Revista Arenas No. 19

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ARENAS Revista Sinaloense de Ciencias Sociales Número 19 Publicación trimestral de la Maestría en Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Sinaloa. Primavera del 2009, Mazatlán, Sinaloa, México.

ENTRE LA POBREZA Y LA VIOLENCIA, LA LITERATURA EN AMERICA LATINA


DIRECTORIO M.C. Héctor Melesio Cuén Ojeda, Rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Dr. Jesús Madueña Molina, Secretario General. M.C. Giova Camacho Castro, Director de la Facultad de Ciencias Sociales. Dr. José Luis Beraud Lozano, Coordinador de Investigación y Posgrado de la Facultad de Ciencias Sociales. Consejo Editorial: Dr. Luis Astorga; Dr. José Luis Beraud; M.C. Pedro Brito Osuna; Dr. Nery Córdova Solís; Dr. Segundo Galicia; Dr. Ernesto Hernández Norzagaray; C. a Dr. René Jiménez Ayala; Dr. Arturo Lizárraga; M.C. Roxana Loubet Orozco; Dr. Carlos Maciel; Dr. Arturo Santamaría Gómez.

Dirección Editorial: Nery Córdova

Edición y Diseño Editorial: Pedro Humberto Rioseco Gallegos.

Ilustraciones de Arenas 19: Obra escultórica de la artista Elva García.

Arenas, número 19, publicación trimestral de la Maestría en Ciencias Sociales, con énfasis en Desarrollo Regional. Primavera 2009. Tel: (669) 981–21–00.nerycor@yahoo.com.mx.


CONTENIDO PRESENTACIÓN……………………………………

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¿POR QUÉ ALGUNOS PAÍSES PRODUCEN DROGAS? Colombia, la política de Estado y un modelo general Francisco E. THOUMI………………………………….

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ELMER MENDOZA Y LOS LEJANOS ECOS DE DOSTOIEVSKY… Narcos y castigo en la literatura Gabriela POLIT………………………………………….

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LITERATURA, UTOPÍA Y REALISMO MÁGICO EN AMÉRICA LATINA: génesis y sociocultura del boom Jenny GUERRA…………………………………………..

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MITOS Y REALIDADES de la revolución y la violencia José Manuel LEON CRISTERNA……………………..........

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ESTADO Y VIOLENCIA: una mirada psicosocial a una relación encriptada Carlos ZAVALA SANCHEZ…………………………………

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JESUS MALVERDE: RETRATO DE UN ÁNIMA Joaquín LOPEZ……………………………………………….

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ESPECIAL ELVA GARCIA: EL ARTE DE LA ESCULTURA …….

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“MISTERIO y sublimación” Nery CORDOVA……………………………………………..

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PRESENTACION En esta entrega, aventuramos la reflexión y el análisis un poco más allá de nuestras fronteras. Nos acercamos a nuestro entorno histórico más o menos cercano respecto de algunas de sus aristas, como la violencia criminal, la violencia social y la configuración cultural en parte de América Latina y México. Y al mismo tiempo caminamos entre las pulsaciones, efectos, reflejos y ecos que se configuran entre los cristales de la creación y la significativa obra literaria relativa a nuestros mejores narradores. En torno a éstos que vía la escritura han construido, con sus obras y sus acciones, entre movimientos intelectuales, coincidencias, acercamientos, conflictos y rupturas, una valiosa y riquísima aportación a la cultura y el arte, como reconocimiento, identidad, gusto y placer --ora testimonio, ora memoria, ora sublimación-- para beneficio y enriquecimiento del mundo y de nuestros propios pueblos. Se trata, el de la literatura, de un magno trabajo creativo, desde los fondos mismos de los dramas, las tragedias, la explotación, la vida cotidiana y también desde los heroísmos y grandezas que se han cocinado en el vasto territorio latinoamericano. Expertos y teóricos, vía la investigación y el ensayo, miran la amplia temática y tejen sus visiones e impresiones desde distintas disciplinas. A través del arte literario, tocamos uno de los aspectos más relevantes de nuestra cultura, y que ha trascendido a niveles internacionales, como orgullosa expresión dialéctica de una tierra y una región. En este caso, bajo los imperativos contextuales de la violencia, y de refilón sobre el tráfico de drogas ilegales. De estas cuestiones se ocupan de manera acuciosa nuestros colaboradores en ARENAS 19, correspondiente a la primavera del 2009. Francisco E. Thoumi, especialista colombiano de la conflictiva del tráfico mundial de los estupefacientes, ex alto funcionario de la ONU en esa materia, ha tenido a bien colaborar, gustoso y entusiasta, en nuestra revista para incluir y contemplar en este número un sistemático y sintético recuento del derrotero histórico y económico de las drogas en Colombia, desde un enfoque crítico. La dura experiencia y el propio estigma, como realidad y símbolo del país sudamericano, constituyen un obligado referente para el estudio del impacto y los alcances del fenómeno a nivel mundial, que es concebido en sus justos términos: el narcotráfico es efecto y no precisamente causa. En este contexto se inscriben las indagaciones y los trabajos de la investigadora ecuatoriana Gabriela Polit, quien ha seguido desde hace 5


tiempo la huella cultural del “narco”, como parte de los espejos, las resonancias y los ecos de la vida en lo que se refiere a sus referentes literarios. Retoma la obra de Elmer Mendoza y plantea hipótesis sobre viejas evocaciones respecto del tratamiento literario de la violencia, habida cuenta de que se trata de temas históricos del ser social. En su turno, la maestra Jenny Guerra González, comunicóloga, nos presenta un fragmento de un muy prolijo y riguroso trabajo sobre la literatura del boom latinoamericano, que en este caso puede mirarse como una suerte de preludio referencial, relativo a una de las más extraordinarias aportaciones que han realizado los escritores de la región a la historia, al presente y al futuro en la esfera de la cultura y del arte. José Manuel León Cristerna y Carlos Zavala Sánchez, académicos de la UAS, se refieren a la temática en dos vertientes: el primero echa una mirada retrospectiva, histórica y simbólica a lo que entrañó y significó la violencia durante la gesta revolucionaria mexicana a partir de 1910; y el segundo ensaya sobre algunos aspectos de las actitudes sinaloenses en torno al narcotráfico, desde una perspectiva de alientos psicosociales, como parte de un proyecto más amplio. Y finalmente, Joaquín López, cronista del bucólico pueblo de Teacapán, efectúa un leve acercamiento a la personalidad del gran mito en la región: Malverde. Como visible contraste a los aquelarres de la fiereza, la fuerza y la violencia social, en esta doble entrega de ARENAS nos permitimos el lujo de mostrar otra faceta de la condición humana, la que tiene que ver con las acciones sublimes de la creación. Esfuerzo y genialidad de protagonistas que llegaron al mundo para hacer patente al discurso sublime; al éxtasis transformado en materia; a la inspiración arropada con las huellas y tactos de la sensibilidad; a la subjetividad honda desde donde se gestan y florecen grandiosas odiseas en las que verdaderamente trascienden los hombres y las mujeres; gestas del espíritu que, en tanto diversas formas del arte, son las obras que al final de cuentas importan para la vida: lo único perdurable en la historia de la humanidad. Todo lo demás es relativo, incluso la muerte. Por ello, nos complace que nos acompañe luminosamente en estas páginas, con una parte pequeña de su ya muy amplia creación, la artista sinaloense Elva García, que desde su muy compleja pero espectacular disciplina artística, le arrebata jirones y halos escultóricos de emoción y placer al alma y a la cultura del mundo y de un pueblo (Nery Córdova).

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¿POR QUÉ ALGUNOS PAÍSES PRODUCEN DROGAS? Colombia, la política de Estado y un modelo general

Francisco E. THOUMI •

Doctor en Economía por la Universidad de Minnesota. Exfuncionario de la Organización de las Naciones Unidas sobre el problema de las drogas, Director del Centro de Estudio y Delito de la Universidad de Rosario y miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas. Colaborador de la Cátedra UNESCO sobre las drogas, del IIS de la UNAM. 7


Introducción Colombia es un país profundamente agitado que se encuentra en una coyuntura crítica. El conflicto armado produjo más de 35,000 muertes en la última década y forzó el desplazamiento de más de 1.4 millones de personas. Se calcula que aproximadamente 25,000 colombianos mueren anualmente a causa de violencia política o de otro tipo. El número de muertes no relacionadas con el conflicto político es más elevado en las ciudades y regiones donde están presentes los actores violentos (guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes). La cifra de muertes violentas atribuidas al conflicto armado subestima sus efectos (Rubio, 1999). La impunidad criminal, combinada con la violencia desenfrenada, ha creado un ambiente en el cual la “justicia” en manos privadas y la retribución a vigilantes ha reemplazado el recurso a la legalidad. El abuso de los derechos humanos es generalizado. Las muertes violentas son tan sólo uno de los indicadores de este problema. Hoy en día, Colombia da cuenta de aproximadamente la mitad de los secuestros de todo el mundo, y son comunes la extorsión a empresas y las “vacunas” (pagos para evitar un secuestro). Los actores de la “Guerra ambigua” del país se benefician de estos esquemas, pero lo mismo puede afirmarse de la delincuencia común. 1 Frecuentemente, el secuestro es un negocio privado. Su desarrollo ha provocado el crecimiento de un mercado “secundario” en el cual opera la delincuencia común, raptando a rehenes que luego son vendidos a los frentes guerrilleros. También ha florecido una industria de la negociación de secuestros, con el fin de prestar un servicio a los familiares y empleadores de los secuestrados. Durante las últimas tres décadas se ha afianzado en Colombia la industria de las drogas ilegales. En los años 70 y 80, la manufactura de la cocaína y el narcotráfico fueron actividades predominantes. En los 90 hubo un aumento explosivo en el número de plantaciones ilegales, y hoy por hoy Colombia es el mayor productor de coca del mundo, un importante proveedor de heroína en el mercado estadounidense y además productor de marihuana. En efecto, Colombia es el único país del mundo donde se producen, en cantidades considerables, las tres principales drogas de origen vegetal (cocaína, heroína y marihuana). 1

El conflicto colombiano no concuerda con ninguna de las categorías clásicas de la guerra. El término “Guerra ambigua” se forjó en un seminario en el US Army War College en diciembre de 1998, y busca dar cuenta de la complejidad del conflicto colombiano. En Downes (1999) hay un informe de las actas de esa conferencia. Pécaut (2001) hace un detallado y perceptivo análisis, presentando el conflicto en el que la sociedad colombiana está atrapada como rehén. 8


Desde la década de 1930, en Colombia ha existido un continuo conflicto político armado, cuya intensidad ha presentado períodos alternativos de calma y erupción. La Violencia de las décadas de 1940 y 1950 culminó con un peculiar acuerdo político, el Frente Nacional, entre los dos partidos tradicionales—Liberal y Conservador, en virtud del cual compartirían subsecuentemente el poder. El Frente Nacional condujo a la política a una distribución de botines gubernamentales destinada a cooptar a los seguidores de ambos partidos. Esto despolitizó a los partidos y generó una sensación de exclusión política en aquellos que buscaban promover reformas políticas y sociales desde fuera de los partidos tradicionales, los cuales tenían el monopolio del poder (Leal, 1989, Leal y Dávila, 1990, Martz, 1997). El Frente Nacional eliminó el patente conflicto partidista pero no satisfizo las más importantes exigencias de muchos colombianos, especialmente aquéllas relacionadas con la tenencia de la tierra rural, los elevados niveles de desigualdad en el ingreso, la distribución de la riqueza y el acceso a oportunidades, y el extendido sentimiento de exclusión política. Después del final de La Violencia, la mayoría de los actores insurgentes entregaron sus armas. Sin embargo, algunos de ellos, que desconfiaban profundamente del Estado y estaban fuertemente comprometidos con las reformas sociales, mantuvieron sus armas y se replegaron a escondites en zonas selváticas aisladas donde, en el mejor de los casos, la presencia del Estado era muy marginal. Estos grupos constituyeron las raíces de las FARC, la mayor organización guerrillera, formada en 1964 (Pizarro, 1991). Otros individuos frustrados conformaron organizaciones guerrilleras. Un grupo influenciado por la teología de la liberación de la década de 1960, en el cual se incluían algunos prominentes sacerdotes católicos, fundó el ELN, segundo grupo guerrillero en términos de tamaño (Medina-Gallego, 2001). Algunos intelectuales urbanos, junto con estudiantes universitarios, constituyeron el M-19, después de las altamente cuestionadas elecciones presidenciales de 1970, en las cuales salió elegido Misael Pastrana—padre del presidente Andrés Pastrana (Lara, 1986). También surgieron organizaciones guerrilleras más pequeñas, como el indígena Frente Quintín Lame. Las actividades de estos grupos guerrilleros han variado con el paso del tiempo. A partir de la administración de Belisario Betancur (1982-1986), los sucesivos gobiernos colombianos han intentado negociar con la insurgencia armada. Estas negociaciones han logrado algunos éxitos, y algunos grupos guerrilleros han dejado las armas y se han reinsertado en la sociedad. De manera muy significativa, muchos insurgentes de las FARC se integraron a la Unión Patriótica (UP), un movimiento político legal constituido durante la administración Betancur. Sin embargo, los actuales grupos insurgentes se muestran reacios a entregar las armas porque la 9


experiencia de la UP resultó desastrosa. Luego de reinsertarse los guerrilleros en la sociedad, fueron sistemáticamente diezmados por grupos de derecha. En efecto, un gran número de ellos (más de 2.000) fue asesinado. Por otra parte, el M-19, grupo que también intentó reinsertarse, no fue exitoso como alternativa política. Como resultado, las FARC, el ELN y el EPL (un marginal grupo maoísta) han persistido en sus actividades. En la última década, la producción de cultivos ilegales ha crecido de manera exponencial, cambiando el papel de la economía de las drogas ilegales. Una combinación de factores ha promovido este crecimiento: a. El derribamiento de aviones de la droga en Perú a partir de 1990, hizo difícil y costosa la obtención de pasta de coca y base de cocaína peruanas, las cuales se refinaban en Colombia. b. La exitosa disolución de los carteles de Medellín y Cali desorganizó los mercados de la coca en Bolivia y Perú y condujo a la dispersión de la industria ilegal y a su atomización en muchos grupos pequeños, para los cuales era difícil comprar materia prima fuera del país. c. La recesión del sector agrícola y la migración campesina estimularon los asentamientos en zonas baldías de Colombia donde no había un control estatal concreto. d. El colapso del comunismo animó a las organizaciones guerrilleras a buscar nuevas fuentes de ingresos y a promover las plantaciones de coca y amapolas. e. Desde 1998, el exitoso programa de erradicación de coca en Bolivia ha generado su desplazamiento (“efecto globo”) a Colombia. El desarrollo de plantaciones ilegales incitó a los grupos guerrilleros y paramilitares a explotar la industria con el fin de financiar y ampliar sus actividades. Hoy en día, las drogas ilegales son una fuente principal de financiación de la “Guerra ambigua” que padece el país. En efecto, el papel de las drogas ilegales en Colombia evolucionó: en un principio generó una bonanza económica tolerada e incluso tácitamente bienvenida por parte de la mayoría de colombianos en los años 70 y 80. Posteriormente pasó a alimentar la guerra, convirtiéndose así en el principal obstáculo para la paz. Infortunadamente, hoy en día drogas ilegales y guerra interna están superpuestas y entre ambas han generado un complejo fenómeno que requiere una solución conjunta a los problemas de los cultivos ilícitos, la guerrilla y los paramilitares. Como consecuencia, la

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actitud de los colombianos con respecto a las drogas ilícitas ha cambiado. Una mayoría reconoce que ellas son la causa de la profunda crisis actual. 2 Las drogas ilegales también han alterado la naturaleza del conflicto interno colombiano. 1) Han permitido que las facciones enfrentadas—de derecha e izquierda—mejoren su capacidad militar. 2) Crearon nuevas razones para luchar, pues tanto las guerrillas de derecha como las de izquierda se disputan ahora el control de las zonas de cultivo de la coca y la amapola y de las rutas de exportación. 3) Debilitaron el control central tanto de la guerrilla como de las organizaciones paramilitares, pues frentes armados individuales han venido adquiriendo independencia financiera con respecto a los comandos de sus organizaciones. 4) Los campesinos que cultivan coca y amapola se han convertido en actores del conflicto armado. 5) El hecho de que las drogas estén financiando el conflicto colombiano ha aumentado la participación de Estados Unidos y la Unión Europea, y ha sido una razón por la cual el conflicto colombiano se ha internacionalizado. 3 Las drogas ilegales también han agravado la debilidad del Estado. 1) El Estado colombiano nunca ha controlado el territorio nacional. 4 Las drogas ilegales han aumentado la necesidad de control a la vez que lo han hecho notablemente más difícil. 2) Las drogas ilegales han corrompido un ya débil sistema político. 5 Los narcotraficantes han financiado campañas políticas y al menos desde finales de la década de 1970 han ejercido influencia sobre los políticos. El escándalo que se generó en torno a la campaña de Samper en 1994 sólo resaltó este fenómeno. La Constitución de 1991, un fracasado intento de mejorar el proceso democrático, introdujo cambios electorales que aumentaron los costos y aumentaron la dependencia del sistema político de individuos con grandes bienes financieros: los narcotraficantes y los grandes conglomerados financieros. 6 3) La industria 2

Estos temas se elaboran en detalle en Thoumi (2002a). El capítulo de Garcés en este volumen analiza en detalle los efectos de la internacionalización sobre los diferentes actores del conflicto colombiano. 4 La presencia del Estado colombiano en amplias porciones del territorio ha sido precaria, en el mejor de los casos. Sus agencias administrativas han sido ineficaces, y no se han ejercido las funciones del ejército y la policía. El control estatal en esas regiones debe ser construido, no solamente recuperado. 5 Lee y Thoumi (1998) estudian en detalle el nexo entre política y criminalidad en Colombia. 6 La Constitución estableció una segunda ronda en las elecciones presidenciales en caso de que el ganador no hubiera obtenido más del 50% de la votación; y adjudicó un carácter nacional a los senadores; esto requirió hacer campaña fuera de la región del candidato y, lo más importante, permitió la publicidad política pagada en los medios, en especial en costosa propaganda en televisión. Estos cambios condujeron a un aumento exponencial en los costos de las campañas. 11 3


de las drogas ilegales promovió una cultura que valora la riqueza más que ninguna otra cosa y una mentalidad de “enriquecimiento rápido” con mínima consideración al origen de dicha riqueza. Es significativo que durante los últimos años el número y magnitud de los escándalos de fraude, soborno, mal uso y malversación de fondos públicos han aumentado de manera dramática. 4) La industria ilegal ha obligado al Estado a desviar los ya escasos recursos de infraestructura, sector social y otros proyectos de desarrollo y destinarlos a reforzar el cumplimiento de la ley y a realizar inversiones poco productivas en zonas de cultivo de coca y amapola. 7 5) Las tácticas violentas de los narcotraficantes, los grupos guerrilleros y paramilitares financiados con dinero de las drogas en contra de los funcionarios públicos han sido un considerable obstáculo para la conducta y eficacia de un servicio público honesto. Los funcionarios que se comprometen en actividades en contra de las drogas saben de sobra que están poniendo su vida y la de sus familiares en peligro. El Presidente Pastrana convirtió las negociaciones de paz en la piedra angular de las políticas de su administración. Pocos meses después de posesionarse en el cargo cedió a las FARC, como condición previa al inicio de las negociaciones de paz, el control de una “zona de distensión” desmilitarizada que comprendía cinco municipios en los cuales se incluían algunas importantes zonas cocaleras. Esta cesión no tenía prácticamente ninguna condición, pero se regía por un plazo que podía extenderse periódicamente, siempre y cuando se hubieran logrado en su curso ciertos avances—indefinidos—en el proceso de paz. Esta controversial decisión otorgó a las FARC el control de las cabeceras municipales de una enorme y escasamente poblada región en la cual ya controlaban, de facto, las zonas rurales. 8 En efecto, las FARC habían operado y ejercido el poder en esa zona durante varias décadas. Infortunadamente, desde la cesión de la zona a las FARC, hubo frecuentes diálogos oficiales pero prácticamente ningún avance significativo. Es necesario considerar de manera realista la negociación de una solución pacífica al conflicto colombiano. Es y 7

Los proyectos de Desarrollo Alternativo, y otros, se implementan con el fin de eliminar los cultivos ilegales, no por ser rentables. Se podría argumentar que existen apremiantes razones morales y políticas para darles curso. Independientemente del hecho de ser justificados o no, la financiación de esos proyectos obstaculiza el crecimiento económico del país, pues equivalen a transferencias forzosas impuestas a la economía formal. 8 Los medios afirman con frecuencia que el Presidente Pastrana cedió a las FARC un área similar en tamaño a Suiza. Si bien esta afirmación es correcta en términos técnicos, es engañosa, pues las FARC ya controlaban la mayor parte de esta zona, donde la presencia del gobierno era extremadamente escasa. 12


continuará siendo un proceso extremadamente complejo, invadido por la desconfianza en ambas partes. Es probable que sea lento, largo y tortuoso. A finales de 2001, el gobierno de Colombia abrió negociaciones con el ELN, el segundo más grande grupo subversivo, en la Habana. Estas tuvieron lugar luego de que fracasaron intentos por ceder al ELN una zona desmilitarizada similar a la de las FARC en el sur del departamento de Bolívar; dicho fracaso se debió a la tenaz resistencia de las comunidades locales, las cuales también habían sido enardecidas por los paramilitares. Respecta de las negociaciones con los paramilitares, tanto las FARC como el ELN han expresado su total oposición. En enero de 2002 se rompieron las conversaciones entre las FARC y el gobierno, y una crisis se desató a medida que se acercaba el vencimiento del plazo de la “zona de distensión”. La intervención, en el último minuto, de un grupo de embajadores y dignatarios extranjeros liderado por James LeMoyne, representante de las Naciones Unidas, salvó el proceso y logró propiciar la renovación del diálogo entre las partes. Luego de extendido el plazo, las FARC iniciaron una dura campaña militar contra la infraestructura y detonaron varias bombas en zonas urbanas. El 19 de febrero, las FARC secuestraron un avión comercial y raptaron al senador Jorge Eduardo Gechem Turbay, presidente de la Comisión de Paz del Senado. El hecho fue la gota que desbordó la copa y condujo al Presidente a terminar el proceso de paz y a eliminar la “zona de distensión”. Los desarrollos de los últimos veinte años muestran que es imposible entender el desarrollo social, económico y político de Colombia sin definir el papel que ha jugado la industria ilegal en el país. Por esta razón es imperativo comprender la razón por la cual se desarrolló la industria internacional de las drogas ilegales en este país específico, y la razón por la cual este país se convirtió en uno de sus principales actores. --La ventaja competitiva de las drogas 9 Para entender el desarrollo de la industria de las drogas ilegales, para evaluar las políticas actuales y determinar si es o no posible formular e implementar políticas exitosas, es necesario responder dos preguntas cruciales: primero, por qué razón algunos países producen drogas y otros no, y en segundo lugar, por qué produce un país drogas ilegales en algunos períodos y no en otros. Entre las más frecuentemente mencionadas causas del desarrollo de la industria de las drogas ilegales están la pobreza, la desigualdad, las crisis económicas y la corrupción estatal. La relación entre la pobreza y la 9

El modelo utilizado en esta sección se desarrolla en Thoumi (2002b y 2002c). 13


industria ilegal es, sin embargo, muy difícil de determinar. Es un hecho que los trabajadores y campesinos de los cultivos de coca son bastante pobres; sin embargo muchos campesinos necesitados eligen no participar en los cultivos ilegales. En los Andes, Colombia es un país más rico que Bolivia, Ecuador y Perú, pero es el principal actor en el ámbito de las drogas ilegales. Ecuador es mucho más pobre que Colombia y Perú, pero no participa en la industria ilegal. Más aún, en Colombia no existe una correlación entre los niveles de pobreza campesina y los cultivos ilegales. 10 Además, algunos grandes cultivadores de coca tienen una situación financiera cómoda, y muchos participantes de los procesos de manufactura y tráfico tienen niveles relativamente elevados de educación y podrían buscar alternativas de empleo en la economía legal. La actividad ilegal no varía a lo largo del tiempo con niveles de pobreza y desigualdad, lo cual aumenta la dificultad de establecer una correlación que pruebe causalidad al respecto. La trayectoria de Colombia es clara en este sentido. Durante los 80, década en la cual las drogas ilegales crecieron a un mayor ritmo en Colombia, los indicadores de desigualdad de ingresos y pobreza realmente cayeron, pero subieron los estándares de vida de la mayoría de los colombianos. No se puede deducir de lo anterior que la pobreza y la miseria extrema no juegan papeles causales en el desarrollo de la industria de las drogas ilegales, sino más bien que la relación es indirecta y bastante compleja. Es probable que la pobreza y la desigualdad contribuyan al crecimiento de la industria ilegal, pero no son en sí mismas factores determinantes. La observación del impacto de las crisis económicas apunta a una conclusión similar. Durante esa década, Colombia era el único país de América Latina y el Caribe que había escapado a la crisis de la deuda externa que enfrentaba la región, y el único cuyo PIB no decayó en un mismo año. 11 Las crisis que enfrentaron las regiones colombianas fueron más leves que las de otros países, pero fue justamente en Colombia donde se desarrollaron las organizaciones internacionales del narcotráfico. No hay duda de que la pobreza, y las crisis generan incentivos para el desarrollo de una economía ilegal, pero no podemos derivar de 10

Hay muchas áreas rurales pobres donde no hay cultivos ilegales, y el porcentaje de la población rural involucrada en cultivos ilegales es pequeño: menos del 4%. 11 Algunos podrían argumentar que el buen desempeño económico se debía al crecimiento de la industria ilegal. Sin embargo, como se anota más adelante, la economía colombiana fue manejada de manera conservadora, contaba con una notable estabilidad de las políticas, y no cayó en la crisis de la deuda externa que sumió al resto de la región. 14


ellas una relación de causa y efecto. Lo anterior es consistente con paradigmas delincuenciales que muestran que la pobreza crónica es un motivo menor de la delincuencia que los descensos abruptos en ingresos, el fracaso en las expectativas de aumento de ingresos, o la percepción de la imposibilidad de competir en el mercado laboral con otros individuos de credenciales y capacidades aparentemente similares. En conversaciones informales, frecuentemente se escuchan afirmaciones espontáneas como “tuvo que volverse delincuente para alimentar a sus hijos”. Concediendo los casos extremos en los cuales la cabeza de familia comete un delito para evitar la hambruna en su familia, cabe preguntarse por qué razón en algunos países estos padres de familia simplemente roban comida mientras en otros secuestran, extorsionan, abusan y a menudo asesinan a sus víctimas La corrupción es asociada con frecuencia con la industria de las drogas. Deben tenerse en cuenta varios factores que hacen que la relación entre drogas ilegales y corrupción sea difícil de evaluar. Primero, no existe acuerdo en la definición de la corrupción, y comportamientos que en algunos medios se consideran corruptos no lo son en otros. Segundo, corrupción y tráfico de drogas son difícilmente mensurables, y su tamaño, alcance e importancia son difíciles de establecer. En tercer lugar, la corrupción es un fenómeno multidimensional. Y diferentes tipos de corrupción pueden tener distintos efectos sobre la industria de las drogas. Cuarto, la relación entre drogas y corrupción es circular, es decir, la corrupción puede atraer la industria ilegal, y ésta también es una fuente importante de corrupción. Quinto, corrupción y narcotráfico en general son síntomas de problemas sociales más profundos. Para ilustrar la dificultad en relacionar drogas ilegales y corrupción basta con mirar los índices de Percepción de Corrupción de 1998 y 1999 elaborados por Transparencia Internacional. En la clasificación de 1998, Colombia fue el sexto país más corrupto del mundo, Ecuador y Venezuela estuvieron empatados en el séptimo lugar, Bolivia se ubicó en el puesto 16 y Perú en el 45. En 1999 Ecuador aparece como el 18 país más corrupto, el peor de la zona, seguido de Bolivia (20), Venezuela (25), Colombia (28) y Perú (59). El índice de corrupción más frecuentemente empleado es bastante inestable y además no está directamente relacionado con la actividad de drogas ilegales. Es común afirmar que la capacidad de generar ganancias es otra motivación esencial de la producción de drogas ilegales. Una mirada cuidadosa a la distribución geográfica de tal industria en el mundo conduce a una interesante paradoja: la búsqueda de lucro puede explicar por qué razón participa un individuo en el negocio ilegal, pero no da cuenta de la razón por la cual algunos países producen drogas ilegales y otros no. Las 15


actividades económicas y la industria de las drogas ilegales se parecen en su búsqueda de ganancias, pero la ilegalidad de la cocaína, la heroína y otras drogas psicoactivas introduce diferencias significativas. Hay diferencias notables entre la geografía económica de la producción, mercadeo y consumo de drogas ilegales y la de bienes legales. Para ilustrar este punto, centrémonos en productos agrícolas legales como café, banano, tabaco, arroz, caña de azúcar, cacao, soya, papa, trigo y maíz, para sólo mencionar algunos de los más importantes. En este caso, la disponibilidad de recursos naturales determina si un país puede producirlos, y de hecho la lista de países que tienen la capacidad de producirlos corresponde de manera casi perfecta con la de países productores. Prácticamente todos los países que pueden producirlos los producen. Algunos países producen bienes de mayor calidad que otros, algunos producen a menores precios y otros a precios más elevados, algunos son exportadores netos y otros importadores netos, pero todos los países producen dichos productos, en mayor o menor grado. Sólo las economías demasiado pequeñas, que son incapaces de diversificar su producción a causa de su carencia de economías de escala, dejan de producir todos los bienes que permitiría su dotación de recursos naturales. Una mirada a las industrias “peregrinas” o “transeúntes” (footloose), aquellas que requieren poco capital y usan tecnologías conocidas que no requieren destrezas especiales ni una ubicación cerca de sus fuentes de demanda o de aprovisionamiento de materias primas, muestra patrones similares. Por ejemplo ropa, muebles de madera, zapatos de cuero, jabones y cosméticos y otros productos manufacturados simples están en casi todos los países. Las calidades varían, algunos países son exportadores y otros importadores, pero todos los que pueden producir lo hacen. Como ocurre con los productos agrícolas primarios, los casos de países no productores son excepcionales. En contraste con los bienes comunes, casi todos los países podrían producir y traficar con drogas ilegales y lavar las ganancias, pero la mayoría no lo hace. La coca se produce en especial en algunas regiones de los Andes y la cuenca del Amazonas, pero podría ser producida también en varias otras regiones de África y Asia, América Latina e incluso en pequeñas áreas de los Estados Unidos (Puerto Rico, Hawai y Guam). En efecto, hace un siglo, en la década de 1890, Perú sufrió una de sus frecuentes caídas de las exportaciones cuando los holandeses desarrollaron grandes plantaciones de coca en Indonesia y Malasia e inundaron el mercado. Por esa época, la coca también se cultivaba en la India. Indonesia fue productor de coca hasta la década de 1940. En los últimos veinte años, en América del Sur, se ha 16


producido coca principalmente en Bolivia, Colombia y Perú, mientras Ecuador, Venezuela y Brasil producen tan sólo cantidades marginales. La distribución geográfica de la amapola, cultivo con un mercado de tamaño comparable al de la coca, es aún más desconcertante, ya que puede crecer en más regiones del mundo que la coca. Puede crecer en algunas partes de Europa, grandes zonas de Asia y África, Norte América, tierras altas tropicales de Sur América, y otras partes del Hemisferio Sur. Empero, sólo un número relativamente reducido de países la cultiva. Los esquemas de producción de drogas basadas en coca y amapola son también particulares. Las hojas de coca deben convertirse en pasta de coca y el látex de opio debe ser producido en o muy cerca a las zonas de cultivo. La base de coca, cocaína, morfina y heroína puede ser refinada en cualquier parte ya que se trata de prototipos industriales de fácil movilidad y requieren muy poco capital, pocas habilidades de trabajo; las tecnologías requeridas son también extremadamente simples y bien conocidas, los suministros químicos usados son comunes y todos tienen posibles sustitutos. Desde una perspectiva puramente económica, la estrecha distribución geográfica de las drogas ilegales es desconcertante. Se diría que su enorme rentabilidad provee fuertes incentivos como para ser producidas en cualquier parte. A partir de esto, se podría esperar un patrón de producción más disperso que el de los bienes legales. Para explicar las diferencias de las distribuciones geográficas y la estructura de la industria de coca-cocaína y amapola-opio-heroína de aquellas industrias basadas en agricultura es necesario centrarse en las diferencias entre industrias lícitas e ilícitas, en especial en las labores que requiere la industria ilícita pero no la lícita. Algunas de ellas son: a.) Comerciar con insumos ilegales, los cuales son sustancias controladas y deben ser contrabandeadas. b.) Cultivar cosechas ilegales. c.) Desarrollar sistemas clandestinos de procesamiento de la droga. d.) Vender productos ilegales en el mercado nacional. e.) Contrabandear los productos finales fuera del país. f.) Desarrollar redes de mercadeo internacional. g.) Transportar los dineros obtenidos ilegalmente a través de fronteras internacionales y convertirlos en otra moneda sin revelar su origen. h.) Lavar e invertir dineros obtenidos ilegalmente y manejar portafolios conformados por capital ilegal. La realización exitosa de estas tareas requiere “destrezas ilegales” especiales empleadas para desarrollar grupos de negocios ilegales, redes de 17


apoyo social para proteger a la industria de los esfuerzos estatales de hacer cumplir la ley, y contratar sistemas de imposición y resolución de conflictos dentro de las organizaciones del crimen. Finalmente, implica la voluntad de violar leyes y regulaciones económicas y usar la violencia si es necesario. La manera como la economía aborda las actividades económicas ilegales se basa en la premisa de que muchas operaciones delincuenciales obedecen a la motivación de las ganancias esperadas y que pueden ser analizadas de manera similar a otras actividades. Desde este punto de vista, la decisión de cometer un delito se basa en la evaluación de los costos, beneficios y riesgos de la operación, por parte del criminal. La aplicación del enfoque económico simple al delito ha resultado bastante útil en muchos contextos, pues puede explicar variaciones en dicho delito a lo largo del tiempo en un sitio particular, siempre y cuando la estructura y las restricciones sociales sigan siendo constantes. Esta es la principal fortaleza del modelo. Sin embargo, cuando cambia la estructura social subyacente, el modelo pierde su poder explicativo. En específico, no da cuenta de algunas características importantes y específicas del comercio y los mercados de las drogas ilegales. Algunos ejemplos bastan para ilustrar el punto: a.) Colombia está profundamente involucrada en la industria de la cocaína mientras que Ecuador no. Ya que los ingresos por droga y los costos son similares en ambos países, debe concluirse que Ecuador no está involucrado en la industria de las drogas ilegales porque el castigo esperado por hacerlo en ese país es mucho más alto que en Colombia. Por tanto, para aceptar el modelo es necesario aceptar que Ecuador tiene una policía y un sistema de justicia superior que desestimula la industria de drogas ilegales, mientras que los sistemas colombianos son inferiores. En realidad ambos países tienen gobiernos centrales débiles que padecen una muy difundida corrupción. Los gobiernos locales están controlados por elites económicas y políticas, son muy vulnerables a sobornos y tienen la predisposición a cometer abusos de poder. El poder económico se concentra en un grupo de conglomerados económicos que ejerce una gran influencia en el sistema político y triunfa torciendo y manipulando las leyes y las regulaciones para generar y captar rentas económicas, y tanto los políticos como los aparatos estatales tienen la reputación de ser fácilmente comprados. b.) Durante los últimos 20 años, los precios de la cocaína al mayoreo en Europa han sido sustancialmente más altos que en Estados Unidos. Aquí de nuevo debe concluirse que o bien los castigos esperados en Europa son mucho más altos que en Estados Unidos, o que contrabandear coca en este país ha sido 18


significativamente más fácil que a Europa, a pesar de los esfuerzos de la "Guerra contra las drogas" del gobierno norteamericano. Las evidencias contradicen ambas afirmaciones. c) Curiosamente, mientras que los precios de la cocaína han sido notablemente más elevados en Europa que en Estados Unidos, lo contrario ha ocurrido en el caso de la heroína. Puesto que ambos productos son importados por organizaciones criminales similares, si las diferencias en sus precios dependieran únicamente de las políticas represivas, se esperaría que ambas fueran más costosas en el país más represivo y menos costosas en los menos represivos. d.) La cocaína y la heroína son distribuidas en los Estados Unidos, entre otros, por pandillas que viven en ghettos como “the crips” y “the bloods” y grupos de colombianos, dominicanos, jamaiquinos, haitianos, y mexicanos. Si bien es cierto que los fuertes lazos de lealtad que existen entre miembros de organizaciones criminales incrementan la ganancia del delito y disminuyen el riesgo de castigo, hay otros grupos de inmigrantes y no-inmigrantes con fuertes lazos internos de lealtad que no han desarrollado redes de distribución de drogas ilegales. En conclusión, la ganancia económica juega un papel relevante en la promoción del delito, pero otros factores importantes lo afectan, incluyendo los controles sociales y las restricciones al comportamiento que cada individuo ha interiorizado. Valores morales, capital social y restricciones sociales Algunos comportamientos individuales pueden tener efectos sociales indeseables. Sin embargo, la definición de aquello que constituye una acción desviada y dañina varía entre las sociedades y con el paso del tiempo. Entre los comportamientos desviados se incluyen conductas relacionadas con actividades políticas, relaciones sexuales y de género, actividades religiosas, violencia, juego, acumulación y uso de propiedad privada, producción, comercio y consumo de ciertos bienes y servicios, etc. Para controlar y regular el comportamiento, las sociedades se apoyan en normas que son impuestas por muchas instituciones --la familia, la religión, el estado, los grupos de pares, las escuelas y otras--. Las justificaciones que se aducen para el control del comportamiento han sido diversas. Se han basado en términos morales, éticos, políticos o prácticos. Frecuentemente apelan a la palabra revelada de Dios, el bien social e individual, el nacionalismo y otros sentimientos. Las ideologías, religiones y 19


otras instituciones han influido sobre el comportamiento, las normas y la legislación en todas las sociedades. Diversas instituciones sociales han jugado un papel en el control de las drogas psicoactivas. A menudo la religión ha prohibido su uso, o también lo ha incorporado en algunos casos a sus rituales. La familia y los grupos sociales han establecido convenciones y ambientes para su consumo, minimizando así las manifestaciones negativas. En regímenes democráticos modernos, donde los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, al igual que el Estado y la religión, están separados, los controles al comportamiento son impuestos por las mismas instituciones que los imponen en las sociedades tradicionales --el Estado, la familia, la religión, las escuelas--. Puesto que la legislación está formalmente separada de la religión, parece que los principales controles surgieran del Estado, el cual es considerado responsable de su producción e imposición. A medida que avanza la modernización, la familia extensa se ha debilitado, las personas se han alejado de sus lugares de origen, donde las instituciones locales restringían el comportamiento, y la religión ha perdido mucho de su dominio. Las normas sociales tradicionales se han hecho más elusivas y la labor de restricción de comportamientos desviados ha pasado a recaer en el Estado. Los humanos en tanto seres sociales tienen una posición en la sociedad que influye sobre su comportamiento y su productividad. El “capital social”, comúnmente definido como el conjunto de relaciones entre individuos y las redes y normas de reciprocidad y confianza que se desarrollan tienen una influencia significativa sobre el comportamiento de las personas, y afectan su actitud hacia las repercusiones sociales de sus acciones. Los individuos que provienen de ambientes con altos niveles de “capital social” (familias con padre y madre, familia extensa, relaciones sólidas con los padres, parientes y amigos, buenas escuelas, participación activa en la religión y los deportes...) desarrollan un fuerte sentido de pertenencia, confían en miembros de la comunidad y sopesan los efectos sociales positivos o negativos de sus acciones y decisiones. El capital social contribuye al desarrollo de la responsabilidad cívica. Sin lugar a dudas, las redes productivas y extensas de una comunidad específica generan capital social. Sin embargo, cuando las sociedades están fragmentadas, y cuando los individuos expresan lealtad y muestran solidaridad hacia subgrupos pero no hacia la sociedad como un todo, el capital social de algunos grupos puede ir en detrimento de otros. En efecto, existen varios tipos de capital social, y es importante considerar al menos dos: aglutinante y creador de puentes (Putnam, 2000). Para cualquier sociedad es esencial equilibrar ambos tipos. El capital social aglutinante genera gran lealtad dentro de un grupo pero puede desencadenar 20


