La buena y la mala política requieren de valores diferentes, personas diferentes, acciones diferentes. Tan diferentes son la una de la otra, que, quizá, a la primera convenga llamarla política, con todas sus letras, y, a la segunda, antipolítica. Nosotros nos hemos desentendido de aquella. Sin embargo, si no tratamos de acercarnos a la buena política, y conocer su naturaleza y desafíos, nos volveremos cada vez más desconfiados y apáticos, y dejaremos la puerta abierta para que la antipolítica guíe nuestras vidas.