REVISTA DIGITAL LUMEN EL SALVADOR JULIO - AGOSTO

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Edición Especial Revista Católica


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CONTENIDO: Pág. 2

-Oración a Santa Elena.

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Editorial.

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Oraciones a Nuestra Señora del Carmen.

Pág. 5

Historia sobre Nuestra Señora de Santa Ana.

Pág. 6

Santiago Apóstol.

Pág. 7

La Transfiguración del Señor.

Pág. 8

La Asunción de María.

Pág. 9

Las Virtudes Teologales, Parte IV.

Pág. 10

Eventos Lumen.

Pág. 11

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oración a Santa eLENA

Te rogamos, santa Elena, que intercedas ante Dios por nosotros; colmando de plenitud nuestras vidas; dando solución a nuestros problemas y necesidades; bendiciendo a nuestras familias, instituciones y sus actividades. Necesitamos la fuerza del Espíritu Santo, para vivir la palabra de Dios en nuestros hogares, hasta lograr que en nuestras familias, por la presencia viva de Cristo, brille la luz del Amor Cristiano. Danos la unidad que nos haga fuertes al caminar por los senderos del Amor, la Justicia, la Libertad y la Paz, para que todos vivamos como hermanos bajo tu santa protección. Amén


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Edi to ri al Agradecidos con Dios por la vida y la salud que nos presta, iniciamos este segundo semestre del año dos mil veintiuno, compartiendo con usted, apreciado lector, un poco de la fe que el Señor nos permite vivir. Presentamos ante usted la actual edición correspondiente a los meses de julio y agosto, destacando dos celebraciones litúrgicas importantes: a)Fiestas de San Joaquín y Santa Ana, padres de la santísima Virgen María. El origen de esta celebración lo encontramos fundamentado en la Sagrada Tradición, es decir, en las verdades reveladas y transmitidas de manera oral, desde lo inicios de la era cristiana hasta nuestros días. b)Fiestas titulares en honor al Divino Salvador del Mundo. La segunda persona de la Santísima Trinidad, es decir, nuestro Señor Jesucristo es el dador de gracia que borra nuestros pecados y nos concede salvación. Esta realidad, nos es presentada por la liturgia de la Iglesia cada seis de agosto al recordar el pasaje bíblico de la Transfiguración de Jesús ante la mirada de algunos de sus discípulos, en lo alto de una montaña. En dicha celebración contemplaremos la grandeza de Dios representada en lo alto del monte manifestada ante la pequeñez que habita dentro del corazón humano. En Lumen El Salvador, seguimos orando por usted y, a la vez, compartiendo la fe y la esperanza cristiana a través del Evangelio predicado. Que la bendición del Señor le asista siempre.

PBRO. LUIS ALVARADO ASESOR ESPIRITUAL LUMEN EL SALVADOR


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O r aciones a Nuestr a Señor a

del

Carmen

SÚPLICA PARA TIEMPOS DIFÍCILES "Tengo mil dificultades: ayúdame. De los enemigos del alma: sálvame. En mis desaciertos: ilumíname. En mis dudas y penas: confórtame. En mis enfermedades: fortaléceme. Cuando me desprecien: anímame. En las tentaciones: defiéndeme. En horas difíciles: consuélame. Con tu corazón maternal: ámame. Con tu inmenso poder: protégeme. Y en tus brazos al expirar: recíbeme. Virgen del Carmen, ruega por nosotros. Amén."

ORACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN: Oh Virgen Maria, Madre de Dios y Madre también de los pecadores y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario, por lo que su Divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo, el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que te pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria y bien de mi alma; que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa. Quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente y uniendo mi voz con sus afectos, te saludo una y mil veces diciendo: Tres Avemarías.. Virgen Santísima del Carmen, yo deseo que todos sin excepción, se cobijen bajo tu sombra protectora de tu Santo Escapulario y que todos estén unidos a Ti Madre Mía, por los estrechos y amorosos lazos de ésta tu querida insignia. ¡Oh Hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante su sagrada imagen y concédenos benigna tu amorosa protección. Te encomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre el Papa y la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos, cómo ofenden a tu Divino Hijo y a tantos infieles cómo gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre Mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Amén.


