Reformadores urbanos Jan Gehl and Jaime Lerner
© Fotos Miguel Galiano
Jose María Ezquiaga
Herederos dispares de Jane Jacobs, Jan Gehl y Jaime Lerner han sabido construir influyentes herramientas para hacer frente al desmantelamiento del espacio público. Each in his own way a recipient of the legacy of Jane Jacobs, Jan Gehl and Jaime Lerner have built influential tools with which to combat the dismantling of public space.
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Al comienzo de la década de 1960, en plena eclosión del urbanismo funcionalista y el Estilo Internacional, la voz solitaria de Jane Jacobs pidió acercar la mirada a la ciudad real: escuchar y reflexionar acerca de lo que vemos. Vivimos tiempos de declive de la esfera pública: se ha desplazado el centro de gravedad cívico desde las instituciones y los espacios públicos hasta el dominio privado. Las élites urbanas tienden a retirarse del ámbito público, tanto en términos geográficos como en su compromiso con la ciudad; y los actores de la nueva economía utilizan la infraestructura urbana, pero carecen de un proyecto de sociedad y una idea de ciudad. Es el resultado de la carencia de valores de naturaleza colectiva, asociada a los sectores globalizados de la economía red. En el ámbito espacial, todo ello se traduce en la obsolescencia de las expresiones cívicas convencionales de lo público: avenidas, parques, plazas, equipamientos e infraestructuras, y su sustitución por ámbitos privados capaces de movilizar y congregar de manera flexible las diversas formas de vida colectiva, particularmente en torno al consumo, el entretenimiento y los acontecimientos deportivos y culturales. No debe extrañar por ello que, como alternativa al espacio programado para el consumo, lo público tienda a manifestarse en espacios precarios y aleatorios (desde estaciones hasta aeropuertos, pasando por playas y aparcamientos) con mayor vivacidad que en los espacios públicos convencionales. El desplazamiento del ocio de fin de semana a los polígonos industriales periféricos o la transformación de los aparcamientos vacíos de los centros comerciales en lugares de encuentro juvenil son dos casos que ponen de manifiesto la capacidad de la vida colectiva para
recrearse constantemente aún entre los pliegues más inciertos de la metrópoli. Jan Gehl y Jaime Lerner son dos veteranos maestros que, partiendo de premisas epistemológicas muy diferentes, incluso contradictorias, han confluido, tanto en su dimensión teórica como en su condición de proyectistas, en un punto común —la sensibilidad hacia las personas reales y a cómo estas se desenvuelven cotidianamente en la ciudad—, lo cual les ha permitido percibir realidades habitualmente invisibles al urbanismo convencional. Gehl, el reflexivo El itinerario intelectual de Jan Gehl se inicia en 1971 con la publicación en danés de La vida entre los edificios, concebido como un manifiesto de protesta contra la simplicidad implícita en los principios del urbanismo funcionalista: reducir la complejidad, limitar los objetivos, reducir el ruido, para alcanzar la eficacia programática. Aunque el punto de partida se nutre de la obra fundamental de Jane Jacobs Muerte y vida de las grandes ciudades americanas, publicada en 1961, la perspectiva metodológica que aborda Gehl es muy distinta. Frente al activismo político de Jacobs (enfrentada al planeamiento tecnocrático representado por su álter ego, el master builder de Nueva York Robert Moses), Gehl persigue el conocimiento del comportamiento de las personas en el espacio público, de un modo paralelo y alternativo a la manera en que los maestros del Movimiento Moderno analizaron las relaciones entre la forma y la función en el espacio construido. Para ello, se inspira en la antropología cultural y la psicología de la conducta de corte anglosajón, que desde una década antes venían realizando una interesante interpretación de la presentación e in-
El arquitecto y profesor Jan Gehl ha estudiado las maneras en que las personas perciben la ciudad; el arquitecto y político Jaime Lerner ha sabido aplicar con éxito estrategias pragmáticas de regeneración urbana.
The architect and professor Jan Gehl has studied the ways in which people perceive the city; the architect and politician Jaime Lerner has managed to use pragmatic strategies in urban regeneration.
