FACTUM - Revista Literaria No.20

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FACTUM REVISTA LITERARIA

marzo, 2015. NO. 20.

Biografía: Emily Brontë Creación: Fernanda López, Angel Camaño Andrade, Ikeli O’Farrell, Santiago Gardinetti, Kim Bertran Canut, Fernando Bermúdez, Zambra, Fabián Luna, Silvana Alexandra Nosach, Jonay Castro Casañas, Gerardo Artaza, Zafiro Merlión, María Silvia Belot, César González Villegas, Gemma Cardera, Gema Lutgarda, María Elena Espinosa Mata, Uriel Aarón Cadena Torres, Gabino G. Ocampo, Rosa María Bodas Pérez, Dante Vázquez M., Elvira Ávila, Mariena Padilla, Silvia Alicia Balbuena, Javier Quezada, Adriana Flores Tanguma, Ignacio Hernández Macias, Carlos Ortega Pardo, Andrés Restrepo Gil, Hugo Polanco Bohórquez y Andrés Aguilar El Fragmento: F. Scott Fitzgerald






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CONTENIDO biograf铆a

Creaci贸n

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el fragmento 82

libros

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Presentación Decía mi abuela que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el cabello; de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar hasta el resto del cuerpo; había que tener cuidado de que la tristeza no se metiera en los ojos pues los harìa llover, tampoco era bueno dejarla entrar en nuestros labios pues los obligaría a decir cosas que no eran ciertas, que no se meta entre tus manos- me decía- porque puedes tostar de más el café o dejar cruda la masa; y es que a la tristeza le gusta el sabor amargo. Cuando te sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza. Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces del ahuehuete y suave como la espuma del atole. Que no te agarre desprevenida la melancolía mi niña, aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia. No la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, porque fluirá en cascada por los canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo. Trenza tu tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza… Y mañana que despiertes con el canto del gorrión la encontrarás pálida y desvanecida entre el telar de tu cabello.

Paola Klug

https://paolak.wordpress.com

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Biografía

Emily Brontë Emily Jane Brontë nació el 30 de julio de 1818 en Thotnton, cerca de Bradford, Yorkshire (Inglaterra). Era hija de un sacerdote irlandés llamado Patrick Brontë, nombrado rector de Haworth, un pueblo de los páramos de Yorkshire al que desde entonces quedó ligada la familia. Su madre, Mary Branwell, falleció en 1821. Sus hermanas Charlotte (1816-1855), Anne (1820-1849) y su hermano Branwell (1817-1848), nacieron en Yorkshire. Al morir la madre Charlotte y Emily fueron enviadas con sus hermanas mayores, Maria y Elizabeth, al colegio de Clergy Daughters, en Cowan Bridge, donde cayeron enfermas de tuberculosis. Maria y Elizabeth volvieron enfermas a Haworth y murieron de tuberculosis en 1825. Por este motivo y por las pésimas condiciones del colegio la familia sacó a Charlotte y a Emily del internado. En 1842 quisieron abrir una escuela privada y, para mejorar su francés, Charlotte y Emily ingresaron en un internado privado de Bruselas, pero la muerte de su tía, que se encargaba de la casa de la familia, las obligó a volver. Emily se quedó como administradora de la casa, y Anne se puso a trabajar como institutriz con una familia cerca de York, en la que también entró a trabajar su hermano de profesor particular. Emily escribía hermosos poemas, que luego de ser descubiertos por su hermana Charlotte, fueron publicados. La poesía de Emily Brönte ha sido reconocida como una de las mejores de ese siglo, y sigue siendo admirada por su originalidad, su lírica y sus imaginativas referencias personales. En 1831 Emily y su hermana Anne, comienzan a escribir conjuntamente lo que ellas titularían La saga de Gondal, ya que la literatura y la poesía en plan creativo, tampoco le era ajena a la familia Brontë. Las muchachas escribían poemas y novelas. Poemas que finalmente se publican -eso sucede en 1846-, financiados por ellas, bajo seudónimo masculino: Currer, Ellis y Acton Bell –las iniciales nos revelan quienes eran sus autoras-, de cuyo libro sólo se vendieron dos ejemplares. Después, cada hermana se embarcó en una novela. La primera que se publicó fue Jane Eyre (1847), de Charlotte, que tuvo un éxito inmediato. Agnes Grey, de Anne, y Cumbres Borrascosas, de Emily, aparecieron más adelante aquel mismo año. Durante mucho tiempo la crítica descalificó Cumbres Borrascosas. La intensidad de su sentimiento y la brutalidad de los personajes, las energías primitivas de amor y odio que impregnan la novela fueron juzgadas como salvajes y burdas por los críticos del siglo XIX. Gran parte de su vida y sus últimos años, Emily, los dedicó a escribir su única y máxima obra y al cuidado de su hermano Branwell, un hombre atrapado por la bebida y el consumo de opio. El 24 de septiembre de 1848 muere Branwell, y el 19 de diciembre de 1848, Emily Brönte fallece de tuberculosis. Su hermana Anne, que en 1848 publicó su segunda novela “La dama de Wildfell Hall.” falleció al año siguiente. Charlotte, después de la muerte de sus hermanas, quedó viviendo sola con su padre, y dedicándose a la literatura. La obra maestra transcendental de las Brönte es casi con toda seguridad la novela de Emily, Cumbres Borrascosas, una historia de amor apasionado en la que los principios irreconciliables de la fuerza y la calma terminan por armonizarse.

Sus obras: -Poemas por Currer, Ellis y Acton Bell. -Cumbres Borrascosas.

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“Aunque él la amase, con toda la fuerza de su mezquino ser, no la amaría tanto en ochenta años como yo en un día.” Emily Brontë F A C T U m - Revista Literaria

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CREACIÓN

La otra

La otra. La que no tenía nombre. La que ahora tiene hasta doble apellido. La otra. La de los ojos café, la de la boca que te besa, la del pasado compartido. La otra. La de los infinitos rostros que nunca fueron el mío. La otra. La que te quiere, la que querés, la que te tuvo y te vuelve a tener. La otra. La que fue, la que es, la que quizás no sea. La otra. La que te quita el sueño. La que te aleja de mí. La otra. La que es ella, la que no soy yo, la que tal vez es cualquiera. La otra. La que no es otra porque para serlo yo tendría que ser la que amaras más o la que amaras menos o la que amaras distinto. La otra. La que no es otra porque para serlo yo tendría que ser a la que ubicaras en el primer lugar en tu lista de prioridades o a la que engañaras o a la que no quisieras lo suficiente. La otra. La que no es otra porque yo soy ninguna.

Fernanda López, 31 años. Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Escritora.

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CREACIÓN

dÓNDE ANDARÁS Estoy esperando de una manera lindísima tu presencia, esa fragancia que al compás de mi utopía delibera todos los sueños que están pendientes entre nuestras vidas. Te pienso, te quiero, te amo o al revés. Como tú quieras, yo te amo te quiero, te pienso. ¿Y tú? Me pregunto dónde andarás, si piensas en mí, en mis poemas, si recuerdas mi última sonrisa, si al terminar el sol su estadía por éste el rincón mío, ay mía, junto a mí estarás aliviando el insomnio de cada día. Mientras tanto yo seguiré esperando, de esta forma bonita, lindísima. Amando, amándote así no estés aquí.

Darío Alejandro, 21 años. Esmeraldas, Ecuador. Estudiante.

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CREACIÓN

CUANDO DESPIERTO Estoy cansado de este amanecer rancio que apesta el café de todas las mañanas, en las que me levanto pensando que habrá sido de ti. Si también te estorba la nostalgia para tomar el frasco de azúcar. Si también derramas un poco sobre la mesa; por la magnitud de unas manos que tiemblan (estragos del insomnio) con gran destreza. Si también enciendes tu móvil para seguirle los pasos al tiempo y consecutivamente la esperanza te abandona con un viejo poema arrugado bajo la mesa, y una taza sobre el mantel. Me pregunto… si también tú te quemas un poco los labios con un sorbo de café; sólo para recordar que todavía puedes sentir algo.

Angel Camaño Andrade, 21 años. Guadalajara, Jalisco, México. Estudiante.

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CREACIร N

V Mientras tejes unicornios, iridiscentes conejos retozan en el oscuro amanecer del silencio donde te encuentro y despido antes de abrir las ventanas. VI En cada rincรณn de ti suspirar un verso anhelo. VII Donde quiera que me encuentre imรกgenes de ti evoco: vuelas en mi mente, libre, impregnando de tu polvo nichos fantรกsticos cรกlidos, almohadas de aire astral.

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CREACIÓN

Paradas y autobuses. Yo. -Mi sueño se terminó, como se terminan las hojas de los árboles en la cuarta estación del año, como el cigarro de aquella mujer del sombrero de paja, como se terminan las noches y los días. La luz entraba por los pequeños agujeros que dejaba la persiana, pequeños como tus pupilas, redondos como tus pupilas, con radios y diámetros como tus pupilas. Me cegaba la cara recordándome que era hora de despertarse (como cada mañana), de despegarse de las sábanas a las cuales parecía estar pegado con pegamento, celo o cualquier adhesivo similar. Testigos de todas mis lágrimas, pensamientos, de todas mis historias y noches en vela. Mi ducha de las 7:45, la que me lleva acompañando más de 3 años. Con agua caliente tanto en invierno como en verano, mientras mi taza de café con leche gira cual noria dentro del microondas, esperándome. Como se espera a la mujer en el altar. Mi epidermis hablando con el otoño, diciéndole que echa de menos Marzo, Abril, Mayo, Junio, Julio y Agosto. La piel de gallina por los 10 grados de las 8:10, preguntándome a mí mismo si hoy nos veremos otra vez en nuestro lugar, en el único sitio que compartimos. En el único sitio que nos conoce. Paradas dueñas de besos por dar, Autobuses que aprendieron a decir adiós. Mis pasos me guían solos hasta nuestro punto de encuentro. Si me pierdo, ven a buscarme.

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CREACIÓN

Tú. -El despertador sonó un día más. Otro día más en el calendario por tachar, otro día de otoño en el cual mis hojas se caen, mis ganas de ir a clase y levantarme de la cama se caen. Otro día menos de vida. Espero no perder mi autobús de las 8:20, aunque se que él no se iría sin mi. Tenemos una pequeña historia por terminar, ya que los últimos asientos de este son de los pocos que se saben de memoria mi perfume. Incluyéndote a ti. Me peino, me miro al espejo y la chica del interior me mira fijamente como si la debiese algo. Me pregunta por ti, sabe que hace mucho que no nos vemos, que no nos miramos de cerca. Sabe que hace tiempo que no me miras a los labios y no a los ojos cuando me hablas. Creo que en el fondo te echa de menos, ya que solo te ve en fotos y a veces ni eso. El frío de las 8:10 hace que no me atraiga esta estación. Sinceramente porque necesito abrazos las 24 horas del día y no los tengo. Lo único bueno es que anochece pronto y puedo ver las estrellas cuando vuelvo a casa los viernes, recordando a las personas que ya no están conmigo y que están mirándome desde arriba, guiándome y protegiéndome para que nada me falte. Salgo de casa y voy hacia nuestro punto de encuentro, no se si hoy nos veremos, ya que últimamente tu sombra no roza nuestro sitio. Estoy segura de que no has cambiado de lugar ya que es lo único que nos une, lo único que tenemos y lo único que nos quedará cuando ya no nos conozcamos, cuando volvamos a ser dos desconocidos como hace dos años. Las personas se mueren pero los lugares no. Mis piernas caminan solas hacia allí, pregúntame por qué, pregúntate por que tu y no otro. Paradas que saben lo que es echar de menos, autobuses que saben como te sonrío. Nadie mejor que tú sabe donde empieza el camino. Si te pierdes, encuéntrame.

Ikeli O’Farrell, 19 años. Madrid, España Estudiante.

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CREACIÓN

Pequeños milagros cotidianos

Me gustan los ojos dormidos de las mañanas de otoño. Me gustan las respiraciones y las manos, los silencios, las miradas compasivas. Me gustan los susurros, el ruido del agua, las melodías del aire, vientos metálicos, y me gustan las sonrisas de los niños cuando ven más allá de mi incompetencia.

Santiago Gardinetti, 27 años. La Plata, Buenos Aires, Argentina.

