659 AMECCDA - 30 de Sept de 2018 - La Teología de Eliú. Parte V

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30 de septiembre de 2018 • Volumen XIII • No. 659

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n esta reflexión continuamos el análisis de las bendiciones enumeradas en los versos 14-16 del Salmo 91. Estas bendiciones son el resultado de haber decidido amar al Señor. O sea, que estas declaraciones van más allá de la fe puesta en el Señor. Como hemos visto en la reflexión anterior, estas bendiciones son el resultado de un amor incondicional que el creyente deposita en el Todopoderoso.1

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s aquí que Dios promete su protección. Esto es, rescatarle del peligro, protegerle del mal, estar con el creyente en el día de la angustia, honrarle y satisfacerle. Todas estas bendiciones provienen del reposo bajo la sombra del Shadday, (H7706). Veamos lo que dicen esos versos: RV 1960 “14 Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. 15 Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. 16 Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación.”

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a reflexión anterior nos permitió analizar la bendición que encontramos en el verso 14. No olvidemos que esa bendición gira alrededor de conocer el nombre del Señor. El salmo 20:1 subraya esta bendición: “1 Jehová te oiga en el día de conflicto; El nombre del Dios de Jacob te defienda.”

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n esta ocasión comenzaremos el análisis de la bendición que recoge el verso 15 de este hermoso salmo. Antes de esto, es necesario puntualizar algunas notas exegéticas que nos ayudarán a internalizar el análisis de estas bendiciones.


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s Hans Joachim Krauss2 el que nos enseña que este salmo pertenece a las liturgias que se utilizaban en Israel con los enfermos. El contexto gira alrededor de hacerle saber algunas cosas didácticas al creyente. La primera de ellas es que hay que realizar una confesión de gratitud al Señor una vez uno entraba al lugar seguro del Señor; el Santuario (Sal 91:2). En segundo lugar, este parece estar acompañado de alguien que va repasando las enseñanzas y las promesas que ha hecho el Señor. Krauss define algunas preguntas que son muy importantes: - ¿Quién pronuncia las aseveraciones didácticas que se enuncian en este salmo? (vv.3-13) - ¿Quién, como un maestro de sabio, expone el poder salvífico del Señor de esa área de protección en la que el Señor está presente?

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efinitivamente tiene que haber alguien que haya experimentado este favor divino para poder ocuparse de esta función. En tercer lugar, es Krauss el que establece un paralelismo entre este Salmo y el Salmo 34. En ambos salmos encontramos a esa segunda persona que sirve como interlocutor didáctico para ilustrar vívidamente la salvación que ofrece el Señor. Esta segunda persona ha vivido tan de cerca estas experiencias con el Señor que es capaza de invitar al que le escucha a saborear a Dios (Sal 34:8). Es por esto que pude dar instrucciones imperativas acerca de lo que se debe hacer (Sal 34:5, 8, 9, 11). Veamos: “5 Los que miraron a él fueron alumbrados, Y sus rostros no fueron avergonzados. 6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus

angustias. 7 El ángel de Jehová Una prueba inequívoca de que estas invitaciones nacen de un corazón que ha vivido estas experiencias es la invitación que se hace en el verso 11. Hay un maestro instruido en lo que anhela que otros puedan aprender.

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or último, Krauss señala que aquellos que aprenden esto y lo internalizan reciben las promesas descritas en 1 Jn 5:4 y Rom 8:38-39: “4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5 Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Jn 5:4) “38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”(Rom 8:38-39)

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sto subraya la necesidad y la pertinencia del ministerio de acompañamiento, consejo, consolación y dirección para los necesitados. En este caso, se trata del acompañamiento que desarrollen creyentes experimentados en esta clase de relación y testimonios del poder salvífico y protector del Señor. No es necesario enfatizar que los momentos de pruebas y de dolor generalmente producen confusión e incapacidad para actuar y tomar decisiones. Alguien que haya experimentado estos cuidados del Señor mientras atravesaba el valle de lágrimas se convierte en una fuente bendiciones, de consejo, de consolación y dirección para aquellos a quienes el dolor les produce turbación y desasosegó.

2 Hans Joachim Krauss. Psalms (60-150). Minneapolis: Fortress Press, 1993. (p 219-225) acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende. 8 Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él. 9 Temed a Jehová, vosotros sus santos, Pues nada falta a los que le temen. 10 Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien. 11 Venid, hijos, oídme; El temor de Jehová os enseñaré.”


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demás, estas notas exegéticas descubren una verdad implícita que en ocasiones se nos hace difícil aceptar. Los problemas que Dios permite que enfrentemos en la vida sirven como escuela de preparación para ayudar a otros que atravesarán por esos mismos caminos. El Apóstol Pablo lo dice de manera poética: “3 Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues él es el Padre que nos tiene compasión y el Dios que siempre nos consuela. 4 Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros. 5 Porque así como los sufrimientos de Cristo se desbordan sobre nosotros y nosotros sufrimos con él, así también por medio de Cristo se desborda nuestro consuelo. 6 Pues si nosotros sufrimos, es para que ustedes tengan consuelo y salvación; y si Dios nos consuela, también es para que ustedes tengan consuelo y puedan soportar con fortaleza los mismos sufrimientos que nosotros padecemos. 7 Tenemos una esperanza firme en cuanto a ustedes, porque nos consta que, así como tienen parte en los sufrimientos, también tienen parte en el consuelo.” (2 Cor 1:3-7, Dios Habla Hoy)

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l salmo 91 es entonces una herramienta vital para el desarrollo de ese ministerio de acompañamiento, consejo, consolación y dirección.