This reflection, begun as a manifesto, concludes with the formulation of what Ralph Erskine defined as ‘timeless truth.’ As Gehl himself said, though the nature of life between buildings changes with changes in social conditions, “the essential principles and the qualitative criteria that must be used when we work with the life between buildings have proven quite stable.” This view brought him close to the theorists of the city of quality (The Good City), such as Allan Jacobs, and before him Kevin Lynch. Pragmatic Lerner With these premises, the leap from academic analysis to prescriptive formulation and to design application of the new principles (Cities for People, 2010; How to Study Public Life, 2013) was a natural consequence, which ended up converging, rather paradoxically, with the sharp and pragmatic At the start of the 1960s, with functionalist urban planning and International Style in full bloom, the solitary voice of Jane Jacobs called for attention on the real city: listen and reflect on what we see. We are living a time of decline of the public sphere: the civic center of gravity has shifted from institutions and public spaces to the private domain. Urban elites tend to withdraw from the public realm in both geographical terms and in their commitment to the city; and the actors of the new economy use urban infrastructure but lack a project for society and an idea of city. It is the result of the lack of collective values, a deficiency associated with the globalized sectors of the web economy. In the spatial realm, all this translates into obsolescence of the conventional civic expressions of public: avenues, parks, squares, services, and infrastructures, and their replacement by private fields capable of flexibly mobilizing and congregating the different forms of collective life, particularly around shopping, entertainment, and sport and culture events. It should not come as a surprise that, as an alternative to space programmed for consumption, the public tends to manifest itself in precarious and random spaces (from stations to airports through beaches and parking lots) with more vivacity than in conventional public spaces. The move of weekend leisure to peripheral industrial zones and the transformation of the empty parkings lots of commercial centers into places where young people gather are cases that illustrate the capacity of collective life to recreate itself constantly, even between the most uncertain folds of the metropolis. Jan Gehl and Jaime Lerner are two veteran masters who, starting from very different, even contradictory epistemological premises, have converged
– as much in their theoretical dimensions as in their activity as designers – at one same point: sensitivity to real persons and to how people go about their daily lives in the city. And this has enabled them to perceive realities that are ordinarily invisible to conventional urban planners. Reflective Gehl The intellectual trajectory of Jan Gehl began in 1971 with the publication, in Danish, of Life Between Buildings, written as a manifesto of protest against the simplicity implicit in the principles of functionalist urbanism: reduce complexity, limit objectives, and reduce noise to reach a high degree of programmatic efficiency. Although the starting point feeds on the fundamental work of Jane Jacobs, The Death and Life of Great American Cities, published in 1961, the methodological perspective tackled by Gehl is very different. Vis-à-vis the political activism of Jacobs (which was contrary to the technocratic approach represented by his alter ego, the New York master builder Robert Moses), Gehl sought to study the behavior of people in public space, in a manner parallel and alternative to how the masters of the Modern Movement analyzed the relationship between form and function in built space. For this, he took inspiration from cultural anthropology and behavioral psychology of Anglo-Saxon bent, which since a decade before that had been making interesting interpretations of how people present themselves and interact in public. Let us remember the success of works by Edward T. Hall, such as The Hidden Dimension (1966), or Erving Goffmann, Behavior in Public Spaces (1963), not to mention the works of the father of behaviorism himself, B. F. Skinner.
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Presentadas en best-sellers del urbanismo como Ciudades para la gente o La vida social entre los edificios, las ideas de Gehl han influido en reformas como la peatonalización de Copenhague o de Times Square en Nueva York.
Presented in urbanism bestsellers like Cities for People and Life Between Buildings, Gehl’s ideas have been influential in projects like the pedestrianization of Copenhagen or New York’s Times Square.
BIG, Superkilen, Copenhague (Dinamarca)
la ciudad quiere ser) y al mismo tiempo un proyecto de proyectos. El proyecto urbano es concebido como una herramienta para la transformación de la ciudad: un proyecto alejado de la mera dimensión normativa o jurídica y que adopta una perspectiva operativa, sostenida en el protagonismo público. La legitimidad de la intervención pública necesita un apoyo ciudadano que sólo es posible a partir del ‘efecto demostración’ de los proyectos concluidos en un tiempo razonable, cuando no meteórico.