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ojotriste

Lluvia que abates incierta desde paisaje imperecedero... Desconocido por tantos. Te miro con asombro, originas conmoción de libertad, de huida… De vagar sin equipaje. En tu gemido no concurren los ingredientes prosaicos de este universo áspero. No pienso más que en la colindante distancia ansiada por mi alma, tú te unes a la perspectiva y advierto que cada instante me voy arrimando más a ti. En la urbe me gusta contemplarte mientras la pobre lumbre se resguarda con vampiros de tela… El suelo queda brillante y vaporoso por el respirar y los tubos de escape de los vehículos. Los neones te reflejan, los fanales te manifiestan y la oscuridad de las sombras de la mañana te delata. Eres solitaria en el camino… Seré tu compañero, gritas que me aleje contigo, que examine anónimos rumbos… Que me disipe para toparme, favoreces la inspiración… Creativa, eres morriña, remembranza de tantos días y tantas noches transitadas, confidente y apegada… Te recreo tras los cristales de la guagua, llorando sentada en un tronco arcaico… No consigo relegar los pasos venideros, la música campesina, tu olor, das la vida por la Natura… Veo crecer a mi hija en el jardín como un arbolito más, ojotriste, ojomelancólico chapoteas los charcos en el barrio, en las aldeas, las montañas, las calles estrechitas y las grandes avenidas, los bancos de piedras preciosas de la aurora y los guijarros del ocaso… Aterrizas en los cielos y en las tumbas veneradas con flores plastificadas… Siempre te conmemoraré allá en lo alto del campanario, junto al heno de los pajares, la veleta y el reloj inmóvil de la torre.

Kim Bertran Canut, 54 años. Barcelona, España. Escritor- Fotógrafo literario.

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Después de ayudarlo a levantarse, el mayordomo fue a continuar sus labores cotidianas, hasta que oyó de nuevo una sucesión de sonidos extraños; eran horribles alaridos procedentes de la habitación que había abandonado. Indiferente y acostumbrado a las manías de su patrón, entró. Lo que vio a continuación lo dejo paralizado. El cuadro causante de los desvelos de su amo se hallaba vacío, lo único que quedaba era el marco áureo circundando el fondo negro. Avanzó sintiendo la opresión provocada por la incertidumbre en el pecho y se detuvo enfrente del sillón. Una náusea invadió su cuerpo. La expresión del infortunado reflejaba la agonía que había sufrido. La garganta cercenada despedía el nauseabundo olor metálico del líquido sanguíneo y la carne de los brazos ardía lentamente al estar moteada con diminutas quemaduras circulares mientras la sangre de sus ojos recorría sus mejillas púrpuras. Su amo se encontraba sentado frente a él con la templanza y porte propio de un cadáver. Al mirar de un lado al otro buscando el arma homicida observó una serie de marcas en el tapete que lo hicieron estremecerse hasta a punto del desmayo. Eran pisadas húmedas, firmes y óseas tatuadas con sangre que se dirigían a la chimenea; sobre la repisa, hallábase un objeto que el mayordomo no recordaba: Era un cigarrillo. Junto a él, posado sobre la plataforma de madera, estaba un ente de naturaleza densa y macabra, con el gesto de un ángel o un demonio, cualquiera que hubiese sido no hubiera importado. Como un facsímil corpóreo de un terror escalofriante. Estaba… Un cráneo.

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lindas lunas Te extraño, extraño tu indiferencia & tu deseo, extraño tus miradas & tus sonrisas. Te extraño aunque no deba extrañarte, solo pasa... Me quedan las noches de insomnio, me queda tu olor a manzana, me quedan tus lunares sobre mi espalda, me quedan las ganas de un beso, me quedan las ganas de mirarte mientras duermes, me quedan las ganas de morir & que mi último aliento sea entre tus labios. Lo peor es que soy un soñador & me quedan segundos vacíos, minutos constantes, horas inconclusas & un par de años luz recordándote, me lleno con tu recuerdo me quedan sentimientos ocultos debajo de mis almohadas, me quedan recuerdos de tu deliciosa sonrisa, de tus ojos tristes que son con lo que vivo ahora, me quedan lagrimas recorriendo mis mejillas por la añoranza, me quedan juegos inconclusos que espero me ayudes algún día a terminar; me quedan miedos destruidos a medias que estoy seguro volverán en el retemblé de los recuerdos. Lo peor es que muero cada noche pensando en ti, muero un poco cada día & entre cada muerte estas tú, tú acompañas mis funerales tristes & emocionantes, tu acompañas mi insomnio, tu compartes conmigo las películas nocturnas & sigues siendo con la que hago el amor, sigue ahí muriendo lentamente conmigo mientras te veo en la oscuridad & tocamos nuestros labios en braille. Te extraño tanto que no sé dónde caminar, te extraño tanto que no se si dar un paso al frente o 40 hacia tu espalda & seguiré extrañándote el resto de este amor que sigue resolviendo un crucigrama, un día de estos o un día de aquellos o un día eterno te tomare entre mis brazos & no te soltare, no querré que te vallas de nuevo & mi entras lucho por mí deseo, mientras lucho por no extrañarte es como querer que dios conteste una llamada. Me quedan historias que contar, me quedan poemas sin firmar, me queda tu mirada que quiero olvidar, me queda hacerte el amor hasta ya no volver a respirar, me queda mirarte, me quedan las ganas de quedarme entre tus brazos & estar ahí sin querer moverme, quedarme & no soltarte. Seguirás siendo el motivo de mis suspiros, el motivo de mis sonrisas al recordar esas noches tan llenas de todo, esas noches que radiaban, esas noches que se quedan entre lienzos. Entre sus sonrisas & tener la semblanza que la noche suspirara conmigo... “Lindas lunas querida, lindas lunas, donde quiera que estés, aunque no estemos juntos vemos la misma luna & ella lo sabe, sabe que te quiero & sé que te lo dirá, sé que te hará soñar conmigo”.

Fernando Bermúdez, 22 años. Chiapas, Mexico. Escritor, Fotografo y Poeta.

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CREACIĂ“N

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UN POCO MÁS VACÍO QUE UN ÁTOMO No te miento cortaré los cables. Trata de esforzarte grandes cosas comienzan en pequeño sírvete un poco quiero respuestas. Precedemos descendemos todo en plural puedes quitarte la cruz no se sabrá no hay nada en especial nadie ha creado nada ¿qué dice eso sobre mí? Un poco más vacío que un átomo ¿qué haría ahora estando tan cerca? perder la fe es menos extraño que perder 3 ceros… - el espacio muerto que siempre ocupamos no solo cabemos en el traje nos pasamos de listos. ¿A dónde vas? sólo haz volar la nave en diferente rumbo procura venir después de todo... sorpréndeme. Si vas… no existe retorno - “A buscar un milagro en una roca a mitad del espacio…” – No hay nada… buen viaje es tiempo de irnos un poco más vacíos.

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MAR

Aunque haya muerto nuestra flor - no pisaremos las raíces perpetuaremos recuerdos - el ogro no devora mis sueños este mar es inmenso. Éxtasis de mi silencio santo - un ángel rebelde desapareció aunque sea inmenso - estas ansias inundarían el sol este mar es inmenso.

Zambra. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Promotor contracultural y músico.

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PUPILAS DE OBSIDIANA En medio de la gran Tenochtitlan Huitzilopochtli (El colibrí del sur) Vuela entre los habitantes errantes. El sol sale iluminando lo que Antaño fuesen tierras de Hueytlatanis Mexicas. Donde Tlaloc (Señor del agua) Azotaba la tierra. Donde Abundaba la vegetación , Gracias a Totec. (Dios del Reverdecimiento) En medio del lago, en este Mundo lleno de lo divino Y de fuerzas invisibles, Te conocí. Tú cabello mas bonito que Las plumas de un quetzal Se enredaron en mis manos Aquella mañana. El destino nos unía, los Presagios se cumplían. Eran tus pupilas de Obsidiana las que me Enamorarían.

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Y DORMIMOS El sonido de tus cuerdas vocales La dulzura de tu canto. Parecieras quimera en el fundo del mar, Al cerrar los ojos observo poliedros Girando. Trastornas mi juicio Sin prácticas supersticiosas Abro los ojos, los calabozos se Abren. Tus labios y tu cintura, El croquis de tu cuerpo, Un cuartel militar ardiendo. Me lees un cuento al oído Y los dos caemos, poco a poco, Descendemos, te recuestas En mi pecho y dormimos.

Fabián Luna, 25 años. Distrito Federal, México.

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A Little Bird

Entrada la noche, llegó hasta mí el pequeño pájaro anunciándose con ruido de plumas y graznidos de ultratumba. Sus noticias no eran buenas, no hacía falta adivinarlo. Sentí el picoteo voraz sobre mi cuerpo, comprendí que el tiempo se había acabado. Y en su aleteo salvaje escuché a la distancia el lento deambular de las sombras que venían por mí para guiarme a mi última morada. No hicieron falta las tristes despedidas, la soledad no aguarda a su presa, sólo avanza y ataca en silenciosa venganza.

Silvana Alexandra Nosach, 38 años. Buenos Aires, Argentina. Docente.

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CREACIÓN

Ningún poema Ningún poema o sucedido de amor me ha sido jamás remunerado. Las musas de cuarta estrofa, son reencarnaciones amorfas de otras musas sin escala alguna. Los editores son como bocas sin cuerdas vocales recitando exordios para la nada. Las revistas literarias se privatizan o son nacionalizadas según le convenga al besugo regente. Los premios literarios son en su mayoría un manojo de putas de lujo con sabor a flujo editorial y plata, que sólo paladea un miserable escritor. Escribir como si fueras a morir en la mitad de un párrafo, de una palabra, con las venas seccionadas, abiertas y expulsar al re mayor al mismísimo carajo. Así debería de escribir algún día. Tan taciturno como un lector ágrafo, y sin precisar dónde o cómo duerme mi poesía. Saberme con el veneno preciso como para marchitar a los árboles de la ciencia, y a los doctores de guardia, presas de los pasillos con baldosas desveladas por el humus de la tecnología y de la mierda. Podría seguir con la liturgia de jugar a conocerme, a definirme, a justificarme verbalmente, para que uno dos tres o 400 ilegítimos lectores me evalúen, me clasifiquen y puede que hasta me den a luz en una publicación de tirada trimestral; y yo sonría, y me congratule por las palmadas y los vítores sanguíneos, y luego me maldiga, hasta contaminar este bucle incesante en donde vivo me sobrevivo me suicido y resucito.

Jonay Castro Casañas. Tenerife, España.

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Me despierta el alba, quien me lo diría que tu hermoso rostro contemplar pudiera no, no eres fantasía, es mi realidad. Entre blancas sabanas a medio cubrir descansas el cuerpo delinean tus formas, las puedo admirar mientras tú mi amor ni cuentas te das. Despiertas en mí tantas emociones hay deseos locos de besar tu boca recorrer tus calles, pintar las caricias sentir que me abrazas, estrechas, asfixias... Suspiro profundo, se me ha hecho tarde tengo que marchar. Con mucho cuidado apago la luz grabo en el espejo la pequeña nota: “Cariño, observa tu espalda marcadas en rojo te deje mis huellas quiero agradecerte por las emociones de cada mañana, al contemplarte... desnudo entre mis sabanas blancas”.

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Lluvia de Febrero El paisaje se desviste en una hembra celosa. Muerde y despedaza la sal del viento. Entona la música de los caminos de acacias, De girasoles prendidos en velas como soles. Un manto verde con tintes canelas. Tierra de paladares sabor a soledad A tristezas que se enjuagan con las lluvias de febrero. Cantores recitan la marcha del desvelo, Desapareciendo entre graznidos. En pétalos que se hacen aullidos al roce. Un frío eterno lo palpita. Se escucha ese tronar de animales que pastan, De ancianas de ojos lunares Con los cerros en sus entrañas. Una cuna de pecho virgen la amamanta. Llora sobre la piedra. Mete sus tobillos al agua y moja Lava en la sangre de abortos milenarios En anfibios que comen frutas del membrillo, Y fallecen sobre la sombra de su miel.

Gerardo Artaza, 26 años. Catamarca, Argentina Estudiante, cocinero.

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SIGILO, VACÍO, TORMENTO ¡Por favor, no digas nada! escucha mi silencio y descifra su sentimiento. Recorre mi piel con sosiego, escupe palabras de tu boca, ésas que, bien sabes me llevan al infierno. Hazme temblar con tus manos frías de tanto haber sido utilizadas en otros cuerpos. Cierra lentamente los ojos, presta atención a mi respiración y traduce lo mucho que te necesito de nuevo. Te perdono todo lo que tú me pidas, en este específico momento, porque mi necesidad de ti se trasmuta con nuestros grandes silencios. Regálame tu existencia, ven por un sólo día a cubrir con tus brazos mi cuerpo. Te necesito sin haberte tenido nunca, te necesito porque siempre te he detentado en mis sueños. Vagabunda, preparada para comenzar a caminar sin destino es el resultado de no escucharte de nuevo. Desprovista de tu privado amor he estado, aun así, la soledad continúa girando sobre esta figura con formas curvas y lineales que despierta entre sábanas blancas, amor y deseo. Desnuda e inundada de la irresponsabilidad de aferrarme a ti firmemente, así, con este cuerpo de mujer, temblando como una hoja al viento, así me encuentro. Y la línea final de este lamento es la impureza de abrir los ojos, voltear a todos lados, caminar desnuda por el cuarto mientras observo, tu recuerdo levantarse de la cama, buscando su ropa, partiendo ajeno a mi sentimiento.

Zafiro Merlión. Oaxaca de Juárez, México. Escritora.