Nuestra Señora de

Santa Ana

En julio se celebran las fiestas en honor a Nuestra Señora Santa Ana, del 17 al 26 de julio. Según la historia, la población cristiana de Santa Ana se fundó en el año 1569. Nuestro territorio, lo que hoy conocemos como El Salvador, a diferencia de otros países de Latinoamérica, no contaba con la sede de los virreinatos como México o Perú. Siempre formó parte de la diócesis de Guatemala, desde 1534 hasta que se erigió la de El Salvador en 1842, y posteriormente la de Santa Ana en 1913. Este detalle es digno de mencionarse porque la distribución territorial de la Iglesia Católica por diócesis sirvió posteriormente para la definición geográfica de los territorios de los diversos países de América. La Catedral La Catedral resume las 3 edades de la población de Santa Ana: primero La Antigua, después La Reformada y finalmente La Transformada. Blanco monumento con huellas que le van dejando el paso del tiempo. La fachada espléndida, las naves acogedoras, elegantes y espirituales. Las magníficas columnas caen de las cúpulas como los pliegues del vestido de una reina. La reina es la Señora Santa Ana. El Obispo Bernardino Villalpando le dedicó a ella la iglesia. La Catedral de Santa Ana posee la figura de cruz latina, con tres naves. Patrona de los partos difíciles: En 1913 se consagró a Santa Ana como la “Patrona de los Partos Difíciles”, motivo por el cual hoy en día algunas mujeres que están a punto de dar a luz se encomiendan a su intercesión. Además, muchas madres acuden a la Señora Santa Ana para presentar a sus bebés, a los 40 días de nacidos. Por otro lado, hablando específicamente de Santa Ana y San Joaquín, su esposo, una antigua tradición, que arranca del siglo II, atribuye los nombres a los padres de la Santísima Virgen María, abuelos de Jesús. Grande es la dignidad de Santa Ana por ser la Madre de la Virgen María, predestinada desde toda la eternidad para ser Madre de Dios, la santificada desde su concepción. La santidad de Santa Ana es tan grande por las muchas gracias que Dios le concedió. Su nombre significa "gracia". Dios la preparó con magníficos dones y gracias. Amaba a Dios sinceramente y se sometió a su santa voluntad en todos los sufrimientos, como fue su esterilidad por veinte años, según cuenta la tradición. Esposa y madre fue fiel cumplidora de sus deberes para con el esposo y su encantadora hija María. Muy grande es el poder intercesor de Santa Ana. Ciertamente es Santa Ana amiga de Dios, distinguida sobre todo por ser la abuela de Jesús. Recuerda gloriosa Santa Ana, pues tu nombre significa gracia y misericordia. Yo, pecador, animado de confianza, acudo a ti, santa madre de la Inmaculada Virgen María y encantadora abuela del Salvador. No desoigas mi petición, antes bien escucha y accede a mis ruegos. Amén.

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Santiago Fue uno de los 12 apóstoles del Señor. Era hermano de San Juan evangelista. Presenció todos los grandes milagros de Cristo, y con Pedro y Juan fueron los únicos que estuvieron presentes en la Transfiguración del Señor y en su Oración en el Huerto de Getsemaní. ¿Por qué lo prefería tanto Jesús? Quizás porque (como dice San Juan Crisóstomo) era el más atrevido y valiente para declararse amigo y seguidor del Redentor, o porque iba a ser el primero que derramaría su sangre por proclamar su fe en Jesucristo. Cuenta el santo Evangelio que una vez al pasar por un pueblo de Samaria, la gente no quiso proporcionarles ningún alimento y que Santiago y Juan le pidieron a Jesús que hiciera llover fuego del cielo y quemara a esos maleducados. Cristo tuvo que regañarlos por ese espíritu vengativo, y les recordó que Él no había venido a hacer daño a nadie sino a salvar al mayor número posible de personas. Santiago no era santo cuando se hizo discípulo del Señor. La santidad le irá llegando poquito a poco.

apóstol

Después de la Ascensión de Jesús, Santiago el Mayor se distinguió como una de las principales figuras entre el grupo de los Apóstoles. Por eso cuando el rey Herodes Agripa se propuso acabar con los seguidores de Cristo, lo primero que hizo fue mandar cortarle la cabeza a Santiago, y encarcelar a Pedro. Así el hijo de Zebedeo tuvo el honor de ser el primero de los apóstoles que derramó su sangre por proclamar la religión de Jesús Resucitado. Antiguas tradiciones (del siglo VI) dicen que Santiago alcanzó a ir hasta España a evangelizar. Y desde el siglo IX se cree que su cuerpo se encuentra en la catedral de Compostela (norte de España) y a ese santuario han ido miles y miles de peregrinos por siglos y siglos y han conseguido maravillosos favores del cielo. Es Patrono de España y de su caballería. Los españoles lo han invocado en momentos de grandes peligros y han sentido su poderosa protección. También nosotros si pedimos su intercesión conseguiremos sus favores.