Snøhetta, peatonalización de Times Square, Nueva York (EE.UU)
teracción de las personas en público. Recordemos el éxito de obras de Edward T. Hall, como The Hidden Dimension (1966) , o de Erving Goffman, Behavior in Public Spaces (1963), por no hablar de los trabajos del propio padre del conductismo, B. F. Skinner. Esta reflexión, que se inicia como manifiesto, concluye en la formulación de lo que Ralph Erskine definió como ‘verdad intemporal’. Como el propio Gehl señala, aunque el carácter de la vida entre los edificios muta con el cambio de las condiciones sociales, «los principios esenciales y los criterios cualitativos que deben ser empleados cuando se trabaja con la vida entre los edificios han probado ser notablemente estables». Esta visión le acerca a los teóricos de la ciudad de calidad (The Good City), como Allan Jacobs y antes que él Kevin Lynch. Lerner, el pragmático Desde estas premisas, el salto desde el análisis académico a la formulación prescriptiva y a la aplicación proyectual de los nuevos principios (Cities for People, 2010; How to Study Public Life, 2013) era una consecuencia natural, que acaba convergiendo, un tanto paradójicamente, con el pensamiento pragmático y afilado que Jaime Lerner destila a partir su dilatada experiencia política como alcalde de Curitiba (Brasil).
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Frente a la observación objetiva de la conducta humana en el espacio público que Gehl propone, el maestro brasileño sugiere la empatía hacia los seres humanos reales como fundamento de la intervención urbanística. Así habla de magia, acupuntura y despertares. La acupuntura urbana de Jaime Lerner supone tanto un cambio de escala como la consideración de variables adicionales: la geografía y el tiempo. Lerner afirma que el simple diseño de una calle puede influir en el comportamiento de una ciudad. La acupuntura tiene pues su significado literal: encontrar los puntos clave capaces de transformar una ciudad, pero también una dimensión mágica; hacer que la ciudad reaccione. En palabras del autor: propiciar un despertar de proyectos y transformaciones urbanas con capacidad revitalizadora. En el pensamiento de Lerner la voluntad política es condición necesaria del éxito: «En la acupuntura, lo importante es que el pinchazo sea rápido; exige rapidez y precisión.» No es muy difícil encontrar en el pensamiento de Lerner ecos del voluntarismo pragmático de Oriol Bohigas y del famoso debate de los 1980 («el urbanismo no es posible»). Sin embargo, Jaime Lerner es urbanista y arquitecto: no entiende el fundamento de la antinomia entre plan y proyecto arquitectónico. En su pensamiento el plan es un proyecto de ciudad (expresión de lo que
De Curitiba a Copenhague El impacto de la experiencia de Curitiba en América Latina ha sido enorme y comparable al de Barcelona en el ámbito europeo. Es imposible entender el Bogotá de Transmilenio, el Medellín de Sergio Fajardo o el México de Felipe Leal sin la referencia inmediata a ambas ciudades. Si la experiencia de Barcelona avaló la capacidad transformadora del proyecto urbano, Curitiba mostró a otras ciudades emergentes el camino de un cambio posible: la esperanza convertida en magia capaz de transformar espacios y sociedades. De la misma manera, el Copenhague de Jan Gehl evidencia el valor de la constancia en el cambio urbano, la capacidad transformadora de los pequeños proyectos cuando responden a una ‘hoja de ruta’ coherente: proyectar la ciudad a escala humana, limitando la preeminencia del automóvil. No podríamos entender la peatonalización de Times Square y la transformación de la High Line en Nueva York sin entender previamente que la nueva cultura del disfrute del espacio público y del paseo que Copenhague mostró no era patrimonio exclusivo de las ciudades mediterráneas o del flâneur parisino. He podido comprobar que Gehl y Lerner, tan cercanos y distantes, sienten una profunda admiración y empatía mutua. Ambos son conscientes de pertenecer, junto a Jane Jacobs, a la selecta y corta lista de los pensadores más influyentes en el urbanismo contemporáneo. Ambos han confluido a lo largo de su itinerario vital en la necesidad de transformar nuestras ciudades y en entender que esta transformación debe sustentarse en valores humanos y no sólo en verdades técnicas. Ambos han entendido que la transformación debe hacerse de manera progresiva y reversible, pero al mismo tiempo con audacia y rapidez. Ambos han devenido, desde la academia o la política, en activistas y proyectistas internacionales, y han sabido poner de relieve que el cuidado de las ciudades no puede disociarse del conocimiento y el cuidado hacia las personas que las habitan. José María Ezquiaga es arquitecto urbanista y decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.