antagonismos hacia personas ajenas a él. Una cantidad desproporcionada de este tipo de capital social puede provocar divisiones y conducir a conflictos. Por otra parte, el capital social que tiende puentes entre las diferencias que existan entre grupos promueve la coexistencia. Cuando sólo existe este tipo de capital social, las personas no están ligadas a sus grupos y la vida dentro de ellos tiende a ser poco atractiva. Se puede afirmar que el capital social es escaso en Colombia y que cuando existe tiende a ser aglutinante. En sociedades fragmentadas, se puede percibir una discrepancia entre las diversas actitudes personales hacia el delito dentro y fuera de una comunidad. Por ejemplo, robar a un pobre puede parecer condenable, mientras que asesinar a un rico puede parecer casi inocuo y hasta justificable. Una red de relaciones que genera capital social fuerte dentro de una comunidad marginal puede llegar a ser perversa y producir efectos negativos para la sociedad como un todo. Las restricciones y normas sociales de dicho grupo pueden resultar muy perjudiciales para la sociedad. Varios análisis recientes sobre Colombia identifican la debilidad de la “sociedad civil” como causa de la violencia y de otros problemas sociales. El término “sociedad civil” hace referencia a organizaciones diferentes del Estado que contribuyen, en muchas ocasiones, al desarrollo y fortalecimiento del capital social. Sin embargo, por sí mismas no constituyen capital social, y en ocasiones pueden incluso no contribuir a su formación o fortalecimiento. Las innumerables ONG que se han desarrollado en Colombia son, sin lugar a dudas, instituciones muy importantes, que a menudo logran jugar papeles y funciones positivos. Sin embargo, su mera existencia no garantiza de manera automática su integridad. Existe el riesgo de que ONG, tanto antiguas como recientemente creadas, puedan ser utilizadas para desviar o malgastar fondos. 1. Restricciones internas Se define una norma interna como aquella según la cual un individuo evalúa, aprueba o restringe su comportamiento (Coleman, 1990). Todo ciudadano tiene su propio “umbral de delincuencia”, el cual surge de manera natural y se moldea mediante la socialización. En toda sociedad, por lo tanto, algunas personas son más escrupulosas que otras. El “precio” de la honestidad particular depende tanto de su propio acopio de atributos naturales como de las restricciones internas al comportamiento que se hayan desarrollado a lo largo de su período de socialización y su experiencia vital. 2. Restricciones externas El Estado, así como otras instituciones, puede estimular y desestimular comportamientos. Sus políticas pueden reducir o aumentar los costos y castigos que deberán enfrentar los potenciales delincuentes. Las 21


sociedades civiles generan presión de grupo y pueden sancionar a los individuos de muchas maneras positivas y negativas (alabanza, mayor estatus social, rechazo, humillación, excomunión, ejecución, etc.). El Estado puede aprobar e implementar leyes mediante las cuales se promuevan, regulen, declaren ilegales o castiguen los diferentes comportamientos, así como establecer incentivos --de mercado y otros-- para alcanzar sus metas. Tanto las sociedades civiles como el Estado imponen restricciones y castigos variables a diferentes personas, dependiendo de factores como estatus social, raza, género, religión, filiación política, etc.. A pesar de que en general las tasas de delincuencia más elevadas pueden asociarse con características socioeconómicas de ciertos grupos (bajos ingresos, por ejemplo), la mayoría de los miembros de dichos grupos no son delincuentes. El gobierno y las instituciones no presentan una única actitud hacia el delito y su castigo. Varias agencias gubernamentales formulan e implementan las políticas relacionadas con la delincuencia y el crimen. Con frecuencia, falta coordinación entre ellas, e incluso pueden llegar a contradecirse; pueden también disputarse entre ellas presupuestos, o la jurisdicción sobre la formulación y aplicación de una determinada política. Lo mismo ocurre con entidades ajenas al gobierno: muchas pueden castigar los delitos, pero otras en efecto lo estimulan. Por ejemplo, en los ghettos de ciertas ciudades de EU, ir a la cárcel puede ser un “rito de iniciación” que aumenta el estatus de los varones jóvenes. En varios países de América Latina la evasión de impuestos enfrenta un riesgo extremadamente bajo de castigo por parte del gobierno; además, la sociedad la condona ampliamente y frecuentemente representa una fuente de orgullo individual. Finalmente, en el mediano y el largo plazo, las instituciones sociales y gubernamentales tienen un efecto sobre el comportamiento delictivo y criminal. La falta de castigos para los comportamientos desviados por parte del gobierno y la sociedad debilita los incentivos para el desarrollo de restricciones internas fuertes, lo cual a su vez aumenta la proporción de individuos dispuestos a quebrantar la ley. La dinámica de largo plazo que pueden generar débiles restricciones externas puede llegar a ser devastadora. Ante todo, aumentan la rentabilidad de las acciones delictivas, y a medida que éstas se diseminan y reciben cada vez mayor aceptación en la sociedad, aumenta el costo del comportamiento legal. Como resultado, se debilitan las restricciones internas. Además, cuando se tolera y acepta el comportamiento delictivo, el proceso de socialización producirá eventualmente una generación de individuos cuyas restricciones internas estarán distorsionadas. En estos casos se puede afirmar que la sociedad ha caído en la “trampa de la deshonestidad”, de la que es muy 22


difícil escapar. Cuando una mayoría es deshonesta, ir contra la corriente (ser honesto) resulta muy costoso para cualquiera (Thoumi, 1987). --Causalidad de las drogas ilegales Como ya se discutió, la rentabilidad es una de las variables que promueven el delito, pero otros factores también juegan en él un papel importante: las restricciones y actitudes sociales hacia el delito y la fortaleza de los controles internos de la ciudadanía. La eficacia de los esfuerzos por imponer el cumplimiento de la ley, así como el nivel de disciplina que pueda aplicar el Estado, la sanción social y la eficacia general en el proceso de inculcar restricciones internas al comportamiento juegan papeles causales y pueden considerarse causas institucionales, es decir, relacionadas con las reglas reales de comportamiento social. Sin embargo, el conocimiento que existe sobre la mayoría de estas variables es bastante imperfecto. Si se desconoce la magnitud e interacción de todas y cada una de ellas, es imposible predecir los efectos de una determinada política. Infortunadamente, los artífices de política, al igual que los analistas que las proponen como “soluciones”, no reconocen este hecho. Cuando las políticas fracasan y no logran alcanzar metas poco realistas, sus debilidades se atribuyen a “falta de compromiso”, “voluntad política” o a la “corrupción”. Pocos resaltan la existencia de restricciones institucionales que hacen imposible que las políticas sean exitosas incluso cuando los gobiernos estén “comprometidos, muestren voluntad política y no sean corruptos”. El desarrollo de la industria de las drogas ilegales en un determinado país requiere un ambiente que se caracterice por instituciones que impongan restricciones mínimas --o inexistentes-- al comportamiento, y que toleren o condonen el comportamiento desviado. Al respecto, cobran importancia los procesos de evolución institucional. La actividad delincuencial no solamente responde a la rentabilidad ilegal, sino también a cambios en el seno de las instituciones, los cuales debilitan los controles al comportamiento, incluyendo aquéllos del Estado. Cuando se debilitan los controles que impone una institución específica, es necesario poner en marcha otros mecanismos que prevengan el incremento de la delincuencia. Sin embrago, estos cambios son difícilmente uniformes o factibles. Por ejemplo, cuando los cambios que ocurren en la estructura familiar --u otras instituciones civiles-- debilitan los controles sociales, el Estado puede no ser eficaz en mantener su rumbo a causa de conflictos con otras de sus funciones, y porque se podría considerar que está contradiciendo metas explícitas tales como la protección de los derechos individuales. 23


Una de las implicaciones inequívocas de este análisis es que los niveles de delincuencia reflejan las instituciones sociales. En este sentido, la industria de las drogas ilegales expresa tanto cambios en las instituciones sociales como problemas. Los procesos de evolución que producen un ambiente en el cual puede prosperar la delincuencia se generan a lo largo de extensos períodos. Contrarrestarlos también requerirá, por lo general, paciencia. No existe un tipo de política que actúe como una “bala de plata” que elimine radicalmente el “problema de las drogas” en el corto plazo. El papel central del capital social --o su inexistencia-- en la promoción de las actividades ilegales no excluye la necesidad de tomar en cuenta otros factores. También juegan un papel variables como la pobreza extrema, la falta de canales para la movilidad social, la desigualdad y las crisis económicas, las cuales, como ya se vio, se han invocado frecuentemente para explicar y justificar el desarrollo de la industria de las drogas en Colombia. Éstas pueden considerarse causas latentes que, en la mayoría de los casos no conducen al desarrollo de actividades económicas ilegales. La pobreza extrema en sí misma no es una causa determinante. No se puede describir a muchas sociedades o grupos sociales pobres como propensos a altas tasas de delincuencia. Sin embargo, cuando se relajan las instituciones sociales, se convierte, en efecto, en detonante del desarrollo de la industria ilegal. En una situación de pobreza extrema estable, es decir, cuando los ingresos son muy bajos pero no disminuyen, la pobreza se convierte en detonante de delincuencia solamente si se debilitan las restricciones al comportamiento discutidas más arriba. Sólo cuando esto ocurra habrá contribuido la pobreza al desarrollo de las industrias ilegales. Las crisis económicas también son factores secundarios. Algunas regiones colombianas sufrieron descensos económicos durante la década de 1980, pero Colombia fue el único país de América Latina y el Caribe que estuvo exento de la crisis de la deuda externa de la misma década, y el único cuyo PIB no se redujo en toda la década. También en los ochenta, las plantaciones de coca crecieron en Bolivia, Perú y Colombia, y los colombianos desarrollaron y mantuvieron el control de la industria de la cocaína. Las crisis de muchos países latinoamericanos fueron muy agudas, pero no condujeron al desarrollo de la industria de las drogas ilegales. Durante la década de 1980, en Colombia, crisis relativamente moderadas sirvieron como detonantes porque los cambios sociales e institucionales que el país había padecido lo hacían vulnerable. Sin un ambiente social e institucional propicio a tal desarrollo, la industria no habría surgido. Lo anterior tiene implicaciones importantes sobre la formulación de políticas. Si el crecimiento de la industria de las drogas ilegales es consecuencia de cambios institucionales en una sociedad, los cuales han 24


debilitado los controles sociales y estatales, es probable que las políticas represivas no sean eficaces. A menudo se ha sobrestimado la efectividad de las políticas antidroga, lo cual ha conducido a expectativas poco realistas. Es necesario señalar, empero, que las imperfecciones no tienen que conducir necesariamente al abandono de una política; más bien, deben disminuirse las expectativas sobre su eficacia. Se debe hacer énfasis en que la solución a largo plazo del “problema de las drogas” es de tipo institucional y requiere cambios considerables en la sociedad y no simples políticas a corto plazo. Las actuales políticas podrían jugar un papel importante en mitigar algunos de los principales efectos negativos, pero si no hay un verdadero cambio social, poco será lo que se logre en el largo plazo. --¿Qué tan diferente es Colombia? El análisis indica que la industria de las drogas ilegales se desarrolla en sociedades donde el Estado es débil, donde es ineficaz la presencia institucional que podría generar controles sociales y donde el capital social es deficiente. Esto plantea una pregunta interesante: ¿Son estos rasgos lo suficientemente distintivos en Colombia, en comparación con otros países, para explicar el papel crucial que juega esa nación en la industria ilegal? 1. Una de las principales diferencias entre Colombia y el resto de América Latina surge de la geografía. Colombia surgió, desde los tiempos coloniales, como un conjunto de regiones diferentes con escasa comunicación e intercambio comercial entre ellas. Los obstáculos físicos eran (y siguen siendo) tan grandes, que las regiones mostraron la tendencia a desarrollarse como unidades relativamente autosuficientes. En muchas de ellas crecieron pequeños centros urbanos, y hoy en día Colombia, a diferencia de otras naciones latinoamericanas, es un país de muchas ciudades, las cuales son centros regionales. 12 La heterogeneidad geográfica da cuenta, hasta cierto punto, de la separación de Ecuador y Venezuela de Colombia pocos años después de la Independencia y de Panamá unos 73 años más tarde. A causa de su geografía, Colombia fue, hasta comienzos del siglo XX, el país latinoamericano con la más

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El censo de 1993 estima la población de Bogotá en alrededor de 5 millones. Había además dos áreas metropolitanas de 2 millones cada una y una de 1,3 millones. Otras dos tenían más de 600,000, una aproximadamente medio millón, tres estaban en el rango de 300,000 a 400,000, nueve entre 200,000 y 300,000, y seis entre 100,000 y 200,000. 25


baja tasa de comercio internacional per capita. 13 Sólo el desarrollo de la industria del café modificó esta condición. Más aún, la producción para la exportación generó una infraestructura que unió algunas regiones colombianas con la costa y los mercados internacionales, pero contribuyó poco a la integración nacional. La geografía también fue un obstáculo para el sistema tributario, porque aumentaba enormemente sus costos. De ahí que la recolección fuera frecuentemente privatizada a través de subastas que permitían la obtención de ganancias por parte de ciudadanos privados. 14 Hasta mediados del siglo XX, la mayor parte de los ingresos del estado central se originaban en impuestos al comercio internacional. 15 Así un Estado central muy pobre fue el corolario de la diversidad regional del país. A causa de su geografía, Colombia tenía la mayor necesidad de invertir en infraestructura, con el fin de integrar el país y convertirlo en una nación. Pero las restricciones financieras y la necesidad de responder a las exigencias de los votantes urbanos condujeron a que la presencia del Estado central hubiera sido tradicionalmente precaria en grandes zonas del país. En efecto, el Estado colombiano nunca ha controlado su territorio. 2. La geografía también obstaculizó el comercio interno no solamente porque los costos y riesgos de transporte eran muy altos sino porque cerca de cada conglomerado urbano existía una diversidad de climas que permitía una gran variedad en la producción de alimentos y otros productos agrícolas. Esto promovió la autosuficiencia regional y constituyó un fuerte desincentivo a la formación de un mercado nacional. 3. La heterogeneidad regional encontró su expresión en la diversidad cultural. Los comportamientos, acentos y valores regionales tienden a ser muy diferentes y propios de cada región. Las lealtades locales son fuertes, y así la conformación de una identidad nacional ha sido lenta e incompleta. 13

Palmer (1980, 46) muestra que incluso en una fecha tan tardía como 1910, las exportaciones per capita de Colombia equivalían a un 77% del segundo país más bajo, Honduras, 67% de las de Perú, 52% de las de Venezuela, 12% de las de Argentina, y 9% de las de Uruguay. 14 Deas (1982) ofrece varios ejemplos al respecto. Las personas que subastaban alcohol y tabaco parecen haber prosperado, pero hay casos en los cuales los recolectores privados llegaron a perder dinero. 15 A lo largo del siglo XIX, los bajos impuestos fueron una constante en Colombia. El de Deas (1982) es un estudio fascinante de estos problemas y de la manera como los manejaron diferentes gobiernos. 26


4. La estructura de los partidos políticos colombianos es atípica. En América Latina, los principales partidos se organizan centralmente e intentan presentar una agenda política claramente distintiva. Otros responden a un líder con una fuerte personalidad. En ambos casos, la estructura se organiza verticalmente, de arriba hacia abajo. En contraste, los dos partidos tradicionales de Colombia, el Liberal y el Conservador, se han organizado a partir de grupos locales. Tienden a ser organizaciones de líderes locales que se juntan para influir sobre el gobierno central. En muchas regiones, los partidos han sustituido al Estado y mediado entre este y la ciudadanía. Muchos colombianos desarrollaron hacia sus partidos el tipo de lealtad que la gente desarrolla hacia la nación-estado. Hasta hace poco tiempo, muchos colombianos eran liberales o conservadores por nacimiento más que por elección. “Este sentido de la pertenencia representaba un elemento trascendental de la vida civil, que marcaba y definía identidades personales” (Acevedo-Carmona, 1995: 41). Por esta razón, los partidos tradicionales colombianos han tenido miembros de todas las clases sociales y se han esparcido por todo el país. Más aún, la fuerte filiación partidista ha representado un obstáculo para el desarrollo de otros partidos. Éstos últimos pueden haber tenido éxitos ocasionales, pero no logran sostenerse en el mediano plazo. Los diferentes puntos de vista políticos se expresan con más frecuencia como facciones disidentes de los partidos tradicionales o como movimientos independientes no relacionados con partidos. 5. El Frente Nacional contribuyó a la despolitización de los partidos, que se convirtieron en máquinas electorales que se organizaban en tiempo de elecciones pero que lograban poco más. Es significativo que desde el período de la posguerra hasta finales de la década de 1990 la política se mantuvo muy distante de la formulación de muchas políticas económicas. Éstas se confiaban a profesionales altamente entrenados que las formulaban respondiendo más a las presiones de la elite económica que a los intereses de las mayorías. De ahí el dicho de que “El país va mal pero la economía va bien”, el cual reflejó durante muchos años las percepciones del público sobre la realidad colombiana. El sistema político en Colombia no ha respondido a la necesidad de reformas sociales y económicas. Colombia ha sido el único país de la región latinoamericana donde las exigencias de las clases bajas no han conducido a experimentos populistas o reformistas. Esto ha tenido un efecto positivo, hasta el punto de que, a diferencia de la mayor parte de América Latina, la estabilidad macroeconómica pudo prevalecer y fue posible prevenir 27


episodios inflacionarios extremos y crisis económicas (Urrutia, 1991). Sin embargo, se frustraron reformas necesarias y significativas, y sus promotores se vieron obligados a apoyar el recurso a medios violentos y no políticos. 16 6. Las comunidades indígenas eran más débiles y no generaron restricciones sociales al comportamiento, como sí lo hicieron en la mayor parte de la población campesina de otros países andinos. En Bolivia, Ecuador y Perú, las comunidades indígenas tienen una fuerte identidad, sus miembros desarrollan un sentido de pertenencia y la comunidad genera importantes normas de comportamiento. En Colombia, los grupos más grandes estaban lo suficientemente organizados como para ser explotados por los colonizadores españoles, pero eran débiles y no lograron sobrevivir como comunidades. Dichas comunidades sufrieron un muy rápido proceso de mestizaje, se fundieron en las mayorías y perdieron su identidad (Jaramillo-Uribe, 1994, Capítulo 3). Colombia aún cuenta con comunidades indígenas en las cuales las normas sociales son fuertes y donde se castiga el comportamiento descarriado. No obstante, son una minoría. Gran parte del campesinado es el resultado del mestizaje y tiene lazos comunitarios débiles. Las comunidades indígenas son la excepción en la Colombia rural. Unas pocas de ellas subsisten en zonas aisladas o en las tierras altas del sur, que marcaban los límites norteños del imperio Inca. 7. La comunidad “blanca” o mestiza también es diferente. Colombia es el país latinoamericano que ha estado menos expuesto a influencias no hispanas. En relación con el tamaño de su población, ha tenido el número más reducido de inmigrantes no españoles o no católicos. Colombia fue poblada por españoles que llegaron poco tiempo después de siete siglos de Guerra contra los árabes. Provenían de una de las regiones más medievales de Europa, y el aislamiento regional antes discutido les permitió conservar muchos de sus rasgos. Sus valores han influido en la sociedad colombiana a lo largo de su historia. Por ejemplo, la Constitución de 1886, que se mantuvo en vigencia con algunas reformas hasta 1991, buscaba fortalecer la Hispanidad. Se ha afirmado que intentaba replicar la España de Felipe II. Esa Constitución era muy hostil hacia inmigrantes no españoles y no católicos, pues la Iglesia 16

Colombia ha contado con movimientos orientados hacia las reformas. Por ejemplo, la Teología de la Liberación se originó en el país. Sin embargo, el efecto de estos movimientos sobre las políticas ha sido, en el mejor de los casos, marginal. 28


monopolizaba muchos procedimientos civiles y controlaba la educación. Es significativo que Colombia es uno de los países donde es más difícil hacerse ciudadano. Estos factores explican por qué hasta hace poco el país seguía muy alejado de tecnologías e ideas modernizantes. Según el ex presidente López Michelsen, Colombia era el Tíbet de América Latina. Los tradicionales valores españoles premodernos no conducían al respeto hacia las leyes o autoridades del gobierno central y el aislamiento de muchos descendientes de los conquistadores les permitió seguir siendo un tanto autónomos de dicho gobierno. A comienzos del siglo XX, la colombiana era una sociedad muy estratificada en la cual los terratenientes mantenían gran autonomía. Su poder local era fuerte y con frecuencia abusaban de él. En otras palabras, sus sociedades no imponían restricciones fuertes al comportamiento. 8. Durante el siglo XX, Colombia sufrió una dramática expansión de la frontera agrícola y ganadera. Este proceso fue influenciado por la violencia rural y la explosión demográfica. 17 La expansión fue llevada a cabo de manera espontánea por colonos individuales, con poco o ningún apoyo estatal. Muchos estaban armados, y muchos habían sido desplazados por la violencia rural en otras regiones. Estos procesos de asentamiento fueron violentos e inestables. En varios casos, se daba la bienvenida a organizaciones guerrilleras, pues imponían el orden en el vacío de poder predominante. 18 9. La “Violencia” también generó grandes migraciones del campo hacia las barriadas urbanas. Un efecto notable de esta migración fue la pérdida de los lazos con la comunidad de origen, la cual por lo general ha sido destruida o simplemente era muy débil para sobrevivir los efectos de la distancia. Muchos inmigrantes rurales 17

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de la década de 1970, Colombia tuvo una de las más elevadas tasas de natalidad de América Latina. Desde entonces ha sufrido uno de los más agudos descensos, lo cual se logró a través de una silenciosa campaña financiada por el gobierno, luego de que la Iglesia Católica acordara no oponerse a ella si el gobierno no la promovía abiertamente. Los efectos de este descenso en la fuerza laboral empezaron a hacerse sentir solo en los años 90, y fueron compensados parcialmente por un aumento en la tasa de participación de las mujeres. 18 Este proceso contrasta con los asentamientos de Chapare en Bolivia, adonde los campesinos inmigraron en comunidad y donde el Estado promovió las migraciones y tenía alguna presencia. Hoy, Chapare tiene la mejor infraestructura rural de Bolivia, mientras que en las zonas de cultivo de drogas en Colombia la infraestructura es casi inexistente (Thoumi, 2002c). 29


perdieron los lazos sociales y restricciones, y su difícil situación los llevó a ser extremadamente resentidos. 10. El ejército colombiano también es peculiar. Colombia no había sufrido golpes militares (el gobierno militar de 1953 fue el resultado de un “golpe de opinión” en respuesta a un clamor social a terminar la “Violencia”). Las Fuerzas Armadas han sido tradicionalmente débiles. Nunca han controlado el territorio y, en particular, han carecido de presencia significativa en amplias zonas de frontera. Además, no son representativas de la sociedad colombiana: el servicio militar ha sido excepcional en el caso de los hijos de las elites. Finalmente, los militares colombianos no han sido activos, por lo general, en la política, ni siquiera después de su retiro (en 1999 sólo un miembro del Congreso colombiano había tenido experiencia militar). 11. Los ciudadanos colombianos han tenido, a lo largo de sus vidas, la experiencia de la violencia y la inseguridad. Puede afirmarse que todo colombiano ha sido víctima, y muchos de ellos verdugos. El síndrome de estrés post-traumático es difundido, y no se trata clínicamente. Sólo se puede especular sobre las implicaciones de este hecho en las perspectivas de desarrollo social, pero en una sociedad donde todo el mundo es astuto y desconfiado, desarrollar confianza social es una hazaña considerable. Los estudios disponibles muestran que el nivel de capital social en Colombia es bajo. A diferencia de los países mencionados, el capital social en Colombia ha sido aglutinante dentro de pequeños círculos sociales. El capital social generador de puentes entre grupos ha sido en extremo escaso. Esto ha conducido a algunos académicos a afirmar que los colombianos actúan usando una notable lógica individual, desastrosa en términos sociales (Gómez-Buendía, 1999). Describen a los colombianos como personas muy individualistas que no se preocupan por los efectos sociales de sus acciones. Más aún, el Estado tiene debilidades particulares que lo diferencian de otros países. Todos estos factores no sólo han convertido a Colombia en terreno fértil para el desarrollo de la industria de las drogas ilegales, sino también para el elevado nivel de violencia, corrupción y otros síntomas sociales. Estas fuerzas han estado funcionando durante muchos años; sin embargo nunca habían generado crisis sociales como la actual. A medida que Colombia dejaba de ser una sociedad rural, su población crecía y la urbanización florecía en tanto se expandía la frontera rural, aumentaba la educación, crecía el nivel de ingresos, cambiaba el papel de las mujeres, etc., y la vulnerabilidad de las instituciones sociales convertía al país en el 30


mejor lugar para la industria del narcotráfico. Una vez establecida, ésta actuó como elemento catalizador que aceleró un proceso de cambio social y continuó devastando los controles sociales tradicionales (Thoumi, 1994). Es claro que el problema colombiano traspasa las drogas ilegales. Hoy Colombia es el primer productor mundial de billetes de dólares falsos, el primer productor de secuestros y extorsiones, y uno de los principales exportadores de prostitutas a Europa. Todas estas actividades se desarrollan en entornos de controles débiles al comportamiento individual. La mayoría de los colombianos no es delincuente, aunque es habitual que casi todos infrinjan alguna ley. Comprar y vender contrabando, falsificar formularios de empleo, evadir impuestos, sobornar a funcionarios, son comportamientos que comparten los ciudadanos comunes, quienes no establecen una relación entre su comportamiento individual y la situación crítica del país. De hecho, todo colombiano tiene que decidir en sus propios términos qué normas va a respetar y cómo se va a comportar, sin tener que preocuparse mayormente por sanciones sociales o estatales, que son o inexistentes o laxas. La debilidad de los controles sociales y estatales se convierte también en terreno fértil para el surgimiento de individuos extraordinarios. Los que son “buenos” lo son a pesar de su medio ambiente, mientras que los que son “malos” no tienen restricciones. Por tanto, el país produce personas extraordinariamente “buenas”, pero igualmente “malas”. El sistema político colombiano toleraba una mentalidad que contemplaba al Estado como un botín, que le permitía cooptar a muchos de sus críticos y potenciales disidentes y así mantener la estabilidad política. La dinámica de este sistema es viciosa, pues requiere un botín que siga creciendo para que sea posible satisfacer a un número creciente de personas que hay que cooptar. El sistema permitió que los mecanismos de la justicia se hicieran más ineficientes, lo cual elevó los costos en los negocios. La policía y los sistemas de seguridad se fueron privatizando cada vez más, a medida que se hicieron comunes los guardaespaldas personales, celadores y otros tipos de protección pagada. Estos cambios aumentaron el peso muerto de los comportamientos depredadores en la economía, y abatió el crecimiento económico. Para fines del siglo XX, el país estaba en una profunda crisis; igual estaba su economía. Actualmente, muchos colombianos sitúan la raíz de sus problemas en la industria ilegal, pero no perciben las debilidades sociales e institucionales que permitieron que tal industria ilegal floreciera. Tienden a referirse a ésta como un flagelo que recayó sobre ellos por mala suerte, por un sistema internacional injusto, o por fuerzas malignas. No sorprende que consideren culpable de sus males a la demanda internacional. 31


--Implicaciones de las políticas antidrogas Las políticas antidrogas han sido diseñadas para reducir la rentabilidad de la industria. Si mucho, han sido exitosas en ciertos lugares, pero donde el negocio ya no es rentable. Las políticas antidrogas en Colombia siguen el patrón de “zanahoria y garrote”. El Desarrollo Alternativo representa un incentivo, mientras que políticas represivas tales como las diferentes formas de interdicción, la destrucción de la infraestructura productiva de la industria (incluyendo la fumigación aérea), las medidas en contra del lavado de dineros, y la captura y encarcelamiento de los actores del negocio de las drogas constituyen la cara coercitiva de las políticas. Dichas políticas son formuladas a partir de la suposición implícita de que las instituciones sociales no determinan o son poco importantes para establecer su efectividad. En otras palabras, se supone que funcionan eficazmente en toda sociedad mientras exista la “voluntad política” de hacerlas cumplir. Los argumentos que se han desarrollado en este trabajo muestran que este tipo de expectativas no es realista; en segundo lugar, una estrategia de este tipo no eliminará las drogas ilegales mientras no haya un profundo cambio en las instituciones sociales. Las políticas antidrogas enfrentan varios tipos de obstáculos. Primero, en el nivel social, entre los prerrequisitos para su éxito se incluye la necesidad de que existan comunidades firmes que generen restricciones sociales al comportamiento, así como un Estado fuerte y confiable que controle su territorio y responda a las necesidades de sus ciudadanos. En segundo lugar, las políticas enfrentan limitaciones técnicas de diversa índole. En el caso de la eficacia de la fumigación aérea, requiere el uso de pesticidas contra los cuales los campesinos no puedan desarrollar protección. En las amapolas, cultivo de corto ciclo --entre 3 y 4 meses-- se requiere fumigación continua para evitar que se vuelva a plantar. El Desarrollo Alternativo requiere que la calidad de la tierra sea buena como para que los cultivos diferentes a la coca sean sostenibles. En tercer lugar, muchas políticas se contradicen entre sí. Las políticas antidrogas deben luchar contra las fuerzas del mercado y apuntar hacia el logro de una incongruencia económica: maximizar los precios de las drogas al por menor y a la vez minimizar el precio de la coca y la amapola. Por tanto, muchas políticas aumentan los incentivos económicos en diferentes etapas de las redes de producción y tráfico, debilitando así otras políticas. La fumigación aérea, por ejemplo, actúa como mecanismo de soporte de los precios de la coca y estimula el surgimiento de cultivos en zonas aún no fumigadas. Los proyectos de Desarrollo Alternativo presentan desafíos particulares. En todo programa de desarrollo económico se busca identificar 32


proyectos rentables. En este caso se trata de buscar formas de evitar el crecimiento y promover la eliminación de una actividad muy rentable. En cierta forma se trata de desarrollar un antiproyecto. En otras palabras, no se trata simplemente de buscar una actividad rentable, sino una que sea superior a las actividades ilegales que por su naturaleza son altamente rentables. Este es un desafío para cualquier esfuerzo de Desarrollo Alternativo y para su sostenibilidad en el largo plazo. Teniendo en cuenta los requisitos como las limitaciones de las políticas, se puede predecir que es muy difícil que en un país como Colombia sean exitosas las políticas antidrogas tradicionales. El país presenta más obstáculos que ningún otro país andino. Consideremos el Desarrollo Alternativo. Son comprensibles las experiencias positivas que en tal programa se han tenido, sobre todo en comunidades donde hay controles sociales al comportamiento. Pero muchas zonas cultivadoras de coca y amapola están en lugares donde las comunidades son muy débiles. La eficacia de las políticas implementadas tiene que medirse en relación con el contexto en el que se han introducido. Las regiones de cultivo de coca y amapola están situadas, a menudo, en zonas de comunidades muy débiles. En esos asentamientos, los campesinos han sido desplazados por la violencia y están armados. En la mayoría de las zonas de cultivo de coca y amapola el Estado es de facto inexistente. Un funcionario público (un esporádico maestro o trabajador de la salud, por ejemplo), difícilmente representa a un gobierno que está en gran medida ausente, y por tanto no cumple con sus funciones—hacer cumplir contratos y resolver conflictos, proteger derechos de propiedad y ofrecer servicios básicos. El poder concreto reside a menudo en los grupos guerrilleros y paramilitares que han pasado a sustituir al Estado. Los suelos de la cuenca amazónica colombiana son muy pobres y, en promedio, más pobres que los de Chapare y el Valle del Alto Huallaga. En estas áreas, es tecnológicamente imposible cosechar una producción agrícola sostenible diferente de la coca. Muchas zonas cocaleras de Colombia están muy alejadas de los mercados, y en ellas hay una enorme carencia de infraestructura. El éxito de la fumigación aérea es dudoso. La falta de control estatal explica en gran medida por qué razón Colombia es el único país andino donde se permite la fumigación. De otra manera, se podrían haber aplicado medidas menos radicales, como la erradicación manual. La fumigación es un arma indiscriminada que ataca otros cultivos. Adicionalmente, puede presentar fallas técnicas. La fumigación no es erradicación. Las condiciones climáticas o las medidas de protección de los campesinos pueden reducir su efectividad. Más aún, las precauciones que toman los pilotos de los aviones disminuyen su precisión. A causa de la falta 33


de control gubernamental, siempre existe el peligro de que un fuego alcance los aviones fumigadores. Por tanto, éstos deben volar a una altura mayor que la requerida para fumigar con precisión. Ha habido informes en los cuales se afirma que se han fumigado proyectos de Desarrollo Alternativo y cultivos de subsistencia. La falta de coordinación entre la fumigación y las autoridades del desarrollo alternativo ha debilitado los proyectos de éstas últimas. En el largo plazo, la fumigación es exitosa si no resurgen los cultivos en los mismos lugares o si no se desplazan (efecto globo). El resurgimiento de cultivos sugiere que la fumigación ha sido menos eficaz de lo deseado y que se requiere persistencia en ella. A largo plazo son preocupantes los efectos, en términos de salud y medio ambiente, sobre uno de los más frágiles ecosistemas del planeta. Más aún, en muchas zonas la fumigación aérea significa la principal presencia estatal. “La presencia estatal por fumigación” aumenta el resentimiento contra el gobierno y debilita cualquier otra actividad estatal en esas comunidades. La erradicación manual en Colombia es más difícil que en Bolivia y Perú (y probablemente imposible en la mayoría de los sitios) a causa de la falta de presencia estatal en las regiones productoras y la carencia de comunidades estables y organizadas en la mayoría de las zonas de cultivos ilegales. La interdicción tiene diferentes efectos, dependiendo de los elementos de la cadena productiva que busque combatir. Una política destinada a sellar zonas de cultivo de coca y amapola reduce los precios de la cosecha y presenta menores efectos disruptivos que la fumigación sobre comunidades campesinas. Por otra parte, la interdicción de cocaína y heroína ya procesadas en los puertos de exportación, donde se incauta sólo una parte del total para exportación, tiene el efecto opuesto. Si los narcotraficantes estiman que, por ejemplo, un 15% de sus exportaciones será decomisado, considerarán el decomiso como un costo del negocio y aumentarán proporcionalmente tanto su demanda de coca y amapolas como su producción de cocaína y heroína, con el fin de mantener la cantidad que quieren garantizar a sus clientes. Las políticas antidrogas requieren coordinación entre las agencias ejecutivas. La coordinación es clave para evitar que los esfuerzos se anulen. En Colombia es especialmente importante que los programas y proyectos de Desarrollo Alternativo no sean fumigados. La debilidad de las instituciones permite que sectores del gobierno actúen de manera autónoma y puedan neutralizar las acciones de otras agencias. Una mentalidad guerrerista o una reacción basada en la frustración por parte de los encargados de la fumigación puede convertir al Desarrollo Alternativo en una política inútil. Los efectos de programas actuales sobre desarrollo democrático son importantes. Cuando son implementados en comunidades organizadas, los 34


programas de Desarrollo Alternativo, así como los de Gobernabilidad Local, ofrecen una oportunidad muy positiva para fortalecer la democracia. Estos programas pueden reforzar las instituciones locales y aumentar la estabilidad. En efecto, muchas comunidades indígenas se sienten amenazadas por los cultivos ilegales, pues éstos debilitan las instituciones sociales tradicionales, y por tanto han dado la bienvenida a programas de Desarrollo Alternativo. No sorprende que las más positivas experiencias de Desarrollo Alternativo hayan tenido lugar en comunidades indígenas donde existen controles sociales al comportamiento. Cuando se llevan a cabo programas de Desarrollo Alternativo o de Gobernabilidad Local en zonas donde subsisten comunidades poco compactas, dichos programas pueden ser utilizados para crearlas o para fortalecerlas. En estos casos, los mencionados programas pueden promover la organización de la comunidad a través de infraestructura física, educación y otras inversiones, siempre en consulta y negociación con los socios locales. Estos programas deben fundarse a sobre la suposición de que la sostenibilidad de la erradicación requiere fuertes lazos comunitarios que logren hacer cumplir la prohibición de los cultivos ilegales. Estas organizaciones deben ser representativas y estar organizadas desde los niveles más bajos de la sociedad. En otras palabras, deben reflejar genuinamente los valores e intereses de la comunidad. La faceta de construcción de comunidad es un elemento clave e irremplazable para que este tipo de programas tenga éxito. La mayoría de programas de Desarrollo Alternativo tiene componentes regionales como uso de agua, carreteras y otros tipos de infraestructura. Las empresas afectan a varias comunidades. Se requiere de comunidades democráticas y un alto grado de Gobernabilidad Local para cooperar con pueblos vecinos para implementar los programas regionales. Los efectos de la fumigación en las comunidades difieren ampliamente de los del Desarrollo Alternativo. Una pregunta es si une a las comunidades en contra del Estado. Vargas-Meza (1999) ha estudiado en detalle los casos de fumigación aérea durante los últimos 25 años en Colombia y concluye que la fumigación ha contribuido a la deslegitimación estatal y aumentado la desconfianza de los campesinos. Un problema básico es consecuencia de la brusquedad de la fumigación, que dificulta que el Estado use el modelo de la zanahoria y el garrote, pues éste destruye frecuentemente la zanahoria. 19 Esto hace difícil que el 19

Vargas-Meza (1999) cita muchos ejemplos de fumigaciones de proyectos de Desarrollo Alternativo y de cultivos legales; también presenta ejemplos de la falta de coordinación entre las agencias que fumigan y las que trabajan en diferentes esfuerzos antidrogas. 35


Estado mantenga el enfoque de “policía bueno, policía malo”.Que la fumigación aérea promueva la lealtad hacia grupos guerrilleros o paramilitares depende del tratamiento que dichos grupos den a los campesinos. Ciertos informes muestran que los campesinos se sienten agraviados por las intrusiones guerrilleras o paramilitares y no muestran fidelidad hacia ellos. Las políticas antidrogas tradicionales en Colombia juegan un papel, pero no se puede esperar que tengan éxito si persisten la debilidad del Estado y las instituciones no democráticas. En otras palabras, si persisten el medio social caracterizado por la falta de confianza, el capital social débil y predominantemente aglutinante y el débil Estado premoderno, dichas políticas no lograrán resultados durables. El Presidente Nixon declaró la “Guerra contra las drogas” hace treinta años. Ya es hora de declarar la “Guerra contra las causas de las drogas ilícitas”. --Características para una estrategia antidrogas Una estrategia antidrogas exitosa debería tener dos facetas. Por una parte, debería basarse en algunas de las políticas tradicionales, pero también tendría que estar arraigada en la certeza de que el éxito depende del fortalecimiento del Estado, de manera que éste sea capaz de hacer cumplir sus políticas, y la comunidad, para que ella desarrolle controles sociales. Estas advertencias subrayan la necesidad de un enfoque de largo plazo que complemente las medidas de corto plazo. Pero sto resulta en concreto muy problemático, pues el ejercicio político del poder muestra una marcada propensión hacia el corto plazo, que favorece los resultados rápidos. Por ello, las políticas antidrogas efectivas deberían ser políticas de Estado y no de gobierno, para trascender administraciones específicas. Las políticas de Desarrollo Alternativo deben estar coordinadas con programas de desarrollo de la democracia y la comunidad, y deben ser implementadas en zonas donde existan comunidades fuertes o donde otros programas contribuyan a su desarrollo. Sólo este enfoque resultará en un verdadero Desarrollo Alternativo. El fortalecimiento del Estado debe incluir el desarrollo de su capacidad para controlar el territorio. Esto requiere un ejército fuerte con dos características. Primero, contar con un número suficiente de soldados y equipos, y segundo, y más importante aún, debe representar a todos los estratos de la sociedad (los soldados no deberían provenir solamente de los estratos bajos) y sus acciones deben conducirlo a ganar el apoyo de la