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as bendiciones que encierra el verso 15 del Salmo 91 son las siguientes:

15 Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. El primer concepto, “invocará” es la traducción del vocablo hebreo “qârâ” (H 7121). Este concepto es utilizado 705 veces en el Antiguo Testamento. Las primeras experiencias con este verbo que encontramos en la Biblia las obtenemos de los

primeros capítulos del libro del Génesis (Gn 1:5,8,10; 2:19-20, 23). En el primer capítulo se trata de Dios “llamando” la luz como día y a las tinieblas como noche, llamando cielos a la expansión y Tierra a lo seco. En el segundo capítulo se trata de Adán poniéndole nombre (“llamando”) a cada una de las especies creadas por el Señor y llamando “varona” (“ishshâh”, H802) a la criatura que Dios formó de la costilla de él como “varón” (“’îysh”, H376).

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l tercer capítulo del Génesis nos presenta este verbo para indicarnos que Dios llamó a Adán por su nombre cuando vino a buscarlo luego de que este y su esposa pecaron. Este verbo es utilizado en múltiples ocasiones en el que los patriarcas decidían ponerle nombre a los lugares en los que habían tenido encuentros con el Señor. En otras palabras, este verbo encierra un poder nominador y un poder de convocación.

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in embargo, es en el Salterio que este concepto se viste con mayor frecuencia con el ropaje de herramienta para invocar y/o clamar la presencia de Dios en oración. A continuación algunos ejemplos: “4 Con mi voz clamé a Jehová, Y él me respondió desde su monte santo. Selah” (Sal 3:4) “1 Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; Ten misericordia de mí, y oye mi oración....3 Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a él clamare.” (Sal 4:1,3) “6 Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.” (Sal 17:6) “3 Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, Y seré salvo de mis enemigos..... 6 En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a


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mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.” (Sal 18:3, 6) “6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias.” (Sal 34:6) “16 En cuanto a mí, a Dios clamaré; Y Jehová me salvará.” (Sal 55:16)

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l énfasis de este verbo es que aquellos que lo usan se dirigen o abordan a alguien o a algo que saben que es real. Es más, lo llaman por su nombre. Este dato es muy importante porque así como Dios llama por sus nombres aquello que Él conoce que va a ser, así mismo el creyente llama por su nombre a Dios porque sabe que Él es real, porque le conoce y sabe que Dios va a hacer.

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a expresión en grado superlativo de este verbo la utiliza el profeta Jeremías en el capítulo 33 del libro que lleva su nombre: “1 Vino palabra de Jehová a Jeremías la segunda vez, estando él aún preso en el patio de la cárcel, diciendo: 2 Así ha dicho Jehová, que hizo la tierra, Jehová que la formó para afirmarla; Jehová es su nombre: 3 Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”

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s importante destacar el énfasis en el nombre de Jehová antes de la invitación a clamar. Esta invitación que hace el Señor produce unos resultados que el mismo profeta Jeremías nos permite conocer en ese mismo capítulo: “14 He aquí vienen días, dice Jehová, en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá. 15 En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra. 16 En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará:

Jehová, justicia nuestra. 17 Porque así ha dicho Jehová: No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel. 18 Ni a los sacerdotes y levitas faltará varón que delante de mí ofrezca holocausto y encienda ofrenda, y que haga sacrificio todos los días.” (Jer 33:14-16)

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quellos que conocen el nombre del Señor, le convocan, claman a Él y la respuesta del Todopoderoso incluye lo siguiente: - Dios les cambia el nombre (vs 16) - Dios ratifica la promesa mesiánica hecha a David (vs 17)

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stas promesas son validadas en el Nuevo Testamento. El libro de Apocalípsis nos revela que aquellos que claman al Señor recibirán un nombre nuevo (Apoc 2:17). La promesa hecha a David es Cristo el Señor. Es nuestro salvador el que se sienta en el trono de David con un reino que es eterno y para siempre (Isa 9:7; Lcs 1:32; Apoc 7:15-17).

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abiendo esto, entonces tenemos que concluir que la primera aseveración que Dios hace en este verso es una palabra de acción (verbo) que produce resultados que están vestidos de eternidad. Además, aquellos que hacen suyas estas palabras e invocan y claman (“qârâ”, H 7121) al Señor saben que las respuestas divinas trascienden el aquí y el ahora. Estas respuestas incluyen la eternidad que Dios nos ha garantizado en Cristo Jesús.

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sta aseveración predica un requisito insustituible: aquellos que claman al Señor son aquellos que le conocen por su nombre. La Biblia ofrece verdades absolutas sobre este requisito. Nadie puede llegar al Padre si no es a través del Hijo y nadie puede llamar a Dios Padre sino es a través de Jesucristo su Hijo. Es el espíritu de Cristo el que nos permite llamar Abba a Dios, y ese espíritu es puesto en nosotros por el Padre. Veamos:


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“6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.” (Jn 14:6-7) “11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Jn 1:11-12) “6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.” (Gal 4:6)

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