EL BAÚL DE MI FAMILIA

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EL BAÚL DE MI FAMILIA

MA. REMEDIOS LONA MOCTEZUMA

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Título original: EL BAÚL DE MI FAMILIA

D.R.

2012 MA. REMEDIOS LONA MOCTEZUMA

Primera edición: Septiembre de 2012 D.R.

Cubierta: EL BAÚL DE MI FAMILIA Emilio Romero 2012

Fotografías firmadas con permiso del Autor: Emilio Romero 2012

Impreso en México:

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Este libro se terminó de imprimir en Septiembre de 2012 En:

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Dedicatorias:

A mis padres A mis hijos, a mi esposo, a mis hermanos y en especial,

a mis Nietos: Brenda

Richi Juanito y

MatĂ­as

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PRESENTACIÓN Dicen que “de médico, poeta y loco, todos tenemos un poco” por lo tanto, me pareció interesante recopilar en este volumen, las expresiones de algunos miembros de mi familia además de las propias que fueron escritas en “esos momentos de la vida” y aunque permanecieron guardadas en el baúl de los recuerdos, al encontrarme nuevamente con esos papeles amarillentos, vuelven a tomar presencia y no importa de qué traten, lo valioso es recuperar y atesorar esa emoción que cada quien depositó en ellos y que significan un sentimiento auténtico por personas y lugares, un apego al terruño, un lazo de unión, un rasgo de identidad que aunque quisiéramos borrarlo de nuestras vidas, ya quedó grabado en nuestra historia personal. Volver a leer estos cuentos, poesías, relatos, etc. nos transportará al tiempo y al espacio para capitalizar esa “juventud” que todavía nos mantiene con el optimismo renovado de permanecer y trascender. Adelante pues, y si hay alguien que tenga interés en poner sus ojos en estas palabras, me sentiré contenta de compartir.

Ma. Remedios Lona Moctezuma

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DEDICATORIA ESPECIAL

Esta recopilación de historias olvidadas resulta ser un “palíndroma” porque en la página que se abra para leer, tendrá el mismo efecto que si se hace por el principio, por eso, lo dedico a quienes no son afectos a la lectura como lo fuimos nosotros en la escuela; ahora, las “máquinas” les absorben todo el tiempo y pensando que alguna vez lean una página y después otra, encontrarán la intención que tuve de poner en sus manos los pasajes de la vida de algunos de sus antepasados; me refiero a mis nietos a quienes con todo cariño y en forma especial, dedico este acervo. A través de estos mensajes ellos conocerán quiénes fueron sus abuelos, tíos y familiares, el tiempo y el espacio en que vivieron; sabrán que tienen raíces y la diferencia que existe entre ese ayer y hoy, se enterarán también de las luchas y dificultades que se vivieron para que puedan disfrutar ahora de lo que ni siquiera se imaginaron cómo surgió; y que cuando sean adultos se apoyen en los valores de sus antepasados y no se inventen un origen “extraterrestre” y además conserven esa memoria histórica que les dará seguridad para seguir adelante.

Su abuela Remedios

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INDICE Paisajes Atardecer de mi Tierra El mes de mayo El Temporal Retrato de la pequeña hermanita

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Cuentos y Relatos ¿A quién buscan? El Caporal Donde mejor que allá Una cena en dos tiempos “Tal como me lo contaron…”

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Ejemplos a seguir Tina Consuelo Contreras Srita. Martina García Manrique

43 45 49

Rincón Poético Tarde Dobladense Vida agreste Soy un hombre Lonada de septiembre Ofrenda Soy campesina La Enredadera

51 53 55 57 59 60 61

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INDICE

Familia Lona Moctezuma Por qué somos cómo somos Un punto de vista Recuerdo manifiesto Vivencias con mi Abuelo

67 69 78 81

Las Lonadas Biografía Don Miguel Lona Zavala El Bastón de Mando Lonada 2002 Lonada y Programa 2003 Lonada 2004 Lonada 2005

83 89 90 92 93 95

Familia Bravo Lona Vivencias Semblanza Ma. Remedios Lona Moctezuma Homenaje póstumo Nuestros hijos y nietos Galería fotográfica de los grandes recuerdos Opinión de Clementina Ramírez García

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Paisajes Atardecer de mi tierra (Manuel Doblado) El astro rey se va, se despide de mi tierra, llevándose en sus ojos, maravillas sin fin; ha visto nacer flores, brotar las sementeras, ha gozado del juego inocente de los niños y también ha retratado los afanes del adulto que cumple fatigoso su sagrado deber. Se va alejando poco a poco y tras de sí, va dejando bolas de fuego que lentamente van rodando por los cerros para perderse en la boca de la noche que quieta las espera. Mientras tanto, todo el paisaje se inquieta y por doquier se notan signos de actividad; las aves vuelan presurosas al nido, el ganado vuelve a sus apriscos, el labriego cargando sus aperos, viene por los caminos con su perrillo atrás y las chozas parecen plegarias a los dioses con sus humos que juegan a confundir el cielo. Y todo queda en calma, el último claror ha desaparecido. Mirando al horizonte me quedo pensativa, rumiando los sucesos del día que ya se fue y me sorprende luego, la luna que graciosa, se cuelga en mi ventana bañándome de luz. Abril de 1959

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El mes de mayo Hay imágenes que quedan grabadas para siempre en nuestra mente y que el tiempo no las borra, sino que entre más años pasan, se hacen más vívidas, por la felicidad que nos brindaron en los días de la infancia; y dando una mirada retrospectiva, me encuentro por un camino bordeado de flores “los mayos” o tempranillas que brotan a fines del mes de mayo con las primeras lluvias y son como pequeñas azucenas blancas, rosas y amarillas, que llenan los campos como alfombras y entre ellas nacen los hongos y sus cabecitas blancas sobre el pasto verde, parecen a lo lejos, un sembradío de estrellas. Mi padre era un enamorado de la naturaleza y nos motivaba para hacer ese paseo a mis hermanos y a mí. Este espectáculo duraba solamente unas semanas porque tanto las flores como los hongos son efímeros y aparecen con la primera humedad; por eso, no podíamos desaprovechar la oportunidad, y provistos de canastas, en las mañanas olorosas, nos dirigíamos a gozar del paisaje y a cortar hongos para el almuerzo; porque además, aprendíamos a seleccionar los que no eran venenosos. El regreso se hacía necesario porque cuando el sol calentaba, las flores cerraban sus colores y los hongos se marchitaban. Al llegar a casa nos esperaba el almuerzo, se cocinaban los hongos y con tortillas calientitas hacíamos las “quesadillas” que disfrutábamos con esa sencillez de las familias campesinas. Esto se repitió por muchos años y siendo joven me llenaba por igual de alegría; pero el tiempo nos hace cambiar de rumbos y la ausencia de las personas nos llena de nostalgia. No sé si todavía se llene de flores o si exista el lugar como era antes, pero deseo volver a contemplar tanta belleza y a sentir la emoción y felicidad que entonces experimenté. ¿Volveré a verlo? Tal vez, si no es así, cerraré los ojos y viviré de nuevo tan agradable experiencia.

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ANTONIO LONA MOCTEZUMA

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El Temporal (Periódico “El Nacional”, sección Política y Cultura, Domingo 12 de Noviembre de 1989) Trabajo presentado en el certamen una Tradición de mi Pueblo Vida cotidiana en el temporal Antonio Lona Moctezuma (1948, Ciudad Manuel Doblado)

Era bonito escuchar el ruido de la gente, en la madrugada movimiento de puertas, herramientas de labranza, el molino, el murmullo de las señoras enrebozadas, madrugando para llevar el nixtamal y regresar con una masa muy blanca y hacer las tortillas de donde nos hacían aquellos burritos con sal, y al mismo tiempo recorriendo el tenamaste para poner la olla de los frijoles en la hornilla. Escuchando el canto de las cigarras que aturden los oídos, pero que indica que están llegando las lluvias. Movimiento en los corrales de los caballos, poniéndoles los ajuares, otros alistando las yuntas de bueyes, el bramido de las vacas reconociendo la hora de la ordeña, otros más aparejando el jumento y partir rumbo al trabajo; también escuchar las campanas de la iglesia dando la primera llamada de misa.

Los que sembrábamos con tiro de caballos, preveníamos el arado de fierro, la bolsa, el balancín, los tirantes, los palotes, los collares, las cabezadas, las riendas y un chicote con su coa; al escardar, usábamos otro arado para poder mover las orejeras; los que lo hacían con yunta de bueyes, que era la mayoría, alistaban arado, timón largo, reja, orejeras para siembra, barzón, apero, yugo, garrocha u otate y para asegundar otro yugo más grande. Pero cuando salía el sol se veía a las señoras por los caminos llevando el almuerzo a esposos e hijos y a los lados de las veredas había tempranillas de color de rosa, otras de tono casi rojo y blancas. A los niños nos daba mucha hambre y comíamos mezquites, agritos, juaguiquis y jícamas

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silvestres de regreso, unos llevábamos la leña cargada en la espalda, otros en animales y la pastura para el ganado que se quedaba en casa. El lenguaje de la tarde Por las tardes se veían en el oriente salir las nubes negras y un viento que indicaba que llovería, los rebaños de cabras presentían la tormenta y balaban corriendo asustadas dejando al chivero (pastor) atrás para llegar a sus corrales, las mujeres metían la ropa que estaba tendida y prevenían cubetas y botes para ponerle a las goteras que caerían de los techos, a veces caía granizo y teníamos que estar listos porque pasan a través de los tejados que son de teja de barro. Para los niños era fiesta, juntábamos las bolitas en vasos y era nuestra nieve; caer granizo siempre era perjudicial a la agricultura. Por las noches de esas lluviosas, las mamás nos llamaban a cenar junto al fogón, las abuelitas contaban cuentos, relatos de espantos, historias y nos decían que esas sí eran ciertas. Aquello se terminaba, porque los mayores decían: “a dormir para que mañana se levanten temprano”. Nosotros éramos los de los mandados a la tienda, donde había de todo, la de Don Yeyo, y se conocía como “Zas dijo Yeyo” porque cuando despachaba decía ¡zas!; famoso por los bolillos con cajeta; a La Barilla, puesto de Doña Camilita, en donde nos comprábamos los útiles para hacer la resortera, a las maicerías, de donde llevábamos el frijol cuarenteño, semillas de calabaza india y maíz prieto para sembrar. Si era de día nos llevábamos la rueda para ir jugando, nos daban 25 centavos y nos decían “ve a traer 20 centavos de manteca y cinco de bolitas de leche con Don Epigmenio o con Chana”. La rueda era de fierro o de hule; la segunda se empujaba con la mano, la primera con un alambre que en su extremo figuraba una U. La rueda de hule nos daba a la cintura, era sobrante de las llantas de camión o camioneta

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porque lo demás lo utilizaban para suela de huarache que aquí hacían. Por las tardes, las señoras, después de terminar los quehaceres de casa, sacaban los bancos y se sentaban en la puerta en la calle con sus hijas a terminar sus costuras; nosotros a jugar al rondón, al trompo, o a agarrar tepocates, y a las canicas; se prestaba porque estaba la tierra mojada. Antes que lloviera era muy difícil acarrear el agua para tomar, como no había potable, pero se contaba con dos manantiales que sostenían al pueblo del líquido. Uno era “Los Pocitos”, el otro “El ojo de agua”. Teníamos que charquear el agua, o sea que con un botecito se llenaban los botes donde acarreaban los hombres y un palo que le decíamos “la burra de agua”, se cargaba al hombro, y las mujeres con un cántaro, unos iban de noche, de día o de madrugada, pero cuentan que los fuereños que probaban el agua aquí se quedaban. También en las noches, en el tiempo de aguas, salíamos a la calle a cazar chupiros (luciérnagas). Nos decían: “no agarren eso que les hace daño”, pero sin pendiente porque nos tenían frente a la casa; preocupación, por los mayorcitos que iban con los amigos a ver la novia y se peleaban los de arriba con los de abajo. El pueblo está en una hondonada, por lo que se ubica en ladera y el templo sirve de división de los rumbos, los muchachos se molestaban porque las damas preferían a los de abajo y viceversa, pero era pleitos de juventud, porque al casarse unos y otros, los disgustos eran del pasado.

La llegada del temporal En el temporal había muchas mariposas, los niños las perseguían con ramas en el campo o por las calles, al inicio de las lluvias, se veía que salían de muchas partes hormigas con alas. Otros animalitos que les decíamos chicatanas, cantidad de escarabajos, los mayates, que nosotros los amarrábamos de una pata con una hebra de hilo y los hacíamos volar, a veces amarrábamos un par, que casi siempre al volar lo hacían en dirección contraria.

