteorológico en la isla Laurie. Así fue cómo el perito Moreno consiguió que, en enero de 1904, el pabellón nacional fuera izado, por vez primera, en la Antártida, en reemplazo del escocés. Moreno fue, asimismo, diputado nacional y vicepresidente del Consejo Nacional de Educación. Impulsó una importante reforma educativa. Escribió: “Apuntes sobre las tierras patagónicas” (1878), “Viaje a la Patagonia austral 1876-1877” (1879), “Viaje a la Patagonia septentrional” (1882), “Resto de un antiguo continente hoy sumergido” (1882), “El origen del hombre suramericano” (1882), “Por un ideal. Ojeada retrospectiva de 25 años” (Museo de La Plata, 1893). Falleció el 22 de noviembre de 1919, en la pobreza más absoluta, después de solicitar infructuosamente al entonces presidente, Hipólito Yrigoyen, que lo recibiera. En 1920 el Banco de la Nación Argentina remató judicialmente todos sus bienes, para cubrir sus deudas y créditos pendientes. Sus restos, fueron primero enterrados en La Recoleta. En 1944 se los trasladó a Bariloche, donde fueron despedidos con mucha emoción del público presente y los pueblos originarios. Su ataúd fue cubierto por la bandera argentina y tres ponchos que pertenecieron a los caciques: Saihueque, Pincén y Catriel; simbolizando la integración de la Nación Argentina, con los pueblos aborígenes. El féretro fue luego trasladado a la Isla Centinela en pequeño barco “Modesta Victoria”, cuyo nombre lleva hoy otra embarcación que también surca el Nahuel Huapi. Desde entonces, cada vez que una lancha pasa enfrente del lugar donde los restos del perito descansan para siempre, hacen sonar tres pitazos, en saludo y respeto a nuestro gran pionero de las fronteras y de los parques nacionales. Fuente: Infobae





La Batalla de la Vuelta de Obligado se produjo el 20 de noviembre de 1845, en aguas del río Paraná, sobre su margen derecha y al norte de la provincia de Buenos Aires, en un recodo donde el cauce se angosta y gira, conocido como Vuelta de Obligado, en lo que hoy es la localidad de Obligado, Partido de San Pedro. Enfrentó a la Confederación Argentina liderada por el Brigadier Juan Manuel de Rosas quien nombró comandante de las fuerzas defensoras al General Lucio Norberto Mansilla y a la escuadra anglo-francesa, cuya intervención se realizó bajo el pretexto de lograr la pacificación ante los problemas existentes entre Buenos Aires y Montevideo.

Contexto previo En 1845, el general Juan Manuel de Rosas gobernaba por segunda vez la Provincia de Buenos Aires, mientras que la Banda Oriental se encontraba en medio de una guerra civil entre los caudillos Manuel Oribe y Fructuoso Rivera. Oribe acudió a Rosas, buscando apoyo para recuperar el gobierno que había perdido ante Rivera quien era ayudado por Brasil, a lo demandado por el nacional Oribe, Rosas accedió con aporte de tropas y armamento. Con esta ayuda, Oribe invadió el Uruguay y sitió la ciudad de Montevideo. La intervención de fuerzas extranjeras exaltó los ánimos, y motivó que Gran Bretaña y Francia intervinieran en el conflicto, apoyando al Gobier-


no de la Defensa, autoconvocándose como mediadores en el conflicto. Rosas fue intimado a retirar sus tropas, pero rechazó la intimación. Inmediatamente, la escuadra porteña que bloqueaba Montevideo fue capturada por la flota combinada. Con el desarrollo de la navegación a vapor - principalmente efectuado tal desarrollo en Inglaterra, Francia y Estados Unidos - ocurrido en la tercera década del siglo XIX, grandes navíos mercantes y militares podían remontar en tiempos relativamente breves los ríos en contra de la corriente, y con una buena relación de carga útil. Este avance tecnológico acicateó a los gobiernos británicos y franceses que, desde entonces, siendo las superpotencias de esa época, pretendían lograr garantías que permitieran el comercio y el libre tránsito de sus naves por el estuario del Plata y todos los ríos interiores pertenecientes a la cuenca del mismo. En el año 1811, poco después de la Revolución de Mayo, Hipólito Vieytes recorrió la costa del río Paraná buscando un sitio ideal en donde poder montar una defensa contra un hipotético ataque de naves realistas. Para este propósito consideró al recodo de la Vuelta de Obligado como el sitio ideal, por sus altas barrancas y la curva pronunciada que obligaba a las naves a recostarse para pasar por allí. Rosas estaba al tanto de sus anotaciones, y es por ello que decidió preparar las defensas en dicho sitio.


