El Heraldo AMECCDA para el 28 de enero de 2018

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28 de enero de 2018 • Volumen XIII • No. 624

“1 Señor, tú nos has sido refugio De generación en generación. 2 Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo, Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.” (Sal 90:1-2)

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uestra primera reflexión acerca de este salmo nos permitió exponer que el escritor del mismo decidió segmentarlo en las siguientes tres secciones: • La eternidad de Dios y la fragilidad del ser humano (Sal 90:1-6) • La santidad de Dios y la realidad de nuestros pecados (Sal 90:7-12) • La bondad de Dios para bendecirnos y los anhelos intensos del ser humano que busca a Dios (Sal 90:13-17).

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l encabezado de este salmo ha informado a través de los siglos que fue escrito por Moisés. La Biblia nos permite disfrutar de diferentes facetas en la vida de este caudillo. En el libro de Éxodo nos lo presentan como un poeta y cantor que escribe canciones para el Señor (Éxo 15:1-19). Al mismo tiempo, todo el libro del Deuteronomio nos permite verle como un gran orador y predicador. Este Salmo nos permite disfrutarlo como un anciano que sabe orar. Este salmo, además de ser un himno (tephillâ, H8605), es una oración. Por lo tanto, este salmo nos permite ver a Moisés como un compositor que ora o como un orante que compone.

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sta oración comienza con el reconocimiento de la eternidad de Dios. Las experiencias que este hombre ha tenido con Dios durante dos terceras partes de su vida, le permiten afirmar que Dios es Dios y seguirá siendo Dios desde antes de que existiera el tiempo y hasta después que se acabe el tiempo (Betérem harim yuladú vatecholel éretz vetevél oomeolam ad-olam ata El). Es esta misma convicción la que lleva a otros personajes bíblicos a afirmar este principio. Algunos de ellos son Abraham (Gn 21:33), Isaías (Isa 9:6; 40:28), Jeremías (Jer 10:10), y Pablo (Rom 16:26).

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sta característica divina, este atributo, es una de las razones por las que afirmamos que es Jesucristo; porque la Biblia dice que Él es eterno:


8 Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. (Heb 13:8).

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l evangelista Juan también lo afirma cuando recoge la siguiente expresión de uno de los diálogos de Jesús: 57 Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? 58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy. (Juan 8:57-58).

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l concepto bíblico de la eternidad se coloca en contraste con las otras culturas del tiempo en el que la Biblia fue escrita. Por ejemplo, los griegos desarrollaron un concepto circular del tiempo en el que unos eventos se repetían de manera cíclica. En cambio, los judíos poseían un concepto lineal del tiempo. En este concepto todo posee un tiempo para comenzar y otro para terminar. Para ellos, el principio y el final estaban garantizados por la eternidad de Dios. ¿Pero qué significa esto? Esto va mucho más allá de decir que Dios no pudo ser creado ni derivado de algo. Decir que Dios es eterno afirma que nada lo puede afectar ni cambiar; que es inmutable. Afirmar que Dios es eterno significa que es incomprensible.

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n ejemplo sencillo que demuestra esto es nuestra inclinación a preguntarnos cuándo comenzó la eternidad. La respuesta a esta pregunta es que la eternidad nunca tuvo un comienzo y nunca tendrá un final. Es por esto que la Biblia nos enseña que al hablar acerca de Dios no se puede decir que Dios fue. Hay que decir que Dios es. ¡Nuestro Dios es eterno! Su eternidad provoca que su gobierno sea eterno (Sal 45:6), que sus juicios sean eternos (Sal 119:160), que su nombre sea eterno (Sal 135:13). Además, su pacto es eterno (Isa 55:3; Jer 32:40; 50:5; Heb 13:20), su amor es eterno (Jer 31:3), sus dominios son eternos (Dan 7:14), su reino es eterno (Dan 7:27; 2 Ped

1:11), el peso de su gloria es eterna (2 Cor 4:17), sus propósitos son eternos (Efe 3:11) y hasta el evangelio es eterno (Apoc 14:6).