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En el temporal, también comíamos tranjilotes y cuando se envasaban los vallados, arriba del agua se llenaba de flores de chachamol y cuando sembrábamos el garbanzo los sacábamos de la tierra, los asábamos para comerlos.

Bien entrado el temporal ya había duraznos, me acuerdo que se festejaba Santiago y Santa Ana y eran fiestas en que todas las personas participaban porque tenían caballos. Se trataba de que cada pareja de jinetes corrían, uno alcanzaba al otro para quitarle un pañuelo con duraznos que con anterioridad se compraba en los puestos de frutas. Otros en vez de esa fruta, llevaban palomos, de esos que se crían en las torres. El que lo corría tomaba de las patas al animalito y el que se lo quitaba lo seguía y en el forcegeo se soltaba y se iba volando. Eso le gustaba a la gente, cuando corrían se veían como luchas porque se juntaban mucho los caballos y los jinetes, parecían “guerreros luchando a muerte”. Así eran dos días y se suspendían sólo que cayera un aguacero. Esto se hacía frente al panteón Municipal porque había terreno parejo. Esta época era la más bonita de la temporada porque había mucho que comer a temprana hora nos mandaban a traer hongos para guisar en el almuerzo, cuando ya estaba crecidita la milpa, llevábamos hojas de caña y hacían tamales de ceniza, chepos, flores de calabaza para las quesadillas y del tallito que sostiene a la flor hacíamos pititos.

Cuando nos ponían a pelar los elotes, había cañas que tenían unos muy chiquitos y nuestras hermanitas los pelaban y jugaban con ellos, decían que eran muñequitas, y sí parecían. Cuando ya había elotes salían las familias a pie hasta la milpa y por el camino las niñas iban cortando estrellitas y nosotros anís y torongil (parecido al té limón) que se criaba a la orilla de los hormigueros, no se diga en las laderas del cerro del Chiquihuitillo. De ahí traíamos xoconoztles rojos y amarillos para hacer pico de gallo y hasta encontrábamos hachas de piedra y puntas de lanza porque

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cuando íbamos de paseo a ese cerro las mamás aprovechaban llevando la ropa para lavar, mientras nosotros jugábamos en la cueva. Dicen que allí habitaron tribus Huachichiles. Lo cierto es que aquí nos paseábamos la mitad de los habitantes del pueblo en el baño “Los Guayabitos”, al otro lado del pueblo estaban “El Cántaro”, “Los Tepetates”, pero después de bañarse o del paseo, chicos y grandes cortaban mirasoles y formaban coronas, gallitos con popotes de pasto ensartándole flores de maravillas que eran de muchos tonos, coronas de Santa María que cuando llegábamos a casa, esta planta servía de insecticida porque al quemarla en un tepalcate, procurando que no ardiera, para que saliera humo e hiciera correr los zancudos de donde dormíamos. También, cuando íbamos al campo en tiempos de lluvias encontrábamos nidos de cenzontle, huitlacoche, que están poquito más feos pero que gorgean igual que los primeros, y anidaban en los huizaches chinos o en los nopales. Sus nidos los hacían de espinas y los pajaritos se los llevaban a casa para que los criaran.

La ausencia Pero había años que el temporal era interrumpido porque no quería llover y se escuchaban en el poblado lamentaciones, pero la mayoría de sus habitantes eran católicos por lo que las autoridades religiosas tomaban medidas, realizaban procesiones, sacaban a los santos a pasear a las parcelas diciendo rezos y alternando cantos, como desfiles, así, un día y otros hasta cumplir los novenarios; en ocasiones no nos valía, en otras, no sabemos pero algunos decían “Padre mío, creo que se te pasó la mano”. Es bien sabido que la mucha agua deja más que una sequía; porque al llenarse las presas y los vallados se sembrarían trigo y garbanzo. Había muchos patos, hacían bastantes nidos, los huevos de pato los compraban en las panaderías, también llegaban

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gallaretas, se criaban en abundancia las carpas, tantas que este pueblo fue famoso por su caldo de carpa. Los hombres eran los que le sabían dar el sazón, si íbamos al mercado a comprar recaudo a “Don Luis El Chilero”, le pedíamos recaudo para un bote y él sabía qué dar. La abundancia se extendía a las frutas silvestres, los talayotes, que se comían asados, grangenos, jaltomates, la pichuecas y yerbamoras que se criaban en los altitos de las parcelas o en la orilla de las norias y nuestras mamás nos decían: que no comiéramos eso, porque las semillas se nos iban al apéndice, los toritos; en esa temporada nacían plantas dañinas como el cadillo, que nos estorbaba para segar la milpa, el chayotillo, es como el chayote pero muy chiquito y tiene mucha espina, la estornudadera la llevábamos a la escuela y molíamos poquita en las yemas de los dedos; la dábamos a oler a los compañeros y empezaban a estornudar bastante, la hortiguilla también en la escuela la usábamos para golpear a los amigos, en los brazos que no tuvieran ropa y les salían ronchas en la parte donde golpeábamos la rama. Las flores que se daban en el temporal, para mí, las más finas eran: la orquídea y begonia de las barrancas, en el cerro, que se daban en los encinos y entre las piedras, y las del plan, el lirio acuático y la flor de chachamol que es acuática, las demás se me hacían muy corrientes porque hasta la miel salía de color amarillo, porque en su mayoría eran de ese color. El Conjuro Había temporales en que las lluvias eran abundantes, tanto que en ocasiones se temía. Las nubes eran muy gruesas, empezaban los relámpagos y en plena tempestad caían rayos en los mezquites y los partían, en nuestras casas nos decían que dijéramos “Jesús mil veces”, al ver el relámpago, porque después se escuchaba el trueno que cimbraba las casas y toda la familia junta y en silencio veíamos pasar las

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tormentas. En ocasiones eran trombas, pero nosotros les decíamos culebras, si estas llegaban en el día, se notaba cuando las nubes formaban picos y se alargaban hacia abajo, se desbarataban y se volvían a juntar. Para esto alguna gente sacaba machetes o cuchillos y empuñados en su mano apuntaban en dirección a esa nube haciendo movimientos en cruz, se veía como si pelearan con el viento y diciendo algunas palabras nos aclaraban que estaban partiendo a las culebras. Algunas veces llegaron a picar la tierra, y si dejaban el agua, hacían destrozos, y si picaban en una presa y se jalaban el agua la dejaban seca. Hubo ocasiones que la gente decía: “llovió carpas”. Esto era porque entre las milpas se encontraban muchas de ellas. Era cuando esas trombas dejaban caer el agua que en otra parte recogía. Ya a fines del temporal se prevenían las canastas piscadoras. Para entonces ya había maíz nuevo del que en nuestras casas hacían gorditas de “maíz crudo”, esquites; y algunos de nosotros ya casi aliviándonos de las espinadas en los talones o de los granos en los brazos o de los “mal de ojo” y que nos decían que esos males eran por la “canícula”, pero que ya había terminado e íbamos a sanar. También como habíamos llevado a casa bastantes elotes, a los sobrantes ya cocidos, las mamás tenían la curiosidad de amarrarlos de las hojas, ponerlos a secar para cuando era la Semana Santa, volverlos a cocer y con dulce, les llamábamos chicales, en la misma forma hacían con las calabacitas: se rebanaban, se ponían a secar, y en la cuaresma se cocían con dulce o se hacían tortas con huevo y queso, se les llamaba “orejones”. Al término del temporal, se notaba menos acción. Los arados se recogían, las flores soltaban sus semillas para que nacieran en las otras aguas, las larvas de las mariposas se hacían capullos y se pegaban en algunas plantas para nacer en el siguiente temporal y el ciclo de nuevo tomaba su color y los chapulines tomando el tono de las hojas esperando el frío.

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El artículo publicado en “EL NACIONAL” 12 de noviembre de 1989.

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El Retrato de la Hermanita Es ella una chica traviesa y burlona que inquieta mi sueño; es la pequeñita hermana menor que a todos sorprende con sus ocurrencias y sus miradas pícaras de ardilla precoz.

Su cara delgada, morena y tostada del sol ardoroso que alumbra en el patio de la rústica casa en donde transcurren sus juegos de niña. Su boca, de labios sensuales, dialoga con las plantas y habla con los duendes que se esconden en sus hojas; arenga a la flores y como oradora, no hay quien le compita de aquellos que escuchan sus frases por horas enteras. Sus ojos, son vivos y en ellos se lee la inquietud de su alma, atisban y guardan en cada mirada secretos y juicios que a su edad sorprenden. Su pelo que cuelga hasta su cintura, parece una mata de seda que sobre la espalda se mueve en madejas, cuando en sus carreras desgaja su trenza. Sus manos delgadas saben del contacto con la olorosa tierra mojada, hacen casi a diario, casitas de lodo y sus pies descalzos sienten la fragancia del agua que corre cuando cae la lluvia. Todo este conjunto, armónico y bello, de esta pequeñita, marcha día a día a paso apurado para ir a la escuela; la mochila a cuestas y la mente llena de tanta inquietud; que por unos momentos triste y a veces la vuelven pensativa. Su cabeza anida anhelos muy grandes, quiere ser Maestra, Doctora o Enfermera; pero aunque es pequeña piensa en el futuro.

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Tiene seis hermanos y todos la quieren porque es comprensiva, cumplida y formal, con sus ocho años es toda una dama que de vez en cuando se pone a llorar.

Remedios Lona Moctezuma ..1956

PAPÁ MIGUEL Y ELIA … AGOSTO DE 1958

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Cuentos y relatos

¿A quién buscan? Son las seis de la mañana, hay que levantarse, ha llovido y las tierras están húmedas, listas para sembrar. Damián recoge sus aperos, espera el “bastimento” que le prepara su esposa y se cuestiona ¿Quién me ayudará a tirar la semilla en los surcos? Son tiempos difíciles, no puedo pagar un sembrador,… por lo tanto, decide llevar a su hija María de ocho años a quien le gusta ir a las tierras y andar trepando por los arboles. No hay necesidad de convencerla, ella estaba esperando la oportunidad de hablar con la naturaleza y extender su mirada hasta el horizonte donde llegan sus sueños de niña. Se montan en el caballo y se despiden para regresar a la puesta del sol. Empieza la faena, los bueyes tiran con fuerza el arado que va abriendo el corazón de la tierra dejando escapar ese olor que llena los pulmones. María, con su canasta llena de semilla pura –granos de maíz escogidos- camina pausadamente detrás depositando el grano a un ritmo que le permite soñar en las cañas y elotes que “reventarán”. El sol está en la mitad del cielo, hay que descansar, el apetito invita a saborear los tacos recalentados. De improviso, aparece Andrés y da la noticia de que un bordo se ha reventado y se pueden inundar las tierras, es necesario prestar ayuda para tapar la compuerta. Sin reflexionar, Damián corre, diciéndole a María que no tardará. El sol se está ocultando, los últimos rayos iluminan las nubes y las vuelven de fuego; ha pasado mucho tiempo en el que

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María incursionó en el montecillo próximo; vio los nidos llenos de polluelos, los conejos corriendo y metiéndose en sus madrigueras, las víboras cruzando de un árbol a otro, pero todo esto, le parecía fascinante que le hizo olvidar el cansancio, el hambre y el sueño. De pronto, la sorprende la oscuridad y, en vez de llorar, recuerda que arriba de un árbol (mezquite), su padre guarda la pastura para los bueyes y decide subir y esperar allí la noche, al fin y al cabo, el pasto le servirá de cama, y con la fe de que vendrán por ella, se queda profundamente dormida… Damián llega a su casa al anochecer fastidiado por la dura tarea que les llevó muchas horas, pide de cenar, pero su esposa le pregunta: ¿Dónde está María? ¿Por qué no viene contigo? Sin contestar, toma de nuevo su caballo y a galope, con la angustia retratada en el rostro, llega al lugar donde la dejó; le grita, le silba y nadie contesta; se regresa a buscar ayuda para localizarla; vuelve con otros hombres, traen linternas y al escuchar gritos y voces, baja de su tapanco, se incorpora entre ellos y les pregunta: ¿A quién buscan?.

Mayo de 1960

Nota:

Este relato fue un hecho real y creo que ayudó en la formación de mi carácter.

