9 de noviembre de 2014 • Año 2014 • Volumen IX • No. 454
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as reflexiones anteriores nos han adentrado en el análisis de lo que significa entrar a un nuevo tiempo. En reflexiones anteriores consideramos la siguiente pregunta: ¿qué destrezas aleatorias al creyente estarán midiendo en esta nueva temporada? La respuesta a esta pregunta es esta: se miden y se ensayan las mismas destrezas que se miden en los tiempos de lucha y de grandes tribulaciones. a vimos que los creyentes en Cristo debemos comprender que los tiempos que consideramos como tiempo de bendición, así como aquellos que consideramos tiempos de prueba, son tan solo escenarios en los que Dios anhela que conozcamos cuál es el estado de nuestro carácter como hijos de Dios. Reiteramos que Dios conoce las respuestas a estas preguntas, pero nosotros no. a vimos que el desarrollo del carácter del creyente gira alrededor de siete (7) áreas o dimensiones que pueden y deben ser examinadas con mucha frecuencia. Estas áreas o dimensiones son examinadas por el Espíritu Santo en los tiempos difíciles así como en los de grandes bendiciones y conquistas. Estas áreas son las siguientes:
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• El área del amor (a quién amamos y cuánto lo amamos) • El área de la fe (a quién le hemos creído y cuánto confiamos en Él) • El área de la obediencia (cuánto estamos dispuestos a obedecer) • El área del sacrificio (cuánto estamos dispuesto a sacrificar) • El área de la humildad (si en realidad somos humildes y cuán humildes podemos ser) • El área de la perseverancia • El área de la paciencia
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n reflexiones anteriores hemos analizado las primeras cuatro (4) de ellas. Hemos subrayado que estas áreas, dimensiones, y/o escenarios son ensayados en todas las experiencias de la vida. Dios conoce las respuestas que obtendremos en todos los exámenes a los que seremos sometidos en torno a estas materias. Sin embargo nosotros no. Esto entonces hace imprescindible cada prueba. La quinta materia o asignatura en la que somos puestos a prueba es la de la humildad. Esto es, si en realidad somos humildes y cuán humildes podemos ser. s un secreto a voces que las pruebas y las tribulaciones son sin duda alguna escenarios para retar la humildad de los creyentes. Estos son escenarios en los que somos
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confrontados con la necesidad de desarrollar el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús (Fil 2:5) y la mente de Cristo (1 Cor 2:16). La humildad desarrollada en esos procesos se convierte en una manera de honrar a Dios. ntrar a un nuevo tiempo es entrar a nuevos escenarios para que la humildad sea a prueba y/o que esta se desarrolle aún más. El Apóstol Pedro nos deja saber algo de esto cuando nos dice que una de las maneras en la que le demostramos al Señor que hemos depuesto la soberbia y que nos hemos humillado ante Dios, es decidiendo echar toda nuestra ansiedad sobre Él, porque sabemos que nadie puede cuidar de nosotros como Él lo hace (1 Pedro 5:5-7). sea, que la ansiedad puede ser interpretada de la siguiente manera:
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• Estar ansiosos como un síntoma de que no confiamos plenamente en el Señor • Estar ansiosos como un síntoma de que no hemos doblegado la soberbia • Estar ansiosos como una señal de que no hemos aprendido a humillarnos por completo delante de nuestro Dios. sta ecuación puede desarrollarse en un nuevo tiempo que nos presente múltiples alternativas que nos obliguen a tomar decisiones. Puede ser motivada por el temor a perder algo que esperábamos hace mucho tiempo y que ahora está en nuestras manos. También puede encontrar espacio en actividades y conductas que Dios nos pide dejar en el camino y a las que nos cuesta renunciar. En este escenario tendemos racionalizar nuestro comportamiento alegando que estas actividades y conductas no son pecado. n ejemplo singular sobre la humildad lo encontramos en 1 Cor 12:7-10. El Apóstol Pablo nos dice allí lo siguiente:
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7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; 8 respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. 9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buenagana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
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an Pablo nos dice aquí que se presentó tres (3) veces delante de Dios para pedirle que le quitara un ‘aguijón en su carne.” Esto es, una molestia física o una enfermedad. La respuesta divina en inglés dice lo siguiente: “my grace is sufficient” (mi gracia es suficiente). O sea, que la respuesta de Dios le informa al Apóstol que Dios no lo iba a sanar. Es ante esta respuesta que el Apóstol señala que había decidido aceptar dos cosas. La primera de ellas, que esa enfermedad era un instrumento de Dios para que él no se exaltase desmedidamente. La segunda, que esa enfermedad era necesaria para que el poder de Dios lo llevara a la meta trazada por Dios; el poder de Dios produce un “teleios;” (G5048) en la debilidad. ¿No le parece maravilloso? Este proceso decisional del Apóstol revela un nivel de humildad trascendental. La experiencia a la que el Apóstol Pablo fue expuesto es parte de los procedimientos estandarizados de operación que sigue Dios. Sabiendo esto, los creyentes debemos plantearnos algunas cosas. Por ejemplo, cuánto tiempo dedicamos a orar pidiendo que Dios nos quite, remueva, sane o transforme situaciones que Dios ha decidido que se van a quedar así. Ese tiempo, no solamente puede ser usado para interceder por otras cosas, sino que revela ausencia de la humidad que Dios anhela desarrollar en nosotros. En adición a esto, hay que plantear si queremos alcanzar la meta trazada por Dios o si queremos quedarnos divagando en el camino. Este pasaje bíblico dice que en algunas ocasiones hace falta “un aguijón” para llegar a la meta.
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a Biblia abunda mucho más en el tema de la humildad. Basta mirar con detenimiento Fil 2:5-11 para darse cuenta de que es un llamado a cada creyente para que desarrollemos el mismo sentir de Cristo Jesús.
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