Preparativos De acuerdo con análisis arqueológicos realizados en el año 2000, en este sitio vivían numerosas familias indígenas, que fueron expulsadas para construir las defensas. El 13 de agosto de 1845 se le dieron instrucciones a Lucio Norberto Mansilla (padre del destacado escritor argentino Lucio V. Mansilla) para construir baterías costeras artilladas. Mansilla solicitó al juez de paz sanpedrino Benito Urraco que le informase sobre el armamento existente y la población de entre 15 y 70 años, y que pusiera en estado de asamblea a la milicia activa. El día 22 pedía el envío de 30 tirantes de madera para la construcción de las baterías, y el 12 de noviembre envió a San Pedro al sargento mayorJulián Bendim, al mando de «ciento setenta y tantos» soldados de caballería e infantería, para proteger a la ciudad de un posible desembarco anglofrancés.

Fuerzas anglofrancesas y argentinas En el marco de la Guerra Grande, una flota anglo-francesa – integrada por 22 barcos de guerra y 92 buques mercantes – fue interceptada por tropas argentinas, al mando del general Lucio Norberto Mansilla. Los europeos disponían de 418 cañones y 880 soldados, contra seis barcos mercantes y 60 cañones de escaso calibre que les opuso Rosas. Once buques de combate de la escuadra anglo-francesa navegaban por el río Paraná desde los primeros días de noviembre; estos navíos poseían la tecnología más avanzada en maquinaria militar de la época, impulsados tanto a vela como con motores a vapor. Una parte de ellos estaban parcialmente blindados, y todos dotados de grandes piezas de artillería forjadas en hierro, y de rápida recarga, granadas de acción retardada, Shrapnels (las primeras bombas-proyectiles de fragmentación antipersonales) y cohetes Congreve. La principal fortificación argentina se encontraba en la Vuelta de Obligado, donde el río tiene 700 m de ancho, y un recodo pronunciado dificultaba la navegación a vela. El general Mansilla hizo tender tres gruesas cadenas de costa a costa, sobre 24 lanchones. La operación estuvo a cargo, principalmente, de un italiano inmigrado a la Argentina, de apellido Aliverti. En la ribera derecha del río montó 4 baterías artilladas con 30 cañones, muchos de ellos de bronce, con calibres de 8, 10 y 12, siendo el mayor de 20, los que eran servidos por una dotación de 160 artilleros.


La primera, denominada Restaurador Rosas, estaba al mando de Álvaro José de Alzogaray, la segunda, General Brown, al mando del teniente de marina Eduardo Brown, hijo del almirante, la tercera era la General Mansilla, comandada por el teniente de artillería Felipe Palacios y la cuarta, de reserva y aguas arriba de las cadenas, se denominó Manuelita y estuvo al mando del teniente coronel Juan Bautista Thorne. Además, en las trincheras había 2.000 hombres, la mayor parte gauchos asignados a la caballería, al mando del coronel Ramón Rodríguez, jefe del Regimiento de Patricios. También participaron tropas del 2do batallón de Patricios. En el río estaba estacionado un único buque de guerra, el Republicano, que al mando de Tomás Craig tenía como misión cuidar las cadenas que cruzaban el río. En las filas argentinas revistaban voluntariamente algunos soldados nacidos en las Islas Británicas; alegaban no estar cometiendo traición alguna, ya que el Reino Unido no había declarado formalmente la guerra a la Confederación Argentina.