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El Caporal Cuento -Madre, busca mi cobija y dame tu bendición; le avisas a mi padre que puede encontrarme por el rumbo de “Los altos”. -Santiago, pero ¡qué te pasa hijo! ¿Por qué te vas? Dime, ¿Qué es lo que has hecho? -No me lo preguntes, por que no hay tiempo para contarte, sólo puedo decirte que por la calle “La Mora” algo grave está pasando en estos momentos y precisamente en la casa de los Montes, nuestros amigos. Bueno madre, adiós y que él me ayude. En medio de la noche que ya había saturado el ámbito y temeroso hasta de las luciérnagas que rasgaban la negrura con sus luces, se marchó el caporal. Era un muchacho alegre que gozaba de simpatía; ágil como todo buen caporal, no había potro que renunciara a la montura cuando él se la ponía diciéndole al oído palabras cariñosas; en los coleaderos, era famoso por su agilidad que lo prendía en los resbaladizos y brillantes lomos de los novillos, y cuando había una “corrida formal” era de los escogidos para conducir los toros de lidia a la plaza. Las muchachas lo aclamaban y en las carreras de caballos a cual más quería premiarlo para estrecharle la mano y brindarle una sonrisa con el listón color de rosa… Ahora todo cambiaría, pensaba, mientras los cardos se quebraban a sus pies y las piedras crujían haciendo ruidos que podían delatarlo, él, que nunca conoció el miedo, se sentía estrangulado por su conciencia en aquella soledad. Ahora todo sería distinto, lo que ayer era una esperanza, hoy se tornaba imposible, no volvería a ver a su amada porque sus padres no querrían que fuera la mujer de un prófugo y los suyos tendrían que enfrentarse a las miradas de reproche de la gente.

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¿Por qué había de ser a ellos, a los amigos más apreciados a quienes les hiciera daño? ¿Por qué había de ser yo el que llevara ese toro ladino a la plaza? ¿Y por qué se me ocurrió pasar con él por esa calle y no por otra? En estos momentos todos se preparan para la fiesta, menos en la casa de los Montes, porque hay luto. La madre no pudo cerrar los ojos esa noche, sus labios repetían las oraciones por el hijo, que eran interrumpidas para atisbar por las rendijas de la desvencijada ventana y escuchar los comentarios de las personas que como fantasmas se movían en aquella noche gemela de su pena. Vio pasar apresurado al Señor Montes y regresar acompañado del Sacerdote, más tarde lo vio de nuevo llevando un ataúd, y después un silencio interminable…

El día rompió y los cohetes estallaron de alegría contenida por un año, ¡era el tres de mayo! Afuera, un desfile de colores pasaba por las calles, los rebozos brillantes de las mozas guardados largos meses en el arcón oloroso de abuelita, lucían indiscretos sus dobleces; las peinetas con hileras de brillante pedrería, parecían diademas en las negras cabelleras de sus dueñas y los aretes más finos, un regalo del novio, del padre o del hermano, salían a ver la luz y a escuchar de nuevo, el ¿te quiere? que el galán diría al oído en la euforia de la fiesta. Afuera… risas, música y la queja del maderamen de la plaza de toros cuya ancianidad no resistía la alegría del público y cobraba su dolor enviando al suelo a una que otra muchacha encopetada. Adentro, silencio, incertidumbre y la puerta cerrada para no enterarse de la realidad. Allá al final de la calle, un cortejo avanza, sobre cuatro hombros, un mortal camina y detrás se apretujan curiosos y amigos, se oye el ruido de la tierra que choca con la caja mortuoria; se dispersa el conjunto y se forman corrillos y hacía atrás sólo queda un pequeño montículo coronado de flores.

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Han pasado dos días y la familia de Santiago está decidida a saber la verdad, se abre la puerta y la madre sale a la calle, se encuentra a la Señora Montes que como de costumbre ha salido a comprar el “mandado” se saludan amigablemente y le cuenta los incidentes de la fiesta y de la muerte del vecino que estaba enfermo y de que su esposo llevó al sacerdote y el ataúd; de la extrañeza que les causó a varios amigos no verlos en la fiesta ni en el entierro, ni tampoco a Santiago en la plaza de toros. -¿Y sus hijos cómo están? Pregunta la madre de Santiago –Una de mis hija está un poco enferma porque la víspera de la fiesta, al anochecer, pasó un caporal con un toro de lidia mientras ella jugaba en la calle y al sentirse embestida se hecho a rodar por el suelo para hacerse la muerta, el toro la fue empujando hasta que lograron sujetarlo y casi muere de miedo. Lo bueno es que no le pasó nada. La madre de Santiago no lo podía creer y por poco da gritos y corre como niña en medio de la plaza, sin esperar que la conversación terminara. Se despidió diciendo que llevaba mucha prisa porque en esos momentos su esposo tenía un asunto importantísimo en el rumbo a “Los Altos”.

Guanajuato, Gto., 28 de septiembre de 1966.

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Este cuento está inspirado en un hecho real. Vivíamos en la Calle Juárez #73 y mi madre me dejó sentada en la puerta de la casa cuidando a mi hermana Juanita que apenas empezaba a caminar, mientras ella iba a comprar unas velas para alumbrarnos porque ya estaba obscureciendo. Como al día siguiente era la fiesta del 3 de mayo traían toros para la corrida, pasó uno por la calle y aunque lo llevaban sujeto los caporales, no pudieron evitar que al dar la vuelta a la esquina se les soltara un poco la reata y se abalanzara sobre nosotros, solamente nos tocaba con el hocico y sus ojos parecían de fuego; del miedo, me eché a rodar con la niña en brazos, no pasó nada, solamente nos llenó de babas, lo controlaron y siguieron su camino y nosotros nos quedamos inmóviles tiradas en la banqueta, era el año de 1934.

La familia de Santiago vivía en lo que ahora es un taller mecánico pasando el puente (arroyo) y eran muy amigos de la familia Moctezuma.

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Dónde mejor que allá Hay dos grandes acontecimientos en la vida de los seres humanos, NACER y MORIR. Cada pueblo tiene una postura frente a ellos y con sus variantes, son motivo de alegría, de dolor, de reflexión, reconciliación, preocupación, etc. Pero de cualquier manera, el hombre hace un alto en sus actividades cotidianas para recibir a una nueva vida o para despedirla de este mundo. En los pueblos pequeños, todas las personan participan en estos sucesos como una muestra de solidaridad, misma que se ha ido perdiendo con las vías de comunicación, con la agitada vida moderna que a través de las carreteras, medios masivos de comunicación, llegan las influencias que transforman las costumbres de los habitantes.

Esto no significa que se debe regresar a otros tiempos, pero sí es grato recordar el calor humano que prevalecía en estos momentos tan trascendentes y en los que se cumplía con un ritual que daba fuerza y cohesión a los miembros de la comunidad. Quiero evocar algunas experiencias que de niña me impactaron con respecto a la muerte y que tuvieron como escenario, un pueblito sin vías de comunicación y que en época de lluvias quedaba en completo aislamiento, me refiero a Ciudad Manuel Doblado, hace aproximadamente cincuenta años. La muerte, como dicen los viejos, no tiene preferencias: jóvenes y viejos, ricos y pobres, buenos y malos, todos son bien recibidos en su mundo de silencio en donde no hay respuesta para la pregunta ¿Qué hay más allá?. Recuerdo que en este lugar, las muertes trágicas no se daban

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con frecuencia, pues la mayoría de las personas moría como se dice “en su cama” a consecuencia de enfermedades crónicas causadas –ahora me lo explico– por el trabajo y la situación de pobreza e insalubridad en que se vive en este tipo de pueblos. Bien, pero asistamos a la muerte del “Tío Natividad” que fue en la primera en que tomé conciencia de lo que significa este trance y que me llegó muy profundo; todas las demás que presencié me parecieron una repetición porque ya mis sentimientos se habían condicionado, es decir, aprendí que a todos nos llega la hora de partir.

El Tío Natividad está enfermo, dicen que tiene “postema” Un tumor en el pecho– porque un caballo le dio una patada cuando era joven; se queja, se retuerce, se pone frío, van por el doctor, solo hay uno y no se encuentra, van con el boticario y le receta unos polvos que le dan en un vaso con agua. El patio de la casa se llena de gente; parientes, vecinos, amigos, adultos y niños, todos participan, El Tío ya no habla, corren por el sacerdote y se confiesa, en verdad ya no puede hacerlo pero con el intento la conciencia de los familiares queda en paz; entra la esposa, y le pide perdón por las ofensas que le haya causado, después los niños y algunos vecinos, se rodean del camastro y los niños a hurtadillas, no nos perdemos ningún detalle. Con un profundo silencio esperan el momento en que expire, pero como se prolonga, opinan que hay que rezar para ayudarle a BUEN MORIR porque ya está en las manos de Dios. Todos los familiares están llenos de dolor y además no saben leer, buscan a alguien que sepa hacerlo y por estar en primera fila del acontecimiento me llaman para que repita las oraciones que están en un libro de pastas negras, filos dorados y hojas amarillentas y que es guardado con celo para dichas ocasiones; me ponen una silla frente al

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moribundo y empiezo…. “Señor, recíbelo en tu seno”…. -Y la lengua se me traba-”Soy un pecador”… -y un escalofrío me recorre todo el cuerpo al escuchar los estertores del que agoniza-….“Perdona mis pecados”….–y un ojo al libro y otro al casi cadáver-. Por fin el Tío Natividad descansa para siempre –y yo también al terminar mi agonía-.

“DÓNDE MEJOR QUE ALLÁ” dicen todos los presentes para dar consuelo a los familiares, ya dejó de sufrir, ya está gozando del cielo. Cuando salí de ahí, me prometí no volver de curiosa cuando hubiera otro moribundo; emocionalmente había madurado hasta ser persona adulta, dejé de ser una niña para entender los problemas que aquejan a los mayores porque la realidad es así de cruda y objetiva y de ella aprendemos más que de los años de estudios.

Se corre la voz de la muerte del Tío, llega casi todo el pueblo y desde luego los que no se pierden el velorio porque así se ganan indulgencias. Se reúnen en grupitos, platican anécdotas del muerto, fuman, toman café con su piquete y en la madrugada comienzan a cantar las “alabanzas” que terminan hasta el amanecer. Más tarde las campanas de la iglesia empiezan a “doblar” cargan en hombros el féretro, el cortejo se encamina hasta el cementerio, lo depositan en una fosa profunda y todos arrojamos un puñado de tierra que es la despedida. Los enterradores hacen con sus palas un montículo de tierra y plantan una cruz con su inscripción; todo ha terminado y la vida tiene que seguir su curso; los familiares se sienten reconfortados porque en todo momento tuvieron el apoyo de amigos y vecinos que con sinceridad volverían a hacerlo cuando se presente otro caso.

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Cuando moría un niño, todo era diferente, el ambiente era de alegría, era un angelito que no dejaba problemas y también tenía su ritual especial: Se avisaba a los padrinos del niño para que vinieran a darle la bendición y si ya había fallecido para que los vistieran con la indumentaria de algún santo, por ejemplo, si era niño, lo vestían de San José, si era niña de Virgen María: Colocaban el muertito sobre una mesa a la cual le ponían dos arcos de carrizo que se cubrían con flores de papel; se rodeaba el cuerpecito con flores naturales, para ellos no había alabanzas, pero al llevarlos a enterrar, se tronaban cohetes por todo el camino al cementerio y una banda de música acompañaba al cortejo tocando los consabidos valses ”Sobre las Olas”, “Dios nunca Muere”, “Viva mi Desgracia”, etc. Y lo despedían con alegría diciendo “DÓNDE MEJOR QUE ALLÁ”….No le esperaba nada bueno en esta vida.

Aún cuando la filosofía popular asegura que es mejor ALLÁ yo sigo pensando que es mejor AQUÍ aunque tenga de vez en cuando que ayudar a alguien a BUEN MORIR.

Algunas de estas costumbres ya se han perdido, ya no se siente ese calor humano, el pueblo ha crecido y las comunicaciones se han multiplicado, no hay tiempo para asistir a un velorio y a veces como en las grandes ciudades, se muere el vecino y ni cuenta nos damos. Morirse ya no es un acto trascendente para los demás; y es lamentable que en un futuro tengamos que alquilar “lloronas” y quien nos acompañe a los entierros porque cada día nos deshumanizamos más.