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Conversaciones de papeles nocturnos Me comporto con la soltura omnipotente frente al fin. Monto una suerte de actividades fraccionadas sin éxito. Creo que la voz del que escribe está en mi cuerpo. Recuerdo las noches en que dejábamos de ser amigos. Tras varios tormentos de pensamientos, sigo con culpa inactiva. Tomo agua tratando de que el fluido cobre valor por dentro haciendo correr por mis venas lo que la conducta no puede. Es ya otro día de madrugada, todos festejan lo que tienen que festejar. Parece que siempre hay motivo para ello, creo que yo también los tenía pero ya no los evoco. Miro por la ventana una negrura que me llama a lo que no haré. Otro humo de inconsciencia y desapego. Escuchar tu voz me tranquilizó. Bueno no sé si es así exactamente, en parte tal vez como calma del deseo, pero no es deseo completo, nunca lo es. Lo pongo en palabras para sosegar la carga. Ayer tuve dos charlas, las propicié para entender de qué se trata. Aún no logro comprenderlo. Pienso que puedo estar a la espera de algo fortuito porque todas las teorías, no todas, algunas teorías ya las he revisado. La vida es otra cosa. Sí, tal vez ese imaginario reinventado tantas veces. Una mentira que creemos para sostenernos. Afuera hay bulla, la emoción de los que están del otro lado. Miles de cosas me digo y miles de desobediencias sobre ellas. Claro está que no hago caso de mí misma. Transcurre otro cuarto de hora y sigo en el mismo enredo que al intentar explicarlo me doy cuenta que es verdad, faltan las palabras, no alcanzan ni para describir la mentira. Si por el goce la angustia, es una complacencia molesta. ¿Dónde siento la angustia? Siento la angustia, en todo. Es una angustia generalista y al decir esto me da por reírme, me burlo de no poder nomenclarla. Mañana cuando te vea, dialogaremos la despedida, con gran tristeza pues no me quiero despedir, no quiero desaparecerte, ni quiero que montes ese desapego indiferente frente al adiós. Es lo que ocurrirá y me quedaré amarrada a otra falta. ¿Cómo se hace? ¿Cómo se hace para vivir? Viviendo, dicen, pero es que no lo hago. No estoy viviendo aún. No he nacido, o he nacido fragmentada. De valor, también dicen que se trata, pero a estas alturas lo que vale o lo que valía ha dejado de valer y no tengo para echar valía cosa alguna. Miento, sí tengo, lo que no tengo es el valor de hacer valer lo que vale, lo que creo que vale, lo que invento que vale. Debería acostarme, para decidirme mañana a comenzar con la faena de mi nacimiento. Llega una brisita dulce. Pienso en vos, si bien dijiste, por la mañana no nos veremos. Te imagino transitando con tu sonrisa nocturna. Ya sabes todo lo que hablaremos, te anticipas a mi discurso. No importa, sí si me importa y más me importa que no te importe el vacío de mí. Dejas que ocurra.

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CREACIÓN

Trato de diafragmar una última estrategia, no soy muy buena estratega. Quiero que llegue mañana nada más para verte aunque me tiemblen las manos y comience a caminar como gato encerrado en la espera. ¡Qué locura! Pretendo encontrar en lo que resta de segundos la clave perfecta. No existe, no existe. Me dan escalofríos. Miro la cama sin sueño. Esta pérdida, esta nebulosa, no me deja ser una mujer de época. Hoy que caminé y reí por tonteras, me inventé la farsa de estar presente. No estoy ni ahora que escribo. Estoy, no en la palabra que es un desfiladero neurótico, estoy en las teclas que quieren decir algo sin que tenga un real sentido, ese es el sentido, el no sentido, el sinsentido, la nada. La mañana dentro de la bañera con mate, aroma y Cortázar fue un momento, de esos, fugaces, un acertijo para la angustia, un velo para la tristeza que no termina de salir, una punta de regocijo. Los bichitos de luz juegan dentro de las lámparas de papel, así de simple es su vida, que vaya uno a saber cuánto dure, pero qué le interesa al bicho la cuantía de vida si su único propósito es jugar a pegar en las paredes internas de colores, salen y vuelven a entrar en ese punto de tiempo. En cambio, mi tiempo, un tiempo muerto de espanto corretea en un futuro que no existe. Es hoy, es ahora, bueno ahora estoy cansada, no podría intentarlo, aunque hay una muestra que es esta, una muestra de goce del deseo de hacer con cada letra una pequeña construcción de esperanza, eso es futuro también. Alguien ríe abajo y unos niños hablan algo indescifrable con sus vocecitas. ¿De qué reirán? Bostezo, debe ser una señal, mi último toque. Vuelvo a pensarte entre otros. Cambio la hora de alarma. Sí, lo tengo decidido, ésta vez será, naceré otra desde el comienzo, cambiaré todo, cada detalle, desde los muebles a la ropa, desde la mano que escribe hasta las miradas, miraré todo desestructurando lo que hasta ahora, tiraré las penas a la basura, montaré mentiras otras, en el mismísimo momento que despierte, gritaré para empezar alocadamente, si voy a seguir desobedeciéndome lo llevaré al extremo, sacaré todos mis brotes y haré que cada circunstancia imposible sea lo más imposiblemente imposible para desafiarme tanto que no me queden escrúpulos, ni ética, ni compromisos, ni prejuicios, ni razones. Voy a desequilibrar las emociones todas. Y justo desde la calle gritan ¡Dale! ¡Dale! Voy a convertirme en un auténtico imposible de mí misma. Ahora, que aún.

María Silvia Belot, 39 años. San Luis, Argentina. Instructora de yoga.

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CREACIÓN

EXTRAVIARSE EN TU ESTELA

Te expandes en carne del tiempo Forjando las fibras de lo inhóspito. Recta lo irreal, Atas mi vertebra A la geometría oculta en tu estela, Que deshoja de mí los segundos.

César González Villegas, 23 años. Distrito Federal, México. Estudiante.

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CREACIĂ“N

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CREACIÓN

I’m a Wolf Hace frío... Y mi corazón está escarchado. Hace viento ahí fuera y apenas veo con claridad, hay mucha oscuridad, mi ocico ya no puede oler y no siento nada a mi al rededor. Los árboles son blancos y están helados, el bosque se ha congelado y lo cubre una blanca capa de nieve... Estoy herido, el dolor ha golpeado mi cuerpo y me cuesta correr; mis patas tiemblan y tengo miedo, no sé dónde ir, no tengo dónde cobijarme. Hace frío... La sangre de mi costado mancha la nieve y la tiñe de rojo carmesí, todo se nubla, caigo indefenso hundiéndome en el blando suelo y mis lágrimas no dejan de brotar. Hace años que no muerdo, hace siglos que dejé de atacar, solo buscaba cobijo y calor pero... hace frío, mucho frío y ya no aúllo a la Luna, apenas puedo ladrar. Querido pasado, vengo a decirte que me condenaste a la soledad y me dejaste completamente desnudo en aquella celda, cubriste mi cuerpo de grisáceo pelaje y lo abandonaste en la nada, obligándolo a cazar... Pero me hice amigo de los zorros y he dejado de comer. La sangre de mis garras hace mucho que secó, no corro tras los conejos ni ataco al gorrión, solo subo a muro s altos intentando deborar el Sol. Pero como Ícaro, quemé mis alas... Y ahora, tendido sobre esta blanda y húmeda nieve, pido calor... Hace frío... Y aquí un lobo condenado, aúlla a la soledad.

Gemma Cardera, 22 años. España.

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CREACIÓN

UTOPÍA

Si cierro los ojos, mi firmamento se despliega a la vida. Si los abro, son ellos los que se adhieren al firmamento. Sueños de alas forjadas y resplandores de luz algodonados… Que me llevan a suspirar y ansiar la magia de ese mundo en el que el corazón y el alma son más que un lamento Son una reflexión de ensueño, pensamiento y latir… Una unión de hermanos, de palmas al viento y grito de palabras… Desahogo de muchos en pos de una razón… Que solo nos lleva a anhelar, que nos empuja a vivir.

Gema Lutgarda, 38 años. Málaga, España. Escritora

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CREACIÓN

—No lo entiendo. —Sacudió la cabeza la pequeña, confundida; mientras su madre la sentaba en el pupitre de plástico de aquel bonito cuarto de juegos. Y cruzaba las piernas al sentarse en el suelo, para ponerse a la altura de su hija. —El sol es como un gran mago. Que da la vida a las flores, a los árboles… a los animales… —¿Al gatito del señor Gómez también? —la interrumpió la niña, con su rostro de nuevo desbordado de ilusión: “Guau… el sol es un gran mago”; pensaba, mientras su madre seguía relatándole la historia. —Sí… al gatito del señor Gómez también —accedió la madre entre risas—. El gran sol nos da la vida a todos y nos protege con su calor. Pero como es tan grande y tiene tanto calor para compartir, hay que tener cuidado, y coger ese calor poquito a poco… —Para no quemarnos —interrumpió de nuevo la pequeña, abriendo mucho los ojos. Su cabecita estaba empezando a comprender; y además, se estaba acordando de algo: —¿Como el año pasado cuando me quemé en la playa porque tomé mucho el sol? —Ajá… —asintió su madre—. El sol es grandioso, Laura. Y todos los días nos regala su magia. Tan solo tenemos que coger un poquito de ella; un pellizquito de esos polvos mágicos que nos dan la vida… Puede que ahora no lo entiendas, porque eres muy pequeña; pero mis palabras estarán en tu cabecita para siempre: Si la vida te da la oportunidad de disfrutar de la belleza de las cosas, no quieras agotar su regalo muy deprisa mirando al sol. Ve despacio… y entonces sus rayos te acariciaran para siempre. Laurita sonrió. Y a pesar de no entender esas últimas palabras, sintió la calidez de la tierna voz de su madre; y nunca olvidó este momento, que llevó grabado en su memoria.


CREACIÓN

EL PELO EN LA ALMOHADA Fue un accidente, repetía Matías mientras recibía las condolencias de la gente que entraba y salía de su casa que lucía impecable de tan limpia, tal y como Adelina la mantenía Estaba como ido, todavía le costaba trabajo aceptar lo sucedido. En su mente se repetían como una película los hechos de aquel día. Todo había comenzado con una larga hebra de pelo gris sobre la almohada… ¡¡¡Maríiiiiiiiiaaaaa!!! El grito, casi un alarido, retumbó por la casa y alcanzó la cocina donde la sirvienta preparaba el desayuno. Asustada, la mujer subió a toda prisa los escalones hacia la recámara de la señora. Iba nerviosa pues conocía de sobra lo que esos alaridos significaban. -De seguro la loca se encontró algún bicho en la recámara- se dijo mientras subía. -Diga usted Señora- preguntó con timidez. -¿Qué es esto?dijo remarcando las sílabas con furia mientras señalaba la cama recién hecha después de una noche de descanso. ¿Por qué hay un pelo en la almohada de mi cama? ¡Ni siquiera es mío! Sobre la funda impecablemente limpia y planchada yacía un cabello largo y gris. Cualquiera se hubiera reído del hecho pero Adelina estaba fuera de sí. María no supo qué decir. Había hecho la cama asegurándose de que todo estuviera muy limpio. El cabello en la almohada no era algo que se le hubiera escapado. Trajo la aspiradora y limpió por segunda vez todo el espacio para dejar contenta a su patrona que seguía con el ceño fruncido sus movimientos. Cuando por fin se dio por satisfecha la dejó regresar a su quehacer. ¡Vieja loca! se volvió a decir la muchacha. Adelina era tan pulcra que se pasaba las horas sacudiendo, limpiando, barriendo, trapeando sin importarle que esas actividades ocuparan todo su tiempo ni que hubieran sido realizadas ya por la servidumbre. Desde el sillón a dónde casi se había confinado, su marido la observaba a hurtadillas, desde su discreta atalaya de las páginas del diario. Era domingo pero para ella funcionaba como cualquier día de la semana. Pasaba la mano sobre los muebles y si una mota de polvo osaba desprenderse se metía en tal frenesí de actividad para volver a limpiar que podía desesperar a cualquiera. Su casa era un espejo de tan limpia, era un gusto llegar a un lugar tan pulcro después de un día de trabajo hasta que cometías el error de ensuciar algo. Matías estaba harto. Había llegado a la conclusión de que aquel frenesí no era normal. Hasta él tenía que ser muy cuidadoso para no cometer algún desatino que la perturbara desatando aquellos accesos de higiene.

