25 minute read
Historia de un regalo
Somos sabedores de que el máximo interés patrimonial de nuestra Cofradía viene dado por sus valores intangibles. Estos valores transmitidos de generación en generación, constituyen un referente básico identitario para toda la ciudad de Sagunto. Somos fruto de un pueblo que conoce bien de sufrimientos y pasiones; somos resultado de siglos de fe y devoción vertidas solemnemente sobre sus calles al ritmo de tambores que estremecen nuestras imágenes. Imágenes que, siendo ofrendas de amor, se convierten en una verdadera catequesis popular de la espiritualidad de la vida cristiana.
Pero las cofradías no se entienden sin su particular estética, y junto a este patrimonio espiritual, cohabita otro de origen material. Como entidades histórico-culturales (que también lo somos), hemos ido reuniendo a lo largo de los años una serie de elementos artísticos que, sirviendo de expresión al sentimiento religioso, han conseguido indirectamente llevarnos a mostrar cierto grado de ostentación. Los cofrades debemos tener coherencia entre fe y vida; entre actos externos y espiritualidad y saber transmitir que los objetos y posesiones de nuestra cofradía, alcanzan su pleno sentido al servicio de la evangelización.
Advertisement
Es así como, hasta aquello que parece mundano y materialista, lleva impreso en sus orígenes el sello de la fe cristiana. Si buceamos en la historia, veremos que la incorporación de las primeras piezas de cierto valor a las cofradías se remonta a las iniciáticas representaciones iconográficas de María y tiene que ver con el hecho de intentar mostrar a la Virgen como una Reina. El título de Reina se le da a María desde los primeros siglos del cristianismo como preeminencia y poder que le viene de su Hijo. Es Reina por ser la madre de Dios hecho Hombre; Ella nació Reina porque fue predestinada para que lo fuera. A partir de esta premisa comienza la tradición de mostrar a la Virgen coronada y engalanada con vistosos mantos. Años después se añadirá, para resaltar su condición de Reina, el derecho de procesionar arropada con honores bajo palio.
La mayoralía del 2020, como muestra de amor a la Virgen Madre de Jesús en el misterio de su último Dolor, hemos querido hacer entrega a la Cofradía y por ende al pueblo de Sagunto, de un nuevo palio para nuestra Virgen de La Soledad. La doctrina de la Iglesia nos ha enseñado que, honrando a María como nuestra Reina, honramos a Cristo, nuestro Rey. Deseamos que este regalo, legado de amor y devoción, contribuya a generar religiosidad, seriedad y respeto ante su paso y sea motivo de silencios contenidos y promesas musitadas.
EL PALIO, COBIJO DE LA MADRE DE JESÚS
El palio nació en las culturas antiguas asociado tanto al poder civil como a festividades religiosas. Lo hace siguiendo un criterio práctico basado en la necesidad de proteger de la lluvia y del sol a personalidades importantes de los pueblos de Mesopotamia y de Egipto. Quedó así asociada la idea de que aquellos que se cobijaban bajo este objeto, podían ser identificados con la jerarquía. En su modo primitivo, su forma recuerda en cierto modo, a la tienda en la que reposaba el Arca de la Alianza durante el éxodo del pueblo de Israel en el desierto. Básicamente, se constituía en una cúpula confeccionada con elegantes y cuidadas telas, sujetadas estas por varios palos.
Su uso como elemento litúrgico es de origen bizantino, remontándose a las iglesias católicas orientales en las que se usaba un baldaquino (del italiano Baldacco que significa Bagdad) para cubrir el Santísimo Sacramento, reliquias, sacerdotes de alta jerarquía o reyes
El palio significa la protección de la Iglesia a la persona, imagen, objeto o figura que se cobija bajo él. La altura de este, a veces realzada por la incorporación de penachos con plumas colocados en sus esquinas, permitía que las multitudes se percatasen con tiempo suficiente de que el Santísimo o el personaje recibido bajo ese dosel ambulante, se acercaba al punto dónde se encontraban los espectadores. Independientemente de esto, su avance forzosamente lento, confería gran solemnidad a la escena que cobijaba. En España los reyes confesionalmente católicos, utilizaron habitualmente el palio desde los tiempos visigodos hasta el año 1931 aunque, excepcionalmente la última vez que un rey español usó este privilegio, fue en 1975 con motivo de la misa de acción de gracias por la proclamación de SM Juan Carlos I.