La idea de la ciudad como una tortuga («un lugar donde vivir, trabajar y transportarse») está en la base de la acupuntura urbana, que Lerner aplicó como alcalde de Curitiba, antes de que se extendiera a ciudades como Medellín.
The idea of the city as a turtle (“a place for living, working, and commuting”) underlies urban acupuncture, which Lerner applied to Curitiba as mayor before it spread to cities like Medellín.
Estaciones de autobús de Curitiba (Brasil)
thinking that Jaime Lerner distilled from his wide political experience as mayor of Curitiba (Brazil). If Gehl proposes objective observation of human behavior in public space, the Brazilian master suggests empathy towards real human beings as the key to urban interventions. So he speaks of magic, acupuncture, and awakenings. Lerner’s urban acupuncture involves a change of scale as it does considering additional variables: geography and time. He says that the mere designing of a street can have a bearing on the behavior of a city. Acupuncture thus has its literal meaning, finding key points that can transform the city, but also a magical dimension; making the city react. In the words of the author: bring about an awakening of projects and urban transformations that have a revitalizing effect. In Lerner’s view, political will is key to success: “In acupuncture, what’s important is that the needle prick is quick; speed and precision are required.” It is not very hard to find in Lerner’s thinking echoes of the pragmatic voluntarism of Oriol Bohigas and the famous debate of the 1980s (“urbanism is not posible”). However, Jaime Lerner is an urbanist and an architect: he does not understand the basics of the antinomy between architectural plan and project. For him, the plan is a project of the city (expression of what the city wants to be) and at the
same time a project of projects. The urban project is conceived as a tool linked to the transformation of the city, and as a consequence, a project separated from the mere normative or juridical dimension, and which adopts an operational perspective that to a large extent rests on public protagonism. The legitimacy of public intervention depends on citizen support that is only posible from the ‘demonstration effect’ of projects completed within a reasonable, when not meteoric, span of time. From Curitiba to Copenhagen The impact of the experience of Curitiba in Latin America has been enormous and comparable to that of Barcelona in the European context. It is imposible to understand the Bogotá of the TransMilenio, the Medellín of Sergio Fajardo, or the Mexico of Felipe Leal without immediate reference to both cities. If the Barcelona experience speaks for the transformative capacity of the urban project, Curitiba showed other emerging cities the way to possible change: hope turned into magic that can transform spaces and societies. In the same way, Jan Gehl’s Copenhagen is evidence of the value of consistency in urban transformation, the tranformative power of small projects when they follow a coherent and innovative ‘road-
map’: design the city at a human scale, curbing the preeminence of the automobile. We would not be able to understand the pedestrianization of Times Square and the transformation of the High Line in New York without first understanding that the new culture of enjoying public space and walking that Copenhagen demonstrated was not exclusive to Mediterranean cities or the Parisian flâneur. I was able to verify that Gehl and Lerner, so close to and yet so far from one another, deeply admire and emphathize with each other. Both are aware of belonging, with Jane Jacobs, to a select list of most influential thinkers in contemporary urbanism. The two have converged in the course of their careers in pointing out the need to transform our cities, and in understanding that this transformation must lean on human values, not only on technical truths. Both have understood that the transformation must take place progressively and reversibly, but also audaciously and quickly. From academe or politics, both have become internationational activists and builders, and upheld the idea that the care of cities cannot be dissociated from knowledge about and concern for the people who inhabit them. José María Ezquiaga, architect and urban planner, is dean of the Madrid Institute of Architects.
Giancarlo Mazzanti, Biblioteca España, Medellín (Colombia)
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