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Cena en dos tiempos Anochecía, y mayo dejaba escuchar sus últimas quejas, lanzando sobre los campos un viento que anunciaba la preñez de las nubes. Miguel había terminado de amontonar su hacina después de trabajar varios días cortando las doradas cabezas de trigo, que punzándole las manos protestaban, cuando el calor pesaba sobre toda la campiña. Se quedaba mirándola… le parecía tan alta como una torre y la acariciaba recogiendo y acomodando las espigas que caían alrededor, mientras una sonrisa se dibujaba en su semblante de campesino satisfecho. Cogió sus aperos y con un hambre de adolescente, tomó el camino a su casa. El caserío se divisaba a lo lejos y el humo que salía de las chozas como plegaria blanca que el viento disolvía, anunciaba la hora de cenar. Mariana lo esperaba, en el fogón crujía la leña verde dejando salir las hirvientes gotas de resina que acompasadas como péndulos, caían; las llamas dibujaban la gruesa silueta que acusaba su próxima maternidad; sus cabellos largos recién bañados se llenaban de visos dorados al pasar junto a la lumbre e impaciente ponía y quitaba del fuego la cazuela con la cena, mientras oía ladrar al perro que atisbaba la llegada de su amo. Era una mujer bonita, de ojos vivos, rasgos finos y una dentadura como las mazorcas mas hermosas de la milpa de Miguel, su piel estaba tostada por los fríos y los soles de muchos días de llevar el almuerzo a su hombre y de ir a lavar la ropa al río, pero con todo, era hermosa, no con la delicadeza de una dama de ciudad, sino con la belleza que

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puede tener una campesina que sin afeites, resiste las inclemencias de la intemperie. Por fin llegó Miguel, sudoroso, cansado, con las manos pegajosas por el polvillo que desprenden las espigas del trigo y con un ademán de ruego pide agua para quitarse el acre sabor, y con premura porque el hambre lo atosiga, entra en la cocina y se sienta a cenar. La noche ya había extendido totalmente su negra alfombra sobre el poblado y el comienzo de esa lasitud que invade a los pueblos chicos empezaba a sentirse; una quietud de iglesia vacía dejaba oír a lo lejos el aullido del coyote que protegido por la oscuridad, se iba acercando atraído por el olor de las gallinas. Miguel, sentado frente a la lumbre comenzaba su reparadora cena al mismo tiempo que Mariana le contaba los sucesos del día y de los proyectos que tenía en mente para la cosecha: irían al pueblo a comprar el ajuar para el niño, renovarían sus raídas frazadas, había que cambiar los arados, hacer un nuevo portal a la casa, comprar una vaca, en fin, dinero faltaría para cubrir los sueños.

De pronto, el perro ladra y atropelladamente salta la cerca un muchacho gritando ¡Miguel, Miguel! Han traído la noticia de que las eras están ardiendo y ando avisando a todos, no pierdas tiempo, ¡corre! Mi padre ya se ha ido; no se sabe cómo fue lo cierto es que las llamas están acabando con las hacinas. Miguel no esperó más explicaciones, clavó la mirada en el humeante y sabroso plato (como quien vacila entre cuál será lo más valioso) y volando, no corriendo se aventuró en medio de la noche.

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El viento había cesado un poco, se oían gritos dispersos de los campesinos que acudían a apagar el siniestro pero no se les veían las caras; la noche era muy densa y sólo las luciérnagas como chispas de fuegos artificiales rasgaban la negrura dibujando figuras caprichosas. Tropezando y cayendo se acercaban a las eras, ya se veía el resplandor rojo del fuego y la espesa nube de humo se extendía por el espacio. Voces, gritos, acción. -¡por el lado contrario! -¡hasta allá a donde va el aire! -¡corten más ramas verdes! -¡que las mujeres lo hagan para que ustedes no pierdan tiempo! -¡manden al pueblo a traer más gente! -¡estamos perdidos! Llegó Miguel, y sin pronunciar ni una sola palabra, sus manos fuertes tomaron unas ramas y con el coraje del que lucha y expone el todo por el todo, desapareció entre las llamas.

El desconcierto crecía, el fuego se propagaba ayudado por el viento ante el intento desesperado de aquellos hombres, devoraba el pan de sus hijos. Las mujeres, que al saber lo ocurrido habían seguido a sus maridos como lo hacen en todas las tareas del campo, mudas de terror, contemplaban unas y ayudaban otras. Allí estaba Mariana, las llamas rojas la dibujaban y sus ojos inquietos buscaban a Miguel pero no se veía por ninguna parte; no podía acercarse demasiado porque era peligroso, la tos empezaba a apoderarse de ellos y los ojos enrojecidos y llorosos no les permitía ver a sus hombres, sin embargo, nadie podía hacerlas desistir y al pie del peligro esperarían el desenlace.

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Pasaron unas horas, la angustia se apoderaba de todos, heridos y asfixiados eran sacados y puestos bajo la protección de las mujeres, los gritos de histeria y los llantos, hacían más dantesca la escena. Poco a poco fue cediendo aquel infierno; humo, ceniza, polvo, tos y caras transfiguradas por el tizne amasado con el sudor que les cubría y el jadeo que salía de sus bocas más bien los hacía parecer monstros salidos del averno; no se sabía quienes eran, hasta que ellos mismos identificaban a sus mujeres y juntos, con el peso de la tragedia además de las llagas y casi desnudos, se marchaban a su casa; era inútil seguir luchando, quedaba muy poco o casi nada por rescatar. Uno a uno comenzó a desfilar, Damián, Antonio, Lorenzo, Ambrosio; y Mariana esperaba ver surgir de un momento a otro entre los rescoldos que calcinaba los pies, a su Miguel, pero todos salieron, menos él. Mariana, desesperada pero decidida, quiere aventurarse para buscarlo, pero dado su estado, las demás mujeres no la dejan y con la insistencia la exhortan a que vuelva a su casa.

No puedes quedarte aquí, le dicen, ya es de madrugada y necesitas descansar y más ahora que eres tú quien debe velar por ese hijo; resígnate, estas cosas así son, siempre le toca pagar a alguien y ahora ha sido a tu Miguel. Vámonos Mariana. Pero ella, sin lanzar una queja y sin llorar, de pie, con los ojos puestos en donde cree habrá de aparecer su hombre, no escucha para no empañar su esperanza. Todos se han ido, sólo queda ella y su desgracia y en su desvarío se puso a soñar; veía pasar uno a uno los recuerdos: el día que conoció a Miguel en la boda de Demetrio, cuando le silbaba para que saliera, el día que se casaron y el tiempo que había transcurrido y que fueron tan felices; no, no podía ser, Miguel tendría que volver aunque

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fuera en su ilusión, lo estaba viendo avanzar hacia ella con el paso cansado, las manos allagadas, la cara negra donde los ojos brillaban como dos estrellas y en la boca a pesar de todo, una fresca sonrisa; Mariana caminó hacia adelante, se echó en sus brazos, pero al sentir el contacto de su cuerpo sale de su sueño y da un grito de sorpresa que es recogido por el eco; era su Miguel de carne y hueso. -Mujer, vámonos a la casa, hace frío, me duele un poco el cuerpo y quiero descansar.

La luna había empezado a llenar el ambiente con su claror y las siluetas de ambos se confundían con las de los arbustos y nopales. El camino fue largo y mudos de silencio llegaron a su casa. -Mujer, tengo hambre, sírveme que voy a continuar mi cena porque mañana todavía es tiempo para recomenzar.

Guanajuato, Gto., 31 de agosto de 1967.

Este cuento es un homenaje a mis padres que pone de manifiesto la filosofía y la actitud estoica que es la de muchos campesinos, que pierden todo pero no la fe para comenzar de nuevo.

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“Tal como me lo contaron…” Todos los pueblos tienen historias que pasan de boca en boca y Ciudad Manuel Doblado no podía ser la excepción. La historia que contaré, me la contó mi padre y se remonta a los tiempos en que los viajes y las distancias se median en días, los medios de transporte eran los burros, mulas y caballos; la transportación de personas y mercancías representaba una parte muy importante de la economía de los pueblos, a los dueños de estos negocios se les llamaba “arrieros”. Eran hombres muy emprendedores que incrementaban su fortuna con su trabajo a través de mucho tiempo debido a que corrían riesgos como asaltos, pérdidas de “recuas”, etc., y cada viaje era una aventura. Pues bien, cuentan que al pie del cerro del “Chiquihuitillo”, conocido por todos los dobladenses, pasaba un camino o vereda que conducía a otro que se llamaba “camino real” que, según se dice, era la ruta de las diligencias a Guadalajara; en ese trayecto, salía una gavilla de salteadores que despojaban a los que por ahí transitaban, principalmente a los arrieros porque llevaban dinero y objetos de valor. De la nada aparecían los asaltantes y, mientras unos cargaban con el botín, “otros” amarraba a la o las víctimas, después huían no sin antes dejar su “firma” y se esfumaban en la oscuridad tal como habían aparecido. Rara vez se aceptaba haber sido asaltado por tan afamada gavilla pues corrían los rumores de que las víctimas de los maleantes eran rociadas en la cara con leche materna proveniente del lactante pecho de la jefa de la banda: “Musia Mosquedo” que al tiempo que los “firmaba” les decían: “Para que sepas quien te amarró”. Los “hombres” del pueblo solo decían: “Tal como me lo contaron, te lo cuento, para que no pases de noche por esos caminos”.

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Ejemplos a seguir

Tina Cuando fui niña y joven, hubo algunas mujeres a quienes copié cosas buenas y las admiré porque en ese momento social, fueron un ejemplo, les doy las gracias y les rindo tardío homenaje. La primera desde luego fue mi madre. TINA, mi hermana mayor, la primogénita, la emprendedora, la guerrera, que nunca se rindió ante un ambiente lleno de prejuicios y de machismo porque contaba yo también con el apoyo de mis padres que nos dieron la libertad de SER y de PENSAR. Ella me impulsaba y yo aunque menos arrojada, seguía sus pasos y nos propusimos no intimidarnos ante las críticas de familiares y conocidos para abrir el camino a nuestros hermanos. Confieso que en algunas ocasiones parecía que ya no podríamos seguir adelante, pero viendo lo que sucedía a nuestro alrededor, tomábamos fuerza para empezar de nuevo. Salir del pueblo para ir a trabajar a otra ciudad no era nada sencillo porque se tenía que partir a la familia, mi madre y el niño más pequeño la tenían que acompañar y yo tenía que responsabilizarme de los que se quedaban en casa, no sucedió nada grave, la familia se conservó y afortunadamente sólo fue un año, después, las cosas mejoraron y el trabajo estuvo más cerca.

Esto, marcó el inicio para que algunas muchachas de nuestra edad rompieran el tabú y se animaran a trabajar. Ahora que vuelvo la mirada hacia atrás, pienso que lo que hicimos fue verdaderamente atrevido, sorteamos muchas dificultades de tipo económico y moral, pero al fin

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triunfamos; nuestros hermanos estudiaron, la mayoría somos maestros, escalamos algunos puestos y TINA llegó hasta supervisora escolar. Por muchos años fue además de mi hermana, mi confidente y ante la terrible enfermedad que la fue consumiendo poco a poco nunca perdió la alegría de vivir ni el sentido del humor, falleció el 31 de enero de 2006 a la edad de 81 años. Te extrañé mucho hermana, ya no fuiste mi apoyo pero aprendí de ti a caminar sola.

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Consuelo Contreras La señora Consuelo Contreras conocida cariñosamente en el pueblo como “Chelo” era una persona a quien yo admiré por ser luchadora, honesta y humana. Se preocupaba porque las jóvenes de la época tuvieran una entrada económica y pudieran vivir mejor. Ella aprendió en la ciudad de México, Corte y Confección con el sistema ACME y por muchos años enseñó a cortar y confeccionar “alta costura” en Ciudad Manuel Doblado; después, quienes aprendieron multiplicaron esta tarea y algunas llegaron a ser famosas por confeccionar vestidos de novia, otras obtuvieron trabajos en el ramo de la confección cuando tuvieron que salir del pueblo.

Graduación de Corte y Confección. Abril 1953 De izquierda a derecha Ana María, Digna, Lucita, la maestra Chelo, Pachita, Margarita y yo. Atrás, las madrinas.

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El aprendizaje duraba algunos años, yo terminé con un grupo de seis en 1953, fue un acto muy formal, con anticipación confeccionamos las prendas que íbamos a presentar: un vestido de noche, una camisa de hombre, una blusa, una falda, algunas prendas de lencería, etc., además de saber trazar lo que el jurado nos pidiera. Estuvo presente en el examen un representante de la Academia donde Chelo estudió y después nos otorgaron nuestro respectivo diploma. Gracias, Chelo, durante muchos años yo confeccioné la ropa de mi familia, porque en esos tiempos la ropa hecha era muy cara.

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Este acontecimiento, me inspiró una poesía que guardé y ahora sale del archivo del tiempo para recordarla.

¡Oh, gran señora!