Pero esta utilización del palio procesional no fue privativa de los soberanos españoles. Esta costumbre era compartida por los Reyes Cristianísimos de Francia y por los monarcas ingleses. Así también los Emperadores de Austria asistían con pompa indescriptible a la procesión del Corpus Christi en Viena, como así atestiguan documentos fotográficos del reinado de Francisco José I.
Por otro lado, los ortodoxos, Emperadores de todas las Rusias, cabeza de su Iglesia nacional y herederos del ceremonial bizantino, desfilaban también bajo palio al coronarse en el Kremlin moscovita; así lo hizo Nicolás II por última vez en 1896.
Volviendo a nuestro país, desde que en 1978 la Constitución española sancionara la aconfesionalidad del Estado, la utilización del palio procesional ha caído en desuso por parte de nuestros Reyes. Hoy día sólo se ven palios cubriendo la Custodia Eucarística y a veces, amparando a los prelados, como ocurre cuando un nuevo obispo efectúa su entrada oficial en la localidad sede de su diócesis. La progresiva ausencia de su utilización es tal, que incluso en el Vaticano ha sido desterrado en los últimos pontificados como uso personal de los Papas.
Pero cuando parecía inevitable la gradual desaparición de este elemento litúrgico, resurge una interpretación de él que le hará conservar una vigencia inusitadamente espléndida: el Paso de Palio, que tiene su máximo exponente en la magnificencia de los palios que cobijan las imágenes marianas en los pasos de la Semana Santa española.
Antes de adentrarnos en la historia de los Pasos de Palio que nos conducirá a la descripción de nuestro regalo, haremos una breve clasificación de los distintos pasos (también llamados andas o tronos) que las cofradías de penitencia sacan a la calle para realizar sus procesiones:
El Paso de Cristo: representa un episodio de la Pasión de Cristo mediante una sola imagen de Jesús. A lo sumo puede ir acompañada de otra escultura que encarne un personaje de los que intervienen en el momento pasionista en cuestión.
El Paso de Misterio: representa un episodio de la Pasión de Cristo mediante una composición escultórica en la cual la imagen de Jesús aparece acompañada por un mínimo de otras dos esculturas que participan del momento de la Pasión representado, sea este puramente evangélico o fruto de una tradición devocional como lo sería, por ejemplo, el episodio protagonizado por la Santa Verónica. El número de esculturas que conforman un Paso de Misterio suele variar entre un mínimo de tres y un máximo no determinado, pero que suele coincidir con las trece esculturas que configuran la representación de la Última Cena.
El Paso Alegórico: representa con figuras alegóricas un pasaje bíblico o destaca, de la misma manera, alguna enseñanza evangélica. Por ejemplo, la Hermandad del Santo Entierro de Sevilla procesiona el Sábado Santo un esqueleto sobre el Calvario junto a un dragón, como símbolo de la victoria de Cristo sobre la muerte. Quizás el Paso Alegórico más frecuente sea el del Triunfo de la Santa Cruz; en él aparece la Cruz cargada de distintos instrumentos utilizados en la Pasión de Cristo.
Por último, abordaremos la descripción del Paso de Palio o Paso de Virgen que es realmente el objeto de nuestro interés. Las dos diferencias principales con el Paso de Misterio y el Paso de Cristo, son el palio sostenido por varales y la peana que hay sobre la plataforma para colocar a la Virgen.
Históricamente, el palio se empezó a colocar sobre las andas en la primera mitad del siglo XVII y al principio hubo cofradías que colocaban tanto a Cristo como a la Virgen bajo él.
Según la cultura popular, el Paso de Palio nace en Sevilla y el primer documento gráfico de su utilización lo tenemos en un antiguo grabado propiedad de la Hermandad del Silencio que data de 1611.
Por otra parte, la primera cofradía en utilizar el palio adosado a un paso procesional fue la Cofradía de La Soledad de San Lorenzo de Sevilla. La Virgen de la Soledad, nuestra Virgen, fue la primera dolorosa en procesionar sobre este tipo de paso. Este palio fue estrenado el Viernes Santo de 1606 y había sido bordado por Francisco Ramírez con diseño de Gaspar de la Rúa. Este hecho cobra veracidad cuando en 1882, el historiador Bermejo narra cómo en el año 1610 esta cofradía, según su libro de cuentas, estaba costeando aún el bordado de dicho palio.