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CREACIÓN

Había ido de mal en peor al grado que su matrimonio ya naufragaba en el desinterés. Eran como dos extraños durmiendo en habitaciones separadas. Eso lo había decidido por supuesto Adelina porque no soportaba que Matías usara su baño o dejara su cepillo de dientes cerca del suyo. El pelo gris en la almohada rompió el dique a punto de reventar desde hacía tiempo. Aprovechando que María estaba en la cocina, subió a la recámara. Su mujer, sentada frente al espejo terminaba de acomodar su maquillaje. ¿Qué quieres? Le preguntó casi con furia. Ya era una costumbre en ella hablarle así. Quiero saber qué te pasa. Siempre estás de mal humor, te estás enfermando de tanto trabajo, casi no convivimos, ¡ya no te conozco! El hombre estaba entrando en la desesperación mientras su esposa continuaba indiferente a su sentir. Así estamos bien, le respondió, tú y yo no tenemos más que soportarnos y listo. Aquella actitud le molestó a Matías, su antes tranquila actitud se transformó. Se abalanzó sobre Adelina, la tomó de los hombros sacudiéndola con furia. ¡Estoy harto, harto! le espetó. La cabeza de Adelina se sacudía sin control movida por la fuerza del hombre. Estaba fuera de sí, ni siquiera tenía idea de lo que estaba haciendo. Los ojos de la mujer se abrieron desmesurados, el temor empezó a invadirla y forcejeó para soltarse. En ese momento con las sacudidas de su cabeza se desprendió la peluca que a diario ocultaba las canas que pintaban de gris toda su cabellera. La sorpresa hizo que Matías la soltara. De golpe se dio cuenta que había sido demasiado tiempo de estar viviendo como extraños. Habían envejecido suspendidos en una burbuja de jabón. El pelo en la almohada era de ella aunque tratara de engañar a los demás con una aparente juventud. Cayó hacia atrás. Su cabeza rebotó en la esquina del buró. Matías no deseaba hacerle daño. Todo fue un accidente.

María Elena Espinosa Mata. S. Nicolás de los Garza, México. Profesora-

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CREACIÓN

Despedida Por primera vez, en cerca de 40 años que el circo funcionaba, todos los actores circenses empezaron a calentar en la pista central; sin todas las luces encendidas como si fueran a hablar de un secreto, de un tabú. Llegaron primero los trapecistas, que sólo fingieron calentar; después los payasos, casi sin maquillaje; los fenómenos, con ropa corriente, y, por último, los magos y sus ayudantes, que entraron con camisas y pantalones de mezclilla. Todos fingían estar ahí apelando a un falso ideal de unidad, pues debían, mas no por gusto, hablar sobre lo que pasaría ese día y sobre la postura que tomarían al siguiente. La discusión la iniciaron los payasos; hablaron de lo poco que lo conocían y por qué no podían aceptarlo. Los trapecistas que ahora sólo eran jóvenes, pues todos los adultos se habían retirado o habían fallecido, también hablaron de su razón para no aceptarlo: uno aprende desde niño lo que le toca; y no hay más. Los fenómenos calaron. Una de las ayudantes de mago, joven como los trapecistas, defendió al pobre hombre: no lo podían dejar solo. “Bueno… ¿y entonces?”, dijo el payaso que habló primero. “…quizá pueda reiniciar con nosotros –respondió el mago principal–, es cuestión de hablar con el dueño… sólo queda que hablemos con él…, somos una familia, ¿no?”. Cuando el mago terminó de hablar, todos se quedaron callados; poco a poco se retiraron en grupos tal y como habían llegado. Al final, sólo se quedaron los trapecistas para poder continuar con el entrenamiento que siempre realizaban, cuando terminaron la pista se quedó vacía: nadie más ensayó. Esa noche, como siempre, al dar las siete, la función empezó. Se sentía en el ambiente una gran emoción excepto para la estrella, pues no se consideraba así. El presentador, el único que no asistió al coloquio de la mañana, decía después de cada acto que los espectadores estaban en una noche histórica; hablaba del domador de felinos y de lo único de su acto y su valor; pero no de su despedida, eso se sobreentendía. En la mente de todos estaban los hechos del día siguiente: en la mañana se llevarían a todos los felinos, paquidermos, monos, etc., a un zoológico o a una reserva. Otros circos habían tenido prorrogas, pero por accidentes y problemas de antes, el dueño ni siquiera había intentado conseguir más tiempo. Aunque la gente en un principio no se sentía en un momento único, todos los actores, al final de su presentación, aplaudían cuando el presentador hablaba del show final; primero, por cordialidad y finalmente por respeto al espectáculo. Poco a poco iba aumentando la expectación y emoción del público; hasta que en el penúltimo acto, la emoción era total. El domador, sus bestias y toda una tradición entraron al escenario que enmudeció. Mientras todos esperaban algunas palabras, un discurso final; él no se inmutó, no sonrió, no lloró. Parecía perderse en lo que estaba a punto de hacer. Y, a pesar de su frialdad, su acto fue un recuento de los espectáculos que ahí se habían dado: la función que el abuelo, el fundador del show y finado en un adiestramiento, la del padre, preso del trabajo que su progenitor le dejó sin más opciones. Era una mezcla, el acto que ambos habían soñado, el primero en fantasías y el segundo en pesadillas.

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CREACIÓN

El domador hizo todas las pericias del manual: meter la cabeza y cada extremidad en las fauces de los animales, hacerlos saltar por aros de fuego, pararse en dos patas y hacer reverencia, caminar sobre los lomos de las bestias en fila, cabalgar a los dos machos y cambiar de lomo sin errar un centímetro, hacer saltos y suertes con y sobre los felinos... Hizo suertes que sólo los padres recordaban y otras que los niños habían visto únicamente en películas: como el ser levantado por las piernas del animal estando de espaldas, ser masticado por los animales sin lastimarlo, escuchar del rugido de los leones y tigres al unísono… en fin, cada truco que pudo haber existido: parecía una muestra, una recopilación, un último aire para ser recordado en el futuro. Y sin que nadie lo notara, en realidad, todo era un réquiem. Al terminar el acto todos los actores salieron al perímetro del escenario para dar un último aplauso, junto con los espectadores que no podían contenerse en sus asientos, y todos vieron despedirse al domador detrás de una fila de sus bestias. Los aplausos duraron minutos, minutos que en los oídos del pobre domador se hacían interminables. Los asistentes tardaron en dejar los asientos varios minutos. Pedían más, pero el domador estaba vacío. Por último, los actores se volvieron a reunir en el centro del escenario sin hablar con el que ahora estaba desempleado. Decidieron que irían a hablar con el dueño: quizá habría otra forma de que el domador no se fuera: él podía cuidar a los animales y hacer un pequeño zoológico, una nueva atracción, quizá hacer un nuevo modelo de circo. Pero nadie sabía, ni siquiera lo pudieron imaginar, que el domador se despedía esa noche del circo, de todos, en silencio. Por eso, en la madrugada, en un ritual que sólo los que conocían la historia del circo entenderían: tomó el destino de sus antecesores. Él, ahora ex-domador, se cubrió la mano con la carne que comería el león al día siguiente antes de que fuera arrebatado; tomó la última camisa del padre, aún con olor su olor de alcohol para obtener valor, y se colocó el overol de su abuelo con el que había enseñado a los padres de los felinos. Vivió su papel final, porque lo que él quería era ser tres personas en una. Entró a la jaula, sin dudar, con una bolsa de plástico cubriendo su mano, y dejó abierta la puerta de barrotes. Se acercó al león, retiró la bolsa, cerró los ojos y caminó sin pensar; finalmente, sintió cuando el animal le arrancó la mano y cayó desmayado por el dolor. Creyó que la bestia lo devoraría, pero no lo hizo; soñó que su hermano saldría y tomaría venganza o haría destrozos; aunque el animal sólo pudo salir de la jaula y quedarse tirado a pocos metros de ella: ambos obtuvieron una libertad que no sabían cómo vivir.

Uriel Aarón Cadena Torres, 21 años. Distrito Federal, México. Estudiante de licenciatura.

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CREACIÓN

Ya son casi las doce

Ya son casi las doce. Media hora para escribir un poema. ¿Qué escribir? Ya ni sé. Trabajé en la escuela, luego las clases privadas, tuve que ir al mercado pues no tenía jabón para bañarme. Mi celular me ha recordado todo el día del poema por escribir. Me ha recordado de la fecha, el tema, el estilo pero la escritura es mía. En frente de mi computadora, las palabras no me fluyen. Me siento limitado. El idioma no es fluido. Me cambio a la tableta. Mis dedos son mi pluma. Es más fácil, más personal, pero aún no es suficiente. Finalmente, tomo un lápiz y un cuaderno. Me recuesto en mi cama y dejo la mente volar. Escribo sobre las restricciones cotidianas, sobre la escritura, sobre mi musa. Son las 11:59. El poema está listo. Ahora a escribir un correo electrónico y poner mi futuro en un editor. ¿Llegará a tiempo? ¿Cumplirá los requisitos? Mi poco esfuerzo y preparación quizá no sean suficiente. Quizá mis mentiras para hacerme interesante no sean entendidas. Quizá las semanas invertidas no tendrán fruto alguno. Quizá nada de esto importe y toda la vida es un sueño.

Gabino G. Ocampo, 31 años. Guadalajara, México. Escritor. Poeta y Filósofo.

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CREACIÓN

-¿Qué letras? ¿Qué dicen? No veo, dime. -La razón de por qué tu libertad es negada: tus desconfianzas, mentiras, vicios, miedos, violencia, odio celos, desconfianza a ti mismo, miedo a soñar. -Dime que dice aquella placa que está situada arriba de mí en la que las cadenas están soldadas. -Dice lo que tú solo decidiste sin importarte nada ni nadie: “ tus propios errores te hicieron perder el amor tus errores son los causantes de tu propio exterminio”. -Perder el amor… Yo sólo quería ser feliz, pues tú solo causaste lo contrario. Mírate como siempre pensando en ti, solo en ti. Egoísta. El silencio inundó el lugar, un frío fuerte y secó pegó en mi rostro, algo había pasado. -¿Qué pasa? ¿Qué me sucede? ¿Qué hago? Solo quiero vivir y amar, solo quiero ser feliz. -No pidas algo que ya no tiene sentido, ya no tienes que recordar, ya se ha ido. -Déjame, solo quiero luchar. -Pero ¿para qué? Ya has perdido. -Cállate ¿hasta cuando estaré aquí? ¡Déjame ir! -Siempre estarás así encadenado, entiende ni siquiera nadie sabe lo que te ha pasado ni familia, ni amigos, ni ella, nadie. Tú causaste que nadie ni siquiera se preocupara por nosotros. De repente la tristeza no dejaba de aumentar, más una pausa se creó no había nada más que yo limpio y sin cadenas ni heridas, libre. Mi rostro empezó a sonreír, una sonrisa de fe y de ilusiones y otra oportunidad. La única voz era la mía. No paraba de sonreír y dar gracias pero cuando pensé que todo había terminado mis ropas se desgarraban poco a poco, las heridas abrían, mi boca y pies sangraban, la luz se disminuía cada vez más, intente correr y escapar llegar a la luz cuando tropecé tan duro que la sangre empezó a escurrir por mi frente seguía encadenado otra vez mi libertad y mis ganas de vivir eran arrebatadas ¿Por qué? ¿Por qué? La risa pesada y burlona de nuevo, todo se ha: ido la ilusión se desvaneció y tu ríes, riendo solo dijo: -Ahora sabes que sentí cuando de la nada todo murió, todo se acabó. Has muerto amigo mío, ya no luches hemos muerto. De la nada un gran shock sentí voces retumbaban mis oídos pero me encontraba tan aturdido que no lograba entender nada, mis ojos empezaban a abrir, la luz era deslumbrante solo llegaba a ver borrosas siluetas; a mi alrededor todo se empezaba a aclarar. -¡Es un milagro! ¡Está vivo! -¡Felicidades doctor! Me situaba en un hospital, traté de moverme, ninguna atadura me lo impedía pero me sentía más encadenado que aquel calabozo, mi fuerza poco a poco volvía a mí. -Doctor se mueve, se mueve, no cayó en coma. Me sentí con fuerza suficiente para respirar, el aire recorría mis pulmones con una frescura inexplicable, vi mis brazos y arranqué los sueros violentamente; aparté a todos de mi, trataron de agarrarme, vi la puerta y no lo pensé dos veces corrí hasta alejarme de aquel sitio; quise ir a casa, todos estarían preocupados buscando, pensé pero cuando llegue me di cuenta que ni siquiera mi ausencia habían notado, corrí hasta no poder. Quería verla, quería amarla, quería abrasarla demostrarle que aquí seguía esperándola ,que quería estar a su lado; la vi a los lejos pero nada había pasado, todo seguía igual sus ojos expresaban enojo y desconfianza y ella que ya todo había olvidado, ya no era nada para ella; todo seguía igual nada había cambiado, seguía sintiendo esa gran presión pero mis pies y manos limpios estaban sin cadenas pero yo ahí las sentía, más fuertes que nunca. Intenté, llorar, gritar pero todo fue nulo, por fin había entendido lo que en mi propio calabozo, mi sentir me dijo estaba muerto, mi sentir había sido eliminado y esa voz, mis sentimientos el que nunca dejó de luchar por fin se rindió. El vacío inundaba mi cuerpo, un cuerpo que tan solo ya era algo vacío, solo roto y sin sentido el único recuerdo son estas cadenas que siguen conmigo, el sendero de este irónico camino, cadenas tan fuertes tan pesadas tan reales.