Que fuiste ejemplar, abnegada y luchadora Deja que en tu cabeza venerable

Ponga de admiración, una corona. Elevaste a la cumbre a la mujer Al poner en sus manos, tu esperanza

Y le diste las armas para ser una nueva mujer, con tu enseñanza. Tu alma limpia y tu noble empeño Te hicieron concebir de tus iguales La gran necesidad de liberarse Y con sus manos, construir sus sueños. Cosiendo “anhelos” y cortando “lazos” Celebran las mujeres su victoria Y funden con el tuyo sus abrazos Guardando para siempre tu memoria.

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Srita. Martina García Manrique

En la escuela primaria pasamos por las manos de muchos maestros pero hay algunos con quienes nos identificamos o admiramos. Tuve la fortuna de que fuera mi maestra la señorita Martina García, no sé si era originaria de Ciudad Manuel Doblado, pero toda su familia vivía en el pueblo. La recuerdo: alta, delgada, pulcra, muy precisa en sus órdenes al mismo tiempo amable, su lenguaje nunca lastimaba a nadie, pero ante todo, era muy humana, comprendía las necesidades de sus alumnas, yo creo que era una maestra por antonomasia. Como parte de nuestra enseñanza, teníamos que aprender bordado, pero a mí no me podían comprar los materiales necesarios y para que no dejara de hacerlo, los sábados me llevaba a su casa y me prestaba su colección de hilos de diversos colores y yo me daba gusto bordando.

Fue un ejemplo de maestra, de ella aprendí formas de conducta y muchas cosas más.

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Rinc贸n Po茅tico

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Rincón Poético

Tarde Dobladense En la quebrada cuesta de tu tierra, Tierra fecunda de prodigios llena, El poniente se incendia de fulgores Y se pinta de nítidos colores La tarde que se muere con su pena. Los pájaros que trinan un concierto Se vuelcan presurosos a sus nidos, Va bajando el ganado de la loma En tanto que en el cielo ya se asoma Lo negro con sus focos ya prendidos. El poblado parece un holocausto De mil altares de feliz contienda, Y es que apuradas todas las mujeres No paran el trajín de sus quehaceres Preparando con tiempo la merienda. Sopla que sopla el cálido fogón Que por rebelde un tizón se humea, Una moza que muele en su metate Se detiene la enagua con mecate Mientras un payo alegre canturrea.

La luna se ha asomado muy fisgona Prendida en las espinas del tunal; Un perro que le ladra por el puente, Un asno que rebuzna de repente Hacen turbio el paisaje nocturnal.

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En la cocina se comenta el día Mientras en sorbos la merienda pasa; Mueve su cola el falderillo sato, Se hace ameno y feliz un largo rato Por todos los rincones de la casa. El herrero descansa en su fragua Fumando un cigarrillo de los gratos Todo el día sobre el yunque martilló, Dale que dale por doquier golpeó Poniéndole a las mulas sus zapatos. Poco a poco con hálitos de sueño Va durmiendo el egregio caserío, Sólo se oye por tétrica calleja El cántico de un novio que se queja De la ingrata que mató su desvarío…

Es tu tierra, rincón de tus mayores, Cielo y tierra, girón que tú has amado, Donde el canto hogareño se arrebata Como verso fecundo que dilata El ambiente historial de tu Doblado.

Moisés Hernández, 1953

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Vida Agreste

Amo la quietud del campo Donde vivo dulcemente, Al pie de agreste montaña, A las orillas del río Que retrata mi cabaña. Los pinceles de natura Ponen verde en el follaje Y matizan de colores El bucólico paisaje La primavera y sus flores. Mientras la fruta redonda En el verano sazona, Brinda el pájaro su trino, Dulce arrullo la paloma Y sus sonrisas el niño.

En la rural sinfonía Es un preludio a la vida El relincho, el balido, El zumbido de la abeja, El cacareo y el mugido.

En el discurrir campestre No hay ficciones ni hay engaños; La fiera duerme o devora, la tierra produce o niega, El labriego canta o llora.

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La tierra es mujer celosa Pide al labriego su entrega Sin condición de su amor, Y para darle su fruto Le roba fuerza y vigor. No obstante, amo las praderas, Las campiñas, los pinares Porque el campo es algo real: Lo mismo cardo que hiere O flor que adorna el maizal.

Allí contemplo la vida Y al verdadero creador. Allí el ancho firmamento Eleva mi pensamiento Con un infinito amor. Soy eterna enamorada De la riberas del río, Del paisaje y la montaña, Del carmín de la alborada Y de mi humilde cabaña…

Remedios Lona, 1958

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Soy Hombre

Soy hombre Que deshoja el otoñal quebranto Con la suavidad Con que el viento arrastra La hojarasca. Soy hombre De lengua desbocada, De palabras que marcan El impulso de libertad Y rebeldía. Soy hombre de espíritu inconforme Que sueña con su voz universal De pensamientos, Y en el insomnio Cultiva la atmósfera De la verdad y la razón. Soy hombre Y me duelen las heridas Del cotidiano andar; Del ciego caminar En las veredas solas, En un silencio amenazante.

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Soy hombre En soledad, Hablando solo, Repitiendo lo mismo que los otros, Construyendo el ataúd De espacios sofocantes.

Soy hombre De congeladas ilusiones En el invierno De una imagen triste; Soy cadáver Porque he matado Lentamente al hombre.

Andrés Lona

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LONADA

Septiembre 28 de 1996 Y el hijo de Moisés dijo:

“Marquitos, descúbrete, y besa la tierra. Debajo de ella, está el cuerpo de Don Miguel, y sobre ella, su espíritu indomable, inquieto e inconforme. Así era el que todo lo dijo con parábolas, refranes y alegorías. Nadie pudo enturbiar su pensamiento, sólo una mujer con ojos negros, como la tierra buena.

En la noche se escucha el trueno De su voz que cruje como Sangrando el surco”. Yo no lo escucho, papá… Y el hijo de Florentina dijo: No lo escuchas, hijo, porque no son mis pasos.

A. Lona, 1996

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Ofrenda

Ayer que era niña, mi patria adorada Aprendí a quererte como lo mereces, Te escuché en los cantos que mi madre amada Mezclaba con mimos, sollozos y preces. Hoy que te contemplo libre como eres Me siento más cerca, más cerca de ti Y espero que un día forjaré a los seres Que te harán más fuerte, dichosa y feliz. Mañana tendré hijos gallardos y fuertes Y a servirte prestos los enseñaré; Acéptalos, Patria, que serán “soldados” Porque desde niña, te los consagré.

Remedios Lona, 1946

En este tiempo, niños, jóvenes y adultos teníamos a flor de piel el amor patrio, porque padres y maestros nos lo inculcaban.

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Soy Campesina

Te dí mi alma campesina Con ternura de trigal Que está sediento de amar; Con pasión enloquecida Como lluvia que desata Sus hilos en catarata, Como surco que recibe En su entraña la semilla Y al germinar maravilla. Así era yo, cuando tú, Llegaste a pedirme amor, Y esa forma tan sencilla Tu alma no la concibió. Soy campesina y no puedo Darte amor como lo quieres; Déjame aquí en mi montaña, Déjame querer las flores De mi rústica cabaña.

Remedios Lona, 1956

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La Enredadera

Tras de la ventana De mi pobre alcoba, Crece muy ufana Una enredadera Que sus flores abre A cada mañana; En ella con fe Pongo mis caricias Desde que él se fue Y mis besos todos Florecen de amor. ¡Pobre enredadera! Ya no puede más Los besos y flores Le causan dolor. Cada beso tuyo, Es un beso mío Y la enredadera De tanto cargarlos Se muere, amor mío.

Remedios Lona, 1959

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FAMILIA LONA MOCTEZUMA

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FamilIa LONA MOCTEZUMA

DON MIGUEL LONA ZAVALA

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SEÑORA MARÍA DE JESÚS MOCTEZUMA OLIVARES

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Por qué somos como SOMOS La familia Lona Moctezuma estuvo formada por el señor Miguel Lona Zavala y la señora Ma. de Jesús Moctezuma Olivares, ambos eran descendientes de padres uno rubio y otro moreno. La abuela paterna parecía una muñeca de cabellos rubios rizados, ojos azules, bajita de estatura y el abuelo, alto y muy moreno a él, no lo conocí. Por el lado materno la abuela era alta, morena y el abuelo Esteban Moctezuma que fue con quien conviví muchos años porque murió en 1964 –a los 100 años- era alto, rubio, pelo rizado, ojos azules, nariz aguileña porque según decía él que su padre era un indio azteca y que procedía del centro de México de tal manera que somos una mezcla de contrastes y de razas; pero volviendo a la familia Lona Moctezuma ésta tuvo 9 hijos:

Florentina1925 Miguel 1927 Ma. Remedios 1929 Juana 1932 Prisciliana 1935 Antonio 1938 Andrés 1941 Eutiquio 1945 Elia 1946 Miguel y Eutiquio murieron siendo muy pequeñitosLas circunstancias que envolvieron a esta familia fueron iguales a las que vivieron otras familias cuando el país estaba en reconstrucción después de la revolución de 1910 cuando sólo había ”peones” hacendados y comerciantes y, por supuesto la nuestra pertenecía a la más vulnerable, los peones que trabajaban para las haciendas.

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Sin embargo, aún con todas las limitaciones de esos tiempos mis padres supieron encauzar a sus hijos con la sabiduría y sencillez que da el sentido común y a pesar de su ignorancia y de su tiempo, nos dieron una mente libre y sin miedos para abrir las alas y volar. La vida no fue nada fácil y en una síntesis que escribió mi hermana Tina se concentra en forma real y sentida, todo lo que yo pudiera decir. Ella lo tituló: “Un punto de vista”.

Parte de la fachada de la casa donde nacimos, hoy esa parte ya no existe.

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Un punto de vista Hoy quiero decir de él lo que siempre he callado. Se trata del hombre que más he admirado y que cuanto más el tiempo de mí lo aleja, más cerca de mí vive su recuerdo. Cuando apenas era adolescente supo de la orfandad y responsabilidad de ayudar a su madre, que viuda con 8 hijos, difícil le parecía conducirlos por el camino del bien. A los 20 años contrajo matrimonio con la hija del Amo de Llaves de la hacienda Buenavista que se encontraba cerca de la ciudad. La situación social era muy discriminatoria y vivir con la gente que se llamaba de “principios”, era muy difícil sobre todo si no tenía un apellido rimbombante.

Nuestro hombre carecía de dinero, de apellido y de una elemental educación que le permitiera conducirse con algunos modales en el acceso a la familia de su esposa sin que no fuera visto con ojos intolerantes. Sin embargo, él tenía tanta voluntad de servir, tanta necesidad de afecto y tantos deseos de vivir que toda sugerencia directa o indirecta la tomaba por el lado bueno y seguía viviendo. Llegó para vivir con la familia de su esposa y esto vino a desequilibrar la organización familiar porque al matrimonio le dejaron una recámara y todos los demás miembros, se ajustaron a las circunstancias. Su salida al trabajo era a las 3 de la mañana y ya llevaba en su morral la comida para todo el día, pues las normas de aquel entonces, no permitían que las mujeres llevaran alimentos a sus esposos por la superstición de que la mujer, salaba las siembras.

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Así que ninguna mujer pisaba los vallados. Él se iba sin preocupación a cumplir con sus labores de trabajador de la hacienda, pues su familia estaba asegurada, porque otros hombres tenían que soportar la deshonra que el patrón hacía de su hogar porque cuando ellos salían a su trabajo y la esposa quedaba sola, sin escrúpulos el patrón la mancillaba y ella, por temor a represalias, callaba, y con frecuencia se veían niños físicamente muy parecidos al patrón.

¡Qué tiempos!

Hablo de 1924 cuando todavía funcionaban las Tiendas de Raya y cuando todavía los capataces azotaban a los trabajadores incumplidos o rebeldes. Natividad Hernández era el nombre del esposo de Celsa la hermana de nuestro hombre y que el prepotente y tirano para congratularse con el hacendado, dio de latigazos a su cuñado por refutar una disposición dada. Una noche, en reunión de mayores, me colé a escuchar lo que en voz baja comentaban. Metí la cabeza entre las piernas de los que estaban en conciliábulo y escuché: “Don Nato le pegó a Miguel” y todos se movilizaron para curar al que mostraba la desnuda espalda con unos rojos levantamientos en la piel. Fomentos de agua caliente fue lo primero y una expresión que salió espontánea: ¡¡maldito don Nato…!! Con cierta periodicidad el patrón llamaba al sacerdote para confesar a los trabajadores de la hacienda, y así confabulados patrón e iglesia pronto sabían quién había robado un poco de maíz o de trigo para hacer rendir el alimento diario.