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comunidad. Un Estado fuerte no debe ser una tajante y eficiente máquina autoritaria, sino una con mayor legitimidad y aceptación de la comunidad. Los gobiernos locales tienen que mejorar su respuesta a la ciudadanía y no al grupo limitado de votantes de algunas pocas personas ricas o influyentes. Cualquier programa de fortalecimiento del Estado habrá de complementarse con el fortalecimiento de organizaciones de base capaces de expresar las prioridades de los ciudadanos y exigir accountability. En otras palabras, la política de largo plazo debería incluir estos dos componentes para asegurar una democracia estable, promover el capital social generador de puentes entre grupos sociales y desarrollar controles sociales al comportamiento. Sólo la combinación de un Estado fuerte y unas instituciones comunitarias democráticas garantizará el éxito de cualquier política antidrogas. Algunas políticas tradicionales de corto plazo deben mantenerse, aunque teniendo en cuenta sus efectos sobre los cambios que requiere la sociedad para lograr un éxito sostenible en el largo plazo. Así, deben implementarse de manera extremadamente cuidadosa, pues en el largo plazo pueden volverse contra sus propios objetivos. Y deberían aplicarse como medidas temporales mientras se desarrollan las soluciones de largo plazo. BIBLIOGRAFÍA Acevedo-Carmona, Darío, La mentalidad de las elites sobre la Violencia en Colombia (1936-1949), IEPRI-El Ancora Eds. 1995. Coleman, James, Foundations of Social Theory, Harvard Press, 1990. Deas, Malcom, “Colombian Fiscal Problems during the XIX Century,” Journal of Latin American Studies, Vol.14, part 2, Nov. 1982. Downes, Richard, “Landpower and Ambiguous Warfare. The Challenge of Colombia in the 21st Century,” Conference Report, March 10 1999. Gómez-Buendía, Hernando, “La Hipótesis del almendrón”, en GómezBuendía, H, (Ed.), ¿Para dónde va Colombia? Bogota: TM Ed.Colciencias, 1999. Jaramillo-Uribe, Jaime, Ensayos de historia social, Vol. I,TM, Ed. Uniandes, 1991. Lara, Patricia, Siembra vientos y recogerás tempestades: la historia del M-19, sus protagonistas, sus destinos, Planeta Editorial Colombiana, 1986. Leal, Francisco, "El sistema político del clientelismo", Análisis Político, 8:8-32, Septiembre- Diciembre 1989. Leal, Francisco y Andrés Dávila, Clientelismo: el sistema político y su expresión regional, Bogota: Tercer Mundo Eds and IEPRI, 1990. 37


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ELMER MENDOZA Y LOS LEJANOS ECOS DE DOSTOIEVSKY… narcos y castigo en la literatura

Gabriela POLIT

Una edición de Letras libres de octubre de 2005, fue dedicada al tema del narcotráfico. Algunos de los autores escribieron desde una perspectiva histórica y social, y otros lo hicieron desde la literatura, ya sea para criticarla como una cuestión regional (norteña); o para defender los grandes aciertos de sus narradores. 1 El sinaloense Elmer Mendoza •

Originaria de Ecuador, la doctora Gabriela Polit Dueñas ha trabajado como académica en la Universidad Estatal de Nueva York. Actualmente realiza sus labores de investigación desde la Universidad de Texas. 1 En realidad el único artículo con una perspectiva regionalista es el de Rafael Lemus “Balas de salva…”. Su argumento dio pie a algunas respuestas que aparecieron en el número siguiente de la revista. 39


colabora en la edición con una crónica cuyo título es “Culiches”. Culiche es el gentilicio de la gente de Culiacán, capital del estado de Sinaloa, que junto a Chihuahua y Durando, forman el conocido Tríangulo Dorado, cuna de la marihuana y la amapola. Dos plantas que por la belleza de sus nombres, las imagino como dos mujeres, hermosas y enamoradas. Las historias que analizamos en este ensayo, sin embargo, no son de marihuana o amapola, y menos son historias de amor. En Un asesino solitario (1999) y El amante de Janis Joplins (2001), Elmer escribe sobre crímenes y criminales, idiotas y guerrilleros y, muestra de cerca la vida sinaloense. Si bien los personajes de sus novelas --campesinos pobres, pequeños burgueses venidos a menos, pescadores y criminales del bajo mundo-- muestran cómo esta región de México se ha visto afectada por la presencia de los narcos; los temas que el autor escoge para crear sus historias y caracterizar a sus personajes, evocan antiguos registros y tradiciones literarias. Si afirmamos, como algunos de sus críticos, que Mendoza es un gran narrador mexicano del narcotráfico, corremos el riesgo de poner la carroza delante de los caballos y obviar que ante todo, su literatura nos hace cómplices de una seria búsqueda estética. 2 --El crimen, una virtud insospechada. Emile Durkheim (1985) es el primer sociólogo que comprende el crimen no sólo como algo normal en las sociedades modernas, sino como indispensable para su funcionamiento. Para el sociólogo el crimen establece cohesión moral entre los grupos ofendidos y ayuda a elaborar la noción de identidad (65-73). El crimen está históricamente establecido. Su constitución deviene de la elaboración de un régimen que lo codifica y sanciona. El crimen señala las formas culturales que adoptan los valores del bien y del mal; define un aspecto de lo religioso, cuando lo ciñen la culpa y el arrepentimiento. Por el diagnóstico del criminal, además, se establece el discurso que regulariza la adaptación psíquica de los sujetos al orden dado. Y el crimen separa a los individuos entre ejecutores y víctimas. Más allá de los controles sociales, las tradiciones y los modelos de comportamiento del delincuente, la naturaleza de ese delito da cuenta de los procesos de modernización y sus valores intrínsecos. 3 Esta miríada de elementos cuya relación a veces resulta más que paradójica, hacen del 2

Quizá a quien más se le deba reconocer esa manera de referirse a Mendoza es a Arturo Pérez-Reverte, quien en su novela La reina del Sur, le rinde homenaje y reconoce la generosidad y contribución del escritor “culichi” para la creación de su novela sobre narcos. 3 El libro de Howard Zehr es de particular ayuda para comprender el crimen y el desarrollo de los estados nacionales. 40


crimen uno de los temas constantes en la literatura, sobre todo en la novela. Josefina Ludmer da una justa definición de la insospechada virtud del crimen visto desde la crítica: “Como bien lo sabían Marx y Freud, el crimen es un instrumento crítico ideal porque es histórico, cultural, político, económico, jurídico, social y literario a la vez: es una de esas nociones articuladoras que están en o entre todos los campos”. 4 El crimen en la literatura tiene historia y registro propios, desde la literatura gótica y su predilección por lo sublime, pasando por el romanticismo que le dio al crimen un particular valor estético, hasta cierta literatura urbana que aparece en las ciudades europeas a partir de 1700. En casi todos estos momentos, la construcción literaria del crimen ha estado en deuda con un necesario punto de referencia: la crónica. Fedor Dostoievsky, cuenta Bakhtin, a diferencia de Flaubert y Schopenhauer, sentía una pasión profunda por el periódico (1993). Sus páginas son la reflexión viva de las tensiones de la sociedad y en ellas se encuentra la más diversa y contradictoria información; eso explica la polifonía y la visión artística presentes en la obra de Dostoievsky. 5 En sus crímenes convergen los aspectos que sociólogos, filósofos, teólogos y psicólogos estudian, y quizá nunca han estado mejor descritos. El comentario de Bakhtin señala, además, un lugar que nutre la imaginación del genio ruso y explica porqué el crimen se convierte en uno de sus eventos preferidos. 6 Narrado en multiplicidad de voces que lo comentan, analizan, condenan y/o elogian, si algo aprendemos del crimen en Dostoievsky --más allá de la composición de la sociedad rusa del 19-- es que a través suyo se establece una mirada literaria. Dostoievsky no fue el único que supo leer en la prensa los síntomas de su época para darles una forma literaria. Lo mismo pasa con 4

Josefina Ludmer en su libro El cuerpo del delito, hace del crimen el objeto/sujeto de una lectura crítica muy perspicaz de la cultura argentina desde el 19 hasta nuestros días. Un acercamiento muy parecido a lo que Ludmer llama delito y yo decido llamar crimen, (delito es una palabra más amplia que hace referencia a pequeñas transgresiones a la ley), es lo que propongo en esta primera parte de mi trabajo. 5 Vale mencionar que Dostoievsky (o uno de sus personajes) fue también un férreo crítico de la superficialidad de los periódicos, así como de la invulnerabilidad con la que se publicaban difamaciones sobre la moral y la ética de las personas. Para refrescar la memoria del lector menciono el artículo que sobre el príncipe Myshkin se publica en un diario de St. Petersburgo y que Ganya lo lee en altavoz en una de las escenas de El Idiota. 6 Entiéndase evento, en el sentido en el que Bakhtin lo usa. La palabra en ruso habla de un acontecimiento que necesita de conciencias que interactúan. No hay eventos aislados. 41


escritores anteriores como Daniel Defoe que sentía una predilección especial por las noticias de criminales. Los Newgate Calendars eran panfletos que narraban la vida y delitos de los habitantes más afamados del Newgate, la cárcel londinense. Defoe escribió algunos testimonios de sus reclusos; él y Charles Dickens casi un siglo después, hacen que presos y fechorías, crímenes y criminales dejen el protagonismo del tabloid para convertirse en míticos personajes de ficción. La búsqueda estética en la literatura de estos autores, está pautada por los eventos que narran esos diarios. Y más allá de que los crímenes y sus autores aparezcan como síntomas de los achaques de la capital inglesa del 1700 y del 1800, con Moll Flanders y Oliver Twist recorremos páginas de la literatura como un camino del conocimiento no introspectivo, sino social (Bell: 2003). El interés por el crimen y la vida de los criminales tiene que ver con la serie de contradicciones que lo definen. En la Inglaterra del 1700 el “Bloody Code”, establecía que agentes privados penalizaran el robo con la muerte. La ley en mano propia la llevaba a cabo un grupo de civiles que actuaba ante la ausencia de la fuerza pública. Más tarde se supo que los mismos civiles que sancionaban los crímenes, eran quienes los cometían, para garantizarse un lugar privilegiado en la sociedad (Bell 2003; Pyckett 2003). De algún modo, ese Estado incipiente que aún no tenía el poder de la sanción, del orden y de la justicia, era lo que garantizaba popularidad a las historias de los Newgate Calendars. Entre escritores como Defoe, interesados por narrar y leer las historias de los criminales, hay una honda preocupación por el presente, por comprender las tensiones entre nuevas formas de poder, sus implicaciones en la formación de valores y por los individuos que los asumen. Eso es lo que exploran sus historias y lo que propone su estética literaria. La novela criminal, sea en su versión más conservadora, la novela de detectives, o su versión más radical, la novela negra, son maneras distintas de mirar el mundo. La novela de detectives se desarrolla con la consolidación de la institución policíaca y las instancias que de manera efectiva, empiezan a aplicar la ley, por lo tanto son historias en las que el detective logra restablecer la alteración del orden y condena al criminal. 7 La novela negra, por el contrario, se desarrolla en momentos de crisis institucional y corrupción del Estado y su argumento favorece el punto de vista del criminal para mostrar el oscuro entramado político, social y jurídico en el que el éste se mueve, del que es fruto y muchas veces víctima. Lo que les es común a ambas, es su relación con la 7

Todas las descripciones de la novela criminal que menciono las he tomado de Tomy Hilfer. Ver bibliografía. 42


noticia. Relación que, a su vez, condenó a la novela criminal -hasta hace poco- a la categoría de género menor (Bell: 2003; Pyckett: 2003). En el génesis del “New Journalism”, el movimiento literario que cobra fuerza en los Estados Unidos de los 60, se puede rastrear un momento en que la relación entre crónica y literatura, fue afortunada. Al describir los aciertos de los escritores de este movimiento, los críticos afirman que en la trayectoria y obras de Truman Capote y Norman Mailer, por ejemplo, se demuestra que los periódicos pueden estar bien escritos y que la prensa amarilla es una inagotable fuente para la creación de buena literatura (Tom Wolfe: 1973). Este cambio de dirección implica, además, la incorporación de elementos de la cultura popular en la literatura, y conlleva a que estos elementos necesariamente cambien su condición de simple mercancía para convertirse en bienes simbólicos. La incorporación de la novela criminal al canon de la literatura se debe también al ocaso de la tajante división entre alta y baja cultura. De maneras menos o más sofisticadas, los medios siguen siendo el sitio privilegiado de información, deformación y construcción de opiniones simplistas en lo que se refiere a crímenes y criminales. En el caso de los personajes que nos ocupan, esto tiene además, una connotación particular, ya que la definición del narcotráfico como crimen es algo que acontece casi recientemente. Desde 1986 con la declaración de la ‘Guerra contra las drogas’ de parte del gobierno de Ronald Reagan, una serie de prácticas en el cultivo, procesamiento, transporte y consumo de ciertas sustancias, pasaron de ser delitos menores o incluso enfermedades, a ser crímenes de estado. Al considerar el narcotráfico un crimen que atenta contra la seguridad nacional, se legitimó la intervención de gobiernos y ejércitos locales. 8 Estos cambios en el discurso, necesariamente cambiaron la percepción que existía de los sujetos que se dedicaban al negocio o consumo de drogas. 9 Desde lo 8

Como parte de esta guerra sin trinchera, en el año 2000 se inició el Plan Colombia, con un presupuesto que en el 2006 llegó a la suma de 4.7 billones de dólares para combatir el cultivo de coca en los Andes. (The New York Times, August 19, 2006 ) Esto convirtió a Colombia en uno de los países que recibe mayor ayuda presupuestaria de parte de los EEUU. Pese a la enorme inversión económica, no se ha logrado ni bajar los índices en el consumo de drogas en Estados Unidos, ni detener la impresionante escala de abuso a los derechos humanos en Colombia. 9 Astorga (1994), analiza, desde una perspectiva foucaultiana el poder del discurso del ‘narcotráfico’ y critica el uso de ciertos términos que universalizan y generalizan una realidad compleja y llena de tensiones. Para Astorga el uso de un lenguaje técnico y profesionalizado que adopta términos de la jerga legal y de la economía, es fundamental en la construcción del fenómeno como una realidad 43


legal, así como desde los medios, la representación que se da de ellos, como bien apunta Luis Astorga, cada vez se distancia más de la lógica de sus prácticas (1994). Pese a su protagonismo en la prensa, la voz de estos personajes proscritos y en muchos casos marginales, es silenciada o ignorada. 10 Mucho tiene que ver este cauteloso silencio con el hecho de que elites locales y los Estados están involucrados en el negocio; entonces el fenómeno del narcotráfico se vuelve el detonante que muestra un poder corrupto y mentiroso y señala la falta de recurso ético y de autoridad moral en el ejercicio de la ley. El horizonte trazado en estas páginas es el lugar en el que ubicamos el análisis de la obra de Elmer Mendoza, en particular su crónica Cada respiro que tomas y dos de sus novelas, Un asesino solitario y El amante de Janis Joplins. En Elmer el crimen articula la crítica a la sociedad mexicana contemporánea. No existe en su narrativa juicio de valor que condene o exima de culpa a sus criminales; los crímenes son hechos como cualquier otro en una sociedad en la que el Estado que impone la ley es sobre todo, una institución corrupta. Los personajes principales de sus obras no son ni narcos, ni capos del negocio, no son víctimas ni victimarios. Son hombres y mujeres comunes, amantes del rock, aficionados al béisbol y conocedores del mundo de la televisión. Por la entrevista que el autor lleva a cabo en la cárcel de Almoloya para Cada respiro que tomas, nos damos cuenta de que las palabras representan un universo complejo en su obra; el lenguaje es el punto de encuentro con el otro. 11 El lenguaje es la atmósfera que da verosimilitud al relato. En en el lenguaje donde más se nota la relación de su literatura con la crónica, y donde reside su verdadera propuesta estética. La importancia de esta condición permite reconocer el compromiso que tiene con el presente que narra, y sólo desde ahí podemos entonces afirmar que la suya es literatura del narcotráfico. La crónica: un camino efectivo para saber la diferencia. En A ustedes les consta. Antología de la crónica en México, Monsiváis escribe algo sobre la crónica que vale la pena transcribir:

homogénea y en esencia, criminal. 10 No desconozco los narco-corridos como expresiones propias del mundo de los narcos, pero en este análisis se privilegia la literatura y la crónica como lugar de producción de representaciones. 11 Sigo aquí las ideas de F. J. Jameson sobre la obra de Raymond Chandler. Ver bibliografía. 44


Una encomienda inaplazable de crónica y reportaje: dar voz a los sectores tradicionalmente proscritos y silenciados, las minorías y las mayorías de toda índole que no encuentran cabida o representatividad en los medios masivos. Ya no se trata únicamente de darle voz a los grupos indígenas, a los indocumentados, desempleados, subempleados, organizadores de sindicatos independientes, jornaleros agrícolas, campesinos sin tierras, feministas homosexuales, enfermos mentales, analfabetas. Se trata de darles voz a marginados y desposeídos, oponiéndose y destruyendo la idea de la noticia como mercancía, negándose a la asimilación y recuperación ideológica de la clase dominante, cuestionando los prejuicios y las limitaciones sectarias y machistas de la izquierda militante y la izquierda declarativa, precisando los elementos recuperables y combativos de la cultura popular, captando la tarea periodística como un todo donde, digamos, la grabadora sólo juega un papel subordinado (76)

Como un imperativo que está en el ambiente, a principios de la década del 90, aparecen algunos relatos de crónica sobre las sub-culturas del narcotráfico, en las que sus autores hacen el recorrido necesario por las cárceles locales para escribirla. Uno de esos relatos es Cada respiro que tomas. 12 Publicada en el marco de una mesa redonda que organiza la institución cultural DIFOCUR (Sinaloa), hoy Instituto Sinaloense de Cultura. Tanto el encuentro como la crónica son muestras de la necesidad de pensar en el fenómeno del narcotráfico desde lo cultural, más allá de lo legal o lo mediático. El acercamiento cultural prioriza la experiencia humana y propone mirar los personajes involucrados en el fenómeno desde dentro. Este emprendimiento implica reconocer o adoptar una postura ética, sobre todo en momento de dar la voz a reclusos que en muchos casos pagan condenas por asesinato. En la introducción a la primera crónica, se hace referencia a la relación personal del autor con Chuy Salcido, presidiario a quien Mendoza entrevista. (Habla Chuy): “Bueno, el motivo de esta grabación es para hacerle un paro a un gran amigo mío, a un compañero; uno de los pocos que ha comprendido mi estancia en este lugar, que ya son 50 y tantos meses, los que he pasado…” (11, énfasis mío). Con esta frase se advierte la cercanía entre Chuy y Elmer Mendoza, relación que está por encima de la grabación (como suponía Monsiváis). Por esta proximidad, 12

Otra crónica de gran importancia respecto del tema es No nacimos pa’semilla, (1990) de Alonso Salazar, sobre los muchachos de las comunas en Medellín, Colombia. En el encuentro participan sociólogos, historiadores, literatos y periodistas; entre otros, Rubén Rocha Moya, José Manuel León Cristerna, Melchor Inzunza, Jorge Verdugo, Nery Córdova, Ronaldo González. 45


o a pesar de ella, Elmer toma distancia de las palabras del Chuy y no las explica, ni antepone su aproximación personal a la historia que escucha/graba/transcribe. Chuy, entonces, elabora su testimonio sin que en el texto aparezcan elementos que determinen una comprensión de su situación ni de sus causas; son únicamente, las palabras de un hombre. Esto presenta un reto para el lector, porque su lenguaje no es fácil, es la jerga carcelaria. El escritor no se conduele con el lector y lo deja sin instrumentos seguros para acercarse al testimonio del personaje. Recordemos las reflexiones de Levinas para encontrar un horizonte de análisis del problema ético con respecto al encuentro con el Otro y la manera como se resuelve en Cada respiro que tomas: “A work conceived radically is a movement of the Same towards the Other which never returns to the Same (92, énfasis en el original). El trabajo como movimiento de Lo Mismo hacia el Otro, sin reclamo de regreso, es lo que da sentido a los significados de Chuy (meanings). Pensemos en las palabras “darle cran, la Biblia, bate, pistiar, vale chichi de gallina,” entre las decenas que aparecen en su testimonio y cuyo significado ‘no tiene un referente conocido en diccionario alguno’ (79). El sentido del que habla Levinas es el mundo que este muchacho crea (y lo personifica) con su lenguaje. Reproducir este lenguaje y no representarlo implica una propuesta ética que Mendoza manifiesta en su encuentro con la alteridad. El encuentro entre ambos, sin embargo, no es un proceso transparente, idealizado. El título de la crónica ya presenta la problemática del testimonio: ‘cada respiro que tomas’ para detenerse a disfrutar del humo del cigarrillo, es el momento del silencio, de marcar el recorrido de la distancia, de la diferencia. Enfrentarnos a Chuy (como lectores) implica, por un lado, reconocer que es mucho más difícil entender la mente de este hombre común que ha sido capaz de matar, que la del filósofo. Por otro, que el testimonio sobre una situación extrema, (la cárcel) necesariamente lleva consigo la imposibilidad de testimoniar. Hay algo en el testimonio que es indecible y por lo tanto, no hay oportunidad para preguntar sobre eso indecible. 13 El oficio de la muerte. Esta sería la aporía de la crónica sobre el criminal, que es un sujeto desposeído, al que, al decir de Monsiváis, hay que darle voz. Pero este muchacho no puede explicar una situación que lo abarca y lo excede, e imponerle contenido, sería silenciar su experiencia, así como él la cuenta, con sus gestos y palabras, entre bocanadas de humo. Si este es el límite epistemológico que presenta la crónica, hay que reconocer también que es su más impactante acierto. 13

Sigo aquí las meditaciones de Giorgio Agamben sobre el testimonio. Ver bibliografía. 46


En la segunda parte del texto, Mendoza toma un camino distinto y muestra que finalmente su búsqueda decanta en lo literario. En esta parte está más acentuada la tendencia al uso de imágenes y de un lenguaje trabajado de otra manera. Hay además una mezcla de voces narrativas: en “Clínica Santa María” una voz impersonal cuenta una noticia. “Camelia la Texana” la historia nos cuenta un narrador con quien habla el cronista, y la narrativa no esconde las señas del diálogo. “La culpa la tienen los narcos”, muestra ya un salto hacia imágenes claramente literarias: “El oleaje era verde. Color que es propiedad de Lorca, como Darío detenta el azul y Rulfo el ocre campesino” (59). Para tener en cuenta el lugar que ocupa el cronista hacia el final de esta crónica la voz narradora lo interpela: “Tú sabes lo que es la crisis -continuó JM- si a nosotros, los pequeños propietarios que se supone que estamos bien, no nos alcanza, menos a los ejidatarios;…” (60). En la última crónica “El sepelio de don Bernardino Quintero” se mantiene el tenor impersonal en una narración que no oculta la riqueza de imágenes literarias: “El sol avergonzado buscaba el cuerpo de las muchachas” (61). Los títulos y temas de estas crónicas son (o fueron) noticias divulgadas y ahora parte de la mitología popular del narcotráfico en Sinaloa, lo que muestra la necesidad de Mendoza recurrir al mito para inmortalizarlo, en otro código, el de la literatura. --El oficio de matar El umbral de la representación del otro Mendoza lo cruza en la ficción y para dar mejor cuenta del asesino que protagoniza Un asesino solitario, lo hace siguiendo algunas convenciones de la novela negra. Jorge Macías, antiguo miembro de la seguridad del presidente de la república es, entre otras cosas, un asesino a sueldo; pero cae en desgracia y tiene que andar escondido para cuidar su vida. Macías no está en la cárcel, sino trabajando en la construcción, en una alcantarilla pública. Al menos eso es lo que parece describirse con el drenaje profundo, donde Macías está escondido hasta de su propia sombra. Después de tres años de tener esta vida, decide contarle su historia a un compañero de trabajo. Así empieza a contarnos su historia en un largo monólogo. Macías es el narrador, y lo hace en la jerga carcelaria de los de su clase. Si en un primer momento nos resulta incomprensible el relato, en el transcurso de la lectura notamos cómo el autor transforma las casi incomprensibles palabras de Macías en un lenguaje con ritmo y valor estético. El autor deja que el protagonista cuente la historia sin interrupciones ni preguntas, y describe a su asesino en un lugar oscuro, húmedo, incluso fétido, como una cárcel. La coincidencia física que hay 47


entre este lugar y una cárcel se hace más efectiva cuando Macías saca de rendijas o debajo de las piedras sus bienes: drogas, alcohol, comida. Interrumpe el relato en varios momentos para compartir estas cosas con su interlocutor, haciendo notorio que la dificultad de conseguirlas incrementa su valor como mercancía, como en la cárcel. Las similitudes entre Macías y Chuy (protagonista de la crónica) son muchas, hasta en el tiempo que llevan viviendo a la sombra de la sociedad. Pero el protagonista de Mendoza es el narrador de una historia con enigma, ritmo y balance. En estos elementos, más allá de las similitudes, es donde también están las diferencias entre crónica y novela. Mientras que al leer la crónica sabemos de la presencia del autor como organizador y editor del texto, en la novela no hay rastros de Mendoza. Macías es el criminal con el que los lectores nos identificamos. El apodo con el que se lo conoce en los círculos de su profesión es ‘El Europeo’, por su precisión y sangre fría para cumplir el trabajo. Entre los reglamentos de su ética profesional están el no meterse con narcos ni con mujeres, y, sobre todo, trabajar en solitario. La falta de remordimiento hace que no sea la moral sino la corrupción y la contradictoria manifestación de lo legal, lo que determina la problemática de su crimen y por lo tanto, del relato mismo. El obsesivo solitario fracasa por cuestiones del corazón, enclave de toda novela criminal. 14 Pero la mujer de sus desvelos, La Charis, lejos de representar la femme fatale, decide casarse y tener una vida cómoda junto a Fito, amigo cercano de Macías, para mantenerlo a éste como amante. Macías pasa de ser la pareja oficial a ser la relación prohibida pues así lo decide ella. Es la mujer quien pone al asesino en el limitado espacio que da la sociedad al placer, mientras ella se ampara en el matrimonio, el lugar más seguro que esa misma sociedad da a la mujer. En lo que sí se cumple el dictamen de la novela criminal con respecto al personaje femenino, es que la Charis termina siendo la víctima, al jugarse por su amante y pagar los malos cálculos de Macías cuando es asesinada por los enemigos de éste. Un asesino solitario se basa en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato a la presidencia por el PRI. Colosio fue asesinado en Tijuana, durante la campaña. El crimen, después se rumoraba, fue recomendado por el mismo presidente y arreglado por su hermano Raúl Salinas de Gortari, que ocupaba un alto cargo en el gobierno. 15 Sucede en Nuevamente sigo las descripciones de la novela negra de Tomy Hilfer. El caso Colosio fue un escándalo que puso, una vez más en la historia mexicana, el dedo en la corrupción del gobierno y la íntima relación entre política y crimen (Howard Zehr sostiene que este es uno de los aspectos más interesantes en el estudio del crimen y la formación del estado). Mario Aburto, a 48 14 15


el contexto de los tiempos en que México firmaría el acuerdo de libre comercio con los dos grandes del norte. El festejo de Salinas, sin embargo, lo arruinaron el Subcomandante Marcos y los zapatistas en Chiapas, quienes aguaron la fiesta de los neo-liberales al mostrar el México que se quería tapar con un dedo. Y antes de que Salinas terminara su mandato se echó por la borda la pretendida reputación de que en su gobierno se había detenido el crecimiento del narcotráfico. Estos acontecimientos ponen al descubierto el profundo nivel de corrupción durante esos años y engranan en la historia de la vida de Macías. Después de matar al candidato, su Jefe, el siniestro personaje cercano a la presidencia, le encomienda acabar con la vida de uno de los voceros de los zapatistas, en Chiapas. Macías, un individuo de clase media-baja de Culiacán, se entrena como asesino a sueldo en manos del gobierno, según cuenta, cuando los círculos militares lo contratan para protagonizar la matanza de Tlatelolco en 1968. El Estado, o las instituciones tienen en la genealogía de este asesino, un papel primordial. El drama de Macías es, finalmente, quedar atrapado en el crimen de la institución que avala la ley. En este sentido el Estado, como sucede en la novela negra, tiene un lugar protagónico. Macías es conservador y racista. La constante alusión a la televisión deja ver que es ahí donde se nutre para comprender el mundo. Admira y concuerda con Abraham Malicovski (Jacobo Zabludovsky), el comentarista del telediario mexicano cuyas visiones conservadoras y sus vinculaciones con la elite de la derecha, hacen que el problema en Chiapas, los guerrilleros, y las demandas del Subcomandante Marcos, le resulten, además de estúpidas, antipatrióticas. Su nacionalismo está también vinculado con los gustos por ciertos productos, las galletas pancrema y la gaseosa. Es un hombre sin sofisticación y la felicidad alcanza cuando tiene sus galletas y su gaseosa. Cuando comenta que trabajaba para el servicio secreto del presidente, y se expresa con añoranza del poder que en algún momento gozó, reflexiona sobre su oficio: …me acordé del candidato, realmente era un bato acá, simpático, buena onda, y si me lo iba a bajar no era nada personal, simón que no, nada que enturbiara la onda, porque lo que soy yo ni enemigos tengo y nunca le di cran a nadie porque me cayera gordo, nel, siempre trabajé para otros; sí es cierto que por mi cuenta me bajé a tres o cuatro, pero se puede decir que fue en defensa propia 16 (137). quién se le atribuyó la muerte de Colosio, declaró haber trabajado en solitario. 16 Recordará el lector que Dostoievski siente la necesidad de hacer que 49


En las palabras de Macías no hay remordimiento. Y la responsabilidad, si alguna, la pone en quien lo contrata. Al final descubre que fue traicionado por su Jefe que decidió sacrificarlo al encomendarle un trabajo en el que no podía haber ni cómplices ni testigos. Por su reputación de solitario, es el hombre perfecto para el crimen: sería su ejecutor y víctima al mismo tiempo. El crimen doble que se urde desde las instancias más altas del Estado hace que Macías no sea sino un mediador en un engranaje de corrupción, ilegalidad, y falta de moral. La ética de Macías, entonces, no sorprende ni alarma; parece la adecuada. Se puede pensar, entonces, que la identificación que los lectores tenemos con Macías hacen que los crímenes que describe Mendoza apelen a la suspensión del juicio moral como parte de su construcción estética, tal y como plantearon los románticos siguiendo a Kant, e incluso la tradición de la literatura gótica. Sin embargo, al mirar estos crímenes es imperante reconocer la dimensión ética que el mismo Macías les confiere. Aquí radica la importancia del género negro en el tema del tráfico ilegal de drogas y el sistema corrupto que lo genera. La versión que Macías da a la historia es más creíble que la que dan los discursos oficiales, en la que tanto los responsables jurídicos como los autores intelectuales de la muerte de Colosio quedaron en el aire. La confrontación del lector con los juicios de valor de Macías sobre su propio oficio, lejos de condenarlo, sirven para eximirlo --no de su responsabilidad jurídica, pero sí de una culpa moral-- porque la suya es la única versión confiable de los sucesos 17 . A la luz de la teoría de la novela negra, como la define Tony Hilfer, lo que no es problemático, no es funcional; el acercamiento que propone Mendoza no resuelve la contradicción de si es realidad lo que narra, ni pretende hacerlo. Al contrario, al exponer sus contradicciones internas muestra que individuos como Macías pegados a códicos éticos adecuados a ese sistema sin ley, son lo más cercano a lo honesto. Por eso Macías toma su oficio como una profesión, establece su código, es respetado por hacer bien las cosas y lleva su trabajo con dignidad. Esta es Raskólnikov defienda o al menos, defina su posición frente al crimen que cometió y lo hace cuando Petróvich le pregunta acerca del artículo que éste había publicado sobre el crimen. El diálogo entre ambos es la escena en la que Raskólnikov se define a sí mismo y hace clara su posición ética frente al crimen. 17 La reflexión de Agamben que distingue entre el lenguaje de la ley y el de la ética, es útil para comprender que la posibilidad de un planteo ético en torno al tema de la corrupción, si no es solucionable, puede ser cuestionado de manera más efectiva en el género negro. 50


la trampa que presenta la novela, porque los lectores estamos del lado del asesino, aunque su oficio sea el de la muerte. De alguna manera el umbral infranqueable del testimonio de Chuy, y el crimen en la novela, aparece como ese evento del que habla Bahktin: un acontecimiento que nunca se da en solitario. En este caso el evento, el crimen, involucra al Estado y el solitario asesino que nos lo narra, es sólo una pieza suelta --tal y como lo es el Chuy-- de un engranaje descompuesto y complejo. El idiota A finales de los años 60 se legitimó la represión del estado mexicano, como en casi toda América Latina, por la necesidad de eliminar a la guerrilla. Esto también son los años en los que grupos dedicados al cultivo y al tráfico de marihuana consolidaban su poder y riqueza en los estados del noroeste. 18 En esta época de la “Guerra Sucia”, la verdadera amenaza para el Estado, leímos y escuchamos, eran los guerrilleros, no los narcos. El amante de Janis Joplins es una historia que se desarrolla durante estos años de terrible represión estatal. Una vez más, a través de la historia de un joven humilde, Elmer recrea parte de la vida de Sinaloa y muestra, por un lado, un Estado abusivo y por otro, la lenta consolidación del los narcos en la región. Si en Un asesino solitario Elmer presenta a un criminal sin remordimiento, en El amante de Janis Joplins, explora el mundo de las víctimas sin redención. El relato muestra un anti-misticismo que no se traduce en una mera estetización de la violencia, pero tampoco en un nihilismo sofisticado. Es una novela de un realismo poco mágico. El relato comienza con la descripción de un crimen que tiene el eco de un pasaje bíblico. David es un joven de la sierra, humilde y muy hábil con las piedras. Por la velocidad con que las lanza, su fuerza y 18

La “Operación Cóndor” se diseñó para terminar con los cultivos de amapola y marihuana en la zona. Algo muy similar a lo que pasó años después en Bolivia. En ambos casos, la “efectividad” de erradicar cultivos es cuestionable, no sólo por el fracaso de las operaciones en sí, sino por el abuso a los derechos humanos. El interés de estas intervenciones militarizadas no se puede comprender fuera de los contextos políticos de cada país. En México quien dirige la “Operación Cóndor” es el general José Hernández Toledo, también co-responsable de la masacre en Tlatelolco, que se da en un momento en el que las autoridades temían la expansión de focos guerrilleros. En Bolivia la erradicación de la coca está ligada con el interés de desarticular uno de los movimientos indígenas más sólidos del país. El presidente boliviano Evo Morales comenzó su carrera política en la trinchera defendiendo el derecho al cultivo de la hoja ancestral. 51


buena puntería, es incluso capaz de cazar conejos. Cuando el capo de los narcos, Rogelio Castro descubre que David tuvo una eyaculación al bailar con Carlota, su amante, lo empuja y lo tira al piso. David, indefenso frente a ese Goliat enorme y todo poderoso que dispara al aire para amenazarlo, tira una piedra en la frente de su verdugo, con tal fuerza y puntería que lo mata. El asesinato, lejos de liberarlo como al héroe bíblico, lo ata a la ira y al deseo de venganza de toda la familia Castro. El padre de David interfiere por su hijo y llega a un acuerdo con el padre de Rogelio: se le perdona la vida a su hijo con la condición de que aquél no regrese más al pueblo. Pero, los hermanos de Rogelio no se atienen al acuerdo y buscan vengar la muerte del hermano. La desgracia de David está sellada por el código de honor que identifica a la familia de los narcos, en la que los lazos del parentesco tienen el carácter de sagrado. Vengar la muerte entra en el horizonte del honor, y en este sentido, sólo la muerte de David restaurará la pérdida de Rogelio. 19 Hay un elemento más que caracteriza a David, y es que todos lo consideran un idiota, por su aspecto. Tiene los dientes grandes y la boca siempre abierta. En la historia, sin embargo, más de una vez los lectores nos preguntamos si más allá de su pinta y de ser un campesino ingenuo y sin educación, es realmente un idiota. Pero el hacer al protagonista un idiota o un posible idiota, tiene que ver con la necesidad de retratar un personaje cuya apariencia resulte su mejor defensa. En el mundo en el que vive David, su aspecto de idiota lo vuelve inofensivo. Esta condición de David se agrava después de que mata a Rogelio Castro, porque el muchacho empieza a escuchar una voz interna que le da órdenes y que lo insta a actuar de manera extraña. Todos asumen que lo que escucha David es un síntoma más de su dolencia y que esto se desató por el asesinato a Rogelio Castro. Pero en realidad la voz que le habla representa un espíritu maligno; es una parte re-encarnable que alcanzará su libertad y autonomía, únicamente con la muerte de David. Eso explica que a lo largo de la historia, además de maltratarlo, la voz lo inste a cometer actos que pueden provocar su muerte: medir su hombría con sus verdugos, buscar la venganza por la muerte injusta de su padre en manos de los Castro, enfrentarse con el ejército cuando sospechan de él, etc. En un momento de la historia, cuando David le pregunta a esta voz (que no tiene un género sexual identificable), porqué apareció tan de pronto en su vida y qué es lo que busca, la voz le confiesa que él es su última parada antes de la libertad total y que sólo un suicidio suyo, la condenaría a una temida eternidad. 19

En Honor and Violence, Antón Blok analiza desde el punto de vista cultural, la constitución de las leyes de la mafia italiana a partir de las leyes del parentesco. 52


El debate entre David y la voz no es el del bien contra el mal. La voz lo insta a hacer el mal. Es un recurso para mostrar la tensión entre el sentido común de David y el de los valores que atentan contra su vida. La presencia de voz no sirve para elaborar una teoría de lo trascendental, no es una presencia mística que explique los infortunios de David. Por el contrario, la voz sirve a Elmer para resolver el tema de su novela: el sinsentido de los sufrimientos de su protagonista. Si la idiotez de David lo haría una víctima ante los lectores, su intercambio con la voz le da un perfil de autonomía y agencia que no parecen serle propios a un idiota. La voz neutraliza un posible paternalismo del lector hacia el personaje. En otras palabras, si la idiotez le sirve para protegerse de los personajes en la historia, la voz le sirve para protegerse de los lectores. Después del crimen David huye a la casa de su tío, en Culiacán. El tío entrena a un equipo de béisbol local e invita al sobrino a participar en el juego. Con la fuerza y buena puntería David se convierte en la estrella del equipo y su tío lo lleva a Los Angeles, donde tienen un partido importante. Por su debut en Los Angeles, David recibe una oferta de trabajo con los Dodgers y desde entonces se inmortaliza entre sus amigos con el apodo de Sandy Koufax 20 . En busca de aire puro después de vivir tantas emociones, David sale a la gran ciudad a dar una caminata en solitario. De un pasaje oscuro sale una mujer vestida con ropa psicodélica y le propone tener sexo. Son los ocho minutos más felices en la vida de David. Cuando cuenta la experiencia a sus amigos, ellos reconocen en la historia a la diva: Janis Joplins. 21 Estos guiños a la cultura popular están llenas de ironías. Una de ellas es que cuando los militares sospechan que David es guerrillero, asumen que Sandy Koufax es su nombre de guerra y que la foto de periódico de la Joplins que David guardaba en su cartera, era la foto de su compañera de célula subversiva. El guerrillero es uno de los primos de David y cuando los militares allanan la casa de sus tíos y ven hospedado allí a David, asumen su participación en la guerrilla. Esta falsa acusación hace que después de varias peripecias, cambios de vivienda, de ciudad y de oficio, David sea torturado y maltratado en la cárcel, de donde lo quiere sacar el Chato, amigo de la familia y pretendiente de su prima María Fernanda. El Chato es el personaje más interesante. Estudiante sin éxito ni talento, en la facultad de agronomía. Se dedica al béisbol con el tío de David y en cada viaje a Los Angeles, lleva marihuana para ganar unos pesos. Al Chato le va bien y decide enlistarse en el negocio de la 20

Sandy Koufax fue un pitcher de los Dodgers muy famoso en los años 50 y 60. Un mito en torno a Janis es que le gustaba el sexo ocasional con desconocidos que recogía en las calles, y su predilección eran mexicanos, como David. 53 21


marihuana. Busca hacer dinero para casarse con María Fernanda. Para aceptarlo entre los suyos, su jefe, Sergio Carvajal Quintero (alusión a Lamberto Quintero) le insta a que pida permiso al padre, aduciendo que el negocio es un asunto de familia y no lo aceptaría sin el consentimiento del padre. Pero el asunto del parentesco va más lejos. El capo quiere casarlo con su sobrina, pues está embarazada y no sabe de quién. Este pacto le asegura al Chato un ascenso entre los del negocio. El flamante narco es el amigo más leal que tiene David. El contraste entre el idealismo casi cruel de su primo el guerrillero con la candidez del Chato dicen mucho del activismo extremista de los 60, como de la cultura de muchos enlistados al negocio de los duros. Cuando los militares meten preso a David, el Chato es quien mueve policías y políticos para lograr su libertad, y cuando se entera de que en la cárcel vive uno de los Castro que busca la revancha familiar, contrata a un asesino a sueldo para que le sirva a David de guardaespaldas. La amistad del Chato es incondicional. La suerte de David recorre varios mundos. Hay en sus desplazamientos los ecos de las historias de los pícaros, sólo que él no busca un ascenso social. Cambia de trabajos y ciudades, lo que permite tener una mirada panorámica de Sinaloa desde las sierras de donde sale al inicio de la historia hasta la costa en Mazatlán donde lo agarran los militos. En el puerto, David trabajó con los pescadores y se convirtió en un excelente navegante; por eso terminó ayudando al Chato a transportar una carga de marihuana a los EU, cuando la frontera se había puesto dura. En la escena final confluyen militares, narcos, el idiota y la suerte. Cuando David está en la oficina de la cárcel, a punto de lograr su libertad por las coimas del Chato, llega el jefe de los milicos Eduardo Mascareño. Ofendido y consecuente con sus ideales de limpiar al país de la guerrilla, decide vengarse de David. Lo engaña y lo lleva a un helicóptero de donde lo quiere castrar y luego tirarlo atado a un bloque de concreto. David, sin embargo, cambia el sentido de esa muerte que marcó el estilo salvaje de los militares en los 70. Antes de que militar lo cape y lo empuje al agua, David se lanza. El idiota se resiste a una muerte indigna. El suicidio es un último gesto que afirma su voluntad. Es también su venganza de la voz que no lo dejó tranquilo. Sabe que con el suicidio condena a la voz a su temida eternidad. En vez de inmortalizarse como mártir y dar sentido al trabajo del militar, David se mata. El sufrimiento no redime a David y al ser el agente de su propia muerte, vuelve a poner distancia entre su suerte y nuestra compasiva lectura. Su suicidio es una muestra de autonomía 54


incluso respecto del autor. David no permite que la escritura lo aprehenda para dotar de un sentido trascendental a aquello que no lo tiene. Durkheim fue el primer sociólogo que estudio el suicidio, no como un acontecimiento subjetivo y aislado, sino como producto de las relaciones entre los individuos. La sabia idiotez de David nos muestra que la cultura es también una trampa; y para quienes hayan pensado en el principe Myshkin, reconocerán porqué también en esta novela, Elmer nos hizo recordar los lejanos y entrañables ecos de Dostoievsky. BIBLIOGRAFIA Agamben, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III ,Pre-Textos, Madrid: 2005. Astorga, Luis. Mitología del narcotraficante en México. Plaza & Janés, México: 1994. Bakhtin, Mikhail. Problems of Dostoevsky’s Poetics. University of Minnesota Press. Minneapolis: 1993. Bell, Ian A. “Eighteenth-Century Crime Writing” en The Cambridge Companion to Crime Fiction (Ed) Martin Priestman. Cambridge University Press, UK: 2003. Durkheim, Emile. Readings from Emile Durkheim. (Ed) Kenneth Thompson. Tavistock Publications, London: 1985. Hilfer, Tony, The Crime Novel. A Deviant Genre. U. of Texas Press, Austin: 1990. Jameson, F. R. “On Raymond Chandler” in The Poetics of Murder. Detective Fiction and Literary Theory. Most, Glenn and William Store, (Eds). Harcourt Brace Janovich. New York: 1983. Letras Libres. Editorial Vuelta, México: Septiembre, 2005. v7. i81 Letras Libres. Editorial Vuelta, México: Octubre, 2005. v82 i7 Levinas. I. Collected Philosophical Papers. Translated by Alphonso Lingis. Dordrecht, Boston: 1987. Ludmer, Josefina. El cuerpo del delito. Perfil Libros, Argentina: 1999. Mendoza, Elmer. Cada respiro que tomas. Difoucur, Sinaloa: 1991. ____Un asesino solitario. Tusquets Editores, México: 1999. ____El amante de Janis Joplins. Tusquets Editores, México: 2001. Monsiváis, Carlos. A ustedes les consta. Antología de la crónica en México. Ediciones Era, México: 1980. Wolfe, Tom. The New Journalism. Harper & Row, New York: 1989.