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oisés sabe esto porque experimentó la eternidad de Dios en algo que el describe como el refugio divino, la habitación santa y eterna (mâ’îyn, H4583). Este conocimiento le fue revelado a este hombre cuando experimentó que ese refugio no era un lugar. Ese refugio, es una habitación, es la misma eterna presencia de Dios. Sabiendo esto, entonces podemos concluir que cuando el creyente acepta entrar a ese refugio, inevitablemente será impactado allí por la eternidad de Dios. No lo olvidemos, el refugio del que Moisés habla es eterno (Dt 33:27). ¿Qué aspectos de la vida del creyente deben ser impactados por esa experiencia? La respuesta es una muy sencilla y escueta: TODO. Por ejemplo, aceptar que Dios mismo es el refugio, la habitación eterna en la que decidimos ser guardados y protegidos tiene que impactar todos nuestros afectos y nuestras emociones. Moisés dice en este salmo que uno de los impactos de la eternidad de Dios sobre nuestras emociones es que se tiene que transformar la visión y el entendimiento que tenemos de lo que hacemos con nuestras vidas. En otras palabras, cuando el creyente choca con la eternidad de Dios, es movido a preguntarse si vale la pena vivir vidas tan cortas como las nuestras; atrapadas en luchas mezquinas, superficiales, en nimiedades o en cosas insípidas y hasta tontas. Es por esto que el verso 12 de este salmo es un ruego al Dios Eterno para que nos enseñe a vivir con sabiduría de cara a la brevedad de nuestras vidas. ¿El resultado?: aprender a vivir con sabiduría.

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llí, en el lugar en que se revela lo que podemos recibir más allá de las cosas secretas de Dios (Dt 29:29), recibimos la revelación del amor eterno de Dios. Ninguna manifestación bíblica de ese amor puede superar a la manifestada por Dios


en la Cruz del Calvario. Fue allí que Dios desató la manifestación más grande de ese amor eterno. Ese amor manifestado en la Cruz nos rescató, nos perdonó, nos transformó y nos selló para ser hijos de Dios. Hay otra área de la vida del creyente que es impactada cuando este decide hacer suyas las palabras del salmista, habitando en Dios como refugio eterno. Se trata del intelecto y del carácter del creyente. El privilegio de experimentar, aunque sea de manera superficial, las manifestaciones de los atributos de Dios, tiene que producir un efecto transformador en el intelecto y el carácter de cualquier ser humano. ¿Alguna vez usted se ha preguntado cómo puede el escritor del Salmo 91 enumerar tantas bendiciones y promesas de Dios? La respuesta la encontramos en los versos 1 y 9 de ese salmo. Veamos: “1 El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente.” (Sal 91:1). “9 Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación,” (Sal 91:9).

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l salmista está diciendo en ese salmo que habitar al abrigo del Altísimo nos permite desarrollar una mejor compresión de los resultados prácticos que surgen de esa relación. El salmista dice en ese salmo que decidir hacer del Altísimo nuestra habitación, invertiremos menos tiempo peleando contra aquello que nos amenaza: “caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra…” (Sal 91:7).

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stas conclusiones se expanden en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, el mensaje del Apóstol Pablo afirma que somos nuevas criaturas cuando venimos a Cristo (2 Cor 5:17). Al mismo tiempo, Pablo expresa su sed de ganar a Cristo y “ser hallado en Él” (Fil 3:9a). Estas expresiones paulinas son posteriores a su experiencia de conversión. Esto es, no son los apetitos y anhelos de Saulo de Tarso. Esto son los anhelos del Apóstol Pablo. Estas expresiones evidencian una trasformación

de sus apetitos, de sus deseos, de sus metas; del carácter del Apóstol. Estas expresiones apuntan a una transformación del intelecto del Apóstol.

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stas son solo un par de las muchas afirmaciones bíblicas que revelan la transformación del intelecto y del carácter del creyente cuando este decide “habitar en Dios” a través de Cristo Jesús nuestro Señor y nuestro Salvador. Nuestra voluntad es otra área que definitivamente es impactada cuando somos expuestos a la eternidad de Dios. Ella, nuestra voluntad, encuentra en Dios nuevas razones para la inspiración. Es en Él que encontramos que Él es nuestra fuerza (Isa 49:5) y fortaleza (Sal 46). Es en Él que descubrimos que no hay razón para perderse. ¡Él nos dirige! Muy bien lo dice el salmista: “14 Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aún más allá de la muerte.” (Sal 48:14).

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ermítame articular esta aseveración de otra forma. Cuando un creyente decide entrar a la Presencia de Dios (a través de Cristo) va a chocar con la eternidad de Dios. Al hacerlo, ese atributo de Dios tiene que provocar en el creyente la convicción de que el derecho que tenemos a autogobernarnos se perdió, lo hemos cedido al Eterno y Sabio Señor de nuestras vidas. Antes nos ceñíamos nosotros mismos. Ahora nos ciñe el nuevo Dueño de nuestras vidas (Jn 21:18).

S

in duda alguna el Salmo 90 comienza con unas expresiones que están vestidas de eternidad. Estas expresiones garantizan que todos aquellos que deciden insertarse en Dios como habitación eterna, experimentarán la transformación de sus afectos, de su intelecto, de su carácter y su voluntad.

M

oisés dice en esta introducción que este testimonio se repite de Generación en Generación.


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