La batalla Aprovechando el relieve de la costa del río Paraná en ese lugar, Mansilla dispuso a gran parte de su tropa en la especie de playa baja ubicada antes de las barrancas que en ese punto tienen casi 20 metros de altura; considerando acertadamente que los invasores anglofranceses atacarían con su artillería primeramente a las baterías argentinas ubicadas en lo alto de tales barrancas, de este modo las tropas argentinas ubicadas en la parte baja podían hostigar la aproximación a las costas de los navíos y hacer frente con mayor eficacia a los desembarcos invasores. El combate se inició al amanecer del día 20 de noviembre, primeramente con una escaramuza unos pocos kilómetros aguas abajo del río Paraná cuando tres lanchones argentinos que patrullaban al río fueron atacados por la artillería de la flota anglofrancesa; a las 8 de la mañana el vapor inglés al mando de Charles Otham comenzó a cañonear las posiciones argentinas sin mucho efecto pero a las 10:30h (a.m.) la flota invasora reunida, con su diluvio de proyectiles comenzó a tener eficacia: con un intenso cañoneo y fuertes descargas de cohetes sobre las baterías argentinas. Éstas respondieron de inmediato, pero estaban en inferioridad


de condiciones, ya que contaban con cañones de mucho menor alcance, mucho menor precisión y notable lentitud de recarga, en comparación a las piezas que poseían los invasores. Las tropas defensoras los reciben con un «¡Viva la Patria!» y los sones del Himno Nacional. Al encontrarse la nave capitana francesa de frente a las baterías defensoras, éstas abren fuego matando en el acto a 28 hombres de dicho buque y dañando seriamente su arboladura(contabilizando 11 disparos sólo en el palo mayor), independientemente del gran ímpetu de las fuerzas defensoras, el intercambio de disparos causó desde un primer momento múltiples bajas en el bando argentino. Sin perjuicio de la desigualdad de fuerzas, las baterías argentinas logran dejar fuera de combate a los bergantines Dolphin y Pandour, obligando a retroceder al Comus, silenciando el poderoso cañon «de a 80» del Fulton y cortando el ancla de la nave capitana (la cual deriva aguas abajo). Era tal el el escarnio con que ambas fuerzas se batían, que en un momento dado Mansilla (sin perder su acostumbrada serenidad) le pregunta a su amigo italiano: «Che, Alberti, ¿qué es eso que echan al agua, de aquel barco?» a lo cual el italiano (luego de tomar su catalejo) contesta: «¡Son corpos [‘cuerpos’], usía!». Luego de más de dos horas de combate, las fuerzas defensoras habían agotado gran parte de sus municiones, por lo que su capacidad de respuesta disminuyó considerablemente. Ante el vuelco de las circunstancias, el comandante Sullivan ordena el desembarco de dos batallones que avanzan contra la batería sur. El general Mansilla ordena la carga a bayoneta y es herido de gravedad en el pecho por una salva de metralla mientras encabezaba la carga. El coronel Juan Bautista Thorne lo reemplaza en el comando de la artillería, mientras que Rodríguez asumió el mando autónomo de sus fuerzas de caballería. Thorne perdió casi por completo la audición por una explosión de granada muy cercana. Con la considerable disminución en los disparos de la escuadra defensora, los atacantes vuelven sobre las cadenas encabezados por el buque Firebrand y, a martillazos sobre un yunque, logran cortarlas. Tras varias horas de combate, fuerzas de infantería — principalmente francesas — desembarcaron en la costa, atacando la batería argentina, que perdió 21 cañones en poder del enemigo. Al no poder transportarlos, fueron inutilizados. Pero cuando pretendieron sostener su posición, las fuerzas desembarcadas fueron atacadas por la caballería del coronel Ramón Rodríguez, que las obligó a reembarcarse en forma temporal, cediendo ante un segundo ataque -esta vez de marinos franceses e infantes de marina británicos- fue más eficaz. Aprovechando la defensa que los argentinos debían hacer de sus piezas de artillería durante el desembarco, las fuerzas atacantes incendiaron los lanchones que sostenían las cadenas. También se perdió el buque Republicano, que fue volado por su propio comandante ante la imposibilidad de defenderlo. Las fuerzas defensoras tuvieron 250 muertos y 400 heridos. Los agresores, por su parte, tuvieron 26 muertos y 86 heridos y sufrieron grandes averías en sus naves que obligaron a la escuadra a permanecer casi inmóvil en distintos puntos del Delta del Paraná, para reparaciones de urgencia. Finalmente, los anglo-franceses consiguieron forzar el paso y continuar hacia el norte, atribuyéndose la victoria.