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LITERATURA, UTOPÍA Y REALISMO MAGICO EN AMERICA LATINA: génesis y sociocultura del boom ♦

Jenny GUERRA G.

En los albores de los años sesenta del siglo XX, el meridiano intelectual de América pasaba por La Habana. La Revolución cubana no era, y nunca lo fue, un acontecimiento local. La imagen de los barbudos recorrió el mundo vestida de un halo romántico, demostración palpable de la fuerza potencial de los débiles enfrentados a un poder injusto. Escasos de armamento, carentes de apoyo externo, los contados supervivientes del Granma habían derrotado, en menos de dos años, a un ejército profesional respaldado por el imperialismo estadounidense. Al margen de prisiones doctrinarias, utopía y realismo se conciliaban para abrir paso a la transformación social y cultural del país. ♦

Fragmento de la investigación: “Hacia un nuevo fenómeno de masificación en la narrativa latinoamericana: producción, circulación y consumo” ♥ Comunicóloga por la Universidad Autónoma del Estado de México. Maestra en Ciencias por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Profesora de la Universidad Tec “Milenio” y de la Universidad para la Profesionalización Estratégica, ambas con sede en la ciudad de Toluca. 56


Simultáneamente, el desarrollismo teorizado por Raúl Prebisch y seguido por Celso Furtado y Aníbal Pinto, dejaba de ser la ideología dominante y la matriz por excelencia de las políticas públicas tras una década de impregnar la sociedad y el mercado en América Latina con el ideal cepalino de superar el subdesarrollo (bajos salarios, escaso progreso técnico) y social (analfabetismo) 1 . A un lado quedaban paradigmas como el de la modélica inauguración de Brasilia por Kubitschek (21 de abril de 1960), la filosofía consumista de López Mateos y Díaz Ordaz en México, al igual que la apertura de la calle Florida alfombrada en móquet por el argentino Arturo Frondizi (Viñas, 1981: 22). La crisis económica hacía su aparición al comienzo de la década de 1960 y golpeaba a la mayoría de los países latinoamericanos; manifestándose, por un lado, en el estrangulamiento de la capacidad para importar los elementos materiales necesarios al desenvolvimiento del proceso de producción y, por otro, en las restricciones encontradas para realizar esa producción. Ambos fenómenos derivaron a raíz de que la industrialización se llevó a cabo sobre la base de la vieja economía exportadora, es decir, sin proceder a las reformas estructurales capaces de crear un espacio económico adecuado al crecimiento industrial. 2

La década de 1950 se caracterizó por una acentuada agudización de las luchas sociales. Éstas tenían, como componentes nuevos, la emergencia del campesinado en tanto movimiento social, una clase obrera renovada e incrementada y el surgimiento de un proletariado pobre en las ciudades. Por otro lado, el tejido de la clase media citadina se adensaba y se aceleraba su salarización, llevando a un rápido aumento de una masa de estudiantes y jóvenes profesionales cada vez más descontentos con la falta de perspectivas que presentaba el desarrollo comandado por las burguesías industriales en cada país. Esos factores convergen, a lo largo del período, para promover convulsiones y crisis políticas, que empiezan con la radicalización de la revolución guatemalteca bajo el gobierno de Jacobo Arbenz, y la revolución boliviana de 1952, y prosiguen con el suicidio de Getulio Vargas en Brasil y el derrocamiento de Perón en Argentina; continuando con el movimiento ferrocarrilero en México y la revolución venezolana de 1958, para culminar en 1959 con la revolución cubana que sacudía hasta los cimientos la dominación norteamericana y sembraba el pánico en las clases dominantes criollas. 3 La revolución cubana marca un antes y un 1

Marini, Ruy Mauro (1994). La crisis del desarrollismo en México, http://www.marini-escritos.unam.mx/026_crisis_desarrollismo_es.htm: UNAM.. 2 Ibid 3 Op. cit. 57


después, no exclusivamente –como sostiene Graziella Pogolotti- para la isla caribeña, sino para el conjunto de las naciones del subcontinente. Poco después de consumada la transformación socio-política desembarcaron por centenares los periodistas procedentes del primer mundo que carecían de conocimientos sobre la isla. Los mejor informados la asociaban a la producción de azúcar y tabaco. Estando allí, descubrieron los uniformes gastados de los guerrilleros, las melenas revueltas, el ron y la música del trópico y sin duda, un modo de gobernar que abandonaba las formalidades y en donde los discursos de los dirigentes, en permanente diálogo con las masas, desechaban la retórica gastada (Pogolotti, 2005: 2-3). Después fueron arribando los intelectuales. Muchos de ellos, incapaces de descifrar una realidad desconocida, venían a buscar respuestas para los debates que escindieron la izquierda en la inmediata posguerra. Algunos latinoamericanos aspiraron a integrarse al proceso mediante el compromiso participativo en el debate de ideas y la conjunción en el proyecto emancipatorio del programa político y de la renovación de los lenguajes artísticos. En este contexto socio-cultural se gestaría y enmarcaría el boom de la narrativa latinoamericana. Los narradores del boom y la sociedad de masas Desde 1965 y hasta nuestros días, críticos literarios, periodistas e investigadores han elaborado distintas listas o clasificaciones 4 con miras a situar a los narradores --cuyas obras cobraron vitalidad durante los años cincuenta, sesenta y comienzos de los setenta-- dentro de la categorización de escritores del boom. A partir de una exhaustiva revisión y una minuciosa lectura de estos textos clave y atendiendo a los fines propuestos en esta investigación, se ha considerado dentro de ésta categorización a los siguientes escritores, en base a dos criterios fundamentales: la difusión y la traducción de su obra (s) y su posible – aunque no necesaria- filiación al realismo mágico y a lo real maravilloso americano. Así pues, el listado que aquí se presenta está conformado por los cubanos José Lezama Lima, Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes, el peruano Mario Vargas Llosa, el colombiano Gabriel García Márquez y los rioplatenses Ernesto Sábato, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar y Augusto Roa Bastos. 4

Entre estás clasificaciones, destacan las de Carlos Fuentes en La nueva novela hispanoamericana, la Historia personal del boom de José Donoso y Los españoles y el boom de Carlos Barral. 58


Uno de los primeros resultados del recién instituido mercado consumidor literario fue la presión ejercida sobre el narrador, para que aumentara su productividad, asunto vinculado a su profesionalización. La literatura como segundo empleo fue la norma de vida del escritor latinoamericano durante el siglo XX, y el hecho de que su primer empleo perteneciera con frecuencia a la órbita estatal le deparó vicisitudes que pueden seguirse en el ejemplo más rotundo, que es el mexicano. Conquistar la autonomía mediante lo que parecía una libre vinculación profesional con el público fue su persistente ambición; y tomó acentos urgentes cuando se ensanchó el foso entre las doctrinas políticas a que estaban afiliados los escritores y las que regían desde la cúpula del Estado. Esa autonomía pareció cercana (sólo parcialmente y sólo quienes la han encarado saben con cuántos sacrificios personales) al producirse mayor demanda de libros, al multiplicarse las revistas que pagaban colaboraciones, al instituirse actividades conexas (conferencias, cursos, presentaciones en TV) decentemente retribuidas. Ciertos escritores que tenían el afán de profesionalizarse y al mismo tiempo de cumplir con su vocación, se trasladaron a otras regiones del continente, a Europa o Estados Unidos, donde se mostraban mayores posibilidades de difusión para sus obras debido a la existencia de más editoriales, revistas y grandes diarios. Asimismo, al trasladarse buscaban cumplir con una exigencia interna de la cultura latinoamericana: disponer de escritores que edificaran una rica literatura propia. Aun así hubo un grupo de creadores para los cuales la literatura pasó a ser el primer empleo y esto marca de por sí una diferencia notable entre ellos y pone una nota distintiva sobre el fenómeno boom. Lo integraron, principalmente, escritores profesionales (Rama, 1981 a: 93). Al progresar por esta vía que los incorporó a la demanda de un mercado expansivo, los escritores descubrieron algo que no pudieron conocer de forma íntegra los modernistas ni los vanguardistas y tampoco los regionalistas que en su tiempo protagonizaron un casi boom: la necesidad de asumir un régimen de trabajo acorde con el nuevo sistema. Más en estricto, ocupar dentro de la sociedad un lugar “semejante” al del empresario independiente, que coloca objetos en un mercado de ventas y aunque su sistema productivo sigue siendo en su mayoría artesanal, como dijera Valéry, trabaja para un mercado desarrollado, lo que le impone el reconocimiento de sus ásperas condiciones, líneas tendenciales, preferencias o desdenes. Ello lo obliga a enfrentar su peculiar competitividad, a registrar sus orientaciones básicas y a detectar sus variables. Aunque sigue siendo un hombre con un lápiz y un block de 59


papel, la profesionalización lo suelda de un modo indirecto al mercado, lo que no quiere decir que haga de él meramente un servidor, sino que lo obliga a asumirse como un productor que trabaja dentro de ese marco impuesto. Allí debe operar y triunfar. La diferencia obvia entre el profesional y el aficionado es la mayor productividad del primero; puede medirse objetivamente observando el número de obras que los integrantes de cada uno pone en el mercado y el ritmo con que las producen. No hay comparación entre la producción de un Rulfo y la de un Cortázar; cosa que desde luego no puede extrapolarse a una valoración artística sino que debe apreciarse estrictamente en su campo productivo. La heteróclita composición de Octaedro de Cortázar o los descuidos en el terminado de El libro de Manuel, que no son nada corrientes en su obra, parecen responder a esa necesidad de abastecer la demanda de la hora (Rama, 1981 a). Por una parte el escritor profesional parece incapaz de abastecer permanentemente de novedades al público masivo, a pesar de su empeño por hacerlo, pues aun un escritor tan prolífico como Carlos Fuentes no parece que pueda acotar el ritmo de un libro cada dos años. Por lo tanto, hemos pasado de un mercado de consumo literario de élites a uno de masas y no se ha observado adecuadamente que sus funcionamientos son inversamente proporcionales. Mientras las élites disponen de una variada oferta de títulos pero en cantidades siempre reducidas, las masas disponen de una oferta de títulos reducida pero en altas cantidades. Conviene no olvidar que los libros postulan dos actividades productivas, una de tipo literario a cargo del escritor, y otra de tipo industrial a cargo del editor, que entre ellas hay vínculos, a veces armónicos y otras veces muy disparejos. Sobre todo cuando la infraestructura industrial adquiere potencialidad, lo que se puede ilustrar con el ejemplo de los libros preparados por encargo para responder a las expectativas del mercado, tan habituales en la edición norteamericana. Hubo pues, una acumulación que el boom desperdigó masivamente en sólo un decenio, trabajando sobre una selección calificada de autores y de títulos y contando con un equipo capaz de responder a sus apremiantes demandas, equipo robustecido por la aparición de jóvenes escritores profesionales del tipo de Fuentes o Vargas Llosa, lo que dio la medida óptima de las posibilidades con que contaba América Latina. Recordemos que en todas las épocas de la literatura americana han existido escritores intelectuales; es decir, los creadores que no se limitan 60


a la invención de obras literarias, sino que desarrollaron un discurso intelectual articulado con varios aspectos de la vida de su tiempo. La preparación académica que cada vez fue más frecuente entre los escritores y la subsiguiente participación en actividades profesionales, ejerció influencia sobre la región latinoamericana, disolviendo sus prejuicios algo teñidos de provincianismo. El narrador no tuvo miedo a ejercer públicamente su capacidad intelectual, ni temió que tal ejercicio perjudicara su creatividad. Con solvencia y con más frecuencia que sus antecesores, se aplicó a otros campos intelectuales. No en exclusivo a los de la política sino a campos intelectuales vinculados a las letras y a las artes donde había que mostrar conocimiento y capacidad analítica. Por estas dotes, los escritores tuvieron acceso a puestos culturales donde cumplieron tareas educativas como la cátedra universitaria o la conferencia pública. Serían también los primeros analistas de sus obras, observando la evolución que seguía el mundo contemporáneo. Sobre todo, actuaron como teorizadores de la cultura, con similar pasión a la que habían puesto Sarmiento, González Prada o Vasconcelos (Ibid). Ideas, influencias y estructuración discursiva Como ya se mencionó, a partir de la segunda mitad del siglo XX el sistema novelístico que imperaba en Latinoamérica se rompe dando paso a la modernidad en la narrativa. La explosión demográfica que se dio en las décadas de los 50 y los 60 en nuestros países fue la más significativa en la historia del continente. En 1950 la población estimada era de 158 millones de habitantes, mientras que en 1975 serían 316 millones, lo que quiere decir que en apenas 25 años se había duplicado su número. Pero el aumento de la población no sería acompañado de una similar ampliación del mercado de trabajo. El crecimiento económico no aseguraría un número mayor de empleos. El desempleo y el subempleo significarían una pérdida de la economía en su conjunto; “en muchos países de América Latina la tasa de desempleo que va desde 1950 hasta 1975 es más alta que la de EEUU y otros países industriales en todo lo que va de este siglo, incluidos los años de la Gran Depresión Mundial”, según informes de la CEPAL (Andrada, 2002). Esta nueva problemática lleva a los escritores a desplazar su enfoque del campo a la gran ciudad, saturada de contradicciones y de problemas económicos y sociales, y a que centren su interés en el hombre urbano, en cuya vida se entrecruzan realidad, sueño, vigilia, problemas íntimos, actividades cotidianas, sentimientos recónditos. El novelista se olvida entonces de lo externo (vestido, tradición, cocina, danzas cantos) 61


para ocuparse de lo interno del hombre. Casi podríamos invertir la frase de Rodríguez Monegal 5 y decir que en la novela contemporánea; “el hombre es todo, la naturaleza es nada” (Herrera, 1990). Ya empieza a sentirse en América Latina la influencia de la psicología y la filosofía contemporáneas. Los escritores entran en contacto con el psicoanálisis y retoman el existencialismo, lo cual crea en ellos una nueva visión del mundo. Lo mismo ocurre con el ámbito artístico a través de los movimientos de vanguardia, especialmente con el cubismo y el dadaísmo que ya habían incursionado en nuestras letras. Con la lectura de Joyce, Kafka, Woolf, Proust y la generación norteamericana de los veinte, llega a las manos de los narradores latinoamericanos toda una serie de técnicas narrativas que les permitirán construir una novelística peculiar. Mayra Herrera cita el texto “Una discusión permanente” del crítico peruano José Miguel Oviedo para afirmar que el año de 1941 se suele establecer como el límite cronológico entre la novela vieja y la contemporánea ya que, en este año, la casa editora newyorkina Farrar Rinehart realizó un concurso literario en el ámbito hispanoamericano que fue ganado por Ciro Alegría con El mundo es ancho y ajeno, novela que preserva las características del indigenismo que se gestó décadas antes. Lo destacable de esto es que en este Tiempo de abrazar mismo concurso el uruguayo Juan Carlos Onetti presentó una obra (, que no se publicó sino hasta 1978) que no ganó ningún premio, quizás precisamente por significar una ruptura con el sistema tradicional y presentar los rasgos fundamentales que caracterizan a la nueva novela. Sin embargo, en ese año de 1941, Onetti publicó Tierra de nadie, que en palabras de Oviedo “anuncia ya la nueva manera de novelar” (Herrera, 1990). Pero ¿en qué consisten los cambios incorporados por los nuevos narradores latinoamericanos? Quizá el más importante es la concepción de la obra literaria como un artificio. Ello significa que novela o cuento dejan de ser un documento político o geográfico, tal como lo fueron la novela indigenista, la narrativa de la Revolución Mexicana y la novela de la tierra, y se transforman en forma en un producto literario (Ibid). 5

Al referirse a las novelas de tipo realista, Emir Rodríguez Monegal afirmaba que en ellas “la geografía lo es todo, el hombre es nada”. El crítico uruguayo expresaba la principal característica de los temas que desarrolló el sistema narrativo latinoamericano hasta la primera mitad del siglo XX: la exterioridad. Grandes llanos, pampas inmensas, altas montañas, terribles barrancos, en lucha constante con el hombre, fueron motivos fundamentales en aquellas novelas llamadas “de la tierra”. (Herrera, 1990) 62


Para lograr el carácter de artificio, la obra utiliza varias técnicas que alejan la atención del lector de la anécdota que se cuenta y de la psicología de los personajes para concentrarla en la construcción misma del texto. Con ello el escritor logra lo que Julio Cortázar llamó un “lector cómplice”. Una técnica importante que emplea la narrativa actual es sustituir el carácter racional del acontecer propio de la narrativa tradicional por un predominio cuasitotal de lo irracional. (Ibid) Así, la trama se vuelve a-causal, azarosa y a veces hasta absurda, y se escriben obras que carecen de una trabazón lógica e incluso son un verdadero collage. El lector no debe buscar en esta narrativa las relaciones que caracterizaron a la novela tradicional. Los rasgos anteriores repercuten en la forma y el lenguaje utilizado por estos nuevos narradores; si la narrativa tradicional se ajusta a un lenguaje racional, con predominio de construcciones sintácticas lógicas y uso de la hipotaxis 6 , el asintaxismo es la tónica de este grupo de escritores. En ese estilo disonante, la yuxtaposición y hasta la inconexión, sustituyen a la subordinación y el lenguaje se convierte, muchas veces, en el protagonista. Gracias al aporte de la psicología moderna, nuestros narradores pudieron construir personajes más ricos. A los personajes tipo que mostraban fuertes estereotipos culturales siguieron caracteres complejos, entes existenciales, cuya vida transcurre en medio de las contradicciones de la gran ciudad. El héroe de la novela tradicional es sustituido por un anti-héroe, por un personaje cualquiera. Es la vida de un dios menor lo que se narra en la novela contemporánea. Se ha dicho que el motivo principal de la narrativa en este momento no es el viaje externo, al estilo del personaje picaresco, sino el viaje interior, el viaje en busca de la conciencia, de las explicaciones profundas de la existencia del hombre. Pensemos en el Juan Preciado de Pedro Páramo o en el Horacio Oliveira de Rayuela y su viaje a las regiones infernales del subconsciente. El grupo (narradores del boom, boomfianos, nuevos narradores hispanoamericanos o generación “superrealista”, éste acuñado por el crítico Cedomil Goic) corresponde a la vanguardia latinoamericana y tuvo a su cargo el gran cambio de perspectiva que se ha venido reiterando. Sus obras se producen en los alrededores de 1945. En ellas, un elemento esencial es la ambigüedad y una concepción mítico-religiosa del 6

1. f. Gram. subordinación (ǁ relación de dependencia entre oraciones). Hipotaxis. Término frecuentemente empleado como sinónimo de subordinación. Las oraciones unidas por hipotaxis se denominan oraciones hipotácticas. 63


universo. Los escritores prefieren una temática que enfatiza lo irracional, el sueño, lo existencial, el mito (Herrera, 1990). En este tipo de narrativa se presenta, por ejemplo, el motivo del paraíso perdido, esto es, el sentimiento de la infancia del individuo o de la humanidad, en contraposición con la hostilidad y el riesgo del mundo adulto. Es el caso del protagonista de Los pasos perdidos de Alejo Carpentier. Igualmente se elabora “la caída de lo sagrado”, tal como aparece en El señor presidente (1946) del guatemalteco Miguel Ángel Asturias. El sentido del mundo explicado por las formas del rito está presente en El reino de este mundo, de Carpentier; y la realidad interpretada por una conciencia mítica aparece en Hombres de maíz, de Asturias. Hay en otras obras de esta generación un acercamiento al mundo de lo histórico, como en las novelas El siglo de las luces y El reino de este mundo, ambas, claro, de Carpentier. --El realismo mágico y lo real maravilloso ¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real-maravilloso? Carpentier, prólogo de El reino de este mundo En los días de efervescencia de la narrativa del boom, el realismo mágico 7 , representado por Rulfo o García Márquez, y la prosa de lo real maravilloso, sustentada primero por Carpentier en el prólogo a la primera edición de El reino de este mundo en 1949, constituían las tendencias literarias dominantes. Sin embargo, pese a la abundante exégesis que desde entonces se ha venido realizando, es evidente la ambigüedad con que se han utilizado ambos términos para referirse a autores y aun a conceptos distintos. En tal razón, buscaremos establecer las características y diferencias en torno al realismo mágico y lo real maravilloso americano, sus representantes y la incidencia que tuvieron en

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En el año de 1925 se da a conocer en París un movimiento pictórico post expresionista, denominado realismo mágico. Sus principios estéticos fueron analizados por Franz Roh en su libro El Realismo mágico. Postexpresionismo (1927). Cuatro novelistas latinoamericanos --el venezolano Arturo Uslar Pietri, el ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el cubano Alejo Carpentier-- entran en contacto con ese movimiento durante su estancia en la Ciudad Luz. Y luego aplican su estética a la interpretación de la naturaleza, de la mítica y de las concepciones mágicas (Varela, 1995) 64


la conformación de la nueva novela y el cuento durante los años del fenómeno de la masificación sociocultural. Es un hecho conocido que los términos de lo real maravilloso americano y el realismo mágico (a partir de ahora LRMA y RM) llegaron a convertirse en un lugar común entre la crítica latinoamericana, en una fórmula que, en lugar de establecer una base para el diálogo crítico, constituye un callejón sin salida, un laberinto sin centro. Desde los años cincuenta la crítica ha hecho uso de estas palabras para referirse a cierto tipo de novelas donde la convivencia entre ficción y realidad presenta características específicas. Tomados algunas veces como meros sinónimos de nueva novela hispanoamericana, relacionados a menudo con la literatura fantástica, representantes de una literatura de sello mítico, e incluso utilizados en el no menos controvertido debate de la identidad americana como soportes de la reducción sociológica “América versus Europa”, lo cierto es que ambos términos encontraron, en esa multiplicidad de orientaciones, su trampa y su fortuna (Llarena, 1998). Ciertamente, desde 1955 y durante los años sesenta, los términos se asociaron a la literatura fantástica, al amparo de la definición pionera de Ángel Flores, para quien el realismo mágico es el rechazo del realismo a través de la amalgama de realidad y fantasía y de una fuerte preocupación por el estilo. La homologación de lo mágico y lo fantástico tuvo continuidad en diversas publicaciones, hasta el punto de que Julieta Campos propusiera un cambio terminológico --realismo mágico por “realismo crítico”-- más ajustado a la inspiración formalista que reclamaba Flores. La insistencia en contemplar el realismo mágico y lo real maravilloso americano como una variante (o continuación) de la literatura fantástica puede considerarse lógica en los primeros años de la polémica, pues la urgencia por darle nombre al proceso de “desrealización” de la nueva literatura no encontró mejor apodo, ni término tan cercano, como lo es el de “fantástico” (Ibid). Por otro lado, la ensayista brasileña Irlemar Chiampi se refiere al “realismo maravilloso” para designar una escritura caracterizada por la poética de la homología, esto es, por la integración y la equivalencia absoluta de lo real y lo extraordinario, y cuyo efecto de encantamiento es radicalmente distinto al de la literatura fantástica. En la narrativa, tal poética de la homologación “exige una retórica persuasiva (un proceso de “verosimilización”), un “trabajo de persuasión que confiere status de verdad a lo no existente”. Más que como prolongación de lo fantástico, la autora entiende así el realismo maravilloso como una visión crítica de la ideología de la fantasticidad y, en cierto modo, como su epitafio. En su 65


caso, el ensayista chileno Fernando Alegría habla de un “tropicalismo primitivo” (RM) donde tenía lugar una perpetua contradicción: la oposición radical entre los orígenes del escritor y del lector. Enmarcados en contextos distintos, el encantamiento del texto mágico-realista residía en el desconcierto del lector europeo ante una lectura que describía, con exuberancia tropical, su propia realidad (Llarena, 1998). Frente a estas perspectivas, podemos considerar, con Rocha Logan, al siguiente grupo, cuya narrativa está más frecuentemente asociada con el “realismo mágico”, en el mundo, hasta 1975: Borges, Uslar Pietri, Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias, García Márquez, Julio Cortázar, Franz Kafka, Mallea, Giorgio de Chirico, Marcel Proust, S. Ocampo, Juan José Arreola, Ernesto Sábato, M. L. Bombal y Vargas Llosa (Ibid). En lo real maravilloso americano la capacidad cohesionadora se escinde, y Carpentier estructura la novela de acuerdo con una arquitectura contrapuntística, con una confrontación de perspectivas (negro/blanco), que da como resultado la sorpresa a través no de la identidad, sino de la diferencia. El contacto y la convivencia de tales puntos de vista es siempre conflictivo, y su efecto inmediato y evidente es el “extrañamiento”. Como resultado de esta actitud narrativa, el compromiso frente a lo extraordinario es aquí un compromiso circunstancial, que nutre de razones puntualmente cada una de las dos perspectivas o polaridades que orientan la novela. Autenticidad (desde la perspectiva del negro) y extrañamiento (desde la perspectiva del blanco) comparten la objetividad del narrador de modo que lo real maravilloso americano se concreta sólo en el nivel de los personajes (de ciertos personajes con exclusividad), no en el del narrador. Así, mientras que el realismo mágico descarta el “organismo de defensa intelectual”, suspende el juicio hasta la “incipiencia deliberada”, o se abstiene en cualquier caso de valorar e interpretar la realidad, lo real maravilloso americano, plantea el discurso narrativo desde la “reflexividad”, la lógica y la argumentación explicativa. El análisis de Alicia Llanera, en el artículo “Un balance crítico: Realismo Mágico y Lo Real Maravilloso Americano (1955-1993)”, reveló las distintas formas en que los autores de ambas tendencias convocan la capacidad verosímil del relato. En Hombres de maíz, por ejemplo, Asturias construye una topología honda y subjetiva, simbólica, cuya afectividad con el indio explica la disposición interna del relato. Símbolos, signos, indicios y “lugares de integridad” (cuevas, cumbres o montañas) imponen desde el inicio al final una causalidad sensible a la naturalización de lo extraordinario. Las cualidades del espacio mítico, su 66


carácter integrador, son modos de recibir lo fantástico sin perturbaciones. Vientre de permisividad, en cualquier caso, la novela de Asturias condiciona su escritura mágico-realista a lo verosímil de lo fantástico. Haciendo uso de las extraordinarias vetas del espacio imaginario como actante del proceso de lo verosímil, Comala y Macondo representan la adquisición de una clara conciencia narrativa sobre la importancia de ese elemento en este peculiar discurso novelesco. En Rulfo, el espacio deja de ser descripción y se traduce en atmósfera, clima cuya presencia hace innecesarias explicaciones o juicios. Universo autorreferencial y autónomo, convergen en él los síntomas del espacio imaginario: identidad anímica entre espacio y personajes, técnica antitética que logra neutralizar contrarios, construcción del espacio a través de la sensualidad auditiva y táctil (ecos, murmullos, sombras). Por ello puede incluso convertirse en centro lógico rector de la novela a pesar (o en sustitución) de la fragmentación de voces narrativas y la pluralidad de planos temporales. Con Macondo encontramos la síntesis que totaliza las posibilidades espaciales. Como espacio de la “fe” mágicorealista, la aldea del Gabo es el resultado de la evolución espacial y la síntesis, en concreto, de la espaciología de esta tendencia: renuncia a los excesos descriptivos de Hombres de maíz o a la construcción de una atmósfera deliberadamente sugestiva y extraña, como en Pedro Páramo, pero comparte con ellas la suspensión del juicio previo, la posibilidad infinita del espacio imaginario (Ibid). La espaciología de lo real maravilloso es, en cambio, muy distinta. Ya no se trata del “lugar de la coherencia” mágicorealista, sino de la contradicción, afectando además la referencialidad histórica. En El reino de este mundo ya no estamos ante el espacio homologador, imaginario, sino ante un espacio escindido, suma de contextos de cuyos choques emerge el suceso mágico. Hay énfasis desmedido en la espaciología literaria, una intención decidida a construir verbalmente los escenarios precisos para el proyecto de “nombrar América” y hacerla accesible y válida en el imaginario universal, para apuntalar los contextos y las cosmovisiones superpuestas. El enfrentamiento --se deduce-- del semantismo espacial en Carpentier es doble: por un lado, entre los “contextos” (europeo y americano); y entre éstos y los propios personajes novelescos. Las unidades espaciales del relato tendrán el efecto de estas dualidades (la hacienda de Lenormand de Mezy/la caverna de Mackandal, el puerto/El Bois Caimán, la librería, la casa de mamá Loi), como referentes dispuestos a nutrir a las perspectivas europea y americana que conviven de modo conflictivo; contextos necesarios para 67


activar el surgimiento de LRMA como efecto de sorpresa, extrañamiento, ante su confrontación o encuentro (Llarena, 1998). El escritor del boom como intelectual Durante el siglo XVIII, en las metrópolis europeas (París y Londres) --claros escenarios de la Ilustración-- surgen y se difunden los siguientes hechos: la emergencia de un mercado del libro y de su agente, el librero-editor; la ampliación del círculo de los consumidores de bienes culturales, en particular, de los lectores; el florecimiento de los salones y de los cafés como ámbitos de sociabilidad, donde los plebeyos de talento se cruzan con los aristócratas ilustrados y la conversación se mezcla con la discusión; la aparición de los periódicos como medios de las verdades y los valores del pensamiento iluminista. Lo que Gouldner llama cultura del discurso crítico, a la que considera distintiva de los intelectuales como comunidad, tuvo su génesis en este espacio, el de la Ilustración y sus sociedades de pensamiento --cafés, bares, salones, clubes literarios--. La figura central de ese medio es el hombre de letras o filósofo (ambos términos eran entonces casi intercambiables) (Altamirano, 2002). En América Latina se podría decir que el siglo XIX parece prestarse al predominio de la historia política de los intelectuales; de hecho, los grupos con algún poder, entre ellos los titulares del poder cultural --los “letrados”, eclesiásticos o laicos-- fueron parte en la larga y tormentosa lucha que siguió al derrumbe del orden colonial, donde se buscó definir y construir un nuevo orden capaz de regir una dominación efectiva y duradera (Ibid). Una de las convenciones de los nacientes estados latinoamericanos fue que los intelectuales no sólo eran intérpretes, sino también los portadores del repertorio espiritual, moral y simbólico de la sociedad (Graña, 1970). Pero si la civilización hispanoamericana fue para ciertos escritores un lírico ramillete de gracias espirituales, existió también la creencia en fuerzas que protegían y conformaban el destino cultural inmanente de sus pueblos. Una era el nativismo geográfico (“Oda a la agricultura de la zona tórrida” de Andrés Bello); otra, el nativismo sociopsicológico; una tercera consistía en modelos e impulsos inherentes de tipo ontológico (“Nuestra América” de José Martí) (Ibid). Su perspectiva, al menos desde un punto de vista intelectual, era aristocrática y esencialmente estética, puesto que concebía a la cultura como un objeto terminado; como un objeto no de observación sino de contemplación. Haciendo un trance dramático, nos situamos en la primera mitad del siglo XX, donde los intelectuales tienen mayor significación que en el 68


pasado, puesto que los medios de comunicación hacen que se vinculen con todo tipo de público y que puedan influir más en el poder y en el aparato cultural. Los intelectuales, como decía Wright Mills, por su mismo trabajo de pensar en dimensiones históricas, pueden a veces ver más allá del común de los actores sociales y de la población en general. Y esto porque están siempre reelaborando las perspectivas del hombre en un contexto de transformación constante: la esfera cultural. La mayoría de los hombres participa en algún grado en esa dimensión, pero algunos se especializan intensamente. Llegan a conocer el mundo de los significados. Ellos, como otros hombres, los heredan socialmente y los critican; intentan erigir un mundo de sentidos para sí mismos, aceptando y rechazando lo que recibieron, y buscando nuevas significaciones. Los producen, conservan y distribuyen, formando modificando los significados. Están más vigilantes y en mejores posiciones para observar. Son más inventivos como intérpretes, más diestros en el arte de la exposición. Son más vivos culturalmente por su propia sensibilidad y para la de otros hombres en la diversidad de las circunstancias humanas. Sobre todo, por separado y en conjunto, influyen mucho más en la definición del mundo que los hombres conocen, y de los lugares de éstos en ese mundo, a causa de las posiciones que ocupan, y a causa de lo que significa para ellos el trabajo que hacen ahí para sus destrezas, sensibilidades y capacidades de razonamiento (Careaga, 1972). En la misma tónica, Gloria Cucullu, en “El estereotipo del intelectual latinoamericano…”, considera que deconstruir y reconstruir aún más el concepto de intelectual, resulta crucial, toda vez que, argumenta, la imagen transmitida por trabajos realizados en los años cincuenta y principios de los sesenta en EU, “es la del gentilhombre dedicado al oficio de las letras o a la elaboración, aplicación o transmisión de un saber teórico o contemplativo, alejado de la cotidianeidad prosaica y poco amable, y opuesto o indiferente por razones de mentalidad a los cambios que amenazan las estructuras económicas y sociales de cualquier país de América Latina” (Cucullu, 1970). La socióloga chilena se basa en las posturas y planteamientos del francés Raymond Aron y del norteamericano Lipset, para efectuar una distinción más útil y operativa que pretende distinguir entre los intelectuales, tres círculos concéntricos: los que crean, los que difunden y los que aplican conocimientos y símbolos culturales. Al interior del núcleo central de los creadores, Cucullu identifica fácilmente en un sentido operacional al intelectual frente al autor de obras culturales, cuya función se traduce en la producción de libros, artículos u 69


obras de arte. Por lo que se puede considerar que incluye atinadamente en esta definición a novelistas, ensayistas, poetas y dramaturgos. Los creadores literarios, por medio de sus obras, presentan una visión de la vida de las clases y tipos sociales, reflejo de la estructura rural y urbana. Y muestran la evolución de las sociedades, los modos dominantes de relación y acción, el trasplante de instituciones, el mestizaje étnico y cultural, el proceso de urbanización e industrialización, el cambio entre generaciones; la emergencia del proletariado y sus luchas, el amor y la familia (Ibid). Para Marsal, en la literatura latinoamericana el intelectual es una figura exaltada, una especie de custodio de valores morales y culturales. Esta sobreestimación no se da en otros ambientes culturales. En Estados Unidos, por ejemplo, se han acostumbrado a una visión peyorativa del intelectual como utopista frente al “sano realismo” del hombre común y la eficacia del técnico (Marsal, 1970). Hasta el momento, la previa trama teórica nos ha permitido distinguir la evolución de la figura y el papel del intelectual en la historia occidental; igualmente nos ha sido posible irnos adentrando, poco a poco, en el quehacer de éste en el ámbito latinoamericano; el interés ahora se encamina al análisis de los escritores del llamado boom, ejemplo concreto de la intelectualidad o la intelligentsia de nuestros países en un periodo de serias tensiones políticas y sociales, como fue la década de los sesenta. --El escritor revolucionario: De las letras a la palestra Nuestra vocación ha hecho de nosotros, los escritores, los profesionales del descontento, los perturbadores conscientes o inconscientes de la sociedad, los rebeldes con causa, los insurrectos irredentos del mundo, los insoportables abogados del diablo. No sé si está bien o si está mal, sólo sé que es así. Esta es la condición del escritor y debemos reivindicarla tal como es. Mario Vargas Llosa, al recibir el Premio “Rómulo Gallegos”, el 4-08-1967, en Caracas.