Pero como todo cambio que se produce en un mundo tan tradicionalista como es el de las cofradías, la introducción del palio en los Pasos de Vírgenes no fue unánimemente aceptado. Así, sabemos que, en el siglo XVII, diversas personalidades eclesiásticas sevillanas, aunque no se oponen frontalmente, valoran como excesivo el uso del palio en las Dolorosas, considerando que su uso debería reservarse exclusivamente para el Santísimo Sacramento.
El Paso de Palio ha ido evolucionando hasta llegar a un compendio estético de color y movimiento, que al pasar ante el espectador que lo contempla, es capaz de provocar un sentimiento tal, que devociones que se mantenían en letargo despiertan. La tradición más poética asegura que con este tipo de paso, los cofrades tratan de evitar a la Virgen la posibilidad de percatarse del sufrimiento de su Hijo Redentor, distrayendo su atención con el requiebro de los varales, el vaivén de las bambalinas y el brillo de sus bordados.
Existen en la actualidad cuatro modelos de palios para las andas de Virgen.
El modelo de más antigüedad es el llamado palio de cajón formado por un techo sin exorno sobre bastidor, cuatro bambalinas o faldones de forma rectangular, cordones cortos y ornamentación de forma sencilla.
Un segundo modelo es el denominado palio de figura o sevillano; de rica ornamentación, suntuosos bordados de corte barroco con motivos florales, con cordones de mayor longitud y flecos dorados; así como bambalinas más anchas y partidas en sentido vertical entre los varales. El material empleado para su confección puede variar entre el terciopelo, el raso, el tisú o la malla. Los bordados se ejecutan con hilo de plata u oro y pueden llevar, a veces, incrustaciones en otros materiales como marfil o esmalte.
El siguiente palio es el llamado tipo rígido. Su aspecto es de magnificencia pues en su confección sólo se utiliza metal (plata o metal plateado) abundantemente repujado y cincelado y con remates de crestería. En vez de cordones, lleva bolas o campanillas.
Finalmente tenemos el palio mixto, con remate de crestería de metal de la que cuelgan las bambalinas en tejido bordado.
Pero hay que decir que sea cual sea el modelo, absolutamente todo lo que conforma el paso de palio tiene una razón de ser, todo es simbólico, todo es como es, no pudiendo ser de otra manera. Porque el Paso de Virgen es un altar callejero para la devoción a María, así los fieles han querido ver en cada uno de sus elementos un trozo de la Pasión de Cristo que explican de la siguiente forma:
• La imagen de la Virgen va colocada sobre una peana que intenta emular a toda la corte celestial de ángeles que ascendieron en cuerpo y alma a la Madre de Dios, su rostro dolorido y a la vez lloroso, simboliza el padecimiento por la Pasión de Cristo. Sobre sus sienes luce, como Reina de toda la creación humana, una corona a semejanza de la que describe el Apocalipsis, aureolada de ráfagas de rayos y estrellas. El pañuelo que sostiene sobre una de sus manos simboliza su pureza virginal. En su cintura, un fajín o cíngulo como representación de su virginidad y su consagración a Dios
Padre. El largo manto que cubre sus espaldas, simboliza amparo y refugio. • El techo del palio por su cara interior, representa la venida del Espíritu
Santo en el día de Pentecostés, simbolizando las primeras comunidades de creyentes de Cristo. • Los varales sobre los que descansa el dosel que cubre a la Santísima Virgen, encarnan a los Sagrados Apóstoles. • Los candelabros de cola, hacen alusión a la zarza ardiente del monte Sinaí y muestran a los fieles el camino para llegar hasta su Hijo. • Las jardineras de exquisita orfebrería que rodean el paso, simbolizan la
Limpia Concepción de María. • Las flores que se colocan en el conjunto del paso representan a los fieles arropando a Nuestra Señora.