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CREACIÓN

LUZ QUE NO BRILLA

Nunca veré la luz brillando sobre nuestras cabezas. Nunca veré la gratitud por tu parte. Nunca sabré si me quisiste o deseaste. Nunca tus palabras saldrán con sinceridad porque, te es difícil ser sincero. Acaso tu capacidad de valorar sea tan nula, que no sabrás amar con intensidad. Nunca podrás ofrecer amor de verdad. Nunca lo sabrás. Mas siempre, te amaré.

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CREACIÓN

CONCÉDEME UNA SONRISA

Concédeme una sonrisa aunque solo sea una brisa. Dame ilusión aunque solo sea pasión. Entrégame tu corazón aunque solo sea de refilón. Libérame de ataduras aunque solo tengan forma de cordura. Déjame brillar para iluminarte en tu ceguera que nos lleva a tientas.

Rosa María Bodas Pérez, 57 años. Belvís de la Jara, España. Administrativa en paro y con aspiraciones de escritora.

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CREACIÓN

Cuando mariposas tristes Cuando mariposas tristes pinten de colores nistes los rosales de tu alma, coloréalos de luz y de calma. Ya en el alba, ya en el ocaso, el apacible rocío de tu regazo será el color esperanzador que los haga recobrar su rubor. La alegría nunca se va, sólo se esconde en la selva, lóbrega y solitaria, de la gris ventisca diaria. Deja que el hálito del amor los abrace con su calor, y que a lento paso los vista de tierno raso. Colorea de luz y de calma los rosales de tu alma, cuando de colores nistes los pinten mariposas tristes.

Dante Vázquez M. 34 años. Distrito Federal, México. Poeta.

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CREACIĂ“N

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CREACIÓN

HACEN FALTA LLORADEROS

Sitios donde las viudas puedan gemir por sus amores muertos, espacios para que los primerizos gimoteen el estreno de un corazón roto. Zonas destinadas al sollozo de los hombres abandonados, áreas en que las rabietas de los niños sean el plato principal. Territorios en los cuales ancianos molidos de tristeza lagrimeen la memoria de sus hijos. Regiones destinadas al lamento alegre de las edecanes mal comidas y peor pagadas. Recintos donde las novias dejadas lancen sus ramos mientras aúllan penas gordas de traición, sectores para descomponernos en llanto hasta que el alba se nos filtre en las pupilas, un balcón al cual las madres lleven racimos de desconsuelo a sus hijos no nacidos y a sus hijos sí muertos. Una montaña para gritarle al vacío lo mucho que nos lastima comer y sentirnos con gula de justicia. Esquinas donde repartir el recuerdo del amante ausente. Lugares para convidarnos el dolor del sueldo mínimo y el hambre máxima. Un cuarto con almohadas para clavar el rostro y fotos que revivan los ardores del alma. En verdad, hacen falta lloraderos porque es angustiante andar por la calle y esconder la mirada. Necesitamos con urgencia espacios para escupirle al cielo la falta de serenidad.

Elvira Ávila, 26 años. Xalapa, Veracruz, México.

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Piedra de sal Alguien te condenó al destierro, te hizo salir y cerrar detrás de ti la puerta, clausurar las ventanas, abandonar el hogar que entibió tus noches. Mujer sin nombre, ¿o te llamabas Yrit?, te separaron de los brazos con que hermanabas las tardes con las noches compartiendo el té y las palabras. Debías huir porque tu casa ya no podría ser tu refugio, todo sería destruido, hasta tus huellas. Tuviste que seguir los pasos de tu marido, pero podría haber sido tu hermano, tu vecino. A partir de ese momento, cuántas veces has sido expulsada, conocida por el parentesco, por el color, por el gesto que le correspondía a alguien más y no a ti. Te fuiste en nombre de tus hijos, en memoria de tus hijas. ¿Qué ser inmisericorde forzó tu obediencia? ¿Cómo es que alguien puede castigar de ese modo la nostalgia? ¿Quién te obligó a renunciar a la tierra de tu jardín, a la sombra de tus árboles, al canto de las aves que despertaban tus mañanas? No querías partir. Los cojines, la cocina, el rosal, el agua de los cántaros te llamaba. No querías ir, pero no preguntaron tu opinión. Te arrojaron a las llanuras agrestes donde reptiles y escorpiones poblaban la noche, el frío martirizaba la carne bajo la ropa, la luna ocultaba su vergüenza tras raquíticos árboles. Ahí afuera cualquier movimiento significaba el dolor hundiéndose en la piel, lacerándola hasta secar la sangre. Tu apego, el amor a lo tuyo fue maldecido. Intentaron cancelarte el derecho al recuerdo y a la pertenencia. Siempre encontraron razones para culparte. Un movimiento de cabeza, un pestañeo, el tropiezo del pie en el umbral equivalía a la muerte. Tuviste razón en dejar que el viento enredara tus cabellos desatados, que tu grito fuera relámpago y respiro; fue bueno detenerte, girar el cuello, abrir los brazos. En el momento mismo en que las lágrimas brotaron, se volvieron sólidas y cayeron quebradas en la arena. El fuego llegó a tus espaldas y consumió tu túnica. Tu cuerpo quedó detenido para siempre. Te perteneces ya a ti misma, a la tierra de las madres sin hijos, de los hijos que conocen el odio y la sangre. Ahora tienes todos los nombres, todos los orígenes, estatua desplazada. Tu sal se disuelve en nuestras bocas.

Mariena Padilla, 62 años. Monterrey, Nuevo León, México. Maestra de Matemáticas.

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rugidos Calma. Una calma que inunda que bosteza y se calla. De cielo diáfano y callados piares. Un revoloteo de plumas amarillentas. En la farola, dos tortolitos de alas abrazadas y picos arrullados. La nube negra asoma tras la sierra. Rugidos… Rugidos… Rugidos… Todo retumba. El corazón galopa. Rugidos. Las sierras se ensordecen El alma se inquieta. Rugidos.

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Retumban en el pecho los truenos. El cielo se quiebra de relámpagos. Las gotas enormes, pesadas, como somnolientas de calor, agobiadas de estío, caen inexorables sobre el paisaje. Se vuelven hielo y el granizo es una nueva algarabía del monte. El diluvio pinta de grises el cielo las sierras los verdes las flores el idilio de los pájaros y mis entrañas. Calma… Calma… Calma… Todo se vuelve calma. Las esperanzas desaparecen diluidas en las cascadas…

Silvia Alicia Balbuena, 66 años. Santa Fe, Argentina. Jubilada

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para ti

En el cielo que estás, con esas pequeñas almas que corren por doquier Donde los sueños pasaron y terminaron, Y ¿cómo hoy no estás si ayer estabas tan feliz junto a mi? Partiste por la vuelta con tus maletas y dijiste adiós Y aún tan hermosa eres, yo estaré aquí para ti Cuando vuelvas aquí seguiré, si son años, estaré ¡Qué eres lo mejor de mi vida! Si pasan los sueños, las estaciones frió o verano Si regresas yo estaré esperando. En las noches que estamos separados siento tu alma junto a mi Y como susurras a mi lado cuando ya todo esta terminado.

Javier Quezada, 16 años. Monterrey, Nuevo León, México. Estudiante.

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pesadilla Se abrió la puerta y surgiste del frio prematuro que asolaba noviembre. Cuervo azulado, centellando con tus pantalones negros de piel ajustados. Depositaste lentamente los largos guantes, después la bufanda, el sombrero, los lentes oscuros, a medida que avanzabas hacia mí en la penumbra. Te esperaba resignado en el sillón bajo un concentrado haz de luz torturante. Recordando la última vez. Sonreíste, como siempre, no pude corresponder tu música interna, sabía lo que me esperaba, sólo bajé la mirada para verte completa por última vez. Te acercaste a mi lado, delicadamente ajustaste la luz e introdujiste un hisopo cítrico en mi boca, me observaste de cerca, mi cara cansada, el terror contenido dentro, tus dedos suavizando mi ceño, decidí cerrar mis ojos y dejarte en libertad. Con pequeños toques diste indicaciones a mi cuerpo esclavo, inyectaste directo al hueso, gracias a tu destreza no sentí nada, sólo un líquido transparente que helado entraba en mis quijadas, tus dedos fríos sobre mi mejilla, tratando de mitigar la fina aguja. Tu aliento de menta cerca de mí. ¿Listo? -preguntaste- sólo asentí leve con la cabeza, los ojos cerrados, concentrado en una súplica para que acabaras cuanto antes. Empezó un jaloneo fortísimo, sentí cómo tratabas de extraer de mi mandíbula superior una parte de mi cuerpo que había crecido en mí, que estaba ahí desde siempre, perfecta. La lucha me hacía sentir como si fuera a moverse mi nariz de lugar. Cedías un poco solo para acumular más fuerza y seguir con la tortura. De pronto te separabas un poco y preguntabas que si había dolor, con mi dedo índice te indique que no, tratando de no mover un solo musculo de mi cuerpo, entregándome de nuevo al suplicio, tu cuerpo pegado al mío, un mechón de tus cabellos se libera y roza mi rostro abierto. No había dolor solo un maltrato aberrante, luchaste con todas las fuerzas de tu pequeño cuerpo, hasta que un crujido de mi hueso cedió, un pedazo cayó en mi lengua ensangrentado, parecía que se iba a ir por mi garganta, pero un movimiento rápido de tus pequeñas manos lo extrajo de mi boca, así fueron saliendo uno a uno pequeños huesos de mi encía, hasta el final. La sangre corría hacia mi estómago, hasta que pusiste una compresa en el hoyo dentro de mí, por el que podía sentir el aire, que penetraba por mis fosas nasales hacia mi esófago, el palpitar de mi cerebro al pensar.

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Me diste indicaciones precisas, que escuché ausente sin mirarte a los ojos. Te despediste con un leve roce en mi brazo, parecías preocupada. Al salir tu risa a lo lejos, hizo eco en mi cabeza, como una cascada. Me empastillé para no sentir antes del tiempo indicado. Mi cara paralizada, esperaba conciliar pronto el sueño, para olvidar la pesadilla inmediata. Lo logre un momento, hasta que una punzada dentro de mi cabeza empezó a palpitar. Tratando de atraer el sueño que se espanta a cada martilleo, más pastillas. Como recordatorio el hueco enorme en mi boca. El sueño huye, parvada levantando el vuelo. Despierto en mi cama helada en medio de la oscuridad. Tu imagen extraviada en el pasado, me guiña un ojo y se aleja. Siento como si me hubieran golpeado la cara, todavía paralizada. El alba lejana amenazaba con encontrarme con los ojos abiertos. Un largo día de trabajo me aguarda al clarear el cielo. Suena el despertador, demasiado tarde. Tengo hambre pero el temor de que el alimento se desvié por ese nuevo túnel a lugares insospechados, me hace claudicar. Tomo agua para saciar el rugido de mi estómago. El sabor metálico de mi propia sangre no me abandona, mi boca permanece cerrada ante el temor de una nueva hemorragia o que el sabor en mi lengua escape de mí. Salió el sol en la mañana desvelada, el dolor se despedaza ante el tráfico, se integra al apremio de la labor diaria. Ante el espejo, no hay hinchazón en mi cara, todo parece normal. En el interior me falta un pedazo, que suplico a mi propio ser en su inteligencia suprema logre completar para seguir adelante, como si nada hubiera pasado. Deseo volver a verte.

Adriana Flores Tanguma, 51 años. Monterrey, México. Arquitecto.

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UNA RAZÓN PARA EXISTIR Soy de los que creen sinceramente que todo tiene una razón de ser en este mundo: Cada pensamiento, cada sensación, cada palabra… Para mí, todo tiene una razón de ser y lleva su parte de razón, a través de la cual se fundamenta la existencia de todas las cosas. Vale, bien, siguiendo la antropología más ampliamente aceptada (al menos por mí) tengo claro que el ser humano es un ser ritualista. O sea, que desde hace decenas, quizás cientos de miles de años, el ser humano sólo sabe explicar su presente a través de los rituales que hacen, implícita o explícitamente, referencia a su pasado, así como relación a su posible futuro.a Considero que nada hace más humano al hombre y la mujer de todos los tiempos que la cultura. Sí: esa palabreja es un elixir bendito para explicar todas y cada una de las grandes elucubraciones de nuestros congéneres más sobresalientes, así como de la socialización de ciertas habilidades sociales y actitudes ante la vida que hacen referencia a una cultura humana determinada, para diferenciarla del resto. Deshilando un poco más, podríamos hablar de lo que considero expresión suprema de lo que entendemos el común de los mortales por cultura: La expresión artística. Más en concreto, la música, que es una de mis grandes pasiones. Títulos como “Highway to hell”, “Stairway to heaven”, “Alive”, y tantos otros títulos conforman un panorama peculiar, por su parte, nacido del blues y del Underground cultural existente dentro de la civilización occidental, encorsetada hasta entonces en unos modos austeros, y yo diría que crueles, de entender la cultura. ¿Cómo, sin no, nos explicamos el Expresionismo, y antes que él, autores como al Goya de las pinturas negras, o al Miguel Ángel manierista, por hablar sólo de unos pocos nombres representativos de la cultura occidental, considerada desde hace tiempo como la más avanzada, la superior…? El rock nació en ciertos laberintos urbanos de mediados del siglo XX, pasando a formar, en nuestros días, en un 95%, parte del Establishment. Eso te puede gustar más o menos, e incluso se puede afirmar que, si “el rock ha muerto”, son los gigantescos avances en la tecnología de las comunicaciones los asesinos. Pero, no obstante, seguimos siendo muchos los que creemos que el rock sigue teniendo una buena razón para existir: Dibujar los sueños de nuestras más jóvenes generaciones. Porque el rock es, ante todo, una gran patada en el culo de lo establecido, con las botas calzadas por ésta y otras benditas generaciones amantes del rock.