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Historia del Machu Picchu

Machu Picchu (del quechua sureño machu pikchu, “Montaña Vieja”) es el nombre contemporáneo que se da a una llaqta (antiguo poblado andino inca) de piedra construida principalmente a mediados del siglo XV en el promontorio rocoso que une las montañas Machu Picchu y Huayna Picchu en la vertiente oriental de los Andes Centrales, al sur del Perú. Su nombre original habría sido Picchu o Picho. La mayoría de los arqueólogos modernos e historiadores coincide en que Machu Picchu fue construida por el Inca Pachacútec, el más grande estadista del Tahuantinsuyo, quien gobernó desde 1438 a 1471. Los arqueólogos presumen que la construcción de la ciudadela dataría del siglo XV, aproximadamente, fecha cronológica dada por el carbono 14 o radiocarbono. Construida como refugio de lo más selecto de la aristocracia incaica, la fortaleza fue ubicada en la vertiente oriental de la cordillera del Vilcanota, a unos 80 km del Cusco, la capital del imperio. Su estratégica situación geográfica fue elegida con admirable acierto. Rodeada de profundos acantilados y alejada de la vista de extraños por una enmarañada selva, la ciudadela de Machu Picchu poseía la cualidad de tener una sola y angosta entrada, lo que permitía, en caso de un ataque sorpresivo, ser defendida por muy pocos guerreros. Ocupada por lo menos por tres generaciones de Incas, la ciudadela de Machu Picchu fue abandonada en una decisión repentina y misteriosa. Las hipótesis más sólidas explican su desaparición de la memoria histórica en razón de que Machu Picchu era un lugar desconocido para las castas inferiores y sus rutas prohibidas para cualquiera que no formara parte del pequeño círculo del Inca. La ciudadela de Machu Picchu ha tenido diversos periodos de ocupación. Tomados de las crónicas, del estilo constructivo y las cerámicas encontradas, se deducen los siguientes: Periodo Inicial: 1300 d.c.; Periodo Inca: 1438-1534 d.c.; Periodo de Transición: 1534-1572 d.c.


Época inca (1438-1534) El emplazamiento de Machu Picchu debió impresionar al monarca, Pachacútec, por sus peculiares características dentro de la geografía sagrada cusqueña y por ello habría mandado a construir, hacia 1450, un complejo urbano con edificaciones de grandes lujos civiles y religiosos. Pachacútec fue el primer Inca en salir más allá del valle del Cusco luego de su épica victoria sobre los chancas. Fue el que llevó a cabo la expansión del Tahuantinsuyo y se le reconoce como el “constructor” del Cusco. Esta fue una de sus más grandes obras. Se cree que Machu Picchu tuvo una población móvil como la mayoría de las llactas incas, que oscilaba entre 300 y 1.000 habitantes pertenecientes a una élite (posiblemente miembros de la panaca de Pachacutec) y acllas. La pequeña urbe de Picchu se llegó a diferenciar de las poblaciones vecinas por la singular calidad de sus principales edificios. A la muerte de Pachacútec, y de acuerdo con las costumbres reales incas, ésta y el resto de sus propiedades personales habría pasado a la administración de su panaca, que debía destinar las rentas producidas al culto de la momia del difunto rey. Se presume que esta situación se habría mantenido durante los gobiernos de Túpac Yupanqui (1470-1493) y Huayna Cápac (1493-1529). Machu Picchu debió perder en parte su importancia al tener que competir en prestigio con las propiedades personales de los emperadores sucesores. De hecho, la apertura de un camino más seguro y amplio entre Ollantaytambo y Vilcabamba (el del Valle de Amaybamba) hizo que la ruta de la quebrada de Picchu fuera menos empleada.