Pero si hay algo de este paso que es un legado de arte, son los bordados en oro que preñan las telas de su techo y bambalinas. La riqueza y profusión de bordados de estos palios se ha convertido en norma para las cofradías y, en conjunción con los bordados del manto, forman una parte esencial de la singularización del palio de figura. El periplo desde los primeros bordados en oro hasta llegar a este punto, tiene su propio recorrido por la historia. Vamos a intentar hacer una pequeña síntesis.
PUNTADAS PARA EL CIELO Y LA TIERRA
Pues bien, en la transmisión y desarrollo del bordado en oro, tiene un papel fundamental Bizancio y las relaciones comerciales que mantuvo con Oriente. En estos intercambios, los bizantinos adquieren ricos elementos de manufactura con los que elaboran maravillosos bordados en oro y plata. Bizancio extenderá sus conocimientos por Europa hasta llegar estos a España. Por otra parte, para entender el origen del bordado en oro en nuestro país, hay que tener en cuenta también, la importante huella que deja en este sentido, la presencia musulmana en Al-Ándalus.
Esta será en rasgos básicos, siglo a siglo, la evolución del bordado en oro y las características que lo identifican en cada época: • El gran desarrollo del bordado comienza a finales del siglo XI impulsado por las Cruzadas; las valiosas telas que traían los caballeros a su regreso sirvieron de inspiración para los bordados occidentales, aunque los motivos usados estaban aún inspirados en los dibujos que los persas lucían en sus estolas. • En el siglo XII veremos un bordado muy elemental en el que predominan las formas geométricas de gran tamaño, pero con motivos ya de etiología cristiana. • En el siglo XIII imperan las formas góticas, y por influjo de los cruzados se incluyen motivos que tienen que ver con escudos y otros asuntos de caballería. La decoración se vuelve algo más pequeña y a su vez hay una tendencia a recargar las composiciones. • En el siglo XIV aparece por primera vez el uso de las lentejuelas en los bordados y se afianza el terciopelo, que aparece a finales del siglo anterior, como soporte predilecto del bordado en oro español. • Será en el siglo XV cuando los bordadores se organicen de forma gremial, siendo la ciudad de Sevilla la primera en componer sus ordenanzas; este hecho supone un importante impulso para el oficio, ya que dará lugar a un control de los talleres tanto en lo que tiene que ver con la formación de los bordadores, como en lo referente a la calidad de los materiales utilizados.
• Vemos así, ya en el siglo XVI, como se perfeccionan los medios para las distintas técnicas de bordado en hilo de oro. Adquiere gran importancia, en los primeros años de esta centuria el bordado de imaginería, donde las cenefas se complementan con imágenes, dispuestas en hornacinas sobre fondos dorados.
A finales de este mismo siglo empieza a adquirir relevancia el “bordado al romano”; en este tipo de bordado, las imágenes serán sustituidas por una rica decoración renacentista, que emplea diversos motivos como revoleos, volutas o jarrones. También comienza a utilizarse en algunos bordados, abalorios como perlas, o piedras preciosas.
En este siglo predomina el bordado religioso al servicio de la Iglesia, empezando las cofradías a tomar importancia, aunque estas aún no realizarán apenas encargos de piezas bordadas.
• En el siglo XVII (y también en el posterior), el bordado español se convertirá en un arte dominado por el barroquismo, siendo asumido por las clases más altas como símbolo de poder y opulencia. Como ya hemos comentado, en este siglo decáe el uso del bordado de imaginería, sustituyéndose las imágenes por elementos florales y vegetales.
A medida que avanza esta centuria, los bordados van agradándose, alcanzando gran vistosidad a través del predominio de trabajos con mucho relieve. Será también en este siglo, como consecuencia de los postulados del Concilio de Trento, cuando el bordado en oro empiece a estar presente en el culto a las imágenes y en las procesiones de Semana Santa.
• En la primera mitad del siglo XVIII va decayendo el exceso de relieve en los bordados y vuelve a imponerse el oro llano, destacando el bordado con lentejuelas y canutillos como elementos decorativos. Otra aportación de este siglo es el bordado de cartulina. A partir de la segunda mitad del XVIII, el barroco evoluciona hacia el rococó y aparece la decoración rocalla, que llegará a dar nombre a una corriente artística. • En el siglo XIX la producción de bordados disminuye por la competencia entre bordadores y tejedores, además de por la implantación del bordado mecánico que es mucho más rentable.