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También con el mismo fin, la iglesia se inventó el canto del “Alabado” el que entonaban los pobres infelices trabajadores al regreso de sus labores y fervorosos se quitaban el sombrero reverentes ante aquel plan amañado que los capataces vigilaban porque, aquél que había tomado un puñado de trigo y lo había amarrado en su paliacate y lo traía escondido en la copa del sombrero, al descubrirse en el canto también descubrían su falta y era despedido y azotado. La educación era un asunto prohibido para los pobres. Doña Pachita Bolaños era la anciana que clandestinamente enseñaba a leer y a escribir; pero cuando los patrones se enteraban de que algún hijo de trabajador leía y escribía mandaban llamar al padre de éste y le quitaban el trabajo y a Doña Pachita la amenazaban con denunciarla a la Municipalidad para que la reconvinieran y a la iglesia para que la excomulgara.

La represión era muy común pues los dos cuñados de nuestro personaje aprendieron a leer y a escribir y antes de que llamaran a su padre, se fueron de la hacienda, el primero se fue a Estados Unidos y allá duró 30 años. El segundo llegó a Sonora, ahí se instaló, trabajó y allá murió. Como en México se vivía una situación de descontento, grupo de rebeldes se levantaron en armas en contra del gobierno y apoyados por gentes ricas y por la iglesia los pueblos vivían la zozobra de la llegada de los guerrilleros o del gobierno pues uno u otro que llegara, siempre amagaba a los civiles por considerarlos del otro bando. El pueblo de Manuel Doblado se encuentra enclavado en una hondonada y permite desde el Cerro Grande dominar visualmente las dos entradas que había en aquel tiempo: la de Santa Inés y la de la Presa del Sauz.

Allá arriba se encontraban dos vigías que con pito de cuernos avisaban a la gente por donde entraban los “Cristeros” o los gobiernistas, para el caso era igual, pues

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siempre la gente se escondía y los que no alcanzaban a hacerlo, eran cuestionados sobre su ideología o su partido y nadie sabía decisión que tomaban con el que a su parecer era del otro bando. A nuestro hombre en cuestión, lo cogieron los cristeros y con la soga al cuello fue llevado horca. Cada vez que lo jaloneaban sentía que le faltaba la respiración. Así también como a él, llevaban a Lucio Zárate un vecino de la familia y que tampoco se alcanzó a esconder. Los ejecutaban en los árboles que se encontraban frente al panteón o en los que se encontraban cerca del pueblo. Doña Felisa, que así se llamaba la madre de Lucio, de rodillas imploraba el perdón para su hijo y abrazada de él, casi la llevaban a rastras, pues los de a caballo jalaban duro a los de a pie. Doña Vicenta y la mujer esposa del otro reo, no decían nada porque enmudecidas y con los ojos desorbitados veían la escena que pasaba. Listos para ser ejecutados, llego una contraorden y fueron soltados con la condición de que se unieran al ejército cristero. Avisaron a sus familias que estaban muy cerca del lugar y agradecieron al Señor las bondades que recibían.

Ya en el ejercicio de su nueva vida, pudo saber con objetividad de los usos y abusos que cometían al igual que los del gobierno, solo que los cristeros lo hacían en el nombre de Dios. Conoció escondites, también los lugares en donde se encontraban las personas que ayudaban con dinero al movimiento cristero. Sin estrategia y sin ninguna preparación para enfrentar al enemigo salió ileso del primer enfrentamiento con gente gobiernista y pudo sin que lo reconocieran, desertar y darse de alta con el gobierno en donde obtuvo el uniforme, caballo y un rifle para acabar con los cristeros.

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En todas estas andanzas adquirió un objetivo conocimiento de lo que era vivir y saber vivir, afirmó su convicción y definitivamente tomó la izquierda como sello orientador para sus subsecuentes actos. Por problemas visuales, fue dado de baja y se reincorporó a su familia sin antes haber estado en el hospital de León, Gto. En donde lo operaron de un ojo y como le desesperaba estar encerrado y vendado se escapó a San Francisco del Rincón y llegó de aventón; pero a Ciudad Manuel Doblado llegó a pie. Todo el día caminó llegando a la casa con su familia dándoles una gran sorpresa. Volvió a trabajar en la Hacienda pero ahora con un criterio diferente pues sabía que las haciendas entraban en una etapa de decadencia y que pronto esperaban su agonía. Ya se hacían reuniones con gente que aspiraba a tener un pedazo de tierra y él pertenecía a ese grupo organizador del ejido y que por consiguiente era visto con malos ojos.

Era muy valiente, se enseñó a jugar con la vida y con la muerte. Ya sabido el patrón, que él era uno de los que encabezaba el movimiento agrario del pueblo lo mandó llamar y le dio cita en una caballeriza. Allí habló muy serio con él y le dijo que se retirara del movimiento y que le daba $10,000.00 (diez mil pesos) y que se fuera del pueblo. Él contestó que su compromiso era llegar hasta el final. En otra ocasión, siendo al atardecer, regaba los trigales de la hacienda cuando vio que el patrón se dirigía hacia donde él estaba. Repentinamente viró a la izquierda y le echó el caballo encima. Nuestro agredido con reflejos de hombre joven y rápidas reacciones, levantó la pala y con ella le pegó

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al caballo fuertemente en la cabeza, el cual se dio un rápido sacón, tiro a su jinete y lo arrastró como 5 metros. Caído ya el tantas veces patrón, quiso sacar el revólver y nuevamente la pala contuvo la mano y no pasó a mayores la situación.

Muy difícil se tornaba la vida de aquel hombre y decidió hablar claramente con el patrón quien se negó a atenderle citándolo en su casa particular que tenía en el pueblo frente al jardín. Ahí salió y le dijo: ¡!!Estás despedido!!!... Del Departamento de Conciliación y Arbitraje había llegado un empleado con el fin de resolver las quejas que los trabajadores presentaban. Nuestro hombre hizo acto de presencia, dejó su queja y después de algunos días de trámite, fue atendida y le pagaron los días no trabajados y lo repusieron en su empleo. Sus hermanos y amigos los señalaban con índice de fuego, haciendo ironías de sus anhelos de poseer un pedazo de tierra para el bienestar de su familia. Sus compadres lo consideraban traidor al patrón y le retiraron su amistad. Cabe enfatizar que siendo Don Esteban Moctezuma el Amo de Llaves de la hacienda y dueño de mucho secretos de la misma y además el suegro de Miguel Lona, no lo hubieran utilizado para hacerlo desistir de su empeño, pues al contrario de disuadirlo, mientras él se encontraba suspendido en su trabajo, el abuelo discretamente llevaba comida a la familia del líder. Tal vez interiormente aplaudía las acciones de su yerno y si conocía de las injusticias, me supongo que admiraba su decisión.

El reparto de tierras y aperos era un hecho. Había alegría, había esperanza; pero a la vez tristeza pues algunos de los líderes ya habían sido eliminados por las fuerzas de oposición; pero ello no detuvo el ideal de Emiliano Zapata.

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Aperos, semillas, tierra y unos novillos sin amansar que no sabían de arados, ni coyundas menos de siembra por lo que los primeros surcos eran ondulados, con la sembradora por delante y una gran esperanza de cosecha.

No se puede dejar de asentar que la compañera de su vida, jugó un papel muy importante en la cristalización de sus anhelos porque jamás lo abandonó en sus inquietudes de líder y sin reproches siempre lo apoyó decididamente sin importarle la situación social ni las privaciones económicas que vivía, pues ella sembró con su marido la semilla que dio el fruto para el sostén de sus hijos. Ella tomó la convicción de su esposo y sorteando los desdenes de la sociedad salió airosa sin avergonzarse de su hombre que no le ofrecía más que su lealtad, su convicción y la decisión férrea de salir adelante. Miguel Lona siempre tuvo inquietudes de carácter liberal, le conmovían los desvalidos a los que siempre ayudaba. Fue un ejidatario distinguido por su tenacidad, por su lealtad y esto lo llevó a desempeñar en muchas ocasiones el puesto de Presidente del Consejo de Vigilancia en el ejido. No pudo ser Presidente del Comisariado porque no sabía leer ni escribir. La FAMILIA tenía un lugar preferente dentro de él pues veía a su madre con ternura y con respeto, tenía en un concepto muy alto a la mujer porque nunca oímos que externara expresiones que hirieran a la compañera de su vida. Tampoco refutaba sus opiniones delante de las personas. Fue ejemplo de honestidad de sencillez y no albergaba en su corazón la envidia, ni el rencor pues a todos sus hijos les dio terreno en donde fincar su hogar. No era fanático de la religión, creía muy profundamente en Dios y se hablaba de ser él un milagro del Señor, porque había experimentado tantas veces la llegada al fin de su vida, que de alguna manera sentía la mano de Dios que lo salvaba. Está en todas partes, decía, y tenía un criterio muy amplio sobre la conducta del hombre, sobre el pecado, sin que el respeto y la

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consideración hacia los demás dejara de ser otro más de los mandamientos que él agregaba a los ya conocidos. Creo que por eso todos fuimos triunfadores y tenemos seguridad en el actuar.

En la política siempre se alineó en el partido de la Revolución y en 1938, formó parte de un grupo que se organizó para apoyar al General Lázaro Cárdenas cuando expropió los pozos petroleros. Tenía un arma larga, su carrillera y servía con lealtad al pueblo. Era muy popular y muy activo socialmente pues cada presidente municipal lo llamaba y de alguna manera él era parte de los consejeros del municipio. Tenía su correspondencia que su esposa le guardaba y la ordenaba pues yo, ya muy grande de edad, me enteré que no sabía leer ni escribir y que si firmaba tan fluidamente era porque su compañera le enseñó a firmar pero no a leer ni escribir. Le admiré más cuando ésto supe, y cuando las adversidades de la vida tuvieron que azotarme y hacerme añicos; pensé siempre en él, que con menos recursos había logrado formar un hogar, dar de comer a sus hijos, mandarlos a la escuela y eso me motivaba para levantarme y seguir hacia adelante. Su filosofía era muy profunda y su conversación, aún cuando no tenía palabras cultas, dejaba entrever los principios que rigen al universo: causa y efecto, como es arriba y abajo, principio y fin, etc. Pues a veces me parecía que hubiese leído Kybalión o en sus pláticas de la vida diaria yo estaría segura que había leído “Rosenda”, “Un pueblo inocente”, “La vida inútil de Pito Pérez” y que habría estado en Cotija con el mismísimo Rubén Romero.

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Luchador incansable por el bienestar de los desvalidos inició la fundación de una colonia en donde se encuentra funcionando una escuela federal y una de sus aulas se llama “Miguel Lona Zavala” perpetuando así su nombre. A los 15 años de distancia de su partida, visualicé el cortejo cuyo ataúd envolvía la Bandera Nacional pues la comunidad campesina así lo decidió por ser un ejidatario distinguido. Y me pregunto: ¿Alcanzaré yo ese honor…? ESE ERA MI PADRE, ¿cómo era el tuyo?

Florentina Lona Moctezuma 8 de septiembre de 1996.

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Recuerdo Manifiesto

RECUERDO MANIFIESTO QUE SE HIZO EN CD. MANUEL DOBLADO, GTO, PARA RESPALDAR AL GRAL. LÁZARO CÁRDENAS EN LA CUESTIÓN PETROLERA Y A LOS HERMANOS TRABAJADORES DEL PETRÓLEO, FRENTE ÚNICO, POLICÍA AGRARIA. CD. MANUEL DOBLADO, GTO., 9 DE MARZO DE 1938.