Eloy Andrés Gómez Motos. Granada, España. Licenciado en Historia.

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solo son sueños Tanto ruido en mi cabeza me aturde. El centro comercial estaba en la locura todos corriendo en busca de las mejores marcas, de un reconocimiento, de un imaginario, falso, hipócrita… Simplemente una máscara más ocultando lo que verdaderamente somos, después de tanto estrés ya estoy en casa como siempre el perro me recibe con su peculiar ladrido agresivo pero al tenderle la mano con comida se vuelve manso, vulnerable es tanta la fuerza de aquellos ladridos que las llaves se caen; uno, dos, tres escalones más y ya estaré por fin en mi cama solo observo y me dan ganas de ya dormir y soñar, como siempre la puerta no cierra sino la azoto con fuerza. Es hora relajarnos, a un lado de mi cama coloco el incienso, el cigarrillo, después de unos intentos fallidos el encendedor prende y a su vez el reproductor de música nos empieza a envolver con el gran blues de B.B King enigmático The Thrill Is Gone al ritmo de la guitarra el piano y saxo nos envuelve en las mágicas calles de New Orleans y el carnaval acompañados con la voz de los grandes ancianos y lejanos caminos en What a wonderful world. Me pierdo en el sueño, de un momento a otro la realidad ha cambiado… Las olas del mar son tan fuertes que parecen reales a su vez las gaviotas acompañadas de un silencio armónico, a los lejos los delfines mostrando lo increíble que es la naturaleza; solo unos pasos en las duras arenas del oeste son necesarios para escuchar los fuertes truenos de las lluvias torrenciales de invierno toda la realidad ha cambiado los castillos de la gran escocia nos cobija ante el fuerte enojo de la naturaleza al son de la gaita, es tal la fuerza del viento que las cadenas que sostienen los puentes del castillo son movidas con violencia constante, los dragones llegan al castillo de la mano de las hadas, con campanadas que las distinguen nos absorben y de nuevo todo ha cambiado… La noche ha llegado, en el sueño de nuevo regresa el gran blues en el fondo, la musa por la cual vivo en un sueño, simplemente solo la sueño cuando llegaba por las mañanas con un beso en la frente me daba el buenos días y con un suspiro me decía “te amo”; a la vez tocan la puerta, el sueño ha acabado pero creo eres tú, me levanto, tiro el despertador, se cae mi teléfono, corro a la puerta y muevo el picaporte, tomo aire y al abrir me doy cuenta que solo era tu recuerdo.

Ignacio Hernández Macias, 21 años. México. Estudiante de Licenciatura en Comunicación.

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A LAS SALAS DEL DESPRECIO

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Encontrarse a la parca Cuando dejo caer estas líneas ―me perdonarán el anglicismo. Deformación profesional, supongo―, no sé si podré acabar el artículo a tiempo de enviarlo dentro del plazo establecido. Me he puesto tarde a ello, lo reconozco. Aunque no por pereza precisamente. Y es que en el último mes he tenido que satisfacer unos cuantos encargos a los que por poco no he llegado fuera de control ―tirando, esta vez, de jerga ciclista. Creo. Siempre me ha resultado muy divertida, al tiempo que indudablemente ilustrativa, la fórmula que en inglés se suele emplear para referirse al, en ocasiones angustioso, trance de cumplir los plazos: la reverberante, y casi apocalíptica, “to meet the deadline”. Mediante un voluntarioso ejercicio de poética traductológica ―aquí es la cacofonía lo que habrán de disculparme―, bien pudiera verterse a nuestro idioma como “encontrarse a la parca”, expresión de reminiscencias dantescas que no dista demasiado, sin embargo, de las draconianas condiciones de que se acompañan ciertos pedidos. Dos trabajos, en concreto, se me han hecho especialmente gravosos. El primero, de índole profesional y al que, al menos, he podido sacar un buen puñado de euros ―no me van a venir mal en el sostenimiento de cierto antojo inmobiliario en el que, hará apenas un mes, me zambullí sin pensarlo dos veces―, era la traducción, del castellano al inglés, de un larguísimo estudio médico relativo al cáncer oral. Ni que decir tiene que, tras cada rato ―exiguos la mayoría, pues los quehaceres docentes monopolizan buena parte de mi tiempo; no en vano son ellos los que sufragan la sangría… digo, el alquiler― dedicado a tan apasionante documento, me invadían unos irrefrenables deseos de fumar, prueba de la naturaleza, contradictoria y autodestructiva, del ser humano. La segunda parca a la que he tenido que hacer frente ha sido mi enésima participación en un concurso literario. Descartada, por principios, la auto publicación ―no me parece sino un negocio perverso fundado en la explotación del narcisismo de quienes son incapaces de discernir sus limitaciones―, poco más margen queda para la incorporación al quejumbroso mercado editorial ―mercadeo, cabría decir― que el envío de originales, porfiado y sistemático, a certámenes de todo pelaje. El que nos ocupa explicitaba en sus bases que la temática de los relatos debía caer dentro del cesto de la ciencia-ficción. Nada fácil, toda vez que nunca antes me había atrevido con el género… Miento como un bellaco: hace varios años, bastantes, traté de iniciar una ambiciosa distopía post apocalíptica sobre la base de la escritura automática. Matizo que “traté” porque solo alcancé a componer las primeras páginas de la misma, bajo los efectos de una exuberante batería de sustancias nefandas y, a la desgarradora luz de la mañana siguiente, ni una sola frase tenía el mínimo sentido. Creo que aún conservo “aquello”. Puede que un día lo envíe, a guisa de risotada cínica, a alguno de tantos juegos florales en los que insisto en seguir inscribiendo mi nombre. En cualquier caso, creo que mi primera aproximación sobria a la ciencia-ficción no ha quedado mal del todo ―me conformaría con ser incluido en la antología acostumbrada―; un tanto deudora, quizá, de los excesos del ciberpunk, muchas de cuyas premisas estéticas ha acabado llevándose por delante el futuro

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con su abrupto advenimiento digital. A tal conclusión ―que el futuro ya está aquí― llegué durante los veinte minutos que hube de pasar en absoluta inmovilidad ―de ahí seguramente el somnoliento estado de “epojé” que me llevara a disquisiciones tan inapropiadas para un viernes noche―, con la pierna derecha metida en unas estruendosas fauces robóticas; mi maltrecha rodilla bombardeada de ultrasonidos, a la búsqueda de los arcanos médicos que, cinco meses después del accidente, todavía me incapacitan incluso para un inofensivo trotecillo camino del autobús. Mi mayor temor al comenzar, decía, era carecer del tiempo suficiente; ahora lo es a la falta de espacio― perderme en eternos excursos es un defecto que pugno por corregir, tanto en el registro escrito como en el oral. Porque en muchas ocasiones sencillamente es que no me explico―. Y no quisiera poner punto final a este pobre remedo del “Sillón de orejas” que mi admirado Manuel Rodríguez Rivero nos regala cada semana en “Babelia”, todavía decoroso suplemento cultural del cada vez más degradado diario “El País”, sin hacer brevísima referencia al par de lecturas ―tres, para ser exactos― que, entre toro y toro, he podido disfrutar: En primer lugar, y pese a los arduos intentos de mi vecino por impedírmelo, el volumen de su televisión bastante por encima de lo que la coexistencia pacífica aconseja y un electrizante programa de investigación acerca de “La estafa de los crece pelos” ―en serio―, me sumergí, con suma fruición y dos gruesos tapones incrustados en lo más hondo del oído medio, en la sombría recreación que del “hombre funcionario” hace Dostoievski en sus turbadoras “Memorias del subsuelo”. Especialmente deleitosas, por cuanto reales, me resultaron las continuas disputas imaginadas por el narrador, siempre resueltas en su mente con inapelables victorias que, tristemente, no tienen correlación con el mundo no ya hostil, sino cruelmente indiferente de ahí afuera. Para terminar, una mención ―dos, insisto en la precisión― al último nobel de literatura, el francés Patrick Modiano. El hermosísimo onirismo que envuelve al París de “Perro de primavera” y “Flores de ruina” ha supuesto una sorpresa por demás agradable. Su “Trilogía de la ocupación” aguarda turno impaciente para que le hinque el diente, cosa que sucederá, preveo, en cuanto resuelva el áspero duelo con la inconclusa y bizarra “El castillo”, de Kafka, en que ando enfrascado desde hace unos días.

Carlos Ortega Pardo, 32 años. Valencia, España. Profesor.

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7 de agosto del año 1799 Bastara con decir, sobre mí, que soy el hombre encargado de esconder bajo dos metros de tierra aquello que sin un rastro de vida empieza a descomponerse. Dicha tarea, implica que años después, ocho o nueve, dependiendo del cuerpo, sea yo el responsable de retirarlos de aquel húmedo y oscuro lugar cuando la tierra y el trio de gusanos hayan hecho su trabajo. Soy sepulturero de un pequeño lugar habitado por no más de doscientas personas. Tengo 70 años de haber nacido y vivo solo, como es natural en un hombre con dicha profesión, cerca del cementerio en un pequeño lugar que apenas cubre ocho o nueve metros cuadrados. Mi hogar es un pequeño refugio que cubre el frío de la noche, siendo al mismo tiempo tan preciso como estrecho para cocinar mis alimentos y disfrutar de la tranquilidad de permanecer en casa y escuchar el silencio que este domicilio me brinda. En gran parte de los recuerdos que tengo, siempre aparecen una pala, un par de tumbas con flores y tierra entre mis uñas, lo cual indica que la mayor parte de mi vida, para que se hagan una idea de mi historia, sin tener un dato preciso sobre los años, ha estado dedicado a la sepultura de los muertos. Situada en una montaña, perdida entre valles y pequeños ríos, aquel pequeño pueblo se disfraza con pequeñas casas que, en los días de espesa niebla, parecen igualarse unas en otras creando un mosaico de repetidas viviendas. Las casas van apareciendo desde lejos, en medio de la espesura blanca, como manchas negras, sus techos, que repetidamente se observan hasta un kilómetro de distancia. El lugar en cuestión, es azotado por fríos tiempos, por fuertes lluvias, así como también de hermosos días claros, con soles que brillan con gran ímpetu iluminando las casas blancas y las tierras verdes y negras. Como es normal en nuestro país, los cementerios están situados a las orillas de las comunidades, nunca dentro de las mismas. Dicho lugar, donde se guardan los cuerpos de los ya fallecidos, son tierras planas, bastante grandes, como para guardar la cantidad de habitantes de nuestra pequeña ciudad, así como las siguientes dos o tres generaciones. Cubierto por una tierra verde, el campo, en el momento en que escribo esto, se compone de unas mil doscientas tumbas cavadas y utilizadas, así como de unas trecientas que, aunque cavadas, esperan el momento de servir de cuarto, de silencioso y tranquilo cuarto, para aquel que por mandatos divinos, haya sido llamado al descanso eterno. Se debe tener claro que las muchas suposiciones que se tienen sobre este trabajo, que se asume como horroroso, como un oficio terrible, al que, por cierto, yo mismo escogí, carecen de absoluta certeza. Todos aquellos temores injustificados que se tienen acerca de los muertos, así como las muchas ideas que se han ido expandiendo y enseñando a los pequeños, en mí nunca tuvieron efecto alguno. Yo era un hombre bastante escéptico, aunque creyente, que nunca se había dejado seducir por sentimientos ni razonamientos que crearan pánico como para que, minutos antes de dormir, me quitarán el sueño, ocupando mi