ORACIÓN A SANTIAGO APÓSTOL: Dios Todopoderoso y misericordioso, que escogiste doce apóstoles para evangelizar al mundo entero. Entre ellos, tres fueron favorecidos de manera especial por Tu Hijo Jesucristo, quien se dignó a contar con el Apóstol Santiago en este selecto número. Que por su intercesión seamos dignos de obtener la gloria del Cielo, donde Tú vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos! (3 veces)


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La transfiguración

del sEÑOR

Marcos 9,2-10. ¡Qué bien se está aquí!... Pero hay que esperar. El hecho de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor es de mucha importancia para la vida de la Iglesia, porque reafirma nuestra esperanza en el Señor Resucitado, pues sabemos que, cuando se nos manifieste, transformará nuestros cuerpos mortales, eliminando de ellos todas las miserias y configurándolos con su cuerpo glorioso e inmortal. Lo que pasó en el Tabor lo sabemos muy de memoria. Jesús, al atardecer de aquel día, deja a los apóstoles en la explanada Galilea y, tomando a los tres más íntimos Pedro, Santiago y Juan, se sube a la cima de la hermosa montaña. Pasa el Señor la noche en oración altísima, dialogando efusivamente con Dios su Padre, mientras que los tres discípulos se la pasan felices rendidos al profundo sueño. Al amanecer y despabilar sus ojos los discípulos, quedan pasmados ante el Maestro, que aparece mucho más resplandeciente que el sol. Se le han presentado Moisés y Elías, que le hablan de su próxima pasión y muerte. Se oyen los disparates simpáticos de Pedro, que quiere construir tres tiendas de campaña y quedarse allí para siempre. El Padre deja oír su voz, que resuena por la montaña y se esparce por todos los cielos: “¡Éste es mi Hijo queridísimo! ¡Escúchenle!”. Y la palabra tranquilizante de Jesús, cuando ha desaparecido todo: -¡Animo! ¡No tengan miedo! Y no digan nada de esto hasta que yo haya resucitado de entre los muertos. Este hecho del Tabor tuvo muchas repercusiones en la vida de Jesús y de los apóstoles:

•Para los apóstoles, lo fue también. Ya sabemos cómo la visión del Resucitado ante las puertas de Damasco fue para Pablo una experiencia extraordinaria, que supo transmitir después en sus cartas a las Iglesias: ¡Nuestro cuerpo, ahora sujeto a tantas miserias, será transformado conforme al cuerpo glorioso del Señor! (Flp 3,21). •Así lo es también para nosotros. Porque la vida no se nos ofrece siempre risueña, sino que muchas veces nos presenta unas uñas bien aceradas.

•Para Jesús, ante todo, porque él no era insensible al dolor que se le echaba encima con la pasión y la cruz. La vista de la gloria que le reservaba el Padre por su obediencia filial fue para Jesús un estímulo muy grande al tener que enfrentarse con la tragedia del Calvario.

Hay que tener fe en Dios, cuando nos brinda la misma gloria que a Jesucristo. Porque si Dios nos ofrece el mismo cáliz que a su Hijo, es decir, la misma suerte en sus sufrimientos, es porque nos tiene destinados también a la misma gloria y felicidad que las de Jesucristo.

En esos momentos de angustia recordamos, con la visión del Tabor, la palabra del apóstol San Pablo: Comprendo que los padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelará (Rm 8,18). Cuando todo nos va bien en la vida, solemos decir con Pedro del que dice el Evangelio que no sabía lo que se decía: ¡Qué bien se está aquí!... Pero es cuestión de dejar el Tabor para después. Ahora hay que subir a Jerusalén con Jesús. Es decir, hay que cargar con la cruz de cada día, porque en el Calvario nos hemos de encontrar con el Señor, para encontrarnos seguidamente con Él en el sepulcro vacío.


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La

Asunción de María

“En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios Esta fiesta nos recuerda que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado. También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes. La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola la maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento. María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios. En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza. María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón lo tenía lleno de Dios.

Sugerencias para vivir la fiesta: • Ofrecer flores a la Virgen. • Rezar el Rosario en familia con mucha devoción • Hablar de nuestra Madre María • Imitar sus virtudes


Las Virtudes Teologales:

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Parte 4

La Caridad: La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cf Jn 13, 34). Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9-10; cf Mt 22, 40; Rm 13, 8-10). Cristo murió por amor a nosotros cuando éramos todavía “enemigos” (Rm 5, 10). El Señor nos pide que amemos como Él hasta a nuestros enemigos (cf Mt 5, 44), que nos hagamos prójimos del más lejano (cf Lc 10, 27-37), que amemos a los niños (cf Mc 9, 37) y a los pobres como a Él mismo (cf Mt 25, 40.45). El apóstol san Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: «La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7).

Si no tengo caridad —dice también el apóstol— “nada soy...”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... si no tengo caridad, “nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13). El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es “el vínculo de la perfección” (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino. La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión: «La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos» (San Agustín, In epistulam Ioannis tractatus, 10, 4).


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