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Cuando mi padre recibió la tierra y algunos aperos para cultivarla, se llenó de vigor, de vida, de agradecimiento y me tocó ver cómo después de terminar la siembra se arrodilló, se quitó su sombrero y mirando al cielo dijo: “¡¡¡Gracias, Dios mío!!!, soy un hombre libre, te encargo mi parcela y si tú quieres será el comienzo de una nueva vida” y así fue de ahí en adelante, aparte de la siembra crio algunas vacas, caballos y además sembraba una melga de hortalizas todavía recuerdo el sabor de las cebollas asadas en las brasas cuando comíamos en el campo después de las labores Considero que de todos mis hermanos me tocó el privilegio de estar cerca de él por mucho tiempo, pues mi hermana Tina que era la mayor, por circunstancias especiales como la muerte de la abuela materna, tuvo que ir a vivir con una hermana de mi madre para que no estuviera sola, de tal manera que me convertí en la hermana mayor y tuve que asumir el papel con gusto y convicción. Yo fui su “secretaria particular” como él no sabía leer ni escribir yo me encargaba de esos menesteres, en las cosechas, cuando vendía el producto (trigo, garbanzo o maíz) llevaba las cuentas y estaba presente para pesar los costales a veces se recogían 3 ó 4 toneladas, eso implicaba que teníamos que dormir en el campo para que una máquina rudimentaria trillara el montón , pero antes había que hacer

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varias operaciones como cortar, recoger, amarrar, cuidar, etc. y todo con rapidez porque llegaban las lluvias. La situación de la familia cambió, ahora podíamos disfrutar y vivir con tranquilidad, sin muchas privaciones y unidos como familia. Mi madre, era muy respetuosa de sus decisiones y frente a nosotros los hijos, se apoyaban mutuamente: -“Si su madre así dijo, así será”- y del otro lado era lo mismo. En el diario vivir aprendí que él defendía y practicaba dos grandes valores: la libertad física y de pensamiento, nunca nos amenazó con golpes ni nos presionó para que creyéramos en tal o cual cosa, nos ponía a reflexionar. Cuando me cambié de maestra primaria a nivel de secundaria me dijo: “Si es para progresar, ¡adelante!”, no me puso trabas, lo único que me pidió fue que al conducirme pensara si lo que hacía sería aprobado por ellos. Otros de sus valores (mi madre los llamaba debilidades) era el ser solidario, nunca faltaba un “taco” para el que lo necesitara, ni tampoco techo mientras resolvían sus problemas. En nuestra casa de Juárez 73 donde todos nacimos, siempre había gente por temporadas: sobrinos, primos, tíos, novios recién casados; recuerdo a Ignacio Lona y Juana Ferrer, a Camilo Loza y Petra Infante, a Josefina Hernández que quedó huérfana, etc.. Nunca se quejó de su situación social ni económica que le tocó vivir, decía que tenía lo más valiosos que era: la vida para seguir adelante. Tampoco se entusiasmó para ir al “norte” como sus amigos que se fueron; él amaba su tierra y prefería quedarse y disfrutar de su libertad. Ma. Remedios Lona Moctezuma 26 de septiembre de 2009

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Vivencias con mi Abuelito Quien ha sentido lo pegajoso y caloso del chahuistle, las espinas del cadillo en los tobillos, las cortadas en los brazos por las afiladas hojas de las matas de maíz o el dolor de espalda después del desquelite, comprenderá lo difícil que es dedicarse de por vida a ello y sin embargo, él parecía disfrutarlo, porque sentía pasión por su tierra, por su gente y un gran amor por su familia.

“En el nombre sea de Dios, Jesús, María y José…” frase que mi abuelito decía antes de iniciar la siembra, un hombre valiente, fuerte, tenaz, incansable, y al mismo tiempo, generoso y tierno. Dominando con destreza las riendas y el arado, mi abuelito trazaba surcos en donde mi sencilla tarea consistía en ir tirando el maíz dentro de ellos. Dos caballos fuertes y “enjundiosos” avanzaban a buen trote y poco faltaba para que corrieran, después de un rato, jadeantes y bañados de sudor, tomaban un descanso mientras nosotros calentábamos el almuerzo en una fogata hecha con hierba y estiércol seco. Tuve la fortuna de convivir con él cuando, cada día, pasaba por mí a las seis de la mañana y, a la primera llamada despertaba y, prontamente y con gusto, lo acompañaba a la casita para ordeñar las vacas rejegas y con cuernos todas ellas; pero siempre llenaban los dos botes de leche, uno lo llevaba a casa antes de ir a la escuela. Calaba el frío en las manos y en la cara al pedalear la bicicleta, pero no me desanimaba sino al contrario, me formaba. Había que buscar los becerros entre la tupida maleza, en aquel tiempo, había mezquites, huitzaches, jaras, garambullos y muchas plantas más; también había ardillas, conejos, correcaminos y víboras. Dios es muy grande: no permitió que alguna me mordiera.

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En la cosecha de garbanzo había que pernoctar junto a la máquina, supongo que sólo había una y tenía que trabajar toda la noche. Mi abuelito me tendía varios costales de ixtle y otros más de cobija, ¿cuál frío? ¡Si hasta podía contemplar un cielo lleno de estrellas! La trilladora tiraba garbanzo y se juntaba con pala o a mano, recuerdo que me regaló todo lo que juntara, ¡qué feliz me sentí! ¡pude comprarle un regalo a mi madre un 10 de mayo! Todavía recuerdo que fueron unos platos.

“¡Qué fea es el hambre!” o “¡Me cago en las patas!” le escuchaba decir cuando alguien no podía hacer algo, era su forma de motivar. Comprendí que nosotros tenemos como herencia en nuestras venas sangre de un triunfador y por lo tanto, podemos vencer cualquier adversidad, menos la muerte. Antonio Lona Gámez Lonada 2007.

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DON MIGUEL LONA ZAVALA, nació el 29 de septiembre de 1902 en San Diego de Alejandría, Jalisco cuando sus padres Doña Vicenta Zavala y Don Andrés Lona, estaban de paso por ese lugar, PERO SIEMPRE RADICARON EN San Pedro Piedra Gorda hoy, Ciudad Manuel Doblado, en el barrio del “Polocote” lugar en donde ahora es la “Colonia Morelos”. Fue el cuarto de diez hijos –siete hombres y tres mujeres- y su juventud la pasó trabajando en la “Hacienda de Buenavista” , viviendo y sintiendo los rigores de los capataces que dirigían los trabajos de siembra, riego y cosecha. Siempre se reveló contra las injusticias sociales y cuando se inició el movimiento agrario, él en unión a otros hombres de ideas revolucionarias, solicitaron tierras en la Hacienda donde trabajaban, corriendo entonces los años de 1935 a 1936.

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Su participación en el movimiento agrario, le costó la expulsión de la hacienda y fue perseguido por todos los hacendados vecinos, ya que éstos se unieron para pagar grupos de choque para acabar con los iniciadores del movimiento que inició el Caudillo Zapata. Sin trabajo y repudiado, sufrió con su familia las penurias que todo líder sufre cuando abandera un movimiento en bien del pueblo. Fue invitado varias veces por los patrones a dejar el movimiento de la tierra presentándole ofertas tentadoras que jamás aceptó por su lealtad a los principios revolucionarios que siempre ostentó. Fue emboscado y colgado de un árbol y lo dejaron por muerto; pero a tiempo sus amigos anónimos lo salvaron. Fue fundador del Ejido de Ciudad Manuel Doblado y su actuación dentro del mismo fue positiva, ocupando varias veces el cargo de Presidente del Consejo de Vigilancia, participando directamente en la solución de los problemas ejidales. Como su preocupación se desbordó ante las clases desposeídas, su gestión llegó ante las autoridades agrarias para que el terreno cerril que a orillas de la ciudad se encontraba, fuera donado a familias de escasos recursos que hicieron sus chozas y vivieron ahí y se fundó la Colonia Morelos ahora hay más de cien casas.

En la prolongación de la Calle Juárez, había un terreno baldío que pertenecía al Municipio, habiendo hecho gestiones juntamente con otras personas para que se fundara la mencionada Colonia.

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Siempre militó en las filas del Partido Revolucionario Institucional colaborando con todos los Presidentes Municipales en la Junta de Mejoras Materiales, comisiones específicas y asegura su esposa Doña María de Jesús Moctezuma viuda de Lona, que era muy solicitado hasta de noche para la resolución de problemas que se relacionaban con el pueblo. Falleció el día 29 de junio de 1981.

Florentina Lona Moctezuma.

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Familia LONA MOCTEZUMA 1954

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Las LONADAS

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Bastón de Mando Andrés Lona, padre de J. Jesús, J. Inés, Melesio, Miguel, Agustín, Juan, Celsa, Ma. Carmen y Lucía, al morir dejó a Vicenta Zavala su joven esposa con la responsabilidad de dirigir la vida de 9 hijos que sin ningún oficio vivían la vida en el barrio del Polocote, ubicado en las orillas de San Pedro Piedra Gorda.

Inquieta por naturaleza, esta familia tuvo tendencia a dispersarse; pero la madre los reunió y los convocó a la reflexión auxiliándose del hijo más sensato para coordinar y unir a su familia. Fue así como Miguel Lona recibió el bastón de la unidad y la cordialidad que mantuvo hasta que un cáncer puso fin a su vida. Logró también la unión y la convivencia de sus hijos y junto con su esposa, hacían la armonía de los nietos fruto de los matrimonios de sus hijos. En mi caso no prevalece la designación por méritos creados, sino por ser primogénita de los esposos Lona Moctezuma. Y no queriendo que esta costumbre se pierda, me permito entregar a Ma. Remedios Lona el bastón de la Unidad y la Concordia, mismo que entregará a la sucesora Juana Lona y ésta al hermano Antonio y quien a su vez entregará a Andrés el que hará llegar a las manos de Elia, quien decidirá en manos de quién deja esta reliquia.

“POR LA CONCORDIA FAMILIAR” Florentina Lona Moctezuma Cd. Manuel Doblado, 30 de septiembre de 2000.

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LONADA 2002 Las “Lonadas” o reuniones familiares de los LONA y sus amigos comenzaron hace “sin cuenta“ años cuando Don Miguel Lona en el día de su cumpleaños (29 de septiembre) invitaba a comer a sus hermanos y a su mamá, dichas reuniones aparte de celebrar el “santo” tenían como objetivo que la familia se reuniera para convivir, platicar y que la abuela Doña Vicenta Zavala madre de mi papá se sintiera contenta con sus hijos. La abuela falleció, los hermanos (mis tíos) se ausentaron del lugar, otros murieron, pero mi padre ininterrumpidamente siguió haciendo lo mismo, ahora con sus hijos, yernos, nueras, nietos que también por cosas de la vida tuvieron que salir a trabajar y a vivir fuera del terruño. A partir de entonces la invitación fue para el sábado más próximo al día 29 de septiembre. La familia fue creciendo pues las hijas e hijos se multiplicaron y ya no cabíamos en la casa paterna, por lo tanto nos trasladamos a “La casita” y desde no sé cuándo es el lugar de las “Lonadas”. Mi padre murió el 29 de junio de 1981 y decidimos que seguirían las lonadas a las cuales todavía nos acompañó mi madre la Sra. Ma. de Jesús Moctezuma Olivares hasta 1990; y antes en 1984 había partido nuestra hermana Prici; sólo quedamos 6 hermanos, Florentina, Remedios, Juana, Antonio, Andrés y Elia. Todavía hay LONAS para mucho tiempo. El objetivo de la reunión no se ha perdido, la convivencia se da y nos llena de alegría volver a vernos por lo menos cada año (con algunos). El que hayamos pensado en “La Casita” como el lugar para el encuentro, tiene un significado especial, pues es la tierra que le abrió a mi padre las puertas hacia la libertad que él consideró como uno de los valores fundamentales. Por mucho tiempo desde que era niño, él trabajó en la Hacienda de Buenavista donde las labores empezaban a las 5 de la mañana y terminaban a las 6 de la tarde; cuando ya fue joven desempeñó una de las tareas más difíciles, ser

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“regador” regando hectáreas y más hectáreas durante todo el día; todo esto siguió hasta 1937 cuando fue la creación de los ejidos y pudo tener una tierra de las misma que por tantos años trabajó pero ahora todo el producto era suyo y ésta es “La Casita” que para mí representa la raíz, el apego al terruño porque junto con mi padre recorría de lado a lado sembrando y cosechando el maíz y las hortalizas que nos dieron el sustento por varios años. Hay muchas historias que contar y espero que antes de partir pueda comunicarlas. Seamos todos bienvenidos a la Lonada 2002.

Continuará el próximo año… Ma. Remedios Lona Moctezuma

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LONADA 2003

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LONADA 2004 La reunión de este 2004 queremos dedicarla a nuestra hermana Juanita que año con año junto con su familia ha estado presente y seguirá estando entre nosotros a pesar de que desde el día 2 de septiembre nos acompaña desde otra dimensión. Su esposo, sus hijos, hijos políticos y sus nietos deben estar orgullosos del núcleo que formaron alrededor de ella en su lucha por vivir, el cariño y la solidaridad que le demostraron al apoyarla, sin embargo se llega el día y la hora en que tenemos que partir; todo esto, nos invita a pensar en que debemos estar más cerca, valorar el momento que se nos permite estar juntos, como lo es este día tan especial para todos. Bienvenidos pues, como siempre el “Clan” Calva Lona y deseamos que sigan igual de unidos porque la vida tiene que continuar. A nuestros amigos que nos acompañan y que forman la otra familia que está cerca de nosotros para sostenernos y apoyándonos en todos los momentos de nuestra vida, gracias por sus amistad y queremos que sigan siendo nuestros amigos.

Disfrutemos pues este día que sólo se repetirá cada año, BIENVENIDOS TODOS.