Aún así el bordado en oro continuó con su desarrollo y en la primera mitad de este siglo XIX, podemos ver nuevos elementos ornamentales de carácter simbólico, que se bordan dejando grandes espacios sin cubrir; entre ellos destacan la paloma, el cordero místico, el pelícano, las espigas de trigo, el sol, la luna y las
estrellas. Aparece también entre los motivos la heráldica como referencia a la historia de las hermandades.
Pero en la segunda mitad del siglo XIX ocurre un hecho de vital importancia, el bordado de las cofradías se independiza del bordado litúrgico, creando un estilo particular al servicio de las propias hermandades y cofradías. En estos momentos los talleres se consolidan y los bordados van enriqueciendo su decoración, incorporando una nueva temática llena de motivos de carácter figurativo, vegetal y floral. Se introducen también símbolos alusivos a las devociones pasionistas, cristíferas y marianas. En esta época romántica, surge también la aportación de nuevos colores para los tejidos que sustentan los bordados; hasta este momento solo se ha utilizado el negro y el morado.
• Durante el siglo XX el romanticismo decae. La decoración comienza a empequeñecerse acercándose a un estilo neobarroco, con un predominio por las curvas, el movimiento y la simetría. A primeros de este siglo, en 1908, se utiliza por primera vez la bambalina calada, el bordado sobre malla y los flecos de madroño; de este modo se insiste en la movilidad del dosel, la penetración de la luz del entorno y la mejor contemplación de la imagen.
Los años cuarenta estarán marcados por la abundancia y profusión de los bordados a realce, el barroquismo y la postrera influencia del modernismo.
A partir de los años sesenta, los cofrades y hermandades dejaran mayoritariamente de realizar sus encargos a los talleres de bordado por una dudosa interpretación de las disposiciones del Concilio Vaticano II. Afortunadamente, esta pequeña crisis duró solo unos pocos años y llegados los años noventa, nuevos proyectos comenzaron a ponerse en marcha.
Después de este viaje por el bordado a través del tiempo, ya sólo nos queda enmarcar el palio, objeto de nuestro regalo, en la coyuntura actual y definir sus rasgos principales, así como explicar las motivaciones que nos han llevado a ejecutarlo precisamente de dicha manera.
Pues bien, actualmente podemos decir que las cofradías son las responsables máximas de la vigencia de los bordados en oro y que, con sus encargos, independientemente de colaborar a la pervivencia de un oficio centenario, engrandecen el patrimonio de todos con verdaderas obras de arte, ayudando al mismo tiempo, a la creación de puestos de trabajo que dan sustento a numerosas familias.
Nuestra cofradía, a través de su mayoralía del año 2020, contribuirá a perpetuar esta tradición, estrenando esta próxima Semana Santa el techo y las bambalinas del anda de Nuestra Señora de la Soledad.
Culmina así la renovación del conjunto procesional de la Soledad que, respetando los elementos que ya posee, conferirá a su anda un aspecto ciertamente monumental.
El nuevo palio se adapta a las dimensiones actuales del trono, siguiendo para acometer su proyecto, las pautas ya marcadas anteriormente para la elaboración de su manto de salida.
El resultado final es un palio neobarroco clásico, acorde con el aspecto estético y artístico del manto. La riqueza y profusión de bordados del palio en sincronía y conjunción con los del manto, formarán en el futuro una parte esencial en la imagen global del anda de nuestra Soledad.
Estructuralmente, el palio está compuesto por:
• Un techo o cielo de forma rectangular realizado en terciopelo negro y malla dorada. • Dos bambalinas laterales formadas por tres paños de terciopelo negro partidos en sentido vertical a la manera del palio de figura. • Una bambalina delantera formada por un único paño de terciopelo negro, en cuyo centro se encuentra superpuesto un medallón enmarcado en una hornacina que hace las funciones de una metopa. • Una bambalina trasera formada también por un único paño de terciopelo y en cuyo centro podemos apreciar otro medallón gemelo del delantero. • Remates en flecos dorados y largos cordones entre varales.