La noción del escritor comprometido o contestatario se desarrolla en los años 60 en América Latina cuando el narrador se ve implicado con el poder político. Su rol cambia. De ser un artista un tanto aislado de la sociedad, ahora se involucra y participa de manera directa. 70


Germán Albuquerque asevera que, en general, los escritores latinoamericanos de la época se relacionaron de tres formas con la política: emitiendo una opinión, actuando en la escena pública y siendo funcionales a las fuerzas del poder. Al hacer un flash back a la escena literaria de esos años, es posible notar que los creadores se convirtieron en figuras públicas; a la par que conformaban un fenómeno de masificación literaria, asumían con propiedad la calidad de intelectuales en tanto transmitían un discurso perceptible por la sociedad. Los escritores articularon una agrupación sobre la base de las relaciones y contactos personales que tenían entres sí (Fuentes con García Márquez y Donoso; el colombiano con el peruano Vargas Llosa). Esta agrupación sería --según Alburquerque-- una red intelectual: un conjunto de individuos ocupados en el ancho mundo de la cultura. Los escritores del boom montaron una red flexible e informal que se reunió en varios encuentros --el primero en Concepción, Chile--; se expresó en revistas como Casa de las Américas, Marcha y Mundo Nuevo y emprendió campañas, declaraciones y cartas abiertas. Integraron esta red los literatos Vargas Llosa, Fuentes, García Márquez, Cortázar, Rulfo, Donoso y Carpentier; los críticos, Roberto Fernández Retamar, Ángel Rama, y Marta Traba; Gonzalo Rojas y el poeta Mario Benedetti, entre otros. En su Historia personal del “boom” (1972), José Donoso relata los vaivenes de este grupo de intelectuales, que en primera instancia se conformó como una gran familia. Para el narrador chileno todo comienza a cobrar forma en el Congreso de Intelectuales de la Universidad de Concepción (1962), cuando se reencuentra con Carlos Fuentes, con quien había asistido al colegio en el tiempo en que el padre del mexicano había sido diplomático en Santiago. De ese azaroso encuentro, el autor de Coronación recuerda la prestancia del mexicano “que asumía con desenfado su papel de individuo y de intelectual, uniendo lo político con lo social y lo estético” (Donoso, 1998). Destaca como un hecho de primera importancia la conversación que tuvo con Fuentes en la cual éste sostenía que después de la Revolución Cubana, “él ya no se consentía en hablar en público más que de política, jamás de literatura; que en Latinoamérica ambas eran inseparables y que ahora Latinoamérica sólo podía mirar hacia Cuba” (Ibid). Esta alineación con la causa socialista cubana estaría tan afincada en el corpus ideológico de los narradores del boom que marcaría su trayectoria intelectual como grupo.

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El Congreso de Intelectuales de Concepción de 1962 8 fue crucial no sólo para este grupo de literatos, puesto que fue un evento de proporciones nunca antes vistas que congregó lo mismo a escritores que a filósofos, sociólogos, antropólogos, físicos, biólogos, juristas, hombres laureados con el Premio Nobel y el Premio de la Paz, escritores venidos de la India, Japón, Europa y por supuesto de América Latina. Los ejes temáticos de las sesiones giraron en torno a la “Imagen de América Latina” y a la “Imagen del Hombre Actual” (Albuquerque, 2000). El carácter del congreso –según Donoso- rebasó el tono intelectual para instalarse completamente en la discusión política. La influencia de la revolución cubana se hacía sentir con fuerza en ese enero de 1962. Alejo Carpentier, que provenía de la isla, “sufrió” por la responsabilidad que esto significaba: fue convencido por Carlos Fuente y Pablo Neruda para que “no leyera la ponencia que tenía preparada, Elementos mágicos en la literatura del Caribe, sino que en su lugar improvisara algo bastante soso sobre las reformas educacionales de Fidel Castro” (Donoso, 1998). En realidad, no es que no se hablara de literatura, se hablaba, pero siempre en relación con temas políticos y sociales. Donoso recuerda “que el tema sobre el cual se volvía y se volvía y que predominó en forma clara, fue la queja de que los latinoamericanos conocíamos las literaturas europeas y la norteamericana además de las de nuestros propios países, pero que ignorábamos casi completamente las literaturas contemporáneas de los demás países del continente” (Ibid). Recién se forjaba una generación dorada de escritores y aunque algunos de sus libros ya se habían publicado, aún no eran éxito de ventas ni mucho menos, por lo que en Concepción apenas se escucharon los nombres de Sábato, Cortázar, Onetti, García Márquez, Vargas Llosa o Rulfo, situación que volvió prioritaria la tarea de estrechar los vínculos entre los escritores. En esa línea se inserta una carta emanada del evento que fue transmitida al director del Fondo de Cultura Económica, Arnaldo Orfila Reynal, en la que se expone la urgencia de “Superar nuestro aislamiento, nuestro desconocimiento mutuo, es encontrar nuestra voz común, unitaria y otorgarle la fuerza, la presencia y la divulgación que nuestra época –y 8

Este congreso fue celebrado bajo el auspicio de la Universidad de Concepción con la conducción de Gonzalo Rojas, entonces joven y emergente poeta, profesor del departamento de castellano de ésta institución y cuyo primer esfuerzo fue el Primer Encuentro de Escritores Americanos (1960) también celebrado en esta provincia del sur de Chile (Albuquerque, 2000). 72


el destino de nuestros pueblos- exigen […] Elevamos ante usted la siguiente sugestión: crear, dentro de la estructura editorial del Fondo, una colección popular de escritores iberoamericanos como un arma efectiva, capaz de influir decisivamente en el crecimiento de nuestra expresión y de darle la divulgación más amplia y fecunda” 9 (Albuquerque, 2003). Es importante destacar que, a raíz del encuentro, los seminarios, coloquios y congresos en los cuales coincidieron de forma alterna los narradores del boom fueron numerosos, destacándose el Primer Congreso de la Comunidad Cultural Latinoamericana (1966) y el Encuentro Latinoamericano de Escritores (1969), ambos realizados en territorio chileno. Un año antes, en 1968, se llevó a cabo el Congreso Cultural de La Habana, en el cual escritores como Julio Cortázar, Jean Paul Sartre y José Revueltas mostraron abiertamente una consensual solidaridad con la causa cubana, misma que comenzó a fragmentarse tras el que sería considerado el primer aviso inminente de una dictadura: el caso Padilla. En ese mismo año, el libro de poemas críticos de Heberto Padilla, Fuera de juego, obtuvo el Premio de Poesía “Julián del Casal”. Poco antes había criticado fuerte el libro Pasión de Urbino del cubano Lisandro Otero en la revista El Caimán Barbudo. En 1964, Otero había aspirado con ese libro al “Premio Biblioteca Breve” de Seix Barral, pero lo había ganado Guillermo Cabrera Infante con Tres Tristes Tigres. Padilla afirmaba en su artículo que era una pena que, por razones políticas, no se podía hablar en la isla de un libro de un nivel literario tan alto como el de Cabrera Infante, cuando una obra tan mediocre como la de Otero recibía tanta atención. Padilla perdió hasta el trabajo. Había elogiado la obra de uno de los autores a quien se consideraba como “traidor a la revolución”. A aquél se le reprochaba “su desgana revolucionaria, su criticismo, su ahistoricismo, la defensa del individualismo frente a las necesidades sociales” y su “falta de conciencia con respecto a las obligaciones morales en la construcción revolucionaria” (Esteban y Panichelli, 2004). 9

Firmaron el documento: Héctor P. Agosti, José Bianco (Argentina), Jesús Lara, Gil Imana Garrón, Nilda Núñez del Prado (Bolivia), Thiago de Mello, Carolina María de Jesús (Brasil), Gerardo Molina (Colombia), Alejo Carpentier (Cuba), Benjamín Carrión (Ecuador), Carlos Fuentes (México), Augusto Roa Bastos (Paraguay), José María Arguedas, José María Oviedo (Perú), Claribel Alegría (Nicaragua), Mario Benedetti (Uruguay), Pablo Neruda, Gonzalo Rojas, Fernando Alegría, Braulio Arenas, Luis Oyarzún, Amanda Labarca, José Donoso, Jaime Valdivieso, Hernán San Martín y Alfonso Echeverría (Chile). (Albuquerque, 2003) 73


Algunos reaccionaron. “Por consejo de Franqui –explica Goytisolo-, me puse en contacto con Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa, Semprún y García Márquez, y, desde el despacho de Ugné Karvelis (compañera sentimental de Cortázar) en Gallimard, intenté comunicarme telefónicamente con Heberto. Ante la inutilidad de mis llamadas –su número nunca contestaba-, resolvimos enviar un telegrama firmado por todos nosotros a Haydée Santamaría en el que, tras declararnos “consternados por las acusaciones calumniosas” contra el poeta, manifestábamos nuestro apoyo “a toda acción emprendida por Casa de las Américas 10 en defensa de la libertad intelectual”. La respuesta telegráfica de Haydée –recibida dos días más tarde- nos llenó de estupor”. He aquí una parte del texto: “Inexplicable desde tan lejos puedan saber si es calumniosa o no una acusación contra Padilla. La línea cultural de la Casa de las Américas es la línea de nuestra revolución, la Revolución cubana, y la directora de las Américas estará siempre como quiso el Che: con los fusiles preparados y tirando cañonazos a la redonda” (Ibid).

En 1971, Padilla y su esposa fueron arrestados y aunque ella sólo estuvo detenida un par de días, él quedó encarcelado durante varias semanas. Su arresto provocó muchas reacciones y protestas, sobre todo entre los intelectuales que hasta entonces habían apoyado a la revolución castrista. Algunos escritores, como Vargas Llosa, rompieron en ese momento y para siempre sus lazos y apoyo a la revolución; a él se sumarían posteriormente Goytisolo, Fuentes, Plinio Apuleyo Mendoza, Octavio Paz, Sartre y Carlos Franqui (Esteban y Panichelli, 2004). Poco después, Goytisolo y Cortázar se reunieron en el domicilio del argentino en París y entre los dos redactaron la que después sería conocida por “Primera carta a Fidel Castro” (habría otra encabezada por Vargas Llosa). La intención del escrito era en primera instancia que de forma privada el mandatario cubano respondiera a los intelectuales sobre la detención de Padilla; en caso contrario, éstos se reservarían el derecho de remitir una copia de aquélla a los periódicos. La misiva decía: “Los firmantes, solidarios con los principios y metas de la revolución cubana, se dirigen a usted para expresarle sus preocupaciones con motivo de la detención del conocido poeta y escritor Heberto Padilla, y pedirle quiera tener a bien examinar la situación que plantea dicha situación”. 10

Casa de las Américas a través de su revista y antes, como instancia cultural, se había encargado de fortalecer los vínculos entre la isla y esa intelectualidad latinoamericana que entonces emergía (Albuquerque, 2000). 74


Poco a poco se fueron recogiendo más firmas para la primera de las cartas. Obtuvieron 54 firmas. El único que faltaba era García Márquez. Cuando ocurrió todo eso, estaba en Barranquilla con su familia. El estallido del caso le había pillado tiempo antes, por sorpresa, en Barcelona. Para evadir el acoso de los periodistas, decidió irse con su esposa Mercedes durante un tiempo prudencial e indeterminado a un lugar del Caribe sin remite postal ni teléfono, “a buscar el olor de la guayaba podrida” (Ibid). Pese a la insistencia de su amigo Plinio Apuleyo, García Márquez rehusó adherirse al documento y declaró que no iba a firmar nada “mientras no tuviera una información muy completa sobre el asunto”. Goytisolo --citado por Esteban y Panichelli en Gabo y Fidel. El paisaje de una amistad-- comenta: “con su consumada pericia en escurrir el bulto, Gabo marcaría discretamente sus distancias de la posición crítica de sus amigos sin enfrentarse no obstante a ellos: el nuevo García Márquez, estratega genial de su enorme talento, mimado por la fama, asiduo de los grandes de este mundo y promotor a escala planetaria de causas real o supuestamente “avanzadas” estaba a punto de nacer” (Ibid). La diferencia tendría consecuencias tanto para Fidel como para el boom: “Creo que si en algo tuvo unidad casi completa el boom – aceptando la variedad de matices-, fue en la fe primera en la causa de la Revolución Cubana; creo que la desilusión producida por el caso Padilla la desbarató, y desbarató la unidad del boom” (Donoso, 1998) La fragmentación del grupo de los actores del boom es retratado por María Pilar Donoso --esposa del chileno-- quien sostuvo que antes del conflicto, “amistad, verdadera amistad, con profundo cariño, reconocimiento y admiración, era la que unía entonces a Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez […]. Se admiraban, disfrutando de su mutua compañía, de sus interminables conversaciones, de los paseos que juntos hacían por la ciudad, y Mario escribía sobre Gabo” 11 (Ibid). Para la historia quedaría aquella última vez en que los escritores del boom se reunieron. Ocurrió en 1970 en un festival de teatro, en Aviñón (Francia); en él fue presentada la obra teatral de Fuentes, El tuerto es rey. Cortázar poseía una casa cerca de Aviñón, en el pueblito de Signon, de modo que Fuentes, Gabo, Vargas Llosa, Donoso y Goytisolo, 11

La señora Donoso se refiere al libro que Vargas Llosa había publicado sobre el escritor colombiano, titulado: Gabriel García Márquez: historia de un deicidio (1971); trabajo con el cual el peruano había obtenido el grado de doctor por la Universidad Complutense de Madrid. 75


permanecieron con Cortázar. En Aviñón los seis planeaban la publicación de Libre, revista de crítica; la patrocinadora sería la millonaria Albina de Boirourry, joven apasionada por la literatura y el cine. Las diferencias intelectuales boicotearon que el proyecto viera la luz. Bibliografía Altamirano, Carlos (2002). Términos críticos de sociología de la cultura. Paidós, Buenos Aires. Careaga, Gabriel (1972). Los intelectuales y el poder. Sep-setentas, México. Cucullo, Gloria (1970). “El estereotipo del “intelectual latinoamericano” en El intelectual latinoamericano: un simposio sobre sociología de los intelectuales. Instituto Torcuato di Tella, Buenos Aires. Donoso, José (1998). Historia personal del “boom”. Alfaguara, Santiago de Chile. Esteban, Angel, y Panichelli, Stéphanie (2004). Gabo y Fidel. El paisaje de una amistad. Espasa-Calpe, Madrid. Graña, César (1970). “La identidad cultural como invento intelectual” en El intelectual latinoamericano: un simposio sobre sociología de los intelectuales, Op. Cit. Herrera, Mayra (1990). El “boom” de la literatura latinoamericana: causas, contextos y consecuencias. Universidad de Costa Rica, San José de Costa Rica. Llarena, Alicia (1998). “Un balance crítico: realismo mágico y lo real maravilloso americano (1955-1993)” en Medio siglo de literatura latinoamericana 1945-1955. Primer Congreso Internacional de Literatura. UAM, México. Marsal Juan Fco. (1970). “Los ensayistas socio-políticos de Argentina y México” en El intelectual latinoamericano: un simposio…”, Op. Cit. Rama, Angel (1981 a). Más allá del boom: literatura y mercado. Marcha Editores, México. Rama, Angel (1981 b). Novísimos narradores hispanoamericanos en marcha (1964-1980). Marcha Editores, México. Alburquerque, Germán (2003). “Escritores políticos: América Latina en los sesenta” en Revista Universum. http://universum.utalca.el/contenido/index-03/alburquerque.htm Andrada, Pablo (2002). “Hacia una explicación sobre el fenómeno del “boom literario” en América Latina” en Ciberletras: revista de crítica literaria y de cultura.

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MITOS Y REALIDADES de la revolución y la violencia

José Manuel LEÓN CRISTERNA • •

Sociólogo. Profesor e investigador de la Facultad de Trabajo Social de la UAS. Doctor por el Centro de Estudios de Educación Superior “Manuel S. Grant” de la Universidad de Oriente, en Santiago, Cuba; Maestro en Ciencias en Estudios Rurales por El Colegio de Michoacán; exdirector de Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Mazatlán. 77


La revolución es el huracán, y el hombre que se entrega a ella no es ya el hombre, es la miserable hoja seca arrebatada por el vendaval... Mariano Azuela, Los de abajo Introducción A media mañana se escuchó un redoble de tambores de hojalata y voces de mando que decían “¡marchen!, ¡marchen!, ¡uno, dos!, ¡uno dos!”. La curiosidad obliga y desde el balcón se ve una larga columna de "soldados" y "adelitas" de menos de seis años. Es 20 de noviembre, quizás la fiesta cívica más grande de los mexicanos. Es día de recordar a los héroes, sus hazañas y los grandes beneficios reales o supuestos que dejaron a la patria. Las adelitas con trenzas y sus respectivos moños, faldas largas y floreadas; una sección de soldados viste de color café y otra de blanco, todos ellos pertrechados con gruesas cananas cruzadas sobre el pecho, carabina al hombro y pistola al cinto. Algunos usan bigote, otros bigote y barba. Tras ellos viene un grupo de médicos, enfermeras y camilleros cargando su equipo. Por la acera y el camellón de la avenida, rodeando a la columna, avanza un grupo de mujeres y algunos hombres. Son los padres de ese ejército revolucionario infantil. La columna pasa y el redoble se pierde en la lejanía. El ritual anual de la Revolución Mexicana se ha cumplido. Ese mismo día por la noche un autobús urbano hizo alto en un crucero; al mismo tiempo se detuvo un ciclista que llamaba la atención: sobre la barra de su vehículo llevaba una niña de tres o cuatro años y en la parrilla una mujer con un niño en brazos. Hombre joven con cachucha de beisbolista, pelo largo, zapato de obrero: una familia nuclear en bicicleta sin luz. Lo que más me interesó fue una banderita mexicana con asta de 15 centímetros que tremolaba incansablemente agitada por la brisa marina. Esa es sin duda otra forma de conmemorar la Revolución Mexicana. Estas escenas vienen a cuento al pensar en la relación entre revolución y violencia y cómo se conjugan éstas en la vida cotidiana del mexicano actual. Ha pasado casi un siglo y la Revolución vive, se ha incorporado a la cultura nacional. Poco importa que la mayor parte de los profesores, los padres de familia y los ciudadanos en general no tengamos un conocimiento certero de ese proceso histórico; lo hemos aprendido simbólicamente, nos identificamos con los revolucionarios y nos sentimos por ello con el valor y la osadía de realizar proezas similares. Es muy interesante nuestra conducta contradictoria o quizás debamos calificarla como dialéctica. Por una parte, somos capaces de impulsar y 78


participar en manifestaciones a favor del desarme nuclear y la paz mundial; y también somos activistas en la campaña contra las armas de juguete. A pesar de ello, el 20 de noviembre sentimos un raro orgullo al ver desfilar a los niños perfectamente armados. Nos pronunciamos contra la violencia pero rendimos culto a la revolución, que implica guerra y por tanto, violencia. Esta ambivalencia es inconsciente y fascinante porque muestra los matices de la cultura nacional, saturada de historia y fantasía. La historia se vuelve novela y mito; y la fantasía se transforma en realidad simbólica. Historia, fantasía y realidad se funden y pierden sus contornos para que cada mexicano viva su epopeya personal. Revoluciones En la guerra el hombre es nuevamente hombre, y tiene la oportunidad de distinguirse, independientemente de los privilegios que su condición social le confiere como ciudadano... la guerra es una rebelión indirecta contra la injusticia, la desigualdad y el aburrimiento que rigen la vida social en tiempos de paz... (Erich Fromm). Las revoluciones son movimientos sociales que implican agresividad, en general en muy más altos grados, es decir, la guerra. Estos movimientos tienen un sentido que se delínea en el enfrentamiento de las fuerzas que se disputan el poder, y se despliegan en un proceso que se inicia mucho antes de que la contienda sea evidente. El proceso incluye la incubación de fuerzas contrarias al Estado y el enfrentamiento abierto, indicado por un conjunto de incidentes y sucesos; la fase del triunfo o la derrota y finalmente, la restauración del nuevo orden… con o sin revolución. Peter Calvert (1974) propone un modelo para analizar las revoluciones que incluye los siguientes aspectos: un proceso, en el cual se da cuenta del desarrollo de la revolución; un acontecimiento que se expresa en un cambio de gobierno; un programa que registra los cambios deseados por los revolucionarios, y un mito político que actúa como factor legitimante del gobierno resultante. Aplicando este esquema podemos enterarnos, al menos, de algunos de los rasgos más significativos de un proceso revolucionario. Pero lo que nos interesa es manifestar la relación entre revolución y violencia. La revolución es la búsqueda de respuesta a un conflicto de poder por medio de la violencia. Hablamos de violencia política, a la cual identificamos por su sentido contrario al sentido del Estado, o bien, la que el Estado ejerce para contrarrestar la fuerza de sus opositores; el problema es determinar dónde principia y bajo qué formas se da este comportamiento violento. 79


La dificultad arraiga en la común interpretación de la violencia como agresividad maligna, cuyo sello es la destrucción y la crueldad. Lo cual choca con las ideas actuales de democracia y convivencia humana pacífica y civilizada. Más aún, en el enfrentamiento político se imbrica lo ideológico y lo simbólico, que devienen en subversión o justificación, según el interés del usuario; y nos situamos en el terreno de la violencia simbólica, donde hasta las palabras y su tono pueden atentar, también, contra lo establecido. Entre las formas de la violencia política Calvert menciona las manifestaciones, los motines, los movimientos terroristas y por supuesto la revolución (guerra), a las cuales llama movimientos anómicos. No menciona a las guerrillas, por lo que se supone que las incluye dentro de los movimientos terroristas. Las manifestaciones, incluso aquellas que no escenifican enfrentamientos ni destrucción alguna, o que siguen caminos institucionalizados, como las huelgas, entran a la clasificación de violencia, en este caso de tipo simbólico. "Los motines constituyen una expresión más difundida, general e incontrolada del rechazo indiscriminado de los valores constitucionales, y ostentan implicaciones políticas de un radicalismo irrefrenable en las demandas futuras de la caída del gobierno" (Calvert). El terrorismo tiene un sitio ganado a pulso como expresión política violenta. Tomemos dos ideas más de Calvert: socialización y la función interés-articulación. La primera se refiere a la incorporación de nuevos adeptos en contra del orden establecido, por medio de la difusión del orden establecido que se realiza a partir de los movimientos anómicos. Lo segundo, refiere la importancia de la proliferación de dichos movimientos anómicos, como aglutinadores de intereses muy diversos, que poco a poco se encuentran y amplían el cauce revolucionario, y terminan por estructurar formas superiores de organización hasta llegar al enfrentamiento militar: la guerra. Bandidos y bandoleros Las rebeliones son actos de grupos e individuos marginales. El rebelde no quiere cambiar el orden, como el revolucionario, sino destronar al tirano. Las revueltas son hijas del tiempo cíclico: son levantamientos populares contra un sistema reputado injusto y se proponen restaurar el tiempo, el momento inaugural del pacto entre los iguales (Octavio Paz). La escuela primaria nos enseña la historia nacional como un desfile de héroes, todos ellos realizando hazañas sin par por la patria. Nos da a 80


conocer hechos y situaciones en forma de novela y las cualidades positivas de los personajes se exaltan hasta divinizarlas. La historia y sus actores se deshumanizan en una supuesta glorificación de los valores cívicos y de la identidad y cohesión de nuestro pueblo. La mayor parte de los mexicanos conserva el recuerdo de esta historia, que se adereza con las películas y en el mejor de los casos con las novelas sobre la revolución. Son pocos los que por interés personal o necesidad profesional han profundizado en tales acontecimientos. No es extraño que haya sorpresa cuando por primera vez nos revelan que los héroes reñían entre sí, que algunos eran grandes hacendados que explotaban a sus peones, comerciantes de medio pelo o bandidos a los que se atribuía toda clase de tropelías. Pero así es la realidad, increíble. Hablemos de bandidos. Los bandidos son personajes que están presentes en la historia de todos los países, desde la célebre figura de Robin Hood hasta nuestros días. México no ha sido excepción. En nuestro territorio se registran acciones de bandidos desde el siglo XVII y aunque no siempre han devenido en movimientos sociales, con frecuencia se les asocia con las rebeliones. Sobre todo es importante destacar que muchos grupos de bandidos se incorporaron a la lucha por la independencia mediante la articulación con los criollos que encabezaron el levantamiento. Prácticamente se convirtieron en el brazo armado de los conspiradores contra el régimen real. Con la independencia no desaparecieron los bandidos, pues este fenómeno tiene fuertes raíces locales que permiten su aparición y reproducción. Pero aún más, a mediados del siglo XIX en México se presentaron nuevos casos de bandas guerrilleras, durante la guerra civil de Reforma y la Guerra de Intervención. En estos conflictos que fueron también luchas entre ejércitos regulares, en ambos lados operaron bandas guerrilleras y grupos de bandidos, sólo de nombre liberales o conservadores. Durante el porfiriato hubo movimientos sociales como el de los yaquis y mayos, en Sonora, y la actuación de célebres bandidos como Heraclio Bernal en Sinaloa y Manuel Lozada en el cantón de Tepic. En la Revolución de 1910 se articularon también muchos grupos de bandidos, algunos de ellos jefes prominentes, como Pancho Villa y Tomás Urbina. La línea que separa a los bandidos de los héroes es muy delgada cuando se integran a movimientos sociales más amplios. Bandoleros sociales y bandoleros políticos 81


En la revolución mexicana participaron grupos de bandoleros que aportaron soldados, jefes y tácticas de lucha, a la vez que articularon sus intereses a los del movimiento social. Las características de la violencia desatada en esta guerra civil, la forma de organizar los contingentes militares, las dificultades para consolidar un proyecto nacional y un gobierno unificado, se deben en parte a la matriz bandolera. Eric Hobsbawm (Bandidos, 1976) dice que entre el conjunto de delincuentes que reciben el nombre de bandidos, identifica una clase de ellos a los que denomina bandoleros sociales. La idea inicial es que todo aquel que junto a otros hombres ataque y robe usando la violencia es un bandido; pero no todos los bandidos son iguales, y más aún, algunos han sufrido un proceso de transformación que los llevó de la delincuencia al heroísmo. Estos son los bandidos que nos interesan. El bandolerismo social contiene la idea de la protesta campesina. Ya sea que de forma directa los conflictos de este sector se expresen consciente y explícitamente en acciones de esta naturaleza, o bien que los campesinos sientan representados sus intereses en el accionar de los bandidos. Por otra parte, no hay que olvidar la dualidad del bandolero, que ante los ojos de las autoridades es un criminal, pero aparece como justiciero frente a los campesinos. Otras dos características del bandolerismo social son las que se refieren a su fuerza y a su carácter conservador. En lo primero sobresale su limitado radio de acción y lo pequeño de los contingentes que moviliza. En lo segundo, lo más importante es la ausencia de un programa explícito y sobre todo, que su objetivo es la defensa orestauración del orden tradicional de las cosas “tal como deberían ser”. Hay que destacar la cualidad del bandolerismo social para articularse con movimientos sociales de mayor envergadura, en los cuales juega el papel de precursor o de acompañante. El mejor ejemplo de esto se encuentra en las revoluciones campesinas. Recordemos que la revolución mexicana tenía dos componentes campesinos importantes: el movimiento típico de base bandolera de Pancho Villa en el norte, y la agitación agraria de Zapata, ajena al universo de los bandidos, en Morelos. En términos militares, Villa desempeñó un papel más importante a nivel nacional, pero no cambió ni la estructura de México ni la del propio norte, la patria de Villa. El movimiento de Zapata fue regional, su dirigente fue asesinado en 1919 y sus fuerzas militares no dieron demasiado resultado. Sin embargo, este fue el movimiento que inyectó el elemento de la reforma agraria en la revolución mexicana. Los bandidos 82


produjeron, en la figura de Villa, un caudillo y una leyenda: la leyenda del único jefe mexicano que intentó invadir el país de los gringos en el curso del siglo pasado. Como consecuencia de las nuevas investigaciones que se han hecho sobre los bandidos se ha acuñado un nuevo concepto: bandolero político, que sin desechar el de bandolero social, amplía su campo de análisis. Sus autores consideran que la realidad obliga al abandono de la concepción del bandolero social como ente "pre-político" y así, dan cuenta de otro actor para el cual la subordinación política no es un mero accidente en la carrera del bandolero, sino el elemento que motiva y define, en primera instancia, sus actuaciones y sus blancos. Con esta acepción se actualiza el concepto de bandolero y se convierte en una herramienta teórica para el estudio de hechos del pasado o recientes en México y América Latina. La agresividad del mexicano: dos aproximaciones El complejo de inferioridad. Samuel Ramos (1934) realiza el primer examen sistemático del carácter del mexicano. El complejo de inferioridad que padece el mexicano es la piedra angular de su argumentación. Sobre este supuesto funda su explicación y la presenta elaborando tres tipos de mexicano: el pelado, el mexicano de la ciudad y el burgués. Los tres comparten el mismo complejo, razón por la cual sus diferencias son tonalidades del mismo color. Interesa lo que afirma Ramos porque agrega un elemento más a la explicación de nuestra supuesta naturaleza violenta. El complejo de inferioridad se expresa en el interés desmedido por las cosas que significan poder y el deseo de ser en todo los primeros. El poder es un bien escaso y el predominio individual es selectivo. Ambos engendran disputa y competencia, que a su vez son madres de enfrentamientos violentos. Y esta violencia se manifiesta en diversos grados, desde lo simbólico de un gesto o una mentada de madre hasta el asesinato. Dentro de la matriz histórico-cultural el complejo de inferioridad encuentra contexto en la Conquista, la Colonia y en la dependencia de modelos económicos y sociales externos y también en el enfrentamiento de civilizaciones, acotaría el Bonfil del México profundo. El resentimiento del indio conquistado o encomendado, y el del criollo dependiente de la madre patria, como sedimento cultural, se produce y reproduce en el discurso generacional y da lugar al sentimiento de inferioridad que permea las distintas capas sociales de mexicanos. El 83


mexicano actúa con doble personalidad, una real y otra ficticia. La última se sobrepone a la primera. Esta dualidad se presenta en un sentimiento de desconfianza en sí mismo y en los demás, en los otros. El pelado, menos culto y casi un "deshecho humano de la gran ciudad", expresa su complejo en su naturaleza explosiva y en un lenguaje vulgar y grosero, que alude con frecuencia a su virilidad: se consuela con gritar al mundo que tiene "muchos huevos": "El mexicano, amante de ser fanfarrón, cree que esa potencia se demuestra con la valentía". El burgués y el mexicano citadino de tipo medio también son desconfiados; encerrados en sí mismos esperan cautelosos y a la menor provocación explotan. Según Ramos, su debilidad se manifiesta como agresión a los otros. Con un lenguaje menos vulgar, o mejor dicho, disfrazando la vulgaridad en la sutileza de la ironía y el doble sentido el mexicano agrede, es decir, se defiende, incluso de sí mismo, de su propia debilidad. Años más tarde Octavio Paz en El laberinto de la soledad (1950) retoma el tema y habla del mexicano como un ser hermético, "que se encierra y se preserva". Cerrarse significa asegurar su intimidad y la ajena, cualquier cosa que atente contra ella puede desencadenar la violencia, real o simbólica. El que se abre se raja. El hombre jamás se debe rajar, "el rajado es de poco fiar, un traidor o un hombre de dudosa fidelidad, que cuenta los secretos y es incapaz de afrontar los peligros como se debe"(Paz). Las únicas rajadas son las mujeres, por eso son inferiores. Ante el sentimiento de inferioridad se busca la afirmación de lo viril, la hombría, lo "macho". Los mexicanos somos los más chingones y no nos dejamos de nadie. Somos los padres de mundo y medio. Actitudes de ese tipo contribuyeron en los actos de audacia, arrojo y temeridad que exigió la Revolución. El carácter social y la causa como religión Erich Fromm (1990) habla de la existencia del carácter social, que se constituye con la combinación de la esfera psíquica del individuo y la estructura socioeconómica en que se desenvuelve. Afirma que la estructura socioeconómica de la sociedad modela el carácter social de sus miembros, para que deseen hacer lo que deben hacer. En tanto, el carácter social influye en la estructura socioeconómica de la sociedad, actuando como pegamento para dar más estabilidad o, en circunstancias especiales, como dinamita que tiende a romper la estructura social. Esta idea es sugestiva, porque interactúa la influencia del pasado con el presente y la disposición psíquica individual. El pasado es cultura que se despliega en actitudes y valores según las condiciones del presente y la disposición psíquica individual. Los individuos no se consideran como seres pasivos predeterminados. Su papel es dinámico y se presenta 84


en un gran abanico de posibilidades, cuyos extremos son la aceptación del estado de cosas actual o bien, su rompimiento y rechazo. Esto último es lo que prevalece en el proceso revolucionario. En esta idea, en la Revolución Mexicana el carácter social fue dinamita. Grandes grupos sociales deseaban transformar su realidad. Quizá comprendamos mejor su fuerza para impulsar y sostener su deseo si asociamos su decisión con una concepción religiosa. Desde el punto de vista de Fromm la religión no se asocia necesariamente con la idea de Dios; cualquier sistema de pensamiento y acción compartido por un grupo hace las veces de religión. La religión proporciona un marco de orientación y un objeto de devoción. La causa revolucionaria fue el objeto de devoción de grandes grupos. Le dio sentido al sacrificio familiar y personal, al dolor, al peligro de perder la vida, a la temeridad y arrojo en las batallas. Según Fromm el objeto de devoción es necesario para "dirigir nuestras energías en una dirección, para trascender nuestra existencia aislada, con todas sus dudas e inseguridades, y para satisfacer nuestra necesidad de darle sentido a la vida". El deseo de trascender está ligado con la religión como creencia personal y privada. Se trasciende a partir de los hijos y de las obras. Pero también a partir de las hazañas personales contadas de boca en boca o en las notas de un corrido. La mayoría de los individuos que formaban parte de la "bola" no tenían nada que perder; su vida había sido anónima y bien podía quedar en el anonimato de una fosa común en el campo de batalla. Pero la causa revolucionaria era una excelente palanca para emerger socialmente. En la búsqueda de la trascendencia nacen los héroes. El modelo es el héroe pagano germano y griego. "La meta de los héroes era conquistar, triunfar, destruir, robar; la realización de su vida era el orgullo, el poder, la fama y una insuperable capacidad para matar. Para el héroe pagano, el valer de un hombre dependía de las hazañas querealizara para alcanzar el poder y conservarlo, y moría con gusto en el campo de batalla en el momento de la victoria [...] Las características del mártir consisten en ser, dar, compartir; las del héroe son: tener, explotar, violar" (Carlyle, 1985).

Sin mucho esfuerzo podemos aplicar este modelo a los héroes de nuestra Revolución; tanto a los que fueron glorificados como a los que quedaron en el intento. Al final de cuentas el impulso y la actitud eran similares: ser los primeros en la batalla, los más audaces, los fuertes, los vencedores, ¡los más hombres! El botín, las mujeres y el poder eran el complemento ideal. Los mártires siempre han sido minoría. 85


De revolución y de violencia El hecho histórico más conocido por los mexicanos actuales es Revolución de 1910. Es historia y tradición. Es monumento, oráculo, talismán, fuente de legitimación política y piedra angular del poder. También rito y leyenda. Pero sobre todo es principio, momento originario; es el útero materno del México de hoy. Por abajo de la tez angélica y romántica de la Revolución, tejida pacientemente con los hilos ideológicos del nacionalismo, en el telar de la historia oficial, se perciben las cicatrices profundas que dejaron el acero de las bayonetas y las balas. La historia, los relatos, los testimonios, las novelas, los cuentos y los corridos han mezclado mito y realidad; pero al final de cuentas quedaron registrados los rasgos sobresalientes de la Revolución: las cruentas batallas, los incendios y el saqueo, los fusilados y los colgados, las venganzas y los asesinados a mansalva, el enfrentamiento de las facciones, las victorias y las derrotas. Más aún, se han delineado las virtudes y las debilidades de los mexicanos: el valor y la cobardía, la abyección y la nobleza, la bondad y la maldad, la lealtad y la traición, el sentimiento patriota frente al beneficio individual, el fatalismo y el desprecio por la muerte, el odio y el rencor sociales, la sed de igualdad y justicia, los revanchismos regionales, los celos y egoísmos entre los caudillos. El amor, las pasiones, el abuso de la fuerza y la violación sexual de hombres y mujeres. Todo ello pinta a los hombres de carne y hueso que hicieron la Revolución. Las imágenes sorprenden y angustian. Nos reconocemos como producto de la historia, como producto de esa gesta. Pero nos cuesta reconocer el pasado violento y las debilidades que acompañan invariablemente a las virtudes. La imagen edénica que la historia oficial fabricó sobre la Revolución al final fracasa. Los héroes dejan de levitar sobre la realidad y adquieren dimensiones reales; se pelean por el poder, se asesinan, experimentan odios y bajas pasiones, roban y abusan de su poder; y, pese a todo, no pierden su lugar en la historia. La Revolución es violencia y la violencia es condenada en tiempos de paz y de estabilidad. Puede ser comprendida y aceptada como un mal necesario, como pecado original cuyo fruto es apreciado, pero que debe ser borrado, lavado y purificado de la manera que resulte más adecuada. Pero no es tan fácil. Nuestra historia toda y nuestra Revolución han dejado sus marcas indelebles. En nuestra cultura, tradiciones, sentimientos, valores e idiosincrasia algo ha quedado de ellas. ¿Acaso por ello estamos condenados a cargar con el estigma de violentos? ¿Será la 86


violencia una herencia maldita? O, desde otra perspectiva, ¿por qué tenemos que culpar a nuestros antepasados de la violencia actual? Desde ahora podemos afirmar que la violencia no se hereda. La violencia es un producto social, en gran parte simbólico e ideológico. Como tal, está sujeto a los cambios sociales e históricos, por ende es afectado por las variaciones culturales y valorativas. Existe una fuerte tendencia que interpreta las manifestaciones violentas actuales como sustrato de los instintos mal domeñados de la animalidad original del hombre, por una parte, y por la sedimentación cultural de los aprendizajes violentos de épocas pasadas, por otra. La violencia, como producto social, no tiene nada que ver con los instintos. Reflexionar de esa manera sería tanto como tener una explicación a priori, absoluta y definitiva de la violencia. Culparíamos al instinto, en última instancia, de todo acto violento. A la vez significaría renunciar a la posibilidad de la explicación sociológica de la violencia. La cultura, como producto social, constituye, en cierto sentido, una herencia. Se transmite de generación en generación pero no es inmutable. Asegura una base de conocimientos que permite la trascendencia a las nuevas generaciones, pero no es reproducción mecánica. Asumirla de esta manera sería negar la creatividad humana y el desarrollo social. Por tanto, no podemos achacarle al pasado cultural la responsabilidad de la violencia actual. Cada sociedad en su momento histórico, establece las condiciones para que se manifiesten o no actos violentos de una u otra forma. Buscar la explicación de ellos en el pasado o en los instintos, significa rehuir la explicación o tener la deliberada intención de ocultar la corresponsabilidad social de su comisión. El pasado es fuente de hechos, situaciones, acciones, actitudes y formas de valoración y legitimación social. Nuestro pasado, es decir, el tiempo de las generaciones que nos antecedieron, vive y se expresa en nuestros actos. Pero no es repetición, es reproducción. Re-producir es volver a producir en las condiciones actuales. El presente emerge como gran diferenciador; establece límites y posibilidades. La imbricación de pasado y presente determina el carácter social. Así que en el pasado encontramos muchos cabos sueltos, que atados convenientemente nos dan elementos y sustento para las interpretaciones. Tres discursos de la violencia durante la revolución Independientemente de los actores, que con frecuencia cambiaban de posición, podemos afirmar que durante el periodo revolucionario se 87


manejaron tres discursos sobre la violencia. Desde el gobierno siempre se calificó a los movimientos armados como de bandidos y revoltosos, por tanto ilegítimos. Todo lo que atentara contra el poder y orden establecido era declarado indeseable y fuera de la ley. Sobre este criterio se justificaba cualquier tipo de violencia utilizada para abatir los brotes de insurrección y restablecer la paz y la normatividad. Este discurso fue usado por Don Porfirio para combatir a Madero y defender al "supremo gobierno"; por Madero para defender el triunfo de la Revolución y combatir a Zapata; por Huerta para defender el poder usurpado; por Carranza para defender el orden constitucional y así... Por su parte, los que tomaron las armas esgrimían como razones la injusticia y el mal trato que los hombres en el poder ejercían sobre el pueblo. Derrocarlos era necesario para el advenimiento de una sociedad mejor, más igualitaria y más humana. El argumento de las armas era indispensable para doblegar al enemigo aposentado ilegítimamente en los poderes. La violencia revolucionaria era aceptada como única vía para lograr los ansiados cambios sociales, por tanto era vista como natural, consustancial y legítima. Durante el porfiriato hubo movimientos sociales como el de yaquis y mayos, en Sonora, y la actuación de célebres bandidos como Heraclio Bernal, en Sinaloa y Manuel Lozada en el cantón de Tepic. En la Revolución de 1910 se articularon también muchos grupos de bandidos, algunos de ellos jefes prominentes, como Pancho Villa y Tomás Urbina, Así, los discursos de la violencia legítima, la violencia revolucionaria y la violencia bandolera (anómica, ilegal) coexistieron entreveradamente. Antes de la Revolución la violencia encontraba justificación en aras de mantener la "Paz Porfírica", y se presentaba como represión sistemática de los brotes de inconformidad o contra el asedio de bandoleros. La revuelta de Tomóchic, en la sierra de Chihuahua, la rebelión de los yaquis y mayos en Sonora y el combate a Heraclio Bernal en Sinaloa, son muestras de cómo se aplicó la violencia legítima en tiempos del porfiriato. A los que acudieron al llamado del Plan de San Luis se les dio el trato de rebeldes que debían ser apaciguados. El triunfo de Madero cambia la situación: los rebeldes, autocalificados como revolucionarios, de ilegales pasan a legítimos, en tanto que los porfiristas pasan al plano de derrotados y fuera de la ley. Al triunfo de Madero se renueva el discurso de la violencia como instrumento de la paz nacional. Con este argumento se le exige a Zapata que abandone la lucha armada y se combate al orozquismo. Con la 88


traición de Huerta a Madero y la usurpación de éste, se inicia un nuevo tramo de la Revolución, que resulta más prolongado y violento. La revolución es región de caos donde los valores sociales y morales permanecen en una intangible zona de indefinición, en tanto la violencia navega en las turbias aguas de la ambigüedad. No es negativa ni positiva. Es destructividad y defensa. Todo está sujeto a la relatividad de las circunstancias. En las zonas tocadas en directo por la guerra pareciera que se suspenden temporalmente las sanciones a los actos violentos. Por esta permisibilidad la violencia muestra sus múltiples y feroces caras. De las causas y las formas de la violencia Con el estallido revolucionario se hace añicos la seguridad apuntalada en códigos y normas. Los hechos violentos se suceden en las marejadas de pasiones interesadas en el cambio o en restablecer el orden que se supone alterado. Sorprende el ímpetu de las fuerzas destructoras que matan, incendian, saquean y violan. Como peste, la revolución y sus efectos se difunden. Ciudadanos comunes, peones, hacendados, medieros, profesionistas, ateos y buenos cristianos se incorporan a "la bola". En uno y otro bando la mutación es similar: al conjuro de las armas los ciudadanos pacíficos se transmutan en feroces combatientes. ¿Cuál es la fuente que vierte la fuerza mística, que hechiza a los hombres y mujeres enfrentando a unos contra otros para que tributen con su vida y su sangre a una "causa" de dudosa claridad? Debe recordarse que existían condiciones sociales, económicas y políticas que fomentaron la inequidad y la polarización social a la vez que generaron gran inconformidad que por lustros se mantuvo soterrada. La paz porfírica estaba minada. Había predisposición al cambio por parte de la mayoría de la población, pero la poderosa plutocracia que rodeaba a Don Porfirio y los "científicos" no se inmutaban. Confiaban en su poder para controlar a la "indiada" y al resto de "pelados". Pero no contaban con la fractura dentro del mismo círculo de hacendados. Ni con la fuerza de los sectores medios, que reclamaban o por lo menos deseaban participar en la dinámica política del país. Las condiciones sociales definieron y perfilaron a los contendientes y los campos de confrontación. Las aspiraciones de ambos bandos se adornaron con los mejores adjetivos y surgieron las utopías navegando en el claroscuro ideológico. Las utopías se nutren de la esperanza, de ahí proviene su fuerza. La esperanza toca las fibras más profundas del deseo, el sentimiento y los ideales de los sujetos. La esperanza forja ilusiones que son tomadas como verdad, o más propiamente dicho, como religión, en el sentido que 89