Época de transición (1534-1572) La guerra civil inca (1531-32) y la irrupción española en el Cusco en 1534 debieron afectar considerablemente la vida de Machu Picchu. Tras la caída del reino de Vilcabamba en 1572 y la consolidación del poder español en los Andes Centrales, Machu Picchu se mantuvo dentro de la jurisdicción de diferentes haciendas coloniales que cambiaron varias veces de manos hasta tiempos republicanos (desde 1821). No obstante, ya se había vuelto un lugar remoto, alejado de los nuevos caminos y


ejes económicos del Perú. La región fue prácticamente ignorada por el régimen colonial (que no mandó edificar templos cristianos ni administró poblado alguno en la zona), aunque no por el hombre andino.

Machu Picchu en el siglo XIX En 1865, en el curso de sus viajes de exploración por el Perú, el naturalista italiano Antonio Raimondi pasa al pie de las ruinas sin saberlo y alude a lo escasamente poblada que era entonces la región. Sin embargo todo indica que es por esos años cuando la zona empieza a recibir visitas por intereses distintos a los meramente científicos. En efecto una investigación actualmente en curso divulgada recientemente revela información sobre un empresario alemán llamado Augusto Berns quien en 1867 no sólo habría “descubierto” las ruinas sino que habría fundado una empresa “minera” para explotar los presuntos “tesoros” que albergaban (la “Compañía Anónima Explotadora de las Huacas del Inca”). Así, en 1870, el norteamericano Harry Singer coloca por primera vez en un mapa la ubicación del Cerro Machu Picchu y se refiere al Huayna Picchu como “Punta Huaca del Inca”. El nombre revela una inédita relación entre los incas y la montaña e incluso sugiere un carácter religioso (una huaca en los Andes Antiguos era un lugar sagrado). Un segundo mapa de 1874, elaborado por el alemán Herman Gohring, menciona y ubica en su sitio exacto ambas montañas. Por fin en 1880 el explorador francés Charles Wiener confirma la existencia de restos arqueológicos en el lugar (afirma “hay ruinas en Machu Picchu”), aunque no puede llegar al emplazamiento. En cualquier caso está claro que la existencia de la presunta “ciudad perdida” no se había olvidado, como se creía hasta hace algunos años

Redescubrimiento de Machu Picchu (¿1894?-1911) Las primeras referencias directas sobre visitantes de las ruinas de Machu Picchu indican que Agustín Lizárraga, un arrendatario de tierras cusqueño, llegó al sitio el 14 de julio de 1902 guiando a los también cusqueños Gabino Sánchez, Enrique Palma y Justo Ochoa. Hiram Bingham, un profesor norteamericano de historia interesado en encontrar los últimos reductos incas de Vilcabamba, estuvo buscando la ciudad que fue el último refugio de los incas y el último punto de resistencia contra los españoles. Al poco tiempo oyó sobre Lizárraga a partir de sus contactos con los hacendados locales. Fue así como llegó a Machu Picchu el 24 de junio de 1911 guiado por otro arrendatario de tierras, Melchor Arteaga, y acompañado por un sargento de la guardia civil peruana de apellido Carrasco. Encontraron a dos familias de campesinos viviendo allí: los Recharte y los Álvarez, quienes usaban los andenes del sur de las ruinas para cultivar y bebían el agua de un canal inca que aún funcionaba y que traía agua de un manantial. Pablo Recharte, uno de los niños de Machu Picchu, guió a Bingham hacia la “zona urbana” cubierta por la maleza, es así como Bingham a los 35 años de edad tropezó con Machupicchu; acontecimiento fortuito que puso de manifiesto un gran “descubrimiento”. Bingham quedó muy impresionado por lo que vio y gestionó los auspicios de la Universidad de Yale, la National Geographic Society y el gobierno peruano para iniciar de inmediato el estudio científico del sitio. Así, con el ingeniero Ellwood Erdis, el osteólogo George Eaton, la participación directa de Toribio Recharte y Anacleto Álvarez y un grupo de anónimos trabajadores de la zona, Bingham dirigió trabajos arqueológicos en Ma-

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chu Picchu en 1912 hasta 1915 período en el que se despejó la maleza y se excavaron tumbas incas en los extramuros de la ciudad. La “vida pública” de Machu Picchu empieza en 1913 con la publicación de todo ello en un artículo en la revista de la National Geographic.