Sus bordados en hilo de oro, se inspiran en los palios decimonónicos que reproducen la simbología del mal que ha de superarse y de la felicidad eterna mediante la redención de los pecados; esto tiene su representación a través de las hojas de acanto. Las hojas de acanto con sus espinas, son símbolos del castigo y del dolor como pago por los pecados; aquello que está adornado con esta hoja, ha vencido la maldición bíblica. Numerosas hojas de cardo, simbolizan el sacrificio y la penitencia que ha de llevar toda vida de entrega cristiana, en recuerdo de los sufrimientos que pasó María Santísima durante la Pasión de su Hijo. Los tallos más finos, de una entrelazada hojarasca, simbolizan la regeneración de las almas a través de las buenas obras. Entre la hojarasca, aparecen grupos de rosas que manifiestan la belleza física y espiritual de la Virgen María como Madre del Altísimo y abundantes flores de la pasión asoman, simbolizando el sufrimiento de Cristo durante su crucifixión. Se adorna además el bordado con hojas polilobuladas, ramas de campanillas y semillas circulares que refuerzan el predominio de su decoración vegetal. Variedad de volutas y revoleos a la manera renacentista, completan el entramado, sometiéndose así a la tendencia del bordado en
oro de los primeros años del siglo XX, que llena profusamente la totalidad del espacio con gran cantidad de motivos de pequeño tamaño. Siguiendo igualmente la vocación de este siglo, el diseño apuesta por el predominio de las curvas, el movimiento y la simetría.
En cuanto a sus motivos en seda, continuando con la inspiración de los bordados decimonónicos, el palio introduce elementos ornamentales de índole simbólico, motivos pasionales figurativos y símbolos alusivos a devociones. Es así como podemos ver bordados en él, con la técnica de Acu Pictae, la paloma como símbolo del Espíritu Santo, la figura de la Virgen al pie de la Cruz y el escudo con el anagrama de María Virgen. Estos tres elementos son verdaderas obras de artes, donde la aguja reemplaza al pincel creando a la perfección sombras, zonas de luz, fondos, volúmenes y matices de color como si de un lienzo se tratase.
El diseño del palio aspira a la consecución de tres objetivos encuadrados en el plano de la devoción, el deseo de la perfección en lo material y la íntima esperanza de una Semana Santa en la fe.
De esta manera, el objetivo primero del diseño del palio, es enaltecer el dogma de la realeza de María a través de un planteamiento iconográfico y simbólico, que contempla elementos devocionales, históricos, artísticos y dogmáticos. Vamos a analizar estos elementos, que adornan tanto bambalinas como techo, explicando de que manera ellos reafirman dicha realeza
Elementos de las bambalinas:
Nos encontramos bordada en sedas, en el medallón de su bambalina trasera, la corona real timbrando el anagrama de María y en su bambalina delantera, bordada también en sedas, la imagen de la Virgen al pie de la Cruz timbrada en esta ocasión, por el monograma JHS:
• La corona, como símbolo terrenal de su reinado, está realizada en terciopelo granate por ser el rojo el color que ostenta mayor simbología de majestad y realeza. Fue el Papa Benedicto XVI quien señaló que la aceptación de María de la voluntad divina, es la razón última por la cual María es Reina.
Dios la exaltó y Cristo la coronó.
• El anagrama de María está bordado en sedas azules por la relación de este color con el azul del cielo; reconocemos a María como Reina de los Cielos, gloriosa y digna Reina del Universo. • La imagen de María al pie de la Cruz la encontramos bordada sobre terciopelo negro, color asociado a la ausencia de vida. María, al pie de la Cruz, participa del drama de la redención convirtiéndose en Reina de la Vida y
Madre de la Salvación de los cristianos. Sobre su cabeza, una estrella argéada ilumina las tinieblas del pecado. La escena tiene la particularidad de representar a María en el momento de sufrimiento por la crucifixión de su Hijo, con una imagen dolorosa de mirada descendiente, contraviniendo así el modelo iconográfico del “Stabat Mater” en el que tradicionalmente siempre es representada con una mirada con dirección ascendente. • El cristograma JHS aparece bordado en la parte baja de la escena y entendido en su aceptación “Jesús Salvador de los Hombres (Iesus Hominum
Salvator), acerca la figura de María al misterio de la Salvación
Elementos del techo:
En una gloria central bordada en seda y oro sobre malla dorada, encontramos una gran paloma saliendo desde un haz de luces y lenguas de fuego:
La paloma como símbolo fundamental del misterio de la Encarnación.