Fromm le confiere, es decir, como "sistema de pensamiento y acción compartido por un grupo, que ofrece al individuo un marco de orientación y un objeto de devoción." La concepción religiosa de la "causa", revolucionaria o no, es un manantial que da fuerza, razón y justificación a cualquier hecho, por aberrante que éste sea. Otra de las vertientes que da energía a la transformación violenta de los individuos son las armas. Las armas son sustento y símbolo del poder. En un plano elemental, a nivel de los individuos, las armas son un factor de nivelación. Armados en forma similar, la diferencia entre dos sujetos es mínima, no importa su clase social ni su investidura. El trato es de hombre a hombre, es decir, entre iguales. Por eso Valente Quintero le dice a su querida: "-No te quedes con pendiente, mira, que si él es mayor, yo también soy subteniente" (corrido popular). Y ya borracho decía: "-Con esta cuarenta y cinco no respeto ningún grado". Muy comprometido con las bravatas de Quintero, "El mayor le contestó:-Sea por el amor de Dios, la tuya es cuarenta y cinco, la mía quema treinta y dos". Con armas en sus manos, el individuo se transforma en un instrumento de violencia con pensamiento y voluntad. Y en el caos revolucionario ejerce su poder con amplia discreción. A propósito de la violencia, Bassols favorece la tesis del rencor milenario como consecuencia del enfrentamiento de civilizaciones. Esto significa que grupos indígenas o mestizos han acumulado resentimientos por siglos, aunque sólo recuerden los agravios de los últimos lustros. Los hechos parecen confirmar su tesis, pues fueron muchos los casos en que los peones o las comunidades indígenas se convirtieron en el brazo armado de la venganza, que por lo general consistía en asaltar, incendiar y saquear las haciendas más próximas, sobre todo aquellas que eran propiedad de quienes los habían explotado y denigrado. Dentro de la Revolución, el caso más claro de encarnación del rencor milenario fue el zapatismo, cuya divisa fundamental era recuperar las tierras comunales de las cuales habían sido despojadas por los hacendados. Al incendio y saqueo se aunaba la violación de mujeres. Seguramente era parte de la venganza, por las innumerables vejaciones de este tipo que los poderosos efectuaron contra las hijas, las hermanas, las novias y aun las esposas de los hombres del pueblo. En la Revolución los hijos de la Malinche -como los nombrará Paz- toman venganza. En realidad son los hijos de la chingada, es decir, de todas las mujeres 90


seducidas o ultrajadas por el amo, que asume la forma de conquistador, de encomendero, de hacendado o de cualquier otra "autoridad". La injusticia da paso a la imitación de las formas del poder que los sojuzgó. Imitando reafirman su dominio, los revolucionarios se imponen real y simbólicamente. Violencia real y violencia simbólica van de la mano. Y no es aventurado afirmar que en aras de la segunda se incrementa la primera. La venganza es la forma más primitiva de la justicia y en esta última los hechos violentos encontraron plena significación. Además, en tiempos de guerra, cuando las normas para los tiempos de paz están prácticamente en suspenso, el ojo por ojo y diente por diente parece ser el instrumento más adecuado para subsanar agravios presentes y pasados. De otra parte, incendiar, saquear y violar a las mujeres, y matar a los que se opusieran a sus objetivos, fue siempre la forma de dominio que ejercieron los hacendados y otros miembros epónimos de la oligarquía. Durante siglos fue lo mismo. Hasta donde la memoria individual alcanzaba, la imagen era la misma: el poder iba acompañado invariablemente de violencia. Por eso, para que no hubiera duda sobre quién ejercía el poder, los campesinos e indígenas que tomaron la dirección de la Revolución hicieron lo mismo que durante tanto tiempo habían visto y aprendido. Demostraron que fueron muy buenos alumnos. Muchos revolucionarios se forjaron en las llanuras y montañas norteñas. La lucha contra apaches, abigeos, salteadores y toda suerte de maleantes templó espíritus y formó jinetes diestros en las armas. Carranza, Villa, Urbina y Orozco entre muchos otros, salieron de esa fragua. La violencia no fue patrimonio de un solo grupo. Todos los que participaron en la Revolución la ejercieron con sin igual maestría. Ahorcar o fusilar era cosa común. Se ahorcaba al enemigo para atemorizar a sus correligionarios y a veces para ahorrar municiones. Muchos soldados que cayeron prisioneros fueron fusilados por la incapacidad de los ejércitos para darles de comer, vigilarlos o trasladarlos. Todo esto representaba costos elevados. Fusilados se cuidaban solos y el enemigo disminuía. Estampas de violencia La dualidad de los héroes: violentos, buenos y malos. ¿Es que acaso no somos un pueblo a la vez cortés y violento, soñador y conflictivo, irónico y tierno, amoroso y cruel, receloso y compartido? Esto se pregunta Jorge Mejía Prieto (Las dos almas de Pancho Villa), 91


después de afirmar que el Centauro del Norte fue un ser contradictorio y que precisamente ahí es donde reside lo esencial de la mexicanidad. La tesis de Mejía es que Pancho Villa tuvo dos almas, una buena y otra mala, y que de esa dualidad se desprende la controvertida personalidad del caudillo. Muchos de los relatos dan cuenta de la coexistencia de estas dos fases contradictorias entre los revolucionarios. Villa, "con alma buena y lágrimas de compasión ayudaba a los necesitados y recogía niños huérfanos para darles casa, pan y educación. Con el alma mala y lágrimas de ira mandaba ahorcar o fusilar a las víctimas de su cólera, sin preocuparse de aclarar que fueran culpables o inocentes". Mejía afirma que estos rasgos, expuestas nítidamente en Villa, son propias de los mexicanos en general. Sin duda que los humanos experimentamos emociones diversas y contradictorias según las circunstancias en que nos encontremos, pero es difícil afirmar que esto corresponda sólo a los mexicanos, y más difícil aún sostener que lo experimentado por los mexicanos de la segunda década del siglo sea igual a lo experimentado por los mexicanos de ahora. No obstante, lo que se ha escrito sobre la dualidad de los valores y sentimientos de los revolucionarios dibuja, en parte, su naturaleza violenta y a la vez apacible. El poder es un elemento clave, que casi por regla está asociado a la violencia. De hecho se podría decir que fertiliza la fase violenta de los individuos y le da fuerza, justificación e impunidad a las acciones destructivas. El Pancho Villa que se establece en la ciudad de México después de la Convención de Aguascalientes (diciembre de 1914) se mareó con el poder. Tal vez porque cuesta mucho obtenerlo, cuando se logra, la mayor preocupación es tener capacidad para mantenerlo. Para que los perritos ladradores no le mordieran el "calcañar" (así se refería Villa a sus críticos), en los pocos días que duró su estancia en México, mandó pasar por las armas a unas ochenta personas que de una u otra manera le manifestaron su desacuerdo o poco afecto. Por supuesto, resguardar el poder no era la única causa de violencia. Los crímenes, asaltos, riñas, préstamos forzosos y otros desmanes tuvieron como actores principales a los soldados y sus oficiales. Los ejércitos triunfantes no se preocuparon mucho por la paz y el orden de la capital, al contrario, parece que dieron rienda suelta a todas sus pasiones: "Las extralimitaciones amorosas de Villa fueron escandalosas, quien llegó al extremo de secuestrar a una señora de nacionalidad francesa, administradora de un lujoso hotel, porque no quiso hacerle 92


entrega de la cajera del establecimiento, una linda muchacha mexicana que le había gustado a Pancho. Por su parte, los villistas cometieron raptos, asesinatos, allanamientos de morada y todo género de desaguisados, siendo memorables los abusos de Tomás Urbina, quien se especializó en visitar las mansiones de los ricos para exigirles, pistola en mano, 'préstamos' forzosos."

Dos máscaras de Fierro y la fiesta de las balas. "Fierro y el villismo eran espejos contrapuestos, modos de ser que se reflejaban infinitamente entre sí". Dice bien Martín Luis Guzmán (El águila y la serpiente) cuando afirma que en los relatos legendarios se recogen los aspectos esenciales. En las leyendas se imprime el significado simbólico de los hechos. Es una clarificación del sentido y del sentimiento, y a la vez una radiografía de la realidad vista por el que la cuenta y compartida por el que la escucha, la lee o incluso la ve en el cine. No se requiere ser consciente del significado simbólico, se interpreta con el sentimiento. Ahí reside su fuerza y su calidad insuperable de difusión. En "La fiesta de la balas", Rodolfo Fierro recibe de Villa la orden de ejecutar a trescientos prisioneros "colorados" (orozquistas). Fierro no delega la tarea, al contrario, se autodesigna verdugo. Prepara el escenario de tal manera que los prisioneros y a la vez condenados, saldrán de diez en diez por una puerta de un galerón que sirve como prisión, situada a veinte pasos de distancia del estratégico lugar en que él se ha situado. Frente a Fierro hay un espacio abierto en el que únicamente se percibe el brocal de un pozo y, unos metros adelante, una barda de adobe. La barda es la línea divisoria entre la vida y la muerte. La gran oportunidad que Fierro ha dado a los prisioneros es salir corriendo del galerón y tratar de saltar la barda antes de que las balas disparadas por él los maten. Si lo logran estarán a salvo. Sólo tienen en contra la terrible puntería de Fierro, que les disparará desde que traspongan el quicio de la puerta. "El angustioso huir de los prisioneros en busca de la tapia salvadora fuga de la muerte en una sinfonía espantosa, donde la pasión de matar y el ansia inagotable de vivir luchaban como temas reales- duró cerca de dos horas, irreal, engañoso, implacable. Ni un instante perdió Fierro el pulso o la serenidad. Tiraba sobre blancos móviles y humanos, sobre blancos que daban brincos y traspiés entre charcos de sangre y cadáveres en posturas inverosímiles, pero tiraba sin más emoción que la de errar o acertar. Calculaba hasta la desviación de la trayectoria por efecto del viento, y de un disparo a otro la corregía."

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¿Necrofilia? ¿Placer de matar? ¿Placer de acertar o errar el tiro? ¿Placer por cumplir personalmente las órdenes del jefe? ¿Venganza? Cualesquiera que haya sido el móvil de esa ejecución, aunque sea un relato que raya en lo literario, muestra la valoración que se hacía de la vida y la muerte, del trato a los enemigos vencidos y del ritual que con frecuencia acompañaba a la muerte, a las ejecuciones, al asesinato. Por un lado el dominio de las emociones y sentimientos biófilos y el placer de matar, por otro los espectadores, que también participaron de los hechos: "Ellos habían ido enardeciéndose con el alboroto de los disparos, con la destreza de Fierro y con los lamentos y el accionar frenético de los que morían. Saludaban con exclamaciones de regocijo la voltereta de los cuerpos al caer; vociferaban, gesticulaban, reían a carcajadas al hacer fuego sobre los montones de carne humana donde advertían el menor indicio de vida."

El matador y su público compartiendo una experiencia. Fierro jalaba del gatillo pero todos los espectadores eran Fierro, porque gozaban de la muerte, de la sangre, del exterminio del prójimo; próximo pero distante, ajeno, irreal, inexistente, objeto simple del placer. Este fenómeno es propio de las revoluciones, de la lucha armada. Se trastoca el orden, se pierden las normas de todo tipo, los valores humanos se confunden, se encienden las pasiones y los hechos más inverosímiles son la realidad. Lo relativo se absolutiza y se difuminan las barreras entre lo humano y lo inhumano, lo social y lo antisocial. David Berlanga: otra cara de la moneda David Berlanga representa la otra cara del movimiento revolucionario. Nobleza, abnegación, sinceridad, desinterés personal, valentía y generosidad son los calificativos con los que Martín Luis Guzmán lo describe. Lo fusiló Fierro por órdenes de Villa. Berlanga denunció ante la Convención Militar de Aguascalientes la conducta corrupta y criminal de muchos revolucionarios. Después, durante la estancia de las fuerzas de Villa en la ciudad de México, criticó duramente y en público los desmanes de la División del Norte. Villa se molestó y ordenó a Fierro que lo ejecutara. Berlanga representa la conducta positiva de los revolucionarios, en tanto que el comportamiento delictivo de villistas y carrancistas son lo negativo. El relato sobre la muerte de Berlanga muestra acaso un ángulo humano de Fierro. Guzmán pone en sus labios estas palabras: "...yo no soy tan malo como cuentan. También yo tengo corazón, también yo sé sentir y apreciar... ¡Qué hombre más valiente es Berlanga!". Así, hasta Fierro, considerado el hombre más cruel y sanguinario de la Revolución, tenía su lado amable. 94


El hombre malo Otro ejemplo de la dualidad bueno-malo se pinta en El hombre malo, relato de Rafael F. Muñoz: Toribio, jefe revolucionario, alumbrado por el sotol que había ingerido, presumía a su subalterno: "Ni José de la Luz, que siempre se las está echando de lado, ni Armendáriz, que trae cuatro pistolas en la cintura, ni Fierro, al que se le cansa el dedo de puro jalarle al gatillo, el mismo Pancho Pistolas, nuestro jefe, que en San Andrés, cuando derrotó a Félix Terrazas, mató con su propia carabina a todos los prisioneros poniéndolos en hilera para que una sola bala despachara dos o tres, ni el mismo diablo, son tan malos como yo, Blas."

Sobre esto prometía que cuando sometieran a los seis mil enemigos que tenían sitiados los iba a colgar a todos. En eso estaba cuando llegaron unos soldados con cinco prisioneros, tres hombres y dos mujeres que intentaban burlar el sitio y cruzar el río fronterizo. Querían instrucciones para proceder. En lugar de mandarlos matar, el "hombre malo" ordenó que les dieran sotol para el frío; les prestó una lancha y soldados para que cruzaran el río Bravo y además les regaló veinte dólares. El Culichi Tal parece que la dualidad axiológica es una característica de los humanos. ¿Será más profunda en los mexicanos? No tenemos la respuesta. Lo que sí podemos afirmar es que esa dualidad no es producto de la Revolución, aunque en este periodo los contrastes fueron mayores. Para no ir muy lejos, en Sinaloa podemos citar el caso de Heraclio Bernal, que en sus correrías dejó constancia de crueldad y a la vez de desprendimiento humano. Luego, Manuel Sandoval, alias "el Culichi", fue uno de los cabecillas de "Los del Monte", grupo armado que se opuso al reparto agrario cardenista en el sur de Sinaloa a fines de los años 30. No le temblaba la voz para ordenar ejecuciones, ni el pulso para realizarlas él mismo, pero le repugnaba ver el sacrificio de una vaca. Sentía compasión. En los últimos años los corridos sobre los narcotraficantes dan cuenta de las dos caras de estos delincuentes; por un lado pintados como criminales sanguinarios y enemigos de la sociedad y por otro como benefactores de la comunidad. Entre lo profundo y lo imaginario Guillermo Bonfil Batalla (México profundo. Una civilización negada, 1987) afirma que existe un México profundo y uno imaginario. 95


El primero real y actuante, en tanto que el segundo pertenece a la esfera de lo fantástico y utópico. La tensión entre ambos se manifiesta violentamente en hechos que se han sucedido desde la Conquista hasta nuestros días. El análisis de Bonfil se centra en la confrontación de civilizaciones. Con la expresión “México profundo” se refiere a la civilización india, que sobrevive pese a la dominación de la cultura occidental, identificada como “México imaginario”. El México profundo está constituido por lo indio, que se integra no solamente con los reconocidos grupos indígenas, sino que incluye a grupos sociales de las ciudades cuya cultura actuante en hábitos, actitudes, valores, etc., hunde sus raíces en sus orígenes mesoamericanos. Por su parte, el México imaginario se integra, según Bonfil, por la minoría dominante que "se organiza según normas, aspiraciones y propósitos de la civilización occidental que no son compartidos (o lo son desde otra perspectiva) por el resto de la población nacional." En la idea de Bonfil, la cultura mesoamericana, enfrentada a la occidental desde el momento mismo de la Conquista, aunque ha sido dominada, jamás se ha extinguido. Sobrevive modificándose y adaptándose a las nuevas condiciones sociales. Su planteamiento se opone a aquellos que se esfuerzan, desde el siglo pasado, por establecer la concepción sintética de la unidad nacional y de la mexicanidad. Ante aquellos que reducen el pasado a un montón de cenizas cuya esencia se ha asimilado a nuestra cultura nacional, expone la palpitante realidad de esa nación profunda: El México profundo, entre tanto, resiste apelando a las estrategias más diversas según las circunstancias de dominación a que es sometido. No es un mundo pasivo, estático, sino que vive en tensión permanente. Los pueblos del México profundo crean y recrean continuamente su cultura, la ajustan a las presiones cambiantes, refuerzan sus ámbitos propios y privados, hacen suyos elementos culturales ajenos para ponerlos a su servicio, reiteran cíclicamente los actos colectivos que son una manera de expresar y renovar su identidad propia; callan o se rebelan, según una estrategia afinada por siglos de resistencia."

Reconocer la presencia del México profundo, como la otra cultura, opuesta a la occidental, nos proporciona elementos para interpretar algunos hechos más allá de lo que sus rasgos inmediatos indican. Por ejemplo, la encarnizada lucha contra los apaches en Chihuahua, y contra los yaquis y mayos en Sonora, así como la venta de 96


indios mayas a Cuba, durante el siglo antepasado, adquieren nueva perspectiva si se miran como confrontaciones de civilizaciones: "Porque dos civilizaciones significan dos proyectos civilizatorios, dos modelos ideales de sociedad a la que se aspira, dos futuros posibles diferentes. Cualquier decisión que se tome para reorientar al país, cualquier camino que se emprenda con la esperanza de salir de la crisis actual, implica una opción en favor de uno de esos proyectos civilizatorios y en contra del otro”. Aunque a preferencia manifiesta de Bonfil por el México profundo desestima y descuida el análisis del México imaginario. Al colocarlo en el plano de lo irreal lo convierte en una utopía, en un ideal inalcanzable. No obstante, ese México no es una simple quimera. Su realidad está cubierta por un discurso que es, efectivamente, construcción imaginaria. Lo cual no niega su existencia, aunque entre el discurso y la realidad medie alguna diferencia. El México imaginario es en cierta forma, la estrella polar que ha guiado la construcción del proyecto nacional. Con diferencias sustanciales en cada etapa y entre los grupos sustentantes, siempre se ha operado con la misma matriz: el modelo occidental de civilización. Podría parecer un disparate, pero Porfirio Díaz y Carranza, Obregón, Calles y Lázaro Cárdenas actuaron bajo su orientación. En el plano económico el punto de coincidencia es la instauración y desarrollo del sistema capitalista. En el plano sociocultural las diferencias fueron muchas. El México imaginario no declina. La Revolución lo fortaleció. El bosquejo de nación lo convirtió en proyecto, el proyecto se institucionalizó y se desarrolló, y hoy goza de cabal salud en la etapa del neoliberalismo, pese a las crisis anunciadas y superadas. Con la noción de México profundo Bonfil unifica una realidad diversa, pero real y contundente. El manejo ideológico de nuestra identidad mestiza niega lo indio, lo relega al pasado. Su existencia es virtual, reconocida únicamente como origen que se borra por su asimilación al presente.

Pero las realidades no se eliminan por decreto y a pesar de todo el México profundo existe, mediante la resistencia, la innovación y la apropiación cultural. Se manifiesta de muchas formas, pero lo distinguen aquellas en que se hace evidente el rechazo a la cultura dominante, o cuando defiende el control de sus espacios de expresión, en actitudes que contravienen la lógica de los grupos dominantes y cuando defienden sus intereses, sus gustos y su sensibilidad. Los grupos sociales que integran el México profundo existen por la diferencia y ésta es fuente de conflictos. La lucha por sus espacios no transcurre, como lo han demostrado los indígenas rebeldes chiapanecos, únicamente en el plano de la tradición cultural. Todo su espacio social está en juego; por eso sus conflictos incluyen la lucha por la tierra, las 97


creencias religiosas, lo político electoral y hasta las valoraciones de lo que es bueno o malo en sus marcos de referencia. Para subrayar su condición de dominados Bonfil expresa: "Contra el México profundo, siempre está el recurso final del asesinato, la cárcel, el incendio y la tortura. Con la ley o fuera de la ley". Aguas Blancas y Acteal son las más escandalosas y tristes confirmaciones. Todos sabemos que las realidades puras no existen. Las apreciaciones de Bonfil son correctas pero su conclusión es muy tajante: luchar para eliminar al México imaginario. El esquema profundo/imaginario es un recurso para analizar las contradicciones que nacen de la marcada desigualdad entre los diversos grupos de mexicanos. Las condiciones de vida de los indígenas son el caso extremo, pero han encontrado el modo de montarse y navegar en el sistema. Su inserción, por supuesto, es frágil y forzada y se ubica en los linderos de la marginalidad. A pesar de todo, lo profundo y lo imaginario constituyen una totalidad que no admite definiciones últimas o concluyentes. Bibliografía Aub, Max.1985. Guía de narradores de la Revolución Mexicana. FCECultura SEP. Col. Lecturas Mexicanas. No. 97. México. Azuela, Mariano.1988. Los de abajo. Edición de Marta Portal. REI México. Col. Letras Hispánicas. México. Azuela, Mariano.1985. Páginas autobiográficas. FCE. México. Calvert, Peter. 1974 Análisis de la Revolución. FCE. México. Brading, D.A.1985. Caudillos y campesinos en la Revolución Mexicana. FCE. Carballo, Emmanuel. 1986. Protagonistas de la literatura mexicana. Ediciones del Ermitaño-SEP. Col. Lecturas mexicanas. No. 48. México. Carlyle, Thomas.1985. Los héroes. SARPE. Biblioteca de la Historia. España. Dessau, Adalbert. 1986.La novela de la Revolución Mexicana. FCE. México. Escalante Gonzalbo, Fernando. 1991. La política del terror. Apuntes para una teoría del terrorismo. FCE. Cuadernos de la Gaceta No. 70. México. Fromm, Erich. 1983. El corazón del hombre. FCE-CREA. México. Fromm, Erich. 1991. Anatomía de la destructividad humana. Siglo XXI. México. Fromm, Erich. 1990. Tener o ser. 7ª. Reimpresión. FCE. México. 98


Fuentes Mares, José. 1986. La Revolución Mexicana. Memorias de un espectador. Grijalbo.México. Gibbons, Don C. 1984. Delincuentes juveniles y criminales. FCE. México. Gómez, Marte R. 1988. Pancho Villa. Un intento de semblanza. FCE. México. León Cristerna, José Manuel y otros. 1993. Sinaloa, historia, cultura y violencia. DIFOCUR. Cuadernos de Investigación 2. Sinaloa, México. Loyola, Rafael, Coord.1986. Entre la guerra y la estabilidad política. El México de los 40. Grijalbo-CONACULTA. Col. Los Noventa. México. Madero, Francisco I. 1990. La sucesión presidencial en 1910. Época. México. Marín Tamayo, Fausto.1988. ¡Aquí está Heraclio Bernal! UAS. México. Mejía Prieto, Jorge. 1990. Las dos almas de Pancho Villa. Diana. México. Monjarás-Ruíz, Jesús.1988. Del estallido de la revolución al asesinato de Madero. Una versión periodística alemana. FCE. México. Paz, Octavio. 1989. El laberinto de la soledad. FCE. México. Ramos, Samuel. 1988. Tradición de la cultura. Nacionalismo cultural. PRI (Comité Ejecutivo Nacional). Col. Forjadores de México. México. Rodríguez Piña, Javier. 1990. Guerra de castas. La venta de indios mayas a Cuba, 1848-1861. CONACULTA. México. Sánchez Azcona, Juan y Puente, Ramón.1986. Tres revolucionarios tres testimonios. Editorial Offset, S.A. México. Torres, Elías. 1975. Vida y hechos de Francisco Villa. Ed. Época. México. Thord-Gray, Ivor. 1985. Gringo rebelde. Historias de un aventurero en la Revolución mexicana (1913-1914). Era. México. Valadés, Edmundo y Leal, Luis. 1990. La revolución y las letras. Dos estudios sobre la novela y el cuento de la Revolución Mexicana. CONACULTA. Col. Lecturas Mexicanas. México. Zapata, Emiliano. 1987. Cartas. Ediciones Antorcha. México.

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ESTADO Y NARCOTRÁFICO: una relación encriptada

Carlos ZAVALA SANCHEZ 1 1

Licenciado en psicología social y Maestro en Ciencias. Trabaja el proyecto “Narcotráfico y narcotraficante: un estudio de actitudes sociales en Sinaloa”, en el Doctorado en Ciencias Sociales de la UAS, en Culiacán. 100


Dos son los fenómenos que han cobrado vitalidad en los tiempos actuales: los procesos de globalización y el desarrollo de la tecnología. La primera no fuera posible, en la dimensión actual, sin la segunda. Tal vez uno de los efectos que la globalización trae consigo es el debilitamiento del Estado como instancia de control y regulación (fronteras, tránsito de productos, inversión) contra, curiosamente, el fortalecimiento de los empresarios del delito. Tecnologías como internet; precursores químicos de procesamiento de drogas; telefonía celular; medios de transporte tecnificados (aviones, submarinos, yates); armas sofisticadas; electrónica de transferencia de dinero; técnicas de cultivo (hidroponía, genética, invernaderos); son, entre otras, herramientas que dieron al negocio del narcotráfico, y a lo ilícito en general, nuevos escenarios de operación donde los riesgos personales y financieros se reducen y la ganancia se multiplica. En lo subjetivo la globalización también tuvo efectos que se tradujeron en “nuevos hábitos, nuevas costumbres, nuevas expectativas, nuevas posibilidades y nuevos problemas” (Naím, 2006) 2 . México, empujado por la vorágine de esos nuevos tiempos no ha podido responder autogestivamente y se ha visto obligado a asumir modelos de percepciones y políticas de los países que lideran estos procesos, como Estados Unidos, nuestro adicto incomodo. El narcotráfico, por su naturaleza, es un fenómeno social complejo y polisémico. Su complejidad deriva de que al constituir una variable transversal, cruza todos los ámbitos de la vida social --salud, economía, seguridad, relaciones internacionales, culturales--, que lo convierte en un fenómeno omnipresente, sutil y transgresor. Polisémico producto de la gran variedad de alcances y perspectivas, incluye lo moral, jurídico, policial, sociológico. Por ello, no son pocas las imprecisiones de orden conceptual que dificultan el entendimiento y la percepción sobre el tema. Y pareciera no haber interés en replantear dichos conceptos y que es más atractivo apostarle al efecto heurístico que a su propia semántica. La capacidad de transgresión de la industria y en específico de la delincuencia organizada y su supuesta amenaza a la “seguridad nacional”, la ha convertido en tema central de la agenda de nuestro país, al punto que ha enfrascado al gobierno mexicano en una “guerra” sin cuartel contra el mismo, convirtiendo al país en un campo de batalla que ha 2

Moisés Naím (2006), Ilícito. Cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo, Ed. DEBATE, México. 101


sembrado el terror en la población civil. Un problema de ingenuidad, falta de cálculo, irresponsabilidad o ausencia de inteligencia en la estrategia, pudieran explicar el fracaso de la política antidroga del gobierno mexicano. O quizá nunca se imaginó la capacidad contraofensiva del crimen organizado y mucho menos que dentro de su estructura, del gobierno, estuvieran de algún modo la inteligencia, el poder y los intereses ligados al negocio. Esto se puede leer detrás de texto, acaso como guiño de reclamo, en la declaración de Héctor González Martínez, arzobispo de Durango, cuando declaró: “…delante del municipio de Guanaceví, vive el Chapo, todos lo sabemos menos la autoridad” 3 . Con respecto a la capacidad de fuego de la delincuencia organizada, dice Ricardo Cabrera, director de la Unidad Especializada en Investigación del Terrorismo, Acopio y Trafico de Armas, de la SIEDO: “Es más fácil que se cansen de disparar a que dejen de hacerlo” 4 . EL fracaso contra el narcotráfico ha generado un sinfín de hipótesis, desde las que sostienen que la supuesta guerra realmente se da entre los diferentes cárteles por controlar la geopolítica del narco y el gobierno quedó entrampado, en parte por su misma complicidad, falta de inteligencia y recursos. Otra supone que el reacomodo de los grupos criminales deriva de complicidades de grupos del gobierno con algunos personajes clave del “negocio” y sus organizaciones, dando lugar a la presunción popular del llamado “narco del sexenio”. Es frecuente también oír el supuesto de la inexistencia de un partido con poder absoluto --como era el PRI-- capaz de negociar, conciliar e imponer reglas a las organismos del crimen, que van desde el uso de suelo nacional sólo como vía de paso, evitar actos de violencia que alteren el orden público --calentar plaza-- y, desde luego, el obligado pago de comisiones. Otras presunciones van más allá, al punto de sostener que los compromisos del gobierno con la delincuencia por algunos “favores concedidos”, hace que todo estruendo de declaraciones y acciones del gobierno no sea más que un costoso montaje con fines mediáticos. México, a tono con las políticas “antidrogas” del mayor consumidor del mundo, ha construido sus aparatos y políticas disciplinadas a la lógica del también llamado “policía del mundo”. En cada momento de la historia, desde los suministros que recibía EU de Turquía, hasta la supuesta iniciativa de producir goma de opio en México para suministro de sus fuerzas durante la II Guerra Mundial, pasando por 3 4

Periódico Riodoce, Culiacán, Sin., México, Año 7, No. 326, 27-04- 2009. Héctor de Mauleón, “Bajo fuego”, Nexos, núm. 373, enero 2009. 102


los primeros colonos chinos que se asentaron en México y Sinaloa en 1848, la producción y tráfico de drogas ha sido un negocio redituable y además muy útil para justificar casi cualquier cosa que le sirva al imperio en su política intervencionista. América Latina y en particular México, ha asumido como argumento de sus acciones a la “seguridad nacional”. Según Del Olmos (1989) 5 , desde 1982, con Ronald Reagan, en Estados Unidos la noción de “seguridad nacional” se relacionó con el tráfico ilegal, declarándose la “Guerra contra las Drogas”. La idea era, y es, que el problema tiene que ver con “otros” países y por tanto se debía de combatir en otros territorios y no en el propio. Según Bagley (citado por Del Olmo), “ a comienzos de los años 70, del 1 al 2 por ciento del comercio de marihuana era cultivo norteamericano; para 1986, los granjeros norteamericanos producían un estimado de 2 mil toneladas métricas y habían capturado entre el 20 y el 25 por ciento de la demanda norteamericana”. El pretexto sirvió para justificar a EU su política de intervención en cualquier parte del mundo, en específico América Latina, para generar un mercado de armas, apoyar a la contra de los gobiernos progresistas, bloqueos económicos. Héctor de Mauléon (2009) 6 , en la revista Nexos, sostiene que EU constituye la fuente de armamentos de la delincuencia organizada: “en la línea fronteriza existen 12 mil 706 tiendas en donde las armas pueden ser compradas de manera legal”. Con la argucia de la seguridad nacional, EU inicia un “complejo programa de interdicción y erradicación, así como la persecución de traficantes, porque lo importante ahora era impedir el tráfico, y muy especialmente su ingreso a los EE.UU. De este modo, cambiaron de nuevo los protagonistas y la percepción del problema” (Del Olmos, 1989). Durante lla administración de Reagan (1981-1989), en México, concluida la administración de López Portillo (1976-1982) e iniciada la de Miguel de la Madrid (1982-1988), el tráfico “brotó como un cohete rumbo a la luna” (Blancornelas, 2004), y en su caso “los mafiosos sinaloenses encaminaron fácilmente la mariguana a Estados Unidos vía Tijuana. Así hay que dejarlo en claro, el narcotráfico aventajó y con mucho a otra notable actividad: el paso de indocumentados”

5

Del Olmo, Rosa (1989), “Drogas: distorsiones y realidades”, Nueva Sociedad, No. 102, Julio-Agosto. 6 Héctor de Mauleón (2009), “Bajo fuego, el camino de las armas”, en Nexos, enero 2009. 103


(Blancornelas, 2004) 7 . Aunque parezca paradójico, en plena guerra de EU contra las drogas, ésta tuvo un auge como nunca lo había tenido en la historia y coincide --la hipótesis así ha sido expuesta--, con un supuesto acuerdo con los mafiosos mexicanos, en particular sinaloenses, para operar intereses ocultos de los gobiernos estadounidense y mexicano de esa época. Desde entrenamiento militar, suministro de armas y pertrechos militares a la contra en Centroamérica y dinero para financiar iniciativas contra gobiernos o grupos guerrilleros, entre otros, han sido los agregados del próspero negocio de las drogas. Las redes delictivas a menudo constituyen poderosos grupos de intereses a los que se enfrenta el gobierno o se construyen complicidades; cosa a la que ningún país escapa al menos de la sospecha. Naím (2006) 8 sostiene que los traficantes y sus cómplices “controlan partidos políticos, poseen importantes empresas mediáticas, o son los principales filántropos que se ocultan tras las organizaciones no gubernamentales”. Es un “resultado natural” cuando el Estado no es capaz de ofrecer a su población alternativas de vida digna o que se convive con la extrema pobreza. La presunción de Naím, en el sentido de que la pobreza engendra lo ilícito como acción de sobrevivencia, es una paradoja ante la presunción de que los grandes beneficiarios de las ganancias de lo ilícito son los países desarrollados. Pero sí vemos con Naím que las “fuerzas que impulsan el auge económico y político de las redes mundiales de contrabandistas son las mismas que motorizan la globalización”. Es esto lo que ha dado en pensar que el narcotráfico se ha convertido en el “comodín” de uso múltiple de los gobiernos que de una manera u otra saben cómo se mueve; y hacen uso de él, aprovechan sus redes, rutas y dinero. Y al mismo tiempo, en el afán de distanciarse, ha construido un mundo fantasmagórico para el consumo masivo y lo que hace es esconder los verdaderos rostros del fenómeno. De aquí que analizar el narcotráfico implica observar cómo el Estado ha jugando un papel importante para la conformación y desarrollo de la industria ilegal. Ravelo (2008) 9 en el libro Herencia Maldita. El reto de Calderón y el mapa del narcotráfico, sostiene que “el florecimiento del narcotráfico no puede explicarse sin el respaldo del poder político”. Ese poder político es nacional y es extranjero. 7

Blancornelas Jesús (2004), El Cártel, Ed. Debolsillo, México. Moisés Naím (2006), Ilícito. Cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo, Ed. DEBATE, México. 9 Ravelo, Ricardo (2008), HERENCIA MALDITA El reto de Calderón y el nuevo mapa del narcotráfico, Ed. Debolsillo, México. 104 8


El supuesto “combate al narcotráfico” tiene un costo enorme en términos de presupuesto y estructura de Estado. Casi al punto de pensar que ha constituido un sector que cualquier cosa le podría interesar, menos que el narcotráfico termine. En México el gasto destinado al combate a las actividades ilícitas del “narco”, sólo en el 2006 anota Aguayo (2007) 10 , con datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito público, el gobierno federal asignó $35,303.8 millones de pesos, distribuidos en 13 unidades: Comandancia de la Fuerza Aérea y Regiones militares (SEDENA); Centro de Investigación y Seguridad Nacional (SEGOB); Fuerzas, Regiones, Zonas y Sectores Navales (SEMAR); Policía Federal Preventiva (SSP); Sistema Federal Penitenciario (SSP); Agencia Federal de Investigación (PGR), Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el combate a la Delincuencia; Programa Nacional para el Control de Drogas 2001-2006 (PGR); Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO-PGR); Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delitos Federales (PGR); Unidad Especializada en Investigación de Operaciones con Recursos de Procedencia Ilícita y de Falsificación o Alteración de Moneda (PGR); y la Unidad Especializada en Investigación de Terrorismo, Acopio y Tráfico de Armas (PGR). Esto da una idea de la naturaleza de la percepción de “amenaza” que el Estado mexicano atribuye a la actividad ilícita. Según la misma fuente y el mismo autor, el personal que estas instituciones operaron en su actividad de combatir esta actividad de seguridad nacional y pública, en el mismo año 2007, fue de “297,108, distribuidos entre la Secretaría de la Defensa Nacional (197,615), Secretaría de Marina (55, 733), Procuraduría General de la Republica (22,268) y la Secretaría de Seguridad pública (21,492). En el sexenio de Ernesto Zedillo (19942000), reporta además que se detuvieron un total de 64,372 presuntos narcotraficantes, de las cuales 63,126 eran nacionales y el resto, 1, 246, extranjeros. En el sexenio siguiente, Vicente Fox Quezada (2000-2006), se detuvo a 72,825 nacionales y 843.00 extranjeros. Es decir, en dos sexenios se detuvo a 137,197.00 personas implicadas, de una manera u otra en la actividad ilícita. Como dato curioso, precisa Aguayo, teniendo como fuente a la PGR y la SIEDO (2006), que de los detenidos, 72,523 fueron colaboradores y distribuidores al menudeo; 190 fueron funcionarios involucrados; 372 fueron sicarios; 72 lugartenientes; 53 financieros; y sólo 15 líderes. Es mucho el presupuesto que administrar, grandes y 10