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mente con ideas que siempre había considerado ridículas. Mi actitud ante Dios, fue bastante particular. En mi juventud era un hombre profundamente creyente, adoraba las escrituras con sus enseñanzas, pero luego, el tiempo, que todo lo consume, fue haciendo de mi relación con la santa iglesia, como con Dios, un poco más indiferente. Me volví un poco más frió y tranquilo respecto a dichos temas, aunque conservará las creencias más generales y sencillas, como cualquier creyente, acerca de Dios. Dicho fenómeno me había sorprendido bastante, pues si se mira con cuidado, se concluiría que el camino normal para cualquier creyente, sería que, mientras se es joven, la edad madura trae la rebeldía con su ateísmo, y actitud incendiaría. Cuando se es viejo, las creencias se arraigan, por la experiencia, o por el miedo, pero parecen clavadas en nuestra alma, como un pasaporte para la muerte. Yo, como sepulturero, puedo dar cuenta de ello, al observar la arrogante indiferencia juvenil, acompañada de la profunda y casi terca creencia de aquellos familiares ya avanzados que vienen a compartir los últimos momentos con su amigo, padre, hijo, vecino ya fallecido. En fin, respecto a mí, podría decir, que yo era una combinación entre un pensamiento escéptico sobre grandes ideas populares, así como un hombre con una leve creencia en Dios. Luego de la insignificante e insuficiente descripción antes hecha, los acontecimientos que a continuación serán relatados, aunque no son precisamente de terror, son sorpresivamente increíbles y misteriosos a tal punto, que yo, como un miserable mortal y escéptico hombre, que soy ahora, no dedique un solo minuto a explicarlos, pues sentía que las razones que los podrían justificar serían tal vez, sobrenaturales, y si son de tal índole explicarlas ahora, desde un cuerpo material, sería imposible. Tendría que comenzar la historia, para ser lo más preciso posible, relatando una de las pocas, y más profunda, por cierto, amistades que haya tenido en mi vida. A mi edad, y luego de la muerte de dicho amigo, estos tiempos serían, luego del abandono de éste, de desolación, la soledad sería, para mí, una tarea perdida. Con mi amigo, desde pequeños, crecimos caminando los grandes campos y valles que rodea nuestro pueblo descalzos sobre la tierra, e inocentes en nuestras relaciones. Los años nos harían más altos, nos teñirían un poco la piel, nos harían menos inocentes y un poco más preocupados. Nos traerían pecas, pelo largo y, como resultado del desgaste de nuestros ojos, ambos empezamos a ver el mundo un poco más borroso y menos claro. El tiempo, curiosamente, le volvería a él un gran médico, dedicado a guardar la vida de los hombres, incluso a darles la bienvenida al mundo, cuando salieran de las redondas barrigas de sus madres. Por otro lado, el destino me había asignado el trabajo final, cuando mi amigo fuese derrotado por la muerte de sus pacientes, a llevar dichos hombres al lugar donde por fin descansarían de los agites y del bullicio con que la vida

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viene acompañada. Él los traía al mundo, yo los sacaba. Él recibía la vida y yo me hacía cargo de la muerte. Mi amigo, como lo dije antes, era la persona con que desde niño, yo había compartido las época más largas de nuestra vida. No era una relación apasionante, aunque sí de confidencialidad. Era una relación de visitas, entres cafés calientes y un par de historias de dos a tres días al mes. Mi amigo, para su suerte, había conseguido para su compañía, una mujer a la que le juraría amor eterno. Y que evidentemente sería correspondido, incluso luego de la muerte, según comprendería yo mismo a costa del terror que dichos recuerdos me producen. Yo sería testigo fiel del exagerado amor que se creo entre mi amigo y su mujer que, por cierto, era una pequeña empleada, encargada de la limpieza y alojamiento de los pacientes del hospital en el que éste prestaba su servicio. Su exagerado amor se hacía evidente en las emotividad con que aquel hombre, refiriéndose a ella, en las repetidas ocasiones, contaba historia mientras su semblante con una ternura masculina mostraba, sin dificultad para notarlo, el grandioso sentimiento que refería hacia aquella linda mujer. las pocas veces que visitaba su casa, dos o tres veces al año, siempre en épocas navideñas, me confirmaron su amor y la naturaleza de éste. No sobrepasan los límites de la cordura, pero en un par de miradas que se cruzaban, en unas caricias tiernas por sus cabellos que ya casi habían desaparecido, su fuerte y arraigado sentimiento se hacía evidente. Caricias sobre sus arrugas. Pequeñas risas traviesas, historias, a modo de recuerdo, cuidado uno del otro, hacía indudable el gran sentimiento que sentían recíprocamente. No hay nada, fuera de mí, de lo que pudiera estar o tener un certeza absoluta, pero cuando recuerdo la estrecha relación que llegaron a tener dichos viejos, me es inevitable sentir que ellos, su amor, constituía la única excepción, pues, incluso yo, un hombre escéptico, estaba seguro del sincero y puro amor que se cruzaban aquellas dos personas. era evidente, casi autentico y natural. Era amor, un amor puro, simple y eterno. Eterno en el más amplio sentido de la palabra. No podría decir, como ya lo insinué antes, que era un sentimiento exagerado, al contrario, parecía un sentimiento tan tranquilo y simple, tan tierno y cariñoso, que afirmar que tuvo un momento de auge, como de decaía, sería un error. Según mi amigo, y yo como principal testigo, puedo asegurar que fue un amor constante, que nunca se redujo, nunca se vio perturbado por exageraciones, por grandes tristezas o por terribles problemas. Fue un especial, sencillo, cariñoso y eterno sentimiento del nunca estarían dispuestos a renunciar. Nunca. El dos de septiembre, hace 10 años, una repentina parálisis atacó el corazón de la amada de mi compañero. Su defunción, según mi amigo, fue inmediata. Pues mientras éste dormida con ella, solo hubo un leve movimiento brusco, como último respiro vital, para apaciguar la muerte, cuando ésta, sin remordimiento desprendió de este cuerpo cualquier forma de vida. O por lo menos así lo creí yo. Como sepulturero, yo me encargaría, como era de esperarse, de los preparativos para su entierro. Fui yo quien ayudo a cargar el cuerpo hasta la tumba así como fui el responsable de escoger un lugar, especial por cierto, para

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aquella buena mujer, amante de mi amigo. Las flores, la forma del ataúd y cualquier forma de preparativo, fueron encargados por mí, acompañada de la gran responsabilidad que sentía yo a la gran carga de tristeza que recaería sobre el corazón de mi compañero. Una angustia que calificaría de infinita me vino cuando, pensando en mi amigo, me llegó la lamentadora notica, y aunque la difunta era ella, yo sabía que cuando le enterrará a ella, sería él mismo quien quedaría bajo tierra, pues su vida, no sería más que un espacio oscuro, frio y sin aire cuando ella dejara de existir, por lo menos eso supondría yo. El día del entierro, luego de que el último grano de tierra se puso sobre su tumba, se adornaron con flores, y los presentes se había ido, mi amigo, pues éramos los únicos que quedábamos, me hizo jurar dos cuestiones sobre las que, por la situación en que nos encontrábamos, me fue imposible negar. La primera de ellas me fue imposible cumplirla. La segunda, luego de la sorpresa que me lleve cuando desatendí la primera, la cumplí con fiel interés. No podía ser de otra manera. Los deseos de mi amigo se resumían en no abrir el ataúd de su amada hasta que él muriese, pues cuando el muriese y este era el segundo deseo, debía ser enterrado en la misma caja que ésta. No puedo negar que durante los siguientes años de este lamentable suceso, mi amigo apareció con una tranquilidad en su alma que me causó bastante extrañeza. Su tristeza era evidente, pero no la que yo, cuando me avisaron del fallecimiento de esta mujer, me estaba imaginando que se posaría sobre su ánimo. Solía visitarla casi tres o cuatro veces por semana, trayendo flores nuevas, así como objetos para ella, como collares, anillos, caramelos, que él mismo retiraba luego de dos o tres semanas. Le llevaba cartas, pequeños barcos de papel, cuentos cortos, fotos recortadas del periódico. Nunca tuve el valor para pedir una explicación para dichos comportamientos. Pero fueron ellos, quienes me confundieron, pues su aspecto, aunque no demasiado triste, si parecía cargar una pesado dolor, como para visitarla y tratar de hacerle feliz, con pequeños detalles y su compañía, luego de su muerte. El tiempo estimado para que su cuerpo se descomponga, de acuerdo con el peso de la dama, así como el clima de nuestras tierras frías es de 8 años aproximadamente para dicha mujer. Así que serían 8 años luego de su muerte los que yo tenía asignado, como responsable, de abrir el ataúd, mirar el proceso de descomposición, y si era pertinente, sacar los restos, y entregarlos a sus parientes cercanos, en este caso, su esposo. Cuando el tiempo se había cumplido, tenía la firme convicción de hacer caso a mi amigo. Quería serle fiel a su promesa, aunque ello, de acuerdo con los reglamentos establecidos por el condado era algo ilegal por cuestiones de espacio y sanidad. De tal manera que la responsabilidades civiles no se hicieron esperar, y enviados desde la gobernación de nuestro pequeño pueblo, me fue casi que obligación pasar advertir de cada uno de los muertos de los que yo aún no había pasado un informe del estado en que se encontraban. Así que uno a uno, de los que aún no revisaba, pues no deseaba informar, ya que levantaría sospechas sobre mi inactividad respecto al cuerpo de la mujer médico, fui haciendo un estudio, día tras día, de los 24 o 25 muertos de los que no había enterado

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en absoluto. Hasta que finalmente solo me quedaba un informe por enviar, La amada de mi amigo. Pasarían dos o tres días de meditación conmigo sobre dicha cuestión, sin consultarle a él, pues, de acuerdo con su fuerte carácter, sabía que su respuesta sería prohibirme abrir dicho ataúd. Finalmente y bajo una noche con una tempestad fuerte, de lluvia fría y un espacio nublado, a eso de las 12 de la noche, e impedido por el dilema sobre si abrir o no dicho recinto, me decidí, asumiendo que perdería a mi amigo, que tendría que hacer mi trabajo. Saque mi pala, el par de botas y una chompa que intentaba cubrirme del agua, pero lo hacía mal, pues el agua entraba por mi cabeza, pasando por mi tronco, mojando mis pies. Cuando llegué a su tumba, removí las cosas que mi amigo, como era común había dejado sobre la lápida. Las quite con cuidado y me dispuse a, palada sobre palada, abrir dicha tumba. El agua no paraba de caer, unida a unos relámpagos a los lejos, hacían del paisaje, algo tenebroso que, por primera vez en mi vida, me hicieron entrar, bajo las venas de mi cuerpo un miedo que se multiplicaría luego de, levantar la tierra pesada y mojada, y ver lo que había escondida dicha caja por 8 largos años. Luego de remover cada grano de arena y quitar la tapa que cubría la caja, que sencillamente se sentía más liviana, dirigí mi mirada al interior del ataúd. Mis ojos quedarían aterrados, abiertos, asustados y mi mente guardaría por un tiempo incierto una blancura insolente ante la imagen que aquella noche oscura a penas me dejaba ver. Un par de telas, con que se envolvió a la mujer, y un pequeño rastro de polvo que permeaba todo el vestido, cubría, pintado de escarlata, sobre mi lado derecho, es decir, el lado izquierdo de la dama, una pequeña esfera del tamaño de un puño que, con mi incredulidad, levante para darme cuenta que era su corazón palpitante. La enemistad de mi amigo no se hizo esperar. Luego de ver la tumba de su amada mal enterrada, como resultado del evidente susto que me causó dicha imagen. Acompañado de los objetos desordenados y sucios de tierra y de darse cuenta que yo mismo había abierto la tumba de su esposa, algo que años antes había jurado no hacer, nunca me volvería a dirigir una sola palabra. Nuestra amistad cayó en picada, sabía que me había equivocado por dar prioridad a intereses que ahora comprendía demasiado insignificantes, comparados con el proyecto que aquella pareja habían planeado. Como resultado de lo que ahora considero un error, al romper dicha promesa, me sentí responsable, costara lo que costara, de cumplir la segunda petición de mi amigo que, dos años después del lamentable error mío, moriría. Yo me hice cargo, al igual que ocurrió con su esposa, de hacer los preparativos para la ceremonia de defunción del único amigo que yo había poseído en toda mi vida. La tristeza y la responsabilidad se unieron para que con gran esfuerzo todo quedara perfecto a la hora de enterrar a mi amigo. Unas flores bastante bonitas, de acuerdo a su precio, un hermoso vestido para ser enterrado, misas y demás aspectos fueron por mi cuenta con el único interés de redimir mi grave y torpe error. Pasarían tres días luego de su muerte para que, después de hacerle unos papeleos insignificantes, el cuerpo de mi amigo me fuese entregado para

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que fuese enterrado finalmente. Bajo una sociedad conservadora, la idea de enterrar a dos personas, y más cuando se es de sexo contrario, era una grande y penosa ofensa. Dadas las circunstancias, cumplir con inmediatez los intereses de mi amigo me fue imposible, ya que, con sus amigos y familiares, en su entierro, llevarlo al mismo ataúd de su mujer me era simplemente ridículo e imposible. Pero la noche, que llego con su rapidez, fue suficiente para que, a mi avanzada edad, sacara fuerzas para alzar, yo solo, el cuerpo de mi amigo hasta cumplir con responsabilidad mi segunda promesa que tenía que efectuar con total necesidad. Yo no cargaría con ninguna responsabilidad jurídica cuando se dieran cuenta que el cuerpo de mi amigo no está en su lugar, para ese entonces 8 años después de esto, yo ya estaré muerto. De tal manera que levantadas las dos tumbas, me dispuse a llevar el cuerpo de mi amigo, hasta la tumba de ella. Cuando todo estaba casi listo, y yo que, recordando el último encuentro con aquel ataúd, el de la amada de mi amigo, me dispuse a poner el cuerpo de mi amigo en dicho espacio, me fue inevitable cerrar mis ojos para que haya lo que haya ahí no fuese visto por mí, no quería mirar dicho espectáculo, así que con cuidado puse el cuerpo de mi amigo en el mismo espacio en que años antes había ocupado su esposa. Cuando la tarea estaba lista y me disponía a tapar la tumba del par de enamorados, parado al lado del hueco donde se encontraban, me sobrevino la estúpida curiosidad de mirar el corazón de su mujer. Quería saber si había conservado dos años más el estado perfecto, rojo y palpitante, que había guardado durante ocho. En un acto impulsivo y de locura, descendí, de nuevo a la tumba, alce la tapa que le cubría y mirando, al lado de mi amigo, tapado sobre aquellas tela, como lo dejé yo mismo la última vez, encontré que dicho corazón con la sangre seca y oscura en las lienzos, se había empezado a descomponer, su estado, al parecer, había decaído no hace más de una semana, y con él en mis manos temblorosas del miedo, comprendí que el día que mi amigo había muerto, tres días antes, este corazón, seguramente al mismo tiempo, también se había detenido.