Machu Picchu desde 1915 Entre 1924 y 1928 Martín Chambi y Juan Manuel Figueroa hicieron una serie de fotografías en Machu Picchu que fueron publicadas en diferentes revistas peruanas, masificando el interés local sobre las ruinas y convirtiéndolas en un símbolo nacional. Con el transcurrir de las décadas, y especialmente desde la apertura en 1948 de una vía carrozable que ascendía la cuesta de la montaña hasta las ruinas desde la estación de tren, Machu Picchu se convirtió en el principal destino turístico de Perú. Durante los dos primeros tercios del siglo XX, sin embargo, el interés por su explotación turística fue mayor que el de conservación y estudio de las ruinas, Es a partir de la década de 1970 que nuevas generaciones de arqueólogos (Chávez Ballón, Lorenzo, Ramos Condori, Zapata, Sánchez, Valencia, Gibaja), historiadores (Glave y Remy, Rowe, Angles), astrónomos (Dearborn, White, Thomson) y antropólogos (Reinhard, Urton) se ocupan de la investigación de las ruinas y su pasado. El establecimiento de una Zona de Protección Ecológica en torno a las ruinas en 1981, la inclusión de Machu Picchu como integrante de la Lista del Patrimonio Mundial en 1983, y la adopción de un Plan Maestro para el desarrollo sostenible de la región en 2005 han sido los hitos más importantes en el esfuerzo por conservar Machu Picchu y su entorno. Sin embargo han conspirado contra estos esfuerzos algunas malas restauraciones parciales en el pasado, incendios forestales, como el de 1997 y conflictos políticos surgidos en las poblaciones cercanas en aras de una mejor distribución de los recursos obtenidos por el Estado en la administración de las ruinas. De acuerdo a las construcciones que se encuentran en esta ciudad Inkásica, normalmente se calcula que su población en su apogeo fue de unas mil personas; de acuerdo a las momias encontradas por la expedición de Bingham un 80% de esa población fueron personas de sexo femenino, es decir que la mayor parte de los habitantes en Machupicchu fueron mujeres. Ese es el fuerte sustento para aseverar que aquí existió un importante “Aqllawasi” o casa de “Mujeres Escogidas” de entre las más bellas y virtuosas, ellas eran consideradas como esposas del sol.

En la actualidad Machu Picchu está en la Lista del Patrimonio de la humanidad de la Unesco desde 1983, como parte de todo un conjunto cultural y ecológico conocido bajo la denominación Santuario histórico de Machu Picchu. En mayo de 2005, la antigua ciudad jordana de Petra se “hermana” con la de Machu Picchu. El 7 de julio de 2007 Machu Picchu fue declarada como una de las nuevas maravillas del mundo en una ceremonia realizada en Lisboa, Portugal, luego de la participación de cien millones de votantes del mundo entero.



¿Qué es la diabetes? La diabetes es una enfermedad crónica que aparece cuando el páncreas no produce insulina suficiente o cuando el organismo no utiliza eficazmente la insulina que produce. La insulina es una hormona que regula el azúcar en la sangre. El efecto de la diabetes no controlada es la hiperglucemia (aumento del azúcar en la sangre), que con el tiempo daña gravemente muchos órganos y sistemas, especialmente los nervios y los vasos sanguíneos. En 2014, el 8,5% de los adultos (18 años o mayores) tenía diabetes. En 2012 fallecieron 1,5 millones de personas como consecuencia directa de la diabetes y los niveles altos de glucemia fueron la causa de otros 2,2 millones de muertes.

Diabetes de tipo 1 La diabetes de tipo 1 (también llamada insulinodependiente, juvenil o de inicio en la infancia) se caracteriza por una producción deficiente de insulina y requiere la administración diaria de esta hormona.3 Se desconoce aún la causa de la diabetes de tipo 1 y no se puede prevenir con el conocimiento actual. Sus síntomas consisten, entre otros, en excreción excesiva de orina (poliuria), sed (polidipsia), hambre constante (polifagia), pérdida de peso, trastornos visuales y cansancio. Estos síntomas pueden aparecer de forma súbita.


