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Patxi Patxi
from Mayo 2023 Maiatza
Echo la mirada atrás y alucino con todo lo que hemos vivido y con cómo la dichosa pandemia nos ha cambiado la vida. Si yo hubiera tenido que confinarme de verdad me hubiera vuelto loco en casa con Berta, las dos niñas y sin un mísero balcón. Qué intensidad. Soy panadero, así que tenía un negocio que atender y en ello estuve cuando asomaba la primavera de 2020. Muerto de miedo primero, más relajado después, protegido desde el momento en el que fue posible, y sin desatender a la clientela de mi barrio, que a veces esperaba en la calle a que yo le sacara el pan, sin casi hablarme por miedo a un contagio. Muchas de las personas asiduas dejaron de consumir pan a diario. Serví a los domicilios de quienes me lo pidieron, y también me ofrecí a llevar mi pan a alguna que otra casa, que para algo vivimos en un barrio que es como un pueblo, y conocemos al personal para bien y para mal. Trabajé mucho más y cobré mucho menos, pero no quiero ser un quejica.
Creo que todo aquello marcó un antes y un después en mi vida, igual que en la de muchas otras personas. Hasta entonces no voy a negar que tuve algunas dificultades, pero todo iba bien y yo tenía una vida tranquila, o todo lo tranquila que podía ser teniendo en cuenta que tenía dos hijas muy pequeñas. Vivo con angustia desde entonces, y no sé si será porque ya me voy haciendo mayor, pero a veces me sorprendo a mí mismo al verme igualito que mi padre cuando refunfuñaba por todo y repetía como un mantra lo dura que es la vida. Vamos, que hago justo yo lo mismo que detestaba tanto de él. Qué cosas...
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Por si no tuvimos bastante, ahora resulta que el precio de la harina que necesito se ha disparado y quizás más pronto que tarde no me vendrá a cuenta hacer pan. Además, ahora mi clientela se piensa dos veces comprarme con tanta alegría. Quien antes se llevaba dos barras y media, ahora pasa con dos. Y alguno que venía a diario sé que ahora compra pan en el supermercado, y baja la cabeza para rehuirme cuando nos cruzamos por el barrio. Lo puedo llegar a entender y a lo mejor yo hago lo mismo con mis compras. Todos nos hemos tenido que apretar el cinturón y todos sufrimos una realidad dura que no sé dónde va a llegar a parar.
Yo me preocupo porque tengo dos hijas pequeñas y porque no sé cómo se nos va a dar el futuro: a Berta le llaman de vez en cuando para trabajar en esa gran ETT que es la Administración. Y ahí está la hipoteca, los gastos de casa y los de las niñas, que empiezan a crecer y todo es un suma y sigue. Yo estoy dispuesto a hacer los sacrificios que haga falta, pero espero que no llegue el día en el que me tenga que quitar mis dos únicas alegrías: el pádel y las cañas en el parque.
Hace un tiempo hubiera dicho que cuando vienen mal dadas siempre está tu gente y tu entorno para echarte una mano. Así lo he vivido, por ejemplo, cuando se me inundó la panadería y la gente del barrio se volcó para ayudarme. Ahora no sé si tengo esa confianza, la pandemia no nos hizo mejores. Y ya no veo alegría, ni ganas, ni solidaridad, ni la confianza que veía antes. Ahora lo veo todo mucho más gris, pero habrá que seguir tirando...
Me llamo Patxi. Tengo 39 años y soy un panadero de barrio que se está volviendo cascarrabias.