Andrés Restrepo Gil, 20 años. Colombia. Estudiante de filosofía.

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HORIZONTES DE ILUSIÓN En las tinieblas de la noche, el oscuro campo desolado por las brumas del olvido entre matorrales de tristeza, las sombras de la muerte. Danzando en la penumbra, mil hadas de la suerte, sorteando en ultratumba, las vidas de unos seres campesinos sin futuro, que huyen del paraco, el soldado y la guerrilla. El campo olvidado por el gobierno, los políticos y el estado, unas tierras sin sus frutos; por que no cuentan con las manos que trabajan el arado por la cruel intransigencia, de bandoleros que asolan sin piedad rugiendo con sus armas, en el campo el pueblo y la ciudad. Mantos de neblina cubren tus praderas, tus llanos y montañas Ríos de sangre atraviesan tus puntos cardinales, Hordas de hombres indolentes, amenazan, asesinan y desplazan; A los hombres y mujeres que del campo, huyen en busca de un horizonte incierto y sin futuro. El mundo con terror rasga vestiduras, el papa a Dios, la paz para Colombia pide en su oración, otros países como amigos ya se ofrecen, para iniciar unos diálogos, entablar conversación

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onvocando a la guerrilla uno de los bandos y los soldados del gobierno que representa la nación que vengan a sus patrias, se reúnan sus comandos para hablar de los problemas y buscar la solución. El horizonte de la paz ya no sólo es una quimera, no se queda en la cajita de ilusión. Hoy el mundo da la mano, da el respaldo con gran serenidad, a esta sufrida Colombia, país de gentes de inteligencia sinigual. En conversaciones van y vienen propuestas y discusiones, en busca de un acuerdo humanitario, de su firma en condiciones de igualdad. Ya mi pueblo avizora en lontananza, esa paz que traiga calma al corazón a los pueblos, campos, y veredas, vuelve el campesino, el labriego. Con la ilusión de progreso de mejoras y sosiego, por un cercano acuerdo entre los bandos en contienda, gracias al apoyo la firma y compromiso, del gobierno y la guerrilla, que cambien ya el conflicto, las armas y la guerra por los las tierras, los arados, el estudio y el trabajo, que den por fin la paz a nuestra amada tierra.

Hugo Polanco Bohórquez

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15 Consejos para mi hijo del futuro A pesar de que aún no te conozco, quisiera aconsejarte con lo siguiente: 1.- Lávate los dientes, después de cada comida y usa hilo dental. 2.- Sobre la escuela, haz tu tarea y pon atención en clase, pero por favor, no seas un matado, no conozco hasta hoy un matado escolar al que le haya ido bien en la vida, integralmente. Sólo haz lo que debes hacer en tiempo y forma... como, TU TAREA Y PONER ATENCIÓN EN CLASE. 3.- No sufras la agonía del enamoramiento. Enamórate y disfrútalo, no pasa nada. No tienes que ser correspondido para que seas feliz. 4.- Sé que serás brillante, así que te advierto que las mujeres cuando son jóvenes no quieren a nadie así. Será difícil y terrible. Las mujeres jóvenes quieren al más inepto, incompetente, y retrasado mental que existe. Jamás busques ser ese inepto. Si aguardas, verás que cuando maduran (aquellas que sobreviven de un embarazo con el más idiota de todos los hombres), lo que más quieren es a un hombre brillante, es decir, un hombre que está bien equilibrado. Aun así, ya hay alguien para tí, no desesperes. 5.- Por favor, aprende a manejar hasta que seas lo suficientemente responsable como para pagar los daños a vehículos de 3eros. O ya si es mucho pedir, al menos hasta que seas mentalmente consciente de que puedes ir a prisión por atropellar a alguien. 6.- Ámate a ti mismo, Conócete a ti mismo. Eso es Dios. 7.- Aléjate de los Dogmas y de los absolutos. No hay palabras finales. 8.- Cuando encuentres aquello que te apasiona en la vida, no dejes que aprisione tus posibilidades. Aprende de todo! Lo que elijas como profesión será un proyecto de vida, llévatelo con calma, pero con buen ritmo y pulso. Lograrás llevarte más allá de los límites de tu imaginación, sólo si tienes la disciplina necesaria para no rendirte. Todos los saberes están conectados, pues son uno mismo, interpretados en distintas ramas del conocimiento.

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9.- Aléjate del Cigarrillo y del Alcohol. Si vas a probar drogas psicodélicas, avísame; es mejor que lo hagas bajo mi supervisión, a que lo hagas con un montón de adolescentes ignorantes y vacíos a los que sólo les quieres caer bien. 10.- Sea lo que sea que quieras hacer en tu vida, respeta los proyectos de los demás. 11.- No eres ni más ni menos que nadie, pero puedes llevar tu mente y tu persona a niveles mucho mejores que el entorno que te rodea. 12.- Sé el líder. Si no puedes ser el Líder, asegúrate de que tu Líder sea el mejor, y que sea un buen maestro, más que nada. 13.- Escucha a los demás. Aunque todo lo que digan esté en contra de todo lo que eres, calla. No es personal ni en tu contra, todos somos distintos, y algunos no sabemos expresarnos ni comunicarnos. 14.- El Dinero es Poder, consiguelo de manera correcta y honrada. Luego usa tu poder para tus proyectos, pagar tus cuentas y para beneficiar a 3eros. Esa es la buena Economía. 15.- Todos los seres humanos que te rodean, los animales, plantas y demás especies en la tierra, vienen exactamente del mismo orígen cósmico y estelar que tú. Todos están en su propia lucha individual por existir, algunos por buscar alimento y otros por encontrarle sentido a su existencia. Sé tan compasivo con los demás, como lo seas contigo mismo y disfruta del viaje. Esto es sólo un paseo.

Tu Papá Andrés.

Andrés Aguilar.

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artĂ­culo

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fragmento

El gran Gatsby “Cuando yo era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces. «Antes de criticar a nadie», me dijo, «recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has tenido tú.» Eso fue todo, pero, dentro de nuestra reserva, siempre nos hemos entendido de un modo poco común, y comprendí que sus palabras significaban mucho más. En consecuencia, suelo reservarme mis juicios, costumbre que me ha permitido descubrir a personajes muy curiosos y también me ha convertido en víctima de no pocos pesados incorregibles. La mente anómala detecta y aprovecha enseguida esa cualidad cuando la percibe en una persona corriente, y se dio el caso de que en la universidad me acusaran injustamente de intrigante, por estar al tanto de los pesares secretos de algunos individuos inaccesibles y difíciles. La mayoría de las confidencias no las buscaba yo: muchas veces he fingido dormir, o estar sumido en mis preocupaciones, o he demostrado una frivolidad hostil al primer signo inconfundible de que una revelación íntima se insinuaba en el horizonte; porque las revelaciones íntimas de los jóvenes, o al menos los términos en que las hacen “razones obvias”. No juzgar es motivo de esperanza infinita. Todavía creo que perdería algo si olvidara que, como sugería mi padre con cierto esnobismo, y como con cierto esnobismo repito ahora, el más elemental sentido de la decencia se reparte desigualmente al nacer.”

Fragmento del libro: El gran Gatsby. De: F. Scott Fitzgerald.

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entrevista

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libros Cumbres borrascosas De: Emily Brontë

Editorial: Alianza Editorial ISBN: 9788490321201 No. de páginas: 416 Lengua: ESPAÑOL

Cumbres borrascosas, la épica historia de Catherine y Heathcliff, situada en los sombríos y desolados páramos de Yorkshire, constituye una asombrosa visión metafísica del destino, la obsesión, la pasión y la venganza. Con ella, Emily Brontë rompió por completo con los cánones del decoro que la Inglaterra victoriana exigía a toda novela tanto en el tema escogido como en la descripción de los personajes. La singularidad de su estructura narrativa y la fuerza de su lenguaje la convirtieron de inmediato en una de las obras más perdurables e influyentes de la historia de la literatura.

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libros Jane Eyre

De: Charlotte Brontë

Editorial: Alianza Editorial ISBN: 9788435008877 No. de páginas: 384 Lengua: ESPAÑOL

Jane Eyre es una novela clásica de amor, precursora del feminismo y la psicología moderna, sobre una huérfana que enfrenta su destino manifiesto. Se suele guardar la imagen ultrarromantica de una azarosa historia de amor entre una institutriz pobre y su rico y atormentado patrón. y se olvida que, antes y después de la relación central con el misterioso, sardónico y violento señor Rochester, la protagonista tuvo una vida: episodios escalofriantes de una infancia tan maltratada como rebelde, años de enfermedad y arduo aprendizaje en un tétrico internado, estaciones de penuria y renuncia en la mas absoluta desolación física y moral, inesperados golpes de fortuna, incluso remansos de paz familiar y nuevas -aunque engañosas- proposiciones de matrimonio. Se suele dejar de lado que, en fin, la novela es todo un libro de la vida, una exhaustiva ilustración de la lucha entre conciencia y sentimiento, entre principios y deseos, entre legitimidad y carácter, de una heroína que es la llama cautiva entre los extremos que forman su naturaleza.

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libros Rebelión en la granja De: George Orwell

Editorial: DEBOLSILLO ISBN: 9788492412778 No. de páginas: 154 Lengua: ESPAÑOL

Esta sátira de la revolución rusa y el triunfo del estalinismo, escrita en 1945, se ha convertido por derecho propio en un hito de la cultura contemporánea y en uno de los libros mas mordaces de todos los tiempos. ante el auge de los animales de la granja solariega, pronto detectamos las semillas del totalitarismo en una organización aparentemente ideal; y en nuestros líderes mas carismáticos, la sombra de los opresores mas crueles.

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libros

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libros Hombres sin mujeres De: Haruki Murakami

Editorial: TusQuets ISBN: 9788490660430 No. de páginas: 272 Lengua: ESPAÑOL

Siete intensas historias sobre el desamor y la compleja relación entre hombres y mujeres.en su obra más reciente, Haruki Murakami ofrece a los lectores siete relatos en torno al aislamiento y la soledad que preceden o siguen a la relación amorosa: hombres que han perdido a una mujer, o cuya relación ha estado marcada por el desencuentro, asisten inermes al regreso de los fantasmas del pasado, viven el enamoramiento como una enfermedad letal, son incapaces de establecer una comunicación plena con la pareja, o ven extrañamente interrumpida su historia de amor. Otros experimentan atormentados amores no correspondidos o, incluso, como en el relato protagonizado por una metamorfosis kafkiana, desconocen todavía los mecanismos del afecto y del sexo. Sin embargo, las verdaderas protagonistas de estos relatos—llenos de guiños a los Beatles, el jazz, Kafka, las mil y una noches o, en el caso del título, Hemingway—, son ellas, las mujeres, que, misteriosas, irrumpen en la vida de los hombres para desaparecer, dejando una huella imborrable en la vida de aquellos que las han amado, o de los que, al menos, intentaron amarlas.

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libros El coronel no tiene quien le escriba. De: Gabriel García Márquez

Editorial: DEBOLSILLO

ISBN: 9788433920713 No. de páginas: 112 Lengua: ESPAÑOL

Un viejo coronel retirado vive esperando el aviso de que le han concedido la pensión a la que tiene derecho por los servicios prestados a la patria. La espera dura ya quince años, y el coronel ha ido todos los viernes al puerto a esperar la llegada de la lancha que trae el correo, y siempre ha vuelto vacío. El coronel no tiene quien le escriba fue escrita por Gabriel García Márquez durante su estancia en París, adonde había llegado como corresponsal de prensa y con la secreta intención de estudiar cine, a mediados de los años cincuenta. El cierre del periódico para el que trabajaba le sumió en la pobreza, mientras redactaba en tres versiones distintas esta excepcional novela, que luego fue rechazada por varios editores antes de su publicación.

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