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LONADA 2005

En esta LONADA 2005 quiero hacer un recuerdo especial a mi madre la Sra. Ma. De Jesús Moctezuma Olivares cuyo verdadero nombre era Ninfa y que por obvias razones de tipo religioso al bautizarla, le cambiaron el nombre pero fue registrada como aparece en el acta de su nacimiento (hace 100 años) Ella tuvo un papel importante como tronco de la familia Lona Moctezuma. Demostró su capacidad en todas formas al apoyar a nuestro padre Don Miguel Lona quien era un líder social nato, por lo cual, enfrentaban juntos problemas económicos y sociales pero nunca dejó de respaldar los ideales del hombre quien sobre todas las cosas amaba la libertad.

Este día mi recuerdo, admiración y respeto van para ella donde quiera que me esté escuchando. Ma. Remedios Lona Moctezuma 24 de septiembre de 2005

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ACTA DE NACIMIENTO DE MI MADRE NINFA MOCTEZUMA OLIVARES

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Nuestro Matrimonio

Ma. Remedios Lona Moctezuma Juan Bravo L贸pez

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Familia Bravo Lona

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Mi familia directa comienza a partir del año 1967 cuando después de haber participado de alguna manera apoyando a mis padres y hermanos y pensando que también tenía que ver por mi futuro, y que aún era tiempo de comenzar, decidí formar mi propio hogar y contraje matrimonio con el Señor Juan Bravo López, también Maestro. Para entonces ya estaba radicada en la ciudad de Guanajuato. Formamos una pareja sólida y en el transcurso de treinta y tres años fuimos haciendo un patrimonio con base en lo que ya existía. Nuestra relación fue normal, pudimos complementarnos sin problemas, no hubo celos profesionales, cada uno se desenvolvió en su trabajo con libertad, las decisiones familiares eran consensadas, más que un amor posesivo fue un “aceptarnos como éramos” y creo que se debió a que ambos ya estábamos “maduritos” no actuábamos como adolescentes; a los treinta y ocho años, la vida se ve, desde otra perspectiva y se capitalizan las experiencias propias y ajenas. Tuvimos dos hijos Mónica y Juan y juntos todos, crecimos unidos por el amor y el respeto. Afortunadamente los hijos ya tienen sus propias familias, viven modestamente trabajando en actividades propias de las carreras profesionales que eligieron y a ellos que son los mejores jueces de los padres, les tocará continuar esta historia. Estábamos en la etapa más tranquila de la vida, con la mayoría de los problemas y sueños ya resueltos, listos para disfrutar la Jubilación cuando de repente le aparece a mi esposo un cáncer que en menos de dos meses se lo llevó en el año dos mil, se fue el compañero y padre, dejándonos sorprendidos y con un profundo vacío. Mis hijos idearon el “Epitafio” que según ellos, merecía.

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“Porque nos enseñaste a ser felices, te recordamos con alegría “ Siento que he cumplido -dentro de mis posibilidades– como hija, como hermana, como esposa y como madre, ahora como abuela sólo hago muy poco (lo que puedo) lo que mis limitaciones físicas me permiten, pero quiero seguir vigente disfrutando de ver crecer, madurar y luchar a todos como nosotros lo hicimos, cada quien en su tiempo y en su espacio. Doy gracias a la vida por haberme permitido llegar a este día, en el que, con la mirada retrospectiva a ochenta y tres años de distancia, me siento realizada, favorecida por el creador, por haber tenido unos padres cuyas mentes no eran de ese siglo a pesar de su incultura. Amo mi terruño porque son mis raíces y a la “tierra” que me sustentó por mucho tiempo, no solo con sus frutos, sino moral y anímicamente y que me dio la fuerza para no desfallecer, muchas veces me pasó lo que a la protagonista de la película *“ Lo que el Viento se llevó” cuano me faltaba el ánimo para seguir adelante regresaba a la “Tierra”, respiraba el aire puro, me veía recorriendo surco a surco tirando la semilla, trepando a los árboles, brincando las acequias y me decía: ¡Adelante!. Esto lo hice en repetidas ocasiones cuando era joven, adulta y ahora todavía lo hago y allí quiero quedarme para siempre. Solo me resta decir que he vivido intensamente todos los momento y etapas de mi vida a la que siempre tomé muy en serio y termino con las palabras de una poesía muy conocida de Amado Nervo. “Vida, nada me debes, Vida, estamos en Paz” Ma. Remedios Lona Moctezuma 2012

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* La protagonista de “ Lo que el Viento se llevó” cuando se sentía agobiada, volvía a la heredad y con sus manos tomaba la tierra para recuperar la fuerza que le faltaba. –Aclaro que esto lo supe hasta después cuando tardíamente vi la película-.

Película de 1939

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Semblanza de Ma. Remedios Lona Moctezuma Transcripción

Es importante que los lectores conozcan quienes forman parte de la comunidad normalista, toda vez que las obras humanas son las que determinan la calidad de las instituciones y son producto de un equipo de trabajo. En esta ocasión presentamos una pequeña semblanza de la profesora Ma. Remedios Lona Moctezuma, docente de esta escuela. La Maestra es originaria de Ciudad Manuel Doblado, Guanajuato siendo la segunda hija del matrimonio formado por el Sr. Miguel Lona y la Sra. Ma. De Jesús Moctezuma de Lona. Creció al lado de 6 hermanos de los cuales 5 han sido maestros. El ambiente de sus primeros años fue de una vida familiar estrechamente unida, apoyada por la cercanía de abuelos y familiares que compartían profundos valores que era propios de las familias de campo. Al crecer la maestra encontró a su alcance alguna institución que le permitiera adquirir una profesión motivo que la llevó a separarse de su familia para acudir a la escuela secundaria y posteriormente al Instituto Federal de Capacitación del Magisterio plantel Guanajuato, donde cursó la Normal Básica en Educación Primaria y se tituló con mención honorífica.

El deseo de superarse profesionalmente la llevó a cursar la carrera de Letras españolas en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de Guanajuato y años después a la Lic. en Educación Media Especialidad en Pedagogía en la Escuela Normal Superior de Guanajuato. Su experiencia profesional es muy amplia, inicia como maestra de grupo en la escuela Primaria Nº 1 de Ciudad Manuel Doblado, Gto., después asciende al cargo de Directora de la Escuela Primaria “Rubén M. Campos” ahora Miguel Hidalgo, de la cual es fundadora.

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Después pasó a prestar sus servicios en el nivel de secundarias en la Escuela Secundaria Oficial “Teófilo Rivera”, de Zacualtipán, estado de Hidalgo. En 1961 llega a la ciudad de Guanajuato para laborar en el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, donde se preparaba a los maestros en servicio que todavía no tenían los estudios correspondientes. A partir de 1984 se incorpora a la plantilla de docentes de la Escuela Normal Oficial de Guanajuato, en donde permanece hasta la fecha atendiendo las materias de acercamiento a la práctica docente en donde sus estudiantes enriquecen su formación debido al profundo conocimiento de la experiencia profesional desarrollada en los diversos niveles educativos en los que ha laborado. Muchas actividades que realizó la Maestra desde muy joven como haber sido Secretaria de la Presidencia Municipal, haber trabajado en las misiones culturales, no se han señalado porque una cualidad que la caracteriza ha sido su modestia. Lo que sí queremos destacar, es su espíritu de servicio y responsabilidad en todas las tareas que le han sido encomendadas para las que ella nunca tomó en cuenta el tiempo o la remuneración económica sino simplemente el gusto por la tarea, y así ha sido coautora de libros, colaboradora en revistas, diseñadora de programas, cursos, proyectos, etc..

Y que decir de la Maestra como persona, esposa y madre de familia, siempre atenta en todas sus facetas, sin descuidar ninguna. Gracias a maestros y maestras como ella la educación se viste de gloria.

Maestra Leticia del Carmen Reyes Martínez. 2006

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Publicación TEMACHTIANI Nº 2 2006 Editada por la BENEMÉRITA Y CENTENARIA ESCUELA NORMAL OFICIAL DE GUANAJUATO

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Publicación TEMACHTIANI Nº 2 2006 Editada por la BENEMÉRITA Y CENTENARIA ESCUELA NORMAL OFICIAL DE GUANAJUATO

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HOMENAJE PÓSTUMO AL MAESTRO JUAN BRAVO LÓPEZ Nació en Villa Ursulo Galván, en el Estado de Veracruz. El 29 de Septiembre de 1931. Siendo su padre militar, la educación formal básica la realizó en diferentes internados de enseñanza como Guanajuato, Zacatecas y Coahuila. De la misma forma estudió la Secundaria en el Instituto Tecnológico de Durango. Obtuvo su primera plaza de docente en la escuela rural de la Hacienda de Peñuelas en 1953, al mismo tiempo que cursaba la carrera de Profesor de Educación Primaria en el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio unidad Guanajuato y que concluyó en 1956 obteniendo su título.

Durante seis años consecutivos ejerció su profesión en distintas comunidades de San Francisco del Rincón, Gto. (1953-1959).

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A partir de 1959 radicó en Silao, Gto., donde, primero participó como docente de la escuela vespertina Francisco Javier Mina, para, posteriormente ser designado Director de la escuela matutina Ignacio Ramírez López hasta el año de 1967.

A su paso por las escuelas primarias, siempre impulsó el deporte y la danza folklórica, muestra de ello fue la integración de un grupo artístico de docentes dentro de la 3a. Zona escolar de Silao, Gto. Más tarde cursó la licenciatura en Matemáticas en la Escuela Normal Superior Oficial de Guanajuato. Especialidad que, en 1974, le permitió acceder a una plaza de asesor pedagógico y maestro de Matemáticas en Mejoramiento Profesional del Magisterio (hoy conocido como CAM). Asistió a numerosos cursos de actualización y de reformas educativas para niveles de primaria y secundaria razón, por la cual, formó parte de la Academia Nacional de Matemáticas. En 1975 fue invitado a colaborar en las escuelas Secundaria Benito Juárez y la Escuela Normal Primaria Oficial de Guanajuato, en el área de Matemáticas, instituciones en las que se desempeñó hasta el 31 de Octubre de 1996, fecha en la que se retiró tras 42 años de labor ininterrumpida. En el aspecto personal, fue un gran hombre, esposo, padre y amigo generoso, compartido, alegre y familiar. Por pasatiempo realizaba cualquier deporte, entre ellos el frontenis el cual practicó hasta sus últimos días. Falleció el 25 de julio del año 2000 habiendo cumplido la mayoría de sus sueños. Publicado en la Revista Dulces Recuerdos Núm. 5 en Enero 2012. Organo Informativo de la Delegación D-IV-4 de la Sección XIII del S.N.T.E.

Mónica y Juan Bravo Lona . 2011

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Nuestros hijos y nietos

M贸nica Bravo Lona, mi yerno Ricardo Carrillo mi nieta Brenda y mi nieto Richi

Juan Bravo Lona, mi nuera Elena Balcazar Mis nietos Juanito y Mat铆as

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Agradecida a la vida, seguiré disfrutando la compañía de mis descendientes… LOS AMO!

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Galería fotográfica de los Grandes Recuerdos

Recuerdo del día 8 de julio De 1945

Abuelito Esteban Moctezuma

Recuerdo de 1949

La familia Lona Moctezuma recuerdo de 1954

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Hermanos y sobrinos de Don Miguel Lona

Recuerdo del dia 8 de julio de 1945

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CD. Manuel Doblado el 20 de noviembre de 2003 50 Aniversario Recibiendo el Reconocimiento como FUNDADORA de la Escuela Primaria Miguel Hidalgo en el a単o de 1953

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En compañía de mi Esposo Juan , mi hermana Tina y mi hermano Antonio

La casita que se está construyendo en aquellos terrenos de mi querido lugar de nacimiento.

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Una opinión

Al abrir EL BAÚL de mi amiga REME, encontramos una inmensa riqueza que con la sencillez de una flor del campo, nos comparte a propios y extraños, las historias, biografías, poemas que son retratos de una familia rica en valores; pero al mismo tiempo reflejan el calor de sangre y sus dones literarias . Todas los voces que se escuchan en este libro son dignas del tiempo, porque nos hablan de una filosofía campirana, tan propia, tan profunda que suena como las campanas de su pueblo. Solo me resta decirle a mi amiga : GRACIAS

Gracias por compartir los tesoros de su BAÚL.

Clementina Ramírez García 2012

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Este libro se termin贸 de imprimir en Septiembre de 2012

En: FAST PRINT GTO

Av. Municipio N潞 60 Col. Municipio Libre Guanajuato, Gto. 36080 www.fastprintgto.com Tel 473 732 1666

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