De esta manera lo narra San Lucas: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por eso el hijo engendrado será santo.”
La Encarnación se produce en el mismo momento en el que la Virgen escucha el mensaje angélico y acepta su mandato. Desde ese mismo instante, por el hecho de llevar en su seno al Hijo de Dios, María se convierte en Reina:
“No temas María, porque has encontrado gracia a los ojos de Dios, y de Él concebirás un Rey”.
María es Reina por ser madre de Rey.
Nuestro segundo objetivo en el diseño del palio, ha sido casar estilísticamente el nuevo trabajo con la estructura y trono actuales, así como con el aspecto estético y artístico de su manto procesional.
De esta manera se ha conseguido que todo el conjunto del anda se enclave en un estilo neobarroco rico en detalles y relieves, con un gran equilibrio y de una simetría prácticamente matemática.
La simetría ha sido clave en la realización de nuestro proyecto; vinculada a la perfección divina, ha ido extendiendo su magia desde el inicio de los primeros bocetos hasta la conclusión de la última puntada.
Esta aspiración a la simetría comienza ya con la ejecución del manto, que ordena su bordado a partir de una columna vertebral central y que distribuye el resto de la composición a ambos lados en perfecto equilibrio.
En el planteamiento del dibujo de los bordados del palio, el juego de simetrías es total, tanto en lo que respecta a las bambalinas como en lo que hace referencia a su techo. Para su diseño se ha seguido el patrón del arte religioso clásico, en el cual, si la obra contiene una sola figura, esta se situará sobre el mismo eje de simetría del espacio plástico. Si tiene dos, se situarán equidistantes a ambos lados del eje. Si tiene tres figuras, una actuará de eje organizativo con respecto a las demás. Y de este modo, los sucesivos elementos se irán situando alternativamente a uno y otro lado del eje. Y es que la simetría pone orden en el caos y permite que las formas fluyan con naturalidad.
Así, en lo relativo al techo, una gran cenefa bordada en terciopelo, delimita el espacio a ocupar por la malla de oro. Dicha cenefa se desarrolla a través de un ritmo de entrantes y salientes en los ejes vertical y horizontal del palio y en las diagonales de las esquinas; el resultado es una total simetría del bordado respecto a todos y cada uno de estos ejes. En la parte central del cielo del palio, la gloria que representa al Espíritu Santo saliendo de una orla de rayos y lenguas de fuego, guardará idéntica simetría consigo misma y con respecto al conjunto total del bordado.
En cuanto a las bambalinas se refiere, cada uno de los tres paños que componen las bambalinas laterales, es simétrico consigo mismo respecto a su eje vertical. También lo es el conjunto de los tres paños sobre este mismo eje y, inevitablemente, guardan relación de simetría cada uno de los paños con su anterior y posterior. Por otra parte, la bambalina delantera es perfectamente simétrica respecto a la bambalina trasera y, esta última lo es consigo misma en la totalidad de sus bordados respecto a su eje vertical.
Este juego de simetrías es la responsable ultima de la perfecta armonía de cada uno de los motivos que componen el diseño del palio con la totalidad de este.
Nuestro tercer objetivo, el más importante y aún por cumplir, es lograr un palio que provoque en todos nosotros el entusiasmo de vivir la Semana Santa con devoción a la Madre de Dios.
Ella, que ha seguido a Jesucristo hasta el Calvario, nos acompañe también a todos nosotros en los actos que, por ser la mayoralía del año, tenemos la responsabilidad de llevar a cabo. Ella, que ha aceptado valientemente el sacrificio de su Hijo, nos ayude a no tener miedo del peso de la Cruz en cualquier circunstancia de nuestras vidas.
“porque la Virgen consuela su llanto entre bambalinas, cuando el paso se levanta y por las calles camina calles camina…”
Agradecemos a toda la ciudad de Sagunto su generosidad, su empatía y su incansable colaboración; este regalo es de todos y cada uno de vosotros.
Gracias también a la Junta Directiva y especialmente nuestro agradecimiento para Marce y Paco, fieles guardianes del patrimonio de nuestra ermita.