Sergio Aguayo (2007), Almanaque mexicano 2008, Santillana, México. 105


lujosas instalaciones, como dijo Blancornelas (2003) 11 : “Mucho edificio y poco resultados”. Las cárceles están llenas de consumidores, “burros” y narcojornaleros. Y véase: hay más exfuncionarios públicos en las cárceles (190) que lugartenientes, financieros y líderes juntos (140). ¿Quién opera el negocio? Estos datos deberían de ser suficientes para indagar en torno a los fondos reales del problema y que el pretendido combate a las drogas nos convierte en el país del “nunca jamás”. Las percepciones “La democracia es transparencia, La razón de Estado, es secrecía” Luigi Bonanate

La triada Sociedad, Estado y Delincuencia organizada configuran puntos de intersección, donde según Naím, se crea una “zona gris”, y se teje un entramado complejo, gelatinoso y tan impredecible que su lógica interna y sus acciones resultan hasta enigmáticas. La triple hélice -Estado, sociedad, narcotráfico-, se funde y se construyen entonces fronteras borrosas, que se remarcan y diluyen en un vaivén contrastante. Esto construye un ambiente esquizofrénico: algo misterioso, inescrutable, hermético. De alguna manera, por acción u omisión, unos más y otros menos, casi somos cómplices; ese mundo es como el drenaje, el inconsciente colectivo, como lo no dicho, lo que no queremos hacer público pero que, con un guiño sutil de complicidad, aceptamos que las cosas así son y serán. Es la parte oscura de la delincuencia organizada, del “narco”, donde al Estado le resulta complicado intervenir abiertamente, pero que se ha construido un discurso, un simbolismo que da sentido, que genera certidumbre, impone reglas, define el parámetro de comportamiento, y que intenta dar confianza en que existe como un asidero que dirime, pone orden y redefine la normas de relación. Es el mundo narco donde la reglas se reescriben día a día y violentarlas se paga con sangre. La sociedad, como gran “super yo”, desde la norma establecida, la ley, los valores y la moral, es lo expresado, lo dicho, lo que a nadie avergüenza, lo factible de hacer público. Todo eso define, con su mezcla y que construimos a diario, a la sociedad que vivimos. Estos contrasentidos aparentes, o reales, se han fraguado y mezclado y han construido un cuerpo que le da coherencia, sentido y propósito; han definido otra realidad, la realidad real, no expresada pero asumida y cada vez más compleja, con más significados; un entramado que construye y da sentido a lo social. Aunque de poco sirve entender los 11

Jesús Blancornelas (2003), Semanario ZETA de Tijuana. 106


discursos del Estado, del narcotráfico y de la sociedad, si no se es capaz de escudriñar sus significados y cómo éstos se traslapan como estructuras que configuran realidades, y que a pesar de sus apariencias inasibles son tanto o más objetivadas que lo tangible. Es decir, hablamos de un ámbito donde todo se dice sin decir. Las grandes imprecisiones conceptuales del discurso con el que se ha querido definir al narcotráfico, han provocado vacíos que han sido llenados por metáforas que más que ayudar a entender el fenómeno, delata errores, sesgos y manipulaciones que se hacen de una empresa encriptada. De ésta que destila sospecha, miedo, fascinación y posibilidades ofrecidas por un “mundo” que, aunque desconocido por dentro, pareciera familiar. Y eso por su lenguaje, sus símbolos, sus gustos, sus vicios, su poder, sus excesos, que son parte de la cotidianeidad y que se han incrustado en todos los ámbitos sociales -música, literatura, arte, cine, arquitectura, instituciones, modas--, al punto en que “ser narco” se ha instalado como un rasgo cultural y peor aún, cuando lo narco se “trae en la sangre”, como se dice del típico sinaloense. Así, no sería suficiente lo sociocultural para explicar un fenómeno y una conducta, sino que la mejor forma de acentuar la presencia y la fuerza del rasgo sería explicarlo desde la creencia y el mito: de que algo “se trae” dentro de sí, como destino mágico y manifiesto. ¿Cortina de humo? De pronto el tema de interés prioritario del Estado deja de ser el narcotráfico para entrar en escena la gran pandemia, la gripe porcina, que aterroriza a la población por el estruendo con que aparece, casi de la nada, como un asunto desconocido, amenazante y paraliza al país debido a las medidas necesarias para detener su expansión. Todo eso sucede sembrando terror, justo cuando ocurren algunas ligeras “coincidencias” de interés: fue apenas cuando el presidente de Estados Unidos había abandonado México y justo cuando se pretendía la aprobación de algunas iniciativas de ley que “ayudarían” al gobierno mexicano a combatir con mayor eficiencia al crimen organizado y afectar en particular la estructura financiera del narcotráfico. Una de las iniciativas, aprobadas ya, la ley de “extinción de dominio” que faculta al Ejecutivo a “quitar propiedades, depósitos bancarios, inversiones y dinero en efectivo al crimen organizado 12 ” como forma de afectar la economía del crimen organizado; la ley contra 12

Juan Arvizu y Andréa Merlo, Mayoría en San Lázaro aprueba la ley de extinción de dominio, EL Universal, 30 de abril 107


“narcomenudeo” aprobada por el Senado que pretende la coordinación del los tres niveles de gobierno en su combate y define los consumos máximos sin criminalizar a los consumidores. Sobre esta última, que establece las porciones máximas que los consumidores pueden portar 13 , no queda claro en qué beneficia para combatir el narcomenudeo. La estructura de operación ni la economía del narcotráfico se ve amenazado por dicha ley ya que se concentra en el consumidor y no en el productor o empresario de las drogas consideradas ilícitas. No criminalizar al consumidor no afecta la economía del negocio, aunque sí disminuye el gasto del Estado en los sistemas penitenciarios, debido a que según las estadísticas son ellos los que atiborran las cárceles. Mario López Valdez 14 , senador, que le tocó aprobar la ley contra el narcomenudeo dice, en una entrevista, dijo que “…la Policía Municipal, la Estatal y la Federal lo único que hacen es ir a cobrar la cuota, y nadie hace nada y se tiran la bolita unos a otros y el vecino sigue teniendo el mismo problema”; y que la nueva ley hace corresponsales a los gobiernos municipales y estatales junto con el federal de combatir el narcomenudeo, por lo que tendrán que reformularse las leyes locales, de manera que se pueda atender al consumidor como enfermo y no como delincuente, por lo que se tendrán que crear centros de rehabilitación. Agrega que “no se midió el tamaño del enemigo ni los costos que se tenían que pagar y nos adentramos en una lucha donde no sabemos cuánto tenemos que pagar por ella y cuánto va a costar”. Y es que tenemos, dice, “12 mil muertos en lo que va de este sexenio”. Este comentario deja en claro que en la lucha contra las drogas las estrategias instrumentadas parecieran palos de ciegos, con poca capacidad del Estado para lograr resultados tangibles y de mediano plazo. Las estadísticas señalan que los daños de las drogas consideradas lícitas son más grandes que los generados por las drogas prohibidas, por ejemplo el tabaco. Carlos José Rodríguez Ajenjo 15 , secretario técnico del Consejo Nacional contra las Adicciones (CONADIC), afirma que en México se producen 163 muertes al día por efectos del tabaquismo. Además, sostiene que en México “tenemos 3.5 millones de personas que requieren ya de un tratamiento serio, de internamiento, por problemas de 13

Para el caso de la marihuana –cannavis sativa- pasa de dos a cinco gramos; dos gramos de opio; 50 miligramos de diacetilmorfina o heroína; 500 miligramos de cocaína; 0.015 miligramos de LSD; 40 miligramos de metanfetaminas y 40 miligramos de MDA Cristal. 14 EL Debate, de Culiacán, entrevista, Viernes 22 de mayo de 2009. 15 El Sol de Tijuana, entrevista, 25 de febrero de 2009. 108


alcohol y están estimados entre 600 mil a un millón de adictos a sustancias ilegales” 16 . Sólo el alcohol mató más personas que los enfrentamientos entre cárteles por la disputa del territorio en lo que va de abril de 2008 al mismo mes en 2009. ¿Ironía? De nuevo ¿por qué tanta insistencia en perseguir, militarizar? Lo anterior nos lleva hacia la sospecha social de la existencia de un “terrorismo de Estado”, fundado en la “teoría del shock”. En la esfera de los rumores populares, hasta se especula que la “gran pandemia” de la influenza porcina no sería más que una “cortina de humo” para instrumentar políticas de estado que podrían no ser bien vistas y menos aceptadas. La supuesta “coincidencia” de la visita del Presidente de Estados Unidos previo al terror que sembró el gobierno a través de los medios de comunicación, incrementó la sospecha de un plan preconcebido donde México y su gobierno se convirtieron en una pieza de la maquinaria operada por los intereses de un país que consume alrededor del 80 por ciento de la droga que se produce a nivel mundial, que contribuye casi en la misma proporción con la economía del narcotráfico y que se beneficia y que al final encuentra un aliado estratégico para sus fines económicos, políticos e intervencionistas. Así, entender el narcotráfico pasa por una lógica sociohistórica de cómo se ha configurado y cómo ha cruzado ámbitos diferenciados, pero que se convierten en planos superpuestos que le dan sentido y viabilidad. Cultura y humanidad Las drogas han acompañado a la humanidad a lo largo de su historia y el contacto con ellas ha resultado natural e inevitable. La evolución de la sociedad y la complejización del pensamiento han llevado a que las drogas cambien de significado y uso social; de aquí que no sean las drogas en sí mismas el problema, sino el esquema de percepción que se ha construido en torno a ellas. Una parte importante del esquema de trabajo en contra del narcotráfico tiene que ver con entender el sentido social e histórico de las drogas. ¿Acaso nuestros legisladores se preguntaron sobre cuál sería el criterio técnico para decidir qué drogas serían incluidas en la nueva ley? ¿Acaso las señaladas tienen la misma naturaleza adictiva, según la tolerancia del consumidor, y los costos sociales? ¿Por qué no incluyeron drogas lícitas que producen un gran costo social y personal como el alcohol y el tabaco? Pareciera que el criterio científico no es el mejor aliado de legisladores y gobernantes para definir políticas públicas. Muchas evidencias existen que el poder del 16

El Sol de Tijuana, Tijuana, B.C., 25 de febrero de 2009. pág. 2B. 109


“narco” llega hasta las instituciones encargadas de crear y aprobar leyes, como es el caso de la ley extradición en Colombia en los tiempos de Pablo Escobar, el rey de la cocaína. En México, la falta de confianza en los aparatos de estado es muy grande, pero aún no alcanza al legislativo, que debería contar a los hombres de ciencia como a sus mejores aliados. Del olmo (1989) sostiene que la clasificación de las drogas es más bien un asunto de “percepción y no de realidad”, por lo que el criterio para la prohibición o ser consideradas legales queda en un asunto más moral que técnico, debido a que la clasificación en dos categorías es mutuamente excluyente: a) Drogas buenas o inocuas (no producen daño personal o social) y b) drogas malas o peligrosas; ambas clasificaciones tienen serias dificultades para evidenciar científicamente lo nocivo o lo inocuo ya que hay serias discrepancias al respecto entre los científicos. Evaluar las drogas de acuerdo al daño personal, nivel adictivo y efecto social, es un asunto en el que pareciera que hay consenso pero poca coincidencia, de forma que esto ha contribuido a una falta de acuerdo con respecto a cuál es la más adictiva, cuál produce más daño personal y social. Vale la observación que hace Fernández (2002), cuando refiere que la peligrosidad de la droga está dada por el daño social que produce, su nocividad o posibilidad de crear dependencia y es ello lo que sirve de criterio para determinar si se consideran licitas o ilícitas. De tal apreciación, dice, “resulta la siguiente correspondencia: drogas peligrosas igual a drogas ilegales; pero sabemos que no todas las drogas peligrosas son consideradas ilícitas, como el tabaco y el alcohol; así el rango se reduce aún más, ya que la clasificación entre unas y otras depende más de un criterio político-económico que científico”. Esto ha generado una variedad de hipótesis y creencias, de forma que podemos con cierto riesgo presumir lo siguiente: a) El problema del narcotráfico está mal planteado de origen, primero porque no debe de analizarse a la luz de principios morales sino como una actividad económica, con la diferencia de que no encuentra en el Estado un agente mediador, regulador y útil para dirimir conflictos. b) En tanto actividad económica cuyo producto se considera ilícito pasa por las mismas etapas que cualquier otra empresa: producción, procesamiento, transporte, distribución, venta y consumo. Cada etapa de la cadena requiere de capacidades, habilidades y destrezas específicas, por lo que cuenta con recursos humanos especializados; el resultado es una departamentalización. 110


c) El narcotráfico para operar y volverse redituable requiere paradójicamente del Estado, que comparte en sus bordes “zonas grises” con la actividad ilícita. No es posible pensar en el negocio tal como se conoce hoy sin la complicidad, de una forma u otra, del Estado y sus aparatos encargados de “combatir” la delincuencia organizada. Pero la complacencia y apoyo de un Estado-Nación no es suficiente para la empresa del narcotráfico debido a que su operación implica varias fronteras nacionales; esto supone redes trasnacionales de ciudadanos comunes, fuerzas de seguridad y funcionarios. d) Todo el proceso, su administración, financiamiento y estrategias de seguridad, implican la incorporación de tecnologías modernas; uso inclusive de los tratados internacionales de libre comercio; conocimiento de la ley y sobre todo de áreas no reguladas; porosidad de las fronteras y su dificultad para el control de los cruces de mercancías. El narcotráfico se beneficia de la globalización y se potencia de ella, globalizándose también. De pronto da la sensación de que la globalización, en parte, ha aprendido del narcotráfico su neoliberalismo de operación y su pragmatismo. e) Empresario (capo, jefe), y productor, transportista, distribuidor, vigilante, sicario, vendedor, policías y funcionarios cooptados, banqueros y corredores de bolsa, empleados financieros y hasta ciertos consumidores claves, constituyen una estructura organizativa donde se comparte un “mundo”, y se construye un lenguaje, y estilos de vida, gustos; éstos se socializan, se dan sentido social y, al difundirlos, le dan significado a su actividad. Esta simbología y las formas de su entramado, se traducen en una psicología social que define percepciones, imaginarios y actitudes que al enraizarse en la personalidad de los agentes sociales de tales ámbitos sociales sui géneris, que producen y reproducen un sentido de vida, una filosofía. Es esto estriba la simbología del fenómeno. Lo anterior nos lleva forzosamente a preguntarnos qué tanto la “historia oficial” del narcotráfico nos ayuda a entender el fenómeno; su naturaleza real, su efecto social, los costos y resultados de su combate y cuáles son las perspectivas de futuro. De entrada aventuramos la hipótesis de que los resultados en esta materia no serán diferentes a los que hoy tenemos, si no es que para incrementar sus efectos negativos; más droga, más armas, más muertos, más corrupción y más descomposición social. Tenemos que plantarnos con un nuevo paradigma que redefina la percepción sobre las drogas, las políticas de los Estados con respecto a las formas de afrontarlas, las formas de colaboración internacional, la regulación social traducida en tratados y leyes, redefinir las creencias 111


culturales, educar y no satanizar moralistamente, las opciones y alternativas de vida que se le brindan a los ciudadanos. Podríamos estar peor en poco tiempo. Cabe resaltar el fantasma de la “colombianización”, que se traduciría en paramilitares, narcoterrorismo, narcopolítica, “ventanas negras” en las tesorerías, poderes de facto de grupos subversivos o cacicazgos económicos y políticos. No son fantasmas guajiros. La “guerra” del narcotráfico iniciada a partir de nuestro “día del niño” de 2008, ya dejó ver que no es un terreno fácil, que nadie va a desalojar sus áreas de influencia (la geopolítica del “narco”) ni abandonar la actividad sólo como por un sermón moralizante o por temor al fuego de los cuerpos de seguridad estatal y federal, que como parvadas de niños inútiles se han visto ante la respuesta de la delincuencia organizada. De manera que los ciudadanos y, sobre todo los estudiosos del tema, cada vez se convencen más de que los esquemas con los que se ha tratado el fenómeno del narcotráfico de muy poco han servido. La visión basada en lo legal y policial ha demostrado su ineficacia y ha vuelto más complejo y cada día más amenazante al crimen organizado. Se ha convertido en una carrera de sofisticación donde los recursos (hombres, armas, dinero) se han vuelto insuficientes en una competencia entre el infractor y el encargado de hacer cumplir la ley. De aquí que urgen nuevas formas de explicar un fenómeno que, en la realidad y la teoría, ha rebasado con creces las medidas sólo punitivas aplicadas en el mundo y en el país. Una manera de acceder a ello es ir mirando las cosas desde el entramado simbólico mismo, que le da sentido social y que define las motivaciones y actitudes que construyen y detonan patrones de comportamientos relativos. Lógicamente la nueva percepción significa a escapar a la lógica de prohibir a discreción, incrementar la capacidad de fuego y redefinir el propósito del gasto y costo social; se trata de escarbar y escudriñar nuevas significaciones, nuevos contenidos cognitivos, y en sí, nuevas estrategias menos costosas social y culturalmente. Lo anterior entonces tendría que pasar por impulsar la investigación en los aspectos múltiples relacionados al narcotráfico. José Manuel Valenzuela (2002) 17 , advierte que aún cuando el narcotráfico es “uno de los elementos más importantes en la formación de diversos ámbitos que participan en la definición de las trayectorias de vida y de muerte de millones de seres humanos, no disponemos de trabajos serios 17

Valenzuela, José Manuel (2002), Jefe de jefes. Corridos y Narcocultura en México. Plaza y Janés Editores, México. 112


donde se analice esta inserción en las relaciones sociales y su función en la construcción de representaciones colectivas”.

Mucho de lo que se produce, en libros y análisis sobre el “narco” y las conductas delictivas, tienen como referente básico al periodismo, la perspectiva jurídica del delito, lo policial y muy eventualmente lo sociológico. Se trata, sobre todo, de una visión mediática, harto visible pero poco profunda. Sin embargo, hay que reconocer que por ejemplo la psicología social nada ha hecho por incorporar como objeto de análisis al fenómeno. Así, no existe casi nada sobre los mecanismos subjetivos, psicológicos, que se encuentran relacionados con los comportamientos que se entretejen y que forman parte de la conflictiva sociocultural. Nuestra idea central, en tanto propósito de una investigación de largo aliento, sin abandonar los enfoques que más han avanzado en el entendimiento del fenómeno, es tratar de profundizar en variables de tipo cultural y psicológico que permitan entender de manera más holística, integrada, la naturaleza del mismo. Sólo una labor pluridisciplinaria podría proporcionar una mirada más integral, coherente y sustentada, para animar a la construcción de alternativas más objetivas y confiables. En este sentido, Gilberto Giménez (2003) 18 , explica que debemos de entender la cultura como un “conjunto de modelos de representación y de acción que de algún modo orientan y regularizan el uso de las tecnologías materiales, y la organización de la vida social y las formas de pensamiento de un grupo”.

Esto implica identificar a las “formas objetivadas” y “subjetivadas” de la cultura. La primera tiene que ver con las cosas materiales, mientras que la segunda refiere a cuestiones subjetivas y abstractas de la vida social y humana, incluyendo en ellas categorías mentales. Las formas objetivas aún con toda las distorsión o sesgo de información y formas de abordaje han sido las más estudiadas; queda pendiente en mucho explorar las formas subjetivadas para entender de mejor manera las formas de percepción, de representación social y significación del narcotráfico como negocio, como manifestación social y cultural, como alternativa de vida, estilo y sentido. Como cultura

18

Gilberto Giménez, “La Investigación Cultural en México”, en Valenzuela Arce, José Manuel (2003), Los Estudios Culturales en México, CONACULTA-FCE. 113


Aún cuando resulta muy fácil asociar el narcotráfico por sus efectos en los gustos, modas y hábitos, existe una seria discrepancia al respecto. Mientras que para unos debe de entenderse como cultura, otros sugieren la idea de subcultura y unos más insisten que no debe de ser tratada ni como una cosa ni como la otra; aunque aceptan que dicha actividad genera afectos, no estables en el tiempo, pero sí incide en gustos, comportamientos, y concepciones sobre la vida. El concepto mismo de cultura es tan discutido y poco consensuada su significación que resulta excesivamente difícil afiliarse a una forma de verla y estudiarla. Krotz (2003) 19 defiende la idea de que “cultura” se ha resignificado de acuerdo a contextos específicos e influencias teóricas puestas de moda. Y refiere que el concepto se ha usado para designar el producto de una agrupación o el espacio simbólico en el cual se desenvuelve y mediante el cual se distingue de otras agrupaciones. En esta acepción, la cultura estaría constituida por conocimientos, percepciones, actitudes y valores. Clifford Geertz (2005) dice que en tanto la cultura es pública en el mismo sentido de su significación, no debe entenderse como esquema o entidad, sino como “un contexto dentro del cual pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir, densa”. Las evocaciones o las figuras Sinaloa” y “Sinaloense”, en México y fuera de él, tiene una asociación muy fuerte con narcotráfico y violencia. Indagar sobre ambos como asuntos culturales, resulta más que una necesidad, en tanto que el fenómeno del narco, con todo y su parafernalia, está incidiendo, para empezar, de forma amplia, honda y generalizada en la vida de decenas y centenas de millones de individuos en el mundo. En esta perspectiva se constituyen una serie de hipótesis: a) El narcotráfico tiene una significación cultural en el sinaloense; b) en tanto imaginario social, su mera existencia legitima un estilo de vida; c) en tanto cultura se reproduce a través de sus corridos, iconos, santos, moda en el vestir, expresión oral. A nadie le parece extraño que en Sinaloa haya generaciones que ven a la producción y trasiego de drogas (marihuana, amapola) como asunto de vida cotidiana. La actividad es socialmente tolerada aunque judicialmente penada; no se asume como un acto delincuencial sino como un acción de sobrevivencia; no es con los sembradores donde inicia el narcotráfico ni la delincuencia organizada. 19

Esteban Krotz, El Estudio de la cultura en la antropología mexicana reciente: una visión panorámica, en Valenzuela Arce, José Manuel, Ibid. 114


Astorga (2004) 20 , cuando analiza el corrido “Arriba Sinaloa” que interpretan Los Pelados del Norte, escribe: “Aquí se habla del ethos que por destino tiene el sinaloense. Se habla con orgullo de algo que desde otra perspectiva es un estigma: el tráfico de drogas. Nacer en Sinaloa imprime ya un destino social. Ni el contrabando, ni quienes se dedican a él son valorados negativamente; al contrario, son dignos de admiración y emulación, y se han ganado ya un lugar en la leyenda gracias al corrido”. El comercio ilícito es una industria dinámica que incorpora los adelantos de ciencia y tecnología para potenciar y dinamizar su empresa. La vieja idea del contrabandista rural, bronco y atrabancado ha dado lugar a una nueva imagen donde la sofisticación y los buenos modales definen al nuevo empresario que juega con las reglas del mismo Estado para el ejercicio de su actividad. Podríamos imaginarnos una especie de hibrido producto de la transición de la generación de narcotraficantes de origen rural, a la antigüita, con el actual, mucho más sofisticado, tecnificado y con mayor escolaridad. El excesivo gusto por prohibir, más que inhibir el comercio ilícito lo ha potenciado debido a lo redituable de todas las actividades que son criminalizadas. El circuito por el que pasa la actividad del narcotráfico, prácticamente esta criminalizada en cada una de sus etapas: siembra, procesamiento, trasiego, distribución y consumo. ¿Cortina de humo? Las imprecisiones semánticas y la sospechosa despreocupación de los aparatos de Estado por definir con mayor precisión uno de los fenómenos que más “preocupa” al mundo, puede significar dos cosas, en el plano por supuesto de las hipótesis. Primero, el narcotráfico ha sido redimensionado y sobrevaluado desde la política del Estado. Como si se hubiese gestado y construido una “cortina de humo”, para ocultar o minimizar su verdadera preocupación (seguridad nacional, economía, relaciones internacionales, política mundial, control social), dando la oportunidad, debido a su flexibilidad, de adjetivar el termino de acuerdo al “interés nacional” y con ello justificar casi cualquier acción, tal como militarizar al país, vulnerar movimientos sociales subversivos o no, bloquear, advertir y condicionar a otros países, sostener con deliberación grandes aparatos y recursos so pretexto de “combatir a la “delincuencia organizada”. En segundo lugar, a pesar de ser el “narcotráfico” tan sólo 20

Astorga Almanza, Luís Alejandro ( 2004); Mitología del Narcotraficante en México, Editorial Plaza y Valdés, SA de CV, UNAM, México Pág. 46. 115


una más de las actividades ilícitas, en el imaginario y la percepción social, es el que mejor representa la conducta ilícita, lo prohibido; y es por eso que resulta más redituable sostener el uso del término, más por su uso y efecto heurístico que por su contenido. Lo anterior convierte al fenómeno en algo multidimensional, de manera que entenderlo nos lleva hacia lo que constituye un complejo mundo, como advierte Nery Córdova (2002) 21 : “el diversificado espectro de las formas simbólicas y de las ideología regionales, relacionadas con el mitológico mundo de los narcóticos, a través de estructuras, productos, mecanismos, canales y medios de la cultura y la comunicación, que son el objeto esencial de nuestra concepción sobre el fenómeno. Se trata de una esfera que es expresión y construcción y reflejo de una dimensión sociohistórica de la realidad, cuantificable no sólo en función de un diagnóstico aproximativo a la economía política de la actividad, sino sobre todo –y esto es lo que especialmente nos interesa-, cualificable en el plano de las construcciones simbólicas de la sociedad”.

Estas construcciones simbólicas a las que alude Córdova, son similares a las que refiere Valenzuela (2009) 22 , en el libro Jefe de jefes…, cuando dice que “podemos definir al narcomundo como una actividad ilegal que actúa como una red de poderes que permean al conjunto de la sociedad, pero también como un capital simbólico que influye de manera importante en la definición de las representaciones colectivas” (Cursivas nuestras). En entrevista con don Julio Scherer García (2008) 23 , desde la cárcel, Sandra Ávila, la “Reina del pacifico”, ilustra ese imaginario colectivo: -En tan largo tiempo, ¿se apartó de la vida del narco?- No puedo negar que a ese mundo pertenezco. Ahí nací, ahí crecí pero también me desarrollé entre personas ajenas al crimen, a la lucha brutal por el poder. La sociedad como tal es compleja y muy amplia.

21

Nery Córdova (2002), “Notas y Apuntes en Torno a la Desviación y el Narcotráfico en Sinaloa” en Historia de la Violencia, la Criminalidad y el Narcotráfico, Memoria del XVII Congreso De Historia Regional. IIES, UAS, 2002 22 Valenzuela, José Manuel (2002), Jefe de jefes. Corridos y Narcocultura en México. Plaza y Janés Editores, México. 23 Scherer García, Julio (2008), La Reina del Pacífico. Edit. Grijalbo, México 116


-¿No lo ha rechazado, así sea un instante, ráfaga de pensamiento que se va? -No podría hacerlo. El narcotráfico existe y la droga está en todos lados, en el ambiente, en el aire. Son enormes los ríos de dinero que corren por su cuenta y sin ese dinero se extinguirían muchos lugares y padecerían aún más ciudades como Tijuana, Culiacán, Guadalajara. El narco se extiende y su dinero hace posible que pueblos y familias enteras del campo dejen el hambre. Habrá que aceptarlo. La realidad es como es. El narco crea fuentes de trabajo y son miles los que han salido de la desesperación que causa el desempleo por lo que la droga deja.

“La realidad es como es”: Sandra Ávila Bueno o malo, violento o pacífico, bello o feo, no son criterios válidos para analizar este “mundo”, pues sólo corresponden a la moral y en todo caso a la estética; y el mundo del narcotráfico es un fenómeno de la realidad, que afecta todos los órdenes y las esferas de la sociedad y de la vida pública. La realidad es como es y eso es todo. Pero esa realidad se construye todos los días a la vez que va construyendo rumbos, formas, reglas y simbolismos. Es un mundo donde se tiene que construir reglas propias y criterios para hacerlas cumplir. Una vez impuesta la noción “narcotráfico”, en el imaginario social y como discurso oficial se convierte en el gran tabú, en un campo mitológico, como diría Astorga (2004), donde cualquier cosa cabe en él, pero del que se prohíbe decir todo. Valenzuela (2002) explica: “aparece como un campo cifrado profundamente amenazante. Esta condición posee dos vertientes explicativas. La primera, la obvia, es su condición de ilegalidad, la cual obliga a tener reglas básicas de discreción que garanticen la seguridad de los participantes. La segunda obedece a la prevalencia de formas de representación definidas por la mitificación del narcomundo. Esta mitificación incluye un fuerte regodeo en las dimensiones violentas y destructivas del narcotráfico, donde el negocio parecería reducirse a las acciones de delincuentes desalmados dispuestos a asesinar a la menor provocación”.

El mundo del narcotráfico ha tenido que construir sus propias formas de control y regulación interna, pero también estrategias defensivas contra lo externo, el “otro”, ya sea para defenderse del Estado o simplemente formas defensivas que impongan límites a los demás. La preocupación cada vez mayor por regular la producción y el tráfico, ha variado a lo largo de los años, no tanto por la peligrosidad de las sustancias, sino por factores de tipo económico y político. Se observan 117


variables que no tienen que ver con los aspectos farmacológicos de las drogas, sino más bien con razones de política interna o externa, cuando no de proteccionismo mercantil (Del Olmo, Rosa, 1989). Tales políticas también tienen que ver con los intereses, no dichos, de los propios países involucrados, como productores, vendedores o receptores y consumidores, de agentes sociales e incluso corporaciones con función estratégica en el aparato económico, político y coercitivo de la sociedad, que queriéndose diferenciar, caen presa de la fascinación o de los poderes materiales de las redes internacionales del narcotráfico; constituyéndose en complejas estructuras que hacen casi imposible diferenciar los límites entre lo legal o ilegal, entre la ley y el delito. Sostiene Astorga (2004): El volumen de los capitales, la complejidad de las transacciones financieras y la diversidad de los campos de inversión del dinero del tráfico de drogas, sugieren una gran capacidad de organización, de dirección, de administración y de compra y sometimiento de conciencias. Sugieren una cierta eficiencia empresarial que no ha tenido que ser aprendida en instituciones prestigiadas de educación superior. Muestran, por otro lado, que no es requisito indispensable el haber militado en algún partido político para montar una extensa red de conexiones políticas y policíacas, necesarias para el éxito de la actividad.”.

La economía del narco es, quizá, la parte más fascinante de ese mundo, donde pareciera que lo que toca, como el Rey Midas, se convierte en oro, riqueza, abundancia; todo ello de manera rápida, segura, mucho más que cualquier opción de movilidad económica. Es Duncan (2008) 24 , quien, creemos, mejor refleja esta idea cuando dice: “Como empresa capitalista el narcotráfico no presenta problemas de rentabilidad, de hecho su atractivo es que los precios de venta son de lejos superiores a los costos incurridos”. Aunque no dicho, pero sí asumidos, los riesgos son altos. En tanto empresa que mueve grandes cantidades de dinero tanto en inversión como en ganancia, esto significa que su soporte financiero sólo puede derivar de dos fuentes: la confianza del proveedor de la mercancía o el financiamiento de capitalistas dedicadas al negocio, o bien “inversionistas” que sin dedicarse a la actividad decide invertir indirectamente. Es aquí donde Naím sostiene que se diluye la frontera entre el dinero “blanco” del “negro”, la legal de lo ilícito. Nadie podría mover esas cantidades industriales de dinero si no es que cuenta con la 24

Gustavo Duncan, (2008) ¿El narcotráfico, un obstáculo para la paz?, Fundación Seguridad y Democracia, Bogotá D.C., Colombia. 118


complicidad de los aparatos financieros, inversionistas y las coberturas que ofrecen los vacíos institucionales y políticos. El simbolismo y la sociedad narca En tanto simbolismo, queda sentado que nos referimos a cualidades subjetivas, asignadas, construidas y compartidas socialmente. Esa atribución refiere a la caracterización de su simbología y el valor que se le asigna a cada uno de sus rasgos. Valenzuela, es quizás uno de los investigadores mexicanos que más ha escudriñado desde la perspectiva cultural, a través del análisis del corrido, los significados, el lenguaje, códigos, etc., que dan cuenta de un mundo cifrado, encriptado, que sólo se accede a él a través de la interpretación de lo no dicho, o mejor dicho, de lo dicho sin decir. Valenzuela sostiene que el dinero es un aspecto de mayor centralidad en el “narcomundo”. Todo gira alrededor de él, debido a su “capacidad para corromper y comprar lealtades o respetabilidad”, es decir el dinero como medio, no como objetivo único. Por ello la parodia: “narcotraficante pobre, pobre narcotraficante”; las mercancías, armas, vehículos para trasiego, personal de todo tipo, tienen como condición el dinero. Otro elemento al que alude Valenzuela es el de los indicadores de “éxito”, que refiere a “joyas, carros, aviones, ropa, casas-castillos, o mujeres-trofeo, integrados como parte del espectro de productos de consumo disponibles”. Aquí el autor incorpora un elemento que puede ser interesante como categoría analítica de este “mundo” cuando se refiere a la “cosificación de las relaciones humanas y su ponderación como claves de triunfo”. La creencias, constituida en premisa, de “es mejor vivir poco como rey y no mucho como buey”, adquiere sentido en los excesos, el hedonismo, el afán de reconocimiento social; “vivir rápido”, tiene sentido en torno otro simbolismo, que refiere a los “códigos implícitos de conducta” como los llama Valenzuela y que se refieren a las rupturas de reglas y campos de sanción que tiene a la “muerte como condición liminal”. El mismo autor hace alusión a un sistema de creencias o códigos centrales que giran en torno a “la lealtad, la discreción, el respeto de las jerarquías, la “equidad” básica, delimitada por no alterar las reglas del juego y sobre todo no pasarse de listos” (Valenzuela, 2002) 25 . El autor resalta un aspecto crucial, y que tiene que ver con la “propalación de los códigos del narcotráfico a otros campos de la vida social”, teniendo como vías la oralidad y los medios masivos de comunicación. Son estos 25

Valenzuela, José Manuel (2002), Jefe de jefes…, Op. Cit. 119


códigos los que dan forma a las “certezas populares” y es con ellos con los que describen, definen y observan ese mundo, borroso e impreciso, donde, pareciera, no existe una diferenciación clara entre los formal e informal, entre lo legal e ilegal; pero que al final de cuentas dan sentido a ese mundo. Scherer transcribe una respuesta de Sandra Ávila: “La sociedad narca, enloquecida como es, frecuentemente, enloquece. Un día el cielo de la vida amanece negro y al día siguiente se torna azul. No se discute con palabras. Se discute de otra manera: la violencia, el poder, la vida que muchos se juegan al día a día, genera la enfermedad de las suspicacias, del miedo y la muerte. El poder y el pleito por la droga al precio que sea arrastran a muchos. Yo me sé inocente. Y pago las consecuencias sin tenerla ni deberla. La brutalidad me ha golpeado mucho”. Esas imprecisiones de las que habla Sandra Ávila, implican un mundo gelatinoso, impreciso, donde las reglas así como aparecen se van, dejando un sentimiento de incertidumbre y una sensación de un ámbito desorganizado que hay que justificar para poder vivirlo. Las emociones y lo sentimientos se alteran y la búsqueda de equilibrio es una constante. Tal vez por eso las drogas se constituyen en refugio de los miedos, desesperanzas, frustraciones, pérdidas, aspiraciones e ilusiones. Al respecto, agrega Sandra Ávila: “La sociedad narca es dura, cruel y en su propio espacio es una sociedad en sí misma. No hay código que valga en la disputa por el poder. Tampoco hay leyes que resuelvan las diputas y no se ve autoridad que pudiera imponerse al caos que va y viene, siempre presente y haciéndose sentir”. Nery Córdova (2002) 26 al referirse a las significaciones de las “construcciones simbólicas” del narco, en sus dos dimensiones, estricto y figurado, anota que los medios y los productos de la comunicación, como la música, la literatura, la iconografía popular, la moda, la vestimenta y sus aditamentos, los artefactos y artículos de consumo y estatus; y las formas subjetivadas o interiorizadas como las creencias, los mitos, las opiniones y los valores, son facetas culturales sustantivas del proceso de percepción y de apreciación”.

Dichas significaciones, sostiene Córdova, “constituyen parte del marco cultural o del habitus en el que se mueven común y cotidianamente los individuos y que posibilitan y dan pie a las actitudes y las acciones concretas de la población”. 26

Nery Córdova (2002), “Notas y apuntes en torno a la desviación y el narcotráfico en Sinaloa” Ibid. 120


Por el delirio esquizofrénico que padece la sociedad, ésta debe ser puesta en el diván, para practicarle literalmente un sociopsicoanálisis, que permita explorar el drenaje de lo “no dicho”. De manera que pudiera aportar datos o elementos que pinten y coadyuven a entender y explicar al posible del origen de la delincuencia organizada, de las actividades ilícitas y en general de la descomposición social en nuestro país. Es un enorme reto para las ciencias sociales. Bibliografía Aguayo Quezada Sergio (2007), Almanaque mexicano 2008, Santillana, México. Astorga Almanza, Luís Alejandro ( 2004); Mitología del Narcotraficante en México, Editorial Plaza y Valdés, SA de CV, UNAM, México. Blancornelas Jesús (2004), El Cártel, Debolsillo, México. Del Olmo, Rosa (1989), Drogas: distorsiones y realidades, Nueva Sociedad, Nro. 102, Julio-Agosto, pp. 81-93. Esteban Krotz, El Estudio de la cultura en la antropología mexicana reciente: una visión panorámica, en Valenzuela Arce, José Manuel (2003), Los Estudios Culturales en México, CONACULTA- FCE, México. Fernández Andrade, Elsa María (2002), El narcotráfico y la descomposición política y social, el caso de Colombia, Edit. Plaza y Valdez, editores, México. Gilberto Giménez, La Investigación Cultural en México. Una Aproximación en Valenzuela Arce, José Manuel (2003), Los Estudios Culturales en México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y fondo de Cultura Económica, México. Gustavo Duncan, (2008) ¿EL NARCOTRÁFICO, UN OBSTÁCULO PARA LA PAZ?, Fundación Seguridad y Democracia, Bogotá D.C., Colombia Héctor de Mauleón, “Bajo fuego”, Nexos, núm. 373, enero 2009. Jesús Blancornelas (2003), Semanario ZETA de Tijuana. Juan Arvizu y Andréa Merlo, Mayoría en San Lázaro aprueba la ley de extinción de dominio, EL Universal, 30 de abril Moisés Naím (2006), ILÍCITO, Cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo, DEBATE, México. Nery Córdova (2002), Notas y Apuntes en Torno a la Desviación y el Narcotráfico en Sinaloa en Historia de la Violencia, la Criminalidad y el Narcotráfico, Edición Internacional. Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, UAS, 2002. Ravelo, Ricardo (2008), HERENCIA MALDITA El reto de Calderón y el nuevo mapa del narcotráfico, Debolsillo, México. Scherer García Julio (2008), La Reina del Pacífico: es hora de contar. Edit. Grijalbo, México. Valenzuela Manuel (2002), JEFE DE JEFES, Corridos y Narcocultura en México. Plaza y Janés Editores, México.

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JESÚS MALVERDE: RETRATO DE UN ÁNIMA

Joaquín LÓPEZ ♦ Para Mark Gottdiener y José Luís Beraud Un día no lejano, Occidente no sólo tendrá que comprender los universos culturales de los no occidentales, sino que además se verá obligado a valorarlos como parte integrante de la historia del ♦

Cronista de Teacapán. Profesor del Centro de Idiomas de la UAS. 122


espíritu humano.