Diabetes de tipo 2 La diabetes de tipo 2 (también llamada no insulinodependiente o de inicio en la edad adulta) se debe a una utilización ineficaz de la insulina 3. Este tipo representa la mayoría de los casos mundiales 3 y se debe en gran medida a un peso corporal excesivo y a la inactividad física. Los síntomas pueden ser similares a los de la diabetes de tipo 1, pero a menudo menos intensos. En consecuencia, la enfermedad puede diagnosticarse solo cuando ya tiene varios años de evolución y han aparecido complicaciones. Hasta hace poco, este tipo de diabetes solo se observaba en adultos, pero en la actualidad también se está manifestando en niños.

Diabetes gestacional La diabetes gestacional se caracteriza por hiperglucemia (aumento del azúcar en la sangre) que aparece durante el embarazo y alcanza valores que, pese a ser superiores a los normales, son inferiores a los establecidos para diagnosticar una diabetes.4 Las mujeres con diabetes gestacional corren mayor riesgo de sufrir complicaciones durante el embarazo y el parto. Además, tanto ellas como sus hijos corren mayor riesgo de padecer diabetes de tipo 2 en el futuro. Suele diagnosticarse mediante las pruebas prenatales, más que porque el paciente refiera síntomas.

Deterioro de la tolerancia a la glucosa y alteración de la glicemia en ayunas. El deterioro de la tolerancia a la glucosa y la alteración de la glicemia en ayunas son estados de transición entre la normalidad y la diabetes,3 y quienes los sufren corren mayor riesgo de progresar hacia la diabetes de tipo 2, aunque esto no es inevitable.


¿Cuáles son las consecuencias frecuentes de la diabetes? Con el tiempo, la diabetes puede dañar el corazón, los vasos sanguíneos, ojos, riñones y nervios: • Los adultos con diabetes tienen un riesgo 2 a 3 veces mayor de infarto de miocardio y accidente cerebrovascular. • La neuropatía de los pies combinada con la reducción del flujo sanguíneo incrementan el riesgo de úlceras de los pies, infección y, en última instancia, amputación. • La retinopatía diabética es una causa importante de ceguera y es la consecuencia del daño de los pequeños vasos sanguíneos de la retina que se va acumulando a lo largo del tiempo. El 2,6% de los casos mundiales de ceguera es consecuencia de la diabetes. • La diabetes se encuentra entre las principales causas de insuficiencia renal.

Cómo reducir la carga de la diabetes Prevención Se ha demostrado que medidas simples relacionadas con el estilo de vida son eficaces para prevenir la diabetes de tipo 2 o retrasar su aparición. Para ayudar a prevenir la diabetes de tipo 2 y sus complicaciones se debe: • alcanzar y mantener un peso corporal saludable. • mantenerse activo físicamente: al menos 30 minutos de actividad regular de intensidad moderada la mayoría de los días de la semana; para controlar el peso puede ser necesaria una actividad más intensa. • consumir una dieta saludable, que evite el azúcar y las grasas saturadas. • evitar el consumo de tabaco, puesto que aumenta el riesgo de sufrir diabetes y enfermedades cardiovasculares. Diagnóstico y tratamiento El diagnóstico se puede establecer tempranamente con análisis de sangre relativamente baratos. El tratamiento de la diabetes consiste en una dieta saludable y actividad física, junto con la reducción de la glucemia y de otros factores de riesgo conocidos que dañan los vasos sanguíneos. Para evitar las complicaciones también es importante dejar de fumar. Entre las intervenciones que son factibles y económicas en los países en


desarrollo se encuentran: • el control de la glucemia, en particular en las personas que padecen diabetes de tipo 1. Los pacientes con diabetes de tipo 1 necesitan insulina y los pacientes con diabetes de tipo 2 pueden tratarse con medicamentos orales, aunque también pueden necesitar insulina. • el control de la tensión arterial; y los cuidados podológicos. Otras intervenciones económicas son: • las pruebas de detección de retinopatía (causa de ceguera). • el control de los lípidos de la sangre (regulación de la concentración de colesterol). • la detección de los signos tempranos de nefropatía relacionada con la diabetes.