Mircea Eliade, Diarios (1960). Presentación Malverde es un icono de la cultura sinaloense cuya fama se extiende ya más allá de las fronteras del estado y del país. Su imagen ha sido plasmada por pintores y escultores, así como en tatuajes, gorras, camisetas, pulseras, perfumes, ungüentos, artículos de limpieza, cajas de té, cervezas, huaraches, escapularios, bisutería de fantasía y hasta joyería de oro con incrustaciones de diamantes y esmeraldas. Ha aparecido en muchas obras y en Best Sellers como La Reina del Sur de Arturo Pérez Reverte (Alfaguara, Madrid 2002). Este 2009 JUS publicó: Jesús Malverde, El Santo Popular de Sinaloa, de Manuel Esquivel. JUS es la editorial del clero, la que publicó El Bicentenario fue Ayer, opera prima de Antonio Haas, cuando era popular el eslogan aquél de “Cristianismo sí, Comunismo no”. A José Vasconcelos le publicaron su autobiografía, luego de expurgarla. La cerveza Malverde es una bebida clara de tipo Pilsner de la Cervecería Minerva de Guadalajara y distribuida en Sinaloa por Casa Ley. Luego de su lanzamiento en Culiacán, el fabricante calculó ventas de 5mil cajas al mes (Milenio, 11/16/2008). En cuanto al precio, es una de las más caras en el mercado: 13 pesos por botella, eclipsando tanto a marcas nacionales como importadas. La empresa donará el 1% del producto de las ventas a los administradores del culto. La Cervecería Minerva había lanzado con anterioridad la cerveza “Duff”, la marca favorita de Homero, personaje de la popular serie “Los Simpson”. La importancia simbólica de Jesús Juárez Mazo, en apariencia el verdadero nombre de Jesús Malverde, es inobjetable. Ha sido de interés académico para diversas universidades como la de Austin, Texas, la UNAM, El Colegio de la Frontera Norte, entre muchas más. El dramaturgo de Culiacán Oscar Liera fue autor de la obra El Jinete de la Divina Providencia, misma que fue adaptada para el cine por el mazatleco Oscar Blancarte. La capilla de Malverde es conocida en los hogares de los Estados Unidos a través de la industria de la información y escenarios artísticos como el episodio que presentó CBS en su programa “CSI”, así como en la película “A Man Apart” (Un Hombre Aparte) con Vin Diesel (2003), mientras que en el 2007 Malverde fue objeto de otra obra de Teatro llamada “Always & Forever” (Siempre y Para Siempre) 123


presentada en el Watts Village Theater de Los Ángeles de California (Kate Murphy, NY Times, II/8(2008). El presente trabajo es sólo un intento de interpretación del fenómeno malverdiano. Nos basamos en la observación personal, y claro, en textos diversos, así como en la mirada acuciosa sobre los rumbos de Topiamé, región de donde proviene este acto de manifestación de lo sagrado. Partimos de las interpretaciones de Mircea Eliade, quien ha percibido que algunos hombres y mujeres, sobre todo de la región central de Sinaloa, “todavía se mueven en un mundo arcaico, cuya sociedad tiene tendencias a vivir lo más posible en lo sagrado o en la intimidad de objetos consagrados.” Dice Eliade que: lo sagrado está saturado de ser. Potencia sagrada quiere decir a la vez perennidad y eficacia. Es pues natural que el hombre religioso desee profundamente participar en la realidad, saturarse de poder. 1 --Túmulos de piedra A casi un siglo de la supuesta muerte de Malverde, no se ha logrado demostrar su existencia física. La única evidencia fue un montículo de piedra. Algunas de esas rocas, cruces metálicas y otros objetos están a la vista en su capilla, junto a su busto. Los montículos de piedra o de concha, son monumentos bien conocidos en Sinaloa y han sido objeto de estudios arqueológicos de parte de Isabel Kelly y Carl Sauer primero y de Stuart Scott después. A este último le tocó investigar los orígenes de los montículos de conchas en Teacapán y el “El Calón” de Escuinapa, al que define como “Un Templo en el Medio del Estero”. Bancroft, el historiador californiano del siglo XIX menciona el desarrollo de montículos en sitios donde se formaban encrucijadas en el camino, lugares que por su configuración generan incertidumbre, haciendo titubear al viajero en su ruta. En la cultura mesoamericana se erigían asientos de piedra en honor al dios Tezcaltlipoca (espejo que humea), hermano de Quetzalcóatl (Serpiente emplumada) 2 , lugar donde nadie, ni siquiera el rey, hubiera osado sentarse. 3 En ciertas tumbas precolombinas se han encontrado restos humanos acompañados de estatuillas de mujeres con genitales claramente marcados. Las conchas simbolizan también el misterio sagrado de la 1

Eliade, Mircea http://www.mercurialis.com Coatl indica además que era hermano gemelo, de ahí proviene además el aztequismo “cuate”. 3 En Westheim, Paul, La Calavera, FCE 1983, pp.14. 124 2


regeneración de la vida. A los europeos les llegó la tradición del simbolismo sagrado de las perlas de la China y su oriente; es el resplandor que marca la calidad de las mismas. De aquí tomaron el símbolo del misterio de la Purísima Concepción de María, de ahí que llamemos Conchas a quienes llevan el nombre de Concepción. En el lenguaje vulgar se denomina semilla a la vulva de la mujer y hueso a la semilla de frutos como el mango, de ahí que las estatuillas femeninas representaban la posibilidad del renacimiento o germinacion de los huesos enterrados. Según veremos adelante, Malverde surge de una tradición sagrada que por ser autóctona es distinta de la cristiana, sin negar el contenido cristiano, algo similar aunque a la inversa al de las diosas toltecas veneradas en el cerro del Tepeyac, transformada en la Virgen María de Guadalupe, Tonantzin. La veneración de un espíritu Según el profesor universitario Jorge Gárate Arellano, natural de Culiacán, asegura que durante su niñez vivió por el rumbo de la tumba de Malverde y conoció el montículo original. Recuerda que en el lugar había una lata de leche “Nido” donde los transeúntes dejaban alguna moneda a su paso por el paraje. El sitio era entonces un muladar, pero inspiraba respeto. Garate sabía que el contenido del bote era para gentes con necesidades más apremiantes que las de él, así que únicamente llegó a sustraer “veinte centavos pa’ un birote” (pan). De vez en cuando el dinero desaparecía, algún “trampa” se lo había llevado. Aquello era normal y la gente seguía dejando su donativo a la pasada. Esa era la situación del sitio hasta poco antes de su demolición por la construcción del edificio del gobierno estatal, en la década de los 70. El culto a Malverde ya había logrado que al barrio y a la calle donde estaba la tumba se les conociera como “de Malverde”. Gárate asegura que el vulgo no lo relacionaba con el narco para nada. Eso vendría después. Sin su busto, Malverde no fuera tan popular. Su creación fue producto de la veneración que don Eligio Lizárraga tuvo hacia el llamado Santo. Su participación en el desarrollo del mito nos recuerda al cuento de Carlo Collodi quien diera vida a Pinocho y al carpintero Gepetto. Don Eligio, luego de un milagro concedido por Malverde, se convierte en el capellán del culto que años atrás habían iniciado seres anónimos como él. Don Eligio encarga la elaboración de la estatua que conocemos, misma que recuerda a Pedro Infante. Se hace cargo de la administración de los ingresos de la capilla y del culto hasta su muerte, no sin antes heredar la custodia de la parroquia y tradición a uno de sus hijos. Al santuario sin puertas, acuden a buscar refugio sagrado, cientos de creyentes y curiosos 125


todos los días, las 24 horas, los 365 días del año pero especialmente el 3 de mayo y el 25 de diciembre. Ejemplo para cualquier párroco de cualquier comunidad religiosa donde las puertas se cierran a temprana hora y a veces ni se abren. Los “acaxees”, naturales de Topiamé, región que tanto deseo tuvo de descubrir don Francisco de Ibarra, demostraban “…una civilización mayor, y al mismo tiempo, más semejanza o liga en sus costumbres con los mexicanos” 4 . Su territorio colindaba con el Río San Lorenzo, en lo que fue el mineral de Topia y San Andrés, extendiéndose hacia la región de las quebradas, zona serrana de Durango y Sinaloa donde nacen los ríos Tamazula, el río de las Vueltas y el río del Valle de Topia, cuyos afluentes ya convertidos en río Tamazula van a parar, junto con los pobladores serranos, al fértil valle de Culiacán. Esta zona era conocida por Heraclio Bernal, otro guerrillero generoso con quien también se relaciona a Malverde. Quienes han escrito sobre Malverde, en su mayoría periodistas, lo hacen a partir del rito ortodoxo cristiano, sin considerar que al igual que la “Santa Teresa de Cabora” y “El Niño Fidencio” la iglesia romana nunca les concederá la santidad. Ello porque la santidad que percibían los antiguos pobladores de Topiamé se alcanzaba más bien por méritos guerreros y nunca fueron persuadidos para que adoptasen la fe católica. Lo que existe, es tradición de familias europeas, mismas que se encargaron que fuese impuesta a caballo, perros, sangre, hierro e inquisición por unos señores barbones y sus frailunos amanuenses. Malverde emerge pues de las cenizas de lo que parecía una destrucción de la tradición idolátrica, misma que permaneció latente y oculta detrás de los mismos santos del rito cristiano y hasta en juegos como el Ulama. Esto del espíritu guerrero ha pasado un tanto desapercibido. Sólo basta ver la veneración que recibe la estatuilla de Pancho Villa (originario de Durango) en Culiacán, misma que cotiza muy alto en tiendas de artículos mágicos en los alrededores de la catedral. ¿Acaso San Miguel Arcángel no era él mismo un espíritu guerrero, instituido por Nuño Beltrán de Guzmán, patrono de soldados y policías? Dicho sea de paso, el arcángel tampoco está exento de simbolismo mágico ya que figura en las cartas del Tarot. Otro guerrero que no alcanzó la santidad fue el pistolero Rodolfo Valdés “El Gitano”. Dámaso Murúa escribió “El héroe de Agua Caliente 4

Saravia, Atanasio G. Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya, pp. 75, Librería de Manuel Porrúa, Mexico, 1956. 126


ascendió el escalafón de dios certero y justo, balacero honrado, vengador ilustre, originario de un pueblo sureño donde ahora venden unas ciruelas dulces y olorosas que frescas y con sal de cuajo saben a gloria”. 5 La tesis del autor del “Güilo Mentiras” sobre la ascensión a “dios certero y justo” que le aguardaba al Gitano el día de su muerte fue causa de preocupación para el Estado Mexicano, pues en su excarcelamiento prematuro intervino el entonces Secretario de Gobernación, Luís Echeverría, y su custodia estuvo a cargo del mismo gobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis, para convertirse en el primer criminal en hospedarse en la Casa de Gobierno y tenía asignado para su custodia a un supuesto militar 6 . Antes de su muerte en 1963 ya eran populares varios corridos donde se glorificaban sus correrías. No consiguió el matón su última voluntad de ser sepultado al lado de Manuel Echeagaray, su cómplice en la muerte del gobernador Rodolfo T. Loaiza, el domingo de Carnaval de 1944, quien a su vez pagaba cuentas pendientes por el asesinato de Poncho Tirado, su contrincante al cargo de gobernador, en hechos ocurridos el 16 de julio de1936 (H. Sinagawa, El Sol de Sinaloa, 2007). Sánchez Celis dijo a los deudos de “El Gitano” que no podía entregarles el cuerpo por temor que se fuera a “alborotar” la gente del Sur de Sinaloa con tumultos populares. Los restos de “El Gitano” descansan hoy en una tumba desconocida en las afueras de Culiacán, en un cementerio que fuera propiedad de Carlos Sánchez Celis, hermano del gobernador. Los deudos desconocen su localización y sólo unos cuantos presenciaron el sepelio 7 . El asunto funcionó, no existe un “San Rodolfo/Gitano” aunque cumplía con los requisitos ya que en vida cotizaba entre las damas, ya que tenía amores en Mazatlán por el rumbo de “El Habal” y más al sur en el poblado de Potrerillos, municipio de Rosario. Le faltó el requisito de haber sido sacrificado por el gobierno como le sucedió a Malverde y al indio Bachomo quien fue “santificado” también con un túmulo de piedra. La adopción de los “narcos” del rito malverdiano se debe a la percepción ancestral y sagrada del espíritu guerrero de los descendientes de la región de Topiamé. En parte esto se puede apreciar escuchando corridos como el de “Se les peló Baltasar” y su complemento: “Mataron a Baltasar”. 5

Dámaso Murúa, Éxodo de la Perla, pp. 201. Loaiza y el Gitano, José María Figueroa Díaz, Imprenta OnceRíos, Culiacán 1998. 7 Información personal del Arquitecto Poncho Tirado, Sábado de Mal Humor, 2009. Según él, la muerte del Gobernador Loaiza durante un carnaval mazatleco fue en venganza por el asesinato político de su padre Poncho Tirado. En opinión de muchos, Poncho ha sido el mejor alcalde que ha tenido el puerto. 127 6


Culiacana El historiador Lesley Bird Simpson, basándose en observaciones topográficas y climáticas, sostiene en su obra “Many Mexicos” (Berkeley 1941, 3ª ed. 1959) que no existe un sólo México sino varios. Uno de ellos es la Villa de San Miguel de Culiacán, hoy convertida en ciudad capital de Sinaloa y fundada en nombre del Reino Español y de la Santa Iglesia Apostólica y Romana por Beltrán Nuño de Guzmán el 27 de septiembre de 1530. Algunos cronistas señalan que su antigüedad se remonta al año 627 de nuestra era, época aproximada a la emigración Azteca hacia el Valle de México(648) 8 , lugar donde fundaron otro Culhuacán, referente que utilizaría Beltrán Nuño de Guzmán para armar la expedición de saqueo y devastación por el noroeste mexicano, pensando que iba a encontrar otra Gran Tenochtitlán. Cortés haría lo mismo, pero con los ojos puestos en el “País de las Perlas” en la Baja California. Conquistada la tierra, el obispo Andrés Pérez de Ribas se queja de que el Sinaloa que encontró era “... una selva de fieras y una cueva de los demonios, donde habitaban millares de hechiceros. Era un monte espeso de breñas, un eriazo donde no nacía planta que diese fruto, sino espinas y abrojos. Era peor que Egipto, cubierto de tinieblas palpables.” 9 Algunos autores sostienen que el mito de Huitzilopochtli, el dios guerrero de los aztecas, se originó en la región de Culiacán mucho antes de haber migrado hacia el sur. El mito proviene de las hazañas de un guerrero y su símbolo es un colibrí, labrado en una roca en la sierra. Sahagún lo describe como un dios entre los mesoamericanos y le llama Uitzilupuchtli que “fue otro Hércules, el cual fue robustísimo, de grandes fuerzas y muy belicoso, gran destruidor de pueblos y matador de gentes. En las guerras era como fuego vivo y muy temeroso a sus contrario…” 10 Uno de los contrastes con los que se topa uno al visitar la capital sinaloense es que a pesar de su linaje colonial, esta no conserva vestigio o monumento alguno de la época y si los hubo desaparecieron con el paso del tiempo. Lo poco que sobrevive pertenece al siglo XIX. Si bien los vestigios físicos sucumbieron, no así las costumbres y ritos de sus pobladores cuyos modos y habla peculiar emanan de tiempos muy

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El Chicomoztoc de Culiacán Pérez de Ribas, Los triunfos de nuestra santa fe (1645), pp. 157 10 Sahagún, Fray Bernardino de, Historia general de las Cosas de la Nueva España, Tomo I, pp. 57, Dastin, Historia, Madrid, 2003. 128 9


remotos. Un documento del siglo XVI escrito en latín, describe a sus pobladores de la manera siguiente: “Esta provincia de Culiacán es parte del reino de Nueva Galicia. Descubierta durante el imperio de Carlos V, año mil quinientos treinta. Hay solamente una colonia española, llamada San Michaelis. Hay muchas aldeas, construidas libremente por sus habitantes antes de la llegada española, sin rendir obediencia a ningún rey o príncipe. La región cuenta con lo necesario para ser fértil. Una gran abundancia de plata se extrae de las montañas. Los habitantes son adictos a guerrear y al latrocinio (…) la gente que habita más hacia el interior vive de la caza. Van desnudas, y cubren solamente sus partes privadas con un pedazo de algodón. Hay diversos idiomas y lenguas. Duermen la mayoría al aire abierto. Son gente paupérrima”. Del año de 1627 nos llegan noticias de cuatro culiacanas mulatas viudas y de oficio parteras que fueron juzgadas por la inquisición por los cargos de hechicería, a dos se les acusó de arrojar reliquias religiosas para que la paciente arrojara la placenta, a la otra por practicar aborto y a la última por producir el “mal de amores” por encargo. 11

Lo remoto y aislado del asentamiento motivó que sus moradores blancos mantuvieran costumbres como la de casarse entre primos hermanos, los ejemplos abundan. El gobernador Francisco Cañedo se casó con una señora de apellido Batiz Batiz, costumbre que continúa en tiempos presentes. Ireneo Paz (Abuelo de Octavio Paz) anduvo por allá durante su desempeño como Secretario de Gobierno con el general Domingo Rubí, y se quejaba de haber “vivido seis meses, nueve días, veinte horas y 27 minutos”, en un Culiacán donde “se conservan muchas tradiciones y muchas costumbres que recuerdan la época Colonial” 12 Por el lado de la educación, para una ciudad como Culiacán que pregona su antigüedad, las primeras letras españolas no entran ahí sino hasta 1783. Esto según Fray Antonio María de los Reyes, Primer Obispo de Sonora y California, quien escribió lo siguiente: “En esta noticia o descripción de las misiones se manifiestan los desarreglados vicios en que generalmente viven todos los habitantes de estas provincias de Sinaloa y Sonora en cuya gobernación, se numeran ciento noventa pueblos de españoles y de indios; y parece increíble que hasta el año próximo de 83, (1783) en que entró el obispo no se hubiere establecido una sola escuela de primeras letras ni el más leve ramo de 11

Castro Juan Carlos, Culiacán de Colección, (1999) Ireneo Paz, Algunas Campañas, Tomo II, 1884. Edición de 1990. Gob. del Estado de Jalisco, pp. 8, 9. 129 12


industria y aplicación a las muchas proporciones que les ofrece el fértil terreno de estas provincias, desde el algodón, añil y grana que se cría sin cultivo.” 13

La creación del Colegio Civil Rosales en Mazatlán, que luego se trasladó a Culiacán, fue planeada para gente pudiente. Desde la Revolución hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas, en algunos estados el analfabetismo alcanzaba casi el 90% y no fue hasta 1960 cuando el número se redujo al 35%. Datos recientes reflejan más de 100 mil analfabetas en el estado, 340 mil sin concluir la primaria y casi medio millón la secundaria. Estos datos explican el impacto de la ausencia de las letras, entre ellos el de la violencia. Por otro lado la caída de inversión en educación al 4.1 % del PIB, muestra que la educación no es prioridad para un gobierno que busca privatizar en lugar de fortalecer la educación de sus ciudadanos. Para el visitante actual, Culiacán es todo un cosmos de modernidad donde sus habitantes viven sometidos a los designios del tráfico vehicular, los avances tecnológicos, la agricultura y el impacto económico y cultural del narcotráfico. Uno tarda poco en descubrir que debajo de ésto, el común denominador del devenir ciudadano se mueve alrededor de ritos y mitos como dijo el escritor Juan Macedo “… es una ciudad de milagros y milagreros. Desconcertante, repulsiva, hermosa en sus zonas verdes, en sus parques y jardines...”. Sus milagreros persisten en el hábito de “echar las cartas”, practicar “los amarres” que consisten en hacer que el compañero sentimental nunca pueda fijarse en otra mujer; “El endulzamiento”, donde la mujer recobra de su esposo o amante el amor perdido. Dice Margarita, “santera certificada” cuclichi y conocedora de lectura del tarot, que un “amarre” se cotiza en $ 3mil pesos y el “endulzamiento” en $1,500. Existe una multitud de servicios adicionales, que por lo extenso del tema, requiere investigación aparte. Las damas de Culiacán son famosas por el uso constante del insulto verbal. Sólo como detalle va esta anécdota: hace ya un buen tiempo, en una fonda del Mercado de las Flores, tuvimos nuestro primer encuentro con una culiacanense. Al pedirle a la mesera que aseara la barra, ésta lanzó un trapo húmedo y sucio mientras decía: “pos límpiala

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Esqueda, Carlos, Lexicon de Sinaloa, Ed. Privada. Prefacio pp. vi, Guamuchil, 1961. 130


tú”. Tomamos aquel desplante como quien decide jugar una broma a un desconocido, por lo cual le respondimos en tono sarcástico: -- “Con ese modo nunca te vas a casar”. La respuesta no se hizo esperar y con su acento regional espetó: --“¿Y quien dijo que me quiero casar? ¿Yo pa’ qué chingados quiero marido? --¡Yo lo que quiero es un querido!, Además no limpio porque soy la tortillera; no la mesera. En otra ocasión y en una tienda de ropa, curioseando y viendo unos coloridos pañuelos, sentí la mirada de una vendedora. Era joven y muy bella. Antes de que pudiera preguntar algo, la mujer soltó la expresión: “¿Tan’ bien chingones, verdá?”. Nunca había escuchado tal expresión como técnica de ventas. Ese modito de hablar, lo admiten en Culiacán, delata a muchas que incluso cuentan con educación superior. La amiga “Santera” opina que hay pocas mujeres en México como las de Culiacán, especialmente cuando incursionan en el crimen organizado, pues llegan incluso superar a los hombres en violencia. Es de ahí donde surge la inspiración de Pérez Reverte. Sus amantes deben de ser muy cuidadosos de que no se enteren de sus traiciones porque va de por medio la vida de la otra o de ambos. ¿Camioneros o Arrieros? Otro aspecto donde se manifiesta la herencia o el temple social de los habitantes de Culiacán, es la forma de conducir sus coches. En una ciudad que ostenta el primer lugar en vehículos per cápita en el país, el atravesar una calle en un día de verano se convierte en una odisea para el peatón. Entre la multitud de vehículos que circulan por la ciudad, dominan con su tamaño los camiones de pasaje. La mayoría de sus conductores, en su manera de conducir recuerdan las crónicas que describen el trato despiadado o el manejo sutil con el que los antiguos arrieros conducían sus bestias de carga; que sufrían latigazos, maltrato verbal a gritos para mantener el rumbo y velocidad o para detener su marcha. El camionero ya no usa látigo como su antecesor pero utiliza la fuerza física en la transmisión y produce un estruendo en su engranaje en cada cambio de velocidad. Hace rugir el motor al tiempo que acciona una corneta de aire, que acciona con una tira de cuero a lo largo de su ruta; y utiliza la corneta para saludar a los amigos, o recordarle a la madre a todo aquel que obstruya su camino. 131


Otro estruendo no menor son los frenos de aire usados constantemente para atemorizar a otros conductores y peatones por igual y cuando por fin se detiene a recoger o bajar pasaje, lo hace con brusquedad, los pasajeros suben y bajan aprisa pues mientras lo hacen, el conductor acelera impaciente, para continuar su loca carrera. Lo anterior es amenizado con estridente música, en un ambiente oscurecido por vidrios polarizados, tapicería, cortinas, polvo y el humo del cigarrillo del mismo conductor o pasajero, sin importar el anuncio “Se Prohíbe Fumar”. En medio de toda esta bulla destaca lo sagrado: casi todos los camiones cuentan con iglesias en miniatura con sus torres, cruces y luz interior que se enciende al accionar el freno y al pie de la cual se colocan las monedas; los alrededores del chofer van colmados de calcomanías ya de un Cristo sangrante, ya de una guadalupana adherida al cristal. El Santuario de Malverde A la capilla que honra el ánima de Malverde, acuden a diario cientos de fieles, hombres y mujeres de todas las edades, locales y foráneas con el fin de pedir algún favor, “pagar una manda” o simplemente para demostrar su devoción. Como el recinto no es uno que obedezca cánones dictados desde Roma u otra institución, convergen todo tipo de prácticas religiosas, desde las indígenas con sus flores, la veladora representativa de la vida eterna y que se cuentan por cientos; otras ofrendas consisten en donativos en papel moneda y dólares que se pueden observar pegados a las paredes; otros traerán un grueso torzal de oro. Alguien contó haber visto una pistola de grueso calibre con cachas de oro. Un ex policía de la judicial confió que en una ocasión participó en una confiscación de una ametralladora R-15 que alguien había ofrendado. Anécdotas provenientes de personas que han recibido favores de Malverde confirman que ahí acude también una multitud de personas a pedir cosas que nada tienen que ver con el narcotráfico. Una proviene de Laura Medina, una respetable dama propietaria de una de las pocas librerías en Mazatlán; ella comentó que su primera visita la hizo hace muchos años cuando todavía podía uno viajar en tren de Mazatlán a Culiacán. Durante el trayecto un amigo suyo, conductor del ferrocarril, le suplicó que le hiciera el favor de asistir en su lugar para pagar “una manda” a Malverde; sus obligaciones no le permitirían abandonar el tren. Laura aceptó el encargo y así fue como “incluso antes de llegar a mi casa, acudí a encender una veladora a Malverde en su capilla”. Aurora Pano, a quien conocemos desde la infancia, cuenta que en una ocasión fueron a Culiacán en compañía de su madre Lolita a visitar a Malverde. La madre sabía de sus milagros para conseguir novio a las 132


solteras y se llevaron a Toñita, una vecina y compañera de penas. Según Aurora, a la semana Malverde había logrado que Jorge, su actual marido, la cortejara. Su amiga también consiguió novio y hoy las une aquella experiencia que sellaron con un compadrazgo a través de sus vástagos. Malverde y sus mitos Malverde fue supuestamente un apodo que adquirió el bandolero, por usar un disfraz con hojas de árboles durante sus fechorías, a manera de camuflaje. De acuerdo a sus estudiosos, Malverde se llamó Jesús Juárez Mazo. Es revelador que lleve el mismo apellido de Benito Juárez (1806-1872) y que se asemeje al de su esposa Margarita Maza, por la carga simbólica que entraña, pues el Benemérito de las Américas fue el primer indio en alcanzar la presidencia de la república. En Malverde converge el sincretismo y a la inversa del creado por el obispo y fraile franciscano Juan de Zumárraga con el mito del Tepeyac, lugar donde los naturales adoraban a la diosa Tonantzin, nuestra madre nativa, a quien se le llamaba así porque todas las diosas del altiplano como Teteo innan (nuestra madre), Toci (nuestra abuela) y otras se unificaban en una sola personalidad: Tonantzin 14 . En la investigación que Rius hizo de la guadalupana dice que “la fecha principal de la fiesta a la diosa Tonantzin era el 22 de Diciembre en el antiguo calendario”. Por su parte, Malverde, dice el mito, nació el 25 de Diciembre (otras fuentes dicen que el 24); en todo caso la fecha se liga a Jesucristo, y a su vez coincide con la tradición neolítica del solsticio de invierno. Malverde murió, según los decires populares, hace un siglo: el 3 de Mayo de 1909, día de la Santa Cruz, fecha con alto simbolismo en la cultura indígena y además uno de los iconos más antiguos de la humanidad. Según la tradición católica, es el emblema del cristianismo y resume toda la obra de redención, es una señal del cristiano, pues representa a Jesús entregando su vida por quienes creen en él 15 . De su lado, en el culto indígena representa los cuatro rumbos; es conocida la colocación de una piedra en las encrucijadas de los caminos. Como ya hemos dicho, las piedras que ahí se colocaban habrían de servir de asiento a los dioses, por lo que la piedra constituía una ofrenda para que éstos se sentaran y no persiguieran al caminante. El 3 de Mayo era el día en que los indios salían a bailar junto a los ríos, los arroyos y el mar, para que los dioses le pusieran fin a la 14 15

El Mito Guadalupano, Rius, pp.21, Grijalbo, 6ª reimpresión 2004. Enciclopedia RIALP pp. 775 133


sequía característica de esos meses. Si todo salía bien, las lluvias llegaban el 24 de junio, misma que a través del sincretismo católico se inserta a San Juan Bautista en la tradición indígena para sustituir a Tlaloc, dios de la lluvia. Una de las fiestas más populares en el sur de Sinaloa es la fiesta de la primavera en el antiguo mineral de El Rosario, La celebración originalmente se llevaba a cabo al otro lado del río, en el cruce del camino rumbo a Matatán; en ambos márgenes del río existen sendas capillas con una antigua cruz. Según uno de los pobladores, ahí bailaban los indios cada 3 de mayo y al otro lado, en lo alto de una loma, se encuentra en el edificio más antiguo de El Rosario, la cruz más antigua en el Noroeste mexicano. Más al sur y por las mismas fechas, el pueblo de Escuinapa, que antes pertenecía al El Rosario, celebra sus tradicionales Fiestas del mar de las Cabras. Ahí la gente acampa en cabañas construidas de palma, se bañan en el mar y desde luego bailan día y noche durante toda una semana. Según Arturo Lizarraga, el mito y la santidad de Malverde tienen su origen en individuos del bajo mundo que no tenían a quien acudir con sus plegarias. Era tal su marginación social debido a su pobreza o criminalidad, que no les permitía siquiera acudir a una iglesia a elevar sus plegarias. No se relacionaba con el “narco”. Eso vendría después. Distintivos Sagrados Respecto del escapulario, es común que personas en México aún lo usen. A veces en los primeros días de la infancia para evitar peligros de muerte a causa de alguna enfermedad, aunque también se utilizan para ahuyentar posibles maleficios. En los tonos del busto de Malverde predomina el negro. De acuerdo a Jung, es la tonalidad de la introspección y la muerte, en este caso la del santo sacrificado. El blanco de la camisa representa nueva tierra, libertad e inocencia y esto esto evoca la espontaneidad y la naturalidad de la magia de Malverde, cualidades ausentes en el panteón de los santos católicos, pues requieren de elaborados discursos, rezos y penitencia, entre otras consignas. Para hombres y mujeres de toscos modales, amenazados, urgentes de ayuda y desprovisto del gusto por las oraciones prefabricadas como las que se venden en las afueras de los templos, las formalidades de ese tipo de mensajes salen sobrando. 16 El culto a Malverde es algo que intriga a cualquiera que llegue a su capilla. Lo primero que resalta es su existencia justo frente a la 16

Jung en Weiz, Op. Cit. 134


“Unidad Administrativa”, enorme mole de concreto que representa el poder terrenal y central de Sinaloa. Es ahí donde el ánima del “Santo Bandido” cumple una función que no difiere de los santos de las iglesias. Era necesario apersonar el espíritu de Malverde (persona proviene del vocablo griego personando), es decir, resonante. 17 El material narrativo del drama de Malverde se adhiere tanto al atuendo del actor como a su función dramática, indispensable para el funcionamiento de las prácticas mágicas que habrán de seguir su curso. Este tipo de “endemoniada” manifestación, fue lo que frailes jesuitas, franciscanos y agustinos, intentaron desterrar durante la fallida conquista del noroeste mexicano. El fenómeno es evidencia de que el mundo mágico precolombino está vivo 1 “siempre y para siempre”. Así lo confirmó el jesuita Mariano Cuevas, erudito en estas cuestiones, quien admite que los frailes fracasaron en su vano intento de desterrar miles de años de tradición porque “desgraciadamente ni ellos, ni sus sucesores han podido desarraigar la idolatría”. 18 O como dijera Charles Borden, experto en asuntos de la frontera norte: Malverde, si existió o nunca existió, existe absolutamente como fuente de socorro para toda la gente de Sinaloa. Él forma parte de la cultura… 19 De última hora, antes de concluir este trabajo llegan noticias de que en Tijuana se ha derribado una capilla que guardaba un busto de Jesús Malverde. También derrumbaron otras cinco dedicadas a la Santa Muerte, sin que ninguna autoridad se responsabilizara de los hechos. En el mismo tenor, en Nuevo Laredo se destruyeron más de 30 donde se veneraba a la Santa Muerte; la versión de la prensa dice que oficialmente se hizo con el apoyo de fuerzas federales, asistidos por empleados de la SCT y la alcaldía con maquinaria pesada. 20 Pero el mito y sus significaciones prosiguen como parte de la vida, y de la cultura.

17

Opus Cit. pp. 21 Llaguno, José A., S. J. La personalidad Jurídica del Indio (1585) Introducción. Ed. Porrúa, Mexico, 1963. 19 Borden Charles, Down by the River, pp. 115. Simon & Schuster, 2002. N. Y. Traducción mía. 20 Información de Grupo Reforma en www.terra.com. 25 de marzo de 2008. 135 18


ELVA GARCIA: EL ARTE DE LA ESCULTURA

Elva García es una artista plena, que anda por la vida sin escándalos ni aspavientos. Pero todo en ella es obra y arte. Produce, crea, cría, esculpe, talla, moldea, forja, imagina, colorea, ilumina, enseña --en un intimista, largo e intenso proceso frente a sus materiales, aceites y objetos que paulatinamente van adquiriendo forma y se van llenando con los legados de su propia vitalidad--, y sin necesidad de los reflectores y 136


los decires y los faros y foros y luces artificiales mediáticas a los que se suele acudir ahora en las esferas de la cultura y la creación artística. Nació en Sinaloa. Radicada desde hace varios lustros en el luminoso puerto de Mazatlán, amante irresistible de las artes todas, su vida y su obra escultórica se parecen con plenitud: perenne realización de una mujer prodigiosa sobre la orfandad de la existencia social, en particular de un país y una región. Pareciera que su trabajo --porque amén de sublimación es laboriosidad y dedicación en la vigilia y el sueño-- es una obra creativa propia de la ilusión y la fantasía. Pero no es sólo eso. Es también producto del conocimiento de la historia humana, y de un acucioso, paciente y angustioso aprendizaje metodológico y técnico en torno al arte, y en especial de la escultura. Si alguien piensa que la labor artística, en cualquiera de sus disciplinas y géneros es sólo hedonismo, gozo o placer, se equivoca de manera rotunda; más bien es un doloroso duelo, mortal, con los demonios y dioses de los sueños, los ensueños y las subjetividades frente a las realidades brutales de la existencia. En ello, a veces, sólo muy pocas veces, sobrevive el arte. La obra de Elva se caracteriza y se distingue por una estilizada y pulcra formalización, en tamaños, dimensiones, estructuras y coloridos de diferente índole. Desde las evocaciones clásicas, con dejos orientales, griegos o romanos, se imbrican con valiosas herencias artísticas de los rincones más apartados o más visibles del planeta; pero de tal bagaje realiza sus propias proyecciones, que le otorgan un sentido de cercanía emotiva, sensible y humana a sus complejas y muy elaboradas concreciones. Bronce, terracota, piedra, madera, barro, yeso, estuco, resina, cemento, más los consabidos químicos y aceites de la plástica, son algunos de los materiales con los que se ha habituado a convivir, transformando la materia inerte en obras que adquieren, con el prodigio de sus manos y de su inspiración, signo, sentido, símbolo y significación para el enriquecimiento de la cultura y de la sensibilidad, como representaciones de un mundo, de una sociedad y de un tiempo. Nunca se cansará de admitir que su gran maestro ha sido el artista Sergio Flores, oriundo de Jalisco, aunque avecindado también en la ciudad porteña desde hace muchos años. Pero de ahí, de los afluentes de su aprendizaje, ella asumió y agitó su propio vuelo con las alas que le han dado el esfuerzo, el talento y la genialidad. Sus obras, la mayoría de ellas portentos de creatividad y estilo, viven ya fuera de Sinaloa y de México. Pero también se ha dado su tiempo para deslumbrar con sus exposiciones algunas salas de exhibición artística. Tener el privilegio de abrevar en la sensualidad de las emanaciones de sortilegio de las extasiadas obras, que llevan el sello indubitable e inconfundible de la mujer y la artista en el 137


ensamble mutuo o quizá en la levedad y el guiño sutil del autorretrato, generan no sólo emoción y conmoción, sino el prodigio de la revelación. Y ésta es precisamente una de las maravillas misteriosas e impactantes del arte, en la medida en que posibilita la llegada o la elevación del espectador hacia los etéreos oasis de mundos o dimensiones inexistentes, pero que forman proyecciones vitales de los ensueños y las utopías, los ideales y las esperanzas, de hombres y mujeres que aún sueñan en esa abstracción llamada humanidad. Como aspecto contrastante a la temática que hemos tratado en este número de la revista, relativo al ambiente hostil y enrarecido por la violencia que se padece en algunas áreas de América Latina y en especial lo que se vive en la región, mostramos un oasis o un paraíso de esa otra obra que se realiza en Sinaloa. Sencillamente es un honor admirar y fundirse en los destellos significativos de nuestra amiga Elva García, a quien no podríamos entender, personalmente, distanciada de la trilogía indivisible que constituyen “ella, el arte y la escultura”. Los siguientes versos son un modesto reconocimiento y una mínima muestra de afecto, como silabarios que volaron vestidos de morfemas bajo la perenne llovizna de la brisa, durante su primera y deslumbrante exposición artística, que presentamos hace ya algunos ayeres en las salas del Museo de Arte, en el Centro Histórico de Mazatlán (Nery Córdova).

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“Misterio y sublimación” A Elva García, claro

Nery CORDOVA I Era como mirar y levitar en un ensueño ¿O era la arquitectura del alma escondida Entre las pieles y placentas de la tierra? Desde la significación placentera de sus yemas Parecía que Ella La Mujer que gobernaba los secretos Y los silencios de su propia soledad Hacía filigranas Con las llagas y los demonios De su espíritu bañado y esculpido en arte Pero hacía simplemente actos de belleza Con toda las gotas de su alma encendida Y estilizada y sublimada En la profunda labor de las gestas de sus manos Indomadas Obnubilada en la formación de un mundo Hacia una estética de los pozos y las pieles del cielo Entre la secrecía de sus misterios de la vida Y hacia la poderosa sangría de la idealización: Vivir en esas redes de las sonrisas de la luna En cada instante con sus criaturas y sus tiempos De pasión y de crítica y de exaltación Retrataba al ser y al quehacer con todo y sus delirios Con todo y sus miserias Y mientras se exultaban solas sus obras prodigiosas Crecía ella también poro a poro Con esa mirada sugestiva y suya Con sus halos y sus emanaciones de nubes distantes Desmesuradamente linda mientras se expandía Como dueña de sus mismos sueños Como dueña del cielo y de otras galaxias Y del afecto de los suyos y los ajenos Rociando con los hálitos de su corazón 139


Con el arte extraño y de otro mundo Entregada a las paredes de las noches y los días Flirteando con la savia y la magia de sus venas Y en la suave gestión de sus divinas gracias Ha proseguido moldeando y cuidando Como ave y como reina y como flor Sin que nadie le pida cuentas Y sin que nadie diga en un instante Cómo es que se ha arreglado con la vida Construyendo sus grandezas De barro y tierra y de color y agua O metales de los fondos de la tierra Y figuras nacidas del alma de las montañas Y de piedras labradas y arenas milenarias Del tamaño y de las esencias mismas De los ríos que corren en su corazón II En las obras prístinas y las furtivas Te vi y aprendí a mirarte como ave y girasol Con la paciencia de un cazador sin armas Eras floreciente en la desmesura Cuerpo y alma de lirio y escultura Aliento de mar y paisaje y bosque Hermosa como tu propia estatua viva en paz Bella en el canto de la poiesis Con tu textura de otra dimensión Untada a mi alma de pagano Más elegante que la esteta Que se hundió de pronto y en silencio En las estructuras imposibles de la mente Extraordinarias las evocaciones arrancadas A viejos amores y añejas penas y aflicciones Los dolores humanos y sus perversiones Cristalizada en la fina elegancia de la musa Desde el estuco y el yeso y las lágrimas Que ocupan también las nubes de mi vida Las invisibles del Olimpo Mas visibles en la historia de nuestras cosas tristes Y de nuestras viviendas de amores muertos 140


Que sigues edificando para la memoria Porque algunos no sabemos más Que clamar al lamento y a las quejas y al llanto Y tú con la paciencia y la sustancia Y en la libertad de la artista plena Con todo y los arrebatos pulcros En el elíxir del ars y la sabiduría Y la frecuencia de tu ansiedad Y con los gritos de tus manos y tu piel Que le dan al cercano entorno odas de creación De verso y viento y roca Tallada de frenesí y armonía Desde el espíritu y la sangre Y los pliegues ardientes de tu corazón: Entregada bajo las miríadas del Universo Con el infinito placer por ejemplo De tu pequeña grandeza de Diva y Diosa Amando extasiada al tiempo Pues sabes que al mundo no llegan Los seres verdaderos Sólo para tener o poseer Sino fugaz y eternamente en el misterio Sólo soñar para poder vivir.

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