Datos y cifras • El número de personas con diabetes ha aumentado de 108 millones en 1980 a 422 millones en 2014. • La prevalencia mundial de la diabetes en adultos (mayores de 18 años) ha aumentado del 4,7% en 1980 al 8,5% en 2014. • La prevalencia de la diabetes ha aumentado con mayor rapidez en los países de ingresos medianos y bajos. • La diabetes es una importante causa de ceguera, insuficiencia renal, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y amputación de los miembros inferiores. • Se estima que en 2012 la diabetes fue la causa directa de 1,5 millones de muertes, y que otros 2,2 millones de muertes eran atribuibles a la hiperglucemia. • Aproximadamente la mitad de las muertes atribuibles a la hiperglucemia tienen lugar antes de los 70 años de edad. 1 Según proyecciones de la OMS, la diabetes será la séptima causa de mortalidad en 2030. • La dieta saludable, la actividad física regular, el mantenimiento de un peso corporal normal y la evitación del consumo de tabaco previenen la diabetes de tipo 2 o retrasan su aparición. • Se puede tratar la diabetes y evitar o retrasar sus consecuencias con dieta, actividad física, medicación y exámenes periódicos para detectar y tratar sus complicaciones. Fuente: OMS.


Capital Federal Zoológico de Buenos Aires Av. Las Heras y Sarmiento. Tel. 4011-9900. Parque Tierra Santa Av. Rafael Obligado 5790 (Costanera). Tel. 4784-9551. Jardín Botánico Av. Santa Fe 3951. Tel. 4831-4527. Museo de los Niños Abasto Av. Corrientes 3247. Abasto de Buenos Aires. Tel. 4861-2325. Museo Eduardo Sívori Av. Infanta Isabel 555 (frente al puente del Rosedal). Tel. 4772-5628. Museo de la Ciudad Defensa 219. Tel. 4343-2123.


Planetario de la Ciudad Galileo Galilei Av. Sarmiento y Belisario Roldán. Tel. 4771-6629 / 9393. Museo Argentino de Ciencias Naturales Angel Gallardo 490. Tel. 4982-6595. Museo Argentino del Títere Piedras 905. Tel. 4304-4376. Jardín Japonés Av. Casares y Figueroa Alcorta. Tel. 4804-4922. Museo Histórico de Cera Del Valle Iberlucea 1261. Tel. 4301-1497.

Zona Norte Reserva Ecológica Ribera Norte Camino de la Ribera, entre López y Planes y Almafuerte (Av. del Libertador 15.400). En Acassuso. Tel. 4747-6179 Tren de la Costa Av. Maipú 2.300 (Olivos). Tel. 4002-6000. www.trendelacosta.com.ar

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Zona Sur Ferroclub Argentino Av. 29 de Septiembre 3500 (Remedios de Escalada). Tel. (0221) 475-0018. Parque Hudson Calle El Zaino s/n (Florencio Varela). Tel. 4283-1053. Abremate Av. Hipolito Yrigoyen 5682, Remedios de Escalada Tel. 4247-4485/89/90 interno 106 Zoo Florencio Varela Presidente Perón 800. Tel. 4275-0614. República de los Niños Camino General Belgrano km. 7 (Gonnet). Tel. (0221) 484-1409 / 0800-999-5959. www.republica.laplata.gov.ar Museo de Ciencias Naturales Paseo del Bosque s/n (La Plata). Tel. (0221) 425-9161 / 7744. Jardín Zoológico y Botánico Calle 52 y 118 (La Plata). Tel. (0221) 427-3925. www.laplata-argentina.com.ar Granja Loma Verde Ruta 215, km. 44,5 (Brandsen). Tel. (02223) 44-2209 / 44-2937.

Zona Oeste Museo Nacional de Aeronáutica Eva Perón 1.200 (Morón). Tel. 4697-6964 / 9769.


Granja La Aurora Av. Gaona y Camino del Buen Ayre (Paso del Rey). Tel. (0237) 401-8303 / 468-2145. Parque Municipal Los Robles D. Juรกrez y Williams s/n (La Reja, Partido de Moreno). Tel. (0237) 463-9706. Zoolรณgico de Lujรกn Acceso Oeste, km. 58 (Lujรกn). Tel. 4662-4235 / (23232) 49-4218. www.zoolujan.com Granja Educativa Don Mario Vintter y 25 de Mayo (Ministro Rivadavia). Tel. 4279-0069. www.zoogranjadonmario.com.ar





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